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HISTORIA DE LAS CALDERAS

Herón de Alejandría, probablemente en el primer siglo D.C., describió una caldera y una turbina de reacción, pero no formuló
sugerencias relacionadas con la aplicación útil del dispositivo. No hay referencias correspondientes al empleo práctico del vapor hasta
el siglo XVII. A partir de entonces, se dieron muchas condiciones que estimularon el rápido desarrollo del empleo de vapor en el ciclo
de energía.

La explotación minera se desarrolló en gran medida, requiriéndose cantidades considerables de combustible para la calefacción de los
espacios y para su empleo en las cocinas. El crecimiento industrial y militar, especialmente en Inglaterra, requirió igualmente
mayores cantidades de combustible. Se desarrolló en gran escala la explotación de las minas de carbón, pero a medida que éstas iban
siendo más profundas, con frecuencia eran inundadas por el agua. Los ingleses, en particular, se enfrentaron a limitaciones graves en
su crecimiento si no eran capaces de encontrar métodos económicos para sacar mediante bombas el agua de las minas.

La importancia concedida al problema se observa en el gran número de hombres que dedicaron su esfuerzo a este asunto y por la
gran cantidad de patentes relativas a máquinas destinadas a sacar el agua de las minas, con bombas que utilizaban “la fuerza
expansiva del vapor”.

Una de las primeras máquinas de vapor de tipo práctico fue la máquina atmosférica de Thomas Newcomen. El vapor procedente de
una caldera elevaba, al llegar a un cilindro, un émbolo, por expansión y mediante la ayuda de un contrapeso situado al otro extremo
de un balancín accionado por el émbolo. A continuación se cerraba la válvula de vapor y aquél que ocupaba el cilindro se condensaba
bajo la acción de un chorro de agua fría. El vacío ocasionado así en el émbolo obligaba a éste a descender bajo la acción de la presión
atmosférica, realizando de esta forma su trabajo, consistente en accionar una bomba. La caldera utilizada por Newcomen no era otra
cosa que un recipiente de cobre de los empleados por los cerveceros. En 1711 se aplicó a las minas una máquina Newcomen para el
bombeo del agua.

Durante la última mitad del siglo XVIII, el inventor escocés James Watt llevó a cabo mejoras significativas en las primitivas máquinas
de vapor, mismas que quedaron totalmente separadas de las calderas. Aun cuando los biógrafos de Watt dicen poco sobre las
mejoras introducidas por él en las calderas de vapor, la evidencia indica que Boulton y Watt crearon la primera caldera de carreta
llamada así por su apariencia. No era otra cosa que un recipiente cerrado que contenía agua y vapor, con la forma de una carreta
cubierta y situado sobre un foso de fuego.

Calderas tubos de humo


El siguiente inventor y constructor destacado fue Richard Trevitchik, quien observó que el mayor problema de estos sistemas de vapor
se encontraba en la fabricación de la caldera. Aunque el cobre era el único material hasta entonces disponible, también podían
utilizarse láminas de hierro forjado y martillado. En 1800, Trevitchik hizo una máquina capaz de soportar una presión de 4.57 kg/cm2
(65 psi,) con un cilindro de 63.5 cm (25 pulgadas) y carrera de 3 metros (10 pies). La elevada presión de trabajo de la máquina
resultaba posible únicamente debido a que se contaba con una caldera de alta presión. Construida en 1804, esta caldera estaba
formada por una envolvente cilíndrica de hierro fundido y con un extremo en forma de disco.

Al aumentar la demanda de cantidades aún más grandes de energía, los avances realizados consistieron en reemplazar el tiro único
por muchos tubos par gases, lo que aumentó la superficie de calefacción. Este era el diseño esencial, en uso generalizado hasta
aproximadamente 1870. Sin embargo, las calderas tubos de humo resultaban limitadas en cuanto a su capacidad y su presión, no
estando por ello destinadas a satisfacer las exigencias que se hacían presentes, relativas a presiones mayores y a tamaños unitarios
más grandes.

Calderas Tubos de Agua


En los últimos años del siglo XVIII, el estadounidense John Stevens inventó una caldera formada por un grupo de pequeños tubos
cerrados por un extremo y conectados por el otro a un depósito central. El diseño tuvo corta duración, debido a los problemas básicos
de ingeniería que suponían su construcción y operación. En 1856, Stephen Wilcox propuso lo que habría de constituir un adelanto
fundamental en relación con las calderas con tubos de agua. Su diseño aplicaba tubos de agua inclinados que conectaban los
depósitos de agua situados en la parte anterior y en la posterior, con un espacio superior para el vapor, lo que permitía una mejor
circulación del agua y un aumento en la superficie de calefacción. Una ventaja adicional consistía en la reducción de los riesgos por
explosión inherentes al diseño de tubos de agua. En 1866, George Herman Babcock se asoció con Stephen Wilcox y un año más tarde
patentaron la primera caldera Babcock y Wilcox.

El éxito y la amplia aceptación de la caldera con tubos de agua inclinados que tuvo lugar durante un período sin precedentes de
rápido crecimiento industrial, estimuló a otros inventores a explorar nuevas ideas en el diseño de calderas. En 1880, Allan Stirling
creó un diseño que conectaba directamente los tubos de generación de vapor a un tambor separador, caracterizándose además por el
reducido espacio superior sobre el hogar. Estas calderas utilizaban en su construcción tubos doblados en contraste con los tubos
rectos utilizados en la B&W. El mérito de las calderas con tubos doblados para aplicaciones especiales se vio pronto reconocido por
Babcock y Wilcox, dando lugar a que en 1906, la B&W adquiriese lo que entonces se llamaba la Stirling Consolidated Boiler Company.

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