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Jacqur's Dcrrida. pc nsador lia ncús cóntc'm p{)-
Entrevista con ráneo. Fonc en m¡rcha a tn larg<l dc sus e'scrilos
*ya
facques Derrida
numerosos- lcl quc sc ha dado cn lla-
mu-v
mar la (cstrategia general de la deconstruccién¡r
que, Fese a Io que suelc creerse erróneamente. no
üs tanto una critica negativa
-destrucfiva- de la
tradición filosóllca cunnto unr espccie di:
"fia-
lanca> tJe inlen,encién activa (tcóriea y práctie¿)
Cristina de Perctti de su ámhito prohlemático. Si. en el marcc de
esta tradició* el logofonocentrismo scñala la rcla-
ción necesariamente inmediata y natural rlel
pensamiento flogos unido a la verdad y al scn-
tido) con la vaz (fani que rlice el scntido). rllr/o-
goce'nfrismo mucstra, a su l'cz. la cstrer.:ha solirJari-
dad que existc cntrs <rla ereccion del logos
paterno {el discurso. el nombrc propio dinástico.
rey. lcy. voz, yo.l'elo del yo-la-venlatl-hablo. ctc.)
y del lalo "eotno signilicantc pnvilcgiado">.
En la clcconstrur:ción comr: pr;iclica textual. l¿l
disernin¿¡ción. d'sa <imposihle rcapropiacirin
{monocéntric¡. paterna. l'amiliarl del concepto 1'
del es¡rrma)|. esto cs. la dise'minación como lo
que no rrrelve al padre, supone unnguroso despla.
zumiento de los supuesfos hermcni'uticos que sal-
vaguanlan cl privilcgio onkrlógico y scrnántico
elcl texto ;" dc lir aulcrcracia rlel autor (urmo pa-
dre-crcador ¡- guardián a l:l tcz del scntitltl único
.v verdadero del texto) y legitiman la búsqucda ¡
garantia del ongen como fundamento último de
l¡ raztin patriarcal.

hegunta.-Lved ha declarüd{} siempre que txisttt

unu unidud rsenriol en¡re el lagu'entrismo y el {eio.
.:(núi.lrno !'. {:(}ftto cons'tcttentiu de ello. uliliza tl ttr-
mino <{alogot't¡ttrismot. A panir üe c$ta unidud
i,pienv ustecl que se pue.de detir que lü dtüMntn&.-
ci(tn implica un rierto punto de vista feminista 1: r'i -
{'t,veó?, que la tidca.feminista tom¡¡ títka cukural
t <'s clrt'ir. | üe,rariu.
"tit osofi<'a. ¡tolít it'tt. artístit'a. u t. ).
¡ru ra se r reu I n w n k' .sl¡bre:r,rilr¡. i t h e a n i t' u I o ri e n.\' ( -
sariu me¡t t e s tnt e d&r ttt struu. ii ¡tl?
Respuesta.-La unidad entre logocentrismo ¡*
lalocentrismc. si cxistc.. no es la unidad de un sis-
tema filosófico. Por otra parte. esta unidad no es
patünte a simple uista:
@
glgdejo$xenrfl sme$r¿l!nTi_l-q--!.!.:!f!4lllg}gf
S!gj_e!g!lirf!_n qlexg núrns¡9_gg_tg¡gs. Esre
descifr¡¡niento no es simpleme.ntc una lcclura se.
miótica: implica los probcolos ¡., la estrategia de
la decanstruccién. Debido a quc la solidaritlad
entre logocentrismo y lirltxvnthsmo es irreduuti-

( nslinir (k Prreltr I)¡r¡' l'iluqrlla, I *rrcttrrJ¿J Nation¡l dc Frlu'¡eion ¡ I)ist¡nrr¡

PLtltttt ¡ .t Sottdx¿I I , :.Xn¡|. Vadnd {t,F ltt¡ ' ,t*.
 102
ble, a que no es sirnplemente f¡losóhca o no
adopta sólo la forma de un sistema hlosófrco, hc
creido negesario proponer una única palabra: fa-
logocentrismo. para subrayar de alguna manera
la indisociabilidad de ambos términos.
Dicho esto. no sé si /a deconstrucción implica.
como usted sugiere, un punto de vista feminista-
ilor qué? !!!s ry¡grv3¡_son. €n prime¡_lqg4lqu-c
n o e xi s te ts- ci¿é6 n¡4ru¿¿i6ñ*;Fay ir roc ed i m i e n ro s
deconstructivos diverscs y heterogéneos según
las situaciones o los contextos ¡ rJe todos modos,
tampoco existe un s?/o punto de vista fenrinista.
Porotra parte. en el caso de que hubiera algo asi
\t,
N como el femínismo. habría muchas posibilidades
cN/
Nr/
&\/ o muchos riesgos de que este fe minismo. precisa-
mente en cuanto siste¡na que invierte o que s€
/ prcpone invertir una jerarquia, reprodujese fre-
cueflternente ciertos rasgos del falocentrismo.
Por lo tanto, no creo que se pueda dc'cir simple-
rnente que la deconstrucciórr del I'alocentrismo
irnplica un punto <le vista ferninista.
Hechas estas precisiones. es cierto que la de-
construcción desestabiliza. sin duda alguna. la
jerarquia conlra la cual se dirige la critica ferni-
nista y creo que no hay deconstrucción corrse-
cuente del falogocentrismo que no imptique un
replanteamiento de la jerarquía falocéntrica, por
t&nto. €n cierto modo. la toma en consideración
de lo que ocurre en la llamada luchas feminista.
Preliero utilizar la exprcsién un poco imprecisa:
<<lo que ocurre en la llamada lucha feministal
antes que hablar del feminismo porque. como ya
intenté moslrar muy en especial en aquel breve
texlo sobre Nietzsche: Epetvns r. ocurre con t're-
cuencia que el feminismo nó es" a su vez. más
que una traducción invertida del falogocen-
trismo. Por todo ello, apuesto más bien por una
dohle estrategiq. Por uná partq en nombre dé
una deconstrucción radical no hay que neutrali-
zar las jerarqufas y pensar que se debe abando-
nar el corilbate feminista en su forma clásica. En
un cierto especto, hay. pues. que aceptar el fcmi-
nismo en una cierta fase, en cierta$ situaciones.
aceptar las Iuchas, como usred dice. poliricas. cul.
türales y sociales del feminismo teniendo e¡
cüenta al misrno tiempo que. a menudo. se basan
todavía en presupuestos falogocénrricos y que.
por lo tanto. med¡anle otro gesto. es preciso
seguir, cuestionándose dichos presupuestos. De
al¡i resulta una doble posrura muy dificit de man-
tener para los hombres y yo creo que todavia más
para las mujeres. para las mujcres que quieren a
la vrz comprometerse en un combatc feminista y
no renunciar a una cierta radicalidad decons-
FRúEEht
Cri-rün¡ de Peretti
tructiva. Uq doble tr¡¡bajo. una doble postura, a
veces. suponen contradicciorres, tensiones, pero
creo quc estas con¡radicciones deben ser asumi-
das. Es decir que en el discurso. en la práctica.
hay quc inlcntar subrayar ambos niveles, subra-
yarlos en el discurso. en el estilo. en la estrategia.
[-o que expreso en términos un te¡rto abstractos
puede ser ñuy concrelo. y considero quc muchas
de las tensiolres que sc dan en el interior de los
grupos feministas se aclaran más o m€nos
explícitamente. más o menos le¡náticamente, por
la existencia dr' estos dos nivcles. de estos dos
alcances de la critica: una crítica feminista clá-
sica. un comtratc politico clásico por una pafte 1.
por otra. un hosligamiento decons¡rüctivo qur
está a otro nivel. Valores como los de la cultura.
de lo liteiario. de lo politico. rle lo artisrico $on
valores determinados en si mismos. precisamente
en qste e¡¡racio f{ogocqltrico. Aqui también hay
que tenerlo en cuent¿. hay que subrayarlo. Todas
las consecuencias estratégica.s dificiles a las que
acaho de rEferirme deben ser analizadas según
los contextos. según las situacíones. según el
grado dc desarmllo de las luchas feministas en
lal o cual sociedád. én tai o cuai pais-en tal o cual
momento. Por ejCmplo. lá esirategia no puede ser
la misma en üna clemocracia occidental de los
países industriales y eil una sociedad asiática o
africana que conoce. a la vez. un& estructura
politica y un tipo cle desarrollo industrial diferen-
tes. Por lo Bntc. en estos c¿so:i. hay que saber
adaptarse. Incluso dentro de una misma socie-
dad. No es lo mismo la situación en la universi-
dad. en una lábrica. etc. La lucidez recomienda
ajustar. sin empirismo. sín reiátiviimo, estos
principios a estas situaciones.
P,-¿.Piensa uned que la crítica culturul feministo
cs una torcü que dehen lln*or a utba,xÍlo lus muje-
¡es? En el coso contrario ¿.cuúles seríail, en su opi-
nión. las límies de dicha mrea reali:ada por los
hornbres?
R,-Aquí trmbién hay que poner en funciona-
mienlo con rnucha prudencia urr buen número
de distinciones. No veo por qué razón lo que
usted denomina la critica cullural feminisra debe
estar reservada sólo a las mujeres. No veo en
absoluto lo que podria justificar scmejante exclu-
sién, Comprendo que. en ciertas situaciones. al
cnmienzo de las luchas, etc-. quizd fuera nec-esa-
rio no tanto cxcluir a los hombres de la par¡icipa-
cién en dicha crítica cultural cu¿rntc reconsrnrir
unas solidaridades femeninas que. en úldmo tér-
mino. conducen únicamente a marginar la activi-
dad de los hombres en esros grupos. En mi opi-
EdreYist¡ coo Jecqrcs De¡rid¡
nión, se trata de una necesidad que sólo se puede
irnponer hasta cierto punto pero que no debe
convertirse en rcgla. Por el contrario, la regla
debe scr rompef con semejan¡e situación.
Usted me pregunta acerca de los limites de una
critica cultural feminista llevada a cabo por los
hombres. Aqui hace falra una segunda distin'
ción. Cuando usted habla de <<lcs hombrrs> se
refiere. por una parte. a la ohjetividad del esrado
civil y. por otra. a lo que se denomina la organi-
zación anatómica. es decir a todó lo que hace que
reconozcamos inmediatamcnte *o creamos re-
conocer inmediatamente* la cliGrencia entre un
hombre y una mujer. Pero. como usted sabe, las
cosas son, desde el punto de vista de las pulsiones
sexuales. de la organización fantasmática, del in-
conscienle --por decirlo en dos palabras-.
rnucho más complicadas y puede haher personas
llamadas <thorntrres> que están mucho más pre-
paradas. mstivadas. etc.. que determinadas rnuje-
res Fara llevar a cabo dicha cri¡ica cultural. Por
lo tanto. habria que ver quién es el hornbre.
quién es la mujer y qu¿ pane de femenino y cle
masculino hay en cacla indivitluo para poder
svaluar estos limites. Dicho esto. es evidente que,
incluso si conñamos en una identidad s*gura del
hornbre y de la mujer: en üna diferencia sexual
en cieno modo deterrninable y no problcmática.
no sé hasta qué punlo se puerle hablar de límites
e¡enciales en la critica cuhural" Como acabamos
de ver,la critica cultural no puede ser radical más
que si se dedica a la vez a interrogar y a pernrrbar
o, somo usterl dicc. a subvertir todo lo que con-
cierne a las jerarquias falogocéntricas. Ahora
bien, a este respecto, la motivación que tienen los
llamados <rhombres> para emprender dicha
deconstrucción no es fiorzosamente más linrita¿Ja
que la que tienen las rnujeres porque. sin duda. el
falogocentrismo rige lodos los cleseos bajo su ley.
pero la opresién a la que sornete. lo quc esta
jerarquia imprirne o impone puede pasar tirntó
sobre lo que se tla en llamar <<los hombresD como
sobre lo que se da en llamar <<las mujeres'r.
Datlo que esta crítica cultural concierne a unos
discursos, a una simbólica. a una fantasmática.
etc.. cosas todas ellas no necesariamente ligadas
o no in¡nediatamente ligadas a una identidad
sexual marcada por la anatomia o por la objetivi-
dad del cstado civil. en la medida en que se trata
de discursos
-en ssntido amplio- de los simbó-
lico, de la culrura. elc-. no veo por qué un sexo
debe tener al respecto un poder más limitado que
el otro sexo. Se puede incluso afirmar
-y ésta es
una de las paradojas que habrla que subrayar-
ISTTTHñó
1O3 %
que. precisamente a causa de la autoridad del
falogocentrismo, en ciertas situaciones. los hom-
bres se han beneficiado de esta jerarquia y han
adquirido. en determinadas situaciones, una cul-
tura filosófica más avanzada. donde hav rnás
hombres. digamos. que participan en la leiitimi-
dad de la cultura filosófica. Puede darse el caso.
de hecho (y esto no es en absoluto un derecho
sino un hecho). de que la deconstrucción del
falogocentrismo estét durante una deterñinada
fase, representada o sosrenida más a menudo por
los homtrres que por las mujeres. No hay por qué
escandalianrse por ello. Este es <<precisamenten
el efecto del falogocenrrismo o. incluso. de las
conlradicciones que eslructura, de los double.
ánrls que puede estnrcturar. La axiomática dc la
decon$trucción ha sido a menudo propuesta por
los hombres, N¿turalmente. esto crea a renglén
seguldo todo tipo de tensiones en los movimien-
tos feministas donde ciertas mujeres creen que
tienen que rechazar dicho discurso deconstruc-
tivo so pretexto de que está asociado en muchos
casos a los homtlres- Otras mujeres. por el corrtra-
rio. ¡riensan que prÉstarse a dicho rechazo en una
debilidad estratégica. Como hsred sabe. me rc-
fiero a cosas muy concretas. Ello pucde crear
problemas en los mov¡rnienfos feminisras. El re-
chazo de ¡odo discurso asociado a un hombrc
pucdc provocar en la eslrategia feminista unas
crispaciones y unos debilitamienlos a los cuales
hay que estar atento. Como muy bien sabe, se
trata de un gesto que se repite con frecuencia y
que consiste en decir: <<ino! és¡e es el discurso de
un hornbrc. por müy feminista que sea. no quer€-
mos el discurso de un hcmbreD. y a menudo cs¡o
va acompañado de urra regresión. Hablo de un
modo muy abstracto pero usted sabe que se puc-
den encontrar ejemplos muy concretos.
P,*¿Piensa usted que lo femenino en el sentido
fuene del término, es dedr como situación genérico,
eiiste? io no? Y, en este senddo, ¿cree u$ed que es
posible elegir entre las dos lormas ssenciala de la
teorlo feminista, esta es, entre el feminismo de la
igualdad
-que se presenmría, quizó, eomo una
t:spede de mdicalización de ls idea de igualdad de la
Ilustracíón- v el.{eminismo de la difercncia
-que
pone el acento an las eventuates vi¡taalidada de slo
femenino> a fin de apoyar unas alternativas de
acción en derctminadas ¿lmbitot¡ (<'ukuml erc.)*?
iCaál de estos dosfemlnismos te'ndrlo, en su opinión,
mayor poder de subvenian?
R.-Se lrata de una cuestión esencial y muy
dilicil. Para dar una primera respuesta rápida. yo
dirfa que la elección de uno de estos dos feminis-
 104
mos conduce al fiacaso. Si optamos por el ftmi-
nisrno igualitario. de la llustración. según la
politica democrática clásica. si nos arencmos a é1.
reproducireñlos una cultura gue tiende a borrar
las diferencias. a regular simplemente el pragreso
de la condición de las mujeres sobre el prof¡reso
de la condición de los hombres. Permanecere-
mos asi en la superficie de las condiciones profe-
sionales, sociales y políticas desembocando en
una especie dc interiorización del rnotlelo rnas-
culino. Pero si nos limitamos a un feminisrno de
la difcrencia nos arricsg:amos también a reprodu-
cir una jerarquia, a hacer caso omiso de las for.
mas de lucha politica. sindical. profesional, so
pretexto de que la mujer, en la rnedida en que es
diferente y para afirmar su diferencia sexuat. no
tiene por qué rivalizar con los hombres en todos
estos planos. También aqui nos arriesgamos a
reproducir una jerarquia dada. Fn esta cuesrión
pienso que no hay que elegir.
Para volver o la primera pane dc su pregunta,
flo creo que haya que decir libremente si a esto,
no a lo otro. No se frata de urra cuestión de elec-
ción. Las exigcncias de la situación y las luchas
feministas no son luchas (ue ie eiigen libre-
mente. Son luchas *cuando son verdadera-
mente luchas- iieludibles ¡ por lo ranto, pqr:le-
rosamentc niotivadas. En consecucncia. la elec-
ción está fuera de lúgar. Todo ello resulta muy
dificil e implica un g€$tq doble. desdoblado y
sobredeterminado. Es preciso luchar en los dos
frentes a la vez. es decir luchar politicamente
según unos esquemas clásicos de reivindicación
a favor, pongamos por caso. de la igualdad de
oporrunidades. Esta era la lucha de las sufragis-
tas: el derecho al voto, el mismo salario por igual
trabajo.la participación rJe las mujeres en la vida
pública. el acceso a los puestos de responsabili-
dad en todas las profesiones. La forma clásica del
sindicalismo feminista. si se quierc. Y opino que
es preciso que éste llegue lo más lejos posible. Se
han hecho ciertos progrcsos, al menos en laS
democracias industri¿les de Occidente pero.
como es sabido. aún es preciso realizar enormas
pro&resos en otras sociedatles y tambiénn en las
nuestras.
Pe¡o si este igualitarismo terminase por neu-
trali¿ar la diferencia sexual, si terminase por
borrar lo femenino como tal, dicho pmgreso con-
firmaria a la yez la jerarquía y la neutralización
falogccéntrica. El fglogo€enhiÉmo es una jerar-
quia quc se pres€nta bajo la forma de la ne¡¡trali.
dad- Se h¿bla del <hombre en generaln y. derrás
de la tapadefa del hembre en general. es el hom,
ry*THAá
Cristln¡ de Peretti
brc-varón el que se lleva el gato al agua. Si nos
atuviéramos a una forma igualitarista. al e-stilo de
la Ilustración. correriamos el riesgo de reproducir
esta situación. Hoy día es prcciso renovar el
movimiento crítico de los llustrados. Con todo
resultaría muy sencillo analiearlo corno un rno-
vimiento falogocéntrico muy tnarcado. Un análi-
sis del discuno ilustrado. en rni opinión. lo con-
firmaria. Por lo tsnlo. tarnpoco aqui puetle adop-
lars€ urra postura sencilla. A estas prcguntas no
se puede contestar con un si o con ün no. Consi-
dero q¡re con fespecto a estas cuestiones no dis-
ponemos" gomo (rurye en una voiación. de un
modo- binario de decidii rcs¡rondiendo si o no. El
b-in¿rismo,en Cuanto oposición entrc el sí y el no.
es p¡ecisamgnle lo O1* cn estc c¿tso hqy quc de-
conslruir.
F.-t¡ iu opinion. ¿l,rual sería la relación de la
uírica cultural leminina (omo d&vnslrucción con
otras opciones. con o'.,rvs punÍr¡.r de vftfa triticos. ton
dercrm i nada.T grul¡or sot ia I * ( h o mo¡ex ual es, m i no-
ríss étnicas. ac.) morginodosl ¿)Opona ustt'd que.
umparativamenrc, lü crhica f*ninista puede consti-
tuir una lrcha nws.rr¡árr¡siyr¿. más glabal!
R.*Evidentemente. con much¿t frecr¡cncia. lo
que ustcd denomina la critica feminista lucha
conlra deterriina<los procesos de marginaliza-
ción. de legitimación y. puesto que e$ la misma
máquina social o socio-política la que opera
estas marginalizaciones o estas ncprcsiones. de
entrada el fenrinismo se solidariza con las luchas
de los homosexuales o de la.s minorias étnicas.
Todos los militantcs son scnsibles a esla solidari-
dad de minoritarios. de oprimitlos. de margina-
dos. Sin embargo. so pretex¡o cle que es¡as luchas
tienen a menudo un adversario común y de que
hasta cieno punto hacen causa común. no hay
tampoco por qué borrar las tliferencias entrs es-
tos grupos y entre estas luch¿rs. A veccs, destle el
punto de vista de una determinada fantasm¿itica.
la homosexualidad puedc scr anti-l'cminista.
Puecle haber una hornoscxualitla¿!. una homose-
xualidad feminista que repraduzca los rasgos del
falogocentrismo. Todo ello es muy complejo,
La palabra <<globall que usted propone podria
signilicar *cn L'sle sentido estoy tlispueslo ¡r
aceptarla- que la critica ferninisla. si quiere ser
radical. debe dirigirsc contra csa podcrosa mii-
quina que llamo falogtr!^gntri_lmo y quc ers la conr
dición de todas estas opresiones soritra tas fac;
ciones dominadas dc la sociedad. conlra la
homosexualid8d. etc. Desde este punto rle vista.
por lo tanto. podria posccr un poder dg suhv*-r-
sión nrds radical. Dicho esto. e$ prec¡so estar
Entrcvist¡ con Jrcques tlerridl
atento a graü canticlad de pliegues. El falogocen-
trismo puede ser a la vez. a cierto nivel, un ma-
chismo o un androc:cntr¡smo que somete a la
rnujer por metlio de una relación heterosexual
jerarquizadp. Pero tanrbién se da un Componente
hdmosexual del falogocentrismo a otfo nivel al
que hay que estar asimi.snro muy ateRto. Nos en-
con¡ranros en nredio de toda una serie comtrina-
toria de pulsiones, de posiciones sexuales, y lo
primero que hay que haccr es prestar mucha
atención a éstas. No se puede tleterminar dema-
siado deprisa los límites de lo que se denomina
homosexualidad-heterosexualiclarl, hombre-m u-
jer. etc. Lo que la deconstrucción algo seme-
jantc existe- nos enseña son las-si aslucias y las
argucias de todai e_Sas categori¿s. Por ejernplo.
hay que luchar por la liberación, por la desmar-
ginalización, pof la supresión de la represién de
la homosexuatidad en la sociedad sin olvidar que
la homosexualida<J cs reprimida en nombre de
un cierto l'antasma honrosexu¿I. En ef fondo" la
policia. el ejército, la autoridad social que repre-
s€ntan al t'alogocentrismo conlleva un compo-
nente homosexual a otro nivel.
F.-¿Qué consec uencias pol ítitar pueden dti ya rse
de lo crítica tetninista de la caltum? ¿Cómo podrlan
anicularse las consignas. las líneas rüturas de una
atcion política?
R.*No sé pensar e¡r términos de consignas.
Opino que las consignas son muy útiles pero.
precisamente. una consigna se determina siem-
pre en una situación conc:rela, precisa y no e,ris-
ten consignas generales. Así. la consigna femi-
nista <Je una irani no puede ser fa consigna femi-
n¡sta d€ una católica española o la de una estu-
dia¡r¡c americana. etc. A veces pueden incluso ser
conlradictol'ias, incompatibles entre sí.
Por otra parte. el término (cultur¿D me mo-
lesta un pocc porqu€. justamente. una decons-
trucción ambiciosa va rnás allá de lo cultural. Es
preciso interrogar la instancia ruism¿ de lo cul-
tural.
Como usted bien sabe, lo que me irrteresa
sobre todo e¡i algo que" efl el pensarniento, no
reconoce la cuhura como la iRstarrcia última. Err
cierto modo. toda cultura es falogocéntrica y.
quizá. lo que ¡ne parece indispensable es un
movimiento que vaya ¡nás allá de dicho valor de
cultura. No digo que, de una vez por todas. haya
que ir ¡nás allá tle la cultura sino que, constante-
mgnler ha¡' gue no perder de vista algo que no se
limita a la esfera de lo cullural, incluso err un sen-
tido muy amplio. Lo que me interesa en el pensa-
miento no es cultural, tarnpoco es cie¡rríñco. Por
Pgü[IHfttr
eso. en el fontJo. en lo que aún puede ¡ener de
cultural, la lucha ferni¡rista sólo me interesa en
parte. Llega un momenlo en el que. tras habrrla
consider¿do muy imporrante por relerirse ¡ un
sintorna rnasil'o de nuestra cultura precisamente.
me parece insuficiente. Llega un momento en el '
que las cuestiorres del pensamiento que me inte,
resail. no digo que estén desexualizadas o que
neutralicen la diferencia sexual pero sí eue con:
s€rvan con la diferencia sexual una relación que
ya no penenece a dicha p¡óblemátjca- a e-sas po-
s.iqfoneq gqr la- que el fcnriiiimo fra de- dé;
sarroltado. - - --'
Hot dia. como es sabido. la cultura sÉ con-
viefie en el elemento que todo lo anega en los dis-
cu$os generales de nuestra cultura precisamente
occiderrtal. Cuando se habla de cultura se está
designando una especie de elemento oceánico
que lüJo lo anega: la ciencia. la filosofia. las
artes- las costurnbres. etc. y, justantente, sin que
se cuestione el nrodo en que este valor de cul-
tural. con toda su historia. se ha impuesto. E¡-
tonces, la cultura iqué es? ¡.es la .trldrng, es la ¿ai-
deiet,la colonizacién? ¿Pertenece a la oposición
noturalee¿¡tultura? Este valor de cultur¿ rne
rnolesta. Ahora existen ministerios de la cultural
a menudo se determina la culrura como lenguaje
comunicacional, como lenguaje informacional v
la deconstrucción del concepto de $ultr¡ra me
parece ser una tarea inportante incluso desde el
punto de üsta de las luchas feministas. No urili-
zaré. pues, la palabra <rculturan sirr comillas. sin
muchas comillas.
?.-Hoy mtclús mujeres, sobre rcdo en Francia y
en Estados Unidos. que han optado por la estotegia
general cle la dercnstrucción para tl*ar a cabo su
investigarion.filosólicn o literaria. ac. tQaé opifta en
genem! de su traba¡o:t
R.-No sé exaclamente a quién sr reliere pero
aqui tarnpoco tytc gustaria ahogar las singulari-
dades o los indivitluos efl uns generalidad: <las
mujeres en Francia,,
?,-Me refioa, en Francia p* ejemplo. a Sarah
Kofman, a Luc€tte Finas, s Sybiane Agacinski.,.
R--En cada cav¡ [o que hacen es muy dife-
rente. Realiean un trabajo muy idiomático y. en
el fondo, aunque éste sirva. en ari opinión. a una
causa feminista general, no se trata de una lucha
organizada y homogénea y eso nrismo me parece
algo muy positivo. ñgunas lo realizan. como Sa-
rah Kof¡¡an. ¿ la vez desde el punto de visra de [a
filosofia _v del psicoanálisis: Sylviane Agacinski
leyendo a Kiérkegaard: otras, como tlélene
Cixous. inventando una lengua poética o unas
 106
lenguas ficcionalest Lucette Finas leyendo téxüos
de la tradición o de la modemidad literarias. Si
tuviéramos más tiempo, insistiría sobre todo en
- la singularidad de cada una de esta$ obras.
, lUn discurso es tanto más deconsfructivo
, : cuanto menos se reficre a l¿ decc¡nstrucción
I ,como un método general. La decon-ctrucción no
, es un método. no es un sistema de reglas o dc
, procedimiento$- Hay reglas limitadas, si sr'
' '"quiere, recurrqnci.¿s pero no hay, una maodolagla
general dc lá deconstrucción. El jusgo decons-
trucrivo dehe ser, en la mayor medida pp¡ible,
idionrático. singular; debe ajusrarsg a uqa sltua-
ción. a un texto, a un corpüJ. etcr y e¡ to que res-
pecta a lo$ textos"t<feministasr¡ (cntre comillas)
ocurre lo mismo, I-a relación entre dichos textos
y la deconstrucción es de esra ind¿rle. No se trata
de aplicar la deconstrucción al feminisrno. Lo
que deciamos hacc un mom€nto, al comienzo. dc
la deconstrucción del falogocenlnsmo muestra
que éste no e$ trn ca$o particular sobre el que
aplicar la deconstrucción. En cierto modo. toda
critica tie falogocentrismo es deconstructiva ¡- lb.
minista. toda deconstrucción r:ornporta r¡n ele-
menlo fenrinista-
P.-Para tent¡inar, una prcguntü que no tiene
nada que ver coil el leminisma. ¿lPie¿.rc usted, que la
fidelidad a Denida. al pensamiento de Denida, con.
s¡s¡¿ ttl .sryuir f;ehnente la exra*gia genatul de la
dercnstnrccién o, por el contrario, consídera que
para ser verdadem¡nente fel a Dtmda hav que
in¡ewer deconstruir o Denüa?
Pgüt{ttfrÉ
Cdstin¡ de Peretti
R.-E.c una pregunta dific'il porque cuando
usterl pronuncia mi nombre, parece supsner que
ha1' un sistema, un rarpr¿r a una idcntidad que se
trata de ¿leconstruir o no. Baio este nombre, hay
un determinado númcro de textos que son. a su
rez. heterogéneos. múltiples. replegados sobrc sí
rnisrnos... textos en medio de los cuales yo misrno
me dEbafo y que. en c¡erto motlo. intEnto tlecons-
truir. Si se quiere, Ia deconstrucción no se aplica
a un pufito central. Puede haher gestos decons-
trucúl'os dentro de un texto que se reciama de
una estralegia general de la deconstrucción.
Cuando escribo, una frase deconstruyq de ¿l-
guRa forma. a la otra. Por lo tanto. la auto-
deconstrucción. aún cuando no sea nunca trans-
p¿rente y reflexiva. es el proceso mismc¡ de la
deconstruccién. No sólo se puede sirro que hay
que deconstruir a Derrida y. hasta cierto punto.
yo mismo intento hacerlo.
Pero si se pensase que eso consistc Én sorpren-
der un ,sistenra y en hallar en él el punto central a
partir del cual todo podria tarnbalearse. ello sig-
niñcaría que no sc lee. Semejante punro no
existe. La debilidad y la fuerza de los lcxtos de-
constructivos consiste precisamente en el hecho
de que ¡ro se agn¡pan en tomo a un punto que
pueda seryir de palanca definitiva en una estratc-
gia de deconstn¡cción en deconstrucción...
NO'IA
I Fprntxs; Ir¡ :rtllrs dt,!iir:.r¡.Ae Paris. Fl¡n ma rion. l9?ti