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Breve esbozo
Para acercarnos a la realidad que supuso la obra dentro del contexto de los
trabajadores, el análisis de sus operarios se realizó desde dos puntos de vista: una visión
colectiva y una perspectiva particular. Partimos de lo general, conociendo la organización
del trabajo y los salarios, para después enfocarnos en lo individual. La fuente principal en
la primera parte del estudio es el libro de los gastos de la obra, en él se registraban los
pagos de todos los conceptos, era como un libro general. Para el resto de la investigación
las fuentes se desprenden del mismo libro de gastos sin formar parte de él, pues
corresponden a las cartas de un par de operarios de la obra encontradas al interior. Con
ellas abordaremos el tema de las relaciones de compadrazgo surgidas durante la
construcción, en concreto dos casos, el primero, por demás conocido, se refiere a la
relación del capellán Del Río con el maestro mayor, Juan Rodríguez de Estrada. El
segundo, menos difundido, concierne al vínculo establecido con el maestro cantero Miguel
Giménez. El trabajo concluye con las misivas de Diego Martín de Quezada, maestro
cantero propenso a meterse en líos.
Lo primordial era contratar un maestro mayor, quien sería el encargado del diseño
y la construcción del nuevo templo. En un principio se barajó la posibilidad de que la obra
fuera ejecutada por Pedro de Arrieta, importante maestro que tuvo a su cargo varias obras
en la Nueva España, destacando entre ellas la Colegiata de Guadalupe. 5 No conocemos
que fue lo que sucedió, pero Arrieta terminó por no ser el encargado y se contrató a Juan
Rodríguez de Estrada.6 El proyecto tuvo en él, a su ejecutor.
Imaginemos por un momento lo que suponía iniciar una obra de tal envergadura;
desde la compra de los terrenos, la adquisición y acarreo de los materiales, la captación y
la gestión de los recursos. A todo eso tenía que sumarse la contratación de los operarios,
una cuestión fundamental, pues en la organización efectiva del trabajo estaba la clave
para el buen avance de la construcción. Entonces, ¿cómo estaban organizados los
trabajadores?
En los libros de los pagos de salarios encontramos que los encabezaba el maestro
mayor, encargado general de la ejecución. Le seguía el sobrestante, quien era una
especie de capataz de obra, encargado de hacer los pagos y registrarlos, además de
otras tareas. Desde el inicio de la obra y hasta 1765 hubo dos sobrestantes. El primero
fue Cayetano Escoto. No conocemos mucho de él, salvo que ganaba cuatro reales al día
y seis los sábados. Su nombre desaparece de los registros a partir de 1737. Ese año y
algunos posteriores, fue el capellán Francisco del Río quien cumplió con esa función.
A los trabajadores se les daba un pago por concepto de “gasto por semana” y al
finalizar el año se les hacía la cuenta. Se sacaba el total de los días trabajados y se
restaba la cantidad que semana a semana se les había pagado, de esa manera, algunos
terminaban con saldo a su favor y se les daba el restante. Otros terminaban con saldo
negativo. En ese caso debían pagar la deuda con días de trabajo. Existía, además, la
práctica de trabajar a manera de limosna, es decir, el trabajador decidía laborar un día sin
paga ofrendándolo a la Virgen. Por lo anterior, el salario no era fijo, ya que se basaba en
los días trabajados. Por ejemplo, en diciembre de 1746 se le realizó el corte anual de su
salario al maestro mayor Juan Rodríguez de Estrada. Trabajó doscientos cuarenta y un
días ese año, le correspondían cuatrocientos doce pesos, ya se le habían dado
cuatrocientos uno, pero el santuario le debía otros trescientos dieciocho pesos y siete
reales, sin explicar el concepto, con lo cual terminó con saldo a su favor de trescientos
veintinueve. Al cobrarlo decidió donar cien pesos a la fiesta de San José.11
A los arrieros se les pagaba un peso a la semana, a los barreteros cuatro reales
por carreta sacada y a los albañiles cuatro reales por día de trabajo. Había algunos
operarios que se dedicaban a varias labores dentro de la construcción. Un ejemplo es
Miguel Giménez –de quien hablaremos más adelante−, él era maestro cantero pero en
ocasiones trabajaba como albañil. En 1755 ganó veintiocho pesos haciendo labores de
albañilería.12
11
AHCBSJL, Libro de pago a operarios… (cuenta del maestro mayor), foja. 2v.-3.
12
AHCBSJL, Libro de pago a operarios… (cuenta de Miguel Giménez), s/f.
13
No toda la cantera venía de La Purísima, aunque si la mayoría y esta era llevada por las carretas del santuario . Otro tanto era
traído del pueblo de Villanueva, en la jurisdicción de Zacatecas.
14
López Padilla, Omar, “Entre la devoción y el comercio. Un santuario para San Juan de los Lagos. 1732-1797”, p. 114.
Como ya se mencionó, la cantidad de trabajadores activos dependía de la
situación de la obra y de los recursos que se tenían. Además, los primeros quince días de
diciembre la construcción prácticamente se paralizaba por la feria, hecho claramente
evidenciado en el libro de gastos, ya que sólo se pagaba a un par de albañiles para que
realizaran algunas tareas menores.15
En ese tenor, es difícil identificar en qué momentos la obra tuvo más trabajadores,
pero, por ejemplo, a lo largo de todo el año de 1749 se emplearon en la construcción
ochenta y seis personas, incluyendo, por supuesto, al maestro mayor y al sobrestante,16 y
aclarando que no todos estuvieron al mismo tiempo. Esto nos presenta un panorama de lo
que debió haber sido aquella construcción, un espacio que a lo largo de las décadas sirvió
como lugar de trabajo y que, además, favoreció el establecimiento y consolidación de
relaciones entre sus participantes.
20
AHCBSJL, Carta-felicitación de Miguel Giménez a Francisco del Río (sin fecha), foja. 1.
La primera carta está fechada el 12 de agosto de 1756,21 fue enviada desde
Guadalajara y es una respuesta a una misiva anterior del capellán. Llama la atención el
inicio, donde Quezada le responde “Mi muy amado y querido padrecito de mi corazón”, en
una muestra de singular complicidad. La lectura posterior del documento nos explica el
por qué. Se trata de una respuesta llena de alegría ya que el capellán le había mandado
cincuenta pesos. La efusividad cariñosa se debe a que estaba “con ninguna ocasión tan
necesitado como esa”, porque su hermana sufría una enfermedad que los doctores
llamaban “humores vidriosos” y que, según cuenta, había riesgo de que se le cayeran los
dedos de las manos “a pedazos”. Un año después, ese préstamo y otro anterior de veinte
pesos fue pagado por Quezada trabajando en la obra.
La necesidad de dinero pareció ser una constante en la vida del cantero Quezada.
Dos años después de la carta anterior, −concretamente el 1 de julio de 1758−,22 de nuevo
se puso en contacto con el capellán, una vez más desde Guadalajara. En este caso no
para agradecer la ayuda, sino como rogativa de “socorro”. El texto revela algunos
aspectos de la personalidad del cantero. En principio parece ser un personaje que solía
inmiscuirse en algunos problemas, a tal grado, que lo llevó a disculparse ante el capellán
por tantas “impertinencias”, además, cuando en su carta dice “no sé qué me dio en
volverme a meter en el asunto pasado”, alude a una situación anterior de similares
características.
La cuestión era que el cantero se había enamorado de una joven, aunque aclara
que no era la misma muchacha de la ocasión anterior, sino otra de “de mejores y más
realzadas prendas y buenas obligaciones”. Quedó con ella y la llevó ante un sacerdote,
quien preguntó a la moza frente a sus padres si era “[su] gusto” estar con Quezada. La
joven “dio a entender que sí”. El papá otorgó su aprobación, pero la mamá pidió tiempo
para pensarlo y se llevó a su hija a su casa. La madre no daba razón y trajo al cantero “de
día en día”. Sintiéndose engañado, Diego se violentó y avisó al padre provisor para que
sacara a la muchacha de su casa y la guardara en una honrada. El cantero se quedó a
cuidado.
La joven declaró y se dio por válido el trato, pero la palabra del provisor no fue
cumplida. Quezada sintió que aquel sacerdote lo hacía a un lado y no lo dejaba salir de su
“cuidado”, provocándole una molestia tan grande que lo llevó a catalogar al provisor como
“gente ruin”, concepto que según el cantero ya le había hecho saber el capellán en una
conversación anterior.
21
AHCBSJL, Carta y recibo de Diego Martín de Quezada (1756), fojas. 1-2.
22
AHCBSJL, Carta de Diego Martín de Quezada a Francisco del Río (1758), fojas. 1-2.
esos ruegos no fueran suficientes, prometió le escribiría a Miguel Giménez –el ya
mencionado compadre del capellán– para que en su nombre le “hiciera el favor de
ponerse a las plantas” del capellán.
En fin, la obra como espacio social sin duda sirvió para concretar relaciones como
las del maestro mayor y el cantero Giménez con el capellán del Río. También fue el medio
de vida para decenas de trabajadores y en algunos casos, como el de Quezada, sirvió de
garantía para salir de algún apuro.
A guisa de conclusión
Una aproximación al estudio de una época o un hecho concreto más que dejar
certezas llena la investigación con más preguntas por resolver. Conocer una parte de la
vida de dos operarios como Miguel Giménez y Diego Martín de Quezada fue una aventura
fascinante y al mismo tiempo inacabada. Construir el nuevo hogar para la Virgen de San
Juan supuso una aventura larga, de décadas. Quedaron enmarcadas en la construcción
un sin número de historias, algunas con opción a reconstruirse, otras ya perdidas para
siempre. En este trabajo tuvimos la oportunidad de acercarnos desde dos perspectivas a
los operarios que hicieron posible la construcción del tercer santuario. Vimos una
estructura coherente en la organización del trabajo, además de exponer los salarios y su
forma de pago.
Las cartas nos permitieron conocer –de manera parcial− al individuo. El mensaje
de Miguel Giménez demuestra una relación estrecha con el capellán. Las dos cartas de
Diego Martín de Quezada exponen un individuo en dos momentos, uno de
agradecimiento, donde al leer las líneas se observa la felicidad de haber salido de un
problema, y otro de desesperación ante una situación complicada.
FUENTES
ARCHIVOS
BIBLIOGRAFÍA
MÁRQUEZ, Pedro María, Historia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos y del Culto de esa Milagrosa Imagen .
Ed. Facsimilar de 1966, Gráfica Positiva-Diócesis de San Juan de los Lagos.
LÓPEZ PADILLA, Omar, Entre la devoción y el comercio. Un santuario para San Juan de los Lagos. 1732-1797. (Tesis
para obtener el grado de Maestro en Historia). Colegio de San Luis, San Luis Potosí, 2015.