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ESMERALDEROS EN BOYACÁ Y MILICIAS POPULARES EN MEDELLIN

Un texto escrito por Francisco Gutiérrez Sanín y Ana María Jaramillo, que
muestra no solo la historia, causas y algo del modus vivendi de las milicias de
Medellín y lo que se ha hecho para poder reintegrar las personas que hacen parte
de estas a la vida civil, también el conflicto verde que durante muchos años se ha
vivido en el occidente de Boyacá, las posturas que el gobierno ha tomado frente a
este tema y de cómo ha manejado la problemática con respecto al conflictivo
territorio y patrimonio colombiano, al igual que muestra algo del papel de los civiles
comunes y corrientes que de una u otra manera siempre se ven involucrados en
medio de cualquier conflicto que halla, sea rural o urbano, por territorio o por
bienes materiales, siempre serán las reales víctimas.

Podría decirse que Colombia tiene una amplia experiencia en manejo de conflictos
de cualquier tipo, pues prácticamente durante todo el siglo XX y aun en pleno siglo
XXI, se han presentado todo tipo de conflictos, aun los internacionales cuando otro
país reclama un territorio que nos pertenece, Colombia responde por las vías del
dialogo y la diplomacia, en el cual termina cediendo a las peticiones del otro y sus
intereses y no a los de su pueblo. Pasando a contexto nacional, en sus conflictos
internos, puede pensarse o decirse que las ha manejado exactamente igual,
obviando la intención de mejorar las situaciones, solo que tal vez con los métodos
correctos pero con procedimientos errados. Citando el texto: “todo acuerdo genera
guerra y toda guerra genera acuerdo llamándolo así un péndulo de pactos-guerra
constituye así el atractor de la dinámica de nuestros conflictos”, tal vez porque los
protagonistas y los interlocutores son señores de la guerra. Por eso procesos de
paz pactados entre señores de la guerra no tienen más fin que el fracaso, pues es
obvio, son señores de la guerra. Puede decirse que en un contexto político la
guerra es la continuación de la política y la política es la continuación de la guerra
y podemos ver a una escala menor como en las milicias urbanas, desarrollaron
políticas de saneamiento de su territorio atacando y eliminado físicamente a los
consumidores de drogas, que por supuesto podían ser oriundos de su mismo
territorio, cabe decir que toda política pactada en un territorio bajo dominio de una
milicia y acuerdos con otra milicia, puede esperarse que en cualquier momento
una nueva guerra o mejor; la misma guerra despertada por diferente motivo como
ejemplo un ajuste de cuentas o pequeñas vendettas, vuelva a teñir el suelo con
sangre, pues no se puede confiar en una frágil paz pactada entre señores de la
guerra. Lo irónico es que en todas estas guerras los combatientes son jóvenes
mestizos católicos y pobres que disparan contra otros mestizos católicos y pobres
que también lo dice el texto.
Hablando un poco más sobre la política de pequeños grupos en ciertos sectores,
el texto cita las palabras de un poblador en Medellín que decía: “hoy somos una
comunidad amenazada y yo lo veo bien: no puede haber ladrones; no puede
haber viciosos, y el que se fuma el vicio lo tendrá que hacer por allá escondido,
pero todos sabemos que tenemos que manejarnos bien”. Al parecer las milicias
querían educar y disciplinar la gente, y no importaba de qué modo fuera, con tal de
que fuera su método, un modo violento de ejercer la paz. Mirando un poco para el
occidente de Boyacá, en un tiempo después de haber firmado la paz en la región
en el año de 1993, decidieron hacer aparte a los guaqueros que daban problemas,
no necesitaban antisociales, pero ante la inminencia de retomar de control de la
mina llamada Coscuez por parte de Carranza y sus socios, los guaqueros
(mineros) fueron obligados a salir de aquella mina voluntariamente, y si esta orden
no se cumplía entonces los patrones se verían en la obligación de “limpiar” la zona
para garantizar la explotación por parte de los legítimos contratistas ante el
estado. En eso se ve que aunque fueron distintos puntos territoriales y distintos
líderes, se le dio un uso igual a la palabra “limpieza” usando la fuerza y la
intimidación, todo esto con el fin de cumplir sus políticas.

Centrándonos un poco más en lo que se trata de milicias populares en Medellín, el


surgimiento de estas se dio más o menos por la década de los setenta a
mediados, esta se da inicio con el sicariato. En la siguiente década, con el
narcotráfico se crearon condiciones favorables para que empezaran problemas
que eran casi inminente que aparecieran por la descomposición de la sociedad
como son la aparición de pandillas de barrio, bandas delincuenciales y corrupción
en la policía y en otros organismos de control. El surgimiento del narcotráfico
transformó todo lo que es el crimen a crimen organizado, pues ya empezaban a
aparecer bandas especializadas en sicariato que disponían de armamento
avanzado y pesado y la capacidad de desarrollar negocios con la misma policías y
el ejército en los llamados “cruces” y por si fuera poco se le suma la presencia de
la guerrilla, que podía delinquir desmedidamente obteniendo recursos económicos
mediante cualquier método y la ejecución de planes terroristas. Otras bandas se
crearon cuando guerrillas como el M-19 con la creación de “campamentos de paz”
que luego se derivaron en bandas criminales con entrenamiento militar, que para
apoyar los frentes guerrilleros en las zonas rurales se valían de actos como robos,
atracos, extorciones y todo tipo de acto delictivo con el que se pudiera realizar la
financiación de dichos frentes, por decirlo de otra manera se crearon guerrillas
urbanas que formaban la delincuencia común pero también era un cruce con
delincuencia política y que obviamente eran favorecidas con el narcotráfico que a
su vez crecía cada vez más con el reclutamiento masivo de jóvenes que sin
formación política pero con entrenamiento militar y el ingreso de delincuentes
selectivos a las milicias. Era obvio que a los mismos ciudadanos que decían
proteger se sentían fatigados y amenazados por las mismas bandas de sus
barrios.
A mediados de la década de los noventa el gobierno empezó a intervenir, en
diálogos con las milicias después de fracasar en los diálogos con los terroristas
de las FARC, es un tanto obvio que si el gobierno dialoga con una organización
delictiva ellos quieran participación política y que además deseen inmunidad a los
delitos cometidos hasta entonces, y en efecto esto era lo que querían, al igual que
las FARC han querido y quieren ahora, pero es algo que no se puede dar,
negociar con personas que no tiene respeto por la vida humana es simplemente
perder el tiempo y recursos pues ellos se declaran como un estado dentro de un
estado, y no solo lo afirman las guerrillas sino también las milicias. Suponiendo
que se llegue a un acuerdo con el gobierno o autoridades locales, en las milicias
siempre habrá quien quede inconforme y quiera tomar el poder haciendo una
revolución dentro de la revolución. Pero dado el caso en que todos en la milicia
queden conformes, con el paso del tiempo y no necesariamente mucho tiempo,
van a seguir por el mismo lindero que una vez escogieron, solo que ahora tendrían
jurisdicción del gobierno para hacerlo. Como paso antes con la creación de
COOSERCOM, una cooperativa de vigilancia y prevenir el delito con servicios de
seguridad del estado. Una cooperativa que luego quería participación política,
aunque nunca se les dio la oportunidad más que de asistir a zonales y a
organismos de administración por iniciativa del alcalde. Una cooperativa que más
tarde siendo pagada por el estado para vigilar, sus integrantes volvieron a lo
mismo, pues la quejas por parte de la población en la fiscalía y defensoría del
pueblo sobre extorciones, destierros y amenazas por parte de la COOSERCOM
crecían; eran un apéndice delictivo de la policía, lo que más tarde acabó en la
liquidación de la cooperativa, volviendo de nuevo al principio del problema.

Cambiando el tema a la experiencia del occidente de Boyacá, puede decirse con


seguridad que como dice el texto el primer enclave del crimen organizado en
Colombia, fue el negocio de las esmeraldas, que alguna vez fue entregada por el
estado a empresas particulares. Saltándonos muchos años, mucho después de
que pasaran de ser manejadas por el banco de la república, las minas de
esmeraldas están manejadas por algunos líderes, familias que tienen la lealtad
incondicional de sus guaqueros, personas con las que curiosamente tienen mucha
benevolencia y más con quienes son pobres, pero son implacables y muy fríos con
respecto a sus enemigos; por ejemplo la fuerza pública supuestamente no era
vista con buenos ojos, pero también disponían de ella como haciéndolo con sus
mineros , al alquilar uniformes para cometer homicidios o ejecutarlos por los
mismos miembros de la policía, pues varios prisioneros murieron en calabozos en
donde pistoleros pagados tenían acceso a las instalaciones de los reclusorios.
Algunas guerras comenzaban por disputas sobre el control de ciertos territorios
cultivados con coca y acusaciones mutuas enfrentaron a grandes personalidades
del narcotráfico, por otro lado los esmeralderos crearon grupos de paramilitares y
alianzas con estos para combatir a la guerrilla de las FARC, sin mencionar claro
que las diferentes facciones de los esmeralderos estaban en guerra contra las
otras facciones, por done pueda verse la guerra está en todos los horizontes, y
una vez más podemos ver que los civiles comunes y corrientes están entre fuego
cruzado, viéndose obligados por su lealtad a pelear en él. Solo un hombre, quien
hasta hace poco era la cabeza de los esmeralderos pudo establecer un pacto de
paz que garantizaba la explotación conjunta de las minas con las otras facciones,
pero continuo su guerra contra narcotraficante Vargas, siguiendo con una
tradicional tensión de esmeraldero-narco. Carranza fue luego encarcelado por
vínculos con paramilitares, generando así protestas en Boyacá por el
enjuiciamiento de su líder a quien lo nombraban como apóstol de la paz, por
supuesto el hombre salió, y todo continuó.
Después de años de esta guerra de dos colores, verde y roja, con los pactos de
paz firmados y la intromisión de la iglesia católica como mediadora se puede decir
que el fuego verde cesó, pues curiosamente la iglesia y lo dice el texto es el único
tercero que es tomado como creíble en procesos de mediación. Es de esperarse
que los atropellos y hostilidades contra el ciudadano todavía se den y que los
esmeralderos tengan vínculos con grupos al margen de la ley, aunque sean
cautelosos en eso. En una cita del texto dice: “hay menos muertos que durante la
guerra, pero menos que antes de que ella comenzara”. Puede que las cosas
mejoraran, pero no han acabado.

En conclusión estos dos casos, de milicias y esmeralderos aunque tienen grandes


diferencias son parecidos en sus víctimas.
En cuanto a las milicias se puede concluir que son personas descompuestas que
jamás van a estar totalmente conformes, que si buscaran un bien social, una vez
logrado el propósito de pactar y dialogar con el estado, no importaría que uno de
sus líderes ya no estuviese por la causa que fuese, se seguiría adelante por el
bien de las demás personas. El cambio se logra a largo plazo, en las generaciones
futuras, implantando buena cultura, valores, ética y educación en los niños. Es
pérdida de tiempo y recursos dialogar con los milicianos, no hay más solución que
llevarlos a la ley.
Con los esmeralderos aunque es diferente en cuestión a que hay de por medio un
capital demasiado grande y vastos territorios, sin mencionar personalidades
políticas involucradas, también depende de una persona quien es la cabeza de los
esmeralderos, y que no esté puede significar la re ignición del fuego verde y la
guerra de los dos colores.

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