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INTRODUCCION
Desde los primeros tiempos del cristianismo, diversos personajes intentaron describir los
principales enemigos del espíritu, las tentaciones que nos distraen en nuestro itinerario hacia
una vida en Dios.
Orígenes, refiere siete pecados capitales, basado en una idea del libro de Deuteronomio acerca
de siete pueblos con que los israelitas tienen que enfrentarse en su conquista de Canaan:
"Cuando Jehová tu Dios por fin te introduzca en la tierra a la cual estás yendo para tomar
posesión de ella, entonces tendrá que quitar de delante de ti naciones populosas: los hititas y
los gergeseos y los amorreos y los cananeos y los perezeos y los heveos y los jebuseos, siete
naciones más populosas y más fuertes que tú. Y Jehová tu Dios ciertamente las abandonará
en manos tuyas, y tendrás que derrotarlas. Sin falta debes darlas irrevocablemente a la
destrucción. No debes celebrar pacto alguno con ellas ni mostrarles ningún favor."
Evagrio, ermitaño en el desierto de Egipto, considera que son ocho las tentaciones que coartan
el proceso espiritual, son ordenadas según su grado de peligro: gula, impureza, avaricia,
melancolía, ira, pereza, vanagloria, orgullo.
San Gregorio Magno, fija en siete el número de las tentaciones, coincidiendo con San Agustín
al poner como pecado mayor a la soberbia (orgullo), fusiona melancolía y pereza, e incluye la
envidia.
Será Santo Tomás en el siglo XIII, quien estabilizará para siempre en la doctrina católica, el
siete como número de los pecados que nos alejan de la unión con Dios.
La palabra pecado deriva de pecus, que significa pie defectuoso, pie incapaz de recorrer un
camino. La forma de corregir el pecado es andando siempre hacia delante, adaptándose a
nuevas situaciones y recibiendo, a cambio, las bendiciones que la vida da con tanta
generosidad a los que le piden (1)
Otro enfoque etimológico señala: Pecado significa textualmente "perder la señal", "tropezar".
La conversión constante implica la atención permanente para no "perder la señal", es decir,
para no pecar. Esta atención no constituye una tensión, sino un estado espiritual. Esta
atención tiene una doble orientación: hacia la propia interioridad (enstasis) y, al mismo
tiempo, hacia la alteridad (extasis). Una doble dimensión que es simultánea y que se
convierte en criterio de discernimiento de la auténtica experiencia de Dios: cuánto más crece la
interioridad, más crece también la apertura hacia la alteridad y viceversa. (2)
La comprensión cristiana del mal está directamente conectada con la idea básica del hombre
como ser creado a imagen de Dios… Como Dios, el Creador, es una persona cuya
personalidad se despliega en Su insondable y misteriosa vida interna, el carácter de ser una
persona, por tanto, llega al hombre como imagen Suya. El hombre es una persona porque
Dios es una persona y el hombre está hecho a imagen de Dios…
Ahora bien, junto con la aceptación de la idea de que Dios ha hecho al hombre a Su imagen,
es decir, como persona, se corre también un riesgo inmenso. La marca propia de la
personalidad de Dios es la libertad… El riesgo que Dios corrió al crear al hombre, al crearlo a
Su propia imagen, se encuentra en que al hombre como persona, le dio la libertad.
El hombre puede aprovechar su libertad para dar a Dios su amor, en retorno, puede ofrecerse
a sí mismo en su libre amor a El, su creador, para unirse con El.
En el don del amor se halla oculta la otra posibilidad; a saber, el hombre puede volverse contra
Dios y hacer de sí mismo el objeto de su amor. Este hecho, presentado en la historia mosaica
de la creación como la llamada Caída del pecado…
La esencia del pecado como rebelión del hombre contra su creador (ser él mismo como Dios)
es presentada de manera muy significativa en la moderna antropología cristiana… Así se
reconoce que el problema del pecado está esencialmente vinculado con el de la libertad del
hombre y que esta libertad, a su vez, está vinculada con la imagen de Dios en el hombre. (4)
Mientras en el mundo vivimos, no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones. Por lo cual
está escrito en Job: Tentación es la vida del hombre sobre la tierra.
Por eso cada uno debe tener mucho cuidado acerca de la tentación, y velar en oración para
que no halle el demonio lugar de engañarle, que nunca duerme sino busca por todos lados a
quien tragarse.
Ninguno hay tan santo ni tan perfecto que no tenga algunas veces tentaciones; y no podemos
vivir sin ellas.
Mas las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas;
porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado.
Todos los santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron y aprovecharon. Y los que
no las quisieron sufrir y llevar bien, fueron tenidos por malos y desfallecieron.
No hay orden o religión tan santa, ni lugar tan secreto, donde no haya tentaciones y
adversidades. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras viva, porque en
nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinación al
pecado. (3)
1. SOBERBIA
FALTA DE AMOR PARA DIOS
TRES PECADOS QUE SON
2. ENVIDIA EXCESO DE AMOR AL YO
PROPIOS DEL ESPIRITU
INTERIORIZADO
3. IRA / VANAGLORIA
EL BUEN COMBATE
El Buen Combate es aquel emprendido porque nuestro corazón lo pide. En épocas heroicas,
en tiempos de los caballeros andantes, esto era fácil: había mucha tierra por conquistar y
mucho por hacer. Hoy día, sin embargo, el mundo ha cambiado mucho y el Buen Combate
fue transportado de los campos de batalla para dentro de nosotros mismos.
El Buen Combate es aquel entablado en nombre de nuestros sueños. Cuando explotan dentro
de nosotros, con todo su vigor, en la juventud, tenemos mucho coraje pero todavía no hemos
aprendido a luchar. Después de mucho esfuerzo, hemos aprendido a luchar pero ya no
tenemos el mismo coraje para combatir. Por eso, nos volvemos contra nosotros mismos y
pasamos a ser nuestro peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles
de realizar o fruto de nuestra ignorancia de las realidades de la vida. Matamos nuestros
sueños porque tenemos miedo a entablar el Buen Combate. (1)
El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. Las
personas más ocupadas que he conocido en la vida siempre tenían tiempo para todo. Las que
nada hacían estaban siempre cansadas, no conseguían realizar el poco trabajo que tenían y se
quejaban constantemente de que el día era demasiado corto. En verdad, tenían miedo de
enfrentarse con el Buen Combate.
Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la Paz. La vida pasa a ser
una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos
dar. Creemos entonces que ya estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y
conseguimos realizarnos personal y profesionalmente.
Ten piedad de los que sienten piedad de sí mismos y se hallan buenos y tratados con injusticia
por la vida, porque no merecían las cosas que les sucedieron, pues éstos jamás van a
conseguir entablar el Buen Combate. Y ten piedad de los que son crueles consigo mismos, y
sólo ven la maldad en sus propios actos, sintiéndose culpables por las injusticias del mundo.
Porque éstos no conocen Tu Ley que dice: "Hasta los pelos de tu cabeza están contados"
Ten piedad de los que mandan y de los que sirven muchas horas de trabajo, y se sacrifican a
cambio de un domingo donde todo está cerrado y no existe un lugar a donde ir. Ten piedad
de los que santifican su obra y van más allá de su propia locura y acaban endeudados o
clavados en la cruz por sus propios hermanos. Porque éstos no conocieron Tu Ley que dice:
"Sé prudente como las serpientes y simple como las palomas"
Ten piedad, porque el hombre puede vencer al mundo pero nunca afrontar el Buen Combate
consigo mismo. Y ten piedad de los que vencieron el Buen Combate consigo mismos y ahora
están por las esquinas y bares de la vida, porque no consiguieron vencer al mundo. Porqué
estos no conocieron Tu Ley que dice: "Quien observa mis palabras tiene que edificar su casa
en la roca"
Ten piedad de los que tienen miedo de tomar el pincel, la pluma, el instrumento, la
herramienta porque creen que otros ya lo hicieron mejor que ellos y no se creen dignos de
entrar en la Mansión portentosa de las Artes. Pero ten piedad de los que tomaron el pincel, la
pluma, el instrumento, la herramienta y transformaron la Inspiración en una mezquina forma
de sentirse superiores a los otros. Estos no conocieron Tu Ley que dice: "Nada está oculto
sino para ser manifestado, y nada se hace escondido sino para ser revelado"
Ten piedad de los que comen y beben, se hartan, mas son infelices en su abundancia. Pero
ten piedad, también, de los que ayunan, censuran, prohiben y se sienten santos y van a
predicar Tu nombre por las plazas. Porque éstos no conocieron Tu Ley que dice: "Si declaro a
favor de mí mismo, mi testimonio no es verdadero"
Ten piedad de los que le temen a la Muerte y desconocen los muchos reinos que recorrieron y
las muchas muertes que ya murieron, y son infelices porque piensan que todo acabará un día.
Pero ten piedad de los que ya conocieron muchas muertes y hoy se juzgan inmortales, porque
desconocieron Tu Ley que dice: "Quien no nazca nuevamente, no podrá ver el Reino de Dios"
Ten piedad por los que se esclavizan por el lazo de la seda del Amor, y se juzgan dueños de
alguien, y sienten celos y se matan con veneno y torturan porque no consiguen ver que el
Amor cambia como el viento y como todas las cosas. Pero ten piedad de los que murieron de
miedo de amar y rechazaron el amor el nombre de un Amor Mayor que no conocen, porque no
conocen Tu Ley que dice: "Quien beba de esta agua nunca más volverá a sentir sed"
Ten piedad de los que reducen el Cosmos, a una explicación, Dios a una poción mágica, y el
hombre a un ser con necesidades básicas que deben ser satisfechas, porque éstos nunca van a
oír la música de las esferas. Pero ten piedad de los que poseen una fe ciega, y en los
laboratorios que transforman mercurio en oro y están cercados de libros sobre los secretos del
Tarot y el poder de las pirámides. Porque éstos no conocieron Tu Ley que dice: "Es de los
niños el Reino de los Cielos"
Ten piedad de los que no ven a nadie, sino a sí mismos, y para quienes los otros son un
escenario difuso y distante cuando pasan por la calle en sus limusinas, y se encierran en sus
oficinas con aire acondicionado en el último piso y sufren en silencio la soledad del poder.
Pero ten piedad, también, de los que abrieron mano a todo y son caritativos e intentan vencer
el mal apenas con amor, porque éstos desconocen Tu Ley que dice: "Quien no tiene espada,
que venda su capa y compre una"
Ten piedad, Señor, de nosotros que buscamos y osamos empuñar la espada que prometiste y
que somos un pueblo santo y pecador esparcido por la tierra, porque no nos reconocemos y
muchas veces pensamos que estamos vestidos cuando en realidad estamos desnudos,
pensamos que hemos cometido un crimen y en verdad hemos salvado a alguien. No os
olvidéis en vuestra piedad de todos nosotros que empuñamos la espada con la mano de un
ángel y la mano de un demonio afirmadas en el mismo puño. Porque estamos en el mundo,
continuamos en el mundo y te necesitamos. Necesitamos siempre Tu Ley que dice: "Cuando
os mande sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, nada os faltó" (1)
La única manera de salvar nuestros sueños es siendo generosos con nosotros mismos.
Cualquier tentativa de autocastigo, por sutil que sea, debe ser tratada con rigor. Para saber
cuando estamos siendo crueles con nosotros mismos, tenemos que transformar en dolor físico
cualquier tentativa de dolor espiritual, como culpa, remordimiento, indecisión o cobardía. (1)
La vida humana… trasciende a las pulsiones básicas que exigen satisfacción… para abrirse a lo
que denominamos la realidad espiritual… El despliegue de esta dimensión es lo que da
sentido a la existencia humana y es esta dimensión la que realiza nuestra finalidad última:
nuestra transformación en Cristo Jesús, nuestra "divinización por participación."
Muchos quieren huir de las tentaciones y caen en ellas más gravemente. No se pueden
vencer sólo con huirlas; con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que
todos los enemigos.
El que solamente quita lo que se ve, y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a
él más presto las tentaciones, y se hallará peor…
El fuego prueba al hierro y la tentación al hombre justo. Muchas veces no sabemos lo que
podemos; más la tentación descubre lo que somos. (3)
En definitiva, el ser humano tiene dos alternativas: centrarse en sí mismo, que es lo que Pablo
denomina "dejarse llevar por los deseos de la carne" (Gal 5, 19-21), que es cuando el hombre
devora al hombre; o bien la donación de sí mismo, de donde surgen los frutos del Espíritu:
"amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Gal
5,22). Éste es también el sentido de estas otras palabras: "Los que son de Cristo Jesús han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu" (Gal 5, 24-25). Es decir, vivir en el Espíritu es descentrarse.
Insistimos en decir que no se trata de una cuestión moral, sino espiritual, es decir, de una
actitud, de una disposición que surge de lo más profundo de nuestro ser.
Esta tríada se corresponde también con los tres centros del Eneagrama: el centro instintivo (las
vísceras), el centro sentimental (el corazón) y el centro del pensamiento (la cabeza). Cada
centro puede tener un desarrollo compulsivo o integrado. En su dimensión desintegrada, se
puede hallar una correspondencia entre los siete pecados capitales de la tradición moral de
Occidente: la pulsión no dominada del deseo conduce a cuatro posibles desórdenes: a la gula
(bloqueo en la fase oral), a la lujuria (bloqueo en la fase genital), a la avaricia (bloqueo en la
relación con los objetos) o a la envidia (disfunción en la relación con los demás); la pulsión no
dominada del ardor se puede desviar hacia la ira o, en sentido contrario, hacia la pereza; y la
pulsión no moderada de la razón, conduce a la soberbia. Se denominan los pecados
("errores") "capitales" porque se hallan en el origen de todos los demás. Para extirparlos hay
que ir a su raíz. Swami Shivananda, un maestro hindú de este siglo dice: "El combate interno
contra la mente, los sentidos y las tendencias del subconsciente es más terrible que cualquier
batalla externa". Por otro lado, hay que ser conscientes de que, según la Tradición del
discernimiento de espíritus, el espíritu malo ataca nuestro lado más débil (EE, 327,
decimocuarta ley de discernimiento). De nuevo, aquí, la importancia del autoconocimiento.
-1. La sugestión: un pensamiento simple y sutil entra en el campo consciente, por ejemplo, las
tentaciones de Jesús en el desierto.
-2. La frecuentación: se establece un cierto diálogo interno y una cierta complicidad con el
pensamiento. Se produce un cierto consentimiento voluntario.
-3. El consentimiento propiamente dicho. Se produce el deseo de actuar según dicho
pensamiento.
-4. La cautividad: se pierde la paz y la calma interiores. La persona pierde la libertad de no
pensar en eso.
-5. La pasión: la inclinación se ha convertido en un hábito. La pasión anida hace tiempo en el
alma y se ha hecho connatural con ella. Sólo puede vencerse con penitencia. Hay que pedir
consejo.
Esta progresión también puede servir para comprender la forma de arraigar de las virtudes. Por
otro lado, Jesús dirá que determinados "espíritus" sólo pueden vencerse con ayuno y oración
(Mc 9,29). Quizás nuestra sociedad está a la merced de tantas pasiones porque hemos
perdido el sentido de ayuno. En nuestra sociedad de consumo estamos llamados a recuperar
dicha práctica.
Presencia que llevamos y que se convertirá en el eje de toda existencia. Es la libertad del
hombre, su deseo de unión con Dios y con toda la humanidad lo que anima su gesto guerrero.
Corresponde a cada uno saber cuáles son los ámbitos en los que le conviene ejercer este
ayuno:
Sin estas ascesis, hay saturación, banalización y exigencia que nos lleva al endurecimiento del
corazón. Este es el reto del denominado "Primer Mundo", en el que se da una relación
intrínseca entre la atrofia del sentido de lo Trascendente y la atrofia de la solidaridad. Es
urgente fomentar una "cultura de la austeridad" si no queremos deshumanizarnos ni
deshumanizar el planeta.
con el deseo erótico de una mujer, mezclándolo además con el de ostentación social. En un
diario, un anuncio de joyas se acompañaba de la frase: "Yo se de uno que se morirá de
envidia". Es decir, la publicidad exacerba las pulsiones más primarias y egocéntricas
haciéndonos olvidar que nuestra sociedad de consumo vive a costa de la miseria de la mayoría
del planeta. La alteridad desaparece en la medida en que las propias pulsiones se exacerban.
Por el contrario, para entrar en el Reino hay que pasar por la puerta estrecha (Mc10,25), es
decir, por el vaciamiento del yo. Esto implica una radical transformación de todas nuestras
pulsiones. Una de las formas de empezar es por nuestros sentidos. De ahí la importancia de
la estética, palabra que viene de "aisthesis", "sentido". Recordemos la película de El festín de
Babette, en la que la atrofia del gusto era signo de una atrofia en las relaciones humanas.
Restituyendo el sentido del gusto, se recuperan las relaciones en el seno de la comunidad y
con la vida.
La vista a través de la presencia de los Iconos, en los que un mínimo de rasgos evocan un
máximo de presencia. No se trata de una relación objetual, sino de apertura. No miro, sino
que soy mirado.
El tacto, en el momento de darnos la paz, sin conocernos, sin intereses, sin retener.
En la Eucaristía, el contraste es máximo: vemos sin ver; gustamos sin gustar; y comiendo, nos
dejamos transformar: no es Él quien desaparece en nosotros, sino nosotros quienes quedamos
incorporados a Él, en las primicias de un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva (Ap 21,19)
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS