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A su vez, por la falta de acceso al agua, los proveedores sanitarios

no pueden lavarse las manos, lo cual es crucial para contener la


propagación de la Covid-19. La escasez de combustible hace más
difícil que los profesionales de la salud y los pacientes se acerquen
hasta los hospitales y centros de salud, y que los alimentos lleguen
a quienes los necesitan. Ello podría deteriorar todavía más la
atención médica.

La enfermedad también podría transmitirse con rapidez en los


barrios populares y en las cárceles sobrepobladas debido a la falta
de garantías básicas de salud pública y de acceso a un suministro
de agua suficiente. Las condiciones de pobreza, hacinamiento
habitacional y desnutrición en las que se encuentran muchos
venezolanos son el ámbito ideal para que se propaguen
enfermedades infecciosas.

La crisis humanitaria, política y económica en Venezuela ha


provocado la mayor migración de la región en las últimas décadas.
Más de cinco millones de venezolanos se han ido del país, y han
llevado consigo enfermedades que habían sido erradicadas en la
región, como el sarampión. Los sistemas de salud de países
vecinos ya están sobrepasados intentando atender las necesidades
de salud de los exiliados venezolanos. Si bien varios miles de
ciudadanos venezolanos recientemente decidieron regresar a
Venezuela por las paupérrimas condiciones en que vivían en el
exterior, es improbable que el éxodo se detenga y el brote de
coronavirus en Venezuela agravará todavía más la situación.

Las autoridades venezolanas han adoptado algunas medidas para,


en teoría, intentar responder a la pandemia. El 13 de marzo el
gobierno declaró el estado de emergencia y el 17 de ese mes
dispuso una cuarentena en todo el territorio nacional, que limita la
circulación y dispone el cierre de actividades no esenciales.
Quienes hacen que se cumpla con la cuarentena son la policía,
incluyendo una fuerza especial llamada FAES implicada en el
pasado en ejecuciones extrajudiciales, las Fuerzas Armadas y
grupos armados partidarios del gobierno, llamados “colectivos” en
Venezuela. Según organizaciones locales, esto ha dado lugar a
detenciones arbitrarias y hostigamiento de las comunidades.

El 17 de marzo, el gobierno de Nicolás Maduro pidió un préstamo


de USD 5.000 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI)
para combatir la Covid-19. El FMI rechazó el pedido e indicó que
“faltaba claridad” con respecto al “reconocimiento oficial por parte
de la comunidad internacional” al gobierno de Maduro.

La negativa a publicar datos epidemiológicos por parte de las


autoridades debilita significativamente su capacidad de respuesta
ante la pandemia. También contribuye a la pobre respuesta estatal
el hostigamiento y persecución de periodistas, profesionales de la
salud y otros individuos que cuestionan y alertan sobre el
deterioro de las condiciones en los hospitales, la escasez de
petróleo y la propagación de la Covid-19. Además, las autoridades
continúan sin asumir su responsabilidad por el colapso del sistema
de salud, atribuyéndole absoluta responsabilidad a las sanciones
estadounidenses cuando el desastre humanitario en Venezuela es
previo a las sanciones.

“Para contribuir a una respuesta efectiva a la Covid-19 en


Venezuela, los gobiernos preocupados por la situación venezolana
deberían financiar las iniciativas humanitarias de la ONU que
aseguren que la ayuda se distribuya de manera apolítica”,
sostuvo José Miguel Vivanco, director para las Américas de
Human Rights Watch. “Pero para que la ayuda llegue
efectivamente al pueblo venezolano, la máxima responsabilidad
recae en las autoridades que responden a Maduro, por ello hay que
presionarlas para que le garanticen pleno acceso al Programa
Mundial de Alimentos y permitan que los actores humanitarios y
médicos puedan trabajar sin temor a represalias”.

Se pueden consultar abajo recomendaciones detalladas e


información adicional sobre escasez de agua, sanciones y
ayuda humanitaria.
Recomendaciones

Human Rights Watch y expertos del Centro de Salud Pública y


Derechos Humanos (Center for Public Health and Human Rights)
y el Centro de Salud Humanitaria (Center Humanitarian Health)
de Johns Hopkins recomiendan que el secretario general de la
ONU, António Guterres, y el coordinador del socorro de
emergencia de la ONU (UN Emergency Relief Coordinator), Mark
Lowcock, asuman el liderazgo frente a la situación venezolana y le
exijan a las autoridades del gobierno de Nicolás Maduro que
adopten todas las medidas necesarias para lograr que la ayuda
humanitaria llegue al pueblo venezolano, incluyendo las
mencionadas en este documento.

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