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La Cuestión Docente en Colombia. Capitulo 5
La Cuestión Docente en Colombia. Capitulo 5
Normatividad
La evaluación de los maestros del sector oficial ha sido normada por los siguientes
instrumentos:
• la Ley 115 de 1994, denominada Ley General de Educación, que para el caso específico
de la evaluación de los docentes sienta sus bases en el Capítulo III;
• el Decreto 1.283/02 de Inspección y Vigilancia, cuyo eje central era la evaluación de los
Docentes y Docentes Directivos;
Por su parte, el artículo 29 aborda los principios de la evaluación: objetividad (se prescinde
de criterios subjetivos de evaluación); confiabilidad (validez de los instrumentos de
evaluación en relación con sus objetivos); universalidad (analogía entre criterios de
evaluación para funciones equivalentes); pertinencia (distribución razonable de las
calificaciones que permita distinguir distintos niveles de desempeño); transparencia
(conocimiento de los docentes evaluados de instrumentos, criterios y procedimientos de
evaluación); participación (hacer posible la participación de diversos actores en el proceso
de evaluación como padres de familia, estudiantes y consejo directivo); concurrencia (la
evaluación de docentes debe concurrir con las evaluaciones de logros de los estudiantes y la
evaluación de directivos docentes con los resultados de la institución).
Sobre el uso de los resultados de la evaluación del desempeño, se plantea que están
destinados al diseño de planes de mejoramiento tanto del docente como de la institución y a
la determinación de objetivos en relación con los logros de los estudiantes. El resultado será
satisfactorio si se obtiene un puntaje total de 60%. Si el resultado de la evaluación es
insatisfactorio, el evaluador debe acordar con el evaluado un plan de apoyo y seguimiento
para el siguiente año que debe contener unas acciones conjuntas que permitan mejorar el
desempeño.
Hacer un análisis del Decreto 3.782, que reglamenta la evaluación como política de
aseguramiento de la calidad de la educación en cumplimiento de lo establecido por el
Nuevo Estatuto Docente, implica tener en cuenta múltiples factores, de carácter estatal,
gremial, profesional, pedagógico, político y fiscal y, en última instancia, la multiplicidad de
intereses, concepciones, representaciones y sentidos otorgados a la educación y a la
evaluación como estrategia para el logro de la calidad. Por ello, “para explicar la política es
preciso recurrir a los muchos factores que la condicionan y a las valoraciones de tipo
ideológico y axiológico de los sujetos que la hacen” (Sánchez, 2005). Son estas
valoraciones las que provocan el surgimiento de múltiples tensiones en torno a las
concepciones sobre la educación, la calidad, el docente, la profesión docente y la
evaluación, dentro de las cuales se mencionarán algunas, sólo a manera de ejemplo, para
evidenciar los intereses en juego en la evaluación de docentes.
Tensión evaluación-participación
Una de las tensiones más visibles, desde el punto de vista político, la constituye la poca
participación que han tenido los docentes en la definición de las políticas sobre evaluación.
Su acción respecto de las normas ha estado más centrada en la defensa de los derechos y las
garantías laborales, cuya vulneración se ha legitimado a través de la evaluación, puesto que
los docentes la perciben como un mecanismo de control que no responde a sus
expectativas, intereses o necesidades, y que, aunque afecta profundamente su vida laboral y
profesional, se ha implementado sin que mediara ninguna consulta con ellos y desde un
enfoque que no es el pedagógico.
Tensión evaluación-equidad
Una política educativa que busque propiciar el mejoramiento de la calidad debe atender, en
primer lugar, a las demandas que se le plantean a la educación desde cada uno de los
contextos. Para ello será preciso reconocer la diversidad étnica, cultural, religiosa,
económica, política y social de las comunidades en las que se insertan las instituciones
educativas. La conciencia de esta diversidad hace imposible pensar en políticas educativas
homogéneas: las necesidades de una institución en Bogotá son sustancialmente diferentes
de las de una institución en el Chocó, aun suponiendo que pertenezcan al mismo estrato.
Por lo tanto, se torna necesario definir qué tipo de docente requerimos para cada una de
esas instituciones y cuál evaluación será la más pertinente para él.
La responsabilidad social del docente frente a la educación es uno de los pocos asuntos
sobre los cuales hay un acuerdo generalizado: tanto los docentes como las instancias
administrativas asumen que el docente debe dar cuenta a la sociedad de su labor. Sin
embargo, el problema se complica cuando se intenta especificar los contenidos de dicha
responsabilidad. Actualmente, existe la tendencia a responsabilizar al maestro de todo
cuanto ocurre, no sólo en la institución educativa sino en la sociedad, “la pérdida de
valores”, “la violencia”, “las pandillas”, “los grupos satánicos”, “los embarazos no
deseados”, “la falta de participación política”, “la intolerancia”, “el ejercicio de la
ciudadanía”, etc. Las exigencias a la escuela y al docente provienen de diferentes órdenes.
Cumplir estas demandas se hace imposible, inclusive para el mismo Estado, aun cuando
pudiese articular toda la política y dirigirla hacia el cumplimiento de dichas demandas.
En conclusión la carrera docente es una a la que más se le exige cumplir con unos controles
técnicos y evaluativos para su formal permanencia en el contexto educativo.
Lastimosamente las pruebas que tienen que desarrollar a lo largo la carrera los docentes,
más que motivar para el cambio desmotiva, ya que las múltiples dificultades que tienen
que sobrellevar los docentes desde una perspectiva educativa y social solos los limita a
cumplir con los establecido, sin poder forjar desde la pedagogía una idea de cambio social
equitativo. Además los resultados de la evaluación, según el Estatuto Docente, son
utilizados para la selección de los docentes, la vinculación permanente a la carrera docente
una vez superado el período de prueba, el otorgamiento de incentivos, la inscripción y
ascenso en el escalafón, el retiro del cargo o el regreso al nivel anterior y la reducción del
salario, cuando los resultados son desfavorables. Se podría afirmar que de la evaluación
depende la vida profesional de un docente. Esto puede limitar la posibilidad de los docentes
y de las instituciones de adelantar procesos innovadores o procesos que no estén
directamente relacionados con lo que se evalúa