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Poder para Prosperar

Aún en estos tiempos no hemos comprendido el significado ni el poder de la bendición de los padres.

Cuando hablamos de bendición y maldición no estamos hablando de halagos y palabras


bonitas, hablamos de IMPARTIR IDENTIDAD Y DESTINO.

Definamos BENDECIR:

En hebreo, bendecir se traduce como baruch, y una de las primeras connotaciones


espirituales de esta palabra es DAR PODER PARA PROSPERAR.

Por eso, BENDECIR a alguien es darle a esa persona PODER PARA PROSPERAR.

Al usar la palabra prosperar no nos referimos únicamente al área de las finanzas, nos referimos a
colocar el escenario para que la persona bendecida tenga prosperidad en las diferentes áreas de su
vida, como el matrimonio, finanzas, salud, ministerio, etc.

Cuando bendecimos a nuestras generaciones, también estamos hablando de impartir IDENTIDAD y


DESTINO.

IDENTIDAD:

Es la respuesta a la pregunta ¿quién soy? o ¿quién es este “yo” con el que vivo diariamente?

DESTINO:

Es la respuesta a la pregunta ¿para qué existo? o ¿cuál es el mi propósito de mi vida?

Estas preguntas pueden ser respondidas por Dios o por Satanás. Por eso la BENDICIÓN es el
mecanismo que tiene Dios para impartir Identidad y Destino; y la MALDICIÓN es el mecanismo
que tiene el diablo para impartir Identidad y Destino.

No obstante, ni Dios ni el diablo se ocupan de impartir directamente estos mensajes. Dios,


en su sabiduría, se preocupó por enviar a nuestras vidas agentes que hagan esta importante tarea
de impartirnos IDENTIDAD y DESTINO. Estos agentes son los PADRES.
LA BENDICIÓN A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS

Tal como lo vimos, Esaú y Jacob conocían el poder de la bendición de su padre. Ahora
preguntémonos: ¿Conoce la sociedad actual este “poder para prosperar”?
Es interesante notar que cada cultura sobre la tierra tiene algún tipo de rito en la transición de la
niñez a la edad adulta… Excepto nuestra cultura occidental.
Esto no es casualidad. Dios ha puesto estas tradiciones, ceremonias y ritos de transición en
muchos lugares del mundo. Es triste ver que en algunas culturas el diablo ha pervertido esta tradición,
pero es aún más trágico ver que en nuestra cultura la ha erradicado totalmente, no dejando ni
huellas del deseo original de Dios.
Actualmente estamos en una búsqueda sin fin del propósito de nuestras vidas y con preguntas
persistentes en nuestra cabeza:
¿Realmente soy valioso y amado? ¿Estoy haciendo algo que realmente tiene significado?
Dios quiere que estas preguntas que salen de las profundidades del alma sean respondidas en el tiempo
de la adolescencia a través de una poderosa impartición de identidad y destino.
En las culturas donde esto se practica hay muy poca confusión en la edad adulta. La mayoría
experimenta un fuerte sentido de pertenencia, valor, significado y destino.
La mayoría de las personas, incluso los creyentes, no están tranquilos respecto a su identidad y
destino. Muchas personas pasan toda su vida tratando de ser “valiosas” porque en su interior no se
sienten así. Están en todo momento tratando de ser “exitosos”, ganando mucho dinero, escalando
posiciones, haciendo grandes trabajos para Dios, etc.
Hay personas de 30, 40 y 50 años que aún están pensando qué harán “cuando crezcan”. Esto NO ES
NORMAL. Es muy común pero no es normal, sin embargo la experiencia de la vida no siempre ha
sido así. En siglos anteriores las personas que fundaron nuevas naciones en diferentes partes del
mundo eran “jóvenes adultos”, quienes ya tenían un sentido establecido de identidad y destino. Es por
eso que en su adolescencia o en las décadas de sus “veinte años”, estas personas dijeron o hicieron
cosas por las que pasaron a la historia.
Por ejemplo, podemos citar a John Quincy Adams, quien fue enviado como
embajador a Rusia en representación de su recién fundada nación, los Estados Unidos de
América, a la edad de 14 años.

¿Cuántos adolescentes de catorce años que conocemos podrían ser enviados a cruzar el
mar y ser embajadores de nuestro país? Si preguntamos a los muchachos de catorce
años promedio, acerca del propósito y destino de su vida, probablemente
escucharemos las palabras “Play Station”, “televisión”, “Facebook”, etc. o algunas otras
“poderosas metas” a largo plazo.

¿Y cuántos adultos de treinta años conoces que aceptarían el reto de ser enviados como
embajadores de nuestro país? En muchos casos no veríamos en los de treinta, el
carácter, identidad y destino que tenían los de catorce años hace unos doscientos
años ¿por qué?

Hoy muchos vagan por la vida simplemente tratando de pagar sus cuentas,
intentando salvar del desastre su matrimonio, o guardando su empleo que muchas
veces “es lo único que tienen”. Simultáneamente le dan pase al cada vez más
famoso y enraizado estilo de vivir: TRABAJAR – COMER – DORMIR.

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