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EDUCACION SUPERIOR
“1) Es necesario la existencia de una forma de coordinación para todo el país que articule
los esfuerzos de las distintas jurisdicciones y termine el divorcio entre superior no-
universitario y el universitario y que articule las opciones de Nación, provincias y actividad
privada, adecuándolas a las necesidades regionales…
3) Implementar un sistema de equivalencias entre ambas modalidades y reconocimiento
de los estudios terciarios por la universidad…”
(Comisión 3: Consenso Unánime).
La intención era ofrecer una educación superior diversificada pero con niveles de
exigencia de estudios equiparables. La Ley Federal (1993) se hizo eco de esas
orientaciones y, considerando que un sistema educativo de buena calidad debe ser
articulado y flexible, dispuso: “La etapa profesional de grado no-universitario se cumplirá
en los Institutos de Formación Docente o equivalentes y en los Institutos de Formación
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las conciencias individuales.1 Por eso la Constitución Nacional (1994) afirma que es
atribución del Congreso: “Sancionar leyes de organización y de base de la educación que
consoliden la unidad nacional respetando las particularidades provinciales y locales…
Dictar leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural…” (art. 75, 19).
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Sobre este tema nos parece conveniente citar algunas ideas que escribió Ernesto Sábato (1987)
con ocasión del Congreso Pedagógico: “Se comete un grave error cuando se pretende reformar la
educación como si se tratase de un problema meramente técnico y no el resultado de la
concepción del hombre que sirve de fundamento, de esos presupuestos que la sociedad mantiene
acerca de su realidad y su destino y que, de una manera u otra, definen una manera de vivir y de
morir, una actitud ante la felicidad y el infortunio… Fracturada la primitiva realidad
hispanoamericana en esta cuenca del Plata por la inmigración, sus habitantes venimos a ser algo
dual, con todos los peligros pero asimismo con todas las ventajas de esa condición: por nuestras
raíces europeas, vinculamos de modo entrañable el interior de la nación con los valores
perdurables del Viejo Mundo; por nuestra condición de americanos, a través del folklore interior y el
viejo castellano que nos unifica, nos vinculamos al resto del continente, sintiendo de algún modo la
vocación de aquella Patria Grande que imaginaron San Martín y Bolívar, y que las condiciones de
nuestro tiempo ya están imponiendo hasta por motivos económicos… Acaso sea esta dualidad la
que da a los argentinos esa inquietud y esa angustia por el destino de la patria, pero también tanta
riqueza espiritual y tanta complicación mental, tanta sutileza y tanta posibilidad histórica…” (Cultura
y Educación. Cuadernos del CONPE, N° 1, EUDEBA, pp. 11 y 34)
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Es cierto que en la historia de nuestro sistema educativo ha prevalecido una educación laica,
indiferente y, a veces, contraria a la religión, pero la formación integral supone también el cultivo de
las virtudes religiosas porque, como dijo Jesucristo: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si
pierde su alma?” (Mt.16,25-26)
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produce verdadero aprendizaje. Para que exista un compromiso vital entre el sujeto y lo
aprendido es necesario que el estudiante piense y comprenda la enseñanza que se le
ofrece. 3
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Respecto de la docencia como comunicación nos dice Caturelli (1962): “Enseñar implica,
previamente, el saber (scire), de modo que en el acto docente hay un ‘doy la ciencia’ (do-scientiam)
en el sentido de anunciar la verdad descubierta en la búsqueda; pero, al mismo tiempo, hay un
revelarse o mostrarse la verdad en la comunicación. De donde se sigue que todo acto docente es
esencialmente comunión o no es docente; y el acto de común-unión no parte exclusivamente de un
maestro que anuncia la verdad, sino también del discípulo desde quien se desoculta o manifiesta la
verdad; siempre el acto docente implica los dos términos de la comunicación y si implica la
comunicación incluye necesariamente la comunidad en cuyo seno la docencia se puede realmente
realizar. Y la comunidad es, precisamente, la Universidad” (La Universidad, p. 44)
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En un estudio reciente, el Prof. Llach (2004) propone disminuir las diferencias entre las
instituciones incrementando los recursos de infraestructura edilicia y equipamiento didáctico y
asignando los mejores directivos y docentes a las escuelas ubicadas en las zonas con menos
posibilidades culturales y económicas. (Escuelas ricas para pobres. Academia Nacional de
Educación, N° 57)
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Cuando se discutían propuestas para redactar la LES, Juan Carlos Del Bello
(1993) sostenía que el desarrollo de carreras de nivel superior no-universitario permitiría
orientar la matrícula hacia profesiones directamente vinculadas con el mundo del trabajo:
La LES es una ley nacional que afecta a todas las instituciones que ofrecen
carreras pos-secundarias. Por tanto, comprende a las Universidades (de gestión estatal y
privada); a los Institutos Universitarios (que hacen investigación y docencia en un
determinado campo científico) y también a los Institutos Superiores (de formación
docente, humanística, social, técnico-profesional o artística) que dependen
administrativamente de los gobiernos jurisdiccionales y ofrecen carreras cortas vinculadas
con las necesidades locales y el mundo del trabajo. Se dice expresamente que “la
educación superior tendrá una estructura organizativa abierta y flexible” (art. 6)
Por su parte, la LEN establece que: “El MECyT, en acuerdo con el Consejo
Federal, establecerá las políticas, los mecanismos de regulación y los criterios de
evaluación y articulación” (art. 36). La articulación implica que una institución pueda
reconocer estudios cursados y aprobados en otra institución y, de esa manera, evite la
repetición innecesaria de exigencias curriculares.
Esa articulación tendrá por finalidad “facilitar el cambio de modalidad, orientación
o carrera, la continuación de estudios en otros establecimientos y la reconversión de
estudios concluidos…” (LES, art. 8). Se procura organizar un sistema integrado de
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