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Cine e inmigración: otra ventana abierta para el debate

Cómo expresan los medios de comunicación la emigración, el mestizaje y las


relaciones interétnicas

En La inmigración sale a la calle: comunicación y discursos políticos sobre el fenómeno


migratorio / coord. por Francisco Checa y Olmos, 2008, ISBN 978-84-7426-249-0 , pags.
231-252

Ver: Cine y migraciones


 

Enrique Martínez-Salanova Sánchez.


 Profesor, pedagogo, tecnólogo de la educación y vicepresidente del grupo «Comunicar».
 

«A los seres humanos no les turban las cosas en sí, sino cómo las ven»

Epicteto, filósofo estoico de 50 d.C.

«La belleza del arco iris nace de sus diferentes colores»

Proverbio africano

Madre: Esto se ha quedado sin caldo.

Patricia: No hace falta más caldo, así está bien...

Damián: Hola.

Patricia: Hola... ¡Janay!... ¡Ponte la servilleta!

Damián: No tienen caldo.

Patricia: Las habichuelas se hacen así, mi vida.

Madre: Las judías de toda la vida de Dios se hacen con caldo.

(Secuencia de Flores de otro mundo, de Iciar Bollaín,  1999)

Hace poco tiempo el titular de un periódico (La Voz de Almería 2 de enero de 2005)
–ver reproducción- decía: De 461 detenidos el 61% son extranjeros. Un poco más abajo, en
el cuerpo de la noticia, se afirma  que la mayor parte de ellos -110- habían sido detenidos
por no tener papeles. Ante esta noticia, titular y cuerpo, el lector consciente debe ponerse
inmediatamente a hacerse preguntas y sacar la calculadora para realizar algunas cuentas.

La pregunta principal: ¿Es que los detenidos son todos iguales? ¿Es el mismo delito
el atentar contra la propiedad que estar ilegalmente en el país?. La opinión pública hace
distingos entre delitos y delitos, entre los que crean inseguridad ciudadana y los que no
afectan por principio a ella.  Sobre todo, porque entre los detenidos españoles, no se da el
caso de ser detenido por no tener los papeles regularizados.

Las cuentas. El  61 por ciento de 461 son 281 extranjeros; si 110 de ellos han sido
detenidos por no disponer de documentos legales, quedan 171 extranjeros (el 37% de 461)
detenidos por delitos que no sean no tener papeles. La noticia podría haber estado redactada
en su titular de otra forma. Para la opinión pública, para la percepción que la misma tiene
de la relación entre aumento de emigración y aumento de la inseguridad ciudadana, no es lo
mismo un delito contra la propiedad que una infracción por carencia de papeles.

Voy a comentar un poco esto. El titular de la noticia impresa tiene una finalidad
inmediata, que es hacer al lector entrar en la noticia de una forma sintética, clara y veraz
(¿o lo contrario?). Si el lector se siente interesado por lo que ha leído, y desea documentarse
más, seguirá leyendo y descubrirá el resto de la información, o seguirá investigando en
otras fuentes…. Pero al mismo tiempo, los titulares de la noticia ejercen una función
manipulativa importante, ya que en la mayoría de los casos, se convierten en elementos
generadores de opinión pública. Por esta razón los periódicos cuidan los titulares, sobre
todo si van en portada. En ellos está la mayor información –o la más significativa- y
también la menos veraz –la más engañosa- la que consciente o subliminalmente engendra
opinión y desinformación.

En nuestra sociedad hemos internalizado profundamente la opinión de que los


fenómenos migratorios están asociados al incremento del índice de inseguridad social y de
delincuencia. Y de ello tienen mucha culpa los medios de comunicación, a veces
recogiendo informaciones de la boca de algunos políticos de la derecha, que
constantemente –al hilo de la noticia- van sembrando la especie de que en donde hay un
delito hay emigrantes, sin pararse a reflexionar que también donde hay un accidente laboral
hay siempre –desgraciadamente- emigrantes.

La noticia expuesta más arriba es parcial, superficial, no reflexiva, tal vez tendenciosa
o malintencionada, o fruto de la falta de preparación de un periodista, aunque tal vez no sea
totalmente falsa. Así se la dieron las fuentes policiales y así constará legalmente. La
falsedad la recibe el lector, que si desea conocer correctamente la información debe iniciar
un camino de interpretación y de investigación por su cuenta. A partir de cómo se ha
presentado esta noticia  la opinión colectiva de los ciudadanos, hecha realidad en cada
cerebro-  relaciona inmediatamente delito con  acto violento o contra la propiedad.

A más inmigrantes más delitos. Eso sí que ha quedado grabado en el subconsciente de


la población. Según una encuesta muy reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS), un 51% de los españoles considera que el aumento de la inmigración tiene que ver
directamente con el incremento de la delincuencia, frente a un 35% que no está de acuerdo.

El hecho de que en la mayoría de los accidentes laborales se vean implicados


emigrantes casi nunca trasciende, hasta el punto de que la memoria colectiva no lo registra.
De la misma manera que no se recuerda la cantidad de lápidas de ahogados sin nombre,
resultado del tráfico ilegal de personas por el estrecho de Gibraltar, ni se reconoce el trabajo
–que ningún nativo quiere hacer- realizado por gente de otros países. Es difícil que la
opinión pública reconozca los beneficios que aportan a la sociedad, culturales –la riqueza
de pensamiento y de costumbres-, sociales –aumento de la población infantil, revitalización
de la sanidad, rejuvenecimiento de la población- o económicas –indudable apoyo al
crecimiento económico, al aumento del consumo y del ahorro.

La invisibilidad del emigrante

Todo emigrante que sale de su país, dice el escritor marroquí Tahar ben Yelún alienta
un proyecto de encuentro, de mezcla, de mestizaje, un proyecto de una vida mejor. La tierra
propia, la familia, no se deja por razones banales. El emigrante, que llega a un lugar para
quedarse, deja su impronta, más tarde o más temprano, con mayor o menos facilidad, en la
cultura que le acoge, de la misma manera que recibe la cultura del país al que llega. No hay
choque de culturas, las culturas se interpenetran inconscientemente, es lo que un tiempo
hemos llamado transculturación.
Los individuos no somos impermeables, nos enriquecemos mutuamente de nuestras
culturas aun sin ser plenamente conscientes de ello.

Esto, ineludible en las relaciones interpersonales de la gente normal, no es tan claro


cuando se habla de estructuras sociales, políticas, religiosas o mediáticas. Las instituciones
pueden conscientemente convertirse en bloques de hormigón y negar la evidencia de la
cultura permeable, que penetra una en otras, que se transcultura. Esta actitud, muchas veces
xenófoba, militante “antiloquenoseapropio”, exclusivista, violenta, logra que la cultura
ajena se haga invisible, no exista, o en el caso de que sea muy evidente, se defienda contra
ella por medio de las artes de la información o del racismo. El nativo se siente agredido por
quien llega de afuera y se defiende con todas las armas a su alcance. Una de las formas
defensivas de una cultura es hacer ostensible la suya e invisibilizar la del otro.

Sin embargo, la diversidad cultural es un hecho. Mujeres, hombres, niñas y niños de


los países más pobres, se mueven de un país a otro buscando el sustento. Las culturas y las
etnias se combinan y entremezclan en silencio a través de las acciones y gestos de los
hombres y mujeres.

El intercambio cultural genera conflictos porque es una interacción constante, fluida y


viva, que circula desde los albores de la humanidad y que ha dado lugar a la gran riqueza de
las civilizaciones.

El diálogo, la creatividad en las relaciones entre las culturas, es lo que va a lograr que
el planeta sea en el futuro vivo, dinámico y solidario. Quienes también desde hace siglos –
la idea ha resucitado bajo el signo de la política imperialista de los Estados Unidos- abogan
por el choque de las civilizaciones están patrocinando una lucha de necios, que a corto
plazo puede subvertir las ansias de regeneración de la convivencia en el planeta.

Multiculturalidad y multiculturalismo

Se habla con superficialidad de la multiculturalidad y del multiculturalismo. No son


términos sinónimos. El multiculturalismo es una ideología, nacida para paliar el deterioro y
persecución habida contra los grupos étnicos que han padecido opresión racial. En muchos
casos y en muchos países se da una situación de dominio, de intento de homogeneizar el
pensamiento cultural de la población. Estados Unidos, Canadá y otros países –que poseen
en sus territorios a minorías étnicas en guetos o reducciones- hace tiempo que han integrado
en sus leyes el término multiculturalismo con el fin de enmascarar una cultura dominante,
legitimando así con términos como democracia y respeto los procesos reaccionarios que
permiten todavía el dominio de una elite etnoracial en un plano de desigualdad y
estratificación de clase y género.

La multiculturalidad, sin embargo, es un hecho que connota diversidad cultural, la


aceptación de la misma y el compromiso por dinamizar las relaciones culturales. La
multiculturalidad -interculturalidad cuando se convierte en dinámica- enriquece las
relaciones y la democracia, ya que su perspectiva dinámica e interactiva se desarrolla en el
ámbito de la mutua influencia, del sincretismo cultural, del deseo de un desarrollo global,
enmarcado en los contextos de una sociedad cognitiva y global, y amparado por la
revolución tecnológica. Según la UNESCO, cada cultura se nutre de sus propias raíces,
pero sólo se desarrolla en contacto con las demás culturas.

La interculturalidad promueve el pluralismo cultural  y la no discriminación por


razones de raza o cultura, el derecho al reconocimiento de la diferencia cultural y a su 
implicación en la organización social de la comunidad o grupo humano en el que se vive.

La interculturalidad entraña comunicación e interacción entre culturas,  que se


comunican por necesidad de una o de ambas partes. La postura intercultural se opone
radicalmente a la tendencia de homogeneizar la cultura, empobreciéndola con productos de
una sola dirección y enfoque. Aquello que los antropólogos hemos buscado siempre, los
universales de la cultura, que hoy se convierten en las teleseries norteamericanas, vehículos
de cultura monodireccional y monotemática.

En el año 2001, el mundo recibió la Declaración Universal de la UNESCO sobre la


Diversidad Cultural, un instrumento normativo imprescindible que fundamenta la necesidad
del respeto de la diversidad de las culturas y del diálogo intercultural como las mejores
garantías de desarrollo y de paz. La comunicación entre las culturas adquiere un sentido
nuevo en el marco de la mundialización y del contexto político internacional actual,
convirtiéndose así en un instrumento indispensable para garantizar el mantenimiento de la
paz y la cohesión del mundo.

Las representaciones interculturales


La imagen y el sonido son productos culturales, que abarcan tanto la fotografía como
el cine, el vídeo, la televisión y todos los productos multimedia, Internet, la radio, los
sistemas reproductores de música… y que recomunican a la vertiginosidad de la era de la
información por las redes, sirviendo de instrumento de comunicación intercultural y
provocando la formación y transformación de identidades colectivas.

La nueva revolución tecnológica, facilita que el mundo esté cada vez más
intercomunicado, y como situación de facto, que se convierta en un mundo cada vez más
intercultural. Sin embargo esta facilidad se ha convertido en monopolio de los señores de la
comunicación, predominando muy pocas culturas, por no decir una sola. La cultura
dominante posee todos los medios para difundirse e imponer su voz.

Hoy se dan productos culturales que nacen desde los países más pobres, las culturas
no conocidas en occidente se hacen más visibles en el panorama icónico internacional, con
cinematografías como la hindú, la iraní, la china, o las de algunos países latinoamericanos,
abriendo al mundo las ventanas problemáticas de nuevas –más bien desconocidas- culturas
y las maneras de hacer cine independientes de los negocios cinematográficos. Estos films
exponen visiones diferentes y presentan a occidente una gran diversidad de culturas, etnias,
ideas, filosofías, comportamientos  y religiones.

Según Malinowski, el concepto de transculturación -cuando dos o más culturas


comparten y mezclan elementos de sus culturas- es fluido,  pues expresa las diferentes fases
del proceso transitivo de una cultura a otra. Este proceso no consiste solamente en adquirir
una distinta cultura (aculturación), sino que implica necesariamente la pérdida o el
desarraigo de cierto sector de la cultura precedente, lo que pudiera decirse de una parcial
pérdida de la propia cultura y, además, significa la consiguiente creación de nuevos
fenómenos culturales.

Los personajes del cine han mostrado y apoyado la idea de que nada es puro.
Siempre, hay mezclas de cultura, influencias de muchos lugares.  El cine y la fotografía,
desde sus orígenes, han servido de soporte icónico para documentar aspectos muy diversos
de la vida social y cultural de los grupos humanos. Flaherty,  por ejemplo, consolidó una
manera de entender y narrar a través del cine, en el que encontró una herramienta
complementaria para presentar los vínculos y relaciones culturales del pueblo esquimal, a
partir de Nanook, el esquimal (Nanook of the North 1922). La compañía que financiaba sus
exploraciones, la Révillon Fréres, era de los mayores explotadores de los esquimales. Para
Flaherty el documental no representa la realidad como en un espejo, sino más bien como
forma de interrelacionar las imágenes obtenidas dándoles un nuevo significado que tenga
una finalidad pedagógica. Margaret Mead y Gregory Bateson, analizaron hacia 1930 pautas
de conducta verbales a partir de filmaciones a los habitantes de Bali y Nueva Guinea.
Desarrollaron así nuevas formas de investigación antropológica en el que el soporte
cinematográfico se convertía en verdadero documentos de trabajo, estudio y divulgación.

El documental digital

El documento audiovisual digital, con soporte en CD-ROM o DVD proporciona al


medio documental ventajas indiscutibles. La abolición del soporte analógico y su cambio
paulatino por el soporte digital hace cambiar muchos de los planteamientos e ideas del
documental tradicional, convirtiéndolo en un futuro cercano en una nueva fuente de
comunicación y de información.

El documental en soporte digital es completamente diferente al documental


tradicional pues, para su producción se utilizan los mismos medios que para la producción
multimedia. Si el documental se presenta en CD-ROM, el usuario entrará en el documental
con técnicas multimedia, abriendo o cerrando sus propios pasos, caminando a su ritmo por
las diversas posibilidades que le aporta la tecnología digital.

El autor del documental  planifica de acuerdo a sistemas diferentes, con lenguajes y


métodos narrativos nuevos y sin explorar, previendo situaciones y vínculos que el
espectador-usuario utilizará posteriormente con entera libertad. La narrativa analógica,
lineal, deberá ser sustituida por una forma expresiva y perceptiva digital y por lo tanto
interactiva.

La tecnología digital abre los campos al documentalista, tanto en la búsqueda de


información como en el acceso a nuevas fuentes, bases de datos y al almacenamiento de la
información. Otra ventaja está dada en la vertiginosidad con la que avanza la calidad y
perfección de las cámaras y de sus procedimientos, que facilitan la filmación y eliminan la
posible interferencia con la realidad al reducirse el tamaño de las cámaras, con posibilidad
de ocultarlas en lugares inverosímiles. La filmación se optimiza en el mismo lugar de los
hechos sin necesidad de esperar al revelado, se puede montar en lugares reducidos y por
procedimientos mucho más baratos y recibe, en fin, todas las facilidades que puede aportar
la tecnología digital.

La cercanía intercultural

Lledó (1997), afirma que el mayor prodigio de la revolución tecnológica –más bien
ontológica- es haber empapado el mundo de idealidad, de imágenes, de visiones. No hay
que estar presente en los lugares para acceder a ellos. El cine y la fotografía nos traen los
mundos a nuestra cercanía, el CD-Rom o Internet nos permiten acceder a documentos
originales de bibliotecas, entrar en museos, analizar obras de arte. Sin embargo la realidad
no es la virtual, ni las imágenes. La realidad hay que buscarla constantemente a partir de los
datos que poseamos, sean imágenes reales o virtuales, documentos escritos o comentarios
orales. La realidad debe ser «hablada», dice Lledó, desde el lenguaje del que hace
imágenes, pinta cuadros o realiza películas.

«Las confusiones del medio»

Para un análisis de los problemas interculturales hay que tener en cuenta que los
medios, por muy perfectos que sean o aunque supongan un innegable acercamiento a la
realidad son siempre medios.

En principio, porque el cine, por muy documental que sea, siempre es ficción, o
ficción total o realidad reconstruida o preparada. Solamente algunas filmaciones de lo que
se denomina cine etnográfico pueden ser consideradas realidad, salvando la situación de
que los equipos de realización y de rodaje contaminan en poca o gran medida el lugar y las
relaciones interpersonales. Se da por tanto una gran confusión entre el acontecimiento y su
imagen cinematográfica, al no poder considerar a la representación audiovisual como un
registro exacto y fiable de lo que se quiere representar.

El cine es, además, lenguaje. La técnica cinematográfica acerca al hecho social,


focaliza o generaliza lo más importante mediante planos o movimientos de cámara, resalta
y complementa la información mediante sonidos o efectos visuales. Lo que es un avance
insustituible para apreciar lo importante o para entender una situación o conducta puede
convertir el hecho social o cultural a analizar en algo alejado de la realidad. Un primer
plano a pantalla completa puede constituirse en la mejor forma de resaltar un movimiento,
gesto u objeto al mismo tiempo que se pierde paralelamente la visión de lo general o
confunde al espectador sobre la iconicidad de lo representado.

Otro elemento que puede confundir es el montaje. El montaje es imprescindible como


base técnica para el relato y sin él es imposible construir una estructura narrativa. El
montaje permite presentar al espectador varias historias en paralelo, realizar saltos hacia
delante o hacia atrás en el tiempo. Sin embargo el montaje hace perder la linealidad de los
hechos cuando actuamos solamente con planteamientos de antecedente y consecuente, pues
el cine posee técnicas de lectura diferentes a las que se utilizan en la realidad.

El cine descontextualiza la realidad para contextualizarla de forma diferente y


creativa. El relato cinematográfico, por sintético y con limitaciones de tiempo y de
tecnología, integra en su narrativa una gran diversidad de componentes, de estereotipos, de
técnicas y de efectos que por un lado acercan al espectador al relato y se lo hacen más
apetecible y por otro lado lo alejan de la realidad. Cuando se analiza una película es
necesario volverla a descontextualizar para contextualizarla en el ambiente y modo en que
se desenvuelve el ámbito de análisis.

La representación de los conflictos

Vida de moro, un documental producido por Canal + en el año 2000, analiza el


complejo fenómeno de la inmigración a través del retrato íntimo de cuatro magrebíes
instalados en la localidad almeriense de El Ejido. Producto de medio año de trabajo, el
documental se rodó en dos niveles, algo inédito hasta ese momento  en España. Por un lado,
una cámara visible ofrece un retrato de quiénes son, qué han dejado atrás, qué frustraciones
y qué esperanzas comparten los cuatro magrebíes protagonistas del programa mediante la
entrevista directa. Por otro, una cámara oculta en manos de un reportero marroquí que
convive con ellos muestra cómo piden trabajo en los invernaderos, cómo lo obtienen y lo
pierden, y cómo les niegan la entrada en establecimientos públicos, reflejando un abismo de
desprecio y desconfianza entre ambas comunidades. Abderrahim, Hassan, Aziz y
Abdelgani han cruzado sus caminos en la Casa Roja, un cortijo en ruinas a las afueras de El
Ejido convertido en chabola. Ellos, con sus diferentes orígenes y situaciones (que van desde
el estudiante de filosofía que busca oportunidades fuera de su tierra hasta el que emigra
para poder mandar dinero a casa), son una muestra de entre los 10.000 y 15.000
inmigrantes ilegales que residen en la comarca, conocida como el mar de plástico por los
invernaderos, y que trabajan en condiciones muy precarias para poder ahorrar y regularizar
su permiso de residencia. La tensa situación entre este colectivo y la población local
explotó con brotes de violencia extrema nunca vista hasta entonces en la zona.

Ese mismo tema, desde el lado de la ficción, lo presenta la directora Chus Gutiérrez
en la película Poniente (2002), un drama romántico en un contexto social, como lo define la
directora, que finaliza en el estallido de violencia que vivió la localidad de El Ejido.

El cine español ha reaccionado, no en demasiadas ocasiones, como veremos más


abajo, pero sí con dignidad al fenómeno de la emigración, sobre todo en los últimos años
correspondiendo a la entrada de España en la Comunicad Europea. También la sociedad
española ha ido reaccionando de diversas maneras hacia el cine. En esta película, Poniente,
que cito, la directora tuvo grandes problemas para conseguir espacios de filmación en los
lugares que hubiera deseado, en razón de que existe en la zona un rechazo a los medios de
comunicación, a los que se hace culpable en gran medida, de la mala fama que estos han
dado a la provincia de Almería en relación con los hechos de violencia racista. Tal vez por
la misma razón, tampoco la película se exhibió en su momento en salas comerciales. En
una presentación en el Teatro Cervantes, de Almería, con ocasión de «Encuentros con
directores de cine», algunas personas acusaron a la directora de traidora y de realizar una
película que dejaba en mal lugar a la provincia. Varios espectadores la defendieron
alegando la necesidad de hacer este tipo de películas. Y es que el cine, como todo medio de
comunicación, depende no solamente de quien tiene las ideas, quien lo hace, sino también
-y sobre todo- de quién lo compra, lo vende y lo distribuye.

El film (con guión de Chus Gutiérrez y de Iciar Bollain) cuenta el desarraigo de un


sinnúmero de personas –apátridas- que participan en el fenómeno de la migración, desde
españoles que vuelven a su tierra, desde Europa o desde Madrid, hasta senegaleses y
magrebíes, que deambulan por un país en el que quieren vivir mejor que en el suyo. El
racismo en España, el machismo, la realidad y los conflictos generacionales e
interculturales son los ingredientes temáticos de la película.

Chus Gutiérrez intenta por medio de imágenes trasmitir el miedo que se tiene a
aceptar la memoria histórica, cuando España era un país emigrante, miserable, el miedo a
comprender que la emigración actual hacia los países ricos responde a los mismos criterios
que antes propiciaban nuestras emigraciones. Y ese miedo a entender que el rostro ajeno es
un espejo del nuestro, lleva a una defensa a ultranza, violenta, xenófoba y racista de lo que
se entiende como propio.

Quienes fueron emigrantes han olvidado que lo fueron, que España ha pasado de ser
lugar de origen emigrante a ser el punto de destino inmigrante. Muchos españoles olvidan
que España es un país en el que se han relacionado etnias y culturas diversas desde tiempo
inmemorial, que España es un país mestizo en sus raíces y en sus productos culturales.

La representación de los problemas sociales

La representación que de los problemas sociales se realiza en el cine audiovisual en la


formación de identidades colectivas al mismo tiempo que los avatares en la dinámica social
se ven reflejados en las representaciones audiovisuales, cine, televisión o radio. El cine de
los países pobres, que necesitan de su emigración para equilibrar su balanza laboral, trata
cada día más de los temas de la emigración, ya sea de migraciones internas, éxodo rural y
llegada a la ciudad como de migraciones extremas, buscar el sueño del trabajo y del
bienestar en países lejanos, sea Estados Unidos de Norteamérica o algún país europeo.

Es posible utilizar además la imagen, la del cine o la de televisión, como soporte de


datos sobre una determinada cultura o como iniciación –o soporte en una investigación
etnográfica- de una línea de investigación.

Los medios de comunicación nos abren la puerta para conocer elementos de las
culturas en su origen, nos permiten adentrarnos en sentimientos, dramas, opiniones o
ideologías.

Cine y migraciones en España

El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos
la necesidad de dejar su propia tierra para sobrevivir. El cine español, por ejemplo, durante
su historia, ha ido representando en imágenes el problema de las migraciones. Antes de los
años 40 del siglo XX, la migraciones rurales, con películas tan profundas y cargadas de
dramatismo como las dos versiones que Florián Rey hizo de La aldea maldita, una en 1930,
muda y otra sonora en 1942. La Castilla más dura se refleja con sus dramas campesinos y
su necesidad de salir a trabajar en otros lugares. Hay que salir del campo por necesidad, de
un campo maldito, yermo, en el que no se puede vivir. Sin embargo, el cine presenta
igualmente lo negativo de la gran ciudad, y sus vicios, así como la necesidad de volver al
lugar de origen en el que está la seguridad, la armonía familiar y el honor. La mujer, en el
cine de emigración, es en muchos casos, la gran perdedora. O es la mujer sumisa, que
acompaña al marido y cuida a los hijos, o se pierde en la ciudad, como en el caso de La
aldea maldita, en la que para sobrevivir debe dedicarse a la prostitución. El marido, cuando
la encuentra, apela al honor de la familia -más bien al de los varones de la misma- y la
castiga con la exclusión y el silencio dentro de la casa, aunque no la expulsa con el fin de
que no trascienda la vergüenza.

Ya avanzado el siglo, Juan Antonio Nieves Conde realizó Surcos (1951), que nos da a
conocer los problemas de la emigración rural hacia la ciudad en la España de Franco. La
película, -puede entroncarse en el neorrealismo español- y a pesar de que su director era
falangista, fue censurada y depurada por el régimen por representar el fenómeno de la
emigración rural como común en el país, dejándolo como la anécdota de una familia que
fracasa en la ciudad y debe volver al pueblo del que salió. La película, muy interesante y
significativa, narra las vicisitudes de una familia rural tradicional en la gran ciudad. Se
representan las angustias de todo emigrante, el rechazo de los habitantes de la ciudad, la
necesidad de algunos de los miembros de la familia de relacionarse con el mundo del delito,
la pérdida de los valores tradicionales… Aquí también, dos mujeres, la madre y la hija,
viven el desarraigo de formas muy diferentes: la madre, como soporte en sufrimiento de la
unidad familiar, la hija, coqueteando con el espectáculo y una vida, al entender de entonces,
excesivamente libre y peligrosa.

La piel quemada (1967) de José María Forn, lleva el problema de los emigrantes
rurales  en una patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la
época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña.

También los españoles salían de España. Toni, -la cito en este apartado aunque es
película francesa- de Jean Renoir (1934), relata la vida de trabajadores españoles e italianos
en la Provenza francesa, en la que los extranjeros, por el mero hecho de serlo, son
sospechosos de delitos que no han cometido. Entre la comedia y el patetismo están
Españolas en París (1970) de Roberto Bodegas o Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro
Lazaga. Ambas reflejan la situación de emigrantes españoles en Europa que se adaptan
poco y lo bien que cada uno está en su tierra de origen.

En el cine español de la época se puede apreciar que no todos los españoles iban con
los documentos en regla, mito que actualmente se ha creado como excusa comparativa en
relación a los actuales emigrantes. «Hasta 1956, el gobierno español no sólo no
proporcionará ningún estímulo oficial a la emigración...sino que la vigilancia en las
fronteras intentará limitar las salidas en la medida de lo posible... La mayoría de las salidas
se realizan clandestinamente» (Términe y otros, 1995)

Cierto es que hacia los años de 1950 España necesitaba romper el aislamiento
internacional y aumentar sus divisas. Alemania, por otra parte veía crecer sus conflictos
laborales y económicos y no deseaba agravarlos con la llegada de miles de españoles. La
solución fue un convenio económico entre Alemania y España (una especie de plan
Marshall) que aseguraba a ésta un desarrollo social y económico sin fricciones. En este
paquete entró también la emigración. Se inició en España, a instancias de Alemania, el
control en origen y en destino de la emigración. En origen, permitiendo la salida mediante
un largo proceso burocrático, y en destino, creando las Agregadurías laborales que evitaban
la inscripción de los emigrantes en los sindicatos alemanes y la creación de las Misiones
Españolas, adjudicadas a la Iglesia, que ejercieron como fuerte elemento de control social.
En Alemania, los españoles tuvieron por ello un trato asistencial más ventajoso que en otros
lugares.

Sin embargo, en el resto de los países, se siguió dando una gran cantidad de
emigrantes que llegaban a trabajar de forma clandestina, por no poder acceder a los papeles,
en algunos casos porque no conseguían el permiso de su parroquia para obtener el
certificado de buena conducta.

El mito creado en los últimos años por algunos estamentos de la política de derechas,
complementada por la falta de seriedad, o la connivencia, de algunos medios de
comunicación, ha creado en la opinión popular la idea de que emigración y delincuencia
van unidos. Esta opinión trae  inmediatamente a colación la falsa afirmación de que la
emigración española se componía de ciudadanos ejemplares e integrados. El cine, en
general, desmiente estas afirmaciones, haciendo énfasis precisamente en lo contrario.
Aunque nadie duda de que la mayoría de los emigrantes españoles trabajaron
pacíficamente sin necesidad de realizar actividades delictivas, al igual que la mayoría de los
emigrantes actuales en nuestro país, el cine refleja en la mayoría de los casos otra realidad –
también real- ayudando a deshacer otro de los mitos inventados como excusa para
comparar la actuación de los emigrantes españoles en el extranjero con los actuales
emigrantes en nuestro país. La dura vida del emigrante español en América y en algunos
casos la turbia manera de hacer dinero y un lugar en la sociedad se trata en Frontera sur,
1998, en la que Gerardo Herrero hizo un drama de emigración en Argentina, una forma
sórdida de abrirse camino, la trata de blancas, las riñas de gallos, la apropiación de las
tierras, la violencia... o Sus ojos se cerraron de Jaime Chávarri, (1997), la historia de una
modista madrileña que llega a Buenos Aires en los años 30.

La situación de una España en desarrollo trajo consigo una nueva realidad y llegaron
los emigrantes. El cine comenzó a relatar la forma de vida de los recién llegados, sus
problemas, sus dificultades de integración y las trabas administrativas y personales. En la
medida en que el problema se hizo más duro y la reacción local más furibunda contra el
emigrante el cine español reaccionó con algunas películas. Las cartas de Alou, 1990, de
Montxo Armendáriz, narra el periplo de un joven senegalés por la península en precarias
condiciones laborales, Bwana, de 1995, de Imanol Uribe, que es una reflexión sobre la
xenofobia y el racismo encarnados en una familia española, sus miedos y sus frustraciones
hacia un emigrante subsahariano que acaba de llegar en patera. Saïd Saïd, 1998, de Llorenç
Soler, cuenta la historia de Saïd y las duras condiciones de vida que tienen los inmigrantes
magrebíes en nuestro país. Para señalar, aunque sea someramente, el papel de la mujer,
tanto en Saïd como en Las cartas de Alou, los dos protagonistas, el marroquí y el senegalés,
se enamoran de mujeres españolas, que les ayudan fervientemente, aunque esa situación no
mejora, sino al contrario, la relación de los emigrantes extranjeros con su entorno social,
dando lugar en algún caso a virulentas reacciones por parte de grupos racistas (Saïd). En
ninguna de ellas se aprecia a la mujer emigrante, invisible en esta etapa del cine español.

La emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores, de Juan
Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a Madrid con el sueño de
trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente para poder traer a su esposa y a su hija;
la de los emigrantes cubanos en Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez
Aragón. En esta última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra la
historia de tres jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es
una interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella, tanto en lo que se
refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una típica integración en el medio, la tía,
que ha hecho simbiosis con el entorno, como los diferentes personajes españoles, que
responden a etiquetas previstas.

En 1999, Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres –
extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer relaciones con los
solteros de la población. Son varios los conflictos que se generan por las diferencias
culturales y sociales entre las recién llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la
película en la que el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo
en lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la violencia corporal- y a
las dificultades de ser aceptadas sus diferencias por la cultura tradicional.

He citado más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una historia
de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de fondo. Es una película de
guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases… que culmina en una gran batalla en la que
pierde todo el mundo.

Documentales sobre la emigración hacia España

Además de la citada Vida de moro, un documental producido por Canal + en el año


2000, es necesario citar Lalia, realizada en 1999 por Silvia Munt, que ganó el premio Goya
de ese año al mejor documental, y que refleja la necesidad de escapar de una realidad
terrible, la que se vive en los campamentos saharauis en Argelia.

En el 2002, Carles Bosc hizo Balseros. En el verano de 1994 un equipo de reporteros


de Televisió de Catalunya filmó y entrevistó a siete cubanos y a sus familiares durante los
días que preparaban la arriesgada aventura de lanzarse al mar para alcanzar la costa de los
Estados Unidos, huyendo de les dificultades económicas que asolaban su país. Tiempo
después, en el campamento de refugiados de la base norte-americana de Guantánamo
pudieron localizar a los que habían sido rescatados en alta mar. Es una historia sobre los
sueños frustrados por la realidad de la emigración fallida.
Muy interesante es la última película documental española (2004) que conozco,
Paralelo 36, de José Luís Tirado, en el que los protagonistas son los emigrantes –con sus
sueños, dificultades y deseos- que llegan en patera a las costas españolas, en el viaje de la
emigración clandestina atravesando el estrecho de Gibraltar.

Hasta el momento, el cine de emigración en España, lo han hecho españoles. Con


dignidad y equilibrio en la mayoría de las ocasiones, pero desde un punto de vista difícil de
traspasar. Es posible –y de desear- que en el futuro, escritores y directores emigrantes,
puedan reflejar la realidad desde su óptica, como sucede en otros países con más años de
emigración extranjera, abriendo las perspectivas a otras visiones que ya se aprecian en la
lucha reivindicativa y solidaria. En teatro, por ejemplo, Juan Diego Botto, ha escrito y
dirigido El privilegio de ser perro (2005), en la que  a través de cuatro monólogos y de
cuatro diferentes puntos de vista desarrolla los procesos sufre y vive un emigrante cuando
se enfrenta con el exilio, la pérdida de su identidad, en el viaje obsesivo en búsqueda de una
mejor calidad de vida.

Lista de algunas películas sobre emigración

1917. El emigrante (The immigrant), de Charlie Chaplin. En clave de humor con


todos los ingredientes de un duro viaje de emigrantes hacia América, Chaplin relata de
alguna forma sus experiencias como emigrante.

1940. Las uvas de la ir (The grapes of wrath), dirigida por  John Ford. Una familia
campesina pierde durante la Gran Depresión su pequeña granja en Oklahoma y se ve
obligada a buscar una nueva tierra de promisión en California. Durante su viaje deberán
aceptar trabajos de jornadas agotadoras, sufrir el rechazo social y vivir en unas condiciones
infrahumanas. Basada en la novela de Steinbeck.

1963. América, América de Elia Kazan. La obsesión de Stavros, un joven griego de


llegar a los Estados Unidos de América le lleva a iniciar y finalizar con éxito la aventura de
la emigración.

1971. Los emigrantes (Utvandrarna) de Jan Troell. Relata las dificultades de los
campesinos suecos por lograr en sueño americano a mediados del siglo XIX. Lo venden
todo y se embarcan hacia América. Algunos de los emigrantes nunca llegarán al Nuevo
Mundo.
1972. La nueva tierra (Nybyggarna). También de Jan Tröell.  A finales del siglo XIX,
una familia sueca emigra a Minesota. Van en busca de una vida mejor y más libertad y
aunque no pretenden convertirse en americanos, la cultura de su nuevo país va
influenciando cada vez más sus vidas.

1977. Alambrista, De Robert M. Young. La dramática situación de los trabajadores


mexicanos indocumentados, expresada en la historia de un joven mexicano que decide ir a
los Estados Unidos a buscar trabajo y cruza ilegalmente la frontera.

1982. La frontera (The border) de Tony Richardson. El Paso entre México y los
Estados Unidos es un lugar de corrupción, drogas y tráfico de emigrantes.

1982. Trabajo clandestino  (Moonlighning). de Jerzy Skolimowski. El aislamiento y


reclusión de un trabajador de origen polaco que vive escondido junto con sus compañeros
en la casa en la que trabaja.

1987. Pelle, el conquistador, de Bille August.. La película cuenta la historia de un


padre campesino y su pequeño hijo, que en el siglo XIX deben escapar de la pobreza en su
Suecia natal e inmigrar hacia Dinamarca, donde sobrellevarán una durísima existencia.

1990. Cheb, de Rachid Bouchared, sobre un joven argelino que vive en Francia desde
su primer año y con 19 se hace expulsar y vuelve a Argelia, donde es forzosamente
enrolado, en un universo que le resulta hostil, sintiéndose inmigrante en todas partes.

1995. My family (Mi familia), de Gregory Nava. Tres generaciones de una misma
familia de inmigrantes mexicanos ven crecer la ciudad de Los Angeles a su alrededor,
mientras tratan de integrarse en la sociedad americana y conseguir sus sueños de
prosperidad.

1996. Jerusalem, de Bille August. Basada en un relato de Selma Lagerlöf. Narra la


peripecia de unos campesinos suecos que a principio del siglo XIX y empujados por la
pobreza abandonaron su país para establecer una comunidad sueca en Palestina y dedicarse
al mismo tiempo a venerar y ensalzar la gloria del Señor.

1998. Abril (Aprile), de Nanni Moretti, recoge imágenes de la manifestación de 1994


contra el racismo y de la llegada, al puerto de Bríndisi, en la primavera de 1997, de un
carguero lleno de albaneses.
1999. En Oriente es Oriente (East is East), de Daniel O´Donell, se relatan las
dificultades de la segunda generación de una familia de pakistaníes en el Reino Unido,  que
sólo aspira a integrarse en la sociedad en la que viven y olvidar la rígida concepción
familiar de su padre.

2000. En Pan y rosas (Bread and Roses), de Ken Loach. Las protagonistas son dos
hermanas mexicanas, limpiadoras en un edificio de oficinas de Los Ángeles, que
emprenden una campaña de lucha contra sus empleadores.

2001. En el film boliviano argentino Bolivia, Israel Adrián Caetano nos cuenta la
historia de un inmigrante boliviano en la Argentina.

2003. Una película muy interesante de los últimos años es In this world, de
Winterbotton, que nos cuenta en tono de falso documental el viaje de dos jóvenes afganos
que quieren llegar a Londres.

 
Referencias

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