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En memoria del taita Fernando Mendúa

por Duván Rivera Arcila

En un mundo desencantado, como suele escucharse, volver a encantarse puede


llegar a adquirir el tono de una tarea superflua o pueril. La Real Academia
Española define encantar como “someter a poderes mágicos”, proveniente de
incantāre, una palabra latina estrechamente relacionada con la sonoridad y el uso
mágico de las palabras. En las metrópolis y en las urbes en general hablar de
encantamientos, del poder sonoro de las palabras, probablemente traería
recuerdos de ideas medievales, místicas y esotéricas.

No obstante, al día de hoy aún se escuchan las historias provenientes de la selva


del piedemonte amazónico colombiano, que rememoran el saber de uno entre
pocos, de un taita Kofán capaz de viajar entre mundos a la casa del tigre y
ponerse su traje para convertirse en uno, en un tigre acechante al resguardo de
las noches selváticas. Un taita cuyo conocimiento del yajé tuvo tan alto grado de
compromiso que su vida personal la hizo con los seres invisibles, de allí que
viviera solo en la selva, lejos de su comunidad. El respeto del que era digno le
confería la labor de ‘evaluar’ a quienes, luego de una carrera de más de treinta
años, aspiraban a ser taitas.

Taita es una palabra de respeto hacia los mayores, de uso común entre las
comunidades andinas. También se usa para aquellos sabedores que han logrado
un conocimiento profundo del yajé, como lo fue el taita Fernando Mendúa. El
saber del yajé está relacionado con la destreza para comunicarse con el espíritu
de la planta, de la selva y de los animales, luego de muchos años de aprendizaje.
Un saber que se manifiesta a través de los cantos, dones de la planta, cuyo
lenguaje alberga los misterios del conocimiento. El taita Fernandito, como le
decían con cariño, se convertía en tigre gracias al encantamiento del yajé.

Las historias del taita que aún se escuchan en la selva no re-encantan nuestro
mundo, pero sí nos recuerdan que aún perviven mundos donde el sonido del
lenguaje reverbera con encanto en sintonía con el ritmo de la selva.

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