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Entre Nehemías y los Macabeos.

Apenas si hay registros existentes de la historia de los judíos durante los siglos IV y III AC. Sólo se
conocen dos registros de este período que tengan alguna relación con la historia de la Biblia: (1) La
tradición de la visita de Alejandro a Jerusalén y (2) la preparación de la traducción griega del
Antiguo Testamento hecha en Egipto y llamada la Septuaginta (generalmente se abrevia LXX).

De acuerdo con Josefo, la visita de Alejandro a Jerusalén se efectuó después de la caída de Gaza,
en noviembre del año 332 AC. Según el relato, cuando fue a castigar a los judíos por haber
rehusado ayudarle con tropas en su guerra contra los persas, fuera de las murallas de Jerusalén
vino a su encuentro una procesión de sacerdotes presididos por el sumo sacerdote Jadúa. Se dice
que entonces el rey fue llevado al templo, donde se le dio la oportunidad de ofrecer sacrificios y se
le mostró, en el libro de Daniel, que uno de los griegos -presumiblemente Alejandro- estaba
designado por las profecías divinas para destruir el imperio persa. Esto complació tanto a
Alejandro que confirió favores a los judíos (Josefo, Antigüedades , xi. 8. 4, 5). El relato, tal como lo
presenta Josefo, ha sido considerado como ficticio por la mayoría de los eruditos. Su aceptación
requeriría la existencia del libro de Daniel en el tiempo de Alejandro Magno, al paso que ellos
sostienen que el libro no fue escrito antes del período de los Macabeos, en el siglo II AC. Sin
embargo, hay abundantes evidencias internas a favor de la verdad de este relato. (Ver la
Introducción al libro de Daniel.) Si es verdadero, el relato proporciona una prueba más de que los
judíos no sólo poseían el libro de Daniel sino que también estudiaban las profecías que contenía.

La traducción de la Septuaginta fue preparada por los judíos de habla griega de Egipto, pero
pronto alcanzó una circulación considerable entre los judíos que estaban ampliamente dispersos.
Las fuentes para conocer su origen están en la reputada Carta de Aristeas , escrita posiblemente
entre 96 y 63 AC; una declaración de Filón, filósofo judío alejandrino del tiempo de Cristo (Filón,
Vida de Moisés II. 5-7), y los libros de Josefo, escritos poco después (Antigüedades xii. 2; Contra
Apión II. 4). En estas obras se narra un relato legendario en cuanto a la traducción del Pentateuco
por 72 eruditos judíos, en 72 días, durante el reinado del rey Tolomeo II de Egipto (285-247 AC). El
relato nos dice que esos hombres trabajaron independientemente, pero produjeron 72 ejemplares
de una traducción en la cual concordaba cada palabra, lo que mostraba que su traducción había
sido realizada bajo la inspiración del Espíritu Santo. Aunque este relato fue urdido con el propósito
de conseguir una pronta aceptación de la traducción griega entre los judíos y de colocarla en pie
de igualdad con el texto hebreo, fuera de duda contiene algunos hechos históricos. Uno de ellos es
que la traducción comenzó con el Pentateuco y que se llevó a cabo bajo Tolomeo II. No se sabe
cuándo se completó la traducción de todo el Antiguo Testamento. Esto puede haber sucedido en
el siglo III AC o a comienzos del siglo II. Sin embargo, la Septuaginta completa es mencionada por
el traductor del Eclesiástico de Jesús Ben Sirá, en el prólogo que añadió a este libro apócrifo. El
prólogo fue escrito por el año 132 AC, y se refiere a la Biblia griega como algo que ya existía.

Al hacer referencia al libro del Eclesiástico, o Sabiduría de Jesús Ben Sirá, que fue compuesto en
hebreo por el año 180 AC, vale la pena señalar de paso que su autor tenía acceso a la mayoría de
los libros del Antiguo Testamento. Esto se advierte porque cita, o se refiere, a 19 de los 24 libros
de la Biblia hebrea.

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