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Asesora
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE EDUCACIÓN
MEDELLÍN
2017
Agradecemos a Dios, a la vida,
a nuestra familia, a nuestra asesora, a aquellas personas que de una u otra manera
hicieron parte de este proceso.
Y, por supuesto, a nosotras por nuestro compromiso y dedicación.
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RESUMEN
Hacerse a la mar en búsqueda de la isla desconocida como la posibilidad del encuentro consigo
mismo supone reivindicar el valor de la subjetividad, que para este caso, se centró no solo desde una
apuesta personal sino además formativa dentro del contexto escolar; es así que el presente proyecto
de investigación desarrollado con estudiantes del grado noveno de la Institución Educativa Navarra
(Bello, Antioquia), contempla el diálogo entre la literatura y otras artes como escenarios posibles para
la configuración de prácticas para el cuidado de sí y de los otros, desde las dimensiones estética y
ético-política. Podemos decir que este proceso da cuenta de las tensiones y posibilidades que emergen
de dicho diálogo, en donde nosotras como maestras y nuestros estudiantes trabajamos alrededor de lo
sensible, lo cognoscitivo, lo crítico y lo reflexivo. Esta propuesta nos permitió confrontarnos con
nuestro ser y nuestro quehacer docente, para continuar repensando la idea de que los procesos
formativos en torno al lenguaje, la literatura y otras expresiones artísticas, deben trascender a una
perspectiva ética, estética e interpretativa que posibilite la generación de acontecimientos
significativos vitales para la experiencia humana.
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LO QUE CONTIENE NUESTRO VIAJE
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Arte y vida: conexiones desde las relaciones interartísticas…………………………….....56
Biografías literarias: ausencias y presencias del arte en las experiencias vitales………… 61
Levar anclas para desafiar el oleaje: la formación de un lector de literatura en diálogo con
otras artes…………………………………………………………………………………. 68
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………….. 81
ANEXOS…………………………………………………………………………………. 85
ÍNDICE DE IMÁGENES
Figura 1. El puerto de Le Havre……………………………………………………………. 7
Figura 2. Noche estrellada sobre el Ródano……………………………………………… 24
Figura 3. Calais ................................................................................................................... 26
Figura 4. Remando en la oscuridad. ……………………………………………………... 34
Figura 5. Barcos y puesta del sol. ………………………………………………………... 37
Figura 6. Explosión humana. …………………………………………………………….. 64
Figura 7. Isla de fantasía…………………………………………………………………. 76
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HACERSE A LA MAR: UNA APERTURA
Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la
búsqueda de sí misma.
La isla desconocida, Saramago, 1998.
Sin embargo, una vez estas dos viajeras ingresan a la universidad, otro horizonte literario
se abre ante sus ojos, uno más sorprendente, con mayores posibilidades y perspectivas, pues
a partir de él es que comienzan a encontrar el sentido que “encierran” los libros, a descubrir
las aperturas a otras maneras de vivir, con la alternativa de cuestionar aquello que se les
impone, como por ejemplo, los tiempos sociales establecidos que terminan definiendo las
acciones de los sujetos y que les impiden vivir de acuerdo con la condición de humanidad
que los debería caracterizar. De este modo, ambas viajeras, motivadas por esta nueva relación
con la literatura, deciden emprender juntas este viaje hacia la búsqueda de la isla desconocida;
es esta la metáfora que las inspira a propósito del cuento La isla desconocida de Saramago
(1998). Y así como en este relato un hombre deseaba un barco para ir en la búsqueda de una
isla, ellas precisaban de un proyecto que les permitiera confrontarse con su ser y su quehacer
como maestras del lenguaje, para la reconfiguración de su propia existencia y la de sus
estudiantes, así como para la resignificación de las prácticas de enseñanza de la literatura en
el contexto escolar.
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Lo que podría parecer imposible para estas viajeras, al igual que para aquel hombre que
quería el barco, como es el hecho de buscar una isla desconocida, no resultaba tan utópico al
pensar en que así como este suplicante persistió en su deseo, de igual manera, las maestras
insistieron en la realización de su proyecto, intentando que las tensiones con las que se fueron
encontrando se constituyeran en posibilidades; posibilidades que se lograban materializar si
las docentes contaban para su viaje con una buena embarcación y una tripulación dispuesta
a aprender y a sortear las vicisitudes que este puede traer consigo; es por ello que dicho
proyecto de investigación necesitaba contar con unos propósitos bien definidos, unos
adecuados sustentos teóricos y una metodología coherente con la propuesta planteada. Del
mismo modo, se requería entonces, de que tanto las maestras como los estudiantes estuvieran
prestos a dejarse seducir por el mundo literario y artístico, por los saberes, ideas,
comprensiones, sensibilidades y experiencias que de este pueden emerger.
Esas maestras que venimos enunciando en tercera persona somos nosotras. Es así,
apreciados lectores, que como navegantes de este viaje, te queremos compartir brevemente
el recorrido de nuestra travesía. Inicialmente te encontrarás con algunas historias que
preliminar a nuestro viaje otros navegantes nos compartieron; luego, con diversas tensiones
presentes en la enseñanza de la literatura en relación con otras artes; posteriormente, con las
motivaciones que guiaron nuestro proyecto de investigación así como los propósitos para el
mismo. Si hasta aquí, leer estas narraciones de viaje ha sido de tu agrado, te invitamos a que
arribes, así como nosotras, a diferentes puertos en los que te encontrarás varios horizontes
conceptuales relacionados con el tema investigación en general; seguidamente te podrás
acercar a las diferentes rutas marítimas a partir de las cuales orientamos nuestra metodología
de trabajo. Después estarás de frente con los sentidos que se derivaron durante el transcurso
del viaje y que dieron lugar a la configuración de reflexiones sobre el lugar de la literatura,
las artes y la subjetividad dentro la enseñanza.
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I
ENTRE TÉMPANOS, OLEAJES Y RUTAS MARINAS FAVORABLES: LA
CONSTRUCCIÓN DEL PROBLEMA
El encuentro con otros navegantes guió nuestra embarcación cuando ellos nos narraron
sus anteriores experiencias de viaje: sus vicisitudes y sus posibilidades; sus arribos al lugar
deseado, pero también sus extravíos; sus días soleados, a la vez que aquellos más nublados y
tormentosos. Así, al acercarnos a sus relatos de viaje, supimos que los lugares que habían
visitado y lo que en ellos encontraron, coincidían, de alguna manera, con las expectativas que
estaban animando nuestra aventura, direccionada a partir de las tensiones y posibilidades que
se originan del diálogo entre la literatura y otras manifestaciones artísticas, a propósito de la
generación de prácticas para el cuidado de sí y de los otros, aspectos que se vinculan tanto
con la formación como con la autoformación. Descubrimos entonces que aquellas
experiencias favorecieron el viaje que habríamos de emprender y nos orientaron frente al
desarrollo conceptual y metodológico de nuestro proyecto.
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Así pues, los primeros navegantes con los cuales nos encontramos, nos narraron acerca
de aquellas tensiones que están directamente relacionadas con la literatura y otras
manifestaciones artísticas en el ámbito educativo y cultural. De esta manera, Ocampo y
Meneses (2014), en El lugar de la experiencia estética en la formación de sujetos sensibles
y deseantes, así como Hernández, Pérez y Vásquez (2013), en Un viaje con destino a la
literatura: encuentro experiencial como posibilidad de reflexión sobre sí mismo, nos
presentaron, por medio de estas travesías, cómo el sistema educativo y la misma cultura, no
generan las condiciones para que los sujetos hagan de la literatura una experiencia de vida,
donde el hecho de leer no sea visto como un acontecimiento insignificante con el que se
pierde el tiempo, situación que ha sido una constante a nivel cultural y familiar, precisamente
porque en muchos hogares son los mismos padres quienes les manifiestan a sus hijos cuando
los ven leer, que se dediquen a tareas más importantes y productivas que están directamente
relacionadas con las ciencias exactas; y en el campo de la educación, la literatura ha estado,
en muchos casos, al servicio de la enseñanza de la lengua y ha perdido su valor estético.
Otra tensión que muestran estos recorridos investigativos y que queremos resaltar, tiene
que ver con el papel que desempeñan muchos maestros frente a la literatura. Es claro que
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estos deben ser grandes lectores de obras literarias y aunque no es un imperativo que creen
sus propios textos literarios, resultaría muy interesante que lo hicieran, pero es un hecho que
no siempre ocurre; lo mismo sucede al momento de enseñarla, ya que en ocasiones no se
logra develar en los maestros el goce y la pasión por dicha práctica, limitándose a exigir a
que se lea y se escriba literatura sin que estos mismos sean un referente para ello.
Consideramos que el hecho de compartir experiencias literarias en el aula, precisa de un
maestro sensible, que se asombre, se emocione y se admire ante textos de esta índole, puesto
que de esta manera va a ser mucho más factible que sus estudiantes se inquieten y se vean
atraídos al encuentro con la literatura.
Por otra parte, en el encuentro con otros navegantes como Caro, Paniagua y Torres (2015),
en Los lenguajes artísticos como mediadores culturales en las prácticas de lectura y
escritura, encontramos que estos, al haber llegado a una Institución Educativa como su lugar
de destino, descubrieron que allí la formación del lenguaje no contemplaba, dentro de la
política educativa institucional, la malla curricular y las prácticas con los estudiantes, una
integración significativa de manifestaciones estéticas y culturales como la literatura y otras
expresiones artísticas, que permitiera que dichas manifestaciones se pudieran ver reflejadas
en el ejercicio de lectura y escritura como formas de comunicación y significación, y no
simplemente como complemento para la enseñanza de la gramática y la lingüística.
En este viaje hallamos también un elemento de suma importancia que tiene que ver con
la concepción que se le atribuye a las artes como configuraciones estéticas y culturales que
potencian en los estudiantes un pensamiento sensible, así como posturas críticas y reflexivas
para llevar a cabo prácticas de lectura y escritura que suponen comprensiones y
transformaciones de mundo.
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literatura se constituye en una de las vías para representar la realidad, confrontar y generar
pensamientos e ideas, a la vez que la configura a través de nuevas visiones y concepciones.
Según González y Otálora, la literatura deja entrever las diversas miradas y constructos
humanos en el transcurrir histórico, pero además, por su carácter ficcional, posibilita otras
configuraciones inimaginables e inconcebibles, traspasando el mundo limitado y
preconcebido desde la tradición cultural. Es en esa medida que, según las autoras, la
enseñanza literaria puede concebirse como el espacio ideal para la creación de sentidos y
significados, repensada desde un una dimensión más compleja e íntegra, donde los
estudiantes logren hacer una resignificación de los textos literarios, avivando sus visiones y
ampliando el abanico de sus posibilidades de reinterpretación de sí mismos y de su medio
social.
Es así que este mismo viaje señala que el estudio de la literatura trasciende la adquisición
de conocimientos, siendo conscientes de que éste precisa de elementos que involucren su
valor estético, social y cultural, desvirtuando la idea aquella de que la escuela es
exclusivamente un sitio para aprender un saber, que se reduce a un carácter mecánico y
positivista, carácter que la literatura logra desbordar, pues al igual que las otras artes,
representa un componente tanto social como cultural, a la vez que artístico, ético, estético y
político.
Guardando cierto grado de similitud con la experiencia de viaje anteriormente relatada,
Fernández (2010), al embarcarse en su recorrido por La Literatura en los niveles del Sistema
Educativo Peruano: una propuesta de cambio, propone la idea de que la educación debe
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comprender la literatura como un arte de carácter formativo y no instructivo, con el propósito
de educar al ser humano integralmente, potenciando no solo su capacidad de dominio frente
a la ciencia, sino también frente a la conciencia, lo que constituye como factor decisivo, que
la formación de la dimensión estética y ética del ser humano no es una abstracción, sino más
bien una opción concreta, que representa ineludiblemente un trasfondo que supone un sentido
propio de libertad, tanto para los maestros como para los estudiantes, desvirtuando la
concepción que frente al arte ha presentado la educación, como una disciplina subordinada y
accesoria, más no intelectual.
Por el contrario, concebir la literatura como disciplina artística supone una formación
respecto a la sensibilidad, la apreciación estética de la palabra que se propone no solo para
razonar sino además para emocionar; lo que permite el desarrollo de la capacidad crítica y
creativa ante las posibilidades de elegir en una realidad que plantea múltiples problemas y
desafíos frente a los cuales se debe discernir. Conforme con ello, Fernández señala la
importancia de apostarle a la dialogicidad entre la literatura y otras artes como la música y la
pintura, en donde los textos literarios podrían ir acompañados, por ejemplo, de
composiciones musicales y exposiciones pictóricas, en sincronía con un mismo período
artístico, a través de los cuales se logren establecer relaciones estéticas, desde el plano
cognoscitivo, sensitivo, reflexivo y creativo.
Si bien los anteriores viajes se relacionan con el nuestro, encontramos que la brújula que
particularmente direcciona nuestra travesía, tiene que ver con las preguntas orientadas hacia
comprender en qué medida la relación entre la literatura y otras artes crea condiciones de
posibilidad para la generación de prácticas para el cuidado de sí y de los otros, y determinar
cuáles de estas se promueven en la escuela desde la enseñanza del área de lengua castellana;
así mismo, lo que pretendemos es concebir y experienciar la literatura desde otra mirada, una
en la que se valga apostarle a la imaginación, a la invención, a la reflexión, y al
cuestionamiento y la transformación del ser y de la realidad; es decir, nuestro proyecto pone,
de manera decidida, un mayor acento en la autoformación con base en la configuración de
prácticas para el cuidado de sí y de los otros.
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De esta manera enfatizamos en la necesidad de que cada sujeto, desde su propia
experiencia con la literatura y otras artes, pueda inquietarse y hacerse cargo de sí mismo, de
sus juicios, de sus pensamientos, de sus acciones, y de esta manera, pueda cuidar de sí,
teniendo en cuenta que dicha inquietud y cuidado no se agotan en un plano unidireccional,
por el contrario, se extienden al otro, a partir de una relación dialéctica como lo plantea
Foucault (2002).
Otro aspecto que se hace potente en nuestro proyecto y que tiene que ver con nuestra
experiencia tanto académica como personal, es que queremos apostarle a la literatura como
una elección de vida, es decir, no como un acontecimiento esporádico, sino como una
experiencia continua que acompaña la existencia. Vale la pena resaltar que nosotras ya la
hemos asumido como tal, y que es justo esto lo que queremos estimular en nuestros
estudiantes, para que dicha práctica no represente para ellos la desidia y la tortura que les
implica muchas veces producir y leer un texto, en el que no se percibe esa conexión del alma
con la realidad del individuo que desnuda su pensamiento y su sentir ante el otro;
desafortunadamente, dicha dificultad, emerge de la forma como queremos que el estudiante
haga uso del lenguaje para expresarse desde una visión academicista, en la que simplemente
se busca reproducir una realidad, que al parecer se hace externa al ser humano, lo que denota
insensibilidad y simpleza, pues la misma función prescriptivista con la que se ha enfocado el
lenguaje en el aula de clase, obvia toda marca personal en la expresión tanto de los estudiantes
como de los mismos maestros.
Poseidón
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en los que suenan las revueltas olas,
y aspiro de los dioses el aliento,
gozo la aurora del linaje humano,
y el cielo azul de la Hélada contemplo.
Al embarcarnos en nuestro viaje y hallarnos de frente con la marea, nos dimos cuenta de
que esta venía cargada de aquellas tensiones relacionadas con la literatura y su enseñanza;
marea que se origina, podríamos decir, en términos más globales, desde la misma cultura y
el sistema educativo que coartan a los individuos a que hagan de la literatura una posibilidad
para el cuidado de sí y del otro y una práctica de vida, donde no sea vista como un hecho
insignificante con el que se pierde el tiempo. En el campo de la educación encontramos, pues,
muchas prácticas donde las artes y la literatura distan de su vinculación con la propia vida, y
se alejan además de las dimensiones estética y ético-política, como formadoras de sujetos
sensibles, imaginativos, creativos, críticos y reflexivos, consecuencia esta del sentido
instrumentalista que se le ha atribuido a su enseñanza.
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[…] sujetos esquizofrénicos, enajenados por el poder, analfabetas funcionales, buscadores de
paraísos artificiales; en consecuencia, desinterés hacia el sentido por lo colectivo y por el
pensamiento político auténtico. Ello tiene sus secuelas en el modo conductista de abordar el
estudio de las ciencias, la literatura y el lenguaje en las instituciones educativas y en la
violencia simbólica (el carácter panóptico) que arropa a todos los actores del escenario
pedagógico. (Ministerio de Educación Nacional, 1998, p.16)
De igual modo, respecto a la experiencia literaria, Larrosa (1996) expone la idea de que
si la lectura quiere ser pensada como formación, ineludiblemente debe estar ligada a la
subjetividad del lector, es decir, vinculada no solo con sus conocimientos, sino también con
lo que él es; así, para este autor, la lectura implica una transformación del sujeto cuando el
acercamiento a esta no se trata simplemente de una decodificación, por el contrario, logramos
una verdadera experiencia con la lectura, en la medida en que ella consigue dejar huella en
nosotros y nos pone en cuestión con lo que somos. No obstante, Larrosa señala que frente a
dicha experiencia que es capaz de transformar al sujeto, hay presente una tensión, la cual
consiste en que, la forma como se enseña la ciencia moderna, ha hecho que la imaginación y
la subjetividad pierdan todo valor cognoscitivo (medio esencial para la construcción del
conocimiento en los antiguos) y se tienda exclusivamente hacia lo que es práctico, rentable
y razonable.
Algo semejante ocurre, plantea Larrosa, en relación con la modernidad, se trata de una
crisis en la educación humanística, que implica una transformación frente al acercamiento y
la experiencia con el libro, y por ende, con la lectura; acontecimiento este que difiere de la
tradición de la humanidad, puesto que las letras, anteriormente, hacían parte del núcleo del
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currículum, lo que suponía que la educación se sustentara desde la lectura; de ahí que los
sujetos, una vez nacían, llegaban a una cultura letrada y configurada desde un relato histórico
y colectivo, que se hacía posible gracias a los libros, con el propósito de que dicho relato
pudiera permanecer vivo mediante una experiencia de lectura memorable y significativa.
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Conforme a lo anteriormente planteado, se nos hace preciso contextualizar el espacio
académico en el cual estuvimos llevando a cabo nuestro proyecto de investigación. De este
modo, nos centramos específicamente en el aula de clase, para presentar las tensiones que
logramos observar frente a cómo se enfoca allí la enseñanza de la literatura pero también, en
su relación con otras manifestaciones artísticas.
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un tema propuesto o extraído de algún texto, encontrábamos que tenían poca capacidad
analógica, creativa, interpretativa, argumentativa, crítica y reflexiva para opinar respecto a lo
tratado.
Ahora bien, para hablar acerca de las tensiones que encontramos en cuanto al plan de área,
fue preciso recurrir a la concepción que frente a este plantea el Ministerio de Educación
Nacional, instancia que lo define como el esquema que estructura tanto las áreas que son de
carácter obligatorio y fundamental, como aquellas que son optativas con sus respectivas
asignaturas, las cuales constituyen el currículo de los establecimientos educativos. Conforme
con esto, este plan debería integrar aspectos como: intencionalidades formativas, finalidad e
identificación de los contenidos, temáticas y problemas propios del área, indicando así las
correspondientes actividades pedagógicas; además, debe contemplar la distribución del
tiempo, aludiendo al grado y al período lectivo en el que se desarrollarán las diferentes
actividades, así como los logros, competencias y conocimientos que los estudiantes deberán
alcanzar al culminar cada período; de igual manera, el plan de estudios debería exponer los
criterios y los procedimientos para evaluar el aprendizaje; también requiere contar con un
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diseño de planes especiales, que permitan el acompañamiento a los estudiantes con
dificultades en su proceso de aprendizaje. Por último, precisa contemplar la metodología que
incluya la especificación del material didáctico que orientará la acción pedagógica.
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No obstante, observamos que se presentaron incoherencias entre lo que en el plan de
estudios se proponía y los procesos de enseñanza y aprendizaje, ya que pudimos evidenciar,
por ejemplo, que si bien había un acento en el enfoque prescriptivo en la enseñanza de la
lengua y la literatura, las producciones escritas de los estudiantes no atendían, en muchos
casos, a las normas gramaticales, como la adecuada ortografía, puntuación, coherencia y
cohesión. En el mismo sentido, encontramos que aspectos relacionados con el enfoque
comunicativo y el enfoque de la significación como la interpretación de textos y la
formulación de hipótesis frente a los mismos, se relegaban al plano estructural y literal de la
lengua.
Así mismo, ante asuntos como el gusto, la creatividad y la imaginación frente a los textos,
al igual que la motivación hacia la literatura en todas sus manifestaciones, veíamos que no
se estimulaban de la mejor manera desde el trabajo didáctico, pues si bien se presentaban
textos literarios, tanto su dimensión estética como sus temáticas no se exploraban ni se
aprovechaban a partir de espacios (conversatorios por ejemplo, o relación de la literatura con
otras artes) en los que se motivara la imaginación, el pensamiento analógico, la creación de
imágenes, la reflexión y la crítica; espacios en donde se incitara a que el estudiante, desde
sus gustos, intereses y realidades, se expresara y se vinculara con el texto. En esta medida,
consideramos que, en muchos casos, en el sistema educativo la literatura pierde su potencial
desde el placer que podemos sentir al leer y desde la posibilidad de que ésta se constituya en
una experiencia personal, que nos suscite gusto, nuevas ideas y conocimientos, y que nos
reconfigure en nuestro ser y llegue a ser parte de nuestra autoformación y transformación,
desde su dimensión estética y ético-política, hacia la generación de prácticas para el cuidado
de sí y de los otros.
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¿En qué medida la relación entre la literatura y otras artes ofrece condiciones de posibilidad
para la generación de dichas prácticas?
El gran océano
Atentas a los versos de Neruda, los vinculamos con la apuesta y el deseo de llevar a cabo
nuestro proyecto, que así como “la potencia extendida de las aguas” y la “unidad pura que
no selló la muerte”, implicó que nos reafirmáramos y nos reaviváramos en nuestro aliento y
en nuestra intención de abordar la enseñanza del lenguaje y la literatura en su vínculo con
otras artes.
De este modo, podemos decir que el lenguaje como mediador de la literatura y otras artes
nos permite una formación y una experiencia estética, crítica y humanista, a la vez que una
aproximación y comprensión de diferentes espacios, en este caso el escolar, en el cual se nos
hizo posible poner en diálogo la teoría aprendida en la academia, con la lectura del mismo
para dar cuenta de cómo se seguían generando los procesos de enseñanza y aprendizaje de
estas artes. En este sentido, nos es imprescindible señalar que, en nuestro proyecto, dicha
relación la enmarcamos desde la dimensión estética y la dimensión ético-política,
dimensiones que abordaremos con mayor profundidad en el marco teórico, desde los
planteamientos de Colomer, Bombini, Argüello, Rosenblatt, Foucault, Bárcena y Mélich. Es
así que desde ambas dimensiones, tanto nosotras como maestras y nuestros estudiantes,
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tuvimos la capacidad de reconocernos y de reconocer al otro a través de un lenguaje reflexivo
y creativo dentro de una comunidad de saber.
De esta forma, en cuanto a la relación entre arte y formación, Gennari (1994) refiere que
los orígenes de la pedagogía estética se remiten al pensamiento y a la obra de Schiller, quien
crea un nuevo paradigma fundamentado en la idea de que es precisamente la educación
estética, aquella que es capaz de formar íntegramente al hombre, ya que logra hacer de él un
sujeto sensible y potenciar su humanidad. En consonancia con Schiller, Gennari retoma
además a Pareyson y a Dewey, dos figuras decisivas frente a la formación estética de la
contemporaneidad; así, para el primero, la educación estética es la única educación idónea
para propiciar que el ser humano trascienda su condición física a una moral, puesto que el
hombre estético, como un ser sensible, racional y ético, puede, como principio pedagógico,
entrar en armonía con todas las facultades humanas. Y para Dewey (como se citó en Gennari,
1994), se “acepta la vida y la experiencia en toda su incertidumbre, misterio, duda y
semiconocimiento; dicha experiencia se nutre de sí misma con objeto de poder profundizar
e intensificar su calidad, hasta producir, a partir de ella, fantasía y arte”. Además de esto,
para Dewey el arte es inherente al hombre en la medida en que le proporciona un equilibrio
entre su estado interior y el exterior, lo que se traduce en la experiencia y en la posibilidad
de cuidar de sí y de los otros.
Es así que por medio de estos dos autores contemporáneos en lo referente a la formación
estética, Gennari logra dilucidar que ambos tienen la certeza de que esta se constituye en un
componente ineludible para la formación de un hombre íntegro que si bien es racional, esta
condición no implica que tenga que prescindir de la imaginación y la creatividad, puesto que
son justo estas, las que permiten que exista como tal la experiencia estética, que se traduce
en que el hombre constantemente está buscando un equilibrio entre el medio que lo circunda
y su propio estado interior.
Queremos resaltar que otras de las motivaciones para este proyecto de investigación
surgió a raíz de nuestro interés y experiencia con la literatura, los cuales se han venido
fortaleciendo desde nuestra formación profesional, en la cual se nos ha mostrado como una
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posibilidad de encuentro, en el que hemos visto reflejada parte de nuestras vidas: sueños,
miedos, alegrías, tristezas, obstáculos, aspiraciones y luchas. Así, la literatura la hemos
elegido como un acontecimiento significativo en nuestro ser, como algo que nos acompaña,
nos motiva, nos incita a conocer nuevos mundos, pero también a cuestionarnos y a
complejizar nuestra condición humana y nuestra propia realidad. Es por ello que, con nuestro
proyecto, le apostamos a que tanto nosotras como nuestros estudiantes lográramos tejer una
nueva relación con la literatura en vínculo con otras artes, que contemplara una nueva mirada
orientada hacia la resignificación y comprensión del mundo y de sí mismos, donde el lenguaje
trascendiera el simple acto comunicativo y se reconociera dentro de todo su potencial
creador.
Sumado a la anterior, anotamos que otra de las pretensiones que animaron nuestro
proyecto fue la de asumir la enseñanza de la literatura en relación con otras artes, atendiendo
a la importancia de formar al sujeto desde las dimensiones estética y ético-política, como
posibilidad de ocuparse de sí mismo y de los demás ya que permite acercarse a la complejidad
del otro frente a su sentir, su pensar y su actuar; hecho que nos resulta muy relevante, puesto
que como seres humanos nos ayuda a intentar relacionarnos de una manera más ética con los
demás, pues nos muestra, a partir de ciertos acontecimientos, cómo todos los sujetos,
independientemente de nuestras ideologías, subjetividades, posiciones socioculturales y
económicas, compartimos la condición de humanidad, en la medida en que vivimos, sentimos
y morimos; acorde con esto, pensamos que la literatura, por sí misma y en relación con otras
artes, nos permite reflexionar y actuar conforme a un pensamiento crítico frente al mundo,
como facultad y capacidad de situarnos ante él desde una postura que difiera de las ideologías
totalitaristas y dominantes, para reafirmarnos como sujetos pensantes, reflexivos,
transformadores y hacedores de sí mismos.
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reconocer al otro y ponerse en su lugar, con el fin de no estigmatizar y denigrar frente a las
diferencias culturales y las diversas concepciones de mundo.
Otra posibilidad que nos brinda la literatura en su relación con las otras artes para el
cuidado de sí y de los otros, es podernos disipar de nuestra cotidianidad que a veces nos limita
física y mentalmente, a la vez que se nos presenta tediosa; pues nada como leer una historia
que nos seduzca y nos incite a querer explorar más de ella y de otras; o como dice Vargas
(2007), la literatura permite “Salir de sí mismo, ser otro, aunque sea ilusoriamente, es una
manera de ser menos esclavo y de experimentar los riesgos de la libertad.” (p. 24). En el
mismo sentido, este autor peruano expresa que cuando leemos un texto literario dejamos de
ser lo que normalmente somos, pues pasamos a ser y a vivir las historias a las que el novelista
nos aboca, produciéndose en nosotros una especie de metamorfosis, en la cual, la vida real
se vuelca hacia la ficción que termina siendo una verdad, en la medida en que encarnamos
las historias narradas y terminamos siendo parte de ellas.
Otra motivación fundamental para llevar a cabo nuestro proyecto y que se relaciona tanto
con nuestra experiencia (autoformación) como con nuestras prácticas pedagógicas, es el
tratamiento instrumental que desde antaño se le ha venido dando a la literatura en la escuela;
en cuanto a esto, no desconocemos que ya se ha hablado mucho al respecto, no obstante, nos
permitimos seguir ahondando en ello, puesto que no es lo mismo leer las reflexiones que
otros sujetos han indagado desde sus propios cuestionamientos y búsquedas, que configurar
una reflexión mediada por nuestra propia experiencia; además vemos que no se ha explorado
con suficiencia una perspectiva de la enseñanza de la literatura articulada a otras artes y con
un acento en la configuración de prácticas para el cuidado de sí y de los otros desde las
dimensiones estética y ético-política.
Aunado a las motivaciones anteriores, podemos decir que esta investigación se vincula al
Proyecto de formación (2013) de nuestra Licenciatura en la medida en que, acorde con lo
que en él se plantea, logramos potenciarnos como maestras del lenguaje y la literatura, en la
búsqueda de un acercamiento (también los estudiantes) a dicho campo del saber, desde las
dimensiones estética, ético-política, socio-cultural, discursiva y lingüística, a través de una
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formación basada en la hermenéutica, la teoría de la recepción, la pragmática y la lectura de
signos por medio de textos literarios relacionados con la cultura y la sociedad, desde un
enfoque crítico y reflexivo, posibilitando así acceder a nuevas formas de aprehender la
realidad, tanto desde lo intelectual como desde lo ético y lo cultural; además de un
acercamiento a otras visiones de mundo, a partir del diálogo de saberes y de la confrontación
de ideologías, tanto propias como las de nuestros estudiantes y la comunidad académica en
general.
Una Osa Mayor en el horizonte o los propósitos que guían nuestra navegación
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manifestaciones artísticas, a la luz de sus aportes a los procesos de formación en lenguaje
dentro del contexto escolar; de igual manera, nos propusimos desarrollar una propuesta
didáctica fundamentada en la relación entre literatura y artes, que promoviera la posibilidad
de narrarse por medio de la escritura autobiográfica para, de este modo, identificar las
experiencias y los procesos de autoformación que los estudiantes habían configurado a partir
de su encuentro con la literatura y otras artes.
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II
UNA TEORÍA EN CADA PUERTO: HORIZONTES CONCEPTUALES
Durante nuestra navegación se nos hizo necesario detenernos en varios puertos que podían
iluminar ámbitos de comprensión y de fundamentación importantes a propósito de los ejes
conceptuales esenciales en nuestro proyecto. Uno de ellos fue el de los Lineamientos
curriculares para el área de Lengua castellana (1998), en el cual encontramos que éstos
proponían una nueva orientación para enriquecer el trabajo pedagógico en el área de lenguaje,
hecho que implica ir más allá de la comunicación, es decir, una ampliación hacia un proceso
de significación, concebida desde este documento como:
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Esta nueva mirada supone la interacción entre los seres humanos, y su posibilidad de
vinculación con la cultura y sus saberes, lo que crea condiciones para transformar la
experiencia humana en significación. A esta concepción se vincula el campo de la literatura
y su enseñanza; así, en las reflexiones que dan apertura al documento de Lineamientos se
toman como referentes os escritores Sábato y Arreola, quienes consideran que la manera más
apropiada de enseñar literatura no es precisamente por medio de la acumulación de listados
de autores y fechas, sino a partir de procesos de interpretación y significación, como
posibilidad de experienciar el asombro, a través del auto-reconocimiento, el reconocimiento
del otro y la aprehensión del mundo al hacer lecturas críticas de las obras. Es importante
además que estas prácticas frente a la lectura favorezcan el trabajo colectivo y colaborativo,
ya que éste, de acuerdo con lo expresado por Sábato: “favorece el desarrollo de la persona
sobre los instintos egoístas, despliega el esencial principio del diálogo, permite la
confrontación de hipótesis y teorías, promueve la solidaridad para el bien común”. (1998, p.
25)
Para ampliar las miradas sobre las comprensiones que obtuvimos en el puerto anterior,
nos dirigimos a un puerto donde encontramos a Colomer (2001). Allí se nos mostró que la
literatura, al brindar la posibilidad de descubrir el sentido de la realidad a través del lenguaje,
permite que emerjan cualidades formativas para el sujeto, enmarcadas desde lo estético, lo
cognitivo, lo afectivo, lo linguístico, entre otras dimensiones; hecho que presupone una nueva
concepción y justificación de la enseñanza de la literatura, puesto que esto constituye la
apertura de referentes compartidos dentro de una comunidad cultural por medio del
imaginario colectivo, y por la facultad que posee el lenguaje de hacer partícipe al sujeto de
la cultura. Es justo desde este valor formativo que la autora afirma que el propósito de la
educación literaria es, ante todo, el de contribuir a la autoformación, la cual estaría
ineludiblemente vinculada a la construcción de la sociabilidad a través del lenguaje, como
mediador para el abordaje de textos concernientes a las dinámicas humanas.
27
prescripción y la mecanización; de esta manera, el autor plantea que se hace necesario un
giro epistemológico que revise y reconfigure la concepción frente a la enseñanza de la lengua
y la literatura, a la vez que permita visibilizar las consecuencias que dicha concepción tendría
al ser llevada a la praxis, es decir, que este giro epistemológico no se ciña al campo
meramente teórico, sino que se vea reflejado en la práctica. El profesor argentino considera
que cualquier pretensión de replantear el conocimiento y las prácticas de la lengua y la
literatura en la escuela, precisa de conocer su construcción y desarrollo histórico, puesto que
es imposible renovar a partir de la nada, de ahí que se haga necesario recurrir a la evolución
(paso del historicista y estructuralista al hermenéutico) que dicho conocimiento y dichas
prácticas han tenido.
En consonancia con lo anterior, para Bombini, la visión que se tenga sobre la lengua
presupone la idea que se contemple sobre el mundo, la sociedad, los sujetos y la forma en
que aquella puede ser enseñada; partiendo de esto el autor hace una crítica respecto al hecho
de que las discusiones sobre el lenguaje que se hallan presentes en la escuela, se enmarcan
desde el ámbito dogmático y normativo que determinan verdades absolutas, desconociendo
el poder de la plurisignificatividad del lenguaje. Así mismo, subraya la importancia de
trascender el enfoque netamente comunicativo del lenguaje, que se reduce a una perspectiva
descriptivista que coarta su riqueza, complejidad y significación; de igual manera, elude la
posibilidad de que se articule con el pensamiento y con la construcción de conocimiento y de
subjetividades.
28
Por su parte, el puerto de Arguello (2007) nos planteó que, en los espacios educativos, el
poder de asombro, de sensibilización y la capacidad integradora de la literatura con otras
disciplinas y artes han ido en detrimento, hecho que de alguna manera ha obstaculizado la
formación ética y política de los sujetos, debido a dos aspectos: en una primera instancia, la
gran demanda de productividad que exige la sociedad del presente; y en una segunda
instancia, el tratamiento que el maestro le da a la enseñanza de la literatura, otorgándole
preferencia a enfoques, teorías y modelos que se desligan de su valor estético.
Adicional a lo anterior encontramos que Argüello señala que las dimensiones estética y
ético-política de la literatura están interrelacionadas, puesto que ésta contempla en sí misma
tres elementos que resultan fundamentales para formar un sujeto nuevo, estos serían: la
sensibilidad, el compromiso ético-político y el asunto vinculado con una clase de saber o
conocimiento; de igual manera, en la búsqueda de ese nuevo sujeto, la literatura, desde su
naturaleza estética y comunicativa, debe lograr crear diálogos con otras artes y disciplinas
hacia la formación de sujetos sensibles desde lo emotivo, lo afectivo, lo metafórico y lo
simbólico, elementos que hacen de la literatura una posibilidad para que el sujeto cree incluso
otros mundos posibles como forma de resistencia ante la realidad que tantas veces le resulta
tediosa y agobiante.
Arguello, a su vez, nos habla del puerto de Adorno para señalar que la literatura no intenta
únicamente reflejar la realidad sino que su intento alude principalmente a crearla y recrearla,
puesto que las obras de arte trascienden el plano empírico creando otro mundo que contiene
su propia esencia, como si dicho mundo comprendiera en sí mismo un sustento ontológico,
que difiere del empírico; adicionalmente sugiere que la literatura no se compone solo de
ideas, sino que desde su valor estético logra generarlas.
En el mismo sentido, el puerto de Rosenblatt (2002) señala como una de sus tesis
fundamentales que en la literatura no debe existir discordancia entre el enfoque estético
(dimensión estética) y el enfoque social (dimensión ético-política), pues estos deben guardar
ineludiblemente relación entre sí, de lo contrario, ella, al igual que su enseñanza, ofrecería
una percepción muy limitada que distaría de la identificación equilibrada de los diversos
29
acontecimientos complejos que configuran la experiencia literaria. Así pues, la autora plantea
que la literatura aborda la vida y, dentro de ella, las necesidades humanas a través del arte
literario recreando obras estéticamente atrayentes: “[…] imagen, forma, estructura, todo el
atractivo sensorial de la literatura, sólo puede captarse plenamente dentro del marco de
referencia de un sentido complejo de la vida” (2002, p. 77)
Dentro de las muchas posibilidades que nos brinda la literatura, Rosenblatt plantea que en
cualquiera de sus manifestaciones, llámese poema, biografía, novela, entre otras, la obra
literaria logra hacer inteligible las miríadas de formas en que los seres humanos confrontamos
las infinitas perspectivas que nos ofrece la vida; de esta manera, la enseñanza de la literatura
debe enfocarse en un estímulo para que el estudiante por sí mismo asuma una postura
reflexiva para comprenderse, comprender el mundo, así como los pensamientos, los
comportamientos y la complejidad de la humanidad, a través de un desarrollo más pleno de
los sentidos y de las emociones, disfrutando por ejemplo del esplendor de la naturaleza, y de
espacios, personas y formas de vida que le son propios, además de aquellos que le son ajenos.
Adicionalmente, la literatura, según esta autora, permite un “vivir a través”, que no se limita
a un “conocer sobre”, es decir, no se trataría simplemente de saber por ejemplo que los
amantes mueren trágicamente, sino de lograr experienciar y vivir a través de un Romeo y una
Julieta.
Al mismo tiempo, Rosenblatt plantea que, como otra de las posibilidades, las obras
literarias nos ofrecen una especie de “escape”, escape que el ser humano encuentra ante una
vida que puede resultarle tediosa y limitada a la supervivencia práctica, obstaculizándole la
comprensión de los problemas humanos; circunstancias estas que pueden ser afrontadas por
medio de la experiencia literaria. Consideramos que además de los elementos ya señalados,
no es un secreto lo que nos plantea esta autora, y es el hecho de que la literatura nos brinda
la capacidad de sentir compasión por las experiencias ajenas, lo que puede considerarse una
reflexión y una acción desde la ética como componentes humanos.
Rosenblatt nos propone también la significativa relación entre la literatura y las artes
cuando alude a que el teatro y el cine, por ejemplo, pueden resultar muy relevantes en el
30
proceso educativo mediado por la literatura, tanto desde la dimensión estética como la ético-
política, puesto que a partir de este diálogo entre las diferentes manifestaciones artísticas, la
literatura se constituye en el elemento más potente que nos permite la percepción intelectual
y la capacidad reflexiva y sensible. En consonancia con esto subraya la autora que nuestra
sociedad está abocada a crear grandes obras de arte y también a posibilitar la configuración
de personalidades con un alto grado de sensibilidad, racionalidad y humanitarismo, capaces
de vivenciar experiencias literarias de forma creativa, que estimulen el desarrollo de sujetos
libres, críticos, y con voluntad de crear una mejor manera de vivir para sí mismos y para los
demás.
Consideramos que esto último que planteamos desde Foucault, se constituye en una
tensión tanto para el sujeto como para la sociedad, frente a la cual la literatura se nos presenta
como una posibilidad, en la medida en que el sujeto, al estar subyugado ante el poder y el
control de los sistemas productivos, se encuentra cegado y a la vez alienado frente a un estado
31
moderno capitalista y a una sociedad que continúa reproduciendo sus intereses monetarios,
coartando la autonomía, la individualidad, y la postura crítica y reflexiva desde los
pensamientos y las acciones; además de esto el sujeto también se ve abocado a la posibilidad
de fuga y liberación, para lo cual Foucault sugiere entonces que se deben propiciar nuevas
formas de subjetividad en oposición a aquel tipo de dominación que se le ha impuesto al ser
humano durante siglos. Dichas formas de subjetividad implican, inicialmente, en palabras
del autor, “inquietud de sí mismo” y “gobierno de sí mismo”, actitudes vinculadas no sólo
con el propio ser, sino, además, con los otros y con el mundo; algo así como desplazar la
mirada desde el exterior hacia el interior, para hacerse cargo de la propia vida, liberarse y
transformarse partiendo de una actitud crítica frente a la misma.
“El gobierno de sí” dentro de la concepción foucultiana está representado por el “ethos”,
es decir, la ética, que bajo la misma mirada de Kant, describe la preocupación por nosotros
mismos. En este sentido, la ética se constituye desde un plano ontológico, como la práctica
crítica y reflexiva de la libertad y de hacerse cargo de sí mismo. Lo que para Sócrates fue el
principio de “conócete a ti mismo”, para Foucault se traduce en “ocúpate de ti mismo”, lo
que lleva a que el sujeto, a partir de la reflexión ética, configure prácticas de sí que propongan
un nuevo tipo de subjetividades. El filósofo, a lo largo de su escritura, nos muestra cómo la
práctica de ocuparse de sí implica una actitud de autoformación, que conduce a una
transformación del propio ser para hacer de la vida una obra de arte.
A la luz de las ideas del mismo autor, queremos resaltar lo que él sugiere en relación con
la necesidad de una educación de lo sensible, lo cual podría vincularse con el puerto de
Bárcena y Mélich (2000), cuando estos aluden a la responsabilidad de que los seres humanos
seamos capaces de ocuparnos no solo de nosotros mismos, sino también de los demás, donde
la educación se constituiría en la posibilidad de acompañamiento y hospitalidad para con el
otro, subvirtiendo la idea del individualismo propio de la época moderna. En esta misma
línea, Arendt (como se citó en Bárcena y Mélich, 2000) plantea que: “Se trata de un eclipse
del mundo como <mundo común>, o lo que es lo mismo, la pérdida de la capacidad de
construir intersubjetivamente el mundo de la experiencia, de la acción y del discurso”.
32
Podemos decir que ante esto cabe la convicción de que el acercamiento y la experiencia
de cada sujeto con la literatura constituye una posibilidad para inquietarse y hacerse cargo de
su propio ser y de sus semejantes; con ello trasciende el plano meramente académico y se
convierte en una elección de vida y de autoformación, orientada hacia la configuración de
prácticas para el cuidado de sí y de los otros, en las que el sujeto, en la búsqueda de ocuparse
de sí, de liberarse, de romper con los discursos totalitaristas y de transformarse, pueda
convertirse en un sujeto de lo sensible, con ansias de habitar de otra forma el mundo.
33
III
UNA METODOLOGÍA PARA TOMAR LOS REMOS DE NUESTRA PROPIA
EMBARCACIÓN
34
Así mismo, Bolívar y Domingo (2006) acuden a Bruner (1988) para señalar que la
narración, por medio de un enfoque biográfico, permite que el sujeto, desde su relato de vida,
comparta también dialógicamente significados y comprensiones de mundo, lo que posibilita
la creación y perdurabilidad de comunidades discursivas, configurando así socialmente la
realidad; además de esto, de acuerdo con Bolívar y Domingo, la construcción de una historia
de vida se establece integrando aquellos elementos del pasado que el sujeto encuentra
significativos para ser narrados, y de esta manera, lograr comprender y simbolizar su presente
a la vez que proyecta su futuro.
Por su parte, Connelly y Clandinin (1995) exponen que uno de los grandes motivos para
recurrir a la narrativa en investigación educativa, tiene que ver con que los seres humanos se
constituyen en “organismos contadores de historias” a partir de las experiencias y relatos de
vida que se tejen tanto individual como colectivamente. Es así que tanto los estudiantes como
los maestros relatan sus historias, a la vez que entran a formar parte de las que les son propias
y de las demás; en este sentido, la narrativa es una manera de identificar y reflexionar acerca
de los fenómenos que atañen a la experiencia humana.
Partimos entonces del enfoque biográfico narrativo como una perspectiva metodológica
que configuramos desde diversos relatos que se originaron a partir de los sujetos (estudiantes
35
y maestras), y que centrándose en ellos, dieron cuenta de las diferentes construcciones que
estos hacían de la realidad. Uno de ellos cobró vida a partir del propio reconocimiento que
cada estudiante hizo de sí y de su experiencia con la literatura por medio de diferentes
actividades, tanto orales como escritas, llevadas a cabo durante todo el proceso de desarrollo
de una secuencia didáctica, la cual se basó en el acercamiento a la literatura en relación con
otras manifestaciones artísticas, para la configuración de prácticas orientadas al cuidado de
sí y de los otros, en la que se contempló, como ejercicio final, un escrito autobiográfico, en
donde cada estudiante nos relató no sólo acontecimientos significativos de su vida, sino la
experiencia y relación que ha tenido con la literatura y otras artes, al tiempo que, ligado a su
pasado y a su presente, manifestó cómo proyecta su futuro acorde con las propias
elaboraciones que ha logrado hacer de sí mismo y de su interacción con los otros; es así que
la realidad, de acuerdo con el enfoque biográfico narrativo, se construyó y se recreó a partir
de la polifonía y la dialogicidad.
Otro relato surgió de las configuraciones personales que como maestras de lenguaje y
literatura logramos construir; allí dimos cuenta de nuestra experiencia con la literatura y de
su relación con otras artes a lo largo de nuestra vida; y en lo concerniente a las
configuraciones elaboradas desde nuestro rol de maestras en dicho campo, este relato expresó
nuestras vivencias durante el desarrollo de la secuencia didáctica, basadas en las tensiones y
posibilidades, y los encuentros y desencuentros que nuestra labor docente nos permitió
evidenciar y comprender.
36
Las rutas marítimas: estrategias para la recolección de información
Así pues, al embarcarnos mar adentro hacia lo desconocido, sabíamos que nuestro viaje
implicaría tiempos tormentosos, pero también momentos más apacibles; porque ya, mar
adentro, el reto implicaba empezar a desafiar las inclemencias del tiempo, la oscuridad de la
noche, arriesgarnos a que la brújula nos desviara de nuestro destino; no obstante, decidimos
emprender nuestro viaje, siendo conscientes de que este no nos traería solo adversidades,
sino que también nos mostraría todo un mundo de posibilidades, saberes y experiencias;
veríamos dentro de toda la inmensidad del mar, especies y paisajes que en otros lugares y
momentos no podríamos contemplar; donde los rayos del sol nos regalarían los prodigios del
día, para percibir con mayor claridad el rumbo de nuestro viaje y poder, luego de mucho
navegar, arribar a nuestra isla desconocida.
Fue así como al emprender este viaje empezamos a sortear y a interactuar con todo lo que
él nos deparaba al llegar a la Institución Educativa Navarra, donde llevamos a cabo nuestra
práctica; una vez allí, iniciamos la etapa de contextualización y caracterización, centrada en
el aula de clase en el grado Noveno A; la cual consistió, por medio de nuestra observación
no participante, en identificar y comprender las prácticas de enseñanza de la literatura y la
37
relación de esta con otras manifestaciones artísticas. Esta misma etapa, contó además, con la
revisión de documentos institucionales (El plan de estudios, por ejemplo), así como con la
indagación de los antecedentes investigativos y referentes teóricos relacionados con nuestro
tema de investigación, los cuales nos dieron luces para desarrollar nuestro proyecto desde los
planos epistemológico, conceptual, didáctico y pedagógico.
Unido a ello, propusimos varios ejercicios donde relacionamos la literatura con otras artes,
como el caso de la música, el cine y la pintura; de esta manera, este diálogo posibilitó la
interpretación conjunta de los textos literarios, de las canciones, de las pinturas y de los
filmes, con el propósito de que ello ampliara un poco más las visiones de mundo de nuestros
estudiantes y de nosotras mismas, con el objeto de ir más allá de la realidad inmediata.
Con lo anterior, apelamos a otros instrumentos para ampliar nuestras perspectivas sobre
nuestro problema de investigación. Acudimos así a la escritura de memorias pedagógicas, a
la toma de notas, registros fotográficos y conversatorios, en los que contemplamos las
experiencias tanto de lo observado como de nuestra intervención en el aula, a partir del
desarrollo de la secuencia didáctica y de los talleres. Otro elemento esencial fue la
elaboración de autobiografías escritas por los mismos estudiantes, las cuales contenían, a su
vez, biografías literarias, animadas por el propósito de conocer y comprender sus
experiencias relacionadas con la literatura y otras artes durante el transcurso de sus vidas.
38
Una vez reunida la información obtenida durante el proceso de investigación, pasamos a
la triangulación de fuentes entre las memorias pedagógicas, los apuntes acerca de las clases,
las actividades desarrolladas dentro de la secuencia didáctica y el taller literario, los
conversatorios, las autobiografías y biografías literarias; poniéndolas todas en diálogo con
los antecedentes y los referentes conceptuales a los que acudimos para configurar algunas
comprensiones sobre las líneas de sentido de nuestra propuesta. Con base en el proceso
interpretativo que llevamos a cabo develamos el entramado de voces, configuraciones y
sentidos que emergieron de nuestro rol como maestras investigadoras en el aula de clase y
que ponemos en escena en la escritura de nuestro trabajo de grado.
1
Ver certificados en anexos.
39
IV
NAVEGAR EN LO PROFUNDO: COMPRENSIONES SOBRE EL QUEHACER DE
LOS MAESTROS DE LITERATURA DESDE LOS SABERES Y LAS
SUBJETIVIDADES
Leer el poema de Paz nos lleva a pensar la escuela como ese espacio en el cual el maestro
se encuentra, desde su ser y su quehacer, no sólo con diversas tensiones como esos altos
muros de agua que a veces se tornan negras e impenetrables, sino también con múltiples
posibilidades como aquellas aguas que se hacen menos densas y turbulentas y donde resulta
más fácil navegar.
40
este, desde su voz, entre en diálogo con la literatura y otras artes, a la vez que consigo mismo
y con el mundo que lo rodea?
Para centrarnos en estos asuntos, es importante señalar que si bien en dicho plan se
enuncian aspectos que tienen que ver con que el estudiante comprenda, interprete y confronte
el sentido de aquello que lee, a la vez que vincule la creatividad y la imaginación en las
producciones textuales, vemos que todo ello se ciñe más a procesos linguísticos y
comunicativos de orden prescriptivo, y no tanto a procesos de significación, desde la
literatura y otras artes; lo que supone que, en este plan de área, la subjetividad, y dentro de
ella, la propia voz reflejada en un pensamiento crítico y reflexivo, queda relegada al plano
normativo y comunicativo de la lengua.
41
emociones, discernir respecto a su estado interior y al exterior, controvertir discursos y
prácticas dominantes, con el fin no solo de comprender, interpretar y reflexionar acerca de la
realidad, sino, ante todo, contar con la oportunidad de transformarla, oportunidad que,
muchas veces, se ve negada desde el contexto escolar.
Vemos entonces un plan de área donde se desdibuja el lugar del sujeto como ser
protagónico en los procesos de construcción de saber. Esto llama la atención cuando se
vuelve la mirada sobre los Estándares Básicos de Competencias en Lenguaje (2006), un
referente que, se supone, debería guiar la propuesta curricular del área. Y no es que
comulguemos plenamente con lo propuesto en este documento del Ministerio ni con la idea
de que el maestro de lengua castellana direccione su quehacer solo a la luz de lo que allí se
propone, pero sí hay que reconocer que, además de la importancia de desarrollar
competencias lingüísticas, cognitivas, comunicativas y pragmáticas, se alude allí al lenguaje
como aquella capacidad que le permite al ser humano, tanto de manera social como
individual, crear un universo de significados necesarios para responder a sus inquietudes
existenciales e interpretar y transformar el mundo de acuerdo con sus propias necesidades.
En diálogo con lo anterior, Leme (2010) subraya que la subjetividad como condición
inherente al ser humano y, a su vez, el afianzamiento de la individualidad, se constituyen en
42
uno de los asuntos más difíciles de comprender y sobrellevar en nuestro tiempo, pues estamos
ante una sociedad alienada donde las acciones de cada persona van encaminadas en función
de la obtención de sus intereses inmediatos, como el éxito y el placer, a través de la
competitividad basada en la necesidad de superar al otro; lo que para el autor se constituye
en una “seudoindividualidad”, en la medida en que el sujeto aparece como un ser ilusorio,
pues su individualidad se ve desdibujada ante la homogenización proveniente de los intereses
económicos y productivos del sistema capitalista.
En consonancia con lo anterior, traemos a colación a la maestra Quintar (2009), quien con
su propuesta pedagógica de la “Didáctica no-parametral”, propone una nueva concepción
frente a la educación y el conocimiento; así, nos sugiere una enseñanza menos rígida, que
contemple como centro o eje al sujeto, pero no cualquier sujeto, sino aquel que es capaz de
dar cuenta de sí mismo y de su realidad sin desconocer la historia, elidiendo el modelo
tradicional y conductista de la enseñanza y, por ende, dicha didáctica presenta, desde su
epistemología y construcción, una serie de reflexiones, cuestionamientos, retos e invitaciones
para los maestros y para la educación en general, pues se entiende desde una perspectiva más
amplia que trasciende el espacio formal y académico y se afianza en uno que tiene más en
cuenta la subjetividad. En este sentido, este nuevo espacio pedagógico precisa de un cambio
personal, en la medida en que el sujeto vuelve la mirada sobre sí, en términos de Quintar, se
trata de una especie de “revuelta” que implica una propia revolución, en la búsqueda de que
los maestros logremos desempeñar mejor nuestra labor, lo que se vería reflejado también en
un cambio para nuestros estudiantes y para la sociedad.
43
Esta propuesta se constituye además en una insinuación para que la escuela sea generadora
de espacios académicos en los cuales se legitime la voz del sujeto, es decir, todo aquello que
se aborda en el aula de clase debe fundarse sobre la importancia de la palabra y de la escucha,
como dos elementos ineludibles en la construcción del conocimiento a partir de las relaciones
intersubjetivas, tarea que implica apelar y reflexionar ante lo que se expresa y no se expresa;
según Quintar, frente “a lo que se significa y la necesidad de significar.” (p. 7)
Los sentidos de ser maestro: diversos rostros que se reflejan en un mar llamado escuela
44
Este nuevo vínculo con la literatura nos permitió, a la vez, hablar de un rostro de maestro
con todos sus sentidos, saberes, tensiones y experiencias. Es por ello que por medio de este
recorrido y desde diversos rasgos que se hacen presentes en la escuela, iremos caracterizando
ese rostro que se despliega, a su vez, en varios rostros. Nos detenemos entonces en un maestro
navegante que, al reflejar su imagen en medio del agua, no solo se encuentra de frente con
sus estudiantes en el aula de clase, sino además con sus saberes, experiencias, concepciones
y emociones, lo que lleva a que se confronte no solo a sí mismo, sino, además, con su
quehacer pedagógico. Así como los marineros precisan conocer sobre los momentos del año,
las estaciones, el cielo, los astros; también al maestro, como navegante, le concierne saber
acerca de su arte literario, para configurar sus prácticas, sus experiencias, sus relaciones
intersubjetivas y el diálogo de saberes con los otros navegantes, es decir, con sus estudiantes.
Es por ello que, al contemplar el rostro del maestro de lenguaje y literatura se nos hace
preciso cuestionarnos y reflexionar ante asuntos referentes a ¿Desde qué concepciones y
métodos aborda el maestro la enseñanza del lenguaje y la literatura? ¿En qué medida los
maestros de lenguaje reafirmamos el valor estético y ético-político de la literatura en nuestras
clases? ¿De qué manera logra el maestro sortear las tensiones con las que se encuentra en la
escuela para convertirlas en posibilidades desde su ser y su rol en la enseñanza? ¿De qué
modo reivindicar el valor de la subjetividad? Reflexionar frente a estos cuestionamientos nos
permite reconfigurar nuestras concepciones y prácticas, que se sustentan, muchas veces, en
un entramado de conocimientos y verdades absolutas.
De este modo, podemos decir que al transitar por la escuela nos encontramos con un
primer rostro de maestro que coincide con aquel que nos asistió en nuestros primeros años
escolares, y que podríamos caracterizar como aquel que es producto de un sistema educativo
rígido, ligado a unos dictámenes sociales, que le brindan poca acogida a la voz del sujeto,
puesto que se fundan desde unos intereses políticos y económicos que tienen como propósito
la homogenización del pensamiento y las ideas, hacia la obtención de una inercia mental que
se adapte a dichos intereses que sólo responden al beneficio de una minoría: la sociedad
dominante. Un maestro supeditado a las falencias del sistema educativo, como la utilización
de métodos tradicionales para la enseñanza del lenguaje y la literatura, además de no poder
45
dedicar un tiempo significativo al acompañamiento de cada estudiante, debe desempeñar su
labor docente de manera generalizada.
Es así que este primer rostro contempla un maestro que, siendo producto de dicho sistema
educativo, continúa apegado a él, reproduciendo las formas tradicionales de la enseñanza de
la literatura. De esta manera, al rememorar el rostro de maestro que nos guió a temprana
edad, y al hallarnos en nuestra práctica docente en ese mar llamado escuela, percibimos que,
todavía en él, sus olas poco se desplazaban a través de toda la superficie, pues parecían, más
bien, producir un movimiento circular que, girando en torno a lo mismo, impedían su
bondadoso fluir. En esta medida, estuvimos de frente ante una enseñanza del lenguaje y la
literatura aún muy normativa y comunicativa, poco vinculada con otras artes, con la
interpretación y la significación, que así como las olas, poco permitían la fluidez del
pensamiento, de las ideas, de la sensaciones, de las reflexiones y de la creatividad, ya que
vimos que dicha enseñanza distaba de las dimensiones estética y ético-política, debido a que
prevalecían aspectos de carácter informativo, como la utilización de cuestionamientos
literales, aprendizajes memorísticos y repetición de saberes y conocimientos, hecho que
difiere de la esencia formativa del lenguaje y la literatura vista por Colomer (2001), como la
posibilidad de que descubramos el sentido de la realidad mediante el lenguaje como mediador
del sujeto y la cultura.
46
Como consecuencia de la enseñanza tradicionalista, nuestros rostros de maestras se
hallaron en nuestra práctica pedagógica con una tensión enmarcada en reticencia de los
estudiantes frente a la literatura; así que al estar por primera vez frente a frente con ellos y
preguntarles acerca de su gusto y sentido por ésta, escuchamos respuestas como: “Casi nunca
leo nada, a veces leo solo por obligación lo que me ponen aquí en el colegio, yo prefiero
jugar fútbol”; “No me gusta leer, no le encuentro ningún sentido, casi nunca entiendo nada,
y por eso, prefiero leer sólo cosas fáciles de comprender” (estudiantes de noveno grado).
Ante tales respuestas, pensamos en el potente cuestionamiento que nos sugiere el maestro
Jaramillo (2008): “¿para qué sirve la literatura si no es para vivir mejor, con más profundidad,
más intensamente?” (p. 74). Pues esta pregunta nos sitúa justamente en el sentido de este
arte, sentido que, desde nuestra experiencia escolar, se mantuvo en la penumbra,
precisamente porque no fuimos ajenas a la enseñanza de la literatura que se circunscribe en
un plano historicista y estructuralista, coartándonos la posibilidad de inquietarnos y de
ocuparnos de nosotras mismas y de los otros, a través de un encuentro más significativo y
revelador con las obras literarias.
Respecto a lo anterior, un asunto que nos desconcierta es el hecho de que a pesar de que
existe una brecha generacional entre la formación escolar de nuestros estudiantes y la nuestra,
aún encontramos escenarios educativos donde la enseñanza de la literatura se sigue
abordando desde los modelos tradicionales, desvinculada, casi por completo, de las otras
artes, modelos que limitan la mirada estética y reflexiva de los educandos; cabe señalar que
somos conscientes de que no se trata de una tensión concerniente exclusivamente al maestro
de literatura y a la escuela, sino que también le compete a la cultura, al sistema educativo y
a la familia. Aludimos a este tipo de enseñanza al evidenciar que nuestros estudiantes, al
acercarse a una obra literaria y al plantearse interrogantes frente a ella, no iban más allá del
sentido literal del lenguaje, representado en preguntas memorísticas, con lo cual se ven
desdibujados los procesos hermenéuticos, la pluralidad de sentido de los textos y la capacidad
crítica y reflexiva que nos posiciona como sujetos pensantes y transformadores de nuestra
propia realidad y de nuestro entorno social, pues es de este modo que somos capaces, mar
adentro, de asir los remos para conducir y enfrentar las mareas de nuestra existencia.
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A propósito del sentido literal al que se hace referencia, nos detenemos en nuestra práctica
pedagógica y recordamos estar presentes como observadoras de un debate en el aula de clase;
nos vemos sentadas a un costado del salón un miércoles en la mañana. Al estar allí nos
sentíamos expectantes al imaginar cómo iría a ser el abordaje de la obra literaria El túnel, de
Ernesto Sabato, queríamos saber si la actividad iba a girar en torno a unas líneas de sentido
que permitieran incitar a la reflexión, al cuestionamiento y a la confrontación con la propia
vida; deseábamos además escuchar las apreciaciones de los estudiantes respecto a la novela;
si habían logrado profundizar en ella, en la medida en que llegaran a interpretarla, a generar
ideas e interrogantes en torno a las temáticas presentes en la obra, a configurar imágenes y a
transitarla a través de los sentidos.
48
Por tanto, educar desde la sensibilidad, precisa también de maestros que seamos capaces
de trasgredir el tratamiento mimético que desde antaño, tantas veces, se le ha dado al
lenguaje, a la literatura y a las otras artes en la escuela; dicha trasgresión requiere, por
ejemplo, de la apertura de espacios de escritura creativa que movilicen el pensamiento y la
sensibilidad en el estudiante desde la creación de realidades que trasciendan a una nueva
forma de habitar el mundo, traspasando la convención lingüística, algo así como permitirse
caminar por el universo a través de los cinco sentidos, estimulados a partir de ejercicios en
donde los estudiantes recurran no solo a su sensibilidad sino también a sus saberes,
conocimientos y experiencias para lograr dar cuenta, por ejemplo, de cómo perciben el amor,
la alegría, la vida, los sueños y el miedo, es decir, cómo podrían palparlos, olerlos,
escucharlos, verlos y saborearlos. Nos resuenan aún las expresiones de nuestros estudiantes
a propósito de un ejercicio que les propusimos en clase: “El amor se ve como una caja de
sorpresas”; “La alegría se toca como cuando tienes en tus manos un libro que has esperado
mucho”; “El amor se toca como un bombo que acelera tu corazón”; “La vida se ve como el
arcoíris al final de cada lluvia”; “Los sueños huelen a un jardín de flores”; “El miedo se toca
como una cama llena de alfileres”. Este tipo de actividades no las concebimos simplemente
como un ejercicio lúdico, sino que implican la construcción y relación de saberes,
sensibilidades y conocimientos.
49
literarias, añadiendo el hecho de que lo interesante de este lenguaje radica también en que
fluctúa entre lo real y lo ficcional.
Aludimos a esto a propósito de dos de las actividades que les propusieron a nuestros
estudiantes en clase. Ellos se encontraban, en el primer caso, elaborando un guion teatral, y
en el segundo, preparando un debate; actividades estas que, pudimos observar, les generaban
confusión y desidia, puesto que nos manifestaron no haber conocido de antemano
conceptualizaciones y ejemplos de los mismos. De esta manera expresaban frases como “¡No
sabemos cómo hacer un guion, nunca habíamos leído ninguno, ni habíamos visto cómo se
puede crear!”, “¡No sabemos cómo hacer un debate, ni cómo funciona, ni qué clase de
50
preguntas hacer!”, “¡Para qué esta clase de ejercicios, para salir a hablar de lo que todos ya
leímos!”
Queremos aquí hacer hincapié en aquel rostro de maestro que es capaz de reflexionar
frente a su ser y su quehacer docente y logra así, constantemente, ir resignificando sus
concepciones y metodologías de enseñanza, en este caso de la enseñanza de la literatura; un
rostro que, de este modo, se vea en la necesidad de hacer de su práctica pedagógica un espacio
en el que los estudiantes tengan la posibilidad de discernir el mundo, no desde la simpleza
del lenguaje que se reduce a aspectos netamente descriptivos de una realidad objetiva que se
ha posicionado como una verdad absoluta, sino desde la posibilidad de configurar la realidad
desde los propios marcos cognoscitivos, subjetivos y experienciales; así pues, nuestro rol
como maestros de literatura, y en su relación con otras artes, debe contemplar la creación de
ambientes en los cuales el sujeto se vea incitado a expresar sus puntos de vista, los
interrogantes e ideas que suscita la obra leída y las relaciones que logró establecer entre ella
y otros sistemas simbólicos.
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En vínculo con lo anterior, podemos decir que nuestro acercamiento a la literatura no solo
ha estado mediado por aquellos rostros de maestros apegados a los modelos tradicionales de
enseñanza que mencionamos con antelación, sino que, afortunadamente, desde nuestra
formación universitaria hemos contado con otros rostros que nos han posibilitado una nueva
experiencia con la literatura, hallar en ella un sentido más amplio tanto de la realidad como
de la ficción; de la realidad, porque nos ha permitido, en mayor medida, comprenderla,
interpretarla, cuestionarla y transformarla; y de la ficción, puesto que nos ha posibilitado que
nuestra imaginación vuele a partir de otros tiempos, espacios y personajes alejados de los
convencionales.
Nuevos rostros de maestros que han sabido poner en diálogo la literatura con otras artes,
donde hemos logrado acercarnos a los ambientes y a los sujetos que les dan vida a las obras,
y que son recreados, por ejemplo, por medio de una pintura, una canción o un filme, a través
de los cuales se ponen en juego los cinco sentidos, dando apertura a procesos de
sensibilización, interpretación, reflexión y creación. Así, la lectura que hacemos de estos
rostros es la de aquellos maestros que han logrado subvertir las prácticas rígidas de la
enseñanza literaria, configurando de esta manera, alternativas para cuidar de sí y de los otros
o cultivando, en palabras de Nussbaum (2010), los “ojos interiores”, desde la formación de
sujetos sensibles y reflexivos que estén en la capacidad de reconocer al otro y de no ser
indiferentes ante lo que le acontece.
Es de esta manera que podemos decir que nos hemos visto acompañadas por maestros
cuya imagen nos permite evocar al personaje Justin de la película El hombre sin rostro, del
director Mel Gibson (1993), quien asume ante su estudiante Charles, un rol de mediador entre
el lenguaje, el legado cultural, los saberes y la condición de humanidad; un maestro cuyo
rostro físico se invisibiliza, pero que en el contacto con su estudiante cobra vida y se hace
manifiesto a través de la relación que intersubjetivamente logran tejer gracias a la mutua
capacidad de escucha, donde construyen conjuntamente conocimiento y despiertan
sensibilidades. A partir de este vínculo Justin se constituye en un referente para el niño por
medio del ejemplo que le comparte desde la conexión entre su discurso y su accionar.
52
Además de esta película, una obra que nos permite entrever esos rasgos de maestro que
transforman las miradas tradicionales frente a la manera de abordar la literatura, es El señor
Pip, de Lloyd Jones (2008), en donde el personaje de Watts, decide, aún sin ser su profesión,
asumirse como maestro de escuela en una sociedad devastada por la explotación minera, pero
no se trata de un profesor cualquiera, sino de uno comprometido con una formación integral
desde lo humano, lo cognoscitivo y lo experiencial, que posibilita en sus estudiantes, a través
de la literatura, encontrarse y transformar su realidad, pero también leer y transformar la
externa; además de mostrarles otros universos distintitos a los preestablecidos.
En atención a lo anterior, destacamos que ante este amplio mar literario y artístico, como
maestros de lenguaje y literatura y como sujetos interesados en el sentido de las artes, son
muchas las mareas que tenemos que desafiar, es por ello que aludimos a que el viaje reclama
de un barco cargado de sueños, ilusiones, nuevas miradas y percepciones del gran panorama
que nos ofrece la escuela y, dentro de ella, la enseñanza literaria. Una travesía pues, colmada,
en su amplio recorrido, de constantes resignificaciones que nos permiten ir al encuentro con
nuestra isla desconocida, que, aunque nunca llegue a ser por entero conquistada, sí puede
acceder a horizontes más vastos, más cultivados, más inquietantes y significativos.
53
V
CUIDAR DE SÍ Y DE LOS OTROS O HACER DE LA VIDA UNA OBRA DE ARTE
Serrat, 1983
La proposición de Bauman (2009) y Foucault (2002) de hacer de la vida una obra de arte,
no se constituye en un principio o en una imposición para convertirla en algo bello, sensato
y dotado de sentido, sino más bien un hecho como tal, en la medida en que para el primer
autor “la vida no puede no ser una obra de arte si es una vida humana, la vida de un ser dotado
de voluntad y libertad de elección” (p. 68). Estas son las que configuran, de manera decisiva,
cada una de nuestras vidas, desafiando las fuerzas externas donde, según Bauman, impera el
“debo” en lugar del “quiero”. Y para el segundo, se debe hacer de la propia vida una obra de
arte y una estética de la existencia, frente a lo cual reflexiona acerca de: si una lámpara o una
casa son objetos artísticos ¿no podría así nuestra vida transformarse en una obra de arte? Es
por ello que, pensar la relación arte y vida equivale a reconocer un estado estético que se
permea a través de las prácticas de sí, en las que lo importante no es aprender un cuerpo de
conocimientos y contenidos inamovibles, sino más bien, la configuración y reconfiguración
reflexiva sobre sí mismo a través de la literatura y el arte.
Así, el arte de la vida, en consonancia con la postura de ambos autores y con la canción
de Serrat, implica dejarnos atraer por la invitación que nos hace la vida “a salir con ella a
escena”, para irla pintando a través de nuestro propio pincel, con tonalidades no siempre
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llamativas, vivas y alegres, que podrían reflejar la total armonía de la existencia, sino además,
trazarla y pintarla por medio de matices más tenues, como posibilidad de confrontarnos
también desde nuestras sombras y desde aquello que nos inquieta y que no siempre se nos
presenta tan nítido, pues tenemos la certeza de que si la vida se compone, en este sentido, de
una policromía, estaremos en condiciones de comprendernos y ocuparnos de nosotros
mismos, así como de comprender y de ocuparnos también de los otros.
A propósito de lo anterior, para aludir al cuidado de sí, Soto (2013) acude a la etimología
del término “cultura” señalando que proviene del Latín cultura como alusión a cultivo, culto,
respeto, cultivo del espíritu, entre otros; significados a partir de los cuales este autor concluye
que “cultura” se refiere al cultivo del hombre, trascendiendo su naturaleza animal hacia una
más humana, a través de la formación de sus diversas facultades; de igual modo, toma la
categoría del “ciudado de sí” a partir de la expresión griega epimeleia heatou, traducido desde
el latín como cura sui, y de allí la traducción resultante para dicha categoría, que significa,
entre otras cosas, cuidado, dedicación, atención y gobierno. Partiendo de estas anotaciones,
el autor resalta que tanto la “cultura” como el “cuidado de sí” suponen reflexionar frente a la
vida y a la conservación del propio ser, aspectos que implican hacer de la vida una obra de
arte.
Desde los planteamientos del mismo autor, lo anterior comprende la existencia desde una
dimensión estética, donde cada ser es capaz de “esculpir la vida” por medio de una
introspección que suscita la propia narración desde la poiesis; así, esta “estética vital”
representa un constante crear y recrear mediante la elaboración que cada sujeto hace de sí
mismo, partiendo de su libertad, al discernir que su vida no se configura desde algo ya
preestablecido, sino que durante su trasegar es posible construirla. Cabe enfatizar que para
Soto, el cuidado de sí es inherente al cuidado de los otros, hecho que se enmarca en la
dimensión ético-política, donde la autonomía y la libertad individual, bajo esta concepción,
se torna en responsabilidad o en un compromiso para con la alteridad.
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¿de qué manera la literatura y otras artes favorecen el cuidado de sí y de los otros? ¿Cómo a
partir de dicho cuidado se puede hacer de la vida una obra de arte? ¿Cómo ha sido nuestro
acercamiento y el de nuestros estudiantes a la literatura y a otras manifestaciones artísticas
durante el proceso formativo? ¿Qué clase de lectores literarios en relación con otras artes
estamos formando en la escuela?
Es así que se muestra cómo especialmente, tres de los personajes de esta obra, consiguen
enfrentar y contradecir dicha prohibición y hegemonía a través de la lectura de autores como
Flaubert, Victor Hugo, Tolstoï, Dickens, Rousseau, Balzac, entre otros, quienes les
permitieron tener otras visiones de mundo propias de la cultura occidental. Además de la
literatura, el cine fue también un referente significativo para sensibilizar a los personajes, ya
que estos contaron con la posibilidad de asistir a proyecciones cinematográficas y lograr a
partir de ellas comprender, reflexionar y transformar la realidad; hecho que reafirma la
importancia del arte para la humanidad a través de la historia.
Ante este encuentro con la literatura y el cine, estos personajes fueron logrando su propia
libertad para pensar, para soñar, para actuar, en definitiva, para vivir. Fue así como uno de
56
estos, la joven costurera, al entrar en contacto con el arte consigue emanciparse frente a las
represiones a las que se veía sometida desde su condición de mujer, al no poder, por ejemplo,
interactuar con hombres, vestirse de acuerdo con sus gustos, dedicarse a labores que no
fueran las domésticas, gozar de la sexualidad con fines diferentes a los de la procreación o
contar con otros referentes culturales.
Esta producción cinematográfica fue pues una de las cintas que vinculamos al trabajo
pedagógico con los estudiantes. Luego de su apreciación llevamos a cabo un conversatorio
animado por interrogantes como ¿cuáles son las posibilidades que nos ofrece la interacción
con los libros? ¿Cuál es la importancia de relacionarnos con los otros? ¿Qué reflexiones e
ideas surgen respecto a la película? ¿Qué imágenes les resultan significativas y por qué? Esto
condujo a que reflexionáramos acerca de la importancia de acercarnos a los libros para
encontrar en ellos no sólo la posibilidad de que la imaginación puediera volar y salirse de lo
convencional, sino de confrontar y cuestionar la realidad que tantas veces nos reprime por la
vía del poder del gobierno y de las clases dominantes. Frente a ello, uno de los estudiantes
manifestaba, por ejemplo, que “Es muy bueno acercarse a los libros porque nos muestran
cómo podemos tratar de escapar de aquellos gobernantes que quieren manipularnos”; otro
aludía a: “Es muy interesante leer porque los libros nos permiten el contacto con otras
culturas, sus costumbres, sus formas de pensar y de actuar”. Unida a estas interpretaciones
surgieron otras como: “Me parece muy importante relacionarnos con otras personas por todo
lo que se puede compartir, como cuando los dos amigos de la costurera le empezaron a leer
y la motivaron al acercamiento con los libros”; y en palabras de otro estudiante: “La imagen
que más recuerdo y que más me gustó fue cuando la joven costurera cambió su aspecto físico
y su manera de pensar, yéndose de su aldea porque se sentía cohibida y quería vivir otras
experiencias.”
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crítica y reflexiva, actualizarlas y recontextualizarlas para reconstruir la propia memoria de
la humanidad; un ejemplo concreto de ello es cuando uno de los estudiantes manifestó que
la vida en la China de los 70´s, gobernada por el presidente Mao Zedong, no se diferenciaba
de la represión que ha vivido Colombia desde tiempo atrás hasta la actualidad, represión que
recae en aquellas personas que no comparten las mismas ideologías políticas de los partidos
dominantes; así mismo, algunos expresaron que es necesario asumir una posición consciente
a la hora de elegir a nuestros gobernantes, y adicionalmente, señalaron que los libros son
necesarios para que el ser humano logre develar y dimensionar la realidad que lo circunda.
Aunado a la lectura del cuento les presentamos a nuestros estudiantes algunas melodías
clásicas mencionadas en el mismo, con el propósito de que tuvieran también como referente
este género musical, puesto que en diversas ocasiones nos manifestaban que su interés y
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acercamiento se centraba en la música popular y el reggaetón; frente a lo cual consideramos
que, si no se cuenta con otro tipo de referentes artísticos y culturales, difícilmente habrá un
contacto y un gusto por ellos. Adicionalmente propusimos la creación de un dibujo o una
pintura en la que cada uno debíamos rememorar y plasmar un acontecimiento relevante de
nuestras vidas para posteriormente compartirlo con los demás. Nos complace retomar aquí
una de las experiencias que más llamó nuestra atención, en la medida en que su creador logró
conectar su experiencia vital con el ejercicio.
Destacamos cómo este estudiante representó en su obra la relación directa entre su vida,
su afición por la música y la astronomía, a la vez que la cercanía con su abuelo. De este modo
plasmó en su cuadro la constelación del Cinturón de Orión y una guitarra, donde la primera
simbolizaba los tres consejos principales que le daba su abuelo: que estudiara, que no hiciera
nada que atentara contra los demás y que se alejara de todo aquello que pudiera ocasionarle
algún tipo de daño físico o emocional; y donde la segunda, es decir, interpretar la guitarra, se
constituyó para él en la alternativa para alejarse del mundo de las drogas, mundo al que,
algunos de los compañeros del momento, lo intentaron atraer. Recordar esta escena en el aula
de clase nos permite traer de nuevo, ante nosotras, la imagen de este chico cuando nos
compartía, con mucha emoción, todas las enseñanzas de su abuelo, lo significativo que era
para él el contacto con la música y su interés por la astronomía, suscitado a la edad de ocho
años, momento en el cual abre un libro y descubre en él, planetas, estrellas, galaxias, entre
otras representaciones del universo, acontecimiento que lo incitó a continuar acercándose a
esta ciencia y a cuestionarse ante asuntos como: “¿Todo lo que vi y leí en ese libro en verdad
está fuera de nuestro planeta?” Y, “¿Hay seres vivos como nosotros que habitan en esas otras
dimensiones?”
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miedos y de enfrentar la realidad para hacer, cada día, de la propia vida una obra de arte; pues
según ellos, un artista no es sólo aquel que escribe una obra literaria, pinta un cuadro o
compone una pieza musical, sino que cada uno puede ser el artista que crea y recrea su vida.
Volvemos sobre nuestra propuesta de práctica pedagógica para subrayar que, aparte de la
socialización de las creaciones artísticas, propusimos un conversatorio que nos permitió
reflexionar con nuestros estudiantes frente al arte y sus infinitas posibilidades, desde la puesta
en común de los diferentes saberes, experiencias, sensaciones y percepciones al respecto; en
este espacio surgieron aportes y conocimientos relacionados con el arte, como posibilidad de
catarsis, de liberación, como forma de expresar sentimientos, imágenes, hechos, vivencias;
así como de representar pero tambien de controvertir y subvertir la realidad.
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debe limitarse sólo al carácter de lo bello, sino que debe trascender a la reflexión, puesto que
a través de él se recrean también acontecimientos históricos como invasiones, dictaduras,
masacres, guerras, etcétera, con el fin de poner en tela de juicio las represiones que ha sufrido
la humanidad desde la imposición de regímenes instaurados por los diferentes estamentos
gubernamentales, ecleciásticos, entre otros.
Así pues, uno de los ejercicios que propusimos en el aula, contempló la escritura de
biografías literarias en donde cada uno de los estudiantes nos narró el vínculo que ha tenido
con la literatura y otras artes partiendo de su contexto familiar y escolar. Hallamos entonces
en su escritura que, para la mayoría de ellos, el acercamiento a estas ha sido escaso y poco
significativo, en la medida en que no han contado con la experiencia de que, desde niños, la
familia los acercara y los motivara a su encuentro; un ejemplo de ello es cuando uno de los
estudiantes manifestaba: “No he tenido buena relación con la literatura, ya que en mi niñez
me dedicaba a hacer otras cosas en mi tiempo libre, como jugar futbol, bolas y andar con mis
amigos. Mis padres no me leían nada de cuentos, historias o novelas.”
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Sumado a esto, evidenciamos que raras veces han contado con la oportunidad de visitar
museos, de asistir a teatro y a conciertos diferentes a la música popular y al reggaetón, además
de ser mínimo el hecho de que en sus casas se cuente con una biblioteca o con libros que se
encuentren normalmente a la mano, como mayor posibilidad, tal vez, de que se pueda sentir
curiosidad e interés de aproximarse a ellos. Ante esto deducimos que el poco encuentro con
las expresiones artísticas se convierte en un impedimento para que sus narraciones
contemplen un lenguaje de carácter literario como forma de crear mundos posibles y de
aprehender y recrear la realidad; así mismo, constituye un obstáculo para disfrutar del arte,
pues frente a este expresan, con frecuencia, apatía, en especial por la literatura.
Inferimos, a partir de la lectura de sus biografías, que dicha apatía surge a raíz de que la
literatura no es concebida como una actividad que se haga por voluntad en el ámbito escolar,
que le permita al sujeto ampliar sus horizontes frente a la existencia, reconocerse frente a su
subjetividad, sino como una actividad para cumplir con unos requerimientos académicos por
la nota, o como un instrumento, por ejemplo, para aprender y aplicar las normas ortográficas,
tal caso se ve reflejado en dos de las experiencias de los estudiantes cuando aluden a: “Yo
desde más joven estuve mucho tiempo interesado en la área de lengua castellana, porque me
ayudaba mucho a corregir mi ortografía”; y, “puedo decir que desde la escuela las clases de
Lengua Castellana y literatura me han sido muy útiles porque me han aportado
satisfactoriamente para mejorar en mi ortografía, redacción y comprensión de lectura”.
Unido a ello, vemos que el poco acercamiento de los estudiantes a la literatura tiende a
estar marcado por un sentido moralizante puesto que, en gran parte, los libros con los que
han tenido contacto han sido aquellos de autoayuda; entre ellos, resaltamos El secreto de
Rhonda Byrne, libro que, de acuerdo con algunos estudiantes, les ha servido para reflexionar
y aprender sobre las capacidades que tienen los sujetos para pensar en cosas positivas y lograr
así contar con más salud, riqueza y felicidad.
Tal como ellos lo expresan, se podría pensar que esta clase de libros, en cierta medida,
han aportado algo en sus vidas, sin embargo, consideramos que aquí lo que estaría en juego
es el criterio estético que concierne a la literatura, el cual se desdibuja porque estos libros no
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solo carecen de riqueza estética, sino que ofrecen soluciones fáciles para la vida, lo que
difiere precisamente de la posibilidad de complejizarla y de asumir una postura reflexiva y
profunda frente a la misma. A la banalidad de este tipo de libros va a referirse Ruiz (2014),
quien con decidida ironía, sugiere que sus verdaderos libros de autoayuda han sido aquellas
grandes obras que han cambiado su vida. Afirma que libros como Pedro Páramo y El Llano
en llamas de Juan Rulfo abrieron su conciencia política; en nuestro caso mencionaríamos,
entre muchos otros, La vorágine de José Eustasio Rivera y La casa grande de Álvaro Cepeda
Samudio, donde encontramos cómo estos libros nos permiten detenernos y cuestionarnos
frente a temas como la injusticia social, la corrupción, el desarraigo, la esclavitud, asuntos
que además de otros, hacen parte de la barbarie humana. Ruiz agrega que una obra como
Siddhartha de Herman Hesse le mostró otra idea de lo que es la conciencia individual. En esa
trayectoria vital por la literatura, la autora hace un breve recorrido por autores como Milan
Kundera, Doris Lessing, Ernest Hemingway, Nikos Kazantzakis y Elias Canetti, los cuales
constituyen referentes esenciales en el concierto de las letras universales. En atención a esto
es importante preguntarnos, si los libros representan un alimento espiritual para el ser
humano, ¿qué damos de comer a nuestros estudiantes? ¿Preferimos productos sencillos para
el paladar o degustaciones más refinadas?
Si bien hasta aquí hemos hecho alusión a la poca cercanía de nuestros estudiantes al arte,
queremos compartir un caso particular que difiere de esto. Fue precisamente en nuestra
práctica que tuvimos la gran oportunidad de compartir con una joven que, desde muy
temprana edad, contó con el privilegio de impregnar su vida de arte, pues alrededor de los
diez años ya contaba con algunas pinturas propias que llegó a exponer a nivel nacional; ella
nos cuenta, en su biografía literaria, que desde muy niña siempre se sintió atraída por el arte
y la música, en sus palabras: “ellos se han constituido siempre en mis pasiones, y me han
permitido expresar mis sentimientos y mis emociones, me han cambiado la forma de ver el
mundo, porque al tocar una paleta y un pincel me permite pintar sonrisas en un mundo gris
y ver el mundo colorido y feliz”.
Así pues, en una de sus tantas exposiciones participó con la obra “Explosión humana’’, la
cual es considerada para ella su creación más importante, por tratarse de una pintura llena de
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mucha imaginación que representa, según su criterio, “aquellos momentos en que los seres
humanos no exteriorizamos lo que somos en realidad, y explotamos como una granada que
nunca planeamos ser”. En nuestro contacto con ella veíamos que durante las clases se tornaba
callada, no obstante, leíamos que su silencio no representaba poco interés por las mismas,
por el contrario, fuimos descubriendo que se trataba de una joven muy analítica, inteligente,
respetuosa y amable, a medida que nos fue participando de sus experiencias respecto al arte,
además de que en sus obras y escritos evidenciábamos una gran sensibilidad frente a la vida.
En concordancia con lo anterior, podemos decir que nuestra experiencia personal respecto
a la literatura y al arte en general durante nuestro paso por la escuela y el colegio, se vio
marcado por la poca motivación que tuvimos a partir de su enseñanza, puesto que se
focalizaba más en lo que hasta ahora hemos hecho tanto énfasis, y es precisamente el carácter
instrumental que tantas veces se le ha atribuido, dejando de lado su disfrute y la posibilidad
de adentrarnos en mundos alternos, de encontrarle sentido a aquello que leíamos y de
vincularlo con nuestra propia vida. He aquí una evocación presente en una de nuestras
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biografías literarias, pues como lo sugerimos en un apartado anterior, también nosotras
reconstruimos narrativamente nuestra relación con la literatura.
Recuerdo, como si fuera ayer, la escena en que mi maestra me preguntaba, semana tras
semana, qué reglas ortográficas había logrado extraer del artículo de la licenciada Lucila
González de Chávez, publicado por el periódico dominical, seguido de un ejercicio práctico
relacionado con dichas reglas, que debía proponer al resto del grupo. Esta práctica me
resultaba monótona y poco significativa, al igual que al resto de mis compañeras, pues entre
todas comentábamos de la desidia que nos generaba tener que hacer esta clase de tareas, y
más aún, teniendo en cuenta que cuando leíamos alguna obra literaria, no contábamos, ni
siquiera, con la oportunidad de expresar nuestras ideas, apreciaciones y reflexiones frente a
un determinado tema, puesto que las actividades se reducían a hacer una sinopsis del texto y
a identificar personajes, espacios, fechas y tiempos verbales, y nada más. (Biografía literaria,
Ángela Arango, 2016)
Pensamos en el hecho de que, aun tratándose de tantos años de nuestro proceso formativo,
no logremos evocar momentos significativos de nuestras clases de literatura y artística para
esas primeras etapas de escolarización, lo que nos genera un cierto sinsabor, pues estamos
seguras de que estas épocas de niñez y juventud representan gran relevancia para acercarse a
las posibilidades estéticas y cognoscitivas que ofrece el arte en la configuración de nuestra
subjetividad. Pese a esto, nuestro sentir y percepción frente al mismo fue tomando un nuevo
rumbo al adentrarnos en otro mar hacia la búsqueda de nuestra isla desconocida; en esta
medida, podemos decir que aparte de la escuela de la vida, la universidad se ha constituido
en uno de los escenarios más significativos en nuestro acercamiento para con este, ya no
como algo impuesto y normativo, sino como un espacio en el que hemos logrado experienciar
la relación entre diferentes expresiones artísticas, desde nuestras facultades sensitivas,
nuestra memoria histórica y diferentes saberes que hemos ido recreando cada día.
Cuando nos referimos a vivencias suscitadas en torno al diálogo entre diferentes artes, es
porque hemos contado con la posibilidad de dar vida a algunas obras a partir de la lectura e
interpretación de otras, creando por ejemplo textos literarios surgidos de la contemplación de
pinturas, o viceversa; experiencia esta que ha resultado enriquecedora en nuestros procesos
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de autoformación, puesto que estos no representan para nosotras solo la adquisición de
determinados saberes, sino también la construcción de nuestro ser como sujetos pensantes,
sensibles, reflexivos y hacedores de sí mismos.
Es así que al abrir un libro que nos presenta el sentido de la vida no desde la levedad, sino
desde lo complejo, nos reafirmamos en el sentir y en el pensar que ya tantas veces nos había
atravesado como sujetos, evidenciando en nuestro diario vivir que esta levedad resultaba más
insoportable que el peso; es por esta razón que cuando nos detenemos ante estos asuntos
vitales nos damos cuenta de que no pueden pasarnos inadvertidos, y que siendo las artistas
que damos forma a nuestra propia vida, somos capaces de sortear las cargas y no simplemente
hacernos a un lado para que esta transcurra sin decirnos nada, todo lo contrario, queremos
una vida profunda que toque a la puerta de nuestro ser y que al abrirle nos invite a trasegar
por todos esos estados vitales que de manera tan bella nos describe Barba Jacob; estados en
los que a veces la vida nos sonríe haciéndonos tan móviles, tan plácidos, tan claros, pero en
los que también nos golpea, y nos torna tan lúgubres, tan sórdidos, incluso tan reales, que
morimos sin tener la posibilidad de que nadie nos pueda retener.
Hemos sentido, al compás de Werther, cómo en algunos momentos nuestra alma se halla
apacible y, sin embargo, cómo también, en cuántos instantes, percibe dentro de sí la
proximidad del otoño, mientras sus hojas amarillean y se torna impotente para expresar todo
aquello que la agita; desasosiego este con el que nos encontramos además al viajar a pie con
Fernando González y reflexionar con él frente al movimiento vertiginoso en el que nos
envuelve la vida moderna, ante el cual, conservar la tranquilidad del alma se nos hace cada
vez más complejo; solo que esta tranquilidad no se ve opacada únicamente por las
consecuencias que trae consigo la aceleración del tiempo, sino por aquellas cicatrices físicas
e interiores que encierran una memoria histórica, dejando huella en nuestra experiencia vital
tal como se muestra en la película La vida secreta de las palabras de Isabel Coixet (2005),
en donde Hanna, su protagonista, carga con un pasado tormentoso y represivo que se hace
evidente no solo en las cicatrices de su cuerpo, sino en las de su alma.
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Por otra parte, nuestro acercamiento a la literatura nos ha permitido, de la mano de un
principito, cuestionarnos acerca de la racionalidad y de los comportamientos humanos desde
las relaciones de poder, la subvaloración del arte, el respeto y gratitud por el otro, y lo banales
que pueden resultar para el ser humano, el dinero, el estatus social y las apariencias físicas.
Un principito que ante tales planteamientos y su particular forma de refutar lo que se
encontraba en cada uno de los planetas que visitaba, nos adentra en una de las tantas paradojas
que nos presenta la vida, se trata precisamente de que este, siendo un niño, supera la
capacidad de raciocinio de los adultos, quienes supuestamente son los que poseen una mayor
facultad para ello. Personaje pues que nos ha seducido al punto de enamorarnos de él, quizás
superando el amor que profesaba por su rosa, protegiéndola bajo una campana, así como
nosotras guardamos su imagen de niño revestido con su capa y espada, al igual que sus
palabras, en nuestro corazón.
Respecto a tales paradojas, podemos decir que también hemos estado acompañadas, en
varios momentos de la vida, por uno de los personajes más queridos y sorprendentes de la
literatura universal, un hidalgo que ante su locura daba muestras de una visión muy crítica
de una sociedad cada vez más degradada, en la que imperaba la corrupción; un hombre cuya
fisonomía lánguida podría no representar un adversario capaz de controvertir la injusticia
social, pero que aun así, vivía en función de su utopía y luchaba cada vez más por su ideal,
enfrentando a sus contendientes a como diera lugar. Saint-Exupéry y Cervantes no son los
únicos que nos han enfrentado a esta clase de aporías, también lo ha hecho Balzac, quien al
recurrir a la piel de un animal mitológico llamado Zapa, como símbolo de la vida del
personaje principal de su novela, nos ha hecho padecer al lado de dicho personaje cuando
este, al haber obtenido riqueza y encontrar el amor de su vida, ya no contaba,
paradójicamente, con el tiempo suficiente para disfrutar de los diversos placeres en compañía
de su amada, pues siempre que deseaba algo, dicha piel se contraía, acortando al tiempo su
existencia y, conduciéndolo, en definitiva, a la condena de su muerte.
Lo anterior es solo una pequeña muestra de aquellos libros y creaciones artísticas con las
que hemos tenido la gran fortuna de interactuar, con las que sí hemos logrado tener un
acercamiento mucho más profundo y significativo, obras que nos han hecho sufrir, gozar,
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amar, odiar, negar, confirmar, y que no han pasado simplemente por nosotras como un
cúmulo de palabras, imágenes o sonidos que no permiten una lectura e interpretación del
mundo, antes bien, se han constituido para nosotras, sin lugar a dudas, en fuentes inagotables
para el cultivo de nuestro ser y nuestra navegación por esos vastos universos literarios y
simbólicos que queremos animar en otros navegantes.
Libro
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
(…) Un libro, lleno
de contactos humanos,
(…) de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
(…) el hombre
descubriendo
los últimos secretos.
Habitar los libros no supondría únicamente la lectura de las apologías que sobre ellos nos
presentan diversos poetas, pues si bien estos logran plasmar y describir de manera muy bella
y vivaz aquello que nos pueden brindar los libros, nada se compara con la experiencia y el
encuentro íntimo con ellos; es así que como maestras de lenguaje sabemos que la formación
de un lector literario implica motivar a nuestros estudiantes a que se acerquen directamente
a las obras, y sean ellos mismos quienes vivencien aquello que estas les presentan, llegando
a descubrir desde su ser todo lo que un libro puede alcanzar a simbolizar y a representar para
aquel que haya tenido un contacto con él.
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En este orden de ideas, Petit (1999) nos muestra que, en la actualidad, la humanidad vive
tiempos de desasosiego y de pérdida de referentes capaces de orientar la vida; es así que le
otorga a la lectura una importancia imprescindible, cuando alude a que esta,
independientemente de la edad, puede constituirse en la posibilidad de que cada quien se
piense, le atribuya un sentido a su propia existencia, a sus deseos, a sus sueños, y se construya
a sí mismo. Esta autora señala además que durante nuestro trasegar por la vida, los libros
pueden ser para nosotros compañeros en los cuales podemos buscar refugio, y encontrar en
ellos un reflejo de lo que se halla en nuestro interior, puesto que nuestra dificultad para
posicionarnos en el mundo no radica exclusivamente en asuntos económicos, sino que se
trata también de carencias afectivas, existenciales, sociales, etcétera.
Ahora bien, formar un lector literario supone para nosotras hacerlo a la luz de las dos
dimensiones en las que hemos enfatizado, es decir, desde la perspectiva estética y ético-
política, considerando que ambas se complementan y que le permiten al lector, en palabras
de Candido (1988), percibir la complejidad del mundo y de sus individuos desde la condición
de humanidad, puesto que le proporciona una mayor comprensión de ambos mediante la
reflexión, los saberes, la hospitalidad para con el otro, las sensaciones y la capacidad de
adentrarse en los avatares de la vida, en la medida en que, según este autor: “La literatura
confirma y niega, propone y denuncia, apoya y combate, dándonos la posibilidad de vivir
dialécticamente los problemas.” (p. 35-36); así, atendiendo a estas consideraciones,
señalamos cómo todas estas posibilidades que surgen a partir del encuentro con los libros y
al vincularse con las demás artes, le permiten al sujeto situarse ante el mundo como hacedor
de sí mismo, con capacidad de discernir, reflexionar y transformar la realidad.
En diálogo con Candido, Mendoza (2000) señala que toda creación artística presupone
una intención y funcionalidad, tanto estética como comunicativa, resultado de la utilización
de códigos específicos relacionados con las diversas artes, que por ende, corresponden por
ejemplo al verbal, al musical, al plástico, al cinematográfico, etcétera. Ante estos múltiples
sistemas simbólicos, el autor subraya la prevalencia, incidencia y capacidad integradora que
la literatura posee sobre los demás, en la medida en que la tradición poética, verbal y escrita,
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para las diferentes culturas, se ha constituido en la posibilidad de transmisión y objeto de
reelaboración de los diversos lenguajes artísticos a través de la historia.
Con base en dicha capacidad integradora queremos aludir a una de las experiencias
literarias que presenciamos en el aula de clase, la cual consistía en representar algunas obras
leídas como “La Odisea” y “El túnel”; fue así que revivimos el momento en el que los
jóvenes, vestidos acorde a sus personajes, comenzaban con la representación teatral;
notábamos, cómo pocos, asumían una actitud comprometida con el ejercicio desde su
expresión corporal y la entonación de su voz; no obstante, observábamos que para la mayoría
de ellos, esto se trataba simplemente de un compromiso académico o, tal vez, un ejercicio
lúdico, mas no encarnar un personaje, ponerse en escena y recrear toda una historia a través
del teatro, es así que percibimos que estas representaciones no significaban apreciar el arte
desde todas sus potencialidades.
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de otras artes o sistemas de significación como el cine, la pintura, la música, el comic, entre
otros; sistemas que se configuran a partir de procesos de interacción social; pues estimamos
que el uso creativo del lenguaje, en especial el artístico, muestra otras posibilidades de sentir,
de conocer y de vivir; considerando que el arte forma parte de la cultura, ya que no solo la
representa, sino que la crea y la transforma.
En vínculo con lo anterior, el arte literario precisa de una “Estética de la recepción”, vista
por Jauss (2000) como un cambio de paradigma en la teoría e historia de la literatura, pues
esta nueva mirada contempla el vínculo del lector con la obra, desde una relación dialógica,
es así que el texto no sería concebido desde un carácter cerrado, sino abierto a la intervención
del receptor.
De este modo, esta clase de lector se constituye como un sujeto activo para Jauss, cuando
alcanza una experiencia a partir de la obra, hecho que se hace posible a través del nexo entre
lo que denomina "horizontes de expectativas", como el recorrido literario y el sistema de
referencias o conocimientos previos del lector acerca de algunos aspectos de la obra: género,
forma, temática, etcétera, y entre el "horizonte del mundo de la vida", como aquel que se
asocia con su praxis vital; esta integración genera para Jauss un efecto en el comportamiento
social, lo que supone que la literatura cumple también una función dentro de la sociedad; de
ahí la importancia de que como maestros formemos lectores literarios capaces de
confrontarse y transformarse, y puedan hacer lo mismo con la realidad externa, a partir de
su experiencia con lo leído.
En correspondencia con Jauss, para Eco (1993), el texto es una obra abierta, pues se
compone de “elementos no dichos”, de “espacios en blanco” o “intersticios”, es decir,
significados latentes a la expresión y que, por ende, precisan ser inferidos e interpretados por
un lector activo que coopere e interactúe con él, lo que indica que esta relación no se limita
a una comunicación estrictamente lingüística, sino a una lectura semiótica vista desde un
sentido amplio, en la que sus diferentes signos interactúan y se complementan entre sí,
permitiendo diversas interpretaciones posibles, que no se excluyen unas a otras, sino que, por
el contrario, dialogan conjuntamente.
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Así pues, cuando formamos lectores activos, estamos incitando en ellos un pensamiento
crítico y reflexivo, considerando que son capaces, en palabras de Andruetto (2014), de
problematizar aquello que se ha naturalizado y que parece inamovible: “Cuestionar lo
aceptado, recibir nuestras sombras, los riesgos de la vida que vivimos y de la sociedad en la
que transitamos.” (p. 83) Al dejarnos, como lectores, permear por la obra vivida, se nos hace
posible pensar por nosotros mismos y ocuparnos de nuestro mundo, es abrirnos al texto para
dejar que éste nos afecte en nuestro ser y nos permita transitar por nuevos caminos de
sensibilidades y conocimientos hacia una transformación desde lo íntimo. Por su parte,
Larrosa (2003), nos habla acerca de ese lector literario capaz de escuchar y de estar atento
ante una obra, frente a aquello que esta tiene para decirnos y, de este modo, lograr una
experiencia literaria que, según el autor, permite “vivir humanamente” desde todos los
ámbitos existenciales, llámese ético, intelectual, estético y demás.
La idea del proceso de recepción para Mendoza (2000) alude a que toda obra artística
posee la facultad de avivar nuestros conocimientos, bien sean lingüísticos, culturales,
enciclopédicos, a la vez que hace posible extender nuestras experiencias y capacidades de
análisis para relacionar dicha obra con los saberes que ya poseemos. Este autor se remite a
Genette (1982) para definir la intertextualidad como aquella relación en la que diversas
creaciones literarias o artísticas aparecen conjuntamente, complementándose entre sí, es por
ello que el fenómeno intertextual requiere de complejos procesos de “reelaboración” y
“recreación”, mediante ciertos referentes que el autor pone en consideración para la nueva
creación artística, la cual el lector reconstruye de acuerdo con sus propias perspectivas,
valoraciones, saberes y experiencias, logrando, por último, su propia interpretación.
Para llegar a esta interpretación, Mendoza señala que, a la hora de leer un texto, el proceso
tiene que ver inicialmente con la “decodificación”, como aquella fase que consiste en el
reconocimiento de las palabras, estructuras morfosintácticas y significados literales, aspectos
estos que nos permiten un primer acercamiento al contenido del mismo. Posterior a esto, y
ya como primera parte del proceso de recepción, empezamos a decubrir los sentidos
implícitos que nos ofrece la obra, para que así, como lectores, entremos a participar de manera
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interactiva con ella, propiciando el planteamiento de las primeras “expectativas” e
“inferencias”, como posibilidad de ir orientando nuestra lectura desde asuntos como el
desarrollo de la trama, la caracterización de los personajes, los rasgos estilísticos, la
intensionalidad, la significación, entre otros.
Subscuente a las etapas ya mencionadas aparece la fase de “comprensión”, que nos sitúa
en el inicio de la reconstrucción del significado que no difiere de los componentes internos y
textuales de la obra, y que abre paso a nuestra interpretación, activando nuestros
conocimientos enciclopédicos, literarios, históricos y estilísticos; una vez hemos transitado
por las etapas anteriores entramos a la “interpretación”, instancia sobre la cual habremos
logrado una valoración personal de los datos, las intenciones, los rasgos estéticos y la
reconstrucción del significado, a partir de la dialogicidad con el texto.
Al respecto, Rosenblatt (2002) nos habla acerca de que los maestros de literatura debemos
elegir libros tanto clásicos como contemporáneos, dentro de un corpus amplio que resulte
significativos para los estudiantes, en la medida en que obras literarias pertenecientes a
distintas épocas, representan diversas áreas del conocimiento y del pensamiento; a la vez que
les posibilita una compresión crítica del mundo. La autora agrega a esto que los docentes que
poseen una gran conciencia del mundo que los rodea, buscarán desarrollar la sensibilidad en
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sus estudiantes para que logren, por medio de la sinestesia, de la confrontación y del
cuestionamiento de ideas y el reflejo de sus propias vidas, experienciar de manera más
profunda y significativa una obra literaria mediada por el goce y el placer; teniendo en cuenta
que estos no sólo deben acontecer en los estudiantes sino que, obviamente, deberán acaecer
también en los maestros, quienes según Rosenblatt: “No deberían renunciar a su propio
sentido de gozo de la literatura como un arte vivo.” (2002, p. 91) Se trata entonces de
proponer el aula como un espacio en el cual converjan el intercambio de ideas, emociones y
conocimientos, donde los estudiantes se sientan en libertad para expresar sus sensaciones y
sus juicios.
Acorde con la selección de los libros podemos decir que durante el desarrollo de nuestra
práctica logramos evidenciar que había una tendencia muy marcada a que los estudiantes se
acercaran a libros de superación personal, que más que una apuesta por complejizar la vida
y ampliar las perspectivas frente a la misma, les brindaban más bien una serie de pautas para
“afrontarla”. Frente a esto, nos manifestaban su interés y gusto por esta clase de libros porque
les representaban una fácil comprensión y una manera de descubrir, según ellos mismos, una
mejor forma de comportarse y de vivir.
En contraste con esto señalamos que orientar la enseñanza de la literatura en relación con
otras artes desde las dimensiones estética y ético-política, difiere del carácter moralizante,
que tantas veces se le ha atribuido y se le continúa atribuyendo; es por ello que consideramos
que se hace necesario reconfigurar su didáctica desde una reconstrucción epistemológica y
práctica, que le permita al ser humano, en la voz de Rosenblatt (2002) confrontar las
diferentes perspectivas que ofrece la vida mediante un encuentro con el arte, el cual debe
posicionarse en el plano estético y reflexivo, con el fin de comprender e interpretar el mundo,
los comportamientos, los pensamientos y la complejidad humana, desplazando, por ende, ese
carácter reduccionista y moralizante, trascendiendo su tratamiento a hacer de la vida una obra
de arte, como posibilidad de ocuparse de sí mismo y de los otros; lo que se vería reflejado en
las voces de nuestros estudiantes como: “La vida misma es una obra de arte porque uno puede
decidir sobre ella y sobre lo que quiere; posicionarse frente al mundo, algo así como una
autoformación”; “El arte es la vida; es todo: en todo lugar hay arte”; y también “Por medio
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de la literatura y el arte, uno no sólo expresa ideas y sentimientos sino que también es posible
generarlos en las otras personas que observan e interpretan la obra artística” .
En relación con los libros que proponemos en el aula de clase, encontramos en Quintar
(2009) que su propuesta de la “Didáctica no-parametral” posee un elemento muy potente que
nos permite y nos adentra ineludiblemente no sólo en reflexiones y cuestionamientos, sino
además en desafíos y provocaciones, desde nuestra condición de seres humanos y desde
nuestra individualidad, pero también desde sujetos comprometidos con la educación y la
sociedad; así, el elemento potente al que aludimos, parte de ciertos interrogantes que nos
suscita leer a la maestra, a saber: ¿cómo enseñamos a leer en el mundo de la vida? ¿Qué tanto
posibilitamos espacios para leer la realidad? ¿Cómo leer por ejemplo conceptos tan
complejos como la justicia, la libertad o la paz? Ante tales preguntas consideramos que la
fuerza y profundidad de las mismas no queda latente, puesto que pensamos que
cuestionamientos de esta índole pueden resultar significativos para detenernos en ellos e
intentar renovar nuestra enseñanza del lenguaje y la literatura, pues es factible suponer que
preguntas como estas logran ser mediadoras en el ámbito escolar, para entrar a complejizar
y dar sentido a la realidad desde las diferentes esferas del conocimiento, llámense humanas,
políticas, artísticas, económicas, tecnológicas, etcétera.
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Figura 7. Isla de fantasía, Luis Portill
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VI
EN EL ADENTRO Y EL AFUERA DE LA ISLA: LEGADOS Y PROYECCIONES
Nos situamos en el adentro y el afuera de la isla; a veces en su centro, otras en sus bordes,
pues lo propio de la vida es un salir y retornar, un asomarse al exterior y volver a habitarse,
pues si bien nos es imprescindible, como seres sociales, permanecer en constante interacción
con nuestros semejantes, también lo es encontrarnos con aquello que somos y que nos
constituye; es decir, se nos hace ineludible recobrar nuestra subjetividad, nuestro propios
deseos e intereses, además de un continuo cuestionamiento frente a la propia vida y a la
realidad, que nos permita cuidar de nosotros al tiempo que lo hacemos con los demás.
Es importante señalar que lo anterior no es tarea solo del maestro, sino que entra a ser
parte de los retos que le competen también a las diversas instituciones educativas y a las
políticas públicas para el área de lenguaje; es en esa medida que nos resulta oportuno sugerir
la idea de un currículo que contemple en un primer plano al sujeto y no los intereses de ciertas
perspectivas apegadas a la medición, al rendimiento y a las competencias, hecho que puede
ser posible si se reconoce el valor de la literatura y en general de las artes, como bienes
espirituales que hacen parte de un legado estético y cultural, al que es fundamental que los
seres humanos, en su totalidad, tengan la posibilidad de acceder, y que no se constituya solo
en privilegio de una minoría, sino que lleguen a los lugares más recónditos y desfavorecidos.
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Queremos reafirmar además que, la visión y percepción que han dejado en nosotras los
estudiantes es que, aunque en su gran mayoría no han contado con la posibilidad de un
constante y significativo acercamiento al arte, descubrimos en ellos un grupo de jóvenes
inteligentes, sensibles, soñadores, reflexivos e inquietos por los diferentes saberes; es por ello
que suponen para nosotros, como maestros, grandes desafíos enmarcados en la
reconfiguración de las prácticas de enseñanza literaria, la cual debería estar pensada siempre
en clave de ampliar las miradas de nuestros estudiantes en consonancia con sus expectativas,
además de apostarle al diálogo entre las diferentes artes como una alternativa para reafirmar,
subvertir y a la vez enriquecer algunas comprensiones que han hecho del mundo; un reto más
al que nos vemos abocados tiene que ver precisamente con acompañar y estimular en ellos
las diversas capacidades a las que hemos hecho alusión, pues consideramos que, en muchas
ocasiones, los procesos formativos pasan por alto las potencialidades tanto estéticas como
cognoscitivas de los sujetos.
En diálogo con lo anterior, nos es preciso decir que, desde nuestro acercamiento a
diferentes expresiones artísticas, entendimos la relación dialógica entre lo estético y lo
cognoscitivo, pues podemos dar cuenta de que ambas no se excluyen, sino que, por el
contrario, confluyen de forma armónica integrando diversas visiones de mundo,
sensibilidades, experiencias, subjetividades y comprensiones no solo frente a un saber
específico, sino respecto a la vida misma.
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medida en la que esta metodología le atribuye valor a las relaciones intersubjetivas ya que a
partir de la confluencia de las diferentes voces de los actores implicados, se propicia el
reconocimiento tanto de sí mismo como del otro, lo que genera ecos en el interior de los
sujetos para comprender, interpretar y atribuir sentido a la construcción que han hecho de la
realidad. Aunado a esto, este enfoque posibilita el diálogo y la interacción de las lecturas que
los sujetos han hecho del mundo, lo que supone que ello no se agota, dentro del plano
investigativo, en la corroboración de hechos, sino que trasciende a las comprensiones e
interpretaciones que han elaborado a lo largo de su vida.
Queremos por último decir que, el viaje suscitado por nuestro deseo de buscar, como
maestras, nuestra isla desconocida y, a la vez, de que nuestros estudiantes hicieran lo mismo,
es una apuesta que no naufragó y que, por el contrario, aún sigue viva. Es así que le apostamos
a un rostro de maestro que escuche más allá de simples codificaciones y sonidos, lo que
implica crear ambientes en los cuales los sujetos se sientan libres para expresarse, y donde
no solo haya lugar para hablar de conceptos y teorías, sino para hablar de cosas que nos
resultan más significativas, como las referidas a la condición humana; pues de cualquier
manera, independientemente del área que enseñemos, la educación y dentro de ella, las artes
y las humanidades, como lo menciona Nussbaum (2010) “(…) no sirven para ganar dinero.
Sólo sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena
vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas”.
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(p. 189) Así pues, como maestros, deberíamos concebir el aula de clase como un espacio
donde además de asuntos estructurales relacionados con el lenguaje y la literatura, converjan
también las otras artes, las diferentes ideas, las teorías críticas y humanísticas, espacios de
creación, discusión, interpretación y experiencias.
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ANEXOS
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