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La Guerra Hibrida, El Teatro Del Poder Globalista - Juan Francisco Besson
La Guerra Hibrida, El Teatro Del Poder Globalista - Juan Francisco Besson
Podemos tomar esta categoría polemológica[2] como un nuevo tipo de guerra que “viene a dar
por superada la guerra asimétrica”.[3] La causa de esta reconfiguración estriba en la dificultad de
la principal potencia militar mundial -los Estados Unidos– para derrotar a fuerzas insurgentes
y warlords[4] en Estados fallidos -Afganistán e Irak-. A lo cual se sumó la de Israel para hacer lo
propio con Hizbollah[5] en el conflicto del verano de 2006. Dicho con otras palabras, no se trata de
un debate meramente académico, ni tampoco de una disquisición teórica separada de la realidad.
Al revés, el origen de este nuevo debate reside en la necesidad de adaptación a escenarios que ya
no responden a los estándares de las guerras clásicas o convencionales.
Las revoluciones de color pueden ser generalmente concebidas como “protestas populares
presuntamente legítimas” externamente organizadas o desencadenadas desde el extranjero y
promovidas por los principales medios de comunicación y redes sociales que apuntan a derrocar al
gobierno a través de medios supuestamente “pacíficos”. En realidad, las revoluciones de color
tienen una tendencia alarmante de evolucionar hacia el terrorismo urbano y los disturbios, pero la
percepción occidental de estos movimientos es que son “pacíficos” y que cualquier violencia por
su parte es debida a las “provocaciones” del gobierno local. De nuevo, la realidad de la situación
refuta esta caracterización, dado que la violencia de la revolución de color es desencadenada por
los mismos “manifestantes”, tanto a través de una muchedumbre que se ha formado como
resultado de la psicología de masas siendo transformada en el arma que esperaban los
organizadores, o a través de unos pocos provocadores en su lado. Esto no significa que todo el
mundo que levanta una pancarta y marcha a través de una plaza de la ciudad sea un “agente
extranjero”.[10]
Las revoluciones de color por tanto, funcionan mejor cuando hay algún grado de insatisfacción
genuina hacia un Estado o gobierno objetivo o parte de su agenda, y esto ayuda a atraer
“naturalmente” más gente al incipiente movimiento de cambio de régimen al reducir el “coste de
entrada” para ganar acceso a la confianza de sus conciudadanos. Si la gente ya está
cuestionándose a su gobierno, tanto por sí mismos como debido al precondicionamiento
informativo desde elementos anti-gubernamentales -sean extranjeros o nacionales-, entonces ya
son mucho más receptivos al tipo de retórica lanzada por los organizadores de la revolución de
color y sus patrocinadores.[11]
Lo que empieza como una “protesta popular” aparente, podría de este modo evolucionar hacia
una guerra civil o internacional dependiendo de las circunstancias, escenarios, y motivaciones
involucradas. Mientras que la guerra total es una consecuencia muy común de las revoluciones de
color fallidas en sociedades no-occidentales, las occidentales se enfrentan a riesgos similares, no
obstante, de una intensidad menor y principalmente organizadas a lo largo de líneas de conflicto
social-racial. Según Korybko cuando un intento de revolución de color fracasa, como
desgraciadamente para EEUU ocurrió en Siria en 2011, el plan de sustitución es implementar una
guerra no convencional aplicada directamente sobre la infraestructura social y los métodos
organizativos anteriores.
Es importante apuntar, sin embargo, que también hay revoluciones de colores inversas tales como
los movimientos anti-OTAN en Serbia y Montenegro,[12] y las manifestaciones patrióticas en
la República de Macedonia que venció los dos intentos consecutivos de revolución de color por
EEUU Estos ejemplos prueban que la tecnología de la revolución de color ahora ha proliferado
desde el terreno de los “actores no-estatales” occidentales, a los no-occidentales que están
genuinamente fuera del control de cualquier Estado extranjero.
Casi todas las ONGs vinculadas al extranjero, aparte de aquellas dedicadas puramente al trabajo
humanitario con la supervisión y permiso explícitos del Estado anfitrión, se dedican a
precondicionar a la población objetivo para que acepten las narrativas construidas. Aquellas sobre
todo enfocadas sobre temas históricos, sociales y/o políticos, que apuntan a modelar la
mentalidad de la audiencia y contribuir a la formación de identidades absolutamente nuevas o a
reformar las existentes.
Las ONGs trabajan junto a los portales mediáticos -nuevos y tradicionales- en la difusión de estas
ideas y la multiplicación del efecto que tienen en la alteración de las conciencias de sus audiencias,
así como en promocionar la organización y los objetivos predeterminados de sus mecenas para
fomentar la separación identitaria convertida en arma. “Hechos” falsos, desacreditados y
cuestionables, circulan habitualmente en el triángulo información-medios-academias de las
comunidades y agentes favorables para extender las nuevas mitologías, que de manera resultante,
causan una ingeniería social en las mentalidades de los perfiles demográficos objetivo, a través de
la ilusión elaborada de que “voces acreditadas” están apoyando tales nuevas mitologías.[13]
Una vez que la infraestructura social e informativa han realizado el acondicionamiento previo,
llega la etapa en la que los patrocinadores externos tienen confianza en su potencial para alterar la
situación política en el Estado objetivo, poniéndose en escena una provocación con el fin de crear
un disparador ‘verosímil’ para situar en vanguardia públicamente al movimiento
antigubernamental e iniciar abiertamente el esquema de desestabilización.
Si la revolución de color, o presión “suave”, no llega a cosechar los dividendos deseados, entonces
este movimiento se transforma en una guerra no convencional, o presión “dura”, a través de una
serie de etapas escaladas. Cuando esto sucede, algunos de los revolucionarios de color se
transforman en terroristas insurgentes, apoyados entonces por los Estados vecinos pro-
estadounidenses. Con una ayuda que se canaliza mediante combatientes adicionales, armas y
ayuda material a sus representantes.
La guerra no-convencional es la segunda y más lógica etapa de una revolución de color que se
convierte en su intensificación “lógica” por el fracaso de una “pacífica revolución popular” para
derrocar a un gobierno. Puede ser fácilmente resumida como la violencia cometida por alguien
fuera de un uniforme militar y por fines políticos. En la relevancia práctica sobre el tema que
estamos abordando, la guerra no-convencional empieza estallar en el momento que un
“manifestante” lanza una roca o un cóctel molotov, y se vuelve más extrema cuando hay
individuos que recurren a la guerra de guerrillas o al terrorismo.
Frente a la derrota en las calles, los organizadores extranjeros puede que no quieran abandonar su
objetivo, de ahí el motivo por el que fomenten que sus cohortes[15] tomen parte en la violencia y
la guerra no-convencional para intensificar la crisis política y llevarla a un nivel cualitativamente
nuevo de emergencia en la seguridad nacional. Este caso sigue tras una revolución de color
fracasada que occidente puede vender como que ha sido derrotada solamente debido a “los
asesinatos autoritarios tiránicos” de un “dictador”, entonces toma un significado totalmente
diferente y se convierte en una “causa” para que el público (occidental) “global” se reúna para dar
apoyo.
A modo de conclusión me parece pertinente destacar que algunos analistas encuadran a la guerra
hibrida dentro de las denominadas guerras de sexta generación. En función de que abarcan todos
los aspectos posibles de desestabilización del país contra el que se acciona, esto incluye su
economía, su moneda, sus redes de abastecimiento, sus redes de distribución y comercio, su
producción, su cultura popular, sus valores éticos y morales, sus formas de gobierno, sus
instituciones del Estado, sus líderes políticos, su integridad territorial, sus partidos políticos, sus
organizaciones populares y movimientos sociales. Esta nueva modalidad ataca con un plan muy
bien estructurado desde los thinks tanks[16] de las fuerzas aliadas de los EEUU a todos los factores
antes mencionados siendo su principal ámbito de acción el control de la información y
comunicación tanto nacional como internacional, causando así un efecto devastador en la
manipulación de las matrices de opinión contra el Estado objetivo. La guerra de sexta generación
según Roso Grimau, persigue la destrucción del orden jurídico internacional, la creación de
enemigos necesarios, la destrucción de los Estados-nación, y se hace uso de la guerra económica
total y de la ciberguerra, entrenando, creando, financiando y utilizando “ejércitos difusos”, y hasta
se llega a la creación de “Estados difusos” como el Estado Islámico.[17]
[1] Entendida la segunda acepción del Diccionario de la RAE, como: “2. Influencia, generalmente
decisiva, de un grupo de empresas comerciales o de personas poderosas en los asuntos políticos y
económicos de un país.”
[3] Esteban Villarejo, “La nueva guerra híbrida”, en ABC, 29 de octubre de 2014. Cita como fuente
un informe del IEEE y varios autores.
[4] Jefes de guerra: Termino que sirve para hacer referencia a una persona con poder que tiene de
facto el control militar y el poder político de un área subnacional, gracias a un grupo de fuerzas
armadas leales al señor de la guerra y no a la autoridad central. También puede referirse a alguien
que sigue el ideal de que la guerra es necesaria, llegando a convertirla en la forma de vida de su
gente, y que tiene los medios y la autoridad para declarar una. También pueden ser llamado
caudillo militar o adalid.
[5] Organización islámica musulmana chií libanesa que cuenta con un brazo político y otro
paramilitar. Fue fundado en el Líbano en 1982 como respuesta a la intervención israelí de ese
momento.
[6] El nombre “revolución de color” está relacionado con el uso simbólico de colores o nombres de
flores que suelen adoptar los manifestantes como elementos de identificación (la Revolución de
las Rosas en Georgia, la Revolución Naranja en Ucrania, la Revolución de los Tulipanes en
Kirguistán, etc.). La invención de la categoría se lo debemos a Gene Sharp, filósofo, político,
profesor y escritor estadounidense, autor de los libros “La política de la acción no violenta” y “De
la dictadura a la democracia”.
[9] Es el Estado Nacional recipiendario de la injerencia extranjera indirecta –por medio de ONGs,
medios masivos de comunicación y redes sociales, grupos de activistas, personajes influyentes,
etc- , a través de la cual se busca cambiar el líder por otro más obediente a los intereses del
Estado extranjero.
[11] Ibidem.
[15] Categoría tomada de la cohorte romana que era una unidad táctica de infantería del antiguo
ejército romano.