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Presentación
La amenaza
La acción concertada
El Protocolo de Montreal
Presentación Volver
La destrucción de la capa de ozono es uno de los problemas ambientales más graves que
debemos enfrentar hoy día. Podría ser responsable de millones de casos de cáncer de la piel
a nivel mundial y perjudicar la producción agrícola. Sin embargo podemos cobrar ánimos, ya
que ha motivado a la comunidad internacional a acordar medidas prácticas para protegerse
de una amenaza común.
En 1987, los gobiernos de todos los países del mundo acordaron tomar las medidas
necesarias para solucionar este grave problema firmando el Protocolo de Montreal relativo a
las Sustancias que agotan la Capa de Ozono. Fue un acuerdo notable que sentó un
precedente para una mayor cooperación internacional en encarar los problemas globales del
medio ambiente. Bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA), los científicos, industrialistas y gobiernos se reunieron para iniciar una
acción preventiva global. El resultado fue un acuerdo mediante el cual se comprometieron
los países desarrollados a una acción inmediata, y los en desarrollo a cumplir el mismo
compromiso en un plazo de diez años.
Desde entonces, se han presentado nuevas pruebas científicas de que la destrucción del
ozono está ocurriendo más rápidamente que la previsto. Pero los líderes mundiales han
actuado muy bien en este asunto. En 1990 se hicieron enmiendas importantes al Protocolo
de Montreal, en Londres, y en 1992 en Copenhague, para acelerar la eliminación de las
sustancias destructoras del ozono. Muchos países han reaccionado ante esta amenaza
creciente optando por eliminar la producción y consumo de las sustancias destructoras del
ozono más rápidamente que lo estipulado por el tratado. Se facilitó un mecanismo financiero
para estimular la acción de las naciones en desarrollo. El resultado demuestra que las partes
del Protocolo han anticipado la ejecución de las disposiciones del tratado.
La vida en la Tierra ha sido protegida durante millares de años por una capa de veneno vital
en la atmósfera. Esta capa, compuesta de ozono, sirve de escudo para proteger a la Tierra
contra las dañinas radiaciones ultravioletas del sol. Hasta donde sabemos, es exclusiva de
nuestro planeta. Si desapareciera, la luz ultravioleta del sol esterilizaría la superficie del
globo y aniquilaría toda la vida terrestre.
El ozono no es un gas estable y es muy vulnerable a ser destruido por los compuestos
naturales que contienen nitrógeno, hidrógeno y cloro.
El frágil escudo
Cualquier aumento de la radiación UVB que llegue hasta la superficie de la Tierra tiene el
potencial para provocar daños al medio ambiente y a la vida terrestre. Los resultados indican
que los tipos más comunes y menos peligrosos de cáncer de la piel, no melanomas, son
causados por las radiaciones UVA y UVB. Se calcula que para el año 2000 la pérdida de la
capa de ozono será del S al 10% para las latitudes medias durante el verano.
Según los datos actuales una disminución constante del 10%
conduciría a un aumento del 26% en la incidencia del cáncer
de la piel. Las últimas pruebas indican que la radiación UVB
es una causa de los melanomas más raros pero malignos y
virulentos. La gente de piel blanca que tiene pocos
pigmentos protectores es la más susceptible al cáncer
cutáneo, aunque todos están expuestos al peligro.
El aumento de la radiación UVB también provocará un
aumento de los males oculares tales como las cataratas, la
deformación del cristalino y la presbicia. Se espera un
aumento considerable de las cataratas, causa principal de la
ceguera en todo el mundo. Una reducción del 1% de ozono puede provocar entre 100.000 y
150.000 casos adicionales de ceguera causada por cataratas. Las cataratas son causa de la
ceguera de 12 a 15 millones de personas en todo el mundo y de problemas de visión para
otros 18 a 30 millones. La radiación UVC es más dañina que la UVB en causar la ceguera
producida por el reflejo de la nieve, pero menos dañina en causar cataratas y ceguera.
La exposición a una mayor radiación UVB podría suprimir la eficiencia del sistema
inmunológico del cuerpo humano. La investigación confirma que la radiación UVB tiene un
profundo efecto sobre el sistema inmunológico, cuyos cambios podrían aumentar los casos
de enfermedades infecciosas con la posible reducción de la eficiencia de los programas de
inmunización. La inmunosupresión por la radiación UVB ocurre independientemente de la
pigmentación de la piel humana. Tales efectos exacerbarían los problemas de salud de
muchos países en desarrollo.
El aumento de la radiación UVB además provocaría cambios en la composición química de
varias especies de plantas, cuyo resultado sería una disminución de las cosechas y perjuicios
a los bosques. Dos tercios de las plantas de cultivo y otras sometidas a pruebas de
tolerancia de la luz ultravioleta demostraron ser sensibles a ella. Entre las más vulnerables
se incluyeron las de la familia de los guisantes y las habichuelas, los melones, la mostaza y
las coles; se determinó también que el aumento de la radiación UVB disminuye la calidad de
ciertas variedades del tomate, la patata, la remolacha azucarera y la soja.
Casi la mitad de las jóvenes plantas de las variedades de coníferas con las que se
experimentó fue perjudicada por la limitando el crecimiento de algunas plantas (por ejemplo
el centeno, el maíz y el girasol). Sin embargo, es difícil hacer predicciones cuantitativas ya
que otros factores ambientales entran en juego.
De igual manera, la radiación UVB afecta la vida submarina y provoca daños hasta 20
metros de profundidad, en aguas claras. Es muy perjudicial para las pequeñas criaturas del
plancton, las larvas de peces, los cangrejos, los camarones y similares, al igual que para las
plantas acuáticas. Puesto que todos estos organismos forman parte de la cadena alimenticia
marina, una disminución de sus números puede provocar asimismo una reducción de los
peces. La investigación ya ha demostrado que en algunas zonas el ecosistema acuático está
sometido a ataque por la radiación UVB cuyo aumento podría tener graves efectos
detrimentales.
Los países que dependen del pescado como una importante fuente alimenticia podrían sufrir
consecuencias graves. Al mismo tiempo, una disminución en el número de las pequeñas
criaturas del fitoplancton marino despojaría a los océanos de su potencial como colectores de
dióxido de carbono, contribuyendo así a un aumento del gas en la atmósfera y al
calentamiento global consecuente.
Los materiales utilizados en la construcción, las pinturas y los envases y muchas otras
sustancias son degradados por la radiación UVB. Los plásticos utilizados al aire libre son los
más afectados y el daño es más grave en las regiones tropicales donde la degradación es
intensificada por las temperaturas y niveles de luz solar más elevados. Los costos de los
daños podrían ascender a miles de millones de dólares anuales.
La destrucción del ozono estratosférico agravaría la contaminación fotoquímica en la
troposfera y aumentaría el ozono cerca de la superficie de la Tierra donde no se lo desea. La
contaminación fotoquímica ocurre principalmente en las ciudades donde los gases de escape
y las emisiones industriales tienen su mayor concentración. Esto tendría sus propios efectos
sobre la salud humana, al igual que sobre las cosechas, los ecosistemas y los materiales de
los que dependemos.
La Tierra y sus habitantes tienen mucho en juego en la preservación del frágil escudo de la
capa de ozono. Pero inconscientemente hemos venido sometiendo a la capa de ozono a
ataques subrepticios y sostenidos.
La Amenaza Volver
Las sustancias milagrosas
Durante medio siglo, las sustancias químicas más perjudiciales para la capa de ozono fueron
consideradas milagrosas, de una utilidad incomparable para la industria y los consumidores e
inocuas para los seres humanos y el medio ambiente. Inertes, muy estables, ni inflamables
ni venenosos, fáciles de almacenar y baratos de producir, los clorofluorocarbonos (CFC)
parecían ideales para el mundo moderno.
No sorprende, entonces, que su uso se haya generalizado más y más. Inventados casi por
casualidad en 1928, se los usó inicialmente como líquido frigorígeno de los refrigeradores. A
partir de 1950, han sido usados como gases propulsores en los aerosoles. La revolución
informática permitió que se usaran como solventes de gran eficacia, debido a que pueden
limpiar los circuitos delicados sin dañar sus bases de plástico. Y la revolución de la comida al
paso los utilizó para dar cohesión al material alveolar de los vasos y recipientes desechables.
La mayor parte de los CFC producidos en el
mundo se utilizan en refrigeradores,
congeladores, acondicionadores de aire,
aerosoles y plásticos expansibles, que tienen
múltiples usos en la construcción, la industria
automotriz y la fabricación de envases, la
limpieza y funciones similares.
La estructura estable de estas sustancias, tan
útil en la Tierra, les permite atacar la capa de
ozono. Sin cambio alguno, flotan lentamente
hasta la estratosfera, donde la intensa radiación
UVC rompe sus enlaces químicos. Así se libera el
cloro, que captura un átomo de la molécula de
ozono y lo convierte en oxígeno común. El cloro actúa como catalizador y provoca esta
destrucción sin sufrir ningún cambio permanente él mismo, de modo que puede repetir el
proceso. En estas condiciones, cada molécula de CFC destruye miles de moléculas de ozono.
Los halones, con una estructura semejante a la de los CFC, pero que contienen átomos de
bromo en vez de cloro, son aún más dañinos. Los halones se usan principalmente como
extintores de incendios, y una dosis de exposición por superior destruyen más ozono que los
CFC. Las concentraciones de halones si bien muy pequeñas se duplican en la atmósfera cada
cinco años. También están aumentando con rapidez los CFC más dañinos; las
concentraciones de CFC 11 y CFC12 (el más común), se duplican cada diecisiete años y el
CFC 13 se duplica cada seis años.
Las sustancias químicas más peligrosas tienen una vida muy larga. El CFC I dura en la
atmósfera un promedio de setenta y cuatro años, el CFC 12 tiene una vida media de ciento
once años, el CFC 113 permanece durante unos noventa años y el halón 1301 dura un
promedio de ciento diez años. Esto les da tiempo suficiente para ascender a la estratosfera y
permanecer allí, destruyendo el ozono.
Otros compuestos de cloro y bromo, como el tetracloruro de carbono, el metil cloroformo y
el bromuro de metilo, también son dañinos para la capa de ozono. El tetracloruro de
carbono, que también se usa para combatir incendios, y para los pesticidas, la limpieza en
seco y los fumigantes para cereales, es algo más destructivo que el más dañino de los CFC.
El metilcloroformo muy usado para la limpieza de metales, no es tan perjudicial, pero
igualmente representa una amenaza, ya que su uso se duplica cada diez años.
Los óxidos nitrosos, liberados por los fertilizantes nitrogenados y por la quema de
combustibles fósiles, destruyen el ozono y tienen larga vida, pero sólo llegan a la
estratosfera en proporciones muy pequeñas. Además, algunas de las sustancias
desarrolladas para servir de sustitutos provisionales a los CFC, los HCFC
(hidroclorofluorocarbonos) y los HBFC (hidrobromofluorocarbonos) también están
destruyendo la capa de ozono, pero mucho menos que los CFC.
El bromuro de metilo se utiliza como un fumigante de múltiples aplicaciones y se usa en
algunos procesos químicos y en la síntesis orgánica. A diferencia de los CFC y halones, el
bromuro de metilo también ocurre en la naturaleza y se cree que alrededor del 50% del
bromuro de metilo encontrado en la atmósfera es emitido por fuentes naturales. Pero
todavía no se han calculado exactamente los efectos de las fuentes naturales y
antropogénicas.
Los aviones supersónicos y el transbordador espacial liberan respectivamente óxidos nitrosos
y cloro en la atmósfera, pero los estudios indican un impacto insignificante. Se necesita un
estudio más a fondo para poder calcular el impacto de los aviones supersónicos.
El agujero de la Antártida
Se calcula que si las emisiones de los CFC y halones continúan creciendo como en el pasado,
la capa de ozono será reducida en un 20% en el tiempo de vida de los niños de hoy. Según
se estima, sólo la mitad de esta pérdida del escudo protector provocaría en los Estados
Unidos 1,5 millones más de casos fatales de cáncer de la piel y 5 millones más de cataratas.
Los CFC y los halones contribuyen al efecto invernadero, y pueden causar el calentamiento
de la Tierra. Teóricamente, una molécula de CFC11 ó 12 es más de 10.000 veces más
efectiva que una molécula de bióxido de carbono, en su aporte al calentamiento del planeta.
Sin embargo, se desconoce el efecto neto sobre el calentamiento de la Tierra de la emisión a
la atmósfera de las sustancias dañinas para el ozono y la destrucción ulterior de la capa de
ozono. El enfriamiento por radiación provocado por la pérdida del ozono estratosférico
inferior podría compensar el calentamiento causado por las sustancias químicas destructoras
del ozono.
No obstante, el delicado equilibrio de la atmósfera no debe someterse a prueba porque no
podemos pronosticar las consecuencias con seguridad absoluta. El agujero de la Antártida es
un terrible ejemplo de la intromisión del hombre en la atmósfera natural.
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La acción concertada
La protección de la capa de ozono ha sido objeto de atención del PNUMA desde sus orígenes
en 1972. El problema fue tratado un la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano que se
realizó en Estocolmo y dio origen al PNUMA. En esos días, la preocupación estaba
concentrada en el daño que podrían provocar a la capa de ozono los centenares de aviones
supersónicos que se suponía estarían en servicio a fines de la década de 1980, los
frecuentes vuelos del transbordador espacial que estaban planeados y la liberación de los
óxidos nitrosos de los fertilizantes. Pero a mediados de la década de 1970 se comprobó que
buena parte de éstos eran motivos de falsa alarma.
En 1974, Sherwood Rowland y Mario Molina de la Universidad de California en Berkeley
publicaron un artículo sugiriendo que los CFC podrían desempeñar un papel fundamental en
la destrucción del ozono en la estratosfera. Su investigación fue instigada por James
Lovelock quien descubrió que los CFC se hallaban más o menos uniformemente distribuidos
en la atmósfera global, lo que indicaba que no se descomponían como la mayor parte de las
demás sustancias químicas artificiales.
Rowland y Molina sostuvieron que las moléculas estables de CFC podían ascender a la
estratosfera y destruir las moléculas de ozono. Dedujeron que el proceso se basaba en dos
reacciones químicas, en tanto que en la actualidad se han identificado unas 200 reacciones
que podrían tener un efecto sobre la destrucción del ozono. Pero su tesis básica ha sido
respaldada y está considerada como la forma principal de la destrucción del ozono.
Acción internacional
Aunque en esa época la hipótesis de Rowland y Molina fue un punto controvertido, dio la
alarma en muchos países. Mientras que continuaba el debate, fue aumentando la presión
para el control de los CFC. Entretanto, el PNUMA estableció las bases para la acción
internacional.
En marzo de 1977, los expertos de 32 países se reunieron en Washington, donde se adoptó
el Plan Mundial de Acción sobre la Capa de Ozono. El Plan abarcaba la investigación de los
procesos que controlan la concentración del ozono en la estratosfera; la vigilancia del ozono
y la radiación solar; el efecto de la destrucción del ozono sobre la salud humana, los
ecosistemas y el clima; y la creación de sistemas para estimar los costos y beneficios de las
medidas de control. Las agencias de las Naciones Unidas y las organizaciones no
gubernamentales (ONG) asumieron la responsabilidad por determinados aspectos del
programa y el PNUMA fue nombrado coordinador.
Para asistir al PNUMA, se estableció un Comité Coordinador sobre la Capa de Ozono (CCCO),
formado por las organizaciones intergubernamentales, los expertos gubernamentales y la
Asociación de Industrias Químicas. Los nueve informes de cálculos del CCCO conformaron las
bases de las negociaciones internacionales posteriores sobre la protección de la capa de
ozono. La reunión de Washington incitó a los Estados Unidos y, luego a Canadá, Suecia y
Noruega, a prohibir el uso de los CFC en los aerosoles, que en aquel entonces eran
responsables por la mitad del uso global de los CFC. Pero la prohibición no abarcó los usos
esenciales para fines médicos y similares. Además, la Comunidad Europea acordó no
aumentar su capacidad de producción de CFCI I y 12. Estas medidas sólo proporcionaron un
alivio temporal.
Después de haberse reducido durante varios años, las emisiones de CFC 11 y 12 volvieron a
aumentar a comienzos de la década de 19X0, debido a los usos no relacionados con
aerosoles. Dado que la capacidad de la CEE era mucho mayor que la producción real, su
congelamiento no sirvió de mucho para reducir el crecimiento de la industria. Pero la medida
sobre los aerosoles hizo que disminuyera la presión del público por los controles. El PNUMA
se quedó sólo, con la responsabilidad de mantener el problema de la destrucción del ozono
en los temarios internacionales.
El Protocolo contiene muchas cláusulas innovadoras, que dan margen para una evaluación
científica y técnica de la destrucción del ozono. Los resultados de estas revisiones
progresivas se discutirían detalladamente por lo menos una vez cada cuatro años. Se
reconoció que los países en desarrollo experimentarían dificultades en la puesta en
aplicación del Protocolo, y se les dio un plazo de diez años, además de asistencia técnica y
ayuda financiera.
Para impedir la exportación de las sustancias destructoras del ozono a los países que no se
habían suscrito a los objetivos del Protocolo, se impusieron restricciones comerciales. No se
permitió que las partes comerciaran en sustancias controladas con los países que no habían
firmado el tratado. Cada parte presenta un informe anual de su producción y consumo de las
sustancias para que se pueda comprobar el cumplimiento de las medidas de control.
En los mismos momentos en que las naciones firmaban el Protocolo de Montreal, los nuevos
descubrimientos científicos indicaban que las medidas de control eran insuficientes para
restaurar la capa de ozono. Por lo demás, los países en desarrollo expresaron su
preocupación por los términos muy vagos sobre la transmisión de tecnología y ayuda
financiera.
La Primera Reunión de las Partes del Protocolo, celebrada en Helsinki en 1989, reconoció
estas preocupaciones. Los delegados declararon su intención de eliminar las sustancias
destructoras del ozono hacia el año 2000, y se organizó un grupo de trabajo para crear un
mecanismo financiero para ayudar a los países en desarrollo. Se organizó otro grupo para
preparar las enmiendas y ajustes en el Protocolo. Se crearon Comisiones para calcular los
efectos científicos y ambientales y los aspectos económicos y tecnológicos y presentar un
informe antes de fines de 1989.
Las Comisiones presentaron un informe sobre estos asuntos en agosto de 1989. Se
demostró que la destrucción del ozono era mucho más grave que la prevista por los modelos
teóricos, y que las medidas de control establecidas por el Protocolo de 1987 no la
refrenarían, al contrario, la destrucción continuaría. Pero las Comisiones también indicaron
que sería posible eliminar las sustancias destructoras del ozono hacia el año 2000. Se
identificaron más sustancias .destructoras y se puso en evidencia la :necesidad de la
transmisión de tecnología y ayuda financiera a los países en desarrollo para la puesta en
aplicación de las reducciones.
Los dos grupos de trabajo de las partes discutieron acaloradamente las opciones de política a
fines de 1989 y en la primera mitad de 1990. Hubo muchos desacuerdos, especialmente
sobre los halones, el metilcloroformo, la transmisión de tecnología y el mecanismo financiero
para ayudar a los países en desarrollo. En junio de 1990, en la Segunda Reunión de las
Partes en Londres, 54 países partes acordaron un conjunto de medidas que fuera
satisfactorio para todos. Cuarenta y dos países que no estaban en el tratado también
expresaron su conformidad.
A consecuencia de la Segunda Reunión, los cronogramas de Montreal se ajustaron para que
los cinco CFC y tres halones inicialmente incluidos en el Protocolo fueran eliminados hacia el
año 2000. Otros CFC halogenados y tetracloruros de carbono se controlarán y finalmente se
eliminarán hacia el año 2000. El metilcloroformo se controlará y eliminará hacia el año 2005.
Los HCFC, sustitutos de los CFC, que también destruyen el ozono, se clasificaron en un
anexo separado como sustancias transitorias. Las partes también acordaron limitar el
empleo de los HCFC a usos esenciales. Cada país debe presentar un informe sobre su
producción y consumo de estas sustancias.
Se redactaron las disposiciones especiales en el Protocolo sobre la transmisión de tecnología
a los países en desarrollo y la creación de un mecanismo financiero, incluyendo un Fondo
Multilateral (para sufragar los costos acordados para la puesta en aplicación del tratado). El
Fondo se iniciaría sobre una base provisional hasta que la Enmienda de Londres entrara en
vigor. Se les pidió a las Comisiones que estudiaran todos los aspectos de la destrucción del
ozono y que comunicaran los resultados de la investigación en noviembre de 1991
Los informes de 1991 confirmaron que las reducciones de ozono continúan todas las
latitudes, excepto en los trópicos. Se recomendaron medidas de control aún más rigurosas y
controles sobre los HCFs y el bromuro de metilo, otra sustancia que destruye el ozono. Las
Comisiones también informaron que muchos países habían reducido su consumo más allá de
1o requerido por el Protocolo, y que una eliminación más rápida era factible desde el punto
de vista técnico, económico y administrativo.
Las partes se reunieron por cuarta vez en Copenhague en 1992 para estudiar los informes
de las Comisiones. Acordaron eliminar todos los CFC, tetracloruros de carbono y
metilcloroformo hacia 1996. Los halones, cuya eliminación se considera la más difícil, puesto
que no hay sustitutos, se eliminarían hacia 1994.
Los HCFC se eliminarían a fines del año 2030. Esta fecha atrasada se debió a que se quería
estimular primero el uso de los HCFC, con un bajo potencial de destrucción del ozono, para
reemplazar a los CFC. Muchas partes fueron de opinión que ningún país invertiría en las
tecnologías de los HCFC a menos que tuviera la seguridad de contar con suficiente tiempo
para obtener un beneficio adecuado. Por otra parte, a falta de una inversión suficiente en los
HCFC, se seguirían usando los CFC mucho más dañinos. Otros, en cambio, sostuvieron que
una transición a las tecnologías completamente seguras para el ozono era posible y que no
debía fomentarse el uso prolongado de los HCFC.
El bromuro de metilo, que se usa como fumigante en la agricultura, la construcción y el
almacenamiento, se discutió con muchos detalles y algunas partes sostuvieron que una
eliminación prematura podría arruinar la agricultura y las exportaciones de muchos países.
Se acordó que el consumo se congelaría hacia 1995 y entretanto se harían más estudios del
efecto del bromuro de metilo sobre la capa de ozono y las consecuencias de su eliminación.
Las partes también decidieron confirmar el Fondo Multilateral en Montreal.
El Protocolo Volver
Tanto el Convenio como el Protocolo se rigen por medio de reuniones regulares de las
partes. Las partes del Protocolo se reúnen una vez al año, y las partes al Convenio, una vez
cada tres años. El Convenio se centra en la investigación de la capa de ozono en tanto que el
Protocolo aplica las medidas de control sobre las sustancias destructoras del ozono.
Todos los gobiernos están invitados a participar en estas reuniones, pero sólo las partes
pueden votar. Se presta ayuda financiera a muchos países en desarrollo para que puedan
asistir. Muchas organizaciones no gubernamentales asisten a las reuniones como
observadores.
La Secretaría del Ozono, que forma parte del PNUMA, desempeña los deberes de su cargo en
todas las reuniones de las partes, sus comités, grupos de trabajo, etc. También analiza todos
los datos e información proporcionados por las partes. El Fondo Multilateral tiene su propia
Secretaría en Montreal para ayudar al Comité Ejecutivo a satisfacer las necesidades de los
países en desarrollo.
El Protocolo se revisa de dos maneras: puede ajustarse y/o enmendarse. Los ajustes afectan
las medidas de control ya incluidas en el Protocolo. En cambio, las enmiendas se aplican a
las nuevas sustancias o a las modificaciones de las disposiciones, a excepción de las medidas
de control sobre sustancias ya incluidas. Incluso después de la aprobación de las partes, las
enmiendas sólo son aplicables a las partes que ratifican específicamente la enmienda. Ahora
hay tres protocolos aplicables a diversas partes. El Protocolo original de 1987, el Protocolo
enmendado en Londres y el Protocolo enmendado en Copenhague.
Todas las partes están obligadas a eliminar los cinco CFC originales hacia 1996 y los tres
halones hacia 1994. Todos los otros CFC, tetracloruros de carbono y metilcloroformo serían
eliminados hacia el año 1996 por todas las partes adheridas a la Enmienda de Londres. Los
países que ratificaron la Enmienda de Copenhague, eliminarán también los
hidrobromofluorocarbonos (HBFC) hacia 1996 y los HCFC hacia el año 2030. Estas partes
también congelarán el consumo de bromuro de metilo a los niveles de 1991 hacia el año
1995. Los fabricantes tienen autorizado un exceso del 10 al 15% de producción de cada una
de las sustancias para que los países en desarrollo puedan cumplir con sus necesidades
domésticas básicas. Se ha redactado una disposición que permite la producción y el consumo
en pequeñas cantidades para cumplir con las necesidades esenciales tales como la
investigación y los usos médicos después de las fechas de eliminación de las sustancias.
Los enormes bancos de sustancias controladas que se encuentran en los equipos existentes
pueden aprovecharse para acelerar la reducción de la producción. Con este fin, las partes
eximieron el consumo de sustancias recicladas cuando calcularon el consumo de acuerdo con
el Protocolo. Se estimulará la recuperación, reclamación y reciclaje de las sustancias para
reducir la producción y acelerar el cierre de las fábricas productoras de dichas sustancias.
La Primera Reunión de las Partes reconoció a todos los miembros del Grupo de 77 y a la
República Popular China (130 países) como países en desarrollo. Turquía, mediante solicitud
especial, también se consideró nación en desarrollo. Los países en desarrollo con un
consumo anual de sustancias controladas por habitante inferior a 0,3 kg. hasta 1999 pueden
demorar diez años la puesta en aplicación de las disposiciones del Protocolo.
Todo país en desarrollo que notifique a las partes que no puede cumplir con el Protocolo por
falta de una tecnología adecuada o de fondos, tiene derecho a una audiencia sin temor de
que se le considere culpable de incumplimiento.
Las disposiciones para la transmisión de tecnología y ayuda financiera se revisarán antes de
1995. Después de esta revisión, se considerará la aplicación de los ajustes y enmiendas de
Copenhague a los países en desarrollo y también cualquier cambio en las medidas de control
aplicable a esos países.
Restricciones comerciales
Según el Artículo 4 del Protocolo, ninguna parte podrá exportar a los países que no están en
el tratado sustancias controladas bajo (i) el Anexo A del Protocolo (clorofluorocarbonos
(CFC) y halones) a partir del I de enero de 1993 y (ii) el Anexo B del Protocolo
(metilcloroformo, tetracloruro de carbono y otros CFC) a partir del 10 de agosto de 1993.
El párrafo 8 del Artículo 4 estipula que se permitirán las exportaciones por las partes: "a
cualquier Estado que no se haya adherido a este Protocolo, si se determina, en una reunión
de las partes, que dicho Estado ha cumplido con el Artículo 2, los Artículos 2A a 2E y el
presente Artículo y ha proporcionado datos a tal efecto, según lo previsto en el Artículo 7".
De acuerdo con esta disposición, un país que no esté en el acuerdo puede quedar eximido de
la prohibición comercial sobre una base anual, pero sólo después de que los datos
proporcionados sobre su producción y consumo de CFC y halones hayan sido revisados por
una reunión de las partes.
Las partes tomaron una decisión en noviembre de 1992 durante su Cuarta Reunión en
Copenhague de facilitar la importación de sustancias controladas hasta noviembre de 1993
por los países que no estén en el acuerdo siempre que proporcionen datos sobre la
producción y consumo de sustancias controladas de acuerdo con el Protocolo de Montreal
antes del 31 de marzo de 1993.
El Artículo prohibe la importación de sustancias controladas por los países que no estén en el
acuerdo y también de los productos que contienen CFC y halones, enumerados en el Anexo
D del Protocolo, es decir, aerosoles, refrigerantes, acondicionadores de aire, etc.
El Banco Mundial
Las actividades del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo con respecto a la
capa de ozono abarcan lo siguiente:
El Fondo Multilateral Provisional fue establecido en 1991, con la sede de la Secretaría del
Fondo en Montreal. El Fondo se consideró "provisional" hasta que entró en vigencia la
Enmienda de Londres. El Fondo empezó a trabajar con us$160 millones de dólares para los
tres primeros años con una disposición para aumentar a us$240 millones de dólares cuando
más países en desarrollo ratificaran el Protocolo.
La Segunda Reunión fijó la contribución para 1991 en 53,33 millones de dólares. En vista de
que más países en desarrollo, incluso China, ratificaron el Protocolo, la Tercera Reunión de
las Partes aumentó las garantías para 1992 a 73,33 millones de dólares. La Enmienda de
Londres fue ratificada por las 20 partes necesarias y entró en vigencia el 10 de agosto de
1992.
La Cuarta Reunión de las Partes confirmó el Fondo y a partir del I de enero de 1993, el
Fondo abandonó su estado provisional. Para entonces, todos los países en desarrollo más
importantes habían ratificado el Protocolo y las contribuciones para 1993 se fijaron en
us$113,33 millones de dólares. La Quinta Reunión de las Partes en noviembre de 1993
decidiría los requerimientos para los años 19941996.
Casi todos los países desarrollados han contribuido al Fondo, a excepción de los países
centroeuropeos y de Europa Oriental que solicitaron exenciones temporales por motivo de
graves dificultades financieras. Las partes ahora están considerando si podrían obtener
contribuciones en especie de dichos países. A partir del 31 de julio de 1993, para los años
1991 y 1992, hay giros pendientes de unos 24 millones de dólares contra contribuciones
asignadas en garantía de 126,66 millones de dólares.
Actualmente, 80 países en desarrollo están clasificados como amparados por el Artículo 5.
Las agencias de instrumentación están preparando programas nacionales en 44 países. Ya se
han preparado 10 programas nacionales para Chile, China, Costa Rica, Ecuador, Egipto,
Ghana, Malasia, México, Turquía y Zambia, los cuales han sido aprobados por el Comité
Ejecutivo. Estos programas nacionales tienen el propósito de eliminar unas 69.000 toneladas
de SDO. Cincuenta y tres proyectos para demostraciones e inversiones han sido aprobados
en 16 países en desarrollo a un costo de 55 millones de dólares para eliminar 25.000
millones de toneladas de SDO.
Los programas comprenden 50 programas de formación a nivel regional y nacional, 47
actividades de asistencia técnica e intercambio de información, organizados por el Centro de
Actividad del Programa para la Industria y el Medio Ambiente del PNUMA (CAP/IMA/PNUMA).
El PNUMA ha organizado talleres de trabajo en todas las regiones para introducir el Fondo
Multilateral en los países sujetos al Artículo S y proporcionar un foro para la transmisión en
cadena para todos los países de la región.
Estos problemas se superarán gracias a la voluntad política en todos los países de sustituir a
los CFC lo más pronto posible y a los recursos del Fondo Multilateral para sufragar los costos
de adquirir las nuevas tecnologías y transmitirlas a los países en desarrollo.
La historia del Protocolo de Montreal es extraordinaria y sin precedentes. Mientras que los
científicos identificaron el problema de la destrucción del ozono y presentaron las pruebas
científicas autoritarias, el PNUMA reunió a los encargados de elaborar la política y científicos
de todas partes del mundo y pudo lograr el consenso en medio de muchas opciones de
políticas divergentes. A los dos años de entrado en vigencia el Protocolo con medidas de
control limitadas sobre las sustancias destructoras del ozono, las partes ajustaron y
enmendaron el Protocolo en Londres para eliminar las sustancias más destructoras del ozono
hacia el año 2000 e identificaron otras sustancias a controlar.
Las industrias se movilizaron con rapidez para encontrar sustitutos químicos y tecnologías de
alternativa. Las presiones de los consumidores exigieron una reducción en el consumo de las
sustancias destructoras del ozono por encima de los niveles estipulados por el Protocolo.
Nuevas pruebas científicas de una destrucción del ozono sin precedentes unidas a la
factibilidad tecnológica de una eliminación mucho más rápida motivaron a las partes a
adelantar los cronogramas durante la Cuarta Reunión en 1992. La eliminación de la mayoría
de las sustancias químicas ahora se realizará en 1996 y hasta los HCFC con bajo potencial de
destrucción se eliminarán gradualmente. El consumo de bromuro de metilo se congeló en
1993.
Las naciones que ratificaron el Protocolo se han dado cuenta de las desventajas que deben
superar los países en desarrollo para seguir el mismo ritmo que los países desarrollados y les
han dado un plazo de diez años. El Fondo Multilateral, que fue establecido para sufragar los
costos marginales de los países en desarrollo para eliminar las sustancias destructoras del
ozono, ha demostrado gran previsión.
Ciento veinte naciones ya han firmado el Protocolo, 80 de las cuales son países en
desarrollo. Muchos países en desarrollo tienen proyectado eliminar las sustancias controladas
con más rapidez que lo estipulado por el Protocolo. Puesto que todos los productores de
sustancias controladas y prácticamente todos los países consumidores importantes se han
suscrito al tratado, el final de las sustancias químicas destructoras del ozono está cerca.
Y sin embargo, a pesar de la acción extraordinaria acordada por las naciones para abordar el
problema de la destrucción del ozono, la capa de ozono tardará mucho tiempo en
estabilizarse. Millones de toneladas de los CFC de larga vida ya producidos continuarán
ascendiendo a la estratosfera, atacando la capa de ozono. Las observaciones científicas
indican que las pérdidas de ozono en los años 80 fue mayor que en los años 70. Las pérdidas
se han extendido a ambos hemisferios y ocurren durante todas las estaciones y no sólo en
invierno como antes. Las observaciones hechas en 1992 indicaron que las pérdidas de ozono
eran mucho más graves que las calculadas por los modelos.
La cantidad de compuestos químicos destructores del ozono en la atmósfera seguirá
aumentando hasta el año 2000 y la carga de cloro atmosférico podría tardar hasta el año
2060 para alcanzar un volumen inferior a 2 partes por mil millones, para que se estabilice la
capa de ozono por completo.
Ahora es evidente que las naciones deberían haber actuado con más prontitud para evitar
parte de la demora, en el período comprendido entre 1974, fecha en que los científicos
anunciaron su descubrimiento sobre las sustancias destructoras del ozono, y 1987 cuando se
firmó el Protocolo de Montreal original. El millón de toneladas métricas de CFC producidas
anualmente durante ese período aplazarán el restablecimiento completo de la capa de ozono
y tendremos que pagar las consecuencias de estos años de demora.
Los próximos veinte años acarrean sus propios riesgos y sorpresas en potencia,
especialmente en cuanto a las erupciones volcánicas que contribuyen a la destrucción del
ozono por encima de los niveles calculados. Si bien el mundo puede expresar su satisfacción
por el trabajo realizado, no puede relajar su vigilancia. Habrá que controlar la capa de ozono
regularmente y realizar investigaciones para calcular los efectos ambientales de la
destrucción del ozono. Habrá que desarrollar e introducir nuevas tecnología~ para sustituir a
todas las sustancias destructoras del ozono.
El ímpetu creado por los países en desarrollo para sustituir a los CFC deberá mantenerse por
medio de la transmisión oportuna de las tecnologías de alternativa y una puesta en
aplicación enérgica del mecanismo financiero.
El uso de los CFC y HCFC deberá regularse y controlarse durante los próximos años de
acuerdo con las disposiciones del Protocolo. Habrá que tomar medidas de control más
estrictas para el bromuro de metilo y reducir su consumo tan pronto como sea posible. La~i
conclusiones deducidas por las comisiones de cálculos científicos y técnicos periódicos con
respecto a la capa de ozono han de ser acogidas con prudencia por las partes. En realidad, la
capa de ozono tiene que hacerse volver a su nivel original con cuidado y diligencia para que
el futuro de la vida en el planeta nunca vuelva a sufrir las mismas consecuencias.
El año 1997 marca el décimo aniversario del Protocolo de Montreal. El Protocolo está aún
lejos de obtener resultados impresionantes. Hacia fines de 1995, los países industrializados
habían reducido drásticamente el consumo de varios ODS, un consumo que anteriormente
era de millones de toneladas. El Fondo Multilateral, establecido en 1991, ha desembolsado
más de US$500 millones de dólares para la eliminación progresiva de las ODS en los países
en desarrollo, y cuenta con us$540 millones para el periodo 1997-1999. Los países en
desarrollo están llevando a cabo varios proyectos para la eliminación progresiva de mas de
una tercera parte de su consumo, antes de 1999, cuando el período de gracia del consumo
de cloroflorurocarbonos termine. Medidas efectuadas por algunos científicos han establecido
la reducción de las ODS en la atmósfera. Ellos predicen que la capa de ozono comenzará a
regenerarse en unos cuantos años y que estará completamente recuperada a mitad del siglo
XXI, si el Protocolo de Montreal continúa su trabajo vigorosamente.
La historia del Protocolo de Montreal ha sido una fuente de inspiración de la cooperación
internacional entre los gobiernos, científicos, técnicos, la industria, las organizaciones no
gubernamentales, bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente. Es un ejemplo claro de la solución de problemas ambientales de carácter
internacional.
El Secretariado para el Ozono está organizando varias actividades para celebrar el Décimo
Aniversario del Protocolo de Montreal de Sustancias que Agotan la Capa de Ozono. Estas
actividades son:
1. Estampillas conmemorativas del Décimo Aniversario de la Firma del Protocolo de
Montreal.
2. Artículos de la Directora Ejecutiva del PNUMA.
3. Nuevos artículos de expertos sobre la capa de ozono a ser difundidos a través de la
televisión, la radio, los medios impresos varios países del mundo.
4. Manejo del tema del ozono en todas las reuniones y celebraciones organizadas por el
PNUMA, tales como el Día Mundial del Medio Ambiente, foros juveniles, encuentros infantiles,
etc.
5. Un logotipo del décimo aniversario que aparecerá en todos los posters y comunicaciones
relacionadas con el Secretariado de Ozono del PNUMA.
6. Un espacio dentro de la página de presentación del PNUMA en Nairobi y el Secretariado
del Ozono.
7. Un número especial dedicado a la temática del ozono en "Nuestro Planeta" y en el Boletín
"OzonAction".
8. Un pequeño video filme a distribuir en los principales medios de comunicación visual de
todo el mundo.
9. Un concurso dirigido a los fabricantes de video-juegos para desarrollar y comercializar un
juego sobre la capa de ozono.
La primera actividad ya se ha materializado. La Unión Postal Universal, en su circular No.
498 fechada el pasado 11 de noviembre de 1996 solicitó ya a sus países miembros a que
elaboren sellos y estampillas con mensajes publicitarios sobre la acción del Protocolo de
Montreal y su décimo aniversario. Hasta ahora, se han recibido respuestas positivas a esta
propuesta de los siguientes países: Argentina, Brunei, Irán, Kazajstán, Pakistán, Perú y
Zambia.
En relación con la tercera actividad, el Secretariado del Ozono ha seleccionado 15 artículos
de diferentes autores y está haciendo las gestiones pertinentes para obtener los permisos
correspondientes y publicarlos a la brevedad. El Secretariado desea hacer llegar dichos
artículos al mayor número de personas posible, seleccionando el periódico de mayor
circulación en los siguientes países: Argentina, Belarús, Brasil, China, Colombia, Corea,
Egipto, Filipinas, India, Indonesia, Irán, Latvia, Lituania, Malasia, Marruecos, México, Nigeria,
Perú, Siria, Rumania, Rusia, Tayikistán, Tailandia, Ucrania y Venezuela.
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