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EL CAFETERO MAYOR

Cuando era niño, mientras caminaba entre las matas de café de la mano de su
abuelo por su finca en Antioquia, Néstor Osorio nunca imaginó que llegaría a ser
la cabeza del máximo organismo mundial del grano. Pero hace una semana se
convirtió en el primer colombiano que llega a la dirección ejecutiva de la
Organización Internacional del Café (OIC), una entidad que en 38 años de
existencia siempre estuvo al mando de expertos brasileños.

Abogado rosarista especializado en derecho público de la Universidad de París,


Osorio se vinculó al tema cafetero en 1978 cuando empacó maletas para ir a
trabajar al lado de Juan Manuel Santos en la delegación colombiana ante la sede
de la OIC en Londres. Desde entonces no ha dejado de trabajar por el café en el
plano de la política internacional. La mejor prueba de su constancia y de su
laboriosidad es la confianza que el pasado primero de febrero le depositó la
mayoría de los países miembros de la organización. Su programa al frente de la
máxima instancia cafetera mundial consiste en recuperar el negocio con un
esquema que combine calidad y promoción del producto.

En el plano personal, Osorio confiesa con igual entusiasmo la gran debilidad y


orgullo de su existencia: sus hijos. Daniel de 27, Santiago de 25, y la consentida
Ana María de 20, son la luz de sus ojos. Se declara agradecido con la vida por
haberle permitido dar a sus retoños una educación multicultural, pero eso sí,
basada en la cultura colombiana del buen tinto y la arepa con queso. “Soy un papá
amigo de mis hijos”, dice. Con ellos comparte una fuerte afición por el tenis,
deporte que practican en familia cada vez que pueden.

Osorio disfruta su tiempo libre de muchas formas, desde la rumba hasta la


meditación. No se pierde la oportunidad de bailar al son de la música colombiana
o de una salsa vieja “de esas que llegan al alma”. Dedica 15 minutos al día para
meditar, una disciplina que aprendió en uno de los viajes más significativos de su
vida: siete días desde Lhasa hasta Katmandú, en el Himalaya. Este viaje le sirvió
para reforzar la filosofía de vida que definió gracias a las normas de convivencia
que aprendió del derecho romano en la universidad: no perjudicar a nadie, darle a
cada quien lo que le corresponde y vivir con honestidad.
Muy concentrado en el presente este caballero colombiano de talante inglés es
consciente de que su nombramiento se da en un momento crítico para la
caficultura. Por esto su gran reto para los próximos años es “hacer el mejor uso de
la negociación multilateral para mejorar el bienestar de los cafeteros del mundo”.

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