Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La primera edición de estas Lecciones, aparecida el año 2003, tuvo una muy
generosa acogida no sólo entre estudiantes, para los cuales había sido
principalmente elaborada, sino entre abogados, jueces y profesionales jurídicos en
general. Esa favorable recepción obligó a efectuar una reimpresión del mismo
texto el 2004. No obstante, hace ya varios años que el libro se encuentra agotado
y no se le encuentra, según se nos ha informado, ni siquiera en las librerías
dedicadas a la venta de obras usadas.
Ante los requerimientos para imprimir una nueva edición, nos resistimos en un
primer momento pensando que ya existía bastante literatura jurídica sobre la
materia, impresión que se incrementó al salir a la luz el Tratado de
Responsabilidad Extracontractual del profesor Enrique Barros Bourie, que es una
obra mucho más completa y reflexiva sobre la materia.
Hemos de señalar también que hemos procedido a actualizar la cita con las
reimpresiones que afortunadamente se han hecho de las obras clásicas en la
disciplina como son los libros de Arturo Alessandri y Orlando Tapia. Nos ha
parecido que esto servirá para los alumnos o profesionales que no tengan acceso
a las ediciones originales.
No nos queda más que esperar que esta nueva edición sea tan bien acogida
como la primera, y preste un servicio provechoso a quienes deseen estudiar o
conocer de manera global y resumida una disciplina jurídica que, sin duda,
destaca por su importancia en la teoría, y más aún en la práctica judicial.
Pero sobre ese núcleo hemos querido esbozar los principales lineamientos de
los tratamientos más modernos de la responsabilidad civil, que es uno de los
campos jurídicos que más cambios ha experimentado en el desarrollo del derecho
privado en la segunda mitad del siglo XX. Se ha querido agregar así todo un
capítulo para describir los sectores en los que el sistema clásico de
responsabilidad por culpa parece estar siendo desplazado o complementado por
una estructura de la responsabilidad fundamentada en criterios de imputación
distintos del comportamiento doloso o culposo. Se comentan en su momento,
además, las contribuciones más recientes de la doctrina nacional, y en parte de la
extranjera.
Como las líneas que siguen intentan servir fundamentalmente a los estudiantes
de la carrera de Derecho, hemos seguido la técnica de distinguir con tamaños de
letras diferentes lo que, a juicio del autor, constituye las ideas medulares de la
explicación, y lo que, sin dejar de ser importante y útil, es complementario o
secundario en relación con aquéllas. No se pretende —como se comprenderá—
que pueda prescindirse sin más de lo que va tratado en letra menor, sino que el
estudiante a la hora de decidir aquello que debe retener y comprender con toda
precisión pueda reconocerlo sin mayores dificultades y distinguirlo de lo menos
fundamental.
EL AUTOR
El uso jurídico de la palabra proviene al parecer de finales del siglo XVIII, poco
antes de la revolución francesa, por influencia del inglés. El término habría
aparecido en el Derecho constitucional inglés.2
4 D'Ors, Álvaro, Derecho y sentido común, Civitas, Madrid, 1999, p. 36, para
quien la libertad es el presupuesto subjetivo de la responsabilidad. En este
sentido, puede citarse también a Le Torneau, Philippe, La responsabilidad civil,
trad. Javier Tamayo, Legis, 2004, pp. 28-29, para quien "Cada uno entiende
actuar libremente, pero acepta responder por las consecuencias de sus actos.
Libertad, conciencia y responsabilidad con conceptos complementarios e
indisociables: La responsabilidad supone conciencia y libertad; ahora solo se
concibe al hombre consciente y libre en la medida en que sea responsable".
b) La responsabilidad política
c) La responsabilidad jurídica
Por cierto, una conducta humana puede ser objeto de responsabilidad moral y
jurídica a la vez, o política y jurídica. Incluso más, y no será infrecuente, un
comportamiento puede ser constitutivo de reproche moral, político y jurídico. Así,
por ejemplo, si un Ministro de Estado, en el ejercicio de su cargo, se hace culpable
de malversación de caudales públicos: habrá responsabilidad moral (culpa
personal), política (desviación de poder) y jurídica (sanciones penales y civiles por
el delito).
a) La responsabilidad disciplinaria
b) La responsabilidad sancionatoria
La responsabilidad sancionatoria es aquella en que se incurre por la violación de
deberes no meramente funcionarios, sino que dicen relación con valores y bienes
jurídicos que a la sociedad le interesa resguardar en interés del bien público
general. Aunque puede tener semejanzas con la responsabilidad disciplinaria, se
diferencia de aquélla en la naturaleza del deber infringido, en la autoridad llamada
a imponer la sanción y, finalmente, en la forma de sanción que impone. Así, por
ejemplo, un empleado público puede incurrir en responsabilidad disciplinaria si
llega tarde a su trabajo o incumple alguna otra regla de buen servicio, pero incurre
en responsabilidad sancionatoria (penal) si se hace reo de malversación de
caudales públicos o de exacciones ilegales.
7 En este sentido, Cury, Enrique, Derecho Penal. Parte general, Ediciones UC,
7ª edición, Santiago, 2005, pp. 104-113. Un intento de superación de la
disyuntiva entre diferencias cualitativas o meramente cuantitativas, desde la
perspectiva del Funcionalismo propone Piña Rochefort, Juan Ignacio, Derecho
Penal. Fundamentos de la Responsabilidad, Abeledo Perrot, Santiago, 2010, pp.
117-132.
El prototipo de la responsabilidad sancionatoria es la responsabilidad penal. Se
incurre en responsabilidad penal cuando el comportamiento ilícito, por afectar
gravemente el orden social, está expresamente sancionado (tipificado) por una ley
anterior a su perpetración, su conocimiento es exclusivo de un tribunal constituido
previamente, y da lugar a las sanciones más severas, pudiendo incluso afectar la
libertad del culpable.
Ya hemos visto que si el hecho que es reprochable a título moral o político causa
además un daño concreto a una persona determinada, se producirá una
confluencia entre responsabilidad moral y civil o entre responsabilidad política y
civil. Así, respecto de esta última, se prevé la posibilidad de instruir un juicio para
hacer valer la responsabilidad por los daños y perjuicios causados por quien ha
sido acusado constitucionalmente (art. 53.1º Const.), y se contempla la necesidad
de una autorización especial por parte del Senado para poder ejercer acciones de
responsabilidad civil en contra de los Ministros de Estado por actos realizados en
el desempeño de sus cargos (art. 53.2º Const.). Los Ministros responden
solidariamente por los actos que suscribieren o acordaren con otros Ministros
(art. 36 Const.; cfr. art. 32.20º Const.).
Un caso de aplicación especial a este principio lo contienen los arts. 325 y 326
COT, que disponen que "Todo juez delincuente será, además, civilmente
responsable de los daños estimables en dinero que con su delito hubiere
irrogado a cualesquiera personas o corporaciones" y que "la misma
responsabilidad afectará al juez si el daño fuere producido por un cuasidelito".
Por influencia del common law (torts law ) y también por la necesidad de
propiciar una nueva inteligencia de las normas para centrar la mirada no tanto en
el responsable (autor del daño) sino en la víctima o perjudicado, se ha extendido
en el último tiempo la expresión "derecho de daños". Con ella se quiere también
destacar la progresiva consolidación de una disciplina autónoma con sus propias
reglas, principios y criterios. No es inusual que quienes prefieran esta expresión
aboguen por un tratamiento conjunto de la responsabilidad contractual y
extracontractual, en cuanto ambas serían igualmente fuente de daños.
Otros autores han intentado dar vida a teorías eclécticas: se sostiene que en
ambas responsabilidades se observa que nace una obligación y esa obligación
produce efectos. No existen diferencias de naturaleza, pero sí de carácter práctico
y de regímenes normativos (Mazeaud;16 y en Chile, Tapia17 y Abeliuk18).
1º) El art. 1437 opone como fuentes de obligaciones el contrato y el "hecho que
ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos o cuasidelitos".
2º) El art. 2284 vuelve a distinguir como fuente de las obligaciones la convención
y los hechos voluntarios ilícitos cometidos con o sin intención de dañar (delitos y
cuasidelitos, respectivamente).
Debe apuntarse que el Código Civil francés, en cambio, trata de los delitos o
cuasidelitos en el Título IV "De las obligaciones que se forman sin convención" ,
21 Yzquierdo Tolsada, Mariano, Sistema de responsabilidad civil contractual y
extracontractual, Dykinson, Madrid, 2001, pp. 82 y ss.
d) Interconexiones entre
responsabilidad contractual y extracontractual
La doctrina y los tribunales se han preguntado si un mismo hecho puede dar lugar
a responsabilidad civil contractual y extracontractual a la vez, y cuál de las
regulaciones debería aplicarse. Al menos tres posturas pueden distinguirse al
respecto: a) La teoría de la no acumulación (el non cumul de la jurisprudencia
francesa), según la cual existiendo contrato las reglas de la responsabilidad
contractual excluyen la aplicación de las normas de la responsabilidad delictual; b)
La teoría del cúmulo opcional o concurso de acciones (seguida por la doctrina y
jurisprudencias alemana e italiana30 ), de acuerdo con la cual la víctima dispondría
de dos acciones y podría optar entre ejercer una u otra, y c) La teoría del concurso
de normas, en virtud de la cual la acción es una sola: la petición de reparar los
perjuicios, por lo que perfectamente pueden ser aplicables al supuesto de hecho
normas propias de la responsabilidad contractual en ciertos aspectos y normas de
la responsabilidad extracontractual para otros. 31 Esta elección puede considerarse
un derecho de la víctima, la que elegiría las normas más favorables (se habla
entonces de cúmulo amplio o efectivo) o reservarse a la interpretación judicial.
40 Pueden verse las críticas que a esta posición formula Mazeaud, H., ob. cit.,
p. 71. Por nuestra parte, hemos profundizado en las razones para adoptar la
teoría de la opción en Corral Talciani, Hernán, "El concurso de
responsabilidades en el Derecho de Daños chileno: defensa y teoría de la
opción", H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 537-551.
41 Cfr. Díez-Picazo, L., ob. cit., pp. 230-231, señala que la opción no puede
tener lugar en aquellos casos en los que el contrato contiene reglas de
específica distribución de los riesgos o incluso reglas contractuales sobre la
distribución de los daños. Comenta el ejemplo de Monateri consistente en que
los organizadores de un raid aéreo con antiguos aeroplanos habían acordado
con los periodistas que asistieran a cubrir el evento que no responderían de los
riesgos de accidentes. Al caer un aeroplano murió uno de los periodistas, y
para evitar la cláusula de asunción de riesgos del contrato, se pretendió
invocar la responsabilidad extracontractual. Tal demanda fue correctamente
desestimada. Mazeaud, H., ob. cit., pp. 68 y ss., excluye la posibilidad del
cúmulo toda vez que las partes han previsto en el contrato la responsabilidad
en la que se incurrirá en caso de incumplimiento o cuando pactan que se
apliquen reglas de responsabilidad menos severas que las contempladas para
la responsabilidad extracontractual.
estimar que las personas o consumidores han realizado una valoración de la carga
de los riesgos al contratar.42
49 Mazeaud, H., ob. cit., pp. 7-10; Carbonier, Jean, Droit Civil, Paris, 1972, t. IV,
Nº 113, p. 424.
En un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago, sin plantearse el problema
de manera explícita, parece seguir la tesis tradicional, pues afirma que la
prescripción que se aplica a la responsabilidad generada por el incumplimiento
de una obligación de origen legal, no es la del art. 2332, sino la general aplicable
a las acciones contractuales (art. 2515).51
52 Sobre los argumentos de una y otra posición, cfr. Barcia, R., ob. cit., pp. 559-
560.
53 Mazeaud, H., ob. cit., p. 8, rechaza esta posibilidad, sostenida en 1891 por
Rourd di Card, por considerar que parte de la errada concepción de que los
cuasicontratos son asimilables a los contratos. Es evidente, sin embargo, que la
obligación de los cuasicontratos son obligaciones que se aproximan a las
contractuales no en la génesis (donde no hay consentimiento), pero sí en su
estructura.
Para Hugo Rosende58, deben distinguirse las distintas etapas que pueden
presentarse en la formación del contrato:
57 Alessandri, A., ob. cit., Nº 29, p. 45, pero aclara que si se trata de la ruptura
dolosa o culposa de tratativas meramente preliminares, habrá responsabilidad
extracontractual. En el mismo sentido, Abeliuk, R., ob. cit., t. II, Nº 931, p. 912.
En Chile, de la previsión del art. 1455.2, que obliga a indemnizar en caso de que
el error en la persona produzca la nulidad de un contrato, puede deducirse que si
existe dolo o culpa en la celebración de un contrato que deviene nulo se produce
responsabilidad. La doctrina nacional estima que la responsabilidad es
extracontractual ya que la nulidad del contrato impedirá la generación de
responsabilidad contractual.66 Lo propio debe decirse si el defecto no es vicio de
nulidad, sino la falta de un elemento constitutivo cuya ausencia produce la
inexistencia del contrato, como, por ejemplo, la inexistencia de la cosa vendida. En
64 Försten, R. y Siberman, P., ob. cit., p. 144, sostienen que también deben
restituirse las ventajas que la parte afectada hubiere recibido si en lugar de
haber invertido su tiempo en la negociación fallida, se hubiere abocado a otra
contratación. A nuestro juicio, tendría que probarse que se perdió una
oportunidad real de realizar otro contrato, lo que podrá reclamarse como
indemnización de pérdida de una chance.
66 Alessandri, A., ob. cit., Nº 30, pp. 45-46. En contra sostiene que la fuente de
esta responsabilidad es la ley, si bien supone dolo o culpa, Rodríguez Grez,
Pablo, Inexistencia y nulidad en el Código Civil chileno, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1995, pp. 300-303.
2º) Calidad del responsable: La responsabilidad penal sólo afecta a las personas
naturales que participan en el hecho. La responsabilidad civil es más amplia:
pueden incurrir en ella las personas jurídicas, pueden existir terceros civilmente
responsables, la obligación se transmite a los herederos. Se establece así que "La
responsabilidad penal sólo puede hacerse efectiva en las personas naturales" y
que "por las personas jurídicas responden los que hubieren intervenido en el acto
punible", pero ello "sin perjuicio de la responsabilidad civil que las afectare"
(art. 58.2 CPP, sin perjuicio de los excepcionales casos de responsabilidad penal
autónoma de las personas jurídicas establecidos en la Ley Nº 20.393). La acción
civil derivada de delito contra los terceros civilmente responsables debe entablarse
ante el tribunal civil competente (art. 59.3 CPP).
c) La responsabilidad civil
derivada de ilícito penal. Interconexiones
74 Achiardi, C., ob. cit., pp. 200-201, a los que agrega el supuesto del
arrepentimiento o desistimiento que configura una causal de exclusión de la
punibilidad. Si hay daño, deberá indemnizarse.
76 Yzquierdo, M., ob. cit., pp. 466 y ss. En contra, Fontecilla, R., ob. cit., p. 127.
77 De la Fuente, F., ob. cit., p. 145. Para que proceda, señala este autor, debe
tratarse de un delito de acción pública, que requiera de una pena superior a
presidio menor en su grado mínimo y que no se sustituya el procedimiento por
uno abreviado. A ello deben unirse las facultades del fiscal para desestimar el
caso, llegar a un acuerdo de suspensión condicional con el imputado, pedir el
sobreseimiento o no continuar hacia el juicio oral.
legal), lo que se mantiene incluso cuando se absuelve. 78 En el actual
procedimiento penal la cuestión es resuelta en favor de esta última tesis: "La
circunstancia de dictarse sentencia absolutoria en materia penal no impedirá
que se dé lugar a la acción civil, si fuere legalmente procedente" (art. 67 CPP).
Como las normas no distinguen, debe concluirse que puede hacerse valer en
el proceso penal tanto la responsabilidad civil extracontractual como la
responsabilidad contractual.79
3º) Régimen probatorio: El régimen probatorio que rige para la acción civil
ejercida en el proceso penal es el mismo que rige en el proceso civil. Así lo aclara
ahora, aun cuando lo mismo se deducía para el sistema anterior, el Código
Procesal Penal (art. 324 CPP).
d) Jurisprudencia reciente
sobre responsabilidad civil y penal
Otro punto en que nuestros tribunales han debido intervenir para establecer las
diferencias y relaciones entre responsabilidad civil y penal, es el relativo a los
efectos de las resoluciones dictadas en el proceso penal sobre el juicio de
responsabilidad civil seguido por los mismos hechos. Se advierte en esta materia
un cúmulo de dificultades que oscurecen la situación.
a) Restituciones mutuas
Las restituciones mutuas a que dan lugar algunas formas de ineficacia contractual,
como la nulidad y la resolución, o la relación entre reivindicante y poseedor
vencido, no pueden ser incluidas dentro del derecho de daños, aunque asuman la
forma externa de indemnizaciones. Así, por ejemplo, las prestaciones mutuas a
que da lugar la acción reivindicatoria establecidas en los arts. 904 y siguientes,
aplicables también a las partes de un contrato que se declara nulo en virtud del
art. 1687, tienen su régimen propio y obedecen a principios diversos de los de la
responsabilidad. De este estilo es la facultad que el art. 669 le atribuye al dueño
del terreno en que otra persona hubiere edificado, plantado o sembrado para
hacer suyo el edificio, plantación o sementera, mediante el pago de "las
indemnizaciones prescritas a favor de los poseedores de buena o mala fe...".
La responsabilidad del que recibe provecho del dolo ajeno, sin haber participado
ni como autor ni como cómplice en el delito civil (arts. 1458.2 y 2316), parece
ajustarse más a un supuesto de enriquecimiento sin causa que a uno de
responsabilidad.89
Esta explicación deben tener algunos casos fallados por nuestros tribunales que
otorgan indemnización a particulares que son afectados en el goce de sus
derechos por actos de autoridad necesarios para el bien común (es paradigmático
el caso "Galletué con Fisco" por el cual la Corte otorgó indemnización a los
propietarios de araucarias afectados por una prohibición de corte y explotación de
esta especie que fue declarada monumento nacional: C. Sup., 7 de agosto de
1984, RDJ, t. LXXXVI, sec. 5ª, p. 181). La indemnización en estos casos no se
funda en la responsabilidad del Estado, sino en el deber de éste de propiciar la
igual repartición de las cargas públicas (art. 19 Nº 20 Const.)91.
Suele decirse que los regímenes de responsabilidad civil actuales más que
centrarse en la culpa del autor y en su castigo, se asientan en la consideración de
la víctima y en la reparación del daño. Se considera que la función represiva de la
responsabilidad es una incoherencia que sólo puede estimarse un resabio de
épocas superadas, cuando no se hacía la distinción entre sanción penal y sanción
civil, y la indemnización cumplía el rol de reparación y también de pena privada.
Esta idea es correcta en sus términos generales. Pero necesita alguna precisión.
Primero se debe constatar que existen sistemas de derecho de daños que
cumplen también una función punitiva en forma explícita y declarada. Es el caso
del régimen de responsabilidad que existe en el sistema jurídico angloamericano
( tort law ). En este esquema se reconoce que el derecho de torts cumple tres
funciones:compensation (reparación), deterrence (disuasión)
y punishment (sanción). La aplicación de los llamados punitive damages frente a
ilícitos civiles ( torts ) es la forma de cumplir esta función punitiva.
Los daños punitivos son una suma de dinero que el juez puede ordenar pagar
a la víctima más allá de la indemnización reparatoria. Aunque la imposición de
estos daños se deja a la discreción del juez, la práctica ha establecido que sólo
son procedentes en casos de ilícitos de especial malignidad o gravedad. No es
necesario que el culpable haya obrado con dolo, y pueden concederse incluso
en caso de culpa grave. En el derecho inglés, los daños punitivos también se
aceptan, pero su procedencia sufrió una fuerte limitación en 1964 a través de
una sentencia de la House of Lords (Rookes v. Barnard). Se permite su
imposición sólo en tres supuestos: 1) en caso de acción represiva, arbitraria e
inconstitucional de los funcionarios del gobierno; 2) en caso de que el
demandado haya calculado su conducta dañina de manera de sacar un
provecho superior a la indemnización meramente reparatoria que
correspondería al demandante, y 3) cuando tales daños son expresamente
autorizados por algunos statute , por ejemplo, el Copyright, Designs and Patent
Act, de 1988.97 La figura de los daños punitivos tiende a ser considerada
excepcional y mirada con recelo por los autores en atención a que el proceso
civil no concede al demandado todas las garantías que se le aseguran en el
proceso criminal.98
99 En este sentido, Díez-Picazo, L., ob. cit., p. 25. También Domínguez Hidalgo,
Carmen, "Algunas consideraciones en torno a la función de la responsabilidad
civil en Chile", en H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 64-66.
No obstante, ante la evidencia de que la finalidad punitiva se contempla en las
condenas por daño moral, algunos piensan que podrían tipificarse ciertos casos
de daños punitivos en el sistema chileno: así, Segura Riveiro, Francisco,
"Algunas consideraciones sobre la pena privada y los daños punitivos en el
Derecho Civil chileno", en H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil
IV: Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 89-
103; Larraín Páez, Cristián, "Aproximación a los Punitive Damages", en H. Corral
y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad
extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 461-473. En Argentina,
por reforma de 2008, se agregó a la Ley del Consumidor Nº 24.240, una norma
que faculta al juez para imponer una "multa civil" en beneficio del consumidor
perjudicado (art. 52 bis). Sobre esta última norma y los problemas de recepción
de este tipo de daños, véase López Herrera, Edgardo, Los daños punitivos,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, passim.
al que lo celebró sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba (art. 1683) y
al incapaz que actúa con dolo para inducir a contratar con él (art. 1685).
Por otro lado, el hecho de que la ley contemple que la culpa de la víctima
determine una reducción de la indemnización del demandado puede ser visto en
términos sancionatorios (pérdida del derecho a la indemnización que se regula
sobre la base de la gravedad de la culpa).
La llamada escuela del Análisis Económico del Derecho ( Law and Economics )
aplicada en los Estados Unidos al sistema de torts , posee el mérito de haber
destacado la función económica de los sistemas de responsabilidad, como
instituciones de distribución eficiente de los costos de los accidentes y eventos
dañosos suscitados en la vida social. La responsabilidad, por medio de normas y
estructuras funcionarias, indica quién debe soportar, en definitiva, los costos de las
pérdidas que produce la vida en sociedad; si la víctima, si el autor del daño, si los
consumidores a través de internalización en los costos de producción de los
gastos de provisiones o seguros de responsabilidad de las empresas llamadas a
responder objetivamente. De esta manera, se puede decir que una función de las
reglas de responsabilidad civil es la de organizar las confluencias de actividades
de los privados; y con ello tienden a distribuir entre varios sujetos los costos de su
actividad y, en este sentido, "regulan, o mejor inducen, una regulación
espontánea".100
No parece haber muchas dudas en afirmar que los daños sufridos por las
personas por causas ajenas a ellas mismas deben ser reparados o compensados
en la medida de lo posible. Ya los romanos afirmaron que el alterum non
laedere (no dañar a otro) es uno de los tres grandes principios del derecho
(Ulpiano, D. 1.2.10.1). Por ello se sostiene que "se trata de un principio de tal
rango jurídico que puede llegar a trascender el propio texto constitucional, en el
sentido de no ser necesaria su mención expresa para que haya que entenderlo
incluido en él".102
Pero el sistema de seguridad social nunca podrá llegar a cubrir todos los daños;
necesariamente estará limitado a aquellos que se estimen más esenciales; la
Constitución aclara que la acción del Estado en esta materia estará dirigida a
garantizar "prestaciones básicas" (art. 19.18º). Queda, entonces, la necesidad de
verificar si la reparación del daño sufrido por la víctima puede ser impuesta, no ya
a toda la sociedad, sino a una persona individual. La justificación de la
transferencia del daño del patrimonio de la víctima al patrimonio del "responsable"
es ahora propia de la justicia conmutativa o correctiva: se trata de obtener una
restauración de la desigualdad que se ha producido por la acción del que causa un
daño.103 La razón que hace que la desigualdad sea injusta es, en general, el
comportamiento insolidario del autor del daño (dolo o culpa). No obstante, también
los sistemas de responsabilidad objetiva pueden fundarse en la justicia correctiva
en la medida que en todos ellos se propende a una transferencia del costo del
daño entre particulares y en que admiten como excusa que el daño no es
antijurídico.
Concluyendo, nos parece que por razones tanto de justicia distributiva como
conmutativa es un principio inmanente a nuestro derecho el deber de reparar los
daños sufridos por las víctimas por causas ajenas a ellas. La justicia distributiva
exige que, al menos en lo referido a ciertas prestaciones básicas (vinculadas a la
vida y salud de las personas), los daños deben ser reparados con cargo a toda la
sociedad, mediante sistemas regidos por los criterios del derecho público
(Seguridad Social). La justicia conmutativa exigirá en cambio que exista una tutela
civil que provea un medio para que la víctima obtenga la reparación de los daños
mediante la transferencia de su costo a otro particular al cual el daño le es
imputable.105 Los sistemas de responsabilidad civil extracontractual son así, en sus
grandes rasgos, necesarios por razones de justicia, de manera que una ley que
negara toda reparación de la víctima con cargo del causante del daño merecería la
tacha de injusta, y por ello no compatible con los valores y principios de la
Constitución.106
104 Barros, E., Tratado..., cit., p. 43, sostiene que la justicia correctiva puede
ayudar a discernir en qué situaciones la responsabilidad estricta puede ser
preferible a la responsabilidad por culpa.
105 Sostiene Hervada, J., ob. cit., p. 295, que "lo injusto conmutativo se
caracteriza por el daño al bien ajeno y por el enriquecimiento
desproporcionado a costa de otro. En este caso el deber de reparación se
satisface con la restitución o, si ésta no es posible, con la compensación".
106 En este sentido, Reglero, L., "Conceptos...", cit., p. 75. También haciendo
ver cómo el principio alterum non laedere ha asumido jerarquía constitucional,
lo que implica una nueva forma de interpretación de las reglas legales sobre
responsabilidad, Kemelmajer de CarluccI, Aída, "Los dilemas de la
responsabilidad civil", en Rev. Ch. Der. vol. 28, Nº 4, 2001, pp. 672-673.
los daños y perjuicios que causan determinadas autoridades o ciertas
circunstancias, sino que, además, consagra estatutos de responsabilidad
constitucional concretos, o encomienda expresamente al legislador hacerlo"
(Trib. Const., 10 de junio de 2008, Rol Nº 943-2007).
2. EL SISTEMA DE REPARACIÓN DE DAÑOS ANTE LA CONSTITUCIÓN
Los sistemas objetivos así como los de culpa presunta no violan el principio
constitucional de inocencia, en la medida en que no se trata de instrumentos
sancionatorios. 110 Nuestra Constitución señala explícitamente que "la ley no podrá
presumir de derecho la responsabilidad penal" (art. 19.3º.6), de lo que cabe
deducir que esa presunción de derecho sí es admisible tratándose de
responsabilidad civil. Tendrá que cumplir empero algunas exigencias mínimas,
como las que hemos referido en el párrafo anterior.
2º Todo daño causado a otro por lesión o destrucción de alguno de sus bienes.
En este caso la pena a aplicar corresponde al valor máximo de la cosa dañada
durante los treinta días anteriores (proximi ).
112 Cfr. D'Ors, Álvaro, Derecho privado romano, Eunsa, Pamplona, 7ª edición,
1989, § 373, pp. 426-427.
aquilia.113 No obstante, voces autorizadas, como D'Ors y, entre nosotros,
Guzmán Brito, sostienen que fue la jurisprudencia clásica la que interpretó la
palabra iniuria en el sentido de que se debía responder por actos de negligencia
que causaban daño y para ello se acudió al término de culpa, resultando que
el damnum iniuria datum es el prototipo de delito culposo (por oposición al
doloso). 114 Según Schipani, la jurisprudencia romana con la ayuda del pretor fue
interpretando el vocablo iniuriaprimeramente como ausencia de una causal de
justificación y luego como exigencia de culpa. De allí surgiría la regla general de
que toda culpa que causa un daño es punible, regla que cumplía la función de
integrar el sistema cuando ocurrían hechos dañosos que no estaban
especialmente tipificados. Pero junto con la culpa existían ilícitos típicos que
generan el deber de reparar que no se fundaban en la culpa, como, por ejemplo,
la responsabilidad del propietario de la casa por daños causados por vertidos o
cosas que caen de ella a la calle (D. 9.3).115
113 Mazeaud, H., Mazeaud, L., y Tunc, A., ob. cit., t. I, v. I, pp. 42-43.
114 D'Ors, A., Derecho..., cit., § 374, p. 427; Guzmán Brito, Alejandro, Derecho
privado romano, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1996, t. II, p. 258, aunque,
según Guzmán, el concepto de culpa comprende también la creación sin
cautelas de una situación de peligro para personas o cosas.
117 Aquino, T., Summa Teologica II-II, q. 62, a. 4, ob. cit., t. III, pp. 518-519.
Distingue Santo Tomás entre la desigualdad objetiva que causa el hecho ilícito
y "la culpa de injusticia" que constituye el delito; la primera se remedia
mediante la restitución, para lo cual es suficiente que se restituya tanto cuanto
se tuvo del otro, "pero en lo concerniente a la culpa se aplica el remedio por la
pena, cuya imposición pertenece al juez. Por consiguiente, antes de que el reo
sea condenado por un juez, no está obligado a restituir más de lo que tomó;
pero después de condenado está obligado a pagar el castigo".
118 Aquino, T., Summa Teologica II-II, q. 62, a. 2, ad. 1, ob. cit., t. III, p. 517:
"cuando lo que se ha quitado no es posible restituirlo por algo igual, debe
hacerse la compensación del modo que sea posible; por ejemplo, cuando uno
le ha quitado a otro un miembro, debe recompensarle en dinero o en algún
La jurisprudencia del Parlamento de París indica que la responsabilidad civil
ya aparece como un mecanismo in dependiente tanto de la composición
voluntaria (la transacción que tiende a reparar el daño, pero también a componer
la paz familiar) como de los daños producidos por el incumplimiento
contractual.119 Se produce también una ampliación de los daños reparables: la
acción fundada en la lex aquilia se dirigía a la reparación de daños materiales.
Sin embargo, ya los glosadores dan una acción útil en caso de lesión corporal
sufrida por un hombre libre y también en caso de homicidio por el perjuicio
pecuniario causado a los familiares de la víctima. Solamente resulta excluido el
daño puramente moral. La jurisprudencia del Parlamento de París, sin embargo,
parece ir distinguiendo entre "restituir lo dañado" y "enmendar la injuria". La
víctima puede invocar pro injuria sua una multa (amende ) que tiende a reparar
un perjuicio moral, al menos en los casos de actuación dolosa o
intencional.120 Finalmente, por influencia de los canonistas la obligación de
indemnizar el daño se hace transmisible tanto activa como pasivamente, lo que
no era aceptado sino excepcionalmente por el derecho romano y por la Escuela
de los Glosadores.121
El abandono del sistema romano parece consumado al final del siglo XIV, y los
elementos emergentes de un nuevo principio rector de la responsabilidad podían
ser objeto de una exposición teórica. Esta labor se atribuye fundamentalmente a
los juristas franceses Domat y Pothier, que trabajarán sobre el derecho romano y
Dice Domat: "Débense distinguir aquí tres clases de hechos, los cuales
pueden ser causa de ciertos daños que acontezcan: unos que constituyen un
verdadero crimen o delito; otros que son obra de las personas que faltan al
cumplimiento de sus obligaciones en los contratos... y otros que no tienen
relación con las convenciones, pero que tampoco pasan a ser un crimen o delito,
como si por una imprudencia se arroja por la ventana una cosa con la que se
manche un vestido de una persona que esté debajo; si unos animales mal
guardados causan algún daño; si se ocasiona un incendio por efecto de poca
precaución; si un edificio que amenaza ruina por no haberse reparado
oportunamente se desploma sobre otro y causa en él algún daño. De estas tres
clases de hechos sólo los últimos son objeto del presente título, pues los
crímenes y delitos no deben mezclarse con las materias civiles, y todo cuanto
atañe a las convenciones se ha explicado ya en el libro primero". 123
Un siglo más tarde, Robert Joseph Pothier, el jurista que servirá de puente entre
el derecho antiguo francés y el Code Civil de Napoleón (Code Napoleón ),
reproducirá y perfeccionará el régimen diseñado por Domat. Recogiendo la
clasificación de las fuentes de las obligaciones de Gayo, precisará que los hechos
de los que pueden derivar responsabilidad son los delitos (cometidos
intencionalmente) y los cuasidelitos (cometidos por mera negligencia).
"Se llama delito —dirá Pothier— al hecho por el cual una persona, por dolo o
malignidad, causa perjuicio o daño a otra. El cuasidelito es el hecho por el cual
una persona, sin malignidad, sino por una imprudencia que no es excusable,
causa algún daño a otro". 125
123 Domat, Jean, Las leyes civiles en su orden natural, trad. Felio Vilarrubias y
José Sarda, Imprenta de José Taulo, 2ª edición, Barcelona, 1844, lib. II, tít. VIII,
intr., t. II, p. 65.
124 Domat, Jean, ob. cit., lib. II, tít. VIII, sec. 4, § 1, t. II, p. 76. Se ha escrito, sin
embargo, que no ignora Domat algunos casos de responsabilidad sin culpa,
como, por ejemplo, la responsabilidad del dueño de la casa por los daños
causados por las cosas caídas o desprendidas de ella, en lo que sigue al
derecho romano, pero en su exposición aparecen como "culpas que no
constituyen delito". Cfr. Tale, Camilo, "La extensión del resarcimiento y otras
cuestiones actuales de responsabilidad civil en la obra de Domat (Homenaje a
su memoria y reflexiones para nuestro tiempo)", en El Derecho, Nº 9.300,
1997, pp. 1 y ss.
126 Cfr. Mazeaud, H., Mazeaud, L., y Tunc, A., ob. cit., t. I, v. I, Nº 36, pp. 51 y
ss.
IV. LA CODIFICACIÓN. CONSAGRACIÓN DEL SISTEMA CLÁSICO
Dispone el art. 1382 que "Todo hecho del hombre que causa daño a
otro, obliga a aquel por cuya culpa se ha producido, a repararlo". Y agrega el
art. 1383: "Cada uno es responsable de los daños causados no solamente por
su hecho, sino incluso por su negligencia o por su imprudencia".
128 Cfr. Zelaya Etchegaray, Pedro, "La responsabilidad civil del empresario por
el hecho del dependiente en el Código Civil francés", en AA.VV., Instituciones
Modernas de Derecho Civil. Homenaje al profesor Fernando Fueyo Laneri,
ConoSur, Santiago, 1996, pp. 463 y ss.
130 Alpa, G., y Bessone, M., ob. cit., p. 101. Según estos autores, las tres
instituciones: propiedad, contrato y responsabilidad son entendidas en la época
en clave individualista, funcional a las directivas de la política económica del
laissez faire.
V. LA EXPANSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL. CRÍTICAS AL PRINCIPIO DE LA CULPA
131 Cfr. Mazeaud, H., ob. cit., pp. 40 y ss., donde se discute la obligación de
seguridad en contratos como el de transporte, de trabajo, de enseñanza, de
juegos al aire libre, de hospedaje e incluso de venta.
VI. LA TEORÍA DE LA RESPONSABILIDAD OBJETIVA O POR RIESGO
Los correctivos anteriores son, sin embargo, estimados insuficientes para dar
solución a todos los casos planteados por la sociedad industrializada.
Esta teoría ha sido muy recurrida frente a los daños producidos por
organizaciones en las que es muy complejo individualizar al culpable, o en que no
existe propiamente culpa en estricto rigor, ya que el daño es estadísticamente
necesario a una determinada actividad productiva.
137 Cfr. Planiol, Marcel, y Ripert, George, Traité pratique de Droit Civil Français,
Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, Paris, 1930, t. VI, Nº 480, pp.
664 y ss. Planiol, M., Traité..., cit., t. II, Nº 863, p. 274, llega a decir que "esta
nueva doctrina, lejos de ser un progreso, constituye un retroceso, que nos
retorna a los tiempos bárbaros, anteriores a la ley aquilia, donde se atendía a la
materialidad de los hechos".
138 Cfr. Díez-Picazo, Luis, Derecho de daños, Civitas, Madrid, 1999, pp. 116-
117.
Por otra parte, se ha advertido que ciertas actividades empresariales que, en
sus primeras etapas, son muy riesgosas, difícilmente podrían haberse
desarrollado y consolidado de aplicarse el modelo de la responsabilidad por
riesgo. Piénsese, por ejemplo, en el transporte aéreo en la primera mitad del siglo
XX. La aplicación de la responsabilidad objetiva habría conducido a la quiebra a
cualquier empresa que en esos momentos, por el progreso alcanzado, operaba
con niveles muy altos de riesgo.
VII. LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL COMMON LAW
139 Prosser, William, Keeton W. Page, y otros, Prosser and Keeton on The Law
of Torts, West Publishing Co., St. Paul, 1984, p. 2.
propiedad y, por ello, causa daño a una propiedad vecina, es responsable de los
perjuicios directamente causados. De aquí se desarrolla toda una forma de
responsabilidad objetiva, hasta llegar a la responsabilidad por daños producidos
por productos con defectos de fabricación: la product liability .140
140 Markesinis, B. S. y Deakin, S. F., ob. cit., pp. 492 y ss. y 558 y ss. En este
libro se mencionan además como "Stricter Forms of Liability", la Liability of
Animals, la Employer's Liability, y la Vicarious Liability.
VIII. SISTEMAS CONTEMPORÁNEOS DE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
Una técnica diversa es la utilizada por el common law , el que, siguiendo más
fielmente los precedentes romanos, no llega nunca a enunciar una regla general
de que todo daño injusto debe ser indemnizado, sino que procede a través de la
previa caracterización de ciertos comportamientos dañosos que merecen ser
considerados para imponer la responsabilidad. En Estados Unidos o Inglaterra,
una Corte tratará siempre de encuadrar el caso dentro de un " tort " tipificado
previamente para afirmar el deber de indemnizar.
Pero el sistema de tipificación casuista de los ilícitos civiles no es del todo ajeno
a los derechos de tradición continental. El Código Civil alemán ( B.G.B. )
desconoce también la enunciación de una cláusula general similar a la existente
El jurista italiano Di Majo pone de relieve cómo estos dos sistemas, si bien
muy diferentes en el plano teórico, se aproximan bastante cuando se trata de su
funcionamiento y desarrollo en la práctica. Así, por ejemplo, la aparición en
el common law del tort de negligence, para cobijar una serie de hechos dañosos
que no eran incluibles en los torts tradicionales, asemeja el modelo al que opera
con ilícitos no típicos. En el sistema del B.G.B . alemán, jurisprudencia y doctrina
han expandido los casos atribuibles a los valores tipificados y han hecho uso de
la mención genérica de "otros derechos" para abrir la tipificación a supuestos no
expresamente contemplados. Por su parte, se constata que también en los
sistemas de cláusula general, la jurisprudencia termina por elaborar una suerte
de catálogo de conductas que no respetan los deberes de cuidado exigibles. En
todo caso, lo que es un punto común a ambos sistemas es que ninguno de ellos
conoce una regla general y absoluta de que cualquier daño debe ser reparado,
por lo que siempre se exige una mediación valorativa del evento dañoso, sea a
través de una opción normativa predispuesta, sea a través de la exigencia de
antijuridicidad o el balance de los intereses involucrados. 142
No hay duda que el régimen chileno se alinea junto con el francés en los que
utilizan una cláusula general: nuestros arts. 2314 y 2329 del Código Civil recogen
el principio general del neminem laedere . Ello no quita, sin embargo, como
veremos, que el legislador de vez en cuando proceda a describir anticipadamente
conductas que deben ser consideradas ilícitas y generadoras de responsabilidad,
vinculando así el poder de apreciación del juez.
Sobre la base del famoso teorema de Coase, 143 estudios como los de
Calabresi144 consideran que un sistema de responsabilidad civil no es más ni
menos que un conjunto de reglas que establecen criterios de distribución de los
costos de los accidentes; por lo que la función principal de la responsabilidad
civil sería reducir el costo de los accidentes y el costo de evitarlos. El sistema
que con mayor eficiencia logre esta distribución será el más adecuado. De aquí
se seguiría que el sistema tradicional de responsabilidad por culpa, que intenta
reducir los accidentes mediante el encarecimiento de su valor respecto de aquel
que los ocasiona culpablemente, no cumpliría esas funciones de un modo
eficiente, sobre todo en cuanto el sujeto responsable puede prescindir de las
conductas preventivas y trasladar los costos de transacción (negociación y
litigación) mediante el contrato de seguro, cada día más frecuente. 145 En cambio,
143 El trabajo de Coase está basado justamente en la responsabilidad civil de
las empresas por las actividades que causan perjuicio. Según él, el problema a
resolver no es cómo evitar que A cause daño a B, sino si debe permitirse que A
dañe a B, o que B dañe a A, o sea, se trata de saber cuál es el daño mayor que
debiera ser evitado. El teorema postula que mientras menores sean los costos
de transacción (litigación), los derechos de las partes serán reasignados, con
independencia de los fallos judiciales, en favor de aquellos que más los
valoren. Cfr. Coase, Ronald, "El problema del costo social", en Estudios Públicos
Nº 45, 1992, pp. 81 y ss. (el original "The Problem of Social Cost", 1960, 3 J.
Law && Econ. 1).
145 Cfr. Schafer, H., y Ott, C., Manual de Análisis Económico del Derecho Civil,
trad. M. Von Carstenn-Lichterfelde, Tecnos, Madrid, 1991, pp. 98 y ss.; Peña
González, Carlos, "Sobre el análisis económico de la responsabilidad civil", en
AA.VV., Instituciones Modernas de Derecho Civil. Homenaje al profesor
el derecho podría lograr una mejor asignación de los recursos si identifica a
aquel que con menor costo puede evitar el accidente ("least cost avoider ") para
atribuirle a él la responsabilidad. Esta parte normalmente será la que tiene
mayores recursos económicos, ya que en este caso podrá negociar con más
eficiencia al margen de lo que definan los tribunales. Así, por ejemplo, señala
Calabresi que si una empresa contamina en perjuicio de los residentes de un
barrio, resulta más factible ver a la empresa pagando a los residentes por el
daño más que a los residentes comprando la empresa. Si se asigna a los
residentes el derecho a controlar la contaminación, la empresa les comprará a
ellos si el valor del derecho a contaminar le resulta más alto que el costo de la
compra. En cambio, si se asigna a la empresa el derecho de contaminar, es muy
improbable que los residentes, atendida su escasez de recursos y de
asesoramiento técnico, puedan negociar para comprar a la empresa el derecho
de contaminar incluso si ellos lo valoran más altamente. 146
Las tesis del Análisis Económico del Derecho, cristalizadas en los años setenta
en el seno de profesores de common law , en un principio parecieron favorecer la
responsabilidad sin culpa, sobre todo en el ámbito de las actividades productivas.
Según Calabresi, el sistema basado en la culpa resulta defectuoso tanto en su
función de buen distribuidor de las pérdidas como de control primario de los
costos.147
Aun así, es posible admitir que estas teorías son un aporte para la comprensión
de las funciones y efectos económicos de las decisiones legales o judiciales en un
sistema de responsabilidad, sin que ellas puedan ser miradas como determinantes
o excluyentes de otras perspectivas igualmente necesarias. 149
148 Gorassini, Atilio, "Analisi economica del Diritto: chiose sul ruolo attuale di
un metodo nella responsabilità civile", en Europe e America. Rivista di Diritto
dell'Integrazione e Unificazione del Diritto en Europe e in America Latina Nº 11,
2001, p. 187: "Si puede aceptarse que una libre actividad que produzca
bienestar aunque a un solo individuo sin empeorar el bienestar de los otros,
sea una realidad deseable -incluso como expresión de libertad- no aparece
igualmente descontado que el mismo juicio pueda hacerse si para realizar el
bienestar de la libre actividad de un sujeto sea necesario un comportamiento
de mayor cuidado por parte de todos los otros sujetos, como comportamiento
de prevención jurídicamente debido. En este caso parece, en efecto, que la
elección de un modelo de vida adoptado por algunos deberá ser
necesariamente soportado por los otros y esto choca con el Grundwert del
hombre valor-en sí y no aparece ya gestionable con un presunto sistema de
análisis jurídico científico neutral. Es solo una opción política que se intenta
imponer con un método fraudulento en cuanto no abiertamente declarado... En
realidad, la sensación del jurista continental es que, al menos relativamente al
instituto de la responsabilidad civil, el análisis económico del derecho no es
más que el resultado de la conseguida experiencia histórica de un grupo de
juristas de common law que tenían una exigencia práctica que realizar y que
han conseguido su objeto" (pp. 187-189).
En los inicios del siglo XXI, la discusión y la reflexión sobre la mejor reparación de
los daños a las personas en la sociedad, desde un sistema de derecho privado
justo y eficiente no ha cesado. Pareciera, no obstante, que después de un largo
período, en el que se propiciaba toda innovación de atribución de responsabilidad
fundada en la causalidad o el riesgo y se pretendía la desaparición del concepto
de culpa como noción eje del sistema de responsabilidad civil, se está girando
hacia un redescubrimiento de los elementos normativos de la culpabilidad como
factores necesarios de conexión entre el autor y la víctima y hacia un esfuerzo por
delimitar mejor el riesgo como factor de atribución de responsabilidad, asignándole
una función más bien complementaria y no sustitutiva de la culpa.
Como hitos de este proceso, aun no del todo delineado, pueden mencionarse
los siguientes:
La visión de que todo daño debe ser evitado y reparado y que esto le corresponde
a un subsistema del derecho privado como el de responsabilidad es claramente
utópica. Parece necesario recordar que, en la sociedad humana, los daños no
pueden ser evitados, y muchos de ellos no son reparados. Por otra parte, no todo
daño puede ser indemnizado a través del modelo de responsabilidad, que busca
esencialmente traspasar costos de accidentes entre particulares, y de acuerdo a
mecanismos propios del derecho privado. La llamada "socialización del riesgo" ha
demostrado su insuficiencia como sistema de responsabilidad. Es necesario
distinguir claramente un sistema de responsabilidad de otros mecanismos
distributivos de compensación del costo de accidentes que operan desde la óptica
del derecho público: es lo que sucede con los seguros sociales, fondos de
indemnización para grupos de víctimas, leyes especiales de reparación de ciertos
daños típicos, etc.
152 Cfr. Díez-Picazo, L., Fundamentos... cit., p. 131. Gorassini, A., ob. cit., p.
184, señala que de acuerdo con las conclusiones más recientes de la Escuela
del Análisis Económico del Derecho, un modelo de responsabilidad civil objetiva
mantiene un nivel de eficiencia sólo si se da en presencia de ciertas
condiciones: a) en las situaciones de posible previsión unilateral del daño (sólo
el autor del daño puede reducir su entidad y frecuencia); b) cuando es posible
un resarcimiento perfecto (esto es, resulte indiferente para la víctima la
ocurrencia de un accidente); c) si autor del daño y perjudicado son
identificables ex ante; d) si existen costos de transacción elevados o
dificultades de prueba para acreditar la responsabilidad en las situaciones de
prevención bilateral de los daños.
objetiva (por ejemplo, para demandar indemnizaciones mayores a la cuantía
máxima legalmente determinada).153
Este "redescubrimiento" del rol de la culpa ha sido incluso asumido por los
partidarios del Análisis Económico del Derecho: "después de la explosión de una
asumida superioridad de los sistemas con modelos de responsabilidad objetiva
—señala un autor—, se ha pasado a considerar los modelos mixtos como más
eficientes, con una continua recuperación en el tiempo de espacios siempre
mayores a la responsabilidad culposa, redescubierta siempre como más
eficiente".158
Con frecuencia se sostiene que los elementos necesarios para que exista
responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno son: 1º Capacidad, 2º
Dolo y culpa, 3º Daño y 4º Relación de causalidad. 159 Consideramos que esta
clasificación no es del todo apropiada, porque tiene poco en cuenta la estructura
del hecho dañoso. Por nuestra parte, preferimos distinguir entre la capacidad
como presupuesto general de la responsabilidad civil y los requisitos o elementos
del hecho particular que causa esa responsabilidad.
a.1) Concepto
Por deficiencia del uso de la razón, son incapaces los dementes (art. 2319.1). Dice
Alessandri que jurídicamente son dementes "los que, al tiempo de ejecutar el
hecho, están privados de la razón por causas patológicas" .161 Un concepto amplio
es también el de Tapia. 162 La legislación más actual prefiere el término de
enajenado mental (cfr. art. 465 CPP) o de discapacitado mental (Leyes Nº 18.600
y Nº 20.422).
a.2) Requisitos
170 Barros, E., Tratado..., cit., p. 66, "en principio, debe asumirse que son
constitutivas de demencia las graves deficiencias en la capacidad intelectual o
volitiva".
Por extensión se entiende que el art. 2318 se aplica también a las llamadas
locuras tóxicas: privación de razón por empleo de morfina, opio, cocaína u otro
tipo de drogas o estupefacientes (Tapia 173; Alessandri174). Pero si la embriaguez
o locura tóxica es independiente de la voluntad, podría ser inimputable el agente
directo, y la responsabilidad podría reclamarse del real autor de la embriaguez o
intoxicación.175
1º) Infantes: Según el art. 2319.1, "No son capaces de delito o cuasidelito los
menores de siete años..."; o sea, los infantes (cfr. art. 26).
Quien cuida al incapaz puede incurrir en responsabilidad por los daños causados
por este último. Dice el art. 2319.1: "...pero serán responsables de los daños
causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere imputárseles
negligencia".
Esta es la teoría tradicional, pero nos parece discutible: la frase "si pudiere
imputárseles negligencia" del art. 2319.1, bien podría ser interpretada en un
sentido contextual que incluyera como forma de comprobar esa negligencia las
presunciones de culpa por hecho ajeno, establecidas en el art. 2320.
177 Alessandri, A., ob. cit., Nº 100, p. 105; Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 245, p.
243.
4. DERECHO EXTRANJERO
El Código Civil italiano señala que "No responde de las consecuencias del
hecho dañoso quien no tenía la capacidad de entender o de querer en el
momento en que lo ha cometido, a menos que el estado de incapacidad derive
de su culpa" (art. 2046). Pero agrega que "En caso de daño causado por la
persona incapaz de entender o de querer, la reparación es atribuida a quien
tenía el deber de vigilancia del incapaz, salvo que pruebe no haber podido
impedir el hecho. En el caso en el cual el perjudicado no haya podido obtener la
reparación de quien tenía el deber de vigilancia, el juez, en consideración de las
condiciones económicas de las partes, puede condenar al autor del daño a una
equitativa indemnización" (art. 2047).
179 Así, Visintini, Giovanna, Trattato Breve della Responsabilità Civile, Cedam,
Padova, 1997, p. 66. Aedo, C., El daño moral... cit., pp. 103-104, cree posible
hablar de omisión pura en sede civil sin que haya un precepto jurídico que
atribuya al sujeto un deber de actuación en virtud de una posición de garante y
por violación directa del principio general de no hacer daño a otro expresado
en el art. 2314. Esta tesis es demasiado abierta y propende a la creación de
deberes de actuación sobre la base de la apreciación discrecional y a posteriori
del juez.
Se ha pensado que también hay caso fortuito si los daños se producen por el
cumplimiento de una orden de una autoridad legítima. Se sostiene que la orden
debe provenir de la ley o de la autoridad pública, no de autoridades privadas,
como los padres, el patrón o el mandante. 183 Pareciera que lo relevante no es la
fuente de la autoridad, sino más bien el grado de coerción que conlleva, es decir,
si es capaz de suprimir la voluntariedad del agente en la producción de daño. Esto
raramente sucederá, ya que la mayor parte de las órdenes requieren de una
obediencia reflexiva. No obstante, el mandamiento del superior podría ser
considerado como causal de exclusión de la ilicitud por aplicación del art. 10 Nº 10
del Código Penal, que exime de responsabilidad al que "obra en cumplimiento de
un deber".184
183 Alessandri, A., ob. cit., Nos 523 y 524, pp. 438-439.
Nuestra jurisprudencia ha fallado que las características de irresistible e
imprevisto del caso fortuito deben apreciarse objetivamente: "Ello implica que la
imposibilidad de prever o resistir el acontecimiento debe ser absoluta... la
presentación de una dificultad, que puede subsanarse por un hombre prudente,
jamás puede tener el carácter de caso fortuito" (C. Concepción, 7 de noviembre
de 1985, RDJ , t. LXXXII, sec. 4ª, p. 288). La misma sentencia requiere que el
caso fortuito sea la causa única del daño y que no contribuya a él la culpa del
agente.
184 Hervada, J., ob. cit., pp. 279-280, sostiene en general que el ejecutor de
una orden injusta es coautor del daño junto con el que la impera, ya que no
hay deber de obedecer una orden ilegítima. Concordando con esta conclusión,
en la práctica no siempre el subordinado tendrá elementos de juicio para
calificar de injusta la orden del superior. No siempre estará en condiciones de
libertad para rehusar su cumplimiento.
Lo cierto es que la persona jurídica es más que una mera ficción legal, y aunque
también sea exagerado absolutizar la realidad de la personalidad técnica que se le
atribuye, bien puede identificarse una voluntad colectiva generadora de un daño
que será imputable a la persona como tal, en la medida en que esté manifestada a
través de las personas naturales que actúan como representantes u órganos de la
misma. Incluso respecto de la responsabilidad de la persona jurídica es posible
hablar de hechos voluntarios, y se mantiene la exigencia de la voluntariedad como
elemento de la responsabilidad civil extracontractual.
187 Es obvio que la expresión "que les afectare" se refiere a las personas
jurídicas.
nacional, y que tiene reconocimiento legal en el art. 133 de la Ley Nº 18.046, de
Sociedades Anónimas (C. Concep., 23 de agosto de 2010, Rol Nº 987-
2009, LP 45555, MJ 24631). Recientemente, sin embargo, se ha hecho ver que
ambas teorías se basan en una ficción de voluntad y que si la responsabilidad
por culpa es básicamente imputación de culpabilidad, las personas jurídicas, no
siendo seres humanos, no pueden responder. Como no se quiere extraer la
consecuencia de que las personas jurídicas sean liberadas de soportar el costo
de los daños ilícitos que causen, se pretende que, a falta de responsabilidad por
culpa, se explique su imputación como una suerte de responsabilidad objetiva o
por la actividad desarrollada en el giro de la persona jurídica. 188
189 "Son coautores del acto injusto -dice Hervada, J., ob. cit., p. 282- cuantos
dan su voto a favor del acto lesivo del derecho, por cuanto contribuyen
positivamente a la formación de la voluntad injusta".
IV. ANTIJURIDICIDAD
1. MANIFESTACIÓN LEGAL Y AUTONOMÍA
1º) El art. 1437 señala que las obligaciones nacen de, entre otras fuentes, un
"hecho que ha inferido injuria o daño ".
2º) El art. 2284 dispone que "Si el hecho es ilícito , y cometido con intención de
dañar, constituye un delito. Si el hecho es culpable, pero cometido sin intención de
dañar, constituye un cuasidelito".
190 Barros, E., Tratado..., cit., pp. 96-97 sostiene que no tiene sentido separar
la antijuridicidad de la culpa en un sistema como el chileno, ya que "La
antijuridicidad, en materia civil, no es más que el hecho culpable que causa
daño". La misma posición en Céspedes Muñoz, Carlos, "La antijuridicidad:
¿presupuesto de la responsabilidad extracontractual en el ordenamiento
chileno", en H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 523-535.
En contra, haciendo ver que resulta absurdo recurrir a las causas de
justificación negando la existencia de la antijuridicidad, Aedo Barrena, Cristián,
Responsabilidad extracontractual, Librotecnia, Santiago, 2006, pp. 257-258.
omisiva— transgresora al menos de un deber genérico de garantizar seguridad a
las eventuales víctimas.191
191 Cfr. Quintanilla Pérez, Álvaro, "¿Responsabilidad del Estado por actos
ilícitos?", en Revista de Derecho (Consejo de Defensa del Estado), Nº 1, 2000,
pp. 58-65. En Italia, Bianca, C.M., Diritto..., cit., pp. 555-556, sostiene que la
responsabilidad objetiva si bien prescinde de la culpa pero no de la ilicitud, esto
es, de hechos que integran la contrariedad a una norma jurídica. Así, en el caso
de responsabilidad por productos defectuosos, la actividad productiva es lícita,
pero no lo es el acto del productor que pone en el mercado productos que por
su defectuosidad crean un riesgo específico de daño.
2. ANTIJURIDICIDAD Y TIPICIDAD. EL ILÍCITO CIVIL TÍPICO
Por cierto, el hecho de que una conducta esté tipificada penalmente constituye
un indicio manifiesto de ilicitud, que sólo podría quedar desvirtuada por la
acreditación de una causal de exclusión de la antijuridicidad. Nuestra
jurisprudencia, por ejemplo, ha declarado que si se acredita la responsabilidad por
el delito de giro doloso de cheques, debe darse lugar a la demanda civil de
indemnización de perjuicios deducida por el afectado (C. Sup., 25 de enero de
1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 4ª, p. 2).
192 Díez-Picazo, L., y Gullón, A., ob. cit., p. 621.
194 Lacruz Berdejo, José Luis, y otros, Elementos de Derecho Civil. II Derecho
de obligaciones, Bosch, 2ª edición, Barcelona, 1985, vol. I, p. 502.
¿Cuál es la función de esta tipificación? La función del tipo civil no es otra que la
misma que el tipo penal, aunque para los efectos de la responsabilidad civil, es
decir, servir de indicio de la antijuridicidad de la conducta. Cuando la
responsabilidad extracontractual se fundamenta en una conducta tipificada por la
ley civil como generadora del deber de indemnizar, no será necesario hacer
mayores esfuerzos para sostener la ilicitud, y sólo si concurriere por excepción
una causal de justificación (que deberá probarla el demandado), podrá
descartarse la presunción de antijuridicidad que surge del tipo. En ocasiones la
tipificación devendrá en la exigencia de que el comportamiento se produzca
dolosamente, como sucede en el supuesto del art. 2119, que señala que si un
consejo "se da maliciosamente, obliga a la indemnización de perjuicios". En este
caso la ley exige dolo para que se genere responsabilidad civil extracontractual,
por lo cual debe descartarse la configuración de un ilícito civil cuando el consejero
obra imprudentemente.198 Lo propio debe decirse del art. 1814, que obliga a
indemnizar al vendedor de una cosa inexistente si procedió "a sabiendas".
Debe rechazarse, tanto para la responsabilidad civil que surge de un tipo penal o
contravencional como para aquella que nace del "ilícito civil típico", la idea de que
no es necesario acreditar los demás requisitos generales de la responsabilidad,
tales como la capacidad delictual y la imputación subjetiva (dolo o culpa). Los tipos
penales o contravencionales y los tipos meramente civiles requieren que la
conducta se realice intencional o imprudentemente. De este modo, será necesario
acreditar la reprochabilidad o culpabilidad para configurar definitivamente la
obligación de indemnizar. De lo contrario, la responsabilidad civil surgida de un
tipo legal devendría en una suerte de responsabilidad objetiva que resultaría a
todas luces hipertrofiada en su extensión.
198 Cfr. Stitchkin, David, El mandato civil, Editorial Jurídica de Chile, 5ª edición
actualizada por Gonzalo Figueroa Yáñez, Santiago, 2008, Nº 111, pp. 235-239.
La solución de nuestro Código es tomada de los tratados del mandato de
Pothier y de Troplong.
Disentimos de la tesis propuesta por Pablo Rodríguez, para quien el ilícito civil
típico funcionaría de un modo semejante a la responsabilidad objetiva, en el
sentido de que la ley atribuye a una determinada conducta el deber de reparar sin
que sea necesario probar que hubo culpa o dolo en el agente. La única diferencia
residiría en que en la responsabilidad objetiva el único antecedente de la
responsabilidad es la relación de causalidad, en la del ilícito típico el antecedente
es la ejecución de la conducta descrita por el "tipo civil". 199A nuestro juicio, esto
contribuye a una expansión indeseable de la responsabilidad objetiva,
contraviniendo la idea del legislador, que en muchos tipos civiles explícitamente
hace referencia a un actuar doloso, de mala fe, o negligente (o al menos lo
supone). Por otra parte, si se admitiera que respecto del ilícito civil típico la
responsabilidad se presume de derecho, no se entendería por qué ello no sucede
cuando el deber de reparar surge de la realización de una conducta tipificada por
la ley penal o contravencional. Pero si se admitiera esto, entonces debiera llegarse
a la conclusión de que nuestro sistema es de responsabilidad objetiva y no de
responsabilidad subjetiva, como afirma en forma unánime la doctrina, incluido el
mismo Rodríguez.
199 Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., p. 464. De esta forma, este autor
cree que la responsabilidad extracontractual admite tres formas de
presentación: el ilícito civil genérico (que surge de la infracción al neminem
laedere), el ilícito civil típico y la responsabilidad objetiva.
3. LA RESPONSABILIDAD POR HECHO LÍCITO
Para la responsabilidad del Estado pareciera que tampoco puede afirmarse sin
más la prescindencia de la antijuridicidad. A veces ésta se la hace surgir de una
vulneración del principio de la igual repartición de las cargas públicas
consagrado en la Constitución (art. 19, Nº 20 Const.), pero, a nuestro entender,
202 Quintanilla, A., ob. cit., p. 62, piensa que estas obligaciones
indemnizatorias no tienen como fuente la responsabilidad extracontractual,
sino la ley.
ese principio, así como el del enriquecimiento sin causa, funcionan de modo
autónomo y no como supuestos de responsabilidad.
203 De Cupis, A., ob. cit., pp. 99-100. En este mismo sentido, Aedo, C.,
Responsabilidad... cit., pp. 266 y ss. sosteniendo que en ciertos casos se
prescinde de la ilicitud de la conducta porque el daño sería injusto, como
sucedería en la retractación tempestiva de la oferta (art. 100 CCom) y en la
obligación de resarcir el daño causado en un estado de necesidad.
En la teoría del abuso del derecho caben los supuestos de responsabilidad por
el ejercicio de acciones judiciales manifiestamente infundadas. Así se explican
normas como la del art. 280 CPC, respecto de las medidas prejudiciales
solicitadas sin fundamento (cfr. también arts. 197 y 328 CC, art. 50 E Ley
Nº 19.496, de 1997, art. 4º letra g Ley Nº 20.169, de 2007).207
207 Se sostiene, sin embargo, que en estos casos se debe ser más exigente
para acreditar que ha existido abuso del derecho a la acción y considerar tal
sólo el que hace el más poderoso contra el más débil y con la conciencia de
estar obrando ilegítimamente: Varas Braun, Juan Andrés, "Responsabilidad
aquiliana por el ejercicio de acciones judiciales", en H. Corral y otros (coords.),
Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot,
Santiago, 2011, pp. 215-228.
fallado la Corte de Coyhaique (C. Coyhaique, 9 de mayo de 1997, RDJ , t. XCV,
sec. 1ª, p. 57, con recurso de casación en el fondo desestimado).
208 Cfr. Josserand, L., ob. cit., t. II, vol. I, Nº 435, p. 321.
5. CIRCUNSTANCIAS QUE EXCLUYEN LA ILICITUD
a) Legítima defensa
No hay responsabilidad por los daños que se causen en legítima defensa frente a
una agresión injusta, siempre que se den todas las condiciones de esta eximente:
agresión ilegítima, falta de provocación y proporcionalidad de la respuesta. La
legítima defensa puede aplicarse a lesión de personas o a daño de bienes. 209
b) Estado de necesidad
209 Cfr. Mazeaud, H., Mazeaud, L., y Tunc, A., ob. cit., t. I, v. I, Nº 489, p. 464.
Por eso, jamás puede legitimarse un daño a las personas invocando el estado
de necesidad, ya que no es posible comparar bienes materiales con bienes de la
personalidad, ni éstos entre sí (por ejemplo, no hay estado de necesidad que
autorice dar muerte a una persona con el fin de salvar a otras muchas). 211 La
nueva causal eximente agregada por la Ley Nº 20.480, de 2010, en el Nº 11 del
art. 10 CP en beneficio de "El que obra para evitar un mal grave para su persona
o derecho o los de un tercero" no puede ser aplicada para declarar lícito el
estado de necesidad tratándose de daño a personas, ya que la norma exige que
"el mal causado no sea sustancialmente superior al que se evita", valoración en
que es inadmisible tratándose de la vida y la dignidad de los seres humanos,
cada uno de las cuales tienen un valor incomensurable. Además, consta de la
historia de la ley, que la nueva causal constituye un estado de necesidad
exculpante y no una causa de justificación (se pensaba en la mujer que ante una
violencia continuada del marido, terminaba por darle muerte para liberarse de su
opresión). Si esto es así, aunque se quisiera aplicar la regla a la muerte del
concebido para salvar la vida de la madre, ello podría sólo tener efectos para no
excluir la culpabilidad penal, pero no la antijuridicidad y, por tanto, la
responsabilidad civil por el daño causado.
En todo caso, el hecho de que no haya acción para pedir la reparación del daño
a título de responsabilidad no quiere decir que el afectado deba sufrir todo el costo
del salvamento. Éste tendrá derecho a pedir restitución para evitar el
enriquecimiento injusto (no se demandarán todos los perjuicios sufridos, pero sí la
compensación del daño que restaure el equilibrio entre los dos patrimonios
involucrados).
c) Otros supuestos
Según el art. 98.2, "No se podrá alegar esta promesa ... para demandar
indemnización de perjuicios". La norma es abierta y da para entender que la
indemnización de perjuicios no puede reclamarse a título de responsabilidad civil
extracontractual. La ley no quiere que la eventual demanda de perjuicios coarte al
novio renuente en su libertad para rechazar el matrimonio llevándolo a unas
nupcias que contraería por la fuerza que opera en su ánimo la posible merma
patrimonial que le reportaría, en caso de admitirse, la reparación de los daños
causados por el rompimiento de su promesa. 215
219 Por la tesis tradicional, Alessandri, A., ob. cit., Nºs. 548 y ss.; pp. 460 y ss.
La distinción entre pactos que recaen sobre el daño y pactos que recaen sobre
el riesgo es postulada por Barros, E., Tratado..., cit., pp. 1097-1098. Estas
convenciones modificatorias de responsabilidad son de admisibilidad más
restringida en el campo de Derecho del Consumo: al respecto, Corral Talciani,
Hernán, "Cláusulas de exención, limitación y agravación de responsabilidad
civil en perjuicio del consumidor", en Gonzalo Figueroa, Enrique Barros y
Mauricio Tapia (coords.), Estudios de Derecho Civil VI: Jornadas Nacionales de
Derecho Civil, Olmué, 2010, Abeledo Perrot, 2011, pp. 601-682.
220 Mazeaud, H., Mazeaud, L., y Tunc, A., ob. cit., t. II, Nº 1488, p. 381.
ejemplo, los que participan en un duelo, o la persona que consiente en que se le
aplique un tratamiento médico riesgoso, o los que participan en deportes o
actividades en las que las lesiones son comunes o incluso la vida es puesta en
peligro. Debe tratarse de un consentimiento previo al daño, ya que si la voluntad
se manifiesta con posterioridad estaremos más bien en el ámbito de la renuncia al
derecho de demandar reclamando la responsabilidad ya surgida. El
consentimiento de la víctima en ponerse en situaciones de riesgo puede funcionar
como legitimante de la conducta del agresor, siempre que no haya dolo, y cuando
el riesgo tenga un valor socialmente relevante. Se exige también que el autor de la
lesión actúe en interés del lesionado y de acuerdo con la voluntad presumible de
éste. 221
En el common law si la víctima recibe un daño por una actuación ilegal no hay
responsabilidad; sin embargo, para aplicar esta causal de exoneración, el daño
debe relacionarse directamente con el acto ilegal, por ejemplo, si dos ladrones
detonan una caja de seguridad y la explosión daña a uno de ellos. En cambio, si
las acciones son independientes, la causal no se aplica y hay responsabilidad
extracontractual, por ejemplo, si durante el robo un ladrón roba a otro su
billetera. Parece que no hay problemas para aceptar estos mismos criterios en
nuestro sistema, aplicando el principio de causalidad.
223 Seguimos a Jensen, Brayce A., "From Tobacco to health care and beyond. A
critique of lawsuits targeting unpopular industries", en Cornell Law Review, vol.
86 (6), 2001, pp. 1334 y ss.
(deceit ), incumplimiento de garantías contractuales y en el tort de negligence .
En Lartigue v. R.J. Reynolds Tobacco Co. (317 F.2d 19, 5 th Cir. 1963), el jurado
exoneró a la empresa demandada, pues sostuvo que las compañías de tabaco
no podían haber previsto los efectos dañinos del fumar. En la mayoría de estos
casos se desecharon las demandas por no haberse acreditado el nexo causal
por imprevisibilidad de los daños. Esta primera etapa concluye con
el Restatement (Second) of Torts , consolidación de los criterios sobre derecho
de daños, que en un comentario sobre la responsabilidad por productos
defectuosos, asentó que " good tobacco is not unreasonably dangerous merely
because the effects of smoking may be harmful" (el tabaco no es
irrazonablemente peligroso sólo por el hecho de que fumar pueda ser dañino) (§
402A cmt. y).
En los años siguientes, han intentado accionar contra las tabacaleras las
compañías de seguros pidiendo reembolso de los gastos de salud de sus
fumadores asegurados y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos
demandó por enriquecimiento ilícito la restitución de 289 mil millones de dólares.
Las demandas de las aseguradoras fueron rechazadas por falta de nexo causal.
La acción del Departamento de Justicia finalmente fue rechazada por la Corte de
Apelaciones ( United States v. Philip Morris USA, Inc., 396 F.3d 1190, 1202
[D.C. Circ. 2005]). Pero luego la Corte de Distrito no accedió a la demanda de
daños del gobierno, impuso a las empresas demandadas evitar en el futuro
226 Cfr. Owen, David G., Product Liability Law, Thomson West, 2ª edición,
U.S.A., 2008, pp. 686-688.
227 Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., pp. 426 y ss., en especial pp. 432 a
436. En sentido contrario, para el Derecho argentino, Flah, Lily y Aguilar,
Rosana, "Responsabilidad de las tabacaleras y el papel del Estado en la
protección de los derechos fundamentales. Cuestiones que se suscitan", en
Revista Chilena de Derecho Privado Nº 16, 2011, pp. 163-186.
7. ANTIJURIDICIDAD Y ACTIVIDAD PROBATORIA
Así, se ha fallado que, según el art. 1698 del Código Civil, corresponde al actor
probar el hecho ilícito en que funda su demanda (C. Sup., 18 de abril de
1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 1ª, p. 57; C. Sup., 10 de mayo de 2011, Rol Nº 1839-
2009, LP 49200; C. Stgo, 10 de agosto de 2007, Rol Nº 7307-2002, MJ 15386;
C. Concep., 23 de agosto de 2010, Rol Nº 987-2009, LP 45555, MJ 24631).
Para que exista responsabilidad civil es menester que el hecho ilícito haya
causado daño. Así lo establecen los arts. 1437 y 2314. La Corte de Santiago ha
dicho en este sentido que "para que un hecho culposo cause responsabilidad civil
es indispensable que cause daño y se pruebe su monto" (C. Stgo., 5 de junio de
1997, RDJ, t. XCIV, sec. 2ª, p. 67). Este perjuicio, se ha señalado, debe ser cierto
y no hipotético y debe demostrarse por los medios de prueba aceptados por la ley
(C. Concep., 6 de enero de 2011, Rol Nº 1277-2010, LP 47440).
229 De Cupis, A., ob. cit., p. 84; en el mismo sentido Agoglia, María Martha, El
daño jurídico. Enfoque actual, La Ley, Buenos Aires, 1999, pp. 9 y ss.
2. ¿CUÁL ES EL DAÑO RESARCIBLE?
No es fácil señalar cuál es el factor que "juridiza" el daño haciéndolo idóneo para
solicitar el resarcimiento. Una teoría piensa que sólo hay daño resarcible en la
medida en que el menoscabo lesiona un derecho subjetivo de la víctima. Sin
embargo, esta concepción del daño parece demasiado restringida, por lo que la
doctrina y la jurisprudencia modernas prefieren ampliar la noción de daño
resarcible a la lesión o afectación, sea de un derecho subjetivo reconocido
formalmente, sea de un interés en la satisfacción de necesidades o bienes
humanos de carácter privado.
Por de pronto, no parece que pueda aceptarse la demanda del concubino que
reclama indemnización de los daños causados por la ruptura unilateral de la
232 En contra, Diez, J. L., El daño extracontractual..., cit., p. 53, para quien
tanto en el matrimonio como en el concubinato puede haber inmoralidad. Pero
su postura, como la de muchos otros que plantean un criterio similar, se
resiente de incoherencia, porque señala que sí serían ilícitas las uniones
incestuosas, las adulterinas y, eventualmente, las homosexuales. Se ve que el
criterio de la pura "adecuación a lo que sucede en la realidad" no es suficiente
para establecer parámetros normativos, que necesariamente envuelven
valoraciones éticas que se desarrollan en una dimensión superior a la mera
facticidad. El matrimonio es una institución jurídica protegida y regulada
jurídicamente como ámbito adecuado para la fundación de una familia, lo que
lo pone en un plano muy diverso de las relaciones concubinarias o de mera
convivencia, con mayor o menor estabilidad (lo cual deja en pie que algunas
uniones entre hombre y mujer, si bien no han cumplido con las formalidades
legales por falta de acceso a ellas, pueden ser verdaderos matrimonios, en la
medida en que conforman una unión interpersonal exclusiva, plena e
irrevocable y abierta a la procreación).
relación concubinaria, puesto que ésta se fundamenta justamente en la libertad de
las partes para poner fin en cualquier momento a la convivencia sin incurrir en
responsabilidades.
Por otra parte, cada vez es mayor la extensión que se da al daño: se acepta
lesión contra bienes de la personalidad 234 , la lesión de un crédito (doctrina
italiana), el perjuicio o daño al medio ambiente, la pérdida de una ventaja o
una "chance" (doctrina francesa).
El daño resarcible debe ser cierto, real y efectivo. No se indemniza aquel daño que
presenta caracteres de incierto, hipotético o eventual.
No quiere decir que se exija que el daño sea actual. Es indemnizable el daño
futuro, pero sólo en la medida en que, al momento en que se dicta la sentencia,
haya certeza —siquiera moral— de que necesariamente sobrevendrá. Como
señala un autor: "la certidumbre del daño debe ser actual, pero el perjuicio puede
ser futuro".235
c) Previsibilidad
237 Así Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 256, p. 256, y Diez, J. L., El daño
extracontractual..., cit., pp. 71-72.
art. 1558 cuando atribuye al ejecutor doloso el deber de reparar los perjuicios
imprevistos es una norma especial que tiene una función sancionatoria, más que
reparatoria. Por otro lado, pensamos que se trata de perjuicios no completamente
imprevisibles, pues en tal caso fallaría la relación de causalidad que el mismo
precepto exige (daños directos), sino imprevisibles en atención al razonable
desenvolvimiento de la dinámica contractual .
d) Subsistencia. Compensación de
lucros y daños y cúmulo de indemnizaciones
241 Vicente Domingo, Elena, "El daño", en Reglero Campos, L. (coord.), Tratado
de Responsabilidad Civil, Aranzadi, Navarra, 2002, p. 264. Más en detalle y
para nuestro Derecho, véase Elorriaga De Bonis, Fabián, "Conflictos de
aplicación de la compensatio lucri cum damno", en Gonzalo Figueroa, Enrique
Barros y Mauricio Tapia (coords.), Estudios de Derecho Civil VI: Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, Olmué, 2010, Abeledo Perrot, 2011, pp. 567-583.
e) Magnitud suficiente.
El principio de tolerancia del daño ínfimo
La magnitud del daño puede ser tomada en cuenta también para calificar sobre la
justicia y conveniencia de su reparación. Aunque en general se suele enfatizar el
principio de la reparación integral que impone que "todo" daño debe ser
indemnizado, lo cierto es que si las personas reclamaran por todos los daños que
sufren en su diario relacionarse con los demás, el sistema judicial colapsaría.
245 Sambrizzi, E., ob. cit., pp. 287 y ss., defiende la no resarcibilidad de estos
casos, aunque con otros fundamentos.
4. PRUEBA DEL DAÑO
En realidad, pareciera que los tribunales cuando estiman que un daño por ser
futuro y eventual no debe ser indemnizado, lo rechazan por la vía de
considerarlo no probado (cfr. C. Stgo., 12 de septiembre de 1984, RDJ ,
t. LXXXI, sec. 4ª, p. 248).
Por el contrario, cuando se piensa que el daño debe ser indemnizado, las
normas probatorias se interpretan flexiblemente. Por ejemplo, se ha estimado
que no debe invalidarse la sentencia que estima acreditado el daño concediendo
valor a un acta notarial y a fotografías, aunque no sean éstos medios de prueba
admitidos legalmente. La Corte de Santiago sostuvo que el recurrente olvidaba
que la concordancia entre ambos elementos probatorios era constitutiva de
presunción judicial que bastaba para acreditar el hecho (C. Stgo., 17 de julio de
1985, RDJ , t. LXXXII, sec. 4ª, p. 96).
5. CLASES DE DAÑO
Es de destacar que una misma lesión puede dar lugar a daño patrimonial y
moral.248, por ejemplo, la destrucción de unas joyas puede reportar un daño
patrimonial (representado por el valor comercial del bien) y un daño
extrapatrimonial (por el valor de afección que tenían por ser un recuerdo de
familia). A la inversa, una lesión a un interés no patrimonial puede dar lugar de
manera refleja a un perjuicio patrimonial: así una lesión corporal puede producir
una incapacidad laboral y una privación de ganancias.
1º Los arts. 2314 y 2329 hablan de que debe repararse "todo daño", sin hacer
distinciones en cuanto a su naturaleza patrimonial o moral;
1º) En 1922 un padre demandó por la muerte de su hijo de dos años producida
por un tranvía eléctrico. La empresa demandada alegó que no había daño y que
el dolor o pena no eran susceptibles de apreciación pecuniaria. La Corte
Suprema acogió esta tesis (C. Sup., 13 de enero de 1922, RDJ , t. XXI, 2ª parte,
sec. 1ª, p. 529). Era todavía la fuerza de la posición negativa. 252
3º) Luego, ésta es la tesis que pasa a ser dominante y hoy indiscutida:
C. Sup., 3 de agosto de 1932, RDJ , t. XXIX, sec. 1ª, p. 549; C. Sup., 20 de junio
de 1934, RDJ , t. XXXI, sec. 1ª, p. 1053, p. 463; C. Sup., 26 de agosto de
1941, RDJ , t. XXXIX, sec. 1ª, p. 203; C. Stgo., 26 de mayo de 1944, RDJ ,
t. XLI, sec. 1ª, p. 41; C. Stgo., 25 de marzo de 1958, RDJ , t. LVI, sec. 4ª, p. 195;
C. Sup., 23 de mayo de 1977, F. del M., Nº 222, sent. 4ª, p. 108; C. Concep., 30
de diciembre de 2008, ROL 360-2005, LP 41500.
No hay duda de que el daño moral pueden padecerlo las personas naturales. Pero
¿qué sucede con las personas jurídicas? La tesis de que el daño moral no es más
que el pretium doloris, unida a la concepción que enfatiza la artificialidad de la
persona jurídica, induce a negar tal posibilidad. Sin embargo, se abre paso la
posición que admite a las personas jurídicas reclamar el resarcimiento de daño
moral, entendido éste en un concepto más abierto y elástico que el dolor
psicológico, cuando se lesionan derechos de la personalidad como el honor, la
reputación, el crédito y la confianza comerciales, y éstos pueden aplicarse, de
acuerdo a sus propias modalidades de presentación en la vida social, a los entes
personificados.254
253 Domínguez, C., El daño..., cit., t. I, p. 355, sostiene que "La infracción del
contrato supone siempre molestias o desagrados, pero ello no significa que
éstos puedan y deban ser indemnizados como daño moral. Por el contrario,
sólo debe ser resarcido por vía contractual el perjuicio extrapatrimonial
producido a resultas del incumplimiento y no ocasionalmente por él...". Illanes,
Claudio, El daño moral en la responsabilidad contractual, Folleto del Colegio de
Abogados de Chile, Santiago, 1994, p. 13, señala que la procedencia del daño
moral en materia contractual debe ser calificada de excepcional: "no tiene la
concretización tan clara que presenta en la responsabilidad extracontractual.
Por eso el criterio de un tribunal debe ser restrictivo y la prueba muy
concluyente". Para la jurisprudencia más reciente, véase en esta misma obra,
p. 27.
254 Fueyo, F., ob. cit., p. 119; Domínguez, C., El daño..., cit., t. II, pp. 723 y ss.;
Aedo, C., El daño moral... cit., p. 397.
cambio, si se hiere un interés de naturaleza extrapatrimonial: como la posición del
ente en la sociedad, la consideración pública de su finalidad, su relación con otros
organismos de la misma clase, el uso de su nombre, la privacidad de la
correspondencia o documentación privada, etc., podrá pedirse resarcimiento a
título de daño moral. Ahora bien, es manifiesto que las personas jurídicas con fines
de lucro tienen predominantemente intereses patrimoniales y, por ello, en la
generalidad de los casos, la imputación se traducirá en un daño patrimonial. Lo
contrario sucederá con los entes sin fines de lucro.
Por cierto, deberá cuidarse de precisar que el daño sea atribuible a la persona
jurídica como tal, y no a los intereses de bien público o corporativo que desea
fomentar o proteger.256
255 En este sentido, Fernández, J., ob. cit., pp. 109-111. En Argentina, Tale,
Camilo, "Daño moral a las personas jurídicas", en El Derecho (B. Aires), Nº
8422, 1994, p. 2, defiende la resarcibilidad del daño moral "al menos" para las
personas sin fines de lucro.
256 Domínguez, C., El daño..., cit., t. II, pp. 719 y ss. Larraín Páez, Cristián,
"Algunas cuestiones relevantes sobre el derecho al honor y la responsabilidad
civil en particular, sobre el daño moral, el artículo 2331 del Código Civil, y la
legitimación activa", en Revista Chilena de Derecho Privado Nº 17, 2011, pp.
143-189, si bien concuerda con la tendencia a indemnizar los daños morales
sufridos por lesiones al honor de las personas jurídicas, piensa que debería
tenerse un criterio más estricto y excepcional que en el caso de honor de las
personas naturales, las que han de tener una protección mayor.
6. EXTENSIÓN DEL DAÑO MORAL. SUS POSIBLES CATEGORÍAS
Se suele decir que el daño moral comprende dos aspectos: el dolor físico
producido por la lesión y también la amargura o angustia moral de haberla
padecido. Esta última es la que alegarán las llamadas víctimas indirectas
(familiares del lesionado).
Esta partida del daño moral deberá ser avaluada según las circunstancias
subjetivas de cada víctima. Incluso puede que no se dé, por ejemplo, en aquellas
personas que estén inconscientes o que son incapaces de comprender el daño
recibido.
Con independencia del dolor psíquico que ha producido a la víctima, habrá daño
moral si se lesiona en forma directa e ilegítima un derecho de la personalidad,
como la honra, la intimidad, la imagen, el derecho de autor. En este sentido, una
persona en estado de coma, que no es consciente ni puede sufrir síquicamente
por la afectación de su honra o de su privacidad, tiene derecho a reclamar la
indemnización del daño infligido. Esta fórmula hace posible que las personas
jurídicas, que no pueden sentir o sufrir, sean no obstante dañadas moralmente si
Una comprensión más integrada del daño corporal ha sido de alguna manera
recepcionada por fallos más actuales. Se ha dicho así que en la ponderación de
la indemnización del daño moral influye "la circunstancia de tratarse el actor de
un hombre joven, al cual se le restaron posibilidades serias de una vida más
grata y placentera" (C. Sup., 6 de septiembre de 1998, G.J. Nº 219, p. 168).
d) El daño estético
262 Procida Mirabelli di Lauro, Antonino, La riparazione dei danni alla persona,
Edizione Scientifiche Italiane, Napoli, 1993, p. 227.
Nos parece que la mayor parte de los perjuicios que se intenta reunir bajo la
común denominación de "daño existencial" pueden ser suficientemente cubiertos
por el uso de las nociones de daño emocional y lesión a los derechos de la
personalidad, por lo que la nueva noción quizás puede prestar cierta utilidad para
una exposición más sistemática de la materia, pero no para una modificación de
los criterios en la decisión práctica.
Más complejos son algunos casos de más reciente data, en los que se pretende
que si existió algún error en la práctica de exámenes y diagnósticos prenatales y
por ello no se advirtió a la madre que su hijo venía con alguna malformación o
discapacidad, los centros o profesionales médicos deben indemnizar los daños
patrimoniales y morales que representa para los padres el nacimiento de un niño
enfermo (son los casos de " wrongful life "). Se hace ver que la madre, de haber
sabido la tara que afectaba al hijo, habría podido impedir su llegada al mundo por
medio de un aborto, que en los países en los que estos casos se plantea está
legalizado. Se trataría de una " pérdida de una chance ": el médico, con su error
de diagnóstico, habría impedido a la madre ejercer la posibilidad de elegir suprimir
la vida del niño enfermo y evitarse así la carga de cuidarlo.
Por de pronto, hemos de dejar constancia que las leyes que autorizan el
aborto, por más que algunos las planteen sólo como técnicas de
despenalización limitadas al campo penal, terminan por introducir la licitud del
aborto en todo el ordenamiento jurídico y determinan que la facultad de abortar
alcance en la práctica la categoría de un derecho subjetivo absoluto y
discrecional de la mujer: el derecho de dar muerte al hijo que lleva en sus
entrañas.
En estos países, al menos debe reconocerse que los médicos que omiten
informar a la madre de las malformaciones del feto cuando no existe ninguna
posibilidad de tratamiento y sí que la madre lo elimine recurriendo al aborto, no
incurren en un hecho ilícito, ya que no hacen sino cumplir con una exigencia de
derecho natural que debe prevalecer por sobre leyes positivas injustas. 267
Nada se opone tampoco a que los llamados casos de wronglife sean objeto de
prestaciones y ayudas de la seguridad social para permitir un mejor
desenvolvimiento e integración familiar, escolar y social del discapacitado. Esto es
justamente lo contrario que tratarlo como daño y rebajarlo a la categoría de
indemnización monetaria: es considerarlo como persona cuya vida y desarrollo es
un bien para todos.
7. ¿ES NECESARIO PROBAR EL DAÑO MORAL?
Como todo daño, el de carácter moral debe probarse. Proceden para ello todos los
medios de prueba admisibles legalmente.268
Según una posición más extrema, el daño moral no requeriría prueba, puesto
que la sola constatación de una lesión a un derecho extrapatrimonial genera el
perjuicio, quedando el juez atribuido de la facultad discrecional de constatarlo y
avaluarlo.
A nuestro juicio, la posición que sostiene que el daño moral no precisa prueba es
incorrecta, y desnaturaliza la función reparadora de la responsabilidad civil. El
daño moral como requisito de la acción de responsabilidad debe ser acreditado
legalmente. La sola transgresión de un derecho patrimonial o no patrimonial no es
bastante para sostener la reparación, es necesario que se acredite que la violación
ha causado un daño; una pérdida efectiva, un menoscabo de las condiciones
materiales o inmateriales de la persona afectada. Sostenemos, por tanto, la
vigencia del principio general de que el daño debe ser probado en el proceso. 269
Aparte de las dificultades de prueba del daño moral, los tribunales se enfrentan a
la dificultad de traducir lo que es un concepto intangible en una realidad monetaria
y lucrativa. La avaluación del daño es una facultad privativa de los tribunales del
fondo y no es susceptible del control de casación (C. Sup., 7 de mayo de
1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, p. 38; C. Sup., 7 de agosto de 2008, Rol Nº 935-
2008, LP 39624).
Ante estas dificultades, que son más patentes en los llamados daños corporales,
se han propiciado por la doctrina, y aceptado por la legislación, sistemas de
tarificación previa de los daños corporales. Es lo que sucede en España para los
accidentes de circulación, para los que se ha establecido una especie de sistema
de puntuación atendiendo a las lesiones sufridas por el accidentado. Sin embargo,
el sistema es cuestionado y tachado de inconstitucional por violentar el principio
de igualdad ante la ley. Según sostiene Díez-Picazo, el principio de igualdad se
opone a estos sistemas por tres razones: primero, ya que no se entiende por qué
los daños causados por accidentes sufren limitación legal y no los ocasionados en
otros sectores; segundo, no hay razón para que los daños a las cosas sean
indemnizables sin baremos legales y sí lo sean los daños a las personas, siendo
estos de valoración constitucional superior; tercero, no se entiende por qué ciertos
daños tienen limitación o no según si son consecuencia de lesiones corporales o
materiales (así el lucro cesante del taxista por el daño al vehículo sería reparable
272 Cfr. Díez-Picazo, L., Fundamentos... cit., pp. 185 y ss., en especial, pp. 199-
200.
Para nuestros tribunales la gran fuente de daño moral es el dolor producido por
la muerte de un ser querido o por las lesiones e incapacidades sufridas con
ocasión de un hecho que afecta la integridad física. Entre los casos recientes,
podemos mencionar la muerte del progenitor (C. Concep., 30 de marzo de 2007,
Rol Nº 3205-2005, MJ 9764; C. Sup., 7 de agosto de 2008, Rol Nº 935-
2008, LP 39624), del cónyuge (C. Sup., 30 de julio de 2007, Rol Nº 1701-
2007, LP 36818) y, en general, la de un familiar cercano (C. Stgo., 6 de
diciembre de 2007, Rol Nº 725-2004, LP 38098). No hay una distinción, como se
observa en otras latitudes, entre daño corporal o biológico (daño a la salud) y
daño espiritual o propiamente moral.
Como daño moral son consideradas también las lesiones que motivan dolor
físico y psíquico. No se hacen mayores distinciones entre el sufrimiento físico y
el de carácter espiritual o emocional: "Las personas afectadas por la ilicitud del
hecho del reo han debido soportar un dolor físico y moral, como se acredita con
los informes de lesiones... que acreditan que el querellante y su esposa sufrieron
lesiones de mediana gravedad, con una incapacidad de 26 a 28 días, en cada
caso, y que debe serles indemnizado" (C. Pdte. Aguirre Cerda, 11 de julio de
1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, p. 123).
Por regla general, los tribunales declaran sin problemas esa presunción de
sufrimiento cuando se trata de parentesco próximo o directo (de sangre), aunque
suelen apoyarse también en declaraciones testimoniales: "Que, sin embargo, a
fin de evitar la multiplicidad de acciones por daño moral, ya que podrían ser
numerosísimas las personas que se lamentaran del mal acaecido a otra a
pretexto del afecto que le tenían, su indemnización sólo debe acordarse en favor
de aquellas que acrediten haber sufrido real y efectivamente un dolor profundo y
verdadero. Esta prueba, dice el autor antes citado [Alessandri], será fácil cuando
el demandante sea un pariente muy próximo del difunto (cónyuge, padre, hijo):
su parentesco legal hará presumir la efectividad de ese dolor, a menos que se
demuestre lo contrario, como por ejemplo, tratándose de cónyuges que estaban
divorciados o de padres e hijos que estaban en malas relaciones. El vínculo de
parentesco hace suponer la depresión, dolor o angustia en que se traduce el
daño moral invocado" (Se citan fallos anteriores como RDJ,t. LIII, sec. 4ª,
p. 38; RDJ, t. XXXVIII, sec. 1ª, p. 239; RDJ, t. LXIII, sec. 1ª,
p. 235; RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, p. 193) (2º Juzgado de Concepción, confirmada
mediante queja rechazada por C. Sup., 15 de diciembre de 1983, RDJ, t. LXXX,
sec. 1ª, p. 128; en el mismo sentido más recientemente C. Concep., 9 de junio
de 2008, Rol Nº 1599-2007, LP CL/JUR/5667/2008).
Los tribunales han estimado igualmente que el hecho de que los padres de un
lesionado hayan obtenido la nulidad de su matrimonio, no les impide demandar
daño moral por la lesión sufrida por el hijo (C. Stgo., 4 de septiembre de
1991, RDJ , t. LXXXVIII, sec. 4ª, p. 141). Tampoco se ha estimado óbice el
hecho de que la cónyuge de la víctima haya contraído nuevo matrimonio (C. P.
Aguirre Cerda, 1º de abril de 1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, p. 52).
No obstante, hay casos en los que se exige algo más que la acreditación del
vínculo. Ha dicho la Corte de Santiago que el daño producido por la muerte de
un familiar o amigo "puede alcanzar a muchas personas que sienten dolor por la
pérdida de [un] ser querido y admirado. En principio, todas aquellas personas
que por la muerte de la víctima directa sufran un perjuicio moral están
habilitadas para solicitar su reparación", pero precisa que "cabe tener presente
que, no obstante tener este carácter, quien lo reclama no queda liberado de
acreditarlo" (C. Stgo., 6 de diciembre de 2007, Rol Nº 725-2004, LP 38098).
f) Criterios de avaluación
Están contestes los tribunales en que la avaluación del daño moral es una
cuestión que está entregada a la discreción y prudencia del juzgador. Sin
embar go, no se trata de una decisión caprichosa o que pueda proceder sin
fundamento racional. Más bien, se aprecia un gran esfuerzo por justificar la
avaluación del perjuicio moral mediante la aplicación de criterios diversos,
aunque todavía no aparezcan del todo afinados ni suficientemente
sistematizados.
En un caso que permanece aislado, se estimó que los padres legítimos del
menor no pueden pedir indemnización separada por el daño moral que cada uno
275 En contra, Lecaros, José Miguel, ob. cit., pp. 458-459, piensa que éste es
un factor que normalmente no es explicitado en las sentencias, pero que está
presente, ya que el juzgador tratará de no imponer una situación ruinosa al
condenado, de manera de no sustituir una injusticia por otra.
de ellos ha sufrido. Se funda la sentencia en que este tipo de daño resulta ser
indivisible. Veamos la sentencia: "No puede aceptarse el pago de
indemnizaciones separadas para cada uno de los padres del menor, ...por
concepto de daño moral que puede haber experimentado cada uno de ellos a
consecuencia de las lesiones sufridas por su hijo, porque por su propia
naturaleza el dolor que afecta a varias personas a la vez, en las condiciones
conocidas, tiene como origen un solo hecho, y aunque se extienda a todos ellos
constituye un todo indivisible, ya que no podría determinarse si cada persona ha
sufrido un daño distinto y el grado o intensidad de ese dolor para poder solicitar
las sumas de dinero adecuadas y equivalentes a la intensidad que cada cual
experimentó a consecuencias del hecho ilícito que le da origen" (C. Stgo., 23 de
julio de 1987, RDJ, t. LXXXIV, sec. 4ª, p. 105). El fundamento del fallo no parece
sólido, y está contradicho por resoluciones de la misma Corte, como la que se
cita más arriba, en que no tuvo problemas para dividir la indemnización
considerando que los padres habían anulado su matrimonio.
Entre el comportamiento volu ntario e ilícito del autor y el daño sufrido por la
víctima debe existir una relación o nexo. La relación es la de "causa-efecto": el
hecho ilícito ha de ser considerado la causa del daño, y el daño el efecto del
hecho ilícito. Este requisito, llamado "relación de causalidad", está contenido
implícitamente en varias reglas del Código Civil: el art. 2314 señala que, para ser
fuente de responsabilidad, el delito o cuasidelito debe haber "inferido daño a otro";
el art. 2318 dice que el ebrio es responsable del daño "cau sado por su delito o
cuasidelito"; el art. 2319 habla de los "daños causados" por incapaces; el art. 2325
se refiere también a "daños causados" por dependientes. A nuestro juicio, además,
está expresamente exigido en el inciso primero del art. 2329, cuando señala que
"por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra
persona, debe ser reparado por ésta". Ese vínculo de imputación ("que pueda
imputarse"), es justamente lo que denominamos causalidad jurídica.
La Corte Suprema ha dicho que "la relación de causalidad no está definida por el
legislador, por lo que debe entenderse en su sentido natural y obvio... E ntre un
acto ilícito y un determinado daño existirá relación causal si el primero engendra al
segundo y éste no puede darse sin aquél" (C. Sup., 16 de octubre de
1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, p. 488). Recientemente, siguiendo la definición anterior,
la ha caracterizado como el "nexo que concurre cada vez que el primero engendra
el segundo y, por ello, éste no puede darse sin aquél. En otras palabras, existe
relación de causalidad cuando el hecho doloso o culposo es la causa directa y
necesaria del daño causado" (C. Sup., 4 de abril de 2011, Rol Nº 7270-
2009, LP 48704).
276 C fr. Prosser, W., y otros, ob. cit., pp. 263 y ss. Sobre el tema, cfr. Corral
Talciani, Hernán, "La relación de causalidad en el sistema de Torts del Common
Law", en Martinic, María Dora (Coord.), Nuevas tendencias del Derecho,
LexisNexis, Santiago, 2004, pp. 141-162.
2. EL ANÁLISIS DE LA CAUSALIDAD. CAUSAS Y CONDICIONES
a) Teorías empiristas
278 Roxin, Claus, Derecho Penal. Parte general, trad. D. Luzón, M. Díaz y J. de
Vicente, Civitas, Madrid, 1997, t. I, pp. 348-349.
por ende, causa) del resultado, debemos reconstruir mentalmente la situación sin
el factor analizado: si en este supuesto el resultado igualmente hubiere acaecido,
quiere decir que dicho factor no fue una condición del mismo. En cambio, si al
prescindir mentalmente del factor en análisis el resultado no se hubiera producido,
entonces dicho factor tiene la categoría de condición (conditio sine qua non :
condición sin la cual el resultado no hubiera tenido lugar). Y siendo condición, eso
lo habilita para ser tratado como causa, ya que, como queda dicho, todas las
condiciones son causa del resultado, en el sentido de que sin su concurrencia el
hecho dañoso no habría tenido lugar.
Resulta curioso que esta teoría sea también muy popular en el ámbito
anglosajón. Muchos tribunales del common law aplican para determinar la
causalidad la regla "but for " o "sine qua non ", que sostiene lo siguiente: la
conducta del demandado es una causa del hecho si el hecho no habría ocurrido
si no fuera por ("but for ") esta conducta; a la inversa, la conducta del
demandado no es causa del hecho, si el hecho habría ocurrido sin ella. 279
La teoría tiene la gran virtud de la simplicidad, lo que explica el arraigo que hasta
ahora encuentra en los tribunales. Sin embargo, en el plano doctrinal ha sido
objeto de severas críticas que denuncian sus deficiencias en supuestos causales
más complejos, como, por ejemplo, cuando existe causalidad acumulativa en que
actúan dos causas independientes que por su confluencia producen el resultado,
pero que si se eliminara mentalmente cualquiera de ellas debería llegarse a la
conclusión de que ninguna es la causa, produciendo la impunidad del hecho, o
cuando se ignora la ley causal general bajo la cual puede hacerse el ejercicio de la
supresión mental hipotética (así, por ejemplo, en los casos de daños imputados a
la talidomida cuando se ignoraba la relación causa-efecto entre el medicamento y
las malformaciones ocurridas). Otra crítica de esta teoría provino de advertir que,
aplicada con rigor, conducía a una extensión exagerada de la responsabilidad, ya
que cualquier hecho situado en la cadena de acontecimientos en la que luego se
inserta el resultado podía ser considerado causa del mismo. En los casos típicos
reseñados en el Nº 3, esta teoría afirma en todos la responsabilidad del agente,
incluso del que aconseja a alguien viajar en avión, si éste cae. Llevando las cosas
al extremo, podría imputarse la causalidad de un homicidio a los padres que
procrearon al asesino.
Esta construcción afirma que no todas las condiciones son idóneas o adecuadas
para generar el resultado, y que, por tanto, no todas ellas pueden considerarse
causas del mismo. Se hace necesario, entonces, para determinar la relación de
causalidad, una valoración de adecuación entre las condiciones y el resultado.
Sólo será causa del mismo la condición que es adecuada por sí misma para
generar el resultado realizado en la situación concreta. El juicio de adecuación
proviene de los datos de la experiencia afincados en el prototipo de un hombre
prudente más los conocimientos particulares del autor. De esta manera, se afirma
que deben considerarse las circunstancias fácticas del hecho que sean conocidas
o cognoscibles para un hombre medio (saber ontológico) más el conocimiento que
se tenga o sea posible tener sobre el funcionamiento de las leyes de la naturaleza
física respecto del hecho (saber gnomológico). La teoría toma en cuenta lo que
habría podido conocer (en el plano de lo fáctico y de la experiencia general) un
hombre promedio, pero a ello añade los conocimientos particulares que tenga el
autor. Con este cúmulo de conocimientos, se puede analizar si la condición puesta
por el autor aparece como apropiada para producir el resultado, en el sentido de
que era previsible que lo generara.
b) Teorías normativas
Mezger ha sido el autor de la teoría que por primera vez reconoce en forma
explícita que la cuestión de la identificación de la causalidad funciona en dos
planos diversos: el ontológico o empírico y el normativo. Para saber qué
condiciones son causas en el plano empírico se reconoce la validez de la teoría de
la equivalencia: todas las condiciones son causas desde el punto de vista
meramente empírico. Pero este análisis no basta al jurista, ya que, jurídicamente,
no todas las causas son equivalentes. Para el derecho sólo pueden ser tomados
en cuenta los procesos causales relevantes. La relevancia de la causa se
determina siguiendo los criterios de previsibilidad utilizados por la teoría de la
adecuación.
Así, en los casos en los que alguien manda a otro a un bosque donde amenaza
una tormenta, si le induce a tomar un avión con la esperanza de que caiga o a
visitar un país contagiado con una epidemia con la ilusión de que contraiga la
enfermedad, el hecho de que se produzca el resultado lesivo esperado por el actor
no puede serle imputado objetivamente, ya que nada ha hecho para incrementar
el riesgo general que hubiera estado presente igualmente sin su proceder. Sólo la
creación de un riesgo superior al riesgo general de la vida y que, además, sea
jurídicamente desaprobado puede ser imputable al autor y generará
responsabilidad. De esta forma, se afirma la imputación (causalidad) si la acción
humana ha creado un riesgo jurídicamente desvalorado siempre que éste se haya
dado en el resultado.
Para corregir estos puntos, nos parece que la teoría de la imputación objetiva,
con sus adecuaciones al campo civil, debería proporcionar resultados
satisfactorios. Estimamos de este modo que la previsibilidad del resultado
complementado con el análisis del incremento ilícito del riesgo ordinario de la vida
constituyen el nexo de causalidad para los efectos de atribuir responsabilidad civil
al agente.
283 Cfr. Alterini, A., ob. cit., p. 160. En Chile, Veloso Valenzuela, Paulina, "La
previsibilidad es una condición o requisito de la culpa y no de la relación
causal", en Martinic, María Dora (Coord.), Nuevas tendencias del Derecho,
LexisNexis, Santiago, 2004, pp. 249 y ss. postula, en cambio, que la
previsibilidad se examine sólo cuando se trate de los factores de imputación, y
no en sede de nexo causal.
es ese resultado el que nos interesa relacionar, por medio de la previsibilidad,
con el actuar del agente. En cambio, en la culpabilidad la previsibilidad estará
referida a las consecuencias generales dañosas que permiten calificar una
acción humana como imprudente. Para que haya culpa bastará que el actor
haya tenido la posibilidad de prever que su actuación engendra peligro para otro,
es decir, puede causarle algún tipo de daño o perjuicio, sin que sea necesario
que haya existido la posibilidad de representarse en qué daño concreto pudo
realizarse ese peligro general. Puede pues haber culpa (previsibilidad de un
peligro de daño para la víctima) sin que exista relación de causalidad
(previsibilidad de que ese peligro se realizara en el resultado concreto que
suscitó la acción).
El incremento del riesgo ordinario debe también ser tomado en cuenta para
excluir como causales las acciones humanas que, aun cuando hayan operado
sobre hechos previsibles, no son constitutivas por sí mismas de un incremento real
de los riesgos generales e inevitables de toda convivencia humana. De esta forma,
un simple consejo de pasear por un paraje donde suelen desatarse tormentas con
relámpagos o de tomar un avión que puede caerse o de visitar una zona inhóspita
donde se puede contraer una enfermedad mortal, no puede atribuir jurídicamente
responsabilidad en el resultado si la muerte en realidad se produce, aun cuando el
hecho haya sido efectivamente previsto (y deseado) por el agente. En todos estos
casos, el agente no pone nada de su parte para incrementar con su acción el
riesgo general que todas esas actividades poseen y por ello no puede afirmarse
que la realización del siniestro pueda ser atribuible a su voluntad. Por la misma
razón deberá negarse la causalidad en los procesos en los que el agente actúa
para mitigar los efectos de un riesgo que no fue causado por él (como si intenta
desviar el proyectil para que no impacte en una zona vital del cuerpo de la víctima,
aunque sea previsible para él que la bala igualmente la herirá).
Nuestros tribunales han preferido muchas veces pasar por alto el problema y
resolverlo sin entrar en mayores explicaciones. Así, por ejemplo, en el caso
"Puelche", la Corte Suprema ordenó que se indemnizara el daño moral de la
víctima que, con motivo de la retención ilegal de la embarcación y el largo
proceso para liberarla, sufrió depresiones, una grave enfermedad derivada de
ese estado, que, en definitiva, le condujo a la muerte por cáncer pulmonar (lo
que ocurrió durante la tramitación del proceso). El tribunal, sin mayores
consideraciones, prescindió del hecho de la muerte, estimando implícitamente
que no tenía su causa en el hecho ilícito: "Naturalmente que este tribunal no
puede pronunciarse acerca del grado en que estos sucesos pudieron influir en
su posterior fallecimiento, y por consiguiente esta circunstancia no es
susceptible de ser motivo de indemnización en la presente causa" (C. Sup., 6 de
noviembre de 1981, RDJ,t. LXXVIII, sec. 5ª, p. 326). En otro caso, un
motociclista a consecuencia de un accidente sufre fracturas, tiene que
permanecer hospitalizado y es intervenido quirúrgicamente; luego, durante su
tratamiento contrae una osteomielitis crónica que le ocasiona como secuela el
acortamiento de una pierna. La Corte Suprema con la expresión general de que
" A causa del accidente " la víctima ha permanecido largos períodos en reposo y
sometido a tratamientos, ha debido interrumpir sus estudios universitarios en La
Serena y habiendo sido una persona alegre y comunicativa, se ha tornado
retraída y huraña, y como secuela del accidente padece de cojera, ordena
indemnizar todo ello como daño moral (C. Sup., 13 de octubre de
1983, RDJ, t. LXXX, sec. 4ª, p. 109).
Pero, como se observa, se rehúye indicar en este caso si se aceptó una tesis
distinta de la e quivalencia de las condiciones. Por el contrario, la Corte
Suprema en forma expresa mantiene su adhesión a esta teoría. Ya en 1960
sostenía que "Hay concatenación causal entre la acción del reo, que manejó su
automóvil en forma deficiente e imprudente y que chocó o rozó el otro automóvil
que lo precedía, y el hecho de que el chofer de éste al sufrir e sa colisión
perdiera el control del vehículo y chocara contra la muralla, produciendo lesiones
a sus pasajeros. Por tanto, es indudable que dentro de la teoría comúnmente
aceptada de la equivalencia de las condiciones, en que se estiman de igual valor
las distintas condiciones o causas que generan el resultado producido, la acción
del reo fue causa del accidente y de las lesiones que sufrieron los ocupantes del
auto chocado por él" (C. Sup., 11 de enero de 1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, p. 7).
286 Cfr. Baraona González, Jorge, "La causa del daño en la jurisprudencia
reciente (con especial referencia a la responsabilidad extracontractual)", en
Vargas Pinto, Tatiana, La relación de causalidad. Análisis de su relevancia en la
responsabilidad civil y penal, Cuadernos de Extensión Jurídica Universidad de
los Andes, Nº 15, 2008, pp. 59-113.
7. LA MULTIPLICIDAD DE CAUSAS
b) Pluralidad de agentes
Otro supuesto ocurre cuando las acciones de los agentes, en cambio, pueden
considerarse todas causas del daño, aunque fueron realizadas de modo
independiente, como, por ejemplo, si dos industrias vierten sus desechos tóxicos a
un cauce de agua, que produce la intoxicación de quienes beben de él. En este
caso, pareciera que, siendo ambas conductas causa del daño, deben contribuir a
su reparación en proporción a la entidad causal de sus comportamientos. 289
En tercer término, puede suceder que los agentes no sólo hayan puesto causas
independientes del daño, sino que sean partícipes de la acción dañosa, cuya
autoría puede considerarse plural. Existiendo, entonces, unidad de hecho y
pluralidad de agentes responsables, procederá la responsabilidad solidaria que
establece el art. 2317.
289 Concepción, J. L., ob. cit., pp. 98 y ss. Señala, sin embargo, que se discute
esa conclusión si no es posible deslindar con precisión las diferentes
responsabilidades, decantándose en tales casos la jurisprudencia del Tribunal
Supremo español, por establecer una especie de solidaridad impropia o "por
necesidad". Entre nosotros, no podría afirmarse la solidaridad por falta de
unidad del hecho ilícito, pero si se acepta el litis consorcio pasivo eventual,
podría concebirse que se demandara a todos los eventuales responsables para
que en el juicio se determine a cuál o cuáles les corresponde asumir la
obligación de reparar. En este sentido, Romero Seguel, Alejandro, La
acumulación..., cit., ConoSur, Santiago, 2000, p. 95.
En el conjunto de circunstancias que determinan la producción del resultado
dañoso puede existir también el actuar voluntario de la propia víctima. En algunos
casos, el comportamiento de la víctima puede adquirir una entidad tal que deba
concluirse que se trata de la única causa del daño, y que la conducta del agente
no es más que una condición que no reviste el carácter de causa. En tal evento,
deberá concluirse que, al fallar el elemento de relación de causalidad, el agente no
debe responder del daño, debiendo la víctima soportar las consecuencias de sus
propias actuaciones.
La norma del art. 2330 es general y se aplica a toda clase de hechos punibles,
ya que no se consideran excepciones a su respecto ni en el Código Penal ni en
leyes especiales (C. Stgo., 23 de julio de 1987, RDJ, t. LXXXIV, sec. 4ª, p. 105).
"La cuantía de esta reducción no tiene ningún índice matemático..." (C. Sup.,
24 de junio de 1980, RDJ , t. LXXVII, sec. 4ª, p. 95). En la especie, el embestido
por otro conductor que pasó con luz roja enfrentó el cruce a 60 km por hora. La
Corte dictaminó que no se justificaba una reducción tan alta de la apreciación
del daño, del 50%, que había impuesto la Corte de Apelaciones de Santiago.
291 Alessandri, A., ob. cit., Nº 481, pp. 416-417. Aclara que los herederos o
cesionarios de la víctima sí resultarían afectados por la reducción, ya que
ejercen la misma acción que tenía esta última.
8. PRUEBA DE LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD
En nuestro parecer, el art. 2329 contiene más que presunciones de culpa por el
hecho propio, presunciones simplemente legales de causalidad en los hechos que
se enumeran. Al tratar de las presunciones de culpa volveremos sobre esto.
El hecho no sólo debe ser ilícito, sino también culpable, en el sentido de que ha de
poderse dirigir un juicio de reproche personal al autor. Este juicio de
reprochabilidad puede fundarse en la comisión dolosa (con dolo) o culposa (con
culpa).
Chironi, en su clásica obra sobre la culpa, señala que al elemento objetivo, que
es el acto injustamente cometido, va unido el subjetivo, esto es, el estado
particular de su ánimo con relación a una determinada injuria: "pero respecto al
acto ilícito, la conducta del agente puede cambiar de carácter al efecto de originar,
según sus varias manifestaciones, diversas instituciones jurídicas. O se ha dado
vida al hecho con la directa intención de dañar, o bien esta intención no existe; en
la primera hipótesis se tiene lo que se llama dolo; en la segunda se tendrá la
culpa".293Como veremos, la culpa se aprecia objetivamente por referencia a un
modelo abstracto de comportamiento (el hombre prudente), pero ello no
desconoce la relevancia subjetiva del juicio de reproche que se dirige al autor: él
debió haberse comportado de otro modo y es su conducta displicente o
descuidada la que funda la obligación de reparar.
Cuando el hecho ilícito es cometido con dolo, estaremos frente a un delito civil.
Si no hay dolo pero sí negligencia o culpa, habrá un cuasidelito civil.
Puede definirse el delito civil como el hecho ilícito cometido con intención de
dañar que ha inferido injuria o daño a otra persona (cfr. arts. 1437, 2284 y 2314).
Cuasidelito civil es, en cambio, el hecho ilícito, pero cometido sin intención de
dañar, que ha inferido injuria o daño a otra persona (cfr. arts. 1437, 2284, 2314).
4º) Sólo en caso de dolo se autoriza la demanda contra el tercero, que sin ser
autor o cómplice del delito, ha recibido provecho de la actuación dolosa (arts.
1458 y 2316).
297 Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., p. 164, señala como elementos del
dolo "la previsibilidad racional del resultado dañoso y la aceptación del mismo".
Más que previsibilidad (que es un concepto a apreciarse en abstracto) debiera
hablarse de efectiva previsión: el autor previó el resultado, aunque sólo como
posible, y aceptó su acaecimiento para el caso de suceder.
a) Concepto
Es cierto que las tendencias modernas que juegan en favor de la repara ción
integral del daño llevan en ocasiones a difuminar el elemento culpabilístico, al
estimar que la sola producción del daño revela una violación de un deber de
cuidado y constituye culpa. Parece darse así una confusión entre culpa, falta de
diligencia exigida de acuerdo a pautas razonables, y mero error, inevitable o
incluso muchas veces producto de una conducta refleja. Como dice Díez-Picazo,
en tal caso el factor de imputación se esteriliza, porque pierde toda posibilidad de
funcionar como prevención general y no llega a saberse por qué es un buen factor
de atribución de responsabilidad. Se hace necesario, por tanto, excluir del
concepto de culpa los daños que son debidos a inadvertencias y descuidos
disculpables y en la práctica inevitables.304
305 Barros, E., Tratado..., cit., p. 72., quien hace ver el equívoco que resulta de
manejar un concepto de culpa objetivo y seguir denominando el sistema como
de responsabilidad "subjetiva". En Italia, también se aboga por un concepto
objetivo de culpa: Bianca, C.M., Diritto..., cit., p. 577: "se trata por tanto de una
noción objetiva que prescinde de la mala voluntad del sujeto y de su actitud a
producir el esfuerzo diligente debido. El sujeto que tiene un comportamiento no
conforme a los cánones objetivos de la diligencia está en culpa aunque haya
hecho lo mejor para evitar el daño sin conseguirlo a causa de su ineptitud
personal (impericia, falta del normal grado de inteligencia, etc.) o económica".
familia", que es el paradigma de hombre medio cuidadoso que utiliza el art. 44. El
análisis no se hace "en concreto", o sea, según las circunstancias exclusivamente
personales del agente o sus disposiciones psicológicas o anímicas. 306 Pero este
análisis en abstracto debe ser relativizado para ponerlo acorde con el nivel de
especialización de las actividades riesgosas que existen en las sociedades
modernas. Pensamos que el prototipo de hombre prudente con el que se debe
contrastar el actuar del agente debe ser el que corresponde al hombre prudente
promedio de la actividad en la que se desempeñó el actor para causar el daño.
Así, por ejemplo, si el autor es un médico, el hombre prudente medio deberá ser
un médico de la misma especialidad. Si el autor es un conductor de autobuses, su
conducta deberá ser comparada con lo que se exige a un conductor del mismo
tipo de máquinas.
306 Alessandri, A., ob. cit., Nº 124, p. 127; Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 218, p.
219.
307 Rosso, Gian Franco, "El buen padre de familia como criterio de apreciación
de la culpa y su aplicación a la responsabilidad cuasidelictual", en AA.VV.,
Derecho de Daños, LexisNexis, Santiago, 2002, pp. 3 y ss., en especial pp. 38 y
ss. Critica también el criterio de la apreciación in abstracto, Aedo, C., El daño
moral... cit., pp. 89 y ss.
309 Bianca, C. M., Diritto..., cit., p. 582, sostiene que no hay razón para hacer
gravar sobre el sujeto mayor empeño diligente en la vida de relación respecto
a aquel requerido en el cumplimiento de las obligaciones. Pero agrega que, con
todo, "hay que tener presente que la normal diligencia, aunque sin llegar al
techo de la diligencia máxima, es siempre una diligencia de grado elevado. La
referencia al buen padre de familia, y en el campo profesional al buen
profesional, expresa la idea no de mediocridad sino de un estándar asumible
como modelo de conducta".
310 Chironi, G. P., ob. cit., t. I, p. 129, se refiere a que la culpa apreciada en
abstracto se determina según el parámetro del buen padre de familia, pero en
su versión más cuidadosa: el buen padre de familia diligentísimo. La doctrina
chilena se inclina por la improcedencia de la graduación de la culpa en la
responsabilidad extracontractual: Alessandri, A., ob. cit., Nº 130, p. 143; Ducci,
C., "La culpa...", cit., pp. 1-8; Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 219, p. 219. En contra,
Meza Barros, R., ob. cit., t. II, Nº 398, pp. 264-265; Barros, E., Tratado..., cit., pp.
80 y ss., quienes con buenos argumentos sostienen que la culpa exigible es la
que consiste en la falta del cuidado ordinario propio de la culpa leve.
La culpa grave se equipara al dolo (art. 44), lo cual, en materia de
responsabilidad extracontractual, sólo adquiere relevancia para juzgar la validez
de las cláusulas de exoneración o limitación de responsabilidad.
d) Culpa y previsibilidad
La falta del deber de cuidado incluye la previsibilidad del daño. Es decir, para el
autor, y de acuerdo al modelo objetivo del hombre prudente medio, debe haber
sido previsible el peligro de causar un daño derivado de ese comportamiento. La
previsibilidad constitutiva de la culpa se diferencia de la previsibilidad de la
relación de causalidad en que aquella se refiere en general al peligro o riesgo de
algún daño del tipo del que fue efectivamente causado 311, mientras que la
segunda debe concernir al resultado dañoso que efectivamente se produjo en
razón del comportamiento descuidado.
311 Así, Díez-Picazo, L., Fundamentos... cit., p. 277. No basta que se trate de
cualquier modalidad de daño en abstracto ni es necesaria la previsibilidad del
daño ocasionado en concreto. Es suficiente que haya sido previsible el tipo
genérico de daño y que la víctima pertenezca al conjunto de personas respecto
de las cuales era previsible que resultaran perjudicadas.
Es lo que sucede, por ejemplo, cuando no se respetan las leyes u ordenanzas
del tránsito. Este criterio se aplica, asimismo, para la vulneración de las reglas
profesionales y de los reglamentos que rigen deportes o juegos de destreza
corporal.312 Apreciando culpa contra la legalidad, se ha fallado que el
incumplimiento de la empresa demandada del Reglamento de Piscinas,
consistente en no haber dotado a la piscina que dependía de ella, de una rejilla
de protección o seguridad, la hace responsable de la muerte de un menor que
fue succionado por el desagüe (C. Stgo., 22 de junio de 1987, RDJ , t. LXXXIV,
sec. 4ª, p. 92).
Por eso, pensamos que es menester que el agente haya conocido la regla o
norma incumplida o al menos que haya debido conocerla y pueda estimarse
inexcusable su ignorancia. La Ley de Procedimiento ante los Juzgados de
Policía Local acepta la alegación de laignorantia iuris : el juez "podrá absolver al
infractor en caso de ignorancia excusable o buena fe comprobada" (art. 19.2,
Ley Nº 18.287).
En este último sentido, la Corte Suprema ha fallado que "la sola infracción de
la normativa que gobierna una materia no es suficiente para atribuir
responsabilidad civil al infractor de la disposición atropellada, pues debe existir,
además, un nexo causal entre la contravención y el perjuicio, de suerte que este
daño debe tener precisamente como causa la infracción legal" (C. Sup., 31 de
agosto de 2005, Rol Nº 3767-2003, LP 32741).
312 Alessandri, A., ob. cit., Nºs. 125 y ss., pp. 128 y ss.
Por otro lado, es necesario advertir que la constatación de que el autor del
daño no infringió ninguna normativa no descarta necesariamente que se haya
comportado con culpa, si ha faltado a deberes de diligencias que se derivan de
fuentes distintas a las normas legales o reglamentarias (cfr. C. Sup. 7 de mayo
de 2013, Rol Nº 10.156-2010, LP CL/JUR/974/2013).
La culpabilidad, en sus dos modalidades: dolosa y culposa, debe ser probada por
quien la alega. Esta es la regla general. Recuérdese que incumbe probar las
obligaciones a quien alega su existencia (art. 1698).
Para probar el dolo o la culpa son admisibles todos los medios de prueba. No se
consideran las normas que limitan la prueba testimonial, ya que los arts. 1707 y
siguientes del Código Civil se aplican a los "actos y contratos" y no a los hechos
jurídicos.
314 Seguimos en este punto la exposición de Concepción, J. L., ob. cit., pp. 19-
21.
Entre nosotros, Pablo Rodríguez acepta esta teoría, pero sólo como fundamento
para la imposición legislativa de una responsabilidad objetiva excepcional. 315
316 Yuseff, G., ob. cit., pp. 202 y ss., propone como factores de responsabilidad
objetiva distintos del riesgo la garantía, la equidad, la situación económica de
las partes, la igualdad ante las cargas públicas e, incluso, la seguridad social.
sobre los casos no expresamente contemplados en las normas. 318 Otros piensan
que el criterio de imputación subjetiva (culpa) debe considerarse el fundamental,
aunque no exclusivo. El fundamento del riesgo funciona de manera excepcional
para ciertas materias, en las cuales, por razones de política legislativa, se hace
inconveniente la adopción de los enfoques culpabilísticos.
Esta última parece ser la posición más aceptada y más sensata, en el estado
actual de nuestro derecho. Como hemos dicho, la responsabilidad debe conservar
su vínculo nutricio con la intencionalidad del agente. Los paliativos de la
responsabilidad objetiva son importantes y necesarios, pero deben cubrir sólo
áreas en las que dicha responsabilidad es factible, y siempre permaneciendo
como referente general y mecanismo supletorio el de la respo nsabilidad por
culpa.
Estas zonas de responsabilidad por riesgo o sin culpa son admitidas a veces
expresamente por los textos legales. Más allá de eso, la interpretación que la
jurisprudencia hace de las normas relativas a la responsabilidad por el hecho de
los dependientes, parece configurar una responsabilidad que ya no se funda
únicamente en la culpa o negligencia individual, sino en el riesgo creado por
ciertas actividades empresariales.
1º) Responsabilidad por daños causados por animales fieros: El art. 2327
contiene un claro caso de responsabilidad objetiva al hacer responsable de los
daños causados por un animal fiero que no es útil para la guarda o servicio de un
predio, aun cuando no hubiera culpa, al dueño o tenedor del animal. 321
En otras ocasiones la ley contempla una presunción de culpa, que admi te como
defensa la prueba de que el autor actuó con la diligencia debida. Así sucede con
los daños causados al medio ambiente (Ley Nº 19.300, art. 52) o por productos
oficialmente declarados peligrosos (Ley Nº 19.496, art. 47).
A nuestro juicio, es discutible que estos casos —a los que podrían añadirse las
indemnizaciones que prescribe el Código Civil por la imposición de servidumbres
legales (arts. 847, 848, 850)— sean propiamente de responsabilidad objetiva,
porque nos parece que no son supuestos de auténtica responsabilidad, ya que
falta el requisito de la ilicitud del daño. Por el contrario, se trata de
intervenciones en el patrimonio de terceros que son autorizadas por la ley. La
indemnización que se prescribe por tanto no tiene su fundamento en la
responsabilidad civil, sino en la afectación lícita de derechos o lo que Díez-
Picazo denomina "indemnizaciones por sacrificio". 323
322 Cfr. Acosta, V., ob. cit., pp. 15 y ss.; Yuseff, G., ob. cit., pp. 220 y ss.
Dice el art. 2329: "Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o
negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta".
325 Alessandri, A., ob. cit., Nº 195, p. 212. Cfr. C. Stgo., 12 de octubre de 1909,
RDJ, t. IX, sec. 2ª, p. 25.
326 Meza Barros, R., ob. cit., t. II, Nº 419, p. 277, aunque sostiene que la norma
del art. 2329 no reproduce la del art. 2314, ya que éste tiene por objeto
mostrar más bien la conexión de la responsabilidad civil con la penal.
327 Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., pp. 209-211. Sostiene que los casos
a los que se refiere Alessandri, como el choque de trenes, pueden solucionarse
con un criterio más flexible para la acreditación de la culpa.
t. XLIX, sec. 1ª, p. 281). También, se ha vuelto a defender la tesis estimando que
la anormalidad en el desarrollo de una actividad (en el caso de unas labores de
una empresa constructora que dañaron una construcción vecina) hace presumir
la culpa haciendo recaer la carga de la prueba de la diligencia en el demandado
(C. Stgo., 7 de septiembre de 2000, G.J. Nº 243, p. 74). En un fallo reciente, se
ha señalado que "si bien el artículo 2329, del Código Civil contiene, según lo
estima Arturo Alessandri, presunciones de culpa por hecho propio, ello sólo
ocurre cuando, el daño proviene de un hecho que, por su naturaleza o por las
circunstancias en que se realiza, es susceptible de atribuirse a culpa o dolo del
agente... Los ejemplos que coloca el artículo 2329, son clarificadores, en el
sentido de que la culpa sólo puede presumirse frente a actos claramente
imprudentes"; la Corte estima que en caso de caída en un local comercial debido
a una escalera que, según la demandante, no tenía barandas de protección, la
conducta atribuida a la demandada no tiene la gravedad ni la entidad de los
casos a que se refiere el art. 2329 (C. Concep., 24 de marzo de 2011, Rol
Nº 902-2010, LP 48239).
Por nuestra parte, no creemos que la regla general del art. 2329.1 con tenga una
presunción de culpa propiamente tal. Pensamos que lo sostenido por Ducci y
Alessandri, seguidos por parte de la jurisprudencia, no es más que una presunción
tautológica: según su opinión, la ley presume culpa, cuando por las circunstancias
deba presumirse culpa. Se confunde aquí lo que es una presunción legal, con lo
que puede dar pie a presunciones judiciales. Mas, tampoco parece convincente la
opinión contraria, que ve en esta norma una mera repetición de la exigencia de
culpa contenida en el art. 2314.
Barros ha propuesto que el inciso primero del art. 2329 no sólo con tiene la
enunciación de la regla de la causalidad, sino de una especie de presunción de
ésta (y de culpa), en un sentido que él denomina prima facie , respecto de
actividades peligrosas o cuando el daño, conforme a la experiencia ordinaria,
puede atribuirse causalmente al hecho o negligencia del demandado. Si el
demandado puede probar que el daño pudo deberse a otra circunstancia,
entonces la prueba de la causalidad (o culpa) recaerá nuevamente en el
demandante. Fuera de la dificultad de deslindar en la práctica esta
presunción prima facie de una presunción propiamente tal, conspira contra la
aceptación de esta doctrina, inspirada en el derecho comparado, lo exótico de la
figura propiciada.328
2º) El que remueve las losas de una acequia o cañería en calle o camino, sin las
precauciones necesarias para que no caigan los que por allí transitan de día o de
noche.
A nuestro juicio, los números del art. 2329 tampoco contienen presunciones de
culpa, pero sí presunciones de causalidad: la culpa debe ser objeto de prueba,
pero la relación de causalidad entre la conducta negligente (disparar el arma,
remover las losas, tener en mal estado el acueducto o puente) y el daño
causado (muerte o lesión de una persona) se tiene por establecida (se presume
legalmente), mientras no se demuestre lo contrario.
De que la culpa no se presume en estas hipótesis, sino que hay que probarla,
da cuenta la misma dicción de la ley en el Nº 1 del art. 2329. Nótese que habla
del que dispara "imprudentemente" un arma de fuego, lo que obligará al que
invoca esa regla a acreditar la imprudencia (culpa) de la acción, como requisito
para hacer aplicable el precepto.329
329 Así Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 288, p. 295, quien señala que no se trata de
casos de responsabilidad objetiva, ya que en los tres supuestos se requiere una
actitud culpable.
III. RÉGIMEN DE RESPONSABILIDAD POR EL HECHO DE TERCEROS DEPENDIENTES
1. NOCIONES GENERALES
331 Cfr. Zelaya Etchegaray, Pedro, "La responsabilidad civil del empresario por
el hecho de su dependiente", en RDJ, t. XC, Derecho, pp. 121 y ss.
333 Así la Corte de Concepción ha señalado que "La ley considera que cuando
una persona tiene a otra bajo su cuidado o dependencia, cuando hay una
persona a las órdenes de otra, ésta debe vigilar a aquélla para evitar que
ocasione daño. De consiguiente, el fundamento de la responsabilidad por los
hechos ajenos es la culpa en que incurre la persona que tiene a otra en las
condiciones anotadas, siendo de advertir que esta culpa en lugar de probarse,
la ley la presume" (C. Concepción, 23 de abril de 1985, RDJ, t. LXXXIII, sec. 1ª,
p. 96, con recurso de queja rechazado por C. Sup., 18 de julio de 1985).
335 Alessandri, A., ob. cit., Nº 226, pp. 231-232. Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº
277, p. 281, sostiene que procede demandar a ambos, pero en forma
subsidiaria.
los tribunales han aceptado que se trata de una obligación solidaria entre el
empresario y el dependiente (C. La Serena, 3 de mayo de 1978, RDJ , t. LXXV,
sec. 4ª, p. 343; C. Stgo., 11 de agosto de 1997, G.J.Nº 206, p. 160).
La doctrina ha señalado que para que se dé esta presunción deben cumplirse los
siguientes requisitos:
3º) Capacidad delictual del autor material del daño: El art. 2319 prevalece y si el
subordinado es incapaz, no se aplica la presunción y habría que probar la culpa
del civilmente responsable.336
337 Acoglia, M.; Boragina, J., y Meza, J., ob. cit., pp. 43 y 44.
instrucciones, órdenes u orientaciones... basta que una persona preste servicios
a las órdenes de otra para que aquélla tenga el carácter de dependiente sin que
sea necesaria la existencia de un vínculo laboral formal, más allá de la
denominación que las partes hayan dado a tal relación, ya que la calidad de
dependiente no proviene de la forma de su designación sino del hecho de estar
al servicio de otro", por lo que no es relevante la alegación de la recurrente, en
cuanto a que entre las partes existía solamente un contrato de prestación de
servicios, sino las circunstancias en las que el agente que provocó el daño
realizaba su tarea (C. Sup., 15 de noviembre de 2010, Rol Nº 6109-
2008, LP CL/JUR/9526/2010). Pero, atendiendo también a la situación fáctica,
se ha estimado que no existe relación de dependencia entre el miembro de la
barra de un club que disparó una bengala (autor del delito de lesiones) y el
respectivo club deportivo, habiendo los jueces del fondo aplicado erróneamente
el art. 2320 (C. Sup., 10 de septiembre de 2012, Rol Nº 1630-
2010, LP CL/JUR/2024/2012).
1º) El padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos
menores que habiten en la misma casa (art. 2320.2).
2º) El tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su
dependencia y cuidado (art. 2320.3).
4º) Los artesanos responden del hecho de sus aprendices, mientras estén bajo
su cuidado (art. 2320.4).
5º) Los empresarios responden del hecho de sus dependientes, mientras estén
bajo su cuidado (art. 2320.4).
Se ha dicho que "El verdadero propósito [del art. 2320 CC] es establecer, a
partir del presupuesto debidamente establecido de que una acción de un
dependiente causó daño, una presunción simplemente legal de responsabilidad
de la persona bajo cuyo cuidado y vigilancia se encontraba dispensando al
ofendido de probar la culpa de este último" (C. San Miguel, 6 de septiembre de
1995, G.J . Nº 183, p. 88).
Sin embargo, en ciertos casos la ley niega toda prueba en contrario, convirtiendo
la presunción en presunción de derecho. No se admite la exoneración:
Pero, aún fuera de estos casos, los tribunales son reacios a dar por
establecidas las causales de exoneración. Se ha dicho, por ejemplo, que la sola
ausencia del padre del país no lo exime de responder del accidente de tránsito
causado por un menor de 17 años que conducía sin licencia y no respetó el
semáforo en rojo (C. Stgo., 23 de junio de 1997, G.J . Nº 204, p. 148).
El Código Civil dispone que "Las personas obligadas a la reparación de los daños
causados por las que de ellas dependan, tendrán derecho para ser indemnizadas
sobre los bienes de éstas, si los hubiere, y si el que perpetró el daño lo hizo sin
orden de la persona a quien debía obediencia, y era capaz de delito o cuasidelito
según el art. 2319" (art. 2325).
344 Zelaya, P., "La responsabilidad civil del empresario...", cit., p. 132.
6. OBJETIVACIÓN JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL EMPRESARIO
345 Así, Zelaya, P., "La responsabilidad civil del empresario...", cit., pp. 121 y
ss.
estaba presumiendo la culpa de los dependientes, lo que vulneraba el art. 2320;
la Corte rechazó el recurso y estimó que si la empresa no había acreditado que
la locomotora llevara un canastillo que previniera el salto de chispas fuera del
tren, el art. 2320 había sido correctamente aplicado (C. Sup., 29 de marzo de
1901, G 1901, t. I, Nº 263, p. 229). Se ha juzgado también que una empresa que
se dedica al transporte y distribución de combustible debe responder por hechos
de su contratista porque "desarrolla una actividad riesgosa que genera una
responsabilidad más estricta e impone a quien la ejerce, sea de manera directa
o por la mediación de un tercero, un mayor grado de diligencia o cuidado, que
obliga a adoptar las precauciones previstas en las leyes y los reglamentos, como
también las que la prudencia aconseja" (C. Stgo., 31 de mayo de 2006, Rol
Nº 8242-2002, LP CL/JUR/1723/2006; la Corte Suprema rechazó casar la
sentencia: C. Sup. 29 de enero de 2008, Rol Nº 4318-
2006, LP CL/JUR/7269/2008).
Del mismo modo, se ha enfatizado que la excusa sólo puede admitirse cuando
haya verdadera imposibilidad y no solamente dificultad, aunque seria: "Al amo
no le basta probar que fue difícil prever o impedir que el criado ejerciera sus
funciones de un modo impropio; debe establecer que le fue imposible moral y
materialmente. La ley no se contenta con que haya habido dificultad, exige una
verdadera y real imposibilidad" (C. P. Aguirre Cerda, 1º de abril de 1981, RDJ ,
t. LXXVIII, sec. 4ª, p. 52).346 Se rechaza también la idea de que al empleador le
basta para liberarse de responsabilidad el acreditar que tomó medidas
precautorias a intervalos de tiempo, sosteniendo la Corte que, por el conjunto de
infracciones del dependiente (un chofer), era necesario concluir que se requería
de una vigilancia a toda hora por parte del empleador (C. Sup., 14 de noviembre
346 Respecto de otros casos de responsabilidad por el hecho ajeno del art.
2320, el criterio parece ser el mismo. Se ha sostenido que para quedar exento
de responsabilidad no es suficiente que el padre afirme que no pudo evitar el
hecho imputado al hijo por no encontrarse en el lugar en que éste bebió y en
que ocurrió el accidente: "El cuidado que se exige para los efectos liberatorios
de responsabilidad no puede entenderse que debe ocurrir en el momento
mismo de la comisión del hecho ilícito ... El cuidado personal de la crianza y
educación del hijo se manifiesta no sólo cuando el padre se encuentra
presente, sino que también, y en mayor medida, en su ausencia, pues deriva
de esa obligación que es anterior al hecho ilícito" (C. San Miguel, 2 de
diciembre de 1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 4ª, p. 191). Aunque un fallo reconoce
que la ausencia puede constituir impedimento, se refiere a la responsabilidad
que correspondía al marido por los hechos de la mujer, antes de que la Ley Nº
18.802, de 1989, derogara la potestad marital (C. Stgo., 12 de septiembre de
1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, p. 248).
de 1950, RDJ , t. XLVII, sec. 1ª, p. 482). No es suficiente tampoco que el
demandado acredite que todos sus vehículos se encuentran en perfecto estado
técnico, que tiene personal que fiscaliza el trabajo de sus choferes y que les ha
dado normas sobre sus obligaciones, si no prueba que en el caso del chofer de
que se trata se tomaron esas medidas o se trató de impedir su desempeño
impropio (C. Sup., 23 de julio de 1970; C. Sup., F. del M. Nº 140, p. 155). Las
facultades de supervisión de la autoridad pública no pueden sustituir las
medidas de vigilancia del empresario y, por lo tanto, no son suficiente excusa
(C. Sup., 24 de marzo de 1958, RDJ , t. LV, sec. 1ª, p. 27). No obstante, se
reconoce que en caso de huelga ilegal de los trabajadores procede la excusa
liberatoria del art. 2322 (C. Sup., 14 de octubre de 1955, RDJ , t. LII, sec. 1ª,
p. 331). Sobre este punto, se ha señalado, incluso, que "la jurisprudencia ha
uniformado su criterio en el sentido de que no basta probar que fue difícil prever
o impedir la conducta impropia del dependiente para liberarse de
responsabilidad" (C. Stgo., 9 de diciembre de 2009, Rol Nº 3052-
2008, LP CL/JUR/4758/2009).
En otros eventos, los tribunales terminan afirmando la culpa por hecho propio
de la empresa. Así se estimó que la muerte de algunos obreros por la caída de
un andamio atribuía responsabilidad a la empresa que ejecutaba las obras aun
cuando los carpinteros que incurrieron en culpa al construir las crucetas del
andamio no habían sido identificados en el proceso. Se juzgó que la empresa en
el conjunto de la ejecución no había actuado con la diligencia del buen padre de
familia. La Corte aplica entonces las presunciones de los arts. 2323 y 2328, que,
en estricto rigor, sólo pueden aplicarse al dueño del edificio y no a la empresa
constructora (C. Stgo., 18 de octubre de 1956, RDJ , t. LIII, sec. 4ª, p. 138).
Tratándose de los perjuicios ocasionados por el conductor de un vehículo de
propiedad de la empresa demandada, se estima que la sentencia que no da
lugar a la excusa liberatoria del art. 2320 porque el mismo accidente revela que
las precauciones fueron insuficientes, no es casable a pesar de lo discutible de
tal afirmación si además se funda en que la demandada no demostró haber
instruido a sus choferes para evitar accidentes como el de la especie (C. Sup.,
21 de diciembre de 1969,RDJ , t. LXVI, sec. 1ª, p. 297).
La tercera fórmula que emplean los tribunales para objetivar la juris prudencia
del empresario es la interpretación restrictiva de la alegación del demandado de
que el dependiente obró fuera del ámbito de sus funciones.
Así, por ejemplo, se ha dicho que "El actor sufrió el accidente laboral porque
no se adoptaron ni previeron por la demandada... los métodos adecuados y
seguros de ejecución de faenas, incumpliendo el empleador la obligación de
protección que le impone el art. 184 del Código del Trabajo" (C. Stgo., 7 de
diciembre de 1998, G.J. Nº 222, p. 196); y que el empleador tiene un deber
contractual de protección y seguridad destinado a evitar accidentes del trabajo,
como si se permite al trabajador no usar la ropa y elementos de seguridad
necesarios para operar una maquinaria que no se mantenía en óptimo estado de
funcionamiento (C. Sup., 9 de marzo de 1999, G.J. Nº 225, p. 175). Una
sentencia de casación de la Corte Suprema, sin embargo, ha señalado que el
sistema del Código Civil (en la especie, de sus arts. 2320 y 2322), "es el de la
responsabilidad por culpa en la elección o en la vigilancia y no la
responsabilidad por el riesgo creado por la empresa, de lo cual se infiere que el
empleador tenía la posibilidad de exonerarse de responsabilidad probando que
con la debida autoridad y cuidado que su calidad le confiere no ha podido
impedir el hecho", razón por la cual no comparte el criterio de la sentencia
recurrida, respecto a que la responsabilidad del empleador en materia de
accidentes del trabajo sería objetiva o sin culpa, siendo la única defensa del
empleador, que el accidente se haya debido a fuerza mayor (C. Sup., 25 de
enero de 2006, Rol Nº 5079-2003, LP 33670).
347 Zelaya, P., "La responsabilidad civil del empresario...", cit., p. 134.
IV. Responsabilidad por la propiedad o tenencia de cosas dañinas
1. AUSENCIA DE REGLA GENERAL
Señala el Código Civil que "El dueño de un animal es responsable de los daños
causados por el mismo animal, aun después que se haya soltado o extraviado"
(art. 2326).
El dueño del edificio es responsable a terceros de los daños que ocasione su ruina
(art. 2323). La ley estima que el dueño ha incumplido sus deberes de cuidado y
vigilancia si el edificio causa daño por su ruina. En caso de copropiedad, la
indemnización se divide a prorrata de las cuotas de dominio, y no hay solidaridad
(art. 2323, en relación con el art. 2317).
Pero si la víctima que sufre el daño es un vecino del edificio ruinoso que no ha
interpuesto y notificado la correspondiente querella de obra ruinosa, no podrá
después cobrar indemnización de los perjuicios: "no habrá lugar a indemnización,
si no hubiere precedido notificación de la querella" (art. 934). Por eso el art. 2323
dispone que el dueño de un edificio es responsable a terceros "que no se hallen
en el caso del artículo 934". En este caso, la culpa de la víctima libera de
responsabilidad al autor presunto del daño. 349
Se ha fallado que el art. 2323 debe conjugarse con las disposiciones relativas
al contrato de arrendamiento, "entre las cuales destacan los artículos 1924 y
1927, que señala el primero de ellos como obligaciones del arrendador el de
349 Sobre este punto, véase Cornejo Aguilera, Pablo, "Incentivos para la
conservación y reglas de responsabilidad: la responsabilidad del dueño de la
edificación por los daños ocasionados por su ruina", en Rev. Ch. Der., 39, 2012,
1, pp. 33-56.
mantener la cosa arrendada en estado de servir para el fin a que ha sido
arrendada; y el segundo le obliga realizar todas las reparaciones necesarias,
agregando en su inciso segundo incluso a las reparaciones locativas, aquellas
que normalmente son de cargo del arrendatario, si es que el deterioro proviene
de la mala calidad de la cosa arrendada. Es por ello que si el daño se produjo en
el departamento que arrendaba la demandada debido a la mala calidad de la
cañería, quien debe responder de dichos perjuicios será el propietario
arrendador de dicho inmueble, acorde las normas citadas" (C. Stgo., 30 de
septiembre de 2009, Rol Nº 5385-2009, LP CL/JUR/1668/2009).
b) Responsabilidad
de los profesionales de la construcción
Cuando alguien sufre daño por efecto de una cosa que es arrojada o que cae
desde un lugar elevado, responden todos los que habitan la parte del edificio
desde la cual se ha arrojado o caído. Los requisitos para que se dé la presunción
de culpa en este caso son:
1º) Que el daño haya sido causado por una cosa que cae o se arroja.
Los mismos afectados, vale decir, la víctima y las demás personas a quienes el
accidente o enfermedad cause daño, "podrán reclamar al empleador o terceros
responsables del accidente, también las otras indemnizaciones a que tengan
derecho, con arreglo a las prescripciones del derecho común, incluso el daño
moral" (art. 69, letra b, Ley Nº 16.744).352 Como hemos considerado que las
prestaciones o beneficios del seguro tienen finalidad reparatoria, debemos
entender que esta norma permite a la víctima o los demás afectados el reclamar
del responsable, comprobando dolo o culpa, la parte del daño que no hubiere sido
cubierta por las indemnizaciones legales. De lo contrario, estaríamos frente a un
cúmulo de indemnizaciones, que no tendría justificación. 353 De esta forma, los
accidentes laborales son cubiertos, en primera instancia, por un seguro obligatorio,
que es un mecanismo de seguridad social, aunque con fines indemnizatorios, pero
es complementado por la responsabilidad civil por culpa como régimen
supletorio.354
353 Señala Tomasello, L., ob. cit., p. 80, que la expresión "también" utilizada
por la norma sólo tiende a connotar que asimismo se pueden reclamar las
indemnizaciones conforme al derecho común, pero no hacerlas acumulables
con las obtenidas en virtud del seguro de accidentes del trabajo. En el mismo
sentido, Domínguez, R., "Responsabilidad civil...", cit., p. 28.
El art. 64 del Código del Trabajo disponía que el dueño de la obra, empresa o
faena era subsidiariamente responsable "de las obligaciones laborales y
previsionales" que afecten a los contratistas en favor de los trabajadores de
ésta. A pesar de que cierta jurisprudencia laboral estimó que dentro de la
expresión "obligaciones laborales" debía entenderse incluida la de responder
civilmente por los accidentes del trabajo, en la edición anterior de esta
obra manteníamos una opinión diferente, según la cual "en el estado actual
de nuestro derecho los accidentes laborales son materia de la seguridad social,
y las posibles indemnizaciones que puedan corresponder al empleador son
entregadas a la regulación del derecho común, esto es, al Derecho Civil. En
consecuencia —sosteníamos—, parece razonable pensar que las
obligaciones propias de la responsabilidad por daños causados en el
desempeño laboral (sean contractuales o extracontractuales) son verdaderas
obligaciones civiles y no laborales. Si el legislador hubiera querido imponer un
régimen de responsabilidad subsidiario y de carácter objetivo, lo habría hecho
de un modo expreso y no de una manera tan difuminada".
En todo caso, el actor deberá probar el hecho ilícito y el daño. La ley, sin
embargo, contiene una norma que alivia la carga probatoria de la ilicitud. Según
el art. 493 CT, cuando de los antecedentes aportados por la parte denunciante
resulten indicios suficientes de que se ha producido la vulneración de derechos
fundamentales, "corresponderá al denunciado [el empleador] explicar los
fundamentos de las medidas adoptadas y de su proporcionalidad".
359 Así, Domínguez, R., "Responsabilidad civil...", cit., p. 24, según el cual la
finalidad de lo que la ley llama indemnización es permitir al trabajador subsistir
durante el tiempo del despido, bajo la forma de un pago en dinero, o sea, se le
devuelve, en alguna medida, la capacidad de trabajo que él entregó a su
empleador. En el caso del incremento, lo que habría sería una sanción al
empleador más que una reparación. Court Murasso, Eduardo, "La
indemnización del daño moral por despido injustificado", en AA.VV., Derecho de
Daños, LexisNexis, Santiago, 2002, pp. 229-230, también opina que procede la
indemnización del daño moral del trabajador por sobre la indemnización legal,
pero sólo "cuando se trate de situaciones excepcionales en que se configure un
despido especialmente injustificado y siempre que el daño moral sea de cierta
entidad, esto es, distinto del normal que produce la ruptura abusiva del
contrato".
La indemnización tiene límites que establece el mismo Código (arts. 158, 159
y 160), pero se permite demandar por sobre ellos probándose dolo o culpa
(art. 172).
En presencia de daño ambiental causado por dolo o culpa, la ley otorga dos
acciones: la "acción indemnizatoria ordinaria", que tiene por objeto reparar el
perjuicio causado a la persona directamente afectada, y la "acción ambiental" o de
restauración, que tiene por objeto reparar materialmente el medio afectado, en
tanto ello fuere posible.368 No obstante, esta última no es procedente cuando quien
367 Es una presunción de culpa que se conecta con lo que la doctrina
tradicional conocía como "culpa contra la legalidad". Sobre el alcance de esta
presunción, véase Hunter Ampuero, Iván, "La culpa con ley en la
responsabilidad ambiental", en Revista de Derecho (U. Austral) vol. 18, Nº 2,
2005, pp. 9-25.
369 Sobre el tema puede verse Barros Bourie, Enrique, Responsabilidad civil en
materia del medio ambiente, en AA.VV., Derecho del Medio Ambiente, Facultad
de Derecho U. de Chile, ConoSur, Santiago, 1998, pp. 47-71. Corral Talciani,
Hernán, "Daño ambiental y responsabilidad civil del empresario en la Ley de
Bases del Medio Ambiente", en Rev. Ch. Der., vol. 23, 1996, pp. 143 y ss.; "El
sistema de impacto ambiental y la responsabilidad civil por daño al medio
ambiente", en Revista de Derecho Administrativo Económico, vol. 1, Nº 1
(1999), pp. 79-93.
2. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS NUCLEARES
Los plazos de prescripción de estas acciones no están muy claros en la ley para
todos los casos. En los supuestos de garantía legal se establece un plazo general
de tres meses desde la fecha en que se ha recibido el producto, salvo que sea
perecible, caso en el cual el plazo será el indicado en el envoltorio, con un mínimo
373 Sobre este tema, véase Corral Talciani, Hernán, "Responsabilidad civil por
productos defectuosos. Análisis desde el punto de vista de la responsabilidad
de la empresa en los textos legales de protección al consumidor", en Revista de
Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso, XVIII, 1996, pp. 285 y ss.;
La falta de adecuación de las normas especiales de la Ley Nº 19.946 al régimen
típico de responsabilidad por productos determinará que los demandantes
recurran en estos casos a las reglas generales de responsabilidad extracontractual
del Código Civil. Así sucedió en el caso de falla de un implante coclear en que se
condenó a la empresa fabricante (austriaca), cuya casación fue desestimada por
la Corte Suprema: C. Sup. 10 de abril de 2013, Rol Nº 5969-
2011, LP CL/JUR/777/2013. Para paliar la exigencia de culpa el tribunal de
primera instancia aplicó la regla del art. 2329 para presumir la negligencia por el
hecho de la falla del producto.
Este régimen especial está contenido en los arts. 18 y 19 del D.F.L. Nº 458, de
1975, según los cuales son responsables el propietario primer vendedor, el
proyectista, los constructores y los proveedores, fabricantes o subcontratistas.
Los plazos de prescripción establecidos por la Ley Nº 20.016 también han sido
objeto de tratamiento jurisprudencial. La Corte Suprema, acogiendo un recurso
de casación en el fondo, estimó que constituye un error de derecho haber
rechazado la excepción de prescripción con fundamento en el nuevo plazo de
prescripción de diez años en el caso de fallas o defectos que afecten a la
estructura soportante del inmueble, pues a la fecha de recepción de las obras
aún no había entrado en vigencia la Ley N º 20.216. La Corte concluyó que
tampoco corresponde contabilizar el plazo de prescripción desde la fecha de los
títulos de propiedad de los demandantes, pues tanto la Ley Nº 19.472 como la
Ley Nº 20.016 contabilizan los plazos desde la recepción definitiva de las obras,
con la sola excepción del art. 18.8.3º del D.F.L. Nº 458, de 1975, antes
mencionado: C. Sup., 4 de mayo de 2012, Rol Nº 7546-2009. A su vez, dado
que la ley admite la recepción definitiva parcial de las obras, se ha fallado que
los plazos de prescripción para cada una de las secciones deben ser contados
en forma individual, según la fecha de las respectivas recepciones finales o
definitivas parciales: C. Stgo., 2 de diciembre de 2009, Rol Nº 961-
2009, LP CL/JUR/4359/2009. También en materia de prescripción, la Corte
Suprema ha declarado que la realización de parte del demandado de
actuaciones destinadas a reparar diversas fallas o desperfectos advertidos por el
demandante, interrumpen naturalmente la prescripción, por aplicación del
art. 2518: C. Sup., 29 de octubre de 2010, Rol Nº 4727-
2007, LP CL/JUR/5030/2008.
VI. RESPONSABILIDAD POR LOS DAÑOS DE LA ACTIVIDAD PERIODÍSTICA
Los medios de comunicación social pueden ocasionar daños a las personas, sobre
todo al lesionar derechos tales como el honor, la intimidad o vida privada y la
imagen. Entre nosotros no existe una regulación orgánica que considere la
responsabilidad civil de este tipo de empresas, pero deben tenerse en cuenta
algunos preceptos.
Por de pronto, la misma Constitución establece que ella asegura a todas las
personas el derecho al respeto a la vida privada y pública y a la honra de la
persona y su familia (art. 19, Nº 4 Const.) y que la libertad de emitir opinión y de
informar sin censura previa, se entiende "sin perjuicio de responder de los delitos y
abusos que se comentan en el ejercicio de estas libertades, de conformidad a la
ley, la que deberá ser de quórum calificado" (art. 19.12º.1 Const.).
Los delitos que pueden cometerse a través de las empresas periodísticas son
los de injuria y calumnia contemplados en los arts. 413, 418.1 y 419 del Código
Penal, con penas pecuniarias agravadas (art. 29 Ley Nº 19.733) y los de
intromisión indebida en la vida privada previstos en los arts. 161-A y 161-B del
Código Penal (art. 39 Ley Nº 19.733).
En materia de autoría, la ley considera como coautor al director del medio (no al
propietario) o al que lo reemplace legalmente (art. 39.2 Ley Nº 19.733). No se
trata, empero, de una responsabilidad objetiva, sino simplemente por culpa
presunta, ya que se permite al director o su reemplazante legal el probar que no
obró con negligencia: "salvo que se acredite que no hubo negligencia de su parte"
(art. 39 .2 Ley Nº 19.733). La Corte Suprema, en fallo reciente, descartó que se
pudiera hacer responsable penal y civilmente al director del medio si en el proceso
no aparecían antecedentes de que hubiera obrado con negligencia (C. Sup., 23 de
enero de 2013, Rol Nº 4394-2012).375
375 El fallo de la Corte no parece advertir que se debe acreditar por parte del
director que no actuó con negligencia; lo que implica una presunción que debe
ser desvirtuada. Sobre toda esta materia, pero bajo la legislación anterior,
véase Corral Talciani, Hernán, "Derechos al honor, vida privada e imagen y
responsabilidad civil por los daños provocados por las empresas periodísticas",
en Revista de Derecho (U. Católica del Norte) vol. V, 1996, pp. 73 y ss. Con la
nueva ley, Corral Talciani, Hernán, "Sobre la responsabilidad civil de los
periodistas y de los medios de comunicación social por atentados a la honra,
intimidad e imagen", en Información Pública (Escuela de Periodismo U. Santo
Tomás) vol. 4, Nº 2, 2006, pp. 253-286.
VII. RESPONSABILIDAD POR TRATAMIENTO INDEBIDO DE DATOS PERSONALES
1. LA RESPONSABILIDAD EN LA LEY Nº 19.628
Junto con establecer variados derechos para las personas en relación con los
bancos de datos (de acceso, de cancelación, de modificación, de bloqueo), la ley
contempla también una regulación sobre la responsabili dad que puede recaer en
quienes mantienen registros o bancos de datos de carácter personal. El art. 23
señala que la persona natural o jurídica privada o el organismo público
responsable del banco de datos debe indemnizar los daños que causare por el
tratamiento indebido de los datos, sin perjuicio de proceder a eliminar, modificar o
bloquear los datos de acuerdo a lo requerido o, en su caso, lo ordenado por el
tribunal.
El tono imperativo del precepto "deberá indemnizar" podría hacernos pensar que
estamos ante un nuevo caso de responsabilidad objetiva o sin culpa. 376 Pero
debemos rechazar esta interpretación por varias razones, entre ellas porque la
responsabilidad configurada en el art. 23 es una responsabilidad derivada de un
ilícito infraccional y éste sólo procede cuando se acredita el elemento subjetivo y
puesto que el vocablo "indebido" revela, atendiendo a la historia del
establecimiento del precepto, que se quería que se aplicaran los criterios comunes
del Código Civil, esto es, la responsabilidad por culpa. Así lo ha establecido la
Corte Suprema: "la indemnización de perjuicios por la que debe responder el
operador de datos personales deriva de la falta del deber de cuidado en el
tratamiento de esos antecedentes" (C. Sup. 25 de septiembre de 2012, Rol
Nº 6968-2010, LP CL/JUR/2100/2012).
376 Así lo sostiene Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 294 quáter, p. 317.
3. PERJUICIOS INDEMNIZABLES
Concretamente, se ap licará la norma del art. 1999, al que se remite el art. 2006,
y que expresamente dispone: "Habrá lugar a reclamación de perjuicios, según las
reglas generales de los contratos, siempre que por una o por otra parte no se haya
ejecutado lo convenido o se haya retardado su ejecución" (art. 1999). Esta misma
norma rige para las profesiones que se regulan por las reglas del mandato, con las
graduaciones de responsabilidad que establece el art. 2129.
Por último, habrá casos en los que la responsabilidad profesional deba ser
considerada extracontractual o, al menos, no derivada de contrato. 379 Es lo que
sucede cuando el deber de actuación profesional proviene de un imperativo legal,
como, por ejemplo, cuando el Estado nombra a un abogado de turno para
representar a quien no puede procurárselo por sí mismo, o cuando un profesional
presta sus servicios no en calidad de tal, sino como amigo, por caridad o espíritu
de beneficencia.380 También habrá responsabilidad extracontractual (según la
posición que se asuma respecto al derecho común en materia de responsabilidad)
cuando la gestión profesional se realice sin el consentimiento del interesado y se
den los supuestos de la agencia oficiosa. Interpretando extensivamente el
art. 2122 debe estimarse que si el profesional ejecuta un contrato inválido o se
excede del campo de las atribuciones que le han sido otorgadas por el cliente,
responde como agente oficioso. Por otra parte, todos los daños que el profesional
cause a terceros en ejecución del contrato se regirán evidentemente por la
responsabilidad extracontractual, ya que para ellos el contrato no les resulta
oponible.
379 Yzquierdo Tolsada, M., La responsabilidad civil..., cit., pp. 133 y ss.
381 Sobre los notarios, puede verse a Pizarro Wilson, Carlos, "La
responsabilidad civil de los notarios en Chile", en Revista de Derecho (U.
Católica del Norte), vol. 18, Nº 2, 2011, pp. 137-149.
3. ESTATUTOS ESPECIALES DE CIERTAS PROFESIONES
Existen profesiones para las cuales la ley puede regular un régimen particular de
responsabilidad. Es lo que hace el Código Civil respecto de los arquitectos
(art. 2004), y la Ley General de Urbanismo y Construcciones para los proyectistas
y otros profesionales de la construcción (art. 18).
¿Cómo se responde si uno de los miembros del grupo o socio causa el daño por
su desempeño profesional? En Francia, por la Ley de Sociedades Civiles
Profesionales de 1966, cada asociado es responsable de sus actos, pero, al
mismo tiempo, la sociedad también resulta responsable. Se sostiene que como la
sociedad es quien es parte del contrato, ella también debe responder. Esta
solución parece razonable, aunque nos asalta la duda sobre el fundamento de la
responsabilidad del profesional individual, ya que él como persona no ha sido
parte del contrato de prestación de servicios. Es posible que este sea un supuesto
de responsabilidad extracontractual, de modo que la sociedad (y todos los socios)
responderán en virtud del contrato y el socio que causó el daño podrá ser
demandado con fundamento en la responsabilidad extracontractual. 383
Para los grupos no constituidos como sociedad, la respuesta debe ser distinta.
El contrato de prestación de servicios se habrá otorgado entre el cliente y el
miembro que causó el daño, de manera que sólo él será responsable de su
deficiente desempeño profesional, y no el resto de los profesionales que integran
la comunidad.
385 Alessandri, A., ob. cit., Nº 42, p. 58; Tomasello, Leslie, "La responsabilidad
civil médica", en Estudios de Derecho Privado, Edeval, Valparaíso, 1994, pp. 34-
35; Court, E., "Algunas consideraciones...", cit., p. 2.
en favor de otro (art. 1449) y la aceptación tácita del tercero beneficiado (paciente)
permitirían construir la responsabilidad del médico bajo la forma contractual. 386
Es claro que hay diferencias relevantes entre estimar si la acción del paciente
es por responsabilidad contractual o extracontractual, en términos de cláusulas
de exención de responsabilidad, de determinación de los perjuicios, de plazos
de prescripción, etc. La cuestión más relevante, sin embargo, es el problema de
la carga de la prueba sobre la negligencia médica. En el régimen de la
responsabilidad extracontractual, la negligencia debe ser probada por la víctima.
En la responsabilidad contractual puede pensarse en aplicar la norma del
art. 1547 y estimar que la culpa se estima producida por el incumplimiento
médico, debiendo el profesional demostrar que procedió de acuerdo a las reglas
de su arte. Para evitar esta conclusión se ha forjado en la doctrina francesa la
distinción entre obligaciones de medio y de resultado. De esta manera, el
médico sólo se obligaría a poner los medios terapéuticos aconsejados pero no
garantizaría la salud o recuperación del enfermo. En tal sentido, la culpa —es
decir, que no se pusieron los medios correctos— debe probarla la víctima. En
Chile se discute si nuestra legislación acepta la distinción. A nuestro juicio, el
art. 1546, al relativizar el deber contractual a la naturaleza de la obligación
asumida, permite concluir que ciertas obligaciones médicas son de actuación; es
decir, de actuar diligentemente conforme a los conocimientos y habilidades de
su profesión. Pero ello no significa que aquí no se aplique la regla del art. 1547,
sino únicamente que debe probarse el incumplimiento mediante la acreditación
de la negligencia. La sola falta del resultado esperado: la salud recuperada, no
basta para estimar incumplido el contrato. 391 En este sentido, la Corte de
Concepción recientemente consideró que la obligación del médico es de medios
pero que igualmente recibe aplicación la regla del art. 1547.3, debiendo la parte
demandada (el médico) probar su diligencia (C. Concep., 19 de julio de 2012,
Rol Nº 456-2012, LP 61986).
391 En contra, Guajardo, B., ob. cit., pp. 98-99, sostiene que el Código Civil no
admite la distinción entre obligaciones de medio y de resultado para los
efectos de la carga de la prueba, pero sí en cuanto al contenido, de manera
que si bien la ley presumiría la culpa del médico por el daño producido éste
podría exonerarse probando que cumplió con sus deberes contractuales
conforme a la lex artis.
Sin que exista un problema de cúmulo, es posible que en un mismo proceso
se susta ncien acciones de responsabilidad contractual y extracontractual por
diversas víctimas. Así en un caso la paciente afectada por un mal diagnóstico
psiquiátrico demanda de responsabilidad contractual al médico, pero su marido y
sus hijas lo hacen por responsabilidad extracontractual (C. Sup. 5 de junio de
2013, Rol Nº 5883-2012, LP CL/JUR/1219/2013).
c) El equipo médico
398 Así, Vásquez Rogat, Andrés, Responsabilidad del Estado por sus Servicios
de Salud, ConoSur, Santiago, 1999, p. 21.
399 Guajardo, B., ob. cit., p. 234, para quien la responsabilidad por falta de
servicio es una especie dentro del género de la responsabilidad del Estado.
El órgano público que haya sido condenado puede repetir en contra del
funcionario directamente responsable, pero siempre que se acredite que actuó con
dolo o con "imprudencia temeraria" en el ejercicio de sus funciones (art. 38.2).
Los directores independientes que integren el comité previsto por la ley para
las sociedades abiertas tienen, además de la responsabilidad común de los
directores, una responsabilidad solidaria por los perjuicios que causen a los
accionistas y a la sociedad por incumplimiento de los deberes específicos que
se les impone (art. 50 bis.14 Ley Nº 18.046).
vii) Tratándose de una sociedad anónima cerrada, si uno o más directores tienen
interés por sí o como representantes de otro en actos o contratos celebrados por
la sociedad, sin que se cumplan los requisitos previstos en el art. 44 de la Ley
Nº 18.046. La norma señala que "la infracción de este artículo... otorgará a la
sociedad, a los accionistas y a los terceros interesados, el derecho de exigir
indemnización por los perjuicios ocasionados". Si se trata de una sociedad
anónima abierta, que realiza una operación con partes relacionadas sin cumplir
con los requisitos del art. 147 de la Ley Nº 18.046, la sociedad o los accionistas
tienen el derecho de demandar, de la persona relacionada infractora, el reembolso
en beneficio de la sociedad de una suma equivalente a los beneficios que la
operación hubiera reportado a la contraparte relacionada, y la indemnización de
los daños (art. 147.7º Ley Nº 18.046);
408 408 En este sentido, Puelma Accorsi, Álvaro, Sociedades, Editorial Jurídica
de Chile, 3ª edición, Santiago, 2001, t. II, p. 639; Carey B., Guillermo, De la
sociedad anónima y la responsabilidad civil de los directores, Editorial
Universitaria, Santiago, 1993, p. 45.
Los que sean considerados culpables de una infracción a alguna de las siguientes
fuentes: la Ley Nº 18.046, su reglamento, el estatuto social o las normas
impartidas por la Superintendencia, son responsables de los daños ocasionados a
otro por dicha infracción, sin perjuicio de las demás sanciones civiles, penales o
administrativas que correspondan (art. 133.1 Ley Nº 18.046).410
Queda por dilucidar, sin embargo, qué normas y criterios deben aplicarse en
relación con aspectos de la responsabilidad que no están regulados en la Ley
Nº 18.046 en ninguno de los tres bloques normativos que hemos caracterizado,
como, por ejemplo, la carga de la prueba de la culpa (cuando no haya
presunciones), la prescripción, la extensión de la reparación, la legitimación
procesal, la competencia judicial. Para ello se hace indispensable distinguir los
casos en los que la sociedad es quien ejerce la acción de responsabilidad (acción
social) de aquellos en los que los demandantes son los accionistas o terceros
interesados (acción individual).
a) Titulares
La acción subrogatoria por infracción normativa puede ser ejercida por uno o
más accionistas que representen a lo menos el 5% de las acciones emitidas o por
cualquiera de los directores, individualmente considerados. 414 En este caso, el
objeto de la acción es la reclamación de todos los perjuicios que correspondieren
a la sociedad.415 Los que ejercen la acción actúan "en nombre y beneficio de la
sociedad" (art. 133 bis Ley Nº 18.046). Sin embargo, la ley les permite apropiarse
412 Así, Romero Seguel, Alejandro y Díaz Villalobos, José Ignacio, "La acción de
responsabilidad civil del art. 133 bis de la ley de sociedades anónimas", en RDJ,
t. XCIX, Derecho, p. 52. En p. 56 sostienen que la figura legal no es una
representación sino una "sustitución procesal".
413 Alcalde, E., ob. cit., p. 245, agrega como supuestos de ejercicio de la
acción social los de los Nºs. 5, 6 y 7 del art. 42. No encontramos sustento
normativo para fundar una acción subrogatoria que, por ser excepcional,
necesita texto legal expreso. Coincidimos, por tanto, con Puga, J. E., ob. cit., p.
495, en que en estos casos la acción sólo corresponde a la sociedad.
de las costas a que sean condenados los vencidos. En cambio, si son los
demandantes los condenados en costas, ellos deben soportar la pérdida sin que
puedan trasladarla a la sociedad.
Nos parece que el reembolso de los beneficios es una forma de fijar un monto
mínimo a los daños indemnizables (una suerte de indemnización tasada), sin
perjuicio de que si los daños son mayores, la cantidad reembolsada se impute a
ellos y se exija el resto en favor de la sociedad. 416
417 Puelma, A., ob. cit., pp. 627-629; Abeliuk, R., ob. cit., t. II, Nº 934 ter, p.
925.
418 Esta parece ser la posición de Puelma, A., ob. cit., t. II, pp. 627-629, quien
defiende la naturaleza legal del vínculo entre sociedad y directores y parece
identificar responsabilidad legal con responsabilidad aquiliana. Lyon Puelma,
Alberto, "Responsabilidad civil de entidades corporativas", en Jorge Baraona
(edit.), Responsabilidad civil de entidades corporativas, Cuadernos de
Extensión Jurídica, U. de los Andes, Nº 7, 2003, pp. 222 y 246-248, señala que
la relación entre directores y sociedad no es contractual, sino orgánica o legal,
por lo que sostiene que a falta de norma especial la responsabilidad se regirá
por las reglas de los delitos o cuasidelitos, en cuanto régimen común (ver pp.
182-185). En similar sentido, Vidal, A., "Responsabilidad civil...", cit., p. 166 y
pp. 182-185; Puga, J. E., ob. cit., pp. 492-493; Alcalde, E., ob. cit., pp. 31 y ss.
por una especie de contrato innominado de prestación de servicios. 419 Si esto es
así, es evidente que el incumplimiento de sus deberes producirá directamente
responsabilidad contractual.
Ello no puede discutirse respecto de los gerentes y personas que hagan sus
veces, porque respecto de éstos no hay duda de que existe vínculo contractual
(contrato de trabajo, arrendamiento de servicios o mandato). 420
421 Lagos, O., "La responsabilidad...", cit., p. 95, sostiene que no se aplica a
este estatuto la prescripción del art. 822 CCom. Concordamos con esta
solución por lo que deberá distinguirse si estamos en presencia de
responsabilidad contractual, caso en el cual se aplicará el plazo de 5 años del
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que si el ilícito se mantiene con
prescindencia de la relación contractual del director o gerente con la sociedad, y
constituye, por tanto, un delito o cuasidelito civil por violación del deber general de
no hacer daño injusto a otro, se producirá un caso de concurso de
responsabilidades (cúmulo), que, según nuestra opinión, da derecho al
demandante para elegir entre el régimen contractual o el extracontractual.
a) Titulares
La acción individual puede ser ejercida tanto por los accionistas de la sociedad
como por terceros (por ejemplo, acreedores), en la medida en que reclamen la
reparación del daño que personalmente han sufrido por la actuación de un director
o gerente de una sociedad que ha actuado en su calidad de tal.
En este caso hay claridad de que no media vínculo contractual entre demandante
y demandado. Será necesario aplicar el régimen de la responsabilidad
extracontractual. A la misma conclusión debe arribarse en caso de que el daño se
haya causado por la infracción de un deber expresado en la ley, ya que la
violación de obligaciones legales, en nuestro criterio, produce responsabilidad
aquiliana.424
424 Cfr. Alcalde, E., ob. cit., p. 227. En contra Concha, C., ob. cit., p. 50, quien
estima que existe un deber de diligencia de los directores respecto de los
accionistas, por lo que en cuanto a éstos debería aplicarse la responsabilidad
contractual.
X. RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
1. FACETAS DE LA RESPONSABILIDAD ESTATAL
Las facetas en las que puede actuar el Estado y los órganos que lo integran son
variadas. Para efectos de la responsabilidad se suelen contemplar los campos de
la actividad legislativa (daños causados por la aprobación de una norma legal o de
un tratado), de la actividad judicial (daños causados por resoluciones o
actuaciones judiciales consideradas indebidas o ilícitas) y, finalmente, de la
actividad de gobierno o por actos de la administración.
426 Martínez Estay, José Ignacio, "La responsabilidad patrimonial del Estado
por infracción al principio de igualdad y al derecho de propiedad en el Derecho
Público chileno", en AA.VV., Derecho de Daños, LexisNexis, Santiago, 2002, pp.
196-199.
3. RESPONSABILIDAD POR LA ACTIVIDAD JURISDICCIONAL
428 Cfr. Cousiño M. I., Luis, "Derechos de las personas detenidas, procesadas o
condenadas injustamente, a ser indemnizadas de daños ocasionados", en RDJ,
t. LV, Derecho, pp. 43-65; y más recientemente García Mendoza, Hernán, La
responsabilidad extracontractual del Estado. Indemnización del error judicial,
ConoSur, Santiago, 1997, pp. 223 y ss. La Corte Suprema dictó un auto
acordado (3 de agosto de 1983, D.O. 11 de agosto de 1983) para regular el
procedimiento al que debe someterse esta acción de indemnización.
429 Soto Kloss, E., Derecho Administrativo..., cit., t. II, pp. 311 y ss.; Martínez,
J., "La responsabilidad...", cit., pp. 199-201; Rondini Fernández-Dávila, Patricio,
Responsabilidad patrimonial del Estado Juez en Chile, LexisNexis, Santiago,
2008, pp. 125 y ss.
Ministerio Público. Esta responsabilidad prescribe en cuatro años contados desde
la fecha de la actuación dañina y se entiende sin perjuicio de la responsabilidad
que pudiera afectar al fiscal o funcionario que produjo el daño, contra el cual el
Estado tiene derecho a repetir, cuando haya mediado culpa grave o dolo de su
parte.430
430 Es posible que concurran las normas del art. 19.7º letra i Const. y la del
art. 5º de la Ley Nº 19.640, cuando por solicitud del fiscal se dicte una
resolución que formalice o condene a alguien. En este caso, se sostiene que la
distinción para aplicar una u otra responsabilidad debe estar en dónde está la
causa del error, o sea, si el yerro se produce en el razonamiento judicial
contenido en la resolución se aplicará la norma constitucional; en cambio, si
ese razonamiento es correcto y deriva de la actuación del Ministerio Público, se
aplicará la responsabilidad prevista en su Ley Orgánica: cfr. Rondini, P., ob. cit.,
p. 121.
4. RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN. ESTATUTOS ESPECÍFICOS
Según el art. 169.5 del texto refundido de la Ley Nº 18.290, Ley de Tránsito (D.F.L.
Nº 1, de 2009), "La Municipalidad respectiva o el Fisco, en su caso, serán
responsables civilmente de los daños que se causaren con ocasión de un
accidente que sea consecuencia del mal estado de las vías públicas o de su
señalización". La demanda deberá interponerse ante el juez de letras en lo civil y
se tramita de acuerdo con las normas del juicio sumario (art. 169.5 D.F.L. Nº 1, de
2009).
432 Pierry Arrau, P., ob. cit., p. 19. En el mismo sentido, Mundaca Assmussen,
Hans, Responsabilidad del Estado por falta de servicio, Libromar, Santiago,
2001, p. 77.
433 Así García Mendoza, H., ob. cit., p. 217; quien sigue a Pantoja Bauzá,
Rolando, Bases Generales de la Administración del Estado, Ediar ConoSur,
Santiago, 1987, p. 45.
En general, es un parecer unánime que el Estado debe responder por los daños
que causen sus funcionarios o agentes al desarrollar indebidamente sus funciones
administrativas. Está superada la antigua tesis jurisprudencial que veía un
obstáculo insalvable en la ausencia de los tribunales contencioso-administrativos
para proceder contra el Estado. Hoy está claro que tienen esta competencia los
tribunales ordinarios de justicia.
Finalmente, una tercera opción, que parece imponerse tanto en doctrina como
jurisprudencia, es la de entender que la responsabilidad del Estado y sus órganos
es una responsabilidad especial, cuyo fundamento puede ser constitucional, pero
cuyo régimen se configura con disposiciones especiales y, en lo no previsto en
ellas, por el derecho común contenido en el Título XXXIII del Código Civil.
436 Soto Kloss, E., Derecho Administrativo..., cit., p. 845. En el mismo sentido,
Fiamma, Gustavo, ob. cit., pp. 429 y ss., considera que el art. 38 de la
Constitución establece una verdadera acción constitucional de responsabilidad
en contra del Estado por la actuación de sus organismos. Una adhesión desde
el punto de vista constitucional a la tesis de la "Responsabilidad de derecho
público", en Martínez, J., "La responsabilidad...", cit., pp. 185-196. La idea de un
régimen de responsabilidad del Estado independizado de los criterios del
derecho privado la había avanzado ya antes de la Constitución de 1980, Aylwin,
Patricio, "La responsabilidad del Estado", en RDJ, t. XLIII, Derecho, pp. 5-12,
propiciando su regulación por ley y sobre la base de la idea francesa de "falta
del servicio público".
injustamente a la víctima.437 No hay completa claridad sobre si se mantiene la
exigencia de que el actuar de la Administración sea antijurídico o contrario a
derecho.438 Pareciera ser que para estos autores la exigencia de antijuridicidad
no es relevante en esta materia, ya que bastaría comprobar que se trata de una
lesión que el particular afectado no debe soportar en virtud de la garantía de
igual distribución de las cargas públicas consagrada por la Constitución. 439
Una opinión más extrema postula que este sistema común de responsabilidad
pública del Estado tendría además algunos regímenes específicos como el
relativo al error judicial (art. 19.7º letra i) Const.) y el de la acción de
responsabilidad del art. 38.2 Const., de tal manera que la responsabilidad por
falta de servicio consagrada a nivel legal (Leyes Nº 18.575, art. 42 y Nº 18.695,
art. 152) vulneraría la Constitución al restringir un sistema constitucional. 440 En
este mismo sentido, se estima que si una ley, diversa del Código Civil, establece
un régimen especial de responsabilidad, dicha normativa no puede aplicarse al
Estado, el que responde por el régimen constitucional de manera objetiva. Así se
ha defendido la inaplicabilidad al Estado del estatuto de la responsabilidad civil
437 Soto Kloss, E., Derecho Administrativo..., cit., pp. 815 y ss. En el ámbito
civil, López Santa María, Jorge, "Responsabilidad por falta de servicio.
Casuística chilena reciente" en RDJ, t. XCIV, Derecho, pp. 31 y ss., aboga por
considerar que la falta de servicio debe ser considerada una forma de
responsabilidad objetiva por cualquier funcionamiento ineficiente del Estado.
438 Mientras Soto Kloss sigue hablando de un daño que sea "antijurídico" o
"injusto" o que constituya lesión de un derecho (Derecho Administrativo..., cit.,
pp. 816; 817; 918), Fiamma afirma categóricamente que no debe tomarse en
cuenta la licitud o ilicitud del comportamiento de la Administración del Estado:
si hay daño, hay responsabilidad "incluso cuando haya actuado dentro de la
más estricta legalidad" (ob. cit., pp. 434-435).
439 Soto Kloss, E., Derecho Administrativo..., cit., p. 814; Fiamma, G., ob. cit.,
pp. 429. En materia de responsabilidad de Municipalidades sostiene la misma
doctrina Baraona González, Jorge, "La responsabilidad de las municipalidades a
la luz de la última jurisprudencia", en Jorge Baraona (edit.), Responsabilidad
civil de entidades corporativas, Cuadernos de Extensión Jurídica, U. de los
Andes, Nº 7, 2003, pp. 71-73.
443 Pierry, P., ob. cit., p. 26. Agrega que no es necesario individualizar al
funcionario culpable, ya que la culpa de funcionarios anónimos puede
presumirse: "Puede presumirse siempre culpa de alguien, anónimamente, cada
vez que haya falta de servicio". Esta doctrina es reiterada por el autor en una
refundición actualizada de sus escritos publicada como "La responsabilidad
extracontractual del Estado por falta de servicio", en Revista de Derecho,
Consejo de Defensa del Estado, Nº 1, pp. 11 y ss.
que el deber de responder del Estado por sus acciones u omisiones tenga su
fundamento en las normas y principios de la Constitución (principalmente en el
art. 38.2), y otra distinta que el régimen de dicha responsabilidad no esté fijado en
la normativa constitucional sino que se haya delegado al legislador. Ahora bien, el
legislador ha dictado normativas especiales, como en la Ley Nº 18.575, Orgánica
Constitucional de Bases de la Administración del Estado, en la Ley Nº 18.690,
Orgánica Constitucional de Municipalidades, en la Ley Nº 19.966, sobre Sistema
Auge, que en general establece n una responsabilidad directa (no por el hecho
ajeno), pero no de carácter objetivo absoluto y fundada en la sola causalidad
material del daño, sino en un factor de imputación denominado "falta de servicio".
De esta manera, puede hablarse de una responsabilidad estricta (objetiva)
calificada: el demandante debe probar la falta de servicio, además del daño y la
causalidad, para obtener la condena del Estado u otros órganos públicos a
responder civilmente.
Por nuestra parte, pensamos que una conveniente armonía del derecho de
daños no permite una separación tan tajante entre sistema público y sistema
privado. Además, pareciera ser que la interpretación que tiende a ver en la
Constitución un sistema autónomo o autárquico que rechaza toda regulación y
complementación legal, no se aviene con su consideración de Ley Fundamental
y por ello precisada de desarrollo. Una cosa es sostener la aplicación directa de
la Constitución a falta de norma legal, pero otra muy distinta es aplicar las
normas constitucionales con prescindencia de las normas legales que versan
sobre la misma materia, tachándolas de inconstitucionales, sobre todo si la
misma Constitución se remite a la ley para concretar los sistemas de
responsabilidad respecto de los cuales ella asume sólo la tarea de fijar los
principios: así, por ejemplo el art. 6º, inc. final Const.: "La infracción de esta
norma generará las responsabilidades y sanciones que determine la ley". 445En
445 Así, Quintanilla, A., ob. cit., p. 52; Mundaca, H., ob. cit., p. 78; Rojas Varas,
Jaime, "Bases de la responsabilidad extracontractual del Estado administrador",
en Rev. Ch. Der. Número especial, 1998, p. 358.
consecuencia, nos parece difícilmente sustentable que los sistemas legales que
regulan la responsabilidad del Estado sobre la base de la falta de servicio
puedan ser descartados o subsumidos en una construcción de corte
exclusivamente constitucional. Para aquellos casos en los que no puedan
aplicarse dichas leyes, una buena complementación entre los principios
constitucionales y los preceptos del derecho común (esto es, el Código Civil)
podría ser suficiente para dar efectiva protección a los particulares perjudicados
por el actuar del Estado. Es sugerente la tesis de Pedro Perry, ley asumida por
la Corte Suprema, en cuanto a aplicar a las Fuerzas Armadas, de Orden y
Seguridad, al Consejo Nacional de Televisión y Contraloría General de la
República, y otras instituciones a las que no se aplica la Ley de Bases Nº
18.575, el régimen del Código Civil (arts. 2314 y 2329) sobre la base de la
antigua teoría de la responsabilidad civil de las personas jurídicas por la
actuación de sus órganos, llegando así a la elaboración de una culpa en la
organización (en la que no es necesario identificar al funcionario culpable) que
se identificaría con el concepto de falta de servicio del art. 42 de la Ley de
Bases. Aunque esta idea menoscaba el alcance especial del concepto de "falta
de servicio".
447 La doctrina favorecía la aplicación del estatuto del Código Civil, pero como
forma de hacer al Estado responsable por las actuaciones de sus funcionarios.
Cfr. Valdivieso Valdés, Enrique, "¿Es aplicable a las personas jurídicas de
derecho público el pago de la indemnización que establece el título XXXV, libro
IV, del Código Civil que trata de delitos y cuasidelitos?", en RDJ, t. XLI, Derecho,
pp. 113-144.
451 Mundaca, H., ob. cit., p. 70, piensa que la indemnización se basa en que la
Administración actuó ilícitamente al afectar la propiedad sin recurrir al proceso
expropiatorio. Pero si así fuera la Corte debería haber declarado la nulidad del
decreto supremo restrictivo y no sólo la indemnización de perjuicios.
C. Sup. 15 de mayo de 2002, Rol Nº 4753-2001, LP CL/JUR/2609/2002, la que
es seguida por una consistente jurisprudencia: C. Sup. 14 de octubre de 2008,
Rol Nº 1976-2007, LP CL/JUR/6859/2008; 15 de septiembre de 2010, Rol
Nº 3511-2010, LP CL/JUR/7052/2010; 30 de noviembre de 2010, Rol Nº 7413-
2010, LP CL/JUR/10228/2010; 3 de noviembre de 2011, Rol Nº 6200-
2009, LP CL/JUR/8537/2011; 5 de octubre de 2012, Rol Nº 5406-
2010, LP 62871, y 9 de noviembre de 2012, Rol Nº 791-
2010, LPCL/JUR/2566/2012. La falta de servicio debe ser apreciada
normativamente (de acuerdo con los medios de que el servicio dispone) ya que
se trata de un concepto funcional: C. Sup. 15 de octubre de 2009, Rol Nº 2787-
2008, LP CL/JUR/2253/2009; 19 de enero de 2010, Rol Nº 3172-
2008, LP CL/JUR/814/2010. Su establecimiento, en consecuencia, puede ser
controlado por la vía de la casación: C. Sup. 27 de mayo de 2010, Rol Nº 3894-
2008, LP CL/JUR/3820/2010; lo mismo que la necesaria presencia de un nexo
de causalidad entre la falta y el daño (C. Sup. 4 de junio de 2013; Rol Nº 2407-
2012, LP CL/JUR/1205/2013).
Para las instituciones a las que no se aplica el art. 42 de la Ley Nº 18.575 (por
ejemplo, las Fuerzas Armadas), la Corte recurre a los preceptos del Código Civil,
sea a los relativos a la responsabilidad por el hecho ajeno (art. 2320): C. Sup. 9
de marzo de 2010, Rol Nº 2436-2008, LP CL/JUR/1675/2010; sea a los que
establecen la responsabilidad por culpa propia (arts. 2314 y 2329): C. Sup. 30
de julio de 2009, Rol Nº 371-2008, LP CL/JUR/8014/2009; 9 de noviembre de
2012, Rol Nº 791-2010, LP CL/JUR/2566/2012. Esta última solución plantea
dudas sobre la especialidad del concepto de falta de servicio respecto del
general de culpa del Código Civil.453
Entendemos que en estos casos la sentencia dictada por la Corte tiene efec tos
en Chile, sin necesidad de un trámite de exequátur u homologación ante los
tribunales internos, y que podrá ejecutarse conforme a las normas de derecho
interno, esto es, se aplicará lo previsto en el art. 752 del CPC.
Dadas las dificultades para calificar qué conductas deben considerarse como
atentatorias contra la libre competencia, el legislador optó por establecer una
cláusula general y luego aplicaciones concretas de aquélla, que facilitan su
acreditación, aunque no la agotan.
Como no es posible al perjudicado ejercer la acción civil sin que pre viamente el
Tribunal de Defensa de la Libre Competencia haya juzgado la existencia de un
atentado anticompetitivo, debe entenderse que la prescripción del art. 2332 del
Código Civil estará suspendida durante el tiempo que demore dicho proceso. 457
b) Competencia desleal
Los supuestos de competencia desleal son diversos a los atentados contra la libre
competencia. En estos ú ltimos se pone en riesgo un interés público que propicia
los mercados abiertos y proscribe las conductas monopólicas o abusos de poder
que imponen barreras a la entrada de competidores. En cambio, en la
competencia desleal se intenta sencillamente perjudicar a uno o más de los
competidores por medio de mecanismos contrarios a la decencia, las buenas
costumbres y la buena fe en el comercio que permitan quitarle ilícitamente
clientela.
457 Sobre esta forma de responsabilidad, puede verse a Barros, E., Tratado...,
cit. pp. 1042-1047.
Para tipificar el acto de competencia desleal el legislador nuevamente recurre a
la técnica de formular una cláusula general y luego poner casos, a título ejemplar,
de aplicación de dicha cláusula. La regla general es la siguiente: "es acto de
competencia desleal toda conducta contraria a la buena fe o a las buenas
costumbres que, por medios ilegítimos, persiga desviar clientela de un agente del
mercado" (art. 3º Ley Nº 20.169). Luego, y sin que la enumeración sea taxativa, la
ley establece nueve supuestos en los que se configura un acto de competencia
desleal (art. 4º letras a a i Ley Nº 20.169). Se previene que no obsta a que se
aplique esta normativa el que el acto a la vez de constitutivo de competencia
desleal, pueda ser calificado como atentado a la libre competencia, infracción a los
derechos del consumidor o a las normas sobre propiedad intelectual o industrial
(art. 2º Ley Nº 20.169).
Las acciones deben interponerse ante el juez de letras en lo civil que sea
competente según el domicilio del demandado o del demandante, a elección de
este último (art. 8º Ley Nº 20.169). Se aplica, con algu nas modificaciones, el
procedimiento sumario (art. 9º Ley Nº 20.169). Si se ejercen las acciones de
cesación, declaración o remoción de efectos, la sentencia que establezca que
existió competencia desleal produce cosa juzgada en el juicio en que se reclame
la indemnización de perjuicios en cuanto a los hechos establecidos en el primer
proceso entre las mismas partes (art. 9º.1 Ley Nº 20.169). En este caso, el
ejercicio de las acciones de cesación, declaración o remoción interrumpe la
prescripción de la acción indemnizatoria (art. 7º Ley Nº 20.169).
La titularidad para ejercer estas acciones es también singular. Por cierto, pueden
demandar todos los directa y personalmente amenazados o perjudicados en sus
legítimos intereses por un acto de competencia desleal. No procede, sin embargo,
la acción indemnizatoria si el demandado ya ha sido condenado a reparar en
virtud de otro procedimiento legal (arts. 6º.1 y 6º.2 Ley Nº 20.169). Pero además
se otorga legitimación para las acciones de cesación, declaración o remoción a
"las asociaciones gremiales que tengan por función efectiva la defensa de los
intereses de agentes del mercado" (art. 6º.3 Ley Nº 20.169).
La prescripción es diversa según la acción que se ejerce. Si se trata de aquellas
dirigidas a obtener la cesación, la declaración o remoción, el plazo de prescripción
es de un año. Tratándose, en cambio, de la acción indemnizatoria el plazo es el
tradicional de la responsabilidad extracontractual: cuatro años. Pero donde hay
variación es en el inicio del cómputo: tanto el plazo de un año como el de cuatro,
se cuentan desde la fecha en que finaliza el acto de competencia desleal o desde
que fue conocido, si ello ocurre con posterioridad (art. 7º Ley Nº 20.169).458
458 Sobre este régimen, puede verse a Tapia Rodríguez, Mauricio, "La Ley Nº
20.169 sobre Competencia Desleal: una hipótesis de responsabilidad civil
extracontractual", H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 291-316;
Contreras Blanco, Óscar, La competencia desleal y el deber de corrección en la
ley chilena, Ediciones UC, Santiago, 2012, pp. 165 y ss.
Es criticable esta inserción ya que, por una parte, los ilícitos se desvían de
concepto general de acto de competencia desleal, y además se produ ce
incertidumbre sobre la aplicación del resto de la normativa de la Ley Nº 20.169,
por la remisión que se hace a la Ley Nº 19.496, de Derechos del Consumidor.
2. RESPONSABILIDAD POR ATENTADOS A LA PROPIEDAD INTELECTUAL O INDUSTRIAL
a) Consideraciones generales
Otra norma singular contiene un precepto que se aplica sólo a los casos en los
que la acción se deduce ante un juez civil y se aplica el procedimiento sumario: "El
titular de un derecho podrá solicitar, una vez acreditada judicialmente la respectiva
infracción, que las indemnizaciones de los daños y perjuicios patrimoniales y
morales causados sean sustituidas por una suma única compensatoria que será
determinada por el tribunal en relación a la gravedad de la infracción, no pudiendo
ser mayor a 2.000 unidades tributarias mensuales por infracción". La ley permite,
en consecuencia, al demandante eximirse de probar el daño y su cuantía y le
concede una indemnización tasada que deja a discreción del juez, ateniendo a la
gravedad del ilícito (lo que la acerca al daño punitivo) con un máximo expresado
en unidades tributarias mensuales.
Finalmente, debe tenerse en cuenta que la ley regula una importante exención
de responsabilidad de los prestadores de servicios de internet que se aplica sólo a
las disposiciones especiales referidas a la protección de los derechos de autor.
Los prestadores de estos servicios no son obligados a indemnizar el daño en la
medida que cumplan con las condiciones previstas en los arts. 85 L a 85 P. Sólo
están sujetos a medidas prejudiciales o judiciales para bloquear el acceso a un
determinado contenido infractor, el retiro o inhabilitación de dicho contenido o la
terminación de cuentas (arts. 85 Q y R Ley Nº 17.336) .
462 En este sentido, Viñuela Hojas, Mauricio, "La concesión de obras públicas
en Chile: ¿privatización de la responsabilidad del Estado en la empresa
concesionaria?", en Jorge Baraona (edit.), Responsabilidad civil de entidades
corporativas, Cuadernos de Extensión Jurídica, U. de los Andes, Nº 7, 2003, pp.
109-135. Incluso este autor postula que el Estado permanece responsable no
obstante la concesión, y la víctima podría siempre demandar al Fisco, sin
perjuicio del derecho de éste de repetir en contra del concesionario (pp. 134-
135).
465 Cfr. Diez Schwerter, José Luis, "La responsabilidad civil del concesionario
de obras viales y su fundamento en la obligación de seguridad respecto de los
usuarios en el Derecho chileno", en Revista de Derecho (P. Universidad Católica
de Valparaíso) Nº 38, 2012, pp. 121-156.
4. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS EN LA FAMILIA
La pregunta que titula este apartado ha sido contestada de manera diversa en los
sistemas jurídicos donde se la ha planteado. Una primera respuesta sostiene que
la autonomía y las características especiales del Derecho de Familia impiden que
se apliquen a las relaciones entre cónyuges o entre padres e hijos las reglas
establecidas para la responsabilidad civil, sea contractual o extracontractual. En
apoyo de esta tesis se afirma que los deberes de familia son de carácter más ético
que jurídico y que el mismo Derecho de Familia establece los remedios que
proceden en caso de que ellos se incumplan (por ejemplo, el divorcio o la
separación por faltas conyugales, o la privación del cuidado personal o
emancipación si se trata de incumplimiento de deberes para con los hijos).
Finalmente, se arguye que el interés de la paz familiar induce a evitar los litigios en
los que se ventilen culpas y errores que produzcan mayores males que bienes
para un buen entendimiento entre quienes conforman la comunidad familiar.
La segunda respuesta es, por el contrario, la que sostiene que no hay ninguna
razón para no aplicar las reglas de la responsabilidad civil en el ámbito de familia,
pues ello rompería la unidad del sistema civil y establecería una inmunidad que la
ley no ha querido, provocando a la vez una injusticia para con las víctimas que no
podrían reclamar la reparación de los daños causados por sus cónyuges o padres.
Contra la posición anterior, se hace ver que los deberes del matrimonio y de la
filiación no son simples deberes morales, sino que son también netamente
jurídicos y por ello su infracción produce efectos jurídicos. Por otra parte, se
advierte que el hecho de que el Derecho de Familia contenga sanciones propias
para su incumplimiento no obsta a que además se aplique el estatuto de la
responsabilidad civil, ya que este último no tiene por misión sancionar sino reparar
el daño causado.
A nuestro entender es posible una tercera respuesta que opte por un cami no
intermedio entre ambos extremos y que consiste en la aplicación de las reglas de
la responsabilidad civil pero de manera modulada o adaptada al contexto y a la
naturaleza especialísima de las relaciones familiares. Se observa, por una parte,
que en la familia las personas operan en un marco de confianza y de mutua
aceptación de las cualidades y defectos más íntimos de cada cual. Someterlas en
ese ámbito a los mismos estándares de diligencia, de ilicitud y de daño que los
que operan entre extraños o los ligados por meras relaciones patrimoniales,
conspiraría contra esa aspiración de que el ámbito doméstico sea un refugio de
paz, comprensión e indulgencia, frente a las asperezas y rigores de la vida
exterior. Pero ello no quiere decir que cualquier infracción a los deberes familiares
quede inmune a una reclamación de daños, porque el interés del lesionado por
obtener una justa reparación puede ser considerado superior al que busca tutelar
la paz y la intimidad familiar. Se propone, en consecuencia, que en materia de
antijuridicidad sólo se consideren incumplimientos graves a deberes
fundamentales o esenciales del matrimonio o la filiación; en materia de
imputabilidad, que se pruebe dolo o al menos culpa grave (sólo para la
administración de bienes cabría aplicar el criterio de la culpa leve, considerando el
art. 256); y en materia de daño el umbral del daño tolerable debe ser mayor,
porque justamente la vida en familia supone una cierta asunción de que habrá
pesares y penas que, son la contracara de las alegrías e ilusiones que ella
también genera.466
466 Seguimos la orientación general de Rodríguez Guitián, Alma María,
Responsabilidad civil en el Derecho de Familia: especial referencia al ámbito de
las relaciones paterno-filiales, Thomson Reuters, Madrid, 2009, esp. pp. 33-148.
También Sambrizzi, E., ob. cit., p. 6, propicia que la aplicación de las reglas de
responsabilidad no debe hacerse de manera indiscriminada o automática sino
"con la necesaria prudencia derivada de la relación familiar" y en Chile,
respecto de los deberes conyugales, afirman la procedencia de la
responsabilidad civil Herane Vives, Francisco, "Reparación por incumplimiento
de los deberes matrimoniales", en H. Corral y otros (coords.), Estudios de
Derecho Civil V: Familia y Derecho Sucesorio, Abeledo Perrot, Santiago, 2011,
pp. 105-119, Opazo González, Mario, "El principio de la reparación integral del
Queda la cuestión de si, en los casos en los que procede la responsabilidad civil,
ésta debe regirse por el estatuto contractual o por el extracontractual. La cuestión
se plantea para el matrimonio, que es definido por el Código Civil como un
contrato (art. 102) y también para los deberes parentales que, siendo legales, para
cierta doctrina se regirían también por las normas del incumplimiento contractual.
Esto último podemos rechazarlo ya que en este libro hemos asumido la postura de
que el derecho común en materia de responsabilidad es el régimen
extracontractual. Más dudas puede presentar el incumplimiento de deberes
conyugales, que pueden considerarse a la vez contractuales y legales (como en
otros contratos dirigidos). Pensamos que si se trata de ilícitos que no tendrían
lugar si no hubiera matrimonio, estaremos frente a una responsabilidad
contractual. Pero si el ilícito, junto con incumplir un deber propiamente
matrimonial, infringe el deber general de no hacer daño a otro (por ejemplo, en
caso de violencia o maltrato), se produce un concurso de responsabilidades que
da derecho a la víctima para recurrir al estatuto extracontractual, si así le parece
conveniente. En todo caso, la diferencia entre uno y otro régimen en esta materia
es casi irrelevante.
daño y los daños causados por adulterio", en Fabián Elorriaga (edit.), Estudios
de Derecho Civil VII, Abeledo Perrot, Santiago, 2012, pp. 589- 605 y Valenzuela
del Valle, Jimena, "Responsabilidad civil por el incumplimiento de obligaciones
matrimoniales y por el ejercicio abusivo del divorcio unilateral. Un estudio de
su admisibilidad en chile", en Revista de Derecho (U. Católica del Norte) vol.
19, Nº 1, 2012 pp. 241-269. Discrepamos, en cambio, de Severín Fuster,
Gonzalo, "Indemnización entre cónyuges por los daños causados con ocasión
del divorcio", en H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 164-206,
que si bien parte reconociendo que la responsabilidad es aplicable a las
relaciones familiares, con una adecuada coordinación de las reglas de ambos
estatutos, termina por concluir, al menos para daños entre cónyuges, que la
indemnización sólo será posible cuando, prescindiendo del matrimonio, el daño
sea resarcible. En el fondo se niega la posibilidad de responsabilidad civil por el
daño causado por incumplimiento de deberes conyugales en sí mismo
considerados.
excepción es que se veda expresamente la posibilidad de acuerdos reparatorios
(art. 19 Ley Nº 20.066).
Nuestros tribunales hasta ahora han sido renuentes para reconocer el derecho del
cónyuge inocente a reclamar perjuicios contra el que se ha hecho culpable de una
infracción de los deberes que le impone el matrimonio. La Corte de Santiago ha
señalado que no procede otorgar indemnización de perjuicios en favor de quien ha
sufrido el adulterio de su cónyuge, porque se trataría de deberes más éticos que
jurídicos, el Derecho de Familia tiene sus propias sanciones para esa conducta y
el adulterio no puede ser considerado un delito o cuasidelito cometido con dolo o
culpa (C. Stgo., 10 de noviembre de 2009, Rol Nº 7738-
2007, LP CL/JUR/3249/2009; con recurso de casación rechazado por impugnarse
los hechos: C. Sup., 13 de junio de 2012, Rol Nº 263-
2010, LP CL/JUR/1094/2012). Como ya hemos señalado, los argumentos de la
Corte en cuanto a la falta de juridicidad de los deberes conyugales o la exclusión
del Derecho de Familia del instrumento resarcitorio, no nos resultan convincentes.
Tampoco parece correcto señalar que el adulterio no puede ser conceptualizado
como hecho imputable: lógicamente la infidelidad, si es tal, es plenamente
consciente y, por tanto, realizada con dolo. Según el mismo Código Civil, el
adulterio es una infracción grave al deber de fidelidad que impone el matrimonio.
No se entiende, en consecuencia, que no pueda, en principio, dar derecho a la
reparación del daño causado si éste es debidamente acreditado, más aún, si como
ha sucedido en otros ordenamientos, la mujer adúltera concibe un hijo y engaña a
su marido acerca de su paternidad sobre él.
En suma, pensamos que con los requisitos que ya hemos enunciado: que se
trate de una infracción grave, a un deber esencial y cometida con dolo o culpa
grave, la acción de responsabilidad civil es procedente, ya sea en forma autónoma
o como concurrente de otra acción (penal o infraccional en caso de violencia
intrafamiliar). Los daños reclamables pueden ser patrimoniales o morales, pero
siempre que tengan por causa el hecho ilícito que da lugar al divorcio o
separación. No serán indemnizables, a nuestro juicio, los daños cuya causa se
derive directamente del mismo divorcio o separación (por ejemplo, los derivados
de la disolución de la sociedad conyugal), ya que, tratándose de causales
imputables, la acción para pedir el divorcio o la separación pertenece
exclusivamente al otro cónyuge, y no podría éste pedir perjuicios de una situación
que él mismo ha provocado pudiendo no hacerlo (el hecho de la víctima
interrumpe la causalidad).467
467 En contra, con gran parte de la doctrina argentina que piensa que los
daños derivados del divorcio o la separación son también resarcibles,
Sambrizzi, E., ob. cit., pp. 145-147.
determinado, este tipo de perjuicios no son reparables a título de responsabilidad
civil.
Con los requisitos de adaptabilidad que hemos definido, también procederá que un
hijo, personalmente o representado, reclame la reparación de los daños sufridos
por el incumplimiento de los deberes que impone la paternidad o la maternidad. En
caso de maltrato, la responsabilidad podrá hacerse valer ante el delito o la
infracción que procede en los procesos de violencia intrafamiliar. Pero pueden
darse otros supuestos de incumplimiento del deber de crianza, de cuidado
personal, de relación directa y regular o de educación.
469 éase Rodríguez, A., ob. cit., p. 185, y Pizarro Wilson, Carlos,
"Responsabilidad civil por no reconocimiento voluntario del hijo de filiación
extramatrimonial", en José de Verda y Beamonte (coord.), Daños en el Derecho
de Familia, Thomson Aranzadi, Cizur Menor, 2006, pp. 106-112.
LECCIÓN SEXTA LA ACCIÓN Y JUICIO DE RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL
I. SUJETOS DE LA ACCIÓN. LEGITIMACIÓN ACTIVA
Para determinar los titulares por derecho propio, debe distinguirse entre los que
son directamente lesionados por el actuar del autor del ilícito y los que son
afectados como consecuencia del daño producido a la víctima directa.
a) Lesionados directos
3º) El titular de un derecho real de goce distinto del dominio: "el usufructuario, el
habitador o el usuario, si el daño irroga perjuicio a su derecho de usufructo o de
habitación o uso" (art. 2315). Según una tesis, la mención no es taxativa, y se
incluirían los derechos reales de garantía, por lo que estarían legitimados también
el acreedor hipotecario y el prendario. 471
4º) El que tiene la cosa con obligación de responder de ella (art. 2315), por
ejemplo, un comodatario, un depositario, un arrendatario, etc.
También son legitimados los que sufren una lesión directa en intereses o
derechos no susceptibles de avaluación pecuniaria. Sea que concurra o no con un
daño material o patrimonial, los afectados en los bienes extrapatrimoniales pueden
demandar para pedir reparación del daño moral, en sus diversas categorías: el
dolor o daño psíquico, el daño corporal o biológico, el daño a derechos de la
personalidad, etc.
Con más cautela se mira a los actores que invocan un daño por reper cusión de
carácter extrapatrimonial. En principio, todas aquellas personas que por la muerte
o lesión de la víctima directa sufran un perjuicio moral estarán habilitadas para
solicitar su reparación. No obstante, como un criterio amplio sobre la materia
podría multiplicar las demandas indemnizatorias y hacer inoperante el sistema, se
buscan límites que den racionalidad a las pretensiones.
474 Cfr. Elorriaga De Bonis, Fabián, "Del daño por repercusión o rebote", en
Rev. Ch. Der. vol. 26, Nº 2, 1999, pp. 374-385.
Entre nosotros, la jurisprudencia suele ser muy laxa en materia de prueba del
daño moral de familiares próximos. Se ha dicho así que "la sola muerte del jefe
del hogar que tiene a su cargo el cónyuge sobreviviente y cuatro hijos menores,
permite presumir que su desaparecimiento ha debido ocasionar un daño moral y
material a la familia" (C. Sup., 24 de octubre de 1968, RDJ , t. LXV, sec. 4ª,
p. 293). Más recientemente se ha fallado que la muerte del progenitor deriva en
un daño moral para sus hijos, pues ello "les ha originado, naturalmente,
sufrimientos físicos por el dolor, pesar, angustias y molestias psíquicas que sufre
una persona en sus sentimientos a consecuencia del hecho ilícito, porque es lo
normal que así ocurra en semejantes situaciones" (C. Concep., 30 de marzo de
2007, Rol Nº 3205-2005, MJ 9764). Otros fallos, sin embargo, han destacado
que los familiares no están excluidos de la obligación de acreditar el daño
(C. Sup., 16 de diciembre de 2010, Rol Nº 6421-2008, LP 47088; C. Stgo., 6 de
diciembre de 2007, Rol Nº 725-2004, LP 38098).
477 Elorriaga, F., "Del daño por repercusión...", cit., pp. 385-389.
Pueden interponer la acción los sucesores a título universal, esto es, los herederos
de los legitimados por derecho propio. El Código Civil sólo lo señala expresamente
respecto del daño en las cosas: "Puede pedir esta indemnización no sólo el que es
dueño o poseedor de la cosa que ha sufrido el daño, o su heredero" (art. 2315).
Tradicionalmente se había sostenido que los herederos podían reclamar tantos los
daños patrimoniales como los daños personales y concretamente del daño moral,
dado que el art. 2315 no distingue y no hay excepción a la regla general de la
transmisibilidad de los derechos (cfr. art. 951.2).479 No obstante, la cuestión hoy es
discutida ya que se dan poderosos argumentos en favor de la intransmisibilidad de
la acción para reclamar el daño no patrimonial, al menos cuando la muerte de la
víctima se ha producido con anterioridad a la notificación de la demanda de
responsabilidad. Se invoca que el daño moral tiene por objeto reparar lesiones de
bienes vinculados directamente a la persona, que su función es atenuar los
sufrimientos de la víctima, la que se desvirtuaría si la indemnización va a parar a
los herederos, que no necesariamente son cercanos a la víctima, pudiendo incluso
recaer en el Fisco, a falta de otros herederos abintestato . Se hace ver que si se
trata de familiares, éstos podrían reclamar una doble indemnización: la de su
propio daño y la que corresponde a su causante en cuanto herederos (iure
hereditatis ); se hace ver que el art. 2315 al hablar de dueño o poseedor de la
cosa pone en claro que está pensado para el daño patrimonial y, finalmente, que
el art. 951 se refiere a los derechos transmisibles, y no a aquellos que, por ser
personalísimos como lo sería el de recibir una compensación por el daño moral,
no pueden transmitirse.480 La tesis ha encontrado recepción en materia laboral,
donde además es posible invocar el art. 88 de la Ley Nº 16.744, sobre Accidentes
del Trabajo que dispone que los derechos establecidos son personalísimos: cfr.
C. Sup. 27 de junio de 2007, Rol Nº 309-2206, LP 36631; 27 de noviembre de
2007, Rol Nº 6196-2006, LP 37723. La Corte Suprema ha extendido la doctrina a
otros casos de responsabilidad civil: C. Sup. 29 de septiembre de 2011, Rol
479 Cfr. Alessandri, A., ob. cit., Nº 388, p. 337; Domínguez, C., El daño..., cit., t.
II, p. 731.
En este punto, existe una cuestión que ha devenido en clásica: ¿Pueden los
herederos intentar la acción para pedir reparación del perjuicio causado a la
víctima cuando el hecho ilícito ha provocado su muerte? Se trata obviamente del
caso en que la muerte se produce inmediatamente como consecuencia del
hecho dañoso, y no del evento de lesiones que producen la muerte a corto
plazo, ya que en esta última situación parece claro que el derecho a la
indemnización, incluidos los daños morales, ha ingresado al patrimonio del
causante y es transmitido a su sucesión.
481 Josserand, L., ob. cit., t. II, v. I, Nº 470, p. 354. En nuestro país, lo afirman
Alessandri, A., ob. cit., Nº 388, pp. 337-338, y Domínguez Benavente, Ramón y
Domínguez Águila, Ramón, Derecho sucesorio, Editorial Jurídica de Chile, 3ª
edición, Santiago, 2011, t. I, Nº 99, p. 143.
482 Bidart, J., ob. cit., p. 92. Igual parecer es el de Mazeaud, H., Mazeaud, L. y
Tunc, A., ob. cit., Nº 1912, p. 541.
b) Cesionarios
Es cierto que podrían aplicarse también aquí los argumentos que se dan en pro
de la intransmisibilidad. Si se trata de un derecho personalísimo tampoco podría
considerarse válida la cesión del derecho. También podría aducirse en contra que
en tal caso la indemnización pierde su fin reparatorio, ya que va a una persona
que no ha sufrido el daño. Pero aquí puede refutarse que la reparación la brinda la
ley a la víctima mediante la atribución de un crédito y reconociéndole el poder de
ejecutar las facultades que son propias de este crédito, entre las cuales se cuenta
la de disposición. La víctima directa ve aliviado su dolor por la contraprestación
que le concederá, normalmente, el cesionario. Además, la cesión puede
significarle ahorrarse las molestias y disgustos del pleito de responsabilidad.
485 Alessandri, A., ob. cit., Nº 391, p. 342; Domínguez, C., El daño..., cit., t. II,
p. 733.
Con todo la cuestión es discutible, y en la práctica no se observa este tipo de
cesiones. Por cierto, el mero anuncio de que el demandante destinará lo obtenido
por daño moral a un determinado propósito (por ejemplo, que lo donará a una
fundación de beneficencia pública) no significa que haya cesión del derecho a
demandar por daño moral, sino únicamente un manifestación de intención de lo
que hará una vez liquidado el crédito indemnizatorio en el juici o correspondiente.
486 Bidart, J., ob. cit., p. 110; Alessandri, A., ob. cit., Nº 392, p. 342.
Por excepción, no hay solidaridad en los casos de daños causados por ruina del
edificio (art. 2323) y por una cosa que cae o se arroja (art. 2328).
495 Planiol., M., y Ripert, G., ob. cit., t. VI, Nº 687, pp. 930-931. En Italia, el
Código Civil dispone que el que ha pagado el total del daño tiene acción de
regreso contra los demás coautores en proporción a la gravedad de la
respectiva culpa y de la entidad de las consecuencias derivadas de ella (art.
2055.II).
496 Mazeaud, H., Mazeaud, L., y Tunc, A., ob. cit., t. II, Nº 1443 a 1445, pp. 365
y ss.; Tapia, O., ob. cit., pp. 301-302.
corresponde a los restantes demandados" (C. Stgo., 23 de octubre de
1991, RDJ , t. LXXXVIII, sec. 4ª, p. 159). La sentencia condena a la Isapre a una
cantidad por indemnización del daño moral distinta de la que condena a los otros
demandados.
El Código Civil declara expresamente que es obligado el autor del daño "y sus
herederos" (art. 2316). Por lo tanto, la obligación de indemnizar es de aquellas que
se transmiten a la muerte del deudor a sus sucesores universales (art. 951.2).
No está claro si podría cederse por acto entre vivos la deuda implicada en la
responsabilidad civil. Debe tenerse en cuenta que en general se estima que
nuestro Código Civil no concibe la cesión de deudas. En cualquier caso, de
admitirse la cesión de la deuda de responsabilidad, el demandante, salvo que
haya aceptado la cesión, podría dirigirse tanto contra el cedente o sus herederos
como contra el cesionario.
Dice el Código Civil que "El que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice
en él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el provecho"
(art. 2316.2). Algunos sostienen que la acción en contra del que se aprovecha del
dolo no es propiamente de responsabilidad civil, sino una acción de restitución
fundada en el enriquecimiento sin causa. Otros, en cambio, piensan que la acción
es indemnizatoria y se trata de un supuesto de responsabilidad civil objetiva o sin
culpa.498 Por nuestra parte, pensamos que, por la ubicación del precepto así como
por coherencia con lo que dispone el art. 1458.2 que habla expresamente de pedir
el monto de "perjuicios", estamos ante una acción de responsabilidad civil y no
restitutoria; aunque el fundamento de la responsabilidad es el enriquecimiento sin
causa y ello explica el límite: sólo se indemniza hasta la concurrencia del
provecho.
498 Alessandri, A., ob. cit., Nº 121, p. 124; Barros, E., Tratado..., cit., p. 932,
Pizarro Wilson, Carlos, "La acción de restitución por provecho de dolo ajeno", en
H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil II: Obligaciones, Abeledo
Perrot, Santiago, 2011, pp. 581 y ss. sostiene que no se trata de un supuesto
de enriquecimiento injusto ni de indemnización de perjuicios, sino de una
acción restitutoria derivada de los casos en que el Derecho romano admitía
acción contra alguien por lo que le hubiere llegado por un acto o negocio
determinado (in id quod ad eum pervenit). En cambio, Domínguez Águila,
Ramón, "Sobre el artículo 2316 inciso segundo del Código Civil y la acción
contra el que recibe provecho del dolo ajeno", en Revista de Derecho (U. de
Concepción), Nºs. 225-226, 2009, pp. 217-230, defiende que se trata de una
acción de naturaleza indemnizatoria, si bien fundada en el enriquecimiento
injusto.
Se discute si es necesario acreditar si debe declararse previamente la existencia
del delito y la culpabilidad del autor doloso. Algunos están por la negativa 499 ; otros
piensan lo contrario.500
A nuestro juicio, la acción contra el que recibe provecho del dolo ajeno tiene
como límite el perjuicio sufrido por la víctima del delito. Sólo si este es mayor al
provecho, la indemnización se limitará a la cuantía de este último. 501 Se discute
también el concepto de provecho. En fallo reciente, la Corte Suprema ha
considerado que se trata de todo el incremento patrimonial que experimentó el
tercero (C. Sup. 30 de enero de 2013, Rol Nº 6302-2010). Por otro lado, bien
puede sostenerse, que la norma no se refiere sino a la utilidad efectiva y no a la
mera contraprestación de un acto jurídico oneroso, como, por ejemplo, el pago de
una deuda (aunque se haga con recursos que el deudor obtuvo dolosamente). 502
500 Ducci, C., Responsabilidad..., cit., p. 62; Tapia, O., ob. cit., pp. 292-293. Por
este partido, se pronuncia Pizarro, C., "La acción... ", cit., p. 585, al sostener
que puede acreditarse el delito civil en el juicio contra el que reportó provecho
sin necesidad de emplazar a los autores del acto doloso.
501 En este sentido, Alessandri, A., ob. cit., Nº 398, p. 348. En contra Pizarro,
C., "La acción...", cit., p. 584.
Afirmada la posibilidad de que la persona jurídica responda (cfr. art. 58.2 CPP), y
rechazada la idea de que la persona jurídica sea una mera ficción, carente de
voluntad, se discute sobre cuándo los individuos que actúan por la entidad
colectiva comprometen su responsabilidad civil. Surgen aquí dos tesis que
intentan encontrar una fórmula adecuada:
503 Alessandri, A., ob. cit., Nº 106, pp. 112-113; Bidart, J., ob. cit., p. 176.
504 Alessandri, A., ob. cit., Nº 106, p. 113; Zelaya Etchegaray, Pedro, "Sobre la
responsabilidad extracontractual de las personas jurídicas en el Código Civil
Chileno", en Rev. Ch. Der. vol. 13, Nº 3, 1986, p. 536.
6. LOS "GRUPOS" NO PERSONIFICADOS. LA RESPONSABILIDAD COLECTIVA
508 Abeliuk, R., ob. cit., t. I, Nº 300, p. 332. En el mismo sentido, Fuentes
Guíñez, Rodrigo, "La aplicación del artículo 173 del Código de Procedimiento
Civil en la responsabilidad extracontractual", en Revista de Derecho
(Universidad Católica de la Santísima Concepción), 26, 2012, 2, pp. 11-23.
La acción civil puede ser también de conocimiento de los jueces de policía local
si ella se deriva de faltas o infracciones que son de su competencia o de
accidentes del tránsito (art. 14, Ley Nº 15.231). Se aplican las reglas del
procedimiento respectivo (cfr. art. 9º, Ley Nº 18.287).
La Corte Suprema ha señalado que la ley les confiere a estos tribunales una
competencia en materia civil que es anexa a la contravencional, aunque ella se
rige por las normas generales (C. Sup., 30 de enero de 1985, RDJ , t. LXXXII,
sec. 1ª, p. 5). Ahora bien, si la demanda no se deduce oportunamente ante el
juez de policía local, o no se notifica dentro de plazo, la acción civil que se
interponga ante el juez ordinario, una vez condenado el infractor, se someterá a
las reglas del juicio sumario (art. 9.5, Ley Nº 18.287).
Por cierto, las acciones con fundamento incompatible pero basadas en los
mismos hechos pueden deducirse en una misma demanda, pero sólo en forma
subsidiaria (art. 17.2 CPC). El juez necesariamente deberá resolver la demanda
principal y sólo cuando desestime ésta podrá entrar a ponderar la demanda
subsidiaria.
2º) Los perjuicios no patrimoniales, entre los que caben el dolor psíquico, el
daño corporal o biológico, la lesión de derechos de la personalidad, y otros rubros
ya analizados.
517 Ruz Lártiga, Gonzalo, "La reparación integral del daño: ¿mito o realidad?",
en H. Corral y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad
extracontractual, Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 425-441.
Todo ello sin dejar de tener en cuenta que una cosa es lo que la sentencia
decrete como reparación, y otra la posibilidad efectiva de hacer cumplir el fallo
según la solvencia patrimonial del demandado.
Existen, todavía, algunos casos en los que la reparación que debe concederse
teóricamente según el daño resarcible, está sujeta a reducción.
b) Reducción de la indemnización
El art. 2331 señala que las imputaciones injuriosas contra el honor o el crédito de
una persona no dan derecho para demandar una indemnización pecuniaria, a
menos de probarse daño emergente o lucro cesante, que pueda apreciarse en
dinero. Es decir, para las conductas lesivas de la honra de las personas se limita la
extensión de la reparación, que deberá circunscribirse al daño patrimonial. Se
excluye la indemnización del daño moral.
522 Así, y con buenos argumentos, Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., pp.
346-349.
La razón de la limitación puede residir en evitar los litigios, en una época en la
que los insultos o agresiones eran ordinariamente verbales yno podían afectar en
forma tan seria la psique de un individuo. La norma parece carecer de fundamento
en una sociedad de masas donde los efectos de imputaciones injuriosas pueden
ser devastadores por los incisivos medios a través de los cuales se pueden
difundir.
En algún caso los tribunales se han resistido a aplicar esta limitación por
considerarla contraria a la equidad: "Atentaría, pues, a los principios generales
del derecho, contenidos por ejemplo en el art. 2329, ya citado, y a la equidad
natural, que un hecho vejatorio, constitutivo no sólo de delito civil, sino incluso
de uno penal, pueda quedar, a diferencia de lo que sucede con los cuasidelitos,
sin que se indemnice el daño moral sufrido por el ofendido" (C. Stgo., 16 de abril
de 1991, RDJ , t. LXXXVIII, sec. 4ª, p. 29).
525 Linazasoro Campos, Gonzalo, "Artículo 2331 del Código Civil: Las razones
de su inaplicabilidad por inconstitucionalidad", en H. Corral y otros (coords.),
Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad extracontractual, Abeledo Perrot,
Santiago, 2011, pp. 627-641.
Nº 1569-2009; 23 de septiembre de 2010, Rol Nº 1463-2009; 9 de noviembre de
2010, Rol Nº 1419-2009; 15 de marzo de 2011, Rol Nº 1679-2010; 15 de marzo
de 2011, Rol Nº 1741-2010; 29 de marzo de 2011, Rol Nº 1798-2010 y 29 de
enero de 2013, Rol Nº 2255-2012. Acogiendo la inaplicabilidad, los tribunales
civiles proceden a conceder indemnización por daño moral (C. Stgo., 7 de
noviembre de 2012, Rol Nº 8340-2009, LP CL/JUR/2635/2012).
En esta materia no queda más que entregar la decisión al libre arbitrio del juez,
el que deberá determinar la indemnización que proceda por daño moral buscando
cumplir con la justicia y la igualdad.528 No obstante, se hace necesario que las
sentencias condenatorias fundamenten claramente la existencia y acreditación de
527Cfr. Díez-Picazo, L., Fundamentos... p. 344. Sobre este tema, véase el
completo estudio de San Martín Neira, Lilian, La carga del perjudicado de evitar
o mitigar el daño. Estudio histórico-comparado, Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 2012, en esp. pp. 357 y ss.
d) La reajustabilidad de la indemnización
535 Alessandri, A., ob. cit., Nº 469, pp. 403-404. En el mismo sentido, Abeliuk,
R., ob. cit., t. I, Nº 302, p. 336. Sobre el tema, véase también a Diez, J. L., El
daño extracontractual..., cit., pp. 218-224.
negociados) y esto no ocurre cuando se otorga una suma de dinero que intenta
reponer el daño causado. Así, por ejemplo, el dueño de un automóvil de alquiler
que ha sido dañado por otro sólo puede cobrar el monto del daño emergente y del
lucro cesante, pero no los intereses de esas sumas. Ahora bien, una vez
determinada la indemnización en dinero y hecha exigible la obligación de su pago,
procederá el pago de intereses moratorios, porque aquí sí podrá suponerse que,
de no haber mediado la demora en el pago, el de mandante hubiera podido haber
invertido el capital y obtener una rentabilidad financiera. Es la tesis defendida por
José Pablo Vergara.536
Existe un fallo en que se acoge este criterio. La Corte de Santiago juzgó que la
indemnización debe pagarse reajustada "... entre la fecha del fallo de primera
instancia y la del pago efectivo" (C. Stgo., 17 de diciembre de
1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, p. 267). Se acoge la opinión de Fernando Fueyo,
quien piensa que se deben reajustes e intereses desde el instante en que el juez
fija el "quantum" que debe pagarse, es decir, desde la fecha de notificación de la
sentencia de primera instancia.537
En Chile, hasta la fecha tenemos tres tipos de materias que pueden someterse a
esta forma de procedimiento. La primera, y que constituye el modelo al cual se
ajustan las otras dos, es la que se refiere a la protección de derechos de los
consumidores, y que se encuentra regulada en el art. 50 y los arts. 51 a 54 G de la
Ley Nº 19.496, de 1997. La segunda se refiere a los afectados por fallas o
defectos en la construcción de un inmueble que comparte el mismo permiso de
edificación, y que se encuentra en el art. 19 de la Ley General de Urbanismo y
Construcción, D.F.L. Nº 458, de 1975 (en los incisos incorporados por la Ley
Nº 20.443, de 2010). Finalmente, una tercera materia es la referida a los
perjudicados por ciertos actos de competencia desleal cometidos contra empresas
de menor tamaño (art. 4º inciso final Ley Nº 20.169, de 2007 y art. 9 º.2º a 9º.5º
Ley Nº 20.416, de 2010).
Para que puedan beneficiarse los terceros afectados que no han intervenido en
el pleito, el fallo debe darse a conocer por avisos publicados o de otra manera que
permita asegurar el conocimiento de todos los afectados. En el plazo de noventa
días corridos desde el último aviso, los interesados deben presentarse a ejercer
los derechos establecidos en la sentencia, para lo cual basta que acrediten su
condición de miembro del grupo. De todas las presentaciones que se hagan en el
plazo, se da traslado al demandado para que en el plazo de diez días corridos
pueda controvertir la calidad de miembro del grupo invocada. Esta controversia se
tramita como incidente, y si es necesario se recibe a prueba. Fallado el incidente
(o los incidentes que se promuevan) queda fijado "el monto global de las
indemnizaciones o las reparaciones que deba satisfacer el demandado" (art. 54 E
Ley Nº 19.496, de 1997). Los arts. 54 F y 54 G determinan la forma en que el
demandado debe pagar estas indemnizaciones o reparaciones.
Todo esto se puede obviar, si el juez determina que el proveedor cuenta con la
información necesaria para individualizar a los interesados, pues en tal caso
puede ordenar que algunas o todas las indemnizaciones o reparaciones que
procedan respecto de un grupo o subgrupo, se efectúen directamente por el
demandado (art. 53.2 Ley Nº 19.496, de 1997).
4. CONCURRENCIA Y PRUEBA DE LOS REQUISITOS DE LA RESPONSABILIDAD
Por cierto, será necesario acreditar los daños, y, aunque la ley no lo haya
considerado, la relación de causalidad que debe haber entre la conducta del
demandado y los perjuicios reclamados.
Hay que advertir, sin emb argo, que no es propio de la naturaleza de estos
procesos que se pruebe exactamente el monto del daño sufrido en particular por
cada uno de los afectados. Lo que se pretende es establecer rangos de perjuicios
comunes a grupos o subgrupos de afectados. Por eso se señala que la
indemnización que se decrete "deberá ser la misma para todos los consumidores
que se encuentren en igual situación" (art. 51.2º Ley Nº 19.496, de 1997), para lo
cual se faculta al juez para ordenar la formación de grupos y, si se justificare, de
subgrupos, para declarar la procedencia de las correspondientes indemnizaciones
o reparaciones y el monto de la indemnización o la reparación a favor del grupo o
de cada uno de los subgrupos (arts. 53 A y 53 C, letra c Ley Nº 19.496, de 1997).
Se trata, por tanto, de un daño estandarizado, que debiera corresponder a una
estimación promedio según la situación de cada clase o grupo de afectados. A ello
deberá dirigirse la prueba y su apreciación, según la sana crítica por parte del
juez. Debe tenerse en cuenta que en este procedimiento está vedado a los
demandantes recurrir a la reserva del art. 173 del CPC (art. 51.2º Ley Nº 19.496,
de 1997). Por eso, cuando los terceros que no han participado en el proceso son
avisados de la sentencia y son llamados a beneficiarse de sus efectos, para
acceder a las indemnizaciones o reparaciones decretadas no necesitan probar el
monto del daño: su presentación se limitará únicamente a hacer presente y
acreditar su condición de miembro del grupo (art. 54 D Ley Nº 19.496, de 1997).
La ley le concede a estos terceros, en caso de no estar conformes con lo fijado
por la sentencia del proceso colectivo para el grupo al que pertenecen, hacer
reserva de sus derechos para incoar otro juicio que se limitará a la determinación
del monto de los mismos (art. 54 C Ley Nº 19.496, de 1997). En este segundo
juicio, ya no se tratará del perjuicio estandarizado conforme a clases o grupos del
juicio colectivo, sino que deberá probarse el daño concreto que sufrió el
demandante y la indemnización se ajustará a lo comprobado.
Algo similar debe concluirse para el caso de que la acción colectiva se declare
inadmisible. La ley señala sólo que la declaración de inadmisibilidad se entenderá
"sin perjuicio del derecho de todo legitimado activo de iniciar una nueva demanda
colectiva, fundada en nuevos antecedentes" (art. 52.7 Ley Nº 19.496, de 1997).
Aunque no se dice nada de la prescripción, debe entenderse que se entenderá
"suspendida" desde la notificación de la demanda hasta que quede a firme la
declaración de inadmisibilidad, para seguir el mismo criterio del rechazo de la
demanda.
Los terceros que, avisados de la sentencia del juicio colectivo, hagan reserva de
sus derechos para acreditar el daño en un nuevo juicio, gozarán de un nuevo
plazo de prescripción desde que quede a firme la sentencia que falló el proceso
colectivo, para interponer esta nueva acción (art. 51.6º Ley Nº 19.496, de 1997).
VI. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
1. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA EXTINCIÓN
a) Prescriptibilidad de la acción
Existe una norma general que regula el plazo y la forma de computarlo: "Las
acciones que concede este título por daño o dolo prescriben en cuatro años
contados desde la perpetración del acto" (art. 2332).
540 Una parte de los autores, interpretando restrictivamente el art. 2332 que
habla de que el plazo se cuenta desde "la perpetración del acto", sostiene que
la prescripción debe correr desde que se cometió el hecho doloso o culpable
(Alessandri, A., ob. cit., Nº 432, p. 377; Tapia, O., ob. cit., p. 320). La doctrina
más moderna ha hecho ver que con esa expresión el Código alude a la
consumación del ilícito civil que requiere que se completen todos sus
elementos entre ellos el daño y el vínculo de causalidad, de modo que la
prescripción debe contarse desde que se produce el daño: Abeliuk, R., ob. cit.,
t. I, Nº 296, p. 325: Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., pp. 483-485; Elorriaga
De Bonis, Fabián, "Del día de inicio del plazo de prescripción de una acción
indemnizatoria cuando el perjuicio se ha manifestado con posterioridad al
hecho que lo origina", en Hernán Corral (edit.), Prescripción extintiva. Estudios
sobre su procedencia y funcionamiento en Derecho Público y Privado,
Cuadernos de Extensión Jurídica, U. de los Andes, Nº 21, 2011, pp. 39-61. En
contra, y defendiendo la doctrina clásica, Vergara Bezanilla, José Pablo,
"Aceptación jurisprudencial de la doctrina de que la prescripción extintiva de la
responsabilidad extracontractual empieza a correr desde la perpetración del
acto ilícito y no a contar de la producción del daño", en Hernán Corral (edit.),
Prescripción extintiva. Estudios sobre su procedencia y funcionamiento en
Derecho Público y Privado, Cuadernos de Extensión Jurídica, U. de los Andes, Nº
21, 2011, pp. 25-38; y fundándose en la comparación con leyes sectoriales de
responsabilidad civil, Ferrada Walker, Luis Valentín, "La interpretatio per aliam
legem como regla para definir el sentido del artículo 2332 del Código Civil
sobre prescripción de la acción de responsabilidad extracontractual", Revista
de Derecho, Escuela de Postgrado Universidad de Chile, 2, 2012, pp. 35-60. En
su Tratado, Enrique Barros se inclina por la tesis que propone computar el plazo
desde el daño, pero con un término máximo de diez años a contar del hecho
ilícito: Barros, E., Tratado..., cit., p. 924. Respecto de esto último pensamos que
puede ser una propuesta de lege ferenda, pero difícilmente puede aceptarse
como de derecho vigente.
decirse respecto de ilícitos con daño continuado: el plazo de prescripción
comenzará a correr desde que se consume globalmente dicho daño.
c) Suspensión de la prescripción
Se discute si procede la suspensión de esta prescripción de cuatro años.
Tradicionalmente, se ha sostenido que se trataría de una presunción de corto
tiempo especial y que, por tanto, se aplicaría el art. 2524, que declara la
improcedencia de la suspensión. Así lo estiman Alessandri 541 y Abeliuk.542
543 En este sentido, Henríquez Herrera, Ian, "El infans conceptus como sujeto
pasivo del derecho de daños y la suspensión de la prescripción a su favor.
Análisis de un caso de biotecnología reproductiva en humanos", en H. Corral y
otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad extracontractual,
Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 611-626.
Al igual que en el antiguo proceso penal (cfr. arts. 107 bis y 450 bis ACPP) 544,
en el Código Procesal Penal también se han adoptado reglas sobre la
interrupción de la prescripción por la interposición de la demanda en el proceso
penal. En primer lugar, se dispone que una vez formalizada la investigación, la
víctima puede preparar la demanda o constituirse en parte civil, lo que produce
la interrupción de la prescripción a condición de que la demanda se deduzca
oportunamente. Se establece, por otro lado, que si antes de comenzar el juicio
oral, el procedimiento continúa conforme a las reglas del procedimiento
abreviado, o si, por cualquier causa, el proceso penal se termina o suspende sin
que se falle la acción civil oportunamente deducida, la prescripción seguirá
interrumpida siempre que la víctima presente su demanda ante el juez civil en el
plazo de sesenta días desde que queda ejecutoriada la resolución que dispone
la suspensión o terminación del procedimiento penal. La acción civil en este
caso se sustancia en procedimiento sumario (art. 68 CPP).545
545 Cfr. Ruiz Pulido, G., ob. cit., pp. 175 y 178-179.
para constituir a los querellantes en parte civil" (C. Sup., 15 de diciembre de
1997, RDJ , t. XCIV, sec. 4ª, p. 192).
No queda claro, sin embargo, el día desde el que se computa el plazo: podría
pensarse que es el mismo desde el que se cuenta la acción principal: desde la
perpetración del hecho dañoso.
Sin embargo, tratándose de la acción contra el que recibe provecho del dolo
parece más sensato pensar que la prescripción debe contarse desde que este
tercero recibió el beneficio, ya que éste es un requisito de procedencia de la
acción y sin él no era posible al perjudicado ejercer la acción. Así lo falló
recientemente nuestra Corte Suprema (C. Sup., 30 de enero de 2013, Rol
Nº 6302-2010, con voto disidente del abogado integrante y profesor Jorge
Baraona).
Esto, que puede aparecer novedoso, no lo es tanto para el sistema chileno, que
reconoce desde sus inicios la posibilidad de articular medidas, sobre la base de la
responsabilidad, para evitar daños que amenazan con cierta certidumbre de
ocurrencia. En el Código Civil se regula claramente el supuesto de responsabilidad
por un daño contingente (aún no ocurrido) que amenace a personas determinadas
o indeterminadas por imprudencia o negligencia de alguien (arts. 2333 y 2334).
Además, se establece como caso especial la amenaza de caída de una cosa de la
parte superior de un edificio (art. 2328.2).
El art. 2333 habla en general de "daño contingente", es decir, que puede suceder
o no, sin hacer ninguna distinción.
550 Como parece pensar Rodríguez, P., Responsabilidad..., cit., p. 288, quien
señala que el concepto se satisface con la sola racionalidad de la posibilidad de
que ocurra el daño.
La amenaza del daño debe tener como causa un comportamiento descuidado del
demandado. Esta vinculación coincidirá normalmente con la relación de
causalidad que existiría entre el daño que se produciría y la conducta negligente
del responsable. Si esta relación existe (hipotéticamente), debe afirmarse la
causalidad entre la amenaza y el hecho activo u omisivo del agente.
3. CULPABILIDAD
El art. 2333 es claro al exigir que de parte del agente exista negligencia, es decir,
culpa. La amenaza debe corresponderse con una omisión que al demandado le
sea imputable por haber incumplido un deber de cuidado que le inducía a eliminar
la amenaza o inminencia del daño.
Lo que se dice de la culpa, con mayor razón se aplicará si el agente no toma las
precauciones necesarias con la intención de que el daño sobrevenga, es decir,
dolosamente.555
555 Molinari, A., ob. cit., p. 198, critica que la norma exija culpa o dolo, ya que
en su concepto ello no tiene sentido en la tutela preventiva. Propone, de lege
lata, que se aplique el criterio de culpa difusa y el principio res ipsa loquitur.
4. LEGITIMACIÓN PASIVA
a) Acción individual
b) Acción popular
Si no fuera posible identificar claramente a los afectados por el daño y si más bien
este amenaza a cualquier persona indeterminada que se exponga a la situación
amenazante, la ley concede acción popular: "Por regla general, se concede acción
popular en todos los casos de daño contingente que por imprudencia o negligencia
de alguien amenace a personas indeterminadas" (art. 2333).
Para hacer valer la responsabilidad preventiva, esto es, por daño contingente, se
aplicará el mismo procedimiento ordinario ante los jueces con jurisdicción civil que
es el contemplado para la acción de responsabilidad por daño causado. Como
muchas veces la lentitud del procedimiento conspirará en contra de la efectiva
prevención del daño, debe entenderse aplicable también el procedimiento
sumario, en virtud del art. 680 CPC.
Cuando el daño que se pretende precaver puede ser objeto de una acción
posesoria de amparo, o de obra nueva, obra ruinosa u otros interdictos especiales,
existe el procedimiento establecido en los arts. 549 a 583 CPC. En la demanda o
querella debe el actor especificar las medidas o garantías que solicite contra el
perturbador "si pide seguridades contra el daño que fundad amente teme"
(art. 551.2º.2 CPC).
3. LA ACCIÓN CONSTITUCIONAL DE PROTECCIÓN
556 Cea Egaña, José Luis, "Misión cautelar de la justicia constitucional", en Rev.
Ch. Der., 20 (2 y 3), 1993, p. 407.
4. LAS MEDIDAS DE PREVENCIÓN
Las medidas que pueden adoptarse para prevenir el daño no están tipificadas en
la ley, y serán multiformes dependiendo de la naturaleza del daño y del modo en
que está amenazando a la víctima. Lo lógico será seguir el criterio del art. 551
CPC, que señala como exigencia al actor que especifique en la demanda o escrito
inicial las seguridades que pide contra el daño temido.
Por ejemplo, en uno de los pocos casos en los que se ha ejercido esta acción, el
tribunal decretó que el propietario de un predio eriazo y que se había transformado
en un lugar insalubre para los vecinos por los desechos y basuras que se
depositaban en él, debía proceder a limpiar y cercar debidamente el inmueble
además de pagar una cantidad para reembolsar los gastos incurridos por los
demandantes (Juez 2º Juzgado Civil de Concepción, 16 de octubre de 2006, Rol
Nº 1675-2006).
IV. PRESCRIPCIÓN
Tratándose de daño contingente, debiera aplicarse la norma del art. 950.2, que
establece la imprescriptibilidad de las acciones dirigidas a precaver un daño
mientras haya justo motivo para temerlo. Es decir, mientras exista amenaza de un
daño, con los requisitos que hemos precisado, estará abierta la acción para
evitarlo mediante el juicio civil ordinario, posesorio o mediante la acción
constitucional de protección.
V. LA RESPONSABILIDAD PREVENTIVA EN LOS DAÑOS MEDIOAMBIENTALES
También parece que pueden aplicarse las normas que se refieren a interdictos
posesorios especiales que se conceden para la seguridad de personas
indeterminadas, establecidas en los arts. 948 y 949 del Código Civil.
Debe recordarse que para estos casos la acción municipal o popular por daño
contingente no prescribe "mientras haya justo motivo de temerlo" (art. 950.2
CC). Además, el mismo Código Civil establece que ninguna prescripción se
admitirá contra las obras que corrompan el aire y lo hagan conocidamente
dañoso (art. 937 CC). Alguno podría pensar que esta norma no es aplicable, en
virtud del empleo preferente del art. 63 de la Ley de Bases. Pero en contra
puede sostenerse que estamos frente a procedimientos especiales (diferentes
de la responsabilidad civil), y que en esta parte del Código Civil debe ser
considerado ley especial que prevalece por sobre las disposiciones de la Ley de
Bases. Por lo demás, la misma norma está repetida en el Código de Aguas
respecto de las obras que corrompen las aguas (art. 124.2 Código de Aguas).
Nadie puede dudar hoy que se ha estrechado cada vez más la relación entre el
contrato de seguro y la responsabilidad civil, proceso que ha coincidido con una
verdadera expansión de ambos fenómenos jurídicos. Así, mientras la
responsabilidad civil extracontractual ha conocido un desarrollo realmente
explosivo en el último siglo, evolución que parece no estar concluida y promete
proseguir, el seguro también ha experimentado una transformación radical, al
incorporarse como un rubro empresarial que se considera vital para el progreso
económico de los países y al llegar a constituirse en un factor esencial en la
planificación y ejecución de cualquier actividad personal, profesional, comercial o
industrial.
Esta práctica tuvo que superar algunos obstáculos más complejos que la
simple ausencia de regulación. En efecto, de las normas del Código de
Comercio podía colegirse no sólo una laguna normativa, sino una posible
inadmisibilidad jurídica, fundada en el antiguo principio de que el contrato de
seguro sólo puede cubrir riesgos provenientes de caso fortuito y nunca de culpa
del interesado. Se disponía en dicho Código que "el asegurador no está obligado
a indemnizar la pérdida o deterioro procedentes... de un hecho personal del
asegurado o de un hecho ajeno que afecte civilmente la responsabilidad de
éste" y, más categóricamente, que "le es prohibido constituirse responsable de
los hechos personales del asegurado" (antiguo art. 552.2 CCom).
Desde la década de los noventa hubo varios intentos para sustituir la actual
regulación del contrato de seguro contenida en el Título VIII del Libro II del
Código de Comercio. En 1995 se presentó en el Senado un proyecto de ley en
tal sentido (Boletín Nº 1666-07), pero luego fue retirado por el Ejecutivo. En 2007
se presentó, esta vez ante la Cámara de Diputados, un nuevo proyecto de ley
(Boletín Nº 5185-03), que tuvo mejor suerte, llegaría a puerto convirtiéndose en
la Ley Nº 20.667, publicada en el Diario Oficial el 14 de abril de 2013, y que
entra en vigor el 1 de diciembre de este mismo año.
La Ley Nº 20.667, reemplazó completamente el Título VIII del Libro II del Código
de Comercio, y sus arts. 512 a 601. Una de las principales novedades de la
regulación es la aceptación expresa del seguro de responsabilidad civil. Ello ya se
deduce de la nueva definición general del contrato de seguro que ofrece el art. 512
y que precisa que los riesgos transferidos al asegurador puede referirse "al
patrimonio como un todo". Luego, al tratarse de los seguros de daños, y más
concretamente de los seguros patrimoniales (por oposición a los reales), se
contempla un párrafo (el && 4 de la sección 2ª) a tratar del seguro de
responsabilidad civil (arts. 570 a 574).
CC), y exige pacto expreso para los casos de culpa grave (art. 1900 CC).
La definición del contrato de seguro que contemplaba el antiguo art. 512 CCom
fue criticada, entre otras cosas, por incompleta, ya que se refería exclusivamente a
los seguros de cosas y no comprendía los seguros que se refieren a derechos, al
patrimonio total y a la vida, salud e integridad de las personas. 568 Este defecto ha
sido corregido por el nuevo art. 512, introducido por la Ley Nº 20.667: "Por el
contrato de seguro se transfieren al asegurador uno o más riesgos a cambio del
pago de una prima, quedando éste obligado a indemnizar el daño que sufriere el
asegurado, o a satisfacer un capital, una renta u otras prestaciones pactadas". Se
agrega que "Los riesgos pueden referirse a bienes determinados, al derecho de
exigir ciertas prestaciones, al patrimonio como un todo y a la vida, salud e
integridad física o intelectual de un individuo" (art. 512 CCom).
569 Definición que da, basándose en el art. 1917 del Código Civil italiano,
Donati, Los seguros privados, ed. esp., Barcelona, 1960, p. 397, citado por De
Ángel, R., ob. cit., p. 983. El art. 1917 CC italiano dispone textualmente: "En el
seguro de responsabilidad civil el asegurador es obligado a mantener indemne
al asegurado de cuanto éste, a consecuencia de un hecho acaecido durante la
vigencia del seguro, debe pagar a un tercero, en correspondencia con la
responsabilidad establecida en el contrato".
573 Como sostiene De Ángel, R., ob. cit., p. 984, "el seguro de responsabilidad
civil es un seguro de daños en interés propio del asegurado, en cuanto que el
contrato tiende a que el asegurador le libere del pago de la deuda que nace
con motivo del hecho dañoso".
574 Achurra, J., ob. cit., t. III, pp. 70, señala, aunque para la anterior normativa,
que como el objeto es el patrimonio íntegro del asegurado, en estos seguros no
cabe aplicar las normas relativas al valor del bien asegurado, ni rigen las reglas
del infraseguro ni del sobreseguro.
Se indemnizará, en consecuencia, solamente el perjuicio que significa el
surgimiento de la obligación derivada de la responsabilidad civil 575, y en el monto
asegurado se incluirán también, salvo que estén amparados por una cobertura
especial, los gastos y costas del proceso que se promueva contra el asegurado
(art. 572 CCom).576
576 El mismo precepto agrega que "salvo pacto en contrario, la póliza no cubre
el importe de las cauciones que deba rendir el asegurado, ni las multas o
sanciones pecuniarias a que haya sido condenado" (art. 572.2 CCom).
3. EL INTERÉS ASEGURADO
La fórmula amplia que se emplea en la norma actual permite que quede incluido
el interés que justifica y legitima la estipulación de un contrato de seguro de
responsabilidad civil. En efecto, en este tipo de contrato el asegurado tiene el
interés de mantener indemne su patrimonio, es decir, está interesado en la
conservación de la integridad de su activo patrimonial, que es el objeto sobre el
cual recae el contrato.
Por cierto, el concepto de interés del asegurado está en estrecha relación con el
de riesgo577, por lo que debe ser complementado por éste. El riesgo tiene, en
materia de seguro de responsabilidad civil, algunas singularidades que pasamos a
estudiar.
577 Señala Baeza, S., ob. cit., p. 94, que el interés es presupuesto del riesgo,
pues si falta el interés no hay riesgo y la cesación del interés determina la
cesación de los riesgos, extinguiendo por consecuencia el seguro. En similar
sentido, y ya para la nueva normativa, Arellano, S., ob. cit., p. 63, apunta que
"para que un determinado interés sea asegurable es preciso que esté
amenazado por un cierto riesgo".
4. EL RIESGO
El nuevo art. 513 del Código de Comercio contiene, entre sus definiciones, la de
riesgo, según la cual éste es "la eventualidad de un suceso que ocasione al
asegurado o beneficiario una pérdida o una necesidad susceptible de estimarse en
dinero" (art. 513 letra t CCom)578. La realización del evento riesgoso se denomina
"siniestro", que es definido por el Código como "la ocurrencia del riesgo o evento
dañoso contemplado en el contrato" (art. 513 letra x CCom).
Las posiciones de los autores están divididas. Mientras algunos sostienen que
el siniestro se verifica sólo cuando hay pago del daño al perjudicado, otros
opinan que resulta de la liquidación del valor del daño. Mientras unos defienden
que el momento decisivo es el de la reclamación judicial o extrajudicial del
tercero perjudicado, otros piensan que éste no puede ser más que el del hecho
dañoso que determina la responsabilidad. 579 Estas discusiones no son muestras
de un academicismo diletante, sino que provienen de una necesidad práctica
importantísima: determinar si un concreto evento resulta o no amparado por la
578 Baeza, S., ob. cit., p. 69, definía el riesgo como "la posibilidad de un suceso
dañoso que amenaza bienes determinados, derechos a exigir prestaciones, al
patrimonio mismo en forma indeterminada o a la vida, salud o integridad de
una persona".
La norma del art. 513 letra x) CCom que concibe el siniestro como la
ocurrencia del "evento dañoso" favorece la adopción de este criterio en nuestro
sistema jurídico, ya que la pérdida en la integridad del patrimonio del asegurado
se hará efectiva cuando surja la responsabilidad, y ésta nace con el hecho ilícito
que causa el daño (cfr. arts. 1437 y 2284 CC).
587 Arellano, S., ob. cit., p. 235, señala que la práctica ha impuesto una
especie de "salida" al problema de la validez de la cláusula claims made,
pactado que se extenderá la vigencia de la póliza si existen sucesivas
renovaciones.
5. EL SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL EN LA CLASIFICACIÓN DE LOS SEGUROS
Se distinguen cuatro grupos: los del primer grupo son los seguros de cosas; los
del segundo, son los seguros de derechos; los del tercer grupo son los seguros de
patrimonio total, y los del cuarto son los seguros de personas.
A su vez, estos cuatro grupos de seguros son divididos en ramos. Entre los
ramos del tercer grupo (en los que el interés asegurado es el entero patrimonio)
encontramos en lugar preeminente el seguro de responsabilidad civil, junto al
seguro contra el riesgo de incremento de la responsabilidad familiar, y el seguro de
accidentes del trabajo.588 Cada uno de estos ramos admite sus propias
modalidades, por lo que habrá diferentes tipos de seguros de responsabilidad civil
de acuerdo con las necesidades prácticas y las circunstancias concretas.
592 Achurra, J., ob. cit., t. III, pp. 79-81. Cfr. también Arellano, S., ob. cit., p.
252-253.
En nuestro mercado de seguros existen ya varias de estas modalidades. Hace
algunos años, regían en el mercado la póliza de responsabilidad civil general
(inscrita en el Registro de Pólizas de la Superintendencia de Seguros bajo el
Código 191086), denominada "Póliza Suiza" y la Póliza de Responsabilidad
Civil, registrada con el Código 197097. En el año 2002, se registró una nueva
Póliza General de Responsabilidad Civil: la POL 102030, aprobada por
Resolución de 12 de abril de 2002. Con la misma fecha, se registró la Póliza de
Responsabilidad Civil para Profesionales de la Salud (POL 102031). En los
últimos años el registro consultable en el sitio web de la Superintendencia de
Valores y Seguros, contempla una gran variedad de pólizas y cláusulas
adicionales que se refieren a la responsabilidad civil; así, por ejemplo, una
general de Seguro de responsabilidad civil profesional, y otras particulares para
actividades profesionales específicas: Seguro de responsabilidad civil de
médicos, de contadores y auditores, de arquitectos e ingenieros, de directores y
ejecutivos de sociedades, de miembros de juntas administradoras y
administradores de copropiedades y, por cierto, de abogados. También se
ofrecen pólizas para actividades empresariales: Seguro de responsabilidad civil
profesional para instituciones financieras, Póliza de responsabilidad civil por
gastos de reparación y defensa legal en casos de polución y/o contaminación
causados por predios, Seguro de responsabilidad por infracción de prácticas
laborales, Seguro de responsabilidad civil de protección de datos, Póliza de
responsabilidad civil para prestadores de servicio de certificación de firma
electrónica, Cláusula de responsabilidad civil de productos, Cláusula de
responsabilidad civil de garajes, estaciones de servicio y empresas afines. Otros
rubros se refieren a ámbitos domésticos: Póliza de seguro de responsabilidad
civil proveniente de daños y perjuicios causados por animales domésticos o
mascotas, Cláusula de responsabilidad civil de jefe de hogar.
El seguro de responsabilidad civil se rige hoy por los arts. 570 a 574 del Código de
Comercio, como estatuto especial, y en lo no previsto en ellas por la sección
primera del Título VIII del Libro II de dicho Código, que contiene las normas
comunes a todo tipo de seguros (arts. 512 a 544 CCom). Supletoriamente regirán
las reglas generales de contratación comercial y civil.
La obligación propiamente tal que pesa sobre el asegurado es, como en todos
los contratos de seguros, la de pagar oportuna e íntegramente la prima convenida.
Se puede agregar también el deber de no agravar voluntariamente el riesgo. 594
Las cargas que suelen imponerse al asegurado son las de notificar el accidente
y el llamado deber de salvamento, que implica facilitar o no entrabar la defensa
jurídica frente al demandante.
594 Cfr. Achurra, J., ob. cit., t. III, p. 76, quien precisa que no se debe confundir
este deber con la culpa específica en que puede incurrir el asegurado para que
nazca la responsabilidad.
los hechos haga el asegurado a la autoridad pública. 595 Asimismo, le
impedirá celebrar transacciones o avenimientos con el perjudicado demandante,
sin la previa aprobación de la compañía aseguradora.
596 En términos similares, regulan este deber del asegurado la Póliza Suiza y la
Póliza 1997 de Responsabilidad Civil. Esta última, por ejemplo, dispone: "Sin el
consentimiento escrito de la compañía, queda prohibido al asegurado
reconocer o negar el principio, alcance o fundamento de una reclamación,
celebrar cualquier arreglo extrajudicial; pagar todo o parte del daño y entablar
acciones judiciales. Sin embargo, no se considerará que haya reconocido
responsabilidad al facilitar primeros auxilios médicos ni al admitir la ocurrencia
del hecho que causó el daño" (art. 12.3). Para la tipología y funcionamiento de
las cargas del asegurado tanto legales como convencionales, véase Lagos, O.,
Las cargas..., cit., pp. 159 y ss.
Hay casos excepcionales en los que el asegurado puede encomendar la
defensa a otra persona: cuando se trate de responsabilidad civil que se ventile
en un juicio penal y cuando el tercero que demanda está asegurado por el
mismo asegurador o existe algún otro conflicto de interés, lo que el asegurador
debe comunicar inmediatamente al asegurado (art. 573.2 CCom).
Existe otra obligación del asegurador que, entre nosotros, asume las
características de carga, ya que las pólizas suelen establecerla como una potestad
facultativa. Se trata de la defensa judicial del asegurado. Al tratarse de una
facultad (art. 573 CCom), queda incluida en el concepto de carga, ya que si el
asegurador no asume esta responsabilidad, no podrá después eximirse del pago
de la indemnización alegando que la defensa realizada por el asegurado no fue la
más correcta o apropiada.599 La Póliza de Responsabilidad Civil 191086 (Póliza
suiza), estipula que "la defensa del asegurado en un juicio civil la asumirá siempre
la compañía" (art. 9.4).600
599 Villarroel, F., ob. cit., p. 109, apunta con razón que, sea obligación o
facultad, "el asegurador debe solventar la defensa del asegurado, a prorrata de
su interés en el débito, ya que constituye un verdadero gasto de salvamento y
no debiera estar limitado en su monto".
601 Meilij, G., ob. cit., p. 134. Se plantea este autor también los problemas
derivados de la reconvención por parte del asegurado, y de la existencia de
pluralidad de responsables en el juicio.
V. LOS TERCEROS BENEFICIADOS
1. DETERMINACIÓN DE LOS TERCEROS
Los terceros, entonces, se definen como toda persona ajena al contrato, con
excepción del asegurado y un cierto número de individuos que se enumeran.
Puede estipularse, por ejemplo, que no se considerarán terceros el cónyuge, los
ascendientes, los descendientes del asegurado, sus trabajadores o dependientes,
etc.602
605 Se sostiene, por ello, que el reconocimiento del privilegio sirve para
eliminar en parte las consecuencias derivadas de la falta de una acción directa
respecto del asegurador, por cuanto, en caso de insolvencia del asegurado, el
tercero perjudicado puede satisfacer íntegramente su crédito sobre la
indemnización del seguro. Así, Ferri, Giuseppe, Manuale di Diritto Commerciale,
Utet, 8ª edición a cargo de C. Angelisi y G. B. Ferri, Milano, 1992, p. 948.
mecanismo procesal especial; para otros, esa citación es el medio procesal
dispuesto por la ley para que el tercero ejercite la acción directa que se le
reconoce contra el asegurador. Esta última es la posición que ha prevalecido, y
que ha terminado por consagrarse en la jurisprudencia. 606
Sin embargo, queda la duda de si una visión más articulada y completa del
fenómeno de la responsabilidad civil, entendiendo al seguro como un mecanismo
inserto en ella y no como una mera relación contractual, podría dar pie para
admitir el derecho del perjudicado de demandar directamente a la compañía
aseguradora. Este esfuerzo tendría como manifiesto apoyo la interpretación
analógica de la acción directa establecida expresamente en el Código de
Comercio tratándose del seguro de responsabilidad marítimo. Según el art. 1201,
"en los casos en que un asegurador de responsabilidad otorgue una garantía para
cubrir la responsabilidad del asegurado, podrá ser demandado directamente por el
tercero a cuyo favor se ha emitido dicha garantía" (art. 1201.1 CCom).608 Después
de la reforma de 2013 nos parece que esta opinión a favor de la procedencia de la
acción directa de la víctima en contra del asegurador debe confirmarse, dado lo
previsto en los arts. 513 letra c) y 570 CCom.
Durante la tramitación del proyecto de ley que diera lugar a la Ley Nº 20.667,
de 2013, se contempló un precepto expreso que consagraba la acción directa de
la víctima contra el asegurador de responsabilidad civil, pero dicho precepto no
fue incluido en la redacción final de la iniciativa. Tomando en cuenta este
antecedente podría concluirse que dicha acción ha sido descartada en nuestra
legislación. No es éste nuestro criterio, sin embargo, ya que, advertidos por
algunos especialistas, hemos visto que la reforma, si bien no consagra
607 Así piensa Achurra, J., ob. cit., t. III, p. 78: "Un tema muy importante de
aclarar respecto a los terceros perjudicados, se refiere a si ellos tienen acción
directa contra el asegurador. La respuesta es negativa, por cuanto el contrato
de seguro sólo vincula a las partes que lo han celebrado y el tercero es un
extraño a dicho contrato".
La ley española dispone que "La acción directa es inmune a las excepciones
que puedan corresponder al asegurador contra el asegurado. El asegurador
puede, no obstante, oponer la culpa exclusiva del perjudicado y las excepciones
personales que tenga contra éste" (art. 76). Sin embargo, este texto que se
refiere a la "inmunidad de excepciones" ha causado numerosos problemas para
la aplicación del precepto, dando lugar a toda suerte de interpretaciones, desde
las más favorables a las compañías aseguradoras hasta las más contrarias a
sus intereses. La jurisprudencia ha ido estableciendo que la acción directa
presupone el contrato de seguro, el que sigue rigiendo la participación del
asegurador en la relación creada por la responsabilidad. De este modo, el
asegurador puede hacer valer frente al tercero demandante las exclusiones
objetivas del contrato de seguro, como, por ejemplo, la de conducir en estado de
ebriedad al momento del accidente automovilístico. 609
609 Reglero, L. Fernando, "El seguro de responsabilidad civil...", cit. pp. 668-
671, hace un completo elenco de las excepciones oponibles por parte del
asegurador, pese al texto de la ley española.
VI. EL SEGURO OBLIGATORIO POR DAÑOS EN ACCIDENTES DE VEHÍCULOS MOTORIZADOS
La ley delimita lo que debe entenderse por vehículo motorizado: "aquel que
normalmente está destinado a desplazarse en el medio terrestre, con propulsión
propia, que se encuentre por su naturaleza destinado al transporte o traslado de
personas o cosas y sujeto a la obligación de obtener permiso de circulación para
transitar" (art. 2º Ley Nº 18.490). Se incluyen los remolques, acoplados, casas
rodantes, pero se excluyen los vehículos que circulan por rieles, los utilizados en
lugares cerrados sin acceso al público, los tractores y otras maquinarias
agrícolas, así como los vehículos de tracción animal (art. 3º Ley Nº 18.490).
El seguro que el texto original de la ley exigía contratar era un seguro con una
doble modalidad: 1º) un seguro por accidentes personales, y 2º) un seguro por los
daños causados a vehículos con ocasión de un accidente de tránsito (art. 14 Ley
Nº 18.490).
612 Pavelek Zamora, Juan Eduardo, "La cobertura del riesgo: el seguro de
responsabilidad civil por daños ambientales", en Responsabilidad civil por
daños al medio ambiente (delito ecológico y sistema jurídico), Ciemat, Madrid,
1994, p. 14.1. Según este estudioso, las notas características de las pólizas
E.I.L. son dos: se trata de seguros de responsabilidad civil y se refieren a la
cobertura de riesgos medioambientales causados por la contaminación
procedente de instalaciones industriales que pueden denominarse fijas en
tierra (p. 14.3).
VIII. INFLUENCIA DEL SEGURO EN EL DESARROLLO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
Pero los autores no dejan de observar que esta influencia del seguro sobre el
sistema de responsabilidad civil puede resultar inconveniente si no se adoptan
medidas correctivas. En efecto, el gran problema que genera la extensión de la
asegurabilidad es que se descuida la prevención de los siniestros. El
responsable de causar el daño ya no se siente como tal, ni después del hecho
dañoso ni antes, puesto que es la compañía aseguradora la que responde
efectivamente. El autor del daño no pasa de ser un mero deudor formal, que ni
siquiera participa en el proceso judicial donde se da por establecida su falta o
descuido. Se advierte, como de hecho ha sucedido en el sistema
estadounidense, que esto puede conducir a una crisis del régimen de
responsabilidad y del mismo mercado asegurativo. En Estados Unidos, las
Está claro que la evolución sostenida hasta hoy, proseguirá, y los autores se
preguntan si no ha llegado la hora de reformular los criterios del seguro de
responsabilidad, para permitir que el asegurado causante del daño sea afectado
también por las consecuencias de su conducta descuidada y el contrato de seguro
no sólo tienda a garantizar la conveniente reparación de las víctimas y a hacer
previsible el costo económico de los riesgos de ciertas actividades, sino que, en
conjunto con las reglas de responsabilidad, contribuya a prevenir y disminuir los
siniestros, ya que éstos son siempre un mal, un perjuicio y, en definitiva, un
empobrecimiento para toda la comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
ACCIARRI, Hugo, "El análisis económico del Derecho de Daños", en Robert Cooter
y Hugo Acciarri (dir.), Introducción al Análisis Económico del Derecho ,
Civitas/Thomson Reuters, Santiago, 2012, pp. 121-184.
AGOGLIA, María Martha , El daño jurídico. Enfoque actual , La Ley, Buenos Aires,
1999.
ARISTÓTELES , Ética Nicomaquea. Ética Eudemia , trad. Julio Paellí Bonet, Gredos,
Madrid, reimp. 1988.
BA NFI DEL RÍO, Cristián, "Por una reparación integral del daño extracontractual
limitada a los hechos dolosos o gravemente negligentes", enIus et Praxis, vol.
18, Nº 2, 2012, pp. 3-32.
BARAONA GONZÁLEZ, Jorge, "La causa del daño en la jurisprudencia reciente (con
especial referencia a la responsabilidad extracontractual)", enVARGAS
PINTO, Tatiana, La relación de causalidad. Análisis de su relevancia en la
responsabilidad civil y penal, Cuadernos de Extensión Jurídica Universidad de
los Andes Nº 15, 2008, pp. 59-113.
COASE, Ronald , "El problema del costo social", en Estudios Públicos Nº 45, 1992,
pp. 81-134.
"Derechos al honor, vida privada e imagen y responsabilidad civil por los daños
provocados por las empresas periodísticas", en Revista de Derecho (U. Católica
del Norte), vol. V, 1996, pp. 73-96.
"Re sponsabilidad civil por productos defectuosos. Análisis desde el punto de vista
de la responsabilidad de la empresa en los textos legales de protección al
consumidor", en Revista de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso ,
XVIII, 1996, pp. 285-312.
"Seguro y daño ambiental", en AA.VV., Seminario Responsabilidad Civil y
Seguros. Actuales tendencias , Folleto Colegio de Abogados de Chile, Santiago,
2001, pp. 89-104.
"La indemnización del daño moral por despido injustificado", en AA.VV., Derecho
de Daños , LexisNexis, Santiago, 2002, pp. 229-230.
CURY, Enrique, Derecho Penal. Parte general , Ediciones UC, 7ª edición, Santiago,
2005.
DI MAJO, Adolfo , La tutela civile dei diritti , Giuffrè, 2ª edición, Milano, 1993.
DOMAT, Jean , Las leyes civiles en su orden natural , trad. Felio Vilarrubias y José
Sarda, Imprenta de José Taulo, 2ª edición, Barcelona, 1844.
"Sobre el artículo 2316 inciso segundo del Código Civil y la acción contra el que
recibe provecho del dolo ajeno", en Revista de Derecho (U. de Concepción)
Nºs. 225-226, 2009, pp. 217-230.
DUCCI CLARO, Carlos , Derecho Civil. Parte general , Editorial Jurídica de Chile, 4ª
edición, Santiago, 1995.
"Del daño por repercusión o rebote", en Revista Chilena de Derecho, vol. 26, Nº 2,
1999, pp. 369-398.
"Del día de inicio del plazo de prescripción de una acción indemnizatoria cuando el
perjuicio se ha manifestado con posterioridad al hecho que lo origina", en
Hernán CORRAL (edit.), Prescripción extintiva. Estudios sobre su procedencia y
funcionamiento en Derecho Público y Privado , Cuadernos de Extensión
Jurídica, U. de los Andes, Nº 21, 2011, pp. 39-61.
FUENTES GUÍÑEZ, Rodrigo , "La aplicación del artículo 173 del Código de
Procedimiento Civil en la responsabilidad extracontractual", enRevista de
Derecho (Universidad Católica de la Santísima Concepción), 26, 2012, 2,
pp. 11-23.
GORASSINI, Atilio , "Analisi economica del Diritto: chiose sul ruolo attuale di un
metodo nella responsabilità civile", en Europa e America. Rivista di Diritto
dell'Integrazione e Unificazione del Diritto en Europa e in America Latina Nº 11,
2001, pp. 173-188.
HENRÍQUEZ HERRERA, Ian , "El infans conceptus como sujeto pasivo del derecho de
daños y la suspensión de la prescripción a su favor. Análisis de un caso de
biotecnología reproductiva en humanos", en H. CORRAL y otros
(coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad extracontractual ,
Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 611-626.
JENSEN, Brayce A., "From Tobacco to health care and beyond. A critique of lawsuits
targeting unpopular industries", en Cornell Law Review , vol. 86, 2001, Nº 6,
pp. 1334-1385.
LARRAÍN PÁEZ, Cristián , "Algu nas cuestiones relevantes sobre el derecho al honor
y la responsabilidad civil en particular, sobre el daño moral, el artículo 2331 del
Código Civil , y la legitimación activa", en Revista Chilena de Derecho
Privado Nº 17, 2011, pp. 143-189.
LINAZASORO CAMPOS, Gonzalo , "Artículo 2331 del Código Civil: Las razones de su
inaplicabilidad por inconstitucionalidad", en H. CORRAL y otros
(coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad extracontractual ,
Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 627-641.
LÓPEZ HERRERA, Edgardo , Los daños punitivos , Abeledo Perrot, Buenos Aires,
2008.
MARKESINIS , B. S., y DEAKIN, S. F., Tort Law , Clarendon Press, Oxford, 4ª edición,
1999.
MARTÍNEZ ESTAY, José Ignacio , " La responsabilidad patrimonial del Estado por
infracción al principio de igualdad y al derecho de propiedad en el Derecho
Público chileno", en AA.VV., Derecho de Daños , LexisNexis, Santiago, 2002,
pp. 171-201.
OPAZO GONZÁLEZ, Mario , "El principio de la reparación integral del daño y los
daños causados por adulterio", en Fabián ELORRIAGA (edit.),Estudios de
Derecho Civil VII , AbeledoPerrot, Santiago, 2012, pp. 589- 605.
OWEN, David G., Product Liability Law , Thomson West, 2ª edición, U.S.A., 2008.
PLANIOL, Marcel y RIPERT, George , Traité pratique de Droit Civil français , Librairie
Générale de Droit et de Jurisprudence, París, 1930.
PROSSER , William, KEETON W. Page, y otro, Prosser and Keeton on the Law of
Torts, West Publishing Co., St. Paul, 1984.
PUGA VIAL, Juan Esteban, La sociedad anónima y otras sociedades por acciones
en el Derecho chileno y comparado , Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2011.
ROSSO, Gian Franco , "El buen padre de familia como criterio de apreciación de la
culpa y su aplicación a la responsabilidad cuasidelictual", en AA.VV., Derecho
de daños , LexisNexis, Santiago, 2002, pp. 3-51.
RUIZ PULIDO, Guillermo, "La acción civil en el nuevo proceso penal", en Revista de
Derecho (Consejo de Defensa del Estado), año 1, Nº 2, pp. 167-186.
RUZ LÁRTIGA, Gonzalo, "La reparación integral del daño: ¿mito o realidad?", en H.
CORRAL y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV: Responsabilidad
extracontractual , Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 425-441.
"Daño moral a las personas jurídicas", en El Derecho (B. Aires), Nº 8422, 1994,
pp. 1-4.
TAPIA RODRÍGUEZ, Mauricio , "Contra una presunción general de culpa por el hecho
propio", en H . CORRAL y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual , Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 443-459.
VARAS BRAUN, Juan Andrés , "La responsabilidad civil del obispo por el hecho de
sus clérigos", en H . CORRAL y otros (coords.), Estudios de Derecho Civil IV:
Responsabilidad extracontractual , Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp. 117-137.
VASQUEZ ROGAT, Andrés , Responsabilidad del Estado por sus Servicios de Salud ,
ConoSur, Santiago, 1999.
VERGARA BEZANILLA, José Pablo, "La mercantilización del daño moral", en Revista
de Derecho (Consejo de Defensa del Estado) Nº 1, 2000, pp. 67-79.
VIDAL OLIVARES, Álvaro , "Las acciones civiles derivadas del daño ambiental en la
Ley Nº 19.300", en Revista de Derecho (P. Universidad Católica de Valparaíso)
Nº 29, 2007, pp. 119-140.
FERRADA WALKER, Luis Valentín, "La interpretatio per aliam legem como regla para
definir el sentido del artículo 2332 del Código Civil sobre prescripción de la
acción de responsabilidad extracontractual", en Revista de Derecho , Escuela
de Postgrado Universidad de Chile, 2, 2012, pp. 35-60.
WEILL, Alex y TERRÉ, François , Droit Civil. Les obligations , Dalloz, 4ª edición,
París, 1986.
ZELAYA ETCHEGARAY, Pedro , "La responsabilidad civil del empresario por el hecho
de su dependiente", en Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XC, Derecho,
pp. 119-155.
"La responsabilidad civil del empresario por el hecho del dependiente en el Código
Civil francés", en AA.VV., Instituciones Modernas de Derecho Civil . Homenaje
al profesor Fernando Fueyo Laneri , ConoSur, Santiago, 1996, pp. 463- 515.
"La responsabilidad civil del propietario del vehículo a motor. Una aproximación a
la doctrina de la responsabilidad civil del titular de cosas peligrosas: su
naturaleza y límites", en María Dora MARTINIC (coord.), Nuevas tendencias del
Derecho , LexisNexis, Santiago, 2004, pp. 367-421.
ZIVIZ, Patrizia , "Alla scoperta del danno esistenziale", en CENDON , Paolo (dir.), La
responsabilità extracontrattuale. Le nuove figure di risarcimento del danno nella
giurisprudenza, Giuffrè, Milano, 1994, pp. 41-69.
ZULOAGA RÍOS, Isabel Margarita, Teoría de la responsabilidad precontractual.
Aplicaciones en la formación del consentimiento de los contratos,
LegalPublishing, 3ª edición, Santiago, 2008.