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PARA MIS ALUMNOS DE PSICOPATOLOGÍA 2020

Estimados alumnos:

Encontré esto en las redes y me permití hacerle unas pequeñas modificaciones para
adecuarlo a nuestra realidad actual. Espero que les guste tanto como me gustó a mí.

Cada sujeto construye su cuerpo entre/ con otros cuerpos, siempre. Pasamos de ser
hablados a hablar, de ser pensados a pensar, de ser sostenidos a poder sostenernos.
El cuerpo en un principio se va armando en el vínculo con los cuerpos de los otros
significativos. Y se continúa en la presencia de los intercambios con los otros fuera de casa;
que se van volviendo significativos. En el devenir de la socialización, con la entrada a la
escuela, los niños y niñas amplían sus vínculos (con otros adultos, con pares, con otros
niños y niñas) fundamentales para comenzar a transitar, conocer y vincularse con/por otros
mundos distintos al universo familiar.
Así maestros y profesores, los educadores, se transforman en esos otros. Otros que en la
interacción dejan marcas, que ofrecen conocimiento y se ofrecen donando voz, gestos,
presencia. Que pueden abrir puertas al mundo, a la cultura; invitando a participar. Pudiendo
ser cuerpo para identificaciones, propiciando entramados de pensamiento y recorridos
deseantes, transmitiendo también las prohibiciones.
Los aprendizajes pasan por el cuerpo, se hacen cuerpo. La enseñanza también.
Sabemos que aprender no es copiar, ni repetir. Que el cuerpo en el aprendizaje no es
maquina; que ensaya, se equivoca, aprende. Y la escuela no debería ser un escenario de
entrenamiento ni de adquisición de competencias.
Cuando hablamos de aprendizaje, pensamos en una apropiación. Un conocimiento
entregado, presentado al cual el sujeto pueda transformar, re-inventar.
En este acto transformador aparece la autoría del sujeto, de manera creativa y a través de la
experiencia (pensamiento y acciones) que harán de esa información un saber con poder de
uso, con la posibilidad de aplicarlo de manera creativa y singular.
En los encuentros pedagógicos entre educadores y alumnos, entre “enseñaprendientes” se
va construyendo un “molde relacional” que tiene su sostén en el cuerpo. En cada cuerpo y
sus vínculos, las formas de relacionarse (sin olvidarnos que estos pueden permitir, potenciar
o inhibir, anular aprendizajes).
El aula se ha mudado a casa, y cada cual debe encontrar su modo de funcionar como
alumno en otro escenario y bajo otra modalidad. Debemos apostar a los recursos de cada
uno, a implicarse en su propio recorrido.
Activar en cada cuerpo los moldes relacionales que se construyen en los encuentros
pedagógicos. Vínculos que han quedado en cada cuerpo: las historias compartidas, de
segmentos de trayectorias escolares. Vivencias en las cuáles alguno o muchos docentes han
donado mirada, escucha, contacto, gestos; junto a los contenidos que enseñó.
Vínculos pedagógicos tiernos, que colocaron a cada uno de ustedes en el lugar de sujeto
pensante, potenciando su autoría. Una sonrisa amplia entregada al devolver el cuaderno con
la tarea corregida, una voz musical que al leernos un cuento nos llevó a recorrer mundos
nuevos, una mano que sujetó la nuestra y nos acompañó a trazar una letra, una clase
apasionada que nos hizo amar una materia, nos conmovió o nos mostró una visión diferente
a la nuestra y nos enriqueció.
Así junto al contenido permanece en cada uno ese vínculo, ese registro corporal, el placer
de aprender, de saber. De haber saboreado y haber transformado ese conocimiento
presentado en una relación que nos autorizó a hacerlo.
Hoy nos falta la presencia del otro. El aislamiento obliga a llevar el aula a la casa. Y a los
estudiantes y a los docentes a seguir en ¿contacto? sin los cuerpos en relación.
¿Cómo logramos los educadores hacernos presentes con gestos, con voz, tonos, cadencias,
pausa; en las tareas y propuestas que compartimos con nuestros estudiantes? ¿Cómo
continuamos en nuestro rol de enseñar y estar disponibles en otro escenario que no sea el
aula? ¿Y transitando en nuestros propios cuerpos el impacto de lo que acontece?
Buscar maneras de escucha, mirada, de intercambiar sonrisas, de compartir risas, de ofrecer
palabra (incluida la voz, con su timbre, sus tonos, su cadencia y melodía). Poner a ensayar a
los cuerpos para que se equivoquen, que se expresen, que disfruten y aprendan. Acompañar
hoy podría ser cuidar de las ganas, ofrecer-nos nutrientes para motorizar el deseo de
aprender de los estudiantes. Promover aprendizajes constructores de autoría.
Construcción colectiva, sin dudas, de las comunidades educativas para ser sostén y
presencias posibles en la imposibilidad (por ahora) de estar de cuerpo presentes.

Por este medio quiero hacerles llegar mi disponibilidad para que juntos transitemos de la
mejor manera posible esta nueva modalidad de enseñanza-aprendizaje que seguramente no
va a ser sin errores, pero justamente de eso se trata, de ensayar, equivocarnos y aprender.

Afectuosamente

Cristina Marcó

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