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VENTA DE COSA AJENA

CONCEPTO
Es aquella en la que la persona quien vende el bien no es su propietario. En
nuestro sistema legal los contratos sólo son fuente de obligaciones entre las
partes y ninguno de ellos da nacimiento directo a derechos reales, pues estos
nacen de los modos señalados en el art. 673 C.C. que señala: "Los modos de
adquirir el dominio son la ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por
causa de muerte y la prescripción". Por tanto, no es necesario que el vendedor
sea propietario de la cosa que vende, y la venta de cosa ajena es plenamente
valida. La venta de cosa ajena hay que tomarla como una especie del género de la
compraventa. Como la compraventa es título que sólo genera obligaciones y
derechos personales o créditos, no es esencial a ella que el vendedor transmita el
derecho de dominio al comprador, pues del contrato nace para el vendedor de la
obligación de hacer al comprador la entrega de la cosa y garantizarle la posesión
útil y pacífica de ella, obligaciones a cuyo cumplimiento puede atender sin
necesidad de que sea dueño de la cosa vendida, por lo menos mientras el
verdadero dueño de la cosa vendida no la reclame. Esto significa que para la
validez del contrato es indiferente que el vendedor sea o no dueño de la cosa.

FUNDAMENTO JURIDICO
El Código de comercio en su art. 907 trata de la venta de cosa ajena, en los
siguientes términos: "La venta de cosa ajena es válida e impone al vendedor la
obligación de adquirirla y entregarla al comprador, so pena de indemnizar
perjuicios". En la práctica es posible la venta de cosa ajena. Si se conviene plazo
para entregarla, puede ser adquirida por el vendedor dando lugar a lo que
preceptúan los arts. 1874 y 1875 del Código Civil. El art. 1875 menciona que:
"Vendida y entregada a otro cosa ajena, si el vendedor adquiere después el
dominio de ella, se mirará al comprador como verdadero dueño desde la fecha de
la tradición". 
Por consiguiente, si el vendedor la vendiere a otra persona después de adquirido
el dominio, subsistirá el dominio de ella en el primer comprador". A su turno el art.
908 del Código de Comercio, repite lo mismo expresado en el art. 1875 del Código
Civil.
El contenido del inciso 1° del art. 1875 del Código Civil, idéntico al inciso 1° del
908 del Código de Comercio, podrá aplicarse, si la venta ha versado sobre bienes
muebles, cuya entrega se ha verificado por quien vendió cosa ajena, sin que el
hecho de la entrega constituya tradición, pues "nadie da más de lo que tiene". Más
en relación con la venta de bienes inmuebles, para que el vendedor de cosa ajena
adquiera después el dominio de ella, es indispensable que le verdadero dueño
formalice el contrato con el otorgamiento de la respectiva escritura pública a favor
del vendedor de cosa ajena y luego esta se inscriba en la oficina de registro de
instrumentos públicos y así el vendedor de cosa ajena, quien ya es dueño de lo
comprado otorgue nueva escritura pública con su comprador y se inscriba de
nuevo dicho título.
Si el comprador de cosa ajena había logrado que la escritura fuera inscrita la falsa
tradición, por suceder lo establecido en el inciso 1° de los artículos estudiados del
Código Civil y del Código de Comercio, respectivamente, no se convierte en dueño
de la cosa, sin que se legalice en la forma antes expuesta la verdadera tradición.
El inciso 2° tanto del artículo 1875 del Código Civil como del 908 del Código de
Comercio a que vengo refiriéndome, es redundante, porque en materia de
tradición ya estaba dicho lo mismo en el inciso 2° del artículo 752 del Código Civil,
cuyo texto dice: "Pero si el tradente adquiere después el dominio se entenderá
haberse este transferido desde el momento de la tradición".  El comentario anterior
se refiere a la tradición de la cosa ajena vendida, pero de todos modos la venta de
cosa ajena es válida.

El artículo 925 del Código de Comercio en relación con el tema que venimos
tratando, dice: "El comprador tendrá derecho a exigir el pago de perjuicios por el
incumplimiento del vendedor a su obligación de hacerle tradición válida, sin
necesidad de instaurar previamente cualquiera de las acciones consagradas en el
art. 1546 del Código Civil y 870 de este libro".

Art. 1874 "La venta de cosa ajena, ratificada después por el dueño, confiere al
comprador los derechos de tal desde la fecha de la venta". Lo anterior en armonía
con lo dicho en el art. 1871 del Código Civil, el cual dispone "La venta de cosa
ajena vale, sin perjuicio de los derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no
se extingan por el lapso de tiempo". 

Quien vende cosa ajena y hace entrega de ella, no transmite dominio (art. 740 del
Código Civil) pues nemo dat quod non habet, nadie da más de lo que tiene (art.
752 del Código Civil). Naturalmente la venta de cosa ajena vale "sin perjuicio de
los derechos del dueño de la cosa vendida" (art. 1871 del Código Civil)

Es claro que el verdadero dueño puede intentar acción reivindicatoria, contra el


poseedor (comprador) y éste al prosperar la evicción (art. 1894), tendrá contra el
vendedor acción de saneamiento (art. 1904 del Código Civil).

Hemos partido del supuesto que el vendedor hizo entrega de la cosa ajena
vendida, pero si no es así, si la cosa está en manos del verdadero dueño, es obvio
que el vendedor ha incumplido la obligación de entrega y entonces el comprador
podrá entablar acción resolutoria del contrato con indemnización de perjuicios.
(arts. 1546 y 1882 del Código Civil).

DOCTRINA

Si bien es cierto que en el contrato de venta, según doctrina que ha prevalecido


últimamente en Colombia, el vendedor contrae la obligación de transferirle al
comprador el derecho de dominio sobre la cosa vendida, y no la de garantizarle la
mera posesión pacífica de esta, que era la doctrina anterior, la verdad es que,
para fines simplemente relacionados con la celebración del contrato y con su
validez, es del todo indiferente que el vendedor sea o no dueño en el momento de
perfeccionarse dicho contrato, y eso precisamente es lo que en el artículo 1871
aparece tácitamente afirmado. Desde el punto de vista teórico, por otra parte,
ninguna exigencia lógica impone que en el sistema de la compraventa título deba
el vendedor ostentar la calidad de verdadero dueño, como requisito para la validez
del acto. Por el contrario, es conforme con los principios jurídicos que para el solo
efecto de obligarse una persona para con otra, mediante un acto de voluntad,
carezca de toda relevancia jurídica la circunstancia de si contemporáneamente el
obligado está o no en aptitud de cumplir la prestación que se ha de comprometer.
En otras palabras, no es motivo que conduzca a la nulidad de la obligación, el
hecho de que de antemano se sepa que el deudor no va a poder cumplir, pues
para el incumplimiento de una obligación contractual tiene la ley establecido un
régimen especial, sentado precisamente sobre el supuesto de que la obligación se
contrajo válidamente.

Al contrario de lo que ocurre en la colombiana, en otras legislaciones la venta de


cosa ajena se reputa nula. Así ocurre en una legislación civil tan afín a la nuestra
como la francesa.  Los redactores del Código de Napoleón no siguieron en materia
de venta de cosa ajena la tradición romana, que fue la seguida en nuestro Código.
Según lo anotan Planiol y Ripert, en el antiguo derecho francés regía el principio
de la validez de la venta de cosa ajena; pero para la época en que se redactaba el
Código napoleónico se había generalizado la costumbre de introducir en los
contratos de compraventa una cláusula en virtud de la cual el vendedor declaraba
que se desapoderaba del dominio desde el momento de perfeccionarse el
contrato, costumbre que fue creando la conciencia de que el contrato por sí solo
producía el desplazamiento del derecho de dominio a la cabeza del comprador, la
conciencia de que el contrato era de por si un modo de adquirir el dominio. Y como
este desplazamiento automático del derecho de dominio no podía producirse sino
a condición de que el vendedor fuera el verdadero dueño de la cosa, se llegó
entonces a la conclusión, expresamente consagrada en el art. 1599 del Código
Civil francés, de que la venta de cosa ajena era nula.  

Así pues, era lógico que, considerado el contrato de compraventa como título y
modo simultáneamente, se llegara a sancionar con nulidad la venta de cosa ajena.
Es lo mismo que ocurre entre nosotros con la tradición: ella no transfiere el
dominio sino a condición de que el tradente sea dueño de la cosa tradida y por lo
mismo la tradición de cosa ajena es absolutamente ineficaz para producir la
adquisición del derecho de dominio sobre ella en quien la recibe (art. 752).

En síntesis, como consecuencia del sistema romano del título y el modo, adoptado
en el Código de Bello, entre nosotros la compraventa de cosa ajena vale, en
cuanto apenas constituye el título del cual nace la obligación del vendedor de
transferir el dominio de la cosa vendida.  Pero ya respecto de la tradición que de la
cosa ajena vendida haga el vendedor al comprador, o sea del modo, ella sí es nula
y por lo mismo ineficaz para producir el efecto propio de la tradición regular o
normal, es decir, la transferencia del dominio, ya que para que se transfiera el
dominio por tradición es requisito esencial que el tradente sea dueño.  Ahora bien,
como en el sistema francés el sólo título cumple la función de transferir el dominio,
y allí también opera el principio nemo dat quod non habet, en tal sistema la nulidad
de la venta de cosa ajena se tiene que producir necesariamente con relación al
contrato mismo. Lo que es allá motivo de nulidad del contrato, entonces, es aquí
motivo de nulidad de la tradición.

JURISPRUDENCIA
El art. 1871 que menciona: “la venta de cosa ajena vale, sin perjuicio de los
derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el lapso del
tiempo” fue demandado a través de la acción  de constitucionalidad C-174 de
2001,  en la cual los demandantes sostenían que el artículo mencionado
desconocía el preámbulo de la constitución debido a que permitía al vendedor
transferir bienes que no le pertenecen sin reparar  que el comprador no va a poder
adquirir el bien cuya adquisición contrató, porque nadie puede dar aquello que no
tiene.
En este caso la persona que compra la cosa tiene el titulo traslaticio de dominio,
pero no la propiedad como tal, solo se adquiere el dominio cuando la venta de una
cosa ajena es ratificada por el dueño, se confiere al comprador el derecho de tal
desde el momento en que se dio la venta.

Por otro lado, el artículo 1875 del código civil habla también, que si el vendedor
adquiere después el dominio de la cosa ajena que vendió, se mirara al comprador
como verdadero dueño desde la fecha de la tradición.

La Corte Constitucional en la mencionada sentencia se refiere al tema de la


siguiente manera:
“Ahora bien, contrario a lo afirmado en la demanda, disponer que la venta de cosa
ajena sea válida, sin perjuicio de los derechos del dueño de la cosa vendida,
propugna por la realización de la justicia, debido a que circunscribe los efectos del
contrato a quienes intervinieron en su celebración y distingue entre validez o
invalidez del contrato y cumplimiento.
 Además, dejar a salvo los derechos del verdadero titular porque no intervino en la
negociación, así ésta tenga por objeto su propio derecho, es un principio que
desarrolla debidamente los artículos 15, 16 y 17 de la Constitución Política, toda
vez que resulta imperativo excluir de los efectos del contrato a quien no tuvo la
oportunidad de consentir en él, y es principio ordenador de la libertad que cada
cual pueda disponer de sus bienes o dejar de hacerlo conforme se lo dictaminen
sus propios intereses, haciendo caso omiso, sin tener que explicarlo, de las
estipulaciones de terceros que involucran lo suyo”

En síntesis, la venta de la cosa ajena es válida, pues si bien entre las partes se
celebra un contrato de compraventa en el cual se vende la cosa ajena, el derecho
de dominio no se adquiere por el solo hecho de la celebración del contrato.
Además, si el vendedor no cumple con la obligación de transferir el derecho,
habiéndose comprometido a ello, el comprador puede optar por la resolución del
contrato y pedir indemnización por los perjuicios que esto le haya causado.

La Corte declaro se declaró inhibida para decidir respecto de la constitucionalidad


del artículo 1871 del Código Civil, salvo respecto de las expresiones "la venta de
cosa ajena vale, sin perjuicios de los derechos del dueño de la cosa vendida” las
cuales fueron declaradas exequibles

OPONIBILIDAD
Sólo, le sería oponible al propietario de la cosa por parte del comprador, si el bien
fue adquirido en una feria, tienda, almacén u otro establecimiento industrial en que
se vendan cosas muebles, no puede ser revindicada por el dueño. De ahí que no
se obligue al comprador-poseedor a restituir la cosa, si no se le reembolsa lo que
haya dado por ella y/o que haya gastado en repararla y mejorarla (art. 947, incisos
2 y 3 del Código Civil); esto en desarrollo del principio del error común, creador de
derecho. La venta de cosa ajena, sí le es oponible a terceros diferentes al
propietario, puesto que es un contrato valido.

INOPONIBILIDAD
No le es oponible al verdadero propietario de la cosa, puesto que este contrato
sólo genera obligaciones entre el vendedor y comprador (inter-partes) y sus
efectos se limitan a esta órbita. El dueño de la cosa está al margen de las
transacciones por las cuales terceras personas compren o vendan sus bienes de
buena o mala fe. Tales actos le son, al menos en principio, inoponibles. Es una
conclusión que surge muy claramente de la naturaleza del derecho de propiedad.

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