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EL CORONAVIRUS COMO IDEOLOGÍA

Por: JEFFREY TUCKER* 1

Publicado en aier.org
29 de marzo, 2020
Traducción por Nicolás Díaz Carrillo

C
omo tú, intento despejar mi mente al menos una vez en el
día, ya sea salir a caminar o algo que es aún mejor; el
experimentar algo de la vida comercial diaria, aun si
pareciera algo asfixiante. Personas haciendo negocios, riqueza siendo
creada a pesar de todas las barreras, esto no es nada más que
inspirador.
Nuestras ciudades actualmente parecen desérticas, nuestros
soberanos han considerado algunos negocios o establecimientos de
comercio como esenciales, aún hay esperanza en este sentido. Este
fin de semana, los clientes de la destilería estaban felices, pero más
aún lo estaban los trabajadores que estaban felices por tener un
trabajo y un cheque en esta época de crisis.
Pero incluso con esta luz de esperanza, nunca sabemos en qué
momento nos toparemos con alguien que considera el virus no como

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una enfermedad que debemos superar, sino una nueva filosofía de
vida.
Normalmente en esta destilería hay una joven enérgica que
fomentaba las degustaciones de los whiskeys locales, pero ahora en
medio de la pandemia trabajaba como guarda seguridad en la
destilería para evitar el robo lo cual me parecía bastante absurdo. En
este momento me surgió la sensación de que era igualmente absurdo
que esta destilería había sido considerada “esencial” solamente por
producir desinfectante de manos…
(Permítanme hacer una pausa y decir que de repente siento que no
estoy escribiendo un artículo sino la trama de una novela distópica.
Aun no puedo creer que esto en realidad nos esté pasando).
Esta joven mujer haciendo guarda (la reconozco desde antes, ya
que, veces pasadas he invitado a personas a este establecimiento)
normalmente estaba vestida con un traje hípster, una perforación en
alguna parte del rostro y animando a las personas a degustar su
whiskey local.
Esta vez por el contrario estaba vestida de pie a cabeza como una
esposa talibán, con un traje holgado de algodón, guantes, una careta
y con un delantal antifluido, como si fuera un médico que realizará una
operación. Cuando se percató que no era un paciente suyo buscando
el apreciado desinfectante de manos, se abalanzó sobre mí como un
perro guardián.
“Es supremamente irresponsable de tu parte estar haciendo
paseos alegres y socializando de forma casual en medio de una
epidemia” ella ladraba. “Estas ocupando espacio. Podrías estar
infectando a otras personas”
Pareciere que por “infectar” no hacía referencia al coronavirus
como tal, sino por mi comportamiento de normalidad en medio de la

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epidemia. Pareciere que podía contagiar a otras personas de mi
“normalidad”.
Yo lo tomé en forma de broma, y dije “¿Espera, lo estás diciendo en
serio?” y ella respondió “No lo podría estar diciendo en forma más
seria”.
Allí es cuando por fin me percaté. Esto no solamente se trata de un
virus, sino más bien de un lienzo en blanco. En donde las personas
pintan sus propias suposiciones filosóficas, sus visones, sus
percepciones profundas sobre el futuro, vierten todos sus odios
contra el mundo, sus esperanzas de cómo el mundo debe ser
gobernado. Para ellos, esto no es una enfermedad; es una oportunidad
para confirmar su perspectiva sobre el mundo e imponerlo sobre otras
personas.
Es solo una suposición mía, ya que, no conozco la historia personal
de ella. Pero probablemente fue a una universidad del noroeste, donde
vio un gran número de cursos libres donde alardean sobre los temas
vulgares de la clase elite académica, en donde el mundo está
fundamentalmente estropeado por la apropiación cultural,
microagresiones, negación identitaria, y racismo, sexismo, e
imperialismo estructural. Para ellos, el mundo está destruido y es
culpa de alguien, por ello debemos estar enfurecido con los
responsables.
Este es el mundo para ella, pero normalmente se olvida de este
discurso estúpido y trabaja de forma alegre. Hay algo diferente: ahora
no. La crisis le ha otorgado la oportunidad de sacar utilidad a la
educación vulgar que le habían impartido, y empujarlo por la garganta
a las personas, quizá no tanto en las especificidades de su
pensamiento, pero si en un sentido general de que el mundo
solamente se arreglara siendo una activista por la justicia. Lo que sea
que signifique ser “un activista por la justicia”. Una Coronajusticia.

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La inclinación de explicar la pandemia de acuerdo con la ideología
personal fue bastante evidente desde el comienzo de la epidemia.
Desde febrero, se evidenciaba como las personas conformaban
distintos tipos de grupos dependiendo de su ideología. Estaban los de
“Todo es una mentira” vs “Todos nos vamos a morir”. El grupo de
“Todo es una mentira” estaba conformado por los que nunca creen en
nada y el grupo de “Todos nos vamos a morir” estaba conformado por
las personas que solamente ejercían su visión apocalíptica del mundo.
Ha habido algunas sorpresas en este sentido, surgieron expertos con
ningún conocimiento previo de medicina o mucho menos
epidemiológico, los cuales estaban seguros que el virus era la nueva
peste negra. Al mismo tiempo la prensa religiosa confirmaba que esto
era el comienzo del apocalipsis, el castigo de Dios a los pecadores del
mundo, el cumplimiento de la profecía.
Por otro lado, estaban los que moldean todas sus creencias en
oposición a Trump quien es el gran satanás del mundo. Para ellos,
estos han sido tiempos difíciles, ya que, Trump ha cambiado
frecuentemente de pensar, de un extremo a otro. En un principio
Trump hacia caso omiso sobre las noticias del coronavirus y no se
molestaba en ponerle cuidado a los programas de testeo del virus que
estaban fracasando.
Luego cuando vio la oportunidad de ejercer sus poderes de
emperador cambio de opinión sobre el virus. Ahora él, para la opinión
pública es una combinación extraña de opiniones, pero la más
prevalente es que “es un héroe”.
El cambio de parecer de Trump, ha generado problemas a los
medios de comunicación anti-Trump. Ya que en un principio estaban
concentrados en reprender su falta de acción frente a la pandemia, y
lo presionaban a utilizar su poder como presidente de forma
despótica. Lo irónico es que las personas que expresaban este tipo de

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opiniones eran los mismos que antes de la pandemia lo criticaban por
ser un presidente autoritario. Al tiempo que escribo esto, Trump
nuevamente está indeciso entre “el cierre” o “la apertura”. Mientras
Andrew Cuomo, un nuevo héroe entre los activistas del partido
demócrata, está gritando su deseo de implantar la cuarentena para
todo Nueva York.
Independiente de los cambios de parecer de Trump, hay una idea
de él que sí es consistente, y es su nacionalismo. Él ha utilizado el virus
de acuerdo con sus ideas nacionalistas, en donde repetidas veces ha
culpado a china por la situación actual del mundo, y así en cada uno
de sus discursos china es la palabra más predomínate, el virus vino de
China, llámalo el virus chino. Y de esta manera ha bloqueado cualquier
tipo de vuelo entre Estados Unidos y Europa generando una catástrofe
para las aerolíneas en todo el país, junto a ello miles de personas están
atrapadas en Estados Unidos sin poder volver a sus países de origen,
lo mismo sucede con los estadounidenses en países extranjeros.
Para Trump y sus seguidores, esto no es solamente un virus, sino
evidencia fehaciente de que el globalismo está errado y una
confirmación para Estados Unidos de que tiene que cerrar sus
fronteras para todas las personas y bienes.
Otro tema relevante, es cómo hemos evidenciado unas ideologías
crecer de manera exponencial y otras desaparecer casi por completo
dentro de esta pandemia.
Una de estas ideologías es la del ambientalismo, que profesaba la
reutilización de todo, la utilización de inodoros/ lavamanos
deteriorados, y la queja constante de la cultura del consumismo. Pero
ahora en medio de la pandemia, las bolsas plásticas están de vuelta,
el papel higiénico todos lo compran sin medida, y los productos
veganos están sin comprar.

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El consumo de carne está de vuelta, y a su vez la limpieza. Resulta
que las ideologías pro ambientalistas son un bien de lujo solo
consumible en épocas de prosperidad.
En este tiempo ha sido extremadamente difícil pensar de forma
racional como un profesional del área de la salud lo haría. Para el
personal médico, esto solamente es un virus y las personas que lo
contraen deben ser identificadas, aisladas y tratadas. Quizá esto no
suene complicado, pero hay veces que lo más difícil es pensar de
forma simple. Es casi imposible pensar de forma simple cuando se
combina la desinformación de los medios de comunicación, la
ambición de los políticos de aprovechar la circunstancia actual y la
ignorancia pública. Estas cosas combinadas abren un barril tóxico de
ideología que envenena cualquier esfuerzo de las personas de pensar
de forma racional.
Incluso ahora las personas no están leyendo las noticias o viendo
las estadísticas de forma imparcial, solo están confirmando lo que
siempre han creído. Nuestra cultura política se está desangrando, lo
cual genera un tsunami de sangre que ahoga nuestra racionalidad,
ciencia y profesionalismo médico lo cual impide uno de nuestros
papeles fundamentales como civilización: el de cuidar y curar a
nuestros enfermos.
Esta es la consecuencia de una cultura obsesionada
ideológicamente, en vez de preocuparse en cómo se combate el virus,
utilizamos el virus para combatir entre nosotros mismos.

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