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Raquel Osborne
RESUMEN
INTRODUCCIÓN
1
Que en España ha tenido lugar un enorme cambio en todos los
órdenes de la vida es ya un lugar común para todo el mundo. En el caso
particular que nos ocupa, ese cambio ha sufrido una aceleración en los dos
últimos años tras la llegada al poder del gobierno socialista de Rodríguez
Zapatero. Hemos pasado en 35 años, y los textos que este artículo incluye
lo van a reflejar, de leyes represivas y que además se cumplían porque iban
unidas a actitudes enraizadas de profunda intolerancia hacia la
diferencia/disidencia respecto de la heteronorma, a una de las leyes más
avanzadas del mundo en la medida en que equipara al cien por cien los
matrimonios y la p/maternidad de personas homosexuales con respecto a
las heterosexuales. Esta ley fue aprobada finalmente por el Congreso de los
Diputados el 30 de junio de 2005 y pudimos celebrar el 2 de julio un día
del orgullo gay verdaderamente glorioso. Entonces uno de los lemas de la
manifestación fue Y ahora, l@s transexuales. Al año siguiente, y tras
algunas vacilaciones, el gobierno aprobó en Consejo de ministros y envió
al Parlamento el proyecto de Ley de Identidad de Género, que regula el
proceso del cambio de nombre y sexo en los documentos oficiales de las
personas transexuales. España, pues, se ha convertido en un laboratorio de
cambio social en temas LGTB: en poco tiempo la situación social ha
cambiado drásticamente y la coyuntura política está permitiendo gozar de
una igualdad de derechos poco menos que impensable hace nada.
2
monopolio de la transmisión de valores desde un punto de vista confesional
católico.
3
sobre la identidad de género –por mencionar los que nos quedan más a
mano en relación a la sexualidad- son ejemplos de ello: nos hablan de
sexualidades plurales –el modelo tradicional de sexualidad y familia
heterosexual está dejando de ser el único posible y legitimado- y de
fronteras móviles en esto de la jerarquía sexual –las familias gays y
lésbicas están adquiriendo legitimidad, mientras que por el contrario la
consideración social de la prostituta está posiblemente descendiendo en esa
escala jerárquica a tenor de cómo van los debates.
4
Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FLGTB)[2]. Pero la
“normalidad” se halla, como siempre, sesgada por sexo, a saber:
-en el Registro Civil de Madrid una de cada 10 parejas que había
acudido en último año para casarse estaba formada por personas del mismo
sexo. Los datos de la FLBTB recogían que de 7.722 expedientes de
matrimonio, 830 lo eran de gays o lesbianas. De ellos, el 78% de las parejas
estaba formada por hombres, y el 22% restante, por mujeres[3];
5
Gays, Transexuales y Bisexuales, Plataforma unitaria que ha liderado el
cambio legal en España.
6
movimiento feminista a partir de la década de los ochenta; en los noventa
(y hasta nuestros días), la militancia mixta con los gays vuelve a ser el
modelo predominante, junto con un repunte de la radicalidad representado
por los colectivos queer. Las cuatro grandes corrientes presentan discursos
identitarios y posicionamientos diferentes en relación con los principales
temas a los que hace frente el movimiento: la relación con otros
movimientos y con el conjunto de las lesbianas; los objetivos políticos (la
consecución de derechos versus el cambio social); su posición ante los
debates sobre sexualidad y la reacción ante el SIDA.
7
cuya posible represión bajo el franquismo ha sido apenas explorada y
resulta difícilmente detectable[5]. Por tanto, el incipiente movimiento de
gays, más visible que el cuasi inexistente de lesbianas, sale del franquismo
con una lucha específica clara contra la Ley de Peligrosidad Social, al
tiempo que se articula con otros movimientos ciudadanos que también
emergen por aquel entonces, entre otros con los movimientos nacionalistas
y los antimilitaristas en el periodo de efervescencia política que florece con
la transición española de 1975 a 1982 (Llamas y Vila 1997: 197).
8
Muchas de estas cuestiones eran defendidas por las lesbianas
como feministas pero no eran sentidas como específicas de las lesbianas.
Aunque en algunos contextos se podían debatir temas que les interesaban,
como por ejemplo en 1976 en las I Jornades Catalanes de la Dona, no
siempre las relaciones eran tan fluidas en el seno del movimiento feminista
y primaba más la imagen de que no se identificara públicamente feminismo
con lesbianismo. Estos planteamientos resonaban en viejos prejuicios. Si la
misoginia estaba presente en el movimiento gay, la lesbofobia aparece en el
feminismo, temeroso, de una parte, de ser identificado con las lesbianas, a
las que se pide que se comporten, que guarden las formas en público
“porque si no, las mujeres no vienen” (Ammann, 1979) -el miedo al
“contagio del estigma”- y, de otra, nada dispuesto a cuestionar el
heterocentrismo de sus discursos (Llamas y Vila, 1997: 202, Gimeno,
2005a: 195).
9
Sau valora el lesbianismo, no por ser “un fenómeno de expresión
sexual diferenciada respecto a la asumida mayoritariamente” sino por su
carácter de “auténtica subversión respecto al sistema”, lo que le confiere
“un clarísimo contenido político y revolucionario”(Ibid., 6). Este
feminismo asocia como constitutivo de la lesbiana una serie de cualidades
deseables para el feminismo: “El lesbianismo cuestiona los valores que
forman parte de la heterosexualidad, el matrimonio, la familia, la
dependencia de la mujer respecto al hombre, la maternidad y los papeles
masculino y femenino. Cuestiona, por lo tanto, indirectamente, el propio
sistema económico” (Ibid., 5). En suma, se valoraba el lesbianismo como
una posición política que cualquier mujer puede hacer suya como la
vanguardia del feminismo.
10
al hablar de un modelo sexual heterosexual masculino, se concibe al varón
como lo activo y por tanto la mujer heterosexual no tiene otro papel que el
de receptora de la sexualidad masculina, ignorándose, así, la sexualidad
femenina (Ammann Martínez, 1980: 3).
11
hemos visto, dos definiciones opuestas se apuntaban: una la que la definía
por la afinidad entre mujeres y la resistencia al patriarcado como nexo de
unión entre las mujeres y otra que apuntaba más bien a la lesbiana como
mujer cuyo deseo sexual se orienta hacia otras mujeres, y que como tal
plantea una problemática específica.
12
Feministas del Estado Español, que mantenía convocatorias estatales
periódicamente. En 1983 se organizan las primeras jornadas de lesbianas
sobre sexualidad en Madrid y más allá de continuar los debates sobre las
diferentes aportaciones desarrolladas en el seno del feminismo sobre la
sexualidad, este encuentro marca el inicio del movimiento organizado de
lesbianas en el Estado español (Llamas y Vila, 1997: 202).
13
Al definirse fundamentalmente como feministas, pero
manteniendo una autonomía en tanto que lesbianas, el colectivo de
lesbianas pretendió definir sus propios intereses y prioridades y portarlas al
movimiento feminista con la intención de que éste asumiera el hecho del
lesbianismo al mismo nivel que la heterosexualidad. Si esto se lograba, el
conjunto del feminismo serviría de caja de resonancia y como plataforma
para una ofensiva social a favor del lesbianismo y en contra de la norma
heterosexual. En cuanto a la forma de entender el lesbianismo, se abogaba
por hacerlo como opción u orientación sexual mientras se desmarcaba,
como ya hemos señalado, tanto de la visión del lesbianismo como opción
política como de la opción que propugnaba el separatismo. Diversas
cuestiones/debates como el de la doble militancia, la pugna
igualdad/diferencia y sobre todo el de la pornografía, las fantasías sexuales
y en general, las sexualidades no ortodoxas marcan las posturas en la
segunda mitad de la década.
14
podíamos hablar de sexualidades diversas, más allá de las jerarquías
sexuales. La buena feminista que, en suma, se correspondía con la lesbiana
política y defendida desde el feminismo cultural anglosajón, se contraponía
a las feministas que se negaban a aceptar una sexualidad normativizada en
aras de la buena apariencia y de la unidad feministas, defendiendo la
promiscuidad hetero u homo, la representación de los roles sexuales y el
sadomasoquismo entre lesbianas.
15
detenidas por besarse abiertamente en la calle dio lugar en 1987 a la
primera Besada de la historia feminista y lesbiana en España, forma de
agitación que se ha repetido en tantas manifestaciones feministas y gays,
atrayendo a los medios de comunicación y visibilizando por primera vez a
las lesbianas. En el mismo año, el caso de la retirada de la custodia de su
hija a una mujer en trance de separación por “sospechas de lesbianismo”
moviliza de nuevo a las lesbianas, poniendo sobre el tapete la problemática
de las madres lesbianas separadas de previas parejas heterosexuales.
16
próximas a otros grupos gays también críticos con los planteamientos
mayoritarios de los varones gays –caso de LSD (siglas sin denominación
fija sino variable: lesbianas sin duda, lesbianas sexo diferente, lesbianas sin
destino, lesbianas sudando deseo o lesbianas sin dinero, entre otros), muy
cercano al grupo “la Radical Gai”-, o continúan dentro del feminismo pero
con sus posiciones lesbianas diluidas y/o dedicadas a otras temáticas –
véase el caso de las miembros del Colectivo de Feministas Lesbianas de
Madrid.
17
formación de grupos, tal y como ha estudiado igualmente Jordi Monferrer
(2006).
18
que ellos representan. El ejemplo de unidad de planteamientos y a veces de
acción lo representó en España LSD y la Radical Gai en los años noventa.
19
siguiéndole algún tiempo después Bodies that Matter, publicado
igualmente por Paidós.
20
sexo, las subculturas sexuales sadomasoquistas o fetichistas. Preciado los
convoca a todos ellos como ´los nuevos proletarios de una posible
revolución sexual` (pp. 12-13), que otros han denominado las multitudes
queer.
21
Bachiller, Gracia Trujillo Barbadillo y Silvia García Dauder, entre otros
nombres, en la producción ensayística queer “local”.
22
del feminismo y/o de la posición de las mujeres a lo largo del siglo XX y
sus producciones artísticas en relación a la sexualidad.
23
como las prácticas sociales e individuales de mujeres y hombres, así como
los debates y las luchas feministas, son fenómenos sustancialmente
corporales. Sexo, género, sexualidad y cuerpo no son categorías estáticas
sino en movimiento, que la autora estudia en este libro por medio de los
itinerarios corporales de doce entrevistadas/os, algunas de ellas lesbianas, a
quienes se concibe como agentes y no meramente víctimas de su propia
vida y trayectorias.
24
sexual” en el que, cuando profundiza en la vejez asociada al lesbianismo,
llega a la conclusión de que es “una combinación no demasiado mala”: la
parte más negativa sería la económica, pero la no dependencia de la mirada
masculina para sentirse deseadas, la relativa ausencia de discriminación por
la edad en las relaciones sexuales entre mujeres, la creación de fuertes lazos
amistosos y de solidaridad con otras mujeres, la mayor longevidad
femenina que produce una diferencia en la “viudez” para las heterosexuales
así como la relativamente numerosa proporción de lesbianas madres –frente
a los gays-, hacen que su situación sea a menudo relativamente mejor que
la de muchos varones gays y mujeres heterosexuales.
25
Bajo esta luz cobra todo el sentido que la asignatura de
“Educación para la ciudadanía” prevea la inclusión en sus contenidos la
crítica a los prejuicios homófobos[14]. Pero hay otro tipo de violencia en las
parejas de mujeres lesbianas, que es uno de los secretos mejor guardados
tanto por las mujeres que la padecen como por parte de los colectivos de
lesbianas. Maite Mateos, responsable del Programa Municipal de Violencia
de Género del Ayuntamiento de Bilbao, resalta la dificultad de aceptar esta
realidad por la prevalencia del mito, alimentado por las lesbianas
feministas, que presenta como idílico el amor entre mujeres e impensable
las relaciones de poder-sumisión entre las mismas. La imprevisión de las
instituciones ante tal fenómeno y la doble vergüenza por ser maltratada y
lesbiana puede llevar a un gran desamparo institucional. En algunos países
europeos, no obstante, en la formación de los profesionales dedicados a la
intervención social en casos de violencia en las relaciones afectivo-sexuales
se incluye expresamente los casos de violencia en parejas de lesbianas y de
gays.
26
vivida como sexo que pone a prueba los límites físicos en un contexto de
roles polarizados vividos como un juego deseado, consentido y seguro. Es
el primer libro de una colección sobre “narrativas de Coming Out” que
comenzará a publicar Bellaterra. Según Viñuales, los datos muestran que
tanto en España como en el resto de países del área occidental, las lesbianas
son pioneras en este tema a diferencia de los gays, que tienden más bien a
crear espacios leathers antes que Bdsm.
27
un largo camino estigmatizado para lograr su ingreso en la categoría
desviada.
28
Cristina Garaizábal (“Transexualidades”), quien coordina la organización
pro-derechos de las prostitutas Hetaira, con la que colabora el colectivo
Transexualia; el segundo a Carla Antonelli (“Situación legal del colectivo
transexual y ley de identidad de género”), coordinadora del área transexual
del Grupo Federal GLTB-PSOE, y en tercer lugar el dossier incluye una
entrevista con la líder feminista lesbiana Empar Pineda sobre la
reasignación de sexo, en la que cuenta su experiencia en la Clínica Isadora,
donde se tratan médicamente aspectos de salud sexual y reproductiva, entre
ellos la cirugía de reasignación de sexo.
INVISIBILIDAD/INVISIBILIZACIÓN
29
aqueja a la comunidad lésbica. La autora, psicóloga clínica en un servicio
municipal de información y asistencia para lesbianas[16], encontró que los
progenitores que consultan por un hijo varón triplican a los que consultan
por una hija; en ningún caso un padre varón había consultado por una hija
lesbiana. Ello se correlaciona positivamente con los estudios –entre ellos
los de Soriano Rubio (1999)- que señalan que los hijos homosexuales
varones comunican su homosexualidad a sus familias más que las hijas
lesbianas. Según Pérez Sancho, otros estudios norteamericanos indican que
el sexo del hijo/a homosexual es un factor diferencial muy fuerte a la hora
de la integración de la homosexualidad de ese miembro en la familia,
siendo más fácil integrar a un hijo gay que a una hija lesbiana. A ello se
une que los hombres revelan antes y con mayor frecuencia su
homosexualidad en su entorno. Como señala Gimeno, “nuestra
discriminación tiene más que ver con el género que con la orientación
sexual”. A las habituales dificultades por el hecho de ser mujeres en un
mundo masculino –en el mundo laboral, profesional, en la consideración
social de los hombres hacia las mujeres etc.- añade Empar Pineda “el
tremendo problema de las dependencias afectivas hacia padres y madres
como factor determinante en no atreverse a dar la cara” (2007). Parece
claro que a las mujeres les resulta más complicado salir del armario.
30
tanto desde el movimiento feminista como desde el movimiento de
liberación de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Estudiar la
participación de las mujeres lesbianas en cada uno de estos ámbitos es lo
que ha hecho José Ignacio Pichardo (2006), comprobando la forma en que
abren caminos para el reconocimiento de los derechos de las personas
homosexuales en el movimientos feminista y para los derechos de las
mujeres en el movimiento LGTB.
31
benigno al amparo del cual muchas lesbianas siguen su vida sin que se sepa
la naturaleza real de sus relaciones”.
32
heterosexismo. La comprensión de la heterosexualidad como una
institución impuesta por una enorme presión social, tal y como destacaron
Wittig y Rich, abrió la posibilidad de desaprender a ser heterosexuales y
entender la orientación sexual como una opción. Para lograrlo, un camino
que algunas emprendieron fue el de intentar crear un lenguaje y una
cultura femeninos que primara ciertos valores más habitualmente ligados a
lo femenino y, por tanto, desvalorizados.
33
quien a su vez parte Nancy Chodorow (1984) en su archiconocido primer
trabajo. Dinnerstein comprueba que en todas las sociedades conocidas, son
las mujeres las que se ocupan primordialmente del cuidado de las criaturas,
y por tanto, en el principio de la vida está una mujer. Esto engendra su
asociación con todo lo que es bienestar pero también refleja la dependencia
del infante de esa poderosa fuente de vida para lo bueno y lo malo. Esto, en
un contexto patriarcal, no ha sido soportado por los hombres, que han
logrado un matricidio simbólico y la privación de poder a la madre[17].
34
femenina”, “la escritura de lo no dicho por el lenguaje falogocéntrico”
(Suárez Briones), un biolenguaje de la madre y lo femenino, que así
impone la presencia de lo ausente por medio de abrirse a la alteridad (1997:
78).
35
restablecería si logramos resistir al orden simbólico patriarcal, matricida
por definición.
36
minorías sexuales o se incorporaron más tarde? Y si esto es así: ¿constan en
la narrativa histórica? ¿Y en el imaginario lgtb? La investigación demuestra
que sí estuvieron en el origen y que apenas se menciona su existencia. El
estudio analiza por qué siguen siendo invisibles en el relato de esa Historia.
La invisibilidad de las lesbianas se extiende de igual modo a las políticas de
igualdad, tema de la tesina de Raquel Platero (2004), quien sostiene que los
diferentes actores políticos construyen los problemas públicos en función
de sus propios marcos interpretativos. Su investigación explora la
representación de los problemas de gays y lesbianas, así como la
conformación de la agenda política, orientada primero hacia las parejas de
hecho y más tarde hacia el matrimonio homosexual. Las políticas públicas
de igualdad son analizadas con detenimiento para mostrar que las lesbianas
no son representadas como mujeres con las excepciones que se indican.
37
discurso desde las posiciones queer, como crítica minoritaria a las
posiciones “asimilacionistas” representadas por la lucha por la igualdad
legal entre la comunidad homosexual y la más amplia sociedad
heterosexual. Finalmente, aunque en los últimos años hemos visto la
multiplicación de tesis doctorales y publicaciones por parte de lesbianas,
falta una mínima institucionalización de los estudios gay, lésbicos y queer,
auténtica asignatura pendiente.
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Nota biográfica
42
Raquel Osborne. Doctora en Sociología (UCM) y Master en Sociología (M. Ph.) por la
Universidad de Nueva York. Actualmente es Profesora Titular en Sociología del Género en el
Departamento de Sociología III de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Sus investigaciones giran sobre todo en torno a la sociología del género y la sociología de la
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Madrid: Cátedra, Col. Feminismos, 1993.-(Coord..): La violencia contra las mujeres. Realidad
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Madrid: CIS, 2003.-(Co-dir.), La mujeres y los niños primero: discursos de la
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[1]
Este artículo toma como su punto de partida el publicado en 2006 por Raquel Osborne y
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[2]
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tres divorcios después”, El País, Sociedad, 2 de julio.
[3]
Benito, Emilio de (2006): El País, Sociedad, 30 de junio.
[4]
de Benito, Emilio. 2006. “Islotes de tolerancia”, El País, Sociedad, 17 de junio 2006.
[5]
Beatriz Gimeno (2005b) escribió una novela, Su cuerpo era su gozo, sobre el caso de dos
lesbianas, cuyo amor fue reprimido brutalmente en las postrimerías del franquismo por medio
del internamiento y administración de electroshocks durante años a una de ellas en un
psiquiátrico y la amenaza de cárcel a su compañera. Sobre el mismo hecho Juan Carlos Claver
hizo una desgarradora película, Electroshock (2006).
[6]
Mientras que el lesbianismo político florecía en los USA en los años setenta y principio de los
ochenta, aquí nos llegaban vagos ecos –como por ejemplo, el representado por Victoria Sau, una
no lesbiana por otra parte; pensemos que el famoso trabajo de Adrienne Rich “ Compulsory
Heterosexuality and Lesbian Existence” no fue traducido aquí hasta 1985-, y cuando las
lesbianas organizadas se posicionaron “políticamente” –véase, por ejemplo, el Colectivo de
Feministas Lesbianas de Madrid (CFLM)-, se desmarcaron tanto de este tipo de lesbianismo
como del separatista. Véase a este respecto Gimeno 2006 y Pineda 2007.
[7]
No conozco otro caso, ni aquí ni allende nuestras frontera, en particular en los EEUU, donde
esta corriente comenzó a tomar cuerpo a principios de los años setenta, de una feminista
heterosexual que articule y se manifieste tan contundentemente a favor de esta propuesta.
[8]
Agradezco a Rosalía Romero haberme hecho llegar un pequeño dossier con algunos textos no
publicados de Gretel Ammann.
[9]
Gretel Ammann, líder del Grupo de Amazonas de Barcelona, conoció en esta época los
escritos de Monique Wittig. Vid. Navarrete, Ruido y Vila. 2005. vol. 2, p. 167.
[10]
Para esta parte he contado, más allá de mi propio conocimiento, sobre todo con los trabajos
de Llamas y Vila (1997) y Pineda (2007).
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[11]
Conviene aclarar que, hasta donde se me alcanza, la intensidad de sus críticas nunca ha
negado la importancia de un logro del calibre de la legalización del matrimonio y la adopción.
[12]
De Benito, Emilio: “Los representantes de cuatro confesiones se unen para pedir la
protección del matrimonio homosexual”, El País, 21-4-2005, p. 34.
[13]
Wittig ya había sido publicada con anterioridad, pero esta nueva edición se hace en el
contexto del florecimiento de lo queer en España.
[14]
Susana Pérez de Pablos, “Educación para la ciudadanía incluirá la crítica a los ´prejuicios
homófobos`”, El País, 30 de octubre de 2006, SOCIEDAD, p. 39.
[15]
BDSM: según Wikipedia estas siglas denotan Bondage –ataduras- y Sumisión (B&S),
Dominación y Sumisión (D&S) y Sadismo y Masoquismo (S&M).
[16]
Este servicio en Vitoria-Gasteiz es pionero en el Estado Español y financiado íntegramente
por una institución pública. Dicho ayuntamiento fue también pionero a la hora de poner en
marcha el Registro de uniones civiles.
[17]
Conviene recordar que Victoria Sau ya en 1979 habla del primer amor femenino por las
madres, de cómo eso conduce a posibles lesbianismos, de cómo se encauza la homosexualidad
al igual que la heterosexualidad (p.65-66), de la dimensión de poder de la maternidad cuando
deja de estar controlada por el otro sexo (p. 90), de la forma en que el hombre es prescindible
cuando no innecesario y de cómo la única relación importante sería la de madre e hija (p.94).
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