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Para que la motivación al adulto mayor sea eficiente inicialmente se debe tener un
plan de inclusión desde la política en donde se genere un plan de estudio,
formación en todas las etapas, básica, media y superior. Desde la sociedad, se
debe fomentar el respeto y los valores que deben empezar desde la primera
infancia. En el estudio no se tiene en cuenta el estado de salud real de las
personas. El factor socio económico es fundamental ya que conforme a él van
cambiando las motivaciones; si la necesidad es alimentos así mismo será su
motivación.
La teoría del Lifespan hace énfasis en que la participación del adulto mayor en
cualquier tipo de actividad ha estado mediatizada por el evidente deterioro físico y
mental que trae consigo el envejecimiento. La cuestión tal vez esté en facilitar a
las personas ancianas adecuados ambientes donde éstas puedan trabajar a
ritmos individuales de funcionamiento físico y mental. De este modo, la edad
cronológica ha sido relacionada con la generalización universal de distintas
disminuciones y pérdidas físicas (problemas respiratorios; cardiovasculares,
pérdida de agudeza visual o auditiva...) y psíquicas en la vejez (como la memoria,
la atención,...) lo que conduce, frecuentemente, a considerar dichos déficits como
potenciales inhibidores de conductas de participación efectiva en programas
socioeducativos y que afectan en gran medida la motivación para ejercer una
actividad relacionada a la educación.
Es importante recalcar que el hecho que el adulto mayor acceda a una actividad
académica sea cual sea, aumenta su red de apoyo, es decir, las relaciones
significativas que le brinden un sustento emocional. La motivación para estudiar o
para hacer ejercicio según el estudio y la percepción que da el mismo promueve
una vejez activa e integrada.
"Son pocos los que saben ser viejos, de hecho sólo lo logran aquellos capaces de
mantenerse jóvenes" (La Rochefucauld).