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EL TEATRO DE LA CRISIS
Hace alrededor de un año, se esparció por algunos medios del sector la especie de
que la crisis no estaba afectando especialmente al teatro. Se comentaba que los datos
motivos por los cuales este sector podría estar en mejores condiciones que otros para hacer
primer lugar, era simplemente imposible que una crisis profunda, que comenzaba a dejar
ningún reflejo sensible en el mercado teatral, por rarito que éste pueda parecer; y, en
segundo lugar, que posiblemente fuera entonces un poco pronto para que el “efecto
dominó” de una crisis generada en las más sórdidas catacumbas del sector financiero, con
la impagable colaboración dolosa de la “industria del ladrillo”, se dejara sentir con rotunda
Por todo ello, la invitación de la ADE a hacer una intervención sobre teatro y crisis
despertó en mí la bestia económica (o el economista bestia, vaya usted a saber) que uno
lleva dentro, y me felicité de la ocasión que ello me brindaba para corroborar o refutar mis
economista que se precie (de ser convencional), traté ingenuamente de abalanzarme sobre
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Pues sí, se nota la crisis
Y digo que traté ingenuamente, porque apenas hubo forma. No hay datos. O, al
menos, no hay datos suficientes. En medio de la era de Google y de Youtube, del online y
de los blogs, del Facebook y del Twitter, el sector teatral español sigue sin disponer de
boca. Es más, la situación es ahora peor que antaño. El último Anuario de la SGAE es del
año 2006 y las últimas estadísticas disponibles en la web del Centro de Documentación
Teatral sobre los mercados de Madrid y Barcelona, amén de incompletas, sólo llegan a
2007.
¿Es tan complejo nuestro sector como para explicar esta especie de afasia
estadística (que, constituye, por otro lado, uno de los síntomas más ridículos de su
incapacidad para parecer un sector económicamente maduro)? Pues igual no, porque
resulta que una entidad totalmente privada, como es la Asociación de Empresas de Teatro
últimos siete años para ofrecer datos actualizados sobre la evolución de la temporada
teatral en el segundo mercado teatral de España. Entre usted en su web y verá cifras de
sostener que sus cifras son significativas respecto del conjunto del sector teatral español.
fue un 0,6% menor que el de la temporada anterior; y que, entre ambas temporadas, se
produjo una caída del 7% en los ingresos y un descenso de casi 5 puntos en el nivel de
ocupación medio del aforo disponible, lo que sugiere una mayor afectación en los
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Es cierto que, en el otoño de 2008, cuando surgieron esas voces que advertían de
experimentadas por ese mercado fueron incluso positivas; pero el trimestre invernal fue
Habrá quien piense que una caída del 7% en la cifra de negocio tampoco es tan
tremenda si se compara, por ejemplo, con el descenso del 20% del índice de producción
industrial que se ha registrado a escala nacional. Y que, al fin y al cabo, con crisis y
todo, los datos económicos de la temporada teatral 08/09 de Barcelona, aunque peores
que los de la temporada anterior, se sitúan por encima de los de las temporadas 05/06 y
06/07.
Sin embargo, ese 7% también podría ser comparado, esta vez muy
con el 4,1% de caída (la mayor de la historia) que registrará el consumo privado total de
meses que van de septiembre de 2007 a agosto de 2009 no ofrece dudas: la línea de
siguiendo una manía muy habitual del pensamiento económico, no hemos hecho más
ingresos) para deducir de ahí los efectos de la crisis. Pero en la evolución de la demanda
teatral también influyen otros factores ¿Y si todo se debiera a que en la temporada 08/09
no ha habido tantos espectáculos “de tirón” como en la anterior? ¿Por qué nos parece
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tan revelador el descenso en un 23% del número de localidades vendidas en diciembre
junio y julio de 2009, salvo por la mayor volatilidad que muestra habitualmente el
mercado teatral en los meses de verano? Cierto que Barcelona es un mercado muy
importante, pero “sólo” representa en torno al 20% de un mercado total que muestra
comportamientos a veces muy dispares según las distintas zonas geográficas ¿No habría
que tener datos de otros ámbitos territoriales para extraer conclusiones definitivas? Y,
en especial, ¿no es curioso que un sector tan supuestamente vulnerable desde el punto
de vista económico no se haya visto simplemente devastado por una crisis de tamaña
envergadura?
Seamos, pues, prudentes. Y aceptemos ― aunque esto no sea más que una
experimentados del sector cuando dedujeron de los datos del otoño de 2008 ― aunque
de manera harto apresurada ― que la crisis estaba pasando por él como el ángel por las
casas de los israelitas durante la última plaga de Egipto. Al calor de esta hipótesis,
interés para el futuro: ¿hay motivos para suponer que el mercado teatral español tiene
características propias que le han amparado del riesgo de que los efectos de la crisis
estadísticos tiene que dejar paso a otro tipo de enfoque menos cuantitativo, pero
posiblemente más útil, porque lo que nos debe importar no es tanto el mero
de cara al provenir.
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Para ello, nos fijaremos en algunos rasgos muy acusados de los
El primero de ellos tiene que ver con algunos de los factores que, de acuerdo
con las encuestas disponibles, guardan estrecha relación con la asistencia al teatro.
Señalan esos datos que, en términos generales, hay una fuerte correlación entre
elevado como para concederle algún crédito al respecto. Señalan también esos datos que
manera muy acentuada cuanto mayor es el nivel de estudios e ingresos, así como con la
edad de mayor rendimiento laboral de los espectadores (lo que frecuentemente viene a
ser lo mismo).
Así pues, si tenemos en cuenta, por un lado, que la crisis se ha cebado de manera
más intensa, como es habitual, en los sectores de población con rentas más bajas y, por
tanto, con menos hábito de consumo cultural; y, por otro, que los sectores de mayores
ingresos y, por tanto, mayor consumo cultural son también los más resistentes a la
recordar que, para buena parte de esos sectores sociales, el consumo de servicios
culturales no es sólo una elección de ocio y placer, sino incluso una seña de identidad.
Sin duda, aunque se vean menos afectados por la crisis, es más que probable que dichos
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sectores hayan aplicado restricciones a su consumo cultural, siquiera sea por el habitual
extrema necesidad.
Por consiguiente, una hipótesis plausible es que hayan recortado ese gasto de
manera simétricamente porcentual en todas sus elecciones de ocio, pero no que hayan
decidido modificar drásticamente la estructura de ese gasto. Dicho de otro modo, es más
fácil e intuitivo que hayan decidido reducir su consumo en un (pongamos) 15% en todas
sus elecciones de ocio y no que hayan optado por (pongamos de nuevo) cancelar todo su
en cine.
De ser cierto, ¿cómo habría afectado esto al consumo teatral? Pues, en realidad,
bastante bien. Recordemos que, con liberal generosidad, las encuestas disponibles
acuden a los espacios escénicos unas cuatro veces al año. Es decir, que nos estamos
refiriendo a una práctica de ocio más extendida que intensa, más discrecional que fiel.
Así las cosas, puede de nuevo inferirse que la frecuencia relativamente baja de la
Es más fácil que un ciudadano recorte más sensiblemente su gasto en los hábitos de
consumo que repite con mayor frecuencia; y no que lo haga (por falta de “margen”
suficiente) en aquellos a los que no está dispuesto a renunciar del todo, aunque los
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los de propiedad municipal, que suponen un porcentaje muy alto de la oferta total y un
espectáculos en función del compromiso de tener que cubrir unos determinados días de
programación y aplican a ellos precios más bien “políticos”, con lo que el efecto de
Así las cosas, la demanda efectiva de esos espacios no guarda apenas relación
directa con el mayor o menor deseo de los ciudadanos por acudir a los espectáculos o
con su mayor o menor disposición a asumir el coste real de los mismos, sino con la
efectuadas, como hacen por otro lado con un elevado número de servicios encargados a
terceros, les permite seguir “tirando con pólvora del rey” y no trasladar a su ritmo de
no porque el público potencial hubiera decidido no acudir al teatro, sino porque quienes
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La experiencia reciente de un buen número de agentes privados del sector es
terminante. Hay quienes opinan que el mayor efecto de la crisis es que, aunque los
antes, simplemente aplazan “sine die” el pago de las contrataciones, con lo cual no se
financiero” (una manera fina de decir que no les pagan), lo cual es aún más grave.
En cuarto lugar, insistamos un poco más en el aspecto financiero. Una parte muy
vez, son asignados con cargo a presupuestos aprobados de manera periódica. Dada la
rigidez que muestran por lo general las administraciones públicas a la hora de adaptarse
a los cambios que se producen en la coyuntura económica, bien pudiera ocurrir que en
cerrar los ojos, negar la mayor y no adoptar medidas. Supongamos que, una vez
desatada la crisis, los hechos van mucho más aprisa que la capacidad de adaptación de
para semejante tarea. Supongamos que, por ello, esa maquinaria administrativa
crisis…
Si todo esto ocurriera ― pero, claro, es sólo una suposición ―, bien podría pasar
que una actividad cuya financiación dependiera fuertemente de recursos procedentes los
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presupuestos públicos, como es la teatral, no notara inicialmente los efectos de la crisis
en las fase de arranque e intensificación de la misma. Sin embargo, una vez que esos
ese sector sí que lo notaría, pero con el riesgo de que eso se produjera incluso en el
tendieran amortiguarse. De ser así, el ajuste presupuestario (por indeseable que fuera en
empezara a reactivarse.
último aspecto: de acuerdo con un estudio encargado por la Red Española de Teatros,
más de 50.000 euros anuales; y más de la mitad se sitúan por debajo de los 25.000
número mareante de proyectos unipersonales (lo que también sería revelador), resulta
del todo impensable que los integrantes de las compañías con menos recursos puedan
subsistir dedicándose al teatro a tiempo completo. Por fuerza, han de obtener recursos
procedentes de otro tipo de actividades más o menos relacionadas. Y es bien sabido que
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el denominado “trabajo a tiempo parcial”, sin ser precisamente una situación envidiable,
caso permitiría identificar algunos factores que podrían estar operando como
es que tales factores no serían el resultado de las fortalezas del sector, sino de algunas
los ciudadanos de mayores ingresos (lo que atenta seriamente contra la deseada función
espectáculos escénicos (lo que es un índice de baja fidelidad por parte del público), la
entorno actual. Tenemos, por un lado, una crisis que constituye la mayor preocupación
social del país, referente obligado en los medios de comunicación y tema normal de
por otro, una práctica artística que se caracteriza (se dice, decimos) por su capacidad
para reflejar con rapidez y agudeza el pulso social, para llevar a un tablado los sucesos
nuestros días adviertan con claridad las huellas que dejó en ella aquella impresionante
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crisis del 2008. Es posible. A nosotros, seguramente, los árboles no nos dejan ver el
bosque y los espectáculos individuales nos impiden apreciar la profunda naturaleza del
conjunto. Pero hemos de admitir que, si uno repasa con atención, por ejemplo, la
cartelera madrileña de los días en los que estas líneas son escritas, sólo con un ejercicio
ayudando a que los ciudadanos reflexionen sobre ella y sobre sus efectos.
habla de todo menos de la propia crisis (dejemos al margen los monólogos cómicos
hay en la cartelera espectáculos que abordan cuestiones que son todo menos banales y
que forman también parte de nuestro presente social e histórico. Pero de la crisis, que es
…y otra más
que las crisis económicas “valen” para provocar reformas fundamentales en los sectores
afectados; que sus efectos profundos y las urgencias que generan son el “mejor
impulso” para que los agentes económicos adopten medidas radicales encaminadas a
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No parece que en nuestro caso vaya a ocurrir nada de eso. Todo hace pensar que
mayor parte de los agentes privados, al menos hasta el momento, han optado por dejar
tienen ― especialmente los segundos ― con tratar de capear el temporal. Pero sí que no
están haciendo, por lo general, nada diferente que no hubieran hecho hasta ahora. No se
interconectar aún más las redes territoriales, ni reorientación alguna en las políticas
teatral corre el riesgo de enviar a la sociedad española, una vez más, el mismo mensaje
que, salvo proyectos individuales muy loables, le viene mandando desde hace años: que,
representa para cumplir mejor su función social, ni los aprovecha para fortalecer sus
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