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Historia oral

Ensayos y aportes de investigación

Seminario de Historia Oral y Enfoque Biográfico

Jorge E. Aceves Lozano


(coordinador)
Página legal

902.02
A54 h Historia oral. Ensayos y aportes de investigación. Seminario de Historia Oral
1996 y Enfoque Biográfico / coord. Jorge E. Aceves Lozano. – 3ª. ed. – México :
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social :
El Colegio de la Frontera Norte, 2012
226 p. 21 cm.

Incluye bibliografía.

ISBN 978-607-486-193-8 (CIESAS)


ISBN 978-607-479-065-8 (Colef)

Historia oral – México. 2. Comunicación oral. 3. Historia –


Metodología. 4. Investigación histórica

Cuidado editorial: Coordinación de Publicaciones del CIESAS


Diseño de portada: Raúl Cano, con base en una ilustración tomada de La ilustración española y americana, 30 de enero de 1900, del grabado
“Historia antigua”, cuadro de Mme. Lucas Robiquet.
Tipografía y formación: Laura Roldán Amaro

Edición en formato digital: junio 2015


Ave Editorial (www.aveeditorial.com)

D. R. © 1996 Primera edición


2000 Segunda edición
2006 Primera reimpresión de la segunda edición
2012 Tercera edición

D.R. © 2012 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social


Juárez 87, Col. Tlalpan, C.P. 14000. México, D.F.
difusion@ciesas.edu.mx

D.R. © 2012 El Colegio de la Frontera Norte, A. C.


Carretera escénica Tijuana-Ensenada, Km 18.5
San Antonio del Mar, 22560, Tijuana, B. C.
www.colef.mx

ISBN 978-607-486-193-8 (CIESAS) (tercera edición)


ISBN 978-607-479-065-8 (Colef)

Hecho en México
A 15 AÑOS DE DISTANCIA: VISIÓN Y APORTES DE INVESTIGACIÓN A LA HISTORIA ORAL EN MÉXICO 4

LA HISTORIA ORAL EN CRECIMIENTO. PRESENTACIÓN 7

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN 8


Jorge E. Aceves

INTRODUCCIÓN. LA HISTORIA ORAL CONTEMPORÁNEA: UNA MIRADA PLURAL 11


Jorge E. Aceves

HISTORIA ORAL Y PSICOLOGÍA 18


Luciana Ramos Lira y Martha Romero Mendoza

EL TESTIMONIO ARQUITECTÓNICO: DE LA PALABRA A LA IMAGEN 27


Graciela de Garay

“HISTORIA VIDEORAL”: UN CAMPO INTERDISCIPLINAR A DESARROLLAR 32


María de Lourdes Roca y Ortiz

UN EXPERIMENTO EN HISTORIA PÚBLICA E HISTORIA ORAL: LOS MUSEOS COMUNITARIOS DE OAXACA 40


Gerardo Necoechea Gracia

LOS TEJEDORES CONSTRUYENDO LA ARTESANÍA. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA IDENTIDAD DE LOS ARTESANOS.


GENERACIÓN E IDENTIDAD 48
Mario Camarena Ocampo

IDENTIDADES LOCALES COMO CONSTRUCCIÓN DEL SUJETO, SÍMBOLOS COLECTIVOS Y ARENA POLÍTICA: UNA PROPUESTA
METODOLÓGICA 57
Patricia Safa B.
Patricia Ramírez Kuri

DEL ECOLOGISMO E HISTORIAS PERSONALES 65


Jorge E. Aceves

LA IDENTIDAD Y EL ESPACIO EN LA VIDA OBRERA 74


Mario Camarena Ocampo
Susana Fernández Apango

MUJERES EN EL TERREMOTO. DISTINTAS ESTRATEGIAS FRENTE A LA CATÁSTROFE EN NÁPOLES Y LA CIUDAD DE MÉXICO 80


Ángela Giglia

INFIDELIDAD FEMENINA Y TOLERANCIA SOCIAL EN EL CAMPO: EL PAPEL DE LA SEXUALIDAD EN LA CONSTRUCCIÓN DE


IDENTIDADES 87
Rosío Córdova Plaza

SEÑAS DE IDENTIDAD DE LAS MUJERES ESPAÑOLAS EXILIADAS EN MÉXICO 99


Concepción Ruiz-Funes †

BIBLIOGRAFÍA GENERAL 106

COLOFÓN 115

3
A 15 años de distancia: visión y aportes
de investigación a la historia oral en México

En México y en varios países de América Latina, la historia oral se ha experimentado como uno de los
recursos más accesibles para la investigación y producción de conocimiento relevante y original en las ciencias
sociales e históricas. El recuento de experiencias y aportes ya ha sido documentado; también se ha valorado
su práctica de usos y abusos. Su potencialidad no está cuestionada; no obstante, el examen crítico de sus
contribuciones es una tarea permanente. Buen número de autores ha abordado su crecimiento y
desenvolvimiento en América Latina sin que se haya puesto un punto final a la revisión del estado del
conocimiento logrado (Necoechea y Pozzi, 2008; Aceves, 1999, 2004, 2008; Bolívar y Domingo, 2006;
Cisneros, 2000; Olivera, 1999; Amado y Moraes, 1996; Schwarzstein, 1995; Meyer, 1991; Joutard, 1986;
Camargo et al., 1985; García y Sepúlveda, 1985).
La posibilidad de recabar y producir datos mediante esta práctica de investigación es adecuada cuando
interesa conocer la manera en que los sujetos sociales dan cuenta de su propia experiencia; es decir, cuando una
persona concreta expresa y colabora en la sistematización de su punto de vista. Quien pretenda rastrear estas
fuentes narrativas de la experiencia humana necesita, además de una buena justificación y objetivos claros y
convincentes en su interés indagatorio, una capacidad desarrollada del “saber escuchar” y una habilidad para
sensibilizar y convencer a los autores o poseedores de tales fuentes de información a cerca de los usos y
destinos probables de los materiales producidos en el contexto de esta peculiar relación social. En el mejor de
los casos, el investigador podrá impulsar la participación activa de los narradores en el proceso y la
producción del acervo de su palabra.
Los proyectos y procesos de investigación de la historia oral contemporánea tienden a ser cada vez más
complejos. Al tener metas más altas y contar con una tradición histórica de estudios cualitativos y biográficos,
la actual historia oral ha pluralizado y enriquecido las fuentes históricas que nutren sus acervos de
información, la capacidad reflexiva en su quehacer, su contribución interpretativa y explicativa del mundo
contemporáneo, así como la activación de procesos de acción social en diversos grados y alcances sociales. La
plataforma interdisciplinaria que la ha cobijado también la ha nutrido de diversas maneras: con modelos
teóricos; con métodos y técnicas; con temas y problemas de indagación; con espacios de comunicación y de
debate; con publicaciones; organismos e instituciones de las ciencias sociales y humanas, y con un amplio y
diverso movimiento de carácter académico internacional como la Asociación Internacional de Historia Oral.
La historia oral, como movimiento, no pretende conformar una disciplina autónoma, ni producir o discutir
sus resultados en un limitado y exclusivo espacio de interacción académico. Al contrario, se ha caracterizado
por convocar y converger en un mismo campo de comunicación desde la diversidad de enfoques y la
pluralidad de disciplinas. Destacan en esta plataforma interactiva la antropología la sociología la psicología la
geografía humana los estudios literarios de la comunicación y los del lenguaje, entre otros. Los practicantes de
la historia oral experimentan esta convivencia disciplinaria a partir de sus propios estilos y formaciones
profesionales, cambiando una serie de oficios y prácticas académicas que al mismo tiempo se sustentan en
tradiciones disciplinares y en disposiciones y hábitos reflexivos particulares. Como método de investigación,
la historia oral conjunta actitudes, principios, estrategias, técnicas y prácticas específicas indagatorias.
En consideración de lo apuntado, la historia oral de hoy tiene ante sí varias expectativas por realizar.
Mencionamos las siguientes:

a) En principio, es pertinente continuar con las experiencias de confluencia interdisciplinaria. Lo que ha


aprendido y asimilado de su contacto con otras disciplinas ya forma parte de sus fundamentos

4
epistemológicos y su enfoque metodológico. La mixturización, en este sentido, ha sido enriquecedora y ha
sumado más aportes que restado capacidad por los supuestos peligros que acarrea la flexibilidad en las
lealtades disciplinarias.
b) La historia social y cultural seguirá siendo un nodo central de referencia y afinidad disciplinaria para los
practicantes de la historia oral. Gracias a las orientaciones heurísticas y epistemológicas procedentes de la
historia social y cultural actual, los sujetos sociales —objeto de investigación de la historia oral— se han
pluralizado y diversificado tanto en lo referente a las categorías sociales y económicas como a las
procedencias étnicas, culturales, territoriales y de género. Se privilegia la escala local y regional; se prefiere
el ámbito de la vida cotidiana y procesos microsociales. Pero no es la regla ni la ruta obligatoria. Tan es así
que hay interesados en los efectos —económicos, políticos, culturales y otros— de la globalización en el
mundo de la vida de la gente común.
c) La historia oral tiene a la subjetividad como uno de sus objetos centrales de indagación, y lo seguirá
siendo mientras persiga las memorias y los olvidos en la experiencia vital de las personas con las que
interactúa porque destaca y centra su análisis en la “visión y versión” que de su experiencia expresan los
sujetos sociales.
d) Buscar siempre como información lo que los sujetos sociales expresan en voz propia le permite a la historia oral
acceder al punto de vista del actor social, al conocimiento del entramado simbólico del que surge el testimonio
en la situación específica propiciada por la práctica de la entrevista oral, con enfoque biográfico. Esta disposición
a buscar, escuchar, registrar y sistematizar la voz de los sujetos sociales tiene la intención de adquirir un mayor
conocimiento específico de la historia y la comprensión de los problemas del mundo contemporáneo.
e) Destacar que la historia oral tiene el compromiso y el reto de aportar nuevas fuentes para documentar e
interpretar la historia del tiempo presente, ya que no basta ni será suficiente conformarse con los acervos
existentes. Los archivos o “fuentes orales” construidos son un aporte concreto y público que da cuenta de
la labor productiva y socializadora que hace su práctica cabal. Producir nuevas fuentes históricas
contribuye a la ampliación del conocimiento social, facilita el acceso del público interesado al
conocimiento histórico y promueve experiencias en el ámbito político, comunitario y de proyectos de
carácter autodirectivo. La fuente oral conformada al final de una investigación es un corpus de información
de corte cualitativo que tiene características complejas: puede expresar una diversidad temática por género,
posición social y por contrastes temporales y espaciales, entre otros muchos aspectos o dimensiones de la
vida social. La fuente oral tiene otra característica relevante: está concluida como proceso de indagación,
pero no lo está en otro sentido más trascendente; es decir, aquellos que nutrieron dicha fuente inicial aún
están vivos y generan nuevas historias y nuevos contenidos para sus relatos y narraciones del futuro. A la
fuente oral, por lo tanto —y en relación con los sujetos productores—, se le debe considerar como una
serie de fases o momentos en el tiempo de los trayectos vitales: como una espiral en movimiento. La
fuente oral se asemeja a una diapositiva en el tiempo, donde las imágenes que aparecen las contemplan y
valoran los propios actores que allí aparecen: tanto el narrador —llamado “informante”— como el
conductor de las entrevistas —o investigador— se encargan de recomponer, revisar, reiniciar, resignificar
lo relatado, narrado y discurrido.

Las expectativas generadas en el campo de la historia oral mexicana aparecen en un horizonte de


futuro cuyas probabilidades de cumplirse son inciertas; en buena parte dependen de lo que hagan sus
practicantes para que se concreten de manera semejante a los deseos figurados. Pero no todo está en
ellos: lo imponderable y lo insospechado también tienen su lugar. Sin embargo, quedan caminos por
recorrer y experimentar; quizá algunos descubrimientos por realizar. La cuestión será echarnos a andar
con preguntas e inquietudes novedosas, con acompañantes entusiastas y nuevos ánimos para encontrarse
con el futuro.
A 15 años de la primera edición de este libro, celebramos que el interés en torno a la práctica de la historia
oral siga presente en múltiples contextos formativos de nuestro país y de otros lugares de habla hispana.
Nuevos autores han enriquecido el panorama y han pluralizado la experiencia que se documenta y se
comparte, no sólo, pero especialmente, en los encuentros bianuales de la Asociación Mexicana de Historia

5
Oral. La participación es grande y los jóvenes, creativos y entusiastas, utilizan y recrean las propuestas de la
historia oral en México. A esos jóvenes les dedicamos de nueva cuenta este texto: que les resulte inspirador y
se animen a recorrer su propio camino.

Jorge E. Aceves, Guadalajara, mayo de 2012

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ACEVES, JORGE E.
1999 “Desde México: notas sobre la Asociación Mexicana de Historia Oral”, Voces Recobradas, núm. 5, pp. 4-6.
2008 “Memorias convocadas. Los concursos de testimonios como fuente para la historia oral contemporánea”,
Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, vol. XIV, núm. 41, enero-abril, Guadalajara, pp. 9-40.
2004 “Historia oral en México. Antecedentes y mirada panorámica a su práctica reciente”, Voces Recobradas,
Revista de Historia Oral, núm. 17, Buenos Aires, 2004, pp. 4-13.
BOLÍVAR, ANTONIO y JESÚS DOMINGO
2006 “La investigación biográfica y narrativa en Iberoamérica: campos de desarrollo y estado actual”, Forum
Qualitative Sozialforschung/Forum: Qualitative Social Research [Online Journal], 7(4), Art. 12, Disponible:
<http://www.qualitative-research.net/fqs-texte/4-06-4-12-s.htm>.
CAMARGO, ASPASIA, V. DE ROCHA LIMA y L. HIPPOLITO
1985 “The life history approach in Latin America”, Life stories/recits de vie, núm.1, 1985, París-Essex, pp. 41-53.
CISNEROS, CÉSAR
2000 “La investigación social cualitativa en México”, Forum Qualitative Sozialforschung/Forum: Qualitative Social
Research [Online Journal], 7(4), Art. 12. Disponible: <http://www.qualitative-research.net/fqs-texte/
1-00/1-00cisneros-s.htm>.
DE MORAES, M. Y J. AMADO (orgs.)
1996 Usos & abusos da historia oral, Fundación G. Vargas, Río de Janeiro.
GARCÍA, B. y X. SEPÚLVEDA
1985 “La historia oral en América Latina”, Secuencia, núm. 1, marzo, Instituto Mora, México, pp. 162-176.
JOUTARD, PHILLIPE
1986 Esas voces que nos llegan del pasado. Historia oral, México, FCE.
MEYER, EUGENIA
1991 “La historia oral en Latinoamérica y el Caribe”, Historia y Fuente Oral, núm. 5, Barcelona, pp. 139-144.
NECOECHEA, GERARDO y PABLO POZZI (comps.)
2008 Cuéntame cómo fue. Introducción a la historia oral, Imago Mundi, Buenos Aires.
OLIVERA DE BONFIL, ALICIA (coord.)
1999 Los archivos de la memoria, INAH, (Col. Científica, Historia, 394) México.
SCHWARZTEIN, DORA
1995 “La historia oral en América Latina”, Historia y Fuente Oral, núm. 14, Barcelona, pp. 39-50.

6
La historia oral en crecimiento. Presentación

Quienes elaboraron estos trabajos en 1996 tenían ya varios años transitando un camino que se vislumbraba
productivo para el desarrollo de un campo de investigación, entonces aún no afianzado, que ha logrado un
espacio propio e internacionalmente reconocido.
Los participantes de aquel seminario impulsaron proyectos de investigación que han resultado en una
diversidad de textos y productos de comunicación; participan activamente en la Asociación Mexicana de
Historia Oral, además de que Graciela de Garay y Gerardo Necoechea han sido nuestros representantes
latinoamericanos en la Asociación Internacional de Historia Oral. Los vínculos y esfuerzos apuntan a la
fundación de la Asociación Latinoamericana de Historia Oral, en el marco del II Encuentro Latinoamericano
de Historia Oral, a celebrarse en la ciudad de Panamá, en 2007. Las posibilidades y conexiones continentales
crecen, y el buen ánimo es muy visible.
La práctica de la historia oral en México crece también en torno a contactos e influencias entre las
disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, ya que con más frecuencia se aplica y valora en el
contexto escolar, como un recurso para aproximar a los estudiantes al conocimiento de su propia historia y
para obtener una visión más cercana y significativa de sus raíces e identidades sociales. La práctica también ha
llevado a una mayor y mejor reflexión de las intenciones y propósitos de investigar desde la plataforma
metodológica de la historia oral actual.
Esperamos que más interesados en la historia oral participen en los encuentros que cada dos años
compartimos sus practicantes, para reconocer historias y caminos recorridos. En la era de la información, la
historia oral no podría quedar fuera de las rutas de la comunicación virtual. En algunos sitios web
encontramos nuevos vínculos, intereses y lazos solidarios1 que permitirán recorridos transnacionales y
multiculturales, pues la historia oral es además un gran pretexto para la comunicación y una plataforma para
el encuentro entre diversas particularidades académicas y culturales a lo largo y ancho del mundo.

Jorge E. Aceves, agosto de 2006

1 Véase por ejemplo, <www.ioha.fgv.br,www.hola.pro.br,www.omega.dickinson.edu/organizations/oha/ <www.oralhistory.org.uk,www.h-


net.msu.edu/-oralhist/>.

7
Prólogo a la segunda edición

Jorge E. Aceves
CIESAS

La historia oral en México tiene ya un camino andado y muchos caminantes que pueden dar cuenta de su
experiencia; se ha transitado una diversidad de rutas, con resultados y vivencias enriquecedoras.
La práctica de la historia oral se ha multiplicado en las regiones geográficas del país, en una gran cantidad
de instituciones educativas y de investigación así como otras de carácter civil o gubernamental.
Aunque para la mayoría de los estudiantes de nivel medio y aun del superior, la historia oral suena como un
quehacer novedoso y por lo mismo cubierta de un aura atractiva, las técnicas y métodos propuestos por este
estilo de indagación sociohistórica ya han cumplido más de tres décadas de haber aparecido en nuestro
espacio académico y educativo.
No ha sido la misma amalgama de prácticas y saberes a lo largo de todo este tiempo; la historia oral ha ido
desarrollándose y transformándose, al igual que muchos de sus promotores e impulsores. De modo similar a
lo que acontece en la sociedad y los contextos amplios que enmarcan la vida y práctica de los que se dedican a
la historia oral, este conjunto de métodos y técnicas de indagación ha tenido la virtud —y la demanda— para
adaptarse a las nuevas condiciones y diferentes circunstancias que hacen pertinente el uso y apropiación de
sus ofertas metodológicas y heurísticas.
Como tal producto a la mano de cualquier investigador de lo social contemporáneo, la historia oral ha sido
también un pretexto para la comunicación entre los que la usan y experimentan. Como espacio de
comunicación ha sido generosa y ha estado abierta a muchas corrientes y estilos de apropiación. Desde
aquellos que la utilizan puntualmente para cubrir una inquietud específica de su indagación, o los que la usan
para complementar y añadir el ingrediente humanista que conlleva este enfoque cualitativo de trabajo, o hasta
aquellos que la emplean centralmente para la construcción de sus “datos” relevantes de investigación. La
intensidad y extensión en su uso es por lo tanto variable y no depende de sí misma, sino de la intención y los
objetivos de los practicantes de la historia oral.
En este libro encontraremos la exposición de 11 trabajos específicos de investigación cubriendo diversas
temáticas pero en torno y sintonizados en el enfoque de la historia oral y de vida. Cuando en 1996 se editó
por primera vez, su papel era dar cuenta del trabajo de un grupo de investigadores agrupados en el Seminario
de Historia Oral y Enfoque Biográfico, entusiasmados con la práctica de la historia oral y con la intención de
que sus textos fueran un aporte para abrir espacios de intercambio y discusión académicos. El libro circuló y
cubrió parcialmente una necesidad para la enseñanza de la historia oral en nuestro medio, mostrando una
variedad de posturas y modos de utilizar sus técnicas, herramientas y algunas de sus propuestas teóricas.
Agotada ya esa primera edición, nos pareció de nuevo importante dar a luz esta nueva edición, puesto que
sigue siendo válida la promoción de las potencialidades y variedades de hacer investigación con base en la
historia oral y contar con un texto de fácil acceso y lectura de temas e intereses actuales que introduzca a los
estudiantes en este campo de investigación. El texto, además, ha sido utilizado por los propios autores y otros
maestros en sus aulas y en sus actividades docentes, lo cual nos impulsó a promover una nueva edición.
Desde 1996 el panorama de la historia oral se ha desarrollado aún más y podemos dar cuenta de muchos
textos y eventos que han permitido mantener este espacio de comunicación académica. En primer lugar,
mencionaré que los autores de este libro junto con otros más se dieron a la tarea de impulsar un proceso de
organización más amplio y permanente, no sólo continuar con lo característico del trabajo académico sino
aventurarse a una organización formal. Entre 1991 y 1994, funcionaba una especie de “red” un tanto informal

8
que permitía a los que nos interesaba el asunto de la historia oral estar en contacto y vincularnos de vez en
vez en cuestiones académicas. En este periodo se organizaron seminarios y reuniones eventuales así como
también algunos coloquios anuales, como el llevado a cabo en Xalapa (1991) y en el Distrito Federal (1992).
El Instituto Mora destacó en este proceso al procurar y sostener un Taller de Historia Oral una vez al año, lo
que nos permitía mantener el contacto y difundir las propuestas de este enfoque de indagación. A partir de
1994 nos organizamos en el Seminario de Historia Oral y Enfoque Biográfico, del cual sale este texto, que nos
permitió de modo regular y planificado pensar en la posibilidad de funcionar no sólo como una red de
investigadores, sino en construir una instancia de representación, vinculación y quizá promotora de acciones
concretas y más de mediano y largo plazo.1
De la informalidad de la red pasamos a los caminos de la institucionalización al crear en septiembre de
1996 la Asociación Mexicana de Historia Oral (AMHO). 2 Sin el ánimo de querer ser la única instancia de
agrupación de los practicantes de la historia oral en México, se propuso difundir e impulsar todo tipo de
trabajo que tratara con los testimonios y tradiciones orales, con el fin de fomentar la comunicación y
coordinación con asociaciones e instituciones con intereses afines. Se proponía también impulsar talleres y
cursos, proponer y organizar eventos de corte académico y desarrollar la investigación, asesoría y publicación
de materiales relacionados con el campo de la historia oral y de vida. La AMHO cuenta con poco más de 50
asociados que con sus cuotas le permiten cumplir sus objetivos principales, aunque siempre con un fondo de
recursos económicos muy precario. Como órgano de difusión de la AMHO se diseñó el boletín Entre Palabras,
del cual se han publicado a la fecha dos números.
Organizados por miembros de la AMHO, en coordinación con diversas instituciones, se desarrollaron en
1996 y 1998 dos seminarios de carácter internacional. El primero se llevó a cabo en Zapopan, Jalisco, con la
participación de alrededor de 80 ponentes y varios invitados de reconocido prestigio de nivel nacional e
internacional. El de 1998 se realizó en Xalapa, Veracruz, también en el mes de noviembre, con el mismo
formato y volumen de participantes. De una selección de las ponencias presentadas en Zapopan, un colectivo
de la AMHO promovió un número especial de la revista Secuencia en 1999. 3
La AMHO se propuso también continuar con un seminario de discusión académica permanente, el cual se
ha desarrollado con regularidad en las aulas del Instituto Mora desde 1997. Allí mismo ha realizado sus
asambleas y se han generado otras iniciativas de trabajo. Varios de sus miembros han sido activos participantes
a nivel internacional de la IOHA (International Oral History Association) y en los congresos que ellos
organizan, así como en la participación en la revista Palabras y Silencios de versión bilingüe.
Los practicantes de la historia oral, por supuesto, no se restringen a los asociados a la AMHO, o a los que
han colaborado en este libro, ya que son muchos más los “caminantes”, logrando con su trabajo que el campo
de actividad de la historia oral sea más variado, rico y prometedor. En varios lugares se publican revistas y
textos y se organizan eventos, seminarios y talleres, todos ellos vinculados con el uso y análisis de los relatos
de vida, de los testimonios orales, los enfoques biográficos y la oralidad. A partir de iniciativas específicas de
algunos entusiastas de la historia oral se han publicado varios textos que han contribuido a la mayor
divulgación y fortalecimiento de este enfoque metodológico.4
La historia oral tiene diversos caminos y multitud de caminantes. Creo que aún está en construcción, que
no podemos determinar que el campo de la historia oral está por saturarse, por estancarse, sino al revés, me
parece que crece y se diversifica. Como espacio de producción de conocimientos y de comunicación, la
historia oral ya tiene mucho logrado y no obstante aún tiene retos por enfrentar. Particularmente: ampliar los

1 Como un resultado del coloquio Internacional de 1992 organizado por el INAH, se publicó el texto siguiente: C. Velasco (coord.) Historia y
testimonios orales, INAH, México, 1996, (Divulgación). También la reseña de S. Rueda en Dimensión Antropológica, año 3, vol. 8, 1996, pp. 165-169.
2 Un breve recuento de su formación puede verse en J. Aceves, “Notas sobre la AMHO”, Voces Recobradas. Revista de Historia Oral, año 2, núm. 5,
Buenos Aires, 1999. También algunos datos y bibliografía reciente se dan en J. Aceves “La historia oral y de vida: del recurso técnico a la
experiencia de investigación”, en J. Galindo (coord.), Técnicas de investigación en sociedad, cultura y comunicación, Addison Wesley Longman, México,
1998, pp. 207-276. En los dos números del boletín Entre Palabras de la AMHO, también hay datos sobre esta asociación.
3 “Historia Oral”, Secuencia, nueva época, núm. 43, enero-abril, 1999, Instituto Mora.
4 Por mencionar algunos que me parecen significativos: G. de Garay (coord.), Cuéntame tu vida, historia oral, historias de vida, Instituto Mora, México,
1997; H. I.Parraguirre y M. Camarena (coords.), Tiempo y significados, Plaza y Valdés, México, 1997; A. Olivera (coord.), Los archivos de la memoria,
INAH,(Científica, 394) México, 1999. Otros textos publicados en años anteriores pueden verse en las referencias de la bibliografía ubicada al final
del presente libro.

9
vínculos y los medios de la intercomunicación. La falta de recursos para la investigación y difusión del
conocimiento es uno de los obstáculos; la dispersión de los practicantes de la historia oral es otro más. La
ausencia de una red de archivos de la palabra, la producción de una revista específica, la incorporación de
nuevas tecnologías a los modos y prácticas de la historia oral son también cuestiones por enfrentarse.
Demasiados retos para una cantidad incierta de recursos, de todos los tipos, con los que se cuenta ahora en
los espacios institucionales donde se ejercita la historia oral. No hay datos y nadie hasta ahora ha realizado un
seguimiento, quizá la AMHO podría hacerlo. Sin embargo, no hay que desanimarse y no queda más que
avanzar gradual pero sistemáticamente.5
La historia oral contemporánea, como ejemplifican los trabajos que aquí se reproducen, podría considerarse
una de las opciones que tenemos los investigadores, los estudiantes y los interesados de cualquier grupo
social, como “recurso” para la investigación sociohistórica y como medio para relacionarnos con la sociedad
que nos rodea. Es un recurso que nos aproxima al conocimiento de lo local en un contexto cosmopolita y
global, que nos permite recrear espacios de comunicación y ensayar modos de interpretación sobre el sentido
y los significados de la vida y la experiencia humana. 6 Como enfoque eminentemente cualitativo, aporta
elementos que otros métodos y técnicas no dan; como punto de confluencia disciplinaria favorece el
enriquecimiento de sus practicantes al interactuar con puntos de partida y modos de operación conceptual y
pragmática diferentes. También tiene sus problemas, sus limitaciones, sus incapacidades, las cuales no
necesariamente la invalidan sino que la caracterizan, la ubican, le dan su pertinencia.
Creo que revitalizar nuestros modos y estilos de hacer investigación es una necesidad que no debe
desaparecer, sobre todo cuando nos interesa procurar la versión y la propia visión de los actores sociales con
los que interactuamos, con aquellas fuentes “vivas” que nutren nuestros trabajos y proyectos, nuestros (ellos
+ nosotros) productos de comunicación. Es claro que necesitamos muchos y cada vez mejores trabajos que
incorporen a la historia oral como parte medular de su actividad; esperamos que este libro sea un aliciente y
una invitación a transitar los caminos diversos de la historia oral.

5Ciertamente existen apoyos como el del Conacyt, que en los últimos años ha dado recursos económicos a diversos proyectos de investigación
que plantean la historia oral como parte sustancial de su trabajo.
6 Cfr. el comentario del libro por María Ana Portal en Secuencia, núm. 43, enero-abril, 1999, Instituto Mora, pp. 143-150.

10
Introducción. La historia oral contemporánea:
una mirada plural

Jorge E. Aceves
CIESAS

La historia oral que se ha desarrollado en las últimas dos décadas del siglo XX nos ha ofrecido orientación y
proporcionado medios para obtener un conjunto de propósitos, como buscar mejores conocimientos de la
historia y sociedad contemporánea y poder contribuir a modificar una práctica científica frecuentemente
desligada de su entorno y de los sujetos sociales con que interactúa.
Como parte de esta disposición, le ha interesado aportar nuevos cuerpos de evidencias sociohistóricas,
construyendo archivos orales y privilegiando una aproximación cualitativa en el proceso del conocimiento
histórico y socioantropológico. Esta práctica de investigación se ha planteado también la conveniencia de
propiciar una plataforma para la interacción disciplinaria y llegar a cubrir una función de vínculo entre los
actores sociales y los medios de registro, estudio y difusión de aspectos significativos de las experiencias
vitales individuales y colectivas (De Garay, 1994).
A la historia oral le ha interesado conocer y comprender la dinámica propia de los grupos y sociedades
humanas, y, como parte de una disciplina científica, le preocupan los hechos y fenómenos sociales en que
participan instituciones e individuos involucrados en determinados procesos económicos, políticos y
culturales (Prins, 1993).
Estos intereses de la historia oral surgieron por el esfuerzo de búsqueda de nuevas alternativas para el
oficio del historiador, que se fueron concretando en el proceso de detección de “nuevos sujetos sociales” con
el propósito de abordarlos en “escalas y niveles locales y regionales”, para buscar y comprender fenómenos
sociohistóricos particulares mediante la producción de “nuevas fuentes” de información y evidencia histórica.
La historia oral, como método de investigación, orienta y señala, propone y sugiere caminos por ensayar
(Aceves, 1993, y Marinas y Santamarina, 1993). No es un método terminado, regularmente está
construyéndose en la práctica.
De modo que al hablar de la historia oral como un método de investigación, nos estamos refiriendo al
procedimiento establecido de construcción de nuevas fuentes para la investigación sociohistórica, con
base en los testimonios orales recogidos sistemáticamente para investigaciones específicas, con métodos,
problemas y puntos de partida teóricos explícitos (Thompson, 1988). Hacer historia oral significaría, por
lo mismo, producir conocimientos históricos científicos y no simplemente lograr una exposición
ordenada de fragmentos y experiencias de vida de los “otros”. El historiador oral es más que la
grabadora que amplifica las voces de los individuos “sin historia”, ya que procura que la evidencia oral
no sustituya la labor propia de investigación y análisis sociohistórico; que su papel como investigador no
quede reducido a ser sólo un entrevistador eficiente, que su esfuerzo y su capacidad de análisis científico
no queden depositados y sustituidos por las cintas de grabación (Aceves, 1996). No sólo le importa
construir y sistematizar sus nuevas “fuentes orales”, sino que requiere integrarlas y confrontarlas con los
demás acervos históricos.

11
II

A la historia oral se le puede concebir como una “corriente disciplinar” cuyo campo de influencia y acción no
se restringe a un solo país o a un continente, ya que en la actualidad es una práctica de investigación
internacional que ha construido sus propias redes y campos de interrelación. Sin embargo, no se identifica
con una disciplina en concreto, es decir, la historia, ya que participan una diversidad de estilos y procedencias
profesionales; la interdisciplina es uno de sus elementos característicos (R. Grele, 1990; R. Benmayor y A.
Skotnes, 1994).
Hace una década, o poco más, se le consideraba una mera técnica de recopilación de testimonios, a lo más,
como buenos archivistas de nuevos tipos de archivos: los orales. Con el paso de los años, la historia oral fue
desarrollando su identidad disciplinaria y a partir de los años ochenta comenzó a darse a conocer con más
fuerza, ya no exclusivamente en el campo de la historia, sino también entre otros investigadores de lo social:
antropólogos sociales, sociólogos, comunicólogos, psicólogos sociales y una diversidad de profesiones que
tienen que ver con ciencias sociales y humanas, pero particularmente en aquellos ámbitos donde existía un
deseo de experimentar con nuevas metodologías, técnicas y procedimientos analíticos de tipo más cualitativo
y relacionados con el campo de la oralidad. Como buenos ejemplos en esta dirección, tanto en su labor de
difusión como foros de análisis, lo han sido la revista española Historia y Fuente Oral, 1 la inglesa Oral History
Journal y la estadounidense Oral History Review.
La historia oral contemporánea se ha derivado de una práctica de investigación procedente de una rama de
la historia, la “historia social”, que a su vez tenía enfoques particulares que promovían acercamientos a la
historia contemporánea tratando de abordarla con nuevos aportes, tanto por la selección de los sujetos y
objetos de la investigación como por los métodos y herramientas a utilizar. Las tendencias de “historia
popular” y “local”, por ejemplo, fueron antecedentes cercanos para el desarrollo de la historia oral, ya que
mostraron la necesidad de tener perspectivas plurales para estudiar los fenómenos históricos y aun los
actuales (Samuel, 1984). Por parte de la historia local, por su énfasis en considerar los niveles micro y
regionales, y por parte de la historia popular, por considerar los sujetos mayoritarios o populares de la
historia. Ya que se trataba de abordar a nuevos sujetos sociales que usualmente habían descuidado la
historiografía tradicional y las inquietudes más amplias de la historia social, que demandaba una apertura de la
práctica historiográfica hacia las ciencias sociales. Estas cuestiones motivaron un acercamiento a otras
disciplinas, como la economía, que propició numerosos estudios de demografía histórica e historia
económica; o el vínculo con la antropología, que también propició la incorporación de estudios histórico
culturales y de las mentalidades; también la psicología hizo aportes para hacer evidentes los campos subjetivos
y dimensiones no conscientes de la realidad social (Figlio, 1993).
Este espíritu, que desarrolló a la historia social como movimiento disciplinario internacional, que renovó a
gran escala los estilos y procesos de investigación histórica, facilitó que surgiera, y con el tiempo se asentara,
una corriente de investigación que retomaba lo propuesto por las vertientes “locales” y “populares” y que lo
aplicaría a nuevos campos poco considerados por otros colegas historiadores, como la construcción de
nuevas fuentes para la historia contemporánea y la aplicación de métodos y conceptos procedentes de las
ciencias sociales en sus operaciones analíticas (Bertaux, 1993).
Desde el principio, este estilo de hacer historia trató de construir “fuentes orales”, sobre todo como un
aporte específico novedoso, ya que la construcción de los acervos orales era un “rastro” que le va
configurando una identidad a la historia oral. Hay quienes critican el hecho de que los investigadores que
hacen historia oral dedican buena parte de su tiempo a realizar entrevistas, transcribirlas y revisarlas con el fin
de organizar y ordenar el archivo oral que se va acumulando y haciéndose más grande y más difícil de manejar.
Hay quienes piensan que el trabajo del historiador oral se reduce a convertirse en un especialista de la
entrevista grabada, que deja el trabajo de investigación en manos de la grabadora y el video. Una crítica
relevante consiste en que se sobrevalora la construcción de las fuentes orales y que no se les aplican los

1 La revista cambió su nombre a Historia, Antropología y Fuentes Orales. [N. del ed.]

12
controles de producción necesarios para hacerlas más válidas y útiles para otras investigaciones, accesibles a
un público más amplio, etcétera.
No obstante, y sin descalificar la justeza o no de estas críticas, lo cierto es que un elemento característico de
la historia oral es producir nuevas fuentes, pero guiados por la idea de aportar algo original; ya que no sólo
escogieron sujetos sociales descuidados por otros, sino que intentaron abordarlos a partir de examinar con
mirada crítica todas las fuentes existentes y producir las que no existían; puesto que para estudiar sujetos sociales
como los sectores populares o mayoritarios, era necesario producir las fuentes que dieran cuenta de la historia
de esos grupos subalternos no tan “visibles”, y como se trataba de historia contemporánea, lo adecuado fue
construirlas con base en su testimonio directo, sin intermediaciones. Hacer nuevas fuentes orales, contribuir a la
“visibilización” de los actores sociales era entonces una contribución específica de la historia oral respecto, por
ejemplo, a la historia local y regional o a la económica (Joutard, 1986).
Pero al plantearse la necesidad de construir nuevas fuentes, los llamados “archivos orales”, se tuvo que
recurrir también a la experiencia desarrollada en otros campos de las ciencias sociales, como la
antropología, la sociología, etcétera, ya que estas disciplinas tenían un caudal de producción acumulada en
estos asuntos. Los antropólogos, desde el inicio de su disciplina ya utilizaban y construían las llamadas
“historias de vida”. Los sociólogos, a nivel internacional, ya habían experimentado, por lo menos desde los
años veinte, con los concursos públicos para recopilar autobiografías y testimonios de campesinos y
jóvenes obreros, ya se había desarrollado una metodología cualitativa para recolectar autobiografías
producidas en la interrelación entre el investigador y los sujetos de investigación; ya se habían especificado
los principios técnicos y las herramientas principales para elaborar guías y protocolos de investigación; ya
se habían generado técnicas de observación etnográfica a detalle, modos de reconstruir conversaciones
informales, etcétera (Saltalamachia, 1992, y Pujadas, 1992).
Con la inquietud de producir una mirada compleja, que dejara poco al azar, ya que quería producir no
sólo evidencia sino formular interpretaciones y explicaciones de los problemas de investigación en que se
enfrascaba, la historia oral tuvo necesariamente que dirigir su atención a lo que estaba sucediendo en otras
disciplinas y aprender de ellas. Esto la llevó a incorporar en su propio proceso de consolidación de sus
métodos y técnicas lo experimentado en esas otras disciplinas, sin necesidad de tener que copiar sus estilos
y modos particulares de hacer el trabajo, pero por supuesto, examinar lo que allí había y tomar lo que más
le conviniera.
La práctica de la historia oral se convirtió en una especie de campo profesional donde cabían distintos
profesionales, cada uno con su oficio y su formación. Se tomaron conceptos teóricos desarrollados en la
antropología y la sociología, se asimilaron sus técnicas etnográficas para el trabajo de campo, se
incorporaron métodos de investigación más propicios para desarrollar aproximaciones cualitativas en los
fenómenos de tipo histórico; fue una interacción estrecha, en cuyo proceso todos salieron enriquecidos.
El desarrollo de la historia oral contemporánea ha sido moldeado desde el principio por esta interrelación
con diversas disciplinas sociales y humanas, por lo que su consolidación no es sólo una derivación de la
historia social, sino que es resultado de una matriz de aportaciones plurales respecto a conceptos,
métodos, técnicas, jerarquía en los sujetos de investigación, modos analíticos, forma y estilos de difusión y
socialización de los resultados.
Esta faceta plural de la historia oral se manifiesta en las revistas y órganos editoriales dedicados a ella, así
como en los coloquios y conferencias internacionales donde se muestra la presencia de diversas disciplinas, y
donde la historia oral parece ser un buen “pretexto” para buscar un lugar de encuentro (Dunaway-Baum,
1984, y R. Grele, 1990). Por eso existe la idea de que la historia oral ha sido un ámbito de investigación plural
que da cabida a diversos enfoques sobre lo social y las maneras de abordarlo. Lo que reúne a esa diversidad de
investigadores es el interés de manejar testimonios y tradiciones orales, ya sea en forma de relatos de vida,
autobiografías, biografías, trayectorias vitales, etcétera. La historia oral, por lo tanto, nos estimula a incursionar
en el terreno fértil de los enfoques plurales y a obtener mayor provecho de las ópticas intervinientes. Lo que
al final importa es pensar en términos sociales y no en afiliaciones profesionales, porque ciertamente nuestro
trabajo está destinado a ser utilizado por la sociedad en su conjunto.

13
III

Considerando lo dicho como un telón de fondo, ahora es conveniente referirnos al contenido del libro y de la
experiencia que lo ha nutrido.
Aquí se ofrece un conjunto de reflexiones y trabajos de investigación recientes alrededor de la práctica de
la historia oral desde México. Estos textos están vinculados a un colectivo de discusión y trabajo académico:
el Seminario de Historia Oral y Enfoque Biográfico que se verifica regularmente bajo el auspicio institucional
del CIESAS. Este seminario ha venido funcionando desde finales de 1994 con una agenda académica abierta al
público y paulatinamente ha ido fortaleciendo su actividad y presencia.
El seminario surge como un espacio de intercambio y comunicación entre diferentes formas y estilos de
hacer investigación social en general, y en particular con distintas posiciones y experiencias al abordar la
metodología de la historia oral y las historias de vida. El referido seminario ha funcionado como un pequeño
espacio académico donde se han podido confrontar y conocer distintas formas de trabajar con los
testimonios y las tradiciones orales, las biografías, los relatos autobiográficos, los problemas de la oralidad,
etcétera. No nos ha interesado promover una visión única y normativa de un quehacer profesional, sino más
bien nutrirse de la multiplicidad. Saber escuchar y mirar es parte central de la metodología de la historia oral y
los enfoques biográficos y, por lo mismo, esta mirada diversa ha querido ser el timón de la actividad del
seminario. Participan en él investigadores de diversas disciplinas: antropología, historia, psicología, sociología,
comunicación, y ha contado con la presencia de invitados y conferencistas.
Las actividades del seminario son específicamente académicas y se centran en la organización de
conferencias, presentaciones de proyectos y avances de investigación, realización de coloquios y seminarios
públicos, así como en propuestas de publicaciones y difusión de materiales relacionados y, por último, en la
promoción de la organización y asociación de los investigadores interesados en la historia oral.
La historia oral ha significado además un espacio para la confluencia de intereses y perspectivas de trabajo
diferentes; lo que nos ha reunido ha sido, entonces, la posibilidad de compartir experiencias de trabajo y de
investigación, la de confrontar problemas y alternativas de resolución. Trabajar con relatos, testimonios y
tradiciones orales, reconstruir situaciones y procesos sociales mediante historias de vida y trayectorias vitales,
poder entender las diversas narrativas y géneros orales, nos ha facilitado la interacción disciplinar en torno al
programa de acción y propuestas de la historia oral actual. Esfuerzos como el presente texto nos permiten
pensar que a pesar de no existir una revista especializada en la cuestión, de formas institucionalizadas de
enseñanza, o estructuras organizativas que agrupen a los que practican y piensan la historia oral y métodos
cualitativos semejantes, posibilitarán la existencia más sólida de espacios adecuados y permanentes de
interacción profesional. La historia oral puede cumplir entonces un papel de vínculo social, no sólo entre los
investigadores y sus sujetos de estudio, sino también entre los que realizan su práctica en este campo de acción
disciplinaria. La historia oral la hemos querido concebir como un esfuerzo que suma e integra, y no un
proyecto que deslinda y enclaustra.
Esta obra, por lo antes dicho, responde a un proyecto colectivo para compartir ideas, inquietudes y
esfuerzos con el trabajo de reflexión e investigación al que todos estamos dedicados. El presente libro, como
un producto generado dentro del seminario, también nos puede dar un ejemplo de los retos y posibilidades de
esta confluencia disciplinar. Es el caso, por ejemplo, en la construcción de nuevas evidencias, de nuevas
fuentes —a partir de una estrecha relación con personas que comunican su vida-experiencia y actúan su
palabra-discurso— que el análisis e interpretación de las “fuentes vivas” se convierte en un asunto
complicado y no determinado por reglas fijas o modelos de tratamiento. Tanto los relatos de vida como las
autobiografías, las historias de vida, los testimonios orales, etcétera, son fragmentos discursivos-narrativos
que adquieren una diversidad de modulaciones y sentidos, en buena parte determinados por las condiciones
de producción de los mismos; o sea, por la situación previa y durante la situación de la entrevista oral. Esto
seguirá siendo uno de los mayores retos de la praxis de la historia oral: dar cuenta de los pasos y rastros que la
han llevado al lugar donde se encuentra (Marinas-Santamarina, 1993).
La historia oral ha sido un camino útil para abordar el complejo de problemas y acciones colectivas. La
posibilidad de acercarse a los actores y recoger de “viva voz” sus relatos y testimonios ha sido una manera

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“próxima” y válida para reconstruir los procesos de formación de esas identidades colectivas y para apreciar
el entrecruzamiento de las vidas y trayectorias individuales con los procesos grupales y societales (Galindo,
1994). Los relatos de vida nos dan la posibilidad de entender en otra dimensión y en otros ritmos los
acontecimientos más generales ocurridos en torno a la vida de los individuos; proporcionan voces con calidad
y verosimilitud sobre los acontecimientos pero, sobre todo, la visión y versión propia de los actores involucrados
e inmersos en el mundo de lo cotidiano (Portelli, 1988, y Thompson, 1988).

IV

Todos los trabajos seleccionados, y que aquí exponemos, fueron presentados en eventos académicos,
discutidos y reelaborados para integrar este libro en varias sesiones de trabajo del Seminario de Historia Oral
y Enfoque Biográfico. Uno de los eventos fue el simposio “Historia oral: un espacio de confluencia
interdisciplinar” en el marco de la XXIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología (SMA) en
agosto de 1994, en Villahermosa, Tabasco. En este simposio el objetivo era exponer y discutir experiencias de
investigación y reflexiones teórico­metodológicas en las cuales, a partir de la recopilación y utilización de
tradiciones y testimonios orales, se haya experimentado una confluencia o contacto entre la antropología y
otras disciplinas, como psicología, sociología, lingüística, estudios literarios, comunicación, etcétera. El
segundo evento fue la Conferencia Internacional de Historia Oral que tuvo lugar en Nueva York, en octubre
de 1994, organizada por The Oral History Research Office de la Universidad de Columbia, que dio cabida a
más de dos centenas de conferencistas con una amplia gama de temas y problemáticas. La historia oral y sus
métodos fue uno de los temas que permitieron compartir experiencias de investigación entre los participantes
de los diversos países.
Hemos recogido y discutido en el contexto y dinámica del seminario sólo algunos trabajos elaborados por
sus miembros-investigadores. Los materiales incluidos son una muestra de lo que en la actualidad se hace y
piensa en torno a esta metodología desde México y en torno de los que confluyen en el seminario. No se
puede afirmar que nuestra compilación sea representativa, dados los límites de espacio y características
formales de los textos, pero sí pensamos que da cuenta de algunas tendencias teóricas y metodológicas de la
investigación actual en historia oral. Y hay que verla como una compilación abierta de intereses y experiencias
que han bordado en torno a la historia oral. Por ello, no pretendemos crear un texto de definición
disciplinaria sino uno colectivo, producto del intercambio de experiencias en torno a la producción de un
espacio académico particular. Asimismo, es una invitación a la comunicación e intercambio con los lectores
que pueda tener esta obra.
Los trabajos abordan distintos medios y problemas sociales; la mayor parte son obras de antropólogos e
historiadores, investigadores con diferente formación, pero que tienen el propósito de retomar y utilizar las
propuestas metodológicas de la historia oral. El desarrollo de procesos de identidad, la transmisión de
conocimientos y experiencias personales, memoria individual y colectiva, evocación de recuerdos y memorata
de sucesos, testimonios personales, anecdotarios de los abuelos, rituales y ceremonias para invocar lo propio,
son la “materia” que aparece y que con una diversidad de estilos, géneros y contenidos muestran los
materiales orales. Aparecen diversas técnicas de exploración y tratamiento de los textos orales, se analizan con
entramados teóricos diversos y se recurre a distintos procedimientos y herramientas de investigación donde la
historia oral no es ni “el” método ni “la” técnica exclusiva, aunque se le reivindica como la central, ya que se
le utiliza siempre en combinación con otras fuentes, medios y técnicas de investigación.
Las principales temáticas que aparecen están relacionadas con los procesos de construcción de
identidades sociales y conformación de grupos, así como con trabajos que abordan estos procesos desde el
punto de vista de las mujeres. También destaca la reflexión sobre las cualidades y problemas que enfrenta
una postura interdisciplinaria vinculada con las propuestas desde la historia oral. Interdisciplina,
identidades y mujeres son, por lo tanto, los temas que aparecen y vinculan los diferentes trabajos, que
permiten no sólo una plataforma de discusión de carácter metodológico, sino también posibilidades de
intersección temática. No son textos que discutan unos con otros; más bien son ensayos y avances que

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comunican sus respectivos esfuerzos y descubrimientos. Sin embargo, están en una sintonía común: la
reflexión desde el campo de la historia oral.

De modo sintético, expondremos el contenido de cada uno de los trabajos que integran este libro. Primero
Luciana Ramos y Martha Romero, en su escrito “Historia oral y psicología”, exponen la investigación que
realizaron en la ciudad de México, por una parte, con adictos a drogas y al alcohol, y, por la otra, con personas
involucradas en procesos de victimización. Construyendo su investigación basadas en la recopilación de
relatos de vida y trayectorias personales, aportan reflexiones sobre los marcos explicativos, desde el campo de
la psicología social, y sus vínculos y aportes recíprocos con metodologías cualitativas como la historia oral.
Graciela de Garay, en su trabajo “El testimonio arquitectónico: de la palabra a la imagen”, que trata de la
experiencia de entrevistar a una docena de relevantes arquitectos mexicanos, relata las dificultades y
posibilidades para experimentar el lenguaje visual en historia oral. Además explora las peculiaridades de la
narrativa oral tal como surge en la historia oral.
Vinculado al anterior trabajo, María de Lourdes Roca, en su “Historia videoral: un campo interdisciplinar a
desarrollar”, nos ofrece una sugerente propuesta metodológica al reflexionar sobre la divulgación histórica
audiovisual, en el contexto de la interdisciplinariedad y, particularmente, de las posibilidades y limitaciones en
el campo de la historia oral.
El trabajo de Gerardo Necoechea, titulado “Un experimento en historia pública e historia oral: los museos
comunitarios de Oaxaca”, es acerca de la sistematización de una experiencia de investigación y promoción
educativa alrededor de la organización de museos comunitarios en ese estado. Aquí la historia oral es un
medio y una técnica de trabajo que fortalece propósitos más amplios de carácter pedagógico y que promueve
la recreación de identidades comunitarias. El texto es un conciso balance de una experiencia de trabajo
iniciada hacia 1985.
A continuación se encuentra el trabajo de Mario Camarena O. “Los tejedores construyendo la artesanía.
Cambios y continuidades en la identidad de los artesanos. Generación e identidad” está ubicado en la
comunidad de Santa Ana del Valle, Oaxaca. La finalidad del texto es describir y analizar los cambios ocurridos
en la identidad de los tejedores de dicha comunidad a lo largo del siglo XX. A través de los relatos de vida de
una familia, en tres generaciones identificadas, se reconstruyen el proceso y los puntos de cambio y ruptura,
particularmente en torno al oficio de tejedor y sus productos.
Continúan Patricia Safa y Patricia Ramírez Kuri con su trabajo “Identidades locales como construcción del
sujeto, símbolos colectivos y arena política: una propuesta metodológica”, en el que hacen una exposición de
tipo metodológico para discutir el uso de testimonios orales en una investigación sobre la construcción de lo
local y las transformaciones del entorno urbano, en la delegación de Coyoacán, en la ciudad de México. En
este trabajo se reflexiona sobre la necesidad de partir de una perspectiva multidisciplinaria que permita
relacionar las características históricas, geográficas y culturales de los entornos urbanos con la experiencia de
vida de los sujetos que participan de distinta manera en tales transformaciones.
El texto de Jorge E. Aceves, titulado “Del ecologismo e historias personales”, es un ensayo que hace una
caracterización del campo del ecologismo y discute la pertinencia de utilizar la historia oral como medio de
integración de fuentes y vía de análisis del fenómeno social. El texto delimita el tipo de acción colectiva en
estudio y distingue los actores sociales involucrados y sus formas organizativas predominantes (ONG) y, con
base en los relatos de vida y trayectorias personales recolectados dentro del proyecto, ensaya una interpretación
sobre lo general y lo particular de la acción colectiva de estas organizaciones sociales emergentes.
Mario Camarena y Susana A. Fernández, con su trabajo “La identidad y el espacio en la vida obrera”, tocan
un tema de relevancia que está muy presente en los estudios de historia oral: el problema de la formación de
las identidades sociales. Su estudio se basa en entrevistas realizadas con profundidad y en información de
archivo proveniente de San Ángel, D.F. (1940-1960). En el texto, a través de los relatos de los trabajadores, los
autores muestran que el espacio está determinado por el parentesco, la religiosidad y las costumbres.

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Con el trabajo “Mujeres en el terremoto. Distintas estrategias frente a la catástrofe en Nápoles y la ciudad
de México”, Ángela Giglia examina, mediante los relatos de vida de mujeres, las experiencias del terremoto de
1984 en Italia y el de 1985 en México, así como la búsqueda y batalla de los damnificados por obtener vivienda.
Esto lo muestra la autora mediante la reconstrucción de la significación que tuvieron los eventos para las
mujeres entrevistadas; además, explora los procesos de construcción de identidades sociales en la
consideración de diversos ámbitos de acción y presencia.
El trabajo de Rosío Córdova, “Infidelidad femenina y tolerancia social en el campo: el papel de la
sexualidad en la construcción de identidades”, es un texto que trata sobre la sexualidad de mujeres
campesinas en una comunidad del centro del estado de Veracruz; intenta, mediante el uso de la historia oral,
analizar la multiplicidad de recursos que la mujer campesina despliega en su lucha por la sobrevivencia. Aquí
se discuten también los procesos de construcción social de las identidades femeninas y se aportan elementos
que dan cuenta del contexto específico en que se desenvuelven las prácticas y representaciones sociales de los
sujetos abordados.
El texto que termina el volumen es el de Concepción Ruiz-Funes, “Señas de identidad de las mujeres
españolas exiliadas en México”, que reflexiona sobre el papel que tuvieron las mujeres de este exilio
particular, tanto en el ámbito de la vida privada como de las prácticas cotidianas para la formación y
reproducción de un “exilio que se volvió cultura”, así como una condición para identificarse y diferenciarse
socialmente. El texto rastrea estas señas de identidad al examinar un conjunto de historias de vida que forman
parte del archivo de historia oral Guerra Civil Española y Exilio en México, depositado en el INAH.
Todos los textos que integran el libro son resultados parciales de proyectos de investigación más amplios,
en los que sus autores están involucrados en la actualidad. Muchos datos, interpretaciones, afirmaciones o
preguntas planteadas podrán haber sido ya contestadas o reformuladas al momento en que este libro salga al
público; no obstante, manifiestan momentos de reflexión y de comunicación por parte de los autores. En
principio dan cuenta de los temas, de algunas técnicas e instrumentos utilizados; refieren a métodos y fuentes
específicas; exponen resultados, y apuntan problemas. Ni la historia oral ni los enfoques cualitativos utilizados
en los trabajos son normatividades disciplinarias; pensamos que son ejemplos de búsquedas y de encuentros
específicos, donde cada investigador, desde su propia experiencia y capacidades-limitaciones, les ha dado un
uso propio. Esperamos que los trabajos, y en general el conjunto del libro, aporten una idea de la manera
como algunos investigadores se han acercado a la historia oral a través de enfoques que privilegian lo
biográfico, para tratar de dar cuenta de aspectos y problemas sociohistóricos que forman parte de una
realidad social diversificada y en constante transformación.

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Historia oral y psicología

Luciana Ramos Lira y


Martha Romero Mendoza
Instituto Mexicano de Psiquiatría

Tenemos a nuestra disposición un vocabulario


inmenso para hablar del interior psicológico, ese dominio
secreto en el cual la estructura y el proceso del sí mismo
son tradicionalmente considerados componentes.
Hablamos con facilidad y confianza de nuestros
pensamientos, creencias, recuerdos, emociones, etc.
También poseemos un extenso discurso a través del cual
damos cuenta de las relaciones entre aspectos del mundo
mental. Hablamos de ideas, por ejemplo, en la medida en
que toman forma por los datos de los sentidos, se inclinan
por nuestros motivos, caen dentro de la memoria, se
alistan para el proceso de planeación, etc. […] En efecto,
tenemos a nuestra disposición una ontología llena e
intensa de la región interior.

Kenneth J. Gergen

Como psicólogas, hemos pasado algunos años trabajando en la investigación de dos problemas sociales
que consideramos relevantes: las adicciones y la violencia. Si bien en este trabajo no nos referiremos a estos
temas en particular, consideramos pertinente mencionarlos pues ha sido nuestro interés en abordarlos lo que
nos ha ido llevando a una crisis y a una reflexión —aún inacabada— de nuestro quehacer y lo que —en
forma afortunada— nos acercó a la historia oral. En este trabajo tratamos de comunicar algunas de estas
inquietudes, así como plantear en un esbozo preliminar lo que consideramos que aporta la historia oral a la
psicología y lo que ésta aporta a la primera. Lo anterior no sólo es producto de la lectura, sino del trabajo
mismo en el campo y en el difícil proceso de construcción de nuestros objetos de investigación.
Habiendo partido de los enfoques tradicionales de investigación, hemos tenido la posibilidad de
acercarnos a nuestros problemas desde la epidemiología, la psiquiatría y la psicología tradicional. Si bien no
negamos sus posibilidades, llegó un momento en que por diversos caminos —la psicología clínica y la
psicología social— y en las diferentes temáticas, empezamos a sentir algunas carencias. Éstas partieron
originalmente de una búsqueda de otras metodologías, lo cual nos llevó a tener contacto con las discusiones
internas de nuestra disciplina, las que —como fuimos descubriendo después— eran comunes a otras ciencias
sociales1 y de hecho también han aparecido en la misma psiquiatría. 2

1 Acuña (1988) menciona cómo, más allá del método, la crisis de las sociedades contemporáneas ha mostrado que los paradigmas de las ciencias
sociales no pueden dar cuenta de ellas, por lo que se ha generado una crisis en los saberes de lo social.
2 No es gratuito que, en una revista de gran prestigio académico —Psychiatry—, Strauss y Goering (1994) inviten a escribir acerca de estudios
clínicos intensivos en trastornos mentales y también sobre la subjetividad de investigadores y clínicos. Por mucho tiempo, el valor potencial de los
sentimientos y pensamientos del observador para fines científicos no ha recibido atención, incluso han sido considerados inexistentes o, en el
mejor de los casos, un obstáculo. Señalan: “Si miramos dentro de la caja negra y compartimos lo que encontramos, podemos ser más capaces de
apreciar y evaluar lo que sabemos y no sabemos sobre la salud mental y la enfermedad mental” (Strauss y Goering, 1994: 167).

18
Los problemas principales de la psicología contemporánea que han sido sometidos a discusión son: el
cienticismo, el individualismo, el universalismo y el causalismo. 3
En este sentido, la psicología ha modificado sus supuestos filosóficos, la concepción del sujeto y la visión
de la sociedad, dando lugar a un viraje en la metodología utilizada para acercarse al objeto de estudio, de ahí
que se empiece a privilegiar la utilización de enfoques cualitativos sobre los cuantitativos y a abandonar una
visión positivista de la ciencia. Según Pacheco (1994), este movimiento le pide a la psicología que modifique
sus modelos de investigación en cuatro dimensiones: el abandono del modelo médico; la inclusión de un
enfoque que permita estudiar las condiciones sociohistóricas, económicas y políticas de la sociedad; la
consideración de nuevos espacios para la producción del conocimiento, cambiando el consultorio por el
terreno mismo donde se da la vida cotidiana; incluir las relaciones de la vida cotidiana y, finalmente, la
utilización de un método que involucre activamente al sujeto, en el que él mismo participe en el proyecto de
investigación y de donde surja el conocimiento real de sus necesidades, “significado” por lo que
inevitablemente se convertiría en una psicología cultural.
Tal situación es reflejo, en gran medida, de las meditaciones de teóricos como Harré y sus colaboradores
(1989) desde la etogenia, y Gergen (1985, 1991) e Ibáñez (1994) desde el construccionismo, quienes
empezaron a cuestionar los conceptos mismos de la disciplina, tan básicos como emoción, agresión, autoestima,
etcétera, viéndolos como construcciones sociales sostenidas por acuerdos lingüísticos en una comunidad
científica hegemónica.
Al trabajar activamente en la investigación y tener problemas de estudio complejos (las víctimas de delitos
violentos y las adicciones en las mujeres) y por tanto inalcanzables con profundidad con la metodología
tradicional existente, surgió el interés de conocer nuevos enfoques que permitiesen alcanzar los puntos
anteriormente señalados por Pacheco (1994). Y es aquí donde nos pareció importante la historia oral. Su
utilidad es aún mayor considerando el hecho de que la mente y el lenguaje no son mundos separados; en este
sentido, una manera ideal de acceder a la primera es a través de la narración.
Según Gergen (1989), los predicados mentales son polisémicos, esto es, el vocabulario de la mente no
se ancla o define en particulares del mundo real; asimismo, considera que el habla mental es una ejecución
activa y elemento funcional en el proceso social, por lo que una de las formas de acceder a la mente es a
través de la narración. La información se organiza narrativamente en la mente, por lo que la narración es
un patrón natural de conversación social, siendo en sí misma una actividad generadora de sentido. 4 Como
mencionan Harré, Clarke y DeCarlo (1989), el pensamiento constituye en primer término una actividad
basada en la conversación. De aquí que el interés por las fuentes orales no sea totalmente nuevo en la
psicología. Las nuevas direcciones de investigación psicológica centran su atención en el análisis del uso del
lenguaje, lo que Centeno (1994) considera que se debe a la conceptualización del fenómeno psicológico
como sociocultural y simbólico.
Con base en estos supuestos, la historia oral se constituye como un instrumento de trabajo en muchas
formas ideal para la psicología por sus características peculiares. Entre éstas destacan, como señala Portelli
(1991), las siguientes. Primero que nada, su origen: las fuentes orales nos dan información sobre personas
analfabetas o grupos sociales cuya historia escrita se pierde o distorsiona. Segundo, el contenido: la vida
cotidiana y la cultura material de estas personas y grupos. Tercero, la forma: a diferencia del lenguaje escrito,
representado casi exclusivamente por rasgos segmentarios, el lenguaje oral se compone de otros rasgos que
no pueden ser contenidos dentro de un segmento único pero que también se relacionan con el significado
(tono, volumen, ritmo, que tienen significados implícitos y connotaciones sociales). Estos rasgos son el lugar
de funciones narrativas esenciales: “relevan las emociones de los narradores, su participación en la historia, y
la manera en que la historia les afectó” (Portelli, 1991: 48).

3 Harré, Clarke y DeCarlo (1989) señalan que el cienticismo implica el uso de un vocabulario confuso y métodos de investigación tomados
principalmente de las ciencias físicas; el individualismo implica el supuesto de que cada persona es la unidad psicológica en que se producen todos
los procesos importantes; el universalismo señala la tendencia a presentar los resultados de los estudios obtenidos en la propia “tribu” como
valederos para toda la humanidad; y el causalismo, el intento de explicar todos los fenómenos psicológicos como efectos de unas causas.
4 Véase el trabajo de Strickland (1994) al respecto en el ámbito clínico.

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Este tipo de fuentes, por tanto, “se presentan como instrumentos que permiten auscultar los aspectos
cualitativos y la historicidad de la vida social y que ponen de relieve la compleja trama de relaciones entre
individuos y sociedad, entre hecho particular y explicación particular” (Acuña, 1988: 1).

QUÉ APORTA LA HISTORIA ORAL A LA PSICOLOGÍA

Con base en lo anterior, consideramos que la historia oral aporta una serie de puntos a la psicología en el
momento de abordar diferentes problemas de investigación.

• La noción temporal histórica. Según Ricoeur,5 el tiempo y la narrativa son inseparables porque el
tiempo se vuelve humano cuando la figura narrativa le da forma y la narrativa se vuelve significativa
cuando representa la experiencia humana en el flujo del tiempo.
• La posibilidad de incluir en la interpretación del relato el hecho de que las percepciones de la gente y sus
interpretaciones de los eventos vividos están mediados por la cultura o subcultura a la que pertenecen.
• El reconocimiento de que en las interacciones cotidianas de la gente subyacen supuestos sociales que
norman la conducta y la manifiestan en sus relatos.
• El acceder, más allá de los hechos, a su significado. Según Portelli (1991), las fuentes orales son
creíbles no en términos de su adherencia a hechos (lo cual de alguna manera puede verificarse con
otras fuentes), sino en que se parte de ellos propiciando que la imaginación, el deseo y simbolismo
emerjan. Por esto no hay fuentes orales “falsas”. Las afirmaciones “equivocadas” siguen siendo
psicológicamente “verdaderas”.
• La posibilidad de acceder al sentido que se le da al pasado. Las fuentes orales son útiles para dar
cuenta de los cambios de la memoria. “Estos cambios revelan el esfuerzo de los narradores para darle
sentido al pasado y darle forma a sus vidas, y ubicar la entrevista y la narrativa en su contexto
histórico” (Portelli, 1991: 52).
• Crear nuevos materiales, por ejemplo, sobre grupos tradicionalmente silenciados como las
mujeres.6 Al respecto, Thompson (1988) reitera que la historia oral se interesa por el punto de
vista de las personas comunes y corrientes. Con la historia oral los no privilegiados, los
rechazados, los marginados, son testigos de la historia, permitiendo una reconstrucción del
pasado más realista que desafía al orden establecido. La historia oral permite acercarse
prácticamente a cualquier persona, requiere del habla y no necesariamente de la escritura. Parte
de considerar importante cada individualidad.
• Romper la barrera entre la institución y el mundo exterior. La naturaleza creativa y cooperativa del
método permite salir del escritorio a compartir experiencias.

Junto con lo anterior, destacan dos características esenciales de la historia oral que son útiles para
el enfoque psicológico: el acceso a la experiencia subjetiva de las personas y el reconocimiento de que
la misma relación interlocutor-entrevistador construye la narración. Estas particularidades ya han sido
reconocidas por algunos psicólogos. Por ejemplo, Centeno (1994) considera que el método biográfico
permite no sólo narrar experiencias vividas, sino que también relata una doble microrrelación social: la
del actor con su contexto y la del narrador con el científico. La primera permite ver la cualidad
cultural e histórica del individuo y la segunda se relaciona con el problema de la construcción del
conocimiento científico, permitiendo desvanecer la función del investigador y perfilándolo como
agente activo y comprometido.
Como señala Strickland (1994), las narraciones permiten vislumbrar la construcción de una “verdad
narrativa” coherente, continua y entendible y conocer el contenido y la forma de la experiencia de las personas.

5 Véase al respecto el trabajo de Rosaldo (1989).


6Esta aportación general es reconocida por autoras como Gluck (1984), quien considera que la historia oral “es la validación de las experiencias de
mujeres; es la comunicación entre las mujeres de diferentes generaciones; es el descubrimiento de nuestras propias raíces y el desarrollo de una
continuidad que nos ha sido negada en los relatos históricos tradicionales” (1984: 223).

20
QUÉ APORTA LA PSICOLOGÍA A LA HISTORIA ORAL

Todas estas aportaciones de la historia oral a nuestra disciplina podrían también ser enriquecidas por la
psicología. En particular consideramos que, si bien la historia oral considera a la subjetividad como un
elemento esencial en la conformación de las fuentes y en la interpretación,7 la psicología tiene una serie de
conceptualizaciones interesantes para profundizar en este aspecto, entre las que mencionaremos algunas
nociones derivadas del psicoanálisis.
Antes de abordarlas brevemente, cabe subrayar que tenemos claro que muchas disciplinas que se acercan
a sus objetos de estudio mediante la historia oral no pretenden realizar abordajes ni lecturas psicológicas; sin
embargo, por sus propias características, esta herramienta puede remover sentimientos poderosos al investigar
en el pasado, y estos recuerdos son en ocasiones dolorosos. Recordemos que al hacer una historia oral se
ponen de manifiesto dos historias: la que se cuenta (narrativa del sujeto) y la que ocurre (la interacción que se
da en el momento de la entrevista), sucediendo en estos dos niveles procesos psicológicos complejos.
Thompson (1988) ha reiterado cómo, entre otros aspectos, la relación de la historia oral con la psicología
es muy clara en narraciones de personas sobre hechos dolorosos de su pasado, por ejemplo, en víctimas de
campos de concentración. En sus narraciones, el miedo, el dolor y la vergüenza dificultan hablar sobre lo
sucedido, por lo que se demandan habilidades especiales del escucha, ya que trabajar con la memoria puede
fortalecer o recapturar la autoconfianza de las personas. Por tanto, la dimensión terapéutica de la historia de
vida es una dimensión que se requiere tener siempre presente.
Esta dimensión podría explicarse, en gran medida, para los afectos e impulsos que se expresan en el
momento de la entrevista, los cuales le pueden dar una sensación de alivio subjetivo al narrador. Si la persona
estuviera en un contexto analítico, esta expresión se retomaría como una parte a seguir elaborando a lo largo
de la terapéutica; en la historia oral simplemente se comparte, y puede llevar a una sensación de empatía
entrevistador-entrevistado.
Por otro lado, puede haber temas difíciles de abordar para un narrador porque involucren cuestiones
culturalmente penosas o eventos sumamente dolorosos, que no se comparten fácilmente. Entre las primeras
destaca el hablar de la sexualidad y la agresión, por ejemplo, y entre las segundas, de eventos o experiencias
traumáticas como la muerte, la enfermedad y el abandono.

• Por todo lo anterior, consideramos que la noción de inconsciente8 es un concepto esencial que nos
alerta sobre un sistema psicodinámico que toma forma cuando la gente se reúne ya sea en la realidad o
en la fantasía. Por tanto, como menciona Figlio (1993), este proceso debe considerarse en la situación
de entrevista mediante la que se realiza la historia oral, lugar que puede llegar a convertirse en una
compleja red del proceso inconsciente, junto con lo que es registrado, comunicado y actuado de manera
consciente. En el psicoanálisis estos procesos son controlados; en una situación cotidiana estas
proyecciones y estímulos circulan libremente, por lo que, como menciona Figlio, puede hipotetizarse
que “un individuo puede desplazar un conflicto inconsciente en un escenario social al proyectarlo sobre
otros, en especial en la gente que se adecua a tal proyección. Y en esta externación del escenario interno
e inconsciente es donde podemos encontrar uno de los ingredientes de la vida social” (1993: 21). De
esta manera, al realizar una historia oral se puede explorar cómo las fuerzas sociales, económicas,
culturales y políticas tocan esas fuerzas inconscientes del sentir y del actuar, modificándolas.

7 Figlio (1993) menciona al respecto que “los narradores de la historia oral comprenden tanto al historiador como a sus fuentes y todos —incluido
el historiador— deben abandonar cualquier reclamo de objetividad” (1993: 15).
8 Freud sustentó dos premisas fundamentales del psicoanálisis: la primera es la de que los procesos psíquicos son en sí mismos inconscientes y
que los procesos conscientes no son sino actos aislados o fracciones de la vida anímica total; el segundo principio es la afirmación de que
determinados impulsos instintivos que únicamente pueden ser calificados de sexuales, tanto en el amplio sentido de esta palabra como en un
sentido estricto, desempeñan un papel en la causación de las enfermedades nerviosas y psíquicas y, además, coadyuvan con aportaciones nada
despreciables a la génesis de las más altas creaciones culturales, artísticas y sociales del espíritu humano. En esta definición está implícito que lo
no percibido inmediatamente puede ser percibido mediatamente, y esto percibido es un hecho que la observación clínica puede verificar
(Abbagnano, 1989).

21
• En la interacción que se genera en la entrevista, es esencial tener en consideración procesos como la
transferencia-contratransferencia9 y los mecanismos de defensa y la ansiedad, que puedan
manifestarse en el “hacer la historia oral”. En palabras de Devereux, “la característica fundamental de
la ciencia del comportamiento es la reciprocidad real o potencial de la observación entre el
observador y lo observado” (1977: 45); constantemente nos encontramos en este juego de
percepciones conscientes e inconscientes. “Si tomamos por paradigma el estudio del hombre por el
hombre tenemos que aceptar y aprovechar el hecho significante de que, en una díada observacional,
las dos personas pueden decir ‘y esto percibo’”(Deveraux, 1977: 57).

Una combinación de todos los aspectos tratados: el inconsciente, la catarsis, la transferencia y la


contratransferencia, ayudaría a explicar por qué la gente se resiste a tocar ciertos temas y cómo el mismo
entrevistador puede no querer abordarlos. “La resistencia puede ser consciente, preconsciente o inconsciente
y puede expresarse por medio de emociones, actitudes, ideas, impulsos, pensamientos, fantasías o
acciones” (Greenson, 1976: 70).
Ahora bien, tener conciencia de estos procesos no implica que al salir al campo se cuente con las
herramientas necesarias para hacerles frente. Y en ocasiones, aun cuando pueda surgir una situación favorable
para permitir el insight al sujeto, nunca debe olvidarse que no es ése el espacio para hacer una interpretación,
pues sería no ética y “silvestre” (situación en la cual los psicólogos caemos con frecuencia).
Sin embargo, la historia oral puede verse enriquecida con las aportaciones psicológicas en cuanto a
técnicas de entrevista. Entre éstas, destacan la entrevista clínica que oscila entre el diálogo diagnóstico y el
terapéutico; la entrevista sencilla conocida como narrative interview donde el entrevistador se centra en la
problemática y sintomatología actuales y en la biografía anterior; la entrevista de interacción introducida por
Sullivan, que no sólo trata de establecer relaciones que posibiliten el diálogo o de observar las ya existentes
entre el paciente y el entrevistador, sino también intensificar el contacto entre ambos, además de ser
herramienta diagnóstica y la primera fase de una terapia incipiente, y, finalmente, la entrevista inicial
psicoanalítica o de orientación de este tipo, donde los interlocutores se encuentran frente a frente, pero en
una situación social asimétrica.10
Cabe aclarar que la utilización de algunos elementos de estas técnicas no debe suponer la extrapolación de
sus supuestos al campo de la historia oral. En la situación terapéutica, el entrevistador habla lo estrictamente
necesario para iniciar la conversación con el entrevistado y evitar que ésta se interrumpa; en ella, en cuanto
más asimétrica sea la relación, más seguro se sentirá el primero y tanto menor será la angustia en el segundo; y
análogamente a las técnicas coloquiales, los hechos biográficos interesan menos que las constelaciones
psíquicas. Los objetos de exploración son las estructuras psicodinámicas del sujeto, la posibilidad de
introspección, la capacidad de transferencia y la fuerza de la enfermedad. Se parte de una hipótesis
diagnóstica donde la propia personalidad del psicoanalista desempeña un papel decisivo en los resultados. La
historia oral no supone una relación asimétrica ni un desdén por lo biográfico, de modo que estas
aportaciones de la psicología y el psicoanálisis deben ser cautelosas.

UN DESAFÍO: LA INTERPRETACIÓN

Galindo (1987) señala que en las ciencias sociales hay problemas en dos flancos: uno, en la búsqueda y
registro de información, y dos, en el análisis e interpretación de ella. La historia oral como herramienta para
extraer datos nos permite, como hemos mencionado reiteradamente en este texto, acceder a la subjetividad
del informante dentro de condiciones sociohistóricas y romper la dicotomía individuo-sociedad. En este

9 Devereux (1977) conceptualiza estos términos de la siguiente forma. Transferencia: “En un marco de referencia puramente cognitivo, una reacción de
transferencia corresponde más o menos a una transferencia de saber, tal y como se entiende en la teoría del aprendizaje. El analizando, en que se han ido
desarrollando reacciones características para una persona emocionalmente significante, tiende —a veces en forma de compulsión a la repetición— a
reaccionar como si él fuese aquella persona y a veces lo hace deformando groseramente la realidad” (1977: 69). Contratransferencia: “La suma total de
aquellas distorsiones en la percepción que el analista tiene de su paciente y la reacción ante él que le hace responder como si fuera una imagen temprana y
obrar en la situación analítica en función de sus necesidades inconscientes, deseos y fantasías, por lo general infantiles” (1977: 70).
10 Véase a Schraml (1975) quien desarrolla estas técnicas ampliamente.

22
sentido, un desafío que conlleva la historia oral es el hecho de que, al adoptar una forma narrativa, enfrentarse
a la oralidad implica dirigir la atención a herramientas de la teoría literaria, la semiología, la semántica o la
pragmática, entre otras. ¿Y cuál modelo es más adecuado? Esto dependerá del objetivo a lograr en nuestros
intereses de investigación.
Lomas, Osoro y Tusón (1993) resaltan tres grandes vertientes lingüísticas: la filosofía analítica o pragmática
filosófica, que considera a la actividad lingüística parte esencial de la acción humana; la antropología lingüística y
cultural, la sociolingüística y la sociología interaccional, ocupadas de la lengua en relación con los usuarios, entendidos
como miembros de una comunidad sociocultural concreta; y la ciencia cognitiva interesada en los procesos
cognitivos que subyacen a la adquisición y al uso de las lenguas. Éstas, siguiendo a los autores, se interesan en
el estudio lingüístico en términos de unidades discursivas que no se limitan al marco oracional, sino que
atienden también a los aspectos pragmáticos de la comunicación que ligan al discurso oral, escrito o
iconográfico a sus contextos de producción y recepción. Por lo tanto, al analizar un texto producto de la
historia oral, se debe tener claro qué se busca y las bondades o limitaciones del modelo elegido.
Un ejemplo sería el análisis de la narrativa. Chanfrault-Duchet (1991) afirma que la historia oral tiene,
entre muchos otros, dos rasgos que le son característicos: 1) su naturaleza “literaria” y específicamente
narrativa del objeto producido en un diálogo y 2) la naturaleza social del self dramatizado en la narrativa. De
ahí señala que si uno no quiere perder la riqueza del material recolectado, deben construirse modelos
interpretativos específicos capaces de tomar en cuenta la dimensión narrativa y textual, el contexto social, las
representaciones sociales que se ponen en juego y, finalmente, las relaciones entre estos elementos.
Según esta autora, cuando el material recolectado está suficientemente elaborado para ser considerado
como una buena narrativa, revela la existencia de una estructura que puede identificarse a través de rasgos
específicos y que corresponde a géneros discursivos particulares y literarios, es decir, una historia de vida.

LAS VOCES

De lo anterior se deriva que la psicología puede retomar la historia oral y enfocarse a la reconstrucción de un
pasado personal, y en los sentimientos y explicaciones que estructuran una identidad personal o un malestar
específico. Pero considerando siempre que esta expresión individual surge en el contexto de una cultura y en
condiciones sociohistóricas particulares, siendo nuevamente el lenguaje el vehículo esencial para conocerla.
Para dar cuenta de la utilidad de la historia oral para la investigación psicosocial, tomaremos como
ejemplo una de las dimensiones clave en la experiencia humana: el sufrimiento, la cual no puede ser captada a
través de las metodologías tradicionales. Según Kleinman (1988), el sufrimiento puede definirse, desde un
registro histórico transcultural, como un aspecto universal de la experiencia humana en la que los individuos y
los grupos tienen que experimentar y soportar ciertas formas de preocupaciones, problemas y heridas físicas
o espirituales que pueden agruparse de cierta manera.
Existen desgracias contingentes, como las enfermedades agudas. Existen formas rutinarias de sufrimiento, que son
aspectos compartidos de la condición humana —como las enfermedades crónicas y la muerte— o
experiencias de depravación y explotación, de degradación y opresión a la que ciertos grupos de individuos
(los pobres, los vulnerables, los marginados, las mujeres, los discapacitados) están expuestos en forma especial
y otros relativamente protegidos de ello. Existe también el sufrimiento resultante de condiciones extremas, como
los desastres humanos y naturales, los accidentes, las violencias, etcétera. 11
Los significados culturales del sufrimiento pueden ser elaborados en diferentes formas, pero la
experiencia intersubjetiva del sufrimiento es en sí una característica definitoria de la experiencia humana
en todas las sociedades. Por lo anterior, “la etnografía, la biografía, la historia, la psicoterapia —éstos
son los métodos de investigación apropiados para crear conocimiento sobre el mundo personal del
sufrimiento—” (Kleinman, 1988: 28).

11En México, como en muchos otros países, los hombres jóvenes matan y mueren más por violencias cometidas en las calles y espacios públicos
que las mujeres en el mismo grupo de edad; las mujeres sufren más violencia sexual que los hombres en todas las edades, clases sociales y tanto en
ámbitos públicos como privados, siendo hombres los principales agresores.

23
En nuestras experiencias como psicólogas que hemos empezando a hacer historia oral, nos queda claro,
por un lado, que nuestros temas —las adicciones en mujeres y las víctimas de violencia— son fenómenos
sociales ante los cuales se dan opciones culturalmente matizadas, pero, por otro, que la historia personal
define la forma de expresión particular de la problemática y las trayectorias que toma.
Estudiar las adicciones en las mujeres a través de la historia oral posibilita entender por qué se
ingresa a la subcultura de las drogas, qué influye del ambiente social y cultural para este inicio y qué
ganancias individuales perciben las mismas mujeres. Todo ello es importante pues posibilita ver que las
adicciones no son resultado de una “patología individual”, sino de la influencia de ciertas prácticas en
determinados momentos históricos, revestidas éstas con significados culturales. La historia oral,
entonces, se vuelve más relevante, pues los métodos tradicionales para estudiar procesos adictivos, tales
como las encuestas, cuestionarios o escalas, pierden la riqueza de la experiencia individual.
Los siguientes son testimonios de dos mujeres, de dos clases sociales distintas: una muy rica y otra muy
pobre, consumidoras de todo tipo de drogas y que dan cuenta de estas experiencias.
Carmen tiene 24 años, está casada, proviene de una familia de clase social alta:

Yo entro a una escuela… pues donde el índice de drogadicción es altísimo, yo para esto ya había probado la
mariguana como a los 14 años por un amigo de toda la infancia y me encantó, me encantó porque sentí que
todo era diferente, este la música, todo lo que yo estaba haciendo en esos tiempos, era muy muy diferente con
la droga ¿no?, como que fue la magia, me quitó miedos, me quitó angustias, me quitó sentirme sola. No es que
estuviera todo el día abandonada pero yo me sentía siempre sola, yo era una chava que ya en la adol… en la
juventud, o sea en la infancia perdón, no la juventud pues este, no me gustaba salir o sea no quería muchas
veces todo el mundo estaba afuera y yo era de ponerme a llorar sola…, y cuando me preguntaban por qué pues
porque estoy deprimida, no, no sabía cómo expresar todas las emociones que traía adentro y eran depresiones
bastante fuertes.
Entonces cuando yo entro a esta escuela pues me encontré con la cre… crema y nata ¿no?, o sea como que
jirafas con jirafas, todos estábamos al nivel de drogadicción unos más otros menos pero todos íbamos para el
mismo boleto. Me fascinó, como yo no iba a la escuela realmente a ver qué aprendía o por responsabilidad,
sino porque adentro estaba el consumo muy fuerte, entonces me encantaba ir a la escuela ¿no?, o sea muchas
veces decía ¿para qué me salgo?, si adentro está todo el reventón entonces, yo creo que todo el patrón es muy
sano, o sea, yo empiezo a conocer gente con la que me hice muy amiga muy amiga, entre comillas; o sea,
como que agarré mi guarida porque era ir a casa de cualquier persona, estar todo el día dizque haciendo
trabajos por equipos, tomando, me acuerdo que era café con tequila… y este… y de que en mi casa nunca
aceptaron, al principio no se dieron cuenta… es muy difícil que se dieran cuenta, porque tenía muchos trucos
¿no?, como abajo de mi casa había una planta de aguacate, entonces agarraba la hoja y me la comía y apestaba
todo el día a aguacate todo ese tipo de trucos entonces, y por desgracia, o yo por muy lista, o por tonta ni
siquiera dejé de ver esas luces de alarma ¿no? Nada más mi comportamiento negativo, muy mal estudiante, no
porque no pudiera porque cuando me lo proponía cuando era así como un reto. Ésa es otra de las cosas, yo
vivía a base de retos ¿no?, cuando alguien me retaba los podía sacar muy bien adelante pero este, porque yo
no estaba a gusto conmigo misma y era una mal estudiante, decía que era la edad ¿no?, la edad de la
adolescencia era un pretexto.
Yo sigo mi etapa de drogadicción, mi virginidad la perdí muy chava. Es un área muy importante, este, yo la
perdí a los 14 años, por lo mismo de que una, en mi inconsciente, yo quería saber qué realmente me habían
hecho de niña [Carmen sufrió abuso sexual a la edad de 5 años] y otra, porque con la gente que yo convivía era
casi toda mayor que yo, ya todas tenían relaciones sexuales y hablaban mucho del sexo y este lo ponían como
que color de rosa.
Mi primera relación sexual fue sin amor, fue un morbo total, y dice uno bueno, vamos a ver de qué me hablan,
fue decepcionante. O sea, como que dije: ¿esto es todo? ¿Para eso, eso es tanta la ilusión? Y este ni siquiera por
amor, o sea. Yo creo que muchas personas lo pueden hacer su primera vez por amor, yo no tuve el amor, ni siquiera
yo, fue el vil morbo… (transcripción del testimonio de Carmen; Romero, 1994).

Isabel tiene 24 años, fue entrevistada en un grupo de Drogadictos Anónimos, vive en Ciudad
Nezahualcóyotl.

24
Nunca acepté el vivir en Neza. Nunca me gustó, porque siempre mi ilusión desde niña fue vivir, no sé, cerca de un
parque, de algún lugar donde hubiera como un centro recreativo, donde yo pudiera salir a jugar a correr, a hacer
deporte y por la situación en la que se encontraba, pues, Ciudad Neza en desde siempre, pues nunca hubo la
posibilidad y lo único que, a lo que salía uno a la calle pues era a ver pues tierra, lodo, tal vez son cosas
insignificantes, pero a mí nunca me pareció salir y ver siempre tierra, lodo, pobreza, gente que andaba pues sucia, en
la situación de, de ver siempre a […] gente drogándose en las esquinas, inclusive gente que, que se prostituía, que
vivía en la misma calle donde, pues, donde estaba la casa y donde uno luego ya en las noches no era libre de salir.
Porque había que pues uno que otro congal o cervecerías o…
Este pues si un centro nocturno pues, o sea donde hay prostitutas, donde un sinfín de vino, de droga, y eso yo lo
veía pues malo inclusive hasta con temor cuando era niña, de decir “no, qué tal si paso y me jalan y me hacen algo y
no” o sea. Pero ya cuando empecé a crecer pero como que sí me agradaba ¿no? Inclusive llegaba yo a decir “no pues
a lo mejor allí adentro pues gano dinero” ¿no? Estaría bien como que tener una vida pues como ellas ¿no? Libre
aparentemente. O sea pues si tener una vida libre y estar fumando estar fumando mariguana que me paguen y esto,
pero pero eso era lo que yo pensaba de niña y nunca me gustó el lugar a donde yo viví, nunca, y mi casa tampoco…
es más no… no nunca la acepté mi casa, el siempre estar anhelando como que tener una casa grande de dos pisos o
de tres, bien amueblada con muebles pues finos con otra; otro baño no sé, bien arreglado como las casas de otras
compañeras que yo llegaba a ver ¿no? Y pues mi casa a pesar de que no nos hacía falta nada como que siempre la vi
fea ¿no? Como que siempre la vi pues no como que no nunca me agradó nunca me gustó mi casa (transcripción del
testimonio de Isabel; Romero, 1994).

Por otro lado, investigar la delincuencia desde metodologías como la historia oral permite ir más allá de
la mera preocupación estadística por sus incrementos y poner atención a los que se convierten en un
número más en los registros. Por esto, consideramos que las narraciones nos podrán revelar cómo las
personas han organizado y dado sentido a su experiencia, o si precisamente aquellas que siguen
experimentando un sufrimiento son las que no pueden otorgar ningún sentido a la misma. Actualmente en
el proceso de construcción de las fuentes escritas y en lecturas por ahora superficiales, hemos podido ir
reconociendo algunos procesos que parecen subyacer a las experiencias de este tipo, por ejemplo, la
pérdida de control y de un orden supuesto en nuestras vidas, de modo que a mayor pérdida de éstos parece
ser más difícil reconstruirlos.
Veamos una parte del relato de Lorena (seudónimo de informante en el proyecto de Ramos y Saltijeral, 1993)
respecto a su experiencia de un asalto, que permite vislumbrar el profundo impacto del mismo en la narración.

Ese día estaba lloviendo muy fuerte, y esa calle está un poquito oscura, entonces este… pues me tardé un poquito,
en lo que me tapé la cabeza con un suéter y este… abrí la puerta del coche, y al abrir la puerta un tipo se me recargó
y me puso la pistola, y me… me aventó hasta el otro lugar del asiento. Entonces, como yo ya había tenido una
experiencia previa… un susto de hace un año, lo que hice fue que les aventé mi bolsa, les aventé todo y les dije
“quédense con todo, quédense con todo”.
Y este… y pues uno me aventó y el otro ya se subió a manejar, me quitó las llaves y… intenté yo abrir la puerta
del otro lado para poderme… bajar, sí… pues es que era una desesperación horrible y les dije… “quédense con
todo y déjenme bajar, déjenme bajar” y no, pues me jalaron y arrancaron. Nos fuimos, y ya un poquito más adelante
me pasaron para atrás, hicieron que me brincara, por adentro del coche, me brinqué y un… uno de ellos que traía
pistola, se pasó atrás conmigo.

En este testimonio es también posible ver claramente uno de los aspectos que prevalece en los relatos de
este tipo de víctimas, el miedo a morir y la total vulnerabilidad en la que en ese momento se encuentran.

Pensé hacer algo solamente cuando… cuando me empujaron, o sea recién que entraron al coche, pues sí intenté abrir el
coche y salirme del otro lado de la puerta. Pero no, pus me jalaron, y este… y ya después no pensé hacer nada,
bueno… pero es lo que piensa uno pero… es… es… es… pues no, no se puede, aunque por más que se quiera hacer
no se puede, cualquier movimiento que haga uno, es más rápido que jalen el gatillo a que tú te eches a correr.

La dificultad de otorgar un sentido a lo ocurrido es un elemento que destaca en las personas que están
experimentando un proceso de sufrimiento a partir del delito.

25
Y sí, me siento peor, como que necesito estar con alguien para salir, o para… para ir a algún lado, para sentirme
bien, sí lo hago, sí salgo sola pero… pero con mucho miedo. Y tengo pues… la sensación esa tan horrible de…
de… de querer decirles, ¿sabes qué? Los odio y… son odiosos, ¿por qué fueron… por qué hicieron eso?, ¿por qué
lo hacen, no?

REFLEXIÓN FINAL

Entre las dificultades encontradas en el trabajo de campo pueden mencionarse la gran movilidad que tienen
los informantes y el esfuerzo que implica estar siguiendo la trayectoria de estas poblaciones “ocultas”; el
escuchar experiencias dolorosas que impactan emocionalmente al entrevistador, tales como la narración de
intentos de suicidio, de maltrato físico, de abuso sexual, de violaciones, de delitos violentos, de abortos
realizados en condiciones muy poco higiénicas y la desesperación y la humillación vinculadas a estos eventos
y, en forma muy importante, saber que algunos entrevistados se encuentran desahuciados y que en algún
momento, probablemente cercano, mueran. 12
Por otro lado, compartir estas profundas vivencias en ocasiones despierta demandas particulares de los
entrevistados de continuar las narraciones, de brindar ayuda en cuestiones muy específicas, tales como
acusar a un agente policiaco por los abusos cometidos en contra de ellos o tener acceso a hablar con el
entrevistador en momentos de desesperación. Todo ello implica, para el investigador, un respeto profundo
hacia la persona entrevistada, el tener conciencia de hasta dónde se está dispuesto a participar en sus
demandas y a brindar al menos apoyo emocional o participar activamente en su búsqueda de ayuda, más
allá de los intereses de investigación.
No ha sido fácil la construcción de nuestras fuentes ni su análisis. Nos falta mucho por aprender, pero
el contacto con este tipo de metodología ha sido sin duda muy enriquecedor y ha abierto una perspectiva
más integradora.
Todavía queda mucho por hacer, pero no podemos dejar de reconocer que los esfuerzos en diferentes
disciplinas realizados por los investigadores redundarán en una nueva forma de investigación psicológica,
donde los elementos individuo-cultura-historia-sociedad-investigador interactúen en una forma más
armónica. Lo anterior podría llevar también al reconocimiento de que la psicología no es solamente la clínica,
sino que también es una disciplina profundamente social que requiere recobrar su sentido original y
abandonar el modelo médico.

12 Devereux (1973) menciona que en las situaciones humanas, es decir, culturales, el estrés será traumatizante sólo si es atípico, o aunque sea
atípico, por su naturaleza es muy intenso o incluso prematuro. Un estrés es atípico en una cultura si ésta no dispone de ninguna defensa
preestablecida, producida en serie, susceptible de atenuar o amortizar su choque. Algo es traumático cuando la cultura no concede protección
externa y no proporciona defensas internas. Esto sucede en las víctimas de delitos, las cuales se exponen a sucesos que, si bien son considerados
posibles, no son previsibles fácilmente y en ellos, además, existe generalmente una interacción con el agresor, ante el cual no existen estrategias
claras para hacerle frente.

26
El testimonio arquitectónico:
de la palabra a la imagen

Graciela de Garay
Instituto Mora

El interés por explotar aún más el potencial ofrecido por la metodología de la historia oral me ha convencido
de las bondades del video como la herramienta de comunicación más idónea para lograr este propósito.
Efectivamente, acudir a la imagen para enriquecer el sonido grabado me ha entusiasmado: primero, por la
información que dicha imagen agrega respecto al informante entrevistado, y segundo, porque ésta recupera
esa espontaneidad del relato hablado que se pierde con su transcripción. Tal parece que con este sistema se
resuelve aquella contradicción y debilidad de la historia oral que supone su ineludible transformación en
historia escrita.
La oralidad y la gestualidad, eliminadas en el proceso de transliteración, se recuperan por la vía audiovisual
con mucha mayor fuerza. Los escépticos y los críticos de la historia oral se enfrentan entonces a la difícil tarea
de comprender lo dicho e interpretar lo visto.
La video-historia-oral supone, por tanto, el doble reto de mantener el equilibrio entre la narrativa verbal y
la narrativa visual. ¿Cómo lograr este balance sin traicionar alguno de los dos lenguajes elegidos? ¿Cómo
preservar con la ayuda de la imagen la autenticidad del testimonio registrado en el audio? ¿Cómo seleccionar
los estímulos visuales necesarios para anclar el relato y viceversa? ¿Cómo descubrir en la historia narrada los
puntos esenciales para realizar su correspondiente traducción a imágenes? ¿Cómo alcanzar la claridad
necesaria que impone el manejo simultáneo de los lenguajes oral y visual? En fin, ¿cómo combinar la sintaxis
de la palabra con la sintaxis de la imagen? Discutir estas preocupaciones con ustedes constituye el propósito
de esta reflexión en voz alta.

I. CONSIDERACIONES SOBRE EL RELATO EN HISTORIA ORAL

Quisiera comenzar por advertir que el relato constituye la materia prima de toda entrevista de historia oral. El
análisis de este elemento a partir de su contenido y de su forma supone un compromiso inevitable para el
investigador interesado en buscar respuesta a sus inquietudes.
Ahora bien, traducir la historia grabada en cintas magnetofónicas a imágenes filmadas en video implica
una concientización sobre la arquitectura propia del relato. De otra manera, transitaríamos, por un lado, de la
palabra al icono sin reflexionar sobre los aspectos personales que distinguen al testimonio registrado de otros
muchos y, por otro, ignoraríamos las reglas que rigen la escritura con imagen. ¿Cómo tener presente que se
trata de tal informante y no de otro? ¿Cómo individualizar esa experiencia para ubicarla dentro del universo
de memorias recogidas? ¿Cómo particularizar la vivencia del narrador para entenderla como la perspectiva
histórica de un individuo? ¿Cómo visualizar de la manera más correcta la historia contada? Pero lo más
importante de todo este proceso: ¿cómo no olvidar en esa operación la “dialéctica individuo-
sociedad” (Thompson, 1993: 127) que recoge la historia narrada? Pues sí, porque el sujeto, además de contar
su historia desde su punto de vista, dará esa parte de la historia que comparte, sufre y resiste como miembro
de una comunidad. Ese tránsito de lo particular a lo general y de lo general a lo particular obliga al video-
historiador a pensar en estrategias eficientes para dar a su narración contexto, ya que las historias individuales
nunca están “aisladas o separadas de una cultura” (Bell, 1993: 178).

27
El hecho es que el entrevistador debe aprender a observar cómo están organizados los sonidos que
conforman ese mensaje que valora como testimonio. Un primer paso para llevar a cabo esta tarea sería la
aplicación de la teoría narrativa a la entrevista de historia oral.1
Efectivamente, esta propuesta supone una alternativa interesante. Sin embargo, la sugerencia podría
resultar criticable si tomamos en cuenta que la teoría literaria suele aplicarse o está pensada para el lenguaje
escrito. Sea lo que fuere, la realidad es que aun cuando el modelo en cuestión sirva para estructuras estilísticas
previamente determinadas o trabajadas, el relato oral obedece a esquemas o arquetipos que se formalizan con
la comunicación, pues es innegable que existen ciertas premisas o entendidos lógicos que permiten identificar
en una conversación elementos de una tragedia, una comedia, una crónica, un chiste, una anécdota. En fin, no
hace falta a los involucrados en un diálogo ponerse de acuerdo previamente sobre los puntos mencionados
para proseguir con su conversación. Claro, también existen enunciados enigmáticos o pobres desde el punto
de vista expresivo porque requieren para su entendimiento la decodificación previa. Pero esto no excluye que
todo lo que tenga que ver con los seres humanos sea susceptible de ser narrado.
El caso es que existen arquetipos o formas generalizadas en el habla colectiva, los que los individuos
seleccionan en función de sus necesidades y estilos personales de comunicación. Véanse los estilos orales de
los narradores de cuentos populares (Dorson, 1964: 27-51). Estudiar estas particularidades permite definir los
aspectos formales del relato.
Una vez establecidas dichas características, el investigador puede pensar en la primera etapa que comprende
la realización de un video: el “guión literario”. En éste, se apuntan las ideas recogidas en la narración y cómo las
presentó el informante. El diseño personal que el narrador dio a los conceptos esbozados.
Pero pasemos a desarrollar este concepto para aclarar mejor nuestro punto. Efectivamente, de acuerdo
con Donald N. McCloskey:

Existen dos maneras de entender las cosas, ya sea por medio de “metáforas” o por medio de historias […]
Cuando a un biólogo se le pregunta por qué las glándulas del cangrejo están localizadas en determinada parte de
su organismo, él tiene dos posibilidades para responder a la pregunta. Una, puede recurrir ya sea a un modelo —
una metáfora— de racionalidad, diciendo que éstas se hallan ahí para maximizar la eficiencia de las glándulas en
funcionamiento; o dos, puede, por el contrario, referir una historia de cómo cangrejos con glándulas mal
localizadas no lograron vivir. Si tiene suerte con el modelo, él descubrirá algunas ecuaciones diferenciales. Si tiene
suerte con la historia contada, él encontrará alguna historia verdadera de algunas variedades de cangrejos mal
adaptados, que terminaron por morir. Metáforas e historias, modelos e historias, son dos maneras o formas de
contestar al ¿por qué?... Pero muy probablemente se habrá notado que las explicaciones metafórica y narrativa se
contestan mutuamente (McCloskey, 1993: 5).

Ciertamente, estas formas de explicación no se dan químicamente puras. Se dice que en la ciencia
predominan las descripciones de modelos o metáforas y que en las ciencias sociales predominan la narración
o la historia. De cualquier manera, éstas se dan mezcladas.
Pero vayamos a un ejemplo para que esta hipótesis quede clara. En el caso de la arquitectura, mezcla de
arte y de ciencia, sus profesionales tienden a usar modelos, particularmente “maquetas” y “planos”, para
transmitir sus conceptos, generalmente difíciles de expresar para ellos y de captar para sus clientes.
Este caso lo observé con toda claridad cuando, en una entrevista, el arquitecto Augusto H. Álvarez me
comentó que para explicar a un cliente un proyecto para el edificio de una aseguradora llevó una maqueta que
se podía armar y desarmar. El cliente no sólo escuchó la explicación, sino que además solicitó al arquitecto su
permiso para jugar con la maqueta. 2 Esto demostró la eficiencia que tienen los modelos para transmitir la
arquitectura, sobre todo cuando el arquitecto no gusta de contar historias. Prefiere, por decirlo de un modo,
esquemas y descripciones que ayuden al usuario a visualizar los espacios propuestos.

1Algunos señalamientos en cuanto a la aplicación de la teoría narrativa a la historia oral se pueden encontrar en el trabajo “On Methodology”, de
Alessandro Portelli, publicado en el libro del mismo autor The Death of Luigi Trastulli and Other Stories. Forma and Meaning in Oral History,
State University of New York Press, Albania, Estados Unidos, 1991, p. 48.
2Entrevista al arquitecto Augusto H. Álvarez por Graciela de Garay para el proyecto Historia Oral de la Ciudad de México: Testimonios de sus
Arquitectos (1940-1990), México D.F., 27 de noviembre de 1990. Instituto Mora, PHO, 11/5-5.

28
Otros arquitectos confían más en la narrativa para explicar a sus clientes los conceptos de un proyecto.
Por ejemplo, Teodoro González de León advierte, con toda razón, que existe gente sin dotes visuales y que,
por ello, es mejor platicarle el proyecto. Sin embargo, reconoce que este procedimiento no es del todo
confiable, porque la explicación del espacio es siempre ambigua. 3
Después de considerar la “metáfora” (modelo) y la “narrativa” (historia) como los dos caminos para
responder al por qué, conviene establecer cómo se expresan o manifiestan éstas a través de la imagen, sin
desvirtuar o perder de vista sus peculiaridades respectivas.
Cuando elegimos la imagen como medio para comunicar una metáfora (modelo o descripción),
recurrimos a su valor representativo o icónico de tal manera que su lectura es inmediata.
Este procedimiento fomenta la participación y la actividad creativa del espectador, en un principio
distante y apática, sobre todo cuando el tema se ha considerado aburrido o inaccesible.
En este sentido, los especialistas Roberto Aparici y Agustín García Matilla comentan lo siguiente:

Las imágenes como representación de objetos reales pueden acercar a los estudiantes a la comprensión de procesos
lejanos a su experiencia. El aprendizaje de un concepto puede dejar de convertirse en un hecho memorístico al
ofrecerse una representación cercana a la realidad. Las palabras adquieren el significado que se busca en función de
la representación que se realiza; se evita así el exceso de verbalismo. Ciertos conceptos pueden ser comprensibles
para los alumnos en la medida que sean visualizados. Los medios de comunicación audiovisual son ayudas óptimas
para facilitar el acceso a la abstracción. Al mismo tiempo, corrigen o evitan la formación de falsos conceptos; por
ejemplo, la observación del funcionamiento de una máquina puede evitar los errores de apreciación adquiridos en el
estudio teórico (Aparici, 1989: 26).

Si el concepto de modulación —usado en arquitectura y condicionante de diseño en la obra del arquitecto


Augusto H. Álvarez— lo quisiéramos explicar con palabras a personas ajenas a las disciplinas del diseño y a la
arquitectura, el proceso resultaría muy pesado y poco claro.
Una solución para este problema la encontramos en las animaciones gráficas que permiten visualizar un
edificio modulado, como sería el Centro Operativo Bancomer. Con las imágenes de computadora
representamos la retícula de la modulación como un tablero de ajedrez, donde los espacios oscuros serían las
áreas ocupadas y los espacios claros corresponderían a las áreas de circulación. Este mecanismo, además de
facilitar la comprensión del concepto, apunta la repetición de una unidad de medida definida a partir de los
productos industriales que, a su vez, están modulados a partir de las medidas del hombre. Esta consideración
muestra cómo los edificios están hechos, por decirlo de alguna manera, a la medida del hombre, y por eso no
reportan desperdicio en el uso de sus materiales.4 Ejemplos como éste se pueden encontrar por montones. Lo
importante es subrayar que la imagen viene a reforzar un mensaje que podría perderse en un esfuerzo
expresivo innecesario.
Por lo que toca a los relatos eminentemente narrativos y en apariencia poco visuales, como podrían ser las
reflexiones o introspecciones que elaboran los informantes a lo largo de la entrevista, cabe mencionar el
carácter secuencial de la imagen. Esto permite combinar imágenes que faciliten desarrollar esquemas
narrativos o historias.
Al respecto, Aparici y García Matilla señalan lo siguiente:

Los documentos icónicos y sonoros ofrecen la posibilidad de realizar contrastes y comparaciones con el fin de
establecer semejanzas y diferencias. También permiten presentar de manera secuencial un proceso de
funcionamiento, desarrollo o manipulación , así como analizar la relación existente entre las partes y el todo en un
modelo o proceso (Aparici, 1989: 26).

3Entrevista al arquitecto Teodoro González de León por Graciela de Garay para el proyecto Historia Oral de la Ciudad de México: Testimonios
de sus Arquitectos (1940-1990), México D.F., 28 de mayo de 1992. Instituto Mora, PHO, 11/10-11.
4 Entrevista a Augusto H. Álvarez por Graciela de Garay para el proyecto Historia Oral de la Ciudad de México: Testimonios de sus Arquitectos
(1940-1990), México D.F., 27 de noviembre de 1990. Instituto Mora, PHO, 11/5-5. Ibid., México D.F., 4 de diciembre de 1990, PHO, 11/5-6.

29
Un buen ejemplo lo podemos derivar de un tema de los “tiempos y presupuestos” en arquitectura. Para
los arquitectos, un reto muy importante en su profesión es acabar la obra en la fecha prevista y dentro de los
límites financieros señalados por el cliente. Este tema, aparentemente abstracto y en la mayoría de las veces
narrado como una “historia”, lo visualizamos con imágenes que nos descubren a un arquitecto rascándose la
cabeza y de ella saliendo signos de pesos y centavos. La imagen es lo suficientemente expresiva para
comunicar la idea; además, añade las dosis de humor que suele acompañar a los relatos grabados.
Otro punto a considerar son los dos niveles de lectura de los medios de comunicación audiovisual. El
primer nivel de análisis se llama denotativo y al segundo se le denimina connotativo.
En el denotativo,

el observador puede enumerar y describir cada uno de los elementos que componen la imagen sin incorporar
ninguna proyección valorativa de la misma. En este nivel de lectura nos ajustamos de manera literal a lo que nos es
mostrado, a lo que percibimos objetivamente.
En un programa de radio, por ejemplo, enumeramos y describimos el discurso sonoro, el texto, la música, los
efectos de sonido, el silencio…. En una imagen fija, los elementos que la componen: punto, línea, color, objetos,
personajes… (Aparici, 1989: 62).

Se trata de una lectura literal del objeto representado. Los niños hasta los 12 años se apegan a este tipo de
lectura. En el otro nivel, el connotativo, los expertos dicen lo siguiente:

El observador interpreta los elementos leídos en el nivel anterior. Una misma imagen puede tener muchos sentidos.
Decimos que una imagen connota alegría, tristeza, hambre, hartazgo, frío o calor, etc. Este nivel de análisis se
organiza en función de la experiencia previa de cada sujeto. Dos individuos, por ejemplo, pueden dar
interpretaciones diferentes o complementarias a una misma imagen.
La valoración de una imagen, en cuanto a su significado, termina por constituir un segundo mensaje y puede
estar en franca contradicción con lo que se percibe objetivamente. Si se analiza la visión que suelen ofrecer los
medios de comunicación acerca de la mujer, se podrá categorizar de forma simple que de manera manifiesta
aparece como moderna, provocativa, independiente o sumisa. Si se profundiza en el análisis y se hace una
valoración del concepto de modernidad, provocación e independencia que ofrecen estos mensajes, observamos
que esos estereotipos se organizan para dar significados opuestos: la mujer como célula reproductora de la familia
o como fetiche erótico.
Resulta casi imposible encontrar una imagen que sea pura denotación sin que se le atribuya ningún significado.
Pero, aunque cualquier observador contemple los mensajes audiovisuales desde una perceptiva denotativa, no los
puede decodificar si no es en función de sus propios estereotipos, de su propia forma de valorar la realidad (Aparici,
1989: 62 y 65).

Esto es particularmente importante para la historia oral, sobre todo si recordamos que en los relatos
grabados se recogen mentalidades y, para el caso de las elites, la elitelore, es decir, aquellas formas personales de
ver y organizar el mundo que se atribuyen a las minorías especializadas.
Si el video-historiador está al tanto de los niveles connotativos de la imagen, encontrará la manera de
visualizar esas mentalidades o cosmovisiones que transmite su informante a lo largo de la entrevista. Un
ejemplo interesante sería el que me transmitió el arquitecto Juan José Díaz Infante cuando comentaba su
experiencia al proyectar y construir el edificio para la Citibank en Reforma. 5
El entrevistado advertía que la mentalidad estadounidense insistía en que el arquitecto se concretara a
hacer arquitectura y no se detuviera a “inventar” el detalle, de tal manera que todos los detalles de acabados se
solucionaran con catálogos.
Este modo de pensar contrastaba radicalmente con la mentalidad mexicana —acostumbrada a diseñar
hasta el último detalle— ya que, con este criterio, imaginaba, por un lado, economizar en los altos costos
de importación y, por otro, suponía imprimir un toque personal al edificio proyectado. Al no dejar su sello
personal, el arquitecto mexicano sentía que armaba un edificio por catálogo, ya que todas las piezas, desde

5Entrevista al arquitecto Juan José Díaz Infante por Graciela de Garay para el proyecto Historia Oral de la Ciudad de México: Testimonios de sus
Arquitectos (1940-1990), México D.F., 25 de junio de 1994. Instituto Mora, PHO, x 11/13-8.

30
las más pequeñas hasta las más grandes, se solicitaban por catálogo a las firmas internacionales más
importantes del mundo.
Aquí se ve un problema de definición en cuanto a la arquitectura y el diseño industrial, en cuanto al
arquitecto como artista creativo único, y el arquitecto técnico, dedicado a ofrecer las mejores soluciones para un
programa arquitectónico dado. Exponer estas contradicciones despierta la imaginación plástica del historiador,
acostumbrado a deleitarse con el sonido, pero poco entrenado a visualizar los testimonios grabados.
Creo fundamental aprender la gramática de la imagen para difundir con ella el testimonio oral, en espera
de ser contado y escuchado para así devenir historia.

II. CONCLUSIONES: LA REVALORACIÓN DE LA IMAGEN EN LA NARRATIVA ORAL

Después de apuntar algunas especificidades del lenguaje audiovisual, me gustaría insistir en que la
traducción de la historia oral a la imagen no excluye la importancia de la palabra ni desconoce su
individualidad y subjetividad. Por el contrario, la visualización de la palabra contribuye a reforzar el significado
y vigencia del testimonio.
Asimismo, el tránsito de la palabra a la imagen, y viceversa, permite la democratización del conocimiento.
Esto no quiere decir que al difundirlo se la trivialice. Simplemente se devuelve a la sociedad lo que le
pertenece como patrimonio cultural. La historia oral contada con palabras e imágenes nos recuerda el pasado
glorioso de la pintura narrativa y su herencia, que aún disfrutamos.
En la Edad Media, el arte cristiano produjo los grandes frescos pintados por Giotto y sus seguidores, que
con toda razón se consideran sus mejores logros. De las técnicas narrativas utilizadas —entre ellas la de
contar dos fases de una acción en un mismo cuadro—, ésta sobrevive aún después de muchos siglos, aunque
en una forma degradada, en las tiras cómicas de los periódicos.
La pintura narrativa decayó en el Renacimiento porque el arte dejó de ser popular. Por el contrario, se
hizo hermético y elitista. En el siglo XVIII, los teóricos del arte cedieron hasta darle un lugar a la pintura
histórica. La pintura debería contar una historia, pero de carácter histórico y mitológico.
La pintura de género holandesa del siglo XVII difirió de sus sucesoras en que se interesó más por el
ambiente social que por la historia que debería retratar. Artistas como Hogarth reintrodujeron, en sus
pinturas de la vida contemporánea, el elemento narrativo y una preocupación igualmente fuerte por la
moralidad. La pintura narrativa y la literatura coincidieron entonces en su afán por entender y captar el
mundo cotidiano, y no es casualidad que en esas circunstancias surgiera la novela. Desde entonces, el
elemento narrativo ha ocupado un lugar preponderante dentro del quehacer humano y, aun cuando muchas
veces se le ha ocultado o disfrazado, continúa presente en las representaciones de la vida contemporánea, y la
historia narrada sigue provocando respuestas que van más allá de lo puramente documental.
Aprovechar el valor narrativo de la imagen significa enriquecer nuestras formas de comunicación y con
ella hacer de la historia oral un documento más vivo y más humano. Hay que recordar que la pintura narrativa
alcanzó un gran reconocimiento por haber retratado el mundo como lo vivió y sintió. Todavía al admirarla
recorremos uno de los capítulos más importantes de la historia europea.

31
“Historia videoral”:
un campo interdisciplinar a desarrollar

María de Lourdes Roca y Ortiz


Instituto Mora

DIVULGACIÓN HISTÓRICA AUDIOVISUAL

Los esfuerzos de las nuevas generaciones se están encaminando progresivamente hacia una formación
superior cada vez más plural, y ya no restringida a una sola disciplina, sino abierta a un conocimiento integral
y una mayor amplitud de criterios, lo cual permitirá y fomentará el trabajo interdisciplinario, básico para una
difusión más amplia del quehacer de toda disciplina —a una sociedad cada vez más sujeta a la imagen— a
través de los medios que permiten su divulgación audiovisual.1
Trataremos aquí un ejemplo del caso, que parte de los problemas de divulgación entre el público en
general que padece la investigación histórica en México. A menudo nos quejamos de que los trabajos no ven
la luz; quedan en los archivos de institutos y universidades o, en el mejor de los casos, llegan a una publicación
especializada de muy limitado tiraje y paupérrima promoción; ¿quiénes los leerán?… La pregunta debe hacer
eco en las sienes del historiador al concluir cada investigación.
Si nos centramos en la historia contemporánea y, más aún, en la historia oral, vemos cómo se
acrecienta la gravedad del problema: los sujetos de estudio están vivos y, por tanto, parece más apremiante
esta necesidad de que los resultados de las investigaciones regresen a ellos. De hecho, mientras los medios
de difusión colectiva acaparan gran parte de la atención de la sociedad actual, toda disciplina sufre hoy
serias limitaciones para la divulgación del conocimiento que genera. Por ello es fundamental que sea el
mismo científico el que tome la iniciativa de aprovechar el gran potencial formativo de estos medios. De
esta manera, se abre un campo para explorar y desarrollar por parte de historiadores, antropólogos,
comunicólogos y científicos sociales en general: divulgar en forma audiovisual los conocimientos que
genera la investigación histórica.
Ahora bien, esta cuestión de la divulgación debe remitirnos directamente a los medios, sobre todo a los
audiovisuales, por el gran peso que tienen en la sociedad actual. Curiosamente, y pese a que el predominio
de la imagen para la transmisión del conocimiento va en aumento día con día, el científico social en general
y el historiador en particular no desempeña comúnmente el papel autoral que puede establecer con los
mensajes audiovisuales.
En alguna ocasión dijo Alfredo López Austin:

La actividad del historiador no es completa si no incluye la difusión […] Los conocimientos dados a conocer por
medios masivos se plasman firmemente en la mente del público […] tal vez el historiador profesional no pueda
dedicarse de lleno a la difusión; pero puede hacerlo esporádicamente, ya como productor, ya como asesor, ya como
crítico (López Austin, 1991: 42).

1 Quizá esta capacidad interdisciplinaria se dé en un futuro próximo en una sola persona, cuando se ha tenido la posibilidad de formarse, ya sea
académica o profesionalmente, en ambos campos: el de la disciplina y el del medio audiovisual; por ahora, estos casos son excepcionales y es más
bien el trabajo conjunto entre el investigador y el realizador el que parece ofrecer mejores resultados, ya que uno domina más los contenidos o el
“qué” decir, mientras que el otro conoce más las formas o el “cómo” decirlo.

32
En efecto, un gran porcentaje de los mensajes que recibimos a través de estos medios son comúnmente
triviales, superficiales; pero cabe preguntarse cuántos doctores en disciplinas científico-sociales y humanistas
participan en su elaboración. Con esto no estoy abogando por un científico convertido en simple maquilador
de información, pero sí que, por tratarse de medios cuyo trabajo debe ser por excelencia interdisciplinario, se
integre para desempeñarlo con otros profesionistas.
Es necesario mejorar el ámbito de la divulgación histórica audiovisual; 2 para lograr este objetivo, la iniciativa
del investigador en humanidades y en ciencias sociales será primordial. Es triste reconocerlo, pero no
podemos seguir esperando que estas decisiones de cambio y renovación provengan del medio, dominado en
nuestro país por intereses muy lejanos a los que podría responder el gran potencial formativo intrínseco al
mensaje audiovisual.
Con ello no menosprecio la capacidad de los medios para entretener y divertir, pero la riqueza que pueden
ofrecer a las ciencias sociales y las humanidades como herramientas de registro y como medios de expresión,
divulgación y comunicación será determinante para la consolidación de la divulgación histórica audiovisual; y para
ponerlos efectivamente al servicio de la ciencia, resulta fundamental incurrir a nivel interdisciplinario en la
teoría y práctica de su utilización.
Pero, para irnos centrando en el campo que aquí nos interesa, ubiquemos nuestra atención en uno de
estos medios audiovisuales: el video. Éste, frente al cine, permite disminuir considerablemente los tiempos y
costos de los trabajos; ante la televisión, otorga mayor libertad y versatilidad en la realización, por no estar
sujeto a cuestiones de horarios, formatos, etcétera, como la producción televisiva, y por ofrecer la posibilidad
de segmentar el público al que se desea comunicar el mensaje. 3
El video puede desempeñar varios papeles en el quehacer del científico social, cada uno con diferentes
grados de complejidad y con mayor o menor utilidad según el campo de estudio. En primer lugar, el investigador
tiene en este medio una herramienta de registro: con la videograbación, el investigador puede lograr un
acercamiento al objeto o acción de estudio muy diferente del que logra con los sistemas convencionales. En
segundo lugar, con la consulta y análisis de material videograbado, el investigador lo convierte en una fuente de
investigación de la que puede extraer mucha información que no se encuentra en documentos, libros o periódicos.
Hasta aquí, ambas funciones puede desempeñarlas el investigador, aunque con diferentes tipos y niveles
de formación para ello.4 No es común todavía verlo registrando con la cámara o analizando este tipo de
mensajes como fuente de investigación, pero sí hay algunos que, sobre todo por el carácter de la disciplina
que trabajan (como antropólogos, arqueólogos, lingüistas o psicólogos), lo ponen en práctica.
Sin embargo, existe una tercera función, la que aquí nos atañe, con la que comúnmente el científico social
y el humanista no se consideran relacionados y que es la que logra el video como medio de divulgación.
Para la práctica de la divulgación histórica audiovisual, el dominio del lenguaje audiovisual es fundamental, de
ahí la necesidad del trabajo interdisciplinario. El lenguaje audiovisual no comunica como lo hace el verbal o el
escrito, y a menudo el investigador lo limita al quererlo utilizar de acuerdo con el tipo de discurso que
acostumbra. Este tipo de lenguaje debe ser resultado de la suma (y no yuxtaposición) de los lenguajes textual,
auditivo y visual; es a través de esta conjunción como logrará transmitir un discurso original, integrado por un
rico entramado de relatos cuyo contenido será música, texto, voces, sonidos incidentales y todo tipo de
imágenes (fílmica, fotográfica, videográfica, de época, documental, animada, etcétera).
En el mensaje audiovisual siempre hay un lenguaje que atrae y otro que retiene al espectador. Para
mantener esta atracción e interés presentes a lo largo del trabajo, los papeles deben intercambiarse entre los
distintos lenguajes. Ésta es una de las primeras facetas a cultivar para lograr un desarrollo cualitativo de la
divulgación histórica audiovisual. Para expresarse a través del lenguaje audiovisual hay que ser suficientemente
sintético y a la vez selectivo, a fin de saber qué decir auditivamente y qué visualmente. El enriquecimiento de

2 Que concibo como la suma de actividades que permiten divulgar el conocimiento histórico a segmentos más amplios de población, a través del
lenguaje audiovisual.
3 Para conocer con mayor amplitud las diferencias entre cine y video, y entre video y televisión, así como las ventajas técnicas y formativas que ofrece
el video, véase la tesis de licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la autora, Propuesta de creación de un Centro Videocultural (CVC), pp 8-55.
4 Para profundizar en la formación requerida para ello, véase la tesis de maestría en Divulgación de la Historia, Clío y la cultura electrónica.
Propuestas para un posgrado en Divulgación Histórica Audiovisual de María Lourdes Roca y Ortiz, pp 53-77.

33
esta facultad atañe por supuesto al realizador, quien la cultiva desde sus primeros trabajos; sin embargo, si
pretendemos un desarrollo integral de la divulgación histórica audiovisual —es decir, del uso del lenguaje
audiovisual como herramienta de registro, como fuente de investigación y como medio de divulgación históricos— será
fundamental que el investigador también se involucre paulatinamente en su práctica.
Cuando de manera sistemática el investigador comience a hacer uso del video como herramienta de
registro y a utilizar materiales videograbados (ya sean producidos originalmente para el cine, para el video o
para la televisión) como fuente de investigación, podremos avanzar hacia una divulgación histórica audiovisual
consolidada. La imagen dejará de ilustrar para significar; detrás de la mirada que registró y de la mirada que
analizó estará la mente del investigador, y esto será determinante para el producto final de divulgación.
Aquí, la interdisciplinariedad es fundamental: ni el científico social ni el realizador de video logran su
objetivo el uno sin el otro. Para exponerlo paso por paso y sobre el tema que aquí nos ocupa, vayamos a la
presentación de las experiencias y resultados obtenidos con la adaptación de dos investigaciones de historia
oral realizadas en el Instituto Mora para su divulgación audiovisual a través del video.

UNA PROPUESTA METODOLÓGICA ALTERNATIVA

La temática de ambas investigaciones es “Historia oral de la ciudad de México (1940-1990)”: la primera,


con historia oral de las “élites”, desde el punto de vista de sus arquitectos; la segunda, con historia oral de
Mixcoac, según las percepciones y vivencias de sus habitantes. 5
En 1993 se inició la adaptación de las investigaciones a guiones de video, para realizar una serie con el
testimonio de cada arquitecto por capítulo.6 Para el segundo estudio, “Historia oral de Mixcoac”, a propósito
de la exposición fotográfica que se organizó, se elaboró también el guión y se produjo el video, ambos
trabajos basados en los testimonios orales de 28 vecinos de Mixcoac y sus recuerdos de los grandes cambios
acaecidos en el área desde principios de siglo hasta la fecha. Aquí, el producto de divulgación histórica
audiovisual en video se antojaba también sumamente atractivo: existían testimonios orales, gráficos,
documentales y monumentales.7
En ambos proyectos de divulgación, la conjunción de diversas formaciones —unas más cercanas a la
historia y la antropología y las otras a la comunicación, el video, la fotografía, el diseño y la museografía— ha
convertido el trabajo en una experiencia interdisciplinar muy interesante y sumamente sugerente.
Ésta constituye básicamente una propuesta metodológica alternativa (y subrayo “alternativa” por no ser “la”
metodología) que va más allá de la grabadora y donde el punto de vista del testimonio puede recobrar un
mayor protagonismo, recuperando aquella oralidad perdida en la transcripción y regresando a los testimonios
sus propias memorias en forma más accesible y atractiva. Sobre ella vale la pena analizar y evaluar una serie de
cuestiones, como sus expectativas, alcances, limitaciones, legalidad, etcétera, teniendo en todo momento
presente, sobre todo, las necesidades a las que responde la propuesta misma.
El proceso comienza una vez concluida la investigación histórica que parte de la metodología de la
historia oral, es decir, disponiendo de las entrevistas originales y su transcripción, así como de la edición
literaria que el investigador realiza con el fin de publicar los resultados.
La primera etapa del trabajo, llamada preproducción, implica la elaboración del guión, primero literario (que
integra el texto, la narración o los diálogos, es decir, lo que en el video vamos a oír), y después técnico
(resultado de la visualización del anterior a través de la imagen, es decir, lo que en el video vamos a ver).

5 De Graciela de Garay y de Patricia Pensado y Leonor Correa respectivamente.


6Los arquitectos entrevistados son: Mario Pani, Enrique Yáñez, Héctor Mestre, Manuel de la Colina, Augusto Álvarez, Ricardo de Robina, Luis
Ortiz Macedo, Ernesto Gómez Gallardo, Abraham Zabludovsky, Teodoro González de León, Ricardo Pérez Rayón y Agustín Hernández.
7 Cabe precisar que no es lo mismo un video de divulgación histórico-audiovisual basado en una investigación de historia oral, que un registro en
video de las entrevistas de una investigación en historia oral. Hago esta advertencia porque incluso entre historiadores orales pude observar,
durante la última Conferencia Internacional de Historia Oral, que se tiene la concepción de que un video de historia oral es el registro original de
las entrevistas. Para más información sobre las diferencias entre un trabajo de registro histórico en video y uno de divulgación histórica en video,
véase la tesis de licenciatura de Roca y Ortiz.

34
Desde esta primera etapa la interdisciplinariedad es definitiva. Aquella edición literaria que realizó el
investigador con miras a publicar es reeditada aproximadamente a 10% de su longitud, a fin de obtener un
guión literario para un video de más o menos media hora de duración. Este primer paso parte de la lectura de la
transcripción de las entrevistas y de la mencionada edición, para ir captando, en trabajo conjunto y a través de
lo que conocemos como lluvia de ideas, las esencias del relato. Éstas, ya en el guión, pasarán a ser los hilos
conductores de la historia.8
Aquí son el o los informantes los narradores de la historia: rehusamos la clásica presencia de un narrador-
conductor en off (es decir, sin aparecer a cuadro), por tratarse de testimonios de gran riqueza que no requerían
de aquél. El tipo de información que usualmente comunica esta voz (como pueden ser fechas o
acontecimientos específicos que contextualicen) es aquí reducida a su mínima expresión con el manejo de
unas pocas sobreimposiciones de texto a la imagen.
Una vez concluido este guión literario se procede a su visualización, para la que la lluvia de ideas ya sugirió
algunas imágenes; éstas integrarán el guión técnico y pueden ser documentales, de archivo (fotográfico, fílmico,
hemerográfico, cartográfico, etcétera), puestas en escena o representaciones y, gracias a la integración del
lenguaje infográfico (conjunción del lenguaje informático e iconográfico) a este tipo de medios, incluso
animaciones gráficas que parten de imágenes reales o de diseños hechos especialmente para el caso.
Lógicamente, los dos primeros tipos de imagen son imprescindibles en cualquier trabajo de divulgación histórica
audiovisual, y, respecto a los otros dos, todo dependerá de nuestros objetivos así como del tiempo y los
recursos disponibles.
Con el guión concluido o paralelamente a su elaboración, todavía dentro de esta primera etapa de la
preproducción se lleva a cabo la investigación iconográfica, es decir, la localización de toda la imagen de archivo
requerida para la producción. Aquí de nuevo la interdisciplina es fundamental, porque en el documento,
sea fotográfico, hemerográfico, fílmico, pictórico, cartográfico, etcétera, no percibirán lo mismo el
historiador que el realizador de video, y ambas percepciones son significativas para el trabajo final al
enriquecerse mutuamente.
En la etapa de la producción, donde se lleva a cabo toda la grabación de la imagen, la presencia del
investigador sigue siendo determinante; él siempre puede ver cuestiones que ni el guionista ni el fotógrafo ni
el realizador quizá sepan apreciar. Mientras no dispongamos de videograbaciones de las entrevistas de historia
oral, resulta sobre todo fundamental su presencia en el momento de videograbar a los informantes para las
escenas en que aparecerán a cuadro.
El informante, esté más o menos acostumbrado a una cámara de video, siempre se sentirá menos tenso o
cohibido con el investigador conduciendo la sesión, que posando frente a un lente sin saber qué hacer o qué
decir. Esto pudimos experimentarlo en el caso de la grabación de los informantes para el video de Mixcoac.
Definitivamente, cuando falta el investigador, el resultado no puede ser el mismo, ya que el personal de
producción está pendiente de muchos otros elementos como encuadres, luz, movimiento, etcétera, y nadie
mejor que el investigador para cumplir el papel de entrevistador, ya no de historia oral, sino de historia videoral.
Para la tercera etapa, la posproducción (en que se graba todo el sonido y se edita el material hasta obtener
el producto final), la intervención del investigador es todavía más importante. En la preproducción
llegamos a una guía de lo que será el trabajo; en la producción cada punto de esa guía cobra vida; pero no
es hasta la posproducción cuando obtenemos un borrador del trabajo para después revisarlo y llegar a la
versión final. De ahí que el investigador, motor inicial de la investigación, deba intervenir en cada etapa;
sólo de esta manera —y pese a que la investigación es expresada ahora con un lenguaje muy diferente al
escrito, variando así tanto el contenido como la forma—,9 el historiador oral reconocerá en el producto
final su estudio y análisis del tema.

8 Sin el trabajo conjunto entre las formaciones mencionadas con anterioridad, este proceso puede ser mucho más complejo o, lo que es peor, que
el investigador no reconozca su investigación en el producto final de divulgación, lo que lleva al fracaso muchos proyectos por no saber cultivar
este trabajo grupal e interdisciplinario que tanta apertura exige.
9 Aquí es donde radica la verdadera necesidad de que en la historia videoral, de la que resulta un producto de divulgación histórico-audiovisual,
intervenga el relizador de video: el relato pasa a expresarse audiovisualmente y con ello, igual que varía la forma, debe variar el contenido. Debemos
dejar de pretender hacer libros en video porque eso es sencillamente imposible; procuremos mejor experimentar y desarrollar la especificidad
particular del discurso audiovisual, ese potencial entramado de relatos paralelos sobre el que todavía tenemos tanto por descubrir e inventar.

35
Esta insistencia por un apego a la investigación que sólo el historiador oral puede confirmar responde no
sólo a una cuestión de autoría o precisamente a lo que diferencia el trabajo final de un reportaje periodístico,
sino también, y con ello regresamos a lo que mencioné desde el principio, a esta particularidad de trabajar a
partir de las vivencias y percepciones del otro y, por tanto, susceptible de afectar.
Pero, por tratarse de un nuevo oficio que ante todo exige apertura, quiero insistir en los dos aspectos
mencionados cuyo desarrollo será determinante para la renovación de las ciencias sociales, de la historia y de
la historia oral: la práctica interdisciplinar 10 y el rescate del documento iconográfico y audiovisual, ambos
fundamentales para el futuro crecimiento y enriquecimiento de la divulgación histórica audiovisual, y, por ende, de
la historia videoral.
La comunicación a través del lenguaje es una herramienta básica para la generación del conocimiento y el
cultivo de la cultura; el habla, la lectura y la escritura siguen siendo las bases para desarrollarla; sin embargo, al
umbral del tercer milenio, ya no podemos cerrar los ojos a otro lenguaje que cumple un siglo desarrollándose
y a través del cual cotidianamente nos llega la mayor parte de información: el audiovisual.
Aunque desde los años setenta los historiadores orales comenzaron a utilizar la cámara de video para el
registro de las entrevistas, no es hasta la siguiente década cuando se empieza a reflexionar sobre su uso para
realizar materiales de divulgación basados en investigaciones de historia oral. 11
El impacto de estos materiales se ha incrementado; una oralidad que no tenía cabida en el discurso
histórico es aquí revalorada y, lo más importante, percibida por el común de la gente.12 En el producto de
historia videoral, la imagen viene a enriquecer el carácter de evidencia del testimonio, y éste el de la misma
imagen. Ambos elementos cobran vida el uno gracias al otro. Para captar la naturaleza plástica de la memoria,
las imágenes en movimiento se presentan como el medio ideal. 13
Abro aquí un paréntesis para referirme a la significativa acogida que ha tenido Un pueblo en la memoria, en
particular por parte de la misma comunidad.

– “¡Cómo no me va a gustar, si salgo yo!”.


– “Oiga, de veras tienen que ayudarnos a hacer videos como éste, porque la comunidad tiene mucho más
por decir”.
– “¡Mi abuelita, que tiene 94 años, no sabe cuántas cosas recuerda! Deberían entrevistarla”.
– “¡Y yo que siempre voy a tirar algo me lo pienso dos veces! ¡Ya ves cómo sí es importante guardar las cosas!”.

Éstas fueron algunas reacciones de la gente de la comunidad; no nostalgia, pero sí gusto por recordar. Se
convierten en sujetos de la historia; su espacio es su pasado, y su pasado su memoria, el recuerdo de aquel
espacio. El de la historia urbana es un “proceso de reelaboración permanente del espacio de ayer en función
del espacio de hoy”. 14 Uno de los informantes, por ejemplo, que durante la preproducción del video se había
preocupado durante más de un mes y sin éxito por encontrar fotografías del río Mixcoac, llegó el día de la

10 Quiero mencionar aquí, como el mejor ejemplo encontrado a la fecha, lo que significó para un historiador como Georges Duby la colaboración
en un proyecto de este tipo, al realizar con Roland Darbois una serie televisiva de nueve episodios basada en El tiempo de las catedrales, de G.
Duby. Comenta Duby: “tenía la impresión de estar descubriendo todas aquellas obras de arte de las que creía no ignorar ningún detalle. La cámara
las había captado desde un ángulo inesperado. Además había recogido a su paso cantidad de imágenes con las que no contaba […] No era una
mera adaptación, sino una verdadera creación” (Duby, 1992: 148).
11 En la Oral History Review (en su sección “Media And Public History”) pueden consultarse de 1988 a 1992 las reseñas de aproximadamente
una veintena de producciones en cine y en video, basadas en historia oral y realizadas en diferentes universidades de los Estados Unidos, sobre una
gran diversidad de temas.
12 En el programa sobre Historia Pública de la Universidad de Nueva York se capacita a los historiadores en el uso del cine y el video; en el
programa de Historia Oral de la Universidad de Kentucky en Lexington comenzaron a hacer uso del video específicamente para producir
programas para la televisión pública; en los Archivos del Instituto Smithsonian, ya casi cumplen una década realizando de manera sistemática
videos basados en investigaciones de historia oral. Estas y otras experiencias pueden confrontarse en la Oral History Review y The Journal of
American History en los números de fines de la década de los ochenta y principios de la de los noventa.
13 La BBC decidió en 1993 producir la serie “The Nineties” sobre testimonios orales de personas de 90 años o más. Es más, el EMI otorgado al
Mejor Programa Cultural de 1993 lo recibió “Vladimir Horowitz: una reminiscencia”, programa basado en el testimonio oral del reconocido
pianista y su esposa, en cuya producción intervinieron la BBC, la SEPT y la NHK.
14 Bernard Lepetit, en su exposición sobre investigación urbana, durante el Coloquio sobre Avances y Desarrollos de la Historiografía Francesa,
celebrado del 17 al 18 de mayo de 1994 en la ciudad de México.

36
presentación con cuatro fotografías de diferentes aspectos del río, que la noche anterior había logrado
localizar en casa de una hermana.
Aquí los archivos personales, comúnmente olvidados, desempeñan un papel fundamental, y pueden ir
desde objetos de todo tipo (que por diferentes motivos la gente conserva) hasta fotografías, filmaciones,
diarios, poemas, escritos, pinturas, artesanías, etcétera. La divulgación histórica audiovisual, como uno de sus
objetivos principales, debe fomentar y desarrollar de manera crítica el uso de estas fuentes de investigación
histórica; y más en el momento en que utiliza la historia oral como metodología.
La electrónica ha sido determinante en la conformación de la cultura de las últimas generaciones y, ante
los más recientes avances tecnológicos, es fundamental que el científico social, y por ende el historiador, se
familiarice con ellos. Las nuevas tecnologías se están poniendo rápidamente al alcance de todos; científicos,
literatos, artistas, etcétera, cada vez son más los perceptores de imagen y sonido que se convierten a su vez en
emisores de mensajes audiovisuales. Este panorama abre al historiador un nuevo campo por experimentar,
que puede partir del video como herramienta de registro, como fuente de investigación —a la que la óptica
del historiador tiene mucho que aportar—, y como mismo medio de divulgación de las investigaciones que
lleva a cabo.
Al igual que a toda la sociedad, la fuerza de la imagen conmueve al historiador, lo atrae, lo estremece, lo
divierte, lo hace sentir, pensar, dudar, aprender, cuestionar, madurar. No cabe duda, sus infinitas capacidades
todavía hoy nos sorprenden; acerquémonos a ellas desde la disciplina histórica no sólo para conocerlas, sino
sobre todo para explorarlas, estudiarlas y utilizarlas.
Aunque, lógicamente, restan muchas cuestiones por discutir, desarrollar y, sobre todo, mejorar, considero
que este video logró cumplir con los objetivos que en un inicio se proponía: retribuir a la comunidad con el
rescate de sus propias memorias, en una forma accesible; ampliar la divulgación de la investigación; rescatar el
documento iconográfico, no sólo de los archivos institucionales sino también de los particulares; aprovechar
el potencial divulgativo y formativo de un lenguaje sobre el que todavía tenemos mucho por descubrir e
inventar; fomentar la realización de trabajos de divulgación histórica audiovisual y el análisis del relato audiovisual
y de la recepción de mensajes audiovisuales con contenidos de historia, así como cultivar el trabajo
interdisciplinario a fin de consolidar la formación en divulgación histórico-audiovisual.

¿HACIA UNA “HISTORIA VIDEORAL”?

Ahora bien, ¿qué aportaciones puede significar un trabajo de este tipo para el espectador y la comunidad, así
como para la historiografía y el mismo medio audiovisual?
En primer lugar, todos los atractivos que pueda tener parten fundamentalmente de un denominador
común: la especificidad del discurso audiovisual, cuya vinculación con el discurso histórico constituye un
campo de estudio apenas iniciado y del que aquí quisiera esbozar algunas reflexiones preliminares generadas
por la experiencia de realización de Un pueblo en la memoria.
Hoy en día ya no podemos negar que la sociedad aprende —bien o mal, pero cada día más— una
concepción de historia a través del cine y la televisión. Fue precisamente el cine “el primero que reunió en sus
circuitos a espectadores de todas las clases sociales” (Morin, 1962: 51). Como diría Luis González y González,
“estamos en plena mudanza de cultura”, cada vez es mayor “el rechazo a la escritura sin imágenes […] Las
artes audiovisuales vienen a reinar con múltiples recursos […] Somos extremadamente proclives a ver”. 15
Lo que el video otorga particularmente a la historia oral, como hemos visto, es esa nueva dimensión, la
visual, cargada siempre de otra gran riqueza informativa. Algunos espectadores manifestaron cómo, por
ejemplo, al ver a los informantes, inmediatamente se percataron de su nivel socioeconómico, a menudo no tan
fácil de descifrar en el discurso exclusivamente verbal. Por esta razón me inclino por mostrar a los
entrevistados en su ambiente, ya sea en su casa o en el trabajo, siempre que sea posible; porque el entorno,
además de la misma persona, nos muestra otra información.

15Luis González y González, “Cambios y permanencias socioculturales”, ponencia magistral presentada durante la IX Reunión de historiadores
mexicanos y estadounidenses, del 27 al 29 de octubre de 1994, en la ciudad de México.

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Las percepciones y, con ellas, las interpretaciones cambian con cada nueva forma de escritura. De ahí
la importancia de la historia de la práctica receptiva, estudiada por lingüistas, semiólogos o
comunicólogos, pero no tanto por historiadores, cuyas futuras aportaciones podrán ser muy
significativas para el desarrollo de la divulgación histórica audiovisual. Con palabras de Rosenstone (1991:
77), quien ha trabajado ampliamente este campo, “no es historia en el sentido en que los académicos la
conciben. Es historia con diferentes reglas de representación, análisis y modos de lectura y comprensión
que todavía no entendemos completamente”.
Para el estudio de la especificidad del discurso histórico audiovisual, serán muy útiles las
investigaciones sobre el discurso literario, con el cual coincide en muchas características; sin embargo,
existen otros potenciales y particularidades del discurso audiovisual que permanecen velados y que sólo
veo posible descifrar a través del análisis integral de diversos discursos como el oral, el literario, el visual
y el histórico.
Coincidiendo con algunas capacidades adjudicadas al discurso literario que lo hacen atractivo para
las mayorías, el discurso histórico audiovisual se dirige también a las emociones; es por este canal por
el que después puede generar el razonamiento y la reflexión, ya que, como el literario, es un discurso
ideal no para montar cronologías de acontecimientos, sino para excitar sentimientos y emociones. De
esta manera, la dramatización puede ser determinante; “el drama demanda la invención de incidentes
y personajes porque los sucesos históricos raramente ocurren de la manera, en el orden y con la
intensidad que mantendrán al público en sus asientos” (Rosenstone, 1992: 508). En la dramatización
radica la seducción.
El gran atractivo no se limita únicamente a la evocación; el discurso histórico-audiovisual puede ser
un gran estímulo para reflexionar el pasado, gracias a la forma que tiene de mostrarnos el mundo como
un proceso e involucrarnos en la confusión, las multiplicidades y las complejidades del pasado. Al igual
que en la literatura, aquí la realidad se constituye por el mismo discurso y, con ello, una reacción a la
realidad; la atracción por el grado de indeterminación que puede caracterizar a las fuentes utilizadas es
precisamente la que permite activar las ideas, para una co-ejecución de la intención que yace en el relato
(ISER, 1987: 102 y 118).
Ahora bien, como aportaciones exclusivamente particulares del discurso histórico-audiovisual existe la
vinculación con el presente que de manera innata suscita y el gran potencial que representa la conjunción de
relatos (visual, hablado, sonoro, textual y musical) a través del montaje o edición.
Respecto a la primera, aunque este discurso pueda referirse al pasado o al futuro a través de recursos
conocidos como flash back y flash forward, éstos siempre transforman aquel pasado o futuro en presente. Como
diría Barthes acerca de “la escritura del suceso”:

La distancia milenaria entre el acto y el discurso, el acontecimiento y el testimonio, se ha encogido: ha aparecido una
nueva dimensión de la historia, desde ese momento ligada de manera inmediata a su discurso, mientras que toda la
“ciencia” histórica tenía como tarea el reconocimiento de esa distancia, con el fin de controlarla. […] Una fusión del
signo y su escucha, una reversibilidad de la escritura y de la lectura que es, por otra parte, lo que reclama la
revolución de la escritura que la modernidad intenta llevar a cabo (Barthes, 1987: 190).

Por lo demás, y también en relación con este carácter de inmediatez, el uso de estos medios para divulgar
la historia va ad hoc con el desarrollo tecnológico que el receptor está habituado a presenciar en otros ámbitos;
¿por qué las humanidades, y con ellas la historia, deben quedar al margen de aquél? ¿Acaso el público no se
hará a menudo esta pregunta?
Pero vayamos a la segunda gran aportación del discurso histórico audiovisual: la conjunción o el
entramado de relatos diversos (como el visual, el hablado, el sonoro, el textual y el musical) que puede
enriquecer el discurso gracias al montaje o edición y que constituye, en definitiva, esa exclusiva característica
que le otorga al discurso la unidad y el sentido de realidad.
Este discurso, a diferencia de otros, dispone de recursos específicos para comprimir el tiempo y para ir de
un espacio a otro constantemente, sin que el espectador se pierda en él; son recursos que comunican

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significados a través de convenciones ya aceptadas o asimiladas por el espectador, como la disolvencia, los
diferentes tipos de encuadre, los movimientos de cámara, los ángulos de toma, etcétera.16
Ofrece grandes posibilidades de análisis espacial-temporal que con otras formas de escritura como la
verbal o la escrita implica operaciones de traducción a otros códigos expresivos, complicando la comprensión
del mensaje. Esto es todavía más obvio en el análisis espacial-temporal de eventos dinámicos; no se asimila de
la misma forma, por ejemplo, el relato o la lectura acerca de los cambios físicos acontecidos en Mixcoac sin
verlos, que el relato con imágenes de cómo era antes y cómo es hoy.
Las imágenes pueden documentar entrevistas, en cuyo caso el relato hablado predomina, pero también
pueden constituir otro relato paralelo que tenga primariamente una dimensión visual y que gracias a sus
propios códigos de evidencia pueda constituir y comunicar a la vez planteamientos históricos. Éste debe ser el
gran reto del historiador que decida expresarse a través del discurso audiovisual.
Los riesgos de la divulgación histórico-audiovisual improvisada pueden ser muchos (desde el abuso de las
“cabezas parlantes” hasta el uso indiscriminado de la música, pasando por el sensacionalismo), pero uno de
los problemas de fondo siempre es el mismo: son muchos los realizadores que han asumido el papel de
historiadores; no tantos los historiadores que han asumido el papel de realizadores; y las protestas se
presentan ante la obra de ambos: la de los realizadores, por carecer a menudo de rigor y, por tanto, de la
investigación histórica que necesariamente debe haber detrás de todo trabajo de divulgación histórico-audiovisual; y
las de los historiadores que se aventuran a la realización por carecer de sólidos conocimientos sobre el
lenguaje audiovisual y, por tanto, acerca de sus recursos y capacidades expresivas.
Por tanto, la formación interdisciplinaria es la que requiere el divulgador histórico-audiovisual, y de ahí esta
propuesta de desarrollar el campo interdisciplinar que constituye la historia videoral. En México no disponemos
todavía de profesionistas preparados para este campo, como los realizadores pertenecientes al Instituto del
Filme Científico de Göttingen o a la BBC de Londres; 17 pues aquí el historiador es el que deberá tomar las
riendas, porque siempre será mucho más viable y exitoso enseñarle a él el buen uso de las técnicas y del
lenguaje audiovisual, que transformar en un buen divulgador histórico-audiovisual a un profesional de cine o
televisión, deformado por las experiencias de su oficio comercial (Tosi, 1993: 56 y 147) y por una visión
oficialista o tradicional de la historia.

16 Para profundizar en el conocimiento de estos recursos existe una extensa bibliografía acerca del lenguaje cinematográfico. Particularmente
acerca de los usos y aplicaciones de estos recursos en el video, recomiendo consultar las obras de Roberto Aparici y Agustín García Matilla
incluidas en la bibliografía.
17 Éstos quizá sean los centros de producción e investigación en divulgación de la ciencia, cine científico y televisión educativa más conocidos,
pero existen centros con las mismas funciones en Francia, Holanda, Italia, Austria, Japón, Australia, Rusia, etcétera; incluso muchos de ellos con
capacidad de centros de enseñanza a nivel técnico o especializado a nivel posgrado. La misma UNESCO preparó recientemente un proyecto para un
curso de posgrado a fin de formar profesionistas en este campo. Para mayor información sobre estos centros, consúltese Virgilio Tosi, El lenguaje
de las imágenes en movimiento, pp. 143-163.

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Un experimento en historia pública e historia oral:
los museos comunitarios de Oaxaca 1

Gerardo Necoechea Gracia


Dirección de Estudios Históricos, INAH

La historia en México se hace pública de muchas maneras; desde los nombres de las calles hasta los museos,
pasando por monumentos, edificios, festejos que en cualquier ciudad celebran una imagen única del pasado.
Lo que es menos frecuente es la reflexión sobre la historia pública. Al menos la discusión sobre sus
fundamentos e intención no tiene hoy la resonancia y el tono de inminente importancia que tuvo en las
primeras décadas de este siglo, cuando sabios, artistas y políticos se dieron a la tarea de definir la imagen que
se debía popularizar. La reciente controversia sobre los textos de historia para la primaria mostró que, si bien
la imagen convencional ha perdido vigencia, sus pretendidos sustitutos carecen de fuerza para resquebrajar el
bastión de la historia pública actual.
Esta historia única pretende crear la identificación de todos con una imagen de nación. Supone que existe
un criterio de conciencia nacional que selecciona y significa homogéneamente lo que hay que mostrar. Desde
luego que prevé la posibilidad de revisiones periódicas. Pero definitivamente no considera que sus símbolos
contengan significaciones alternativas o, menos aún, que existan símbolos y significados generados
paralelamente por otros. Aceptarlo equivaldría a dejar de lado uno de los elementos de selección: la unidad de
la nación.
La historia pública, debido a sus pretensiones, permanece a la retaguardia de la investigación histórica. No
sólo es un problema de lenta comunicación entre quienes investigan la historia y quienes la trasforman en
discursos públicos. Es también un problema de propósitos cruzados. Los primeros se interesan por la
complejidad histórica, los segundos por la reducción a los más simples denominadores comunes. Por ello no
debe sorprendernos que, mientras la investigación avanza hacia la diversidad de historias moldeadas en
regiones geográficas, clases sociales y etnias, la historia pública se ha quedado en la historia nacional heroica
(Frisch, 1981, y Wallace, 1981).
Quienes trabajamos en el campo de la historia pública enfrentamos los desafíos de romper la noción
monolítica de identidad nacional e integrar la variedad de historias e identidades al discurso que mostramos.
Una manera de hacerlo es abandonando la gran escala del museo de historia nacional o estatal. La escala
municipal se presta mejor al enfoque de la diversidad. Otra importante manera de hacerlo es colaborar con
aquellos cuya historia quiere mostrarse. La historia oral, en una de sus vertientes, ha estado asociada con el
empeño por democratizar el quehacer histórico (Portelli, 1991: 29-44). No es éste el espacio para polemizar al
respecto, así que basta sencillamente apuntar dos virtudes: la historia oral puede considerarse una herramienta
de fácil manejo, cuyo empleo se aprende al mismo tiempo que se producen resultados. Esos resultados
recalcan la diversidad de la experiencia humana en cualquier contexto.
El propósito de los museos comunitarios, un proyecto de historia pública, es que los pobladores de una
comunidad presenten un retrato de sí mismos. Para hacerlo, un grupo de habitantes del pueblo aprende a
servirse de la historia oral como medio para elaborar y organizar conocimiento. Dos historiadores, un colega
y yo, coordinan talleres que enseñan la técnica y una perspectiva metodológica. En los talleres de historia oral
han surgido dos problemas, entre muchos otros, que nos parecen inherentes a cualquier proyecto de esta

1 Agradezco a Ángela Giglia sus comentarios a la primera versión de este ensayo, y a Mario Camarena, con quien colaboré en la coordinación de
los talleres de historia oral, las muchas horas de discusión en que tomaron forma las ideas formuladas aquí.

40
naturaleza. El primero concierne a la apropiación por parte de los colaboradores comunitarios de los
métodos y resultados de la investigación. El segundo concierne al lenguaje, en particular la dificultad de la
comunicación igualitaria a través de zanjas culturales que, debido a la historia, colocan a los colaboradores en
polos antagónicos.

MUSEOS COMUNITARIOS E IDENTIDAD COMUNITARIA

El proyecto de museos comunitarios en Oaxaca comenzó en 1985. De ese año a la fecha, la dimensión del
trabajo ha crecido en comparación a la meta original de crear un solo museo. Había 10 museos en operación a
principios de 1994 y varios más fueron inaugurados durante el año. También en 1994 se integraron al
proyecto otros estados del norte y el centro de México. Los museos existentes en Oaxaca organizaron una
exposición colectiva que viajó a varias ciudades de California, Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Los
Ángeles, donde viven emigrantes de los pueblos oaxaqueños.
El proyecto nació del trabajo realizado en Santa Ana del Valle, una comunidad zapoteca al sur de la
ciudad de Oaxaca. Los habitantes de Santa Ana deseaban que los vestigios arqueológicos encontrados en el
pueblo permanecieran ahí. Profesores y estudiantes de la Escuela Abierta de Antropología colaboraron con
ellos en la planeación y el diseño del museo, y la exposición final incluyó los resultados de investigación sobre
la historia reciente del pueblo. El grupo recurrió a fuentes orales para investigar sobre la vida de las últimas
tres generaciones en el pueblo. Antes de iniciar el trabajo, cosa importante, la propuesta fue presentada ante la
asamblea comunitaria para que fuera discutida y aprobada (Vázquez Rojas, 1993: 93-132).
El museo abrió sus puertas a principios de 1986. Inmediatamente después, los dos antropólogos
involucrados idearon un proyecto más amplio y convinieron con otros para formar la Asociación de Museos
Comunitarios de Oaxaca. La asociación obtuvo financiamiento para llevar a cabo sus planes. Habitantes de
otros pueblos contactaron al grupo en cuanto supieron del trabajo que realizaban. En todos los casos, la
asociación pidió que la iniciativa fuera presentada a la asamblea del pueblo. Este procedimiento permitió que
la gente de los pueblos diera pasos hacia la apropiación del proyecto (Camarena Ocampo, 1993).
La asamblea comunal es una vieja institución que persiste en casi todas las comunidades indígenas del
estado. Los adultos se reúnen con cierta periodicidad para hablar y decidir sobre asuntos públicos, y algunos
no tan públicos. Las opiniones de los individuos más viejos y respetados tienen gran peso, aunque en teoría
todos pueden expresar sus puntos de vista y la decisión final se toma por consenso. La función de la
asamblea, debilitada por los cambios ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, sigue siendo pilar de la
organización política.
Los pobladores reunidos no sólo votan a favor o en contra del museo. Si deciden positivamente, proceden
a acordar el contenido de las exposiciones. Los temas seleccionados son indicación de lo más importante que
una comunidad piensa sobre sí misma.
Los restos arqueológicos siempre destacan entre lo que las comunidades desean mostrar. Por supuesto
que ello se debe a la riqueza de vestigios en sus territorios. Sin embargo, es importante notar que no se
interesan de igual manera por los imponentes conventos coloniales que muchas veces también se hallan en
sus dominios. Otros cuatro temas son particularmente populares: artesanías, medicina tradicional y herbolaria,
fiestas religiosas e historia reciente, de la Revolución de 1910 al presente. Estos temas, a los que
ocasionalmente añaden la migración y el sistema de tenencia de tierras, apuntan hacia aspectos de su vida e
historia que conforman su identidad: costumbres practicadas desde “tiempo inmemorial” y que los definen
como “indígenas” y no como mestizos o mexicanos.
La asamblea comunitaria también escoge integrantes para el comité encargado de todo el trabajo
relacionado con el museo. Las personas designadas rinden un servicio a la comunidad, de la misma manera
que otros sirven en comités de obras públicas, agua o policía. El comité del museo se integra así al sistema de
cargos comunitarios. El sistema de cargos también es una institución vieja. Cuando los niños pasan a ser
adultos adquieren las obligaciones acostumbradas de servir a la comunidad, empezando en las posiciones más
bajas. Cumplir con estas obligaciones es un requisito para convertirse en miembros plenos del cuerpo político
comunitario. El sistema no es vehículo para la ambición o el enriquecimiento individual; es un camino hacia el

41
prestigio y el respeto. Las autoridades municipales no reciben compensación monetaria por su trabajo, aun
cuando frecuentemente tienen que dejar a un lado sus propios asuntos. Pero, en compensación, su palabra
adquiere más peso en los asuntos comunitarios (De la Fuente, 1977: 209-258; Vázquez Rojas, 1993: 172-186).
Esta manera de proceder en el trabajo de los museos comunitarios es importante por cuatro razones: la
innovación de los museos comunitarios, al ser integrada a la asamblea y al sistema de cargos, refuerza una
estructura de política comunitaria en declive; mantiene abierto el espacio necesario para que los participantes
hagan suyo el proyecto; los individuos que integran el comité lo hacen por mandato de la comunidad y, con
frecuencia, hay tensión entre sus necesidades personales y los requerimientos comunitarios; por último, las
personas que asisten al curso de historia oral representan a la comunidad y en todo momento asumen su
imagen colectiva por encima de la individual.

EL TALLER DE HISTORIA ORAL

Un taller de historia oral dura alrededor de 40 horas, repartidas en el transcurso de tres o cuatro meses. La
primera parte consiste de una introducción general, sobre cómo entender el pasado y relacionarlo con las
experiencias presentes, y una exposición detallada sobre el uso de la grabadora y la entrevista. La segunda
parte consiste en revisar las entrevistas hechas por los participantes. Realizamos tres o cuatro revisiones
mensuales para escuchar las cintas y comentar acerca de la calidad de la grabación, la presentación que
introduce a la entrevista el tipo de preguntas, la relación creada durante la entrevista, y el contenido
informativo. La tercera y última parte consiste en editar todas las entrevistas acorde a temas seleccionados y
construir un texto.

LOS INDIVIDUOS HACEN LA HISTORIA

Una de las metas del curso, y de todo el proyecto, es hacer sentir a los participantes que ellos son
constructores y no meros espectadores de la historia. Aunque el éxito de este propósito no ha sido completo,
creemos haber hecho buena lid con el problema. Los asistentes al curso han adquirido un nuevo e incisivo
sentido sobre la historia y su papel en ella.
Comenzamos el curso con una breve presentación de nosotros y del trabajo que realizaríamos. En seguida
pedimos a los presentes que escribieran su historia. Después de 20 minutos, algunos de ellos leyeron sus
textos y todos comentan sobre cada historia. Normalmente iniciamos la discusión preguntando si es posible
conocer a la persona después de escuchar su escrito. Los comentarios proceden a señalar lo que sí conocemos
y lo que necesitaríamos saber.
Uno de los propósitos del ejercicio es crear una atmósfera relajada que anime la participación. La lectura y
discusión de las autobiografías logra rápido este fin, ya que provoca risa, lágrimas, comentarios agudos y
demás. Un segundo propósito es introducir ideas sobre qué es historia y cómo estudiarla.
Los comentarios normalmente revelan que las autobiografías presentan a individuos solos. Aquí
introducimos la noción de que los individuos están inmersos en redes de relaciones sociales, algunas creadas
por ellos y otras independientes de su voluntad o sus actos. La historia, señalamos entonces, es el estudio de
esas relaciones sociales en diferentes escenarios: trabajo, familia, comunidad. Los participantes también
descubren que cada historia presenta a un protagonista que pasa de un suceso a otro siempre victorioso. Sus
fallos, infortunios y conflictos no son narrados. Sugerimos que buenos y malos momentos son igualmente
importantes para determinar el resultado final de nuestra vida.2
Generalmente nosotros señalamos que los escritores seleccionaron qué escribir y qué no escribir. Por lo
general omiten aspectos que consideran motivo de discrepancias para evitar fricciones. Las autobiografías
reflejan lo que un individuo cree que va de acuerdo con una imagen de grupo en particular. Los escritores

2Todos estos puntos están elaborados con cierto detalle en un manual que usamos en los talleres (Camarena Ocampo, Necoechea Gracia y
Morales Lersch, 1991).

42
también omiten lo que consideran obvio o nimio. A los instructores nos gusta mencionar la importancia de la
comida cotidiana y señalar que las autobiografías no la mencionan. Concluimos reflexionando sobre cómo
todos los sucesos contribuyen a formar la historia.
Antes de que la discusión se extienda demasiado, pasamos a otro ejercicio. En aquella ocasión les pedimos que
escribieran la historia de su comunidad y, nuevamente después de 20 minutos, algunos leen lo que escribieron.
Los escritos en este segundo ejercicio, invariablemente, comparten una característica: las vidas
individuales desaparecen. Aparecen, en su lugar, descripciones de edificios, obras públicas, algunos eventos
importantes y quizá las principales actividades económicas. Algunos retroceden en el tiempo y cuentan una o
dos historias aprendidas de la tradición oral sobre la fundación del pueblo o eventos importantes. Durante la
discusión de estas narraciones, nosotros señalamos la distancia entre las autobiografías, en las que el narrador
era el protagonista central, y las historias de comunidad, en las que el individuo desaparece. Aunque en la
discusión previa habíamos apuntado que todas las personas hacen la historia, las historias de comunidad no
toman en cuenta lo que cada uno ha hecho (Necoechea Gracia, 1992).
Preguntamos entonces quién construyó las iglesias y las escuelas, quién asistió a las asambleas
comunitarias, quién preparó la comida. Aprovechamos el incidente para hacer una rápida revisión de la
historia oficial de México, que borra la experiencia de la gente ordinaria y de los pueblos rurales. Al hacerlo,
no les brindamos nuevo conocimiento ya que saben que la historia de sus comunidades no es considerada
parte de la trama principal de la historia. Pero también descubren que su propia narración anula las
experiencias de quienes viven en esas comunidades.
Nuestro objetivo es conectar lo que los individuos han hecho con aquello que es considerado historia.
Sobre el pizarrón trazamos una línea de tiempo para cada historia y anotamos los eventos contados, en el
orden en que aparecen. Es fácil, pues, visualizar cómo algunas anécdotas, sobre el trabajo o la educación por
ejemplo, se repiten en las historias individuales. Regresamos, entonces, a las historias comunitarias y
descubrimos la frecuente mención al edificio escolar o a algunas actividades económicas. Los hilos que
conectan la experiencia personal y la historia comunitaria se vuelven evidentes.
Aparece claro, asimismo, que la historia existe en la memoria de los participantes o en la de sus padres y
abuelos. Este descubrimiento causa emoción y frecuentemente alarga la discusión hacia un recuento de
eventos conocidos por todos e incidentes de ellos que cada quien conoce. Por lo general se trata de eventos
importantes sucedidos entre 1880 y 1980 pero que no habían sido descritos en las historias comunitarias. Los
participantes comienzan entonces a cambiar la historia.
Las líneas de tiempo también destacan las diferencias. La discusión normalmente nos lleva a tratar de
explicarlas, y por consiguiente, a ver qué características del grupo cambian con el transcurso del tiempo. Los
viejos, por ejemplo, hacen referencia a uno a dos años de escuela o ni siquiera mencionan la educación formal
mientras que los jóvenes han podido seguir carreras profesionales. Los viejos refieren haber aprendido las
tareas laborales de sus padres, no así los jóvenes. Cuando se habla sobre la emigración, los viejos recuerdan
haber viajado a pie a ciudades dentro de la región sureña de México. Los jóvenes han viajado en autobús,
automóvil y avión a ciudades tan lejanas como Chicago. En el transcurso de la discusión, podemos relacionar
grandes sucesos históricos, como la expansión de la educación pública o el desarrollo de polos económicos,
con lo que cada individuo ha contado sobre sí mismo. Entendemos cómo han moldeado y cómo han sido
moldeados por estos sucesos. Éste es un conocimiento nuevo, ya que nunca han reflexionado sobre su
experiencia colectiva como hacer historia.

LAS PALABRAS COMO IMPOSICIÓN

Pasar de esta fase del taller a la siguiente, precisar lo que se va a investigar, era casi imposible en los primeros
cursos. Los instructores todavía no concebíamos con claridad la dificultad de construir una comunicación
efectiva. Nos habíamos preocupado, en el mejor de los casos, por no utilizar palabras poco comunes o jerga
académica. Pero no teníamos idea de que también las palabras cotidianas podían ser motivo de confusión.
A nosotros nos preocupaba en particular la palabra tema. Las historias individuales no eran sobre
educación sino sobre ir a la escuela, sobre maestros o sobre aprender algunas cosas. Nosotros, como

43
instructores, convertíamos estas anécdotas en categorías abstractas que englobaban diferentes tipos de
información (aprendizaje en la familia, en la escuela y entre amigos). El uso de las líneas de tiempo y la
discusión de similitudes y diferencias facilitaron el paso de la descripción a la abstracción temática.
Pero no sucedía lo mismo cuando tratábamos de convertir los temas en problemas de investigación. En
algún momento de la discusión y con toda naturalidad, nos referíamos a la educación, el trabajo o la
emigración como problemas a investigar. La introducción de la palabra problema traía consigo el caos.
Una y otra vez sentimos cómo se derrumbaba una sesión de varias horas en unos cuantos minutos, hasta
que entendimos lo que sucedía. Problema, para nosotros, significaba un paso en el proceso de abstraer sucesos
concretos para poderlos estudiar. La misma palabra, para los participantes, connotaba situaciones prácticas
que requerían solución. Cuando nosotros hablábamos de la educación, la emigración o la medicina tradicional
como problemas de investigación, ellos tenían en mente la construcción de escuelas, fomentar fuentes locales
de empleo o establecer un vivero de plantas medicinales. Mientras utilizamos la palabra problema, ellos no
entendieron el propósito del curso y nos confundieron con expertos en planificación y desarrollo.
Este fortuito malentendido nos llevó a ver dos obstáculos en el trabajo. Por un lado, para los miembros
de la comunidad el museo no era una empresa académica (algo que nosotros natural e inconscientemente
asumimos) sino un paso para solucionar problemas largamente sentidos. Los participantes, además, estaban
interesados en mejoras materiales que aumentaran su prestigio frente a sus pares. Era una justa expectativa de
recompensa por el servicio que prestaban a la comunidad. Afortunadamente otros aspectos del proyecto de
museos brindaban satisfacción a esta preocupación, ya que el curso por sí mismo no brindaba ninguna.
Por otro lado, nos dimos cuenta de que involuntariamente imponíamos palabras y significados. Después
de reflexionar aparte, los instructores convenimos que la imposición no era justificable pero que en ocasiones
debíamos convencer a los participantes de la pertinencia de nuestro significado. La frase problemas de
investigación, evidentemente, era innecesaria. A partir de entonces la evitamos, usando en su lugar la frase más
larga, pero más exacta: aspectos de la vida comunitaria, sobre la que deseábamos conocer más.

CONSTRUCCIÓN DE LA COMUNICACIÓN

Nuestra reflexión nos llevó a entender la necesidad de colaborar con el grupo para dar significado a las
palabras que empleábamos. Después de todo, éste era un punto fundamental que tratábamos de enseñarles en
la técnica de entrevista. Contrariamente a suponer que deseábamos decir lo mismo cuando usábamos las
mismas palabras, comenzamos a asentar el significado de palabras clave, especialmente de los conceptos que
representaban temas de investigación. Buena parte del curso se convirtió en un ejercicio de construcción de
un lenguaje común.
El empleo de la palabra artesano ejemplifica el proceso. Ésta fue la palabra clave durante un curso que
juntó a personas de varias comunidades para crear una exposición sobre artesanías. Comenzamos una sesión
pidiéndole a cada uno que describiera el trabajo que hacía. Algunos respondieron con una descripción
detallada de un intrincado proceso de trabajo que requería años de aprendizaje, en especial los tejedores y los
canteros. Otros rápidamente describieron los objetos que elaboraban con madera o zacate. Este intercambio
esclareció para todos que artesano se refería a una gran variedad de trabajos, y que no todos ellos requerían un
largo aprendizaje o gran calificación. Para los instructores, artesano connotaba una alta calificación para
realizar una compleja labor manual. Descubrimos que la palabra no estaba reservada para ese significado y,
más aún, que preferentemente significaba producción doméstica y el modo de vida que combinaba varias
labores para satisfacer las necesidades familiares.
Después pedimos que describieran sus sentimientos hacia el trabajo. Algunos emplearon adjetivos como
gozo y gusto mientras otros emplearon términos menos efusivos, como entretenimiento o mantenerse ocupado.
Nuestra imagen, nuevamente, era la de los artesanos urbanos decimonónicos: radicales, libre pensadores,
orgullosos de su trabajo y conscientes de su importancia social. Descubrimos una gama de sentimientos y
actividades más variada que la esperada.
Preguntamos entonces por el equivalente de la palabra española en zapoteco y mixteco. Nos sorprendió
encontrar que no había equivalente: las palabras usadas en los otros dos idiomas describían la actividad

44
(tallador de madera, tejedor de tapete, etcétera) y no existía una sola palabra que agrupara estas actividades.
Artesano, entonces, era una palabra impuesta; sin embargo, preservaron sólo parte de su significado original y
añadieron significados propios que la adecuaron a su contexto (Chartier, 1992: 3-30).
Continuamos explorando el significado de la palabra mientras avanzábamos en la investigación de las
distintas artesanías. Comprendimos que ser artesano estaba asociado a nuevas relaciones de mercado que
valoraban objetos hechos a mano con materiales naturales y con una cualidad de ingenuidad (García Canclini,
1982). En cierto modo, los sentimientos correspondían con el valor mercantil: un tejedor sentía más gusto y
orgullo que un tallador de madera. Al mismo tiempo, los sentimientos expresados en su descripción del
trabajo desbordaban el mercado. Todos destacaron la relación que entablan mediante su trabajo con el
entorno natural, con otros y, más importante, con el pasado. El oficio lo aprendieron de sus padres, quienes a
su vez lo aprendieron de los suyos, uniendo así una cadena de origen remoto. Ocuparse en cualquier oficio
era una manera de honrar a las generaciones pasadas y, a través de ellas, de honrar al Dios cristiano y a otras
deidades. Los sentimientos de gozo, orgullo, utilidad, incluso de mantenerse ocupado, tenían que ver con esta
conexión entre el trabajo y el pasado mucho más que con el trabajo mismo o con la ganancia económica
derivada de él. Este significado lo descubrimos todos, en el trascurso de varias discusiones y de hacer
entrevistas en varias comunidades (Camarena Ocampo y Necoechea Gracia, 1993).
En la discusión sobre artesanos y trabajo afloró otra palabra, y con ella otra larga discusión. Con
frecuencia, tanto zapotecos como mixtecos emplearon la palabra costumbre. Cuando les pedimos que la
tradujeran a sus idiomas, respondieron que no había traducción literal sino aproximaciones. Ellos utilizaban
palabras que, traducidas al español, eran equivalentes de norma, deber o ley. Para nosotros esto fue una
revelación, ya que automáticamente habíamos relacionado costumbre con tradición, es decir, con conductas
pintorescas que nada tenían que ver con ley o norma. Esta asociación revelaba nuestro prejuicio urbano y de
clase media. Una vez que entendimos el significado y el peso de la costumbre, entendimos también que el
trabajo artesanal era una práctica en su mundo y una representación de éste (Thompson, 1993: 1-15).
Evitamos desde ese momento emplear tradición como sinónimo de costumbre, ya que la primera palabra de
ninguna manera connota la dinámica y contundencia de la segunda. Una vez más, la diferencia en significados
de una misma palabra nos obligó a abandonar el nuestro para poder entender lo que se decía.

LA COSTUMBRE CONTRA LA HISTORIA

Nuestra comprensión del sentido de costumbre iluminó otros dos puntos hasta entonces difíciles: tiempo y
cambio. En las discusiones sobre las autobiografías y las historias comunitarias, una de nuestras
preocupaciones era que ambos ejercicios presentaban historias atemporales. Los individuos aparecían como
predestinados desde su nacimiento a ser lo que eran. Este sentido de repetición inmemorial obedecía a la
fuerza de las costumbres, de las normas colectivas. Con frecuencia atribuían el cambio a imposiciones del
mundo externo, y ese mundo externo englobaba a conquistadores españoles, oficiales gubernamentales,
mestizos oportunistas y académicos bien intencionados como nosotros. Fue importante darnos cuenta de
este contexto, porque nos percatamos de que estábamos metidos en una situación de confrontamiento y
antagonismo: la costumbre asediada por la historia. En la medida en que pudiéramos vernos de frente como
antagonistas y construir un puente de comunicación, en esa medida el proyecto y sus propósitos podían pasar
a manos de los colaboradores comunitarios.
Los talleres de historia oral fueron el escenario para representar el antagonismo entre historia y
costumbre. Historia pertenencía al lenguaje del conquistador: todo aquello que había ocurrido en el pasado e
hizo cambiar a sus comunidades. Costumbre, en cambio, era la repetición de prácticas y rituales que resistían el
paso del tiempo y, por tanto, el cambio instigado desde fuera.
Comprendimos que habíamos llegado a un punto importante en la investigación y en el trabajo del taller.
Todo el material de entrevista que habíamos recabado en Oaxaca contenía un profundo sentido de
continuidad y armonía. Era evidente un esfuerzo consciente por presentar la vida bajo esta luz, como si el
cambio y el conflicto importaran poco. Los cambios, cuando eran mencionados en las entrevistas o en las
discusiones del taller, siempre aparecían minimizados o bajo una luz negativa.

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En una entrevista, por ejemplo, un tejedor como de 40 años habló largamente sobre cómo había
enseñado a sus hijos el oficio. Cuando escuchamos la grabación, nos llamó la atención un pasaje en particular:
hablaba de usar una regla para medir la distancia entre la orilla del tapete y la orilla del diseño. El uso de la
regla suponía que aprendiz y maestro conocían los números y el sistema decimal. Le preguntamos al tejedor si
la medición siempre se había hecho de esta manera e inmediatamente respondió que sí. Comentamos con él
que los hombres más viejos y sin educación formal quizá no conocían el uso de la regla. Después de pensarlo
por un rato, nos contestó que uno de sus maestros de tejido utilizaba una vara para medir la distancia. A
continuación vino un torrente de recuerdos sobre cambios, grandes y pequeños, en el arte de tejer.
Paradójicamente, después de esta extensa descripción, concluyó: “Pero se trata esencialmente de lo
mismo” (Gutiérrez, 1992). Ciertamente que no, porque los cambios que describió sugerían que el tejido de
lana pasaba de la producción simple a la fase de manufactura.
En otra ocasión, durante un taller encargado de investigar la medicina tradicional, pedimos a los
participantes que se imaginaran gravemente enfermos y con la opción de decidir entre un doctor tradicional y
otro moderno. La decisión dividió al grupo más o menos por la mitad, sin un patrón evidente de selección.
En seguida y con enojo, un hombre mayor denunció que “ellos” habían cambiado las costumbres de la
comunidad. A la pregunta de quiénes eran “ellos”, respondió bruscamente: “¡Los españoles, por supuesto!”
La mayoría de las entrevistas brindan gran riqueza de detalles pero rara vez se detienen a marcar los
cambios. El cuadro general que pintan es el de la vida pueblerina adormilada que despierta durante
pintorescas festividades religiosas y civiles. Sin embargo, como historiadores nos interesaba conocer las
tensiones, los conflictos y los cambios. A primera vista estos testimonios nos desilusionaron y no sabíamos
qué hacer con ellos. Gradualmente descubrimos que el énfasis en la continuidad como armonía y en el
cambio como adversidad era intrínseco a su visión del mundo. Lentamente comprendimos que habíamos
tocado una cuerda profunda en la estructura de sus sentimientos. Un sentimiento que organizaba las
memorias de vida como resistencia al cambio mediante el apego a la costumbre, aun cuando los hechos de
vida apuntaran en la dirección opuesta (Camarena Ocampo y Necoechea Gracia, 1992).3
Las costumbres crean identidad. Los actos repetitivos de la vida diaria y los rituales periódicos crean
representaciones y símbolos que conforman una identidad que distingue al grupo. Las memorias narradas por
los oaxaqueños, aunque subrayan las características individuales, retratan los elementos de una imagen
colectiva que inyecta un sentido de poder, el poder de resistir.
La costumbre, sin embargo, también fomenta un sentido de inevitabilidad y de resignación. La repetición
es representada como normas colectivas de origen inmemorial y no como acto de la voluntad individual. Por
lo mismo, los cambios ocurren ajenos a la voluntad o la capacidad de impedirlos de los individuos. “Ellos” se
convierte en un poderoso adversario y el cambio es el resultado inevitable de un combate desigual.
El proyecto de museos comunitarios tiene un papel difícil en este contexto. Por un lado, su propósito es
ayudar a preservar las costumbres de los pueblos. Por el otro, pretende fomentar una conciencia histórica
crítica. El proyecto debe, entonces, lidiar con el carácter de oposición que reviste la relación entre historia y
costumbre. De la misma manera, debe evitar exposiciones museográficas que congelen las costumbres y las
despojen del poder y dinamismo que tienen en la vida cotidiana. El desafío es crear un tipo diferente de
museo. El trabajo de historia oral que acompaña este trabajo museográfico es uno de los elementos
importantes para crear la diferencia.
A través de la historia oral, la propia y la que recogen entre sus vecinos, los participantes adquieren un
sentido de tiempo y cambio que se origina en sus vidas y no en otra parte. Al enfocar cómo ciertas
costumbres han cambiado, es posible localizar elementos que empujan hacia cambios desde fuera de la
comunidad. Pero esta fuerza viene de algún lugar en particular, en un momento dado y ejercida por

3 Los mexicanos de otras regiones, como hemos podido apreciar en talleres recientes, también hablan de la pérdida de valores y la importancia de
mantener las costumbres. Es posible que éste sea un sentimiento poderoso en la cultura del país. Es interesante notar, además, lo que Linda
Shopes reportó sobre la ciudad de Baltimore (Estados Unidos): la mayoría de la gente ahí entrevistada recontó su vida desde la perspectiva épica
de la sobrevivencia a través de una era de cambios difíciles (1981: 30-32). Un sentimiento similar aparece entre los mineros peruanos, para quienes
la idea de que la vida es una lucha sirve de motivo organizador de sus memorias (Urteaga, 1984). Hay, sin duda, gran diferencia entre Baltimore,
Perú y las comunidades oaxaqueñas. Sin embargo, también hay algo de familiar en la manera en que cuentan sus vidas como lucha contra las
adversidades de la historia, ya sea para resistir o para sobrevivir al cambio. Quizá esta tensión en la memoria determina la conciencia histórica de
grupos subordinados en diferentes culturas.

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individuos o grupos específicos. Al mismo tiempo, pueden comprender cómo ellos o sus antepasados
interactuaron con estos elementos, mediante una mezcla conflictiva de resistencia y adaptación. Lo que ha
resultado, su sociedad actual, siempre ha incluido sus acciones. El trabajo que realizan en el taller de historia
oral los equipa para la tarea de resignificar sus nociones de tiempo y cambio y crear un lenguaje necesario para
entender su propio papel como creadores de la historia. De esta manera se apropian de la historia que han
investigado. En otras palabras, las de un participante en uno de los talleres: “la historia y la costumbre pueden
ir de la manita”.
El uso de la historia oral, desde esta perspectiva, formula cuestiones fundamentales de la historia pública.
En primer lugar, ¿a quién debe representar la historia? Los discursos convencionales que encontramos en
museos destacan personajes singulares o fuerzas históricas extrahumanas. Construir un discurso histórico a
partir de entrevistas que examinan una amplia gama de experiencias recrea los contextos de complejas redes
sociales en que suceden los eventos históricos. En segundo lugar, ¿qué tan inevitable es el presente? En la
historia pública subyace la perspectiva de que el presente es el resultado natural del pasado. A través de
historias individuales podemos comprobar que el presente siempre contiene alternativas que pudieron haber
ocurrido y que nuestra existencia es una continua negociación entre opciones. Reconocer que el presente es
contingente y no absoluto es necesario para no sentirse aplastado por el peso muerto del pasado. Por último,
¿a quién pertenece la historia? En general pensamos que la historia pertenece a otros, a los que están en los
museos, y no reconocemos a nuestros propios antepasados en este discurso. Conocer y reconocer lo hecho
por nuestros abuelos, padres y nosotros mismos como parte de la trama histórica central nos confiere
capacidad y derecho para influir sobre ella. En la medida en que los habitantes de comunidades indígenas
oaxaqueñas o de las grandes ciudades cosmopolitas actúen como agentes conscientes de su propia historia,
podrán timonear sus vidas en la dirección que les plazca. A final de cuentas, ésa debería ser la intención de la
historia pública.

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Los tejedores construyendo la artesanía.
Cambios y continuidades en la identidad de los artesanos.
Generación e identidad

Mario Camarena Ocampo


DEH-INAH

INTRODUCCIÓN

El tejido es, en la actualidad, un símbolo de la identidad de los habitantes- de Santa Ana del Valle, Oaxaca.
A este respecto Ricardo, tejedor de esa comunidad, nos dice:

aquel que no sabe tejer no se crió en el pueblo, actualmente hasta las mujeres tejen. Son casas en las que hay hilos y
telares, ya es una costumbre y de ahí los tapetes de lana… son de hecho la base, el sostén y la economía de una
familia, y por qué no decirlo, del pueblo mismo en estos días… esto nos hace diferentes de otros pueblos.1

A través de este relato se palpa la identidad de los artesanos y el significado del tejido de lana en la historia
de la comunidad. El tejido la unifica, aunque para cada uno de los miembros de una misma familia su
significado sea diferente, pues en su seno conviven varias generaciones.
Dentro de Santa Ana, hay una identidad integradora: se relaciona con el grupo de personas dominantes
de la comunidad en determinado momento histórico, pero existen también otras correspondientes a distintas
generaciones. En este estudio se quieren mostrar y analizar los cambios ocurridos en la identidad de los
tejedores de Santa Ana del Valle, Oaxaca, a partir de la década de 1900 hasta nuestros días.
La carne de este ensayo son los relatos de tres generaciones de artesanos dentro de una misma familia.2 A
partir de éstos, podemos conocer cuáles fueron sus momentos “dorados”; a su vez, establecemos un
parangón entre ellos. En los testimonios encontramos similitudes entre los tejedores, pero sus autorretratos
no son iguales. La primera, y más obvia diferencia, se encuentra en la experiencia particular de cada uno. La
especificidad de lo vivido, su manera de entender y explicarse sus experiencias y los acontecimientos se
relacionan con su edad, por la generación a la que pertenece cada uno de ellos.
Se han podido rastrear algunas familias trigeneracionales como la de Víctor Morales; él actualmente ya es
abuelo. Víctor dice: “Nací en 1907”. También a esa década pertenecen tanto el padre de Minerva “X” como
el de Ricardo Gutiérrez. Los hijos de ellos nacieron entre las décadas de los treinta y los cuarenta. Minerva
cuenta: “Nací en 1937” y Ricardo Gutiérrez dice: “Nací en 1945”. Casi todos los hijos de esta generación
nacieron en 1960. Tanto padres como hijos son originarios de Santa Ana del Valle, Oaxaca.3
Las fechas de nacimiento nos muestran generaciones diferentes. El primer grupo nació entre las décadas
de los años diez y veinte; otro, en el transcurso de los años cuarenta; el tercero en la década de los sesenta,
algunos de cuyos miembros ya tienen hijos en las décadas de los ochenta y noventa. En la mayoría de las
familias estudiadas se forman cuatro generaciones, aunque los últimos hijos oscilan en edades de 1 a 15 años.

1 Segunda entrevista a Ricardo Gutiérrez, realizada por Mario Camarena en Santa Ana del Valle, Oaxaca, el 29 de junio de 1994.
2 La fuente principal en este ensayo son entrevistas de historia oral a artesanos de Santa Ana del Valle, realizadas durante mi estancia en la zona de
1992 a 1994 y que se llevó a cabo dentro del Proyecto de Museos Comunitarios de Oaxaca. El objetivo principal era rescatar las vivencias de estos
tejedores y a partir de ellas poder reconstruir el mundo de la artesanía.
3 Estos datos se han reelaborado a partir de las entrevistas realizadas para este ensayo.

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La importancia de ver la época en que han nacido corresponde a las divergencias expresadas en la concepción
del trabajo del tejido, el proceso de enseñanza del mismo, así como la importancia económica.
Una generación es un grupo de hombres y mujeres que nacieron y han sido educados dentro de una
concepción del mundo, con ideas que marcaron sus experiencias y su actuar en la comunidad. Es un ethos
peculiar; impreso en la juventud, se arrastra colectivamente toda la vida. Es un modo de afirmar la identidad
generacional que tiene su fundamento en una costumbre heredada o transmitida en forma oral, de padres a
hijos; es transformada por el contexto en que se vive.4 Dentro de una generación podemos rastrear ciertos
rasgos distintivos, como un “aire de familia”, la manera como se relacionan, el modo de convivio, actitudes
comunes o creencias profundas sobre sus costumbres.
Cada entrevistado nos habla del oficio, la familia, la religiosidad y el mercado. A su vez, cada uno
construye una concepción individual del mundo y, simultáneamente, la identidad cultural del grupo. Esta
identidad no deviene de las tareas del oficio únicamente, sino del significado que le dan. El mismo oficio
adquiere diferentes significados de acuerdo con la generación a la que pertenece y se encuentra relacionado
con el contexto cultural, económico y social de la época.5 La identidad varía con el transcurso- del tiempo, no
es algo que permanece estático y de modo ahistórico. La comparación entre generaciones nos permite ver el
cambio, en el sentido de analizar las diversas concepciones sobre el trabajo del tejido.
Entre los años que van de 1900 a la actualidad, he detectado tres generaciones de familias de tejedores y a
través de ellos pude ver las variantes dentro de la concepción de la artesanía y su significado. Uno de los
cambios más notables fue la concepción sobre el oficio, donde se pasó de una concepción de tejedores a otra
donde se ubicaron como artesanos. Esta transformación se explica en su relación con la naturaleza, donde la
primera —ser tejedores— tiene una estrecha afinidad con la naturaleza y lo sobrenatural, mientras que la
segunda —ser artesanos— está en una clara interacción con las leyes del mercado. En la primera se tiene una
estrecha relación con el pasado y su concepción del mundo está en función de éste; en la segunda únicamente
hacia el futuro. Dejar de ser tejedores y comenzar a ser artesanos implicó un cambio radical en su identidad.
La concepción artesanal permeó las relaciones entre ellos e influyó para generar las relaciones de clase y de
género en la comunidad. El cambio no fue aislado o de unas cuantas familias, sino que influyó para atraer
cambios importantes dentro de la comunidad.
La identidad sufrió modificaciones por el tipo de relaciones establecidas entre las comunidades y el
exterior. Los pueblos se adaptaron a las exigencias del mercado y a las necesidades de los programas de
gobierno, que promovían los artículos como “artesanías típicas”. En ellos los artesanos venden sus artículos
“genuinos”, incluyendo los más modernos diseños y materiales nuevos. Los cambios comenzaron a expresar
las influencias ajenas a su tradición cultural.
La identidad de los artesanos es flexible y se adapta según la época de acuerdo al material cultural
disponible. De este modo, los artesanos generan y recrean su identidad étnica frente a la cultura dominante.
En Santa Ana del Valle, los cambios son atribuidos por sus moradores a tres factores: 1) a través de la
comercialización de sus productos al exterior; 2) la apertura en los años cuarenta de la nueva carretera
Panamericana, y 3) la migración que influyó de manera decisiva para una integración más fuerte con el
mercado nacional, donde sus productos se revistieron del carácter de “artesanías” y pasaron a ser un factor de
consumo suntuario para las clases medias.

LOS TEJEDORES Y EL MUNDO MÁGICO

La generación, de 1900 a 1920 en la actualidad, representada por los ancianos de la familia, conforma ese
pasado remoto; es el grupo de gente que peleó en la sierra Juárez y defendió a la comunidad ante la llegada de
las fuerzas federales durante la Revolución mexicana.

4Gerardo Necoechea, “Cinco autorretratos y un ensayo: mujer, trabajo y familia en Río Blanco (1890-1950)”, Historias, núm. 7, revista de la DEH-
INAH,octubre-diciembre de 1984 pp. 85-100; Enrique Krauze, “Cuatro estaciones en la cultura mexicana”, en En cara de la historia, Joaquín Mortiz,
México, 1982, pp. 125-168.
5 Véase Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Gedisa, México, 1987.

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Ahora, este pequeño grupo, más numeroso entonces, no conocía más medicina que las yerbas y brebajes
como modo de curarse de enfermedades cuyo origen era atribuido a fuerzas naturales o a los malos espíritus.
Su explicación del mundo era a través de una concepción religiosa y mágica. La vida de las familias y de la
comunidad se regía por la costumbre. Esta generación se identificó como “tejedores”. Laureano González
nos dice a ese respecto: “antes no nos decíamos artesanos, sino ‘tejedores’ —en zapoteco es runcilat (sii), que
quiere decir gente que hace sarapes-—, pero ahora llamamos ‘artesano’, porque ahora vendemos artesanía”. 6
El concepto de tejedor describe las formas de trabajo aprendidas y practicadas por generaciones
anteriores. Este énfasis en la relación con el pasado los identifica como tejedores; eran años en los que no
había un vínculo tan fuerte con el exterior.
Para estos hombres, ser tejedor significaba una conexión con su pasado, con la generación anterior a ellas
y con la costumbre, un modo de vida de la comunidad. 7
Una característica central del tejedor es la repetición, la cual es favorecida por encima de la innovación.
Repetir las cosas es conocer los secretos y el arte del tejido e imitar bien la manera en que se hacen. El
dominio del oficio ha estado siempre en este conocimiento; le permite elaborar un producto casi idéntico al
de la generación antecesora, manteniendo con esto la relación familiar. El orgullo del tejedor estaba apoyado
en este conocimiento y la habilidad desarrollada durante su vida.
La innovación, en cambio, no se valoraba de igual modo, e inclusive significaba un ataque a la concepción
del tejedor y de su pasado. El señor Laureano continúa diciendo:

Nací en 1907, actualmente cuento con 84 años. Empecé a trabajar muy joven la artesanía, allá por 1920. Antes se
hacía más sencillo el trabajo, ahora veo muchos dibujos en la orilla. Me platicaban mis abuelos que usaban lana
para trabajar las cobijas rayadas y se pintaba de morada, roja y verde. Eran de pura lana. Nosotros empezábamos
por trasquilar a los borreguitos; se limpiaba la lana ya que a veces traía espinas y basura, en el río la lavaban y se
utilizaba la lejía para quitarle la grasa. Traían la lana a la casa y la ponían sobre un petate para secarla, con una vara
la movían y la sacudían para quitarle lo anudado. Ya seca y sin nudos, se comenzaba a seleccionar: lo negro por
un lado, aparte el color pardo y luego lo blanco. Antes de pintarla había que cardar el hilo, antiguamente
decíamos en nuestra lengua “diogar” que quiere decir cardar. Luego en un banquito se hacía el hilo con un
malacate. De ese hilo escogíamos uno para la tela y otro para el tramo para hacer la cobija. Pasábamos a ponerla
en el telar y de allí a la viadera. Así vamos haciendo todo el tejido. Así siempre lo hemos hecho. Hubo una
temporada por 1923 que hacíamos cobija de greca, tibú, águilas y algún otro motivo, sobre todo de pájaros.
Ahora hacen toda clase de monitos, pero no los conozco bien.8

El oficio permite mantener una estrecha conexión con el pasado, el cual se conoce a través de los relatos,
los mitos y las leyendas transmitidas por la tradición oral y reproducidas en los diseños de los gabanes, cobijas
y tapetes. Se cuenta entre los tejedores que fueron los dioses quienes les dieron el don del conocimiento de
los oficios para poder sobrevivir. Así, se mezcla lo religioso con lo profano.
En Santa Ana —pueblo de origen zapoteco— se dice que la Virgen del lugar les enseñó a tejer su ropa.
Ella trajo el oficio al pueblo: “se apareció junto a un pozo agua que nunca se seca y llevaba con ella las
herramientas y el hilo del tejedor”. Por ello es considerada la santa patrona del pueblo.9 Se cuenta que unos
tejedores de esa comunidad hicieron un diseño muy complicado solamente soñado por unas cuantas
personas. Por eso mismo muy pocos tenían ese don para hacer este tejido con un boceto muy especial, por lo
que “en el momento de morir ellos desaparecieron esas formas de realizar los tejidos”. 10
Así, ellos pensaban en sus manos como un instrumento de los dioses. Afirmaban que su trabajo no era
original; los dioses son los únicos creadores y el tejedor es el intermediario entre ellos y los objetos creados.

6 Entrevista a Cruz Bautista realizada por Angélica Bautista Gutiérrez en Santa Ana del Valle, Oaxaca, en 1992; también a Laureano y Raúl
González, realizadas por Mario Camarena en Santa del Valle, Oaxaca, en 1994.
7 “La costumbre es el modo de vivir de cada persona”, entrevista a Laureano González, op. cit.
8 Idem.
9 Conversación con los tejedores de Santa Ana del Valle durante el curso de Historia Oral impartido en marzo de 1992.
10 Conversación con Tino en Santa Ana del Valle durante el curso de Historia Oral impartido en marzo de 1992.

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El oficio era una conexión con el mundo religioso porque en cierto modo pertenece a la divinidad. Los mitos
del oficio llevaban a un acercamiento de los tejedores y sus pueblos con la religión católica y la prehispánica.
Elementos como el agua y el interior de la tierra, poblados por seres divinos, pertenecían al terreno de lo
mágico de las antiguas divinidades. 11
El tejido es la herencia de ese legado de religiones expresadas en ciertas fechas conmemorativas, como el
“26 de julio y la primera semana de agosto ‘que’ es la fiesta principal para el pueblo”.12
En la fiesta de la patrona de Santa Ana del Valle, los jóvenes le solicitaron a la Virgen que les permitiera
iniciarse en el conocimiento del oficio: “los llevaron para que les pida a la virgen que les dé el trabajo y [haya]
más ventas y para eso le ofrecen flores o dan dinero a la iglesia… y sí nos ha dado lo que solicitamos”.13
Año tras año se repetían con gran entusiasmo estas celebraciones. Las fiestas patronales se organizaban a
través de las mayordomías; se preparaban la danza de la Pluma, los fuegos artificiales y la comida. De igual
modo, los tejedores se esmeraban en esas fechas para hacer sus mejores piezas. Esta religiosidad se expresaba
no sólo en las fiestas sino también en la vida cotidiana. En las casas todavía conservan la costumbre de poner
imágenes de santos, de la Virgen, crucifijos, veladoras y palmas. A los santos se encomiendan con un sentido
mágico-religioso para pedirles un buen día y que alejen lo malo de su camino.
La construcción de un pasado de las comunidades a través de un mito era parte esencial en la identidad;
comunidades autodefinidas a partir de su origen, su religión, sus fronteras pasadas y su presente donde tratan
de encontrar los habitantes de Santa Ana del Valle alguna certeza en un mundo incierto y tambaleante.
Afirman: “Somos tejedores y mejor que los de afuera por lo que tenemos que conservar nuestras raíces”.14
Esta costumbre se conserva a través de los relatos transmitidos en forma oral y de generación en
generación; a través de ellos se conserva la historia de la comunidad. 15
La transmisión del conocimiento en los pueblos presenta algunos rasgos en común, reglas y actitudes
representadas por una cultura del aprendizaje. El conocimiento del oficio se hereda de padres a hijos.
Los niños aprendían a tejer la lana en el diario trajín de la vida. Las pequeñas eran instruidas tanto en la
preparación del hilo como para moler el maíz, hacer tortillas y los guisos familiares. Los pequeños eran
introducidos a las tareas más sencillas del oficio junto con otras más arduas, como manejar el arado o cargar
grandes bultos. Gradualmente, durante su niñez, participaban en la subsistencia familiar. El primer
conocimiento del oficio entra a través de la vista, de su contacto con la jornada diaria.
El lugar donde se tejía no estaba separado de los espacios donde ocurría la cotidianidad, ni el tiempo
dedicado a ello excluía las tareas diarias de limpieza, alimentación, etcétera.16 “Yo desde chico veía como
tejían, cómo la cortaban y cómo principiaban.”
Así, los niños desarrollaron una sensibilidad hacia el tejido, aprendiendo a reconocerlo y venderlo. En sus
juegos utilizaban lo que estuviera a la mano y, por supuesto, esto incluía la imitación de los adultos. Los niños
encontraban a su alrededor las herramientas y los materiales trabajados por los adultos.
En las descripciones sobre la transmisión del oficio se reflejaba el modo como se organizaba la vida
familiar, la división del trabajo y el tipo de actividades realizadas para la reproducción de la vida comunitaria.
La mayoría de los dedicados a tejer lo hacían por temporadas, mientras no trabajaran la tierra. “Del campo
vivimos y del tejido obtenemos el dinero que nos faltaba.”17
Estos viejos tejedores no dejaron de trabajar sus tierras ni de pastorear a sus animales; obtenían por ello
un ingreso económico que ayudaba al sustento de la familia y al gasto de la casa.

11 Véase Mario Camarena Ocampo y Gerardo Necoechea, Manos artesanas voluntad divina, INAH, México, 1993.
12 Entrevista a Ricardo Gutiérrez, 1994.
13 Idem.
14 Entrevista a Laureano González, op. cit.
15 Eric Hobsbawm, “Una nueva amenaza para la historia”, Ojarasca, abril-mayo de 1994, núm. 31-32, p. 12.
16 Véase Mario Camarena Ocampo y Gerardo Necoechea, op. cit.
17 Idem.

51
Yo trabajaba en el campo con mi papá y aprendí a tejer. Con mis hermanas fue al revés, a ellas no les gustaba
tejer, lo que les gustó fue hilar. Mi mamá les enseñó a cardar la lana, a prepararla, ella les enseñó. Mi mamá ya se
dedicaba, ya elaboraba el hilo. Ella sabía hilar, lo aprendió desde su casa. Mi mamá hilaba, no sabía tejer, y mi
papá nada más se dedicaba al campo y al tejido… Teníamos que ayudar a mi papá y mi mamá, sí cómo no para
poder tener un sustento.18

Esta costumbre se conservaba en la memoria de los viejos tejedores, de la familia y de la comunidad


cerrada y celosa del conocimiento que poseía. No se permitía enseñar a gente ajena a ellos; los únicos
aprendices eran los jóvenes del pueblo. Ricardo comenta que cuando salió a trabajar “a Yucatán allá por los
sesenta, cuando volví las autoridades municipales me llamaron para ver si había enseñado el oficio a personas
extrañas y así evitar chismes dentro de la comunidad”.19
El conocimiento del oficio y los diseños es considerado un patrimonio de la comunidad y se sanciona a
aquellos que se les ocurra enseñarlo a los de afuera; son muy celosos en sus costumbres. Incluso cuando “una
familia vendió el telar a unas personas de otro pueblo y las autoridades se enteraron fueron y detuvieron a la
persona que lo había vendido hasta que la familia del detenido fue a traer de nuevo el telar al pueblo y así
soltaron a su pariente”. 20
Este “celo” por su trabajo les permitió mantener su identidad frente al exterior. Sólo entre ellos se
transmitía esta forma de trabajar, pues implicaba una concepción del mundo. Esta forma de transmitir y
conservar el oficio del tejido es característica de una generación de tejedores.

LA GENERACIÓN DE TEJEDORES EN LOS AÑOS CUARENTA:


ARTESANOS CONTRA TEJEDORES

Las personas de esta generación, nacidas en la década de los cuarenta, se caracterizan por haber salido del
terruño en busca de trabajo. Dicen haberse convertido en “mexicanos”, sin dejar de ser “zapotecas”. Ellos
ahora “han visto el mundo”, mundo no circunscrito a su pueblo, sino a algo más amplio, más universal.
Durante la década de los cuarenta, se generó de manera temporal un gran movimiento de la población
hacia otros estados de la República y a los Estados Unidos por los populares programas de braceros,
impulsados por ambos gobiernos. La construcción y terminación de la carretera Panamericana facilitó
tanto la comunicación como el traslado de personas a otros lugares y la entrada a la zona de los más
variados artículos.
Se estableció una migración en su mayoría hacia los campos de los Estados Unidos y se hizo continua en
estos años. Hoy día la mayor parte de las familias en Santa Ana del Valle tiene un miembro que migra por
temporadas a los Estados Unidos; aproximadamente la mitad tiene un familiar que sale eventualmente a
trabajar a otras partes de México. 21
Don Elfrego nos platica que tuvo que irse a trabajar fuera porque era “mucha la necesidad por ir y
aumentar mis ganancias, porque antes yo era en aquel entonces soltero, entonces más que nada yo salí”.22
Como muchos varones migrantes regresaron con dinero, adquirieron productos antes no usados o
existentes en la localidad. Con el tiempo, también se contrataron trabajadores o peones sustitutos para
trabajar en la agricultura de los hombres, quienes se encontraban en los Estados Unidos Esto trajo un cambio
radical en las relaciones locales de clase. El trabajo vino a ser una mercancía, comprada y pagada directamente
en el mercado. En Santa Ana, el jornal se pagaba en efectivo.

18 Primera entrevista a Ricardo Gutiérrez, realizada por Mario Camarena en Santa Ana del Valle, 1992.
19 Segunda entrevista a Ricardo Gutiérrez, op. cit.
20 Idem.
21 Idem.
22Entrevista a Elfrego Cruz Bautista, realizada por Angélica Bautista G. en Santa Ana del Valle. Por su parte, Ricardo nos comenta que él sale en
busca de dinero.

52
La experiencia de vivir y trabajar fuera de la región de Oaxaca impulsó el desarrollo de empresas
comerciales locales con otra visión. Los santanecos trajeron no sólo dinero y cosas como la televisión, sino
también regresaron con ideas e información nueva acerca de otros lados. Así, se inspiraron para intentar
iniciar un negocio en el sentido de los estándares de vida no conocidos en la región. La migración fue
importante para el crecimiento de la producción encaminada al mercado. La salida a otros lugares del país
también influyó de manera decisiva en el cambio de los patrones de producción y comercialización en los
productos de la región zapoteca. Ricardo comentó que un señor del pueblo salió a Tapachula a trabajar en el
café; él llevaba un jorongo para su uso. Alguien se interesó en la prenda y la vendió. Como otros muchos
quisieron un jorongo, cuando regresó al pueblo contrató a varias familias de tejedores, quienes le hicieron
varias prendas. Al volver a Tapachula, los vendió rápidamente. Esto le motivó a continuar con la venta de
jorongos, inclusive vendió más de 200 en sus últimos viajes.23 Así, las familias fueron contratadas a destajo
para los comerciantes.
Esta nueva situación del mercado marcó diferencias dentro de la comunidad; aparecieron los trabajadores
a domicilio y se perfilaba claramente un grupo de comerciantes; eran cambios en los diseños, las relaciones de
trabajo y el significado que adquiere el oficio.
La demanda del mercado estuvo acompañada por cambios en los estilos y diseños. A estos tejedores se les
impusieron ciertos bocetos y formas novedosas en sus tejidos, modificaciones que respondían abiertamente a
las necesidades del mercado. Uno de ellos comenta: “Apareció un libro con una serie de modelos, nosotros
los copiábamos y los calcábamos en los telares para que nos salieran bien”. 24
La artesanía significa un producto hecho a mano y por ello no producida en serie, a la manera industrial,
en la que cada pieza se diferencia de las demás; es en el decorado donde la iniciativa del artesano logra
variaciones, a veces aparentemente menores pero constantes, ya que es en este campo donde el tejedor
comienza a reflejar la influencia externa a su tradición. Los tejedores dejan de serlo y comienzan a ser
artesanos. Ricardo nos dice: “El artesano se volvió moderno, [los tejidos van] con dibujos de tinturas y
picasos. Antes eran lisos y con un solo dibujo el águila, actualmente es un trabajo a mano, pero los diseños
son diferentes”. 25
Hicieron su aparición los diseños más diversos que poco o nada tienen que ver con la tradición de la
comunidad. Los retratos de personas, animales, copias de cuadros y otros son tejidos sobre pedido. Adornar
los tapetes con motivos diferentes conllevó una pérdida paulatina de algunas de sus tradiciones. Se rompió
además la relación con la naturaleza al incorporar tinturas sintéticas; con anterioridad, cada color tenía un
significado. Ahora, simplemente se busca que sea del agrado de los compradores. Los motivos de sus dioses
se comercializan y van perdiendo su propio sentido; inclusive se incorporan otras deidades ajenas a su
tradición cultural. El significado del tejido se ha perdido sobre todo entre los jóvenes, quienes simplemente
piensan en términos de la venta para el mercado. El producto cambió su valor de uso por el valor de cambio:
“antes el producto no era de lujo sino [se] usaba, ahora es un adorno. Antes no eran tapetes sino gabanes
como cobijas con un hoyo”.26
A partir de los años cuarenta, este proceso comenzó a transformar las condiciones del trabajo de los
hombres. En la actualidad, a los hijos de estos tejedores se les presentan varias opciones: continuar con la
tradición de los padres, o bien, elegir otro tipo de trabajo. El señor Laureano, tejedor por tradición y de quien
ya hemos hablado anteriormente, nos habla de sus hijos y de cómo ya no quisieron ser tejedores. Uno prefirió
ser maestro de escuela y el otro irse a trabajar a los Estados Unidos. Ricardo, tejedor también, comenta de sus
siete hijos —seis hombres y una mujer—: “Sólo tres de ellos han aprendido a tejer. Los otros: unos se
dedican a cuidar ganado, otros dos están en el norte, se fueron para allá. Pero el que se fue primero, ése si
aprendió a tejer, aprendió muy rápido, hasta me ganó, pero ya no teje”. 27

23 Segunda entrevista a Ricardo Gutiérrez, op. cit.


24 Entrevista a Aura Bautista Martínez, realizada por Angélica Bautista G. en Santa Ana del Valle, Oaxaca, en 1992.
25 Primera entrevista a Ricardo Gutiérrez, op. cit. y Felipe Sánchez, op. cit.
26 Entrevista a Felipe Sánchez Morales realizada por Mario Camarena en Santa Ana del Valle, 10 de febrero de 1994.
27 Primera entrevista a Ricardo Gutiérrez, op. cit.

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La negativa de los hijos les hizo sentir tristeza, aunque en estos casos han aceptado la decisión. “[A mi
hijo] no le gusta la artesanía, hasta en la actualidad no le gusta, ya está grande tiene 50 años, [pero] no le gusta
la artesanía.”28
Cuando los hijos rechazan el oficio como forma de vida única, rompen con una concepción de la vida, al
menos en parte. Así, los padres se adaptan a la nueva situación de sus miembros. En la familia hay hijos que
no desean trabajar la tierra o la artesanía y buscan su sustento en actividades económicas consideradas más
lucrativas. Ya no ven hacia el pasado, miran siempre al futuro.
La posibilidad de obtener un empleo diferente se debe, en gran parte, a la migración. Ésta trae nuevas
formas de ver las cosas y de resolver los problemas; frente a esto, el tejido se ve menos y pierde su valor. El
tejido como forma de vida deja de ser atrayente porque no resuelve las necesidades económicas familiares; se
prefiere entonces otro tipo de empleo lo cual lleva a cambios en las relaciones familiares.
Cuando los hombres salieron a trabajar fuera de la comunidad, las mujeres fueron el sostén de la familia.
Los años cuarenta son recordados como la época en que sólo había mujeres en la comunidad. Doña XXX
recuerda “la bracería” como una continua ausencia de hombres; años muy difíciles. Muchas trabajaron como
lo hacían los hombres, haciendo faenas adicionales. Los esposos venían esporádicamente por tiempos cortos;
esto repercutió en el trabajo femenino. Ellas, además de atender las necesidades de la familia, como preparar
alimentos y cuidar a los niños, tuvieron que dedicar parte del día a pastorear, cuidar a los animales y trabajar
en el campo. Muchas trataron de ganar dinero extra a través de la venta del hilado, no tenían tiempo para tejer
ellas mismas o no sabían.
Las mujeres abandonaron el hilado y comenzaran a tejer por la necesidad de obtener un ingreso. Doña
XX nos dice: “las mujeres ya no se dedicaban al hilado. Las más viejas fueron las más marginadas y ellas
continuaron cardando e hilando a mano”. 29
Niñas y mujeres comenzaron a tejer y el hilo lo compraron en las fábricas, obteniendo un ingreso mayor.
Este trabajo se incorporó a sus tareas cotidianas:

las mujeres se dedican al tejido y ya no hacen las tortillas y son más trabajadoras en el telar ya que el hilo ya viene
maquilado y los hombres se dedican a salir a vender y al campo o emigran… por la gran cantidad de tapetes que les
encargaban y toda la familia se dedicó a trabajar y los hilos eran comprados en las fábricas.30

Ahora, en Santa Ana, se reconoce a las mujeres tejedoras; hay un número igual de hombres y mujeres
dedicados al tejido. Esto tuvo implicaciones dentro de la familia. La emergencia de relaciones de clase
enlazada con el capital comercial tuvo como resultado una diferenciación de las mujeres y su estatus dentro de
las familias, ya fuera como comerciantes o como tejedoras. Las mujeres en las familias se describen a sí
mismas como directoras de las tareas primarias del trabajo en los negocios de sus esposos.
Ahora las mujeres pueden decidir sobre la producción y el reparto del trabajo familiar, en especial el de
los niños, así como sobre la venta de los productos con los comerciantes locales. 31
El enlace de los tejedores con el exterior a través de la venta de sus productos implicó a su vez un cambio
tanto en el pueblo como en su relación con el exterior. En el pueblo se comenzó a utilizar la palabra
artesanos, siendo incorporada a su lengua nativa.
Este concepto muestra la imposición del mundo exterior a los tejedores; es retomado para cubrir las
exigencias de las instituciones de gobierno y del mercado. Los tejedores comenzaron a llamarse a sí mismos
artesanos porque producen artículos hechos a mano con un carácter de ser piezas originales, siendo esto su
carta de presentación hacia el mercado. “Si para vender teníamos que ser artesanos, éramos artesanos y así
empezamos a producir obras de arte.”32

28 Entrevista a Felipe Sánchez, op. cit.


29 Entrevista a A. Bautista, 1992.
30 Idem.
31 Idem.
32 Entrevista a R. Gutiérrez, 1994.

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Como tejedores se consideraban repetidores de las enseñanzas de sus padres y abuelos; ahora siendo
artesanos dicen ser innovadores porque sus diseños son originales y hechos a mano. Antes, sus tejidos estaban
enlazados con la tradición y su pasado cultural, ahora miran hacia el futuro y se relacionan con la sociedad
que les rodea.

LA GENERACIÓN DE LOS AÑOS SESENTA: LOS ARTESANOS

En este contexto surge una tercera generación: los hijos de estos tejedores, los jóvenes de Santa Ana. Sus
edades fluctúan entre los 15 y los 30 años. Ellos, al igual que sus padres, aprendieron a tejer en la casa de sus
progenitores y les enseñaron el interés por el oficio; el tejido no es un medio de vida hoy día, ellos lo saben
(“Sabemos tejer, pero vivimos de otras cosas”). Aun las mujeres tienen en sus madres las primeras tejedoras
de la comunidad; saben tejer pero prefieren ser doctoras, enfermeras, secretarias o maestras. Algunos varones
prefieren estudiar y ser profesionistas, o bien, aquellos cuyos padres no pudieron costearles sus estudios se
ocupan como albañiles, mozos o choferes. Su argumentación es muy sencilla: el trabajo de la artesanía no es
redituable y buscan su sustento en actividades fuera de la comunidad.
Su concepción de la vida sigue unida a las viejas creencias de sus antecesores; para ellos, el significado del
tequio, 33 la comunidad y los dioses han variado; pocos están dispuestos a trabajar la artesanía, la mayoría
prefiere salir a trabajar y vivir en la ciudad de Oaxaca o la de México. Esto hace que vean sus tradiciones
como algo que los ata al pasado, y ellos prefieren mirar al futuro donde puedan lograr cierto confort de lo que
es la vida “moderna”.
De igual modo sucede con las fiestas de la comunidad. Se continúa con la tradición de la celebración,
pero el significado se ha perdido. Antes el sentido de la fiesta era para solicitarle a la Virgen Santa Ana que les
enseñara el oficio del tejido, ahora simplemente se le pide que encuentren trabajo. La fiesta es un motivo de
cohesión, pero se desconoce el porqué de la celebración, cómo surgió, situación que ha llevado a que las
leyendas y mitos de la comunidad caigan en desuso y se comience a justificar esto bajo un dominio del
español sobre su propia lengua, aprendido en las escuelas. Estos jóvenes se relacionan fuera de la comunidad
a través del español; cuando van a las fiestas —familiares y de la comunidad—, llegan con una idea diferente
de la historia del pueblo y de sus tradiciones, afectando con esto su transmisión y su continuidad en las
generaciones venideras.
La perspectiva acerca de la artesanía cambia entre estos jóvenes, pero de igual modo se comienza a perder
esa cohesión dada en términos del respeto a la tradición representada por los viejos. Los jóvenes no respetan
a los mayores del pueblo, los tratan como si fueran “inútiles y de repente los bromean, antes los saludábamos
con mucho respeto”. Inclusive no les gusta hacer el tequio, son individualistas. Esto ha ocasionado conflictos
con los mayores quienes se quejan de ellos y dicen: “ser santaneco es contribuir y colaborar con tequio a la
comunidad y tener respeto a nuestros mayores y autoridad que los jóvenes no lo hacen”.34
Así, De la Fuente señala: “la lucha de los jóvenes contra los ancianos pretende salvaguardar la
estructura de su economía, en contra de los despilfarros de quienes pretenden la preservación de las
creencias pagano-cristianas”. 35
Este cambio se debe en parte a su relación con el mundo exterior; Aurora Bautista nos dice: el dilema que
enfrenta la comunidad se debe a que

las mujeres que salen del pueblo y que regresan ya no les gusta hacer nada, les gusta comprar sólo lo hecho. Bueno, a
mí me parece muy bien que salgan, pero que no deserten, que hagan las cosas, que no se pierda la costumbre tan
fácil. Hay que seguir haciendo las cosas que nos enseñaron nuestros padres y abuelos, no olvidar.36

33 Por tequio se entiende el trabajo gratuito que deben dar a la comunidad todos los miembros de la población.
34 Entrevista a E. Cruz, 1992.
35 Julio de la Fuente, “Organización social y política de los zapotecos”, en Relaciones interétnicas, INI, México, 1965, pp. 29-30.
36 Entrevista a Aura Bautista Martínez, op. cit.

55
Esta situación va acompañada con la caída del mercado del tejido, debido a mayores oportunidades de
trabajo de los santanecos fuera de la comunidad y con una mayor facilidad para poder salir de su terruño.

A MODO DE CONCLUIR

En este ensayo intenté mostrar cómo la artesanía se adapta a la hegemonía y se encuentra en constante
proceso de construcción de acuerdo con la relación con el exterior.
Quedan muchas preguntas aún sin responder. Hemos visto que la función económica de la artesanía en la
comunidad y la familia cumplió su cometido. Ahora está dejando de ser el centro de la actividad comercial.
Los relatos de vida aquí mostrados nos ofrecen una entrada. En ningún momento estos tejedores hicieron
cortes tajantes entre su vida familiar, de trabajo y su concepción de la vida. Al ir desenredando la madeja de
su vida, ellos fueron mostrando cómo estos elementos definieron su experiencia de artesanos. Nosotros
podemos tomar las categorías de esta experiencia —oficio, familia, trabajo, aprendizaje, migración— para ir
tejiendo la historia de los artesanos del tejido y de la comunidad de Santa Ana del Valle.

56
Identidades locales como construcción del sujeto,
símbolos colectivos y arena política:
una propuesta metodológica1

Patricia Safa B.
CIESAS-Occidente
Patricia Ramírez Kuri
FLACSO-México

Nadie hubiera creído hace dos lustros que la gente de San


José era capaz de tantas mudanzas. Se ha quitado muchas ideas
de la cabeza y les ha dado cabida a muchísimas novedades. Con
todo, es todavía más lo que conserva que lo echado por la
borda. Lo que se creía que iba a trastornar al pueblo no lo
trastorna. Lo nuevo se adapta a la costumbre quizá porque las
alteraciones estructurales han sido hasta ahora débiles. Las
actitudes básicas apenas se han modificado y el repertorio de
creencias se parece mucho más al de cualquier pueblo del
México tradicional que al hombre contemporáneo de la gran
urbe (Luis González, 1984: 272)

¿Qué hacer con la tradición? Tan terca y persistente. La modernidad, ¿todavía se acomoda a ella? o, por
fin, ¿ha logrado subyugarla? ¿Cómo pensar “lo local” y sus transformaciones en el contexto multicultural de
la ciudad contemporánea? Los cambios que en nuestro país se han experimentado en las últimas décadas se
aceleran cada día más, y lo que costó años de políticas y programas para educar al hombre moderno nos
permiten pensar, por un momento, que dicha modernidad no sólo se acomoda, sino se instala. Los
“terruños” de los que nos habla Luis González han sufrido más cambios que los que pudieron imaginar los
mayores cuando la modernidad comenzó a ser parte de la cotidianidad de la comunidad. Junto a la radio y la
televisión, llegaron productos de las fábricas, no sólo para surtir las pequeñas o medianas tiendas del lugar,
sino también para cultivar mejor y de otra manera. Los niños tuvieron que ir a la escuela, en algunos casos
aprender el español y prepararse para el México de la modernidad. 2 Salir de las comunidades en busca de
nuevos lugares dejó de ser excepcional.3 Migrar a la ciudad o a Estados Unidos se volvió una alternativa no
sólo para los jóvenes que no tenían tierra para cultivar o trabajo en sus comunidades de origen, sino que se
convirtió en una posibilidad para todas las edades o sexos, campesinos e indígenas, solteros o jefes de familia,
adolescentes o esposas de aquellos que ya se encuentran trabajando de braceros en Estados Unidos. La

1 Para la realización de este trabajo se contó con el apoyo del Seminario de la Cultura del CNCA y la Fundación Rockefeller.
2 El crecimiento de la matrícula de primaria ha sido el logro más significativo de las políticas educativas. En 1950, había 1 977 000 alumnos
inscritos y en 1987, 14 995 000. En 1980 se logró satisfacer 100% de la demanda de educación primaria. Se considera que el nivel educativo actual
es de 6.5 años (Safa y Nivón, 1992: 51).
3 En 1990 sólo 10.5% de la población habitaba localidades mayores de 2500 habitantes, en 1930, 33% y en 1945, 35%. A partir de este momento,
ocurre un proceso de urbanización acelerada. En 1970, la población urbana se elevó a 58.7%, habiéndose movilizado del campo a la ciudad, entre
1940 y 1970, unos seis millones de personas. En la actualidad, México es un país predominantemente urbano, con un fuerte desarrollo industrial
que concentra 60% de la población. Para fin de siglo, se estima que dicho porcentaje crecerá a 70% (García Canclini y Safa, 1989: 169-170).

57
migración comenzó a ser parte de la cotidianidad, tanto de la gente con educación como de los más
desposeídos. Con seguridad los cambios afectaron la vida de las personas y las dinámicas relaciones con las
que se acostumbraba construir los vínculos locales. Las personas han buscado en la ciudad o en Estados
Unidos mejores alternativas para ellos, sus familias e hijos; sin embargo, el panorama de una sociedad
urbanizada con fuertes desniveles y desigualdades sociales, desdibuja los beneficios de esta modernidad. La
lucha de los migrantes por obtener dólares, pero sobre todo un lugar en la vida y la cultura estadounidense, es
cada día más difícil. No obstante, aunque los efectos de la modernización parecieran irreversibles, los
problemas que han surgido en el proceso cotidiano son más evidentes. El levantamiento armado de Chiapas,
los movimientos de campesinos y pequeños propietarios debido a la crisis del campo, el incremento de
violencia e inseguridad que vive el país, 4 los reclamos por la democracia que contextualiza las campañas
electorales de 1994 y las movilizaciones ciudadanas que luchan por mejorar las condiciones de vida en las
grandes urbes, son algunas muestras de la inconformidad por el rumbo tomado por la modernidad. Si bien las
cosas ya no son como solían ser, la modernidad en nuestro país, y en todos aquéllos con fuertes tradiciones,
se instala en un contexto complejo y plural que nos hace dudar de la supuesta homogeneización que
promueve la “globalización”, y relativiza la condena a muerte de las costumbres locales por la cultura
mundial.5 Sobre todo cuando tal modernización no acostumbra ser democrática. Aunque es cierto que no se
detiene ante las distinciones de raza o clase, sí trabaja en el interior de las diferenciaciones sociales y culturales.
Hay modernidad para todos, pero no de la misma manera. La segregación es resultado y condición de
funcionamiento del sistema; además, la distinción es generadora de ganancias y responde a su lógica.
El estudio de lo local en el contexto de las sociedades contemporáneas es más pertinente que nunca; es
un problema sobre las diferentes caras de la modernidad, indispensable para entender la diversidad que las
caracteriza. No se trata de un problema de sumas y restas —qué tanto queda de tradición y cuánto ha ganado
la modernidad—, sino de explicar los caminos retorcidos y complejos que toma el cambio social en nuestras
sociedades. Es un problema cultural que nos permite explicar la pluriculturalidad y, sobre todo, la cuota de
poder sobre la que se construye. Más aún, aclarar un asunto que pone sobre la mesa la discusión, la manera en
que la democracia se construye en nuestras sociedades; sin embargo, esta reflexión nos exige pensar de
manera crítica sobre conceptos y metodologías que se han propuesto el estudio de la cultura local e innovar
caminos para abordar el problema: tema que se propone desarrollar en el presente trabajo.

DE LOCALISMOS AL ESTUDIO DE LO LOCAL

Son dos los caminos que se han recorrido para estudiar las culturas locales o la especificidad regional y local
en el contexto nacional. Por un lado, nos encontramos aquellos estudios preocupados por vincular los
procesos sociales al territorio. La geografía y los estudios regionales han contribuido a esclarecer la manera
como la configuración espacial contribuye a la formación de territorios reconocidos por sus características
físicas y por los procesos particulares de desarrollo social y cultural. Lo “local”, desde esta perspectiva, se
entendería como ese territorio chico, más pequeño que lo regional, socialmente reconocido distinto a otros,
con límites y fronteras claras, con un nombre y referente colectivo: un territorio que representa una
comunidad de intereses. La otra perspectiva es la que visualiza a lo local como el contexto de vida
comunitaria, desarrollada sobre todo por la antropología. Lo local se entiende como ese lugar de resguardo de
lo propio; de las relaciones intensas y cercanas que se oponen al anonimato característico de la vida urbana.
Lo local, desde esta perspectiva, se preocupa por buscar las convergencias, lo compartido, lo homogéneo y no
la diferenciación.

4 Según fuentes oficiales, durante este sexenio han ocurrido 2 000 secuestros en México (La Jornada, domingo 10 de julio, 1994). La inseguridad,
por el incremento de delitos contra la salud (narcotráfico), robos y asesinatos, es uno de los problemas más serios que preocupa como parte de las
tensiones que actualmente se viven en el país.
5 Néstor García Canclini sostiene que en países como los nuestros la modernidad debe entenderse “más que como una fuerza ajena y dominante,
que operaría por sustitución de lo tradicional y lo propio, como los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la
heterogeneidad multitemporal de cada nación (1989: 15); es decir, la tradición no es algo que se tiene que “conservar”, como tampoco se le puede
declarar como obsoleta o inexistente.

58
Dos perspectivas que se distinguen por el énfasis en la configuración del territorio o en las relaciones
sociales, pero que coinciden en pensar lo local como realidades encapsuladas o autocontenidas. La
identidad local es la palabra clave para explicar este nivel de la realidad; el local, a diferencia de otras
experiencias más amplias: regionales, nacionales o mundiales. Son definiciones que se basan en la
proximidad y la homogeneización.
Cuando se habla de “localismos” se critica el énfasis que muchos estudios le dan a la base territorial para
la construcción de identidades y al privilegio de las relaciones intensas que fundamentan la vida comunitaria.
Desde aquí se elaboran los cuestionamientos que han llevado a declarar la desaparición de las identidades
locales de los escenarios contemporáneos, y a pensar lo local como una idea romántica pero trasnochada.
¿Cómo pensar lo local, no como añoranza, sino como espacio de negociación de identidades y de estatus
en el contexto de fuertes desigualdades y diferenciaciones sociales que caracteriza a las sociedades
contemporáneas? La primera reflexión que es necesario trabajar para responder a esta pregunta es la
necesidad de pensar lo local no sólo desde dentro, sino como parte de los procesos sociales más amplios. Es
cierto que lo local nos remite al problema de la territorialización de los procesos sociales y culturales; no
obstante, habría que pensar el territorio como algo dado, pero también como una configuración espacial
compleja donde se articulan distintos niveles de realidad y donde interactúan diversos actores implicados en la
delimitación y apropiación de dicho territorio, con intereses e intenciones no sólo distintos, sino aun
contradictorios o en tensión.
Otra reflexión importante que hay que desarrollar es la referente a la relación entre diversidad
sociocultural, movilidad y territorio. Ulf Hannerz (1992) afirma que lo que define hoy a las sociedades
complejas es precisamente el no compartir, las relaciones fugaces y las conexiones entre gente que conoce
poco las circunstancias de los otros. Una realidad de fronteras diluidas y de movimientos continuos de cosas y
personas, distinta a la de sociedades de pequeña escala, donde “las interactuaciones son muchas pero sólo
entre ellos”. Para él, la movilidad hace a la gente depender menos de las relaciones cara a cara y atenúa la
relación entre cultura y territorio. En este contexto de diversidad y movilidad es donde tenemos que ubicar el
estudio de lo local en las sociedades contemporáneas; es decir, tendremos que pensar las comunidades locales
no como territorios con fronteras claras y definidas ni como comunidades homogéneas en su interior, ya que
sus residentes son diversos, en la medida en que estos lugares no sirven a las personas de la misma manera
(Rivlin, 1987).
Por otro lado, es verdad que se puede ver lo local como glorificación romántica del pasado y asociarse
con provincialismo o tradicionalismo; también se le puede ver como un asunto político (Nadel-Klein,
1991). La lucha por la identidad y el territorio no es un asunto del pasado, sino de expresiones políticas que
se proponen defender la variabilidad social, la autodeterminación y la soberanía, todas ellas
manifestaciones amenazantes para el nuevo orden mundial. El desprecio por lo local puede verse como
otra forma de ideología y como una manifestación de poder. La diversidad y la movilidad por sí solas no
dicen nada; lo importante es pensar cómo hoy en día se organiza dicha diversidad, las relaciones de poder
involucradas y sus efectos en las nuevas territorializaciones. El estudio de lo local es un camino para
abordar esta problemática.

LA DEFINICIÓN DE LO LOCAL

La relación territorio-identidades colectivas se basa más en el nivel de la experiencia que en las delimitaciones
geopolíticas; se opone a esos intentos que tratan de pensar lo nacional como un mundo de mosaicos de
territorios locales y grupos sociales. 6 La gran diversidad de formas de entender y “experimentar” lo local, no
sólo entre los habitantes de un mismo lugar, sino también entre distintas comunidades locales, nos exige

6 Ulf Hannerz (1992), cuando analiza la existencia de las subculturas en las sociedades contemporáneas, elabora una fuerte crítica contra la
metáfora de los mosaicos, muy utilizada por los sociólogos de Chicago, que suponen a estas subculturas con un grado de autosuficiencia fuerte:
cada subcultura como un pedazo distinguible de una cultura mayor. Para este autor, pensar la diversidad no es tanto fijarse en la presencia o
ausencia de ciertos rasgos, sino analizar las formas complejas y polisémicas que se originan en la diferenciación de significados. La metáfora de los
mosaicos, afirma, supone pedazos del mismo tamaño, homogéneos en su interior, pegados unos con otros.

59
avanzar en las explicaciones sobre la forma en que las personas construyen sus relaciones con el territorio
base de las identidades locales.
Se propone lo local a partir de tales reflexiones como una representación y una práctica de pertenencia a
un lugar, a partir de las cuales se definen los límites de un territorio que, desde el punto de vista de los sujetos,
posee una identidad que lo distingue de otros territorios. Las fronteras de lo local, como construcción social,
se fijan con las delimitaciones geopolíticas históricamente definidas en un proceso complejo que combina la
biografía y la historia personal, los acuerdos colectivos sobre el sentido de esa identidad y los intereses
diversos, en tensión o en conflicto, de los actores sociales interesados en definir el sentido de pertenencia o
exclusión o los usos que se hagan de este territorio. Esta identidad es reconocida por quienes habitan en el
lugar y también por el conjunto de la sociedad. Sin embargo, es una identidad de múltiples significados y sirve
para diferentes propósitos: 1) para la construcción del sentido de pertenencia e identidad individual; 2) para la
representación colectiva de identidades urbanas, y 3) para la legitimización de las prácticas de apropiación del
territorio por los actores sociales, de acuerdo con sus intereses particulares de clase y grupo. Lo local también
sirve para la construcción de referentes de identidad, personales y colectivos, de un nivel mayor de
abstracción, ya que son mediaciones que funcionan para concretar identidades nacionales o regionales.

LA ARTICULACIÓN DE NIVELES EN LOS ESTUDIOS


DE LA CULTURA LOCAL

Es difícil sostener que existe una identidad local homogénea, como tampoco se puede hablar de la
identidad nacional en una forma unívoca. 7 Las identidades locales se sintetizan en símbolos colectivos de
múltiples significados, por lo que es necesario distinguir tres dimensiones en el estudio de las identidades
locales: a) el nivel de la experiencia del sujeto, lo local como el lugar donde se nació o se vive; b) como
construcción de identidades colectivas, y c) lo local de los actores sociales que luchan y se organizan por la
apropiación del territorio. Cada uno de los niveles citados son formas distintas de aproximarnos al estudio
de lo local en las sociedades contemporáneas. Existe una identidad local que se construye en la vida diaria y
nos remite sobre todo a la dimensión personal de la experiencia. Hablar de identidades locales nos lleva, a
su vez, a pensar en otro nivel de la realidad: la del grupo, la comunitaria, la vecinal. Metodológicamente es
la que presenta mayores dificultades en el contexto contemporáneo. El último nivel nos habla de las
delimitaciones formales donde se discute el sentido de la identidad local y se manifiestan los intereses de
los actores sociales involucrados.

LA CULTURA LOCAL DESDE LA EXPERIENCIA DEL SUJETO

La primera referencia de identidad local se construye con lo que se aprende durante la socialización temprana
y secundaria. Tiene que ver con la historia personal de los habitantes de las comunidades locales: el lugar
donde uno nace y crece, donde se buscó vivir o se desea hacerlo. Tres circunstancias distintas de relacionarse
con el territorio y construir arraigos. Esta experiencia de identidad local tiene cargas afectivas y emocionales
fuertes; es un tipo de identidad que cambia con el transcurrir de la vida de las personas. Es muy variada en la
medida que son los sujetos quienes la construyen; es el lugar de la heterogeneidad, de las historias y
biografías. La diversidad de perspectivas sobre la identidad local se arraiga en la posición del sujeto en la
estructura social de acuerdo con la pertenencia a una clase o a distintos grupos sociales, no en el sentido de la

7 Guillermo de la Peña afirma que en México existen varios nacionalismos que muestran diversos grados de consolidación. El primer
nacionalismo es el que las personas construyen basadas en procesos emocionales enraizados en la socialización temprana. Otro tipo es el que
instituyó el liberalismo mexicano; esta variante implica la voluntad colectiva de crear una nación de individuos iguales ante la ley; es un
nacionalismo que usan sobre todo los intelectuales y gobernantes y es dominante en las instituciones. Por último, nos encontramos con el
nacionalismo que promueven los grupos primarios: la familia, la comunidad, la región; en este nivel se construye el sentido de pertenencia: soy
mexicano porque pertenezco a una familia, a un barrio o a una población con presencia histórica. En el contexto de la globalización, la cultura
emocional sufrirá una crisis de relatividad, la legislativa se volverá más crítica y la corporativa sufrirá fuertes transformaciones, pero no
desaparecerá (Preciado, 1993).

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fatalidad, sino como lugar de construcción de formas de vivir en el mundo, pero también a transformarlo
conforme uno se transforma cuando la vida pasa. La polifonía comienza en este nivel.
El estudio de la manera en que las personas construyen su lugar en el mundo se ha desarrollado, sobre
todo desde la fenomenología (Berger y Luckman, 1967; Perla Korosec-Serfaty, 1985; Giddens, 1984, y Jane
Nadel Klein, 1991). La historia oral también ha prestado especial interés en este nivel de análisis. Paul
Thompson afirma que muchas veces, cuando los sociólogos quieren explicar el cambio social, se habla “de
presiones colectivas e institucionales, más que personales, de la política, de las redes o de los sindicatos y otros
grupos sociales de presión” (1993: 127). Desde su perspectiva es necesario considerar el efecto acumulativo
de las presiones individuales, de las decisiones personales como un elemento que contribuye al cambio, en la
medida en que lo concreta: “cambiarse de casa o mejorarla, abandonar una comunidad y migrar a otra, dejar
un trabajo que se ha vuelto intolerable o buscar otro mejor, invertir dinero en el banco, en acciones o en un
negocio propio, casarse” (Thompson, 1993: 127). Para él, “los patrones cambiantes de millones de decisiones
conscientes de este tipo tienen tanto o más importancia que las decisiones políticas” (1993: 127). Las historias
personales son importantes para entender cómo las personas construyen y reconstruyen sus identidades con
relación al territorio. Las cosas y los eventos, las identidades locales y la modernidad, adquieren sentido, valor
y fuerza no por sí solos, sino en virtud de que son significativos para las personas. Por ejemplo, la migración
ha sido un fenómeno que no se puede explicar únicamente por la racionalidad económica, sino también a
partir de expectativas personales de estilos de vida. A la modernidad se llega no sólo con la industrialización,
el desarrollo de los medios de comunicación y con programas educativos para todos; también con la toma de
decisiones, las expectativas y deseos personales que permiten a la modernidad “acomodarse” a la costumbre,
como lo señala Luis González. Las identidades locales se forman con los recuerdos que seleccionan partes de
la vida que transcurrieron en determinado espacio y con las expectativas y deseos con los que se construyen
los desarraigos y los nuevos arraigos.

LO LOCAL COMO CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES COLECTIVAS

La identidad local se reconoce por “los lugares” y por su gente. ¿Qué es un lugar? Irwin Altman considera
que un espacio se convierte en lugar cuando adquiere un significado (1989: 2). El lugar, en este sentido, se
opone al espacio como categoría abstracta. Identificar un lugar supone conocer el comportamiento asociado
a él, sus parámetros físicos y el tipo de personas que esperamos encontrar en él. La gente de un lugar no
necesariamente vive allí, pero es de ese lugar porque su presencia se ha vuelto cotidiana y, por lo mismo,
forma parte del entorno y su imagen. Tener sentido de lugar es poder diferenciar ese lugar y su gente de
otros. Las personas se vinculan a los lugares gracias a procesos simbólicos y afectivos que permiten la
construcción de lazos y sentimientos de pertenencia.
La identidad local supone el reconocimiento de ciertos elementos que guardan cierta coherencia interna
que la sustentan; sin embargo, estos elementos que le dan contenido a esa identidad no significan lo mismo
para todos los que viven o se apropian del lugar. Los sentidos múltiples pueden dar lugar a tensiones,
conflictos y desacuerdos. Por ejemplo, esto se ve cuando se definen los límites y las fronteras, cuando se
valoran las transformaciones de las comunidades o cuando se toman decisiones sobre el entorno o formas de
vida. Para algunos, la identidad local se pierde cuando se transforma el entorno o las relaciones vecinales;
otros, en cambio, prefieren entender esa identidad local de manera dinámica y, por lo mismo,
transformándose en el tiempo.
Se puede distinguir una gran variedad de tipos de comunidades locales por el tipo de relaciones que se
establece entre sus habitantes. Por un lado encontramos aquellas comunidades de relaciones intensas,
autocontenidas, que mantienen poca relación con el exterior. En otras, si bien se definen por elementos
fuertes de identidad interna, los vecinos reconocen y establecen relaciones con una sociedad más amplia.
También existen comunidades más difusas, transitorias o anómicas que dificultan el reconocimiento de la
identidad local. El primer tipo de comunidades se basa en una historia y experiencias compartidas; las
segundas son características de las sociedades modernas en las que, dada la movilidad y diversidad de sus
habitantes, se restringen las posibilidades de que surjan sentimientos de arraigo. Sin embargo, esta especie de

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tipologías resultan poco útiles para entender la diversidad de experiencias de territorialidad en las sociedades
contemporáneas. En la actualidad, una comunidad puede tener distintos significados para sus habitantes;
algunos toman una posición parroquial para definir la identidad, el arraigo y el compromiso con la
comunidad; en cambio, otros pueden establecer lazos más complejos o se abstienen de participar en la vida de
la comunidad (Rivlin, 1987: 3-5). La particularidad de lo local en la actualidad reside precisamente en la
compejidad de los procesos sociales donde se construye. Las delimitaciones claras de lo rural y lo urbano no
se mantienen más. En una ciudad encontramos barrios y antiguos pueblos donde una historia común permite
a sus habitantes y a los que no lo son reconocer tal identidad que los distingue, como es el caso de Coyoacán,
en la ciudad de México. En algunas comunidades pequeñas, por el contrario, donde la mitad de la población
ha migrado, por ejemplo, el sentido de pertenencia no se construye ya por el reconocimiento de un territorio,
sino por nuevas relaciones sociales entre la comunidad que en algunos casos cruzan las fronteras nacionales,
como es el caso de los mixtecos que ahora viven en Tijuana o “del otro lado”.

LA IDENTIDAD LOCAL COMO ARENA POLÍTICA

¿Qué poder de gestión real tienen las autoridades locales? En México, a pesar de ser una república federal,
el gobierno y el desarrollo regional y local dependen de las decisiones centrales. Los municipios cumplen la
función de gobierno y de administración del territorio; sin embargo, la dependencia a las autoridades e
instituciones estatales y nacionales es tal que difícilmente se puede sostener que exista autonomía local. Las
autoridades de la ciudad de México, donde habita un poco más de 13% de la población nacional (X Censo
General de Población, 1990), por ejemplo, no se eligen por votación, sino son designadas por el presidente
de la República. Las autoridades de las delegaciones del Distrito Federal tampoco se designan por votación
y desempeñan un papel administrativo y no de gobierno. En 1983, como parte de las reformas
constitucionales que buscaron favorecer la descentralización, se concedieron a los municipios mayores
facultades de decisión sobre el manejo de la hacienda local, los servicios públicos y la elaboración de planes
de desarrollo urbano. En el Distrito Federal actualmente se discuten los mecanismos que se implementarán
para que los ciudadanos puedan elegir a las autoridades locales. Sin embargo, estas reformas no se
acompañan de la transferencia de recursos necesarios que permitan el fortalecimiento de los gobiernos
locales (Ziccardi, 1995: 343).
El modelo político mexicano desfavorece la formación de autonomías regionales y locales; además,
muchas veces la gobernabilidad en este país se construye a partir de prácticas informales de corrupción y
clientelismo que hacen discutible su eficiencia y legitimidad (Ziccardi, 1994). Las políticas actuales que buscan
la concertación y participación ciudadana, la transparencia en el manejo de los recursos, la eficiencia en la
administración y en el gobierno, la democratización en los procesos de elección, se instalan en prácticas de
gobierno por décadas autoritarias, burocráticas y corruptas. Por otro lado, los intereses en juego —estatales y
privados— están presentes cuando se definen estilos de gobierno local y la direccionalidad de las decisiones;
sin embargo, estas políticas de concertación han favorecido el surgimiento de movilizaciones ciudadanas que
se interesan en defender y fortalecer las autonomías locales. Es en este contexto donde deben ubicarse las
identidades locales como asunto político.
Lo local también se construye cuando se convierte en arena social, donde los intereses, prácticas e
intervenciones de los grupos y actores sociales se resuelven. La identidad local, al igual que la regional o
nacional, se usa para legitimar cierto tipo de decisiones y formas de organización social del territorio, o
ciertas relaciones que requieren esta identidad para su funcionamiento. Los actores sociales que intervienen
en esta arena social son diversos y sustentan relaciones desiguales de poder entre ellos: es la identidad que
sirve a distintos intereses, la arena social que muestra tensiones y desacuerdos, ya que sirve para
argumentar a favor o en contra de ciertas decisiones que se toman sobre el territorio, sobre el proyecto de
sociedad y democracia.

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ALGUNOS COMENTARIOS FINALES

En este trabajo se buscó utilizar una propuesta que permitiera superar dificultades teóricas y metodológicas,
para romper con perspectivas que colocaran “lo local” en un terreno poco fértil para entender la manera
como se organiza la diversidad en las sociedades contemporáneas. La modernidad, más que una realidad
homogénea, nos ha llevado a la fragmentación al legitimar mecanismos de segregación social y cultural.
El primer reto de la propuesta consistió en pensar “lo local” no como una realidad autocontenida, sino
inmersa en procesos sociales más amplios. Desde aquí es como se pueden entender los procesos complejos
y en tensión, a partir de los cuales se construyen hoy las identidades locales. El segundo movimiento
consistió en desmenuzar los niveles presentes en la construcción de las identidades locales. En este sentido,
no se puede hablar de “lo local” en abstracto. Lo que se entienda por identidad local varía si uno habla
desde la perspectiva de la gente, de su biografía e historia o cuando se busca explicar la identidad como
referente colectivo.
El primer nivel de análisis es necesario, ya que permite explicar la diversidad que se engendra desde el
punto de vista del sujeto. Aquí es donde podemos encontrar una primera explicación de “lo local”, no como
nostalgia o sobrevivencia trasnochada de la tradición, sino como espacios significativos para las personas. Sin
embargo, este nivel de análisis es insuficiente; la diversidad de versiones nos lleva al camino de la relatividad
que se construyen desde el punto de vista del sujeto, nivel importante pero insuficiente para explicar la
manera como, en las sociedades contemporáneas, se construyen la fragmentación y las desigualdades sociales.
El segundo nivel, la identidad local como construcción de un referente colectivo, es el que presenta mayor
dificultad metodológica. Lo local, además de una delimitación geopolítica, es un referente simbólico eficaz, no
por las semejanzas con el pasado, sino por lo que comunica. Es una identidad que, más que acuerdo,
manifiesta tensiones que se generan por los contenidos polisémicos que las personas y los grupos le
confieren. Es una identidad que se usa de manera diferente de acuerdo con los intereses diversos de los
grupos o clases sociales.
El estudio de “lo local” permite acercarnos al problema de la diversidad en las sociedades
contemporáneas. Cómo se organiza esta diversidad es lo que hace a este tema un asunto político. La lucha por
la diversidad, como deben entenderse los movimientos locales, es parte de la construcción de los caminos
complejos de la democracia.
Por último, el trabajo intenta abrir la reflexión acerca del entorno urbano, en este caso en su dimensión
local, como espacio social. La necesidad de reconsiderar el espacio surge del criterio de que éste, más que un
referente material, es un elemento fundamental en la comprensión y explicación de los procesos sociales y
culturales de los que forma parte. En este sentido, el entorno urbano se plantea como algo más que el espacio
construido de una ciudad, como algo más que el conjunto de edificaciones fijas —permanentes o no—, y que
localizadas en coordenadas específicas absorben capital, trabajo y tecnología. El entorno urbano se entiende
aquí como un ámbito cambiante, donde se organiza la interacción social, donde los individuos y grupos usan,
se apropian y transforman, de manera distinta, los sitios y lugares que lo constituyen, imprimiendo diversos
sentidos y significados.
Si hablamos del entorno más que como la expresión de las relaciones sociales, como un elemento
activo en la estructuración de dichas relaciones y en el desarrollo del comportamiento sociocultural,
también estamos hablando de su función simbólica. Es decir, nos referimos al espacio social que cobra
sentido en la vida cotidiana a través de la organización, de la diferenciación y jerarquización de formas, de
estructuras, de sitios y lugares, así como de situaciones, actividades y usos. Es en el espacio social donde se
organiza la producción, distribución y consumo de significados, donde fluyen y se comunican mensajes,
donde se transmite información y se definen las reglas de comportamiento que orientan, posibilitan o
limitan la acción social.
La configuración urbana y las sucesivas transformaciones de las ciudades contemporáneas, en sus
entornos locales, metropolitanos y regionales, se pueden entender como inherentes a procesos sociales, a
prácticas individuales y colectivas que, institucionalizadas o no, definen y constituyen la organización social
del espacio y de la diversidad de significados que en éste fluyen, convergen, se superponen y articulan. Pensar
la ciudad, su entorno y sus habitantes, pensar en la pluralidad de expresiones culturales que en ella coexisten,

63
nos introduce en un ámbito territorial, social y espacialmente diferenciado y heterogéneo que requiere ser
observado desde dentro.
Mientras el estudio de “lo local” permite acercarnos al problema de la diversidad, de su organización en
contextos y circunstancias específicas y cambiantes, la incorporación de la dimensión espacial como una
variable explicativa en el análisis permite aproximarnos a los procesos socioculturales que le dan contenido a
su materialidad física, así como a los elementos que articulan la relación entre entorno urbano y cultura.
La revaloración del espacio y de “lo local” como elementos visibles y activos de la cultura, de la
construcción de identidades y de la organización de la diversidad se plantea actualmente como un reto para la
historia oral. El entorno local es parte de los procesos transformadores actuales que ocurren en circunstancias
de globalización acelerada, donde las relaciones sociales y el flujo de significados se intensifican articulando y
estableciendo conexiones entre localidades, ciudades, regiones y territorios más allá de sus fronteras
geopolíticas; no obstante, el proceso global, más que impulsar cambios uniformes, fragmenta mientras
coordina y hace evidente más que nunca la diversidad cultural del mundo como unidad.
La necesidad de abordar el estudio de la relación entre entorno urbano y cultura, de la organización
socioespacial de la diversidad, en su dimensión local, metropolitana y regional que, quizá inevitablemente
debe incorporar en el análisis el vínculo entre la dimensión expansiva global y la acción social local, se plantea
como un esfuerzo que requiere la participación de distintas disciplinas: antropología, geografía, sociología,
arquitectura, historia, economía, filosofía, cartografía e informática, entre otras, las cuales tienen mucho que
aportar en este sentido.
La búsqueda de un trabajo interdisciplinario se apoya, entre otras cosas, en el hecho de que la
aproximación reflexiva al conocimiento sistemático de la vida social y la comprensión de los fenómenos
sociales, espaciales, políticos, culturales y económicos, que le son inherentes y que en ella convergen, no se
puede llevar a cabo de manera fragmentada o aislada. Tampoco parece posible que cada disciplina, sin
separarse de la perspectiva analítica que le es propia, se ocupe de las áreas del conocimiento de lo social para
abordar el estudio de problemáticas específicas. Probablemente el esfuerzo interdisciplinario demanda sobre
todo una producción integral que incorpora, sin anular la especificidad de cada disciplina, sus aportaciones
dirigidas hacia la academia, pero también de la academia hacia la ciudad.

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Del ecologismo e historias personales

Jorge E. Aceves
CIESAS-México

El presente artículo es parte de una investigación que intenta elaborar una historia oral del ecologismo en
la ciudad de México, considerando la experiencia de organizaciones ecologistas y ambientalistas no
gubernamentales, desde que se constituyen en los años setenta hasta la actualidad. 1 El proyecto se interesa por
examinar el papel que desempeñan estas organizaciones (ONG) en la conformación de alternativas para la
participación de la sociedad civil, particularmente en la defensa del medio ambiente.
Las ONG son abordadas como tipos de acción colectiva distintas a las convencionalmente tipificadas
como movimientos sociales, semejantes a las formas de acción y organización de los llamados “nuevos
movimientos sociales”. 2 La investigación se inspira en una metodología cualitativa, que intenta construir
“fuentes” con base en entrevistas de historia oral y realizar análisis e interpretación de los relatos de vida y
trayectorias vitales recabadas. 3 En este trabajo se expone una caracterización preliminar de este tipo de acción
colectiva con base en la utilización de entrevistas y un cuerpo documental y bibliográfico específico.4

EL ECOLOGISMO COMO PROYECTO

El ecologismo es una matriz de acciones colectivas heterogéneas y plurales, diferenciadas entre sí por
elementos particulares, pero compartiendo otros que las hacen converger en una mínima estructura general;
esta matriz se ha desenvuelto diacrónicamente y ha evolucionado en sus formas y contenidos. Las fases
transcurridas aportan una historia específica a las identidades concretas de las tendencias y formas
organizativas.
El conjunto de acciones colectivas que han ido constituyendo al ecologismo ha tenido sus concreciones
nacionales y aun regionales y locales. El conglomerado de iniciativas, sensibilidades y disposiciones para la
acción ecologista es, por lo mismo, muy rico en variaciones y expresiones, a veces tan diversas como los
grupos locales y redes regionales que se movilizan.
En este campo de acción social va a importar la acción que se emprenda- localmente, en el propio territorio
y campo de acción de determinada agrupación del ecologismo; pero también será relevante el accionar fuera del
terruño. En general, los ecologistas tratan de incidir con sus recursos y medios organizacionales en escalas y

1 El proyecto se titula: “Acciones ecologistas en Coyoacán. La respuesta social frente al deterioro ambiental a través de la historia oral”, que se lleva a
cabo bajo mi responsabilidad en el CIESAS-México.
2 Cf. J. Aceves, “De actores sociales emergentes y nuevos movimientos sociales”, Renglones, núm. 28, ITESO, abril-julio, 1994, y “Movimientos
sociales: enfoques recientes y perspectivas”, Argumentos, núm. 20, UAM-X, 1994.
3 Algunos textos en que sustento el uso del método de historia oral: J. Aceves, Historia oral e historias de vida. Teoría, métodos y técnicas. Una
bibliografía comentada, CIESAS (Miguel Othón de Mendizábal), México, 1996; Historia oral, Instituto Mora-UAM (Antologías Universitarias),
México, 1993, y Garay de G. (coord.), La historia con micrófono, Instituto Mora, México, 1994.
4 Las organizaciones que he examinado corresponden a ONG “ecologistas” y “ambientalistas”, la muestra cualitativa abarca a miembros antiguos y
recientes, hombres y mujeres. A la fecha he recabado unas 52 horas de entrevistas, repartidas entre una quincena de informantes; la investigación
está en la fase terminal del trabajo de campo. Para otro tipo de trabajo me queda la descripción del proceso de indagación y construcción de las
fuentes, así como el tipo de relación establecido con los sujetos de investigación.

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niveles más amplios, con el afán de colaborar en los problemas de interés e impacto planetario. No es en balde
la bandera táctica para su accionar: “actuar localmente y pensar globalmente”.
El ecologismo es un tipo particular de acción colectiva que tiene diversos foros y campos de acción, que
en conjunto han ido integrando un “frente de lucha sociocultural” específico, ya que su propósito no sólo es
cambiar la estructura y forma de vida de los individuos en sociedad, sino modificar la manera de plantear el
cambio en las prácticas y representaciones de lo que se entiende por civilización, progreso, crecimiento
económico, tecnología, convivencialidad. 5
Es evidente que esta cuestión tiene su historia; han transcurrido etapas y fases diversas donde la ideología
específica del ecologismo ha sufrido transformaciones y adecuaciones. El activismo ecologista impactó más,
en una primera etapa, a las ciudades y a sus medios de opinión pública; sin embargo, las más recientes
movilizaciones en torno a problemas ecológicos y medioambientales en México han procedido de los
espacios rurales y étnicos del país. Por lo mismo, el ecologismo no tiene identidad citadina ni de urbanistas
exclusivamente, es un campo de acción y confrontación más diverso, amplio, disperso y plural en términos
culturales y sociales. 6
Pero por no conformar todavía un movimiento social con un programa y organización política de largo
alcance, el ecologismo —ese rompecabezas de acciones colectivas alrededor de problemas concretos y
específicos— no ha podido incidir en los asuntos y temas de interés nacional, como pudo hacer en el rumbo
que tomaron las negociaciones intergubernamentales del Tratado de Libre Comercio (TLC).
No obstante, en los últimos años se han desenvuelto nuevas luchas sociales y ambientales en torno a
organizaciones campesinas e indígenas, que a su vez han creado coordinaciones y organismos regionales para
pugnar por sus reivindicaciones, tales como la de las comunidades cafetaleras (CFNOC) o la del Consejo de
Pueblos Nahuas del Alto Balsas (CPNAB). Los sectores campesinos se han constituido como la parte más
activa de las actuales demandas socio-ambientalistas del espacio mexicano.7

UNA PLURALIDAD DE ACTORES SOCIALES

A partir de la heterogeneidad que constituye al ecologismo, es evidente la necesidad de considerar la


existencia no de un solo tipo de actor homogéneo, sino una multiplicidad de actores sociales, que con
frecuencia le atribuyen diferentes y aun contradictorios significados e interpretaciones a las mismas
movilizaciones y acciones ecologistas.8
En dicho conjunto heterogéneo del ecologismo, en una primera mirada analítica, podemos aglutinar tres
importantes tipos de actores: los “conservacionistas”, los “ecologistas” y los “ambientalistas” ; además
podemos identificar a otros tipos de actores menos sobresalientes.9

5 E. Leff, Ecología y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable, 2ª. ed., Siglo XXI-UNAM, pp. 368-369, México, 1994.
6 Cf. A. González, “Las luchas ecológico-sociales en México: ¿hacia dónde?”, Ecología Política, núm. 3, pp. 35-50, 1990.
7 V. M. Toledo, “Toda la utopía: el nuevo movimiento ecológico de los indígenas y campesinos de México”, en J. Moguel et al. (coords.),
Autonomía y nuevos sujetos sociales en el desarrollo rural, Siglo XXI-CEHAM, pp. 33-51, México, 1992; B. van Steenbergen, “Towards a global
ecological citizen”, en The Condition of Citizenship, SAGE, pp. 149-151, Londres, 1994, quien argumenta “que frente al desarrollo del global citizen
se vislumbra la emergencia del earth citizen, formas contrapuestas de concebir y organizar la vida y acción humana sobre la tierra en estos tiempos
de la globalización del sistema-mundo”.
8 Cf. E. Leff, “Escenario del ambientalismo: movimiento en busca de un actor”, op. cit., pp. 375 y ss.; E. Kurzinger et al., Política ambiental en México.
El papel de las ONG’s, IAD-FFES, caps. 6 y 7, México, 1991: J. Demmers B. Hogenboom, Popular Organization and Party Dominance, Universidad de
Amsterdam, Holanda, 1992.
9 Para la tipificación me han servido especialmente: E. Leff, “El movimiento ambientalista en México y A. L.”, Ecología Política y Cultura, núm. 6,
nov., 1988, pp. 28-38; M. Diani y G. Lodi, “Three in one: currents in the Milan ecology movement”, en International Social Movement Research,
vol. 1, pp. 103-124, 1988; G. Quadri de la Torre, “Ecologismo y ecologistas”, Política de El Nacional, 13 de junio, México; J. Góngora S., “El
ecologismo en México”, en E. de la Garza (coord.), Crisis y sujetos sociales en México, vol. II, CIIH-UNAM, M. A. Porrúa, pp. 495-528, México,
1992; J. M. Sandoval, “Los nuevos movimientos sociales y el medio ambiente en México”, en M. Schteingart (coord.), Servicios urbanos, gestión
local y medio ambiente, El Colegio de México, pp. 305-335, México, 1991, y A. González, op. cit., pp. 35-50.

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1. Los “conservacionistas” son los grupos más antiguos y de mayor continuidad en sus programas de
acción. Su objetivo principal es la defensa de la naturaleza y preservación del medio ambiente en
general, mas no se involucran en movilizaciones y luchas sociales. La Federación Conservacionista
Mexicana (Fecomex) agrupa la mayor parte de organizaciones.

2. La segunda tendencia de acción y organización son los “ecologistas”, que vinculan la ecología con
la política y explícitamente con las luchas sociales de las grandes capas de la población. De ellos se
distinguen dos clases: los que establecen una política “radical” y los que se apegan a una acción
política “moderada”. En un momento dado, la mayor parte de ellos se agruparon en torno al Pacto
de Grupos Ecologistas (PGE); ambas tendencias buscan tener impacto en la opinión pública y
ejercer presión sobre el gobierno.
3. La tercera categoría son los “ambientalistas”: su característica es combinar la movilización reactiva
(defender lo que ha sobrevivido) con la acción activa (las nuevas demandas acerca del desarrollo
global). Los ambientalistas son ONG regularmente vinculadas al desarrollo y la promoción social
popular. Están cerca de los “conservacionistas” por sus intereses para preservar la naturaleza,
aunque también de los “ecologistas” por su ánimo dispuesto a participar en la movilización social;
esto los conduce a producir relaciones estrechas con sus sujetos de atención: campesinos y grupos
urbano-populares.

Otras categorías menos sobresalientes son las personas y agrupaciones en torno a las “iniciativas
ciudadanas en defensa del medio ambiente urbano o rural”; los “científicos” que están ubicados en los
centros de investigación y en los medios y publicaciones dedicadas a la ecología y temas relacionados, así
como los “grupos de investigación y asesoría ambiental” que generalmente se conforman como sociedades
civiles o mercantiles, caracterizados por su profesionalismo y la especialización en ciertas líneas de trabajo,
como son las tecnologías apropiadas. Por último, están los “naturalistas”, una muy diversa gama de grupos
que demandan el “retorno a lo natural”, que reaccionan no tanto a la degradación del ecosistema como a los
resultados del modelo industrialista de desarrollo y los productos de la sociedad de consumo.
El “ecologismo” se ha caracterizado por contener una abundancia de grupos y ONG que tienden a
preservar sus iniciativas e identidades construidas a través del tiempo. Ha tenido que afirmar su
independencia frente a las fuerzas políticas tradicionales y en especial frente al Estado, cuestión que le ha
provocado no sólo escisiones, sino también desencantos y retiradas de militantes, pero también nuevas
gestaciones de grupos e instancias organizativas. La disyuntiva de actuar contra el Estado y sin el propio
Estado ha acompañado al desarrollo del ecologismo y ha sido un factor de estructuración y reestructuración
constante. La cuestión de la autogestión y la autonomía ha sido, por lo mismo, una variable clave para la
afirmación y la construcción de las identidades colectivas. Más que una moda pasajera, el ecologismo es un
nuevo movimiento de y para la vida cotidiana, que desde el presente actúa para incidir sobre el futuro.
El rompecabezas del ecologismo está todavía en movimiento y renovación, y éste es el mensaje que nos
transmiten a través de sus documentos, textos y proyectos; pero particularmente lo pueden hacer los actores
involucrados en el ecologismo mexicano contemporáneo, por medio de sus testimonios y relatos de vida.

MARCAS Y CONTENIDOS PROCEDENTES DE LA FUENTE ORAL

El ecologismo, como ya se ha mencionado, se caracteriza por su heterogeneidad, por una militancia


plurisocial, por grupalismos y duración temporal intermitente, por su autonomía e independencia frente a los
partidos políticos y a los organismos gubernamentales, por su convergencia efímera en los hechos pero
buscada programáticamente, por su beligerancia coyuntural y su retraimiento del ámbito público, así como
por su aporte a la configuración de nuevas identidades culturales.
Desde una perspectiva metodológica, el ecologismo deberá ser observado como un fenómeno colectivo
amplio, pero entrelazado con trayectorias grupales e individuales. De este modo toman relevancia los

67
testimonios y relatos de vida de los militantes, ya que nos permiten mostrar, desde la descripción personal, los
entrecruzamientos colectivos, tanto en su propio agrupamiento como en otros niveles y ámbitos sociales.
Algunas reflexiones han surgido de la investigación y, vinculado con los núcleos y contenidos principales
observados, expongo algunos fragmentos de testimonios y aspectos de esa experiencia de acción y reflexión
desde el ecologismo.10

UNA BANDERA PARA LA ACCIÓN

A partir de la evidencia aportada por las entrevistas orales, ha resaltado una “ecuación” o fórmula de
reconocimiento del ecologismo que se ha adoptado o asumido en algunas ONG, al mismo tiempo como un
esquema de identidad y como una categoría para la acción; me refiero al principio de “actuar localmente y
pensar globalmente”.
Dicha ecuación es la que va a condicionar y orientar los esfuerzos organizativos, los vínculos societales,
los programas de acción con sus proyectos de trabajo concretos, así como la búsqueda de relaciones con
redes regionales, nacionales e internacionales. Esta fórmula, que proporciona la primera “identidad de
adscripción”, permite que el entramado conceptual, aportado por la ecología y subdisciplinas, enlace o religue
la realidad ambiental microlocal con la biosfera planetaria. Gracias a ese “saber” ecológico, es posible que la
práctica y las representaciones de los actores del ecologismo, acerca de los problemas ambientales y
ecológicos, tengan una base científica y un alcance global; este saber orienta las formas y el tipo de praxis
ecologista, expone los argumentos que se pueden esgrimir para potenciar tipos alternativos de uso de recursos
naturales y para modelar estructuras de desarrollo sustentables. Un activista refiere, al rastrear los orígenes de
las acciones colectivas, sus percepciones iniciales:

En un principio empezó porque queríamos hacer cosas por Coyoacán, porque todos éramos de Coyoacán… de
hecho, la asociación perdió muchos miembros cuando empezamos a trasladarnos de fronteras ¿no?… a
traspasar nuestras propias fronteras… Coyoacán dentro de todo, tiene la misma problemática ambiental de
toda la ciudad, que es la misma atmósfera, la misma agua, la misma lluvia ácida y los mismos gobernantes,
también el mismo sistema antidemocrático y los mismos problemas de corrupción por todos lados… Pero no
percibíamos nosotros mucho esa cuestión ambiental o ecológica real, sino que de pronto, quisimos comernos
el mundo a puños… nos fuimos a Tabasco a contemplar las selvas, a saber más de la problemática de Petróleos
Mexicanos, porque eso sí, detectamos en el primer momento, quiénes eran los grandes depredadores, los
grandes enemigos, ¿no? (ONGERB, 03-94).

La fórmula de adscripción a una identidad local/global, que une en ideas y aspiraciones, perspectivas
científicas, modelos de acción y organización, tipos de comunidad de actores y estilos de vida asociados,
de ningún modo tienen una posición política única. La realidad político-social local, regional y nacional
modela, en primera instancia, las afinidades y las redes internacionales; pero en el interior de cada
nación, la ecología es asumida y empleada con motivos y voluntades instrumentales diferentes, si no es
que contradictorios.11
En las entrevistas, dicha cuestión ha sido recurrentemente expresada como una preocupación por las
dificultades experimentadas en México para lograr la convergencia entre los diferentes tipos de organización e
individuos insertos en el ecologismo. Hay quienes le apuestan a la movilización ciudadana, hay quienes sólo
confían en el conocimiento tecnológico; hay otros que valoran el conocimiento técnico, pero desconfían de
los artificios burocráticos de los gobiernos y las multinacionales. En fin, hay una gama variada de tipos,

10 Los fragmentos testimoniales y relatos de vida que aquí se exponen corresponden a una organización “ecologista” (ONGE) y otra
“ambientalista” (ONGA). Los relatos forman parte de entrevistas de trayectorias de vida y militancia en ONG del ecologismo. Ambas agrupaciones
tienen su base territorial en el Distrito Federal, aunque su ámbito de acción no se limita a esta demarcación. La ONGE ya ha dejado de estar activa y
sus miembros se han dispersado y algunos insertado en otras organizaciones; al contrario, la ONGA está en franca actividad y experimenta una fase
de reestructuración que la ha vitalizado. Las entrevistas las realizó entre 1993 y 1995 el autor de este texto.
11 E. Leff, “El movimiento ambientalista en México y A. L.”, Ecología Política y Cultura, núm. 6, nov., 1988, pp. 28-38.

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valoraciones y afiliaciones.12 Un segmento testimonial nos muestra esa posición y distanciamiento a las
formas organizativas convencionales:

En aquel entonces, yo pensaba, siempre rechacé a los partidos políticos… a mí me gustaba trabajar desde el ámbito
de la sociedad civil, me gustaba pararme en la calle y decirles: “estamos mal, vamos a unirnos como vecinos, vamos a
unirnos como gente que comparte un mismo espacio”. Pero no con partidos porque los partidos no nos daban
ninguna alternativa, ¿no?, con el gobierno ¿por qué?… menos, en fin ¿no? Entonces, los partidos en aquel entonces,
hubo el manifiesto del Partido Comunista, “ecológico”, fue el primer manifiesto aquí en México, pero no nos dejaba
mucho, o sea, no nos gustaban tampoco sus propuestas… entonces nosotros seguimos así, se desmembró mucho la
Asociación cuando empezamos a tocar sobre todo temas políticos, y cuando empezamos a atacar a gobernantes y a
atacar a funcionarios, porque mucha gente pensó que venía a hacer jardinería o a levantar papeles o hacer campañas
de limpieza, sin tocar las causas. Cuando muchos de nosotros empezamos ya a profundizar cuáles eran las causas del
modelo de desarrollo, de ese tipo de cosas, mucha gente dijo: “no, éstas son grillas políticas, éstos quién sabe que
quieran”, y la gente se empezó a ir (ONGERB, 03-94).

De algún modo, el control sobre la dirección que los individuos asumen como el correcto es aquel que va
mediado de sus intereses locales y que es confrontado con los procesos y las perspectivas globales. De este
modo, los proyectos de acción que cada ONG programa pasan por filtros de interés en los diferentes niveles y
escalas de acción ecológica. La fórmula de adscripción se convierte paulatinamente en actuar y pensar en la
consideración de todos los niveles y escalas. Actuar y pensar de manera global en afinidad a una posición
política crítica y alternativa parece ser la adscripción del ecologismo actual, que se construye como
movimiento internacional. 13
La reflexión de los procesos de cambio, no sólo en el medio ambiente sino sobre las concepciones de la
acción en torno a él mismo, se ha modificado con la praxis. Un breve fragmento, de intención definitoria, nos
aporta una mirada personal:

el objetivo general… entendemos que nuestra tarea es una tarea de resistencia propositiva, con incidencias
civilizatorias. Nos ubicamos como… una microexperiencia social que se entiende a sí misma, como un foco de
resistencia propositiva, incidiendo en los procesos civilizatorios- de este tiempo… nos entendemos como un
microgrupo, una microsociedad… que tiene su sentido de existencia, y que tiene su impacto social, en tanto que
tenga claridad de lo que está haciendo…
Por eso hemos cambiado esa frase de “actuar localmente y pensar globalmente”, por “actuar y pensar local y
globalmente”; o sea, que nos hemos dado cuenta de que, por ejemplo, que con lo del Balsas, que si quieres incidir
sobre la presa ahí, en Guerrero, la presión no era sólo la carretera México-Acapulco… la presión era en el discurso
público de la política energética del país, y en el cabildeo de la oficina del Banco Mundial, que fue lo que se hizo. No
sólo estaba bien el plantón en la carretera, pero el plantón en la carretera impuso, era importante, por las fotos que
salían en el periódico y por los turistas que iban a Acapulco, y no por el gobierno municipal de Iguala. Es decir, que
el impacto va sobre aquellos conjuntos del sector social que tienen cierta capacidad de decisión o influencia sobre la
situación y no necesariamente tiene que estar en la situación local… que inciden sobre la situación local de mil
maneras y en diferentes planos, por eso “pensar y actuar localmente y globalmente”, normalmente es el nuevo
enunciado, como uno de los principios operativos (ONGAAG, 04-95).

ONG: LAS NUEVAS ORGANIZACIONES

Llama la atención la importancia que los miembros de las ONG le otorgan a su forma organizativa. En
principio, hay un marcado rechazo a la vía partidista como forma de acción política y como medio para lograr
los cambios globales que el ecologismo se plantea. Por lo menos, así lo expresan en consideración de la

12 A manera comparativa, cfr. M. Diani y G. Lodi, op. cit., pp. 103-124; otros textos que abordan una tipificación para México son: J. Demmers y
B. Hogenboom, op. cit. y E. Kurzinger et al., op. cit.
13 Cf. James O’Connor, “¿Actuar y pensar globalmente y localmente?”, Ecología Política (Barcelona, España), núm. 5, pp. 89-93; Foro Global de
ONG’s Río 92. Tratados, F. F. Ebert S. s.f., México; Nuestra propia agenda sobre desarrollo y medio ambiente, FCE-PNUD, México, 1991.

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historia política de México y del papel que han desempeñado los partidos políticos y los medios y aparatos
corporativos del Estado, como los sindicatos, las organizaciones campesinas oficiales y las de los sectores
burocráticos empleados por el Estado. La desvinculación orgánica con los aparatos de la “sociedad política”
no les impide manifestar su convicción de que la vida está permeada por la política y que por lo tanto hay que
enfrentarla políticamente:

Construimos este colectivo de trabajo para incidir en esa parte de la realidad que es la relación sociedad-medio
ambiente, para decidir de una manera propositiva, resistente a los procesos de deterioro progresivo y buscando una
visión dialogada, alternativa, pluricultural, ¿no?
Nos sentimos más cerca de algunos colectivos en otras partes del mundo que de muchos colectivos aquí en
México. Es que este planteamiento, insisto… no es así de claro para muchos grupos; digamos que nosotros llegamos
a lo ambiental desde una visión muy crítica, desde una perspectiva liberatoria/crítica; y para mí liberatoria quiere
decir Marcuse, quiere decir Bookchin, quiere decir un montón de autores claros que estudiamos, los leíamos, nos
inspiraban (ONGAAG, 04-95).

De la misma manera como ha crecido el reconocimiento de la sociedad política acerca de las ONG, han
tenido que enfrentar retos que incluyen su reestructuración, su forma de dirección, sus fuentes de
financiamiento e incluso su modo de vincularse con los actores sociales de su atención. 14
Las ONG son sólo una de las concreciones actuales de la lucha por el medio ambiente y la calidad de vida
de la población rural y urbana. 15 Sin embargo, esta forma de organización ha sido un elemento característico
del tipo de acción del llamado “ecologismo” en México. De ninguna manera las ONG son la expresión
organizada más cabal ni la única existente, pero sí representa una de las más frecuentes, precisamente por su
pretendida y perseguida autonomía como por su distanciamiento o independencia concertada/negociada
respecto al ámbito estatal de la política ambiental y de desarrollo.

REDES SOCIALES: CONDUCTOS PARA LA ACCIÓN

La característica relevante en la vida de las ONG es su predisposición a actuar en madejas de actores sociales
que se entrelazan y comunican a través de redes establecidas o que la propia acción colectiva va construyendo.
Las “redes y los conductos sociales” son parte del capital social de las organizaciones, ya que cuesta trabajo, y
sobre todo tiempo, construirlas o insertarse en ellas. Particularmente es valorada la existencia de redes en las
ONG que ya tienen tiempo en el escenario de su competencia, ya que no sólo son necesarias para fluir en el
contexto sociocultural y político regional y nacional, sino también para la escala internacional. 16 Las redes
comunican y nutren; los conductos personales y organizacionales son las agendas cotidianas que las ONG
deben procurar y mantener.
No obstante, si las redes son necesarias para la acción coordinada de las ONG con el exterior, cuando
ponemos atención a lo que ocurre hacia el interior y el entorno local, entonces surgen otros poros
comunicantes necesarios, es decir, los que vinculan los “microentornos” locales con los de mayor nivel
societal. Las ONG desarrollan estrategias y modos de actuación que procuran atender los niveles societales, sus
miembros se preparan o especializan en alguno o varios de ellos. La gestión de los recursos, la sensibilización
de las comunidades y sujetos sociales, las convergencias para la acción colectiva suprarregional, pasan por la
identificación de los conductos y redes sociales pertinentes y posibles para la acción. La versión de la praxis
colectiva puede aparecer en los actores como precisas expectativas del futuro:

14Cf. Ch. Reilly (comp.), Nuevas políticas urbanas. Las ONG y los gobiernos municipales en la democratización latinoamericana, Arlington, Virginia,
Fund. Interamericana, pp. 293-321, 1994. Para México, véase el capítulo 10 de Luis Hernández y Jonathan Fox y el capítulo 11 de Julio Moguel.
15 S. A., “La implementación de un desarrollo sustentable en América Latina”, Medio Ambiente y Urbanización, año 10, núms. 43-44, junio-
septiembre, p. 173, 1993. También Directory of NGO in the Field of Human Settlements, Nairobi, Habitat-UN, 1993.
16E. Leff, op. cit., pp. 383-384; B. Zagema, Dancing on the Volcano Ecological Crisis and Ecological Movements in Mexico City, Países Bajos, Third World
Center, cap. 5, 1991.

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Porque tenemos cierta claridad ya, de que aunque sean muy dominantes los procesos y que las tendencias sean
sumamente claras a quienes están dirigidas, los costos acumulativos y las crisis ambientales acumulativas, de ese
modelo de realidad, están siendo cada vez un costo menos pagable; entonces estamos obrando no sólo en el
presente en ese sentido, sino estamos obrando con la clara conciencia de que se vienen situaciones mucho más
difíciles y mucho más reto social, de luchas alternativas; estamos incidiendo no sólo en nuestro tiempo, no sólo con
la conciencia- de nuestra propia práctica, sino con la conciencia de las tendencias globales (ONGAAG, 04-95).

Para la identificación y participación en la redes, influyen los intereses y tipos de proyectos de cada ONG y
de sus miembros, así como de su preparación profesional, del conocimiento de gestión acumulado, de los
orígenes y vínculos sociales previos de sus miembros. Esta tendencia a la fabricación de vínculos sociales
sigue en crecimiento, aún más cuando el impacto en la opinión pública logrado en los años ochenta ha hecho
que las ONG ambientalistas y ecologistas se acerquen a las movilizaciones sociales y ciudadanas más amplias
para tratar de sensibilizar e incorporar en ellas la perspectiva ambiental de la crisis social.17

TRAYECTORIAS PERSONALES: PERFIL DE UNA INTERPRETACIÓN

Las historias personales han sido de interés para detectar un tipo de -trayectoria de experiencia política previa
a su incorporación a ONG del ecologismo. En algunos casos las opciones, que se fueron delineando y
tomando, los dirigieron hacia el tipo de organización que son las ONG ecologistas, y muchas de sus ideas
políticas y de formas de acción las concretaron hasta que “llegaron” a esta fórmula de acción colectiva.
Considerando las historias personales, no podríamos decir que el ecologismo apenas surgió a fines de los
sesenta, sino que en esas fechas se abrieron, se formalizaron formas de agrupación en torno a ciertas
demandas sobre el medio ambiente. Los testimonios dicen que no fue cuestión de convocar al público
interesado, como si fuera un concurso, para integrarse a las luchas ecologistas, sino que fueron procesos que
venían de antes, coincidiendo varios de ellos en lo que fue una escuela para la acción política: el movimiento
estudiantil de 1968. De este acto de participación colectiva, algunos pasaron al activismo político con
sindicatos, en comités de lucha estudiantiles, grupos de contracultura universitaria, otros con organizaciones
campesinas, y otros en nuevas líneas políticas partidistas.
Hay algunos, en una vertiente más anarquista y con resabios de filosofías orientales y aún comunitarias
(hippies), que se vincularon a los problemas ambientales del desarrollo por esta vía. Pocos lo hicieron
optando por la academia exclusivamente, aunque la mayoría requirió información y cierta capacitación
teórico-práctica para hacer frente a los proyectos ambientales que generaban sus organizaciones.

Vivir fuera de la ciudad de México era nuevo, o sea todo era nuevo, se respiraba un ambiente en todo [el lugar],
bueno, entre la gente, entre los cuates, un ambiente de inventar la vida cada día ¿no? O sea, de improvisar tu vida, de
explorar todo lo nuevo, de explorar, de explorarte a ti mismo de probar con nuevas cosas de la vida. Entonces en
ese contexto, pues todo era un descubrimiento.
A lo mejor para algunos éramos hippies, por lo largo de nuestro pelo, pues muchos podrían decir “no pues ésa es
una comunidad de hippies”. Sin embargo, teníamos una identidad que no era de hippies, porque no estábamos en el
rollo de paz y amor. Sino más bien de crear un nuevo tejido social, de crear nuevas formas de relación social,
comenzando desde lo micro; que éramos cada quién con su persona, y entre nosotros generar un nuevo tejido
social, una especie de prototipo. Inventar una forma de tejido social, alimentarlo, y derrotar al monstruo,
comenzando con el monstruo que cada quién tenía dentro de nosotros, que podía llamarse individualismo o
competencia o posesividad, había varios monstruos personales que había que vencer, grupales, microgrupales, hasta
llegar a los monstruos, macromonstruos a nivel planetario, del imperialismo.

17 Véase la propuesta planteada por André Gorz en “Political ecology: Expertocracy versus self-limitation”, New Left Review, núm. 202,
noviembre-diciembre, pp. 55-67, 1993; James O’Connor, “¿Actuar y pensar globalmente y localmente?”; Foro Global de ONG’s Río 92. Tratados,
F. F. Ebert S., México, s.f.

71
Entonces digamos, que teníamos un proyecto de transformación social, desde lo micro, desde lo cotidiano más
micro, hasta lo más de largo plazo, y ese proyecto de transformación social, ese proyecto político, nos daba una
sensación de ser muy diferentes a otros hippies (ONGAGA, 02-95).

Las historias personales permiten ver que los individuos no tenían una idea clara de que estaban
propiciando un “estilo” de acción política, que con el tiempo se le etiquetaría como de ecologista o
ambientalista. Al reflexionar sobre los caminos para la superación de los problemas en la relación hombre-
naturaleza en la escala local-global, al tiempo de “descubrir” la ecología como ciencia e impactar a la
opinión pública y al Estado con sus acciones-planteamientos, estos “actores emergentes” ganaron un
apelativo y una suerte de identidad colectiva. Aún ahora, algunos entrevistados afirman que ellos no saben
si son realmente ecologistas, puesto que lo que los define son sus acciones y no sus declaraciones, por
elaboradas que éstas sean.

En ese momento, prácticamente así la veíamos ¿no? Entonces un poco nuestra forma de estar parados en este
planeta era desde una posición de no ser parásitos, de ser productores, de algo, de bienes socialmente útiles.
Cuando se forma la ONG y formulamos una serie de objetivos de lo que queremos hacer con la asociación civil…
estamos muy conscientes de que vamos a tener una asociación civil y le vamos a poner nombre ecologista, más que
por un interés en la ecología, para podernos mover en lo que nos interesa; sí, de alguna manera es una fachada, un
paro ¿no?, una fachada que nos permita movernos y hacer lo que queremos hacer, sin prestarse a suspicacias… a
algo que te permita moverte en este mundo ¿no?… de alguna manera había la aceptación de que una cosa era lo que
estaba formulado en los objetivos de la asociación civil y otra cosa era lo que a nosotros nos interesaba hacer con
nuestra vida, y entre las otras cosas que no estaban en papel claramente, estaba toda una serie de trincheras de la
vida cotidiana ¿no?
No recuerdo haber visto o haber conocido otros grupos similares, había similares desde el punto de vista de
convivencia por ejemplo, pero más hippies digamos ¿no? Conocíamos alguna comuna, más hippie, y nos
identificábamos en algunas cosas y nos sentíamos claramente diferentes en otras ¿no?, conocíamos otros grupos
más centrados en lo político y entonces nos identificábamos en algunas cosas y nos sentíamos muy diferentes en
otras… digamos que teníamos una especificidad, de combinar ciertos valores de convivencia (ONGAGA, 02-95).

A veces se refieren a las ONG como una fórmula para organizar la experiencia de acción colectiva del
presente. La organización debe ser de estructura horizontal, donde el individuo sea la unidad clave y actuante;
donde el compromiso moral, en acción y ejemplo, sea el motivo de permanencia y entrega a los objetivos y
programas de acción colectivos. Quizá los nuevos procesos a los que se enfrentan, la institucionalización, la
pluralidad de organismos ambientales, la demanda creciente de la sociedad de sus servicios, contribuirá a la
reproducción consolidada de las organizaciones, ya que de ser un espacio para el desarrollo personal con
relación al medio ambiente, podrá llegar a ser el punto de desarrollo de trayectorias ocupacionales estables,
además de la procuración y promoción de una mejor calidad de vida y del entorno ecológico donde
desplieguen sus proyectos de acción.

Nos sentimos parte de este movimiento de ONG ambientalistas con preocupaciones o esta concepción de cómo
entrarle a la cuestión ambiental. Y había otros del otro lado, muy en el rollo de la naturaleza y no sé que, y qué veían
que nosotros estábamos más bien en la grilla, desde su punto de vista, o sea que nosotros teníamos una identidad
como grupo, que teníamos planteamientos sociales, políticos, de trabajo con las comunidades y al mismo tiempo el
rollo ecológico. En ese sentido ésa es una cierta especificidad, aunque ahorita ya a estas alturas yo creo que hay otras
ONG que trabajan el ambientalismo con un enfoque muy similar al nuestro, de trabajar con grupos de base, de
organizaciones campesinas de cierto proyecto, de cierto cuestionamiento al modelo civilizatorio digamos ¿no?, de
ver a la ecología no nada más como bosques bonitos, sino como con todas las fuerzas sociales que están detrás del
mal uso de los recursos y del cuestionamiento a las relaciones sociales, y a las relaciones políticas y a las relaciones
Norte-Sur (ONGAGA, 02-95).

En los relatos personales podemos vislumbrar los procesos de adquisición de lo que se ha dado en llamar
“conciencia/cultura ecológica” y observarlo como un proceso, no memorizado, sino experimentado. Las
diversas vetas de la experiencia personal de los entrevistados muestran que, en particular, las mujeres han

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tenido la oportunidad, y también lo han buscado, el haber participado en los diversos tipos de luchas
emergentes o de “nuevo” tipo, como serían la lucha feminista, la de los jóvenes, los pacifistas, por ejemplo.
Algunas mujeres no sólo transcurrieron de uno a otro tipo de acción colectiva, sino que en momentos de su
vida compartieron su tiempo y esfuerzo en distintas luchas y militancias de tiempo parcial. Sólo que con el
tiempo escogieron la que más les gustaba o satisfacía.
Por lo cual, uno podría entender la poca duración de algunas acciones colectivas de este tipo, donde la
entrada y salida de miembros-militantes es frecuente y aun esperada. Las historias personales dan pistas de
carácter diacrónico y muestran ciertos procesos de las organizaciones estudiadas. Además, al mostrarse las
particularidades de las acciones personales y colectivas, permiten entender mejor lo que existe de común y
general para el ecologismo como fenómeno más amplio.
Las versiones particulares que se van construyendo mediante las entrevistas, aportan un panorama del
ecologismo para el periodo de estudio, cualitativamente diferente del que podría concebirse mediante la
reconstrucción con base exclusiva en otras fuentes indirectas o de carácter estadístico-documental. La calidad
del dato surge no tanto de mostrar una radiografía somera de todas las organizaciones del ecologismo, sino de
la procuración de profundidad que nos permite descubrir —en los relatos de vida— lo sustancial de las
acciones colectivas, según las hacen o representan sus actores.
El conjunto de relatos de vida e historias personales va a proporcionar una matriz compleja de
experiencias de militancias y cambios en las identidades grupales y colectivas. En varios de los relatos
recopilados, aparecen con claridad las trayectorias que los han llevado al lugar donde están, y tales caminos no
siempre se presentaron como opciones por decidir, sino que aparecieron como resultantes de acciones y de
no acciones. Los actores del ecologismo comparten muchos elementos que se encuentran en otros grupos
emergentes, puesto que comparten formas de organización, intereses sociales, preocupaciones globales,
rutinas y prácticas culturales. Las identidades emergentes vinculadas a los “nuevos movimientos sociales”
están en desarrollo y no acaban por “institucionalizarse” ni rutinizarse; aún presentan una figura un tanto
borrosa y cambiante.
El ecologismo es uno de esos campos donde se entremezclan las trayectorias individuales con los cauces
colectivos, y para el caso mexicano, por lo que dicen y han experimentado sus protagonistas, es un espacio
social de participación más horizontal y democrático, plural y autogestivo.
La historia oral, al escarbar en la memoria de los activistas, permite el aflore de los caminos y rutas
transitadas en las vidas personales, para darles mayor sentido en cuanto a su destino y dirección. La historia
oral no sólo funciona como un instrumento recopilador, sino también como un elemento para forjar o
reconstituir identidades. Además de permitirnos rastrear la emergencia de nuevas identidades sociales, nos
permite hacerlo a través de la mirada biográfica que se expresa y concreta en los testimonios y relatos de
vida. De nuevo, la mirada a la estructura del ecologismo nos hace ver la necesidad de mirar con mayor
atención a la realidad de las particularidades, no sólo en las expresiones colectivas, sino también desde la
perspectiva de las personas.

73
La identidad y el espacio en la vida obrera

Mario Camarena Ocampo


DEH-INAH
Susana Fernández Apango

INTRODUCCIÓN

El propósito de este trabajo es analizar la función del espacio en la formación de la identidad de los
trabajadores de San Ángel en los años 1940-1960; la población ubicada al sur del Distrito Federal se
caracterizó por ser una región de obreros textileros y papeleros. Sus relatos son la base de este ensayo.
El espacio está presente una y otra vez en el transcurso de la entrevista. El narrador va dibujando sus
espacios: lugar de origen, casa, fábrica y barrio. Los espacios les dan un sentido de ubicación, pero siempre
enmarcados en las relaciones interpersonales, configurando una identidad individual y colectiva. 1
Los trabajadores no sólo establecen relaciones intensas y cercanas con sus iguales en un lugar físico, con
determinadas condiciones materiales, sino que está entrecruzado por el trabajo, las costumbres, el parentesco,
la edad y el sexo, que es la base de socialización, entendida como la aptitud para vivir en grupo: de amigos,
parientes, etnias o trabajadores de forma voluntaria.2
Por lo general, se toma el espacio de los obreros en función del trabajo, a priori, sin considerar la
existencia de otros; es decir, cuando se estudia a los trabajadores se enmarcan casi por regla dentro de la
fábrica, como si el mundo de los obreros se redujera al lugar de trabajo, perdiendo de vista casas, calles,
barrios, cantinas, burdeles, canchas de juego e iglesias, que son espacios donde los trabajadores conviven entre
ellos generando un espacio de identidad.
Las fronteras de los espacios son muy claras para los trabajadores; los límites se establecen en términos de
pertenencia y apropiación: “En la calle nadie me vigila ni me apresura, en la calle no hay capataces ni chismes
y tengo mis amigos que me defienden cuando hay problemas en la chamba”.3
En este ensayo, identidad y espacio se entretejen a través de las relaciones sociales de los trabajadores; en
ellas se habla del mundo social donde habitaban y las fronteras de su territorio.

LUGARES DE TRABAJO

“Todo era la fábrica.”4 El mundo de la fábrica traspasó los muros de las empresas; en éstas los patrones de
conducta modelaron tanto a los primeros obreros como a las generaciones siguientes.
En los años cuarenta casi todos los trabajadores han nacido bajo el cobijo de la industria con horarios
fijos y tiempo de recreación. Pasan la mayor parte del día en las fábricas, y si bien la paga es poca, sienten
satisfacción en lo que hacen y se acostumbran a su rutina diaria. Realizan las tareas impuestas durante el
tiempo y ritmo marcado por el reloj, mientras el descanso o diversión se deja para después o hasta el fin de
semana. Los obreros han interiorizado el sentido del tiempo y consideran la división del trabajo y las órdenes

1 E., Marroquín, 1976.


2 M., Aguilhon, 1992.
3 Rico, 1984.
4 J. Hernández, 1984 y A. Franco, 1993.

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de sus superiores como algo natural: “a mí me mandaron al departamento de pacas en donde las tenía que
acomodar y surtir a los otros departamentos”. 5
En la fábrica se les exige cumplir con el trabajo, aunque esto no implica que lo hagan de manera dócil y
sin problemas, es un constante “estira y afloja” de ambas partes. Los patrones imponen su dominio, su lógica
de producción, pero los obreros intentan ganar a su modo espacios dentro de la fábrica. Las relaciones
familiares les ayudaron a hacerlo: “Ya mi mamá trabajó en esta fábrica. Nos gusta aquí y nos sentimos bien
entre las compañeras. Nos sentimos todas como una familia, para dar un consejo, para aliviar las penas y para
compartir las alegrías… Aquí estamos todas juntas; cuando a alguna compañera le ocurre algo grave, tratamos
de ayudarla, aunque sea nomás buenos consejos”.6
Hombres y mujeres se relacionan en la fábrica creando un lenguaje propio, corporal, debido al ruido
ensordecedor de las máquinas. “El que no sabía, no era de los nuestros.”7 En la convivencia laboral
establecieron nexos de ayuda, de amistad, de noviazgos o matrimonio, se bromeaban e inclusive competían
entre sí. 8
En el interior de las empresas, los trabajadores se fueron apropiando de pequeños espacios y los
defendían del resto de los empleados y de los dueños. Las bodegas se convierten en un espacio donde los
novios pueden tener un momento de soledad; los baños eran el lugar ideal para “un descansito y echarse una
fumada”, además de decorar las paredes a su gusto con frases pícaras o alusivas; los casilleros, colocados a la
entrada en los que depositan sus pertenencias, contenían, además, estampas de mujeres de algún calendario o
revista; los obreros comían en los patios y nadie pasaba, excepto algún atrevido.
Los trabajadores adoptan posturas intimidantes cuando ven acercarse a algún supervisor, no se hacen
esperar rechiflas, ademanes, risitas burlonas o una frase, era un modo de hacerlo sentir que ellos son los
“dueños” de esa área: “Cuando se acercaba el supervisor nos mirábamos entre nosotros, y haciéndonos señas
nos burlábamos de él… y ni cuenta se daba”. 9
Cuando había local para el sindicato obrero, eran los más viejos quienes por lo regular llevaban la voz en
cuello durante las reuniones y tomaban las decisiones. Es éste un espacio propio de los obreros viejos; las
obreras y los jóvenes no lo sentían suyo.

LA CASA: EL LUGAR DE LAS MUJERES

“El obrero se siente esclavo de la máquina y del trabajo y cuando se libera de éste los sábados, después de
haber recibido la raya, quiere sentirse también ‘señor’ y hacer cosas que afirman su libertad en su casa.”10 La
casa es, por excelencia, el espacio de la mujer y el lugar de descanso, del no trabajo, donde pueden recuperarse
a sí mismos, su mundo privado: aquí ellos son lo más importante. La vivienda es un objetivo de su trabajo:
tener una casa significa tener algo en la vida; la casa les protege de la calle; en muchas ocasiones esta última se
asocia con la delincuencia, lo hostil, el peligro.

De esta manera se establece la siguiente dualidad:

pureza/peligro
vivienda/calle

5 R. Terrez, 1991.
6 Y. Ximena, 1994.
7 A. Espinosa, 1984.
8 Tal como J. Hernández, quién se casó con otro obrero de la fábrica, al igual que A. Franco.
9 Tesis.
10 Cfr. V. Piho, 1974.

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La casa es el elemento de fijación y un espacio de identidad familiar. Ser de aquí es darle un sentido de
pertenencia al terruño, y esto significa compartir un espacio cuyas fronteras son los extraños. Cada familia
tiene en común un sinfín de historias, que se repiten y machacan en las reuniones. La obtención de una casa
se realiza a través de muchos años de trabajo, pero las mujeres son quienes pasan allí casi todo el tiempo,
mientras los hombres prefieren pasar sus ratos de ocio en la calle, con los amigos.
Las características propias de la vivienda influyeron en la vida cotidiana de sus moradores. Dependiendo
del tipo y tamaño de la vivienda y la familia que la habita, la vida adquiere una gran variabilidad, que se
expresa en la experiencia y rutina cotidiana. El espacio de la vivienda limita, propicia, pero no define el
contenido de la vida misma ni de las prácticas sociales. Éstas son constantemente definidas por sus
moradores, ellos deciden el uso de las habitaciones de la casa.
De este modo, la vida social y colectiva se concentra en algunas áreas de la vivienda; por medio de la
rutina y la ritualización se les designa una especialización determinada: lugar de preparación de los alimentos,
dormitorio. Otros lugares importantes de socialización son los patios, lavaderos, azoteas, pasillos; sin
embargo, los habitantes dentro de la casa tienen determinados lugares. La organización de la vida familiar está
dada en función del horario de trabajo de las personas que habitan en ella; y tanto la fábrica como la escuela
son los que indican la rutina doméstica del resto de los miembros de la familia obrera.
La educación de los hijos es diferente según la edad y el sexo: “También una clara diferenciación de
dónde y cómo se movían los hombres y las mujeres. Aun siendo de la misma familia”. 11 A las mujeres se les
retiene en casa, aunque puedan o no estudiar: “No quiso mi papá que fuera yo. Le decía a mi mamá: mi hija
no va a la escuela”.12 Ellas eran las encargadas de las tareas domésticas, su centro era la casa y los comercios
locales cercanos.
Cuando la madre trabaja fuera de casa, alguien tiene que hacerse cargo de las tareas domésticas, y casi
siempre es la hija mayor la que debe responsabilizarse de estas labores. A ella se le confina al hogar:

Mi mamá cuidaba mucho su imagen de mujer: las carpetas donde llevaba su comida a la fábrica debían estar siempre
bien lavadas, sin manchas y almidonadas. Trabajaba de 6 de la mañana a 4 o 5 de la tarde, ¡siempre estaba
embarazada! A mí me tocaba la chinga de cuidarlo, acarrear el agua, lavar pañales, bañar al chamaco, darle de comer.
Tenía que tener la mesa puesta, el café listo, ir por la masa, moler nixtamal, hacer las tortillas, para que cuando ella
llegara todo estuviera porque ella venía a darnos de comer —vivían muy cerca de la fábrica Loreto— y se iba de
nuevo a trabajar. Cuando crezco —12 años— yo soy la mamá: [de mis hermanos] les doy de desayunar, los llevo y
traigo de la escuela, yo todo. Yo los educo... la misma réplica. Y de paso ya había empezado a coser, así que todo lo
que ellos se ponían, yo lo hacía.13

Como vemos eran muchas las mujeres a quienes desde pequeñas se les enseñaba a realizar las tareas de
asear la casa, la ropa y preparar los alimentos. Para ellas la casa se convierte en su centro, éste es el espacio al
que han sido confinadas, pero que ellas se apropian a su vez. Los hombres no se mezclan con ellas en este
espacio, ni las mujeres aceptan fácilmente que ellos se inmiscuyan en éste. “Mi papá era bien machín y no
dejaba que mi hermano hiciera cosas de viejas, ¡él nunca lavó un traste en su vida!, eso sí, le daba unas tundas
sólo porque era el hombre, a él sí le pegaba mi papá.”14
La casa es un espacio de las mujeres, se sienten dueñas de ella y no permiten que los hombres se
inmiscuyan. Las mujeres miran con desconfianza y hasta con disgusto si cualquiera de sus maridos les dice
cómo hacer las cosas: barrer, planchar, cocinar, cuidar hijos. Aunque a algunas les gustaría recibir ayuda de los
varones en las tareas de la casa, pero sólo a unas cuantas. La mayoría prefiere que no estén “porque cuando
está aquí nomás estorba y no deja hacer nada, quiere que todo le acerque y nomás me atrasa en mi

11 A. Franco, 1993.
12 J. Hernández, 1984ª.
13 A. Franco, 1993.
14 Idem.

76
quehacer”.15 Las obreras que trabajan casi todo el día en la fábrica adoptan un tanto el papel de los hombres y
se molestan si les piden ayuda para hacer cualquier cosa de la casa.
A pesar de que muchas mujeres son cabeza de familia y obreras, siguen educando a las hijas para “casarse
y estar en su casa”.16 Por eso se ejerce una estricta vigilancia, sobre todo cuando llegan a la adolescencia. A
muchas ya no se les permite seguir estudiando, porque se tienen temores de que se vayan de la casa y no
ayuden más: “Mi mamá nunca dijo abiertamente que no quería que yo estudiara, siempre me preguntaba si
quería seguir estudiando y me decía que cuando crecieran mis hermanos, entonces lo haría”. 17
De este modo se les impide salir de la casa, y si lo hacen tienen que ir acompañadas de algún familiar.
“Hasta para ir a la tienda tenía que ir con todos mis hermanos, ¡para cuidarme! No me fuera a pasar algo.”18
Los domingos reina el ambiente familiar. En la mañana se va a misa y luego las mujeres se dedican al
arreglo de la casa. Cuando pueden almuerzan en algún lugar del barrio, o se juntan con algunos familiares y
mandan traer comida. Por la tarde, a veces, sobre todo los jóvenes, van al cine.
Los lazos familiares son muy importantes; la casa es el centro de sus relaciones sociales. La familia no
sólo representa el sostén económico, sino el apoyo moral; entre sus miembros se da una lealtad cuando
existe algún problema. Es común que los hijos recién casados o con niños pequeños vivan con los padres,
mientras se estabilizan. Incluso, cuando algún hijo enviudaba o cuando la hija era abandonada, regresaban a
la casa paterna. “Cuando quedé viuda me regresé acá… me ayudaron a pagar el entierro… y les daban a
mis hijas dinero.”19
Esta sobrevigilancia no se ejerce del mismo modo hacia los hijos varones. Ellos sí pueden salir solos, son
más libres en las calles; de hecho, se levantan y se salen a la calle, a trabajar o a “pasar el tiempo”. Incluso se
animan a ir más lejos, ya sea a cortejar muchachas, a las cantinas o prostíbulos, muchos van a “México”,
refiriéndose al centro de la ciudad: “Cada vez que podíamos nos íbamos en el trolebús”. 20

LA CALLE: EL ESPACIO DE LOS HOMBRES

“Es una gran ventaja trabajar en la calle. Yo siempre he trabajado en la calle, desde chico mi mundo ha sido la
calle. En la calle nadie me vigila ni me apresura, en la calle no hay capataces ni chismes.”21 Un lugar
importante en el establecimiento de las relaciones sociales son las calles del barrio. De ellas se apropian los
habitantes de diferente manera, y dependiendo de su edad y sexo eran las actividades que desarrollen. La calle
es apreciada como un lugar amistoso, un espacio de encuentro, de trabajo para los hombres o de peligro para
las mujeres. En suma, un lugar para socializar con los vecinos.
Las pequeñas tiendas de la colonia constituyen un lugar de reunión de jóvenes donde pasar el rato, tomar
cerveza, platicar, conseguir trabajo o cambiar de él, y no pocas veces conocer y establecer relaciones afectivas
con miembros del sexo opuesto. Muchos de ellos viven prácticamente todo el día en la calle; sin embargo,
todos se las ingenian para sacar partido de sus condiciones de vida y del barrio, espacio esencial de ayuda y de
comunicación. Su red familiar no se circunscribe a la casa para los varones, sino que incluye otras redes, como
los amigos y los compañeros de trabajo. Es la calle el espacio público, el lugar donde la vida doméstica
adquiere una dimensión social y donde el barrio muestra su rostro más cotidiano.
La calle es el lugar para la aventura, para establecer nuevas relaciones con gente de su mismo sexo y edad.
Los campos de futbol son otro sitio de encuentro; los varones se apropian de estos lugares e imponen su
presencia y cuando alguien de fuera quiere hacer uso de estos lugares, no se le permite.

15 Idem.
16 Idem.
17 Ximena, 1994.
18 J. Hernández, 1984.
19 A. Franco, 1993.
20 M. Valdez, 1991 y R. Terrez, 1991.
21 Rico, 1984, p. 11.

77
Para los obreros varones su perspectiva y uso del espacio es otro. Las calles del barrio representan el lugar
del ocio y el relajamiento de las duras horas de trabajo. En ellas juegan billar, beben con los amigos, cortejan
mujeres, platican sobre cualquier asunto. En la calle se encuentran “lejos” de sus mujeres. Éste es otro espacio
que ellos se han apropiado, se sienten amos de la calle. Aquí, en grupo, los trabajadores se sienten seguros y se
muestran bromistas, albureros, son “carita”, “fajador”, borrachos.
De igual modo, los niños usan el espacio público como un lugar de diversión, donde socializan
información e intercambian juicios y opiniones escuchados en casa; sin embargo, para ellos los límites están
impuestos por la misma familia: sea la madre, hermana mayor o bien el padre, quienes no les permiten ir más
allá de la calle de su casa, “ni que fueran chismosos”.

EL BARRIO

El barrio de Tizapán tuvo una identidad obrera en sus inicios. Había gente de diferentes orígenes: de Tizapán,
de Tlaxcala, Guanajuato-, Amecameca y otras partes. “Yo soy de Tizapán”, “Era de Amecameca”, “Soy de
San Nicolás”, “Mi papá era de León, Guanajuato, mi mamá de Tlaxco, Tlaxcala, y yo nací aquí en Tlalpan”.
Mantuvieron presente el origen familiar, que significaba continuar con algunas tradiciones y conservar el lazo
con las generaciones anteriores. Si bien no era una identidad homogénea, se creó una identidad de obreros
poco a poco, dado el trabajo que desempeñaron sus moradores. Este sentido de identidad llevó a formar un
barrio relativamente homogéneo; inclusive muchas fiestas religioso-populares se conservaron. Los obreros de
La Alpina se juntaban para recordar los viernes de Dolores, hacían una colecta para la misa; los de Tizapán
celebraban a la Virgen de Guadalupe.22
Este fuerte arraigo con sus raíces les lleva a generar un sentimiento de pertenencia, de adhesión a su lugar
de origen, que les conduce a formar grupos sólidos en el barrio, y en aquellos momentos de conflictos, les
abre la posibilidad de unirse.
El espacio del barrio les permite ampliar su red de relaciones establecidas en el trabajo, haciéndose los
vínculos más estables y sólidos. De igual manera, las tradiciones familiares se mezclaron con las del barrio y
fueron estableciéndose símbolos de cohesión social entre ellos, fomentando sentido de ser obreros.
Las fiestas en el barrio son un espacio propicio para las relaciones sociales. Participaban los trabajadores y sus
familiares, habitantes del poblado, quienes forman parte de núcleos abiertos o cerrados, de acuerdo a su
sociabilidad, al igual que vecinos con quienes mantienen nexos estrechos. Las fiestas tienen fuerte arraigo entre los
habitantes del barrio; el santo patrón se festeja y toda la gente participa. Es un espacio propicio para fortalecer
nexos entre vecinos, hecho que redundó en una mayor cohesión y fomentó su identidad. “En las fiestas se
acostumbra comida y bebida abundante: el mole y el arroz acompañado de pulque o cervezas y muchas tortillas.”23
La gente en el barrio se ayudaba entre sí; sobre todo en algunos, donde se mantiene por más tiempo ese
sentido comunitario, como San Nicolás Totoltepec. La familia y los vecinos representan la seguridad, sobre
todo en circunstancias repentinas de peligro. Se apoyan en las desgracias y se acompañan en los sepelios:
“Todo el barrio queda silencioso, de luto”. 24
En el barrio, el deporte es otro elemento de socialización muy importante; se juega mucho al futbol;
tienen sus equipos propios y se celebran encuentros entre ellos. Así compiten entre los de La Hormiga,
contra los de La Alpina, contra los de La Fama. Los equipos de futbol son muy importantes, tanto como una
manera de ampliar sus relaciones como de lograr el ingreso a la fábrica. “Yo jugué futbol para los de La
Alpina mucho antes de entrar a la fábrica, ellos me habían prometido trabajo allí.”25 El box es otro deporte
que se practica; cuenta con muchos aficionados y tienen buenos peleadores, al igual que varios entrenadores
de box. Estas actividades deportivas ayudan a fortalecer los lazos de identidad.

22 A. Franco, 1994; R. Terrez, 1991 y T. Carmona, 1994.


23 E. Marroquí, 1976.
24 Idem.
25 R. Terrez, 1991. Se reconoce a varios jugadores que salieron de las fábricas, como Mario Velarde que en la actualidad es entrenador retirado.

78
A MODO DE COROLARIO

Entre los entrevistados detectamos diferencias generacionales. Mientras la mayoría de abuelos y padres
era de algún pueblo cercano o de otro lugar y pocos de Tizapán, sus hijos nacieron aquí; no obstante, tanto
padres como hijos trabajaron o siguieron los pasos de ellos y se contrataron para las fábricas, hasta el cierre
de éstas.
Se estableció un estrecho vínculo entre el uso del espacio y las relaciones sociales que se dieron en ellas;
sin embargo, el uso del espacio dependió de la edad y el sexo. Es a partir del espacio público donde la mayoría
amplió su horizonte, que coadyuvó a definir su identidad. De igual manera, el grupo con el que se relacionó,
le fue abriendo o cerrando puertas con otros. La gente va cambiando a lo largo de su vida, y por lo mismo,
sus relaciones y su filiación también. De esta manera, la identidad será reforzada por las relaciones sociales
que se dan en el interior de las fábricas, la familia y el barrio.

ENTREVISTAS

Entrevista a Antonio Espinosa por Mario Camarena; Tlalpan, D. F., agosto de 1984.
Entrevista a Aurora Franco por Susana A. Fernández y Mario Camarena; San Bernabé, D. F., diciembre de 1993.
Segunda entrevista a Aurora Franco por Susana A. Fernández; San Bernabé, D. F., enero de 1994.
Entrevista a Justa Hernández por Mario Camarena; Tlalpan, D. F., julio de 1984.
Segunda entrevista a Justa Hernández por Mario Camarena; Tlalpan, D. F., agosto de 1984.
Entrevista a Antonio Espinosa y Justa Hernández por Mario Camarena; Tlalpan, D. F., septiembre de 1984.
Entrevista a Gilberto Mondragón por Mario Camarena; Tlalpan, D. F., febrero de 1983.
Entrevista a Rafael Terrez por Susana A. Fernández; San Ángel, D. F., abril de 1991.
Entrevista a Don Moy “X” por Mario Camarena y Cuauhtémoc Camarena; Santa Ana del Valle, Oaxaca, junio de 1994.
Entrevista a Ximena “Y” por Susana A. Fernández; San Ángel, D. F., febrero de 1994.

79
Mujeres en el terremoto.
Distintas estrategias frente a la catástrofe
en Nápoles y la ciudad de México

Ángela Giglia
FLACSO

CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD FRENTE A LOS DESASTRES

En el presente artículo me propongo realizar una comparación entre los relatos orales de mujeres que fueron
afectadas por el terremoto de la ciudad de México de 1985 y el temblor ocurrido en la ciudad de Pozzuoli (en
el área metropolitana de Nápoles, Italia) en 1984.1 Mi objetivo es presentar algunas reflexiones sobre las
respuestas que permiten a diferentes sujetos culturales enfrentar situaciones críticas, como los desastres, las
cuales implican un esfuerzo de reconstrucción de la continuidad social y cultural y una —más o menos
completa— redefinición de su concepción sobre la vida. En ese sentido, mi hipótesis es que la recepción del
evento catastrófico varía según las culturas, de acuerdo con las cuales se elaboran distintas estrategias para
enfrentar el cambio.
Cada sociedad y cada cultura albergan una tensión permanente entre continuidad y discontinuidad
(Balandier, 1971). Esta tensión se revela de manera más importante en situaciones límite, como las catástrofes,
momentos en que la relación con la naturaleza (normalmente modelada por la intervención humana) se
vuelve repentinamente fuente de inseguridad y peligro. Frente a esta imprevista ruptura del equilibrio es
necesario recuperar el orden perdido y reconstruir el hilo de la continuidad.
En el caso de los sismos, muchos estudios han demostrado cómo, a pesar de que los temblores se repiten,
existe la tendencia a olvidarse de ello y a actuar como si el riesgo no existiera, lo cual se evidencia por el
hábito de reconstruir en el mismo sitio que ha sido destruido por un sismo, en lugar de construir lejos de éste.
Si tal situación se presenta es porque lo que a la gente le importa es recuperar —en primera instancia a nivel
espacial— el hilo de la continuidad con el pasado.
En todo el mundo existen muchas ciudades que se han erigido en zonas sísmicas y que en un sinnúmero
de veces han sido reconstruidas exactamente en el mismo lugar, como la ciudad de México, Tokio y Los
Ángeles. La reconstrucción in situ es un tipo de reacción sólo aparentemente “irracional”, que se puede
explicar tomando en cuenta la importancia social y cultural de la relación entre continuidad y discontinuidad.
La reconstrucción in situ responde entonces a la necesidad de sanar la ruptura que representa la catástrofe,
mediante el restablecimiento de la continuidad espacial con el pasado (Signorelli, 1992).
La comparación entre los terremotos de la ciudad de México y de Pozzuoli (Nápoles) está basada en
algunos relatos de mujeres que han sido protagonistas de ellos. Se trata de mujeres de clase baja, amas de casa,
que después del temblor lograron conseguir una vivienda pública. En ambos casos los relatos han sido
recopilados en una época posterior al temblor, cuando el evento catastrófico ya era parte del pasado de las
protagonistas y por ello se encuentra elaborado en su memoria como un momento difícil que ya se logró

1 Las investigaciones a las que se refiere este artículo han sido realizadas, en el caso del área metropolitana de Nápoles, para conseguir el
doctorado en Antropología en la Escuela de Altos Estudios en París (Giglia, 1995) y en el caso de la ciudad de México, para el Programa de
Estudios Sobre las Culturas Urbanas, del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, y la
Fundación Rockefeller (Giglia, 1996). En ambas investigaciones se recopilaron varias decenas de relatos orales, en el marco de un trabajo de
campo antropológico.

80
rebasar. Los materiales biográficos reunidos pueden ser considerados como tranches de vie, es decir “historias
con su foco en una fase de la vida marcada por una perturbación importante”, de acuerdo con la definición
de Lalive d’Epinay (1986: 31).
A través de la comparación entre los relatos de mujeres mexicanas y napolitanas queremos demostrar, en
primer lugar, que sujetos pertenecientes a distintas culturas no reaccionan de la misma manera frente a las
catástrofes y no encuentran iguales recursos y soluciones para salir adelante, en particular en lo que se refiere
a las estrategias puestas en marcha para conseguir una vivienda. Sin embargo, en cuanto se trata de relatos que
refieren la experiencia del temblor desde el punto de vista del papel femenino, presentan elementos muy
parecidos, pese a la distancia cultural.
El papel que desempeña la mujer en la sociedad la hace muy sensible respecto al tema de la continuidad,
por ser la reproductora de la vida biológica y de la transmisión de los patrones culturales y sociales. Como
veremos a partir de sus relatos, las mujeres entrevistadas desempeñan en ocasión del sismo el papel de quien
se preocupa —a nivel familiar primero que nada— de garantizar la continuidad con el pasado, a través de la
elaboración de la proyección hacia el futuro. Sin embargo, como veremos, sus visiones y reacciones son
distintas en el caso de México y Pozzuoli. La comparación nos va a permitir destacar semejanzas y diferencias
importantes respecto al papel de la mujer en ambas sociedades y la manera de enfrentar el problema de la
vivienda que —como es fácil entender— es un elemento clave para garantizar y reconstruir la continuidad.

MUJERES MEXICANAS

Nos basaremos en algunas entrevistas llevadas a cabo en uno de los conjuntos habitacionales de la ciudad
de México, construidos después del temblor de 1985, en la colonia Roma. Se trata de un grupo de mujeres
de clase baja, con un nivel de instrucción elemental. A raíz del temblor, ellas se involucraron en una
organización vecinal y por este medio consiguieron a un precio muy bajo una vivienda en propiedad —que
para muchas de ellas es la primera adquisición de bienes raíces—. Para ello tuvieron que incorporarse en
forma activa en el movimiento de los damnificados, que estuvo luchando por la reconstrucción de las
viviendas por lo menos durante cuatro o cinco años después del temblor. El surgimiento de agrupaciones
de este tipo fue posible en el marco del amplio fenómeno de movilización civil y política que se dio en la
ciudad a raíz del temblor y de las múltiples formas de solidaridad que se manifestaron a partir de ese
evento. En particular, en la colonia Roma se produjo la creación de la Unión de Vecinos y Damnificados
“19 de Septiembre” (UVYD) que surgió por iniciativa de vecinos afectados por el temblor, entre quienes
destacaban algunos con experiencias políticas previas.
Para las protagonistas de nuestros relatos, como para todos aquellos que se comprometieron en
organizaciones de vecinos, formar parte activa- del movimiento de los damnificados implicaba una presencia
constante y disciplinada en las actividades de propaganda, protesta y negociación llevadas a cabo durante varios
años por el movimiento en general y en particular por el grupo de la UVYD. Cuando se les pide narrar de qué
forma consiguieron la vivienda, lo que destaca en su memoria es justamente la experiencia de la lucha colectiva.

Veamos el relato que hace Irma:

—Se formó la Asociación, sobre la base de tener un departamento donde vivir y entonces gracias a Dios aquí
estamos.
—¿Fue importante poder conseguir esto?
—Sí, fue importante, que luchamos muchos, que había marchas por aquí, por allá y muévete acá, porque el gobierno
no quería […] Entonces, solamente con trabajo se pudo hacer […] Gracias a Dios como supieron estas personas de
Suiza que fueron los primeros a ayudarnos, y después entró FONHAPO para terminar, porque se nos acabó el dinero.
—¿Y cómo te encuentras aquí?
—Me encuentro bien, a gusto […] Pues, como que ya no es para mí, es para mis hijos, como yo les digo: “Es para
ustedes”. Porque ahora como está la situación y el gobierno con todo, suben todo y no suben el sueldo y ¿cómo vas
a pagar una casa de dos-tres millones si no los ganas?

81
Ahora veamos el relato de Luisa:

—Y para hacer todos los papeles y participar en la lucha, ¿esto te costó mucho trabajo?
—Sí, porque yo tenía muy chicos a mis hijos, yo no tenía con quién dejarlos, a veces déjalos a la escuela y tenías que
ir a alguna marcha y regrésate a recogerlos […] Era mucho trabajo […] sí fue mucho batallar.
—¿Y las marchas, cómo se hacían? ¿Quedaban de verse por acá?
—Sí mira… Quedábamos de vernos ya sea en Revolución o en el metro Bellas Artes y de ahí nos íbamos a donde
fuera […] luego en el Zócalo en Los Pinos. Nos íbamos a donde él quiera.
—Y en el caso en que tus hijos estuvieran enfermos, no sé, y que tú tuvieras que acompañarlos, y tú no podías ir a
las marchas…
—Sí, a veces había veces en que ellos también participaron y salieron, ¿cómo te diré? Se hicieron obras, eran obras
de teatro para decir como que si lo necesitábamos. Había veces en que con la vecina “oye, te encargo a mis hijos” o
nos organizábamos. Pero sí había veces que enfermos o no enfermos, déjalos y vete a la marcha […] A mí me tocó
ir embarazada de mi hija. Y gracias a Dios se logró mi hija porque ya el doctor me decía: “no, no tiene que andar,
no”, pero ni modo, aquí estamos.
—Tuviste que andar embarazada de tu hija […] ¿pero todo esto porque era muy necesario que estuviera una bola de
gente o por qué?
—Sí, mira, aquí el gobierno no entiende que si no ve que va uno en marchas o en todo, es lo que estoy viendo, no
entiende el gobierno que se pueden hacer las cosas sin esto, sin mucha gente. Para hacer las cosas hay que
presentarse mucha gente […] quiere sacar, pero no sabe él en qué forma va a sacar a la gente. Vas al INFONAVIT, al
ISSSTE y te tardan años para poderte hacer, y el chiste es que ni te dan, ni nada […] entonces viendo a las
organizaciones que van bastante gente es cuando más o menos lo entiende el gobierno.

En todos los relatos que hemos podido recoger, las protagonistas justifican su participación y su acción
en la lucha mediante la necesidad de asegurar un futuro a sus hijos. Ellos son el motivo clave para emprender
el esfuerzo de reconstruir la continuidad. Su compromiso en la organización se concibe casi sólo a partir del
papel de madres y no en sí mismo. Muchas de ellas se declaran agradecidas hacia la organización; sin embargo
al conseguir la vivienda casi todas dejaron de participar en las actividades de este grupo, volviendo a su papel
doméstico tradicional. Para muchas, en realidad, involucrarse en la lucha es temporal y vinculado
estrictamente al cumplimiento de su objetivo: la vivienda. A pesar del esfuerzo personal y de la dedicación
que fue necesaria para conseguir el resultado esperado, todas les dan las gracias a Dios por la vivienda que
ahora tienen, como si el compromiso humano no fuera suficiente, sin una intervención ultraterrenal, para
conseguir lo que se necesita.
Si por un lado consideran indispensable la voluntad divina, por otro, los relatos son muy explícitos
respecto al mecanismo social que hizo posible conseguir la vivienda. Se trata básicamente de formar un grupo
compacto de solicitantes, con un liderazgo fuerte que pueda encarar con éxito a los representantes
institucionales. A nivel de cada individuo se trata de cooperar mediante la realización de las tareas comunes y
mediante la disciplina en la participación. Las marchas y los plantones quedan en la memoria como las faenas
necesarias para conseguir el objetivo. No aparece la idea de las marchas como momentos de protesta
encaminados a conseguir el respeto de un derecho, y tampoco la lucha aparece como momento de toma de
conciencia civil y política.
Además, a pesar de que en las entrevistas ellas fueron invitadas a narrar su propia experiencia en el
temblor, en los relatos lo que aparece es más bien un sujeto colectivo, es decir la organización.

MUJERES NAPOLITANAS

Los relatos de la mujeres de Pozzuoli son al mismo tiempo semejantes y distintos a los de las mexicanas.
Semejantes en relación con las motivaciones que inspiraron el esfuerzo al que se sometieron para conseguir
una vivienda, pero distintos respecto a las estrategias elegidas para conseguir un mismo objetivo.

82
En el caso del temblor de la ciudad de Pozzuoli, en el área metropolitana de Nápoles, no hubo un
movimiento de damnificados comparable al mexicano. La manera de enfrentar el sismo y de solucionar el
problema de la reconstrucción resultó ser básicamente un asunto individual.
El temblor que afectó Pozzuoli en septiembre de 1984 era en buena medida una catástrofe anunciada. Se
trataba de un fenómeno denominado “bradisismo”, en el que la superficie de la tierra se eleva o desciende
muy lentamente. Este movimiento tiene una duración de varios años y en este periodo pueden ocurrir
también episodios de terremoto. A veces ocurre que los temblores se repiten durante mucho tiempo. Eso
ocurrió entre 1983 y 1985 cuando en Pozzuoli tembló casi todos los días con sismos de no muy grande
intensidad, pero muy frecuentes, que crearon muy pronto una situación difícil de manejar. La ciudad fue
afectada por daños graves —por ejemplo, rupturas de las tuberías del agua y del gas— y se volvió poco a
poco inhabitable. Todo el mundo sabía que la situación podía precipitarse con un temblor más fuerte, lo que
en efecto ocurrió en septiembre de 1984.
Las autoridades locales prepararon y difundieron entre la población un plan de evacuación donde
indicaban a los habitantes los caminos por donde huir en el caso de un terremoto más fuerte. Este plan tuvo
el efecto de preocupar aún más a la población. Examinando el mapa, muchos se dieron cuenta de que las
calles para irse eran muy pocas y que era muy probable que la ciudad —con sus callejoncitos antiguos y sus
edificios de la Edad Media— se convirtiera en una trampa sin salida.
En septiembre de 1984, pocas semanas después de la difusión del plan de evacuación, hubo un temblor
mucho más fuerte que los anteriores. Las autoridades no lograron controlar la situación y los habitantes
huyeron- desordenadamente, como y hacia donde les fue posible, sin observar las indicaciones del plan y sin
esperar que fuera declarado oficialmente el estado de alarma.
En cada hogar la tarea de enfrentar la situación crítica estuvo a cargo de la mujer. Muchos días antes de
huir, la mayoría de las entrevistadas guardaban un “equipaje de prisa”, con todo lo necesario.

—Cuando ocurre algo como esto, de repente, ¿qué se lleva uno cuando tiene que escapar de golpe?
—Bueno, me llevé la mayor parte de mi dote, las cosas más importantes, y después algunas chácharas, porque los
niños le tienen cariño a tantas cosas.
—Entonces la dote, las cosas más importantes…
—Sí, y ya teníamos una maleta preparada desde unos días antes, siempre lista con la ropa de los niños, no sé, las
cosas importantes, cosas personales, la libreta del banco […] es el famoso “equipaje de prisa” que uno siempre tiene
listo ahí. Hasta hoy, siempre tengo una caja preparada con los documentos importantes, porque si pasa algo ¿cómo
va a probar que algo es suyo? Por eso yo siempre tengo esta caja con todos los papeles, los papeles de la casa y los
recibos de las cuentas de teléfono y electricidad que hemos pagado. Hasta hoy tengo todo esto siempre listo por la
remota posibilidad que tengamos que irnos de nuevo. Eso es lo primero que me llevo.

Llevar a una familia a un lugar seguro significa también salvar las pertenencias de la familia, todo lo que se
pueda transportar, así como los documentos que prueban la propiedad. Al preparar el equipaje de emergencia
y tenerlo siempre listo, las mujeres no sólo garantizan el rescate inmediato de sus familias del peligro
inminente, sino que se establecen como guardianas del núcleo familiar para el futuro.
La mayoría de la población se fue hacia la casa de algún pariente o amigo, sin pensar que de esta manera el
tráfico se volvería incontrolable, tal como puntualmente ocurrió. Miles de autos quedaron atrapados en las
pocas calles principales y solamente después de muchas horas el tráfico disminuyó y cada quien pudo alcanzar
su lugar de amparo.
Cabe destacar que no hubo víctimas ni derrumbes, pero muchos edificios quedaron gravemente afectados
y sus habitantes no pudieron regresar a ellos. En los días siguientes fueron muchos los casos de robos a los
departamentos que quedaron vacíos.
En cuanto a la dinámica social que se dio en el periodo siguiente, las manifestaciones de solidaridad con
los damnificados así como las tentativas de autoorganización fueron muy escasas. Ello se debió, en parte, a las
características propias del temblor de Pozzuoli, que no provocó víctimas humanas ni edificios destruidos,
pero hizo que la ciudad se volviera inhabitable y tuviera que ser abandonada, según la lógica de “cada quien
por su lado”.

83
Cabe destacar que en Pozzuoli no hubo grandes movimientos sociales encaminados hacia la
reconstrucción de viviendas, pues las autoridades locales pronto propusieron un plan de reconstrucción muy
controvertido. Hubo quien se opuso, pero la lógica de la emergencia —que imponía realizar la reconstrucción
lo más pronto posible— fue la que ganó. El resultado fue la edificación en cuatro años de una nueva ciudad
—4 000 viviendas, más todo tipo de servicios— a 20 kilómetros de la primera.
Sin embargo, la respuesta de las autoridades locales a los problemas inmediatos de la emergencia fue
bastante lenta e ineficaz. En los primeros días, nadie sabía qué hacer ni a qué organismo consultar para
solucionar los problemas más inmediatos, sobre todo para conseguir una vivienda provisoria. Frente a esta
situación cada quien trató de encontrar una alternativa para su caso personal por medio de amigos o
parientes, activando sus redes de relaciones informales con la esperanza de obtener la intervención de uno de
los políticos locales para solucionar su problema, según el mecanismo llamado “sistema clientelista”. En ese
sistema los derechos formalmente establecidos (en este caso el derecho a tener una vivienda) se convierten en
“favores” porque el funcionamiento del sistema impide que sean respetados de manera universal. Los
“favores” pueden ser otorgados sólo si uno consigue llegar a la persona adecuada, generalmente alguna figura
política, con la que quedará en deuda hasta la siguiente elección, en que devolverá el favor votando por él o
por otra persona que él indique y contribuyendo a su campaña electoral. De hecho, en todo el proceso de
enfrentamiento de la emergencia, por ejemplo en el caso de la atribución provisoria de viviendas, la lógica que
prevaleció se basó en el clientelismo, que es lo dominante en las relaciones políticas en la Italia del sur
(Signorelli, 1983; Giarrizzo, 1980). Dentro del mecanismo clientelista las mujeres tuvieron un papel
protagónico. Fueron ellas las que activaron sus relaciones personales para llegar a la persona que les
concediera el favor, como lo demuestra el relato de María:

Después del temblor de septiembre, mi hija más chica y yo nos fuimos a dormir en casa de mi hermano. Yo iba casi
todos los días al ayuntamiento a ver si mi nombre estaba en la lista de espera, porque en aquella época para
conseguir una casa uno tenía que dar muchas vueltas. Nosotros esperamos casi un mes y no pasó nada […] En
realidad nos enteramos por mi cuñado. El dueño de la casa trabajaba donde trabaja mi cuñado. Él quería dársela a
una víctima del terremoto, pero que fuera alguien en quien él pudiera confiar. Entonces mi cuñado me dijo que
había una casa disponible y fuimos a verla. Era una casa hermosa pero mi marido no quería aceptarlo porque estaba
muy retirada; “está muy lejos y cuando yo trabaje el turno de la noche te quedarás muy sola”. Y yo le decía: “Sí, pero
a esta altura […] Hay cajas, cajones y cajitas por toda la casa, y de noche tenemos que armar las camas. ¿Hasta
cuándo crees que podemos seguir así?” Yo insistí en que fuéramos a ver esa casa. El propietario se dijo: “Mire que la
casa todavía no ha sido confiscada, pero ¿sabe lo que pueden hacer? Yo les doy las llaves ahora, abrimos la casa y
usted puede meter algunas cosas. Después mañana de mañana usted puede ir a la delegación de policía”, ¡nos
querían arrestar! “Vaya a la delegación de policía a ver qué pueden hacer por usted.”

El día siguiente, frente al capitán de policía, la protagonista del relato se autoacusa de estar ocupando en
forma abusiva una casa y con eso espera convencer a los policías para que se la den oficialmente. El capitán la
amenaza con arrestarla, mas no lo hace, dice que no puede darle esa casa de manera arbitraria, que ella debe
estar inscrita en una lista de espera.

Entonces él dijo: “Mire señora, permítame que le dé un consejo. Aquí hay más de treinta o cuarenta
departamentos confiscados, pero nadie los quiere. Vaya al ayuntamiento, consiga una autorización, algún papel,
porque sin autorización yo…”. Así que nos fuimos de regreso al ayuntamiento y yo fui a ver al concejal Scotti.
Cuando lo fui a ver para la evacuación, me dijo “vuelva mañana”, pero cuando volvimos no estaba, y la historia
seguía y seguía […] Entonces me vio con mi bebé en los brazos y se acordó que yo estaba embarazada y me dijo
“¡Oh, ya tuvo su bebé! ¡Qué bonito…! ¡Felicitaciones!” Y después me dijo: “¿Y qué está haciendo aquí?” “¡Oh,
concejal!, ¡qué puedo hacer? La cosa está así […] ¡Cuando usted podía hacer algo, no lo hizo!” Y él dijo: “Ahora
puedo ayudarla y lo haré. No se preocupe…”

La historia de María está muy clara y además tiene un carácter de ejemplaridad, siendo mucho más rica en
detalles y completa respecto a otras, que sin embargo poseen los mismos pasajes fundamentales (Portelli,
1988). Gracias a un pariente encontró una casa que le gustó y quería irse a vivir en ella. Entonces necesitaba

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que le asignaran la casa a ella específicamente, para poder vivir a expensas del municipio. Para alcanzar ese
objetivo fingió, con el consentimiento del propietario, estar ocupando la casa ilegalmente. En realidad, el
propietario quería que le consfiscaran la casa para reclamar daños y sobre todo para recibir la renta que le
pagaría el ayuntamiento una vez que la casa fuera asignada a uno de los damnificados. Para que le asignaran la
casa, María fue a la delegación y confesó, mintiendo, la violación de domicilio. No se trata de un gesto de
desesperación, al contrario, forma parte de una estrategia calculada, muy común dentro de las franjas
populares de la población de la Italia del sur. En el trato con las autoridades locales se recurre con frecuencia
a la estrategia de colocarlas frente a un hecho consumado, con la esperanza de que lo ratifiquen o encuentren
algún arreglo. El acontecimiento ilustra además el escaso respeto por la legalidad, no sólo por parte de la
protagonista, sino también por los representantes de las instituciones locales. El capitán amenazó con
arrestarla pero no lo hizo, y después le aconsejó que consiguiera la autorización de un político local para
obtener lo que quería. Además, ¿cómo iba a negarle la ayuda a una mujer con su bebé en brazos? Con el
mismo menosprecio por la ley, el político crea una solución personalizada para ella; al hacerlo, se gana la
gratitud de una votante.
El relato de María contiene los elementos presentes en todos los relatos sobre el temblor de Pozzuoli que
hemos podido recopilar. Hay una búsqueda de una persona importante que pueda resolver el problema. Una
conducta “irregular” o “escandalosa” sirve para llamar la atención y provocar la intervención de las
autoridades, y finalmente para obtener una entrevista con la persona adecuada, que encuentra una solución
personalizada a pesar de que “la ley es igual para todos”.

IGUALES NECESIDADES, DISTINTAS ESTRATEGIAS

Las catástrofes rompen con la continuidad cultural y obligan a las sociedades a redefinirse y repensarse. Al
estudiar este proceso, podemos destacar rasgos importantes de la cultura y sus direcciones hacia el cambio.
Es llamativo que frente a la catástrofe la ciudad de Pozzuoli no haya desarrollado formas de acción colectiva
sino muy escasas y temporales. Por otro lado, el carácter del temblor —que es cíclico y hasta cierto grado-
previsible— y la rapidez de la solución que se le proporcionó, mediante la decisión de construir una “nueva
ciudad”, hicieron imposible que se dieran movimientos de solidaridad o de protesta entre los damnificados.
Lo que sucedió en México es muy distinto. Se ha hablado mucho del surgir o del despertar de la “sociedad
civil” mexicana en ocasión de los sismos. Como lo escribe Monsiváis:

Durante un breve periodo la sociedad se tornó comunidad, y esto, con los escepticismos y decepciones adjuntos,
con los deshilvanamientos de lo unido por la espontaneidad, ya es un hecho definitivo de inevitables resonancias. Sí,
necesariamente la vivencia comunitaria se disolvió en un periodo breve, hay sectores que se obstinan en preservarla
creando organizaciones perdurables. (Monsiváis, 1987: 164)

Como destaca Monsiváis en un artículo escrito poco después del sismo, no fue la sociedad civil sino el
sentido de comunidad lo que se movilizó con el sismo. Con el término “sociedad civil” entendemos un
conjunto de fuerzas institucionales independientes y una opinión pública estructurada, que se expresa en
medios de comunicación adecuados, capaz de oponerse y de ser crítica frente al poder institucional. Creo que
el caso de México —y aquí encontramos una diferencia interesante respecto al caso italiano— la sociedad
civil se empezó a estructurar a raíz del sismo y a lo largo de los años siguientes, con los movimientos de
damnificados, como la Unión de Vecinos y Damnificados. En el caso italiano, al contrario, no hubo ni una
fuerte reacción de la sociedad civil organizada ni funcionaron las formas solidarias de tipo comunitario.
Estas diferencias se reflejan en las experiencias de las protagonistas de nuestras historias y en sus relatos.
Las mujeres mexicanas no actúan a título individual, como las mujeres de Nápoles, sino solamente dentro de
la organización vecinal y en medio de una lucha organizada.
En los relatos de las mujeres mexicanas no hay episodios de rebeldía dirigidos a la búsqueda de una
solución personal, sino más bien, lo que destaca es el esfuerzo de realizar una participación lo más asidua y
perseverante posible, hasta el punto de poner en peligro su propia salud.

85
Existen entonces dos estrategias diferentes por parte de mujeres que pertenecen a contextos sociales y
culturales diferentes, pero ambas se apoyan en el papel materno de la mujer.
Las mujeres de Nápoles actúan de manera individualista y calculadamente “rebelde”. Para las mexicanas la
estrategia se basa en la disciplina y en el hecho de ser capaces de resistir a las dificultades cotidianas
(“aguantarse”) durante un largo periodo. Esta diferencia evidencia una distinta visión del papel individual, que
se refleja en la estructura lingüística de los relatos. Las napolitanas hablan utilizando la primera persona, “yo”,
y en la narración casi exaltan su participación personal. La narración de los acontecimientos que hicieron
posible conseguir la vivienda exalta el papel individual y es construido como una novela de aventura. No hay
la menor vergüenza en admitir que se tuvieron que hacer cosas ilegales o que se debieran humillar frente a
personas poderosas. Sencillamente no se trató de verdaderas “humillaciones”, porque fueron hechas por los
hijos y para ellos, para que tuvieran un techo. Ellas asumen sus decisiones como tales, a pesar de que puedan
parecer descabelladas. Si lo hacen es porque su estrategia es coherente con el medio cultural en que se
encuentran (que valoriza enormemente el papel de la madre y la autoriza a hacer lo que otros sujetos no
podrían hacer). No es casualidad que la estrategia haya sido exitosa; al contrario, dado el contexto descrito era
de esperarse.
Por otro lado, en los relatos mexicanos el sujeto queda casi escondido, las protagonistas hablan sobre
todo de “nosotros” y los acontecimientos forman parte de una épica colectiva donde el individuo no
cuenta, y por ende casi no existe. Los protagonistas de la acción que se está narrando son seres o
fenómenos colectivos, como “la lucha” o “la asociación”, entidades totalmente ausentes en los relatos
napolitanos donde la historia biográfica siempre es cuestión de relaciones entre particulares. En los relatos
mexicanos, al contrario, se realiza el enfrentamiento entre entidades colectivas y hasta en un sentido
abstractas, como “el gobierno”.
Sin embargo, en ambos casos lo que hacen las protagonistas de nuestras historias es algo extraordinario y
que para una mujer se justifica sólo en nombre de los hijos, es decir, en nombre de su papel en cuanto
madres. Tan sólo como madres y esposas esas mujeres pudieron salir del ámbito doméstico y andar en la calle,
ya sea persiguiendo un consejero o marchando en una protesta. Únicamente por y para los hijos pudieron
acceder al espacio público urbano, manifestar sus necesidades y sus exigencias.

86
Infidelidad femenina y tolerancia social en el campo:
el papel de la sexualidad en la construcción de identidades

Rosío Córdova Plaza1

La laxitud de la moral sexual del pueblo mexicano


seguramente es herencia de Nueva España.
Haríamos mal en condenarla: si el machismo es
una tiranía que ensombrece las relaciones entre el
hombre y la mujer, la libertad erótica las ilumina.
(Octavio Paz, 1982: 107)

INTRODUCCIÓN

Es un lugar común considerar que la mujer ocupa un sitio secundario en la sociedad: se ve inmersa en
relaciones de subordinación, su trabajo es desvalorado, su sexualidad inhibida por las necesidades del
esquema patriarcal, su cuerpo es para otros y carece de poder de decisión. En ocasiones, ni siquiera aparece
en los registros históricos, oculta tras una supuesta inclusión genérica de la humanidad que resulta
profundamente androcéntrica.
Esta negación en el discurso del papel desempeñado por las mujeres ha ocasionado que diversas
corrientes de pensamiento intenten revalorar su participación como sujetos de conocimiento y como
contribuyentes activas de la dinámica social. Así, durante las últimas tres décadas hemos asistido a una gran
explosión de estudios sobre la llamada “cuestión femenina”.
Después de arduos debates por tratar de crear un cuerpo teórico que permitiera hacer visible la
contribución femenina a la práctica social, 2 actualmente prevalece el rechazo a cualquier intento de englobar a
las mujeres en una categoría única. Como consecuencia, se cuestionan las imágenes atemporales y
esencialistas sobre lo femenino, poniéndose mayor atención a los múltiples y diferenciados procesos de
construcción de los individuos en ámbitos particulares. 3
A este respecto, aunque encontramos gran cantidad de investigaciones realizadas en torno a mujeres
campesinas en México, los estudios se han centrado en indagar acerca de sus funciones económicas,4 dejando
de lado otros elementos que es necesario incorporar para lograr un acercamiento más completo a las
condiciones de existencia de las mujeres rurales.
La sexualidad de las mujeres campesinas ha sido poco estudiada en la literatura antropológica
mexicana. Las escasas menciones que existen, o bien se refieren casi exclusivamente al tema de salud
reproductiva, o bien se trata colateralmente en análisis más amplios sobre sistemas de parentesco. Sin

1 Candidata a doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-I).


2 Para un resumen de estos debates véase Riquer Fernández (1992: 52-59).
3 En esta línea se encaminan los trabajos de De Lauretis (1993 y 1993a) y Scott (1990).
4 Aranda apunta que las líneas de investigación sobre la mujer campesina en México han priorizado el análisis en dos sentidos: la problemática de
la aportación femenina a la producción agrícola familiar y las relaciones que establece con el mercado de trabajo como asalariada (1988: V).

87
embargo, el conocimiento que se tiene sobre la esfera de las representaciones, las normas y los valores es
prácticamente nulo.5
El tema de la sexualidad reviste particular importancia cuando se aborda el género femenino, pues una
parte significativa de los estudios se ha centrado en la consideración de que la calidad femenina subordinada
pueda tener su origen en los significados elaborados en torno al cuerpo de las mujeres y su especialización
procreativa.6 Michelle Rosaldo afirma que “las nociones culturales sobre la mujer gravitan a menudo en torno
a sus características naturales o biológicas: fertilidad, maternidad, sexo y flujo menstrual. Y las mujeres como
esposas, madres, brujas, comadronas, monjas o prostitutas, se definen casi exclusivamente en términos de sus
funciones sexuales”.7
El presente trabajo forma parte de una investigación en curso sobre sexualidad femenina que está
siendo realizada en una comunidad del estado de Veracruz8 y pretende, si no aportar conclusiones, al
menos destacar ciertos aspectos que, al parecer, han sido poco estudiados en el análisis de la
multiplicidad de recursos de los que echa mano la mujer campesina para sobrevivir en condiciones
adversas, que tienen a la escasez como una constante. Gracias a la utilización de fuentes orales, ha sido
posible situar de manera coherente el papel protagónico que desempeña el uso de la sexualidad para las
mujeres de la comunidad de estudio y su correspondiente inserción en un amplio sistema de valores,
donde las contradicciones entre el discurso normativo y las prácticas son evidentes. El instrumento
indispensable para lograr penetrar la intimidad femenina y los procesos de construcción de las
identidades fue el uso de la técnica de la historia de vida.

LA HISTORIA ORAL EN LA “VISIBILIZACIÓN” DE LAS MUJERES

Situarse dentro de la perspectiva de la historia oral implica, además de la aplicación de una metodología y de
diversas técnicas consecuentes, adoptar una postura teórico-filosófica específica que otorga a la subjetividad y
a la memoria individual un estatus epistemológico tan válido como el que pueden tener los documentos para
el registro de la historia. Es decir, considera que los fenómenos sociales no pueden ser analizados como datos,
al margen de las intenciones y creencias de los actores sociales, ya que el sujeto “no solamente puede elegir
sino que, además, su comportamiento puede venir determinado por una concepción verdadera de la realidad
o por una falsa, pero en cualquier caso ‘cuando los hombres consideran ciertas situaciones como reales, son
reales en sus consecuencias’”.9
Este rescate del elemento subjetivo revela su utilidad cuando se pretenden conocer sucesos del pasado
que aparecen como lineales, monolíticos y consensuados en la “historia oficial”, pero que adquirieron su
actual configuración a partir de luchas y resistencias, triunfos y derrotas, 10 protagonizados también por
aquellos grupos que suelen ser ignorados desde el registro hegemónico, como son las minorías, los sectores
populares, los perdedores y, de manera especial, las mujeres.11

5 Los únicos trabajos de corte antropológico que conozco sobre mujer campesina y sexualidad en México, que traten temas distintos a los de salud
reproductiva, son Castañeda (1993) y Barrios y Pons (1995).
6 Desde el ya clásico ensayo de Ortner (1979), toda una corriente se ha centrado en explicar el estatus inferior de las mujeres a partir de la
dicotomía naturaleza/cultura.
7 Rosaldo (1979: 166).
8 Este trabajo parte de una investigación realizada conjuntamente con la maestra en antropología Patricia Ponce, de junio de 1991 a octubre de
1992, en el curso de la cual se levantaron 39 entrevistas a profundidad y se obtuvieron 12 historias de vida. El estudio que estoy realizando para la
obtención del grado de doctora en Antropología consiste en el análisis de las representaciones simbólicas de la sexualidad de mujeres rurales y su
repercusión en un sistema genérico particular en la comunidad de Tuzamapan, Veracruz.
9 Pérez Argote (1989: 11-12).
10 “Creemos que nuestro presente se apoya sobre intenciones profundas, necesidades estables: pedimos a los historiadores que nos convenzan de
ello. Pero el verdadero sentido histórico reconoce que vivimos, sin referencias ni coordenadas imaginarias, en miríadas de sucesos
perdidos” (Foucault, 1992: 21).
11 Córdova et al. (1994: 8).

88
¿Por qué las mujeres? Los grandes acontecimientos de la Historia —con mayúscula— no dejan constancia
de las pequeñas luchas de la reproducción social, de la problemática de la vida cotidiana, ámbito considerado
eminentemente femenino, donde se transmiten de manera constante las estructuras culturales asociadas a
cierto tipo de condiciones sociales de existencia. Así, la historia oral permite descubrir la impronta indeleble
que, como si fuera una doble naturaleza, deja en los individuos el proceso de socialización.12
El uso de la historia de vida en la investigación antropológica se presenta, entonces, como la alternativa
para conocer los procesos de construcción cotidiana de los individuos, elaborados a partir de una
especificidad histórica y cultural. Los relatos vitales ponen de manifiesto los espacios donde convergen la
acción individual y colectiva, evidenciando el complejo entramado simbólico de una cultura particular. Al
mismo tiempo, en la constante interacción que requiere la elaboración de las historias, los sujetos realizan un
ejercicio hermenéutico de su experiencia, donde “la conexión contenida en la vida sólo alcanza su adecuada
representación en la relación del significado de los procesos vitales con la comprensión y el sentido de la vida
en su conjunto”.13
Desde esta perspectiva, el presente trabajo pretende rescatar la experiencia de mujeres concretas en su
lucha por la sobrevivencia familiar y la manera en que logran utilizar a su favor condiciones materiales
adversas a partir de la transgresión y la resignificación de las normas y los valores grupales.

EL CONTEXTO14

Habitualmente se piensa que la familia campesina en México se encuentra- inevitablemente sujeta a los
valores del esquema patriarcal, en el cual la sexualidad femenina reprimida y controlada se constituye como
una condición sine qua non. No obstante, encontramos que esto puede no estar generalizado ante la evidencia
de campo encontrada.
La comunidad ejidal de Tuzamapan se encuentra situada en el municipio de Coatepec, en la zona centro
del estado de Veracruz, teniendo como principal actividad económica el cultivo de la caña de azúcar y el café
para el mercado. Según el último censo, la población asciende a 5 814 habitantes,15 dedicados en su mayoría a
las labores agrícolas: existen 457 ejidatarios, 95 de los cuales son mujeres16 que han obtenido sus derechos por
viudez o, en menor medida, por herencia.17 El resto de la población está conformado por jornaleros agrícolas,
algunos obreros empleados en el ingenio azucarero de la vecina localidad de Mahuixtlán y un reducido
porcentaje que se dedica al sector servicios.
El ciclo de producción se inicia con la cosecha del café, de octubre a marzo; en este periodo también se
efectúan labores de limpieza y abonado de las fincas; la realización del producto ocurre de diciembre a
febrero del siguiente ciclo. La preparación de los cañales comienza en diciembre y termina con el corte, en
junio, mes en que el ingenio de Mahuixtlán entrega las liquidaciones. Durante el periodo de alrededor de
tres meses, entre el final de un ciclo productivo y el inicio del siguiente, la oferta de empleo prácticamente
desaparece en la zona y la sobrevivencia se torna difícil. La situación obliga a hombres y mujeres a migrar
de manera no residencial a los centros urbanos, principalmente hacia la capital del estado y la cabecera
municipal, en busca de trabajo temporal que no requiera calificación, como el servicio doméstico, la
albañilería o la jardinería.

12 “[La] lógica [de la práctica] tiende a producir su propia confirmación […] que refuerza la creencia en el sistema de clasificación en vigor,
presentándolo como si estuviera fundado en la realidad —lo cual es así de hecho, puesto que contribuye a producir esta realidad, ya que las
relaciones sociales incorporadas se presentan con todas las apariencias de la naturaleza” (Bourdieu, 1991: 121).
13 Dilthey (1986: 230).
14 Algunos datos etnográficos y observaciones aquí presentados se encuentran también en Córdova (1992 y 1994), y en Córdova et al. (1994).
15 INEGI (1990).
16 Censo del Comisariado Ejidal de Tuzamapan, 1992.
17 De las 95 ejidatarias, 60 han obtenido su certificado por viudez, 28 por herencia de sus padres, 4 heredaron de otros familiares, una recibió el
derecho de una persona no emparentada y a dos les fue cedido por acuerdo de asamblea, donde alegaron temor a perder las tierras por
irresponsabilidad y alcoholismo del titular del derecho —en un caso el marido y en otro el hermano— (Fuente: entrevistas a ejidatarias).

89
LAS MUJERES DE TUZAMAPAN 18

Aunque la situación descrita no reviste diferencias significativas con cualquier otra encontrada en el campo
mexicano, nuestras apreciaciones pueden variar cuando observamos las particularidades de la conducta
exhibida por las mujeres de esta comunidad.
En su gran mayoría, las mujeres entrevistadas19 tienen un bajo nivel de escolaridad que en promedio
podemos ubicar en el tercer año de primaria. Por su propia condición femenina, su oportunidad para
conseguir un nivel de escolaridad más alto fue menor que la de sus hermanos varones. Las razones
manifestadas de este abandono temprano de la escuela se refieren generalmente a que los padres consideraron
que no necesitaban una educación formal, en vista de que se dedicarían a la esfera reproductiva. Algunas
incluso contribuyeron con el producto de su trabajo para apoyar la asistencia de sus hermanos a la escuela:

De escuela poco sé. Fui hasta segundo año de primaria. Medio día iba a la escuela y medio día iba al campo a
trabajar. Muchos deseos tenía de seguir estudiando, pero mi papá ya no podía seguirme dando el estudio porque
éramos muchos de familia y era poco lo que se ganaba.
Mi papá me sacó de la escuela y dijo que ya no podía y que pos a las mujeres no les hacía falta. Fíjate, era ignorante
porque [decía que] nos íbamos a casar y que pa’ qué queríamos los estudios […] que nos pone a trabajar (PP).
Mi agüelita era sola y yo viví con ella, así que trabajábamos mucho haciendo cosas para vender: tamales,
garnachas y todo para que mi hermano estudiara en Xalapa, porque antes no había secundarias aquí como ahoy.

La socialización primaria, que inicia el proceso de canalización y disciplinarización genérica, impone a las
niñas de esta comunidad responsabilidades desde muy temprana edad. A los seis o siete años realizan faenas
domésticas, cuidan a los hermanos menores y salen a vender los productos que sus madres preparan en el
hogar, como parte del entrenamiento para la adquisición de su papel. Este aprendizaje se considera
indispensable para la vida futura de toda mujer e involucra el prestigio de la madre como educadora:

Antes de empezar a salir a trabajar al campo, cuando tenía siete años, me tocaba lavar, planchar, hacer de comer,
echar mis tortillas, cuidar de mis hermanos más chiquitos y esperar que mis papás regresaran de trabajar.
Tenía como cinco años cuando ya ayudaba a mi mamá a barrer, a lavar trastes, a regar patios, a echar tortilla.
Cuando tenía ocho años me mandaron a una casa en [la ciudad de] Veracruz a cuidar un bebé, de pilmama.
Desde los siete años nos quedamos solitas mi abuelita y yo. Ella tenía un pedacito de tierra y solitas lo
chapeábamos, sembrábamos maíz. Además, ella hacía una lata de tamalitos y me mandaba a vender a veinticinco
centavos.
Mi mamá fue muy estricta porque, como ella decía: “Miren, el día en que ustedes se casen el marido no tendrá
por qué decirles ‘no saben hacer esto’, porque lo saben hacer. Que sean güevonas y que no lo quieran hacer ya es
muy aparte de ustedes, pero por la cabeza les van a volar las cachetadas que les den”.

Existe una marcada preferencia por parte de las madres hacia los hijos varones, a quienes imponen
disciplinas menos severas que a las niñas, en función de la idea, extendida hasta los adultos, de que los
hombres son más rebeldes e irresponsables:

Mi mamá fue muy estricta con nosotras las mujeres porque fuimos las mayores. Es que como los hombres son los
menores, ellos nada más ayudaban en el campo, porque por eso habíamos mujeres en la casa: pa’ carria’ l’agua y la
leña, hacer tortillas, lavar, planchar, remendar y limpiar la casa […] barrer, porque como antes no había piso, siempre
tierra, regar y barrer.

Es frecuente también que desde los 10 o 12 años, además de ayudar en el hogar, las niñas empiecen a ser
entrenadas en las labores del campo, auxiliando al padre para evitar la contratación de peones. Un poco

18 Este apartado incluye algunos testimonios obtenidos en el curso de la investigación. Aquellos fragmentos seguidos de las iniciales PP fueron
recabados por Patricia Ponce, a quien agradezco el habérmelos proporcionado para este trabajo.
19 La muestra estuvo formada por madres de familia, de entre 30 y 70 años.

90
mayores se van integrando a las cuadrillas de jornaleras que laboran en las fincas de café y cañales de la zona.
Los patrones prefieren emplear mujeres porque “trabajan mejor y no se emborrachan”. Aunque estas
cualidades del trabajo femenino son apreciadas, los patrones se aprovechan de su mano de obra más barata,
ya que su salario es aproximadamente 25% más reducido que el de los varones:

Empecé a trabajar en el campo desde que tenía once años. El que me enseñó jue mi papá, porque mi papá desde que
estaba uno chiquito, como de unos seis, siete años, ya nos llevaba al campo. Aquí se acostumbra de que casi más la
mayoría [de los patrones] buscaban mujeres porque les pagan menos que al hombre y, si es posible, trabajan más que
el hombre. A nosotros nos pagaban cinco pesos, cuando a los hombres les pagaban nueve pesos (PP).
Tenía como diez años cuando me llevaron la primeritita vez a trabajar al campo, malamente me aguantaba yo la
cubeta de abono y con eso me fui enseñando. Me pagaban medio sueldo porque taba yo chiquilla, no me aguantaba
la lata de abono y me daban una cubeta más chiquita.

Un aspecto primordial para entender el funcionamiento de las relaciones genéricas en la comunidad se


encuentra en la división sexual del trabajo. Hombres y mujeres coinciden en señalar que las labores de azadón,
poda, deshijado, limpieza y abonado son de exclusiva competencia masculina, siendo el corte de café la única
tarea considerada apropiada para la constitución física femenina. No obstante, son muy pocas las mujeres que
no han realizado tareas agrícolas en algún momento de su vida o que se encuentran en la actualidad
realizándolas con igual eficiencia que los varones. Saber ejecutar trabajos masculinos con habilidad es un
elemento de prestigio y respeto para una mujer:

Cuando murió mi mamá, nos dedicamos de lleno al campo: al azadón, a podar las matas, a regar abono, todo lo que
sea de campo […] jalábamos con mi apá, él nos enseñó. Primero limpiábamos el cañal de mi apá, pues no
pagábamos mozos, y después nos íbamos a lo ajeno (PP).
Es normal aquí que una mujer trabaje al campo como hombre. Desde que llegué a edá de unos siete, ocho años,
me llevaba mi papá con el azadón. Si el hombre puede trabajar en l’azadón, la mujer también; si la mujer puede
andar regando abono, el hombre también. Lo único que una mujer no puede es cortar caña, y aun sí podría cortarla,
no puede cargarla, porque es muy pesada y como hay que subirla a los carros…

Durante la época del corte de café, la población entera, sin importar su sexo o su edad, se vuelca hacia las
fincas de la región. Éste es un momento de reactivación económica importante que requiere el concurso de
todos los miembros de la familia, aunque esto signifique faltar a la escuela o abandonar un trabajo en la ciudad:

Mis tres hermanas y yo desde muy chicas empezamos a trabajar. Lavábamos ajeno, nos íbamos a trabajar al campo,
limpiábamos los cañales. También nos íbamos al corte de café con mi abuelita. Salíamos a las tres de la mañana y
llegábamos aquí de noche […] y luego el lunes ya estábamos pensando que hay que ir otra vez (PP).

Para muchas mujeres, la manera ideal de evitar el trabajo extenuante al que se ven sometidas durante parte
de su infancia y juventud es el matrimonio. La edad para establecer uniones conyugales es muy temprana,
pues desde los 15 o 16 años, y aún más jóvenes, las mujeres se involucran casi siempre en uniones libres.
Encontrar un marido que resuelva sus necesidades económicas les permitiría cumplir en su totalidad el papel
genérico que su cultura les proporciona, que consiste en dedicarse exclusivamente a la esfera reproductiva:

La mujer está obligada a hacer de comer, a hacer su quehacer, a lavar y planchar, menos a trabajar otra cosa.
Porque el marido tiene obligación de trabajar para darle lo que necesita a la mujer y a los hijos.
El deber de una mujer es educar y atender a los hijos, cuidarlos en todo lo de una madre. Al esposo procurarlo porque
es el que trae el sustento a la casa, porque uno la mujer espera que el marido le traiga su dinero para poder comprar.

Como complemento, el papel genérico de los varones gira alrededor de la producción. Obtener los
suficientes ingresos para cubrir las necesidades del grupo doméstico constituye la parte medular del modelo
de comportamiento masculino:

91
Es obligación del hombre llevar el dinero que gana a su esposa para que ella lo distribuiga, para hacer rendir el
dinero del esposo y no falte nada en la casa, pero sí es necesario que el esposo sea cumplido con su obligación.
La obligación de un hombre pus siempre trabajar para que no nos falte nada, por decir, el comestible, el vestir, el
calzar, pues él su obligación es ésa, responder a los problemas que se ocasionan.

Dentro de este modelo de conducta, el trabajo fuera del hogar no es considerado apropiado para las
mujeres, porque se traduciría en un descuido de los deberes femeninos hacia los hijos y el hogar. Sin embargo,
dadas las condiciones de pobreza imperantes, casi la totalidad de las mujeres de la comunidad ha realizado
algún tipo de actividad remunerada en el exterior de la unidad doméstica, en algún momento de su vida o
permanentemente. El hecho de que una mujer reciba ingresos propios es percibido como una “ayuda” al
varón, el “verdadero” responsable de sufragar los gastos familiares.20 Sin embargo, no es raro que la mujer
aporte más dinero al hogar, sobre todo durante los meses en que el trabajo agrícola se suspende, llegando a
veces a constituirse como el único miembro de la familia económicamente activo. Esta última situación
conlleva una fuerte condena social para el hombre que no es capaz de satisfacer las necesidades de su grupo:
“En el campo, orita a esta época, las mujeres entran a trabajar a las siete y salen a las tres y el marido las deja
ir, pues, en verdá, aquí ya así es el costumbre, que aunque sean casadas, nomás al ver que casi no les alcanza lo
que gana el hombre, dicen: si me dan trabajo pa’l campo, me voy” (PP).
El ámbito doméstico es de exclusiva competencia femenina. Las mujeres organizan la vida familiar y
asumen su buen funcionamiento como responsabilidad propia: la atención, el cuidado y la protección de los
hijos, el marido y el hogar son parte intrínseca de su papel de género. Sin embargo, también lo es la búsqueda
de ingresos complementarios que no involucren un descuido de sus obligaciones para con el grupo, así que
tratan de obtenerlos mediante la preparación de alimentos o bordando servilletas para la venta o realizando
servicios domésticos como lavar, planchar o moler “ajeno”, además del trabajo en el campo:

Cuando me junté con el papá de mi segunda hija, vivíamos en un jacalito de madera, pero él era bien muerto de
hambre, era un güevón que nomás estaba atenido a lo que le daba su papá […] Me daba dieciséis pesos a la semana,
¿qué hacía yo con dieciséis pesos?, pues molía ajeno, me iba al campo, hacía lo que podía, planchaba, lavaba, iba a
trapiar, a lavar los trastes a casa ajena y me daban la comida (PP).

Asimismo, existe otra práctica en la comunidad que posibilita a las mujeres obtener más ingresos, cuya
mecánica es la siguiente: una mujer solicita un préstamo de algún hombre, generalmente casado y maduro.
Esta “ayuda” puede solicitarse un par de veces antes de que el varón exija su devolución. También puede ser
que el hombre ofrezca ayudar económicamente a la mujer; pero, sin que tenga relevancia la manera en que
este mecanismo se implemente, desde el momento en que la mujer solicite o acepte el ofrecimiento de
“ayuda” de un hombre, está sobreentendido que se encuentra dispuesta a sostener relaciones sexuales con él
de manera eventual o permanente. La frecuencia dependerá del carácter de la “ayuda”, ya sea para resolver un
apuro inmediato o si existe acuerdo para que ésta sea constante. Algunas mujeres suelen mantener relaciones
semipermanentes con más de un hombre, aunque esto no está bien visto. La generalidad, sin embargo, tiene
un amante cada vez, el cual es sustituido cuando ya no cumple satisfactoriamente sus funciones:

Aquí ya es costumbre buscarse un hombre que te ayude a levantar a tus hijos aunque tengas marido […] en realidá,
aquí casi la mayoría de mujeres lo hace, porque pus como el dinero del marido no alcanza.
Eso depende del hombre que uno busque. La mujer sabe que le va dar dinero, va a lo seguro y en esta situación
hay muchas mujeres que por diez o quince mil pesos acectan irse con el hombre, porque ya con quince mil pesos
comen un día sus hijos.
Mira, yo no veo bien eso de que aquella mujer tenga uno y tenga otro y otro. Porque, fíjate, si tiene su marido que
no le cumple y se busca un querido pa’ que le cumpla en lo que no le cumple su marido, entonces ¿pa’ qué quiere
otro? Ésas ya son sinvergüenzadas ¿o no?

20 Michelle Rosaldo señala que el hecho de que las mujeres se definan en términos de sus funciones sexuales y los varones en términos de su
posición social puede provocar que las actividades femeninas en otras esferas se perciban como minusvaloradas o inexistentes, e incluso anómalas
(1979: 169).

92
Es importante destacar que no existe una sanción social negativa de esta práctica y los testimonios indican
que es “el costumbre” por lo menos desde principios de siglo. Dado que la tolerancia social va en función de
ciertas condiciones de carencia, la conducta descrita se considera común entre las mujeres “fracasadas” —
categoría que engloba a las madres solteras, a las viudas o abandonadas que tienen hijos a su cargo—. Se
observa, empero, que su ejercicio se tolera también en mujeres casadas, cuyo marido no responda como buen
proveedor, lo que ocasiona que la condena recaiga en el hombre. La gente afirma conocer ampliamente las
relaciones extraconyugales de sus vecinos:

Lo fácil para mí es que como ya no podía tener un hogar porque era casada, pues buscaba un hombre casado que así
nomás venía y me ayudaba y ya. Pero yo tenía que ver la manera por mis hijos.
Vamos a jalar difuntos que ya están bajo tierra. Mis abuelas tuvieron hijos de diferentes maridos. Mi abuela por
parte de papá tuvo hijos que se apellidan Martínez, otros Oropeza y mi papá que es Parra […] o sea, eso tiene años
que se ve (PP).
Como yo, siempre ha habido un montón de mujeres. Siempre, siempre, desde que me acuerdo, siempre han
existido mujeres que hacen guajes al marido, nomás que las gentes de antes eran más espantadas (PP).
Yo viví esa experiencia de tener mi marido y tener este otro señor, y muchas veces semanalmente recibía más
dinero del señor éste que de mi marido.

En el caso de que la mujer “fracasada” resulte embarazada, se considera responsabilidad del varón
reconocer al hijo y registrarlo como propio, aunque tenga esposa e hijos en la comunidad, de ahí que
encontremos un buen número de mujeres cabezas de familia que abiertamente tienen hijos de distintos
padres, que llevan distintos apellidos. Si es una mujer casada la que queda encinta, lo común es que el marido
acepte al hijo como si fuera suyo, sin que haga público ningún recelo respecto a su paternidad, en la
inteligencia de que “la fruta que nació en mi terreno es mía”, aunque todo el mundo dice saber quién es el
padre biológico de cada miembro de la comunidad, ya que suponen que, como una suerte de sanción natural
o divina, todo hijo producto de relaciones ilícitas tendrá un parecido innegable con su genitor:

Los queridos que tuve sí me respondían todos y todos me reconocieron a mis hijos. Todos eran hombres casados. Se
los buscaba uno casados porque ellos sí tienen forma de ayudar a uno. Además, un muchacho no va andar con una
señora (PP).
Yo le voy a aclarar una cosa: mi marido no era hijo de su papá. Era hijo de su papá porque él le dio el apelativo,
porque él lo hizo grande, él lo registró como hijo, pero mas no era su papá porque no lo engendró él sino otro
señor. Y él mismo me lo vino a contar porque una vez mi esposo se vio muy enfermo, lo llevamos al hospital y el
primero que se presentó a preguntar cómo se encontraba era su papá, pero su papá aquél, no su papá éste. Ahi jue
onde a mí me dijo: “¿Sabes qué?, éste es m’hijo porque yo lo engendré, mas que su mamá nunca quiso que yo lo
registrara y lo registró su marido d’ella, pero él es m’hijo”.
Hay muchos hombres que tienen un dicho “lo que nació en mi terreno es mío aunque no lo haiga yo plantao”, es
como tú vienes y siembras una semilla aquí en mi terreno, aquí nació y esa mata es mía aunque tú la haigas sembrao.
Así también los hombres.

Para comprender en toda su dimensión la aceptación social de esta práctica, reviste particular importancia
la noción de “necesidad”, ligada a la clase de relación matrimonial que se establece. “La ‘necesidad’ es
entendida como cualquier tipo de carencia material que impide la satisfacción de los requerimientos del grupo
doméstico o del individuo”:21

Eso de buscar hombres lo hacíamos yo y mi hermana por necesidá de sacar nuestros hijos adelante. Íbamos a ver al
querido de mi hermana y enton’s nos daba tres pesos, cuatro pesos y un morralote de maíz (PP).
Nunca critico a una mujer que, aunque sea casada, lo haga por sus hijos, por los hijos es uno capaz de muchas
cosas. Y si aquella mujer no tiene ni con qué calentar un poquillo de agua siquiera, ya será muy tonta o será
güevona que no se sepa ni arreglar pa’ decir: “Voy con alguien y le saco diez mil pesos y con eso le doy de comer
a mis hijos tres días”.

21 Córdova (1992: 142).

93
Otro aspecto que reviste la mayor importancia para analizar las razones de la tolerancia social hacia la
infidelidad femenina radica en la aceptación de la comunidad de que el placer sexual es también una
“necesidad”. En este entendido, una de las principales obligaciones del marido es proporcionar satisfacción
sexual a su esposa de acuerdo con su particular temperamento. Esto significa que se reconoce la existencia de
mujeres cuya “alta naturaleza” en materia de deseo no pueda ser satisfecha con un solo hombre, razón por la
cual su búsqueda de relaciones extraconyugales es justificada en función de su estabilidad emocional:

Hay mujeres que sus maridos no les cumplen como hombres, que como hombres no les responden, y ellas, como
están fuertes todavía, les gusta tener relaciones con sus maridos, y si ellos ya no sirven, pos ella tiene que buscar las
caricias en otro hombre porque todavía tiene ansia de amor. Yo no las critico, ¿qué van hacer? Pos ni modo que se
metan un olote (PP).
Algunas mujeres lo hacen porque el marido es irresponsable y la mujer tiene que ver cómo le rasca. Y algunas,
aunque todo lo tengan, pero ya es la necedá o ya es el costumbre, el gusto de hombre.
Hay veces que el marido no es suficiente para que una mujer quede contenta. Pero si no la satisface el marido
anda mal ella, eso le hace que ande de mal carácter y lo mejor es buscarse otro que […] pus a escondidas o como
sea, pero por ahí lo había de hacer nomás por estar tranquila.

En la necesidad de encontrar plena satisfacción sexual podemos descubrir algunas razones por las que las
mujeres prefieren hombres casados, ya maduros y con experiencia, para establecer relaciones extramaritales:

Había ocasiones que me gustaba más [mi querido] como hombre que mi marido, porque esa persona se cuida para
que cuando va a lo que va, comprenda que sí le cumpla a uno. Y un hombre joven no. Un hombre joven dice: “¡uta!,
si lo hago orita y lo hago mañana y lo hago pasado […]” Y enton’s no es igual, ya no la comprende a uno. Ésas son
las diferencias entre un hombre joven y uno recio.

Esta preferencia se relaciona también con la menor inversión de trabajo que representa para la mujer,
pues las obligaciones hacia un amante son menores que hacia un esposo:

Es una relación como de marido y mujer, namás que sin compromiso, porque uno ni les lava ni les plancha, no, de
eso no. Y que si vinieran a quedar conmigo toda la noche, tampoco lo consentí a mis queridos (PP).
No tenía yo compromiso de lavarle, molerle y todo eso. Él venía a lo que venía y ya.

Ahora bien, dado que la unión conyugal se concibe como una relación contractual donde el varón es el
encargado de satisfacer los requerimientos económicos del hogar y brindar satisfacción sexual a su esposa,
recibiendo a cambio “atención” y fidelidad femeninas; en caso de que alguna de estas dos condiciones falle, la
mujer se encuentra en su pleno derecho de cubrir esa “necesidad” insatisfecha recurriendo al concurso del
hombre que ella elija para solicitarle “ayuda”:

La mujer debe ser fiel hasta cierto límite, porque uno, la mujer come, bebe, viste y calza, se enferma. El marido tiene
la obligación de ver por uno, pero si el hecho de que porque ande en equis enredos desampara a la mujer, que no le
lleve de comer, que no le lleve de vestir o no le dé lo suficiente, yo creo que la mujer tiene derecho a buscar apoyo
por otro lado. Hay un dicho que es muy vulgar, que el hombre es libre no faltando en la casa de comer, vestir y
calzar. De ahí pa’llá, el hombre es libre.

A la percepción utilitaria del matrimonio se suma una minusvalorización de la imagen masculina, que es
fomentada por las madres desde la socialización primaria. Al atribuirse a los hombres falta de responsabilidad
hacia la familia y un carácter disoluto, se les considera más libres de relacionarse social y sexualmente con
quien deseen:

El hombre es hombre, es libre de hablarle a cualquier persona si le acomoda. Si encuentra coyuntura con alguna
mujer, pos ahí, ahí es donde. Porque muchas mujeres van al campo a trabajar, pero muchas no van porque quieran
trabajar, ellas van a buscar allá su querer.

94
Con mi marido sufrí en la forma de que era muy borracho, muy pelionero. Cuando se peliaba tenía que irse de
pelada y me quedaba con mis hijos sola. Cuando podía me mandaba un centavo, cuando no, no. Se pasaba un año,
dos años y él no mandaba un puto quinto. Mientras, yo trabajaba en las fincas de nosotros o en lo mismo del cañal.
Toda mi vida la he pasado trabajando en el campo, en l’azadón para mantener a mis hijos.
Los hombres son valientes, borrachos. Dicen que son el más fuerte, pero son cobardes y más débiles, porque la
mujer siempre soporta los dolores más fuertes, porque siempre sabe salir adelante, más todavía sola que con el hombre.
La mujer tiene que ver la forma, aunque sea de mala o de lo que sea, sube a sus hijos. Ahí es onde viene el
problema de que la mujer por no pensar, y los hombres andan como perritos tras uno. Entonces dicen: “Oyes tú, yo
te ayudo, te doy tanto”. Y si es uno medio tontito cae […] así me pasaba a mí.

Existe, en contrapartida, un mecanismo que permite a los varones salvaguardar su dignidad masculina en
aquellos casos en que la infidelidad de su esposa es del dominio público: la “curación” o “remedio”. Las
mujeres, mediante la curación, pueden inducir a que sus maridos ignoren sus devaneos extraconyugales al
administrarles bebedizos, casi siempre preparados con flujos menstruales o desechos corporales:

Muchas veces el marido sabe que lo engañan y no dice nada, porque dicen que la mujer le da cosas para que ellos no
hagan caso […] el remedio. Los remedios sí funcionan […] Muchas acostumbran rasparse las uñas, la mestruación y
eso se lo echan en la bebida o la comida.
Muchos no hacen caso [de las infidelidades de su esposa], porque así la mujer les da bueno de comer y saben si
entregaron dinero, bien, y si no entregaron, como quiera ya comieron. Eso también es un costumbre de parte de los
hombres: “Que mi mujer me arrime lo suficiente de comer y lo demás…”

En general, la única circunstancia que puede acarrear descrédito y condena social a una mujer es el abandono
de la prole. Aun si la mujer ejerce la prostitución en la comunidad o en los poblados vecinos, su conducta se
encuentra plenamente justificada si existen hijos a quienes mantener y, por lo tanto, tiene “necesidad”:

Hay también mujeres que trabajan de cantineras para darles de comer a sus hijos. No las critico porque tienen sus
esposos. Pero si tienen seis, siete hijos y el marido es un cachetón y ella con todo y sus sinvergüenzadas, con todo lo
putas que andan en las cantinas y que ganan su dinero así, pero sus hijos los tienen en la escuela, los visten, los
calzan, les dan de comer. Cierto que venden sus caricias, pero de qué modo van a sacar el dinero pa’ mantener tanto
mocoso. Y los putas maridos, güevones, irresponsables, cachetones (PP).
Una mujer puede ser puta, pero siempre buena madre. Critico a una mujer que entrega a sus hijos o que deja a
sus hijos y ella se va sola o con un hombre. Ésa es mala madre, porque una, con todas sus pendejadas, con todos sus
defectos, debe estar con sus hijos […] ¿pa’ qué se los busca uno? (PP).

Ya que se considera que la finalidad de la mujer madre es el cuidado y protección de los hijos, es entonces
coherente con el sistema de valores que los comportamientos socialmente condenables sean disculpados si se
realizan por la prole. De ahí que el aborto sea un acto duramente criticado, aunque se realice en secreto. La
gente asegura que el castigo siempre se hace evidente para la comunidad, pues las madres que abortan se
convierten en “lloronas”, y no hay quien no afirme haberlas visto u oído reclamando a su hijo nonato. De
igual manera, los intentos de aborto se manifiestan en malformaciones o defectos físicos en los hijos:

La creencia es que las mujeres que abortan se convierten en lloronas, porque según dicen, uno se acuesta a dormir y
en la noche su espíritu se para a vagar y, claro, como pierden los hijos, andan gritando onde saben que está el hijo
que botaron. En las aguas principalmente (PP).
Hay mujeres que no quieren guerrear con las criaturas y los tiran así de un mes, dos meses, y quieren andar de
cabrestas así con los hombres pa’ que no les salga nada, pos se los tiran. Esas mujeres que se tiran los niños, desde
en vida se vuelven lloronas. El cuerpo se queda durmiendo y la mujer no se da cuenta. Por ejemplo, yo si tiro un hijo
a la mala, que no lo quiero tener, ya ahí como quiera mi espíritu anda penando. Me ven por ahí así en las calles o en
los caminos chillando.
Cuando mi esposo me dejó, me quedé de un mes de embarazada y mis amigas me empezaron a aconsejar que
hiciera algo, me hicieron mucho remedio y nunca se me cayó esa niña, me dieron baños y unos teses bien amargos.
Por eso mi hija salió medio bizcornetilla y dicen que por eso salen así.

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El papel protagónico que desempeñan las mujeres en la sobrevivencia de la comunidad también se
evidencia en su respuesta a las tentativas del varón de hacer uso de la violencia, como prerrogativa masculina
de la ideología patriarcal:

A mí no me gustaba que [mi esposo] me mandara, no me gustaba obedecer, mucho menos que me pegara, porque si
me gritaba, yo también gritaba y si me pegaba, yo también pegaba.
Mi esposo ha sido un hombre bien pesado. Tanto y tanto hasta que lo sacan a uno de quicio y llegó el día en que
me pegó. Estaba yo embarazada de la tercera niña y me da una patada, que agarro un fierro y le pegué tan feo que le
quebré tres costillas. Orita ya no me pega.
Un día él me quiso pegar y ahí sí que no […] Vino y no me encontró porque estaba trabajando pa’ ganarme la
comida de mis hijos. Enton’s que se quita el cinturón y que yo jalo el cuchillo de la mesa. Por Dios que se lo iba yo a
enterrar, pero le valió que no me pegó. Enton’s agarro un costal, le echo todas sus cosas y en la calle se lo tiré. No
quería ya nada con él (PP).

Los anteriores testimonios hablan, entonces, de que el ser mujer en Tuzamapan reviste características
particulares que deben ser analizadas dentro de su contexto específico.

SER MUJER EN TUZAMAPAN 22

Desde una perspectiva puramente biológica, ningún ser humano, hembra o macho, nace siendo mujer o
siendo hombre. El desarrollo psicosexual del individuo no opera en función de parámetros fisiológicos que
pudieran definirlo a priori a partir de su apariencia genital. Sin embargo, desde el momento mismo del
nacimiento, el individuo establece relaciones con su entorno a través de un cuerpo sexuado, que es
categorizado teniendo como marco de referencia las variantes anatómicas elaboradas culturalmente, a partir
de las cuales se otorgan significados diferenciados a lo femenino y lo masculino.
El sujeto es guiado, canalizado, es decir, construido para adaptarse y sujetarse a una serie de expectativas
sociales, en las que los procesos enculturativos responderán a los tipos ideales de conducta —entendidos
como modelos corporales convencionales— inmersos en un sistema genérico particular.23 Estos modelos
corporales se hallan institucionalizados y legitimados dentro de universos simbólicos24 que dotan de
significado e integran la biografía individual con el orden institucional, brindándole un sentido de pertenencia
a la colectividad.
Con la atribución de género se inicia un proceso de identificación genérica que opera en el orden
simbólico. El psicoanálisis ha demostrado que niños y niñas perciben desde la socialización temprana los
atributos asignados culturalmente a los sexos y son objeto de las disciplinas que los llevan a constituirse como
mujeres y como hombres, aun antes de percatarse de la diferencia biológica.25 Sin embargo, entre atributos y
significados se establece un nexo que no aparece como arbitrario para el sujeto, sino que esta conexión resulta
necesaria y consustancial. 26 De esta manera, las relaciones que el niño establece con los cuerpos

22 Véase la nota 14.


23 “A gender system is a symbolic o meaning system that consist of two complementary yet mutually exclusive categories in to which all human
beings are placed. Among the features that distinguish the gender system from other category systems is the fact that the genitals are the sole
criterior for assigning individual to a category at birth” (Cucchiari, 1992: 32).
24 Los universos simbólicos son “cuerpos de tradición teórica que integran zonas de significados diferentes y abarcan el orden institucional en una
totalidad simbólica [… donde] toda la experiencia humana se desarrolla dentro [de ellos]” (Berger y Luckman, 1979: 124-125). De ahí que
podamos decir que los sistemas genéricos constituirían universos simbólicos.
25 Frida Saal apunta que “para el niño la diferencia de los géneros precede a la diferencia de los sexos [siendo que la diferencia está desde siempre,
en el orden del significante, en el orden simbólico, desde donde distribuye emblemas y atributos de género]. Estos atributos se resignificarán como
diferencia sexual en el camino de las identificaciones que llevarán al sujeto humano a ser hombre o mujer, o cualquier combinación de
ambos” (1991: 19).
26 Con respecto al signo lingüístico, Benveniste ha afirmado que “[p]ara el sujeto parlante, hay entre la lengua y la realidad adecuación completa: el
signo cubre y rige la realidad; mejor, es esta realidad” (1979: 52), idea que resulta útil para explicar cómo el género opera bajo un aparente dictado
de la naturaleza.

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simbólicamente sexuados estructuran su aprehensión de un medio que se encuentra, a su vez, simbólicamente
sexuado.27 La identidad de género sería, entonces, parte constitutiva de la llamada “identidad profunda” y
funcionaría como elemento ordenador del mundo.28
Los fragmentos de historias de vida aquí presentados nos hablan de una forma de disciplinarización de
los géneros que reviste cierta coherencia con el sistema de valores de una cosmovisión particular. A través de
los elementos comunes en la vida de las mujeres entrevistadas se ha tratado de rescatar la construcción social
de sujetos femeninos concretos.
¿Qué significa ser mujer en Tuzamapan? Encontramos en la comunidad una contradicción entre el
discurso normativo, a partir del cual las mujeres introyectan concepciones idealizadas, y las prácticas
observadas y permitidas en ambos géneros. Los medios masivos de comunicación y las instituciones, como la
Iglesia católica y la escuela, manejan un discurso que promueve la subordinación femenina al varón, que
evidentemente no se corresponde con la experiencia. Sin embargo, esta paradoja no deja de resultar aparente,
puesto que la manera en que se socializa a niñas y niños guarda relación directa con las cualidades que se
asignan socialmente a hombres y mujeres, aunque no concuerden con los tipos ideales.
La valoración negativa que se hace del género masculino se encuentra en el centro de las expectativas
grupales del comportamiento de los varones, mientras que a las niñas se les imponen disciplinas que las
preparan, tanto en los espacios femeninos como masculinos, para hacer frente a las circunstancias adversas
que puedan sufrir. Las madres exigen la adquisición de habilidades en la esfera reproductiva, que será ámbito
obligado para sus hijas en las circunstancias más favorables. A su vez, los padres les enseñan las técnicas
agrícolas, y el trabajo asalariado les proporciona la destreza necesaria para hacer del campo su oficio, dada la
probabilidad que existe de que, en efecto, se vean obligadas a asumir por entero la sobrevivencia del grupo
doméstico. Las mujeres, entonces, están conscientes de que su dependencia hacia el varón es relativa y se
encuentra ubicada en el discurso normativo más que en el ámbito cotidiano. Así se explica que las
adolescentes hijas de familia condenen la conducta de las mujeres que tienen amantes, porque su experiencia
aún no ha confrontado la adecuación de ese discurso con su propia realidad.
El peso específico que se otorga a la mujer como pilar de la familia y el hogar se transfiere al ámbito de
la sexualidad como un espacio de poderes femeninos. Es por ello que el varón tiene que resignarse a sufrir
la infidelidad femenina, demostrando ignorancia y apelando al recurso de la “curación” como un
mecanismo proporcionado por la cultura particular para mantener la estabilidad en la estructura y las
relaciones sociales.
La esfera maternal desempeña aquí un papel decisorio en la conformación de las identidades y papeles de
género, apareciendo no como un elemento de opresión y sometimiento, sino como un derecho que permite a
las mujeres hacer libre uso de sus capacidades. Considerar a la maternidad como uno de los más altos valores
comunitarios permite a las mujeres conciliar la contradicción entre el nivel normativo, que les exige un tipo de
comportamiento idealizado, que no pueden practicar por sus mismas condiciones de existencia, y el nivel de
la experiencia cotidiana, que transgrede constantemente el tipo ideal, pero que es resignificado gracias a la
noción de necesidad.
Así, las estrategias femeninas desarrolladas de manera individual y colectiva para resistir y sobreponerse a
condiciones hostiles pasan a formar parte del bagaje cultural y llegan incluso a institucionalizarse. Echando
mano de la conformación cultural específica que se ha ido construyendo y que les permite el ejercicio de una
sexualidad amplia, diversa y, sobre todo, socialmente aceptada y controlada por ellas mismas, las mujeres de
esta comunidad logran incorporar a su coto de poder un espacio al que tradicionalmente, como mujeres, no
hemos tenido acceso: nuestro propio cuerpo.
Aunque existen indicios que hacen suponer que la situación analizada en el presente trabajo no es
exclusiva de esta comunidad, la coherencia encontrada en la articulación, tolerancia social, representaciones

27 “La relación originaria con el padre y la madre […] sólo puede encontrarse en la base de la adquisición de los principios de la estructuración del
yo y del mundo […] El niño construye su identidad sexual, elemento capital de su identidad social al mismo tiempo que su representación […] de
las funciones sociales que incumben a los hombres y a las mujeres” (Bourdieu, 1991: 133, cursivas en el original).
28 “La producción de nuevas generaciones entendidas en el marco de lo masculino/femenino empieza con el proceso de identificación y de
formación de las identidades profundas, entre las cuales están las de género” (Salles, 1992: 176).

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genéricas y valores de orden moral, sí parecen conformar un sistema único en la región. Esto obliga a
plantear la necesidad de un estudio más amplio que permita establecer la magnitud de este fenómeno.
Proponer modelos únicos que sirvan para explicar la conformación de la feminidad a lo largo de la
historia a partir de la oposición dominación/subordinación lleva, por un lado, a oscurecer la especificidad
de condiciones en las que se desarrollan las mujeres particulares y, por otro, a la negación de su
participación en espacios diferentes del doméstico. Sacar a la luz aquellos espacios de poderes femeninos
que puedan hablarnos de relaciones genéricas menos jerarquizadas permite abordar los fenómenos sociales
con otras luces que favorezcan nuevas interpretaciones, donde las mujeres aparezcamos como verdaderos
sujetos de la historia.

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Señas de identidad de las mujeres españolas
exiliadas en México1

Concepción Ruiz-Funes †
Dirección de Estudios Históricos-INAH

El tema de los exiliados españoles que llegan a México a raíz de que termina la guerra civil española, en
1939, ha sido ampliamente tratado en estudios de diversa índole, la mayoría de ellos centrados en la labor que
realizan en este país los intelectuales y políticos republicanos españoles exiliados. No obstante este gran interés,
poco se ha dicho sobre las experiencias y vivencias de la mayoría de los individuos que forman este grupo.
El trabajo que presento incursiona en un tema poco estudiado dentro de las muchas publicaciones que
existen sobre los exiliados españoles. Hablaré de las mujeres, quienes como sujeto histórico de este grupo han
sido sistemáticamente relegadas por otros estudiosos, y de sus señas de identidad que, como veremos, se
afianzan en los espacios privados y en sus prácticas cotidianas.
Esta investigación se ha podido realizar gracias a la existencia del Archivo de Historia Oral sobre Guerra
Civil Española y Exilio en México, creado por un grupo de investigadoras de la Dirección de Estudios
Históricos del INAH. 2 El archivo consta de 130 entrevistas, historias de vida, realizadas a exiliados y exiliadas
que hoy forman un material único para el estudio del tema, ya que permite, por su especificidad
autobiográfica, tratar una serie de temas que amplían esta historia, hasta hace unos años dedicada
exclusivamente a intelectuales, políticos e instituciones, mostrando aspectos desconocidos, como la vida
cotidiana del grupo, las relaciones entre quienes lo formaron, qué hicieron y dónde estaban las mujeres de
este exilio que, como las de cualquier otro, tienen su propia historia.
Respecto a las historias de vida que contiene el archivo mencionado, debo aclarar que se obtuvieron
dentro de un proyecto global sobre el tema, en el que se entrevistó indistintamente a hombres y a mujeres
exiliados, aplicándoles un cuestionario bastante cerrado, que daba prioridad al aspecto político, económico e
institucional del exilio. Es decir, se obtuvo poca información sobre la vida privada y cotidiana del grupo, salvo
en algunas entrevistas de mujeres, en las que ellas mismas recrearon estos temas. Por todo lo anterior, el
material con que se cuenta para desarrollar este tema no es excesivamente rico. No obstante, de las 32
entrevistas consultadas se puede obtener una visión general del tema que, aunado a mi experiencia como
mujer, miembro de este grupo e historiadora, me han permitido conocer y reconocer la participación
histórica de las mujeres españolas exiliadas en México.
En febrero de 1939, después de tres años de guerra civil, la República Española es derrotada por las fuerzas
fascistas. Casi medio millón de españolas y españoles atraviesan la frontera hacia Francia. El gobierno de este
país, al recibirlos, separa a los hombres de las mujeres. A ellos los manda a campos de concentración, localizados
en las playas, y a las mujeres y a los niños los sitúa en pueblos del interior, en chozas, caserones o establos.
El gobierno de México, que preside Lázaro Cárdenas, inicia los trámites para que los refugiados españoles
salgan de Francia, ya que México les ha dado derecho de asilo. El gobierno de la República Española organiza
en París el Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE) que, en colaboración con la embajada
de México, prepara las listas de los refugiados que quieren abandonar Francia. Los hombres, desde los
campos de concentración, llenan las solicitudes, incluyendo en ellas a esposas, hijos y otros familiares.

1 Este trabajo es parte de una investigación realizada con Enriqueta Tuñón.


2 Este archivo se encuentra en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de
Antropología e Historia.

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En mayo se organiza el primer viaje de refugiados a México, que partirá en el vapor Sinaia, desde el
puerto de Sête; aquí se concentran todos los pasajeros, y las familias se reúnen por primera vez en muchos
meses. Por vía del Comité Técnico de Ayuda a Republicanos Españoles (CTARE), fundado en México por el
gobierno de la República Española, a partir de junio y en el transcurso de un año llegan a México 27 barcos,
en los que vienen 5 903 exiliados españoles. De ellos 4 004 son hombres y 1 899 mujeres. 3
Mujeres y hombres perdieron la guerra y con ella su país, su ciudad, sus calles, sus familias, sus casas, sus
objetos. Sólo conservaron su ideología y sus costumbres. Conformaban un grupo heterogéneo: anarquistas,
comunistas, socialistas, provenían de diferentes regiones de España, eran obreros, campesinos, intelectuales,
profesionistas, empleados, políticos. Sin embargo, todos tuvieron en común el exilio que los unió por sus
ideales republicanos: el amor a la libertad, a la democracia, a la cultura, el respeto a las ideas diferentes, pero
también, y sobre todo, los unió la educación que dieron a sus hijos, las comidas, la forma de vestir, el lenguaje,
el concepto de familia. Todo ello, al fin, una serie de manifestaciones culturales que distinguieron al grupo de
la sociedad mexicana que los recibió. El exilio significó para todos ellos un salir sin querer, un huir para salvar
la vida, un desgarrón; significó un quedar pendiente, un vivir entre dos realidades: la que se deja y la que se
encuentra. Para los españoles, el exilio en México era pasajero, dejaron un pasado inmóvil que había de
recuperarse pronto; por lo tanto, debían reproducir en el interior de sus casas esas costumbres que habían
quedado en España. No se podía dejar de ser refugiado español porque no se aceptaba la derrota, su objetivo
era el regreso. Así, había que mantener no sólo la ideología política, la militancia, sino también los hábitos, las
costumbres, la educación.
Las mujeres españolas exiliadas sufren, como los hombres, el desgarrón. Llevan, como ellos, el distintivo
de ser refugiadas pero se diferencian de los hombres porque además son las encargadas de reproducir la
cultura del grupo y de mantener la cohesión y la identidad del mismo. Ellas forjaron, desde la invisibilidad de
su presencia, la estructura de este exilio, lo mantuvieron vivo, le dieron unidad a la familia y aglutinaron al
grupo. Fueron, en suma, el poder de la cultura del destierro que se forjó en los espacios privados para
después salir a los públicos. Y esta cultura del ser refugiado es parte indisoluble de su identidad.
Mi objetivo en este trabajo es situar a las exiliadas españolas durante los primeros años de su vida en
México; las estudiaré en sus espacios propios, su vida privada cotidiana, para ver desde aquí cuál fue el sentido
subjetivo de su exilio, que dio continuidad a su cultura y formó parte de su identidad. Con lo cual quedará
explicada sólo una parte del papel que desempeñaron, como sujetos históricos, dentro del grupo.
Partimos entonces del estudio de la cotidianidad de la mujer, considerando que es de suma importancia,
no sólo porque es ella quien dirige, estructura, organiza, maneja y manipula lo cotidiano en el ámbito privado
y familiar, sino porque también dentro de las esferas que pertenecen a lo cotidiano: la casa, la comida, la
educación de los hijos, escuela, amistades, comunidad, es la mujer quien se encarga —desde la familia— de
que las capacidades, costumbres, conductas y hábitos cotidianos se refuercen, ejecuten y jerarquicen, de
acuerdo con una situación de clase y con la ideología del grupo al que pertenecen.4
La mujer es quien guía la interiorización de los papeles sociales de cada miembro de la familia, reforzando
los aprendizajes muchas veces fuera de ese núcleo, aprendizajes que son la base para el actuar cotidiano. En
suma, enseña, transmite y hace que se asimilen las reglas básicas de este actuar, de ese ser refugiado español.
Una investigación sobre la vida cotidiana es —como dice Luisa Passerini—5 la recuperación de una
documentación reprimida, desaparecida, devaluada. Pero el análisis de la vida cotidiana permite encontrar un
orden distinto de lo que ha sido y se ha considerado importante: las raíces de los comportamientos
individuales y colectivos que por lo general en la historia y en particular en esta historia de exilio español,
nunca se han explicado.

3 Para mayor información sobre la organización de la salida hacia México de los refugiados españoles en Francia, consúltese: Ruiz-Funes (1989).
Las cifras presentadas sobre los exiliados que llegan a México se refieren a los barcos que recibe el gobierno mexicano en forma oficial.
Consúltese Ordóñez (1993). Son muchos los exiliados que llegan a México por otras vías. Se ha calculado, sin tener cifras oficiales, que en el
periodo comprendido entre 1939 y 1945 llegaron aproximadamente entre 12 000 y 20 000.
4 Para el análisis de todos estos aspectos me he basado fundamentalmente en la obra de Philippe Aries, pues en este trabajo el autor analiza la
sociedad francesa de este mismo periodo, lo cual se adecua al grupo social de refugiados.
5 Passerini (1981).

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La fuente idónea que nos permite recuperar esta documentación para llegar a este nivel de análisis es la
narración personal, la autobiografía o la historia de vida. 6 Así pues, como ya se mencionó, el trabajo se
documenta en 32 historias de vida de mujeres españolas exiliadas en México, que abandonaban España al
finalizar la guerra civil, en 1939, en general porque siguen a los otros: al marido, al padre, a la familia. Son
mujeres de entre 18 y 35 años de edad, de diferentes clases sociales y niveles culturales, con diversas
militancias —si las hubo—, que llegan a México provenientes de distintas regiones de España. Sin embargo, a
todas ellas las une el quehacer cotidiano que realizan en el universo doméstico, las une la vida privada y la
organización que hacen de ella en el interior de sus fronteras, además de la forma de relacionarse con la
colectividad. Y todo ello les confiere sus señas de identidad como refugiadas españolas.
Si bien los exiliados y exiliadas, al llegar a México, pensaron que su destierro sería provisional, les
preocupó buscar una vivienda que fuera permanente. Se limitaron todos ellos a unas cuantas zonas de la
ciudad de México. En el centro, fundamentalmente en la calle de López y sus alrededores, en las colonias San
Rafael, Cuauhtémoc, Juárez, Roma y Condesa. Éstas fueron sus fronteras durante los primeros años de exilio.
Aquí buscaron casa, impusieron en los mercados sus hábitos alimenticios, fundaron escuelas, crearon
reuniones en los parques, rehicieron sus partidos políticos. En estos espacios se diluyen sus diferencias
sociales, todas son iguales, todas parten de la nada. Por ello, espacios y costumbres se unifican y en esta
unificación se mantienen valores y costumbres muy generales del grupo.
Los departamentos que alquilaron, debido a que su inicial situación económica era precaria, fueron
pequeños. Después de años de guerra y campos de concentración, el hecho de contar con un techo y cuatro
paredes fue suficiente para darles la seguridad y el bienestar que les permitían disfrutar de la familia con
privacía. Ya desde este primer momento parecería que las mujeres exiliadas se unifican, aun proviniendo de
muy diversas clases sociales. Los muebles que adquieren en un principio son prácticamente iguales, no sólo
por comprarlos en los mismos sitios, por baratos, sino porque parece que el gusto es el mismo, aunque
seguramente no había mucho de dónde elegir.
Un lugar de encuentro o de reencuentro fueron las escaleras de los edificios o los patios. Allí compartían,
hablaban, intercambiaban recetas, consejos sobre los hijos, informaciones prácticas sobre la ciudad,
comentaban las noticias sobre la guerra europea, se quejaban de vivir en un nuevo país. Estos espacios
afianzaron más la convivencia; si existía amistad anterior se amplió y si no, se conoció nueva gente, refugiada,
con las mismas experiencias, con la misma tragedia, con los mismos recuerdos. Aquí, en escaleras o patios, no
hubo acercamiento alguno con otras mujeres, mexicanas o de otra nacionalidad.

Yo siempre he tenido complejo de refugiada. Me intereso por las cosas, pero meterme, nunca he considerado
meterme. Será porque no me encuentro entroncada con los problemas del país. Aquí me encuentro, pero sé que ha
tenido que ser así, porque así ha tenido que ser. Porque no vinimos por gusto, vinimos porque nos echaron y porque
nos iba la cabeza.7
No tengo amigas mexicanas. La idiosincrasia de la mujer mexicana me ha parecido muy diferente. Yo tenía
muchos años cuando vine, ya traía mi criterio muy formado.8
Nos fuimos a vivir a un edificio de la Plaza Pasteur, esquina Reforma, eran cuatro departamentos, todas éramos
familias de refugiados.9

Y así empezó a cerrarse el círculo. Hacer amistad con mujeres mexicanas era anclarse.
El arreglo de la casa fue otro elemento que las caracterizó como españolas. Las cortinas de telas de flores,
los cojines tejidos por ellas mismas, los manteles bordados. El trabajo doméstico lo realizaban ellas, aunque
seguramente muchas no estaban acostumbradas. Desde la preparación de los alimentos, aspecto al que

6 Tanto Passerini (1989), como Bertaux (1986) consideran la historia oral en su forma autobiográfica, como una fuente invaluable para el rescate
de todos estos aspectos, sobre todo de las mujeres que por lo general no dejan escritos.
7 Entrevista a Carmen Roces.
8 Entrevista a Juana Durá.
9 Entrevista a Angelines Dorronsoro.

101
siempre le dieron mucha importancia, hasta la limpieza, lavado y planchado de la ropa de todos los miembros
de la familia y el cuidado exagerado de marido e hijos.

Yo me quedaba en casa por las mañanas, porque todos venían a comer aceleradamente y volver a salir. Todos con
muy poca ropa; tenía que lavarles las camisas y las cosas por la noche y madrugar y planchárselas para cuando se
fueran a trabajar, que fuesen bien vestidos. En fin, tuve un trabajo ímprobo, al que yo no estaba acostumbrada en
ese sentido.10
Me levantaba, preparaba un vaso de jugo para cada uno. Les preparaba el desayuno, leche, les metía un huevo, les
metía un plátano y ya los arreglaba y los bajaba al camión […] limpiaba la casa, lavaba, planchaba y cosía lo que tenía
que coser.11

Fue quizá una obsesión atraer a la familia hacia la casa. La vida familiar era casi un rito y ese rito tenía,
dentro de la casa, su espacio particular: el comedor.

En casa, en la mesa, después de comer, siempre hablábamos de España […] Yo, como desgraciadamente siempre he
tenido que hacer tanto, me levantaba de la mesa para recoger corriendo y él se quedaba hablando de España con los
hijos, contándoles desde que nació. Y a los chicos les gustaba mucho eso. Siempre hablábamos de España.12

Allí, no sólo se hacían las sobremesas que se alargaban: los chicos escribían sus tareas, las mujeres
preparaban sus costuras, el padre tomaba el café y leía el periódico. Allí, cuando llegaban los vecinos o los
amigos se discutía de política y la mujer seguía sirviendo el café u otra vez la comida, si era necesario.

En los primeros tiempos, mi esposo me traía a la casa a todos los refugiados a comer y a veces a dormir […]
Siempre me traía personas a las cuales había que atender, a veces hasta curar, que venían enfermos. Yo tuve a veces
que atender a muchísima gente de este tipo, que unos me eran simpáticos y otros no. Entonces me exigía un
esfuerzo que yo francamente a veces me revelaba contra esto, sí.13

Y estas conversaciones alrededor de la mesa terminaban siempre en la nostalgia y la añoranza. En el


comedor aprendieron los hijos no sólo lo que era el exilio: aprendieron a añorar algo que no conocían,
aprendieron a ser refugiados españoles en tránsito.
La comida es otro signo de identidad de las mujeres refugiadas españolas en México. Si en general el español
le ha dado siempre una gran importancia a la comida, para estas mujeres se convirtió en uno de los motivos de
su existencia. Era importante mantener costumbres alimenticias, por un lado, y por otro aún perduraba el
recuerdo del hambre que habían pasado durante la guerra y en los campos de concentración en Francia.

El refugiado español, al venir a México, no sólo traía sus recuerdos de infancia y juventud, no sólo traía sus
experiencias de la guerra, su formación moral, sino que traía todo su paladar mediterráneo, en la manera de guisar los
pescados, todo ese sabor de aceite de oliva y de ajo. El refugiado añora su arroz a la valenciana, sus salsas, sus hierbas
[…] Al cabo de los años, los españoles seguimos añorando la comida, se imitan las butifarras, las alubias, las paellas.14

A esta tarea doméstica le dedicaban mucho tiempo, desde comprar todo fresco en el día, hasta hacer los
platos más típicos de la comida española, para lo cual se dedicaron a la búsqueda de una serie de ingredientes
que en México no eran habituales. Estos ingredientes, tales como embutidos, alcaparras, pimentón, pescados,
etcétera, los conseguían en algunos de los mercados más importantes de la ciudad, fundamentalmente en los
de San Juan y San Cosme, cercanos a sus casas, y así crearon en los comerciantes la costumbre de conseguir

10 Entrevista a Veneranda García Manzano.


11 Entrevista a Francesca Linares.
12 Idem.
13 Entrevista a Florinda San Martín.
14 Idem.

102
una serie de productos que iban destinados sólo a ellas. Los mercados, entonces, se convirtieron también en
otro espacio de encuentro.
Algunas mujeres trabajaron fuera de casa, pero quizá, en un principio, fue lo menos habitual. La mayoría
de las que realizaron trabajo remunerado lo hicieron en sus propias casas, ya que se dedicaron a coser ropa
para niños o para señora o a tejer y bordar para vender a tiendas que comercializaban su trabajo.

Cuando llegué, mi hermana, que había llegado un poco antes que yo, me dejó su casa en la calle de Tehuantepec; era
una renta baja, noventa pesos. Me dejó una máquina de coser, la estufa de gas, un catre, una mesa y una silla. Yo ya
me sentía la reina del mundo con aquello. Y ya empecé a coser a una vecina, que unos camisones, que un vestidito.
No me desanimé, porque pensé que sí podría salir adelante, pensé: cosiendo toda mujer sale adelante. Siempre
trabajé en casa, porque yo tenía que cuidar a mi hija y darle la comida.15

Esto hizo que tuvieran que permanecer dentro de la casa mucho más tiempo que el normal, ya que la
jornada entera la dedicaban al trabajo doméstico y el tiempo que les quedaba, en el mismo espacio, lo
empleaban en hacer este trabajo. Se ve que en general tal situación las satisfizo, pues además de ayudar
económicamente al marido o mantenerse si eran viudas, también les permitía — así lo plantean— no
abandonar ni un momento lo que era su obligación: el cuidado de la casa y de los miembros de la familia,
sobre todo de los hijos.
Se puede decir, en términos generales, que la mayoría de estas mujeres salieron de España siguiendo al
marido, padre o hermano, pero, una vez instaladas, su gran preocupación fueron los hijos. Y es en ellos donde
vuelcan su ser. Se dedicaron a inculcarles los valores, las costumbres, la educación que ellas consideraban
privativos de España, pero que en realidad eran características de su grupo, del grupo que había luchado por la
República y que en España había tenido una educación muy especial. Tuvieron obsesión por la necesidad del
estudio, responsabilidad, ideas políticas republicanas. Pero también por una determinada forma de vestir a los
hijos, de dirigirse a ellos, de regañarlos y de alimentarlos, y en la alimentación basaban su salud, que también les
preocupaba de forma peculiar. Y aquí mantuvieron la continuidad, siguieron el ejemplo de sus madres.

No sé si lo que hicieron nuestros padres fue beneficioso o no para nuestra generación, pero el conservar una idea
durante 30 años para mí ha sido admirable.
Consideraban que al año siguiente volvíamos a España, que nuestra estancia en México iba a ser corta, entonces
vivíamos como allí.16

La educación que dieron a los hijos en la casa se refuerza con la creación de cuatro escuelas fundadas por lo
propios refugiados: el Colegio Juan Ruiz de Alarcón —de corta vida—, el Instituto Luis Vives, la Academia
Hispano Mexicana y el Colegio Madrid. En estas instituciones, maestras y maestros eran también exiliados, por
lo que la escuela se convierte en una extensión de la casa y permite que las madres encuentren un nuevo espacio
de reunión e intercambio y otra oportunidad de cerrar el círculo y mantener más férreamente esa identidad.

Mis hijos fueron al Vives, porque, como era una cosa creada por los refugiados, para no sacarlos del ambiente y que
tuvieran contacto con las cosas de España.
Nos gustaba mucho que en las fiestas de los colegios se tocara el himno de la República y saliera la bandera
republicana. Aparte de que estaba bastante bien la educación.17

Los tiempos de ocio que dedicaban a los hijos, raramente al marido, los pasaban en los parques
cercanos a las casas donde vivían: “Mis amigas del parque eran todas españolas. Lo más frecuente era
enseñarnos nuestra labor, hablábamos de las cosas de España”.18 Allí nuevamente ellas, reunidas, hablando

15 Entrevista a Amparo Bonilla.


16 Entrevista a Libertad Peña.
17 Entrevista a Angelines Dorronsoro.
18 Entrevista a Carmen Roces.

103
de su exilio, y los niños y niñas jugando entre ellos crean y recrean esos rasgos culturales que los distinguen
de la sociedad mexicana.
Las costumbres las mantienen las mujeres porque permanecen en la casa y en los espacios que se van
creando para ellas y sus hijos. Los hombres, la mayor parte del tiempo, estaban en el trabajo, en el partido o
en el café hablando de lo suyo. Hay una frase muy significativa al respecto: “Mi mujer decide qué se come en
casa, a qué escuela van los hijos. Yo decido si España entra en la ONU”. En sus espacios, estas mujeres
tuvieron el poder de decidir, fueron realmente las amas de casa y las forjadoras de la identidad del exilio.
Otro lugar de reunión eran los grupos de mujeres que hacían política de cara a España. El más
importante de ellos, y que duró por largos años, fue la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas. 19
Organizaban fiestas, rifas, reuniones de todo tipo para conseguir fondos y enviarlos a mujeres que en España
estaban presas o tenían al marido o a algún familiar en la cárcel. Esta militancia es otra muestra de su liga, no
sólo política, sino sentimental, con España. Nuevamente esta actividad política, que ejercen con prácticas más
sociales o femeninas que políticas, afianza la identidad. Era una necesidad vital mantener la relación y la
cercanía con todo lo que habían perdido y esto lo realizan a través de una larga correspondencia que cada una
de las mujeres que perteneció a este grupo mantuvo, no sólo con familiares, sino con las mismas mujeres a las
que les enviaban ayuda, como si se conocieran desde siempre, correspondencia que les permite no perder la
relación y pensar que siguen allí, hacerse presentes en aquel lugar.
Es éste un exilio en el que la diferenciación de papeles femeninos y masculinos está extraordinariamente
marcada. La mayoría de las entrevistadas tiene claro que las costumbres las mantuvieron ellas, porque estaban
en sus casas; consideran entonces este espacio como vital para la reproducción de su cultura. Opinan que los
hombres, en términos generales, no podían ni tomar iniciativas en sus casas, por eso les encantaba ir al café.
Allí se reunían con los amigos a hablar de sus cosas, de política, del exilio, del trabajo. Y sus convicciones y
posiciones políticas eran aceptadas por las mujeres, ellas en estas reuniones no tenían voz. El mérito de salir
adelante siempre fue de ellos, si ellos fracasaban en el trabajo no importaba, el trabajo político importante, el
que mantuvo unido a los exiliados fue siempre el que realizaron ellos. Y realmente así lo creen. Opinan que
los hombres tuvieron bastante con hacer su trabajo, asistir a las reuniones políticas y mantener vivas las
organizaciones. Las mujeres tuvieron siempre una fe ciega en los hombres de este grupo y quizá fue esta
actitud lo que justificó su exilio. Ninguna de ellas manifestó arrepentimiento por haber abandonado España.

Mi marido ha sido la parte cerebral intelectual y yo la parte física dentro del esfuerzo y del trabajo de los dos.20
Yo iba siempre a la zaga de mi marido, las convicciones de él eran las mías. Pues sí, ésa es la verdad.21

Y seguramente debido a esta actitud entendieron mejor que ellos lo que era el exilio y lo hicieron vivible y
posible para él resto de su familia y para el grupo en general.
Estas 32 historias de vida muestran que las prácticas cotidianas en el interior de las familias de refugiados
españoles en México fueron un distintivo del grupo. Quizá parecen triviales y repetitivas y dan una idea
demasiado homogénea de la vida de estas mujeres, pero cuando se las relaciona con el proyecto de vida que
les subyace, es decir, con el pronto regreso a España, adquieren un sentido.
Los primeros años de exilio, hasta que termina la Segunda Guerra Mundial, para los refugiados es
evidente el regreso. Siempre pensaron que cuando los aliados entraran a Francia seguirían su camino hacia
España para derrocar el gobierno de Franco. Hasta ese momento parece explicable que las mujeres se
preocuparan de transmitir y mantener una serie de costumbres y rasgos culturales que permitieran a sus hijos
un regreso y una incorporación fácil y sin problemas de adaptación a la sociedad española. La misma
situación se daría en las organizaciones políticas que se mantienen vivas, activas, en función del regreso que
era inminente. Pero esto no sucede. Se piensa entonces que, al no ser reconocido el gobierno franquista por la
ONU, éste no tardaría en caer. Y sus prácticas políticas y culturales siguen aferradas a un regreso que nunca se

19 Véase Ruiz-Funes (1992). Para este tema, también tuve la oportunidad de consultar el archivo particular de María Tarragona, una de las mujeres
entrevistadas, que contiene las cartas recibidas por las mujeres de la UMEA.
20 Entrevista a Isabel Richart.
21 Entrevista a Juana Francisca Rubio.

104
realizaría. Así, durante todos estos años el proyecto del regreso es el eje de sus vidas, pensar en volver les hace
vivible el exilio. Y las mujeres organizan en torno a él sus espacios y sus actos cotidianos y éstos se traducen,
por largo tiempo, en la práctica de las aspiraciones del grupo que es en definitiva lo que mantiene su identidad
de refugiados españoles. Fue éste un exilio que se volvió cultura y forma de identificarse y diferenciarse.
Formó una comunidad peculiar que heredó a las siguientes generaciones rasgos, actitudes, costumbres que
hoy están presentes.

MUJERES ENTREVISTADAS:

Sacramento Álvarez Ugena; Teresa Armendares; Concepción Baixeras; Rosa Ballester; Amparo Bonilla; Ernestina
Champurcín; Estrella Cortich; Carmen Dorronsoro; Juana Durá; Veneranda García Manzano; Ángela Jiménez;
Francesca Linares; Mercedes Maestre; Concepción Méndez; Nina Méndez Aspe; Silvia Mestre; Navarro Llanos;
Enriqueta Ortega; Carmen Parera; Libertad Peña; Josefa Plallás; Adela Ramón; Isabel Richart; Bienvenida Rodríguez;
Julia Rodríguez Mata; Dolores Ros; Carmen Roure; Juana Francisca Rubio; Florinda San Martín; Adelina Santaló; María
Tarragona; Cristina Ulibarri.

Las entrevistas fueron realizadas por: María de la Soledad Alonso, Elena Aub, Matilde Mantecón, Dolores Plá,
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COLOFÓN

HISTORIA ORAL. ENSAYOS Y APORTES DE INVESTIGACIÓN


SEMINARIO DE HISTORIA ORAL Y ENFOQUE BIOGRÁFICO.

2012
Coordinación de Publicaciones del CIESAS

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