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Recolectores de heces fecales caninas

Andrés M. Estrada

Cerca de la caseta de peaje, abordo de un vehículo tres sujetos circulaban sobre la


carretera México-Cuernavaca. Desde ese punto, observaron una capa café que cubría la
capital. Uno de ellos pregunto qué era eso, los demás comenzaron a dar sus suposiciones,
pero les respondió que no era nada de lo que habían dicho. “Eso es excremento de
humanos y perros”, soltó.

En ese momento, a Alfredo Cuesta Godoy, un joven recién egresado de la carrera de


administración de empresas, le pareció algo loca la idea del amigo de su papá, pero le
quedó muy grabada.

De eso han pasado más de 20 años, y aunque no ha podido comprobar la tesis de esa
respuesta, sabe que es un problema grave el destino que se le dan a los desechos de las
heces fecales de los más de 2 millones de perros que habitan la Ciudad de México.

Para ello, junto con sus socios Eduardo Olivares Guevara, diseñador industrial y el biólogo
Fernando Leyva Hernandez, crearon “Composcan”. Una empresa con objeto social y
ecológico para aprovechar los desechos caninos y darles un valor agregado, como producir
gas y convertirlo en energía eléctrica u obtener fertilizantes.

Es decir, buscan darle un buen tratamiento a los residuos y sacar los contaminantes del
medio ambiente

Inicio del proyecto

Cuando notificaron a la institución su intención de realizar en equipo su proyecto sobre el


aprovechamiento de las heces fecales, sus directivos rieron, pero les dijeron que adelante.
Así, renunciaron a las ideas de desarrollar sus modelos de negocio, que presentaron en un
inicio en la maestría semipresencial en medios ambientales, en la Universidad del Medio
Ambiente.

Las ideas que tenían cada uno, eran el manejo de residuos, la comercializadora de
productos ambientales, y otro sobre el agua. Sin embargo, al final la recolección de
excremento de perro pudo más durante sus estudios de 2013 y 2014.

Todo comenzó en el momento que Alfredo le pidió ayuda a Fer, para una tarea de biología.
Ese día intercambiaron ideas, luego salió la historia del cielo de excremento que cubría la
ciudad, y éste sí se podía transformar y aprovechar. El biólogo le dijo que sí. Después, Lalo
se unió a equipo.

Lo primero que hicieron los tres, fue investigar cuántos perros había en la capital, cuánto
producían, cómo afectaba a nivel social y ambiental los desechos, y las repercusiones en la
salud. Tras esto se dieron cuenta que era un problema no atendido y eso cumplía los
propósitos de su maestría: buscar un problema para generar una solución y que sea
volviera un modelo de negocio.
Problemas de las heces caninas

Los recolectores de heces caninas encontraron varios problemas de los excrementos, por
ejemplo, cuando se tira el residuo en una bolsa, sea en la calle o el bote, su destino final
son los tiraderos de basura o se filtran en el medio ambiente. Se volatilizan, se hace polvo o
se filtra en el suelo.

El otro problema, era en cuestión de la salud, con la transmisión de la toxocariasis. En los


humanos puede producirles infección en los ojos como conjuntivitis o provocar ceguera.
Los integrantes de Composcan, recuerdan que la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM), realizo diversas investigaciones en parques de la Ciudad de México, y descubrieron
que estaban contaminados con esta larva.

Además, produce infecciones estomacales como salmonella y problemas en las vías


respiratorias. Dicen que la Secretaría de Salud (SSa), no le atribuye enfermedades
estomacales a las heces de los perros, porque “hay resistencia del gobierno en cuanto a
estos datos”.

Al igual, uno de los graves asuntos, aunque los dueños sean responsables en recoger los
excrementos de sus perros en los parques, quedan rastros y puede que un niño llegue a
jugar ahí, se arrastre, luego se rasque los ojos y se meta la bacteria.

Solución a las heces

Para los recolectores, si todas las heces se destinarán en un mismo lugar, como los
tiraderos de basura, se tendrían unas bombas de tiempo, porque su putrefacción natural se
descompone en gas metano, que después puede ocasionar incendios.

Lo que buscan, es que al momento de tirar las heces, no se mezclen con otros residuos,
pues de éstos, pueden salir varios subproductos. Uno puede ser con biodigestores para
producir gas, ese gas se puede convertir en energía eléctrica o también es posible obtener
fertilizantes con un composto mecánico.

Cuando Fernando, Eduardo y Alfredo se titularon en el 2015, fundaron Composcan. A partir


de ahí, comenzaron a darle forma a su empresa, crearon sus contenedores de desechos
para venderlos, bolsas especiales biodegradables de fécula de maíz para comercializarlas y
cuentan con biodigestores.

En un inicio, la idea de ellos era involucrar al gobierno, porque es quien tiene toda la
infraestructura para recoger los desechos fecales de los perros. A decir de ellos, le querían
quitar esa esa responsabilidad y en conjunto mapear una zona, poner sus contenedores, y
realizar la recolección y separación para después suministrarlo al biodigestor. Pensaron en
esto a nivel macro, porque son procesos caros.

Querían dar todo el servicio, pero hasta el momento no ha sido posible llevarlo a cabo, pues
es un proceso muy largo venderle al gobierno. Pero el tema del destino de los desechos
caninos es un problema ambiental para todos, porque a pesar de que si hay contenedores,
son a cielo abierto.

A pesar de que no han podido tener un acercamiento con el gobierno de Miguel Ángel
Mancera para emprender su proyecto, parece que por otro lado lo podrán realizar.

Durante las elecciones de 2016 para elegir a los integrantes de la Asamblea Constitucional
y donde también se votó el presupuesto participativo para las colonias, 3 o 4 de la
delegación Miguel Hidalgo, pidieron contenedores, ahí es donde entra Composcan.

Dicen que autoridades delegacionales les hablaron para solicitar un presupuesto para
adquirirlos. De acuerdo con ellos hay un acuerdo de compra, aunque nada firmado de por
medio. Sin embargo, lo que están buscando es también venderles el servicio porque “un
contenedor sin servicio no funciona”, dicen los emprendedores.

Pues poner estos, sólo es una buena intención, ya que cuando se esté derramando “ya no
te vas a acercar a tirarlo”, señalan. Además, si en un futuro el proyecto crece, lo enfocarían
también al sector social, al contratar a gente de la tercera edad o con discapacidad.

Proceso de recolección y costos

Los recolectores de heces caninas comentan que las colonias en donde se lleven a cabo los
servicios que ellos buscan brindar, se verían beneficiadas con la disminución del impacto
ambiental, además de generar un beneficio adicional con la instalación de un sistema de
composteo en las mismas. Pues los utilizarían en las áreas verdes aledañas, y en cuanto
alo ético, esto es ser un dueño responsable.

En cuanto a los costos de sus servicios, señalan que el precio de un contenedor


especializado es de 6 mil 500 pesos ya instalado. Ponen como ejemplo el caso de la
delegación dirigida por Xóchitl Gálvez, donde pondrían cerca de 20 contenedores.

Composcan espera que la demarcación acepte y lleguen a un trato para que ellos brinden el
servicio total. La idea es cobrar 10 mil pesos al mes por la recolección. De acuerdo a sus
cálculos, si en estas colonias se tuvieran alrededor de 80 perros, por cada uno o cada casa
son $125 al mes. Los botes tienen una capacidad de 20 kilos pero estiman recoger los
residuos cada 2 o 3 días para que no se llenen.

Además, en estas colonias, en un espacio podrían meter un sistema de composteo. En


éste, el residuo se descompone y se convierte en una composta, y si no se queda en la
colonia, tienen un bodega en la delegación Álvaro Obregón para llevarlo, pero lo ideal es
que se trate en el sitio.

Al igual, venden bolsas de fécula de maíz biodegradables para recoger las heces. Un rollo
de 15 cuesta 80 pesos o la caja con 12 rollos en mil, con 600 bolsas.

Epílogo
Pasaron más de dos décadas de la “loca” idea de que la nube café que cubría la Ciudad de
México era excremento humano y de perros. No se ha comprobado si su teoría era cierta.
Lo que sí, es que ahora nubes de múltiples tonos esconden los edificios la capital, que
hasta hace unos años se podían observar desde las alturas. La contaminación y miles de
residuos nos cubren con su manto todos los días.

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