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Excurso sobre teoría de la argumentación

Parsons, de forma categórica, empieza su texto planteando que el concepto de


racionalidad debe ser aclarado con una teoría de la argumentación 1. Esta teoría, la
de la argumentación, para ese momento ha sido tratada y se encuentra en un
estadio de formalidad que Habermas considera inadecuado para aplicar en la
sociología. Por tanto, para Habermas la lógica de la argumentación no está en
unidades semánticas, sino en sus relaciones pragmáticas. Se denomina, a esta
forma de la lógica, “lógica informal”. Ésta, responde a una serie de problemáticas
propias de la lógica que impiden que su accionar diste de ser absolutistas,
aportando poco o nada, para pasar a realizar estudios intersubjetivos que medien
entre lo abstracto y lo concreto, tal como lo plantea Toulmin2

Asimismo, Habermas muestra que la crítica de Toulmin es bilateral, huyéndole al


extremo relativismo también. En tal sentido, la reflexión ha de ir dirigida en un
punto intermedio que no sea tan reduccionista ni tan absolutista. Surge, entonces,
la lógica de la argumentación como una forma posicionada en medio, que se
preocupa por responder a preguntas sobre la validez de los argumentos que se dan
en el intercambio humano que, más allá del planteamiento de Marx, dirigido a
reducir las relaciones humanas a un simple determinismo económico y del trabajo,
va a definirse como dialógico.

En esta esfera de la comunicación dialógica, Habermas considera adecuado


reconstruir las condiciones generales de simetría que se dan en el habla. Así, se
identifica el primer actor de la comunicación, el proceso, que no es otra cosa que lo
dicho: la aproximación a unas condiciones ideales para el habla 3; la regulación
especial en las formas de la interacción, es decir, la división cooperativa del trabajo
entre proponentes y oponentes que permite el diálogo, sería una segunda arista del
habla; la producción de argumentos pertinentes, orientados hacia el levantamiento

1
Habermas, Jurgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1999. Pág. 43
2
IBID., pág. 45
3
IBID., pág. 46
de argumentos válidos o hacia la invalidación de argumentos, sería un tercer factor
de estudio en el habla.

Los argumentos, por tanto, se posesionan como una manera de obtener un


reconocimiento intersubjetivo. Estos, recuerda Habermas, en Toulmin tienen un
significado mucho más específico4 que requiere precisión. Lo sugerido por
Toulmin, aunque necesario, Habermas lo considera insuficiente 5. Realiza, por
tanto, un análisis que entiende la argumentación como proceso. Toma para este el
enfoque de Wolfgang Klein, quien comprende el sistema como proceso. Este autor
hace su planteamiento alejado de la realidad, sin prueba empírica y, más bien, un
análisis hipotético6

Con este ejemplo de base, Habermas observa en Klein una serie de contradicciones
en su afán por aplicar una argumentación efectiva de la validez. En su análisis,
Klein cae en vicios que subsumen la argumentación, dejando al investigador en un
límite infranqueable y es el de cómo permitir que se le dé razón al fenómeno, el
cual Habermas plantea erróneo debido a un cambio terminológico de válido a
aceptado. El autor, con esto, deduce que hay una tendencia por alejarse de
perspectivas externas al observador y, en este intento por huir del relativismo,
niega la distinción entre vigencia social y la validez 7, desconociendo que la validez
se concibe no solo como hecho social, sino como el hecho social conjugada con la
racionalidad de las razones8.

Plantea Klein, finalmente, que el intermedio que se está buscando, llamado


intersubjetivo, ha de darse a través del establecimiento de reglas a través de
regularidades causales. Este tipo de paradojas, se desarrolla gracias al
planteamiento descuidado de que la lógica de la argumentación debe ser resultado

4
Tolumin habla de una emisión problemática, la cual tiene un fundamento, el cual responde a una
regla. De igual forma, esta guerra se sostiene sobre evidencias. Y, según el caso, se modificará o
recortará en función de la validez
5
IBID., pág. 48
6
IBID., pág. 50
7
IBID., pág. 52
8
IBID., pág. 51
del desarrollo de los procesos de formación y del distanciamiento respecto a los
consensos motivados racionalmente. “El limitarse al plano de abstracción que la
retórica representa tiene como consecuencia la preterición de la perspectiva” 9. El
mayor error de Klein, a juicio de Habermas, es el de expurgar el concepto de
validez y equipararlo con aceptación, validez y vigencia social, sin aunarlos.

Este detallado estudio, no obstante, tiene pretensiones más amplias que la llana
crítica. El autor rescata de este planteamiento esa pretensión por recuestionar la
validez, mostrando que existen una pluralidad de pretensiones de validez. No
obstante, este concepto adolece de mediación entre planos de abstracción y lo
empírico, cosa que Habermas se propone llenar. En tal sentido, Habermas
propondrá una serie de tipos de argumento, según su pretensión, que tienen un
grado de validez dependiendo de su naturaleza. Se distancia de Toulmin por
cuanto se aleja del plano de la abstracción 10 para intentar reconsiderar en los tipos
de argumentos existentes para Toulmin, sumándoles sus respectivos grados de
validez, los cuales sí considerarán los contextos de acción, más allá de las
instituciones.

“Toulmin no distingue con claridad entre la diferenciación, internamente


motivada, de diversas formas de argumentación y la diferenciación institucional de
distintas empresas racionales”11. Para sustentar esta tesis, en la que se muestra
imperativo hacer esta distinción, Habermas trae a colación unos ejemplos que
desmenuza con el fin de mostrar que existen en los argumentos, aquellos de la
cotidianidad, pretensiones que van más allá de la validez. El mismo argumento,
dependiendo del contexto, se ve sujeto a la aceptación colectiva, a la validez.
Existen argumentos con arreglos a validez, a inteligibilidad, a verdad, etc., y estos
mismos variarán según el contexto en donde se mencionen, de la disciplina o
institución en la que se trate, del tipo de discusión y trato que se esté teniendo.

9
IBID., pág. 53
10
Habermas muestra cómo Toulmin toma casos institucionales de la argumentación, por ejemplo,
de juzgados y empresas. La tentativa de abstraer de allí los tipos de argumentos, en tanto éstos no
hacen parte de la acción individual en su totalidad, es un acto descuidado y ambiguo.
11
IBID., pág. 60
”Las formas de argumentación se diferencian según pretensiones universales de
validez que con frecuencia sólo nos resultan reconocibles a partir del contexto de
su manifestación”12.

En concordancia con lo señalado, la teoría de argumentación está obligada,


entonces, a crear un sistema de pretensiones de validez. Antes de definirlo, aclara
que el análisis del sistema de pretensión tiene dos componentes fundamentales: el
de la semántica, que revisa las condiciones para que X frase pueda ser válida y,
más importante aún, el campo de las implicaciones pragmáticas del concepto de
validez13. Los sentidos de las pretensiones de validez se erigen en unas condiciones
bajo las que puede hacerse demostración. Para desenmarañar estos sentidos de la
argumentación, entonces, es realizada la disertación. Estos, después de la
explicación dada, resultan claros al ojo del lector. Cuentan, entonces, con una
forma definida, una emisión problemática (contextual, es decir teleológica, si busca
crear un conocimiento, moralizar, evaluar, expresar o hacer inteligible un
conocimiento) y con pretensiones de validez controvertidas (si se busca,
verbigracia, verdad, rectitud, veracidad o inteligibilidad)

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible percibir que Habermas monta una forma
de captación de la realidad desde la sociología a partir de sus antecesores y
teniendo en cuenta, además, sus antecesores en el campo de la filosofía
epistemológica. Al criticar a Toulmin, particularmente, critica el funcionalismo que
implica entender la teoría de la argumentación por procesos y estadios, y lo
plantea lejos de este planteamiento, que es representado, entre tantos, por Parsons.
Se constituye, por otra parte, una teoría bastante diferente a las ya constituidas, en
la que la teoría de la acción deja de ser prior, para pasar a la teoría de la acción
comunicativa, un campo mucho más relativo que el anteriormente planteado por
Parsons.

12
IBID., pág. 62
13
IBID., pág. 65
Se deja ver, para finalizar, la influencia que existe en Habermas de antecesores
como Marx, quien aporta el tema de las relaciones de trabajo, que Habermas
interpreta como relaciones de comunicación; Weber, en tanto se empieza a hablar
del sentido mentado de las acciones, ahora comunicativas; y, notoriamente,
Parsons como ese teórico que lee, precisamente para concebir en qué se encuentra
la sociología y, de tal forma, poder fundar sobre estas bases una teoría más lógica.

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