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La columna de María Jimena Duzán empieza con una mirada a la historia y la realidad extranjera
que pareciera se repitiera a través de los años en la humanidad, en las sociedades, en todo el
mundo; dar una mirada atrás para mirar el presente sin duda es una de las mejores maneras de
analizar lo acontece hoy día. “el genocidio armenio –las víctimas eran sacadas en trenes con el
propósito de ser deportadas, pero no llegaban vivas a su destino porque terminaban fusiladas en el
camino”.
El tema como el título del artículo son totalmente coherentes puesto que aborda temas generales
donde la ética queda en entredicho, manifiesta conductas de parte de la sociedad que están a
favor del “todo vale”, conductas del senador que apoyan esta manera de pensar y que de alguna
manera el mismo propicio y que en un acto endiabladamente astuto se encargó de contrarrestar,
es decir, creo que el mal y el remedio; el castrochavismo y su centro democrático para ponerle una
barrera.
La columnista nos lleva a reconocer que cuando estas instituciones logran actuar desligadas de
ese poder político que les corrompe dicho actuar se pone en tela de juicio por que se está ante un
líder político de gran poder “En estos casos, la justicia se vuelve un obstáculo que pone en peligro
su supervivencia. Los magistrados empiezan a ser blanco de toda suerte de presiones sobre la
base de premisas tan hechizas como la monja falsa que defendió a Uribe el día de la indagatoria.”
Infortunadamente en la columna de Vicky Dávila “Uribe dio la cara” se hace una alegoría a la
justificación, en todo momento se trata de aborda un tema que le desfavorece al senador, pero
tratando siempre de desviar la mirada con ejemplos que desvirtúan su actuar, como si lo que hizo,
hace o deja de hacer fuese menos lesivo “Así debe ser. Pero dejemos la hipocresía, aquí los más
poderosos siempre han estado por encima de la ley y lo siguen estando”.
El hecho de exaltar la comparecencia del senador como si de un dios se tratare, nos deja claro que
nos hay un fundamento de fondo, siendo que como cualquier persona tiene el deber de responder
ante la ley y aunque trata de disimular su posición, esta se hace evidente al incluir otros nombres o
supuestos corruptos “Uribe dio la cara, no se escondió y cumplió con su obligación de rendir
cuentas ante su juez natural como senador. Claro, ¡no tenemos que agradecerle que lo haya
hecho!”
VICKY DÁVILA | 2019/10/12 04:50
Uribe dio la cara
Con la imagen de Álvaro Uribe entrando a la Corte Suprema de Justicia, se
derrumbó el mito de que el expresidente y senador más poderoso de las últimas
décadas en Colombia es un intocable. El martes 8 de octubre, Uribe salió de esa
lista vergonzosa. Uribe, el paisa finquero y montador de caballo, no podía
permanecer en el podio de intocables donde están solo los aristócratas, los de
apellido, los del “circulito bogotano”, los amigos de sus amigos, los de toda la vida,
los mamertos finos o los millonarios que lo manejan todo. Eso está bien; lo malo
es que el salón de los intocables sigue repleto y a pocos les importa.
Para la izquierda, esta semana compareció ante la Justicia un monstruo culpable
de todos los males de este país. Para la derecha, acudió la víctima de una disputa
ideológica que se convirtió en un caso judicial, su símbolo político al que quieren
fulminar con tal de complacer a la empoderada izquierda.
Santos, blindado
De cualquier forma, la imagen de Uribe en el estrado, frente al magistrado César
Augusto Reyes, es una prueba ejemplar de que nadie puede estar por encima de
la ley en Colombia. Así debe ser. Pero dejemos la hipocresía, aquí los más
poderosos siempre han estado por encima de la ley y lo siguen estando. Sí, que la
justicia opere con Uribe, pero no solo con él. Que, entre otros, los expresidentes
dejen de ser intocables sería una gran noticia. Muchos de los políticos que quieren
ver a Uribe arder en la hoguera, cómplices, guardan silencio frente al escándalo
Santos-Odebrecht. Algunos se pavonearon como escuderos de Samper en el
proceso 8000 o se fotografiaban felices con las Farc en el Caguán en el Gobierno
Pastrana. Que tal los que jamás le exigieron la verdad sobre el Palacio de Justicia
a Belisario o blindaron a Gaviria para que nunca lo tocaran judicialmente en
tiempos de Pablo Escobar.
El Álvaro Uribe que vi entrando a la corte no fue el poderoso presidente que se
reeligió o el más popular de su especie, no fue el que llevó a Santos y a Duque a
la presidencia, no fue el senador, jefe del partido de gobierno, no fue el intocable.
El Uribe que vi fue un Uribe sometido ante la voluntad de la justicia, que el día que
subió las escalinatas del Palacio Alfonso Reyes Echandía de alguna manera probó
la derrota, el mundo lo vio comparecer. Un Uribe que no se escapó, que no se
asiló, que no se hizo el enfermo y que no dilató su cita. Uribe dio la cara, no se
escondió y cumplió con su obligación de rendir cuentas ante su juez natural como
senador.
Claro, ¡no tenemos que agradecerle que lo haya hecho!, pero yo sí le reconozco
que no haya usado su inmenso poder y una sarta de marrullas, como hacen otros,
para evitar la indagatoria, en el proceso que le siguen por presunta manipulación
de testigos, en el que ya tuvo que dar explicaciones y en el que solo podrán
condenarlo con pruebas.
¡Qué asco!
La pregunta es si los magistrados, al contrastar el acervo probatorio con la versión
de Uribe, pueden concluir que, en lugar de manipular testigos, lo que hacía su
investigado era buscar elementos para su defensa; o si, por el contrario, la
evaluación deja un saldo en rojo para el expresidente que le pueda complicar su
situación jurídica. Sus conversaciones con el abogado Diego Cadena hoy son
miradas con lupa por la corte. El ‘abogánster’ o el ‘abohámster’ para mí es un
impresentable, sus palabras lo revelan enredador, bajo y peligroso. En qué
momento Uribe se metió con señor así, en esa se equivocó de cabo a rabo. Ojalá
Cadena no se vuele.
Aunque en la corte este debe ser un proceso únicamente jurídico, es de
estruendosas repercusiones políticas; para nadie es un secreto que tener a Uribe
respondiendo ante la Justicia es un triunfo invaluable para la izquierda más radical
que tanto lo odia, y que alcanzaría su clímax si lo condenan y nunca más vuelve a
salir de la cárcel. Ese es su objetivo. Mucha de esa izquierda instigadora que hoy
hace política no ha respondido por sus crímenes durante décadas y seguro no
responderá. En especial, porque ha estado protegida por una parte del Estado que
históricamente ha justificado el accionar armado y la combinación de lo que llaman
todas las formas de lucha. Muchos de esos que tienen más de un muerto a sus
espaldas y sangre en sus manos son los que jamás le perdonarían a la corte que
no condenara a Uribe, a quien yo no defiendo de oficio, ese no puede ser el papel
de un periodista; pero tampoco soy ciega y, aunque sé que hay fuerzas limpias
que solo buscan la verdad alrededor del caso Uribe, hay otras turbias, muy turbias.
Reprocho a los fanáticos a favor o en contra del expresidente, todos son iguales
de ridículos.
Soy decente
Uribe salió de enfrentar su batalla jurídica en la sala de audiencias a dar su pelea
política. No sé si le sirva. Esa noche, parecía un toro envalentonado, habló por
más de una hora, mientras su gente lo rodeaba y le celebraba cada palabra. Pero
el mito del Uribe intocable esa noche se derrumbó; Uribe, en todo caso, ya perdió
algo en la pelea de titanes que libra con el senador Iván Cepeda y lo que ambos
representan. Dos fuerzas potentes que son capaces de hacerse mucho daño.
En los mentideros políticos algunos comentan, como si tuvieran línea directa con
la corte, que a Uribe le fue mal en la indagatoria. Prefiero esperar la decisión de
los magistrados, quienes tendrán que hacer un trabajo de filigrana para
desenredar el nudo de verdades y mentiras de una manada de exparamilitares
que han desfilado en este proceso. La corte decidirá en los próximos días si el
expresidente debe enfrentar su proceso libre o preso; se equivocan quienes
consideran que con Uribe en la cárcel se acaba la impunidad en Colombia, porque
tendrían que encarcelar a más de un encumbrado. Pero si la corte le dicta una
medida de aseguramiento a Uribe, no hay remedio, tendrá que cumplirla.