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Tabla de contenido

HISTORIA DEL PODER JUDICIAL. (Página poder judicial.cl).........................1


La Primera Real Audiencia con sede en Concepción..........................................................1
Resurgimiento de la Real Audiencia con sede en Santiago..............................................2
La Cámara de Apelaciones, su breve existencia y el nacimiento del Supremo
Tribunal Judiciario........................................................................................................................3
La Suprema Corte de Justicia como primera magistratura judicial en la
Constitución de 1823....................................................................................................................3
La judicatura en la Constitución de 1828.............................................................................4
Constitución de 1933 y La Ley de Atribución y Organización de los Tribunales de
1875....................................................................................................................................................4
A la espera de las leyes de enjuiciamiento.............................................................................5
Nacen los códigos de procedimiento civil y penal................................................................6
El poder judicial en la constitución de 1925.........................................................................7
La constitución de 1980...............................................................................................................8
Importancia y estabilidad institucional de la Corte Suprema.........................................9

• https://www.youtube.com/watch?v=LIn1twgNUc0 (historia del pjud)

HISTORIA DEL PODER JUDICIAL. (Página poder judicial.cl)


Los orígenes de la Corte Suprema, previos a 1823, los encontramos en la Real
Audiencia y, en las funciones jurisdiccionales del Consejo de Indias; y luego, a
partir del siglo XIX en los tribunales republicanos.

La Primera Real Audiencia con sede en Concepción


Los antecedentes indirectos de nuestro máximo Tribunal se remontan a la época
indiana, con ocasión de la creación de la Real Audiencia el 27 de agosto de 1565,
con asiento en la ciudad de Concepción. Estuvo integrada inicialmente por cuatro
miembros: tres oidores (Juan Torres de Vera y Aragón, Egas Venegas y Gabriel de
Sierra Ronquillo) y un Presidente (don Melchor Bravo de Saravia). Su instalación
definitiva se produjo el 10 de agosto de 1567. Durante sus cortos años de
funcionamiento- hasta 1575- actuó como tribunal de apelaciones, ejerciendo
además, la jurisdicción administrativa de nuestro país.
La creación de esta Real Audiencia surgió del informe que el Presidente de la
Audiencia de Lima, Lope García de Castro, efectuó dando cuenta de ciertos
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excesos que en Chile se habrían estado produciendo y el poco castigo y justicia


que dichos actos recibían, sin perjuicio de otras consideraciones económicas que
se tuvieron a la vista.
Su instalación en Concepción, se explica por las atribuciones políticas y
administrativas que poseía.
Desde sus inicios fue concebida para el ejercicio no sólo de funciones judiciales,
sino también de gobierno, a fin de cumplir el objetivo principal de entregar éste a
letrados y no exclusivamente a militares, con la esperanza de resolver los
problemas derivados de la guerra de Arauco principalmente desde una
perspectiva jurídica al estilo de la que existía en el Virreinato del Perú, la cual
había sido capaz de afirmar el régimen español. Lamentablemente dicho objetivo
no se logró, y es así que entre julio y septiembre de 1573, varias Reales Cédulas
fueron dictadas disponiendo, entre otras cosas, el reemplazo de Bravo de Saravia
por Rodrigo de Quiroga, como Presidente, y posteriormente la supresión misma
de la Real Audiencia.

Resurgimiento de la Real Audiencia con sede en Santiago


No fue sino hasta el 23 de marzo de 1606 que, por una nueva Cédula Real
proveniente del Rey Felipe III, la institución de la Real Audiencia ve nuevamente
la luz. Producto de las peticiones de diversos sectores sobre la necesidad de
instituir una instancia que resolviera y regulara las pugnas de poder existentes
en el Reino de Chile, se reestablece esta institución el 8 de septiembre de 1609,
esta vez en la ciudad de Santiago y con una integración de cuatro Oidores, un
Fiscal, un Procurador, un Protector de Indígenas y un Presidente, cargo que
asumió el gobernador don Alonso de Rivera. Sus funciones se desarrollaron
básicamente en cuatro grandes ámbitos: judicial, gubernativa, consultiva y
protectora. Dentro de la primera, conocía de las causas falladas por los tribunales
de primera instancia del Reino de Chile. Las causas que conocía en primera
instancia se denominaban “casos de corte”. Entre sus atribuciones de gobierno, le
correspondía- a falta de gobernador- asumir el mando en corporación, del cargo
de Capitán General y, por ende, de Gobernador y Presidente de Chile mediante su
oidor más antiguo, como fue el caso de don Juan de Balmaceda Cenzano, en
1767. Dicho orden de sucesión interina se mantuvo hasta 1806, año en que se
fijó uno nuevo, quedando el oidor decano en cuarto y último lugar, y
desapareciendo la Real Audiencia, como cuerpo colegiado de aquel orden. Por su
parte, como órgano consultivo del Gobernador, la Real Audiencia se reunía
periódicamente con el Presidente en las denominadas “salas de acuerdo”, de las
cuales emanaban resoluciones denominadas “autos acordados”. Mediante esta
función consultiva se desarrolló una notable y directa interrelación entre la
potestas y la auctoritas: quien tenía el “poder” consultaba a quien tenía el
“saber.”
En su función protectora, debía amparar a los vasallos en paz y en justicia, según
las fórmulas de la época, lo que se traducía en una serie de medidas de control
tales como la vigilancia de la conducta de los corregidores (a través de las visitas
de la tierra que practicaban los oidores) y, la autorización de la vigencia interina,
por dos años, de las ordenanzas de los cabildos hasta la aprobación definitiva por
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parte del Consejo de Indias. Por su parte, en el ámbito administrativo, debía


recibir y ejecutar las providencias reales, pudiendo suspender su cumplimiento si
contenían vicios de obrepción (esto es, fraude que se comete en la obtención de
alguna gracia, rescripto, empleo o dignidad callando en la narración hecha al
superior alguna verdad que era necesario manifestar para la validez del acto) y
subrepción (vale decir, engaño que se realiza en la obtención de dichas cosas
avanzando hechos contrarios a la verdad). Por último, se le reconocían a la Real
Audiencia, atribuciones en materias religiosas, entre las que se encontraban el
velar por el Real Patronato en Chile, informando al Rey el mérito de los diversos
eclesiásticos que podían ser promovidos; comprobar que la Bulas Papales
contaran con el pase del Consejo de Indias y conocer del recurso de fuerza,
interpuesto contra el dictamen de un juez eclesiástico. La Real Audiencia
permaneció en funciones por más de dos siglos, siendo la instauración del
gobierno republicano la que marcó el fin de aquélla.

La Cámara de Apelaciones, su breve existencia y el nacimiento del


Supremo Tribunal Judiciario.
La primera Junta Nacional de Gobierno, suprimió a la Real Audiencia el 24 de
abril de 1811, por la sospecha de la participación de ésta en el denominado
“motín de Figueroa”, acaecido el 1º de abril de ese mismo año, reemplazándola
por una Cámara de Apelaciones, el 13 de mayo de 1811.
La existencia de este último tribunal fue extremadamente breve, suprimiéndose
por el Reglamento Provisorio el mismo año de su creación, el 4 de octubre de
1811, estableciéndose lo que se denominó el Supremo Tribunal Judiciario,
precedente inmediato de la actual Corte Suprema.
Al referido tribunal le estaba encomendado la substanciación y fallo de los
recursos de injusticia notoria, segunda suplicación y otros extraordinarios que se
interpusieran contra las últimas sentencias de los tribunales del Reino;
absorbiendo así completamente la competencia que con anterioridad se radicaba
en la Real Audiencia.

La Suprema Corte de Justicia como primera magistratura judicial en la


Constitución de 1823.
Con el regreso al poder de los españoles, durante el período denominado de la
reconquista, revive la Real Audiencia, aunque sólo por un breve período,
desapareciendo definitivamente con el triunfo de los patriotas y la restauración
del Supremo Tribunal Judiciario que funcionaría a lo largo de su existencia al
amparo de varias Constituciones.
Será, sin embargo, en la Constitución de 1823, promulgada el 29 de diciembre
del referido año, cuando toma el título de “Suprema Corte de Justicia”,
designándosela como la “Primera Magistratura Judicial del Estado”.
A partir de dicha Constitución se configura, en términos similares a los
actualmente vigentes, una organización piramidal de los tribunales de justicia,
encontrándose en su cima a la Suprema Corte de Justicia, más abajo a la Corte
de Apelaciones como tribunal de segunda instancia y finalmente, en la base, a los
Juzgados Letrados.
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Dicha Carta Fundamental le otorga a la Suprema Corte la “superintendencia


directiva, correccional, económica y moral ministerial sobre todos los tribunales y
juzgados de la nación”, así como también la de la policía criminal, conforme al
reglamento que se dictó sobre sus atribuciones.
Aunque el Congreso Constituyente de 1823, no realizó variaciones en el número
de ministros integrantes de la Suprema Corte de Justicia,- con respecto a los que
hasta entonces tenía como Supremo Tribunal Judiciario- el 31 de diciembre del
mismo año, se nombra como primer Presidente a don José Gregorio Argomedo,
acompañado en sus altas funciones por los Ministros señores Lorenzo Villalón,
Francisco A. Pérez y Gaspar Marín. En el cargo de Procurador Nacional fue
designado el insigne jurista don Mariano Egaña. Hasta esa fecha el Supremo
Tribunal Judiciario de 1811, había sido sólo una aspiración, suplida en la
realidad por comisiones especiales, radicándose las facultades de competencia del
Consejo de Indias español en la Cámara de Apelaciones. Es desde ese momento,
entonces, que en Chile se configura un sistema de justicia similar al que
actualmente nos rige. Sin embargo, y tal como se ha sostenido por algunos
autores, es posible afirmar que la Corte Suprema creada en 1823 no es ni un
substituto de otro tribunal anterior ni tampoco un ente foráneo, lo que queda de
manifiesto al analizar sus atribuciones, que comprendían algunas entregadas al
Consejo de Indias y otras a la propia Real Audiencia. Si bien toma el nombre de
su similar de Estados Unidos, sus raíces están en Hispanoamérica.

La judicatura en la Constitución de 1828.


Con la dictación de la Constitución de 1828, se mantiene en líneas generales el
plan de organización de la Suprema Corte, variando eso sí, su denominación de
Suprema Corte de Justicia a Corte Suprema y modificando además su
composición a cinco ministros y un fiscal.
En dicha Carta destaca la atribución entregada al máximo tribunal relativa al
conocimiento de los asuntos sobre infracción a la Constitución; el juzgamiento de
los conflictos de competencia; los juicios contenciosos entre las provincias;
aquéllos que se produjeran como consecuencia de contratos celebrados por el
gobierno y por sus agentes en su nombre; las causas civiles del Presidente y
Vicepresidente de la República, de los ministros del despacho y de los miembros
del Congreso; las causas sobre suspensión o pérdida del derecho de ciudadanía,
entre otras.

Constitución de 1933 y La Ley de Atribución y Organización de los


Tribunales de 1875.
La Carta Fundamental de 1833 no innovó en el régimen orgánico de la Corte
Suprema, salvo en lo que se refiere al nombramiento de los ministros del máximo
tribunal, quienes, a partir de entonces, serían designados por el Presidente de la
República de una propuesta formulada por el Consejo de Estado, previo informe
confeccionado en tal sentido por el tribunal superior.
Lo restante fue entregado a una futura ley de organización de los tribunales, por
lo que en todo cuanto a determinación de la organización y atribuciones de los
tribunales se refiere, regiría el orden existente hasta ese momento,
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permaneciendo vigentes la parte judicial de las Constituciones de 1823, de 1828


y demás prescripciones dictadas hasta el momento.
Durante el tiempo posterior a la Constitución de 1833, se dictaron diversos
decretos, autoacordados y disposiciones de carácter general preparándose el
camino a la ansiada codificación, la que no llegaría sino hasta 1875 a través de la
dictación de la ley de Atribución y Organización de los Tribunales.
Transformándose en un verdadero Código en la materia, la mencionada ley le dio
consistencia a la Corte Suprema y demás autoridades del orden judicial. En
virtud de lo ordenado por el artículo 113 de la Constitución, dicha ley, señaló a la
Corte Suprema, como el tribunal llamado a ejercer la superintendencia directiva,
correccional y económica sobre todos los demás tribunales de la nación,
detallando sus atribuciones.
A partir de entonces, la Corte Suprema comenzó a tener competencia para
conocer, entre otras materias: en única instancia, de los recursos de casación en
contra las sentencias de las Cortes de Apelaciones; en segunda instancia, de las
causas que conociere la Corte de Apelaciones o un Ministro de Corte Suprema.
Adicionalmente, se designó a la Corte como el tribunal que debía evacuar las
consultas del Supremo Gobierno y las del Consejo de Estado en materia de
patronato y protección, de carácter contencioso.
Se modificó también la integración del tribunal, elevando sus miembros a siete,
dejando la sexta y séptima plazas en suspenso hasta que se dictara la futura ley
de enjuiciamiento.

A la espera de las leyes de enjuiciamiento.


Sin embargo, y a pesar de los avances, aún faltaban muchos años para que la
codificación patria hiciere desaparecer los restos de la antigua legislación, siendo
las leyes de enjuiciamiento las indispensables para tal cometido.
Entretanto, varias leyes dictadas con posterioridad a la ley de Organización y
Atribuciones de los Tribunales, iban supliendo las deficiencias del sistema, y
afectando a la Corte Suprema y a los demás tribunales dependientes de ésta en
diferentes aspectos. Es así que durante el período previo a la guerra civil de 1891,
se dictaron varias leyes modificándola. A saber: las leyes de 1845, 1849, 1884 y
1888, que crearon las Cortes de Apelaciones de Concepción, La Serena, Iquique y
Talca respectivamente, así como la que creó las Cortes de La Serena y
Concepción, que trajeron como resultado la supresión de la jurisdicción criminal
de segunda instancia que hasta ese momento tenía la Corte Suprema,
otorgándosela a aquéllas dentro de sus respectivos territorios jurisdiccionales.
Es interesante destacar que en este período, y entre el 2 de marzo de 1891 y el 7
de septiembre del mismo año, la Corte Suprema permaneció sin sesionar. El libro
de Acuerdos de la Corte Suprema de 1831-1911, página 61, consigna lo
siguiente:
“En Santiago a 7 de Setiembre de mil ochocientos noventa y uno, los infrascritos
miembros de la Corte Suprema de Justicia teniendo en consideración, que el
decreto de 5 del corriente dictado por la Excelentísima Junta de Gobierno ha
declarado restablecido el régimen constitucional de la República en lo relativo al
servicio judicial, y, que con esto ha cesado la fuerza mayor, que ha impedido a
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los tribunales superiores y de primera instancia ejercer sus funciones legales


desde el 2 de marzo último, se han reunido con el objeto de reestablecer por su
parte el indicado servicio desempeñando los deberes y atribuciones que les son
propios…”
Dicho acuerdo lo suscribieron los ministros titulares señores: Gregorio V.
Amunátegui Aldunate; José María Barceló Carvallo y Carlos Risopatrón
Escudero, y como integrante el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago
don José S. Vial Recabarren y su fiscal don Ambrosio Montt.
En 1889, se dictó la ley que anticipó la composición de la Corte Suprema, fijando
en siete el número de sus miembros y determinando además su división en dos
salas para el despacho de las causas de hacienda y de las criminales en que
había prevenido, poniéndose término para lo futuro a su competencia en lo
criminal, que fue transferida a las Cortes de Apelaciones respectivas, según ya se
ha señalado.
Normalizada la situación política institucional, la dictación fructuosa de leyes
relacionadas con la organización de tribunales y sus dotaciones continuó,
teniendo como finalidad primordial, la eficiencia del servicio judicial.
Entre ellas se destacan las siguientes leyes: a) la que autorizó a la Corte a
dividirse discrecionalmente en salas según el recargo que ésta tuviere (1892); b)
la que declaró la inamovilidad de los Fiscales de la Corte Suprema y de las Cortes
de Apelaciones (1893); c) la que aumentó los sueldos judiciales y dispuso la
incompatibilidad de los cargos favorecidos con dicho aumento, con cualquier
empleo público, y determinó que, para los efectos de la jubilación de los jueces
sólo se tomaría en cuenta el setenta y cinco por ciento de sus sueldos (1894); y d)
la que otorga a la Corte Suprema y a las Cortes de Apelaciones, la facultad
disciplinaria de suspender de sus funciones hasta por cuatro meses a los jueces
de su jurisdicción (1894).
Finalmente cabe destacar la ley de 28 de agosto de 1902, mediante la cual se
aumentó a diez el número de miembros del personal del máximo tribunal,
incluyendo su fiscal, y determinando, además, su división en salas, las que se
sortearían el primer día hábil de cada año. Dentro de otros objetivos de esta ley
se cuentan: la fijación de un mínimo de siete Ministros para la vista de los
recursos de casación en el fondo y revisión, pudiendo las salas, de cuatro
Ministros a lo menos cada una, conocer de los demás recursos; el traslado de la
jurisdicción de hacienda a la Corte de Apelaciones de Santiago; y el traspaso a
cada Corte de Apelaciones del conocimiento de los reclamos municipales.

Nacen los códigos de procedimiento civil y penal.

Fruto de un arduo trabajo iniciado en 1852 por parte de connotados


jurisconsultos, y con el objeto de poner término a las leyes dispersas que regían
en materia de Enjuiciamiento Civil, entra en vigencia, el 1° de marzo de 1903, el
Código de Procedimiento Civil, bajo el gobierno de don Germán Riesco. Dicho
cuerpo legal precisa las atribuciones de la Corte Suprema en materia de casación
en lo civil.
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El trabajo de la Corte Suprema se intensificó excesivamente, situación no


prevista por los jurisconsultos creadores del nuevo Código, como tampoco por
aquéllos que creyeron suficiente el número de siete ministros para conocer de los
recursos de casación. Adicionalmente, lo anterior se vio acrecentado con la
entrada en vigencia del Código Procesal Penal, bajo el mismo gobierno, en 1907.
Así, la recarga de trabajo aumentó ostensiblemente, haciendo dificultoso el
desempeño de las altas funciones entregadas a los escasos magistrados
existentes.
Dicho cuerpo legal fue consecuencia de un largo proceso iniciado en el año 1894
con la remisión del proyecto al Congreso, seguido de doce largos años en espera
de la aprobación legislativa.
Con el objeto de aminorar en parte los inconvenientes señalados, en 1918 se
dicta una nueva ley que, entre otros objetivos, aumentó el número de integrantes
del supremo tribunal a un total de trece y determinó la competencia de cada una
de las salas de la Corte Suprema. Además introdujo reformas al Código de
Procedimiento Civil y a la Ley Orgánica de los Tribunales, como aquella relativa a
la elección del Presidente de la Corte Suprema, determinando que, en lo sucesivo,
se realizaría cada tres años, a propuesta en terna, por el mismo tribunal. Se
establecieron también, una serie de medidas de carácter económico y
disciplinario o de integración, entre ellas, la que impuso la obligación de dictar un
auto acordado relativo a la forma de redactar las sentencias; la que obligó al
Presidente de la República a expedir un reglamento para el mejor funcionamiento
de esa Corte y de las Cortes de Apelaciones; y finalmente, la que determinó la
necesidad de una nueva edición del Código en vista de las numerosas reformas
de las que ya había sido objeto.

El poder judicial en la constitución de 1925.

Con la Constitución Política de la República de 1925 se comienza a hablar por


primera vez en nuestro país del Poder Judicial, dándosele a éste el carácter de
poder independiente dentro del Estado. En su capítulo VII la Carta Fundamental
determinó, dentro de otras materias, la designación de los ministros y fiscales de
la Corte Suprema, quienes serían elegidos por el Presidente de la República de
una lista de cinco individuos propuesta por la misma Corte, dejándose atrás la
tradicional terna, que hasta ese momento regía. Se establece además la
inamovilidad de los jueces, no obstante la autorización de permutas y traslados
de los mismos a otros cargos de igual categoría que el Presidente de la República,
a propuesta o con acuerdo de la Corte Suprema, podía realizar.
Por otra parte, y recogiendo lo establecido en la ley de Atribuciones y
Organización de los Tribunales, se consagra que la Corte Suprema tendría la
“superintendencia directiva, correccional y económica de todos los tribunales de
la nación, con arreglo a la ley que determine su organización y atribuciones”.
Esta Constitución entregó por primera vez a la Corte Suprema la facultad de
declarar la inaplicabilidad por inconstitucionalidad a través del denominado
recurso de CORTE SUPREMA DE JUSTICIA inaplicabilidad, conforme al cual “la
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Corte Suprema, en los casos particulares de que conozca o le fueren sometidos en


recurso interpuesto en juicio que se siguiere ante otro tribunal, podrá declarar
inaplicable, para ese caso, cualquier precepto legal contrario a la Constitución”.
Del mismo modo, se le otorga la atribución de resolver contiendas de competencia
que se suscitaren entre autoridades políticas o administrativas y tribunales de
justicia, cuya resolución no correspondieren al Senado.
La atribución de conocer de los reclamos que se interpusieran con motivo de la
cancelación de la carta de nacionalización no fue entregada a la Corte Suprema
por el texto original de la Carta de 1925, ello se hizo posteriormente por medio de
la reforma constitucional de 1957, contenida en la Ley Nº 12.548.

La constitución de 1980.
Con la promulgación de la Constitución de 1980, se le confirieron a la Corte
Suprema otras competencias, tales como el conocimiento de la declaración de
error judicial (norma programática en la carta de 1925), el reclamo por pérdida de
nacionalidad (cuyo antecedente se remonta a 1957) y, por último, se fortalece la
petición de inaplicabilidad. A todo lo anterior debe agregarse que desde 1976
conoce en segunda instancia del Recurso de Protección.
En cuanto a la superintendencia directiva, correccional y económica que se le
otorga, se hace expresa mención de los tribunales que quedan exceptuados de
ésta: el Tribunal Constitucional, el Tribunal Calificador de Elecciones, los
tribunales electorales regionales y los tribunales militares en tiempos de guerra.
Otra de las novedades que nuestra actual Carta Fundamental presenta, se refiere
a la inclusión de dos ex ministros de la Corte Suprema -elegidos por ésta en
votaciones sucesivas- como integrantes del Senado, por un período de ocho años.
A su vez, otra de las innovaciones la constituye la integración del Tribunal
Constitucional, por parte de CORTE SUPREMA tres ministros de Corte Suprema,
como asimismo la composición del Tribunal Calificador de Elecciones por tres
ministros o ex ministros del máximo tribunal.
Con posterioridad a su dictación, la Carta de 1980 ha sido objeto de importantes
reformas concernientes al Poder Judicial.
Así, con la dictación de la Ley Nº 18.374 de 1984, se modifica la composición del
máximo tribunal aumentándola de trece a dieciséis Ministros, número que
posteriormente es ampliado a diecisiete en virtud de la Ley Nº 18.750 de 1988.
Igual mención cabe a la reforma del año 1997, realizada por Ley Nº 19.541, en
virtud de la cual los ministros y fiscales judiciales de la Corte Suprema son
nombrados por el Presidente de la República, previo acuerdo del Senado,
eligiéndolos de una nómina de cinco personas que en cada caso propone la Corte
en Pleno; el aumento del número de miembros del máximo tribunal, de diecisiete
a veintiún ministros; la consagración constitucional de dicha composición; la
exigencia de que cinco del total de miembros de la Corte Suprema sean abogados
extraños a la administración de justicia; el establecimiento del límite de 75 años
de edad para desempeñarse como ministro de Corte; etc., todas modificaciones
que han tenido como objetivo de mejorar y hacer más eficiente la administración
de justicia.
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Importancia y estabilidad institucional de la Corte Suprema.


No obstante las precarias condiciones iniciales y las innumerables dificultades
materiales que a lo largo de su historia ha debido sortear, nuestro máximo
tribunal -el más antiguo de Hispanoamérica-, ha caracterizado su labor por una
incuestionable moralidad, rectitud, entereza y sapiencia de sus integrantes, lo
que la ha transformado en el baluarte fundamental de nuestra justicia, símbolo
del Estado de Derecho, contribuyendo así de manera eficaz al desarrollo de
nuestras instituciones republicanas.

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