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La guerra hibrida: el teatro del poder globalista

Por Juan Facundo Besson*

La nueva sinarquía[1] globalista gerenciada por el unipolarismo estadounidense, está en un


proceso de reconfiguración estratégica en función de su duro revés en Irak y Afganistán. En este
marco de reformulación, las llamadas guerras de tercera y cuarta generación empezaron a perder
entidad y como corolario comenzaron a aparecer nuevas modalidades de intervención donde se
conjugan múltiples tácticas y actores. En este sentido, podemos encontrar que los orígenes de la
llamada guerra híbrida son modestos, pero pronto fueron adquiriendo una resonancia inusitada
en círculos de expertos civiles y militares.

Podemos tomar esta categoría polemológica[2] como un nuevo tipo de guerra que “viene a dar
por superada la guerra asimétrica”.[3] La causa de esta reconfiguración estriba en la dificultad de
la principal potencia militar mundial -los Estados Unidos– para derrotar a fuerzas insurgentes
y warlords[4] en Estados fallidos -Afganistán e Irak-. A lo cual se sumó la de Israel para hacer lo
propio con Hizbollah[5] en el conflicto del verano de 2006. Dicho con otras palabras, no se trata de
un debate meramente académico, ni tampoco de una disquisición teórica separada de la realidad.
Al revés, el origen de este nuevo debate reside en la necesidad de adaptación a escenarios que ya
no responden a los estándares de las guerras clásicas o convencionales.

Los conflictos híbridos implican esfuerzos a diferentes niveles, con el objetivo de desestabilizar un


estado funcional y provocar una polarización de su sociedad. A diferencia de lo que ocurre en la
guerra convencional, el centro de gravedad de la guerra híbrida es un sector determinado de la
población. El enemigo trata de influenciar a los estrategas políticos más destacados y a los
principales responsables de la toma de decisiones combinando el uso de la presión con
operaciones subversivas. El agresor a menudo recurre a actuaciones clandestinas para no asumir
la responsabilidad o las posibles represalias.

De acuerdo a lo señalado por el analista internacional Andrew Korybko, la guerra híbrida supone


en la práctica, la transición desde la revolución de color[6] a una guerra no convencional con el fin
de buscar el cambio de régimen o el federalismo identitario en un Estado objetivo. Enfatiza que
“(…) el gran objetivo detrás de cada guerra híbrida es interrumpir proyectos de conexión
multipolar transnacionales a través de diversos conflictos de identidad provocados externamente
(étnicos, religiosos, regionales, políticos, etc.) dentro del objetivo de un estado de tránsito”.[7] La
guerra híbrida es vista como la última forma de agresión que está realizada por las fuerzas
unipolares contra el orden mundial multipolar emergente, y el modo indirecto en que es
practicado, protege al perpetrador de las repercusiones inmediatas y así incrementa el atractivo
de esta estratagema.[8]

Siguiendo la obra de Andrew Korybko “Guerras Híbridas: Aproximación adaptativa indirecta al


cambio de régimen” se puede señalar que las revoluciones de color se configuran cuando las
organizaciones no gubernamentales (en adelante ONGs) y las agencias de inteligencia trabajan
para cultivar grupos con fachada de sociedad civil en el interior de los estados objetivo.[9] Antes
de que cualquier hostilidad comience, las ONGs y las agencias de inteligencia pasan su tiempo
fomentando entre la población el sentido de diferencias profundamente arraigadas que por lo
general se centran en alguna forma de identidad, ya sea real, imaginada o exagerada, con el fin de
fabricar un resentimiento antigubernamental más intenso.

Las revoluciones de color pueden ser generalmente concebidas como “protestas populares
presuntamente legítimas” externamente organizadas o desencadenadas desde el extranjero y
promovidas por los principales medios de comunicación y redes sociales que apuntan a derrocar al
gobierno a través de medios supuestamente “pacíficos”. En realidad, las revoluciones de color
tienen una tendencia alarmante de evolucionar hacia el terrorismo urbano y los disturbios, pero la
percepción occidental de estos movimientos es que son “pacíficos” y que cualquier violencia por
su parte es debida a las “provocaciones” del gobierno local. De nuevo, la realidad de la situación
refuta esta caracterización, dado que la violencia de la revolución de color es desencadenada por
los mismos “manifestantes”, tanto a través de una muchedumbre que se ha formado como
resultado de la psicología de masas siendo transformada en el arma que esperaban los
organizadores, o a través de unos pocos provocadores en su lado. Esto no significa que todo el
mundo que levanta una pancarta y marcha a través de una plaza de la ciudad sea un “agente
extranjero”.[10]

Las revoluciones de color por tanto, funcionan mejor cuando hay algún grado de insatisfacción
genuina hacia un Estado o gobierno objetivo o parte de su agenda, y esto ayuda a atraer
“naturalmente” más gente al incipiente movimiento de cambio de régimen al reducir el “coste de
entrada” para ganar acceso a la confianza de sus conciudadanos. Si la gente ya está
cuestionándose a su gobierno, tanto por sí mismos como debido al precondicionamiento
informativo desde elementos anti-gubernamentales -sean extranjeros o nacionales-, entonces ya
son mucho más receptivos al tipo de retórica lanzada por los organizadores de la revolución de
color y sus patrocinadores.[11]

Lo que empieza como una “protesta popular” aparente, podría de este modo evolucionar hacia
una guerra civil o internacional dependiendo de las circunstancias, escenarios, y motivaciones
involucradas. Mientras que la guerra total es una consecuencia muy común de las revoluciones de
color fallidas en sociedades no-occidentales, las occidentales se enfrentan a riesgos similares, no
obstante, de una intensidad menor y principalmente organizadas a lo largo de líneas de conflicto
social-racial. Según Korybko cuando un intento de revolución de color fracasa, como
desgraciadamente para EEUU ocurrió en Siria en 2011, el plan de sustitución es implementar una
guerra no convencional aplicada directamente sobre la infraestructura social y los métodos
organizativos anteriores.

Es importante apuntar, sin embargo, que también hay revoluciones de colores inversas tales como
los movimientos anti-OTAN en Serbia y Montenegro,[12] y las manifestaciones patrióticas en
la República de Macedonia que venció los dos intentos consecutivos de revolución de color por
EEUU Estos ejemplos prueban que la tecnología de la revolución de color ahora ha proliferado
desde el terreno de los “actores no-estatales” occidentales, a los no-occidentales que están
genuinamente fuera del control de cualquier Estado extranjero.

 El papel de las ONGs en la revolución de color

Casi todas las ONGs vinculadas al extranjero, aparte de aquellas dedicadas puramente al trabajo
humanitario con la supervisión y permiso explícitos del Estado anfitrión, se dedican a
precondicionar a la población objetivo para que acepten las narrativas construidas. Aquellas sobre
todo enfocadas sobre temas históricos, sociales y/o políticos, que apuntan a modelar la
mentalidad de la audiencia y contribuir a la formación de identidades absolutamente nuevas o a
reformar las existentes.

Las ONGs trabajan junto a los portales mediáticos -nuevos y tradicionales- en la difusión de estas
ideas y la multiplicación del efecto que tienen en la alteración de las conciencias de sus audiencias,
así como en promocionar la organización y los objetivos predeterminados de sus mecenas para
fomentar la separación identitaria convertida en arma. “Hechos” falsos, desacreditados y
cuestionables, circulan habitualmente en el triángulo información-medios-academias de las
comunidades y agentes favorables para extender las nuevas mitologías, que de manera resultante,
causan una ingeniería social en las mentalidades de los perfiles demográficos objetivo, a través de
la ilusión elaborada de que “voces acreditadas” están apoyando tales nuevas mitologías.[13]

En China son conocedores de las herramientas utilizadas por la potencia hegemónica para


establecer redes de influencia y desestabilización en el mundo, especialmente allí donde estén en
juego intereses estratégicos y geopolíticos, el último borrador de la nueva ley para las ONG
extranjeras prevé la supervisión policial y controles más estrictos sobre sus vías de financiación.
[14]

Una vez que la infraestructura social e informativa han realizado el acondicionamiento previo,
llega la etapa en la que los patrocinadores externos tienen confianza en su potencial para alterar la
situación política en el Estado objetivo, poniéndose en escena una provocación con el fin de crear
un disparador ‘verosímil’ para situar en vanguardia públicamente al movimiento
antigubernamental e iniciar abiertamente el esquema de desestabilización.

Si la revolución de color, o presión “suave”, no llega a cosechar los dividendos deseados, entonces
este movimiento se transforma en una guerra no convencional, o presión “dura”, a través de una
serie de etapas escaladas. Cuando esto sucede, algunos de los revolucionarios de color se
transforman en terroristas insurgentes, apoyados entonces por los Estados vecinos pro-
estadounidenses. Con una ayuda que se canaliza mediante combatientes adicionales, armas y
ayuda material a sus representantes.

El pasaje a la guerra no-convencional

La guerra no-convencional es la segunda y más lógica etapa de una revolución de color que se
convierte en su intensificación “lógica” por el fracaso de una “pacífica revolución popular” para
derrocar a un gobierno. Puede ser fácilmente resumida como la violencia cometida por alguien
fuera de un uniforme militar y por fines políticos. En la relevancia práctica sobre el tema que
estamos abordando, la guerra no-convencional empieza estallar en el momento que un
“manifestante” lanza una roca o un cóctel molotov, y se vuelve más extrema cuando hay
individuos que recurren a la guerra de guerrillas o al terrorismo.

Frente a la derrota en las calles, los organizadores extranjeros puede que no quieran abandonar su
objetivo, de ahí el motivo por el que fomenten que sus cohortes[15] tomen parte en la violencia y
la guerra no-convencional para intensificar la crisis política y llevarla a un nivel cualitativamente
nuevo de emergencia en la seguridad nacional.  Este caso sigue tras una revolución de color
fracasada que occidente puede vender como que ha sido derrotada solamente debido a “los
asesinatos autoritarios tiránicos” de un “dictador”, entonces toma un significado totalmente
diferente y se convierte en una “causa” para que el público (occidental) “global” se reúna para dar
apoyo.

Cuando la Revolución de Color experimenta la transición gradual hacia una guerra híbrida


mediante la evolución hacia una Guerra No-Convencional, hay mucho del anterior arreglo
estructural tras la escena que simplemente sigue igual pero con un nombre diferente. Muchas de
las redes de ONGs y su personal, evolucionan hacia insurgentes armados o proporcionan a los
combatientes apoyo informativo, organizativo, logístico, y/o material.

Si el gobierno no se altera, cambia, o reinicia tras experimentar la coerción “pacífica” de


la Revolución de Color con la que los intereses extranjeros y sus ONGs -cual soldados de a pie-
intentan forzarlo “democráticamente”, entonces el gobierno o gobiernos tras la farsa, pueden
tomar la decisión de iniciar una guerra híbrida mediante la transición desde una Revolución de
Color hacia una Guerra No-Convencional. No siempre se garantiza que este sea el caso, dado que
algunas veces, ciertos disturbios de Revolución de Color no están plenamente respaldados por sus
patrocinadores extranjeros y redes de ONGs, y en cambio son exámenes de prueba para evaluar
las vulnerabilidades estructurales, así como las respuestas, y otro tipo de inteligencia valiosa que
podría ser muy útil en un futuro escenario de alteración de régimen, cambio de régimen, o reinicio
de régimen que esté apoyado con más determinación para esos propósitos. Después de todo, si el
Estado es lo bastante fuerte como para defenderse contra este ataque asimétrico usando las
medidas de seguridad democrática o la futura insurgencia carece de la viabilidad a largo plazo para
sostener una campaña exitosa de guerra híbrida de alteración de régimen, cambio de régimen, o
reinicio de régimen, entonces puede que los patrocinadores extranjeros retiren su apoyo para la
agitación y esperen hasta que otra oportunidad futura pudiera ser maquinada en un momento
más decisivo.

La guerra hibrida: ¿estamos ante una nueva generación?

A modo de conclusión me parece pertinente destacar que algunos analistas encuadran a la guerra
hibrida dentro de las denominadas guerras de sexta generación. En función de que abarcan todos
los aspectos posibles de desestabilización del país contra el que se acciona, esto incluye su
economía, su moneda, sus redes de abastecimiento, sus redes de distribución y comercio, su
producción, su cultura popular, sus valores éticos y morales, sus formas de gobierno, sus
instituciones del Estado, sus líderes políticos, su integridad territorial, sus partidos políticos, sus
organizaciones populares y movimientos sociales. Esta nueva modalidad ataca con un plan muy
bien estructurado desde los thinks tanks[16] de las fuerzas aliadas de los EEUU a todos los factores
antes mencionados siendo su principal ámbito de acción el control de la información y
comunicación tanto nacional como internacional, causando así un efecto devastador en la
manipulación de las matrices de opinión contra el Estado objetivo. La guerra de sexta generación
según Roso Grimau, persigue la destrucción del orden jurídico internacional, la creación de
enemigos necesarios, la destrucción de los Estados-nación, y se hace uso de la guerra económica
total y de la ciberguerra, entrenando, creando, financiando y utilizando “ejércitos difusos”, y hasta
se llega a la creación de “Estados difusos” como el Estado Islámico.[17]

*Abogado, integrante del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, Políticas y Jurídicas


“Renato Treves”, colaborador del CEIEP.

[1] Entendida la segunda acepción del Diccionario de la RAE, como: “2. Influencia, generalmente
decisiva, de un grupo de empresas comerciales o de personas poderosas en los asuntos políticos y
económicos de un país.”

[2] Polemología (del griego [polemos] “guerra”, “conflicto”- y [logos]-“estudio”): es un neologismo


acuñado por el sociólogo francés Gastón Bouthoul. Se define como el estudio objetivo y científico
de las guerras como fenómeno social susceptible de observación, encaminado a prevenir y
resolver los conflictos internacionales que las pueden desencadenar. Se pueden citar otros autores
que abordaron el significado bélico desde una perspectiva polemológica como: Carl Von
Clausewitz, Colmar von der Goltz, Carl Schmitt, Julen Freund, Liddell Hart y Juan Domingo
Perón  entre otros.

[3] Esteban Villarejo, “La nueva guerra híbrida”, en ABC, 29 de octubre de 2014. Cita como fuente
un informe del IEEE y varios autores.

[4] Jefes de guerra: Termino que sirve para hacer referencia a una persona con poder que tiene de
facto el control militar y el poder político de un área subnacional, gracias a un grupo de fuerzas
armadas leales al señor de la guerra y no a la autoridad central. También puede referirse a alguien
que sigue el ideal de que la guerra es necesaria, llegando a convertirla en la forma de vida de su
gente, y que tiene los medios y la autoridad para declarar una. También pueden ser llamado
caudillo militar o adalid.

[5] Organización islámica musulmana chií libanesa que cuenta con un brazo político y otro
paramilitar. Fue fundado en el Líbano en 1982 como respuesta a la intervención israelí de ese
momento.

[6] El nombre “revolución de color” está relacionado con el uso simbólico de colores o nombres de
flores que suelen adoptar los manifestantes como elementos de identificación (la Revolución de
las Rosas en Georgia, la Revolución Naranja en Ucrania, la Revolución de los Tulipanes en
Kirguistán, etc.). La invención de la categoría se lo debemos a Gene Sharp, filósofo, político,
profesor y escritor estadounidense, autor de los libros “La política de la acción no violenta” y “De
la dictadura a la democracia”.

[7] Andrew Korybko, “guerras híbridas y seguridad democrática”

[8]   Andrew Korybko, “las ONGs y la mecánica de la guerra híbrida” consultado el 21 de mayo de


2017 en

[9] Es el Estado Nacional recipiendario de la injerencia extranjera indirecta –por medio de ONGs,
medios masivos de comunicación y redes sociales, grupos de activistas, personajes influyentes,
etc- , a través de la cual se busca cambiar el  líder por otro más obediente a los intereses del
Estado extranjero.

[10] Ketehon, Entrevista al referente a las guerras híbridas con andrew korybko

[11] Ibidem.

[12] Para mayor información véase “Marcha serbia contra la OTAN” y “Primer ministro serbio


asegura que su país no ingresará en la OTAN”.

[13] Andrew Korybko, “Revoluciones de color y cultura: patriotismo vs. nacionalismo”

[14] Katehon, “guerra no convencional: china incrementará el control sobre las ongs extranjeras”

[15] Categoría tomada de la cohorte romana que era una unidad táctica de infantería del antiguo
ejército romano.

[16] Es una institución o grupo de expertos de naturaleza investigadora, cuya función es la


reflexión intelectual sobre asuntos de política social, estrategia política, economía, militar,
tecnología o cultura. Pueden estar vinculados o no a partidos políticos, grupos de presión
o lobbies, pero se caracterizan por tener algún tipo de orientación ideológica marcada de forma
más o menos evidente ante la opinión pública. De ellos resultan consejos o directrices que
posteriormente los partidos políticos u otras organizaciones pueden o no utilizar para su actuación
en sus propios ámbitos.

[17] Grimau, Roso, “Conoce sobre las guerras de sexta generación”

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