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Análisis del Capítulo 1, Tercer Libro: ​De

los que iban al infierno y sus obsequias

Ana Fernanda Higuera López

Instituto Botticelli para el Arte y la Restauración

Historia del Arte de México

Octavio Rocha

15 de Junio de 2020
A pesar de ser de partes diferentes del mundo y del choque cultural que hubo entre españoles
y nativos, ambos reconocían la existencia de las alma o ánimas ​, que para su punto de vista,
iban a determinados lugares cuando el recipiente corpóreo cumplía el ciclo de vida orgánica.

El autor propone que el equivalente al diablo es Mictlantecuhtli y su mujer


Mictecacihuatl, lo cual parece un tanto acertado ya que el Mictlán es el nivel descendiente
más bajo del mundo de los muertos; teniendo en cuenta que si hay abajo también hay arriba,
significa que de igual manera existen niveles superiores a los cuales ascender, en ambos
casos son 9 niveles respectivamente.

La tierra de los muertos no tenía distinción de clases, condiciones o sexo, en la muerte


se igualaban, y eran sepultados con un discurso de despedida que se refería a que ya han
cumplido su propósito en el plano físico, aprecian la coexistencia que compartieron en carne
y hablan del infierno como si fuera una cueva, un lugar oscuro, sin luz y sin ventanas. Dicen
que lo único que todos tenemos seguro es la muerte, por eso es que menciona que todos se
encontrarán allá. Los mexicas muestran la fortaleza de su fe en un superior al no cuestionar el
destino de la vida de las personas; creen en un Dios que determina el fin de su existencia en
el plano terrenal y también creen que a esta vida se viene a sufrir y que el Mictlán es la tierra
del eterno descanso.

Cuando procedían a preparar el cuerpo del difunto para lo que parecían ser tres viajes
que conducirán a el eterno descanso. El texto dice que los envolvían en papeles, lo que me
hace pensar que éstos se refieren a el papel amate, ya que en dicho contexto tenía un valor
simbólico altamente relevante.

El primer viaje consiste en que el difunto debe de cruzar el río del ​Apanuiayo que
estaba marcado por Xochitónal, una iguana sumergida en las aguas​, el camino era frío y
desamparado, el texto menciona que incineraban sus prendas y armas para que los
acompañaran en ésta travesía. Salta a mi mente que usaran fuego para destruir sus
pertenencias y así trasladarlas al mundo de los muertos, pero creo que el fuego era para
purificar sus cosas y que de esa manera pudieran serle de utilidad al difunto.
Debido a las creencias que se desarrollaron en eso entonces, era común que las
personas tuvieran y criaran un perro toda su vida, ya que dicho animal les ayudaría a cruzar el
río que conduce hacia la tierra de los muertos; cuenta la leyenda que debías de ser bondadoso
con tu perro en vida para ser acreedor de su compañía y guía en el riacho, si no se era
cuidadoso con el perro, éste dejaba ahogar a su amo en el río. Se creía que no podía ser un
perro negro o blanco, porque el primero estaba manchado (impuro) y el segundo estaba
limpio (puro), entonces el ideal tenía que ser un perro que tuviera pelaje café o pardo; lo que
se refiere a que debía de ser un ser equilibrado, que no se more en extremos, la dualidad
misma.

Por otro lado, retomando la preparación del cuerpo del difunto, éste se mojaba e
incineraba en repetidas ocasiones. Tomando en cuenta lo antes mencionado, el agua limpia y
el fuego purifica; lo que simbólicamente significa que el agua limpia las impurezas del
espíritu y el fuego transmuta los dolores del alma.

Otro dato destacable es que se tenía la creencia que los miembros de la nobleza
necesitaban de siervos en el más allá, por eso tenían la costumbre de sacrificar cuarenta
esclavos que le siguieran el paso al noble finado; los esclavos no eran personas, eran objetos
que se podían poseer.

Al final de la lectura hablan de un paraíso terrenal al que se dirigirán las personas que
morían ahogadas, enfermos y los que les caían rayos; a éstas personas no las incineraban, las
enterraban con semillas en sus bocas con la finalidad de que crecieran árboles, se dice que en
este paraíso nunca faltaba refrigerio.

Los ritos funerarios involucran a los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Para
los que se dirigen al Mictlán, se tenían que purificar y limpiar con fuego y agua, en su camino
en el inframundo los esperaban fuertes vientos capaces de levantar piedras, mientras que para
los que iban al Tlalóccan, se preparaban en tierra para renacer en una forma distinta de vida
que provee de frutos y recursos esenciales para la vida.
Para concluir, me parece muy sorprendente la conexión que se tenía con la naturaleza
y la forma en la que se utilizaba para llevar a cabo los rituales humanos, en ambos casos, los
individuos se volvían uno con la naturaleza. Y creo que cuando uno está en armonía con ella,
se pueden apreciar diferentes percepciones tanto de la vida como de la muerte.

Bibliografía:

Sahagún, B. Capítulo 1: De los que iban al infierno y sus obsequias, en ​Historia general de
las Cosas de Nueva España. ​Ed. Pedro Robredo, México, D.F., 1938. (pp. 284-289)

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