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Espacio público y prácticas juveniles:

aprendizajes de la vida en común

Mónica Eugenia Zenil Medellín*

Introducción

Los jóvenes se caracterizan por hacerse visibles en el espacio público a


partir de prácticas que ponen de manifiesto una condición permeada por
limitaciones de tipo social, económico, político y cultural en las que están
construyendo su proceso de incorporación a la vida colectiva, ya sea si-
guiendo los canales socialmente presentes o diferenciándose de ellos. Los
espacios juveniles han sido vistos por la sociedad y las distintas instancias
gubernamentales como ámbitos autorreferentes de actuación, en los que
se expresan necesidades específicas de un grupo social en tránsito, es decir,
que habrán de cambiar una vez que inicien la vida adulta. Esta percepción
ha hecho que las demandas elaboradas desde lo juvenil poco se interpre-
ten como indicativas de la situación general de la sociedad. Adicional-
mente, se cree que los planteamientos que hacen los jóvenes respecto de
su situación se centran en el proceso de inclusión a la vida laboral o al
bienestar económico.
La juventud como grupo social y cultural inicia su proceso de subje-
tivación en la esfera privada, pues ahí se adquieren las primeras nociones
y recursos con los que más tarde acceden a multiplicidad de esferas inte-
grantes del mundo público. Se trata de un proceso que recorre de lo pri-
vado a lo público y viceversa, en el que jóvenes, desde sus respectivos
ámbitos de vida, aprehenden significados asociados a la vida ciudadana
incorporándolos a su experiencia personal. Estos jóvenes se hacen presen-
tes en lugares (físicos e imaginarios), algunos articulan marcos de referencia
* Doctora en Ciencias Políticas Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México.

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comunes, con lo que encuentran la forma de expresar la tensión entre el
mundo de los jóvenes y el de los otros, básicamente los adultos quienes,
desde las sobrerrepresentaciones o la escasez de oportunidades inclu-
yentes, limitan el acceso de aquéllos a los ámbitos más amplios de expre-
sión colectiva.
Este artículo se enfoca a reflexionar acerca de las múltiples interven-
ciones de jóvenes en el espacio público, así como sobre su efecto en la
percepción y significación que adquieren los lugares territoriales y simbó-
licos por los que transitan. El eje que guía las páginas siguientes está
orientado por una conceptualización amplia de la vida pública que rebasa
la acepción de la política institucionalizada para adquirir dimensiones
más complejas integradoras de prácticas territoriales y virtuales en las que
actores sociales, en este caso los jóvenes, manifiestan formas diferenciadas
de acceso y uso de lo público. Mi propósito al centrarme en jóvenes, parti­
cularmente quienes han tenido experiencia de participación social, es mostrar
la dinámica de intervención desarrollada en torno a problemas comunes
que llevan a los actores sociales a buscar cambios en el o los entornos que
sienten afectados por dicha problemática. Adicionalmente, intento dar
voz a un segmento de la población nacional (alrededor de la tercera parte)
que casi siempre es tratada doctrinariamente desde una perspectiva de
indiferencia ante los temas relativos a la vida social.
Los hallazgos sugieren que estos jóvenes plantean temas indicativos de
distintas formas de exclusión social, que a su vez comparten con otros, ya
sea jóvenes como ellos o con otros grupos sociales en desventaja. Sin em-
bargo, el tránsito de la identificación de un objetivo común no conlleva
directa ni mecánicamente a intervenir de modo efectivo en el espacio
público. En ello van implícitos desiguales recursos materiales y simbóli-
cos, así como organizativos que hacen visibles sus iniciativas en múltiples
esferas de lo público, transitando de lo local hasta lo global. Me propongo
evidenciar los desafíos que representan distintas formas de acceder al es-
pacio público buscando mostrar formas de interrelación pero sobre todo
de vida en común.
Con estos propósitos, la Ciudad de México ofrece un contexto denso
y complejo en el que se desarrolla una amplia gama de luchas por la inclu­
sión social protagonizadas por actores de distinto origen y con desigual
capacidad de incidir en el espacio público. Conceptualizar a la ciudad
como espacio púbico implica considerar no sólo las condiciones de infraes­
tructura urbanística que permitan la interacción entre sus habitantes, sino
además los espacios de creación y reproducción de la sociabilidad, así

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como los ámbitos de manifestación del conflicto y la creación del consenso.
En el nivel de las prácticas sociales desarrolladas por grupos que habitan
la ciudad, la capital mexicana se muestra como entorno cotidiano diferen-
ciado, complejo y excluyente; un espacio de aparición en el que se da el
encuentro pero no siempre el reconocimiento del otro.
En el caso de los jóvenes, el espacio público carece del significado
accesible, visible e incluyente. Básicamente, los jóvenes concurren al es-
pacio público institucionalizado sólo en procesos de elección de represen-
tantes, así lo muestra los datos de las Encuestas Nacionales de Juventud
(imj, 2000; imj, 2006). Los mecanismos de acceso a los temas comunes,
desarrollados por las instancias gubernamentales, se revelan carentes de
significado y autenticidad, pues son interpretados por los jóvenes como
formas de control de su intervención en el espacio público. Por tanto, la
visibilidad que la mayoría de veces adquieren les coloca en la perspectiva
del riesgo, ejerciéndose así una lógica estigmatizante y violenta (simbó-
lica y real) para con ellos. De esta forma, el espacio público formal para
los jóvenes está cerrado o sólo se abre en la medida de que están dispues-
tos a transitar por los canales elaborados desde el mundo adulto.
¿Qué significa para los jóvenes transitar por esta etapa experimentan-
do múltiples formas de exclusión social? ¿Cómo han influido en el espacio
público los mecanismos de integración y visibilidad desarrollados por
grupos juveniles? ¿Pueden estas experiencias ser interpretadas como in-
tentos de apertura simbólica y territorial hacia un ejercicio en el que se
redimensionan ciudadanía y espacio? Desde la perspectiva del espacio
público se abren múltiples interrogantes que tocan temas asociados a
formas problemáticas de articulación del tejido social a la luz de experien-
cias concretas de sujetos portadores de una visión compartida por otros
segmentos de la sociedad mexicana.

Nociones sobre el espacio público

En el espacio confluyen, se superponen y articulan prácticas, actores,


discursos e interpretaciones tanto del lugar como de las dimensiones, los
niveles, los sentidos de pertenencia y los vínculos sociales. El espacio
público es el ámbito sobre el que se sostienen intercambios, interacciones
y significados. Dicho en otros términos, el espacio es contexto activo donde
confluyen individuos, sus formas de producir y reproducir a la sociedad.

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El espacio público remite a lo visible. La publicidad del espacio residió,
en sus orígenes, en el potencial de los individuos para reunirse, opinar y
manifestarse. Surge así la esfera pública burguesa de la que Habermas da
cuenta, desarrollada de modo paralelo a los medios impresos, a los encuen­
tros (Calhoun, 1992). Esta noción de espacio público, no obstante, dista
de ser plenamente inclusiva, pese a que se fortalece por la intervención de
una audiencia cada vez mayor. Desde esta perspectiva, el espacio se con-
virtió en uno de visibilidad de unos cuantos, aquellos que podían concurrir,
informase y opinar sobre el devenir social y político.
De manera complementaria, está la propuesta de que el espacio público
se constituye como un proceso inherente a las relaciones de sociabilidad,
donde las capacidades del ser humano presumiblemente se desarrollan al
participar de un mundo común. Hacerse visible en un espacio de apari-
ción para hablar y generar un proceso de construcción del ciudadano in-
teresado, activo, consciente de su responsabilidad social es parte de la
propia condición del ser humano (Arendt, 1998). No obstante, valorar el
tránsito de lo privado a lo público requiere problematizar los accesos y las
permanencias en un contexto histórico-social que fortalezca o debilite la
vita activa.
La noción de espacio público empleada aquí alude a un entorno creado
por la intervención de los individuos. Por esta misma circunstancia, se
trata de un entorno sometido a las transformaciones que la sociedad vive
día a día. El espacio es una construcción social en la que intervienen los
sujetos ya sea de manera continua o intermitente, para hacer escuchar su
voz. Asimismo, dicho espacio también se transforma como resultado de la
conflictividad, de la confrontación y la deliberación que ocurre entre dis-
tintos actores sociales. Siguiendo esta óptica, en el espacio público se mues­
tran los potenciales diferenciados de acceso que tienen distintos sujetos
para ser vistos y escuchados
El espacio público enfrenta la tensión entre sus supuestos incluyentes y
las prácticas fragmentarias y desiguales que tienen lugar en su entorno. La
ampliación de los contornos geográficos y simbólicos del espacio, producto
de la globalización, acentúa su grado de desterritorialización. Lo nacional,
lo local y lo regional se condensan en una serie de flujos que pierden el
referente de la proximidad y la cotidianidad (Castells, 2002), del encuen-
tro y la experiencia compartida. Así pues, en dicho espacio se cristalizan
diferencias, desigualdades, particularismos y, sobre todo, historicidad.
Lechner (2004) afirma que dentro de los principales desafíos de la esfera
pública latinoamericana está desprenderse de un pasado clientelar, que

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hacía de lo público la “propiedad” de unos cuantos, en particular de la
elite gobernante quien, por definición, procuraba mantener control sobre
quiénes toman parte de lo público y para qué lo hacen.
La noción de espacio público remite también a otra categoría igual-
mente abarcativa: la democracia. En términos generales, los individuos en
su carácter de ciudadanos contribuyen a fortalecer formas de organiza-
ción democrática con su actuar en la esfera pública. El modelo de demo-
cracia incluyente es otra de las aspiraciones de la sociedad de este tiempo
que se debilita a medida en que los ciudadanos no encuentran canales
efectivos para manifestar demandas. Como lo propone O’Donell (2004),
la democracia de electores, la más difundida, debe transitar hacia una
democracia de ciudadanos que cuenten con un arreglo de instituciones
propicias para favorecer las demandas que la sociedad plantea al sistema
social mismo.
En síntesis, el espacio es un ámbito de confluencia sin un referente
geográfico que le defina, es inacabado y puede ser fortalecido o debilitado
por la intervención de los actores involucrados, así como por las reglas
con las que éste opera. La cualidad pública del espacio se amplia o se con­
trae debido a quienes configuran al público, a quienes logran acceder al
espacio y a quienes tienen los recursos para hacerse visibles en él.
Como apunta Borja (2004: 132) “el espacio público ha de cumplir una
función integradora compleja, combinando una función universalizadora
con una función comunitaria o de grupo; por tanto la socialización es un
proceso dialéctico que requiere tanto las relaciones entre todos y en todas
las direcciones como la integración en grupos de referencia de edad, de
cultura, de clase”. Es por ello que se vuelve relevante analizar la influencia
de los jóvenes y sus agrupaciones en el proceso de apertura del sentido de
lo público a través de su trabajo colectivo. Lograr hacerse visible en un
espacio público caracterizado por ser ajeno o incluso adverso evidencia la
debilidad de dicho espacio como ámbito de inclusión.

Juventudes y activismo juvenil


en la Ciudad de México

La juventud como categoría social emerge con la consolidación del capita­


lismo y adquiere mayor centralidad con la educación masificada. Tradicio­
nalmente la juventud se ha interpretado en el sentido de una etapa prepa-

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ratoria para desempeñar los roles asignados al adulto: ciudadano, consumidor
y trabajador, entre muchos otros. A medida que los jóvenes encuentran
mayores dificultades para asumir plenamente estos roles, tam­bién se les
coloca en el imaginario como fuente de problemas, de conflictos asociados
al rechazo a las formas de vida de la generación precedente (Hopenhayn,
2006: 29). En la actualidad, abordar la compleja problemática de las
sociedades a través de la óptica de los jóvenes adquiere especial significado,
dadas las condiciones de exclusión que estos sujetos experimentan desde
distintos ámbitos de la institucionalidad.
En este trabajo interesa abordar a la juventud a partir de su posición
como grupo dentro de la sociedad que se manifiesta a través de múltiples
formas expresivas en lo individual y lo colectivo. En particular quiero
resaltar la manera en que estos actores interpretan su intervención como
portadores, reproductores o transformadores de espacios y visiones del
mundo. Un punto de partida en este sentido es que la definición de lo ju­
venil está fuertemente relacionada con la especificidad de los contextos so­
ciales en los que esta noción se inserta. La juventud desde el punto de vista
sociológico aglutina distintos significados y describe múltiples prácticas, de
ahí que más que hablar de un significado común de los jóvenes, se admite
que existen múltiples formas de experimentar lo juvenil, por lo que se trata
de una categoría social con un carácter polisémico (Castillo, 1997).
Una de las cualidades que para propósitos de este artículo es impor-
tante resaltar es la tendencia a lo colectivo que ha distinguido a los jóve-
nes. Más específicamente hago alusión a los jóvenes que se agrupan con
objetivos asociados a su vida cotidiana. En este sentido, los espacios en
que aparecen los grupos juveniles operan en distintos niveles: primero
como campos estructuradores de las prácticas movilizatorias (la localidad,
el país); segundo, como ámbitos compartidos que se construyen y modi-
fican con su intervención (sus organizaciones o grupos) y a partir de los
cuales, en tercer lugar, establecen su perspectiva acerca de lo que les es
semejante o diferente, sobre lo que la sociedad espera de ellos y lo que
ellos esperan de la sociedad.
En el estudio de las experiencias colectivas desarrolladas por jóvenes de
la Ciudad de México resulta útil la propuesta de Serna (2000) en el terreno
de lo que llama, “las organizaciones juveniles realmente existentes”. Desde
el punto de vista de esta autora, es posible distinguir para fines analíticos
entre las organizaciones integradas por jóvenes y las organizaciones juve-

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niles. En estas últimas se forjan o fortalecen vínculos subjetivos, casi siem-
pre de tipo identitario, lo que lleva a que sus integrantes se autodefinan
como sujetos activos integrantes de una generación (Serna, 2000: 120).
No obstante, es frecuente que dentro de los grupos de jóvenes se en-
trecrucen roles y marcos de acción que hacen más complejo distinguirlos.
De acuerdo con su origen, la autora distingue a las organizaciones juveni-
les promovidas desde fuera del universo juvenil, por vínculos ideológicos
y financieros con instituciones o actores de la sociedad civil; y las organi-
zaciones impulsados por los propios jóvenes en respuesta a necesidades o
desafíos a la autoridad, las instituciones o a la otredad.
Siguiendo la distinción anterior, interesa aquí analizar las experiencias
de tránsito por los distintos niveles del espacio público generados en
agrupaciones juveniles formadas autogestivamente, orientadas a temas
juveniles y que desarrollan trabajo con jóvenes. Uno de los primeros de-
safíos metodológicos de esta propuesta fue distinguir en el amplio universo
que abarcan las experiencias asociativas juveniles a aquéllas situadas en el
plano de la problemática que viven jóvenes de la ciudad, en discursos y
reivindicaciones ancladas a la intervención juvenil en el espacio público
desde distintos ámbitos. En las organizaciones seleccionadas se identifica-
ron directrices construidas por los jóvenes, así como una orientación
precisa hacia espacios, actores y territorios definidos por ellos mismos,
ya sea de manera previa o como resultado del descubrimiento de su lugar
social y su potencial colectivo.
Ante la insuficiencia y precariedad de los espacios institucionales de-
dicados a ellos, los jóvenes despliegan una serie de recursos para delimitar
formas de coexistencia entre el mundo juvenil y el adulto. Trabajan en con­
diciones precarias; estudian con la expectativa de un incierto ascenso social;
acuden a las urnas en los procesos electorales para cumplir con sus deberes
ciudadanos. Todas estas prácticas son indicativas de un proceso de socia-
lización que paradójicamente no se ha visto acompañado de inclusión.
Los jóvenes transitan por dichos procesos desde la fragilidad, buscando su
lugar social como agentes portadores de la capacidad de sentirse identifi-
cados con otros a partir de objetivos compartidos y traducir dicho potencial
en experiencias de visibilidad e intervención en las distintas esferas del es­
pacio público, donde se movilizan, de la familia a la escuela, a la calle o a
la virtualidad.

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Formación e intervención
de jóvenes en el espacio público

Los efectos de la intervención de actores juveniles en la configuración,


apertura y fortalecimiento de un espacio público dinámico e incluyente
fueron estudiados a través de las experiencias de grupos formados por
jóvenes activistas de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Las
prácticas individuales y grupales de estos jóvenes cuestionan visiones pre­
dominantes acerca de sus espacios y el papel de su participación en sociedad.
A través de sus experiencias se puede observar una intencionalidad co-
mún de promover el acceso a espacios sociales y simbólicos en los que
hagan valer su condición de sujetos visibles y activos. La reconstrucción
de dichas experiencias sirve para conocer distintos marcos en que los jó-
venes concurren al espacio público como parte de su configuración y
ejercicio ciudadano, considerando los recursos individuales y colectivos,
así como materiales y simbólicos que intervienen en su proceso de inte-
gración, y definición de estrategias e interlocutores.
La fuente utilizada para abordar analíticamente la especificidad viven-
cial y cotidiana de los actores en cuestión es el material recogido en entre-
vistas semiestructuradas con jóvenes que desarrollan proyectos culturales,
políticos y comunitarios en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México
en dos agrupaciones: La Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos,
Elige, A.C. y el Colectivo Voladora. La primera es una organización for-
mada únicamente por jóvenes que buscan incidir en políticas públicas
relacionadas con los derechos sexuales de la gente joven de la capital del
país. Forman parte de una red latinoamericana en esta temática y tienen
alrededor de 10 años de haberse integrado como agrupación. Voladora es
un colectivo juvenil que desarrolla propuestas culturales en el municipio
de Tultepec, Estado de México y había extendido su trabajo hacia otras
localidades vecinas, así como en la capital del país.
En ambas agrupaciones se observaron diferencias en los recursos so-
ciales y culturales de estos jóvenes: algunos de ellos habían cursado estudios
universitarios, todos en áreas relacionadas con humanidades o ciencias
sociales. Otros habían optado por una formación menos estructurada, ya
sea en talleres de arte o periodismo. Independientemente de su campo de
estudios o de la trayectoria escolar, se encontró una coincidencia genera-
lizada en torno a que su formación académica había sido complementaria

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para sus actividades de involucramiento social. De hecho, varios mencio­
naron que su paso por las escuelas, ya sea universidades o de artes y ofi-
cios, era parte de un proceso de formación que se complementaba con su
paso por distintas agrupaciones. En este sentido, alrededor de la mitad
había tenido participación previa en grupos ya sea de origen religioso,
vecinal o en programas gubernamentales dirigidos a jóvenes, en particu-
lar en la Ciudad de México.
Los lazos familiares forman parte importante del proceso de socializa-
ción en el trabajo colectivo de estos jóvenes. No obstante, no son una
condición para que se reproduzcan intereses o esquemas participativos al
interior entre las distintas generaciones que integran una familia. De hecho,
para algunos de los entrevistados formar parte de una comunidad eclesial
o de una estructura partidista por influencia de los padres o los hermanos
ha servido para generar un distanciamiento de estas experiencias una vez
que se descubren canales de participación alternos a los aprendidos en el
seno familiar.
Es decir, algunos de estos jóvenes han decidido mantener su interven-
ción social pero en estructuras o temáticas diferentes a las ya conocidas.
Un dato revelador de la distinción que estos jóvenes empiezan a tejer
respecto de su núcleo familiar en el plano ideológico y vivencial, es que
prácticamente ninguno vivía con sus padres al momento de la entrevista
ni participaban en las mismas organizaciones.
Un rasgo adicional por destacar entre estos jóvenes es la territorialidad
con la que realizan sus actividades participativas. En este sentido, predomi­
nan las acciones realizadas fundamentalmente en la zona urbana y conur-
bada de la Ciudad de México. Hay una gran dispersión de los lugares en los
que se localizan las agrupaciones, así como en las que se desarrollan pri-
mordialmente sus trabajos. Es posible observar que los jóvenes que ha­
bitan y/o trabajan en las delegaciones centrales tienden a plantearse pro-
yectos en las delegaciones periféricas del Distrito Federal. En contraste, los
jóvenes que habitan en los municipios conurbados desarrollan parte de sus
proyectos en delegaciones del Distrito Federal consideradas de alta margi­
nación o en municipios aledaños hacia donde extienden su influencia. Se
observa que una de las características de los proyectos juveniles es “salir”
del lugar donde originalmente fueron planteados.

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Los espacios públicos
y las prácticas juveniles

En este sentido, tanto Elige como Colectivo Voladora han tenido logros
destacables en cuanto a la articulación y movilización de un grupo de jó-
venes, quienes han conseguido poner de manifiesto las demandas de este
sector de la población por ser vistos y escuchados como actores generado-
res de propuestas, no sólo de críticas. Los integrantes de ambas agrupa-
ciones consideran que desplazarse por la ciudad es un privilegio que
permite ver de manera distinta la realidad juvenil en lo nacional y lo
internacional.
De las experiencias analizadas se desprende que la movilidad es un
aspecto fundamental en el uso y apropiación de los espacios públicos.
Aun las propuestas más territorializadas han trascendido los límites de su
comunidad de origen ampliando sus márgenes de actuación, además de
su visión acerca del lugar social que ocupan los jóvenes, incluso más allá
de la ciudad. Las agrupaciones estudiadas, por sólo citar dos ejemplos,
han extendido sus márgenes de actuación hacia distintos ámbitos de la
ciudad.
Los espacios por los que estas dos agrupaciones transitan muestran la
capacidad de los grupos para generar presencia a partir de encontrar te-
mas complementarios o comunes con otros grupos o con fundaciones que
les apoyan básicamente con recursos financieros. La tendencia que estos
grupos tienen para “salir” se materializa también en la presencia simultá-
nea por distintos espacios, ya sea locales, nacionales o globales.
A nivel local, Elige se ha centrado en la incidencia en política pública
de la juventud, ubicando entre sus interlocutores principales a las auto-
ridades del Distrito Federal. Asimismo, ha generado vínculos territoriales en
la Ciudad de México, desarrollando proyectos en varias delegaciones. A nivel
nacional, mantiene contacto con otras organizaciones juveniles, principal-
mente las dedicadas a temas afines. En el plano global tienen presencia en
Centroamérica a través de la Red Latinoamericana en la que participan.
También mantienen contacto con grupos de la sociedad civil y fundacio-
nes en Estados Unidos y en otros países.
En lo local, Voladora ha logrado extender su presencia y sus proyec-
tos a través de la incorporación de integrantes de otros municipios del
Estado de México o delegaciones del Distrito Federal. Al participar en

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eventos relacionados con el zapatismo establecieron comunicación con
otros colectivos de distintos estados de la república, así como con organi-
zaciones provenientes del extranjero, principalmente españolas.
Por otro lado, todos los testimonios apuntaron en el sentido de que
sus iniciativas irrumpieron en un entorno escasamente preparado para
incorporarlos a ellos y a sus demandas. En general, las experiencias de
Elige y Voladora muestran tensiones con el entorno social para colocar su
trabajo en los espacios previamente delimitados. En cuanto a las institu-
ciones gubernamentales, estos grupos han tenido que ganar confianza o
estar avalados por otras figuras adultas. En las localidades sus reuniones
son vistas como posibles focos de disrupción. Uno de los mecanismos de
inclusión que encontró Voladora fue autodenominarse organización co-
munitaria, no colectivo juvenil, aunque éste fuera su carácter.
Usar el territorio, ya sea la plaza del pueblo, la calle, los lugares des-
tinados a las reuniones ha implicado “ganarlos”. El potencial inclusivo del
espacio no precede a las iniciativas de estos jóvenes, por ello se vuelve una
conquista, una puerta que se abre sólo después de tocar insistentemente.
Los testimonios señalan que los jóvenes reunidos en la calle siguen siendo
objeto de estigma por parte de la gente. En este sentido, el espacio público
es usado por quienes viven en condiciones de exclusión social, lo que hace
que se confunda con el ejercicio politizado de la ciudadanía (Herzog, 2004:
207). Lo normal desde la perspectiva de fuera sería —según opinan— que
se encontraran en casas de amigos o en los centros comerciales, no en los
mercados, las esquinas o la plaza del pueblo. Buscar el acceso al espacio
público, aprovecharlo en beneficio de su propia sociabilidad les hace pa-
recer sospechosos. Vencer esa sospecha ha requerido trabajo constante.
El espacio público es un espacio en constante creación y recreación.
El espacio no existiría sin las diversas prácticas sociales que le integran
y de la que depende su cualidad pública. El encuentro, la deliberación y
aún la confrontación deben ser apreciadas como la oportunidad para cla-
rificar y constituir nuevos intereses (Fraser, 1992: 110). En esencia se
trata de un espacio donde debe tener cabida la pluralidad, la multidimen-
sionalidad y la multiplicidad (Massey, 2005: 107), en el sentido de que lo
público debe tener el potencial de integrar distintas historias.
En consecuencia no puede explicársele sin considerar la diferencia, las
muchas formas de interpretar, construir y aprehender el espacio público,
así como lo inacabado de la configuración de dicho proceso. En esta pers-
pectiva, el espacio como noción incluyente debe mostrarse proclive a

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distintas formas e interpretaciones del devenir social, particularmente las
que rompen con el entorno de lo privado. Los jóvenes de este estudio han
mostrado que, aun cuando el espacio tiende a reproducir exclusiones, es
el lugar per se de lo juvenil.

Territorios de visibilidad

Hacerse visible en el espacio púbico, especialmente a través de experiencias


autogestivas como las de Voladora y Elige, vuelve pertinente la interro-
gante sobre las condiciones y la problemática que representa ser visto y
escuchado en un entorno poco acostumbrado a ver a los jóvenes como
portadores de ideas o como agentes en agudo conflicto con un contexto
social que potencia la desigualdad.
Las visibilidad juvenil en contextos geográficos específicos (la localidad,
el barrio, la ciudad, el mundo) evidencian las múltiples tensiones en que
se colocan estos actores al momento de transitar de una experiencia aso-
ciativa autorreferente, a la búsqueda de ámbitos para manifestar sus ne-
cesidades, gustos o problemas en un entorno social más amplio que tiende
a homogenizarlos, presentándolos como ejemplos de lo transitorio, de lo
incierto. Cobrar visibilidad en el espacio público representa sólo una parte
del proceso de uso y significación de la vida colectiva. El tránsito de lo
privado a lo público de estas agrupaciones ha sido complejo, permanecer
en él hasta lograr reconocimiento o aceptación del entorno presupone
también situaciones donde se reproduce la competencia, la segregación y
la diferencia de capitales.
La actuación de estos jóvenes en el marco de un espacio con limitadas
capacidades para la inclusión y el reconocimiento se convierte a su vez en
un problema que cotidianamente afrontan, pues el espacio es el referente
inmediato de su actuar. Las experiencias analizadas indican que las prác-
ticas asociativas de estos jóvenes se distinguen por la movilidad en distintos
niveles del espacio, es decir, se trata de prácticas multidimensionales, en
tanto se manifiestan simultáneamente en la localidad, la colonia, la casa de
la cultura, encuentros con otras organizaciones, representantes del go-
bierno o de las organizaciones de la sociedad civil, e incluso redes virtuales
de apoyo nacionales e internacionales. Este carácter de la acentuada mo-
vilidad de los jóvenes puede ser incluso una premisa para interpretar la

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fragmentación del espacio público al que concurren los actores sociales,
no como una separación física sino como una simultaneidad de espacios de
aparición.
En consecuencia, la perspectiva sobre la participación juvenil como
fenómeno aislado o, en el mejor de los casos, intermitente dista de ser
aplicada a los integrantes de las agrupaciones estudiadas, pues estos jóve-
nes se caracterizan por una acentuada movilidad ya sea entre grupos o
localidades. Uno de los aprendizajes más importantes que se desprende
de la intervención en un grupo, reside en conocer otras experiencias, otros
jóvenes. Ampliar los márgenes de participación provoca el acercamiento a
distintas propuestas colectivas, diversas formas de pensamiento. Salir del
entorno más inmediato fortalece el proceso de autonomización. Sin em-
bargo, sólo algunos de los integrantes de las agrupaciones han logrado
tender redes o puentes con su actuación que se constituyen en formas de
sociabilidad resignificada que casi siempre se vuelven capital organizativo
individual.
En esta línea argumentativa, la participación en estos grupos de jóve-
nes es permanente y multidimensional. Verla como ejercicios aislados que
se expresan en torno a acontecimientos coyunturales reproduce una visión
reduccionista acerca de la visibilidad de los jóvenes organizados. Abordar
el trabajo colectivo que realizan estos actores adquiere dimensiones pro-
blemáticas más profundas relativas a su presencia ya sea negociando,
dialogando, escuchando o confrontando de forma continua como una vía
para abrir espacios de encuentro con otros jóvenes, instituciones guber-
namentales o instancias de la sociedad civil. No obstante, la participación
juvenil en el espacio público también se convierte en una muestra de la com­
plejidad que los actores sociales encuentran para hacer escuchar sus deman­
das en un ámbito social y territorial de distintas dimensiones y niveles, par­
ticularmente en contextos institucionales y democráticos débiles.
Acorde con los testimonios recopilados, el espacio de los jóvenes es di­
ferenciado por las múltiples formas en que se vive lo juvenil. Es proble-
mático porque es un lugar en el que se compite por los accesos, por los
recursos, por los lugares. El espacio es también un territorio donde se
vive un doble conflicto. Primero, un conflicto objetivo, entre jóvenes que
buscan apropiarse de una porción de la comunidad o la ciudad; de recursos
financieros para desarrollar sus proyectos. Segundo, un conflicto simbó-
lico donde las disputas por el espacio público son producto de la visibili-
dad contrapuesta entre identidades e intereses de los jóvenes, mostrando

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el valor subjetivo que el espacio tiene para los distintos grupos como foro
para manifestar sus peculiaridades y solidaridades.
Cuando estos jóvenes se apropian de un espacio y le conceden un
significado distinto, contribuyen a reconfigurarlo. El sentido de pertenencia
que adquieren sobre los múltiples territorios juveniles se finca fundamen-
talmente en los alcances que ha tenido su trabajo colectivo. No obstante,
esta pertenencia difiere del arraigo construido en torno a un lugar, pues
descansa en la creencia y la confianza depositada en las causas que les mo­
vilizan. En esta línea aún Voladora, cuyo trabajo ha sido centralmente en
Tultepec, no ha dejado de transitar hacia otras demarcaciones, así como a
otras temáticas. De esta forma, el sentido de pertenencia entre estos jóve-
nes se constituye dentro de las agrupaciones y opera como un mecanismo
de adscripción, no sólo al grupo sino a un sector más amplio y abstracto de­
nominado “los jóvenes”.
La búsqueda de convergencia con otros ha sido una experiencia que
reproduce tensiones, desigualdades presentes en el espacio social. Encon-
trar elementos de proximidad entre distintas formas agregativas y necesi-
dades así como discursos se complejiza sobre todo porque el espacio al
que concurren tiende a reproducir las desigualdades que caracteriza a la
sociedad entera. Es posible identificar en la transterritorialidad de la visi-
bilización juvenil distintas formas a través de las cuales se reproduce la
segmentación y asimetría característica de la sociabilidad contemporánea.
Abrir espacios públicos es una tarea que interesa a unos cuantos, en
particular a quienes poseen los recursos materiales y simbólicos para ac-
ceder y situar discursos que resemantizan a los actores, así como a los
distintos espacios donde tienen lugar sus prácticas. Esta condición tiene
un valor dicotómico, por un lado las agrupaciones como las aquí estudia-
das logran con su trabajo abrir espacios en los que, por otro, no todos
están dispuestos a incorporarse, por temor a la homogenización. Dicho en
otros términos, el espacio se abre, pero sólo parcialmente.

La política del espacio público

La apertura del espacio y de la política requiere transformar los significa-


dos que típicamente se les atribuye como lugar geográfico y como lucha
entre agrupaciones. El espacio público contemporáneo gradualmente
pierde su referencia territorial, las distintas escalas se interconectan de

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modo más estrecho y a través de esta interconexión transitan experien-
cias, significados, sujetos y bienes, entre otros. La actividad política se
enriquece no sólo con la ampliación de sus contornos (Arditti, 1995), sino
con una forma distinta de imaginar el espacio y la simultaneidad de rela-
ciones que en él tienen lugar.
Pese al esfuerzo de apertura de espacios públicos de interrelación, se
siguen reproduciendo formas de diferenciación y exclusión social en aquéllos.
El espacio público también es el de la política donde confluyen “[…] prác-
ticas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y orga­
nizar la coexistencia humana en condiciones que siempre son potencialmente
conflictivas […]” (Mouffe, 2006: 5). En el espacio público se encuentran
visiones del mundo que no siempre son compatibles y que de hecho con
frecuencia se confrontan.
Una de las vías para apreciar un espacio donde coexiste la multiplici-
dad y la simultaneidad es, como lo propone Amin (2004: 37), construida
por las distintas y más extensas formas de manifestación colectiva de in-
tereses comunes, locales y sobre formas de vida antes integradas unifor-
memente en lo que se denominaba localidad. En este sentido, los jóvenes
transitan intensamente a través de diferentes escenarios en momentos
que se superponen y se complementan. En dicho tránsito se articulan
también informaciones sobre el devenir de su propia condición de vida y
la experimentada por otros segmentos de la sociedad también excluidos.
En las dos agrupaciones analizadas mantenerse enterados del devenir
de la sociedad es parte de sus tareas cotidianas. Saber lo que pasa no sólo
sobre los temas que directamente les atañe, sino acerca de lo que ocurre
con otros grupos en condiciones vulnerables constituye una herramienta
de trabajo y una responsabilidad para con el grupo. Dentro de las agrupa­
ciones se evita tocar temas explícitamente relacionados con partidos, per­
sonajes y procesos, a menos que sea requerido para sus actividades, pero
cada uno de ellos posee una visión clara acerca de la condición de la so-
ciedad, del país e incluso hay una perspectiva global sobre los jóvenes y
otros problemas que aquejan al mundo contemporáneo.
Enunciar los temas relativos a la política tradicional (la lucha antagó-
nica por el poder o “lo político” en términos de Mouffe) les remite directa­
mente a vicios, prácticas o corrupción. Desde su perspectiva, en la Ciudad
de México, los canales institucionales diseñados para la expresión de la
voluntad ciudadana aún son muy recientes, por lo que prevalece la idea
de que son insuficientes o que se encuentran tempranamente degradados.

Espacio público y prácticas juveniles 439


De esta percepción se desprende la importancia de su propio trabajo y
el de otras agrupaciones de la sociedad civil, que buscan hacer efectivo el
ejercicio de derechos ciudadanos como generadores de demandas a un
sistema político local que muestra claras limitaciones para interpretar la
visibilidad ciudadana en el espacio público como factor de presión para
lograr su apertura.
La proximidad entre los actores es un elemento de cohesión y forta-
leza del espacio público. La consistencia lograda en la interlocución, en la
confrontación de ideas, puede ser base de unidad. Los jóvenes de Elige y
Voladora no logran todavía semantizarlo de esa forma, no obstante, ar-
ticulan un discurso en el que se muestran dispuestos a sumar a otros, no
exclusivamente jóvenes, siempre y cuando esto no ponga en riesgo la
identidad de la propia agrupación. Algo similar ocurre con el que es con-
siderado el “adversario” más influyente en su trabajo: el gobierno. A nivel
general es percibido ajeno e ineficaz, pues sostiene una perspectiva adul-
tista sobre quiénes son los jóvenes y qué hacer con ellos, lo que resulta en
un circuito de violencia material y simbólica que no ha podido ser roto y,
por el contrario, tiende a ampliarse mediante las iniciativas emprendidas
desde los distintos ámbitos gubernamentales para “atender” a los jóvenes,
organizados o no.
Hay una visión crítica hacia el gobierno que permea la actuación de
estos jóvenes. En el espacio se reproducen las distintas formas de exclu-
sión que operan en la sociedad y esto se aplica claramente a la relación
que las instituciones han tenido con las agrupaciones juveniles. Los contro­
les administrativos y la focalización de las iniciativas constituyen una fron­
tera que limita la capacidad de generar vínculos entre jóvenes, especial-
mente los organizados, y las instancias dedicadas a atenderlos. Más
aún, tiende a reproducirse la competencia por el acceso a recursos, de
modo tal que el contacto que se logra establecer entre jóvenes es reprodu-
ciendo la visión del otro como “competidor”.
Otra de las vertientes institucionales de relación de las agrupaciones
juveniles está en las organizaciones de la sociedad civil. Aquí el aprendizaje
de la situación juvenil no ha sido menos difícil, pues han encontrado que
algunas organizaciones juveniles lo son sólo de nomenclatura. Atienden
primordialmente cuestiones de género, salud o la promoción del voto.
En este contexto, lo juvenil aparece como un rasgo distintivo de la pobla-
ción con la que trabajan, pero no como un eje que determine las estrategias
a seguir. Acorde con lo señalado, el acercamiento a estas organizaciones ha

440 Mónica Eugenia Zenil Medellín


sido una formación útil en la medida en que ha podido apreciar la manera
en que se entiende la problemática juvenil desde un discurso más inclu-
yente que no siempre se traduce en realidad.

Aprendizajes, descubrimientos y desafíos

Los jóvenes en ambas agrupaciones destacan diversos aprendizajes deri-


vados de su trabajo colectivo que pueden sintetizarse en tres líneas gene-
rales. Primera, un aprendizaje de la manera como se construyen los temas
y las políticas juveniles, lo que les aporta elementos de juicio y crítica
informada. Segunda, les ha permitido desarrollar una visión sobre las
necesidades y las estrategias que los jóvenes deben seguir en la colocación
de sus demandas, asumiéndose como “invisibles” (Nateras, 2001), para las
instancias de gobierno. Tercera, la relativa apertura a la participación de
jóvenes por parte de las instancias gubernamentales puede interpretarse
también, desde la perspectiva de los entrevistados —en especial quienes
no han tenido relación con Organizaciones no Gubernamentales (ong) o
gobierno—, como una expresión de los constantes intentos de manipula-
ción e institucionalización de que son objeto tanto iniciativas colectivas
venidas desde lo juvenil como el trabajo individual desarrollado por algu-
nos de ellos.
En síntesis, las agrupaciones aquí estudiadas ocupan un lugar interme­
dio entre la formalidad de las instituciones que les aportan recursos finan-
cieros, el escepticismo de los ámbitos locales y la complejidad de las ne-
cesidades juveniles. Adicionalmente, la política del espacio público tiende
a ser territorializada y centrada en ciertos grupos de jóvenes por parte de las
instituciones. Para los jóvenes la política significa hacer algo por sí mismos,
por su grupo o por aquéllos con quienes comparten condiciones de exclu-
sión social. En este sentido, la política desde estas agrupaciones tiene un
fuerte contenido identitario que transita de la comunidad a la vida coti-
diana, y de ahí al significado que la actuación tiene en la globalidad. Hasta
ahora, los integrantes de estas agrupaciones han mostrado destreza para
que este tránsito sea de ida y vuelta, lo que tendría que redituar en el
enriquecimiento de espacio y oportunidades de visibilidad.
La exploración a través de estos dos grupos juveniles revela la impor-
tancia del espacio como ámbito de confluencia en múltiples dimensiones
en las que iniciativas y proyectos encuentran cabida, particularmente entre

Espacio público y prácticas juveniles 441


otros como ellos. Hace falta saber más acerca de los efectos de la movili-
dad juvenil en la configuración de redes asociativas tejidas en torno a te-
mas comunes. Se requiere información sobre las transformaciones en el
significado atribuido al espacio público a partir de la multiterritoriali-
dad, las cuales van ganando agrupaciones como las aquí estudiadas. Estos
datos podrían aportar elementos de juicio que coloquen a los jóvenes como
interlocutores permanentes con instancias, no sólo las encargadas de la polí­
tica pública juvenil, sino de todas aquéllas cuyo propósito es mejorar las
condiciones de vida de una sociedad.
Si con su actuación estos jóvenes logran abrir espacios públicos, es pre­
ciso decir que una vez abiertos todavía no se cuenta con las condiciones
para articular acciones que den mayor consistencia a la visibilidad juvenil,
por lo que se reproduce la idea de que el trabajo organizado de los jóvenes
es fragmentado y difuso. Las experiencias colectivas de los jóvenes como
los aquí estudiados buscan fortalecer el carácter público y multidimensio-
nal del espacio. La proximidad aún es incipiente. Proximidad, continuidad,
integración y reconocimiento de las desigualdades forman parte de los
retos que representan los jóvenes para un entorno social que los reconoce
sólo discursivamente.

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