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Vertho.

Esta es la historia de vertho, un pequeño duende que deseaba tener una granja para alimentar a
su familia.

Vertho vivía en un pequeño, pero muy bonito honguito, con blancas paredes y un techo con
muchos colores junto con sus padres y sus hermanos. Su papá trabajaba en la estación oruga y su
mamá se encargaba de que su hongo estuviera siempre limpio, ordenado y muy colorido para
cuando llegara su esposo. Vertho quería que cuando su papá se retirara no pasaran penas para
conseguir comida y se propusó comprar una granja y de esa forma nunca faltaría comida para su
familia.

Cuando Vertho se graduó de la escuela tuvo muchos trabajos, cambiando las bombillas de las
luciérnagas, fabricando tubos de bambú para transportar agua e incluso entrenando musarañas
para carretas. Pero lo que ganaba Vertho no era suficiente para comprar una granja, así que se
despidió de su familia, montó en una oruga y viajó a la ciudad, donde trabajó en una fábrica que
construía sillas de montar para pájaros. Un día cuando Vertho iba camino al trabajo, se encontró
un anuncio que prometía ganar mucho dinero en poco tiempo en un pueblo no muy lejos de ahí,
Vertho se entusiasmó tanto que abandonó su empleo y se dirigió al pueblo en busca de ese nuevo
empleo, ahí se encontró con Ranky un viejo duende que le contó que con los ahorros de su vida
había comprado unas tierras donde seguro encontrarían oro, pero que él ya era demasiado viejo
para trabajar en una mina, así que estaba buscando a una persona que lo ayudara a trabajar y
cuando encontraran oro le daría la mitad de su fortuna.

Vertho aceptó el trato y se puso a trabajar día y noche sin descanso, hasta que al pasar unos días
se dio cuenta que no sería tarea fácil, Ranky le dijo que no se preocupara que conseguiría más
duendes con los cuales compartiría el trabajo y por supuesto el oro, llegaron más duendes y
Vertho continuó trabajando hasta que se dio cuenta que ya había cavado muy hondo y no había
rastro del oro, Vertho quizó renunciar pero Ranky le dijó que el oro estaba cerca, que por ser el
primero en trabajar en la mina le tocaría una porción de oro mayor que la de los otros, además
que el sería el capataz de la mina y por otra parte si el renunciaba no se llevaría nada de ese oro.
Vertho lo pensó por un momento no quería perderse esa recompensa y quizás ya estaba a solo un
centímetro de encontrar el oro por lo que continuó trabajando, hasta casi acabar con sus ahorros,
entonces al ver su bolsillo casi vacío Vertho fue a despedirse de Ranky pues ya no podría continuar
trabajando, sin comida no tendría fuerzas para trabajar, pero Ranky lo convenció de que no
abandonara la mina pues él era un trabajador muy importante que quizás si se esforzaba un poco
más de seguro encontraría la beta de oro más rápido y si la comida era un problema él le daría de
comer como a todos los demás duendes a cambio de una pequeñita porción del futuro oro,
además con el oro que el ganaría le sería suficiente para comprar tres granjas en vez de una.

Vertho decidido a encontrar el oro escribió una carta a su familia explicando donde estaba
trabajando y que le llevaría un tiempo en volver a su hogar pero que la recompensa sería enorme.
Pasaron semanas, meses y el objetivo Vertho cambio de tener una granja para alimentar a su
familia a encontrar la beta de oro, por lo que instalo luciérnagas para trabajar en la oscuridad,
construyó sillas de montar y entrenó a un topo para excavar más rápido, también hizo pequeñas
cajas para transportar rocas en la espalda de un ciempiés, tubos de bambú para llevar aire dentro
de la mina, y una trituradora de piedras hechas con sapos, para separar la tierra del oro, de esta
forma Vertho enviaba muchas cargas de tierra a los sapos pero estos solo escupían carbón.

Una noche cuando Vertho salía exahusto de la mina, un joven duende le entregó una carta que
decía que su padre estaba enfermo, Vertho no tenía dinero para viajar en oruga así que le pidió
ayuda a Ranky a cambio de otra parte de su futuro oro, Ranky acepto con la condición de que
regresara a trabajar luego de ver a su padre y Vertho aceptó.

Cuando Vertho llegó a su hongo vio a su padre rebosante de energía, labrando una pequeña
hortaliza y a su madre y sus hermanos alimentando a unas gallinitas.

Vertho se sintió muy aliviado y a la vez confundido pues no sabía que era lo que estaba pasando.
Ya en casa su padre le contó que él había escrito esa carta para que el regresará pronto pues
meses después de que Vertho abandonara a la ciudad, llegó un viejo duende con mucho dinero a
comprar la estación, pues necesitaba las orugas para transportar su mercancía a otras ciudades.
Como su padré era uno de los más viejos le pagaron con una buena porción de tierra y ya no era
necesario que Vertho siguiera trabajando en la mina.

Vertho estaba muy feliz sin embargo había hecho un trato con el viejo Ranky y tenía que volver a
ese oscuro lugar. Al volver a estación Oruga Vertho se enteró que el nuevo dueño de la estación
era un viejo duende de nombre Ranky, dueño de una enorme mina de carbón que el mismo había
cavado con sus propias manos. Vertho al sentirse engañado subió a la oruga y se dirigió a la mina
para encarar a Ranky. El cual le explicó que las ganancias del carbón estaban fuera de su trato y
que este solo terminaría hasta que Vertho encontrara oro.

Vertho no tenía otra opción que encontrar oro para dejar de trabajar para Ranky así que montó a
su topo excavadora y se dispuso a cavar hasta encontrar oro, las garras del topo abrían la tierra
como mantequilla y el túnel se hacía cada vez más profundo y más oscuro a medida que avanzaba
hasta que de pronto unas chispas iluminaron el túnel y el topo se detuvo de golpe, Vertho sacó
una luciérnaga y en sus ojos se reflejaba una gran alegría, el fuerte grito de ¡ORO! hizo que las
paredes de la mina retumbaran, y el eco atrajo la atención de todos sus compañeros los cuales
corrieron a contemplar el tan esperado descubrimiento.

Ranky no podía creer la noticia, pues él sabía que en ese lugar no había oro solo carbón y la
promesa que él había hecho a los duendes era falsa, pero si en verdad descubrieron oro entonces
él tendría que darles la mitad a todos y al ser tantos de seguro no le tocaría nada, así que bajó a la
mina donde varios duendes ya estaban extrayendo el preciado metal y en un ataque de avaricia
les quitó las pepitas de oro de las manos y los alejo de la beta a golpes con su bastón, los duendes
furiosos gritaban ¡ESE OROS NOS PERTENECE! ¡ESE OROS NOS PERTENECE! y Ranky les gritaba que
la mina era suya y que nadie tendría nada de ese oro hasta que la última pepita fuera extraída. Los
gritos de los duendes por su descontento eran tan intensos que el techo del túnel terminó
colapsándose, enterrando a los duendecillos, Vertho y al viejo Ranky.

Por fortuna Vertho pudo rescatar a los duendecillos con ayuda del topo excavadora, pero nada
pudo hacer por el viejo Ranky quien quedó sepultado por las enormes rocas de oro.

Morajela: Nunca grites en una mina.

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