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1. Alfonso Reyes
- Leer Visión de Anáhuac
1
El relato comienza con las “noticias extraordinarias” y las amenas pero quiméricas
“narraciones geográficas” que generó el descubrimiento de América y la profusión de
imágenes llenas de encanto, “estampas finas y candorosas”, “cartografía infantil” que
habrían permitido a imaginaciones románticas como la de Stevenson tramar “mil y un
regocijos para nuestros días nublados”. Estos regocijos efímero suscitados por la intrincada
descripción de “chozas siempre humeantes; hombres y fieras […] plantas exóticas y
soñadas islas”, difieren sin embargo de los “eternos goces” engendrados por este “objeto de
belleza” que constituye el arisco valle de Anáhuac y su historia indígena, vistos por
Alfonso Reyes.
En la parte liminar de la relación, el vaho sofocante y húmedo de los litorales,
generalmente descritos mediante una prosa exuberante, establece un contraste con la
diáfana y fresca exhalación verbal que anima al valle de Anáhuac.
Es en estampas de Giovanni Battista Ramusio que “se detienen” los ojos de Alfonso
Reyes quien ve en la vegetación en ellas representada “un nuevo arte” de la naturaleza.
El flujo verbal que mana de las imágenes no “se desborda del cauce clásico”. La
narración, inicialmente geográfica, encauza un relato sobrio, si bien sumamente expresivo.
La transición del presente de Anáhuac a su pasado prehispánico se vislumbra en la alegoría
de un desastre ecológico, preludio históricamente documentado, que parece anunciar
proféticamente el apocalipsis del mundo indígena, en la versión poética aducida.
“Semejante al espíritu de sus desastres, el agua vengativa espiaba de cerca
a la ciudad; turbaba los sueños de aquel pueblo gracioso y cruel,
barriendo sus piedras florecidas; acechaba, con ojo azul, sus torres
valientes.”1
Conforme a lo que habían anticipado los presagios de este pueblo “gracioso y cruel”, el
conquistador de ojo azul como el agua, iba a barrer “sus piedras florecidas” y derrumbar
“sus torres valientes” como lo hiciera el “agua vengativa” que había anegado el valle de
Anáhuac en tiempos del rey Ahuitzotl.
El indígena y su mundo ocupan un lugar importante si bien relativamente discreto
en la obra de Alfonso Reyes. Ensayos con carácter histórico o literario como Moctezuma y
la Eneida Mexicana y Poesía Indígena; poemas como La lira de Anáhuac o Yerbas del
1
Visión de Anáhuac, p. 15.
2
Tarahumara, además de un sin número de alusiones y referencias a las culturas nativas son
prueba de ello. Sin ser indigenista, en el sentido estricto de la palabra (“no soy de los que
sueñan en perpetuaciones absurdas de la tradición indígena”2) Alfonso Reyes manifestó un
interés mesurado, ponderado pero profundo por “la raza indígena” cuya epopeya “corre
como un río subterráneo bajo los siglos de la dominación española y fertiliza sordamente
los acarreos de la nueva sangre ibérica”.3
La cultura mexicana se arraiga en un subsuelo indígena, pasado y presente, que la
nutre y de alguna manera la sigue retroalimentando por lo que, más allá del geno nativo
vigente en la “nueva sangre ibérica” del mexicano, la memoria indígena debe ser
preservada en un contexto de integración social e identitaria: “la incorporación del indio a
los plenos beneficios de la vida civilizada es nuestra más alta incumbencia nacional”. 4 Esta
convergencia con “la raza de ayer” la cual “labra, engendra un alma común” radica en una
“comunidad del esfuerzo por dominar nuestra naturaleza brava y fragosa”, en “la
comunidad mucho más profunda de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural” 5y
sobre todo, en una comunión retrospectiva con lo que fuera un mundo indígena: Anáhuac.6
Ahora bien, la visión de Anáhuac tal y como se manifiesta en el texto del mismo
nombre no es únicamente lo que vio su autor o lo que vieron los viajeros y los
conquistadores, sino el procesamiento eidético de estas miradas, la imagen hecha palabras
que da a ver y a sentir; una “retro-spección” histórico-literaria efectuada desde determinado
punto de vista, una perspectiva singular según convicciones axiológicas y estéticas propias.
La transparencia del aire de Anáhuac y el “éter luminoso” que envuelve el valle se
perciben magistralmente en la lucidez del discurso alfonsino, opacidad verbal “trans-
lúcida” en la que se refracta poéticamente la imagen de los garfios vegetales erizados de
Tlaltecuhtli “Señor o Señora de la tierra”, versión mexicana de Gea, la cual suscita a su vez
un anamnesis épico-histórico hacia un pasado indígena inspirado por Clío.
Para expresar lo “tónico” de Anáhuac y satisfacer a los que gustan de “tener a toda
hora alerta la voluntad y el pensamiento claro”, Alfonso Reyes adoptó un estilo “heráldico”
2
Ibid., p. 34.
3
“Moctezuma y la Eneida Mexicana” en Obras completas, libro XXI, p. 456.
4
Ibid.
5
Visión de Anáhuac, p. 34.
6
El término náhuatl Cemanahuac (Cem-Anahuac) literalmente “todo lo que está cerca del agua” llegó a
designar el concepto de “mundo”.
3
y organizado” que genera una atmósfera de extrema nitidez propia de la “región más
transparente del aire”. Este punto de vista, lo determina sin duda la interiorización de lo
percibido o lo vivido, así como la profunda infusión de la información contenida en
documentos y obras consultadas, en el ser del poeta. Pero lo caracteriza esencialmente la
elevada cumbre cultural a partir de la cual divisó el paisaje y su historia: el Parnaso; tanto el
Parnaso de Apolo y de las Musas como el Parnaso estético-literario francés de finales del
siglo XIX.
7
“Moctezuma y la Eneida mexicana”, en Obras Completas de Alfonso Reyes, tomo XXI, p. 453.
8
“Introducción a la poesía indígena” en Obras completas de Alfonso Reyes, tomo XII, p. 291.
4
El Parnaso es el monte de Apolo, divinidad solar, dios escultor, numen de la
claridad y de la nitidez del pensamiento quien, según Nietzsche, se opone dialécticamente a
la difusión de las ideas en la ebriedad dionisíaca del ser sensible. El culto griego a la razón,
y la intelectualidad mayéutica, la nitidez apolínea de los conceptos y de las formas, sobre
todo de las formas verbales que los expresan serán un parangón para Alfonso Reyes en su
descripción de Anáhuac y en su retrospección cultural. Una perspectiva racional y un afán
de comprender generaron en Alfonso Reyes el placer casi visceral de razonar, una
predilección por el análisis crítico y el control intelectual de las emociones; un modo
impersonal que confiere al texto una universalidad atemporal, marmórea; un culto a la
naturaleza física y humana, sobria, depurada; una verdad idealizada y por tanto más
significativa. Visión de Anáhuac manifiesta la fusión del arte y de la moral, una elevación
distante del punto de vista para una mejor apreciación.
El Parnaso es también el monte de las Musas, por lo que la poesía, el arte de
combinar las sonoridades, los ritmos, las palabras para evocar imágenes, generar
sensaciones y emociones, será el medio de hacer revivir el valle de Anáhuac en las mentes
y los corazones de los lectores.
La poesía apolínea y además documentada de Alfonso Reyes en Visión de Anáhuac
remite a su vez a otro Parnaso: la corriente literaria francesa de finales del siglo XIX.
El Parnaso francés
Como su nombre lo indica, el movimiento poético que surgió en Francia a finales del siglo
XIX consagra el renacimiento de valores morales y estéticos propios de la Antigüedad
helénica. A estos valores ya mencionados es preciso añadir los que caracterizan el Parnaso
como corriente estético-literaria en su momento y que encontramos en el palimpsesto del
texto aquí referido.
El positivismo ha ejercido una influencia notable sobre la literatura de finales del
siglo XIX. En término muy generales la “génération savante”9 de la que habla Leconte de
Lisle no debía abandonarse a lirismo prevaleciente en el romanticismo y no compartía los
entusiasmos que suscitaba el poeta épico de antaño. Tenía que tomar “la vía inteligente de
la época”, es decir, la que proponía la ciencia y la filosofía positivistas. Con base en fuentes
9
“Generación sapiente”.
5
y documentos históricos, el poeta tenía que recrear “las ideas y los hechos, la vida íntima y
la vida exterior, todo cuanto constituye la razón de ser, de creer, de pensar, de actuar de las
razas antiguas”.10
Visión de Anáhuac y los demás textos de Alfonso Reyes que atañen al pasado
indígena y a la Conquista, manifiestan claramente este afán de objetividad histórica. Pocos
escritores ofrecieron en un texto breve una resurrección del pasado prehispánico que
conciliara a este punto el poder evocador de la poesía con la solidez histórica de la
información disponible en su tiempo.
La primacía de lo descriptivo en la poesía, ya postulada por este antecesor de la
corriente parnasiana que fue Téophile Gautier, es manifiesta en Visión de Anáhuac. El
paisaje además de detonar la retrospección histórica, da una imagen adusta del indígena
nahua y de su civilización. El mundo prehispánico está contenido en la descripción verbal
que Alfonso Reyes hace del valle. La rapacidad visual del poeta le permite percibir y
desprender las formas y los colores naturales y reproducirlos mediante pinceladas y
contornos verbales que hablan a los ojos. Se establece asimismo, según el canon
parnasiano, una relación estrecha entre las creencias de los pueblos, el paisaje y el clima
que las hicieron florecer.
La pureza de la lengua es otro postulado teórico, propio del Parnaso. Leconte de
Lisle en el Prefacio de Poèmes Antiques insistía sobre la necesidad de “purificar” el
lenguaje poético dándole “formas más nítidas y precisas”11, cuidando la versificación, las
sonoridades y el ritmo para lograr una belleza regular, armoniosa y tranquila, grave,
austera, parecida a las estatuas de mármol que expresaban su idea de belleza.
La forma que circunscribe nítidamente lo que se quiere expresar parece haber sido
esencial en la estética parnasiana. Se opuso en esto a los excesos del lirismo romántico y al
derrame formal que lo manifestaban.
En esta misma perspectiva, la impersonalidad y la distancia buscarán sustituirse a
un yo omnipresente, reduciendo asimismo la exaltación subjetiva del poeta en aras de una
objetividad más transparente. La emoción debe someterse a la ley de la forma, a las
10
Cf. Leconte de Lisle “Poèmes Antiques”, en Littérature, textes et documents, Paris, Nathan, 1986, p. 368.
11
Ibid.
6
exigencias formales de la belleza. La distancia e inclusive la altura desde la cual se
considera el tema tratado son asimismo parámetros propios de la estética parnasiana.
7
A quién, bajo los tiros que atinan su honda y su piedra,
águilas y serpientes saltan, figurando blasones;
a quien la roja venganza rindió su cuchillo de piedra:
a quien la blanca justicia dio las riendas de tres naciones.
12
Obras Completas de Alfonso Reyes, tomo X, p. 61-63.
8
palpitación de su sed, la flecha “regida de plumas” que “vibra” en su cuello y su caída
“arrodillando el tributo” anticipan de manera magistral la hora en que la diadema del ciervo
y la corona de Moctezuma, ambos “reyes de Anáhuac nutridos con dulces raíces” rodarán
al suelo.
Una lenta subida anagógica13 de seis estrofas culmina con la imagen proféticamente
mestiza del águila y la serpiente “figurando blasones”, y de los colores del lábaro patrio. El
descenso inicia con los combates que los “crinados guerreros” libran, con las cabezas y las
orejas cercenadas.14 Sigue la exploración indagatoria del cielo nocturno, los fatídicos
horóscopos que anuncian al “Hijo del sol”, e Ilhuicamina que “recobra sus flechas”.
El conquistador “erizado de púas” como enemigo cardo vendrá a derrocar a un
Moctezuma “dulce y turbador como el magnético lirio”, “bulto de hombre” más capaz que
cualquier cristiano de martirio. La última hora de Anáhuac “tiende el cuello a la hoz de las
horas nuevas” en un poético claro/oscuro de vida y de muerte.
La virtuosidad descriptiva de Alfonso Reyes, la distancia y la impersonalidad, la
aptitud a reproducir formas, líneas, colores, la belleza regular, armoniosa, equilibrada, la
austeridad, la exigencia plástica, una mística de la belleza, la precisión léxica de palabras
que son imágenes y sobre todo una emoción tormentosa formalmente contenida en los
diques marmóreos de las estrofas, corresponden de manera arquetípica a la estética
parnasiana:
Sculpte, lime, cisèle;
Que ton rêve flottant
Se scelle
Dans le bloc résistant.15
I
El cincel lingüístico del poeta parnasiano
La distancia que toma el autor parnasiano con el objeto de su descripción se manifiesta
también en el lenguaje que emplea. En este contexto también la palabra tiene los “agudos
contornos de la estampa”; es una “cara abstracta sin color que turbe su nitidez”. Para
13
El término “anagógico” refiere una elevación espiritual en la que todo converge.
14
Alusión a la petición que hiciera el tlahtoani de Colhuacan Coxcoxtli, que sus cautivos mexicas,
mercenarios, le trajeran una oreja de cada enemigo. Cf. Códice Boturini, lámina 21; Códice Aubin, fol. 20v.
15
“Esculpe, lima, cincela; que tu sueño flotante esté sellado en el bloque resistente”. Théophile Gautier,
“L’Art”. Cf. Emaux et Camées, en Littérature. Textes et documents, p. 364.
9
describir la vegetación de Anáhuac, adentrarse en su historia y evocar a su gente, Alfonso
Reyes podría haber recurrido al español de México en el cual pululan los indigenismos, y
haber elaborado un verdadero fresco acústico afín al “tímido puerco espín”, al maguey, a
los órganos “paralelos unidos como la caña de la flauta”, o a los garfios erizados de las
garras vegetales. Es probable que el mimetismo sonoro de los indigenismos se hubiera
parecido a un exuberante bosque tropical y hubiera opacado la visión. Los “dulces
chasquidos”, las vocales “que fluyen”, las consonantes “que tienden a licuarse”, son una
canturía gustosa que aprehendemos en su descripción magistralmente distante en español.
En cuanto a esas xés, esas tlés, esas chés que “escurren de los labios del indio” tienen una
suavidad de aguamiel en la lengua castellana que los refiere. La belleza de la lengua náhuatl
y su dulzura tendrán que ser imaginadas en los contornos fonético-semánticos de la versión
castellana de Alfonso Reyes.
10
dinamismo vital es, a los ojos de Reyes, una colorida y enredada expleción16 que oscurece
el entendimiento y hace naufragar nuestro ánimo.
Reyes resume este derroche verbal, “poesía de hamaca y de abanico”, en una
fórmula lapidaria cuando habla de “los entusiasmos verbales de Chateaubriand”. La flora
emblemática, “concebida para blasonar un escudo”, la vegetación arisca y heráldica del
paisaje organizado, el paralelismo de los órganos, son “caras abstractas sin color que turbe
su nitidez”. Esta descripción parece una alegoría apologética de una manera de escribir en
la que los contornos verbales que definen una idea o una realidad deben a su vez
circunscribir claramente su sentido.
Asimismo la luminosidad, la reverberación, la transparencia, el “aire que brilla
como espejo” y el otoño perenne que prevalecen en el valle de Anáhuac podrían ser una
metáfora de un paisaje literario donde la sobriedad, la precisión y la mesura apolíneas del
intelecto se deben de imponer a los “entusiasmos verbales” dionisíacos que obnubilan la
conciencia. Al sentir dionisíaco, difuso por definición, Alfonso Reyes opone tropos y
figuras de pensamiento cuyos contornos precisos ayudan a aprehender la realidad y a
conceptualizarla. En esta literatura, no desprovista de “cierta aristocrática esterilidad”
podríamos decir, parafraseando a don Alfonso, la mente, mediante una mirada espiritual
“descifra cada línea y acaricia cada ondulación” de los contornos conceptuales
retóricamente esbozados.
El relieve poético-intelectual que representa el oxímoron con la paradoja que
entraña, o la alianza de palabras lógicamente incompatible, la “plástica rotundidad” de los
pensamientos que brotan del valle de Anáhuac opuesta a lo trágico de los pensamientos
ascéticos que sugiere la llanura castellana, dibujan las ideas con un cierto rigor.
16
Expleción: recurso retórico que consiste en acumular los términos para generar un sentimiento o una idea
de abundancia o profusión.
11
aristocrática”, la luminosidad del otoño son el derrame visual que diluye los colores y sobre
el cual destaca el trazo. En la primera parte, los colores brillan por su ausencia, y las
escasas veces en que se evocan, se asocian al calor, al bochorno, a algo que adormece y
quita las ganas de pensar. Tal es el caso de los “chorros de verdura” cuyo verdor está
asociado, maliciosamente quizás, a la prosaica verdura que se vende en el mercado.
La descripción del valle de Anáhuac concluye con la aparición portentosa del águila
posada sobre un nopal y devorando una serpiente, vínculo entre lo natural y lo cultural
“compendio feliz de nuestro campo” donde a partir del primer palafito “brotaría” una
ciudad. Se asoman entonces en el relato, “los hombres de Cortés”, los espejismos y la
visión que tuvieron de “aquel orbe de sonoridad y fulgores” situado en un “espacioso circo
de montañas”.
En una lógica poética pero también mitológica, la ciudad que surgió del lugar
hierofánico donde el águila se había posado sobre el nopal, emana del templo, axis mundi
ya urbano, de cuyas aristas parten calles “radiantes”.
A la vez que veían la ciudad, llegaba a los oídos de los conquistadores “ululando la
queja de la chirimía y, multiplicando en el eco, el latido del tambor” los cuales anuncian la
segunda parte de Visión de Anáhuac.
II
Como el epígrafe lo sugiere, la visión de la ciudad mexica y de su gente que el texto de
Alfonso Reyes expresa, pasa por otra mirada: la de un testigo ocular, el conquistador Bernal
Díaz del Castillo, soldado español, autor de la Historia Verdadera de la Conquista de la
Nueva España, cuya descripción oscila entre la objetividad histórica de lo que vio, la
subjetividad de lo que sintió y una sublimación literaria digna del libro de Amadís y de los
relatos de caballería.
En esta segunda parte, Alfonso Reyes ve con los ojos de Bernal Díaz del Castillo y
conserva en su minuciosa descripción el asombro del conquistador y el encanto que emana
de su narración. Atraviesa de cierta manera la opacidad expresiva del relato épico para
encontrar al indígena y su bullicioso y colorido mundo, despojado de las escorias
medievales de la evocación, sin perder su encanto. El ritmo adoptado por Reyes reproduce
el azoro del español a la vez que da a ver al indígena. Cada frase es una mirada.
12
Antes de sumergirse en el “zumbar” y ruido de la plaza, y de caer en este “mareo de
los sentidos”, siguiendo a Bernal Díaz del Castillo, el autor describe la metrópoli azteca,
desde lo alto, como la podrían haber visto los conquistadores desde el Paso de Cortés y
desde su punto de vista muy propio: como una inmensa flor de piedra en medio de la
laguna salada. Realiza luego un acercamiento, un enfoque casi cinematográfico, y se
distinguen entonces las puertas, las calzadas, los edificios, las calles, los canales con las
piraguas cargadas de fruta que surcan sus aguas, los puentes que los atraviesan, la gente que
va y viene como una inmensa y colorida resaca humana que se ve, se escucha, se palpa y se
saborea con los ojos mediante una poética sinestesia: “Las conversaciones se animan sin
gritería: finos oídos tiene la raza, y, a veces, se habla en secreto. Óyense unos dulces
chasquidos; fluyen las vocales, y las consonantes tienden a licuarse. La charla es una
canturía gustosa. Esas xés, esas tlés, esas chés que tanto nos alarman escritas, escurren de
los labios del indio con una suavidad de aguamiel.”17 […] Asimismo “Van y vienen las
túnicas de algodón rojas, doradas, recamadas, negras y blancas….”; “Tiemblan en la oreja o
la nariz las arracadas pesadas, y en las gargantas los collaretes….”; “Sobre los cabellos,
negros y lacios, se mecen las plumas al andar….”; “Suenan las flexibles sandalias….”; “En
las manos aletea el abigarrado moscador, o se retuerce el bastón en forma de culebra…”;
“Las pieles, las piedras y metales, la pluma y el algodón confunden sus tintes en un
incesante tornasol….”18
Aun en esta orgía de colores y movimientos el canon parnasiano mantiene su férrea
ortodoxia gracias a una sucesión ordenada de aproximaciones frásticas, una virtuosidad
verbal, visual y fonéticamente plástica, todo en un modo impersonal; un sentido finamente
cincelado por un léxico rico y variado, con una densidad semántica, y contornos precisos
que circunscriben las ideas.
17
Visión de Anáhuac, p. 18.
18
Ibid., pp. 18-19.
13
haber resultado una la descripción antropológicamente veraz de las prácticas religiosas de
los aztecas, pronto alejan a Alfonso Reyes quien prefiere “explayarse con detalle en la
descripción de la feria”.
Deleite para el soldado cristiano que lo vivió y lo contó, para Alfonso Reyes quien
leyó el relato de lo vivido por Bernal y lo resucitó, y sobre todo deleite para el lector del
texto alfonsino, verdadero fresco verbal en lengua castellana que da a ver y sentir lo que era
el tianquiztli, el mercado azteca, en tiempos de la conquista.
El mercado
Lo que podría haber sido, desde un punto de vista romántico, una bochornosa jungla
mercantil propicia para un entusiasmo lírico al estilo de Chateaubriand, adquiere en el texto
de Alfonso Reyes un esplendor monumental, verdadera “alegoría de la materia” sin dejar de
expresar magistralmente la tremenda variedad de “todas cuantas cosas se hallan en la
tierra” en palabras de Bernal Díaz del Castillo ( y de Cortés en su Segunda Relación), la
colorida algarabía y el bullicio que prevalecía en el mercado azteca.
El autor penetra en el mercado con el conquistador manteniendo sin embargo una
prudente distancia apreciativa con lo narrado por el soldado español, y con el referente
indígena por él descrito. Lo que parece un paseo por las numerosas “calles” del mercado
configura de hecho un gigantesco mosaico de sonidos, formas, colores, texturas, olores y
sabores distintos. Cada objeto descrito, cada color referido, cada sonido escuchado, cada
fragancia o aroma percibidos, cada sabor apreciado o imaginado están singularmente
recortados en esta exuberante profusión. La perfección canónica de la descripción, la
veracidad de lo narrado, una mística de la belleza, la distancia impersonal, la armonía, la
contención de la emoción dentro de un sólido marco léxico y frástico, corresponden, sin
duda, a la estética literaria del Parnaso.
La vendedora de ollas
Llegando al gremio de los alfareros, justo antes de la cita textual de Bernal que evoca a los
oficiales de oro y plata, Alfonso reyes esboza verbalmente el retrato de una mujer indígena
en medio de sus ollas:
“Entre las vasijas morenas se pierden los senos de la vendedora. Sus
brazos corren por entre el barro como en su elemento nativo: forman asas
14
a los jarrones y culebrean por los cuellos rojizos. Hay, en la cintura de las
tinajas, unos vivos de negro y oro que recuerdan el collar ceñido a su
garganta. Las anchas ollas parecen haberse sentado, como la india, con las
rodillas pegadas y los pies paralelos”.19
19
Visión de Anáhuac, p. 22.
20
Ibid., p. 23.
21
Ibid., p. 24.
15
cita textual de Bernal Díaz del Castillo concerniente a las comidas y manjares que se le
servía a Moctezuma, la cual establece la verdad histórica de lo referido y avala la veracidad
más propiamente alfonsina del relato que sigue. En la cita de Bernal, el lector atraviesa la
dimensión verbal de un texto transparente sin que sus ojos se detengan y extrae llanamente
la información en él contenida. El rectángulo que configura la cita, en sangría en el
contexto gráfico de la página impresa así como el tamaño menor de la letra, subrayan
visualmente la objetividad histórica de lo referido y circunscriben el original hipotextual22 a
partir del cual Reyes produce un relato poéticamente veraz.
El tiempo imperfecto corresponde, gramaticalmente hablando, a una narración
descriptiva pero arraiga también la Visión de Reyes en la visión de Bernal. El presente
irrumpe en la copreterición gramatical cuando el cuadro se anima: “a un fuerte silbido
rompen a sonar los tambores”23, cuando Reyes recurre a la imaginación, cuando lo que
evoca tiene un carácter atemporal que atañe al ser, o remite minuciosamente a todo lo que
hay. La babilónica descripción de los jardines de Moctezuma, del dédalo de salas y
cámaras, de las jaulas con animales y del “infierno de ruidos” que forman, deja al lector en
suspenso, sin aliento, y como el conquistador anónimo: “fatigado”, si bien embelesado.
III
La flor: madre de la poesía indígena
La frase de Ignacio Ramírez: “La flor, madre de la sonrisa”, epígrafe de un capítulo
dedicado esencialmente a la poesía indígena, muestra la perspectiva desde la cual se aborda
el tema, y establece una relación sutil entre el lenguaje florido y la sonrisa, con todo lo que
el hecho implica en términos estéticos y eidéticos. El capítulo inicia con una alusión al
cuarto sol cosmogónico y a la lluvia de flores que cayó entonces, generando asimismo
según Alfonso Reyes, la alegría y la sonrisa.
22
El hipotexto, como su nombre lo indica, es el texto original que “subyace” y a partir del cual un autor
reescribe un texto determinado.
23
Visión de Anáhuac, p. 25.
16
“La era histórica en que llegan los conquistadores a México procedía
precisamente de la lluvia de flores que cayó sobre las cabezas de los
hombres al finalizar el cuarto sol cosmogónico. La tierra se vengaba de
sus escaseces anteriores, y los hombres agitaban las banderas del júbilo.
En los dibujos del Códice Vaticano, se la representa por una figura
triangular adornada con torzales de plantas; la diosa de los amores lícitos,
colgada de un festón vegetal, baja hacia la tierra, mientras las semillas
revientan en lo alto, dejando caer las hojas y flores”.24
Aunque no parece haber leído el comentario del padre Ríos que acompaña la lámina,
Alfonso Reyes identifica a “la diosa de los amores lícitos” a la cual no refiere sin embargo
por su nombre propio Xochiquetzal. La pintura indígena es reproducida verbalmente con
pinceladas de la lengua española que evitan el exotismo lingüístico que podría constituir la
palabra náhuatl. El hecho de que el dios tutelar de los mexicas Huitzilopochtli es evocado,
más adelante, mediante una discreta versión perifrástica de su nombre: “el dios sanguinario
y zurdo” podría confirmar lo anterior, asumiendo que opochtli remite a la izquierda. La
descripción que da el autor de la colorida lámina del Códice Vaticano Ríos ignora el
cromatismo lujuriante de la imagen indígena, enfatiza la forma geométrica, el trazo. Es
semántica y acústicamente adusta, hierática, si bien dinámica: “caras abstractas sin color
que turbe su nitidez”.25
Siguen unas consideraciones generales sobre la flor en distintos contextos: como
exponente del vigésimo signo del calendario, atributo de la divinidad, como ideograma de
la belleza, de lo sagrado y de la poesía. Evoca asimismo sus representaciones gráficas “por
el perfil o por la boca de corola”, aislados y sin hojas o en las ramas de los árboles frutales
radiantes. Refiere los objetos: ollas, tazas y vasos en cuyas paredes “corren cálices
entrelazados”. Nunca llama la flor por su colorido nombre náhuatl: xochitl. Prefiere
evocarla mediante las “fugitivas líneas” de una descripción en castellano, en un texto
liminar que introduce su búsqueda en la poesía indígena.
Ninoyolnonotza
Después de haber lamentado la pérdida de la poesía indígena mexicana prehispánica y
haber confirmado la autenticidad de los textos que se habían conservado por una “cierta
24
Ibid., p. 28.
25
Visión de Anáhuac, p. 14.
17
audacia, cierta aparente incongruencia” que “acusan una ideación no europea”26. Alfonso
Reyes cita parte del primer poema conservado en el documento conocido hoy como
Cantares Mexicanos,27 en la traducción al español de una traducción al inglés del original
náhuatl. El manuscrito en cuestión, descubierto por José María Vigil en los años 1880,
había sido presentado en el X Congreso Internacional de Americanistas celebrado en la
ciudad de México en 1895. En su presentación Vigil afirmó lo siguiente:
Estos cantos (los cantos antiguos mexicanos) se encuentran en un antiguo
códice que existía en la Universidad y que había desaparecido, según
consta en el libro que escribió el señor García Icazbalceta con el título de
Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas indígenas de América.
Al organizar la Biblioteca Nacional tuve la fortuna de encontrar el
referido códice entre muchos libros viejos amontonados; en él se
encuentran más de sesenta cantares en lengua náhuatl de los cuales han
sido traducidos al inglés veintitantos por el célebre americanista G.
Brinton […] según este escritor los referidos cantares, coleccionados por
algún fraile, cuyo nombre no se conoce, son realmente de un origen
anterior a la conquista.28
26
Esta afirmación contradice lo que entonces algunos pensaban: que los cantares indígenas recopilados eran
una “falsificación catequística”.
27
Cantares Mexicanos, fol. 1.
28
Cantares Mexicanos, tomo I, pp. 30-31.
29
Cf. Ascensión Hernández de León-Portilla. Ibid., p. 32.
18
introducción al poema, y en función de la traducción de José María Vigil, Alfonso Reyes
escribe:
Llámese el cantar Ninoyolnonotza: meditación concentrada, melancólica
delectación, fantaseo largo y voluptuoso, desde los sabores del sentido se
van trasmutando en aspiración ideal.30
La “meditación concentrada” del texto de Reyes surge de la frase de Vigil “me concentro a
meditar profundamente”, la cual no traduce literalmente el vocablo náhuatl ninoyolnonotza
“converso con mi corazón” sino que extrae el sentido de la pulpa verbal náhuatl y lo abstrae
propiciando asimismo un deleite intelectual.
Aun cuando parte esencialmente de los contenidos ya que la forma original se ve
refractada en el prisma deformante de las traducciones, la síntesis que ofrece Alfonso Reyes
capta magistralmente, en pocas palabras la esencia del poema.
La concentración poética del canto en tres líneas que lo resumen, el deleite
melancólico que expresan, la exhalación vocal prolongada de la “a” de “largo”, la espiral
silábica de “voluptuoso” así como el aliento ideal de “aspiración”, dan a ver y a sentir la
transmutación gustativamente sinestésica de los sentidos en un sentido.
En este breve párrafo, los sabores, las fragancias, los colores y las sonoridades
manifiestas en el original náhuatl se transmutan en “aspiración ideal”, en una marmórea
descripción que define nítidamente el bullicio frástico del poema indígena mediante el trazo
preciso de ponderadas palabras. La febrilidad rítmica de las percusiones que se perciben en
el palimpsesto del texto original se vieron notablemente mermadas en la traducción de
Brinton quien veía en él “cierto sentido alegórico”, probablemente en una traducción que
había traicionado el símbolo en aras de la alegoría. A la lujuriante y febril exuberancia
simbológica había sucedido la templada alegoría afín al pensamiento parnasiano de Alfonso
Reyes.
La transcripción del poema se interrumpe en un ápiz florido ya que según don
Alfonso “la parte final decae sensiblemente”. Sigue una interpretación parafrástica del
poema y una hipótesis en cuanto a su posible escenificación: “Podemos imaginar que, en
una rudimental acción dramática, el cantor distribuía flores entre los comensales, a medida
30
Alfonso Reyes, Visión de Anáhuac, p. 31.
19
que la letra lo iba dictando”.31 Una imagen del Códice Florentino (fig.3) tiende a corroborar
esta suposición.
El pretexto para evocar la poesía indígena había sido la flor; y después de unas
breves consideraciones sobre el sentido del poema y su posible escenificación ritual,
Alfonso Reyes establece paralelos con Sulamita, Perséfone, Adonis, Tamuz, con un verso
del Cantar de los cantares, alude a la fiesta de Quetzalcóatl y a sus casas, de las que
salieron los nobles quienes se fueron llorando por el agua “frase en que palpita la evocación
de la ciudad de los lagos”.
Como los héroes de la mitología griega, Quetzalcoatl muere pero “tarda en
resucitar, talvez nunca resucitará”32. El marco de referencia dentro de lo cual Alfonso
Reyes sitúa la gesta del dios Tolteca, define su género literario como una elegía a la
disparición del héroe” y le confiere un sentido universal la alusión a la civilización
helénica.
Como en el caso de la imagen del Códice Vaticano Ríos, resultará interesante
consignar el original náhuatl y comparar la versión que utilizó Alfonso Reyes con una
traducción más afín al original náhuatl de Miguel León-Portilla.
Versión original
Ninoyolnonotza,
¿Campa nicuiz yectli auiacaxochitl?
¿ac nictlatlaniz?
manoço yehuatl nictlatlani in quetzalhuitzitziltzin,
In chalchiuhhuitzitzilcatzin,
manoço ye nictlatlani in çaquanpapalotl,
ca yehuantin inmachiz
ommati campa cueponi:
in yectli ahuiac xochitl,
tla nitlahuihuiltequi,
in nican acxoyatzinitzcanquauhtla,
manoce nitlahuihuiltequi
in tlauhquecholxochiquauhtla
oncan huihuitolihui,
ahuachtonameyotoc
in oncan mocehcemelquixtia,
aço oncan niquimittaz, intla onechittitique
nocuexanco nictemaz
31
Ibid., p. 32.
32
Ibid., p. 33.
20
ic niquintlapaloz in tepilhuan,
ic niquimelelquixtiz in teteuctin.
Tlacaço nican nemi;
Ye nicaqui in ixochicuicatzin
Iuhquin tepetl quinnahnanquilia,
tlacahço itlan in meya quetzalatl,
xiuhtotoameyalli
oncan mocuicamomotla,
mocuicanananquilia;
in centzontlatoltoço’
quinnananquilia in coyoltototl,
ayacachicahuacatimani
in nepapan tlaçocuicanitotome
oncan quiyectenehua in Tlalticpaque
huel tetozcatemique.33
TRADUCCIONES
Hablo con mi corazón, Me concentro a meditar profundamente
¿dónde tomaré bellas, fragantes flores? ¿dónde poder recoger bellas y fragantes flores?
¿A quién se lo preguntaré? ¿A quién preguntar?
¿Tal vez se lo pregunto al colibrí precioso, Imaginamos que interrogo al brillante pájaro
Al colibrí color de jade? zumbador, trémula esmeralda
¿Acaso he de preguntarle a la mariposa color Imaginamos que interrogo a la amarilla mariposa
de ave de zacuan? Porque de ello es el saber, Ellos me dirán que saben dónde
conocen donde brotan las bellas, se producen las bellas
las fragantes flores. y fragantes flores.
Atraviese yo aquí el bosque de los abetos Si quiero recogerlas aquí, en los bosques de laurel,
donde están los pájaros tzinitzcan, donde habita el Tzinitzcan
o tal vez atraviese el bosque florido o si quiero tomarlas en la verde selva
donde habita el rojo quéchol. donde mora el tlauquechol.
Allí se inclinan resplandecientes de rocío Allí se les puede cortar brillantes de rocío;
Con los rayos del sol, allí ellas se alegran. Allí llegan a su desarrollo perfecto
¿Acaso allí las veré? Tal vez podré verlas
Si me las muestran, Si es que han aparecido ya
Llenaré con ellas mi regazo Ponerlas en mis haldas
y así saludaré a los príncipes; Y saludar con ellas a los niños
con ellas daré placer a los señores. Y agradar a los nobles.
En verdad aquí viven, Al pasear,
Ya escucho su canto florido. oigo como si verdaderamente las rocas
Es como si les respondiera la montaña. respondieran a los dulces cantos de las flores;
En verdad junto a ellas mana el agua preciosa, responden las aguas lucientes y murmuradoras;
La fuente del xiuhtótotl. La fuente azulada canta,
Allí lanza sus cantos, se estrella, y vuelve a cantar;
A sí mismo se responde sus cantos
33
Cantares Mexicanos, p. 12 y 14 (fol 1r).
21
el cenzontle, ave de cuatrocientas voces; el Cenzontle contesta;
le contesta el coyoltótotl. el Coyoltótotl suele acompañarle,
Hay música de sonajas,
Variados, preciosos, pájaros cantores. y muchos pájaros canoros esparcen en derredor sus
gorjeos como una música.
Allí alaban al dueño de la tierra, Ellos bendicen a la tierra, haciendo escuchar sus
bien resuenan sus voces.34 dulces voces.35
Aun cuando es la traducción del inglés al español de lo que fuera una traducción del náhuatl
al inglés, el texto que leyó Alfonso Reyes conserva la florida esencia del original indígena.
La percusión rítmica del tambor y el sonido jubiloso de las flautas que entrañaban la
exaltación inquisitoria del cantor y que se percibe todavía en el palimpsesto de la
transcripción en náhuatl se volvió una bucólica elegía en su lírica versión en español. El
cincel lingüístico del castellano había definido contornos nítidos de ideas simbólicamente
difusas en el texto náhuatl.
Después de este largo paseo por un paisaje literario indígena donde abundan las
aves y las flores, Alfonso Reyes regresa a Anáhuac antes de concluir, en el cuarto apartado
de su Visión.
IV
La última parte de la Visión de Anáhuac es una conclusión. Como lo dejaba presentir el
texto epigráfico de Bunyan, el hecho de “ver” (to see) la “región” de Anáhuac,
poéticamente “abierta” (the open region) por Alfonso Reyes, “llenarse” (was filled) con los
seres que lo poblaron, es “grandioso” (glorious).
No queda muy claro si, hoy todavía, el esfuerzo por “domeñar una naturaleza brava
y fragosa” y la “emoción cotidiana ante el mismo objeto natural” nos une con la raza de
ayer. Lo que es indudable es que la visión literaria que da Alfonso Reyes de Anáhuac
suscita esta “emoción histórica”, este “choque de la sensibilidad con el mismo mundo” y
que sin el fulgor poético de este texto, para muchos, “nuestro valles, nuestras montañas”, y
el pasado indígena de México serían como “un teatro si luz”.
La arqueología, la antropología y la historia permiten sin duda una aproximación
objetiva a este “teatro”, a este mundo indígena inexorablemente pretérito. La expresión
“aproximación objetiva” entraña sin embargo una contradicción ya que, como lo sugiere la
34
Traducción de Miguel León-Portilla, Cantares Mexicanos, opus cit., p. 13 y 15.
35
Traducción de José María Vigil de la versión en inglés de Daniel Brinton. Visión de Anáhuac, p. 31.
22
etimología, la objetivación aleja al sujeto conocedor del objeto por conocer si bien permite
verlo mejor, y bajo una cierta perspectiva.
Para que estos objetos de belleza que son el paisaje de Anáhuac y el pasado de las
etnias indígenas que lo poblaron, engendren “eternos goces”, su transmutación en el atanor
de la poesía es necesaria. La fusión del saber y del sentir, en el crisol parnasiano de Visión
de Anáhuac, pone este mundo al alcance de los lectores.
23
de tesoros culturales otomíes recubiertos por espesos estratos de indiferencia, y el impulsor
incansable de los valores indígenas de ayer y de hoy. Periodista vigilante, siempre listo para
actuar en contra de la inercia cultural o de las injusticias sociales; cuentista ameno, poeta de
gran fuerza, émulo del bucólico Virgilio o de fray Luis de León, fue ante todo excavador,
intérprete y vulgarizador de la cultura náhuatl.
El descenso analítico de Ángel María Garibay en las honduras del pasado
precolombino de México se asemeja, de alguna manera, a las tribulaciones de Aladino
evocadas en uno de los cuentos de Las mil y una noches, si las consideramos en sus estratos
míticos fundamentales.
Erudito como los derviches del cuento pero profundamente humano y sobre todo
dotado con el genio de la poesía, el sabio mexiquense iba a encontrar el tesoro cultural
indígena, penetrar en sus laberintos arcanos simbólicos, interpretarlos y revelarlos en una
obra que devolvía a los mexicanos una parte esencial de su memoria ancestral. Como lo
señaló una vez Miguel León-Portilla: “Gracias a él México se conoce ahora mejor a sí
mismo. El volvió asequibles el pensamiento y la palabra ya también clásicos de estas
culturas que integraban el subsuelo de nuestra realidad histórica”.
Amortajado en el olvido y sepultado en polvosos estantes de distintas bibliotecas del
mundo, el tesoro manuscrito de la memoria literaria de México, la “tinta negra y roja”, tlilli
tlapalli, esperaba se Aladino. Pero como en la fábula oriental, para acceder al tesoro y sobre
todo para salir de nuevo a la luz del entendimiento, era necesario el genio que nace de una
chispa cuando el metal, “el espíritu mineral”, exponente máximo del poder “transformador”
del hombre y por ende símbolo de la ciencia y el saber, roza la piedra que entraña en su
intimidad matricial la dimensión abismal del sentimiento y del amor.
El genio que nació de esta fricción se expresó en la obra personal de Ángel María
Garibay, pero sobre todo en el inmenso trabajo de orfebrería poética que constituye la
minuciosa reconstrucción de una red de correspondencias simbólicas situada más allá del
alcance científico. Por fin, la transmutación verbal de ideas dramáticamente ajenas a la
realidad de hoy en palabras asequibles para todos completó la labor “genial” de Ángel
María Garibay concierne a la literatura náhuatl prehispánica.
No insistiremos sobre la erudición “legendaria” de Garibay que provocó siempre la
admiración de quienes la podían aquilatar y de Joaquín Peñalosa recordó en términos
24
humorísticos cuando evocó: “Las undosas y temibles barbas por donde fluyen Biblias y
teologías, lenguas, juicios, historias y versos, y toda la sutil y varia sapiencia del erudito sin
compromisos y del sabio sin arrogancias”. Aquí consideramos más bien la dimensión
“sensible” de su saber.
Ángel María Garibay es una persona profundamente humana, no sólo por el alto
valor de sus sentimientos, sino también por esta dimensión carnal que disputa a su espíritu
el dominio de su ser. Como sacerdote, la conciencia de este hecho lo aterra. “En mi
debilidad soy enemigo de la cruz y amigo de la carne”. Para el estudio y la comprensión de
una cultura en la que el intelecto y el sentimiento viven en una verdadera simbiosis, en la
que lo inteligible y lo sensible se encuentran siempre íntimamente vinculados en una
totalidad expresiva, esta dimensión “fisiológica” del humanismo de Garibay se revelará de
primera importancia. En el estremecimiento verbal de una frase náhuatl vibra el cuerpo del
hombre, en los ritmos de sus cantos exulta. Aquí “comprender” implica sentir en toda la
dimensión de su ser, y los investigadores no están siempre preparados para trascender el
marco del espacio cognoscitivo y comprender con los sentidos.
Esto es, en términos antropológicos, el dominio de la piedra es el dominio de la
sustancia, dimensión profunda de la tierra-madre preciada del artista donde se gestan las
formas y donde tarde o temprano la pluralidad formal viene a fundirse en la unidad.
La erudición, y sobre todo la ciencia aplicada a disciplinas con carácter humanista, plantean
de manera aguda la oposición sujeto/objeto. En efecto, la distancia perspectiva que permite
una clara observación del objeto de un estudio y la descripción imparcial de sus
mecanismos operativos acarrea inevitablemente una disociación del sujeto “consciente” y
del objeto conocido. El acercamiento científico, con todo su aparato “aséptico” de
neutralización afectiva integra el objeto estudiado a una estructura pre-establecida que
trasciende el objeto, el hecho o el fenómeno. “Explica” con su arsenal cognoscitivo, más
coarta irremediablemente cualquier veleidad de “implicación” del investigador en el hecho
o fenómeno descrito.
Aunque totalmente convencido de la necesidad imperativa de un análisis
rigurosamente científico del corpus literario considerado, Ángel María Garibay no podía
conformarse con esta verdad lejana. El humanismo que caracteriza al sabio mexiquense lo
llevó a buscar más allá de las obras así definidas, el espíritu, el sentir, que habían presidido
25
a su elaboración. Más allá del objeto científicamente determinado, buscó incansablemente
el sujeto potencial que entrañaba.
Difiere en esto de los investigadores que lo precedieron y que se habían limitado en
el mejor de los casos, el de Seler, a establecer y circunscribir verazmente los hechos. La
ciencia de Garibay es una ciencia profundamente humanista. Los ideales expresados en su
diario no dejan lugar a duda a este respecto: “...Mis ideales: verdad, amor, belleza, se
afirman en mi alma vigorizados por la razón. Ciencia, virtud y arte son mi inspirada meta”.
Garibay va a buscar el sujeto de este inmenso predicado documental que constituyen las
fuentes en los textos ya establecidos mediante una cuidadosa paleografía, traducidos al
español y explicados con erudición y rigor científico. Sin embargo, a partir de este
momento la ciencia ya no provee la herramienta cognoscitiva para pasar del objeto
“conocido” al sujeto por conocer.
Aun cuando se establecieron lazos funcionales entre la literatura y las distintas
micro o macro estructuras expresivas religiosas, sociales, etcétera, el carácter objetivo del
análisis es irremediable. El sujeto permanece inalcanzable para un acercamiento
exclusivamente científico.
En este punto, el humanismo científico de Garibay se vuelve humanismo sin
determinante adjetiva. El rigor de la ciencia deja paso al amor por la sabiduría, es decir la
filosofía y pronto al Amor como medio de conocimiento.
Ángel María Garibay es un fiel adepto de San Agustín, no sólo por la lucha que
libró el Águila de Hipona en contra de “la carne que quería aprisionar su espíritu”, sino
también por sus planteamientos filosóficos neoplatónicos que hacen del amor un ente con
valor epistemológico. Garibay no habla del amor sino que habla mediante el amor.
La omnipresencia del amor como elemento dinámico de la expresión humana en la
obra de Garibay trasciende los límites del agustinismo y recuerda la doctrina del eros
propuesta por la Academia de Florencia, de tendencia neoplatónica.
El acto de conocimiento y el acto de amor tienen una misma meta: buscan
reabsorber las divergencias del ser y remontar hasta la unidad original. Para Ficino,
máximo exponente de la Academia de Florencia, el eros tiende a unificar los opuestos, a
buscar en las apariencias lo invisible, y en lo conocible lo inteligible. En la perspectiva
florentina renacentista, el saber constituye un regreso a la unidad. Conocer un objeto
26
significa eliminar la distancia que lo separa de la conciencia para confundirse con él. “El
conocimiento no es más que un acoplamiento con lo conocible”.
En esta misma línea de idea, el amor es un vínculo que permite al investigador
remontar del objeto al sujeto puesto que pertenece a los dos. Se encuentra en un lugar
intermedio del Ser entre lo divino y lo humano, lo inteligible y lo sensible, el objeto y el
sujeto, y determina el tenor de su relación. De la misma manera que la parte verbal del
predicado relaciona el complemento de objeto con el sujeto en una oración, el amor vincula
al hombre con su obra. A partir de la obra, sólo el amor lleva al sujeto como tal (y no al
sujeto objetivado). Conocer en esta perspectiva será “conocer” con todo lo que el análisis
objetivo habrá revelado de atributos o nominales. En este “co-nacimiento” a la cultura
náhuatl, la línea divisoria que separaba al objeto estudiado del sujeto se borra un poco.
Ángel María Garibay asume, en el sentido más profundo de la palabra, los distintos
aspectos de la expresión literaria náhuatl y más generalmente de la cultura indígena, y los
promueve mediante sus comentarios.
Este “subjetivismo” del sabio no debe confundirse con las interpretaciones líricas que
muchos de sus predecesores hicieron de la literatura náhuatl y que él mismo fustigó. Antes
de proceder a una asimilación “subjetivista” (más no subjetiva) de la expresión náhuatl,
Garibay describió científicamente sus elementos esenciales. El “co-nacimiento” que
representa la asimilación de sus elementos expresivos se realiza dentro de una matriz
textual científicamente establecida.
Provisto de metal (la ciencia) Garibay descubrió el tesoro. Gracias a la piedra (“el
consentimiento” humanístico) pudo penetrar en los arcanos de esta oscura cueva que
representa la literatura náhuatl precolombina. Sin embargo, sin una chispa la cueva se
habría quedado en la sombra y el tesoro nunca habría lucido el brillo de sus gemas
expresivas.
Como en el cuento de Aladino, el metal, al rozar la piedra, produce una chispa y
aparece entonces “el genio de la piedra y del metal” que ilumina la cueva y que permite a
Aladino salir de las entrañas de la tierra. Esta chispa, producto de la fricción entre la razón
y el sentimiento, es la poesía que permite al hombre ver “más allá” mediante la percepción
metafórica.
27
De Virgilio a Garibay, pasando por fray Luis de León, la idea es la misma: el poeta
tiene el don de penetrar intuitivamente la verdad suprema de las cosas. Esta verdad se
arraiga (nelhuayotia) en el sentimiento y se expresa mediante el espíritu (ihiyotl). Ahora
bien, Ángel María Garibay es un poeta. Su libro Poema de los árboles, así como muchos
poemas publicados en la revista Abside o inéditos, permiten apreciar el genio poético del
sabio mexiquense. En términos estilísticos, la poesía de Garibay poco o nada debe a los
cantos de Anáhuac. En efecto, su estilo es más bien gongorista y muestra el camino
accidentado que recorre al alma de un sabio para dar un cuerpo afectivo a sus ideas. Sin
embargo, encontramos a veces en ella alusiones a temas concernientes al México antiguo,
como en el poema “El Capulín”, por ejemplo:
...Nezahualcóyotl de tu fronda inquieta
en el refugio se acogió fiado
y tú le diste ritmo de poeta.
28
Pasar un texto literario de una lengua a otra sin perder lo esencial de su expresión no
es cosa fácil. En efecto, en una obra literaria el sentido y la forma están siempre
entrañablemente vinculados, por lo que su transposición en otra lengua requiere muchas
veces de demasiada sutileza por parte del traductor a fin de perder lo menos posible de
expresividad y más generalmente de sentido.
Cuando Ángel María Garibay emprende la traducción de textos en náhuatl tiene ya
una amplia experiencia en el terreno de la traducción. Desde su estancia en el Seminario
Conciliar tradujo del hebreo, del latín y del griego. Se enfrentó ya a la difícil tarea de verter
un “mundo” expresivo en otro, especialmente con la traducción de la Trilogía de Orestes de
Esquilo en la que buscó hacer cantar la poesía dramática griega en versos españoles.
Transponer el enjambre simbólico indígena en la lengua de Cervantes no es más fácil que
verter la Paideia griega en moldes verbales que no se ajustan siempre a los conceptos y
formas helénicos.
En náhuatl quizás más que en otras lenguas, el sentido hace cuerpo con la sustancia
lingüística de un texto. Una traducción que busca el contenido conceptual y descuida la
forma expresiva se arriesga a pasar a un lado del sentido global profundo de la obra. Por
otra parte, una traducción exageradamente literal que restituye etimológicamente el texto
náhuatl buscando preservar la forma original en la lengua receptora, nulifica el sentido. La
configuración estructural del español no corresponde al sistema expresivo indígena y
menos aún cuando se trata de la expresión literaria. La única traducción variable es, por lo
tanto, la traducción poética que se sitúa siempre en la totalidad expresiva, en la quinta
esencia del texto, antes de que un contenido se cristalice en una forma o una forma cobre
sentido.
Es a este nivel que Ángel María Garibay efectúa sus traducciones, buscando el
sentido del texto no sólo en la materialización semántica de un contenido, sino también en
el color de una palabra, la melodía de una frase, el estruendo de interjecciones, el rítmico
latir de un verso. En el prólogo a sus traducciones de la Trilogía de Orestes Garibay
escribe: “Mi versión es literal, en cuanto puedo. No he querido hacer obra de gramático,
sino de poeta...”
Ángel María Garibay es poeta, siente como poeta y “convierte” el tesoro poético
náhuatl en gemas poéticas españolas que permiten al sentimiento indígena pasar por esta
29
metamorfosis sin padecer el efecto distorsionante de una transculturación. De hecho,
traducir no es “reducir” una forma ajena de sentir y pensar a esquemas ya conocidos para
poder comprenderlos. Es, al contrario, conservar la magia de algo desconocido en la lengua
receptora sin rasgar el velo de este misterio. De esta manera el lector, atraído por el
misterio, se eleva a una altura poética donde ésta se le revela.
Siendo el náhuatl una lengua sumamente sintética, una sola palabra puede constituir
una verdadera epifanía de sentido que la traducción al español debe desmembrar a lo largo
de un eje analítico en distintas palabras, que si bien dan con el sentido, alteran sin embargo
el ritmo de la oración. Al producir una imagen verbal en su traducción, Garibay evita este
escollo puesto que entonces los apoyos verbales se borran para dejar aparecer esta imagen.
La traducción de Nepapan cuauhizhuayoticac in mohuehueuh como “con variado ramaje
de águila está enhiesto tu tambor”, es un ejemplo de ello. Si bien el adjetivo “variado” no
entraña la iteración silábica de nepapan, “ramaje de águila” reúne la nobleza de cuauh- y
lo aterciopelado de izhuayo. Por fin “enhiesto” inserta con la misma viveza que icac la
pluma en el tambor. Un poco más adelante la densa homogeneidad de tlapalihuixóchitl,
literalmente “color-pluma-flor” se antoja intraducible. Garibay propone “bella plumífera
flor” con una aliteración en “f” que le devuelve en español lo sedoso de la pluma náhuatl.
En el rubro de las sonoridades “hacen estrépito y gritan”, expresan tan bien como
ihcahuaca in tlatohua, el cacofónico parlotear del ave de las sonajas.
Por fin, “...con el tú das placer a los príncipes” conserva intacto en la versión
española la discontinuidad fonética que manifiesta el sintagma ica mitz on ahuiltia in
tepilhuan y que tiende a reproducir el ritmo del tambor.
En términos generales, la traducción al español realizada por Garibay a partir del
náhuatl busca conservar, no solamente el contenido del texto original, sino también
preservar diáfanamente el eco distante de voces ya apagadas; permitir el acceso a una
subjetividad pretérita y dar un atisbo de lo que pudo haber sido y lo que puede ser “el alma
ideal” de los pueblos nahuas de México.
Tesoro milenario escondido en manuscritos olvidados, la literatura náhuatl despertó
de su profundo letargo en la obra de Ángel María Garibay. El genio de la piedra y del
metal, mediante una compenetración humanista entre él y el objeto de su estudio, aunada a
un análisis riguroso de este objeto, provocó la chispa poética que animó, con el sentido más
30
profundo que puede tener esa palabra, una literatura entretejida de simbolismos, y por lo
tanto, difícilmente accesible a la “lógica triste” de la razón. Ciencia, humanismo y poesía;
sabiduría, amor y belleza, tales son los paradigmas imprescindibles sin los cuales el acceso
al tesoro expresivo náhuatl permanece inexorablemente cerrado.
Provisto con estos paradigmas, el padre Garibay encontró, paleografió, analizó,
tradujo y sistematizo un patrimonio expresivo disperso y le dio un valor universal. Hoy,
gracias a su obra, la literatura de los pueblos nahuas de ayer figura entre las grandes
producciones culturales de la humanidad. Sin embargo, ahí no acaba la obra del padre.
Ángel María Garibay no sólo habló de la literatura náhuatl en términos objetivos, sino que
la hizo hablar, le dio vida. Sus glosas y comentarios representan más un eco de la voz
indígena que un frío discurso metatextual. Éstos orientan la interpretación pero nunca
aprisionan el sentido en una red cognoscitiva, por lo que un mexicano de hoy puede volver
a encontrar en los textos proporcionados fundamentos culturales constitutivos de su propio
ser.
Después de una devastadora y traumática conquista, una expresión viviente en
peligro de desaparecer se atesoró en manuscritos hace unos 450 años, gracias a la labor de
religiosos humanistas españoles. Este tesoro vuelve a la vida con la obra de Ángel María
Garibay. El sabio mexiquense restauró el texto, el tejido expresivo desgarrado de los
pueblos nahuas reactivando asimismo las raíces indígenas de México. Más aún, al
reconstituir la red simbólica y algunos nexos estructurales de la literatura náhuatl, restauró
el mismo telar sobre el cual se elaboró esta expresión. Hoy, con hilos hispánicos e
indígenas, los escritores mexicanos pueden tejer su auténtica y colorida presencia cultural
al mundo.
...totlatollo in on nemi ye nican in tlalticpac.
“...nuestra palabra vivirá en la tierra”.
31
La obra de Plutarco: Vidas paralelas, así como la estrategia comparativa que conlleva, se
volvieron desde el siglo XVI, un paradigma en la aproximación biográfica a los grandes
personajes de la historia. Al poner en un paralelismo riguroso, las vidas y las obras
respectivas de Alejandro Magno y César; de Teseo y Rómulo; de Demóstenes y de Cicerón;
de Arístides y Catón, y otros más, Plutarco hacía “dialogar las particularidades”,
reencontrando asimismo la condición humana en su diversidad, con matices vivos, rasgos
individuales que se erigían en atributos carismáticos específicos los cuales debían dar
cuenta de destinos excepcionales.
Siguiendo el modelo del ilustre queronense, podemos establecer un paralelismo
revelador entre las vidas y obras del seráfico y docto fray Bernardino de Sahagún, y las del
eximio seglar Miguel León-Portilla quien hoy 22 de febrero cumple 90 años de vida o,
como él mismo suele decir: “de juventud acumulada”, una vida dedicada a la investigación
sobre distintos aspectos de la historia de México y más específicamente sobre los periodos
prehispánicos, coloniales y contemporáneo.
La primera similitud, a cinco siglos de distancia, radica en el perfil humanístico de
los personajes. Ambos abrevaron al manantial de la antigüedad greco-latina, en sus
respectivas universidades: la universidad de Salamanca y la Universidad Nacional
Autónoma de México. En el caso de Sahagún, la corriente intelectual renacentista que
prevalecía en Europa a principios del siglo XVI y que propugnaba la búsqueda, edición,
impresión y traducción de los textos clásicos, y más generalmente el conocimiento
profundo de las culturas antiguas, definía la tarea del humanista, su formación, a la vez que
esbozaba el concepto de una relatividad de los tiempos históricos. Para lograr su cometido,
el humanista tenía que ser filólogo, filósofo, historiador, crítico de arte para hacer posible
su acceso a todo tipo de textos. Es esta ola cultural de fondo que llevaría al franciscano a
rebasar (por no decir transgredir) los límites de una pesquisa que debía reunir información y
textos con el solo fin de detectar “los síntomas de una enfermedad”: la idolatría, refutar el
contenido de dichos textos antes de aplicar sutilmente el antídoto espiritual cristiano.
Sahagún buscó, reunió, transcribió y tradujo textos de la oralidad náhuatl, enunciados por
sus informantes, refutando únicamente los contenidos de los libros sobre los dioses y el
calendario dando asimismo una imagen viva del otro indígena la cual expresaba en la
32
Historia General de las Cosas de la Nueva España “sintomáticamente” la grandeza de su
cultura.
El perfil de Miguel León-Portilla es también el de un humanista, en contextos históricos
distintos pero en términos similares. La antigüedad clásica fue el crisol en el que se forjó el
investigador del mundo prehispánico, y su vocación “renacentista” tiene mucho en común
con la corriente cultural que imperaba en Europa, en tiempos de Sahagún.
Conocedor del latín y del griego, y de los textos clásicos, del francés, inglés y alemán,
Miguel León-Portilla conocía también la lengua náhuatl en la cual se habían expresado los
informantes indígenas. Como lo hiciera Sahagún en su tiempo, estudiaba la cultura náhuatl
en la lengua que la entrañaba y así como el franciscano había “colado” el mensaje
evangélico en la lengua y la discursividad aztecas, expresó en varias ocasiones sus ideas y
sentimientos propios en la lengua de Nezahualcóyotl.
Así como Sahagún tuvo que defenderse de opositores que consideraban que su obra
propiciaba el resurgimiento de la idolatría, León-Portilla tuvo que enfrentarse a una cábala
de intelectuales que consideraban que el indígena al no tener una escritura alfabética no
podía haber tenido el pensamiento profundo que le atribuía León-Portilla.
Paralelas a la Historia General de las Cosas de Nueva España, La filosofía náhuatl y
Visión de los vencidos fueron obras claves que permitieron una aproximación humanística a
la cultura náhuatl prehispánica.
Ahora bien, Sahagún fue ante todo un misionero, con la encomienda de convertir a
los indígenas al dogma cristiano del dios único y que su obra derivó en un apostolado
cultural, Miguel León-Portilla partiendo de la premisas históricas, emprendió una verdadera
cruzada para rehabilitar al indígena vapuleado, valorar su cultura antigua y presente y
convertir literalmente al mexicano a una nueva fe, una fe cultural en un pasado
prehispánico y en el reconocimiento de las minorías indígenas, herederos de este pasado y
de sus derechos a vivir según su tradición ancestral.
Sahagún captó la voz indígena en su lengua, la transcribió antes de interpretarla.
León-Portilla, además de analizar e interpretar, desde otra perspectiva, los textos
recopilados por el franciscano y otros, dio la palabra al indígena y le abrió un horizonte de
expresión con el proyecto yancuic tlahtolli “la nueva palabra”, para que manifestara su
visión de los hechos que le atañen.
33
Inspirada por la obra de un fraile y siendo discípulo del sabio mexiquense, canónigo
de la Basílica de Guadalupe, Ángel María Garibay, insigne estudioso de las culturas
indígenas prehispánicas y contemporáneas, además de una tendencia eidética propia,
Miguel León-Portilla lleva hasta un misticismo filosófico su exaltación de las culturas
indígenas.
34
Ce tlacatl ipan quizato zacatla ecotico in Una vez un hombre fue a salir a un zacatal. En el
coyotl. Utli quitocatiuh in tiacauh. Auh in camino llegó un coyote. El hombre siguió su camino.
coyotl niman ye quihualnonotza, auh huel Luego el coyote le hace señas con la pata. Se
tlamahuizo ihuan huel motetzahui, huel maravilla el señor, se asusta, lo considera como una
quimotetzahui in tiacauh. señal portentosa.
Za ihuic yatia, auh in oitechacito, quittac Luego iba hacia él y cuando hubo llegado, vio una
cohuatl in itech omotetecuix, iquechtlan quiztoc serpiente que estaba enredada en él, le apretaba el
in cohuatl, huel ic omotetzahui in itoca cuello la serpiente. Con esto se sorprendió. Era una
cincoatl. Auh iitic quito in tiacauh: "Ac yeh in cincoatl serpiente de maizal la que lo estrangulaba. Y
nitlaoculiz i? dijo para el hombre: "a quién perjudicaré?"
Luego tomó el hombre una vara, una vara resistente y
Niman concuito in tiacauh in tlacotl, (ca flexible. Luego le pegó al coyote (de manera de darle
aquittoz in tlacotl in cohuatl); niman a la serpiente); luego se desprendió la serpiente; así
hualchapatihuetz in cohuatl. Niman ye yayatica pudo irse el coyote. Se recuperó y se echó a correr
in coyotl, auh omozcali niman ye motlaloa, azo hasta que llegó a las milpas.
omehoyatica nepa milpan acito. El coyote le trajo al hombre que lo salvó, dos
In coyotl in tiacauh in oquimamaquixtili onteco guajolotes;
in totolme huexolome, in quihuica in iixpan, se los puso enfrente y con el hocico hacía señas
quimontlacato, quitentopechtinemi, ach como si quisiera decir: tómalos.
yuhquima quilhuiznequi: -Xic cui.
Occepa ya in coyotl in ye yauh inchan tiacauh, Otra vez se fue el coyote a la casa del hombre; otra
occeppa utlica quinamic in coyotl, oc no centetl vez se lo encontró en el camino y le dio una
quinamacac in cihuatotoli, auh in on ya ichan guajolota y cuando llegó el señor a su casa otra vez
tiacauh oc no ceppa iquezquiyoc no centetl encontró en su patio un guajolote.
quitlazato in ithualco huexolotl.36
36
Códice Florentino, libro XI, capítulo 5, párrafo sexto.
35
actuacionales y expresivas:
- El llamado del coyote en dificultad es considerado como un hecho sobrenatural aun en la
ficción del cuento. Los tres verbos "se maravilla", "se espanta", "lo considera como una
señal portentosa", muestran la importancia emotiva del acontecimiento y su vínculo con
una dimensión que trasciende lo cotidiano (tetzahuitl).
- La disyuntiva que se presenta al hombre: Ac yeh in nitlaocoliz? "¿A quién perjudicaré?"
indica el tenor de la intervención humana en el curso de acontecimientos naturales: la ayuda
proporcionada al coyote es expresada en términos de perjuicio para la serpiente,
conllevando quizás un paradigma de culpabilidad.
Si el cuento exalta la ayuda al coyote, más provechosa para el hombre como lo
comprueba el reconocimiento sustancial que constituyen los guajolotes, no deja de señalar
en un contexto más vasto, que la ayuda otorgada a uno es perjuicio para otro, cuestionando
con ello la intervención del hombre en el orden del mundo. Por otra parte, si consideramos
que el coyote es un depredador, un nahual de Tezcatlipoca, y que la serpiente simboliza la
fertilidad en un contexto axiológico prehispánico, podríamos inferir que el cuento fue
interpolado, o por lo menos influenciado por paradigmas éticos europeos.
2. 2 Tlanonotzalli “Relato”
Salida de Iztapalapa y llegada a México de los españoles (Códice florentino, libro XII,
capítulo 15)
Análisis comparativo de las versiones
La primera diferencia entre la versión original y el texto de Sahagún está en los tiempos de
la narración. En la versión en náhuatl el presente permite vivir el momento pretérito con
todos sus detalles. Se crea una atmósfera aprehensible en términos sensibles. El texto
“pinta” verdaderamente el bullicio de la salida.
En cambio la versión de Sahagún, articulada en la perspectiva gramatical huidiza
del pretérito y el copretérito no permite vivir el momento en términos sensibles sino
percibirlo, delimitarlo con una nitidez intelectual que no conmueve. El relato en náhuatl no
dice lo que está pasando sino lo que expresa. El texto en español se conforma con decirlo
de manera objetiva.
1. Texto de Sahagún
36
“Partieron los españoles de Iztapalapan todos aderezados a punto de
guerra y en su ordenança por esquadrones”.
Texto en náhuatl
Auh njman ie ic oalolinj in ie ic oalcalaqujzque njcan Mexico; njman ie ic
mocecencaoa, moiauchichioa; moolpia, vel qujilpia in iniautlatquj:
njman ie iehoantin in in cavallos: njman ie ic motetecpana,
mocuecuetilia, movivipana, mocecepantilia.
"Y luego ellos se ponen en marcha para entrar aquí, a México: entonces
se preparan, revisten sus armaduras, se ciñen, amarran bien sus atavíos
guerreros; luego son sus caballos, que se ponen en orden, en rangos, en
filas, en líneas.
37
El perfecto orden de los caballos se revela después en la "cuadratura" de cuatro
verbos cuya articulación oclusiva en la duplicación silábica, marca los ángulos:
motetecpana "se ponen en orden", mocuecuentilia "se ponen en rangos", mouiuipana "se
ponen en filas", mocecepantilia "se ponen en líneas".
Primer grupo:
2. Texto de Sahagún
“Fueron algunos de a caballo, delante a descubrir si avja alguna celada”.
Texto en náhuatl
Auh nauhteme in cavallos in iacattivitze, in attovitze, in teiacantivitze, in
teiacaconotivitze, in te in teiacana; mocuecueptivi, ommocuecueptivi,
onteixnamjctivi, havic tlachixtivi, nanacaztlachixtivitze, noviampa
onjtztivi in cacaltzalan, tlaixtotocativitze, onacotlachixtivi in tlapanco:
38
La índole sintética del idioma náhuatl que articula sobre un radical verbal o
sustantivo las modalidades circunstanciales de su uso da un gran dinamismo a la lengua,
evita así arrastrar el peso de complementos circunstanciales repartidos en el eje lineal de
elocución, y permite una verdadera explosión del sentido con todos sus matices:
nanacaztlachixtiuitze, por ejemplo, expresa el dinamismo de las miradas furtivas y la
inquietud de los soldados españoles. La traducción al español sería: "vienen con prisa,
furtivamente, viendo de un lado y de otro".
La "rapacidad" visual del narrador y el arte con que restituye verbalmente lo que ha
sentido en los distintos registros de la percepción humana se encontraban apuntalados, en
tiempos prehispánicos, por todo un aparato gestual que ilustraba o completaba lo que se
decía. La fuerza, el orden, el dinamismo de los escuadrones españoles se percibía tanto en
el contrapunto gestual que acompañaba el relato que en el texto mismo. Podemos imaginar
facilmente la mimesis expresiva de la que brotaba "la cascada" de verbos denotando la
inquietud y la sospecha: mocuecueptiui, ommocuecueptiui... hauic tlachixtiui
nanacaztlachixtiuitze, nouiampa onitztiui... "Se voltean, se dan la vuelta sin cesar... miran
en todas direcciones, vienen mirando volteándose pra todos lados, atisban en todas
partes...". La vitalidad del texto se veía muy probablemente reforzada por gestos y miradas
inquisitorias que espacializaban el relato. En el curso de su transcripción alfabética esta
dimensión mimética del texto oral se perdió lógicamente, pero su ritmo dinámico se percibe
todavía en la frenética sucesión de los vocablos.
Basta con cotejar la versión original náhuatl con el texto paralelo en español de
Sahagún para percatarse de la diferencia entre ambas visiones de lo ocurrido y ambas
expresiones para describirlo:
3 Texto de Sahagún
“Llevaban tanbién los lebreles delante”.
Texto en náhuatl
no iehoan in chichime in jmjtzcuinoan, iacattivitze, tlatlanecutivitze,
neneciuhtivitze, neneneciuhtivitze;
Y también los perros: sus perros vienen adelante, van oliendo todo,
jadean, están sin aliento.
39
Es factible que el texto correspondiente de Sahagún se derive de la lectura de la
ilustración y no del hipotexto náhuatl. La versión original, más que la posición delantera,
enfatiza en efecto el olfatear y jadear de los caninos.
Sea como fuere el texto de Sahagún evoca el orden general de las columnas
españolas más que la descripción particular de sus integrantes.
4. Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto en náhuatl
yioca icativitz, iacattivitz, icel icativitz in quachpanjtl qujquechpanoa,
qujtlatlavitzotivitz, qujmamalacachotivitz, havic qujtlatlaztivitz,
mochichicauhtivitz, moquichquetztlvitz, vel mocolotilia,
mocoloquetztivitz, mocolonectivitz;
5. Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto en náhuatl
qujoaltoqujlltivi tepuzmaquaveque, pepetlauhtivitz, in íntepuzmaquauh,
pepepctlacativitz, qujquequechpanoa, qujquequechpanotivitze,
inchichimal, quauhchimalli, eoachimalli.
“Lo siguen los que llevan espadas, lucen sus espadas, deslumbran. Vienen
cargando en el hombro sus escudos, sus escudos de madera, sus escudos
de piel.”
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Después de una "jadeante" descripción de los perros, de una "mareadora" visión del
porta-estandarte, de una imagen cegadora de las espadas desenvainadas y de los escudos, el
narrador procede a describir a los caballeros en sus monturas.
Segundo grupo:
6. Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto en náhuatl
Injc vntlamantitivitze, injc vmpantitivitze cavallos temamativitze,
imjichcavipil, imeeoachimal intetepuztopil, yoan intetepuzmaquauh
inquezpa pipilcativitz in cavallosme, cocoiolloque, coioleque,
coiollotivitze iuhqujn xaxamaca in coiolli, tlaxamacan coiolli in
cavallosti; in mamaça pipitzca, tlapipitzca, cenca mjtonja, iuhqujn atl
intechpa temo: auh in intepopuçoqujllo chachapaca tlalpan, iuhqujn
amulli chachapanj; auh injc nenemj cenca tlatiticujtza, tlatetecujtza:
tlacocomotza, iuhqujn tlatemotla, njman cocoionj, cocomolivi in tlalli in
vncan qujquetza imjcxi, yioca momamana in vncan qujquequetztivi in
jmjcxi, in inma.
En segunda fila vienen los caballos cargando a los hombres. Sus chalecos
de algodón, sus escudos de piel, sus lanzas suspendidas al cuello de los
caballos. Traen todos campanitas, llevan campanitas, vienen con sus
campanitas, las campanas parecen quebrarse, suenan. Los caballos, los
venados braman, relinchan, sudan enormemente, de ellos cae como agua,
su baba corre a la tierra, es como agua de jabón que gotea. Al avanzar
hacen un gran tronido, un gran ruido, trepidan, como si lanzaran piedras.
Luego se agujera, se abre la tierra donde clavan sus pies, se ve
distintamente donde hincan sus pies, sus manos".
El sudor y la espuma de los caballos, así como el trepidante ruido de sus cascos, se
queda grabado en la memoria del narrador de manera indeleble, en imágenes y en palabras
inolvidables, mientras que el suelo mexicano resiente como una herída la presencia
extranjera.
41
Cocomoliui in tlalli in uncan quiquetza imjcxi
"La tierra se abre donde clavan sus pies".
Tercer grupo:
7 Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto náhuatl
Injqu epantin tepuztlavitoleque, tepuztlavitoloanj inmac onotivitz in
tepuztlavitolli, tlaeiecotivitze, tlatlaieecotivitze, qujixcatzitztivitze. Auh in
cequjntin qujquechpanoa, qujquequechpanotivitze in tepuztlavitolli: auh
in inmjcon iniomotlan pipilcatiuh, inciacacpa qujqujztiuh, vel tetentiuh,
cahcacatzcatiuh in mjtl, in tepuzmjtl, imjichcavipil, intlanquac ahacitiuh,
vel titilaoac, vellatepizçotl, ixachi titilacpopul, iuhqujn tepetlatl: auh in
intzontecon ic qujmjlivi çan no ie in jchcavipilli, yoan inquequetzal
imjcpac conquequetztivi, xexeliuhtiuh, momoiaoatiuh.
En tercer lugar, vienen los ballesteros, los que disparan los arcos de
hierro. En sus manos están las ballestas: van ensayando, van probando,
van apuntando. Otros, sobre el hombro, van portando y llevando su
ballesta. Y el carcaj del lado pende, bajo sus hombros va colgando.
Lleno y repleto va de flechas; con flechas de hierro va lleno. Ellos, su
chaleco de algodón, hasta la rodilla les llega: gruesos y fuertes, bien
densos como de tepetate.Y en su cabeza vienen portando, también un
casco con algodón. Y en la cima han colocado plumas de quetzal que se
dividen y caen de un lado y de otro.
42
El arma mortífera presente en el lexema representante de los individuos
(tepuztlavitoleque) se desprende de él en la oración siguiente para volverse el sujeto de un
verbo circunstanciado: “en sus manos se agitan las ballestas”. Sigue la actividad febril de
los ballesteros que blandecen el arma, fingen disparar, apuntan, sin detenerse en su avance
como lo expresa el término uitze.
Algunos ballesteros tienen el arma al cuello y en su flanco cuelgan los carcajes
repletos de flechas. Cuatro verbos con sufijos direccionales “pintan” el ominoso
movimiento potencial de los dardos allí guardados: pipilcatiuh, qujqujztiuh, tetentiuh,
cahcacatzcatiuh.
De las armas, la mirada del informante se desliza hasta los chalecos protectores
ichcahuipil descritos en términos táctiles: “espesos, duros, densos, como tepetate”
Las plumas de la cabeza a su vez se yerguen y dividen mediante tres verbos con
duplicación del radical y sufijo direccional.
La secuencia verbal es lógicamente lineal y la descripción de las escenas y de los
personajes tienen que adoptar un orden de sucesión. En cambio si la ilustración obedeciera
a una semiótica de la imagen debería tener todos los componentes en la misma
representación. El hecho de que se añadan o se modifiquen por partes, muestran que las
ilustraciones siguen el orden verbal de la versión en náhuatl.
En este caso en vez de una sóla ilustración que contuviera los distintos elementos
enunciados en náhuatl, el pintor realizó tres imágenes e hizo aparecer y desaparecer los
elementos como en el texto.
Cuarto grupo:
8 Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto en náhuatl
Injc nappantin çan no iehoantin in cavallotin, çan ie no iuhquj in
innechichioal in juh omjto.
43
describiera detalladamente de la misma manera que los otros, y que una correción
subsecuente lo haya hecho desaparecer sustituyéndolo por un paratexto de corte español.
La decisión de no consignar la descripción del cuarto grupo quizá por su parecido
con un párrafo anterior podría haberse tomado en el momento mismo de la transcripción
pero es dudoso. En efecto, la repetición, la reiteración y todo tipo de acumulación son
partes constitutivas del discurso náhuatl. La lógica española, en cambio, suprime lo que se
reitera en aras de una inteligencia del hecho, y remite, como en este caso, en un párrafo
anterior mediante un paratexto: in iuh omito “como ya se dijo”.
Quinto grupo:
9 Texto de Sahagún
No hay texto en español correspondiente.
Texto en náhuatl
Injc macujllamantli iehoantin in matlequjqujceque, in matlequjqujçoanj,
qujquequechpanoa in matlequiqujztli; cequjntin qujtecativitze. Auh in
jquac in ocalaqujco in vei tecpan, in tlatocan; qujtlazque, qujtlatlazque in
matlequjqujztli, ie oncuecueponj, ie oncuecuepoca, xixitica, tlatlatzinj,
oaoalaca, poctli moteca, poctli moteteca, poctica tlaioa in poctli centlalli
momana centlalli moteca: injc xoqujiac teixivinti, teiolmoiauh:
El quinto grupo es de los arcabuceros. Los que disparan los arcabuces. Llevan
al hombro el arcabuz, algunos apuntan adelante.
44
Y cuando vinieron a entrar en el gran palacio, en el lugar de gobierno,
dispararon, dispararon varias veces los arcabuces.
Así como los españoles identifican y asimilan el otro a lo que conocen en el marco
de sus valores propios, los indígenas “pintan” a Cortés (sin nunca nombrarlo) y a sus
45
seguidores en términos que se aplican a los jefes militares nativos: tlacatecatl,
quaquachictin, otomj.
Con el sufijo -tiuh, los verbos tlatzacua y tetzinpachoa expresan el avance
inexorable de los españoles movido por su “jefe de guerra”: iautachcauh verbalmente
encarnado en cuatro sinónimos.
Un sentimiento de “montón” y de bullicio surge de la intrincada acumulación de
verbos y sustantivos que describen a los jefes que rodean Cortés y su movimiento
incesante.
Cololhujtivi entrañan los radicales colotl “alacrán”, y olhuia el cual denota el
movimiento ollin pero también la idea de “bola” en el sentido más prosáico de la palabra
mientras que el omnipresente tivui mantiene el discurso en movimiento.
En qujtepevitivi literalmente “hacen una montaña en torno a el”, la idea de
protección es inconfundible. En qujtzcactitivi, cactli” la sandalia de obsidiana está presente
y expresa como qujtlamatilitivi “le obedecen”, la subordinación de los soldados de alto
rango.
La forma posesiva en la que se enumera a los que lo rodean permite articular dicha
enumeración en torno a un eje: Cortés, gramaticalmente expresado mediante el adjetivo
posesivo -i , y subraya asimismo la subordinación funcional de los guerreros españoles a su
jefe:
itlavicecaoan, ”sus pilares”
jtlaxilloan, “sus flancos”
jiolloan, “sus corazones”
jchicavilloan, “sus (hombres) fuertes”
inechicaoalhoan, “sus (hombres) intrépidos”
46
Mediante esta “gravedad” posesiva, la constelación de los jefes de guerra españoles
conforma el mundo del invasor en torno a su eje: Cortés y lo que representa en este
momento, la nación española.
Los guerreros nativos:
Texto de Sahagún
“Yvan muchos indios de guerra. Con todas sus armas muchos tlaxcaltecas
y vexotzincas”.
Texto en náhuatl
njman ie ixqujch in aoatepeoa, in tlateputzcatl, in tlaxcaltecatl,
tliliuhqujtepecatl, in vexotzincatl: tlatoqujlitivitz moiauchichiuhtivitze
imjichcavipil, inchichimal, intlatlavitol, inmjmjcon tetentiuh,
cacacatzcatiuh in totomjtl, cequj chichiqujlli, cequj tihpontli, cequj itzmjtl
momamantivi, motenvitectivi, motenpapavitivi, tocujleuhtivi,
tlatlanqujqujztivi, moquacuecuechotivi.
47
describir lo que son, el informante expresa lo que hacen los aliados nativos de los
españoles. La rápida sucesión de los sintagmas verbales construidos sobre el eje de
progresión -tivui así como su sentido crean una sensación de alboroto, de animación, que
difiere notablemente de la agitación inquieta de los españoles.
Texto en náhuatl
Auh in cequjntin tlamama, itacamama, cequjntin tlaixquamama, cequjntin
tlaelpanmama, cequjntin tlacacaxvia, cequjntin tlaoacalhuja, cequjntin
tlatompiavia,
Con decir “tras ellos yva el bagaje” Sahagún habla de las cosas y no de los hombres que
retuvieron la atención del informante indígena. Lo mismo para las pesadas armas de fuego
arrastradas a duras penas por los nativos que se evocan mediante la abstracción conceptual
“artille” (artillería).
El verbo (tla)mama, “cargar” reiterado a lo largo del párrafo náhuatl hace sentir el
peso de la carga así como el sufijo verbal - tiui expresaba el movimiento en otro contexto.
Aquí también la repetición anafórica de cequintin “algunos” refuerza el sentimiento de
variedad en las actividades de los cargadores.
Texto de Sahagún
“Y la artille en sus carretones”...
Texto en Náhuatl
cequjntin tlaqujmjlhuja, manozo tlaqujmjlmamama, cequjntin qujvilana
in vevei, in totomaoac tlequjqujztli, quauhtemalacac oonotiuh,
qujcavatztivitze
Algunos los llevan en líos atados a la espalda; algunos arrastran los
grandes, los gruesos cañones, que en las ruedas de palo van rodando.
Vienen haciendo gran gritería.
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La duplicación del radical de los adjetivos yuxtapuestos que caracterizan a los
cañones: vevei, “grande” y totomaoac “grueso” o “voluminoso”, añade un peso formal al
significado de las palabras.
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En este marco axiológico de luz y de sombra, de subida y de bajada, que se sitúa el
texto aquí considerado: el mito de La creación del hombre en la variante que propone La
leyenda de los soles y que aducimos a continuación.
-El texto
Auh niman ye monotza in teteo quitoque Luego conversan los dioses, dijeron: ¿quien estará?
aqui in onoz ca omoman in ilhuicatl ca omoman pues ya se extendió el cielo, ya se extendió el señor
in tlalteuctli de la tierra.
aqui onoz tetoye ¿Quién estará oh dioses?
ye nentlamati Ya se afligen los dioses
in çitlallinicue in çitlallatonac Çitlallinicue Çitlallatonac
in apanteuctli tepanquizqui Apanteuctli Tepanquizqui
tlallamanqui huictlollinqui Tlallamanqui Huictlollinqui
quetzalcohuatl titlacahuan Quetzalcohuatl Titlacahuan
auh niman ye yauh in quetzalcohuatl in Mictlan Y luego ya va Quetzalcóatl al reino Mictlan, cuando
itech açito in Mictlanteuctli in Mictlançihuatl hubo llegado con Mictlanteuctli y a Mictlançiuatl le
niman quilhui dijo:
ca yehuatl ic nihualla in chalchiuhomitl in
ticmopiellia. -He aquí que vengo para tomar los huesos-jade, que
ca niccuico tú guardas.
auh niman quilhui Vine a tomarlos.
tle tichihuaz quetzalcohuatle. Luego dijo Mictlantecuhtli:
auh ye no ce(p)pa quilhui -¿Qué vas a hacer Quetzalcoatl?
ca yehuatl ic nentlamati in teteo aquin onoz in Y otra vez dijo éste:
tlalticpac. -He aquí que por eso se preocupan los dioses de
auh ye no ce(p)pa quito in mictlanteuctli quien viva en la tierra.
ca ye qualli tlaxoconpitza in motecciz Y una vez más dijo Mictlantecuhtli:
auh nauhpa xictlayahualochti in -Están bien, sopla en tu caracol
nochalchiuhteyahualco y cuatro veces da la vuelta alrededor de mi disco
auh amoma coyonqui in iteccçiz piedra de jade.
niman ye quinnotza in ocuilme quicocoyonique Pero no está agujerado su caracol: luego llama a los
nima(n) ye ic ompa callaqui in xicoti(n) in gusanos.
pipiolme Lo perforaron,
nima(n) ye quipitza quihualcac luego por esto entran allí los abejorros y las abejas
in mictlanteuctli. silvestres.
Auh ye no ce(p)pa quilhuia in mictlanteuctli Luego ya sopla y lo vino a oír Mictlantecuhtli:
ca ye qualli xoconcui
auh nima(n) ye quimilhuia in ititla(n)huan in Y otra vez le dice Mictlantecuhtli:
Mictlanteuctli in micteca -Está bien tómalos,
xoconilhuitin teteoe can quicahuaquiuh. Pero luego habla Mictlantecuhtli a sus servidores, los
Auh in quetzalcohuatl niman quihuallito: moradores de la muerte.
camo ca ye nicitqui. -Decidles: que los tendrá que venir a dejar.
Auh nima quilhuia in inahual Y dijo luego Quetzalcoatl: No. Me los llevaré para
ça xiquimonilhui çan niccahuaquiuh siempre.
niman quihualihui yn qui(n)tzatzilitiuh Y luego dijo a su nahual:
ca çan niccahuaquiuh -veles a decir que los vendré que dejar.
auh ic uel ontlecoc Luego va a decir y les va a gritar.
niman ye ic concui in chalchiuhomitl çecni temi Yo los vendré a dejar.
in oquichtli in iyomio no çecni temi in çihuatl Y con esto pudo subir.
50
iyomio. Luego tomó los huesos preciosos, tanto se llena en
niman ic concuic nima(n) ye ic quimilloa in parte de huesos de hombre, como se llena en parte de
quetzalcoatl nima(n) ye ic quitquitz huesos de mujer:
auh ye no ce(p)pa quimilhui in Mictlanteuctli in Luego los tomó, luego los envuelve Quetzalcoatl,
ititla(n)huan: luego se los llevó.
teteoye ye nelli quitqui in quetzalcohuatl in Pero una vez más dijo Mictlantecuhtli a sus
chalchhiuhomitl. servidores:
tetoye xiquallalili in tlaxapochtli -Dioses, en verdad se lleva Quetzalcoatl los huesos-
niman contlallilito inic oncan motlaxapochhui jade.
motlahuitec. Dioses vayan a ponerle un hoyo.
ihuan quimauhtique çoçoltin mictihuetz. Luego fueron a ponerlo de modo que allí cayó; cayó
auh in chalchiuhomitl niman ic quiçenmantihuetz por tropiezo, le asustaron las codornices;
niman quiquaquaque in çoçoltin quiteteitzque. cayó (como) muerto y al punto los huesos-jade se
auh niman ic hualmozcalli in quetzalcohuatl, esparcieron,
niman ye ic choca
niman ye quilhuia in inahual. lo royeron las codornices, lo picotearon;
Nonahuale que(n)yezi
auh niman ye quilhuia: pero luego recobró los sentidos Quetzalcoatl y
quenin yez ca nel otlatlacauh luego con esto se pone a llorar
maço nel yuhqui yauh. y luego dice a su nahual:
auh niman ye connechicoa conpepen conquimillo -Mi nahual. ¿Cómo será esto?
niman ic quitquic in tamaoanchan, auh in Luego le dice:
oconaxiti -¡Como fuere, aunque se echó a perder esto;
niman ye quiteci itoca quilachtli yehuatl iz que así sea!
çihuacohuatl Y luego se pone a recogerlos, los juntó uno por uno,
nima(n) ye ic chalchiuhapazco. hizo de ellos un lío;
auh niman ye ipan motepoliço in quetzalcoatl luego los transportó a Tamoanchan y cuando hubo
niman mochintin tlamaçehua in teteo in nipa llegado,
omoteneuhque luego los molió la llamada Quilaztli, la Cihuacoatl;
in apanteuctli in huictlollinqui. tepanquizqui. luego los puso en un barreño de jade,
tlallamanac. y luego se sangró el miembro viril sobre él
tzontemoc. techiquaçeca in quetzalcohuatl. Quetzalcoatl; luego hacen penitencia los dioses todos
auh niman quitoque los por allá nombrados;
otlacatque in teteo in macehualtin, ye ica in Apanteuctli, Huictlollinqui, Tepanquizqui,
otopantlamaçeuhque.38 Tlallamanac,
Tzontemoc y en sexto lugar Quetzalcohuatl,
Y luego dijeron:
“Merecieron los dioses a los hombres” pues por
nosotros hicieron penitencia.
38
Leyenda de los Soles, en Lehmann, pp.330-338.
51
Centzonhuitznahuas para matar a su madre. Para lograr su cometido, emprendieron la
ascensión del monte.
La parte medular del texto:
Niman ie ic hui, tetecpantihui, tlatlamantitihui, tlaieiecotihui, momamantihui, teiacana in
Coyolxauhqui. Auh in Quahuitl icac, niman ie ic motlalotitleco, in quinonotzaz in
Huitzilopochtli. Quilhui ca ie huitze. Niman quito in Huitzilopochtli, huel xontlachie ¿can
ie huitze? niman ie ic conilhuia in Quahuitl icac: ca ie tzompantitlan; ie no ceppa
quioalilhuia in Huitzilopochtli ¿can ie huitze? niman conilhui ca ie coaxalpan huitze, ie
no ceppa quioalilhui in Huitzilopochtli in Quahuitl icac: tla xontlachie ¿can ie huitze?
niman ic conilhui ca ie apetlac, ie no ceppa quioalilhui ¿can ie huitze? niman conilhui in
Quahuitl icac ca ie tlatlacapan iatihuitze. Auh in Huitzilopochtli: ie no ceppa quioalilhui,
in Quahuitl icac, quilhui tla xontlachia ¿can ie huitze? Niman ic conilhui in Quahuitl icac,
ca iequene oalpanhuetzi, iequene oalaci teiacantihuitz in Coyolxauhqui. Auh in
Huitzilopochtli: niman ic oallacat.39
Luego le dijo Huitzilopochtli mira: ¿dónde vienen? Luego ya le dice Quáhuitl ihcac: ya
están en tzompantitlan (en el lugar de las calaveras). Luego otra vez le dice
Huitzilopochtli: ¿dónde vienen? Luego le dijo (Quáhuitl ihcac): ya están en Coaxalpan (en
la arena de la serpiente). Otra vez le dijo Huitzilopochtli a Quáhuitl ihcac mira: ¿dónde
vienen? Luego le dijo: están ya en Apetlac (en el petate de agua). Otra vez le dijo:¿dónde
vienen? Luego le dijo Quáhuitl ihcac: ya vienen en Tlatlacapan (en la vertiente).Y
Huitzilopochtli otra vez le dijo a Quáhuitl ihcac le dijo ve: ¿dónde vienen? Luego le dijo
Quáhuitl ihcac: ya están aquí, ya llegaron, los viene guiando Coyolxauhqui. Y
Huitzilopochtli luego nació.
39
Códice Florentino, libro III, fol. 2v-3r.
52
HUEHUETLAHTOLLI “LA PALABRA DE LOS ANCIANOS”
La palabra de los ancianos, huehuetlahtolli es una palabra retórica, cargada de
preocupaciones socio-existenciales que se eleva a veces humildemente hacia los
destinatarios, hombres o dioses, pero que generalmente se limita a solemnizar los distintos
acontecimientos que genera el aparato social. El orador busca borrarse humildemente detrás
de un texto que transmite la sabiduría ancestral y se encuentra ya parcialmente elaborado
formalmente por la tradición oral; enuncia una palabra que instaura y consagra un orden
ético. Así como el recinto sagrado edifica y controla sus paradigmas religiosos en la
pluralidad arquitectónica para ordenar de alguna manera la inasible expresión metafísica de
la naturaleza que "es noche y es viento" (in yohualli, in ehecatl), la palabra retórica
deslinda en la llanura del lenguaje su recinto monumental, donde sutiles conceptos son
alojados en verdaderos "templos" expresivos.
La belleza formal de un texto, cualquiera que fuera su índole genérica, era un gaje
de la veracidad de su contenido. En el libro IV del Códice Florentino, el informante afirma
lo siguiente:
Ma iuh tlaqualli momati tlahtolli […] in iamanqui, in totonqui, in huelic
in ahuiac.40
En su versión al castellano, Sahagún escribió: “así como si fuese el tamal frio y mohoso y
podrido así la plática desabrida ofende al oído.41
40
Códice Florentino, libro IV, capítulo 39.
41
Sahagún, p. 254.
53
Aduciremos un texto de índole política:
54
ooyeco in petlapan, in icpalpan. Ca tlamach ocontlatlalilico, ocontlatetequilico in
Ipalnemohuani.
Auh nelli mach in oontlamico in ihiyo, nelli mach in oipan hualohonotia in atl, in
tepetl. omococoaco in ixpantzinco Totecuyo. Amo ima, amo iicxi oitla calhaquico.
Auh in axcan, tlacatle, totecoe, ca tona tlathui quichihua in Totecuyo, Tloque Nahuaque. a
ca tehuatl mitzmapilhuia, mitzmachiotia. Ca omitzicuilo, ca omitzmachioti, ca omitztlilani,
ca omitztlapalaqui in Totecuyo. A ca nelle axcan ca oitoloc, ca oyocoyaloc in topan, in
ilhuicac, in mictlan. Mitzmotlalilia in Totecuyo in petlapan, in icpalpan, in imahuizyocan.
Xotla, cueponi in inhuitz, in imieuh in motechiuhcahuan, in machcocolhuan. In
huecatla contlaztehuaque, in quitocatiaque, in quittlalaquitehuaque.
Te mocuitlapan, te mocuexanco, te momamalhuazco quitlalia in Totecuyo intlatquitl, in
tlamamalli, in cuitlapilli, in atlapalli, in macehualli, in monenequini, in mozozomani.
Oc cuel achica, oc cuel tehuatl, tonpilahuiltiz, toncozulhuihuixoz. Oc tehuatl
mometzpan, momacochco tocontlatlalitiez in atl, in tepetl. Oc te cuel achica, achica
toconahuiltiz, tocontlahuihuitequiliz.
Tlacatlé, totecoé, tlazotitlacatlé, ca omito in topan, in mictlan; ca oitloc. Ca omocuapano
in tlatolli. A ca teoatl otemopan huetz, ca ote mopan ya in ihiyo, in itlatol in Totecuyo, in
Tloque in Nahuaque. Ca ote mitzmapilhui, ¿cuix nel timotlatiz?, ¿cuix timinayaz?, ¿cuix
canapa toyaz?, ¿cuix teixpampa tehuaz?, ¿auh cuix no ye te timocuiliz?
¿Ac ticmati in Totecuyo? ¿Auh ca titemati? ¿Ac tiquinmati in totecuyohuan, in
tetecutin, in tlatoque, in pipitli? ¿Auh in ahuahuique, in otlatoque, in otlalique, in
otlapepenque. In oquintlatolti, in oquincamachaloti in Totecuyo. In aotlacahuetzz, in
oatlacaquiz in inten, in intlatol, in oteutlatoque. Inic tehuatl omitznantique, mitztatique in
atl, intepetl.
Azo huel achi tictoctiz tlatquitl, in tlamamalli; auh azo no achica cemilhuitl
temiquiz, cochitlehuaz, azo mitzmotlanehuiz in atl, in tepetl. Ma ye mitic titlato tetl itic,
cuahuitl itic tlamati, tlachia, tlacaqui in Totecuyo. Mitztlamachiliz, zan cuel itla mopan
quihualmonequiltiz, ca nel moyocoya, ca moquequeloa.
Auh noce onxaxanacatiuh in cuauhtli, in ocelutl in ixtlahuac itic, in tehuatenpan in
tlachinoltenpan in uncan ahuiltilo, auh in uncan atli, tlacua un tonatiuh, in Tlaltecutli; xa
ixachi, ca acan tlanqui in ialcececauh, in itzitzicaz, in icuauh in iteuh Totecuyo, in
55
itemotlaya, in itehuitequiya.
Manozo cuel yehuatl: ma xonixtotomahuatie in petlapan, icpalpan. Ma xonicicatie,
ma xonneneciuhtie. Manel ye tiquitoz "ca nitlatoani", ma xontexaxamatza, ma tepan
xonmotlalo; auh ma xontlatlacuitihuetzi, ma xontlacecenmana.
Mazo yehua, momitzmahuilti in macehualli, auh mazo mitztlacaahuilo in miccauh, in
machcauh, in axcan ca otiteuti. Mazo titotlacapo, mazo titocniuh, mazo titopiltzin, manozo
titiccauh, titachcauh, ca aocmo titotlacapo, ca amo, ticpopolotza in teutl, in Tloque
Nahuaque. Auh ca mitic mitznotza, ca mitic. Ca mocamacpa huallatoa; ca tiiten, ca
tiicamachal, ca tiinenpil, ca tiix, ca tiinacaz. Ca omitztlamamacac, ca omitzmahuizyoti ca
omocoatla, ca mozti omitztlatlalili.
Maca oc yuh ximotlamachti in umpa otihualla in ticahahuilaxacnequi. In noyollo
xic-huehuetlali; auh xictleyoti, ximotecuayoti. Xic-huehuetlali, xic-huehuequixtti, xic-
huehuetlaza, auh xicteutlali in moten in motlalol.
Auh oc xicmocuili, oc xicmocaquiti, noxhuiuhtzine, tlazotitlacatzintle, totecoe:
tlachichiquilco in nemoa, in huiloa tlalticpac; nipa tlani, nipa tlani; acampa hueli; in
tlaopuchco, in tlaiztac centlani.
Xicolini, xicyocoya in ahuillotl, in huehuetl, in ayacachtli. In uncan moyocoya, in uncan
molnamiqui, in uncan mopitza, momamali in teoatl in tlachinolli.
Xiquimaahuili, xiquincecelti in ahuaque, tepehuaque, ic tonitoloz, in tontenehualoz, in
otlacauhqui in otlaocux iyollotzin Totecuyo in omitzonmotlali. Auh ic onchocaz, ic
onelcicihuiz in huehue, in ilama.
Ca zan ixquichtzin. Ic mixpantzinco ninalahua, ninotepotlamia, ninotlahuitequi.
Auh ic ixpantzinco nitlacoloa, nitlahuiltequi, mitlacueyacxolhuia in Toteyuco, in Yohualli
in Ehecatl. Ca nican ca, ca techmocaquiltia, ca quimocuilia, ca quimocaquitia in cententli,
in cencamatl. In ayuhcayotl in nicquixtia, in ayuhcayotl in popoloni in tzaatzacui, in
aiyeyan, in aitlaliloyan, in niquehua, in nictlalia, in niquitoa. Yece, ic popohui, ic ixtlahui
in nayotl, auh yece yuhcatzintli. Yece ixquichtzin. Ic nictlatlauhtia in Tlacatl, in Toteyuco.
Ca quimocuilia, ca quimocaquitia. Ca Yehuatzin nicnomaquilia, ic ixpantzinco
nitlahuenchihua.
Ma xicmotlacotili, ma ximotequitili, tlacatlé, totecoé, tlatoanié.42
42
Códice Florentino, libro VI, capítulo 10.
56
"Señor, rey, preciosa persona, bella persona, precioso, piedra preciosa, turquesa preciosa,
ajorca, pluma preciosa, vienes a asentarte; aquí te colocó el Tloque Nahuaque, Ipalnemoa.
En verdad, ahora verdaderamente se fueron, fueron a yacer tus engendradores, tus
progenitores, a quienes borró, a quienes escondió Nuestro Señor. Allá van a permanecer.
Aquellas personas X y el señor X, etc., al partir abandonaron, al partir dejaron la
envoltura, las angarillas, el fardo, el porta-carga, lo pesado,lo intolerable, lo insoportable.
Acaso ellos visitan su agua, su cerro.43 Ya está abandonado, ya está en tinieblas, ya Nuestro
Señor lo hizo su erial. ¿Acaso ellos frecuentan la arboleda, o la llanura?
Lo cargado, la carga permanece, la cola, el ala, ya no tiene madre, no tiene padre, el
agua, el cerro, no tiene ojos, ya no tiene orejas, le falta su corazón. De ese modo están
como mudos, no hablan fuerte, no hablan; están descabezados. Ya no está aquí el Señor, el
rey, el capitán. Un instante, un momento lo tomó prestado la ciudad, lo tomó prestado el
agua, el cerro, lo soñó, lo vio en sueños. Vino a llamarlo, lo llamó la Persona, Nuestro
Señor. Allá lo obligó a permanecer en un arca, a permanecer en un cofre el Tloque
Nahuaque.
Pues los tomó, los enterró. Y él llegó junto a sus progenitores, junto a sus
engendradores. Lo siguió, lo hizo llegar hasta nuestra madre, nuestro padre Mictlantecuhtli.
¿Del lugar a donde va acaso volverá? Es todo, así es; se acabó, se fue. Ya
terminó, lo sabe el agua, el cerro. Ya nunca saldrá ni se erguirá. Ya se llenó el cofre
enteramente, se repletó el arca. Ya se fue, desapareció. Se apagó el ocote, la luz. Ya está
abandonada, ya está en tinieblas el agüita, el cerrito de Nuestro Señor.
Así perecerá, así se perderá la carga, lo cargado, lo que él dejó al partir. Pues en
verdad al irse allá, dejó, abandonó la envoltura, las angarillas, el fardo, el porta-carga. En
paz, en calma dejó el agua, el cerro. Con sosiego, con alma hizo la estera, la silla, pues el
Ipalnemohuani vino a disponer las cosas, vino a ordenar las cosas apaciblemente. Y en
verdad vino quizás a quedar sin aliento, realizó todo su esfuerzo por causa del agua, del
cerro. Vino a enfermarse frente a Nuestro Señor. No escondió sus manos ni sus pies.
Y ahora el Señor, el Señor nuestro, hace el calor, el día. Nuestro Señor, el Tloque
Nahuaque. Pues en verdad a ti te señala, te designa.
43
El agua, el cerro: binomio léxico para expresar la idea de "pueblo".
57
Porque te pintó, te dibujó, te perfiló, te coloreó Nuestro Señor. En verdad ahora fue
dicho, fue decidido arriba en el cielo, en el Mictlan. Nuestro Señor te instala en la estera, en
la silla, en su lugar de honra.
Crece, brota la espina, la uña de tus engendradores, de tus progenitores. Ellos la
arrojaron en lo profundo, la sembraron, la enterraron. En tu espalda, en tu flanco, en tus
hombros Nuestro Señor asienta lo que es cargado, la carga, la cola, el ala, los macehuales,
los exigentes, los caprichosos.
Dentro de poco, ya pronto, alegrarás a los niños, mecerás las cunas. En tus piernas,
en tus brazos colocarás el agua, el cerro. Y tú un poco, un poco los complacerás, un poco
los tundirás.
Persona, Señor Nuestro, tú, persona preciosa, ya se dijo sobre nosotros, en el
Mictlan ha sido dicho. Ya la palabra penetró en la cabeza. Sobre ti cayó el agua divina,
sobre ti vino el aliento, la palabra de Nuestro Señor, Tloque Nahuaque. Pues te señaló;
¿Acaso en verdad te esconderás? ¿Acaso te escaparás? ¿Acaso huirás? ¿Acaso desistirás?
¿Quién de nosotros conoce a nuestro Señor? ¿Quién de nosotros conoce a la gente?
¿Quién de nosotros conoce a nuestros señores, los tetecuhtin, los tlatoque, los nobles? ¿A
los dueños del agua, a los dueños del cerro?
¿A los poseedores, a Tloque Nahuaque? Ellos señalaron, ellos hablaron, ellos
asentaron, ellos eligieron. A ellos les hizo abrir la boca Nuestro Señor. No vino del hombre.
No salió de hombre su palabra, su discurso, hablaron por la voz del dios. A ti, el agua y el
cerro te hicieron madre, te hicieron padre.
Quizá afianzarás un poco la carga, lo que es cargado, pero quizá también te tendrá
como breve sueño, te soñará, te tomará prestado el agua, el cerro. Reflexiona que Nuestro
Señor entiende, ve, oye lo que hay en el interior de la piedra, en el interior del palo. Él te
juzgará, en un momento cualquier cosa dispondrá sobre ti, pues en verdad dispone, se burla.
O tal vez con gran estruendo irán las águilas, los ocelotes al interior de la llanura, al
lugar de la guerra donde es recreado, donde come y bebe el Sol, el Señor de la Tierra; en
ningún lugar acaba el agua fría, la ortiga, el palo, la piedra de Nuestro Señor, su forma de
apedrear, su forma de golpear.
También esto: no hagas extravagancias en la estera, en la silla. No jadees, no estés
jadeando. Aunque digas: soy tlatoani, no hagas pedazos a la gente, no oprimas a la gente,
58
no arrebates las cosas, no derrames las cosas.
Aunque te divirtió el macehual, aunque te regocijabas, con tu hermano menor, con
tu hermano mayor, ahora has sido deificado. Aunque eres hombre como nosotros, aunque
eres nuestro amigo, aunque eres nuestro hijito, aunque también eres nuestro hermano
menor, nuestro hermano mayor, ya no eres como nosotros, no te vemos como humano; ya
representas a la gente, eres la imagen de la gente. Tú llamas, tú hablas un lenguaje extraño
con dios, con Tloque Nahuaque. El habla en tu interior dentro de ti. Viene a hablar por tu
boca; eres su labio, su mandíbula, su lengua, su ojo, su oreja. A ti te hizo su mensajero, te
llenó de honra pues dispuso tus colmillos de serpiente, tus uñas.
Ya no vayas a donde ibas para darte confiadamente al placer. Dispón tu corazón
como de viejo, dignifica, haz fiero tu rostro, tu corazón, tu vida. Estímate a ti mismo,
hónrate, hazte fiero. Dispón como viejo, muéstrate como viejo, haz divina tu palabra, tu
discurso.
Toma para ti, oye todavía, mi nieto, oh, persona preciosa, Señor Nuestro: en lugar
de dardos se vive, anda uno sobre la tierra; por aquí y por allá hay simas; ningún lugar está
bien; a la izquierda y a la derecha por todas partes hay abismo.
Estimula, emplea el tambor, las sonajas. Allá se hace, allá se recuerda, allí insufla el
agua divina, el incendio, la guerra.
Acaricia, regocija a los dueños del agua, a los dueños del cerro, a fin de que seas nombrado,
de que seas afamado cuando se le oprima el corazón a Nuestro Señor y te esconda; a fin de
que el viejo, la anciana lloren y suspiren.
Esto es todo. Ante ti me deslizo, me tropiezo, me golpeo. Y delante de Nuestro
Señor, la noche y el viento, ando dando rodeos, paso adelante. Pues él está aquí, nos
escucha, toma, oye la palabra, el discurso. El error que he proferido, el error, el balbuceo de
tartamudo en el sitio de no estar, en un momento inadecuado, lo he elevado, lo he colocado,
lo he dicho. Empero, pertenece, corresponde a la maternidad, a la paternidad, es la
costumbre. Pero es todo. Yo suplico a la persona, a Nuestro Señor. El que toma la palabra,
la escucha. A él la doy, frente a él la ofrendo.
Haz tu oficio, haz tu trabajo, persona, señor nuestro, tlatoani".44
44
La traducción que proporcionamos aquí, está basada en la versión de Josefina García Quintana, en Estudios
de Cultura Náhuatl, t. 14, p. 65 ssq.
59
ANALISIS DEL TEXTO
El texto comienza con una cascada de nueve términos vocativos de los que emana el afecto
y el aprecio. Define la tonalidad del discurso y focaliza a la vez la atención de los asistentes
sobre el nuevo gobernante.
Después de haber recordado a los reyes anteriores que lo antecedieron, evoca la
tarea y la responsabilidad del tlahtoani mediante una serie de términos yuxtapuestos que
acentúan la idea de “carga”: in quinilli, in cacaxtli, in tlatconi, in tlamamaloni, in etic, in
aahualiztli, in aixnamiquiliztli “la envoltura, las angarillas, el fardo, el portacarga, lo
pesado, lo intolerable, lo insoportable”. El texto está interpolado, como lo muestra el
término totecuyo “nuestro señor”, el cual refería el dios cristiano. Sin embargo, estas
interpolaciones no afectaron la discrusividad del texto.
- Los difrasismos
Lo más específico en la retórica de los aztecas son sin duda los difrasismos, binomios
léxicos que pertenecen al género huehuetlahtolli. La convergencia simbólica de dos
términos si bien no tiene la amplitud polifónica de la expresión poética, permite sin
embargo desplazar la abstracción conceptual sobre uno u otro polo verbal, matizando a
veces sutilmente el sentido sobre un fondo verbalmente neutro. Esta movilidad expresiva es
especialmente apropiada en el discurso de carácter político.
Ejemplos de binomios léxicos presentes en un pasaje:
In quimilli, in cacaxtli "la envoltura, las angarillas": la gente del pueblo como cargadores.
Tlatconi, tlamamaloni "el fardo, el porta-carga": la gente del pueblo como cargadores.
In atl, in tepetl "el agua, el cerro": el asentamiento humano.
In cencuahuitl, in cemixtlahuac "la arboleda, la llanura": la naturaleza.
In tlatquitl, in tlamamali "La carga, el peso": el gobierno (el pueblo como carga).
In cuitlapilli, in atlapalli: "La cola, el ala": la gente del pueblo.
Ixe, nacace: "El que tiene ojos, el que tiene orejas": el guía.
La intención de este pasaje es clara: el orador pone énfasis sobre el peso y la
responsabilidad de la carga que dejaron vacante los tlahtoque pasados así como sobre la
necesidad urgente para los macehuales de un nuevo gobernante. Los binomios léxicos,
60
representando el aparato de estado, así como los que representan el conjunto de los
ciudadanos juegan aquí un papel de primera importancia en la estructuración de esta
secuencia. En efecto, el orador tomó cuidado de yuxtaponer dos binomios léxicos
representando el órgano gubernamental, formando así una sucesión de cuatro términos que
designan en la vida diaria de los aztecas un instrumento de carga: quimilli "la envoltura",
cacaxtli "las angarillas", tlatconi "el fardo", tlamamaloni "el porta-carga". Aunque los dos
binomios recuerdan sin duda los instrumentos del poder, la focalización perceptiva de los
oyentes se ejerce sobre los términos que evocan el utensilio de trabajo y asimilan los que
gobiernan la ciudad a trabajadores, a cargadores. La idea de carga, de peso, se complementa
además por tres adjetivos que demuestran una intención de graduación silábica y
conceptual progresiva: etic "pesado" está directamente vinculado con la idea de carga física
y por lo tanto muy cerca de los binomios léxicos; aehualiztli "insoportable" es más largo y
más abstracto pero todavía relacionado etimológicamente a la carga: ehua "levanta", aehua
"no levanta", aehualiztli "algo que uno no levanta" "algo de insoportable". El último
adjetivo, el más largo y por lo tanto formalmente más ponderado, es también el más
abstracto: "cosa de la que no se encuentra el rostro" aixnamiquilixtli, que se podría traducir
como "intolerable. Estos tres términos han traído progresivamente al tema en cuestión de
sus páramos conceptuales hacia los dominios de la función discursiva.
El discurso vuelve a tomar después los caminos de la expresividad con el binomio
imauh, intepeuh "su agua, su montaña" lastrado con los determinativos "in" (in imauh in
itepeuh). Ahí otra vez, la presencia del binomio en vez del signo ialtepeuh "su ciudad" hace
estallar el elemento conceptual que podría constituir el vocablo "ciudad". Cualquier
veleidad de objetivación de una eventual unidad social de la ciudad se ahoga en el agua, o
se pierde en la montaña. Encontramos un poco adelante, evocado por un binomio simétrico
situado sobre la idea de "carga", lo que es "cargado" por el rey, in tlaquitl in tlamamalli "la
carga el peso" es decir el pueblo. La carga y el peso están por tierra, en un desierto, sin jefe,
al igual que los instrumentos de carga que fueron abandonados por aquellos que ya
murieron.
La enumeración continúa en torno a un nuevo binomio representando al pueblo: in
cuitlapilli, in atlapalli "la cola, el ala". La referencia sémica ha cambiado, ya no se trata de
un peso, sino de un elemento ligero que vuela y sobre todo que hace volar. "La cola y el
61
ala” son la reducción sinecdóquica de una asimilación metafórica de la comunidad a un
ave. Es ahora el pueblo que asegura la "sustentación" de la comunidad pero no es más que
la cola y las alas; huérfano además sin rostro y sin oídos, es decir sin guía.
El orden negativo instaurado por el texto va a culminar con la ausencia de "corazón"
(yollotl) en el agua y la montaña, creando un vacío insoportable en el seno de la comunidad
azteca. El texto esboza un cuerpo para la comunidad con su cola y sus alas; faltándole
rostro, oídos y corazón. En ese estado se encuentra prostrado ma yuhqui quechcotontica
"como si estuviera descabezado". Podemos imaginar que después de semejante preámbulo,
la representación del nuevo tlahtoani "rey" aliviará los corazones del pueblo reunido.
El discurso político náhuatl utiliza con abundancia estos procedimientos estilísticos
que permiten un sano drenaje de conceptos mediante canales discursivos. Al perderse en el
espesor del binomio o al ser atrapado en la convergencia de sus términos, el concepto se
disemina sin nunca alcanzar la trascendencia. Los famosos huehuetlahtolli son así
frecuentemente una sabia dosificación de funciones discursiva y expresiva por medio de
difrasismos.
3. Cuicatl
3.1 Teocuicatl “Canto de dioses” o “Canto sacro”
Aamimitl icuic
Cotihuana cotihuana cali totochmanca huiya yya
timanico ohquixoa
nimanico tlacochcalico ohuaya yya yya
ma tonihca ya ma tonihcatico ohua yya ya
Zana zana ayo huehca nihuia
Zana zana yo huehca i nihuiya yya yya yehuayya
Zana zana yo huehca nihuiya
Ye necuilihua ya nihua ya nihua ya nihua ya a icanauh
nihua ya nihua ya nihua ya a icanauh
Tla ixtotoca ye canauhtzin in
tla ixtotoca ye canauhtzin in ayo aya yoaya
ye canauhtzin in.
Ahueya Itzipan a nomahuili ya
Ahueya Itzipan a nomahuili ya
Ahueya Itzipan a nomahuili ya45
45
Códice Matritense del Palacio Real, fol. 277v.
62
Canto de Aamimitl
Cotihuana cotihuana, vientre de la tierra huiya yya
tú viniste (a estar aquí)... salen al camino
yo vine (a estar aquí) en el patio del templo ohuaya yya yya
Párate ya, ven a pararte ohua yya ya
Sólo, sólo, ayo, lejos voy
Sólo, sólo, ayo, lejos voy yya yya yehuayya
Ye va chueco Aya me elevo ya me elevo ya me elevo ya a
su pato
me elevo ya me elevo ya me elevo ya a
su pato
sigue a este pato
sigue a este pato ayo aya yoaya
a este pato
Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto ya
Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto ya
Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto ya
La palabra cotihuana reiterada no parece ser náhuatl. Es quizás una palabra chichimeca
pero tiene, en el contexto de este canto, un valor esencialmente interjectivo, probablemente
para atraer a los animales que se buscan cazar, en este caso los patos. Ruíz de Alarcón
señala que los cazadores de venados gritaban reiteradamente tahui, tahui, “tía, tía” en
náhuatl (si es que estas palabras tienen un valor léxico) para atraer a su presa:
Cali totochmanca huiya yya
63
Este sintagma náhuatl es bastante críptico y podría ser traducido de varias maneras.
La más inmediata es la que propone el padre Garibay: “Casa donde están conejos”. 46 La
presencia de conejos en este contexto puede corresponder al conejo que trae el dios de la
cacería Mixcoatl en su representación arquetípica, a la fecha del calendario tochtli
“conejo”, o al animal mismo. Cali puede ser “la casa” (calli) pero podría constituir también
una transcripción incompleta del verbo cacali “flechar”, altamente pertinente en este
contexto semántico. En dado caso convendría separar los dos sintagmas verbales cacali
“disparan flechas”, totochmanca, “están los conejos” en una disyunción frástica.
Otro posible sentido de cali totochmanca sería el sentido críptico que dan los
chamanes al conejo en los ritos chamánicos. En este contexto el conejo “boca arriba”
representa la tierra. Jacinto de la Serna señala un ritual de las redes para cazar. En dicho rito
el brujo hace lo siguiente:
Invoca a la Diosa Tonan, y por otro nombre Ilamateuctli, madre de la
tierra, y de los dioses: invocando a la tierra la llama un conejo, que
humea; porque, aunque el conejo es aplicado a el elemento del aire,
cuando lo aplican a la tierra es conejo boca arriba, que dice su
permanencia; el que humea es por los vapores, que de si echa la tierra:
también es lo del conejo, porque estando vuelto hacia arriba no puede
tener su velocidad como cuando está en su natural disposición, que
entonces es significado del aire. Y así aunque no siempre dice boca arriba
significando la tierra, como en los más conjuros lo dice, se ha de
entender, que cuando le acompaña diciendo, que humea, es la tierra.47
La invocación liminar del canto Aamimitl icuic podría referirse a la tierra, madre de
los animales como de los hombres y el sentido de cali totochmanca sería “la casa de los
conejos extendidos boca arriba” es decir “la tierra”.
El paroxismo interjectivo huiya ayya que cierra esta primera intervención del (o de
los) cantor (es) se acompañaba probablemente de una gestualidad con valor deíctico,
música, y compases dancísticos que no podemos más que imaginar.
Segundo “con-texto”:
timanico ohquixoa
nimanico tlacochcalico ohuaya yya yya
46
Garibay, Veinte Himnos Sacros, p. 114.
47
De la Serna, en “El alma encantada” p.436.
64
Estas réplicas manifiestan claramente, mediante los pronombres personales ti “tú” y ni
“yo”, el tenor dialógico que los anima. El padre Garibay reúne las dos palabras del primer
verso en una sola oración: “Tú vienes a estar en la entrada”.48 En este caso, la traducción de
timanico debería reflejar el pretérito que implica la partícula de introversión -co, “tu
viniste”. Por otra parte ohquixoa es una forma verbal en modo impersonal: “se sale al
camino”,49 y no una locución sustantiva.
El camino donde se sale es probablemente el que une el centro ceremonial, más
específicamente el templo teotlalpan, al monte donde se realiza la primera cacería
sacrificial, aquí el Zacatepetl:
Y les hacían un camino, desde el monte hasta la ciudad, por el cual no
había de pasar otro, sino sólo los que habían prendido alguna caza. Este
camino estaba lleno de paja del monte, en lugar de juncia, sobre la cual
iban aquellos cazadores venturosos en procesión, todos unos tras otros,
muy puestos en orden y concierto, muy contentos y alegres.50
Una vez más una disyunción de los sintagmas por paratáctica que parezca es preferible a su
conjunción: “Tú viniste (a estar aquí)... salen al camino”
Lo que constituye a nivel verbal un anacoluto, se debe quizás al hecho de que
personas distintas enunciaban sendas partes de la réplica y se referían a aspectos distintos
de lo que estaba ocurriendo. La segunda réplica construida en paralelismo casi anafórico
con la primera y con rima en -ico podría traducirse de la siguiente manera:
“yo vine (a estar aquí), en el patio” (de Huitzilopochtli o de Mixcoatl).
48
Garibay, Veinte Himnos Sacros, p. 114.
49
Aun cuando la entrada y la salida pueden ser la misma cosa, la locución náhuatl ohquixoa entraña el verbo
quiza “salir” por lo que la traducción “salida” es más apropiada.
50
Durán I, p.281.
51
Sahagún, p. 140.
65
La traducción de tlacochcalli por “casa de armas” que propone el padre Garibay es
plausible, sin embargo en el contexto de la fiesta de Quecholli, el vocablo “patio” es
preferible. Como lo vimos, los informantes de Sahagún explican que las varas (sin el
casquillo de obsidiana) se traían, después de haber sido enderezadas al fuego, en el patio de
Huitzilopochtli, delante del ídolo. Este dato contextual se revela importante y podría
justificar nuestra traducción. Un paroxismo vocal ohuaya yya yya clausura el segundo
cuadro de esta instancia dramática de canto.
Tercer “con-texto”:
Ma tonihca, ma tonihcatico “Párate, ven a pararte”
Si bien la traducción de zan o zana es “sólo”, esta palabra se usa más bien de manera
fática. Tiene un valor rítmico-fonético más que semántico y permite al orador equilibrar
prosódicamente sus frases. Ayo es una interjección con valor fonético, huehca no sólo vale
por su significado: “lejos” sino también por sus matices fonéticos. De hecho la oclusiva
52
Sahagún, pp. 139-140.
66
glotal h (saltillo) permite un efecto sonoro significativo. En cuanto a nihuia, se compone
del sintagma verbal nihui “yo voy”, al que se yuxtapone el fonema a, o más bien la sílaba
ya con valor fonético. Más que por su registro semántico este “verso” debe considerarse en
términos de mimesis sonora. El silbido de la z de zana simula el ruido de la flecha que
hiende el aire, mientras que del otro lado del paroxismo interjectivo ayo, el saltillo glotal de
huehca y el chasquido de -huia (huiiiya) expresan la fuerza y velocidad de la flecha.
Recordemos que en un mundo donde prevalece un sistema analógico de cognición
como lo es el mundo náhuatl, la imitación tiene un valor mágico-simpatético de contagio.
En vez de invocar al dios para que le dé velocidad y estabilidad a su flecha, el cazador
produce el sonido de una flecha rápida y estable y le infunde miméticamente estas
cualidades. A la trascendencia peticionaria de la oración, el indígena, en ciertos contextos,
prefiere la inmanencia sinecdóquica de la magia. En este caso, un ruido determinado siendo
parte constitutiva del ser de una “buena” flecha, al producir dicho sonido, se induce, en el
sentido que da la física a esta palabra, y por arte de magia, la causa del efecto: la buena
flecha.
Este verso se repite tres veces y concluye con paroxismos vocales en la
transcripción que dan los informantes de Sahagún. Sin embargo, es posible que en el
contexto ritual en el que se elevaba el canto, se repitiera más veces ya que la reiteración es
también un inductor mágico de realidad.
Esta parte del canto y las que siguen se cantaban quizás cuando ya la flecha estaba
manufacturada y los cazadores las probaban durante una ceremonia llamada calpan
nemitilo. El nombre de esta ceremonia del cuarto día de la fiesta de Quecholli, calpan
nemitilo “en la casa (o el templo) se le da vida”, confirma lo que expresa el canto Aamimitl
icuic: se trata de infundirle vida a la flecha, de darle “un alma”, pues en el mundo náhuatl,
una flecha no era más que un pedazo de madera provisto de un casquillo hasta que un rito le
diera vida.
En este contexto ritual, era quizás un cazador elegido quien encarnaba a la flecha.
Es probablemente él que canta en la primera persona las secuencias huehca nihui ya,
etcétera. Dice Durán al respecto:
67
Ya que llegaba el que representaba a quecholli, salíanle ellos a recibir,
muy puestos en orden, y habiéndole recibido, llevábanle al lugar donde
había de ser la caza.53
Quinto “con-texto”:
Ye necuilihua ya nihua ya nihua ya nihua ya a icanauh
nihua ya nihua ya nihua ya a icanauh
Antes de traducir esta secuencia conviene cuestionar tanto los grafemas utilizados en la
transcripción de la versión oral como el recorte silábico que define las palabras.
Ye necuilihua ya “ye es enviada chueca (de través) ya”. La expresión se compone de necuil
posible radical de necuiloa “torcer” e ihua “enviar”. Los dos verbos siendo transitivos es
curioso que no figure el pronombre personal objeto -qui o –quim. La erosión de los
morfemas gramaticales debido al tiempo y a las circunstancias músico-dancísticas de
enunciación podría justificar esta ausencia. De ser ésta la traducción, la primera parte del
verso manifestaría el hecho de que los cazadores no tienen mucha puntería y expresaría la
burla.
- Los fonemas [i] y [e] siendo casi homófonos en náhuatl, en ciertos contextos
fonológicos, otra posibilidad sería que la grafía necuilihua remitiera al sonido ni(c)cuilihua
cuyos componentes serían (tla) cuilia “apoderarse de algo” e ihua “enviar”. La traducción
sería entonces “yo la tomo y la envío”.
La versión gráfica aducida podría también corresponder a nic-huel-ihua “yo la (lo)
mando bien” ya que los fonemas i y e son prácticamente homófonos y se confunden
frecuentemente en las transcripciones de los textos orales. Siguiendo el mismo
razonamiento nic-huel-ehua “yo la elevo bien” sería plausible. Sea lo que fuere, el campo
semántico es prácticamente el mismo y corresponde probablemente a un arquero que está
disparando una flecha.
En cuanto a nihuaya, es muy probable que tengamos que separar la sílaba final ya
del resto de la palabra y considerarla como un elemento vocálico con carácter interjectivo
53
Durán I, p. 75.
68
y no, como lo hace el padre Garibay, como el morfema del copretérito.54 Además ihua
“mandar” siendo un verbo siempre transitivo, si el sentido fuera “yo envío” la forma verbal
sería niquihua y no nihua. Se trata quizás una vez más de una transcripción del fonema e de
nehua, “yo me elevo” o “emprendo el vuelo”.
Después de una última interjección a, el sintagma nominal posesivo “su pato”,
desprovisto de un verbo, muestra la parataxis típica de una instancia dramática de
elocución. Por otra parte el posesivo su (i) es eminentemente deíctico e indica que el dueño
del pato, probablemente el viejo que representaba al dios Mixcoatl, estaba presente en el
escenario del ritual. En cuanto al género de pato referido en el canto: canauhtli, sabemos
que éstos venían del oeste y que tenían plumas negras y el pecho blanco lo cual debe haber
tenido un significado religioso para los nahuas. En términos expresivos, esta réplica cuya
segunda parte se reitera, podría expresar la intervención de un cazador: “es enviada chueco”
(la flecha) y una encarnación teatro-ritual de la flecha en otro cazador que cantaría “me
elevo ya, me elevo ya,me elevo ya”, en crescendo, mientras un tercero expresaría la meta
de la flecha: a icanauh “¡a, su pato!”, apuntando al viejo sacerdote, encarnación de
Mixcoatl.
Una vez más el ritmo, la elevación progresiva del tono, y otros aspectos prosódicos
constituyen una mimesis ritmo-sonora que buscaba en este caso a infundirle propiedades a
la flecha y anticipar mágicamente el éxito de la cacería.
Sexto “con-texto”:
tla ixtotoca ye canauhtzin in Sigue a este pato
tla ixtotoca ye canauhtzin in Sigue a este pato
ye canauhtzin in. a este pato
54
Garibay, Veinte Himnos Sacros, p.114.
69
Con esta serie, el patrón rítmico cambia drásticamente. A la fuerza, la petulancia y
el dinamismo de la flecha sucede la paciente búsqueda del pato por la flecha. El plan
semántico no plantea ningún problema aquí. A nivel rítmico, los cinco pies de tla ixtotoca y
de canauhtzin in, equilibrados en torno a la bisagra interjectiva ye, manifiestan
verbalmente la percusión del tambor a dos tonos: el teponaztli. Dicha percusión obsesiva
contrasta con la explosión sonora de los otros versos. La repetición letánica de ye
canauhtzin in 55 busca además evocar y materializar prácticamente el ave a través del canto.
Séptimo “con-texto”:
Ahueya Itzipan a nomahuili ya Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto
Ahueya Itzipan a nomahuili ya Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto
Ahueya Itzipan a nomahuili ya Ahueya sobre la obsidiana me doy gusto
55
Los amanuenses no solían transcribir las palabras o frases cuando éstas se repetían mucho, despojando
asimismo el texto de uno de sus elementos expresivos esenciales.
70
En el texto aquí analizado es preciso abrir las mallas de la red verbal para dar cabida
semántica a elementos expresivos que el aparato gráfico español de recopilación no pudo
retener, pero que existieron manifiestamente. Sólo considerando los “con-textos” de
enunciación así como los factores rítmicos, sonoros, dramáticos y otros parámetros
expresivos, se puede llegar a una aprehensión correcta del texto.
56
Cantares Mexicanos, fols. 19v-20r.
57
Tonaca parece ser más bien aquí el posesivo de tonacatl, "nuestra carne", y no de tonacayotl,
"nuestro sustento". La planta es cintli “el maíz”.
71
Canto de las mujeres de Chalco
Intlatlalil chalca ic quimopapaquiltilico in Composición de los chalcas, cuando vinieron a
tlatohuani in Axayacatzin ca noço yehuatzin regocijar al rey Axayacatzin. Él los conquistó
oquimmopehuilli in ma çan cihuatzitzintin. como si fueran mujercitas.
Toco tico tocoti, tocotico tocoti, tocotico tocoti Toco tico tocoti, tocotico tocoti tocotico tocoti
3. Nicnehnequi xochitl, nicnenecon cuicatl 3. Anhelo las flores, anhelo los cantos,
aytzin in totzahuayan miedosito, en el lugar donde hilamos,
in toyeyeyan, o ohuaye el lugar de nuestro ser o ohuaye
noconeheuhtica ycuic in tlatohuani elevo su canto al rey
Axayacaton, Axayacaton
nicxochimalina, nicxochilacatzohua oo lo entretejo con flores, con flores lo enredo oo
ahuayao ohuiya ahuayao ohuiya
4.A iuhquin tlacuilolli yectli ya incuic, 4.Como una pintura es bello su canto
iuhquin huelic xochitl ahuiac a es como una flor sabrosa, fragante a
noyol quimati in tlalticpac (así) lo siente mi corazón en la tierra
ahuay yao ohuiya ahuay yao ohuiya
72
6.Xolo xolotzin 6. Joven, jovencito,
ti tla’tohuani tAxayacaton ohuiya tú rey Axayacaton, ohuia
nel toquichtli iz ma conel titlayhtolli; ¿En verdad eres varón? pues que se compruebe lo
dicho.
¿cuix nel ah oc ticuahcuahuitiuh? ¿Acaso ya no vas a tener una erección?
ayye ayye
Xoconquetza in nonexcon Páralo en mi olla de ceniza,
58
cenca niman xocontoquio . luego tizonea60.
58
Nota al margen: chalco tlatolli q.n. xitlatlati. “palabra de Chalco. Quiere decir enciéndela”.
60
Según la indicación marginal, xocontoquio es una expresión dialectal de Chalco que significa “enciéndelo”.
Por el contexto fálico y por el sentido que tiene en otras partes, “tizonear”me parece una traducción más
adecuada.
73
aocmo hui yao ay lili ya no te vas yao ay lili
Toco tico tocoti tocoticotocoti tocoticotocoti Toco tico tocoti tocoticotocoti tocoticotocoti
61
Palo de telar.
74
ye no ticualani xolotzin, Ye también estás enojado, jovencito,
ye no niauh in nochan noconetzin yao ohuiya ye me voy a mi casa, mi hijito yao ohuiya
15. Anca ҫo ҫan nican tinechnahualan, 15. Tal vez aquí me embrujaste,
yectli ticchiuh ye motlatoltzin, bello discurso hiciste.
Iz in axcan tlahuanquetl mah Ahora aquí, te embriagaste
tehtitlahuanquetl, tú eres tal vez un borracho.
aҫo no netlacamachon tochan Tal vez también haya felicidad en nuestra casa
yyao ohuiya. yyao ohuia
16. ¿Cuix noҫo tinechcouh tinechmocoui 16. ¿Acaso me compraste, me adquiriste para ti,
noconetzin? hijito mío?
¿cuix tlapa’patlaco nahuihuan ye ¿Acaso vinieron a hacer un intercambio mis tías,
notlahuan? mis tíos
ҫaҫo tictlacanequi ye no tiqualani, Tal vez lo haces sin razón ye también te enojas,
xolotzin jovencito,
ye no niauh in nochan noconetzin yyao ohuiya ya me voy a mi casa, mi hijito yyao ohuiya
Tocotico tititi tocotico tititi tocotico tititi Toco tico tititi toco tico tititi tocotico tititi
20. ¿Ahzo tiquauhtli tocelotl 20. ¿Acaso te dices águila, te dices jaguar, mi
in timittohua noconetzin? ohuia hijito? ohuia
¿Ahҫo moyaohuan inhuic ticuecuenoti? ¿Acaso frente a tus enemigos te vanaglorias?
me oc in noconeuh xoconahuilti, etcétera Todavía a mi niño alégralo, etcétera
75
21. Ayatle nocue ayatle nohuipil, 21. No tengo falda, no tengo blusa,
Nicihuatzintli yehuaya soy mujercita yehuaya
Nican quimanaco yectli ye incuic, Aquí vinieron a ofrecer su bello canto,
nican quimanaco chimalli xochitl. aquí vinieron a ofrecer la flor del escudo.
27. ¿Cuix a’mo yollocopa noconetzin 27. Tal vez de malas ganas, hijito mío,
ye toconcalaqui a in chahuayotl, ynic mochan? metes moho en tu casa?
ahay ayoho ahay ayoho
Ahҫo iuh quinequi moyollo, etcétera Tal vez así lo quiere tu corazón, etcétera
31. Ye no quelehuia in tlatoani in 31. De ella tiene también gran deseo el rey
Axayacaton Axayacatito,
xiqualitta noxochitlacuilolmaton mira bien mi manita pintada con flores
xiqualitta noxochitlacuilolchichihualtzin mira bien mis pechos pintados con flores
oohuia oohuiya
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32. Macaҫo zan onnenhuetztiuh ye moyollotzin 32. Que no se deprima tu corazón,
tAxayacaton, Axayacatito,
izca ye momatzin ma no matitech, Aquí está tu manita, con esa manita
xinechonantiuh veme haciendo madre
aayyaha yiaho ayyaha ayo
Xonahuiacan etcétera Alégrense etcétera
Bibliografía
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Ed. Porrúa, 1971.
Johansson, Patrick, Ángel María Garibay. La rueda y el río, co-autor Miguel León-
Portilla, IIH/UNAM, Ed. Espejo de Obsidiana, 2013.
59
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78
León-Portilla, Miguel, La filosofía náhuatl, estudiada en sus fuentes, México,
IIH/UNAM, 1993.
Reyes, Alfonso, Visión de Anáhuac, en Obras completas, tomo II, ( tomos X, XII y XXI),
Fondo de Cultura Económica, México, 1979.
79