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Cine e Inmigración Martinez
Cine e Inmigración Martinez
«A los seres humanos no les turban las cosas en sí, sino cómo las ven»
Proverbio africano
Damián: Hola.
Hace poco tiempo el titular de un periódico (La Voz de Almería 2 de enero de 2005)
–ver reproducción- decía: De 461 detenidos el 61% son extranjeros. Un poco más abajo, en
el cuerpo de la noticia, se afirma que la mayor parte de ellos -110- habían sido detenidos
por no tener papeles. Ante esta noticia, titular y cuerpo, el lector consciente debe ponerse
inmediatamente a hacerse preguntas y sacar la calculadora para realizar algunas cuentas.
La pregunta principal: ¿Es que los detenidos son todos iguales? ¿Es el mismo delito
el atentar contra la propiedad que estar ilegalmente en el país?. La opinión pública hace
distingos entre delitos y delitos, entre los que crean inseguridad ciudadana y los que no
afectan por principio a ella. Sobre todo, porque entre los detenidos españoles, no se da el
caso de ser detenido por no tener los papeles regularizados.
Las cuentas. El 61 por ciento de 461 son 281 extranjeros; si 110 de ellos han sido
detenidos por no disponer de documentos legales, quedan 171 extranjeros (el 37% de 461)
detenidos por delitos que no sean no tener papeles. La noticia podría haber estado redactada
en su titular de otra forma. Para la opinión pública, para la percepción que la misma tiene
de la relación entre aumento de emigración y aumento de la inseguridad ciudadana, no es lo
mismo un delito contra la propiedad que una infracción por carencia de papeles.
Voy a comentar un poco esto. El titular de la noticia impresa tiene una finalidad
inmediata, que es hacer al lector entrar en la noticia de una forma sintética, clara y veraz
(¿o lo contrario?). Si el lector se siente interesado por lo que ha leído, y desea documentarse
más, seguirá leyendo y descubrirá el resto de la información, o seguirá investigando en
otras fuentes…. Pero al mismo tiempo, los titulares de la noticia ejercen una función
manipulativa importante, ya que en la mayoría de los casos, se convierten en elementos
generadores de opinión pública. Por esta razón los periódicos cuidan los titulares, sobre
todo si van en portada. En ellos está la mayor información –o la más significativa- y
también la menos veraz –la más engañosa- la que consciente o subliminalmente engendra
opinión y desinformación.
La noticia expuesta más arriba es parcial, superficial, no reflexiva, tal vez tendenciosa
o malintencionada, o fruto de la falta de preparación de un periodista, aunque tal vez no sea
totalmente falsa. Así se la dieron las fuentes policiales y así constará legalmente. La
falsedad la recibe el lector, que si desea conocer correctamente la información debe iniciar
un camino de interpretación y de investigación por su cuenta. A partir de cómo se ha
presentado esta noticia la opinión colectiva de los ciudadanos, hecha realidad en cada
cerebro- relaciona inmediatamente delito con acto violento o contra la propiedad.
Todo emigrante que sale de su país, dice el escritor marroquí Tahar ben Yelún alienta
un proyecto de encuentro, de mezcla, de mestizaje, un proyecto de una vida mejor. La tierra
propia, la familia, no se deja por razones banales. El emigrante, que llega a un lugar para
quedarse, deja su impronta, más tarde o más temprano, con mayor o menos facilidad, en la
cultura que le acoge, de la misma manera que recibe la cultura del país al que llega. No hay
choque de culturas, las culturas se interpenetran inconscientemente, es lo que un tiempo
hemos llamado transculturación.
Los individuos no somos impermeables, nos enriquecemos mutuamente de nuestras
culturas aun sin ser plenamente conscientes de ello.
El diálogo, la creatividad en las relaciones entre las culturas, es lo que va a lograr que
el planeta sea en el futuro vivo, dinámico y solidario. Quienes también desde hace siglos –
la idea ha resucitado bajo el signo de la política imperialista de los Estados Unidos- abogan
por el choque de las civilizaciones están patrocinando una lucha de necios, que a corto
plazo puede subvertir las ansias de regeneración de la convivencia en el planeta.
Multiculturalidad y multiculturalismo
La nueva revolución tecnológica, facilita que el mundo esté cada vez más
intercomunicado, y como situación de facto, que se convierta en un mundo cada vez más
intercultural. Sin embargo esta facilidad se ha convertido en monopolio de los señores de la
comunicación, predominando muy pocas culturas, por no decir una sola. La cultura
dominante posee todos los medios para difundirse e imponer su voz.
Hoy se dan productos culturales que nacen desde los países más pobres, las culturas
no conocidas en occidente se hacen más visibles en el panorama icónico internacional, con
cinematografías como la hindú, la iraní, la china, o las de algunos países latinoamericanos,
abriendo al mundo las ventanas problemáticas de nuevas –más bien desconocidas- culturas
y las maneras de hacer cine independientes de los negocios cinematográficos. Estos films
exponen visiones diferentes y presentan a occidente una gran diversidad de culturas, etnias,
ideas, filosofías, comportamientos y religiones.
Los personajes del cine han mostrado y apoyado la idea de que nada es puro.
Siempre, hay mezclas de cultura, influencias de muchos lugares. El cine y la fotografía,
desde sus orígenes, han servido de soporte icónico para documentar aspectos muy diversos
de la vida social y cultural de los grupos humanos. Flaherty, por ejemplo, consolidó una
manera de entender y narrar a través del cine, en el que encontró una herramienta
complementaria para presentar los vínculos y relaciones culturales del pueblo esquimal, a
partir de Nanook, el esquimal (Nanook of the North 1922). La compañía que financiaba sus
exploraciones, la Révillon Fréres, era de los mayores explotadores de los esquimales. Para
Flaherty el documental no representa la realidad como en un espejo, sino más bien como
forma de interrelacionar las imágenes obtenidas dándoles un nuevo significado que tenga
una finalidad pedagógica. Margaret Mead y Gregory Bateson, analizaron hacia 1930 pautas
de conducta verbales a partir de filmaciones a los habitantes de Bali y Nueva Guinea.
Desarrollaron así nuevas formas de investigación antropológica en el que el soporte
cinematográfico se convertía en verdadero documentos de trabajo, estudio y divulgación.
El documental digital
La cercanía intercultural
Lledó (1997), afirma que el mayor prodigio de la revolución tecnológica –más bien
ontológica- es haber empapado el mundo de idealidad, de imágenes, de visiones. No hay
que estar presente en los lugares para acceder a ellos. El cine y la fotografía nos traen los
mundos a nuestra cercanía, el CD-Rom o Internet nos permiten acceder a documentos
originales de bibliotecas, entrar en museos, analizar obras de arte. Sin embargo la realidad
no es la virtual, ni las imágenes. La realidad hay que buscarla constantemente a partir de los
datos que poseamos, sean imágenes reales o virtuales, documentos escritos o comentarios
orales. La realidad debe ser «hablada», dice Lledó, desde el lenguaje del que hace
imágenes, pinta cuadros o realiza películas.
Para un análisis de los problemas interculturales hay que tener en cuenta que los
medios, por muy perfectos que sean o aunque supongan un innegable acercamiento a la
realidad son siempre medios.
En principio, porque el cine, por muy documental que sea, siempre es ficción, o
ficción total o realidad reconstruida o preparada. Solamente algunas filmaciones de lo que
se denomina cine etnográfico pueden ser consideradas realidad, salvando la situación de
que los equipos de realización y de rodaje contaminan en poca o gran medida el lugar y las
relaciones interpersonales. Se da por tanto una gran confusión entre el acontecimiento y su
imagen cinematográfica, al no poder considerar a la representación audiovisual como un
registro exacto y fiable de lo que se quiere representar.
Ese mismo tema, desde el lado de la ficción, lo presenta la directora Chus Gutiérrez
en la película Poniente (2002), un drama romántico en un contexto social, como lo define la
directora, que finaliza en el estallido de violencia que vivió la localidad de El Ejido.
Chus Gutiérrez intenta por medio de imágenes trasmitir el miedo que se tiene a
aceptar la memoria histórica, cuando España era un país emigrante, miserable, el miedo a
comprender que la emigración actual hacia los países ricos responde a los mismos criterios
que antes propiciaban nuestras emigraciones. Y ese miedo a entender que el rostro ajeno es
un espejo del nuestro, lleva a una defensa a ultranza, violenta, xenófoba y racista de lo que
se entiende como propio.
Quienes fueron emigrantes han olvidado que lo fueron, que España ha pasado de ser
lugar de origen emigrante a ser el punto de destino inmigrante. Muchos españoles olvidan
que España es un país en el que se han relacionado etnias y culturas diversas desde tiempo
inmemorial, que España es un país mestizo en sus raíces y en sus productos culturales.
Los medios de comunicación nos abren la puerta para conocer elementos de las
culturas en su origen, nos permiten adentrarnos en sentimientos, dramas, opiniones o
ideologías.
El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos
la necesidad de dejar su propia tierra para sobrevivir. El cine español, por ejemplo, durante
su historia, ha ido representando en imágenes el problema de las migraciones. Antes de los
años 40 del siglo XX, la migraciones rurales, con películas tan profundas y cargadas de
dramatismo como las dos versiones que Florián Rey hizo de La aldea maldita, una en 1930,
muda y otra sonora en 1942. La Castilla más dura se refleja con sus dramas campesinos y
su necesidad de salir a trabajar en otros lugares. Hay que salir del campo por necesidad, de
un campo maldito, yermo, en el que no se puede vivir. Sin embargo, el cine presenta
igualmente lo negativo de la gran ciudad, y sus vicios, así como la necesidad de volver al
lugar de origen en el que está la seguridad, la armonía familiar y el honor. La mujer, en el
cine de emigración, es en muchos casos, la gran perdedora. O es la mujer sumisa, que
acompaña al marido y cuida a los hijos, o se pierde en la ciudad, como en el caso de La
aldea maldita, en la que para sobrevivir debe dedicarse a la prostitución. El marido, cuando
la encuentra, apela al honor de la familia -más bien al de los varones de la misma- y la
castiga con la exclusión y el silencio dentro de la casa, aunque no la expulsa con el fin de
que no trascienda la vergüenza.
Ya avanzado el siglo, Juan Antonio Nieves Conde realizó Surcos (1951), que nos da a
conocer los problemas de la emigración rural hacia la ciudad en la España de Franco. La
película, -puede entroncarse en el neorrealismo español- y a pesar de que su director era
falangista, fue censurada y depurada por el régimen por representar el fenómeno de la
emigración rural como común en el país, dejándolo como la anécdota de una familia que
fracasa en la ciudad y debe volver al pueblo del que salió. La película, muy interesante y
significativa, narra las vicisitudes de una familia rural tradicional en la gran ciudad. Se
representan las angustias de todo emigrante, el rechazo de los habitantes de la ciudad, la
necesidad de algunos de los miembros de la familia de relacionarse con el mundo del delito,
la pérdida de los valores tradicionales… Aquí también, dos mujeres, la madre y la hija,
viven el desarraigo de formas muy diferentes: la madre, como soporte en sufrimiento de la
unidad familiar, la hija, coqueteando con el espectáculo y una vida, al entender de entonces,
excesivamente libre y peligrosa.
La piel quemada (1967) de José María Forn, lleva el problema de los emigrantes
rurales en una patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la
época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña.
También los españoles salían de España. Toni, -la cito en este apartado aunque es
película francesa- de Jean Renoir (1934), relata la vida de trabajadores españoles e italianos
en la Provenza francesa, en la que los extranjeros, por el mero hecho de serlo, son
sospechosos de delitos que no han cometido. Entre la comedia y el patetismo están
Españolas en París (1970) de Roberto Bodegas o Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro
Lazaga. Ambas reflejan la situación de emigrantes españoles en Europa que se adaptan
poco y lo bien que cada uno está en su tierra de origen.
En el cine español de la época se puede apreciar que no todos los españoles iban con
los documentos en regla, mito que actualmente se ha creado como excusa comparativa en
relación a los actuales emigrantes. «Hasta 1956, el gobierno español no sólo no
proporcionará ningún estímulo oficial a la emigración...sino que la vigilancia en las
fronteras intentará limitar las salidas en la medida de lo posible... La mayoría de las salidas
se realizan clandestinamente» (Términe y otros, 1995)
Cierto es que hacia los años de 1950 España necesitaba romper el aislamiento
internacional y aumentar sus divisas. Alemania, por otra parte veía crecer sus conflictos
laborales y económicos y no deseaba agravarlos con la llegada de miles de españoles. La
solución fue un convenio económico entre Alemania y España (una especie de plan
Marshall) que aseguraba a ésta un desarrollo social y económico sin fricciones. En este
paquete entró también la emigración. Se inició en España, a instancias de Alemania, el
control en origen y en destino de la emigración. En origen, permitiendo la salida mediante
un largo proceso burocrático, y en destino, creando las Agregadurías laborales que evitaban
la inscripción de los emigrantes en los sindicatos alemanes y la creación de las Misiones
Españolas, adjudicadas a la Iglesia, que ejercieron como fuerte elemento de control social.
En Alemania, los españoles tuvieron por ello un trato asistencial más ventajoso que en otros
lugares.
Sin embargo, en el resto de los países, se siguió dando una gran cantidad de
emigrantes que llegaban a trabajar de forma clandestina, por no poder acceder a los papeles,
en algunos casos porque no conseguían el permiso de su parroquia para obtener el
certificado de buena conducta.
El mito creado en los últimos años por algunos estamentos de la política de derechas,
complementada por la falta de seriedad, o la connivencia, de algunos medios de
comunicación, ha creado en la opinión popular la idea de que emigración y delincuencia
van unidos. Esta opinión trae inmediatamente a colación la falsa afirmación de que la
emigración española se componía de ciudadanos ejemplares e integrados. El cine, en
general, desmiente estas afirmaciones, haciendo énfasis precisamente en lo contrario.
Aunque nadie duda de que la mayoría de los emigrantes españoles trabajaron
pacíficamente sin necesidad de realizar actividades delictivas, al igual que la mayoría de los
emigrantes actuales en nuestro país, el cine refleja en la mayoría de los casos otra realidad –
también real- ayudando a deshacer otro de los mitos inventados como excusa para
comparar la actuación de los emigrantes españoles en el extranjero con los actuales
emigrantes en nuestro país. La dura vida del emigrante español en América y en algunos
casos la turbia manera de hacer dinero y un lugar en la sociedad se trata en Frontera sur,
1998, en la que Gerardo Herrero hizo un drama de emigración en Argentina, una forma
sórdida de abrirse camino, la trata de blancas, las riñas de gallos, la apropiación de las
tierras, la violencia... o Sus ojos se cerraron de Jaime Chávarri, (1997), la historia de una
modista madrileña que llega a Buenos Aires en los años 30.
La situación de una España en desarrollo trajo consigo una nueva realidad y llegaron
los emigrantes. El cine comenzó a relatar la forma de vida de los recién llegados, sus
problemas, sus dificultades de integración y las trabas administrativas y personales. En la
medida en que el problema se hizo más duro y la reacción local más furibunda contra el
emigrante el cine español reaccionó con algunas películas. Las cartas de Alou, 1990, de
Montxo Armendáriz, narra el periplo de un joven senegalés por la península en precarias
condiciones laborales, Bwana, de 1995, de Imanol Uribe, que es una reflexión sobre la
xenofobia y el racismo encarnados en una familia española, sus miedos y sus frustraciones
hacia un emigrante subsahariano que acaba de llegar en patera. Saïd Saïd, 1998, de Llorenç
Soler, cuenta la historia de Saïd y las duras condiciones de vida que tienen los inmigrantes
magrebíes en nuestro país. Para señalar, aunque sea someramente, el papel de la mujer,
tanto en Saïd como en Las cartas de Alou, los dos protagonistas, el marroquí y el senegalés,
se enamoran de mujeres españolas, que les ayudan fervientemente, aunque esa situación no
mejora, sino al contrario, la relación de los emigrantes extranjeros con su entorno social,
dando lugar en algún caso a virulentas reacciones por parte de grupos racistas (Saïd). En
ninguna de ellas se aprecia a la mujer emigrante, invisible en esta etapa del cine español.
La emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores, de Juan
Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a Madrid con el sueño de
trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente para poder traer a su esposa y a su hija;
la de los emigrantes cubanos en Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez
Aragón. En esta última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra la
historia de tres jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es
una interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella, tanto en lo que se
refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una típica integración en el medio, la tía,
que ha hecho simbiosis con el entorno, como los diferentes personajes españoles, que
responden a etiquetas previstas.
En 1999, Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres –
extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer relaciones con los
solteros de la población. Son varios los conflictos que se generan por las diferencias
culturales y sociales entre las recién llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la
película en la que el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo
en lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la violencia corporal- y a
las dificultades de ser aceptadas sus diferencias por la cultura tradicional.
He citado más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una historia
de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de fondo. Es una película de
guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases… que culmina en una gran batalla en la que
pierde todo el mundo.
1940. Las uvas de la ir (The grapes of wrath), dirigida por John Ford. Una familia
campesina pierde durante la Gran Depresión su pequeña granja en Oklahoma y se ve
obligada a buscar una nueva tierra de promisión en California. Durante su viaje deberán
aceptar trabajos de jornadas agotadoras, sufrir el rechazo social y vivir en unas condiciones
infrahumanas. Basada en la novela de Steinbeck.
1971. Los emigrantes (Utvandrarna) de Jan Troell. Relata las dificultades de los
campesinos suecos por lograr en sueño americano a mediados del siglo XIX. Lo venden
todo y se embarcan hacia América. Algunos de los emigrantes nunca llegarán al Nuevo
Mundo.
1972. La nueva tierra (Nybyggarna). También de Jan Tröell. A finales del siglo XIX,
una familia sueca emigra a Minesota. Van en busca de una vida mejor y más libertad y
aunque no pretenden convertirse en americanos, la cultura de su nuevo país va
influenciando cada vez más sus vidas.
1982. La frontera (The border) de Tony Richardson. El Paso entre México y los
Estados Unidos es un lugar de corrupción, drogas y tráfico de emigrantes.
1990. Cheb, de Rachid Bouchared, sobre un joven argelino que vive en Francia desde
su primer año y con 19 se hace expulsar y vuelve a Argelia, donde es forzosamente
enrolado, en un universo que le resulta hostil, sintiéndose inmigrante en todas partes.
1995. My family (Mi familia), de Gregory Nava. Tres generaciones de una misma
familia de inmigrantes mexicanos ven crecer la ciudad de Los Angeles a su alrededor,
mientras tratan de integrarse en la sociedad americana y conseguir sus sueños de
prosperidad.
2000. En Pan y rosas (Bread and Roses), de Ken Loach. Las protagonistas son dos
hermanas mexicanas, limpiadoras en un edificio de oficinas de Los Ángeles, que
emprenden una campaña de lucha contra sus empleadores.
2001. En el film boliviano argentino Bolivia, Israel Adrián Caetano nos cuenta la
historia de un inmigrante boliviano en la Argentina.
2003. Una película muy interesante de los últimos años es In this world, de
Winterbotton, que nos cuenta en tono de falso documental el viaje de dos jóvenes afganos
que quieren llegar a Londres.
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