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De Ximena Carrera
Personajes:
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Primer Acto
Nina: “... Sí, tú nunca fuiste fiel y me fingiste aquel amor perverso,
Ten, respeto, por favor, por mi cariño que aún no ha muerto.
Las tres mujeres entran. Mariana enciende la luz. Carmen, que es la última en
entrar, se queda en la puerta de entrada mirando hacia el pasillo.
Carmen: ¡Apágala!
Mariana: Pero...
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Mariana obedece. Vuelven a quedar a oscuras. Sólo iluminadas por la luz
blanquecina del pasillo del edificio.
Breve silencio. De pronto, se oye un golpe seco seguido por un “ay” de Nina
quién intenta reprimir una risa ahogada.
Mariana: Bueno, la gente hace su vida. ¿Qué tiene de malo? Debe ser
alguien llegando a su casa a esta hora. No somos las únicas que
vivimos aquí.
Nina: Me pegué con esta mierda de sillón (Le pega un manotón al sillón)
¡¿Quién carajo lo puso aquí?!
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Mariana: Tráele hielo.
Carmen: ¿Perdón?
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Carmen: ¿Aló?... ¿Tati? (...) Hola, soy yo... (...) Nada, no pasa nada.
Disculpa que llame a esta hora, pero... como no he podido hablar
con él en todo el día... Sí, sí sé que estas no son horas de llamar,
pero... (...) Quería saber de él, nada más. (...) ¡Lamento si te
desperté, pero no pude llamar antes! (...) ¿Cómo ha estado todo?
(...) ¿Igual que siempre? ¿Qué significa “igual que siempre”?
(Intentando no perder la paciencia) Está bien, está bien. (...) Me
imaginaba que estaba durmiendo pero... ¿no podrías despertarlo?
De verdad, necesito escuchar su voz. (...) gracias. Aquí espero.
Nina se pone de pie de mala gana y va hasta la cocina pisando apenas con la
punta del pie.
Carmen: ¿Aló? (...) (Su rostro se ensombrece) Sí, claro, entiendo... (...) Sí,
estoy bien. Lo único que quería... era escuchar su voz, nada más.
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Nina: ¡Aquí, entre estas cuatro paredes no soy Berta! ¡¿Cuántas veces
te lo tengo que repetir?! ¡Mi nombre es Nina! ¡Y si estás de malas
porque no pudiste hablar con el niño, no es problema mío
tampoco!
Mariana: No. No puedo. Estoy harta, harta de tener que quedarme callada y
sonreír como estúpida.
Nina: ¿Qué?
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ninguno. Mariana, se sienta en el suelo, la espalda apoyada en la pared. La
vista fija en el vacío.
Mariana sale por la puerta que conduce al baño. Nina enciende un cigarrillo.
Pausa.
Carmen: Por si no te habías dado cuenta, niña, en ese lugar hay sólo
uniformados. Por eso vamos para allá. Porque es seguro. No vas
a ver otra cosa que tipos con el pelo cortito, cortito.
Nina: Me lo topé cuando fui al baño con Mariana. De hecho creo que
me siguió. No me quitó los ojos de encima en toda la comida ¿te
diste cuenta?
Carmen: No.
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Nina: Mientras esperaba a Mariana, se me acercó. No sabes lo que era.
Abrió la boca y casi me derrito. Tan educado...
Nina: No, por supuesto que no. ¿Qué crees que soy?
Nina: Nada, quiero decir... ¿Qué tiene de malo? Tú misma dijiste que si
estaba ahí es porque es seguro. No será uniformado, pero...
Carmen: ¿Y si es un infiltrado?
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Nina: ¿Queda alguno?
Carmen: ¿Cómo?
Carmen: Que no le hablaras. ¿Cuándo vas a entender que hay cosas que
no podemos hacer?
Carmen: ¡No me importa como se llame! Si ese tipo llama, vas a tener que
decirle que es número equivocado.
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Nina: Pero...
Desde el baño, aparece Mariana. Viene vestida sólo con enagua. Descalza. Se
deja caer en uno de los sillones. Carmen y Nina la miran extrañadas.
Mariana: Se me rompió.
Mariana: (Mira a Carmen como si ésta le hubiese hecho una pregunta muy
extraña) ¿Qué?
Carmen: No te entiendo.
Nina y Carmen se miran entre sí. La actitud de Mariana les parece extraña,
sospechosa.
Mariana: Un día pesado... sí, quizás fue eso. (Pausa) Hoy... hoy fuimos,
paramos en un café. Teníamos que hacer hora. Junto a mí, en la
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mesa de al lado, había dos chicas que estudiaban y discutían
sobre un texto de Bouvier.
Carmen: ¿Quién?
Nina: ¿Y?
Mariana: ¿Eh?
Mariana: Les golpeé la mesa y las tazas de café saltaron. ¿Y sabes qué
hicieron? Se rieron. Se reían no sé de qué. Yo lo único que quería
era sacarles de su error, que entendieran que cuando Bouvier
habla de la degradación del hombre, considera que tiene límites,
porque para él, el límite está en la condición animal, en los
animales, quiero decir, y no es así, no hay límite en el ser
humano, no lo hay. Desde el momento en que el lenguaje verbal
se instala en el hombre, aparece en él... ¡Ay, mi cabeza! Desde el
momento en que el lenguaje se instala en él, según Bouvier, se
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establece el límite... Y no es así, no es la aparición del lenguaje
verbal el que determina el límite...
Nina: ¡Mariana!
Nina intenta seguirla hacia el baño, pero a mitad de camino, se encuentra con
Mariana quién vuelve a entrar a la habitación trayendo un gran pedazo del
vestido que traía puesto antes. Se sube, con cierta dificultad, a los brazos del
sillón e intenta poner la tela a modo de pantalla en la luz blanquecina del techo.
Mariana: Déjame.
Mariana coloca la tela como puede por debajo de la ampolleta intentando armar
una pantalla que amortigüe la luz de la misma.
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Mariana: ¿Qué les parece? ¿Se ve mejor así, no? Berta, ayúdame con
esto para que Carmen vea lo lindo que se ve.
Mariana se baja del sillón con el pedazo de tela en la mano. Nina toma el
pedazo de tela que estaba usando Mariana.
Mariana: No. No hay nada que hacer. Esta es la luz que nos merecemos.
¿Te gustaba el vestidito? Que pena. A mí no. Quédatelo, aunque
ya no sirve de nada.
Mariana: ¿Con las chicas? ¿Qué chicas? ... ¡Ah! ¡Las que estudiaban en el
café! No sé que pasó con ellas. Deben estar en sus casas. ¿No?
Ahí... (Se lleva la mano a la cabeza) ahí deben estar. O en alguna
fiesta. No tengo como... no tengo como... no tengo como saber.
Pobres... me miraban con una cara... no entendían nada. Nada.
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Segundo Acto:
Misma habitación. Carmen, aún vestida con la misma ropa que el día anterior.
Está tapada apenas con una manta. Da la impresión que se ha quedado
dormida en el sofá. Habla por teléfono con Matías, su hijo. Lo hace en voz baja
de manera de no ser oída por nadie más.
Carmen: ¿Qué pasa, Mati? ¿No quieres hablar con la mamá? (...) Prefieres
ir a jugar... Bueno, anda a jugar... (...) ¿Nuevos? ¿Y de donde
sacaste autitos nuevos, picarón? ¿Te los regaló la Tati? (...) (Su
expresión se endurece) No es tu mamá, es tu tía. ¿Te los regaló
ella? (...) ¿Qué señor? Mati, te hice una pregunta, mi amor, ¿qué
señor te regaló esos autitos? (...) ¿Sabía tu nombre? ¿Qué te
dijo? (Perdiendo la paciencia) ¡¿Cómo que quién, Mati?! Ese
señor ¿qué te dijo? (...) Déjame hablar con la tía. (...) (Intentando
disimular su ofuscación) No, mi amor, no estoy enojada ¿por qué
iba a estarlo? Déjame hablar con la tía ¿bueno? Te adoro, mi
vida. (...) Chao. (Espera un momento) ¿Tati? (Al grano) Hola ¿de
que señor está hablando? (...) (Le explica) El Matías me acaba
de decir que un señor, que no sabe quién es, le regaló unos
autitos en la plaza. (...) ¡Te estoy diciendo que me lo acaba de
decir el Matías! (...) ¡¿Que me calme?! ¡¿Qué me calme, Tati, por
Dios?! Un tipo le regaló unos autitos al Mati ¿te parece normal?
(...) Bueno, eso no es normal. Si ese tipo se acercó al Mati es
porque sabe de mí. Sabe que es mi hijo. Es un mensaje. (...)
Bueno, para tu información no se encontró esos autitos botados
en la plaza; se los regaló un tipo. Si no estuvieras pajareando te
habrías dado cuenta. Nadie se puede acercar a mi hijo, ¿me
oíste? Porque si le llega a pasar algo te juro que te... ¿Aló? ¿Aló?
¿Tati?
Carmen: ¿Schiller? (…) Hola, perdona que llame tan temprano pero
necesito hablar contigo. (...) ¿Mariana? Bien, supongo, está
durmiendo todavía. (...) No, no es por eso. Es por mi hijo. (...) Él
está bien. Creo. Soy yo quién ya no aguanta más esto. (...) ¿Te
acuerdas que al principio, cuando nos trajeron aquí, me dijiste que
en algún momento incluso podría traer a vivir a mi hijo conmigo?
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Bueno, tiene que ser ahora. (...) Sí, tiene que ser ahora. (...) No,
no me puedo calmar. Acabo de hablar con él y me contó que un
tipo se le acercó en la plaza y le regaló unos autitos... (...) No, no
quiero que le pongan un guardia, quiero que viva aquí conmigo.
(...) ¿Cómo? No lo sé todavía, no he pensado. Quizás puede venir
mi hermana a cuidarlo mientras yo trabajo, pero sé que aquí va a
estar seguro. ¿Las niñas? (…) No, no les he preguntado, pero me
imagino que están de acuerdo. (…) Está bien, les voy a
preguntar.(...)
Carmen: ¿Eh? ¡Ah, sí! Si… si estaban de acuerdo en que nos saquen más
seguido a pasear. Eso nos hace bien ¿no?
Carmen: Mientras lo veas en sueños y nada más que en sueños, está todo
bien. ¿Duerme todavía?
Nina: Con el sedante que le dio el médico ayer, seguro que duerme dos
días seguidos. Pobre, se ve que necesitaba descansar. Lo bueno
es que mañana es domingo. Va a poder descansar el fin de
semana completo. Así el lunes va a trabajar como siempre.
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Carmen: No puedo.
Carmen: ¿Cómo que no pasó nada? Por poco se nos muere aquí en el
departamento.
Nina sale hacia la cocina. Se oye desde fuera a Nina hablándole al Che, su
gato. Carmen se fija que Nina no la esté mirando desde la cocina, y vuelve a
marcar. La línea sigue ocupada. Carmen cuelga enojada.
Nina: (Off) ¿Cómo está, mi rey?... chitu chitu chitu... Sí sí sí... la mamá
le va a dar su comida... sí... Tome aquí está su hueso y su leche.
Eso, coma, coma... (Entra)
Carmen: Ese gato está cada día más flaco. Se te va a morir con puro
hueso.
Carmen: No es perro.
Nina: A mí sí.
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Carmen: Lo que oyes. ¿O tú crees que esta gracia de Mariana va a pasar
desapercibida, como una descomposición, como un dolorcito de
panza nada más? No. Ni lo sueñes.
Nina: No entiendo.
Carmen: Si nos hubieran querido matar, nos habrían matado ellos mismos.
Nos quieren vivas, no muertas.
Nina: Buenos días. Creí que ibas a pasar de largo hasta mañana.
¿Cómo te sientes?
Nina: Debe ser por el golpe que te diste, pero el médico dijo que lo más
probable es que sea superficial. De todos modos te tienes que
hacer...
Nina: Carmen...
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Mariana: ¿Qué cosa?
Mariana: ¿Matarme?
Mariana: No.
Carmen: ¿Entonces?
Mariana: No sé... me... me... a veces necesito un poco más para... para
poder dormir. Me tomo uno, después otro y otro y sigo dándome
vueltas en la cama durante horas. Les voy a pedir que me den
unos más fuertes. Estos no me están haciendo nada. Seguro que
me los dan vencidos. Hay veces en que incluso tengo que
tomarme cuatro a la vez para...
Carmen: ¿De nuevo? ¿Y pedirle a Schiller que lo mande otra vez porque a
la princesa le duele la cabeza? Que se aguante. (A Mariana) ¿Te
das cuenta de lo que habría pasado? ¿Te das cuenta?
Mariana: ...
Nina: Está bien, está bien. Se te pasó la mano. No tiene nada de malo.
No es fácil, esto. No es nada fácil.
Carmen: Sí, claro que se le pasó la mano. Mandó a dos chicas inocentes al
matadero.
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Mariana: ¿Qué dices?
Mariana: No es cierto.
Nina: Te creemos.
Mariana: No, no pasó. Porque las iba a entregar. Yo las habría entregado
pero se fueron antes de que llegaran el Tito y el Huaso.
Mariana: No sé.
Pausa.
Mariana: Es posible. Quizás andaba fondeado, no sé. Pero era él. Estoy
segura de que era él.
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Nina: ¿Y ellos? ¿Lo vieron?
Mariana: Creo que no. Por suerte, estaban mirando a unas escolares que
andaban por la vereda del frente.
Nina: ¡Sí, yo creo que son así, así de malas personas, por lo
asquerosos que son! (A Mariana) ¿Quieres... quieres que te
prepare desayuno? (Mariana no responde) Mariana...
Nina: ¿Quién?
Nina: ¿Y?
Mariana: No sé. No creo que haya sido una casualidad que lo haya visto
ayer.
Mariana: No quiero que muera más gente por mi culpa. Y menos Alejandro.
Nina: No lo hiciste.
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Pausa.
Carmen: Anda a ver al psicólogo. Para eso está. Para crisis como esta.
Mariana: Una crisis. Ojalá fuera una crisis. (Pausa) Niñas, no puedo seguir.
Mariana: ¿No?
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Carmen: La única solución es seguir haciendo lo que hacemos y si hay
que entregar a alguien, que sea periférico, que no tenga mucha
información. Eso es lo que hemos hecho siempre.
Mariana: Yo también pensaba que era así. Pero ya no. No puedo seguir
cargando sobre mi espalda con tanto...
Nina: Por favor, Michita, basta. Yo... yo sé que es terrible lo que nos
toca pero tenemos un acuerdo: no hablar de esto aquí en la casa.
Mariana: No...
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Carmen: Ir ganando su confianza. De a poco y cuando sientan que pueden
confiar en nosotras, pedir que nos saquen.
Mariana: Por eso mismo. No tenemos tiempo que perder. Vámonos ahora.
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Nina: Carmen tiene razón. Algo así hay que.... que algo así hay que
organizarlo, no... no se puede hacer así de la noche a la mañana.
Carmen vuelve a acercarse hacia Mariana, pero esta vez sin sentarse.
Carmen: Mira, yo sé que tuviste un mal día. Quizás una mala semana pero
no puedes pretender que ni ella ni yo te sigamos en esto.
Perdóname, Mariana, pero así y en este momento es un suicidio.
Mariana: Sabes que tengo razón. Por ti que las cosas sigan siempre igual.
Nina: ¡Niñas!
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Carmen intenta decir algo, pero no puede. Sale. Breve silencio. Nina se pone
de pie y va hasta la radio. La enciende. Se oye el tema “Regresa” interpretado
por Luchita Reyes, “La Morena de Oro del Perú”.
Nina: Mucho.
Nina: Claro que me gustaría. ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que
me gustaría.
Nina: Sí, sí es vida. Es mucho más vida que estar allá en el gallinero
teniendo que aguantar que cualquiera entrara a la hora que se le
diera la gana. Es mucho mejor. Quizás ya te olvidaste de lo que
era vivir ahí.
Nina: Bueno, si crees que vas a estar mejor allá, entonces vuelve. Pide
que te trasladen nuevamente allá.
Mariana: ¿Qué?
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Nina: Primera tú, segunda tú, tercera tú... sin importar los que quedan
en el camino. (Pausa) Yo... yo te quiero. Tú sabes que sí, pero...
a veces hubiera deseado no haberte conocido.
Nina: Está bien, pero ¡ya está! ¡Ya está hecho! No hay nada que se
pueda hacer para cambiarlo, lo pasado, pasado. Lo mejor que
podemos hacer es tener paciencia. En algún momento nos van a
dejar libres.
Mariana: Yo tampoco. Pero si nos escapamos... ¿no darías lo que fuera por
poder hablar nuevamente con tus papás en lugar de llamar por
teléfono una vez al mes y quedarte callada para escuchar sus
voces nada más?
Nina: ¿Te das cuenta? ¿Te das cuenta? Están encima de nosotras. No
hay forma de escapar, así es que sácate esa idea de la cabeza.
No hay forma.
Mariana va a contestar.
Mariana: ¿Te puedes calmar? ¿Qué? ¿Crees que hay micrófonos aquí?
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Mariana: ¿Aló? ¿Sí? (...) ¿Berta? (Mira a Nina) ¿Schiller? (...) ¿Quién es?
(...) Disculpe ¿me puede repetir su nombre? (Escucha. Tapa el
auricular) Es un tipo, Ignacio Martínez, dice que quiere hablar
contigo.
Nina: ¿Aló? Hola, soy yo... Berta. ¡Que sorpresa! No pensé que iba a
llamar. (...) No lo conozco tanto como para tutearlo. (...)
¿Mañana? Tengo libre, quiero decir, que es Domingo así es que...
¿Dónde? (...) Si no le molesta, (Se corrige) si no te molesta
preferiría no salir, estoy un poco resfriada (Tose) pero si quieres
puedes venir aquí a mi casa.
Cuelga el teléfono.
Entra Carmen.
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Carmen: ¿Quién era?
Carmen cierra la puerta para descolgar la cadenilla y luego vuelve a abrir. Sale.
Al cabo de unos segundos vuelve a entrar.
Nina: Pero ¿por qué nosotras? Nunca nos llevan a reconocer cuerpos.
Carmen: ¡No sé! Eso fue todo lo que me dijo. ¿Qué quieres? Esto me
parece tan raro como a ti. Tenemos que vestirnos y rápido.
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Escena 3: Sábado. Noche.
Nina: Voy a abrir las ventanas para que entre un poco de aire.
Nina sale hacia los dormitorios. Sólo se oye al Che maullando. Un momento
después, Nina vuelve a entrar.
Carmen: Me tiene podrida ese gato. (A Nina) Dale comida o sino, lo tiro yo
misma por el balcón.
Nina les sirve un vaso de whisky a cada una y luego uno para ella.
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Mariana: Lo bueno es que no tenía sangre. Quiero decir... parecía como si
estuviera durmiendo ¿no? Si no hubiera sido porque tenía los ojos
abiertos, clavados en el cielo estrellado. ¡Que cantidad de
estrellas que se ven fuera de la ciudad, ¿no?! Me dio la sensación
de que estaba sonriendo. Como si... como si al fin pudiera salirse,
descansar de toda esta mierda ¿no? (Mira a Nina y a Carmen
esperando una respuesta que no llega) O quizás estaba contento
porque murió peleando. Como saberlo... (La vista fija en el vacío,
brinda con su vaso) Por Alejandro.
Nina: Mariana...
Mariana: ¿Qué tiene? Alguien tiene que brindar por los muertos. Ni funeral
va a tener. Seguro que lo tiran al mar.
Nina: Mariana...
Nina: No quiero.
Mariana: Yo sabía. Yo sabía... Si no hubiera sido por mí, por estos ojitos
que Dios me dio. Él siempre me decía que lo que más le gustaba
de mi, eran mis ojos. ¡Mis ojos! ¡Y fueron estos ojos los que lo
mataron!
Carmen: Dijiste que ni el Huaso ni el Tito lo habían visto. Quizás cayó por
otro.
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Mariana: Él no me vio, yo sí a él, pero él a mí no. Me sorprendí al verlo y
no... no pude evitar... ponerme a temblar. Y traté, les juro que
traté de no hacerlo. Miré al Huaso y vi que estaban mirando para
el otro lado, pero después hizo algo raro. Dio otra vuelta a la
manzana con la excusa de buscar una farmacia. Paró el auto. Se
bajó a comprar. Se demoró como diez minutos, y cuando el Tito
le sacó en cara que se había demorado, dijo que se acordó que
tenía que llamar a su mamá para desearle feliz cumpleaños. Y el
gordo se rió y le respondió: “pero si vos no tenís mamá”. Y se rió y
se rió. No paró de reírse hasta que me trajeron de vuelta al
cuartel.
Carmen: No es tu culpa.
Mariana: ¿No?
Nina: No.
Mariana: Pero está muerto, Nina, está muerto gracias a mí. Y con el toda la
cúpula. ¡Ay, como deben estar festejando estos hijos de puta!
¡Que contentos que deben estar Schiller y los demás! ¿Les vieron
la cara de satisfacción? ¡Como... como si se hubieran ganado la
lotería!
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Mariana: Es ahora o nunca, niñas. Mañana no tenemos guardia. Tenemos
todo el día libre. ¿A que hora llaman siempre?
Carmen: ¿Qué importa a que hora...?
Carmen: No.
Mariana: Sí. A la Iglesia. Ahí nos pueden proteger. El Cura este, el que
recibe a las viudas, a los familiares ¿cómo se llama?
Nina: Pero a los que están presos. A nosotras lo único que quieren es
vernos muertas.
Carmen: No se puede.
Mariana: Nina...
Mariana: Entonces ¿con qué? Con tal de encamarte con él eres capaz de...
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Nina: De nada.
Mariana: ¿De nada? (A Carmen) ¿No te dijo que tenemos visita mañana?
Bueno, nosotras no, ella solamente.
Carmen: ¿Quién?
Nina: Lo invité para que viniera mañana. Me pareció más seguro que
salir...
Carmen: ¿Sí?
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Nina: ¡Pero quiero verlo! ¡Por favor! Yo sé que no lo conozco pero es un
buen tipo...
Carmen: ¿Te parece? ¿Un tipo casado que viene a encamarse con otra?
Sí, claro, un angelito debe ser.
Nina: Pero...
Carmen: Júralo.
Nina: Sí, claro, ándate. Y ¿quién paga los platos rotos? Nosotras, ¿no?
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Carmen: Además que eso no les importa. Aunque se den cuenta que no
tenemos ni la más minima idea de donde estás, van a desquitarse
con alguien. Si no es contigo, va a ser con nosotras.
Mariana: ¡No quiero seguir entregando más gente! ¿No entienden? ¡Cada
persona que miro puede morir!
Pausa.
Nina: Nos van a encontrar, y aún cuando pudiéramos huir, ¿de qué
vamos a vivir? ¿De putas? ¿Mendigando en la calle? Piensa,
Mariana, esto por lo menos es un refugio.
Nina: ¿Cuándo?
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Nina: ¿Y nosotras, qué? ¿Sus tías, acaso?
Carmen: Hasta en las cárceles se les permite a las mujeres vivir con sus
hijos.
Mariana: ¿No?
Carmen: Piensen, un niño aquí puede hacer esto más... más llevadero.
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Mariana: Por lo menos sabríamos quienes somos.
Mariana: Nunca te van a dejar ir, Carmen. Nunca. (Mira a Nina) Ni a ti. Ni a
mí. Nunca. Métetelo bien en la cabeza.
Suave oscuro.
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Tercer Acto
Escena 4: Domingo.
Carmen: (Tirando el pan sobre la mesa) ¡Basta! ¡Basta, Nina, por favor! ¡No
sacas nada con llorar!
Nina: Pero eso no les importa nada. Cuando se den cuenta de que no
está, se van a desquitar con nosotras. Conmigo.
Carmen: No es cierto.
Nina: Nadie dice que sea tu culpa. No le gusté a ninguno, eso es todo.
Nina: ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué nos hizo esto? Ella sabe lo que nos
van a hacer.
Nina: Ahora, por culpa de ella nos van a mandar de vuelta al “gallinero”
y yo no quiero volver ahí, me mato antes de volver ahí.
Carmen: Tranquilízate.
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Carmen: La verdad. Que se escapó.
Nina: No. Eso no. Nos van a culpar a nosotras. A alguien van a culpar.
Digamos... digamos que se siente mal y que... y que... ¡Eso! Por
lo de la intoxicación, y que se quedó en cama. Y... y... que se den
cuenta que se fue cuando vengan a dejarnos, así... así...
Nina: (En un arrebato se abraza de Carmen) ¡No quiero volver ahí! ¡No
quiero volver ahí!
Mariana: Sí.
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Nina: ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacernos esto?
Nina intenta golpear a Mariana, pero Carmen se interpone entre las dos.
Mariana: ¡Nina!
Nina: (No la oye) ¿Te das cuenta, estúpida? ¡¿Te das cuenta de lo que
nos habrían hecho si descubren que te fuiste?! (Rompe a llorar)
Nina: ¡Nunca, y escúchame bien, nunca más nos vuelvas a hacer algo
así! ¿Me oíste?
Nina: ¿Qué?
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Carmen: Por mucho que la Iglesia mueva los hilos, tarde o temprano
terminaríamos en la Fiscalía Militar. ¿Cómo no pensaste en eso?
Mariana: No.
Carmen: Sí. Todos los casos que presenta la Iglesia terminan en esa
Fiscalía ¿por qué crees que son tan pocos los que obtienen
resultados? Te recuerdo que no estamos en democracia.
Nina: ¿A Suecia?
Nina: Sí, libres, pero espera ¿qué haríamos allá? ¿Cómo viviríamos?
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llevar a sus papás? (Mariana no responde) ¡Dime, Mariana! ¿Le
hablaste de ellos también?
Mariana: No.
Carmen: No, claro que no. Porque en lo único que estás pensando es en
salvarte el pellejo pero si yo pongo un pie fuera del país, ¿sabes
como se ensañarían con mi hermana, con su familia?
Mariana: No sabes...
Suena el timbre. Ninguna de las tres se mueve. Suena por segunda vez.
Apenas si respiran. El timbre vuelve a sonar por tercera vez mientras la escena
se oscurece poco a poco hasta llegar al Oscuro total.
Fin.
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