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Habermas, Jurgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1999. Pág. 43
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de argumentos válidos o hacia la invalidación de argumentos, sería un tercer factor
de estudio en el habla.
Con este ejemplo de base, Habermas observa en Klein una serie de contradicciones
en su afán por aplicar una argumentación efectiva de la validez. En su análisis,
Klein cae en vicios que subsumen la argumentación, dejando al investigador en un
límite infranqueable y es el de cómo permitir que se le dé razón al fenómeno, el
cual Habermas plantea erróneo debido a un cambio terminológico de válido a
aceptado. El autor, con esto, deduce que hay una tendencia por alejarse de
perspectivas externas al observador y, en este intento por huir del relativismo,
niega la distinción entre vigencia social y la validez 7, desconociendo que la validez
se concibe no solo como hecho social, sino como el hecho social conjugada con la
racionalidad de las razones8.
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Tolumin habla de una emisión problemática, la cual tiene un fundamento, el cual responde a una
regla. De igual forma, esta guerra se sostiene sobre evidencias. Y, según el caso, se modificará o
recortará en función de la validez
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del desarrollo de los procesos de formación y del distanciamiento respecto a los
consensos motivados racionalmente. “El limitarse al plano de abstracción que la
retórica representa tiene como consecuencia la preterición de la perspectiva” 9. El
mayor error de Klein, a juicio de Habermas, es el de expurgar el concepto de
validez y equipararlo con aceptación, validez y vigencia social, sin aunarlos.
Este detallado estudio, no obstante, tiene pretensiones más amplias que la llana
crítica. El autor rescata de este planteamiento esa pretensión por recuestionar la
validez, mostrando que existen una pluralidad de pretensiones de validez. No
obstante, este concepto adolece de mediación entre planos de abstracción y lo
empírico, cosa que Habermas se propone llenar. En tal sentido, Habermas
propondrá una serie de tipos de argumento, según su pretensión, que tienen un
grado de validez dependiendo de su naturaleza. Se distancia de Toulmin por
cuanto se aleja del plano de la abstracción 10 para intentar reconsiderar en los tipos
de argumentos existentes para Toulmin, sumándoles sus respectivos grados de
validez, los cuales sí considerarán los contextos de acción, más allá de las
instituciones.
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Habermas muestra cómo Toulmin toma casos institucionales de la argumentación, por ejemplo,
de juzgados y empresas. La tentativa de abstraer de allí los tipos de argumentos, en tanto éstos no
hacen parte de la acción individual en su totalidad, es un acto descuidado y ambiguo.
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”Las formas de argumentación se diferencian según pretensiones universales de
validez que con frecuencia sólo nos resultan reconocibles a partir del contexto de
su manifestación”12.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible percibir que Habermas monta una forma
de captación de la realidad desde la sociología a partir de sus antecesores y
teniendo en cuenta, además, sus antecesores en el campo de la filosofía
epistemológica. Al criticar a Toulmin, particularmente, critica el funcionalismo que
implica entender la teoría de la argumentación por procesos y estadios, y lo
plantea lejos de este planteamiento, que es representado, entre tantos, por Parsons.
Se constituye, por otra parte, una teoría bastante diferente a las ya constituidas, en
la que la teoría de la acción deja de ser prior, para pasar a la teoría de la acción
comunicativa, un campo mucho más relativo que el anteriormente planteado por
Parsons.
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Se deja ver, para finalizar, la influencia que existe en Habermas de antecesores
como Marx, quien aporta el tema de las relaciones de trabajo, que Habermas
interpreta como relaciones de comunicación; Weber, en tanto se empieza a hablar
del sentido mentado de las acciones, ahora comunicativas; y, notoriamente,
Parsons como ese teórico que lee, precisamente para concebir en qué se encuentra
la sociología y, de tal forma, poder fundar sobre estas bases una teoría más lógica.