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Desviaciones de la lucha revolucionaria

EL TERRORISMO

La política represiva del Estado

Cuando siente amenazados sus intereses por la acción de las masas, la burguesía recurre a la
violencia, como lo hicieron en otros tiempos los grandes terratenientes al formar las «guardias
blancas», o lo hacen hoy los neolatifundistas para impedir las llamadas invasiones de tierras y
algunos grandes empresarios para aplastar una huelga obrera. El gobierno mismo, cuando no se
atreve o no quiere usar directamente el aparato represivo a su disposición, para atemorizar,
confundir y desalentar a quienes protestan públicamente, suele responder mediante acciones
violentas realizadas por grupos paramilitares, que supuestamente nadie sabe cómo operan y de
quién dependen, como ocurrió en el tristemente célebre caso de «Los Halcones».

La represión contra las clases explotadas es un hecho cotidiano. Ejercida a nivel e masas o en
forma selectiva se expresa en el pojo de tierras a los campesinos, en la persecución, los
allanamientos, detenciones y aún las torturas y asesinatos que suelen sufrir dirigentes obreros y
estudiantiles; en el confinamiento de miles de trabajadores en campos militares, la presencia
sistemática de cuerpos represivos especiales tanto en el movimiento obrero como en las
universidades y en la frecuente represión de mítines y manifestaciones populares.

Tan sólo en los últimos veinte años se reprimió al estudiantado del Instituto Politécnico Nacional
en 1956 y a los maestros y ferrocarrileros entre 1958 y 1960; se agredió al pueblo de Chilpancingo
al caer el entonces gobernador Caballero Aburto, en 1961; se asesinó a Rubén Jaramillo y su
familia en 1962; se reprimió al movimiento médico y a los estudiantes y profesores de la
Universidad de Morelia en 1965; a los petroleros en 1966, a las universidades de Sonora y Tabasco
en 1967 y 68, a los copreros de Guerrero en el curso de ese mismo año, así como al movimiento
estudiantil que culminó en los grandes actos y manifestaciones de septiembre y en la matanza de
Tlatelolco. En fin, está, aún fresca la sangre derramada el 10 de junio de 1971, la muerte de
Genaro Vázquez y de Lucio Cabañas y siguen impunes los crímenes de Enrique Cabrera, Joel
Arriaga y otros en Puebla, así como del profesor Hilario Moreno y de Pablo Alvarado en la cárcel
de Lecumberri.

La burguesía nunca ha sido enemiga de la violencia. Llegó al poder y se ha mantenido en el en


todas partes usando siempre de la fuerza. Pero en tanto que la violencia del pueblo, la violencia
revolucionaria es para ella un grave delito que amenaza la, paz social, la represión que ella ejerce
así se trate de los actos más arbitrarios y de las violaciones más burdas a los derechos humanos,
es siempre un símbolo de la legalidad el orden y la justicia.

La reacción de las masas

La represión ejercida contra diversas fracciones de la clase obrera urbana, los trabajadores del
campo, los estudiantes, y otros grupos pequeñoburgueses exhibe la incapacidad de la clase en el
poder para resolver ciertos problemas políticos por medios pacíficos, propios de la democracia
burguesa tradicional. En el marco dé" un desarrollo desigual que implica, en un extremo, el
enriquecimiento escandaloso de una insignificante minoría, millones de mexicanos viven en
condiciones deplorables, sin poder disponer de vivienda, vestido, una dieta alimenticia, escuela ni
programas de salud adecuados. Aun el más modesto intento de conseguir un pedazo de tierra, un
mejor salario, mayores prestaciones y un mínimo respecto a las organizaciones laborales, provoca
con frecuencia la hostilidad inmediata y desmedida de patrones y autoridades, así como un sordo
descontento que, no pudiendo a menudo encauzarse en forma organizada y militante, explota en
acciones violentas aisladas y espontáneas o toma cuerpo en forma de defensa armada que, sin
llegar a constituir propiamente una guerrilla, entraña formas peculiares de organización política
que se mantienen por largo tiempo pese a su manifiesta debilidad frente a las fuerzas represivas a
que tienen que enfrentarse. Presentar a tales grupos como simples provocadores, tratar por igual
a quienes intentan forjar posiciones políticas definidas y consecuentes con quienes carecen de ella
y se vuelven defensores de la violencia por la violencia, o identificar a quienes, de una u otra
manera, entran en pugna con el orden jurídico burgués con meros delincuentes del orden común,
es por lo menos audaz e irresponsable.

El camino al poder no se acorta ni vuelve más fácil asaltando sin ton ni son supermercados, bancos
u otros establecimientos; decidiendo secuestros tan sólo para obtener dinero o para llamar la
atención, ni menos todavía, haciendo estallar bombas o cometiendo crímenes que incluso
atemoricen a las masas y las aíslen de la lucha revolucionaria. Sólo con base en un partido
revolucionario que cuente con un programa socialista que gane a importantes sectores del
proletariado, que sepa por qué y contra quién se lucha en cada fase del proceso; que forje en otras
palabras, una estrategia y una táctica justas, se puede amenazar firmemente en la lucha por el
poder y en la implantación de una dictadura proletaria. El voluntarismo, el espontaneísmo y el
anarquismo, aun en aquellos casos en que expresen genuinas inconformidades y sinceros
propósitos de cambio, son desviaciones y fallas que entrañan graves obstáculos que incluso
pueden comprometer los esfuerzos más prometedores.

¿Terrorismo o lucha revolucionaria?

Acaso no falten quienes, de buena fe, confunden el terrorismo con la acción revolucionaria, o que
conciben a ésta como simple sinónimo de la violencia.

La lucha revolucionaria es un proceso histórico, es l vehículo mediante el cual es posible pasar de


un modo de producción a otro más avanzado. Sin un cambio revolucionario, por ejemplo, sería
imposible en nuestro tiempo derrocar al capitalismo e instaurar el socialismo. La lucha
revolucionaria no es, en otras palabras, tan sólo una acción práctica o algo que caprichosamente
puedan decidir quiénes se entreguen a ella. Tratase de un proceso objetivo que tiene como guía
una teoría científica (el marxismo-leninismo), una teoría que le permite comprender la realidad, la
dinámica del desarrollo, las relaciones y contradicciones que le son propias, y los antagonismos de
la estructura de clases y el marco internacional en que se desenvuelve una economía
determinada. El marxismo-leninismo abre la posibilidad de comprender el pasado y el presente,
así como la dirección en que marcha la historia, y al raciona izar el análisis del desarrollo de la
sociedad y comprender el carácter transitorio del capitalismo hace también posible el trazo de una
estrategia revolucionaria que culmine en la toma del poder por los trabajadores. En otras
palabras, así como tal análisis demuestra la incapacidad histórica de la burguesía para resolver las
contradicciones más graves del actual sistema, descubre, a la vez, la potencialidad y la misión
revolucionaria del proletariado y aporta los elementos para determinar las alianzas necesarias
para conquistar el poder, y para formular los programas mínimos y máximos con que un
verdadero partido de vanguardia puede orientar su lucha y ganar a las masas de trabajadores a la
causa socialista.

El proceso revolucionario, en consecuencia, se realiza conforme a leyes de diversa naturaleza que


gobiernan el desarrollo de la sociedad, que condicionan la creación de una situación propiamente
revolucionaria y que determinan la posibilidad de convertir tal situación en una revolución
triunfante y en un nuevo orden social. Y aunque tales leyes no operan al margen de la
organización y la acción de las masas, es igualmente cierto que suponen ciertas condiciones
objetivas que rebasan con mucho el voluntarismo y las decisiones puramente individuales.

El terrorismo, al igual que otras desviaciones de la lucha revolucionaria no encuentra apoyo


alguno, teórico o práctico, en el marxismo. En vez de asentarse en el examen sistemático y crítico
totalizador de la realidad, de la estructura socioeconómica y sus contradicciones fundamentales,
en el mejor de los casos descansa en datos fragmentarios y parciales, en acciones a menudo
desproporcionadas y aun en ilusiones que los hechos se encargan de desvanecer.

La ausencia de una teoría trae consigo la imposibilidad de que el terrorismo, desviación que suele
ser frecuente en etapas muy iníciales de la lucha revolucionaria, sea capaz de formular una
estrategia, de definir el enemigo Principal y las condiciones para superar las relaciones capitalistas
imperantes.

Deformaciones del terrorismo

Aunque algunos grupos emplean a veces un lenguaje radical y aun cercano al marxismo, sus
concepciones y formas organizativas son típicamente pequeñoburguesas. En efecto:

• Subestiman a las masas y exaltan a los individuos;

• Confunden la violencia popular revolucionaria, que surge de la agudización de contradicciones


resultantes de las leyes históricas que rigen el proceso social, con la violencia individual o de grupo
que es fruto de la desesperación y el voluntarismo;

• Exageran la importancia que pueda tener la destrucción de ciertas personas o bienes, y confunde
lo que es un acto explosivo aislado con lo que es una genuina situación revolucionaria; es decir,
confunden la revolución con su complot;

• Conciben la acción armada con un principio estratégico y permanente de la lucha política, en vez
de entenderlo como una táctica que puede ser adecuada en ciertas condiciones. Divorcian así la
táctica de la estrategia y renuncian, prácticamente, a ésta;
• Trabajan, por supuestas razones de seguridad que en la práctica son frecuentemente ineficaces,
en el anonimato, lo que impide que sus dirigentes y sus mejores cuadros se hagan de prestigio y
ganen la confianza de los trabajadores;

• Adoptan formas de organización verticales y paramilitares que suponen una obediencia ciega,
ausencia casi total de discusión, decisiones arbitrarias que se imponen de arriba abajo e
imposibilidad, en tal virtud, de crear una genuina democracia interna, esencial a toda organización
revolucionaria;

• Menosprecian la educación y el trabajo político entre las masas, así como el peso que ejercen la
ideología y los aparatos de control burgueses en el movimiento obrero;

• Carecen de bases de sustentación popular y de formas adecuadas de organización política,


descansan en ayudas aisladas y sobre todo en la obtención de fondos por medios violentos como
las llamadas <expropiaciones>;

• No comprenden la necesidad política, en países como el nuestro, de oponer a la historia


burguesa y convencional una interpretación materialista y científica; de oponer a la visión
apologética del capitalismo mexicano de hoy una visión crítica; de oponer en fin, a la cultura
burguesa y proimperialista, cada vez más artificial e importada, una cultura propia, realmente
popular y tan profunda como sus raíces.

Si algo no puede reducirse a esquemas simplistas ni manejarse mecánicamente es el curso de un


proceso revolucionario, La experiencia de cada país, o en otro sentido sólo la práctica de la lucha
misma, va enseriando a las masas y ayudándolas a tomar el mejor camino en cada caso. El empleo
de la violencia en la lucha social no es una constante, ni menos un elemento del que pueda
echarse mano al antojo de nadie. La dosis de violencia que los pueblos pagan por sus progresos
depende en gran medida de la clase dominante, de su resistencia al cambio y de la defensa que
resuelva hacer de sus intereses y privilegios, aunque también depende de la fase en que se halle la
lucha por el poder y de la capacidad de las masas para responder a la violencia con la violencia.
Creer que una acción armada espectacular pero aislada y artificial, carente de una orientación
política clara puede suplantar la lucha de un partido revolucionario, es una posición que nada
tiene que ver con el marxismo y que incluso puede ser aprovechada por el enemigo para
desprestigiar y aun para destruir el movimiento revolucionario. El uso pragmático, indiscriminado
y mecanicista de la violencia, antes que llevar a la revolución, adopta formas elementales y torpes
de terrorismo, que más bien pueden contribuir a agudizar la represión y aun a propiciar el
fascismo.
[ ] sin los obreros todas las bombas serían a todas luces impotentes.

V. I, LENIN

El gobierno chino se ha opuesto siempre al asesinato y al secuestro de individuos como medios


para llevar a cabo la lucha política y se opone asimismo a actos divorciados de las masas, porque
son perjudiciales a la causa de la liberación nacional y de la revolución de los pueblos. Ghia Kuan-
hua, Alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China.

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