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AUMENTO DEL COMBUSTIBLE SUPER EN EL ECUADOR

El gobierno ecuatoriano suprimirá ministerios e instituciones públicas y subirá el precio de la gasolina súper
para enfrentar la crisis económica,
El precio de la gasolina súper aumentará de USD 2,26 a USD 2,98. Este miércoles 22 de agosto, un día
después de anunciada la medida, las gasolineras del país venden el combustible al precio anterior. El
Gobierno dijo que iba a dar tiempo a las gasolineras y a Petroecuador para que aumenten el octanaje de 90 a
92 para así mejorar la calidad del combustible. Esta es una medida para que los consumidores de gasolina
súper no migren a la extra. El nuevo precio de la gasolina súper entrará en vigencia a penas se publique en el
Registro Oficial, que está previsto se suscriba entre este 22 y 23 de agosto.
El alza del precio de la gasolina súper está destinada para los ciudadanos que tienen mayores ingresos
señaló. Este tipo de consumidores corresponde a "las personas que más tienen y que no transportan con
gasolina (súper) mercancías, víveres, bienes y que no proveen servicios a través de la gasolina, así que no
hay ningún riesgo de especulación de precios", reiteró Martínez en una entrevista televisiva en un medio
local.
El incremento a $ 2,98 de la gasolina súper ocasionará que los clientes opten por usar gasolina extra. Y eso
aumentará el subsidio destinado a este tipo de combustible de menor octanaje.
La venta de gasolina súper ha venido decreciendo desde 2012. Ese año se vendieron 226 millones de galones
y esperábamos cerrar 2018 con 180 millones de galones, cifra que se minimizará con el incremento de
precio
Tras un recorrido realizado por las gasolineras de la capital se constató el malestar en conductores como
Marcela Llanos, quien considera que el impacto no es solo para quienes más dinero tienen, sino para la clase
media del país.
Nueve días han transcurrido desde que rige el nuevo precio de la gasolina súper ($ 2,98 por galón) y las
estaciones de servicio reportan que la migración del consumo hacia la extra oscila entre el 30 y 70%,
principalmente en las provincias de la Costa. Datos preliminares de la Cámara Nacional de Distribuidores de
Derivados de Petróleos del Ecuador (Camddpe) revelan que la venta de gasolina súper ha disminuido con
especial énfasis en las provincias de Guayas y Manabí. Francisco Silva, presidente de la Cámara, indicó que
para evitar la migración hacia la extra el Gobierno debió hacer una focalización gradual del subsidio e
incentivar el consumo de súper.
Su propuesta es incrementar del 13% (en extra) y 14% (en diésel) al 18% por galón y que el gobierno asuma
el costo de transporte de derivados.
Los conductores ecuatorianos empiezan a adaptarse al nuevo precio de la gasolina súper, que desde este
lunes 27 de agosto cuesta $ 2,98 (el valor anterior era $ 2,32). En un recorrido realizado esta mañana, se
constató la reacción ciudadana ante el aumento, que también significa la mejora del octanaje de 90 a 92.
Gabriel Ruiz, dueño de un vehículo Hyundai 2009, aseguró que a pesar que su auto no es de gama alta,
mantendrá el uso de gasolina súper, para un mejor cuidado. El ciudadano, que acudió a una gasolinera de la
avenida Amazonas y Eloy Alfaro, estimó que antes gastaba al mes $ 32, ahora tendría que invertir alrededor
de $ 46. "La gasolina súper es más cara, pero es la que tiene mejor el motor. Ante eso, prefiero gastar un
poco más"
El Gobierno espera un ahorro de cerca de $ 120 millones por subsidio a este combustible. El ministro de
Economía, Richard Martínez, en una entrevista realizada este lunes 27 de agosto por Telediario insistió en la
necesidad de focalizar los subsidios a los combustibles, de manera que lleguen a los sectores que más lo
necesitan.
Petroecuador incrementó el octanaje de la gasolina súper de 90 a 92, informó este miércoles 5 de septiembre
la empresa en un comunicado. Hasta el viernes 31 de agosto, el cumplimiento del mejoramiento de la
calidad del combustible en las terminales y refinerías de Petroecuador se ubicó en 56,9%, mientras que la
cifra aumentó el 94,1% el 5 de septiembre. El incremento del octanaje fue un ofrecimiento del Gobierno
cuando anunció el incremento del precio del galón de gasolina súper a $2,98.

ESCACEZ EN VENEZUELA
Asistencialismo
“Hugo Chávez llegó a la presidencia con la promesa del socialismo del siglo XXI, que buscaba cerrar la
brecha social y solucionar a corto plazo los problemas que tenían los venezolanos, especialmente los más
pobres, sin centrarse en las causas de su pobreza”, advierte Carlos Arévalo, abogado y magíster en Leyes y
Estudios Jurídicos Internacionales de la Universidad de Nueva York.
El entonces presidente Chávez, quien gobernó desde 1999 hasta 2013, adoptó un modelo asistencialista:
programas de construcción de vivienda, aumento de las pensiones de los ancianos y acceso a la atención
primaria de salud, “que después se volvió imposible de mantener”, asegura Arévalo.
“Chávez empezó a utilizar toda la renta petrolera para entregarle recursos a la gente necesitada; aunque
parece deseable, esto no es sostenible en el tiempo, pues el Estado se fue quedando sin fondos”, expresa a
EL TIEMPO Daniel Rey, economista de la Universidad de los Andes, MBA de la misma universidad y
analista económico experto en finanzas internacionales.
Tras la muerte de Chávez en el 2013, asumió el poder el presidente Nicolás Maduro, quien había sido
ministro de Relaciones Exteriores y vicepresidente de Venezuela, asegurando que le daría continuidad a la
gestión y al proyecto del gobierno de Chávez.
“Mientras estuvo vivo Chávez la gente confiaba en él. Tenía legitimidad, carisma y lograba cierta
estabilidad y apoyo popular. Además, esto se reforzaba con los ingresos por exportaciones petroleras”,
sostiene Margarita López Maya, historiadora venezolana, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad
Central de Venezuela y experta en la política de Venezuela.
La crisis del actual gobierno de Maduro se debe a que “no tiene cómo estabilizarse, no tiene carisma, no
tiene dinero para redistribuir y ha tenido que recurrir a la represión y al apoyo de las Fuerzas Armadas.
Además, ha perdido popularidad y se ha ido destruyendo con la ideología de construir un Estado socialista”,
dice López.
La caída del precio del petróleo
Venezuela tiene la mayor reserva de petróleo del mundo, con 300.878 millones de barriles, según la
Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), le siguen Arabia Saudita e Irán. A pesar de
esto, los precios del mercado internacional petrolero son inestables.
“El comportamiento de los precios del petróleo está atado a lo que ocurra con los jugadores del mercado
internacional. Por el lado de la demanda, los grandes jugadores son Estados Unidos, China e India; por el
lado de la oferta, están Oriente Medio y Estados Unidos”, explica Rey.
Estados Unidos utilizó nuevas técnicas de extracción de petróleo, “lo cual hizo que aumentara la oferta y se
cayera el precio, afectando los ingresos del Gobierno venezolano”, agrega Rey. Mientras que en el 2014 el
barril costaba 108 dólares, hoy el valor es de US$ 48,97, según MacroTrends. “El Gobierno venezolano no
ha podido encontrar un mecanismo para sobrellevar la caída de los precios”.
Inflación y devaluación del bolívar
“Venezuela tiene un problema muy grave de inflación, provocado principalmente por la escasez de los
productos, comida, enseres, entre otros, que hace que los precios aumenten”, explica Rey. Por lo tanto, la
caída del precio del petróleo, sumado al asistencialismo y a la inflación han propiciado la crisis humanitaria.
La inflación de Venezuela llegará al 720,5 % este año, según un informe del FMI, siendo la más alta del
continente americano. Esto ha sido una consecuencia de las restricciones que ha tenido Nicolás Maduro.
Ellos quisieron controlar el precio al consumidor de las mercancías. Sin embargo, el precio de los insumos
subió y esto hizo que las ganancias de las empresas se fueran reduciendo y muchas tuvieron que cerrar. Una
poca oferta de bienes y servicios aumentó el valor de los productos y esto trajo escasez económica.
El bolívar, la moneda de Venezuela, ha caído vertiginosamente. En el 2013, un dólar equivalía a 6,3
bolívares oficiales, hoy, 2017, un dólar equivale a 9,3 bolívares oficiales, según el convertidor ‘Exchange
Rates’.
Esto se refleja en el aumento del precio de los productos. En el 2016, una hamburguesa costaba 1.700
bolívares, equivalente a 170 dólares al cambio oficial de 10 bolívares por dólar, según la AFP.
Sin embargo, los venezolanos intercambian los bolívares y dólares en un sistema de cambio no oficial, pues
el régimen de Maduro creó diferentes tasas de cambio: el Decom para las operaciones del público, Dipro
para las del Estado y por supuesto las del mercado negro.
Atentar contra las instituciones democráticas
El 6 de diciembre de 2015, por primera vez la oposición venezolana obtuvo la mayoría en la Asamblea
Nacional tras 16 años de gobierno chavista. A los pocos meses, la oposición se empezó a movilizar para
obligar a las autoridades a aceptar un referendo revocatorio contra el presidente Maduro.
La crisis social se incrementó cuando líderes políticos como Leopoldo López o Antonio Ledezma, acusado
de asociación para delinquir y de conspiración contra el gobierno de Maduro, fueron arrestados. Esta
situación llevó nuevamente a las protestas de la oposición para pedir su liberación.
El 29 de marzo de este año -2017- , El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) decidió asumir las competencias
de la Asamblea Nacional (AN) debido a la persistencia del "desacato", un estatus que el Poder Judicial le
impuso el año pasado al Poder Legislativo por el incumplimiento de varias sentencias. Frente a esto Julio
Borges, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, anunció que era un golpe de Estado.
El gobierno de Nicolás Maduro manifestó a través de un comunicado que era “falso que se haya consumado
un golpe de Estado en Venezuela. Por el contrario, sus instituciones han adoptado correctivos legales para
detener la desviada y golpista actuación de los parlamentarios opositores declarados abiertamente en
desacato a las decisiones emanadas del máximo Tribunal de la República”.
“Esta situación atentan contra la democracia y hacen que Venezuela se desplome, pues esta se sostiene en la
medida en que haya pesos y contrapesos institucionales. Cuando esto no ocurre, empieza a haber
persecución, decretos de medidas extraordinarias y abuso del poder”, asegura López, doctora en Ciencias
Sociales de la Universidad Central de Venezuela y experta en la política de Venezuela.
5. Crisis en las relaciones diplomáticas
El Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) convocó el 26 de febrero a una
cita de ministros de Relaciones Exteriores para evaluar la situación en Venezuela, un paso que Caracas ha
advertido forzará su retiro de la institución continental. Ese mismo día, el representante de Venezuela en la
OEA anunció la decisión del gobierno de Nicolás Maduro de retirarse del organismo hemisférico. El proceso
tarda dos años.
Cuba apoyó la decisión de Venezuela de apartarse de la Organización de Estados Americanos (OEA)
reafirmando "su lealtad" al presidente Nicolás Maduro. "Venezuela ha adoptado la digna decisión de
retirarse de la OEA, que firmemente apoyamos, luego de haber enfrentado con valentía el acoso, la
injerencia y la ignominia de la que ha sido objeto en esa institución y por parte de su enfurecido secretario
general, Luis Almagro", señaló la cancillería en un comunicado.
El presidente Santos anunció el 18 de abril que ve “con seria preocupación la militarización de la sociedad
venezolana” e hizo “un llamado a la cordura” en el vecino país. Además, el llamado del mandatario
colombiano se suma al de once países, incluido Colombia, que pidieron en un comunicado que el Gobierno
venezolano garantice la manifestación pacífica a la oposición para que pueda ejercer ese derecho
constitucional.
Esta comunicación fue rechazada por Caracas, al considerarlo “una grosera injerencia” de su política interna.
Esta tensión entre Santos y Maduro podría hacer hundir más la crisis que sufre el Gobierno venezolano y
quedarse sin un aliado importante: Colombia.
Escasez y desabastecimiento de alimentos y medicamentos en la Venezuela del 2016
Ajuste económico, fuga de capitales y deuda externa
La fuga de capitales, el desfalco a la nación y el pago de la deuda externa, constituyen la causa del ajuste
económico adelantado por el gobierno de Nicolás Maduro entre 2014 y 2016. La reducción de las
importaciones de alimentos, medicamentos e insumos médicos, y el desmontaje progresivo de programas
sociales que disminuyeron su alcance a los más pobres, generó una creciente crisis social agudizada por la
caída del precio del petróleo y los ingresos de la nación.
En la primera sección abordamos el ciclo del capitalismo rentístico iniciado en 2003 con el auge petrolero, el
aumento de la deuda externa y la fuga de capitales. Luego describimos las medidas de ajuste económico
instrumentadas entre 2014 y 2016 por el gobierno nacional, en desmedro del derecho a la alimentación y a la
salud. En la tercera y cuarta sección caracterizamos el clima psicosocial de familias de estratos medios y
bajos, que padecen la escasez y desabastecimiento de alimentos, medicamentos e insumos médicos. La
última sección condensa algunas de las reflexiones a las que intentamos invitar a lo largo de este trabajo.
El capitalismo rentístico: auge petrolero, endeudamiento externo y fuga de capitales
Entre 2005 y 2013 Venezuela recibió ingentes ingresos por el incremento del precio del petróleo de US$8 en
1998 a US$85 en 2007, hasta US$ 106,7 en 2011, gracias al fortalecimiento de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (Opep). El aumento de esta renta reavivó un nuevo ciclo de expansión del
capitalismo rentístico, del endeudamiento externo y la fuga de capitales; siempre recurrente en Venezuela
cada vez que se elevó la cotización del crudo a partir de 1950.
En el lapso 1950-1999 se fugaron del país más de US$ 70 mil MM, aunque al final de este periodo los
venezolanos poseían en el exterior más de US$ 150 mil millones”. Subestimadas o no estas cifras, lo
relevante es que la salida de capitales fue mayor en años de auge petrolero (1974-1981) y que a pesar de la
caída de la renta a partir de 1981 la fuga no mermó, incluso aumentó al ritmo que creció el endeudamiento
externo hasta 1983, cuando se inició la “crisis de la deuda”.
En 1983 un “Viernes Negro” de febrero se devaluó el bolívar y días después se implementó un sistema de
control de cambio que se hizo más “estricto” a partir de 1986. Esta regulación para la adquisición de divisas
logró disminuir la fuga de capitales, más aún por la “ausencia de un nuevo refinanciamiento de la deuda” y
la suspensión de empréstitos de la “banca privada internacional”. Esto reveló la existencia de “una relación
profunda entre la deuda externa y la salida de capitales”, lo que “implica que más a menudo de lo que se
presume los nuevos préstamos huyeron hacia el exterior nuevamente, sin embargo, esta vez con un nuevo
atuendo, a saber, en la forma de fuga de capitales”.
En 1989 este control cambiario se flexibilizó, estimulando en 1990 una de las estampidas de capitales (US$
7.785 mil MM) más altas desde 1950, cercana a la de 1979 (8.023 US$ mil MM) y muy por encima de 1982
(US$ 6.641 mil MM). Entre 1991 y 1998 la huida de riquezas fue similar a 1977, 1978 y 1982, siendo las de
1997 y 1998 las más elevadas con US$ 5.514 mil MM y US$ 5.045 mil MM, respectivamente.
El mercado de divisas se liberó finalmente en 1998, luego de once años de regulación, lo que provocó de
nuevo un éxodo de riquezas. Esto obligó al gobierno nacional a instaurar otra vez el control cambiario en
2003, pues durante en el lapso 1999-2003 la salida de capitales alcanzó los US$ 34,2 mil MM.
Este regreso a la regulación cambiaria no impidió que entre 2003 y 2016 se fugaran alrededor de US$ 500
mil MM, lo que equivale a 10 años de importaciones del país o a 36 mundiales de futbol como el de Brasil
2014. En el lapso 2003-2007 migraron cada año un promedio US$ 26.146 mil MM. En 2008 alcanzó su
nivel más alto con US$ 53 mil MM; en 2009 fue de US$ 20.183 mil MM; en 2010 se ubicó en US$ 30.536
mil MM. El año 2011 ocupa el segundo de mayor fuga de capitales con US$ 48.548 mil MM; 2012 con
UIS$ 22.543 mil MM, y en 2013 se contabilizaron US$ 14.360 mil MM. En el año 2008 esta trasferencia de
riquezas al exterior representó el 46,7% de los ingresos petroleros brutos y en 2011 más del 35%.
La fuga de capitales ocurrida a partir de 2003 se produjo, en su mayor proporción, por la actuación de
sectores empresariales junto a funcionarios de la alta burocracia gubernamental, que se asociaron para la
captación y utilización fraudulenta de divisas para importaciones, otorgadas a través de los sistemas de
control cambiario.
En 2012 se destinaron US$ 59.000 MM para importaciones y un 37% (US$ 20.000 MM) fue otorgado a
demandantes “artificiales” de divisas de las llamadas “empresas de maletín”. Este desfalco a la nación que
prosiguió durante el actual gobierno, se conjugó, por un lado, con la caída del precio del petróleo a partir de
inicios de 2015 (US$ 40,3), ocasionando el descenso de los ingresos del país a un tercio de lo percibido en
2014; y por otro, con la pesada carga del pago del servicio de la deuda externa que en 2012 representó el
12% de la renta petrolera; en 2013 y 2014 cerca de un 19%; y en 2015 un 40%, hasta remontarse a 57% en
2016 (US$ 13.999 MM); similar proporción se estima para 2017. El resultado fue el desplome de las
reservas internacionales que pasaron de US$ 26.000 MM en abril de 2013 a menos de US$ 11.000 MM en
enero de 2017.
En diciembre de 2016 el Presidente informó que la nación había “pasado de pagar US$3.500 millones (en
2014) a US$100 millones mensuales en importaciones. Casi un período especial”. Entre 2015 y 2016 se
canceló en 20 meses unos US$ 60.000 MM en su deuda externa consolidada, que alcanzaba a más de
US$160 mil MM. El pago de esos “compromisos ocupó una buena parte de los ingresos externos por
petróleo, lo que desvió divisas que se usaban para las importaciones de bienes de consumo e insumos para la
agroindustria”.
Este oneroso pago del servicio de la deuda externa, junto a la fuga de capitales y el desfalco perpetrado a la
nación, provocó una crisis que se agudizó luego de 2013 con un creciente costo social. Ese año el gobierno
nacional inició la instrumentación de medidas de ajuste económico que se tradujeron en una disminución
abrupta de la importación de alimentos, medicamentos e insumos médicos entre 2014 y 2016. Esto generó
un extendido desabastecimiento y escasez que viene sometiendo a la población al agobio y las penurias que
actualmente atraviesa para paliar la precarización de su calidad de vida.
Alimentos, medicamentos e insumos médicos: el costo de un ajuste económico
En 2016 la importación de alimentos fue inferior que 10 años antes. El valor per cápita cayó en 2016 un
51% (US$ 93) respecto a 2015 (US$ 189), y en 75% en comparación con 2014 (US$ 371). En 2015 se
importó 49% menos alimentos por habitante y en 2016 apenas el 25% de 2014. Situación agravada por la
exigua producción nacional con un Producto Interno Bruto Agrícola (PIBA) en decrecimiento sobre todo en
2014 y 2015, cuando se ubicó en -4,6% y -14%2. En 2013 se importó más del 50% de la carne y leche
consumida en el país, en 2015 más del 65% del maíz blanco y amarillo; y en 2016 más del 70% del café.
La importación de medicamentos e insumos médicos también registró un vertiginoso descenso en 2015,
cuando se ubicó en US$ 1.993 MM, reduciéndose respecto a 2014, 2013 y 2012 en un 21% (US$ 2.530
MM), 38% (US$ 3.207 MM), y 42% (US$ 3.411 MM) respectivamente. En 2015 el valor per cápita de estas
importaciones fue de US$ 65, una disminución de más de 22% respecto a 2014 (US$ 83,78); y de 40% y
50% en comparación con 2013 (US$ 107,67) y 2012 (US$ 116,5).
Entre 2013 y 2015 se recortó la inversión en importantes programas sociales de salud y alimentación. El
Servicio de Elaboraciones Farmacéuticas (Sefar) aminoró en 2015 su producción de medicamentos a
714.740 unidades, equivalente a sólo el 9% del año 2014 (8.035.701 unidades); al 7% del año 2013
(10.211.616 unidades); y al 1% del año 2012 (813.826.803 unidades). Igual ocurrió con la Misión Mercal
que en 2015 benefició apenas un 56% de la población atendida en 2014; Pdval a 72% y Abastos
Bicentenario a un 15%. El total de beneficiarios de estas redes fue en 2015 un 64% menos que en 2014.

Las Casas de Alimentación, uno de los más exitosos programas sociales de los gobiernos del presidente
Hugo Chávez, fue también objeto de una sorprendente reducción a partir de 2014, a pesar de su significativa
importancia en la disminución del hambre y la subnutrición en “menos del 5% dos años antes de la meta del
milenio establecida para 2015”, ganándose el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El desmontaje de las Casas de Alimentación fue dado a
conocer por el gobierno nacional un año después, en noviembre de 2015, cuando anunció que la meta para
2019 era lograr una “reducción significativa”.
Esto debido, según la vicepresidenta para el Desarrollo Social, Gladys Requena, a que “gracias” a esta
política social “se ha superado la situación de pobreza”, y que esta reducción en los últimos años “dan
cuenta de que a menos Casas hay menos demanda en el sentido de atender las necesidades de nuestro pueblo
más pobre (…) ha habido mayor acceso, se ha universalizado más la alimentación en nuestro país”. Según el
método de Línea de Pobreza por Ingreso en 2013 este programa social sólo atendió a un 15% de la
población en extrema pobreza; en 2014 a un 16,5% y en 2015 a 9%.
Estas medidas de ajuste económico de carácter regresivo, rápidamente lanzaron nuevamente a la exclusión
social a gran cantidad de familias de los estratos socioeconómicos más vulnerables, a las que se había
garantizado, hasta entonces, el pleno disfrute de sus derechos fundamentales.
En 2016 la tasa de inflación nacional se elevó a 720%, alcanzando 1080% en los rubros alimenticios. Esto
agudizó aún más las críticas condiciones de sobrevivencia de la población que además enfrentó una escasez
y desabastecimiento de alimentos y medicamentos que rondó el 80%; incluidos los medicamentos de alto
costo suministrados por el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) para el tratamiento de
enfermedades como el cáncer.
El impacto de esta crisis empezó a reflejarse en las estadísticas oficiales de 2015, mostrando una reducción
en la cantidad de comidas realizadas diariamente por la población. Las personas que consumían tres o más
comidas al día disminuyeron en casi 2% respecto a 2013, pues éstas pasaron a ingerir sólo dos comidas en
2015, totalizando así un 5,7% de la población.
No obstante, el consumo de alimentos en Venezuela medido en kilocalorías (Kcal) se mantuvo estable los
últimos seis años, con leves variaciones de 2009 a 2015. Ese año cada habitante consumía al día 3.092 Kcal,
muy por encima de las 2.720 Kcal establecidas como nivel de seguridad alimentaria por la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
En 2015 la atención en salud comenzó a evidenciar deficiencias, por la inexistencia o fallas severas de
insumos médicos y material quirúrgico que alcanzó a 61% y 65%, superando entre 4 y 10 puntos
porcentuales la de medicamentos. En 2016 esta falla en hospitales públicos se ubicó en 81% y 87%.

En 2012 las denuncias en centros hospitalarios por la falta de medicamentos e insumos médicos ocuparon el
primer lugar con 12% del total. En 2013 éstas se incrementaron a 17%, en 2014 a 18% y en 2015 al 21% de
todas las denuncias, sobrepasando más de tres veces la “Falta de personal médico” que llegó a 6%. En 2015
se redujo en 16% el promedio diario de camas ocupadas y el porcentaje de ocupación fue de 40%, menos de
la mitad del año anterior (90%). Los pacientes diariamente atendidos en consulta externa decrecieron un
57% y en emergencia 58%; las intervenciones quirúrgicas en 18% y la atención de partos un 57%.
La escasez de insumos médicos se extendió a los centros de salud del sector privado. En 2015 la Asociación
Venezolana de Distribuidores de Equipos Médicos, Odontológicos, de Laboratorios y Afines (Avedem),
reportó que, en diciembre de 2015, “64% de sus 128 productos estaban agotados y el resto por debajo de
30%”. Igualmente informó que “45% de los equipos en centros de salud se habían paralizado por falta de
repuestos”. Por su parte la Asociación Venezolana de Clínicas y Hospitales (AVCH) aseveró que “75 de sus
274 clínicas habían suspendido cirugías electivas por falta de insumos” y la Cámara de Clínicas del Centro
(Cacentro) “que solo contaba con 40% de los 450 insumos requeridos”.
En 2015 la trasferencia de recursos a centros de salud descentralizados se redujo en casi 13% respecto a
2014. Los estados afectados por esta restricción fueron Yaracuy (-40,76%), Falcón (-32%), Zulia (-33,15%),
Sucre (-28%), Aragua (-25,15%), Trujillo (-24,31%), Carabobo (-16,10%), Mérida (-12,36%) y Lara (-
2,65%). Este recorte del presupuesto para gastos de salud, se expresó en los diversos obstáculos y
dificultades que enfrentaron las instituciones de salud en estas entidades federales.
Ese mismo año la malaria adquirió la categoría de epidemia en la mayoría de los estados. Reportaron un
aumento de casos Monagas con un 3426% respecto al 2014; Sucre un 261%, Zulia con 223,8%, Amazonas
cerca de 100%, Delta Amacuro más de 100%, Apure 79,48%; y el estado Bolívar un 45%, de donde
proceden más del 80% de los casos, concentrándose en el municipio Sifontes 78% de los afectados en 2015.
Al finalizar 2015 se “habían agotado totalmente” los “medicamentos antimaláricos”, según la Sociedad para
el Control de las Enfermedades Endémicas y Asistencia Sanitaria a los indígenas del Estado Bolívar
(Cenasai), adscrita al MPPP Salud. Ésta informó que no contaba “con suficientes insecticidas ni transporte
terrestre y aéreo para acceder a las zonas”. Los “Informes Mundiales sobre el Paludismo 2014 y 2015”,
ubicaron a Venezuela como el país de América Latina y el Caribe con mayor número de casos de malaria
por 100 mil habitantes y el único que no avanzó en su reducción.
Miedo, discriminación y exclusión social
En febrero de 2017, la mayoría de la población venezolana (83,3%) evaluaba negativamente la situación del
país. Esta opinión la compartían 54% de las personas identificadas como chavistas y 97,4% como de
oposición; y un 82% de los estratos más pobres (C y D) tenían la misma percepción. Un 88,7% prefería el
abastecimiento de los supermercados y abastos donde pudiera comprar libremente los productos requeridos,
frente a sólo un 10,4% que optaba por los CLAP como mecanismo de distribución de alimentos.
Estas valoraciones de la población se expresan en los testimonios de personas pertenecientes a diversos
estratos sociales, edades, sexo y ocupación. Algunas describen la agudización de su crítica situación como
un tránsito “de la escasez al hambre”, por la dificultad que antes representaba la consecución de los
alimentos y que luego se convirtió en la imposibilidad de sufragar sus precios, lo que ha obligado a muchos
padres a realizar una o ninguna comida al día para cederla a sus hijos.
Sin embargo, cada vez son más los niños y adolescentes que no sólo comen una vez al día, sino que incluso
han pasado uno, dos y hasta tres días sin ingerir alimentos, como atestiguan docentes de instituciones de
educación públicas a las que asisten estudiantes que se duermen en clases por la debilidad que padecen. En
algunas escuelas esto se agrava entre los niños de menos edad que cursan la etapa primaria, en los que
aumenta la cantidad de alumnos en esas condiciones.
En otros casos encontramos familias con ingresos estables y empleos formales, que están contrayendo
deudas hasta el límite máximo de tarjetas de crédito para adquirir alimentos, en los que también han
invertido los aguinaldos, el adelanto de prestaciones sociales o préstamos en cajas de ahorro. El auxilio que
consiguen en estas nuevas modalidades para adquirir los alimentos, se ve disminuido por la dolarización de
los precios que desde octubre de 2016 el gobierno consintió a través del Plan de Abastecimiento
Complementario (PAC), con el fin de incentivar a los comerciantes a importar productos con divisas
propias, adquiridas en el mercado paralelo a elevadas cotizaciones.
En sectores más pobres sus habitantes recienten, cada vez más, el desmantelamiento de Misiones de
alimentación como Mercal, cuyos establecimientos están desabastecidos. El gobierno al mismo tiempo es
permisivo con la expansión del comercio especulativo de los llamados “bachaqueros”, que expenden
alimentos en las afueras de mercados municipales o se establecen en espacios urbanos donde conviven con
funcionarios de cuerpos de seguridad encargados de sancionarlos.
El fracaso del racionamiento de las compras de alimentos básicos y productos de limpieza doméstica e
higiene personal, a través de los últimos números de la cédula de identidad, ha generado desconfianza en las
políticas del gobierno, más aún por el limitado alcance de los CLAP. Éstos han provocado, además, la
fragmentación del entramado organizativo de los sectores populares, dividiendo o incluso desplazando a los
consejos comunales, produciendo enfrentamientos y “odios a muerte” entre sus habitantes quienes compiten
férreamente por el acceso al reducido suministro de alimentos.
La discriminación aumenta continuamente en barriadas populares y zonas de estratos sociales de mejores
ingresos, debido a la exclusión social a la que están sometidos sus habitantes en la distribución de los
alimentos a través de los CLAP, por no formar parte de éstos o no contar con vínculos entre miembros de las
Unidades de Batalla UBCH, los que en muchos casos ya constituyen toda una “burocracia popular”. Esta
exclusión se combina con el miedo que experimentan aquellas personas estigmatizadas como opositores,
otras que son o temen ser execradas por emitir opiniones críticas sobre el gobierno y que incluso sienten
amenazado su empleo.
La escasez y desabastecimiento de medicamentos e insumos médicos acrecienta los síntomas de esta
subjetividad maltratada, herida y muy sensible. En peligro de vida se encuentran los sectores más
vulnerables socioeconómicamente, que transitan por el viacrucis de conseguir los medicamentos o la
atención hospitalaria requerida, sobre todo para la población de niños y adultos mayores. Son frecuentes las
expresiones de frustración, depresión o tristeza por la impotencia que sufren muchas familias ante el
agravamiento de una enfermedad que, por falta de medicamentos o atención hospitalaria, termina en muchos
casos con la muerte. La esperanza es la respuesta ante la constante incertidumbre y el riesgo de vida que
intentan sortear con la fe puesta en tratamientos caseros para paliar cualquier enfermedad.
Un desabastecimiento hasta de moral
Una conciencia como sujeto de derecho y no de necesidad emerge frente a la dependencia y el control social
que se instaura a través del sentimiento de conmiseración y no de justicia, que el gobierno transmite
constantemente a la población por los “favores concedidos”. La población ha comenzado entonces a juzgar a
la sociedad y al gobierno por padecer “un desabastecimiento hasta de moral”.
Este juicio es el que manifestaba más de un 19% de la población en enero de 2017, cuando consideraba a “la
corrupción y la impunidad” como uno de los seis principales problemas del país, mientras que para más del
50% eran “las largas y muchas colas para comprar; inseguridad personal y delincuencia”. En esa medición
de opinión, “la honestidad, sinceridad y apego a la verdad” fueron valores y cualidades que un 16,3% de los
venezolanos demandaban de sus representantes y servidores públicos; “probidad y eficiencia administrativa
y gerencial” un 30,8%, “confiable y que inspire confianza” un 25,8%. Apenas un 11,9% consideró que el
presidente Nicolás Maduro era honesto, mientras que 41,5% opinó que “No es honesto”; un 43% que “No es
confiable”. La mayoría (63%) lo tildó de “corrupto” y un 50% de “Falso”.
La probidad de los gobernantes y líderes políticos es abiertamente cuestionada porque “ellos están más
gordos” y “no hay equilibrio”. La atribución de responsabilidades por la crisis del país, marca la diferencia
valorativa de muchos venezolanos respecto a los últimos gobiernos y sus gobernantes. Por eso “Chávez era
mejor que Maduro”, incluso era mejor el periodo de la llamada IV República, cuando “los productos estaban
en los anaqueles, pero la gente no podía comprarlos. Hoy no están en los anaqueles y tampoco puede
comprarlos”. Es que con Chávez “teníamos la convicción y la confianza de que el país estaba marchando
bien”.
La deuda de un ajuste y la fuga de una deuda
El gobierno nacional optó por un ajuste económico en vez de ajustar la deuda externa. Su fiel cumplimiento
con los acreedores internacionales, cancelando puntualmente el servicio anual de la deuda, consumió más de
la mitad de los ingresos de la nación en 2016 y posiblemente sea similar en 2017. La renegociación del pago
de este endeudamiento externo por el desplome de la renta petrolera, constituye una alternativa financiera
admisible que se prefirió evadir.
La deuda externa contraída por Venezuela en épocas anteriores nos muestra que estas transferencias de
recursos recibidas por la nación, así como las provenientes de la renta petrolera, regresaron al exterior a
través de la fuga de capitales que fueron capturados muchas veces de manera fraudulenta o aventajada.
Socavadas así las reservas internacionales en momentos en que declinaron los ingresos petroleros, se
justificaba siempre la contratación de un nuevo endeudamiento.
El actual desenlace del reciente ciclo del capitalismo rentístico en Venezuela tiene, como antes ocurrió, un
elevado costo que prefirió cargarse a una población que paga con el sacrificio de padecer el
desabastecimiento y la escasez de alimentos y medicamentos, debido al recorte de divisas para su
importación en aras de obtener un remanente de recursos para el pago de la deuda.
El desmontaje de importantes políticas de salud y programas sociales de alimentación igual sirvió al
gobierno para financiar su lealtad con los acreedores, mayor a la justicia social que al pueblo adeuda. Los
antes incluidos ahora como excluidos están de vuelta. El temor a la discriminación política que subordina la
inclusión social de operativos esporádicos para la distribución de alimentos en los sectores más
desfavorecidos, se impone y propaga con la conformación de una “burocracia popular”, que reclama el
agradecimiento a un gobierno que cambió la justicia por compasión.
Esta perversión de los arreglos sociales tiene su correlato en la lógica política de un ajuste económico que se
sustenta en un patrón regresivo en la distribución de justicia social, que pretende imponer el gobierno a pesar
de la extendida resistencia que enfrenta en la población. La redefinición que aspira del régimen político a
través de una Asamblea Nacional Constituyente, podría ser un intento de purgar las amenazas a su
legitimidad para avanzar con el desmontaje de las conquistas sociales, políticas y económicas alcanzadas
durante los gobiernos de Hugo Chávez y con la Constitución de 1999.

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