Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ZAFFARONI fue un autor que ha ido variando sus ideas conforme transcurría el tiempo, es
por ello que suele hablarse de dos Zaffaronis: el primero, aquel seguidor de la doctrina
Finalista de WELZEL, quien asignaba a la pena una función de prevención especial, donde
la finalidad de la pena no jugaba ningún rol en las categorías analíticas de la teoría del
delito; el segundo, luego de las reflexiones dadas a partir de su libro “En busca de las
datos criminológicos que fueron ignorados por el saber penal y obviamente se percató
que estos datos terminan por deslegitimar todo el discurso penal; además que recoge del
funcionalismo la idea que la pena es el eje a través del cual los demás estratos analíticos
Para ZAFFARONI el uso de la expresión derecho penal ha sido equívoco porque muchas
veces se le emplea para designar al objeto del saber del derecho penal: la ley penal. Por lo
tanto se estaría confundiendo derechopenal (discurso de los juristas) con legislación penal
(acto del poder político) y, por ende, derecho penal con poder punitivo. Por un lado el
derecho penal es la rama del saber jurídico que, mediante la interpretación de las leyes
penales, propone a los jueces un sistema orientador de decisiones que contiene y reduce el
poder punitivo, para impulsar el progreso del estado constitucional de derecho84; El poder
coerción estatal que no persigue la reparación (no pertenece al derecho civil o privado en
(coerción directa del derecho administrativo)85; es una definición obtenida por exclusión,
pues se parte del fracaso de las demás teorías que intentaron otorgarle una función
manifiesta, además que reconoce que el poder punitivo es una coerción que impone
privación de derechos o dolor, pero que no responde a los otros modelos de solución o
prevención de conflictos.
función positiva a la pena; b) se obtiene por exclusión (es la coacción estatal que no entra
resalta que las agencias ejecutivas del poder punitivo mediante la criminalización
criminalización primaria, tienen que realizar una labor selectiva recurriendo a la forma de
criminalidad más fácil de detectar los cuales son los delitos groseros que son cometidos
por personas que causen menos problemas (son aquellas que tienen incapacidad de
sectores también vulnerables, que no cuentan con las posibilidades para poder contar con
una mayor seguridad; incluso la selectividad se encuentra en la policía, pues recaen sobre
desempleo. Son los policías quienes se ven instigados a asumir actitudes antipáticas e
considerables riesgos de vida, a cargar con la parte más desacreditada y peligrosa del
ejercicio del poder punitivo, a ofrecerse a las primeras críticas, a privarse de criticar a
otras agencias86
Con todo ello, ZAFFARONI desnuda los conceptos tradicionales, destacando que todos
ellos nunca fueron neutros, pues realmente ningún concepto es neutro, siempre
obedecen a un poder (por ende los conceptos jurídicos son políticos), en este caso al
poder punitivo, por lo que, lo que se tiene que hacer es construir conceptos bajo la luz del
poder jurídico, la línea política no será otra más que contener al poder punitivo. Pero
¿Quiénes son parte del poder jurídico?, ZAFFARONI menciona que son los juristas los que
ejercen tradicionalmente este poder, sin embargo, se trata de un poder muy limitado pues
se limita a los pocos casos que seleccionan las agencias ejecutivas, iniciando el proceso de
continuación de ese ejercicio. Gracias a ello se llega a la conclusión que el derecho penal
es, pues, un discurso que está destinado a orientar las decisiones jurídicas que forman
parte del proceso de criminalización secundaria, dentro del cual constituye un poder muy
En rigor, una teoría de la pena tiene que partir del fracaso de todas las teorías positivas
teoría negativa es posible delimitar el horizonte del derecho penal sin que su acatamiento
provoque la legitimación del poder punitivo. No quedará otra alternativa que considerar
que el poder jurídico (el que pertenece a los juristas) debe servir como un freno a todo
este poder tan deslegitimado, es decir, tiene que funcionar como contención al poder
orientador de sus decisiones, a través de interpretación de las leyes penales, que tengan
en cuenta la realidad selectiva del poder punitivo, así además poder optimizar los
Desde el ámbito de la teoría de la pena, qué duda cabe que la cesura del juicio oral
operaría como un mecanismo que ayude a contener el poder punitivo. Dentro de este
proceso de contención y acotamiento del poder punitivo que incumbe al derecho penal
como programador de las decisiones de las agencias judiciales, uno de los momentos más
misma magnitud que el problema que ocurre con el funcionalismo teleológico de ROXÍN,
personalizada el injusto a su autor. Para tal efecto, ZAFFARONI es del parecer que la
selectividad del poder punitivo, debido a ello, construye un concepto que denomina
“Culpabilidad por la vulnerabilidad” que consiste en una síntesis entre la culpabilidad por
exigibilidad de otra conducta) y la selectividad del poder punitivo. Como todo proceso
En suma, podría decirse que las posibilidades de la cesura del juicio oral bajo esta
perspectiva pueden ser dos (que son muy parecidas a las dadas en la teoría de ROXIN):
Se critica a esta teoría el ignorar la función deontológica (deber ser) de la policía a pesar
que es abundante la literatura en las últimas décadas acerca de este tema (en el derecho
Además que tampoco no se hace tanto hincapié en el real funcionamiento de las agencias
judiciales, pues está demostrado que las agencias judiciales no se diferencian tanto de las
policiales: son verticales y revelan los peores rasgos de las burocracias, según sus críticos
además realizan una segunda fuerte selección conforme a estereotipos y óperas toscas
que debe su cargo a favores de distinta índole, sin mayor formación jurídica, ni conciencia
acerca del importante rol que –con toda razón- la asigna en el plano ideal.
Como tercer punto, y que tiene mucha relación con los dos anteriores, se critica que
ideal normativa de la agencia judicial, cuando lo correcto hubiese sido comparar cómo son
realmente agencias policiales y judiciales por un lado, y cómo debe ser esas mismas
de la pena el mismo vicio lógico que ésta le enrostra a las demás teorías: se incurre en una
falacia normativista, ya que ZAFFARONI también inventa un sistema penal que no existe
Se critica a esta teoría el ignorar la función deontológica (deber ser) de la policía a pesar
que es abundante la literatura en las últimas décadas acerca de este tema (en el derecho
Además que tampoco no se hace tanto hincapié en el real funcionamiento de las agencias
judiciales, pues está demostrado que las agencias judiciales no se diferencian tanto de las
policiales: son verticales y revelan los peores rasgos de las burocracias, según sus críticos
además realizan una segunda fuerte selección conforme a estereotipos y óperas toscas
agencia judicial, lejos del ideal de ilustrado humanista, por lo general es un funcionario
que debe su cargo a favores de distinta índole, sin mayor formación jurídica, ni conciencia
acerca del importante rol que –con toda razón- la asigna en el plano ideal.
Como tercer punto, y que tiene mucha relación con los dos anteriores, se critica que
ideal normativa de la agencia judicial, cuando lo correcto hubiese sido comparar cómo son
realmente agencias policiales y judiciales por un lado, y cómo debe ser esas mismas
de la pena el mismo vicio lógico que ésta le enrostra a las demás teorías: se incurre en una
falacia normativista, ya que ZAFFARONI también inventa un sistema penal que no existe
RAFECAS, Daniel Eduardo. “Una mirada crítica sobre la teoría agnóstica de la pena”, en Revista
Mauro Benente1 2
1
Profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional de José
C. Paz. Director del Instituto Interdisciplinario de Estudios Constitucionales
de la Universidad Nacional de José C. Paz, Argentina.
2
Docente de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Buenos Aires. Argentina. Correo electrónico: maurobenente@yahoo.com.
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Derecho penal humano. La doctrina de los juristas y el poder
en el siglo XXI. Buenos Aires: Hammurabi, 2017.
El enfoque según el cual todo ser humano es persona guarda notables aires
de familia con los desarrollos de Seyla Benhabib. En El derecho de los
otros, la autora turca retoma la preocupación de Hannah Arendt por el
“derecho a tener derechos”8, inquietud que propone leer a la luz de
una teoría cosmopolita de la justicia que incluya una membresía justa, y
también una teoría deliberativa de la democracia -con sus principios
de moralidad universal y de reciprocidad igualitaria-. No es momento de
restituir todas estas dimensiones de su propuesta normativa, pero sí vale
recordar que en la máxima del “derecho a tener derechos” el concepto de
derecho, al que se apela en dos oportunidades en la misma afirmación,
tiene dos sentidos bien distintos. El primer uso tiene como destinatario a la
humanidad en su conjunto y reclama la membresía a un grupo en
particular, y por ello se configura como un “imperativo moral: ‘Trata a todos
los seres humanos como personas pertenecientes a algún grupo humano y
a quienes corresponde la protección del mismo’. Lo que aquí se invoca es
un derecho moral a la membresía y a cierta forma de trato compatible con
el derecho a la membresía”9. Dicho de otra manera, se trata del “derecho de
cada persona humana a ser reconocida y protegida como una personalidad
jurídica por la comunidad mundial”10. Estamos frente a un “derecho moral a
ser reconocido por otros como ‘persona portadora de derechos’” 11. Por su
lado, el segundo uso del derecho se refiere a una dimensión jurídica, que
presupone y se sustenta en el uso moral.
Uno de los grandes aportes del filósofo lituano Emmanuel Lévinas ha sido el
esfuerzo de apartarse de la filosofía de la Mismidad que no deja lugar al
otro, y dar lugar a una nueva antropología o filosofía primera que sí dé
lugar a la alteridad, al Otro. De esta manera, la máxima socrática que
predica el “conócete a ti mismo” es suplantada por un abordaje del Otro no
“a partir del conocimiento de sí mismo, ni de lo Mismo que oculta la
alteridad”15. Este Otro, siempre de acuerdo con Lévinas, se nos presenta
bajo la modalidad de un rostro, de un rostro que se impone con un claro
mandato: “no matarás”.
Es a la luz de todas estas sombras, entonces, que Derrida plantea que “un
principio de ética o, más radicalmente, de justicia […] es quizá la obligación
que compromete mi responsabilidad con lo más desemejante, con lo
radicalmente otro, justamente, con lo monstruosamente otro, con lo otro
incognoscible”23.
Más allá del principio ético o de justicia que enuncia Derrida, me parece que
su encuadre teórico representa un enorme desafío. El derecho penal
humano manda a que “se provea de una máscara de persona a cada ser
humano, que ningún rostro quede sin máscara”, lo que con Derrida nos
deberíamos preguntar no solamente es qué sucede cuando no se proveen
máscaras a los rostros, sino fundamentalmente ¿qué hacer? cuando el
problema no es la provisión de máscaras, sino el no reconocimiento de
rostros. Tal vez todos los rostros tengan máscaras justamente porque
algunos rostros no se encuentren reconocidos como tales.
4. Notas finales
BIBLIOGRA