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Antonio Pérez Villahoz

Dios conoce tu
vocación
Un recorrido para saber lo que Dios quiere de ti,
con la ayuda de Juan Pablo II,
Benedicto XVI y el Papa Francisco

COBEL
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

INDICE con enlaces internos


Dios conoce tu vocación .................................................................... 1
INDICE con enlaces internos ........................................................... 2

¡VENGO A PLANTEARME LA VOCACIÓN! ................ 5


EL FAMOSO CHEQUE EN BLANCO ................................. 8
¿Y POR QUÉ DIOS NO MANDA UN ÁNGEL? ........... 11
YO SÍ SÉ LO QUE QUIERE DIOS DE TI: QUE SEAS
SANTO ................................................................................................ 14
¿QUIERES UN BUEN CONSEJO? ¡REZA DE
VERDAD! ........................................................................................... 17
SEÑALES CIERTAS DE VOCACIÓN .............................. 20
DIOS HABLA A TRAVÉS DE CASUALIDADES ...... 24
¿NECESITO DE UN DIRECTOR ESPIRITUAL PARA
VER MI VOCACIÓN? ................................................................... 27
¿PARA QUÉ LLAMA DIOS?................................................ 30
¿VER O QUERER VER?......................................................... 33
¡TENGO UN PROBLEMA: MIS AMIGOS ME VAN A
FUSILAR! ........................................................................................... 36
¡PREFIERO CASARME... Y EL PAPA TAMBIÉN!..... 39
¡A MIS PADRES LES VA A DAR UN PATATÚS! ..... 43
¡ESTOY DE ACUERDO... ¡ENTREGARSE A DIOS ES
DE LOCOS!........................................................................................ 46
¡ME SIENTO PRESIONADO! .............................................. 50

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡TENGO LA SOLUCIÓN: DEJAR PASAR EL TIEMPO


Y NO DECIDIRSE NUNCA! ....................................................... 53
YO LO ÚNICO QUE QUIERO ES QUITARME ESTE
TEMA DE LA CABEZA .............................................................. 56
LAS MATEMÁTICAS NO TE SERVIRÁN PARA
SABER LO QUE DIOS QUIERE DE TI ................................. 59
DIOS NO QUIERE LO PEOR PARA TI .......................... 62
DECIRLE A DIOS QUE SÍ MARCA MUCHO .............. 65
DECIRLE QUE NO MARCA TODAVÍA MÁS ............ 69
¿Y SI NO PERSEVERO? ......................................................... 71
¿TENGO QUE TENER PRISA EN DECIRLE A DIOS
QUE SÍ? ............................................................................................... 74
RAZONES PARA DECIRLE A DIOS QUE NO .......... 77
¡HAS NACIDO PORQUE TIENES VOCACIÓN! ......... 80
¿POR QUÉ HAY GENTE QUE SE ENTREGA A
DIOS? ................................................................................................... 83
CRISTO NOS PROMETE UNA VIDA FELIZ PERO NO
UNA VIDA CÓMODA................................................................... 86
LA PRUEBA DEL ALGODÓN: ¡DILE A DIOS QUE
NO! ........................................................................................................ 89
LO ÚNICO IMPORTANTE ES EL SÍ DE DIOS ............ 92
ANEXO: JUAN PABLO II Y LA VOCACIÓN DE LOS
JÓVENES............................................................................................ 95

1. ¿A QUÉ TE LLAMA DIOS? ........................................ 96

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

2. ¿CUÁNDO Y CÓMO LLAMA DIOS? .................... 98


3. VOCACIÓN A UNA ENTREGA TOTAL A
CRISTO......................................................................................... 100
4. EL EJEMPLO DE MARÍA .......................................... 120

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¡VENGO A
PLANTEARME
LA VOCACIÓN!

¡Aquí estoy! Vengo a saber qué quiere Dios de mí. Quiero


descubrir mi vocación. Luego ya veré que le contesto a Dios,
pero primero quiero saber lo que Él quiere de mí. Me han dicho
que se lo pregunte a Dios en la oración, pero eso es más fácil
decirlo que hacerlo.
Tengo muchas preguntas y muy pocas respuestas. Por
ejemplo, ¿cómo llama Dios?, ¿cómo se ve, cómo se sabe?,
¿buscaré a Dios, en el fondo, cuando le pregunte que quiere de
mí, o me buscaré a mí mismo? ¿Puedo estar completamente
seguro de que es Dios, y no mis amigos o mis propias ilusiones
o temores, quien me está llamando? ¿La vocación es o no real,
es fruto de que te estén hablando todo el día de este tema o es
verdaderamente algo de Dios? ¿Por qué no habla Dios
directamente o a través de un ángel? ¿Merece la pena
entregarse? ¿Tiene algún sentido hacerlo a día de hoy? En fin,
ya se ve que este tema fácil, fácil no es.
Mira lo que le escribe una chica rumana a una joven religiosa:
“Soy una joven de 17 años de Rumania y he descubierto con
alegría tu blog. Cuando era pequeña pensaba en llegar a ser
religiosa y este deseo creció conmigo. Lamentablemente la
adolescencia me hizo buscar la felicidad en otros lugares,
limitando mi relación con Dios. [...] Para evitar la angustia de
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

los sacramentos, abandoné un poco la práctica religiosa, salvo


en Navidad y Pascua. Puedes preguntarte cómo entonces sigo
pensando en hacerme religiosa. La verdad es que siento siempre
este deseo de amar a Dios, de ser suya, que no me deja. He
buscado la felicidad en los otros y no la encontré. Trataré de
buscarla en Dios, y creo que la encontraré, pero tengo miedo de
caminar sola, a perder el camino, por eso retraso mi conversión.
Un director espiritual podría serme de ayuda, pero voy
retrasando pedir esta ayuda. Me avergüenzo de mis pecados, de
mis sentimientos y no sé si tendré el coraje de confiarme a
alguien. Quisiera compartir mi dolor pidiéndote que reces por
mí y espero recibir algún consejo”.
Este testimonio bien puede ayudarte a entender que la
vocación es una cosa divina, es una llamada de Dios a un alma,
es saber lo que quiere Dios de ti. Por eso, plantearse la vocación
es una de las tareas más cruciales que puedes hacer en tu vida.
Y, dicho con todo el cariño del mundo, mejor no jugar con las
cosas divinas. Si te ves con ganas, con deseos sinceros de
ponerte delante de Dios, de ser generoso y sintiéndote muy libre,
entonces habla con Dios de este asunto, pero si pretendes saber
lo que quiere Dios de ti, haciendo la comedia de rezar un poco
por encima, de entrar a este tema de puntillas, de estar huidizo
con las personas que pueden ayudarte, entonces es mejor –
mucho mejor– que no le hagas perder el tiempo a Dios ni te lo
hagas perder a ti mismo.
Querer plantearse la vocación es estar dispuesto a sufrir un
poco –porque se sufre al ver que el alma se resiste a escuchar a
Dios–, pero también a disfrutar con las maravillas que Dios hace
contigo, a pelearse con uno mismo, a rezar mucho y de verdad, a
luchar por volver una y otra vez la cara a Dios, a no engañarse
con planteamientos humanos, a ser muy honrado con tu propia

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

conciencia, a dejarse ayudar un día y otro por aquellos que Dios


ha puesto a tu lado.
Y todo eso, sabiéndote muy libre. Sin libertad no puede haber
vocación. Por mucho que Dios te llame, Él necesitará tu
respuesta libre... Y eso nadie podrá hacerlo por ti. Así que, por
favor, disfruta de este momento de tu vida. Seguro que hay
mucha gente rezando por ti en estos instantes. De eso puedes
estar totalmente seguro. ¡Ningún cristiano camina solo en esta
aventura del trato con Dios!
En todo caso, tienes dos aliados increíbles que no puedes
desaprovechar: la ayuda de tu Madre la Virgen y el auxilio que a
diario te ofrece tu ángel custodio. Encomiéndate a ellos y verás
que, sea lo que sea lo que Dios quiera de ti, al final de este
trayecto serás la persona más feliz del mundo.

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EL FAMOSO
CHEQUE EN BLANCO

La comparación es vieja, pero sirve. Si quieres descubrir tu


vocación, lo primero es saber si estás dispuesto a hacer lo que
Dios te pida.
La vocación, Dios no la impone, la propone (“si quieres venir
en pos de mí, entonces vende lo que tienes, dáselo a los pobres y
luego ven y sígueme”). Dios invita a seguirle, no castiga a
aquellos que no lo hacen. Dios es Padre, es misericordioso, no
es vengativo, no es autoritario, no coacciona... pero Él también
conoce perfectamente tu corazón, tus inclinaciones, tus
egoísmos, tus mentiras contigo mismo, tus bajezas y tus
grandezas. Y si tú no le ofreces la posibilidad de abrir tu corazón
para que hable dentro de ti, Él no podrá decirte nada.
Tienes que preguntarte si estás verdaderamente dispuesto a
hacer con tu vida lo que Dios quiera de ella. Pero no te lo
plantees en un sentido teórico. Pregúntate con sinceridad si estás
dispuesto a hacerte sacerdote o monja de clausura, entregarte a
Dios en el matrimonio, o hacerte monje capuchino, numeraria o
numerario del Opus Dei, miembro de los focolares, misionero en
África o lo que sea..., si esta misma tarde Dios te lo pide. No te
digo si estás dispuesto a hacerlo mañana por la mañana, sino
esta misma tarde. Que puedas o no puedas, que te dejen o no,
eso ahora mismo no es lo importante. Lo que importa es saber si

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

tú estás dispuesto a darle a Dios un cheque en blanco o prefieres


guardártelo en el bolsillo.
Vistas así las cosas... es lo mismo pero no es lo mismo.
Todos, de primeras, estamos dispuestos –aunque solo sea por
una simple curiosidad– a saber lo que Dios quiere de nosotros,
pero no todos estamos dispuestos a priori a hacer lo que Dios
nos pida. En cierto modo –y sin el cierto– a Dios sólo podemos
acercarnos con los ojos de la fe. Por eso, o partimos de un deseo
firme de cumplir la voluntad de Dios por encima de la nuestra o
el camino emprendido para descubrir nuestra vocación acaba de
llegar –desgraciadamente– a su final de trayecto.
A muchas almas –a más de las que imaginas– esta primera
fase les hace bajarse del tren que les conduce a descubrir su
vocación. Y es que ya lo dijo Cristo en el Evangelio: “Muchos
son los llamados y pocos los escogidos”. Dios no puede ni
quiere imponerse a las almas. Sólo le mueve el amor por los
suyos –por ti y por mí–. Y para decirnos lo que quiere de
nosotros cuenta de ordinario con nuestra disposición a hacer lo
que nos pida. Por eso, aunque cueste, lo primero es hacer un
acto de entrega a Dios. Decirle con toda el alma que estamos
dispuestos a seguirle allí donde nos llame, que queremos
cumplir su voluntad, que no deje que nuestro yo se imponga a
sus deseos. Puede costarnos mucho, pero lo primero que
tenemos que querer es darle ese cheque en blanco, aun sabiendo
que puede pasar a cobrárselo esta misma tarde. Esa es la
generosidad que Dios espera, ese es el primer paso que debemos
dar si queremos acabar descubriendo de verdad qué es lo que
Dios quiere de nosotros.
¡Y verdaderamente cuesta aunque pensemos que no! ¡Y
cuesta cuando dejamos de ver ese cheque en blanco como una
figura literaria y lo contemplamos como una posibilidad real de

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nuestra vida real! Te animo muy de veras a que des ese paso en
tu vida. Es imprescindible... pero sólo tú puedes hacerlo. Toca
poner en juego tu libertad y tu deseo de contentar a Dios. Toca
ponerse delante de un Sagrario y decirle al Señor que estás
dispuesto a hacer con tu vida lo que Él quiera que hagas, que no
le pondrás trabas a lo que te pida. Y si te ves flojo, inconstante,
incapaz, egoísta o perezoso, díselo también. Él te ayudará. Pero
tú no le niegues ese cheque en blanco, no te lo guardes en el
bolsillo. Sácalo del pantalón y mirando a Dios a la cara, dile:
¡Te lo doy, Señor, para Ti es. Estoy dispuesto a hacer con mi
vida lo que quieras!

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¿Y POR QUÉ DIOS


NO MANDA
UN ÁNGEL?

Hombre, de primeras no estaría mal. Dios manda un ángel,


nos dice lo que quiere de nosotros, lo hacemos o no y aquí paz y
después gloria. De hecho lo del ángel lo ha hecho con algunos.
Empezando con la Virgen. Pero así de primeras no tiene pinta
que lo haga con nosotros.
Tampoco es que lo del ángel sea una garantía de éxito. Si te
coges la Biblia, verás que hay más de uno y más de dos que
después de decirle Dios lo que quiere de ellos a través de un
ángel, o bien se han dado por no enterados o han cogido la
puerta y han dicho un hasta luego... Así que lo de mandar al
angelito funciona solo en algunas ocasiones.
Y si no tiene pinta que Dios vaya a mandarnos un ángel es,
sencillamente, porque prefiere decírnoslo Él mismo en persona.
Además, como Dios vaya mandando a un ángel cada vez que
quiera algo de alguien, se generaría un buen caos circulatorio.
¿Te imaginas a la gente en la calle arrodillada escuchando lo que
el ángel le dice? Quitando el tono gangoso de mis palabras, lo
cierto es que Dios respeta enormemente la libertad de los
hombres y la forma natural de llegar a Él. Y esto quedaría en
entredicho si a todos nos tuviera que mandar a un mensajero
divino para decirnos qué quiere de nosotros.

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Además, en el fondo, ¿para qué queremos un ángel? Tal vez


sea por la comodidad de no tener nosotros que ser protagonistas
del descubrimiento de la vocación, o bien porque así tenemos la
“seguridad” de saber lo que Dios quiere de nosotros. A la
primera respuesta, lo mejor es aceptar que si Dios no nos manda
el ángel es porque nos conviene. Si fuera necesario para
descubrir nuestra vocación, lo haría sin dudar. Pero Él quiere
más bien que participes activamente en rezar, pedir luces y
descubrir por ti mismo, con la ayuda de Dios, lo que Él quiere
de nosotros. Y con respecto a la “seguridad” que buscamos
teniendo al ángel delante, lo cierto es que me reconocerás que
así sería muy difícil poderle decir a Dios que no. Y Dios no
quiere esclavos que le sigan, quiere hijos fieles y libres, hijos
que se fían de Él, que son capaces de hablar con Él de su
vocación y decidir libremente hacer lo que Dios les pida.
Y ese ángel enviado por Dios, podría alejarnos de esa
capacidad del hombre por llegar a su Creador a través del
dialogo. A través de la oración personal. Sobre todo si lo que
pretendemos es huir de la vida de oración. No olvides que el
ángel acude a la Virgen cuando está recogida en oración, no
jugando a las cartas...
Dios es así... es imprevisible. Busca sorprendernos siempre.
Ya lo dice el Papa Francisco cuando comenta esa parte del
Evangelio en que las santas mujeres van el domingo de
madrugada al sepulcro del Señor: “¿Acaso no nos pasa así
también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo
respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo
entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la
novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la
novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del
Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras

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seguridades (...). Tenemos miedo de las sorpresas de Dios.


Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo
de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Hermanos y
hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a
nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados,
decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados,
pensamos que no lo podemos conseguir? No nos encerremos en
nosotros mismos, no perdamos la confianza”.
Por eso, si queremos saber lo que Dios nos pide, tenemos que
estar dispuestos a entrar a un dialogo amable y confiado con Él.
Olvidémonos de ángeles que se nos aparecen, de velas que se
mueven, de vocecillas que susurran al oído, de milagros
portentosos a la vista de todos. Si queremos ser muy divinos,
seamos muy humanos. Hablemos con Dios cara a cara, de tú a
Tú, de corazón a corazón.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

YO SÍ SÉ
LO QUE QUIERE
DIOS DE TI:
QUE SEAS SANTO

Dios sí quiere algo de ti y es algo muy concreto..., y tú y yo


bien sabemos de lo que se trata. Lo descubrimos leyendo el
Evangelio: “Esta es la voluntad de mi Padre, que seáis perfectos
como mi Padre celestial es perfecto”.
Es decir, Dios quiere que tú seas santo. Esa es la vocación de
todo bautizado. Dios, lo que quiere de cada mujer y de cada
hombre es su santidad. “Dios llama a opciones definitivas, –dice
el Papa Francisco– tiene un proyecto para cada uno: descubrirlo,
responder a la propia vocación, es caminar hacia la realización
feliz de uno mismo. Dios nos llama a todos a la santidad, a vivir
su vida, pero tiene un camino para cada uno”.
Así que ya sabes al menos algo con total seguridad... ¡Dios te
quiere santo y lo quiere ahora, lo quiere para hoy y para mañana
y para pasado mañana!
¿Y qué es ser santo? Pues podríamos gastar páginas y páginas
diciendo lo que es, pero es preferible ir al grano del asunto. Y es
que la definición de santidad nos la da el mismo Cristo cuando
nos habla del primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu alma y
con toda tu mente”. Ahí radica la verdadera santidad.
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Ser santos no es hacer muchas cosas y cada vez más difíciles,


no es tener un certificado firmado por algún obispo despistado
que ponga algo así como “cristiano perfecto”, no es no tener
fallos, ni defectos, ni pecados. Ser santos es luchar por amar a
Dios de verdad... es luchar por dejarle un hueco en nuestro
corazón donde Él quepa de verdad. Luchar por ser santo es
querer a Dios con todas nuestras fuerzas y con obras, no de
boquilla. Es estar dispuesto a dar la vida por Él, es ponerlo como
lo más importante en nuestra cabeza, en nuestra forma de
pensar, en nuestra manera de querer. Amar a Dios enteramente
es ponerlo sobre todas las cosas (¿te suena el primer
mandamiento?). Y esa forma de amar a Dios supone amistad
sincera con Él, contar con Él, hablar con Él. Tratarle. Y es que
lo dice con mucha claridad el Papa Francisco: “quien no está
con Jesús, está en contra de Jesús. No hay posiciones a medias”.
Ahora bien, ¿y cómo concreto yo ese deseo de ser santo?
Dicho de otra manera... Ahora que sé que la voluntad inequívoca
de Dios para mí es que sea santo, cabe preguntarse: ¿Y cómo
soy santo? Pues descubriendo –hablando con Dios– el camino
que a mí me indica para llegar a la santidad. Es decir, la
vocación es el camino concreto que Dios nos propone para
llegar a esa santidad que desea de todos los hombres.
A ver si te sirve la siguiente imagen: Imagínate que Dios
desea que vayas a Cracovia –que como bien sabes está en
Polonia–, pero para llegar hasta allí hay muchos caminos y se
puede ir de muchas maneras (avión, autobús, tren, coche
particular, etc.) Tú habrás de descubrir qué camino concreto te
propone Dios para llegar a Cracovia. Esa es la vocación. El
camino concreto que Dios te pone para llegar a Él, para llegar a
ser santo. Y Dios ha querido poner muchos caminos variados en
el mundo para llegar a la santidad. No todos son iguales pero

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

todos conducen a lo mismo... a acabar amando a Dios con


locura.
Pues ahora que sabes que Dios te quiere santo –ese es el fin
de tu vida–, pregúntale cómo llegar a ese fin, qué camino es el
mejor para lograr eso que Él quiere de ti. Saber qué institución
de la Iglesia, qué espíritu concreto, qué camino es el tuyo.
Porque descubrir ese camino es descubrir tu vocación.
Y la vocación se descubre por medio de la oración. Así lo
dice el Papa Francisco: «“Rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies” (Lc 10, 2). Los obreros para la mies
no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al
servicio de la generosidad, sino que son “elegidos” y
“mandados” por Dios. Él es quien elige, Él es quien manda, Él
es quien encomienda la misión. Por eso es importante la
oración».

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿QUIERES
UN BUEN CONSEJO?
¡REZA DE VERDAD!

«Una cosa es orar, y otra cosa es decir oraciones», dijo el


Papa Francisco en una homilía en Santa Marta. Y es que si de
verdad queremos saber lo que Dios nos pide –saber cuál es
nuestra vocación– el mejor consejo que pueden darnos es el de
rezar de verdad... el de pedir y hablar sinceramente con el Señor
sobre lo que quiere de nosotros.
Pero hemos de tener cuidado con esa tentación de rezar pero
sin ir al fondo del asunto, del pedir pero sin desear que se nos
conceda, del ir a hablar con Dios porque toca, pero con el
corazón frío, la mente alocada y como medio obligados. Eso,
por mucho que te empeñes, no es rezar aunque pongamos cara
de chica o chico piadosito.
«Nosotros, ¿cómo oramos?, nos sigue preguntando el Papa.
Oramos así nomás por costumbre, piadosamente pero tranquilos,
por costumbre, ¿o con coraje nos ponemos ante el Señor para
pedir la gracia, para pedir por aquello por lo que oramos? Una
oración que no sea valiente no es una verdadera oración. El
coraje de tener confianza en que el Señor nos escuche, el coraje
de llamar a la puerta... El Señor lo dice: “Porque todo el que
pide recibe, el que busca encuentra y al que llama, se le abrirá”.
Pero es necesario pedir, buscar y llamar. Nosotros, ¿nos
involucramos en la oración? ¿Sabemos llamar al corazón de
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Dios? En el Evangelio, Jesús dice: Si ustedes, que son malos,


saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo
dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan. Esto es una
gran cosa».
Hay, sin duda, muchas formas de rezar. Si de verdad te
interesa saber lo que Dios quiere de ti, entonces serás tú el que
vaya al oratorio o a la iglesia más cercana a pasar tiempo con
Dios, el que se deje caer por el Sagrario –no porque “toca” sino
porque quiero, porque me da la gana– para pedirle al Señor
luces, para pedirle la fuerza de ser generoso. Serás tú –si quieres
rezar de verdad, si quieres orar y no simplemente repetir
oraciones– el que acudirá a la Virgen suplicándole que te haga
ver, el que pedirá la ayuda de los santos y del ángel custodio
para que te den la generosidad que necesitas, la fuerza que sabes
que no tienes, para que arranquen el egoísmo de tu corazón, para
que te quiten los miedos que sientes y, sobre todo, para pedirles
la gracia de cumplir siempre la voluntad de Dios. Créeme que
eso será lo único que te dará rectitud de intención, que te
permitirá ser honrado en el planteamiento de tu vocación.
Y es que es muy triste querer saber lo que Dios quiere de uno
estando huidizo en la oración. Si rezamos de verdad –esto te lo
aseguran todos los santos– Dios no nos dejará tirados. Fíate de
Dios, que Él nunca defrauda. Y como nos dice el Papa
Francisco, detrás de la oración sincera, está el mismo Dios:
«Cuando oramos con valor, el Señor nos da la gracia, y también
se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí
mismo! El Señor nunca da o manda una gracia por correo:
¡nunca! ¡La lleva Él! ¡Es Él, la gracia! Lo que nosotros pedimos
es un poco como... el papel en el que se envuelve la gracia. Pero
la verdadera gracia es Él que viene trayéndomela. Es Él. Nuestra
oración, si es valiente, recibe aquello que pedimos, pero también
aquello que es más importante: el Señor».
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Prueba a hacer una oración sincera y confiada con Dios, una


oración apasionada, una oración comprometida, una oración
donde pongas alma y corazón, y lo que es más importante, una
oración perseverante, constante... que no sea fruto de un solo día
o de un solo momento. Acude al Señor con frecuencia,
diciéndole jaculatorias durante el día, procurando escaparte al
Sagrario a decirle al Señor muchas veces que le quieres, a rezar
el Rosario con fe pidiendo por tu vocación. Eso es una oración
valiente, y esa es la única oración que te permitirá descubrir qué
quiere Dios de ti, qué ha pensado Él qué has hacer con tu vida.
Por eso, ¡fíate de Dios y fíate un poco menos de ti mismo!

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

SEÑALES CIERTAS
DE VOCACIÓN

Toca entrar en materia. Toca saber cómo ver lo que Dios me


pide. Le dejo al Papa Francisco que te cuente su propia
vocación. Así será más fácil explicarte luego qué señales nos da
Dios sobre lo que quiere de nosotros.
“Hay un día muy importante para mí: el 21 de septiembre de
1953. Tenía casi 17 años. Era el «Día del estudiante», para
nosotros el día de primavera –para vosotros aquí es el día de
otoño–. Antes de acudir a la fiesta, pasé por la parroquia a la que
iba, encontré a un sacerdote a quien no conocía, y sentí la
necesidad de confesarme. Ésta fue para mí una experiencia de
encuentro: encontré a alguien que me esperaba. Pero no sé qué
pasó, no lo recuerdo, no sé por qué estaba aquel sacerdote allí, a
quien no conocía, por qué había sentido ese deseo de
confesarme, pero la verdad es que alguien me esperaba. Me
estaba esperando desde hacía tiempo. Después de la confesión
sentí que algo había cambiado. Yo no era el mismo. Había oído
justamente como una voz, una llamada: estaba convencido de
que tenía que ser sacerdote. Esta experiencia en la fe es
importante. Nosotros decimos que debemos buscar a Dios, ir a
Él a pedir perdón, pero cuando vamos Él nos espera, ¡Él está
primero!”.
El Papa sólo tiene 16 años cuando descubre su vocación. Dios
se lo hace ver. Dice que era “como una voz, una llamada”. Él

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

mismo no sabe ponerle nombre. No es ese ver cómo lo


entendemos los hombres al referirnos al puro sentido físico de la
vista. Es un ver del alma. Y la clave la da el Papa al decir eso de
que “yo no era el mismo”. La vocación es eso, es saberse
llamado por Dios sin que aparentemente cambie nada, pero
sabiendo que ya nosotros no seremos el mismo. Si descubres
algún día tu vocación serás consciente de esto. Todo es igual y
nada es lo mismo porque te has encontrado con Cristo. Te ha
llamado y tú le has dado una respuesta. Pero esto es adelantar las
cosas. Así que prosigamos con las señales de la vocación.
La primera es el miedo. Miedo a no querer. No es un miedo
físico. Es el miedo a huir de una novedad de Dios para nuestra
vida, de “esas sorpresas de Dios” de las que habla el Papa. Pero
aquí conviene que te pares a pensar. ¿Qué es lo que te da miedo?
¿Ser sacerdote, monja, capuchino, jesuita, del Opus Dei, casarte,
monje trapense? Pregúntatelo. Sólo aquello que te genere por
dentro esa especie de rechazo inicial, de sorpresa
“desagradable”, de posibilidad real para tu vida, es lo que Dios,
posiblemente, te esté pidiendo. Si no sientes ninguna inquietud
por dentro de ser misionero en África, si te parece una cosa
fantástica pero que no te genera el menor de los temores, muy
posiblemente es que Dios no te llame por ese camino. Lo que
verdaderamente nos pone nerviosos es ver un camino real al que
Dios pueda llamarnos. Y ese suele ser el primer susurro de Dios.
La segunda señal es preguntarte si ese camino concreto que
Dios pone delante de tu vida está hecho para ti. Si ese camino –
hay muchos en la Iglesia y todos son maravillosos– a ti te acerca
a Dios. Si recorriendo ese espíritu concreto tú llegarás al fin de
tu vida... que es ser santo. Porque entonces es cuando entenderás
que ese camino concreto, Dios lo ha hecho para ti. Si yo sé que
siendo sacerdote o monja de clausura, o jesuita o numerario, voy
a acercarme a Dios, voy a ser santo, entonces es que Dios ha
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

hecho ese camino para mí. Pensarás que eso le pasa a todo el
mundo, pero no es cierto. Hay gente que sabe que ser monje es
maravilloso, pero que él no puede. Necesita ver el fútbol, tener
un trabajo profesional donde encontrar a Dios, estar en el mundo
para santificar el mundo. O su contrario. Que todos los caminos
de Dios sean maravillosos no significa que todos esos caminos
me acerquen a Dios a mí. Yo he de descubrir –preguntándoselo–
cuáles me acercan a Él. Y eso uno, en el fondo de su alma, lo
acaba sabiendo con certeza.
La tercera señal es preguntarse si ese camino va conmigo, con
mi forma de ser, con los talentos y las cualidades que Dios me
ha dado. No es preguntarse qué es lo que me apetece a mí, sino
saber si estoy hecho para recorrer ese camino. Si soy idóneo. Si
Dios llama a algo concreto, da las cualidades y las capacidades
para recorrer ese camino concreto. Y si quieres saber si eres
idóneo o no, puedes preguntárselo a tu director espiritual.
Un alma bien podría entender que por su forma de ser, no
podrá vivir entre las cuatro paredes de un monasterio ni aunque
le aten a una silla. Y eso es conocerse; saber que uno necesita el
aire fresco y el contacto con la calle para encontrar a Dios. O
bien pasa lo contrario; uno sabe que está hecho para el silencio
de una clausura, para la contemplación de Dios alejado
totalmente del mundo y de las cosas del mundo. En definitiva, es
saber que ese camino va conmigo. Si me gusta mucho o poco es
otra cosa, pero va conmigo, con mis cualidades, con mi forma
de ser, con mi manera de tratar y de llegar a Dios.
En resumen, sentir cierta preocupación, miedo, desasosiego o
como quieras llamarlo al plantearme una vocación concreta,
saber que si recorro ese camino concreto de esa institución
determinada, eso me lleva a Dios, me acerca a Dios, me hace
santo y saber que puedo hacerlo, saber que va con mi forma de

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

ser –no quiero decir necesariamente con tus gustos o apetencias–


, con mis cualidades y mis capacidades... entonces ahí tienes
señales ciertas de vocación. Es descubrir, en definitiva, que si
Dios ha puesto en el mundo ese camino de santidad, es porque
lo ha puesto pensando en mí. Eso es la vocación.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

DIOS HABLA
A TRAVÉS DE
CASUALIDADES

¿Por qué he nacido en la familia que he nacido, por qué tengo


los padres que tengo, por qué este carácter mío, por qué este
colegio en el que estudio y no otro, por qué soy católico y no
musulmán, por qué he recibido esta formación y no otra, por qué
a mí sí que me importa vivir en gracia de Dios cuando a muchos
de mis amigos esto va les da igual? Y así podríamos pasarnos la
tarde preguntándonos por las mil casualidades que vemos que
existen en nuestra vida.
Dios en el Evangelio nos deja claro que a Él no le escapa
ninguna, y que hasta los pelos de nuestra cabeza están contados.
A Dios no se le pasa por alto ningún detalle de nosotros.
Y esto es así porque todo en nuestra vida está en función de
ayudarnos a cumplir lo que Él desea de nosotros. Todas esas
casualidades que a nosotros nos parecen eso, solo casualidades,
para Dios muchas veces es la forma que tiene de hablarnos.
Por eso, un síntoma de vocación que la Iglesia propone para
ver si una persona puede estar siendo llamada por Dios o no, es
la de ver las casualidades como algo querido por Dios.
¿Y a qué casualidades nos podemos estar refiriendo? Por
ejemplo, a las siguientes: para ti puede ser casualidad que veas
en tu interior como un deseo mayor que el de algunos amigos
24
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

tuyos a vivir siempre en gracia de Dios y a confesarte siempre


que lo necesites. Eso lo achacarás al esfuerzo de tus padres por
educarte cristianamente, o a toda esa ayuda que has recibido de
personas cercanas a Dios y que han procurado formarte bien. Y
no te faltará razón, porque eso es cierto. Pero también lo es que
Dios ha utilizado a tus padres y a esas personas que ha puesto a
tu lado para que no te alejaras excesivamente de Él. No es
casual, sin más, que hayas conocido a ese sacerdote que tanto te
ha ayudado o que tus padres te hayan llevado por esa parroquia
o por ese centro educativo concreto. Si Dios quiere decirte que
te quiere para Él, tiene que ir poco a poco preparándote. Por eso,
tu empeño por vivir en gracia, no es una casualidad sin más. Es
un deseo muy currado por Dios para que un día estés en
condiciones de responder a su llamada.
Hay muchas y muchas casualidades que bien pueden
explicarse por el puro azar humano o por un querer explícito de
Dios... Pero si antes hemos visto que Dios se preocupa hasta de
recontar cada mañana cada uno de los pelos que tenernos en la
cabeza, imagínate si las cosas que nos ocurren son simplemente
porque sí –sin más– o no son más bien la forma que Dios tiene
de decirte que quiere algo concreto de ti.
Las circunstancias externas o internas (haber conocido tal o
cual institución de la Iglesia, sentir admiración por personas
concretas entregadas a Dios, haberte encontrado de pronto con
un deseo real de darte más a Dios sin que sepas por qué ha
venido, notar el tirón del alma tras una conversación con un
sacerdote, etc.), son modos que tiene Dios de llamarte.
Es verdad que esas circunstancias no son el único criterio
para discernir si uno tiene o no tiene vocación concreta a algo,
pero sí que forma parte de ese discernimiento de la vocación.

25
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Interpretar esas “casualidades” a la luz de la fe, favorece y


facilita el descubrimiento de la vocación.
Te pongo otro ejemplo para que logres entender esto mejor:
¿cómo Dios va a querer de verdad que te entregues a Él en los
Hermanos de San Juan de Dios si no sabes ni que existen? El
hecho de que Dios te haya puesto al lado de una institución
concreta de la Iglesia puede parecer una simple casualidad, pero
no lo es. Tal vez es el modo que Dios tiene para decirte: “¡Eh, te
quiero aquí!”.
A nosotros nos toca –con la ayuda que puedas tener de esas
personas que te han aconsejado hasta ahora– descubrir esas
casualidades de Dios. En todo caso, como repetía
incansablemente el Papa Juan Pablo II, lo importante es procurar
ver con los ojos de la fe los diversos acontecimientos de nuestra
vida. “Señor –decía este Papa santo–, que vea cuál es tu
voluntad para mí en cada momento, y sobre todo que vea en qué
consiste ese designio de amor para toda mi vida, que es mi
vocación. Y dame generosidad para decirte que sí y serte fiel, en
el camino que quieras indicarme para que sea sal y luz en mi
trabajo, en mi familia, en todo el mundo”.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿NECESITO DE UN
DIRECTOR ESPIRITUAL
PARA VER MI
VOCACIÓN?

La respuesta rápida –pero cierta– es no.


La respuesta un poco más tranquila es que no siendo
estrictamente necesario, es muy cierto que Dios se sirve –
ordinariamente– de esas personas que nos ayudan en nuestra
vida cristiana para aclararnos las ideas, para darnos luces que, en
última instancia, nos ayuden a tomar una decisión. No es el
director espiritual el que pone o quita vocaciones. Su papel es el
de acompañar, corregir, indicar y sugerir a la persona que
pretende ayudar. Todo ello en un clima de plena libertad y
confianza.
Piensa que, estrictamente hablando, nadie necesita de un
entrenador para hacer el record mundial de los cien metros
lisos... pero hay de aquel que se enfrente a este reto sin nadie
que le ayude... Por eso, el sentido común –y el sobrenatural– nos
indican que es absurdo plantearse la vocación sin contar con la
ayuda de un experto. Y ese experto será habitualmente la
persona que te ha ido ayudando en los meses o años
precedentes... alguien que te conoce muy bien y en que tú bien
sabes que se puede confiar.

27
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Ahora bien, no es extraño que ocurra que un alma que se


plantea la vocación, cuando se nota exigida por su director
espiritual o cuando éste le indica algunos engaños en los que
puede estar cayendo, entonces surja la duda y la sospecha de que
uno está siendo presionado, o que no le dejan ser libre, o que el
otro parece que lo único que quiere es que uno diga que sí a
Dios y punto... como si solo existiera esa posibilidad... Vienen
entonces, cuando antes jamás habían aparecido, las suspicacias,
las huidas hacia adelante, los juicios sobre las intenciones de la
otra persona, etc... y es esa falta de confianza, ese clima
irrespirable de sospecha, el que echa por la borda toda la ayuda
recibida hasta entonces, y puede cerrar el alma a la posibilidad
de escuchar a Dios.
Pregúntate con sinceridad: ¿estoy creando un muro entre mi
director espiritual y yo por la simple razón de que me habla con
claridad y valentía?, ¿por el simple motivo de que me dice a la
cara, con cariño y con fuerza, dónde piensa que me estoy
equivocando?
¿De verdad crees que alguien que te pretende ayudar gratis –a
cambio de nada–, va a arriesgar su conciencia delante de Dios
para que le digas al Señor que sí sin que tengas vocación? ¿En
tan poco valoras a la otra persona?
Podrás decir que esto jamás lo has pensado, pero es muy
cierto que a veces, cuando estamos en el proceso de plantearnos
nuestra vocación, surge el afán de huir de la persona que
pretende ayudarnos, parece que nos sentimos atosigados, y
convertimos nuestra conversación en monosílabos,
respondiendo no o sí de forma lacónica... y eso, amigo mío, es lo
más lejano a la auténtica dirección espiritual.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Si de verdad pretendes dejarte ayudar con honradez –como


veíamos al principio–, entonces se tú el que tenga la iniciativa
de buscar a esa persona que pretende ayudarte, abre tu corazón
de par en par y escucha sus consejos como venidos de lo más
alto. Nunca nadie jamás podrá imponerte nada –eso ya lo has
comprobado muchas veces–, pero no pretendas que esa persona
que te ha prestado su ayuda desinteresada, ahora tenga que
decirte que lo haces bien donde él puede ver egoísmo, miedo,
huida de Dios. No es el papel del director espiritual el de un
animador de almas... nunca buscará el aplauso barato de nadie a
cambio de decirle solo lo que éste quiere oír. Esa persona –tú
bien lo sabes– busca sólo tu bien, tú cercanía con Dios, tu
felicidad presente y futura. Déjate ayudar, déjate exigir y déjate
querer un poco... verás que eso te ayudará a tener las ideas
mucho más claras y estarás en el clima acertado para poder
tomar tus decisiones, no solo con plena libertad, sino con la
conciencia de estar actuando bien... y eso es algo que no tiene
precio.
Y piensa también que tu director espiritual ha pasado por la
misma situación que tú. Sabe muy bien lo que te pasa y sabe
muy bien cómo ayudarte. De fiarte de él, de dejarte ayudar por
él, será algo de lo que nunca te arrepentirás. De lo contrario –por
desgracia– tenemos demasiada experiencia de que la respuesta
suele ser un sí... además de que nunca tendrás un admirador que
esté rezando en este instante tanto por ti.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿PARA QUÉ
LLAMA DIOS?

Dios llama para algo, ¿pero para qué? Lo dice San Marcos:
para estar con Él y para predicar. Es decir, Dios busca almas que
estén muy cerca de Él y les da una misión: convertir a otros,
ayudar a otros. La persona entregada es como un puente entre
Dios y los hombres. Uno se entrega porque tiene una misión
divina que cumplir. Uno se llena de Dios para llevar a los otros a
Dios.
Lo explica así el Papa Francisco:
“Todos los días hay cristianos que se lamentan, se quejan:
cómo va el mundo, mira, qué desgracia, qué calamidad. Pero
pensad: el mundo no es peor que hace cinco siglos. El mundo es
el mundo; siempre ha sido el mundo. Y cuando uno se lamenta:
así va, no se puede hacer nada, ah, esta juventud... Os pregunto:
¿conocéis a cristianos así? ¡Los hay, los hay! Pero el cristiano
debe ser valiente y ante el problema, ante una crisis social,
religiosa, debe tener el valor de ir adelante, ir adelante con
valentía. Y cuando no se puede hacer nada, con paciencia:
soportando. Soportar. Valentía y paciencia, estas dos virtudes de
Pablo. Valentía: ir adelante, hacer las cosas, dar testimonio
fuerte; ¡adelante! Soportar: llevar sobre los hombros las cosas
que no se pueden cambiar aún. Pero ir adelante con esta
paciencia, con esta paciencia que nos da la gracia. Pero, ¿qué
debemos hacer con la valentía y la paciencia? Salir de nosotros

30
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

mismos: salir de nosotros mismos. Salir de nuestras


comunidades para ir allí donde los hombres y las mujeres viven,
trabajan y sufren, y anunciarles la misericordia del Padre que se
ha dado a conocer a los hombres en Jesucristo de Nazaret.
Anunciar esta gracia que nos ha sido regalada por Jesús. Si a los
sacerdotes, el Jueves Santo, les pedí que fueran pastores con
olor a oveja, a vosotros, queridos hermanos y hermanas, digo:
sed en todo lugar portadores de la Palabra de vida en nuestros
barrios, en los lugares de trabajo y allí donde las personas se
encuentren y desarrollen relaciones. Debéis salir fuera. No
entiendo las comunidades cristianas que están cerradas, en la
parroquia. Quiero deciros algo. En el Evangelio es bonito ese
pasaje que nos habla del pastor que, cuando vuelve al ovil, se da
cuenta de que falta una oveja: deja las 99 y va a buscarla, a
buscar una. Pero, hermanos y hermanas, nosotros tenemos una;
¡nos faltan 99! Debemos salir, ¡debemos ir hacia los demás! En
esta cultura –digámonos la verdad– tenemos sólo una, ¡somos
minoría! ¿Y sentimos el fervor, el celo apostólico de ir y salir y
buscar las otras 99? Esta es una gran responsabilidad y debemos
pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor y la
paciencia para salir, para salir a anunciar el Evangelio. Ah, esto
es difícil. Es más fácil quedarse en casa, con esa única oveja. Es
más fácil con esa oveja, peinarla, acariciarla... pero nosotros
sacerdotes, también vosotros cristianos, todos: el Señor nos
quiere pastores, no peinadores de ovejas; ¡pastores! Y cuando
una comunidad está cerrada, siempre con las mismas personas
que hablan, esta comunidad no es una comunidad que da vida.
Es una comunidad estéril, no es fecunda. La fecundidad del
Evangelio viene por la gracia de Jesucristo, pero a través de
nosotros, de nuestra predicación, de nuestra valentía, de nuestra
paciencia”.

31
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Dios, cuando quiere algo de alguien, le da todas las gracias


para que pueda corresponder a su llamada (aquí no importan
nuestras miserias, nuestros fallos, el saber que nunca estaremos
a la altura) y si Dios busca almas es porque las necesita para
llevar a los hombres y mujeres a Él. Por eso el sí de un alma a
los requerimientos de Dios es algo muy importante. Detrás de su
sí está la felicidad –y en muchos casos la salvación– de otras
muchas almas. ¡Dios necesita de los hombres! ¡Dios necesita de
ti y de mí!
Es muy cierto aquello de que al cielo o al infierno nunca
vamos solos... Y por eso es muy necesario que sean generosas
todas las almas a las que Dios les pide esa entrega total.
Tenemos obligación, por ello, de pedir por todas las vocaciones,
para que las almas a las que Dios llama sepan responder siempre
con un sí generoso e incondicional.

32
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿VER
O QUERER VER?

A lo mejor, leyendo los capítulos anteriores, has pensado:


¡pues sí que parece sencillo resolver un tema tan serio como éste
de la vocación!
Pero es que, en el fondo, es un tema mucho más sencillo de lo
que parece. Dios llama y llama para algo. Es a ti al que te toca
descubrir el qué y el para qué. Pero saber lo que Dios nos pide
se descubre preguntando. Y si preguntas de verdad a Dios –con
honradez y libertad, buscando de verdad cumplir su voluntad–,
no dudes de que lo sabrás con los ojos de la fe.
Teresa de Calcuta decía muy acertadamente: “Ni siquiera
Dios nos obligará a hacer el bien: Somos nosotros los que
debemos elegir hacer el bien. Dios habla en el fondo del corazón
y nosotros escuchamos. La persona elegida por Dios lo sabe; tal
vez no sepa cómo expresarlo, pero lo sabe”.
Ahora bien, tú puedes pensar que después de hablar con Dios
de tu vocación sigues sin ver nada. Te has esforzado por
preguntarle a Dios qué es lo que quiere de ti, pero no ves que Él
te pida nada especial. Por eso concluir que no tienes vocación es
lo lógico.
Te pongo un texto de Juan Pablo II que bien puede ayudarte a
solucionar este dilema del ver o no ver. Ahí va:

33
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

“Muchas veces me preguntan, sobre todo la gente joven, por


qué me hice sacerdote. Pero tengo que empezar por decir que es
imposible explicarlo por completo. Porque no deja de ser un
misterio hasta para mí mismo. ¿Cómo se pueden explicar los
caminos del Señor? Con todo, sé que en cierto momento de mi
vida me convencí de que Cristo me decía lo que a miles de
jóvenes antes que a mí: Ven y sígueme”.
Para este Papa santo, de su propia vocación, dice que “es un
misterio hasta para mí mismo”. Nunca habla de ver, habla de
convencimiento... que es parecido pero no es lo mismo. La
vocación, dicho en su literalidad, no se ve... se sabe cuando se
vive. La vocación es llamada de Dios, convencimiento de que
puedo darle a Dios mi vida, saber que un camino concreto me
conduce a Él, sentirse llamado.
Y es que la vocación más que en captarla (verla), consiste en
dejarse captar por ella... Lo que importa en la vocación, no es lo
que yo veo, lo que yo siento, lo que yo pienso. El protagonista
es Dios. Ponerse a tiro de Dios. Es estar dispuesto de verdad a
querer lo que Dios quiere, respondiendo en conciencia. No se
trata de situarse ante algo que sabemos que es bueno y ver sus
ventajas o desventajas, si nos gusta o nos supera.
La vocación es invitación de Dios (no imposición) que solo la
descubren los ojos de la generosidad, no los ojos de la
obligatoriedad. Es un ofrecimiento de Dios al que se puede decir
que no, pero que atrae con cierta inclinación a decir que sí.
Nunca habrá certeza plena ni seguridad humana total. Es un
misterio que solo se entiende en un clima de fe y de amor de
Dios.
Por eso, quien no quiera ver, nunca verá nada. Lo que hay
que preguntarse –con honradez delante de Dios– es si le dejo a

34
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Dios que me diga, si quiero lo que quiere Él, si estoy dispuesto,


si Él va antes que yo... y en ese clima –solo en ese– aparece eso
que decía Juan Pablo II: “Con todo, sé que en cierto momento de
mi vida me convencí de que Cristo me decía lo que a miles de
jóvenes antes que a mí: Ven y sígueme”.
Por eso, en ocasiones, hay que decirle al Señor con todas las
fuerzas del alma que nos dé fuerza para querer y no tanto luz
para ver. Muchas veces el querer será lo que nos permitirá ver...
pero ver en el sentido de saber que Dios me lo está pidiendo
aunque no sepa muy bien cómo explicarlo. Toda vocación
siempre será un misterio. No en el sentido de algo secreto o
complejo, sino misterio de Dios en el alma. Por eso, ¡cuántos
han descubierto con luz meridiana su vocación cuando se han
decidido a decirle a Dios que sí! Es la generosidad del sí lo que
le permite a Dios darnos esa fuerza y esa luz que muchas veces
nuestro egoísmo y nuestro miedo nos ocultan cuando hablamos
con Dios sobre nuestra vocación.

35
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡TENGO UN PROBLEMA:
MIS AMIGOS
ME VAN
A FUSILAR!

Es curioso –o no tanto–, pero cuando un joven se plantea la


vocación, casi lo primero que piensa es en qué dirán sus amigos.
Y es que el posible rechazo que vaya a sufrir, si decide
entregarse a Dios, es el primer obstáculo de no poca
envergadura.
Nadie, menos cuando se es un adolescente, desea ver cómo
aquellos a los que quiere, le rechazan, le hacen el vacío... Y ese
es un pero grande para quien medita la posibilidad de entregar
su vida a Dios.
Es verdad que esto es más novelesco que otra cosa. Hoy en
día –la sociedad ha avanzado mucho– los jóvenes son más
respetuosos con las decisiones que toman sus amigos... también
con las equivocadas y con las que hacen un daño tremendo a la
propia conciencia...
Aun así, para el joven que se plantea su posible entrega a
Dios, le asaltan las dudas de pensar que si dice que sí, sus
amigos se reirán de él, le rechazarán, le darán la espalda, le
apartarán del grupo. Y ese es un tormento por el que no se está
dispuesto a pasar... De ahí que el decir no pueda surgir muy
pronto en tu cabeza, pero es un no –si fuera un sí, ocurriría lo
36
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

mismo– que no ha pasado por el dialogo con Dios; es solo fruto


del miedo, fruto de imaginarse que uno puede ser rechazado.
Convendrá entonces preguntarse: ¿Yo quiero contentar a Dios
o a mis amigos? ¿Es posible querer plantearse la vocación
queriendo contentarse a sí mismo o a otros, antes que a Dios?
¿Qué se puede esperar de alguien que actúa por miedo a lo que
piensen los demás? Por otro lado, conviene tener en cuenta lo
siguiente: ¿Qué pensarían mis amigos si saben que yo no quiero
entregarme a Dios por miedo a lo que digan ellos? Se ve
entonces claro que algo no encaja... y es que el cómo quedo, el
qué van a decir de mí, el no tener personalidad para tomar las
propias decisiones, es algo que humilla mucho a quien descubre
que se deja guiar por ello.
Es la hora de pedirle a Dios valentía, a saber ser uno mismo.
Y a tener muy en cuenta estas palabras del Papa Francisco: “En
la vida es difícil tomar decisiones, a menudo tendemos a
postergarlas, a dejar que otros decidan en nuestro lugar, con
frecuencia preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos,
seguir la moda del momento; a veces sabemos lo que debemos
hacer, pero no tenemos la valentía o nos parece demasiado
difícil porque significa ir a contracorriente”.
Por eso, de verdad, no pongamos a nuestros amigos como
excusa. No es cierto que si decides entregar tu vida a Dios te
vayan a fusilar, pero en todo caso ése nunca ha de ser el motivo
para no querer entregarse a Dios. Tus amigos lo serán de verdad
si saben compartir contigo tus alegrías y tus inquietudes, y si
están a tu lado y te respetan cuando has tomado decisiones
personales y libres. Por otro lado: ¡Cuántos jóvenes han sabido
despertar el deseo de Dios de sus amigos gracias a la
generosidad de haber entregado su vida!

37
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

“En la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos –nos


dice de nuevo el Papa Francisco– predican que lo importante es
disfrutar el momento, que no vale la pena comprometerse para
toda la vida, hacer opciones definitivas, ‘para siempre’, porque
no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que
sean revolucionarios, les pido que vayan a contracorriente; sí, en
esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional,
que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir
responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar
verdaderamente. Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido
por ustedes. Atrévanse a ir a contracorriente. Y atrévanse
también a ser felices”.
Precisamente será tu coherencia, el hacer lo que Dios te pida,
lo que despertará en algunos de ellos, el orgullo de tener un
amigo generoso, y en aquellos otros que se tomen a guasa tu
decisión de entrega –si es eso lo que Dios te pide–, quién sabe si
no contará con eso Dios para afianzar sus corazones, para
encontrar la esperanza de sus vidas a través de tu ejemplo y de
tu amistad sincera.

38
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡PREFIERO CASARME...
Y EL PAPA TAMBIÉN!

Toda persona joven que se plantea su vocación, antes o


después –suele primar el antes, sin duda– es asaltado con el
pensamiento de que él lo que desea es casarse, formar una
familia y educar cristianamente a los hijos que Dios le envíe.
Toda persona normal tiene ese deseo. Es una llamada de la
naturaleza humana a todo hombre y a toda mujer normalmente
constituida. El deseo de maternidad y de paternidad está dentro
de la forma de ser mujer y de la forma de ser varón.
Por eso, si se diera el caso de que alguien se planteara su
vocación sobrenatural y adujera para ello que no siente ningún
deseo de formar una familia y que ve el matrimonio como algo
que le genera rechazo, muy posiblemente nos encontraríamos
con un argumento indiscutible de que esa persona no tiene
vocación para el celibato. A este respecto, conviene señalar, que
el matrimonio es una auténtica vocación divina para aquellos a
los que Dios llama por ese camino.
Toda persona normal, de inicio, lo que desea es casarse, tener
hijos, compartir su vida con su media naranja. Todo hombre y
toda mujer han sido hechos para amar y ser amados. Enamorarse
y vivir enamorado es la única manera de ser feliz. No hay otro
camino... no puede haber otro camino humano y divino que nos
conduzca a la felicidad.

39
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

A muchos Dios los llama a través del matrimonio... auténtica


vocación divina. Ahí encontrarán su camino personal para llegar
a ser santos. Ahora bien, si todos los hombres tendemos a ello,
¿cómo saber si Dios me llama al matrimonio o me llama a ser
célibe?
Hay una primera respuesta muy sencilla: si descubres tu
vocación estando casado, es obvio que Dios desea que seas
santo a través del matrimonio. Ya hemos descartado, por la vía
de los hechos, una clave para saber qué es lo que Dios desea de
ti.
Por otro lado, si Dios te está pidiendo más –y eso uno lo
sabe– ahora que eres joven y tienes toda la vida por delante,
entonces eres un candidato firme para sentir la llamada total de
Dios. Dios pide el corazón completo a aquellos que puedan
darlo. Les da las condiciones para ello, los llama,
ordinariamente, cuando son jóvenes, y les facilita todos los
medios para poder responder que sí.
Como decía San Josemaría Escrivá: “Por otra parte, no podéis
desconocer que sólo entre los que comprenden y valoran en toda
su profundidad cuanto acabamos de considerar acerca del amor
humano, puede surgir esa otra comprensión inefable de la que
hablará Jesús (Cfr. Mt 19, 11), que es un puro don de Dios y que
impulsa a entregar el cuerpo y el alma al Señor, a ofrecerle el
corazón indiviso, sin la mediación del amor terreno”.
Querer casarse es, precisamente, una condición inequívoca de
que Dios puede estar llamándote a una entrega total. No
podemos olvidar que en eso consiste precisamente la palabra
entrega... en darle a Dios ese deseo noble pero por un motivo
divino, no por sentir rechazo o por no quererlo. ¡Toda persona
que ha entregado su vida entera a Dios ha tenido el deseo de

40
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

formar una familia... tú –si Dios te lo pidiera–, y el mismo Papa!


Ahí radica, por tanto, la generosidad de darle toda tu vida entera
a Dios. Y le doy eso que me cuesta por amor a Él, para amarle
con un corazón indiviso, no repartido con otra criatura, y con el
deseo de amarle con locura, enteramente, todo para Él.
Y no creas, entonces, que estás condenado a ser un
desgraciado. No es más fácil ni más difícil la vocación de
hombre casado, de mujer casada o de hombre o mujer célibe. Da
exactamente igual. Lo importante es que hagamos lo que Dios
nos pida. Eso –y solo eso– será lo que nos hará auténticamente
felices. Además, entregarse a Dios por completo no elimina ese
fin que tiene toda mujer y todo hombre de traer la vida a otros.
Mira lo que dice el Papa Francisco refiriéndose en este caso a
los sacerdotes:
“El deseo de paternidad está inscrito en las fibras más
profundas del hombre, Y un sacerdote no es una excepción.
Cuando un hombre no tiene este deseo, algo falta en este
hombre. Algo no va. Todos nosotros, para ser, para llegar a ser
plenos, para ser maduros, debemos sentir la alegría de la
paternidad, también nosotros que somos célibes. La paternidad
es dar vida a los demás, dar vida, dar vida... Para nosotros será
la paternidad pastoral, la paternidad espiritual: pero es dar vida,
llegar a ser padres. Y esta es una gracia que, nosotros los
sacerdotes, debemos pedir: ser padres, ser padres. La gracia de
la paternidad, de la paternidad pastoral, de la paternidad
espiritual. Pecados tenemos tantos, pero esto es de común
‘sanctorum’: todos tenemos pecados. Pero no tener hijos, no
llegar a ser padre, es como si la vida no llegase a su fin: se
detiene a mitad de camino. Y, por tanto, debemos ser padres.
Pero es una gracia que el Señor da. La gente nos dice: ‘Padre,

41
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

padre, padre...’. Nos quiere así, padres, con la gracia de la


paternidad pastoral”.
Dios es capaz de colmar completamente el corazón humano...
completamente, del todo y para siempre. Por eso, al plantearte tu
vocación, piensa con honradez si Dios te está pidiendo el
corazón por completo. Y una señal de ello es que te esté
llamando ahora que eres joven y puedes dárselo. Quítate esos
miedos interiores y no dudes de que Dios es el mejor de los
pagadores... Si sientes ese temor a dárselo, ese miedo –que es
muy humano– tal vez te estés encontrando con ese deseo de
Dios del “ven y sígueme”. En eso consiste la entrega... en darle
a Dios algo grande, algo que cuesta por amor a Él. Y no dudes
de que Dios jamás defrauda... ¡jamás!

42
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡A MIS PADRES
LES VA A DAR
UN PATATÚS!

“En la raíz de toda vocación no se da una iniciativa humana o


personal con sus inevitables limitaciones, sino una misteriosa
iniciativa de Dios. Desde la eternidad, desde que comenzamos a
existir en los designios del Creador y Él nos quiso criaturas,
también nos quiso llamados, preparándonos con dones y
condiciones para la respuesta personal a la llamada de Dios”.
Estas palabras de Juan Pablo II nos sirven para reafirmar esa
idea muy meditada de que la vocación es de Dios, no nuestra, no
del hombre... sino de Dios. Es Él quien llama y es a Él a quien
debemos de responder. La vocación no surge por una iniciativa
personal... es querer de Dios. Nosotros podemos responder
afirmativa o negativamente, pero siempre es Dios quien tiene la
iniciativa de llamarnos desde toda la eternidad.
Esto lo recalco porque es también muy frecuente que una
persona joven, piense antes o después qué les parecerá a sus
padres su posible decisión de entregarse a Dios. Y ante el
posible rechazo que esa decisión puede crear entre los suyos,
puede existir la tentación de decirle que no a Dios –o de no
querer entrar a fondo a descubrir su vocación– por el lógico
temor que supone verse enfrentado a sus padres. ¡Sólo pensar
que mis padres pueden estar en contra y tener follón en casa, ya

43
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

me echa para atrás... y es que si mis padres supieran que me


estoy planteando entregar mi vida a Dios les va a dar un patatús!
Ha habido muchos santos que han tenido que enfrentarse a
duras incomprensiones de su familia. Pero no es un plato del
gusto de nadie ver a tus padres en contra cuando uno se plantea
con generosidad entregar la vida completamente a Dios. ¿Qué
hacer entonces?
Lo primero es saber que tus padres no son ni el problema ni el
enemigo a quien has de combatir. A este respecto, el fundador
del Opus Dei decía que el 90% de la vocación se la debemos a
nuestros padres. Y es que nadie –ordinariamente– es capaz de
llegar a ese planteamiento de entrega si antes no ha recibido una
ayuda en la familia. Ha sido el buen ejemplo de tus padres, su
generosidad en tu educación, el que ha hecho permitido que tú
ahora te estés planteando tu vocación. Y eso también en el caso
de que pienses que tus padres reaccionarán negativamente a tu
deseo de entregarte a Dios.
Pero también has de saber que la vocación ni la dan ni las
quitan los padres... ni los curas, ni las monjas, ni los guardias
civiles, ni los ministros, ni siquiera los Papas. La vocación la da
Dios... y solo Dios. Por eso, sería absurdo pensar que tengo
vocación de cura porque a mi madre le hace ilusión tener un hijo
sacerdote... también sería absurdo pensar que no la tengo porque
a mis padres no les gusta la idea. Si es de Dios, es de Dios.
Otra cosa bien distinta es que siempre es muy aconsejable
escuchar a tus padres, preguntarles su parecer. Pueden ponerte
sus pegas... están en su derecho de mirar las cosas de tejas para
abajo, de poner sus peros, de echarte en cara tus muchas
incoherencias entre ese deseo tuyo de entregarte y la vida real
que ellos ven en casa... Pero, en todo caso, es a Dios a quien
habrás de responder.
44
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Y tus padres –así ha ocurrido en infinidad de casos– se


convencerán de que tu intención es recta si ven que luchas de
verdad, si te ven que perseveras en tu deseo, que no es una
ilusión de un buen día, que no es una emocionada del
momento... No son malas esas pegas que te puedan poner tus
padres... Lo malo sería que tú te echaras atrás al primer viento
que sopla en contra.
Tus padres lo único que quieren de ti es que seas feliz... y
lógicamente tienen miedo a que te equivoques y piensan –
seguramente– que la entrega total a Dios es un camino duro, en
el que hay que estar preparado... y a ti te conocen desde que
naciste, y saben de tus flaquezas y tus puntos débiles... Por eso
les puede entrar el miedo –también el lógico pesar al ver que su
hijo, está creciendo y antes o después se marchará de casa y
volará del nido–... pero lo único que les acabará convenciendo
es que te vean feliz, luchando de verdad por conseguir aquello
que deseas... Y esas pegas iniciales, con el tiempo, verás que
también son de Dios porque han fortalecido tu decisión y han
hecho a tus padres más generosos. Así que ánimo, no te
acobardes... sé fuerte, sé decidido y no pongas a tus padres como
excusa para alejar esa decisión que sabes que Dios te está
pidiendo.

45
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡ESTOY DE ACUERDO...
¡ENTREGARSE
A DIOS
ES DE LOCOS!

Una vez hemos tratado el tema de los amigos, del deseo que
tenemos todos de casarnos y del posible rechazo de tus padres a
tu decisión de entrega total a Dios, toca ahora coger un poco de
aire y ver las cosas con un poco más de perspectiva
sobrenatural. Y es que bien puede ocurrirnos que cuando nos
planteamos la vocación, no paramos de ver pros y contras y
acabamos “humanizando” las cosas de Dios... y no conviene
olvidar que el que ha de estar en el centro de nuestros
pensamientos y en el centro de nuestro corazón no es nuestro yo
–sus gustos y sus apetencias– sino Dios. Él y tú sois los únicos
protagonistas de esta aventura divina por descubrir tu vocación.
Y es que no me niegues que todos, en el fondo del alma,
tenemos esa idea prefijada de que, tal y como anda el mundo de
hoy, entregarse a Dios es de locos. Parece un absurdo
monumental, aunque no queramos decirlo en voz alta. Y es que
todos los mensajes que nos grita la calle dicen lo contrario a una
posible entrega completa a Dios. Y eso cala en nuestra alma y
nos hace estar precavidos ante Dios... y nos volvemos muy
humanos a la hora de querer ver nuestra vocación, y nos
llenamos de excusas y de noes por el simple motivo de no

46
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

querer parecer “raros” ante los demás, y de pensar que nos


vamos a perder lo mejor... y es que el pensamiento de que Dios
vale la pena pero no es para tanto... puede haber anidado en
nuestra alma. Y así, amigo mío, has iniciado el camino más
rápido para contaminar el descubrimiento de tu vocación... No te
equivoques: ¡Dios no es el problema, es la solución!
Y es que es verdad... yo estoy de acuerdo contigo.
Humanamente hablando, con los ojos únicamente de lo que este
mundo considera bueno y malo... ¡entregarse a Dios es de locos!
Pero recuerda también que aunque ese sea el deseo generalizado
de muchos, no por ello Dios deja de ser Dios y tú dejas de ser tú.
La entrega no es la suma de la opinión de la mayoría. Es un
designio amoroso de Dios por ti. Y es a ti a quien le toca
responder afirmativa o negativamente.
Tienes que enfrentarse a ti mismo. No te excuses en los otros
o en tus motivos humanos para alejar tu respuesta a la invitación
de Dios. “La fuga de Dios. Se puede huir de Dios –nos dice el
Papa Francisco–, aun siendo cristiano, siendo católico, siendo de
la Acción Católica, siendo sacerdote, obispo, Papa... todos,
¡todos pueden huir de Dios! Es una tentación diaria. No
escuchar a Dios, no escuchar su voz, no sentir en el corazón su
propuesta, su invitación. Se puede escapar directamente. Hay
otras formar de huir de Dios, un poco más educadas, un poco
más sofisticadas, ¿no? (...) Me pregunto, a mí, y pregunto a
ustedes: ¿nos dejamos escribir la vida, nuestra vida, por Dios o
queremos escribirla nosotros? Y esto nos habla de la docilidad:
¿somos dóciles a la Palabra de Dios? “Sí, ¡yo quiero ser dócil!”.
Pero tú, ¿tienes la capacidad de escucharla, de oírla? ¿Tienes la
capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada
día, o son tus ideas las que te mantienen, y no dejas que la
sorpresa del Señor te hable?”.

47
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Y para que Dios pueda hablarnos y nosotros podamos


responderle, es necesario que te pongas del lado de Dios, que
veas las cosas como las ve Dios, que sea Él quien te importe, a
quien desees escuchar. Si estás más pendiente de escuchar a los
motivos del mundo, a los argumentos de tu egoísmo, a las
razones que te ofrecen tu pereza y tu comodidad, entonces, al
menos, ten la valentía de no engañarte. Dite con sinceridad que a
ti te importa más tu yo y la opinión de los demás que Dios. Es
duro escuchar esto, pero en toda vocación es imprescindible la
honradez con Dios y con uno mismo. No pretendas engañarte y
no pretendas incluso querer engañar a Dios. Es más honrado y
más noble reconocer las propias limitaciones y las propias
miserias. Nadie te dijo, al plantearte la vocación, que este era un
camino fácil... Todo proceso en el descubrimiento de la llamada
de Dios –ordinariamente– supone sufrimiento porque supone
honradez. Es más cómodo despachar el tema educadamente,
como dice el Papa al hablar de la huida de Dios, pero eso no
curará la herida dejada en nuestro corazón que supone el
alejamiento de Dios. Por eso, de verdad, atrévete a enfrentarte a
ti mismo, a tus miedos, a tus dudas. Pon a Dios en el frente de tu
decisión. Mírale cara a cara. No huyas y déjate asombrar por las
“sorpresas de Dios”.
Bien te pueden ayudar a ello estas palabras del Papa
Francisco: “Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros
esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de
mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y
sígueme. Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo
de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está
pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me
cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades
intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida?


¿Cómo le respondo?”.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡ME SIENTO
PRESIONADO!

Llegados a este punto no te extrañes si te surge la inquietud


de pensar que hay algunos que se han puesto muy pesadicos con
esto de la vocación. Y es que cuando nos hablan sin parar, un
día y otro, sin que parezca que esto vaya a tener fin, pensar que
nos presionan es lo más lógico del mundo. La escena de ver a un
señor de negro que se te acerca y te dice: “oye, ¿podemos hablar
un momento?”, no es que te dé pánico, es que da terror... ¿Pero
este señor no se va a cansar nunca de hablarme siempre de lo
mismo?, piensas tú con cierta desesperación.
Algo de razón puedes tener, pero tampoco seas injusto... Esas
personas que te ayudan pueden tener sus días buenos y sus días
que les duela la muela a rabiar, pero esto de la vocación no es un
problema de darte mucho la chapa y de hablar contigo cada diez
minutos. Lo que pasa es que cuando un tema no nos gusta y van
y nos lo recuerdan, nos parece que no nos dejan respirar y nos
quejamos por dentro y por fuera con la bendita expresión de que
me siento presionado... Pero si somos un poco más sinceros con
nosotros mismos, tendremos que reconocer que usamos de esta
expresión como un arma eficacísima para lograr que nos dejen
en paz, y no nos recuerden lo que no queremos que nos
recuerden... Toca volver a entender que la vocación es una cosa
entre Dios y tú. Puedes huir lo que quieras y hacerte una nave
espacial para irte a Marte, pero el problema ni mucho menos se

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

arregla dejando pasar el tiempo o pasando de los que te pueden


ayudar.
Te pongo unas palabras del Papa Juan Pablo II para que las
medites despacio...: “La dirección espiritual ayuda a superar el
peligro de la arbitrariedad a la hora de conocer y decidir la
propia vocación a la luz de Dios”. Es verdad que este texto del
Papa no ayuda nada a tu teoría de la conspiración y el presunto
pressing de ese amigo que te habla de vocación, pero es posible
que el problema esté más en ti mismo... ¿o no?
Todos –o casi todos– hemos tenido un momento en nuestra
vida que hubiéramos pagado un viaje –solo de ida y al país más
lejano– a ese amigo nuestro que no ceja en su empeño de
hablarnos de vocación... pero son esos amigos los que pueden
llamarse de verdad amigos. ¿Tú has pensado por qué esa
persona pretende ayudarte tanto? ¿Piensas que le dan comisión
por lograr que haya gente que se entregue a Dios? ¿Has probado
a decirle con lealtad que prefieres hablar menos veces pero que
mil gracias por estar ayudándote? ¿De verdad alguna vez –
aunque sea sólo una–, le has dado las gracias convencido de
ello?
Prueba a cambiar la perspectiva del asunto... Sabiendo que
eso de la presión es un absurdo tremendo –nadie dura en una
institución ni diez minutos presionando a otro para que le diga a
Dios que sí en su vocación–, plantéate tener “autopresión”. Es
decir, sé tú el que quiera de verdad entrar a este tema, el que
ponga los medios de rezar como Dios manda –nunca mejor
dicho– para saber qué quiere Él de ti, el que le hable a Dios con
franqueza –de tú a Tú, de corazón a corazón– de qué hacer con
tu vida... y quítate entonces esa careta artificial de ir como al
matadero cada vez que te preguntan por este asunto. Coge tú las
riendas de tu propia decisión... que ya va siendo hora. Y siéntete

51
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

muy libre –¡libérrimo!– que así te quiere Dios y todas las


personas que pretenden ayudarte.
Y un último consejo. Agradece la inmensa ayuda que recibes.
Tienes a alguien a tu lado –un buen amigo, un sacerdote– que
rezan a diario por ti, que quieren lo mejor para ti y que estarían
dispuestos a matar por defender tu libertad... Por eso, a veces, te
hablan duro y con franqueza, pero mirándote a la cara, con
cariño, sin la cobardía de esconderse tras la imagen de alguien a
quien en el fondo no le importas. Y toda esa gran ayuda que
recibes, procura devolverla con el deseo de dejarte ayudar,
hablando con confianza, transmitiendo tus dudas, tus miedos, tus
incertidumbres... pero siempre con el deseo de dejarse aconsejar.
Verás, entonces, qué gran diferencia. Dejarás de lado esa niñada
inmadura del me siento presionado, y entrarás de frente, con
valentía y decisión, a tratar a Dios con esa misma confianza.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡TENGO LA SOLUCIÓN:
DEJAR PASAR EL TIEMPO
Y NO DECIDIRSE NUNCA!

Decidirse a entregar la vida a Dios es un asunto que no


conviene tomar a la ligera... Hay que pensarlo bien y, sobre
todo, hay que rezarlo muy bien.
Hasta aquí todos de acuerdo. De todas formas, hay formas
muy sutiles para escabullirse de tener que tomar una decisión
con respecto a mi vocación. Muchas veces el miedo y el no
querer nos lleva a adoptar posiciones de autodefensa un tanto
ridículas... pero en apariencia muy eficaces.
La primera de ellas consiste en dejar pasar el tiempo... A
nadie le gusta tomar una decisión que no quiere tomar... Por eso,
si en el fondo no queremos entregar nuestra vida a Dios o bien
estamos confundidos o bloqueados con el tema, optamos por
intentar olvidarnos del asunto, dejar correr el reloj, hacer que los
días y las semanas –y los meses– avancen con el fin de alejar el
problema de nosotros...
Algunas veces, no te lo niego, lo más prudente será dejar
pasar un poco de tiempo, coger perspectiva, rezarlo mejor,
meditar las cosas con calma y sin sobresaltos, pero hemos de
tener cuidado con no convertir la prudencia en cobardía...
Si has visto que el Señor te lo pide, no te resistas, sé generoso
y verás la diferencia, y si todavía andas con dudas, con días en
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

que parece que sí y con días en que parece que no... entonces es
la hora de pararte delante del Señor, de decirle que te ayude, de
luchar para que no sea tu tibieza, tu cobardía, o los mil consejos
del hombre viejo los que te lleven a adoptar la postura de estarse
quieto, sin moverse, sin salirse de la foto... como esperando a
que se te olvide el tema de la vocación (como si tuvieras el
deseo de padecer alzhéimer en el alma). Es entonces la hora de
responder a ese grito de amor que se hacía San Josemaría
Escrivá: “¿Por qué no te entregas a Dios de una vez..., de
verdad... ¡ahora!?”.
Hay otra táctica del alma tibia que es la de no decidirse
nunca. Hay personas que temen –no sin cierta lógica
sobrenatural– decirle a Dios que no directamente, y optan
entonces por no decirle nada, ni sí, ni no. Y piensan que así
pueden quedarse tranquilas. ¿Has pensado alguna vez que no
decirle nada a Dios, que no responder a su invitación es lo
mismo que decirle que no... pero de manera educada? No te
engañes: no responder es decir que no, no mojarse es decir que
no, no decir sí es decir no. Suena fuerte y un poco atrevido, pero
en las cosas de Dios intentar mentirse es poco eficaz.
¿Y dónde radica el problema de fondo? En casi lo de
siempre... en perder ese tono sobrenatural que han de guiar todas
tus conversaciones con Dios. Cuando un alma se sitúa en el
verdadero contexto de mirar las cosas como las ve Dios,
entonces desaparecen todas las excusas, todos los peros, todas
las visiones humanas... Caray, que es Dios con quien estás
tratando... No intentes esconderte en actitudes mundanas, en
cálculos humanos, en tácticas de camuflaje. Sé valiente, sé
generoso... y sobre todo sé muy honrado con tu propia
conciencia.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Si piensas que Dios te llama, entonces es la hora de tomar tu


decisión. No te escondas, por favor, en la coraza de dejar pasar
el tiempo para ver si amaina la tormenta, o en no tomar ninguna
decisión pensando que así no te comprometes con nada. Tenerle
miedo a tomar decisiones definitivas es la peor lacra que puedes
heredar de una sociedad que huye de ejercer su libertad.
“¡Qué difícil –nos recuerda el Papa Francisco– es tomar
decisiones definitivas en nuestros días! Nos seduce lo pasajero.
Somos víctimas de una tendencia que nos lleva a la
provisionalidad... como si quisiésemos seguir siendo
adolescentes. Es de alguna manera la fascinación del
permanecer adolescentes, y esto: ¡para toda la vida! ¡No
tengamos miedo a los compromisos definitivos, a los
compromisos que implican y exigen toda la vida! ¡Así la vida
será fecunda! Y esto es libertad: tener el valor de tomar estas
decisiones con magnanimidad”.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

YO LO ÚNICO QUE
QUIERO
ES QUITARME ESTE
TEMA
DE LA CABEZA

“Si no me queda más remedio, estoy dispuesto a entregarme a


Dios, pero a mí lo que me gustaría es quitarme este tema de la
cabeza”. Se llama Juan y su frase fue así de franca. pronunciada
en una tarde de otoño, se me quedó grabada para siempre. Me
pareció la constatación de un fracaso personal de lo que ha de
ser la amistad con Jesucristo. Estaba claro que este chico no
quería, no estaba dispuesto a colaborar con Dios a que esa
vocación saliera a la luz, no se veía obligado a decirle a Dios
que sí... Este chico acabó diciéndome esa frase tan manoseada:
“Si estuviese totalmente seguro de que tengo vocación, entonces
–tal vez– le diría a Dios que sí”. Y es que era imposible tener
seguridad si en el fondo no se quiere. La seguridad la da el
querer. Uno está seguro cuando libremente quiere servir a Dios
de ese modo. Por el contrario, cuando uno no quiere –y Juan no
quería– siempre es arriesgado darse.
Dios nunca entra a este juego de las seguridades. Dios pide
fe, pide querer, pide ser libre. Juan nunca vio su vocación
porque no quería... solo quería quitarse ese tema de la cabeza.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Cuando uno no quiere la vocación nunca se encuentra. La


libertad es la única llave que abre la puerta de la entrega a Dios.
Uno, quiera o no, es un ser libre, que toma decisiones que le
favorecen o que le perjudican. Y esa libertad puede usarse para
la generosidad o para el egoísmo.
¿Cuándo usamos la libertad para la generosidad? Cuando uno
va dejando que sea Dios quien guíe su vida. Cuando dice de
veras aquella súplica de la Virgen que repetimos cada día en el
Ángelus: “Vaya haciéndose en mí según Tu voluntad”... ¿Y
cuándo usamos la libertad para el egoísmo? Pues cuando huimos
de Dios, cuando abandonamos la oración, cuando ponemos el yo
por delante de Dios.
Por eso querer quitarse el tema de la cabeza puede parecerte
una solución buena a corto plazo, pero esa es la peor solución de
todas. La vocación es llamada de Dios, no gusto personal, no
empeño de otra persona, no es una invención humana... es
invitación de Dios, elección de Dios.
Algo parecido a lo que te puede ocurre a ti, le pasó a
Benedicto XVI el día que fue elegido Papa. Te dejo que él te lo
cuente: «Quiero deciros algo del cónclave, sin violar el secreto.
Nunca pensé en ser elegido Papa, ni hice nada para que así
fuese. Cuando, lentamente, el desarrollo de las votaciones me
permitió comprender que, por decirlo así, la ‘guillotina’ caería
sobre mí, me quedé desconcertado. Creía que había realizado ya
la obra de toda una vida y que podía esperar terminar
tranquilamente mis días. Con profunda convicción dije al Señor:
¡no me hagas esto! Tienes personas más jóvenes y mejores, que
pueden afrontar esta gran tarea con un entusiasmo y una fuerza
totalmente diferentes. Pero me impactó mucho una breve nota
que me escribió un hermano del Colegio Cardenalicio. Me
recordaba que durante la Misa por Juan Pablo II yo había
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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

centrado la homilía en la palabra del Evangelio que el Señor


dirigió a Pedro a orillas del lago de Genesaret: ¡Sígueme! Yo
había explicado cómo Karol Wojtyla había recibido siempre de
nuevo esta llamada del Señor y continuamente había debido
renunciar a muchas cosas, limitándose a decir: sí, te sigo,
aunque me lleves a donde no quisiera. Ese hermano cardenal me
escribía en su nota: “Si el Señor te dijera ahora ‘sígueme’,
acuérdate de lo que predicaste. No lo rechaces. Sé obediente,
como describiste al gran Papa, que ha vuelto a la casa del
Padre”. Esto me llegó al corazón. Los caminos del Señor no son
cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad,
sino para cosas grandes, para el bien».
Algo similar puede ocurrirnos a nosotros... ese grito dicho al
Señor de ¡no me hagas esto! puede también resonar en nuestra
cabeza. Y es que es muy lógico que la primera reacción ante la
entrega sea la del rechazo y la del deseo de quitarse esa idea de
la cabeza... pero luego hemos de procurar ir al Señor con
confianza y con generosidad y decirle –como este gran Papa–
que aquí nos tiene para lo que nos necesite. Ser generosos con
Dios es, desde luego, la mayor felicidad de todas.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

LAS MATEMÁTICAS
NO TE SERVIRÁN
PARA SABER LO
QUE DIOS QUIERE DE TI

Lo sabemos por activa y por pasiva, pero no queremos


creérnoslo... Nos han dicho mil veces que la vocación no es una
suma de pros y de contras, que aquí las matemáticas no sirven
para nada, que con Dios no sirven los cálculos humanos, valorar
qué dejo y qué cojo, que la entrega es entrega o si no no es
nada... pero nosotros, erre que erre, nos empeñamos en buscar
sumas y restas que nos permitan tomar esa decisión. Pero es que
cuando con Dios olvidamos el sumando del amor, del
corresponder por puro cariño a su amor por nosotros, entramos
en un bloqueo mental de inesperadas consecuencias.
Si quieres saber lo que quiere Dios de ti, solo te servirán dos
elementos: tu generosidad y tu libertad... No hay más, no
busques más, no te atormentes más. La vocación es cuestión de
amor, no de obligatoriedades, de pros y de contras, de sumas y
restas. A Dios solo se le encuentra dentro de un corazón
enamorado, y ya sabes que siempre se ha dicho que, en la
asignatura del amor, las únicas notas posibles son el
sobresaliente o el suspenso.
Cómo retumba en los oídos aquel grito de Juan Pablo II
dirigido a la multitud: “¡Ánimo, jóvenes! ¡Cristo os llama y el

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

mundo os espera! Recordad que el Reino de Dios necesita


vuestra generosa y total entrega. No seáis como el joven rico,
que invitado por Cristo, no supo decidirse y permaneció con sus
bienes y con su tristeza, él, que había sido preguntado con una
mirada de amor. Sed como aquellos pescadores que llamados
por Jesús, dejaron todo inmediatamente y llegaron a ser
pescadores de hombres. Sentid la grandeza de esta misión,
dejaos arrastrar del todo por el torbellino en cuyo centro actúa
Dios mismo, tened plena conciencia de realizar una misión
insustituible. No permitáis que la insidia de la duda, del
cansancio o de la desilusión empañe el frescor de la entrega”.
La llamada de Dios es muy diferente a la llamada de los
hombres. Cuando nos habla otro ser humano, pero no es Dios
quien habla, eso solo nos afecta por fuera. Alguien puede
plantearme la vocación diciéndome palabras muy bonitas y
encendidas. Lo que dice puedo oírlo, puede gustarme o no,
puede repelerme, ayudarme, informar, cansar, agotar o lo que
sea, pero nunca podrá inquietarme interiormente, ni producirme
terror o miedo. Pero cuando es Dios quien nos habla por dentro,
por medio de otro o en nuestra propia alma de manera directa,
entonces sus palabras aquietan, despiertan temor, adhesión,
alegría, miedo, inquietud. No nos dejan indiferentes. Cuando es
Dios quien toca por dentro es difícil quitarse el tema de la
cabeza ¡Estoy tocado!
Y las matemáticas –ese lenguaje humano que me lleva a ver
la vocación como una suma de pros y contras, de ventajas y
desventajas– no cala por dentro, no toca, no genera ni miedo, ni
inquietud, ni rechazo, ni adhesión... Sólo es Dios, cuando nos
habla a nosotros en nuestro interior, quien es capaz de generar
los sentimientos rectos que conducen a descubrir la vocación.
Dios es siempre fiable.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Por eso, si quieres saber lo que Dios quiere de ti, no uses la


calculadora... usa el lenguaje del corazón, el lenguaje de la
oración, el lenguaje de la generosidad. Y si entonces descubres
que estás tocado, que ese tema te afecta, que no logras quitarte
el asunto de la cabeza, que esto ya no es una ocurrencia pasajera
sino que van pasando los días y sigues dándole vueltas a tu
vocación, entonces ten por seguro que así es como habla Dios.
Y si quieres tomar la decisión acertada –déjame que te lo
recuerde con machaconería– abandona entonces esa actitud
egoísta de ver si te conviene o no, si te gusta o no, si te
compensa o no. Abandona las matemáticas y usa el único
lenguaje válido con Dios: el del amor, el de la generosidad, el de
la respuesta valiente que sabe ponerle a Él por encima de tus
miedos, de tu egoísmo calculador, de qué pensarán de mí, de
cómo reaccionarán mis amigos, y de tantas otras cosas que
pueden parecer importantes, pero no lo son. Aquí lo único
importante sois Dios y tú, Dios y tu felicidad, Dios y tu amistad
con Él. Lo demás es matemática barata que no conduce a nada...
¡y eso tú lo sabes muy bien!

61
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

DIOS NO QUIERE
LO PEOR
PARA TI

Parece obvio, pero...


Y es que ver la vocación como una especie de maldición
divina es una tentación diabólica que ha calado muy a fondo en
la sociedad de hoy.
Muchas personas piensan –desgraciadamente– que darle a
Dios la vida por completo es un desperdicio de vida. ¿Cuántas
chicas han tenido que sufrir el escarnio de escuchar que
encerrarse en un convento es tirar por la borda todo lo que la
vida puede ofrecerle?
¿Cuántos creen que Dios no es capaz de hacer completamente
feliz a una persona? ¿Cuántos creen que sin un amor humano al
lado –sin casarse– no se puede encontrar de verdad la felicidad?
¿Cuántos chicos y chicas han tenido que oír de sus padres –o
de sus mejores amigos– que entregarse a Dios es una comida de
tarro, que eso es una ilusión pasajera, que no vale la pena
dársela a alguien a quien no se ve?
¿Y cuántos más todavía han sido invitados a alejarse de ese
Dios –al que querían darse– para que probaran otras cosas, para
que supieran más de la vida, para que no dejaran de lado tantas
cosas a las que deberían renunciar si le diesen un sí a Dios?

62
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Hemos convertido a Dios en el culpable de nuestros males... y


además le echamos en cara que busque gente, que dé
vocaciones, que les pida a algunos que entreguen su vida... y es
ese Dios que nos quiere con locura, que se le cae la baba con
nosotros, el que espera pacientemente nuestro amor. Se da a
cambio de nada (o a cambio, muchas veces, de nuestro
desprecio y de nuestra altanería), se ofrece gratuitamente, se
deja vilipendiar y se deja, incluso, muchas veces insultar... pero
Él nunca cambiará. Nos quiere y punto... y siempre quiere para
sus hijos lo mejor, siempre quiere que sean felices.
Por eso, por favor, desecha esa idea malévola de que la
vocación es una maldad de Dios con las criaturas. Dirás que
nunca lo has pensado así, que tú no eres de esos, que tú a Dios le
tienes más respeto... Y es verdad, pero también lo es que esa
manera tuya de asimilar vocación a jugada sucia, a cosa
rechazable, a realidad de la que conviene huir... no se aleja
mucho de esos planteamientos mundanos que ven a Dios como
alguien que quiere lo peor para ti.
Y es que es la hora de decir fuerte y claro que Dios es Dios y
yo soy yo..., que nosotros somos solo criaturas pecadoras que
quieren con demasiada frecuencia el pecado, el rechazo de Dios,
el egoísmo personal, el abandono por darse a los demás. Que lo
único cierto es que tú y yo sí que valemos poco, que sí que
somos miserables y poca cosa... Y por eso, verse llamado por
Dios es siempre un orgullo, no una maldición. Él nos conoce
perfectamente, conoce nuestros pensamientos más íntimos,
nuestros pecados más inconfesables, nuestros deseos de maldad
y de soberbia, y de lujuria, y de pereza y de toda la retahíla de
miserias que arrastramos..., y aún así, Él decide llamarnos, por
puro amor, sin que nadie nunca jamás lo merezca. Y ante todo

63
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

ello solo puede surgir el agradecimiento, no ese pensamiento


camuflado de que la vocación es una mala jugada de Dios.
No hay impedimento mayor para poder ver y querer seguir la
propia vocación que el hecho de desecharla de inicio, que el
hecho de verla como un conjunto de negaciones y renuncias.
Lucha contra esa primera reacción de los hombres de ver la
entrega a Dios como una limitación de la propia libertad, como
una condena que te impedirá ser feliz porque, sencillamente, no
es así, no es cierto.
Jamás verás a una mujer o a un hombre entregado de verdad
que no sea completamente feliz. Sólo Dios es capaz de colmar
cualquier corazón humano. Y ante esta sociedad enferma de
auténtica alegría, enferma de esperanza, enferma de ideales
grandes que sean capaces de llenar por dentro..., ofrece entonces
tu ejemplo de alma que procura amar al Señor, de alma que
procura hacer lo que Dios le pida. Y será ese deseo tuyo –
sincero, auténtico, completo– el que te convencerá de que
siempre Dios, lo único que quiere, es que seas feliz, pero no con
esa felicidad de cartón-piedra que ofrece muchas veces este
mundo, sino con la felicidad del que sabe que haciendo siempre
lo que Dios quiere, será de verdad un hombre y una mujer sin
miedos, sin complejos, con el corazón rebosante de alegría, sin
que falten nunca los sufrimientos y los sacrificios.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

DECIRLE A DIOS
QUE SÍ
MARCA MUCHO

“Soy hijo de una familia normal, burguesa, de Madrid. Mi


padre era abogado. Una familia acomodada y católica. Al ir a la
universidad, entré en crisis con mi familia y conmigo mismo,
sobre todo por el ambiente en la facultad de Bellas Artes, que
era completamente ateo. En seguida me di cuenta de que la
formación que yo había recibido no me servía de nada para
responder a los problemas de todo tipo que tenía (afectivo,
psicológico, de identidad). Me preguntaba: ¿quién soy yo?, ¿por
qué existe la injusticia en el mundo?, ¿por qué las guerras?, etc.
Me fui alejando de la Iglesia hasta dejarla totalmente. Había
entrado en una profunda crisis buscando el sentido de mi vida.
Caí en una existencia sin Dios. Me escandalizaba
profundamente la indiferencia de mucha gente. Todas las
personas de mi alrededor eran personas que iban a misa, pero en
definitiva su vida no era profundamente cristiana... En mi
familia, mi madre iba a misa todos los días, y mi padre era
católico. Pero el dios de mi casa era el dinero. La mayoría de las
conversaciones en mi casa eran sobre el dinero.
No estaba Dios en el centro de mi familia ni en el centro de la
mentalidad que se tenía en mi casa. La religión era un aspecto
más, una especie de barniz cultural, que al menos a mí no me
convencía. Tal vez porque era pintor, artista, y tenía una

65
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

profunda sensibilidad y un absoluto deseo de coherencia, de


verdad. No aceptaba ser un burgués como mis padres, no quería
vivir una vida así. Recuerdo que, con quince años, iba a misa el
domingo y me quedaba al fondo de la iglesia con mis amigos, de
pie. La Iglesia estaba llena e íbamos a aquella misa porque no
había homilía y era más breve... Esperábamos a que terminase
para poder largarnos.
Yo me daba cuenta de que aquella no era una manera de
practicar. Una cosa tenía clara: no podía engañarme a mí mismo.
No podía ser un cretino, un estúpido: o creía seriamente en Dios
o, si no creía, era mejor dejarlo... y así es como lo dejé todo.
Entonces intenté ser coherente con un tipo de existencialismo:
con el absurdo total de la existencia humana. Y comencé a sufrir
mucho porque ante mí todo el mundo se convertía en ceniza: se
convertía en ceniza mi existencia, se convertía en ceniza todo.
No tenía interés por nada, ni siquiera por pintar. Y tuve la
fortuna, o si queréis la desgracia, de ganar un Premio Nacional
de pintura muy importante en España. Entonces salí en
televisión, en los periódicos, me había abierto camino
profesionalmente, y esto ya fue la “última gota”, porque veía
que aquello no daba ningún sentido a mi vida.
Había muerto interiormente y sabía que mi fin seguramente
sería el suicidio, antes o después. Y, de hecho, estaba
literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir
cuando yo no era capaz de vivir. La gente se ilusionaba por el
fútbol, por el cine... A mí no me decían nada. El fútbol no me
gustaba, y el cine me parecía estúpido. Vivir cada día
significaba todo un sufrimiento. Cada día lo mismo: ¿para qué
levantarme?, ¿quién soy yo?, ¿para qué ganar dinero?, ¿para qué
casarme? Y así todo ante mí carecía de sentido... Recuerdo que
sentía como si el cielo estuviese hecho de cemento, y yo me

66
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

encontrase bajo una gran cloaca. Tenía esa imagen... El cielo,


totalmente cerrado ante mí...
Preguntaba a la gente a mí alrededor: “Perdona un momento,
¿tú sabes por qué vives?”, y no sabían ni por qué ni para qué
vivían, pero vivían... Tal vez tenía que ser así, simplemente,
vivir: uno se levanta, va a clase, come, después se va al cine o
llama a un amigo... ¡Benditos los que son capaces de vivir así!
Yo no lo era. Se abría un gran abismo dentro de mí. ¡Abismo
que en el fondo era una llamada profunda de Dios, que me
estaba llamando desde el fondo de mí mismo!
Luego leía el Evangelio que dice: no oponer resistencia al
malvado..., si alguno te abofetea en la mejilla derecha..., si
alguno te roba... Recuerdo que una vez mi padre se enfadó y le
dije: Mira lo que dice aquí. Tú eres católico ¿no? y él me dijo
que eso eran cosas de los santos, de San Francisco, y no sé de
quién más... Entonces le contesté: Este libro, la Biblia, lo puedes
tirar por la ventana porque he entendido que no tiene ninguna
relación con la realidad. Me niegas que esto se pueda vivir, que
las cosas son como son..., que la vida es otra cosa: estudiar,
ganar dinero, vencer... Entonces, ¿la Biblia, la fe, para qué os
sirve...?
Entré entonces en mi cuarto, y me puse a gritar a este Dios
que no lo conocía. Le gritaba: ¡Ayúdame! ¡No sé quién eres! Y
en aquel momento el Señor tuvo piedad de mí, pues tuve una
experiencia profunda de encuentro con el Señor que me
sobrecogió. Recuerdo que lloraba amargamente, me caían las
lágrimas, lágrimas a ríos. Sorprendido me preguntaba: ¿por qué
lloro? Me sentía como agraciado, como uno a quien delante de
la muerte, cuando le van a disparar le dijesen: “Quedas libre,
gratuitamente quedas libre”, y entonces aún no se lo cree y llora
por la sorpresa de que le han liberado. Esto fue para mí pasar de

67
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

la muerte a ver que Cristo estaba dentro de mí y que alguien


dentro de mí me ha dicho que Dios existe”.
Quien cuenta esto se llama Kiko Argüello, fundador del
Camino Neocatecumenal y que ha ayudado a tantas y tantas
almas a encontrar a Dios y a encontrar su vocación... Es un buen
resumen para que entiendas que el sí a Dios marca mucho a una
persona.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

DECIRLE QUE NO
MARCA
TODAVÍA MÁS

Pues si te llama la atención este testimonio de Kiko Argüello,


que supo decirle a Dios que sí en su vocación, debo aclararte
que si decirle a Dios que sí marca mucho a una persona, todavía,
aparentemente, marca más decirle que no.
Sin el sí a Dios, Karol Józef Wojtyla no hubiera sido Juan
Pablo II, ni Joseph Aloisius Ratzinger se habría convertido en
Benedicto XVI, ni Jorge Mario Bergoglio sería ahora el Papa
Francisco, y nos hubiéramos quedado sin el ejemplo de tantos y
tantos santos que hoy hubieran sido unos auténticos
desconocidos si le hubieran dicho a Dios que no.
Y tu vida y la mía –porque pienso que tú y yo nunca seremos
famosos– quedaría igual de vacía si le dijéramos a Dios que no
cuando nos llama con una vocación determinada. Es tanto lo que
Dios hace con un alma que le es generosa con su vida, que tu no
a Dios influiría directamente en la vida de otros. ¿O no piensas
con honradez que hoy estás cerca de Dios gracias a la ayuda de
otros –de ese sacerdote, de ese amigo, de esa monjita santa, de
esos padres generosos que Dios te ha dado– que te están
ayudando?
Decir no a Dios impide ver qué hubiera pasado si un alma le
hubiera dicho a Dios que sí. Toda la felicidad que se obtiene

69
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

siendo generoso con Dios, nunca se podrá experimentar; toda la


felicidad que Dios es capaz de colmar en el corazón del hombre,
se hubiera quedado en eso, en una posibilidad que no se ha
querido vivir. Y todo el bien que se hubiera podido hacer, se ha
quedado sin hacer.
Podrías preguntarte entonces si es necesario tener que
entregarse a Dios para poder hacer el bien... Y la respuesta es
que para hacer el bien lo único importante es saber hacerlo y
querer hacerlo. Por eso, quien sepa y quien ponga todo su
empeño en ello, será generoso con Dios si es llamado por Él. ¿O
no es hacer el bien y querer el bien entregarse a Dios?
No nos engañemos, por favor, con argumentos falaces para
intentar huir de Dios. Seamos serios, seamos honrados, seamos
libres y actuemos en conciencia. No tratemos a Dios como si
fuera un añadido en la vida. Y es que la vocación es un don
inmenso de Dios, un don para ser felices y para hacer felices a
muchos otros. “Sean siempre generosos con Dios y con los otros
–nos dice el Papa Francisco–. No se pierde nada, y en cambio,
es grande la riqueza de vida que se recibe. Dios llama a opciones
definitivas, tiene un proyecto para cada uno: descubrirlo,
responder a la propia vocación, es caminar hacia la realización
feliz de uno mismo. Dios nos llama a todos a la santidad, a vivir
su vida, pero tiene un camino para cada uno”.
Y ese camino podrás recorrerlo si eres generoso, no si eres
calculador, si eres cobarde, si eres egoísta.... Por eso el sí marca
enormemente a una persona, pero es tanto lo que se pierde uno
mismo y lo que pierden los demás cuando un alma no es
generosa, es tanto lo que se deja de hacer por la felicidad propia
y la de los demás, que verdaderamente parece que el no a Dios
marca todavía más.

70
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿Y SI NO PERSEVERO?

He aquí uno de los grandes temores de quien se plantea una


posible entrega a Dios... la perseverancia. Y es que nadie desea
emprender un camino si ve que no es capaz de concluirlo.
¿Y quién me asegura a mí que si decido entregar mi vida a
Dios vaya a ser capaz de perseverar hasta el final? Para tu
tranquilidad, tengo la respuesta correcta, y es... nadie,
absolutamente nadie. Por muchas razones, pero entre las que me
parecen más importantes, destacaría las siguientes: 1) eres un ser
libre y seguirás siéndolo hasta que te mueras. La fidelidad será
una decisión libre diaria, 2) si tuviéramos la fidelidad asegurada
seriamos unos soberbios de aúpa, además de que no habría quién
nos aguantara y 3) si lo piensas bien, es mejor no saber qué
pasará con nosotros. El futuro no se construye a base de no
tomar decisiones sino que se hace tomando las decisiones
correctas. Tu vida será siempre la suma de tus decisiones... las
de ahora y las del futuro.
No puedes escudarte en qué pasara en el futuro para dejar de
tomar una decisión en el presente. No tenemos una bola de
cristal que nos diga qué será de nosotros. La vida es un riesgo,
pero piensa que en esta ocasión, quien está por medio, es el
mismo Dios. Además, ¿quién se casa sabiendo lo que le espera
en el futuro?, ¿quién estudia una carrera con la seguridad de que
será de verdad lo suyo o que trabajará en aquello en que se ha
matriculado?, ¿quién se enamora sabiendo que esa chica o ese

71
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

chico es de verdad con quien compartirá su vida el resto de sus


días?
Recuerdo a un chico que se estaba decidiendo si entregar o no
su vida a Dios, y le carcomía esta preocupación por dentro. Me
decía muchas veces... ¿pero yo seré capaz de perseverar? Yo le
animaba a hablar de esa preocupación con Dios y a fiarse de Él.
Un día, tras venir de rezar en un santuario de la Virgen, me dijo:
“Hoy estaba haciendo la oración, y le he hablado a la Virgen de
esta preocupación que tengo, y ahora vuelvo con mucha paz
porque he escuchado de Ella que me decía: ‘Tú ocúpate de mi
Hijo que yo me ocuparé de ti’”...
Y no es que esto de ser fiel a la vocación no tenga ninguna
importancia –que la tiene– sino que es algo que para lograrlo
necesitamos toda la ayuda del cielo y que deberemos de pedir a
diario. Pero ten por seguro de que si cuidamos nuestra vocación
cada día, si somos sinceros y dóciles con las personas que
pueden ayudarnos y, sobre todo, si somos piadosos, si nos
pegamos al Señor, Él nos ayudará en nuestra perseverancia. Es
verdad que habrá dificultades, pero con su gracia, no habrá
ninguna que sea insuperable.
También aquí quiero prevenirte con otro peligro que suele
presentarse en la gente joven cuando piensan en su vocación... y
es que la vocación se intuye al principio, pero se percibe de
verdad una vez se vive. Por eso, todo inicio de vocación es un
tiempo de discernimiento. No se trata de probar como quien
prueba una tarta, a ver si le gusta o no le gusta. Pero cuando uno
es muy joven, la vocación tiene un periodo, en el que uno
mismo y las personas que te ayudan en tu camino, tienen que ir
viendo que eso efectivamente es lo tuyo. Así que no te agobies
con el tema de la perseverancia. Decidirse hoy a seguir a Dios

72
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

no quiere decir que mañana te vayan a poner una sotana y te


suelten en una sacristía para que salgas a decir Misa.
Existe lo que se llama un periodo de discernimiento. Tú, a día
de hoy, como mucho podrás intuir que Dios te llama a algo, que
te quiere más cerca de Él, y que ese camino que conoces y que
te atrae –porque sabes que te acerca a Dios–, puede ser el tuyo.
Pero será el tiempo el que diga que efectivamente es lo tuyo.
Una vocación se ve muy bien, se entiende muy bien cuando se
recorre. Con el tiempo tendrás un conocimiento mucho más
exacto de qué es lo que Dios quiere de ti (si el camino que ahora
emprendes u otro diferente). Ahora el Señor lo que muy bien te
puede estar pidiendo, es que des ese primer paso generoso. Que
vivas con Él tu vida, que compartas con Él más estrechamente tu
existencia y que te decidas de verdad a decirle que sí con todo el
corazón. Y no dudes de que Él jamás te dejará tirado a mitad de
partido. Además, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, Dios
jamás olvidará el día en que supiste ser generoso y decirle que
sí.

73
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿TENGO QUE TENER


PRISA
EN DECIRLE A DIOS QUE
SÍ?

Conforme nos vamos acercando al desenlace de nuestra


vocación, conforme intuimos con honradez que muy bien Dios
puede estar pidiéndonos que le digamos que sí, entonces, como
por arte de magia, surge el deseo de refrenar el momento de
tomar la decisión. “¿Qué prisas hay –piensas– en decidirse ya?,
¿por qué no esperar a estar todavía más seguro?”.
Hombre... prisas... lo que se dice prisas, aquí no tiene nadie.
Bueno... a lo mejor las tiene Dios, que es el que te está
llamando. Este es un asunto que tendrás que hablar con Él. De
todas formas, ¿qué pensarías tú de alguien al que le pides algo y
pasan los días y las semanas y no te dice ni sí ni no, si te va a
ayudar o va a dejar de hacerlo? Pues esas mismas prisas serán
las que tiene Dios, me imagino yo... Y es que, otra vez, conviene
que nos situemos en el auténtico clima sobrenatural, que es
necesario para contestarse las preguntas que nos surgen... Las
prisas, si es Dios quien llama, han de ser muchas... y eso es algo
que bien lo saben las almas generosas, las almas que desean
contentar a ese Dios que sabe que las ama de verdad...
Si recuerdas la escena del Evangelio en que Jesucristo le pide
al joven rico que le siga, verás cómo la petición del Señor es

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

para ahora. No le dice: “Oye, piénsatelo bien y cuando lo tengas


claro y lo veas oportuno, pues vienes y me sigues”. ¡No! La
invitación de Cristo es para ahora, para ya. Cuando un alma nota
que Dios le dice “Ven y sígueme”, lo que toca es responder con
prontitud...
Siempre me han sorprendido unas palabras que pronunció
Benedicto XVI a un grupo de jóvenes. Era el año 2009 y decía
el Papa: “Cuando el corazón de un joven se abre a sus proyectos
divinos, no le cuesta demasiado reconocer y seguir su voz. De
hecho, el Señor llama a cada uno por su nombre”. Y es que
verdaderamente es así: un corazón joven, abierto a Dios, es
rápido en su respuesta. Por eso, si ves que te resistes, que lo tuyo
es un sí con la boca pequeña, que parece que quieres pero no
quieres, tal vez el problema esté en tu falta de generosidad, no
sólo en tus deseos de seguridad...
Y es que el corazón y los sentimientos son muy traicioneros...
Una mañana nos levantamos con deseos de decirle a Dios que sí
y un pequeño traspiés, una cosa que no nos sale bien, un mal día
como quien dice, y ya parece que se oscurece nuestro deseo...
Pero a Dios no podemos decirle sí o no por el sentimiento, sino
por amor. Como decía esa gran santa, Teresa de Lisieux: “Tú
corazón está hecho para amar a Jesús, para amarlo
apasionadamente. Pídele que los años más hermosos de tu vida
no transcurran entre miedos quiméricos inútiles”.
Esa es la clave: No podemos estar perdiendo el tiempo
inútilmente deshojando la margarita para ver si nos entregamos
o no. Cada día que pasa, cada hora que transcurre, está hecha
para amar con locura a Jesucristo. Ponle a Él en el centro de tu
cabeza, en el centro de tu corazón y verás la diferencia. Quita el
yo egoísta del epicentro de tus pensamientos y verás qué
felicidad la tuya...

75
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

La vocación es una respuesta de amor. Por eso las prisas las


marca el amor, el deseo de corresponder al Señor. “He buscado
y hallado –decía Santa Teresita– la forma de aliviar mi corazón
devolviéndole amor por amor”. Es el afán por poner a Dios lo
primero, por quererle con obras y de verdad, lo que nos lleva a
decirle con prontitud: “Aquí estoy Señor porque me has
llamado”. Por eso, si sabes que Dios te está pidiendo dar ese
paso, ten la generosidad de decidirte cuanto antes. No esperes a
no se sabe muy bien qué. Ponte delante del Sagrario y dale tu
respuesta al Señor. Es la hora de dar ese salto y ver que el Señor
te está esperando con los brazos abiertos.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

RAZONES
PARA DECIRLE
A DIOS
QUE NO

Hace años, un buen chico, me contó que había puesto en un


papel las “razones” que tenía para decir que no a la vocación. Le
pedí que me las contara. Entonces sacó un folio arrugado del
bolsillo trasero del pantalón y empezó a leérmelas. Me dijo que
las había escrito por orden de importancia. Eran éstas:
–Se acabó ligar con las chicas. Tendré que cuidar la vista y no
podré salir con ellas los fines de semana. Se acabaría el tonteo,
el me gustas-no me gustas, el te gusto-no te gusto. Y sobre todo
se acabó “ella”.
–Mis amigos pensarán que me han comido el coco, que soy
un tío raro, que ya no soy de los suyos. No me hablarán con la
misma confianza de antes.
–Mis padres aprovecharán que quiero entregarme a Dios para
exigirme más en casa. Y lo que es peor, tendré que tratar mejor a
mis hermanos y a la pava de Paula, que no hay quien la aguante.
–Tendré que estudiar más. Se acabó tanta play. Tocará
santificar el trabajo y sacar buenas notas.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

–Tendré que rezar mogollón. Si ya me cuesta ir a Misa algún


día entresemana, imagínate tener que ir todos los días... incluso
el sábado.
–Tendré que hacer todavía más apostolado con mis amigos y
me acabarán llamando el “curilla de la clase”.
–Se acabó mi ilusión por comprarme un Ferrari cuando sea
mayor y tener la cuenta corriente llena de pasta para hacer lo que
quiera.
–Tendré que ser siempre muy sincero con el cura y dejarme
ayudar en lo que me digan.
–Se acabó ir a mi bola, hacer lo que me dé la gana, no tener
compromisos que me aten.
–Ya no podré perrear en la cama cuando suene el despertador.
–Igual puedo ser tan feliz casándome y portándome bien con
Dios, como han hecho mis padres. No creo que haga falta
entregarse del todo. De hecho, muchos no lo hacen y no parece
que les vaya tan mal.
–Resumiendo... si digo que sí, lo de ser santo tiene que ir en
serio. Y eso es algo que no me apetece nada.
Como conocía a este chico desde hacía años, confieso que me
sorprendió la crudeza de sus razonamientos. Ahí no había
ninguna razón sobrenatural. Todo era una lista que apestaba a
egoísmo y a yo por los cuatro costados. Era una visión de la
vocación bastante negativa... era una lista de renuncias frías y
tremendamente humanas.
Mientras pensaba esto, me dijo: “¿sabes qué? Esta lista me ha
ayudado mucho. Hasta ahora venía dándole vueltas a la
vocación viendo los pros y los contras, sus ventajas y sus

78
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

desventajas. Por eso me decidí hacer esta hoja, para ver las
razones por las que yo le diría a Dios que no. Y luego he ido al
Sagrario y le he leído la lista a Dios. He mirado al crucifijo, y
viendo ahí al Señor clavado en la cruz, he dicho: chaval, a ti solo
te importas tú... He vuelto a leer mis razones de por qué decirle
no a Dios y de verdad que he pensado que yo no quiero ser
nunca esa persona. Hasta que no le he mostrado a Dios mi
verdadero yo, no he descubierto que me estaba perdiendo lo
mejor... que era decirle a Dios que sí. Eso es lo único que me ha
llenado por dentro”.
Sólo pude decirle a este chico: Hoy me has dado una lección.
Seguiré rezando mucho por ti.
Y es que, hasta que no nos enfrentamos con valentía a por
qué esa resistencia a decirle a Dios que sí, no somos capaces de
descubrir que la razón que nos mueve, en el fondo, para no
entregarnos, suele ser el egoísmo. Este chico veía que sus
razones para decir que no eran fruto de huir de todo lo que
supusiera renuncia y sacrificio. Ese verse así fue lo que despertó
a su conciencia. Se puso delante un espejo y descubrió quién era
y sus verdaderas razones. No se engañó con historietas del tipo
“es que no lo veo claro”, “no sé si es lo mío”... ¡Qué va! Fue al
fondo del problema. Era su visión chata, pequeña, llena solo de
renuncias humanas, lo que le hizo ver que así no merecía la pena
tratar a Dios. Y fue, sobre todo, ser sincero con Dios y ver el
amor de Dios por él, lo que le llevo a responder con
generosidad.
No sé, pero habrás de preguntártelo... ¿No te estará pasando a
ti lo mismo?

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡HAS NACIDO PORQUE


TIENES VOCACIÓN!

Esto es muy fuerte, pero es así. Intentaré explicártelo con


palabras breves y claras.
Dios pensó, antes de crear el mundo y antes de que esta tierra
existiera..., en tu vocación. Es decir, Él –a todas las personas que
elige: los santos, los Papas, los curas, las monjas... todas las
vocaciones de todos los tiempos– decide quiénes son y por qué
antes de darle al botón de on y poner este mundo en marcha. Eso
sí, no me preguntes por qué elige a unos sí y a otros no. Eso un
misterio inexplicable.
Para que veas que esto no me lo invento, te pongo unas
palabras de Juan Pablo II que lo explican mucho mejor que yo.
“Desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los
designios del Creador y Él nos quiso criaturas, también nos
quiso llamados, preparándonos con dones y condiciones para la
respuesta personal. La vocación es un misterio que el hombre
acoge y vive en lo más íntimo de su ser. Depende de su soberana
libertad y escapa a nuestra comprensión. No tenemos que
exigirle explicaciones, decirle: «¿por qué me haces esto?»,
puesto que Quien llama es el Dador de todos los bienes. Por eso
ante su llamada, adoramos el misterio, respondemos con amor a
su iniciativa amorosa y decimos sí a la vocación”.
Y es que, si entiendes esto, comprenderás esa verdad tan
impresionante de que tú y yo hemos nacido precisamente porque
80
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

tenemos vocación. A quien Dios llama antes de la creación del


mundo ha de entender que si Dios no le hubiera elegido, no
hubiera nacido. Esa es la grandeza de la entrega.
No significa esto que tú y yo estemos condicionados a tener
que decir que sí. Hay gente a la que Dios llama que responden
que no (“Muchos son los llamados y pocos los escogidos”, dice
el Señor en el Evangelio), pero eso no hace que la llamada de
Dios no exista, significa simplemente que uno ha renunciado a
ese deseo de Dios. Ha puesto su yo por delante, con mala o con
buena fe, eso no hay quien pueda juzgarlo.
Pero si yo soy porque tengo vocación, lo que es innegable es
que el sentido de nuestra vida es el sentido de nuestra vocación.
Es absurdo vivir una vida alejado de los fines para los que ha
sido hecha. Es como si un carpintero construye una silla con un
tablero para el asiento, un respaldo y cuatro patas... y tú y yo
decidimos usar esa silla poniéndola al revés y utilizándola de
perchero. Más o menos nos servirá, pero esa silla no está
cumpliendo el fin para el que ha sido hecha. El carpintero bien
podrá decirnos: Yo hice una silla para que alguien pudiera
sentarse y descansar, no para que tú la uses como un lugar donde
colgar tu chaqueta...
Y es que, verdaderamente, nuestra vida cobrará su sentido
pleno si hacemos con ella lo que Dios quiere, si sabemos
encontrar el para qué nos quiere Dios en este mundo y llevarlo
luego a buen término. Por eso, descubrir la propia vocación es
algo tan importante y tan necesario para el ser humano.
“En efecto, Dios ha pensado en nosotros –sigue diciendo Juan
Pablo II– desde la eternidad y nos ha amado como personas
únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro
nombre, como el Buen Pastor que a sus ovejas las llama a cada
una por su nombre”.
81
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Así es Dios. Así de bueno. Así de misericordioso. Para Él no


somos un número dentro de una lista inmensa de hombres y
mujeres que han venido al mundo. Uno de los defectos de Dios
es que solo sabe contar hasta uno. Por eso la llamada es
personal, es intransferible, es unívoca (Dios no la quita y la
pone, pase lo que pase). Y sólo tú puedes responder. Nadie
puede dar a Dios el amor que espera de ti, nadie puede
responder por ti. Ese es el sentido verdadero de tu vida.
Descubrir lo que Dios quiere de ti y responderle generosamente.
Y esa es una aventura en la que sólo tú puedes participar
activamente.

82
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¿POR QUÉ
HAY GENTE
QUE SE ENTREGA
A DIOS?

¿Nunca te lo has preguntado? ¿Por qué ese tío que podría


estar triunfando como un animal a la puerta de una discoteca va
y se entrega a Dios? ¿Por qué esa chica va y se mete a monja?
¿Por qué ese que podría haber sido lo que hubiera querido en la
vida, con lo listo que es, va y se hace misionero y se va a cuidar
a negritos en el África tropical?
Y así podríamos estar todo el día haciéndonos preguntas de
porqué hay gente que se entrega a Dios. Podemos responder con
las típicas respuestas facilonas de que es porque se lo ha pedido
Dios, o se sienten felices haciendo eso, o cualquier otra cosa
parecida. Y no mentimos, porque es así... pero parece que
todavía nos quedamos insatisfechos y nos seguimos sin explicar
las razones últimas por las que una persona se entrega a Dios.
Te dejo el testimonio de un joven –David– al que un
periodista le pregunta: ¿Tú por qué te has entregado a Dios?
«Creo que es un ideal grande el entregarse a los demás,
entregarse a Dios en la juventud. Es una causa que te supera
ampliamente. Es algo atractivo, por eso me sentí llamado: lo vi
como una gracia especial, y entonces ¡claro que dije que sí! ¿Y
Dios realmente a qué me llama? O ¿para qué me quiere? ¿Qué
83
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

es lo que quiere de mí? Quiere que yo esté muy cerca de Él,


sobre todo, para estar muy cerca de los demás, para llevarle a los
demás, a todas las personas, a todo el mundo que pueda llegar
yo para llevárselo también hacia Él. Yo me veo con esta
función, podríamos decir, de estar muy cerca de Dios para
también hacer más atractivo el mensaje de Dios, el mensaje de
Jesús, a los demás, para hacer este puente de aproximación entre
los demás y Dios. Yo me he enamorado de Dios, y así procuro
enamorarme cada día un poco más. Me he sentido querido un
poco más por Dios, y eso me llena. Cuando un amigo mío me
dijo: “Bueno, pero tú estás entregado a Dios de momento ¿no?
Ya luego...”. Yo le dije: “No, igual que ahora tú estás buscando
una chica que te llene, con la que querrías estar toda tu vida,
pues yo ya he encontrado a Dios, Dios me ha llamado, y eso me
llena, y yo quisiera que esto fuera para toda la vida”. En mi
decisión de entregarme a Dios, sentí un poco más la atracción
inicial, el momento de “Oh, Dios mío, te sigo hasta donde
quieras...”. Eso es el inicio, pero luego está la libertad. No es
que yo ya de primeras, nada más notarlo, me entregara y no
pudiera echarme para atrás. Yo quiero continuar este camino
cada día, cada mañana, cada momento presente, y allí soy libre.
Es decir, ahora soy libre y estoy entregado a Dios, y quiero
seguir así».
La razón última por la que uno se entrega a Dios y por lo que
persevera en esa vocación es porque se ha enamorado de
Jesucristo. Mira lo que dice este joven de la entrevista sobre su
hobby por las motos: “Yo creo que a Jesús le encanta que vaya
en moto. Sobre todo porque también es algo que a mí me gusta y
me divierte. ¡Supongo que a Él también le debe gustar, vaya! Yo
a Jesús me lo llevo a clase, me lo llevo a todos sitios... Me ayuda
a tener una vida que sea coherente, que sea única, porque sé que
siempre estoy con mi Amigo. Eso me ayuda mucho a

84
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

comportarme de la misma manera en todos los ambientes, con


todos los amigos, a tratar igual de bien a todas las personas”. Y
es que la vocación consiste en eso, en decidirse por compartir
nuestra vida con Jesucristo.
La vocación es algo así como decirle a Jesucristo: Bueno,
ahora que sé que me llamas a estar más cerca de Ti, he decidido
compartir mi vida contigo, te consultaré mis decisiones más
importantes, te preguntaré qué te parece esta idea o esta otra que
he tenido. En definitiva, se tratará de tener una amistad. total
con Él... y eso es algo, que cuando se vive porque uno se siente
llamado por Dios, supone una nueva perspectiva de vida. Por
eso, la respuesta de por qué hay gente que se entrega a Dios es
porque, sencillamente, se han encontrado con Jesucristo, han
escuchado ese “ven y sígueme” y quieren enamorarse
perdidamente de Él.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

CRISTO NOS PROMETE


UNA VIDA FELIZ
PERO NO
UNA VIDA CÓMODA

“Cristo no nos ha prometido una vida cómoda. Quien busca la


comodidad, con Él se ha equivocado de camino. Él nos muestra
la senda que lleva hacia las cosas grandes, hacia el bien, hacia
una vida humana auténtica... ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no
quita nada, y lo da todo”.
Es Benedicto XVI quien nos recuerda esta indudable verdad.
Los caminos de Dios no son nunca fáciles. Exigen sacrificio,
renuncia... exigen, como dice el Señor en el Evangelio, entrar
por la puerta estrecha. La vida cristiana no es un camino fácil.
La vocación tampoco. Pero no es menos cierto que ese sacrificio
es gustoso, es posible porque hace feliz. Y es que no hay mayor
felicidad que la de estar cerca de Dios. Eso lo has comprobado
mil veces en tu vida...
“El anuncio de Jesucristo –dice el Papa Francisco– da fastidio
a nuestras comodidades, tantas veces a nuestras estructuras
cómodas –también cristianas, ¿no?–, da fastidio. El Señor
siempre quiere que nosotros vayamos adelante, más allá, más
allá, más allá... Que no nos refugiemos en una vida tranquila”.
Y esa exigencia constante del Señor es lo que muchas veces
queremos rechazar, lo que muchas veces nos retiene en nuestra
86
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

generosidad. Ya decía San Agustín aquello de que si dices basta,


estás perdido. Dios –es verdad– es incómodo. Siempre pide más,
parece que nunca se conforma con nada... es insaciable.
Pero visto así, esta es una idea que solo puede agobiar. La
santidad, la respuesta a la vocación no es una gymkana en la que
se trata de hacer cada vez más cosas y más difíciles todavía. La
vocación es la realidad más lejana a ir sumando devociones, o
misas, o rosarios. La exigencia proviene del amor, del deseo de
corresponder a Dios. No es una lista de cumplimientos. No se
trata de cumplir cosas al precio que sea... se trata de enamorarse
más y más de Dios. Y eso supone ser muy humilde y dejarse
llevar por Dios, porque solo es Él quien puede conducirnos a su
amor, no nuestras fuerzas humanas, no nuestro exclusivo
empeño personal.
Lo que sí es muy cierto, es que el camino de la entrega es
exigente. Pero también es muy cierto que si aguáramos esa
exigencia por miedo a que la gente dijera que no a Dios,
defraudaríamos. La vocación no es nuestra, es de Dios. Y un
alma a la que se intenta engañar presentando la vocación como
un camino de rosas, sin dificultades, sin renuncias... sin entrega,
se le estaría estafando. Verdaderamente Cristo nos promete una
vida feliz pero no una vida cómoda.
Nos lo dice muy claro a todos el Papa Francisco: “El
escándalo de la cruz, sin embargo, sigue bloqueando a muchos
cristianos. Todos quieren resurgir, pero no todos tienen la
intención de hacerlo por el camino de la cruz”.
Pero no hemos de tenerle miedo a la exigencia de Dios hacia
nosotros. Ni tenerle miedo a las exigencias de responder que sí a
Dios... Ningún padre exige a su hijo por el puro disfrute de
exigir (aunque alguna vez hayas puesto en duda esta

87
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

afirmación). Se exige porque se ama y porque se quiere lo mejor


para el otro. Así hace Dios con nosotros.
Y si queremos conocer los caminos de Dios para nosotros, si
queremos responder con cariño a ese Dios que nos ama con
locura de padre –más que todas las madres del mundo juntas
pueden querer a sus hijos–, hemos de tratar a Jesucristo,
conocerle y conocernos. “Pero a Jesús –nos sigue diciendo el
Papa– es necesario conocerlo en el diálogo con Él, hablando con
Él, en la oración, de rodillas. Si tú no rezas, si tú no hablas con
Jesús, no lo conoces. No se puede conocer a Jesús sin implicarse
con Él, sin jugarse la vida por Él. Cuando tanta gente –también
nosotros– se hace esta pregunta: ¡Pero quién es Jesucristo? Y ¿tú
quieres conocer quién es? Lee lo que la Iglesia te dice de Él,
habla con Él en la oración y camina por su camino con Él. De
este modo tú conocerás quién es este hombre”. ¡Éste es el
camino! ¡Cada uno debe hacer su elección!”.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

LA PRUEBA
DEL ALGODÓN:
¡DILE A DIOS
QUE NO!

Hay que ser un poco atrevidos para decir que sí existe una
prueba del algodón para saber si tengo o no tengo vocación, si
Dios me puede estar llamando... o todo lo que siento es una pura
emoción del momento.
Sé que lo que digo no es exacto, y que más de uno me podría
saltar a la yugular por soltar una machada de este calibre, pero
llegados a este punto no tengo otro remedio que seguir
adelante... y que sea lo que Dios quiera. Si a alguien le ayuda,
estupendo...
Es cierto que me he encontrado muchos jóvenes que por tener
un carácter indeciso o por un poquito de falta de generosidad, o
por tener dentro un ingeniero que solo busca seguridades y más
seguridades, no acaban nunca de dar el paso de tomar una
decisión. Piensan que Dios puede estar llamándoles, que quiere
algo de ellos e intuyen más o menos lo que es, pero se sienten
incapaces de decir que sí o que no. Temen equivocarse... Y
además, suele ser gente que actúa con muy buena fe, pero
sencillamente lo que les ocurre es que se bloquean a la hora de
decidirse. ¿Qué hacer?

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Pienso que entonces puede ser un buen momento de usar este


pequeño truco del algodón... es como una lanzadera ante la falta
de decisión. Está claro que el sí a Dios ha de estar lleno de
absoluta libertad. Puede costar, puede dar miedo y mucho
respeto, pero el sí ha de ser muy personal, muy de uno mismo...
La primera vez que me tope con esta realidad fue con un
muchacho que me decía: “No, si yo lo veo más o menos claro,
pero lo que me pasa es que sí, pero no, que lo veo, pero que
quiero verlo mejor... bueno, no mejor, pero sé que tengo que
decir que sí, pero y si va a ser que no”. Ante esta retahíla de
miedo acumulado, le aconsejé que siguiera rezando tranquilo, y
que tuviera claro que lo que no da paz, no es de Cristo; que si
quería podía ir al Sagrario a hacer un rato de oración, y que
entonces le dijera al Señor que no, que prefería decir que no a
Dios porque no lo tenía muy claro, y que si eso le dejaba
tranquilo, que entonces no se preocupara, porque –le insistí– lo
que no da paz no es de Cristo. Le dije que esto se llamaba la
prueba del algodón.
En fin, fue grande mi sorpresa cuando al poco tiempo volví a
ver a este chico que con una cara de felicidad inmensa, me
decía: “Ya me he decidido. Le he dicho a Dios que sí porque sé
que Él me llama a esta vocación”, y entonces fue cuando me
contó que al decirle que no a Dios sintió un gran vacío por
dentro. Eso le dejó intranquilo y tremendamente insatisfecho... y
al contrario, al decirle que sí a Dios, se quedó tranquilo y
contento. Comprobó aquella gran verdad que lo que no da paz,
lo que no da tranquilidad, no puede ser de Dios.
Tú verás si te sirve. Tú verás si esto te ayuda o si, por el
contrario, no te sirve para nada. En todo caso, ten siempre
presente que la respuesta a la vocación es la suma de tu libertad

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

y de tu honradez personal. Si tú de verdad quieres hacer lo que


Dios te pide, Él nunca te va a fallar, nunca te va a dejar solo.
Siempre que seas honrado con Él, estarás tranquilo. Así que
toma la decisión que quieras, pero tómala con Él, no a pesar de
Él, no en contra de Él. Veras que decidas lo que decidas, si lo
haces poniéndole a Él en el centro, estarás feliz, estarás
tranquilo, estarás en paz.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

LO ÚNICO IMPORTANTE
ES EL SÍ DE DIOS

Cuentan de un joven que fue a visitar a un hombre entregado


a Dios, con fama de buen consejero, para hablarle de sus
inquietudes acerca de la razón de su existencia y de su posible
vocación. Tras varias horas de conversación, quedaron para
verse más adelante y saber entonces qué había decidido este
joven hacer con su vida. Al cabo de unos días, volvió a visitar a
este viejo sacerdote. Entonces el anciano le contó al chico un
sueño que había tenido. Había soñado que moría y, al llegar al
cielo, le dijo San Pedro que podía pedir aquello que desease, que
Dios se lo concedería. Después de pensar un momento, dijo que
siempre había tenido un gran deseo de conocer a aquel ángel que
fue enviado a consolar a Jesús la noche antes de morir en la
Cruz, cuando estaba Jesús en Getsemaní. Hicieron venir al ángel
y estuvieron hablando largo y tendido. En un momento de la
conversación, este viejo sacerdote le preguntó al ángel: ¿Qué le
dijiste a Jesús cuando sudaba sangre al ver todo lo que iba a
sufrir por nosotros los hombres? ¿Cómo lo consolaste? Aquí, el
viejo sacerdote, interrumpió la narración de su sueño y se dirigió
al joven que había ido a verle pidiéndole un consejo para
descubrir su vocación. ¿Quieres de verdad saber lo que me dijo
el ángel?, le dijo al joven. ¡Pues claro!, contesto él. Muy bien,
entonces te lo diré: El ángel me contó que para consolar a Jesús
le habló de ti y de tu generosidad. Le contó que ya entonces
pensaba en ti, que te pondría en esta familia concreta, con estos

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

amigos concretos, y que un día, después de rezarlo, serías


generoso con tu vida. Ese era su consuelo.
Y hasta aquí la anécdota. Sirve muy bien para reflejar lo que
es una vocación divina. Es Dios quien llama antes de la creación
del mundo, quien elige a las personas que quiere tener más cerca
de Él, quien les da las condiciones y la oportunidad de poder
decirle que sí. La iniciativa de Dios está clara. La llamada
también. Sólo queda tu respuesta...
Pero ten muy claro que lo importante es el sí de Dios. Es Él
quien de verdad se la juega llamándonos a una entrega generosa.
Él nos ha preparado desde toda la eternidad, nos ha permitido no
alejarnos de Él cuando todo a nuestro alrededor nos pedía a
gritos separarnos de Él. Nos ha custodiado, nos ha quitado mil
piedras del camino que hubieran hecho que tropezáramos con
consecuencias, tal vez, irreparables. Nos ha puesto en una
familia que ha sembrado a manos llenas la semilla de la fe y de
la confianza en Dios, te ha dado unos padres que no los mereces
–¡y lo sabes!– y te ha puesto al lado de unas personas que te han
ayudado muy de veras a mantenerte fiel a Dios. Así es como
habla Dios, así es como te está gritando que quiere más de ti...
que te quiere a ti. Y aunque seas tú el que tenga que responder a
esa invitación del Señor, no olvides nunca que has sido llamado
para ser el consuelo de Dios. Tu sí es importante –muy
importante–, pero el sí primero ha sido el de Dios. Es Él quien
ha tenido la iniciativa, quien ha puesto la primera, la segunda y
la penúltima piedra en esta aventura divina que es la vocación.
Por eso, mírale a Él, mira su rostro suplicante, mira su amor
por ti, mira sus desvelos, su ansia de quererte más y más cada
día, su afán por perdonarte siempre, su deseo infinito de quererte
llevar al cielo. Mira su pasión por ti, su locura de amor. Y es que
ese es el Dios que te está pidiendo que des ese paso adelante.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

por eso, es la hora de la generosidad, y eso se entiende muy bien


cuando se está delante de un Sagrario y se mira a Jesucristo a la
cara, cuando se le mira de tú a Tú, cuando uno no se esconde
detrás de su egoísmo o de su comodidad. Es la hora de
responder con todas las fuerzas de tu alma ese “Aquí estoy,
Señor, porque me has llamado”... es la hora de decirle que sí a
esa invitación que sabes que el Señor te está haciendo a ti: “Ven
y sígueme”.
Concluyo estas páginas con este deseo de Juan Pablo II al
referirse a los jóvenes: “Aquél corazón joven movido por la
gracia de Dios, siente un deseo de más generosidad, de más
entrega, de más amor. Un deseo que es propio de la juventud;
porque un corazón enamorado no calcula, no regatea, quiere
darse sin medida”.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

ANEXO:
JUAN PABLO II
Y LA VOCACIÓN
DE LOS JÓVENES

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

1.
¿A QUÉ TE LLAMA DIOS?

Me dirijo sobre todo a vosotros, queridísimos chicos y chicas,


jóvenes y menos jóvenes, que os halláis en el momento decisivo
de vuestra elección. Quisiera encontrarme con cada uno de
vosotros personalmente, llamaros por vuestro nombre, hablaros
de corazón a corazón de cosas extremadamente importantes, no
sólo para vosotros individualmente, sino para la humanidad
entera.
Quisiera preguntaros a cada uno de vosotros: ¿Qué vas a
hacer de tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos? ¿Has pensado
alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees
que pueda haber algo más grande que llevar a Jesús a los
hombres y los hombres a Jesús?
Os halláis en la encrucijada de vuestras vidas y debéis decidir
cómo podéis vivir un futuro feliz, aceptando las
responsabilidades del mundo que os rodea. Me habéis pedido
que os dé ánimos y orientaciones, y con mucho gusto os ofrezco
algunas palabras en el nombre de Jesucristo.
En primer lugar os digo: no penséis que estáis solos en esa
decisión vuestra y en segundo lugar que cuando decidáis vuestro
futuro, no debéis decidirlo sólo pensando en vosotros.
La convicción que debemos compartir y extender es que la
llamada a la santidad está dirigida a todos los cristianos. No se
trata del privilegio de una élite espiritual. No se trata de que
algunos se sientan con una audacia heroica. No se trata de un

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

tranquilo refugio adaptado a cierta forma de piedad o a ciertos


temperamentos naturales. Se trata de una gracia propuesta a
todos los bautizados, según modalidades y grados diversos.
La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la
lucha por no ceder y volver a levantarse siempre, después de
cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del
hombre, sino más bien del esfuerzo por no obstaculizar nunca la
acción de la gracia en la propia alma, y ser, más bien, sus
humildes «colaboradores».
Cada laico cristiano es una obra extraordinaria de la gracia de
Dios y está llamado a las más altas cimas de santidad. A veces
éstos no parecen apreciar totalmente la divinidad de su
vocación. Su específica vocación y misión consiste en –como
levadura– meter el Evangelio en la realidad del mundo en que
viven.
¡Seguid a Cristo: vosotros, los solteros todavía, o los que os
estáis preparando para el matrimonio! ¡Seguid a Cristo!
Vosotros jóvenes o viejos. ¡Seguid a Cristo! Vosotros enfermos
o ancianos, los que sentís la necesidad de un amigo: ¡Seguid a
Cristo!

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

2.
¿CUÁNDO Y CÓMO
LLAMA DIOS?

¡Cuántos jóvenes no poseen la verdad, y arrastran su


existencia sin un «para qué»!; ¡Cuántos, quizá después de vanas
y extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han
abandonado, y se abandonan todavía en la desesperación!
¡Y cuántos han logrado encontrar la verdad después de
angustiosos años llenos de interrogantes y experiencias tristes!
Pensad, por ejemplo, en el dramático itinerario de San
Agustín, para llegar a la luz de la verdad y a la paz de la
inocencia reconquistada.
¡Y qué suspiro lanzó cuando, finalmente, alcanzó la luz! Y
exclama con nostalgia: «¡Qué tarde te amé!».
¡Pensad en la fatiga que tuvo que pasar el célebre Cardenal
Newman para llegar, con la fuerza de la lógica, al catolicismo!
¡Qué larga y dolorosa agonía espiritual!
Es verdaderamente impresionante saber que poseemos la
verdad. Él os ha elegido, de modo misterioso, pero leal, para
haceros con Él como Él, salvadores; Quiere transformaros en Él.
Cristo os llama de verdad. Su llamada es exigente porque os
invita a dejaros «pescar» por Él completamente, de modo que
vuestra existencia se contemple bajo una luz diversa. Tratad de
vivir sólo para Él.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Hay un modo maravilloso de realizar el amor en la vida: se


trata de la vocación de seguir a Cristo en el celibato libremente
elegido o en la virginidad por amor del reino de los cielos. Pido
a cada uno de vosotros que se interrogue seriamente sobre si
Dios no lo llama hacia uno de estos caminos. Y a todos los que
sospechan tener esta posible vocación personal, les digo: rezad
tenazmente para tener la claridad necesaria, pero luego decid un
alegre sí.
En efecto, Dios ha pensado en nosotros desde la eternidad y
nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos
a cada uno por nuestro nombre, como el Buen Pastor que «a sus
ovejas las llama a cada una por su nombre».

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

3.
VOCACIÓN
A UNA ENTREGA TOTAL
A CRISTO

Dios llama desde muy jóvenes

Durante los años de la juventud se va configurando en cada


uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse
presente y el porvenir se ve como algo que está ya al alcance de
las manos. Es el período en que se ve la vida como un proyecto
prometedor a realizar del cual cada uno es y quiere ser
protagonista.
Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar
conciencia con más radicalidad de que la vida no puede
desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de
afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo o
la generosidad.
Cada uno de vosotros está enfrentado ante el reto de dar pleno
sentido a su vida, a la vida que se os ha concedido vivir.
Sois jóvenes y queréis vivir. Pero debéis vivir plenamente y
con una meta. Debéis vivir para Dios; para los demás. Y nadie
puede vivir esta vida para sí mismo. El futuro es vuestro, pero el
futuro es sobre todo una llamada y un reto a «encontrar» vuestra
vida entregándola, «perdiéndola», compartiéndola mediante la
amorosa entrega a los demás. Dice Cristo: «El que ama su vida

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la


encontrará para la vida eterna».
Y la medida del éxito de vuestra vida dependerá de vuestra
generosidad.
Cristo dispone de toda la terapia para curar los males del
mundo. Él, que ha querido considerarse médico a Sí mismo, nos
ha enseñado que, si se quiere cambiar el mundo, hay que
cambiar antes de nada el corazón del hombre.

Es Dios quien llama y lo hizo desde la eternidad

Todos hemos sido llamados –cada uno de un modo concreto–


para ir y dar fruto.
Los discípulos fueron elegidos por el Maestro, no se
presentaron voluntarios, al menos en su inicio, porque la amistad
que ofrece Jesús es completamente gratuita. Y el que se siente
querido de Jesús también se siente a su vez obligado a ser un
discípulo fiel y activo. Y esto es dar fruto.
En la raíz de toda vocación no se da una iniciativa humana o
personal con sus inevitables limitaciones, sino una misteriosa
iniciativa de Dios.
Desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los
designios del Creador y Él nos quiso criaturas, también nos
quiso llamados, preparándonos con dones y condiciones para la
respuesta personal, consciente y oportuna a la llamada de Cristo
o de la Iglesia. Dios que nos ama, que es Amor, es «Él quien
llama».
La vocación es un misterio que el hombre acoge y vive en lo
más íntimo de su ser. Depende de su soberana libertad y escapa
101
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

a nuestra comprensión. No tenemos que exigirle explicaciones,


decirle: «¿por qué me haces esto?», puesto que Quien llama es
el Dador de todos los bienes.
Por eso ante su llamada, adoramos el misterio, respondemos
con amor a su iniciativa amorosa y decimos sí a la vocación.
Experimentar la vocación es un acontecimiento único,
indecible, que sólo se percibe como suave soplo a través del
toque esclarecedor de la gracia; un soplo del Espíritu Santo que,
al mismo tiempo que perfila de verdad nuestra frágil realidad
humana, enciende en nuestros corazones una luz nueva.
Infunde una fuerza extraordinaria que incorpora nuestra
existencia al quehacer divino.

El proceso de una vocación

Una vocación en la Iglesia, desde el punto de vista humano,


comienza con descubrimiento: encontrar la perla de gran valor.
Vosotros habéis descubierto a Jesús: su persona, su mensaje, su
llamada.
Después del inicial descubrimiento, sobreviene un diálogo en
la oración, un diálogo entre Jesús y el que ha sido llamado, un
diálogo que va más allá de las palabras y se expresa en el amor.
Ciertas experiencias de entusiasmo religioso que a veces
concede el Señor son únicamente gracias iniciales y pasajeras
que tienen por objeto empujar hacia una decidida voluntad de
conversión caminando con generosidad en fe, esperanza y amor.
La llamada del hombre está primero en Dios: en su mente y
en la elección que Dios mismo realiza y que el hombre tiene que
leer en su propio corazón. Al percibir con claridad esta vocación
102
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

que viene de Dios, el hombre experimenta la sensación de su


propia insuficiencia. Trata incluso de defenderse ante la
responsabilidad de la llamada. Y así, como sin querer, la
llamada se convierte en el fruto de un diálogo interior con Dios
y es, incluso, hasta a veces como el resultado de una batalla con
Él.
Ante las reservas y dificultades que con la razón el hombre
opone, Dios aporta el poder de su gracia. Y con el poder de esta
gracia consigue el hombre la realización de su llamada.

La respuesta a la vocación es siempre un sí lleno de fe

La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos


vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida
con coherencia a la luz del Evangelio, y esto no es fácil. ¡Sí!
Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la
corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo
repito, éste es el único camino para edificar una vida bien
acabada y plena.
Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo,
alguna vez sois débiles no cumpliendo... sus mandamientos, ¡no
os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen
pastor que carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la
cuida con cariño para que sane. Cristo es amigo que nunca
defrauda.
El joven del Evangelio añade: «¿Qué me falta?». Aquél
corazón joven movido por la gracia de Dios, siente un deseo de
más generosidad, de más entrega, de más amor. Un deseo que es
propio de la juventud; porque un corazón enamorado no calcula,
no regatea, quiere darse sin medida.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

«Jesús fijando en él la mirada, lo amó y le dijo: ven y


sígueme». A los que han entrado por la senda de la vida en el
cumplimiento de los mandamientos el Señor les propone nuevos
horizontes; el Señor les propone metas más elevadas y los llama
a entregarse a ese amor sin reservas.
Descubrir esta llamada, esta vocación, es caer en la cuenta de
que Cristo tiene fijos los ojos en ti y que te invita con la mirada
a la entrega total en el amor. Ante esa mirada, ante ese amor
suyo, el corazón abre las puertas de par en par y es capaz de
decirle que sí.
Si algunos de vosotros siente una llamada a seguirle más de
cerca, a dedicarle el corazón por entero como los apóstoles Juan
y Pablo, que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay
nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo, a
quien, a veces sin saberlo, todo joven busca.
Jóvenes que me escucháis, jóvenes que sobre todo, queréis
saber lo que habéis de hacer para alcanzar la vida eterna decid
siempre que sí a Dios y Él os llenará de su alegría.
«Una sola cosa te falta: ven y sígueme». ¿Quizá hoy Jesús os
está repitiendo a cada uno de vosotros: «Una sola cosa te falta»?
¿Quizá os está pidiendo más amor aún, más generosidad, más
sacrificio? Sí, el amor de Cristo exige generosidad y sacrificio.
Seguir a y servir al mundo en su nombre requiere coraje y
fuerza. Ahí no hay lugar para el egoísmo ni para el miedo. No
tengáis miedo, por tanto, cuando el amor sea exigente. No
temáis cuando el amor requiera sacrificio.
Por esto os digo a cada uno de vosotros: escuchad la llamada
de Cristo, cuando sintáis que os dice: «Sígueme». Camina sobre
mis pasos. ¡Ven a mi lado, permanece en mi amor! Te pide que

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

optes por Cristo. ¡La opción por Cristo y su modelo de vida. Por
su mandamiento de amor!
El amor verdadero es exigente. No cumpliría mi misión si no
os lo hubiera dicho con toda claridad. El amor exige esfuerzo y
compromiso personal para cumplir la voluntad de Dios.

Dificultades para la vocación

Desdichadamente vivimos en una época en la que el pecado


se ha convertido hasta en una industria, que produce dinero,
mueve planos económicos, da bienestar. Esta situación es
realmente impresionante y terrible. ¡Es necesario no dejarse
asustar ni presionar! ¡Cualquier época exige del cristiano
«coherencia»!
Sed valientes. El mundo necesita testigos, convencidos e
intrépidos. No basta discutir, hay que actuar, vivir en gracia,
practicar toda la ley moral, alimentad vuestra alma con el cuerpo
de Cristo, recibiendo seria y periódicamente el Sacramento de la
Penitencia. Servid. Estad disponibles a amar, a socorrer: a
ayudar en casa, en el trabajo, en las diversiones, con los
cercanos y los alejados.
Meditad también con seriedad y generosidad, si el Señor
llama a alguno de vosotros.
¿Cómo es posible esto? Buena pregunta. Nuestra bendita
Madre, María de Nazaret hizo la misma pregunta por primera
vez ante el extraordinario plan al que Dios la había destinado. Y
la respuesta que recibió María de Dios Todopoderoso es la
misma que os da a vosotros: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti
porque para Dios nada es imposible».

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Conociendo bien la doctrina de Jesús es fácil actuar ante los


retos de la vida sin miedo a equivocarnos o a estar solos, pues lo
haremos, en todo momento y circunstancia, bajo la influyente
guía de su propio Espíritu Santo, sea grande o pequeña.
Os dirán que el sentido de la vida está en el mayor número de
placeres posibles; intentarán convenceros de que este mundo es
el único que existe y que vosotros debéis atrapar todo lo que
podáis para vosotros mismos, ahora. Oiréis a la gente que os
dirá: vuestra felicidad está en acumular dinero y en consumir
tantas cosas como podáis, y cuando os sintáis infelices acudid a
la evasión del alcohol o de la droga. Nada de esto es verdadero.
Y nada de esto proporciona auténtica felicidad a vuestras vidas.
Quizá venís de familias católicas. Asistís a Misa el domingo o
incluso entre semana, rezáis en familia todos los días y espero
que lo continuéis haciendo así toda la vida, pero puede acosaros
la tentación de alejaros de Cristo.
Oiréis decir a muchos que vuestras prácticas religiosas están
irremediablemente desfasadas, fuera del estilo vuestro, fuera del
estilo del futuro y que podéis organizar vuestras propias vidas y
que ya Dios no cuenta.
Incluso muchas personas religiosas seguirán esas actitudes
arrastrados por la atmósfera circundante. Una sociedad así,
perdidos sus más altos valores morales y religiosos es presa fácil
para la manipulación y dominación de fuerzas que, so pretexto
de liberar, esclavizan más aún.
¡Jesús tiene la respuesta a vuestras preguntas y la clave de la
historia! En Cristo descubriréis la verdadera grandeza de vuestra
propia humanidad.

106
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡Él sigue llamándoos, Él sigue invitándoos! Sí. Cristo os


llama, pero Él os llama de verdad. Su llamada es exigente,
porque os invita a dejaros «pescar» completamente por Él, de
modo que veréis toda vuestra vida bajo una luz nueva. Es el
amigo que dice a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos..., sino
que os llamo amigos», demuestra su amistad entregando su vida
por nosotros.
La auténtica vida no se encuentra en uno mismo o en las
cosas materiales. Se encuentra en otro, en Aquel que ha creado
todo lo que de bueno, verdadero y hermoso hay en el mundo. La
auténtica vida se encuentra en Dios, y vosotros descubriréis a
Dios en la persona de Jesucristo.

Para ver claro el camino: oración, sacramentos y dirección


espiritual

Tratad de conocer a Jesús de modo auténtico, profundizad en


su conocimiento para entrar en su amistad. El conocimiento de
Jesús, rompe la soledad, supera la tristeza y la duda, da sentido a
la vida, frena las pasiones, eleva los ideales, capacita para
ayudar a acertar en las decisiones. Dejad que Cristo sea para
vosotros el camino, la verdad y la vida.
Buscadlo a través de la oración, en el diálogo sincero y asiduo
con Él. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van
planteando los problemas y proyectos propios. Buscadle en su
palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la
Iglesia. Acudid a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras
aspiraciones más íntimas al amor de Cristo, que os espera en la
Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas vuestras inquietudes y
veréis con gozo que la coherencia de la vida que Él os pide es la

107
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de


vuestra alma joven. Madurad en el recogimiento y la oración la
elección que vais a hacer: si la voz del Señor resuena en lo más
íntimo de vuestro corazón, quered escuchadle. «Si escucháis hoy
mi voz: no endurezcáis vuestro corazón».
¿Quién se atreverá a decir que no al Señor que te llama?
Nadie puede permitirse equivocar el camino de su vida.
Por tanto, meditadlo bien, rezad para tener la luz necesaria en
vuestra elección y hecha la elección rezad todavía más para
tener la fortaleza de permanecer, caminando siempre «de
manera digna del Señor, procurando serle grato en todo».
«Señor, que vea»; que vea, Señor, cuál es tu voluntad para mí
en cada momento, y sobre todo que vea en qué consiste ese
designio de amor para toda mi vida, que es mi vocación. Y dame
generosidad para decirte que sí y serte fiel, en el camino que
quieras indicarme para que sea sal y luz en mi trabajo, en mi
familia, en todo el mundo.
El sacramento de la penitencia, es un medio singularmente
eficaz para el crecimiento espiritual. Indispensable para el fiel
que habiendo caído en pecado grave quiere retornar a la vida de
Dios.
La dirección espiritual, que puede llevarse fuera del contexto
del sacramento de la penitencia e incluso ser llevada por quien
no tiene el orden sagrado, ayuda a superar el peligro de la
arbitrariedad a la hora de conocer y decidir la propia vocación a
la luz de Dios.

Prontitud para decir sí ante la grandeza de la llamada

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

¡Ánimo, jóvenes! ¡Cristo os llama y el mundo os espera!


Recordad que el Reino de Dios necesita vuestra generosa y total
entrega. No seáis como el joven rico, que invitado por Cristo, no
supo decidirse y permaneció con sus bienes y con su tristeza, él,
que había sido preguntado con una mirada de amor. Sed como
aquellos pescadores que llamados por Jesús, dejaron todo
inmediatamente y llegaron a ser pescadores de hombres.
Sentid la grandeza de esta misión, dejaos arrastrar del todo
por el torbellino en cuyo centro actúa Dios mismo, tened plena
conciencia de realizar una misión insustituible. No permitáis que
la insidia de la duda, del cansancio o de la desilusión empañen el
frescor de la entrega.

La alegría de ser generosos

Queridísimos: comprendéis que os hablo de cosas muy


importantes. Se trata de dedicar la vida entera al servicio de
Dios y de la Iglesia, de hacerlo con fe segura, con convicción
madura y decisión libre, con generosidad a toda prueba y sin
arrepentimiento.
Abrid vuestro corazón al encuentro gozoso con Cristo. Pedid
consejo. La Iglesia de Jesús debe continuar su misión en el
mundo. Al hablaros de la vocación y al insistiros en seguir este
camino, soy yo el humilde y apasionado servidor de aquel amor,
que movía a Cristo cuando llamaba a los discípulos a seguirle.
Estad seguros de que si le escuchaseis y le siguieseis os
sentiríais llenos de gozo y alegría. Sed generosos, tened valor y
recordad su promesa: «mi yugo es suave y mi carga ligera».

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Jóvenes: Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a


millones de hermanos vuestros a salvarse. Abrid vuestro corazón
a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra
disponibilidad, sin miedos a respuestas definitivas, porque el
amor y la amistad no tienen ocaso.

Perseverancia y fidelidad

Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e


importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a
la hora de la exaltación, difícil serlo a la hora de la tribulación.
Y sólo puede llamarse fidelidad a una coherencia que dure toda
la vida.
Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es
entrega, amistad, amor manifestado en la donación de la propia
vida, como seguimiento definitivo.
Ser fieles a Cristo es amarlo con toda el alma y con todo el
corazón de forma que ese amor sea la norma y el motor de todas
nuestras acciones.
La fidelidad de Cristo alcanza en la Cruz su máxima y
culminante expresión. De ahí que sea imprescindible la renuncia
y la mortificación. Sin una ascética exigente y sin una
disponibilidad para servirle profundamente enraizada en vuestro
corazón, sin el hábito del olvido de sí, sería imposible amar de
veras y ocuparse sólo de los intereses de Cristo.
Permitidme que os abra mi corazón para deciros que la
principal preocupación ha de ser la fidelidad, la lealtad a la
propia vocación, como discípulo que quiere seguir al Señor con
una entrega total y con una disponibilidad apostólica sin

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

condicionamientos ni fronteras. Sólo a la luz de esta entrega se


pueden afrontar los demás problemas.

La vocación es siempre apostólica

Dios llama a quien quiere, por libre iniciativa de su amor.


Pero quiere llamar a través de otras personas. Así quiere hacerlo
el Señor Jesús. Fue Andrés quien condujo a Jesús a su hermano
Pedro. Jesús llamó a Felipe, pero Felipe a Natanael...
No debe existir ningún temor en proponer directamente a una
persona joven o menos joven la llamada del Señor. Es un acto de
estima y de confianza. Puede ser un momento de luz y de gracia.
Ningún cristiano está exento de su responsabilidad apostólica,
ninguno puede ser sustituido en las exigencias de su apostolado
personal. ¡Ninguna actividad humana puede quedar ajena a
vuestra pasión apostólica!
Son muchos vuestros coetáneos que no conocen a Cristo, o no
lo conocen lo suficiente. Por consiguiente, no podéis
permanecer callados e indiferentes.
Ciertamente, la mies es mucha, y se necesitan obreros en
abundancia. Cristo confía en vosotros y cuenta con vuestra
colaboración. Os invito, pues, a renovar vuestro compromiso
apostólico. ¡Cristo tiene necesidad de vosotros! Responded a su
llamamiento con el valor y el entusiasmo característicos de
vuestra edad.

La entrega total en medio del mundo

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

No hay vocación más religiosa que el trabajo. Un laico


católico, hombre o mujer, es alguien que toma el trabajo en
serio. Sólo el cristianismo ha dado un sentido religioso al trabajo
y reconoce el valor espiritual del progreso tecnológico.
Tenéis como finalidad la santificación de la vida
permaneciendo en el mundo, en el propio puesto de trabajo y de
profesión: vivir el Evangelio en el mundo, viviendo
verdaderamente inmersos en el mundo, pero para transformarlo
y redimirlo con el propio amor de Cristo. Realmente es una gran
ideal el vuestro.
Tal es vuestro mensaje y vuestra espiritualidad: vivir unidos a
Dios en medio del mundo, en cualquier situación, cada uno
luchando por ser mejor con la ayuda de la gracia, y dando a
conocer a Jesucristo con el testimonio de la propia vida.
¿Hay algo más bello y más apasionante que este ideal?
Vosotros, insertos y mezclados en esta humanidad alegre y
dolorosa, queréis amarla, iluminarla, salvarla: ¡benditos seáis y
siempre animosos en este vuestro intento!
Vale la pena dedicarse al hombre por Cristo, para llevarle a
Él, para elevarlo, para ayudarle en el camino hacia la eternidad;
vale la pena por el Reino del Señor vivir ese precioso valor del
cristianismo: el celibato apostólico.
Sed testigos de Cristo frente a vuestros coetáneos. De este
modo fortaleceréis vuestra vida de creyentes seguros de
comprometeros en una causa grande y podréis seguir la voz del
Espíritu Santo. Y si esta voz os llama a un amor más elevado y
generoso no tengáis miedo.
Con el corazón encendido, dialogando con el Señor, tal vez
alguno de vosotros se dé cuenta de que Jesús le pide más, de que

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

le llama a que, por su amor, se lo entregue todo. Queridos


jóvenes, quisiera deciros a cada uno: Si tal llamada llega a tu
corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez
de una auténtica vocación. Colabora con esa llamada a través de
la oración y la fidelidad a los mandamientos. Hay –lo sabéis
bien– una gran necesidad de vocaciones de laicos
comprometidos que sigan más de cerca a Jesús. «La mies es
mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la
mies que envíe obreros a su mies». Con este programa la Iglesia
se dirige a vosotros, jóvenes. Rogad también vosotros. Y, si el
fruto de esta oración de la Iglesia llega a nacer en lo íntimo de
vuestro corazón, escuchad al Maestro que os dice: «Sígueme».
No tengáis miedo y dadle, si os lo pide, vuestro corazón y
vuestra vida entera.

Vocación matrimonial

Toda la historia de la humanidad es la historia de la necesidad


de amar y de ser amado.
El corazón –símbolo de la amistad y del amor– tiene también
sus normas, su ética y... nada tiene que ver con la sensiblería y
menos aún con el sentimentalismo.
Jóvenes, ¡alzad con frecuencia los ojos a Jesucristo! ¡No
tengáis miedo! Jesús no vino a condenar el amor, sino a liberar
el amor de sus equívocos y falsificaciones.
El ser humano es un ser corporal, no es un objeto cualquiera.
Es, ante todo, alguien; en el sentido de que es una manifestación
de la persona, un medio de presencia entre los demás, de
comunicación. El cuerpo es una palabra, un lenguaje. ¡Qué
maravilla y qué riesgo al mismo tiempo! ¡Tened un gran respeto

113
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

de vuestro cuerpo y del de los demás! ¡Que vuestros gestos,


vuestras miradas, sean siempre el reflejo de vuestra alma!
Jóvenes, la unión de los cuerpos ha sido siempre el lenguaje
más fuerte con el que dos seres pueden comunicarse entre sí. Y
por eso mismo, un lenguaje semejante, que afecta al misterio
sagrado del hombre y de la mujer, exige que no se realicen
jamás los gestos del amor sin que se aseguren las condiciones
de una posesión total y definitiva de la pareja, y que la decisión
sea tomada públicamente mediante el matrimonio.
Y a aquellos a los que Cristo llama a la vocación matrimonial
les digo: estad seguros del amor de la Iglesia hacia vosotros. La
vida familiar cristiana y la fidelidad de toda la vida en el
matrimonio son también hoy necesarios para el mundo.
Escucha, en el fondo del corazón a tu conciencia que te llama
a ser puro: al serio compromiso del matrimonio que es cimiento
de un sólido edificio. No se puede alimentar un hogar con el
fuego del placer que se consume rápidamente, como un puñado
de hierba seca. Los encuentros ocasionales son simples
caricaturas del amor, hierven los corazones y descarnan el plan
divino.
¿Qué quiere Jesús de mí? ¿A qué me llama? ¿Cuál es el
sentido de su llamada para mí? Para la gran mayoría de
vosotros, el amor humano se presenta como una forma de
autorrealización en la formación de una familia. Por eso, en el
nombre de Cristo deseo preguntaros: ¿Estáis dispuestos a seguir
la llamada de Cristo a través del sacramento del matrimonio,
para ser procreadores de nuevas vidas, formadores de nuevos
peregrinos hacia la ciudad celeste?
La familia es un misterio de amor, al colaborar directamente
en la obra creadora de Dios. Amadísimos jóvenes, un gran

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

sector de la sociedad no acepta las enseñanzas de Cristo, y, en


consecuencia toma otros derroteros: el hedonismo, el divorcio,
el aborto, control de la natalidad, los medios contraceptivos.
Estas formas de entender la vida están en claro contraste con la
Ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Seguir fielmente a
Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que
implica también la castidad, la defensa de la vida, así como la
indisolubilidad del vínculo matrimonial, que no es un mero
contrato que se pueda romper arbitrariamente.
Viendo el «permisivismo» del mundo moderno, que niega o
minimiza la autenticidad de los principios cristianos, es fácil y
atrayente respirar esta mentalidad contaminada y sucumbir al
deseo pasajero. Pero tened en cuenta que los que actúan de este
modo no siguen ni aman a Cristo. En esta decisión cristiana, el
amor es más fuerte que la muerte. Por eso os pregunto
nuevamente: ¿Estáis dispuestos y dispuestas a salvaguardar la
vida humana con el máximo cuidado en todos los instantes, aún
en los más difíciles? ¿Estáis dispuestos como jóvenes cristianos
a vivir y a defender el amor a través del matrimonio indisoluble,
a proteger la estabilidad de la familia, la educación equilibrada
de los hijos, al amparo del amor paterno y materno que se
complementan mutuamente? Este es el testimonio cristiano que
se espera de la mayoría de vosotros y de vosotras.

Vocación sacerdotal

Muchas veces me preguntan, sobre todo la gente joven, por


qué me hice sacerdote. Quizá alguno de vosotros queráis
hacerme la misma pregunta. Os contestaré brevemente.
Pero tengo que empezar por decir que es imposible explicarla
por completo. Porque no deja de ser un misterio hasta para mí
115
Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

mismo. ¿Cómo se pueden explicar los caminos del Señor? Con


todo, sé que en cierto momento de mi vida me convencí de que
Cristo me decía lo que había dicho a miles de jóvenes antes que
a mí: «¡Ven y sígueme!». Sentí muy claramente que la voz que
oía en mi corazón no era humana ni una ocurrencia mía. Cristo
me llamaba para servirle como sacerdote. Y como ya lo habréis
adivinado, estoy profundamente agradecido a Dios por mi
vocación al sacerdocio. Nada tiene para mí mayor sentido ni me
da mayor alegría que celebrar la Misa todos los días y servir al
Pueblo de Dios en la Iglesia. Ha sido así desde el mismo día de
mi ordenación sacerdotal. Nada lo ha cambiado, ni siquiera el
llegar a ser Papa.
Recuerdo con profunda emoción el encuentro que tuvo lugar
en Nagasaki entre un misionero que acababa de llegar y un
grupo de personas que, una vez convencidas de que era un
sacerdote católico, le dijeron: «Hemos estado esperándote
durante siglos». Habían estado sin sacerdote, sin iglesias y sin
culto durante más de doscientos años. Y sin embargo, a pesar de
circunstancias adversas, la fe cristiana no había desaparecido; se
había transmitido dentro de la familia de generación en
generación.
La vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la
santidad según la forma que nace del sacramento del Orden.
Santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo pobre,
casto y humilde, es amor sin reservas a las almas y entrega a un
bien verdadero, es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere
santos porque tal es la misión que Cristo le ha confiado. Cada
uno debe ser santo para ayudar a los demás a seguir su vocación
a la santidad.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

Deseáis descubrir si verdaderamente sois llamados al


sacerdocio. La cuestión es seria, porque requiere prepararse
bien, con rectitud de intención y exige una seria formación.
Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es
entrega, amistad, amor manifestado en la donación de la propia
vida, como seguimiento definitivo y como participación
permanente en su misión y en su consagración. Decidirse es
amarlo con toda el alma y con todo el corazón, de forma que ese
amor sea la norma y el motor de vuestras acciones. Vivid desde
ahora plenamente la Eucaristía; Sed personas para quienes el
centro y el culmen de toda la vida es la Santa Misa, la comunión
y la adoración eucarística. Ofreced a Cristo vuestro corazón en
la meditación y en la oración personal que es el fundamento de
la vida espiritual.
¡El mundo mira al sacerdote porque mira a Jesús! ¡Nadie
puede ver a Cristo, pero todos ven al sacerdote y por medio de él
quieren ver al Señor! ¡Qué inmensa la grandeza y dignidad del
sacerdote! «Orad, pues, al dueño de la mies para que mande
obreros a su mies...».
Considerando que la Eucaristía es el don más grande que da
el Señor a la Iglesia, es preciso pedir sacerdotes, puesto que el
sacerdocio es un don para la Iglesia. Se debe rezar con
insistencia para conseguir ese regalo. Debe pedirse de rodillas.
Llamados, consagrados, enviados. Esta triple dimensión
explica y determina vuestra conducta y vuestro estilo de vida.
Estáis «puestos aparte»; «segregados», pero «no separados».
Más bien os separaría olvidar o descuidar el sentido de la
consagración que distingue vuestro sacerdocio. Ser uno más en
la profesión, en el estilo de vida, en el modo de vivir, en el
compromiso político, no os ayudaría a realizar plenamente

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

vuestra misión; defraudaríais a vuestros propios fieles, que os


quieren sacerdotes de cuerpo entero.

Vocación religiosa

Y si alguno o alguna de vosotros advierte la llamada de Cristo


al don total de sí en la vida religiosa, no rechace una propuesta
tan elevada, aunque sea exigente. Que encuentre la valentía de
un sí generoso y fuerte, que pueda dar una inigualable plenitud
de sentido a toda la vida.
La vocación religiosa es un don libremente ofrecido y
libremente aceptado. Es una profunda expresión del amor de
Dios hacia vosotros y, por vuestra parte, requiere a cambio un
amor total a Cristo. Por tanto toda la vida de un religioso está
encaminada a estrechar el lazo de amor que fue primero forjado
en el sacramento del bautismo. Estáis llamados a realizar esto en
la consagración religiosa mediante la profesión de los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.
Me es grato reafirmar con fuerza el papel eminentemente
apostólico de las monjas de clausura. Dejar el mundo para
dedicarse –en la soledad– a una oración más profunda y
constante no es más que una forma particular... de ser apóstol.
Sería un error considerar a las monjas de clausura como
criaturas separadas de sus contemporáneos, aisladas y como
apartadas del mundo y de la Iglesia; están, por el contrario,
presentes de la manera más profunda posible, con la misma
ternura de Cristo. Es por ello, lógico que los Obispos de las
nuevas Iglesias soliciten como una gracia especial, la posibilidad
de acoger un monasterio de religiosas contemplativas, aún
cuando el número de las activas sea todavía insuficiente.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

La juventud contemporánea no está cerrada al llamamiento


evangélico, como se afirma con excesiva facilidad. Claro está
que puede encaminarse espontáneamente a caminos nuevos; de
todos modos se siente igualmente atraída por las congregaciones
antiguas que les presentan un rostro vivo y siguen fieles a
exigencias radicales y presentadas con sensatez.
Basta consultar la historia de la Iglesia para ver una prueba de
ello. Pero las adaptaciones que nacen de la relajación o llevan a
ella no pueden de ninguna manera atraer a los jóvenes, porque
éstos en el fondo de sí mismos tienen capacidad de una entrega
total aunque algunas aparezcan vacilantes o bloqueadas.
Quiero recordar aquí de modo particular a las 400 jóvenes
religiosas de vida contemplativa de España que me han
manifestado sus deseos de estar con nosotros. Sé ciertamente
que están muy unidas a todos nosotros a través de la oración en
el silencio del claustro. Hace siete años, muchas de ellas
asistieron al encuentro que tuve con los jóvenes en el estadio
Santiago Bernabeu de Madrid. Después respondiendo
generosamente a la llamada de Cristo, le han seguido de por
vida. Ahora se dedican a rezar por la Iglesia, pero sobre todo por
vosotros y vosotras, jóvenes, para que sepáis responder también
con generosidad a la llamada de Jesús.

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

4.
EL EJEMPLO DE MARÍA

Para los jóvenes sobre todo, mi mensaje se hace invitación y


exhortación. Quisiera que la juventud del mundo entero se
acercase más a María. Ella es portadora de un signo indeleble
de juventud y belleza que no pasan jamás. Que los jóvenes
tengan cada vez más su confianza en Ella y que confíen a Ella la
vida que se abre ante ellos.
¿Qué nos dirá María, nuestra Madre y Maestra? En el
Evangelio encontramos una frase en la que María se manifiesta
realmente como Maestra. Es la frase que pronunció en las bodas
de Caná. Después de haber dicho a su Hijo: «No tienen vino»,
dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga».
Y estas palabras encierran un mensaje muy importante, válido
para todos los hombres de todos los tiempos. Ese «Haced lo que
Él os diga» significa: escuchad a Jesús, mi Hijo; actuad según su
palabra y confiad en Él. Aprended a decir que «Sí» al Señor en
cada circunstancia de vuestra vida. Es un mensaje muy
reconfortante, del cual todos tenemos necesidad.
«Haced lo que Él os diga». En estas palabras María expresa,
sobre todo, el secreto más profundo de su vida. En estas palabras
está toda Ella. Su vida, de hecho, ha sido un «Sí» profundo al
Señor. Un «Sí» lleno de gozo y de confianza.
Es preciso, pues, que acojáis a María en vuestras jóvenes
vidas, igual que el Apóstol Juan la acogió «en su casa». Que le
permitáis ser vuestra Madre. Que abráis ante Ella vuestros

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Antonio Pérez Villahoz DIOS CONOCE TU VOCACIÓN

corazones y vuestras conciencias. Que Ella os ayude a encontrar


siempre a Cristo, para «seguirlo», por cada uno de los caminos
de vuestra vida.
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra». Este fue el momento de la vocación de María. Y de
ese momento dependió la posibilidad misma de la Navidad. Sin
el «sí» de María, Jesús no hubiera nacido.

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