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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA
TEOLOGÍA DE LA ACCIÓN MINISTERIAL
Presentado a: P. Antonio José Sarmiento, sj
Presentado por: David Ricardo Medina Calderón, sdb
28 de abril de 2020

El Sacerdote.
Un ser político más allá del púlpito

Hay momentos en que he pensado que sí, y otros que no… Cuando tenía menos edad,
más o menos desde los 10 años, ya empezaba a perfilarme por el gusto a la vida religiosa –
en aquel momento sólo sacerdotal, porque no me imaginaba que existía otra opción- y en
ocasiones, ante situaciones que salían en la pantalla de la televisión, que escuchaba en la
Misa o pasaban en mi pueblito pensaba, a veces sí, a veces no, que el sacerdote estaba inmerso
en la realidad política.

Yo creo que, hasta en los momentos difíciles, aquellos donde la guerra ha sido la
tangencial de las jornadas, se ha pensado por los “alzados en armas”: ¿lo matamos? ¡Pero es
que es Cura…! Hasta que la cosa se ha puesto muy de su contrario lado que, ya sabemos en
qué han parado muchos de ellos. Hay quienes todavía los consideran como externos a la
“estratósfera”, intocables, inabarcables y hasta seres de perfecta condición, osea “divinos”.
En la actualidad, incluso el adjetivo puesto en comillas, referenciado al sustantivo divinidad,
puede estar sonando a la concordancia con los casos opuestos a la moralidad proyectada por
el magisterio de la Iglesia que ellos mismos representan. Así pues, creo que hoy en día se les
considera más “embarrados” de la naturaleza humana, mucho más como cualquier otro de su
especie, un equitativo hasta en las líneas de acción en cuanto a los social.

¿Cuál es la realidad teleológica que concierne lo ontológico del sacerdote? ¿El Cura
para la Misa? ¿Ser “el padre” de una comunidad es quedarse en el rito de la Eucaristía? ¿Eso
es todo? Perdón pero, ¿lo que le da sentido a un hombre en el servicio del Reino es una hora,
hora y media de rito, para las restantes 23, o 22 del día? No lo creo así. Y creo que muchos
tampoco, pero son más los que dejan todo en una justificación recital de un formulario que
se repite, se repite, se repite hasta en la famosa anáfora II la cual, ya debería ser de
participación con la asamblea pues, de tanto que se tiene en cuenta, ya es viable recitarla en
“dos coros” con los asistentes a la ceremonia.

¡Pienso yo, no sé! Y lo hago de esta manera aprovechando este recurso sinóptico que
se nos da cada ocho días para hacer aprehensible lo que vamos leyendo en el material
suministrado. Se podría hacer formal, con citaciones y en tercera persona, pero… No es para
publicar. Permítame padre que sea esta una ocasión para expresar mis ideas mientras, se
acostumbran a la cuarentena, no por el COVID-19, sino por la formación cautelosa a la que
mucho he escuchado por parte de los formadores, pero sigue siendo un conflicto de
incoherencia y carencia factible. No lo digo porque hagan mal. No, ¡ya ni estaría! No es grave
la cosa, por eso sigo aquí, pero… No poder expresar que el sacerdocio, por ejemplo, lo
concibo más que “Misa diaria” es un riesgo que, de salir a flote podría perjudicar el desarrollo
de mi formación. Así que, mejor lo dejo en estas líneas, con la esperanza de algún día, desde
esa condición poder demostrar lo que tanto se dice en las clases de Sacramentos y Liturgia
en la Facultad: ¡Más allá del Rito! Como si no escuchara, por parte de compañeros de
escritorio y hermanos que, eso es mientras la academia, la realidad es otra.

¿Para qué ese estudia? ¿Para dejarlo en el retrete de la formación? ¡Yo no entiendo
cómo es que nos dan la posibilidad de estudiar en la más prestigiosa universidad con fama
de Teología en Colombia, si después están contra-atrayendo lo que se consolida en cada
sesión de clase! Vuelvo y cuestiono, ¿es un absoluto la Eucaristía ritual para el sacerdote? Y
si estamos así, ¡cómo será el resto de la Sociedad de San Francisco de Sales, fundada sin
pretensión de clericalidad por parte del fundador –dicho por tantos elocuentes hermanos
mayores (superiores) en el discurso, sobre todo cuando estamos los de aspiración al
sacerdocio, sacerdotes y coadjutores- pero llena de “curas” que absolutizan todo en la Misa.
¿En dónde quedó nuestro carisma? ¿Nacimos para más Misa? ¡En esa gracia, sólo se
necesitaban más del tinte diocesano! –sin ánimo de ofensa, sólo de caracterización-.

Siendo así, y dando un marco a mi postura, continúo con la propuesta más allá del Rito.
No me imagino un proyector del “βασιλεία τοῦ θεοῦ” ensimismado en lo que puede gestar
por una hora de Misa diaria. Si el ‘Reino de Dios’ no es comida ni bebida (Rm. 14, 17), desde
lo literal hasta lo simbólico es claro que no es algo tangible, es inclusive teleológico, como
así es el mismo Jesús en quien se condensa la “Ley”, y por Ley se entiende la Torá que es
todo un estilo de vida en la que se pone a YHWH de primero (Cfr. τέλος γὰρ νόμου Χριστὸς
εἰς δικαιοσύνην παντὶ τῷ πιστεύοντι. (Rm. 10, 4)). No es ni siquiera un ministerio absoluto y
ensimismado cuando, se juega tautología con la diaconía para el escritor de la carta paulina
en la Segunda Carta a los Corintios, capítulo 9, versículo 12 (ὅτι ἡ διακονία τῆς λειτουργίας
ταύτης οὐ μόνον ἐστὶν προσαναπληροῦσα τὰ ὑστερήματα τῶν ἁγίων, ἀλλὰ καὶ
περισσεύουσα διὰ πολλῶν εὐχαριστιῶν τῷ Θεῷ·). Y más miedoso aún es que, no es una
institucionalización, ni por la fundación de la Iglesia (Cfr. καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ
οἰκοδομήσω μου τὴν ἐκκλησίαν (Mt. 16, 18))1, ni en el despliegue de su discurso (Cfr. Mt.
5, 20; Flp. 3, 9; Mt. 4, 23 / Mc. 1, 39 / Lc. 4, 14-15; Lc. 4, 16-22; Mt. 5, 3 / Lc. 6, 20b-21; Jn.
10, 24-39; Jn. 13.-17.). Entonces, ¿Cuál sacerdocio con referencia a Jesús, el Nazareno?

Matizo todo lo dicho en que, si bien no es lo absoluto y no tiene el rito una prioridad
tangencial en Jesucristo – según lo expresado por la primera comunidad cristiana y
condensado en sus escritos anexos al canon bíblico -, sí hace parte de la vida de todo creyente,
incluyendo a Jesús (Cfr. Mt. 4, 23; Mt. 9, 35; Mc. 11, 11; Lc. 4, 15; Jn. 7, 14; Jn. 8, 2); sin
embargo, podemos caer en la cuenta que no es una prioridad en los relatos que cuentan su
vida, aunque hay otros momentos en los que se pueden hacer referencia de respeto al templo,
por lo que demanda una precisión en la forma como se estaba llevando la “religión” en ese
momento (Cfr. Mt. 21, 12; Mt. 21, 23; Mc. 11, 15; Lc. 19, 45), tampoco es que cubra una
buena parte de la intencionalidad mesiánica del Nazareno. Por lo tanto, un sacerdote que
tenga al Jesucristo de las versiones evangélicas y de las nociones paulinas, no debe estar
centrado en el templo, sino en los Templos del Espíritu (Cfr. 2Co. 6, 16; 1Co. 3, 16; 1Co. 6,

1
Y sobre ésta [la] roca, yo construiré mi [la] Iglesia. Para poner sobre dicho que, lo exclamado (la
roca) por Pedro es lo que permitirá la consolidación de su llamado. Jesús no se refería a la roca como
persona (Pedro). No. Lo que el maestro hacía llamar la atención es que, si Pedro fungía como una
roca es porque lo que había dicho le concedía identificarse como algo fuerte, compacto, sólido. Y
sobre este argumento es que se podría llevar a cabo la consigna evangélica del “amaos los unos a los
otros”, del proyecto salvífico de Dios, renovado por Jesucristo a todos los llamados, a todos los
congregados, a todos los contagiados de esta propuesta. ¡No hay aquí ninguna promulgación
institucional! “La inminencia del Reino llevaría a descartar rotundamente toda posible
preocupación, intención o acción de Jesús encaminada a formar o “fundar” una institución histórica,
permanente, y duradera que fuese la Iglesia”. Alberto Parra, La Iglesia, Colección Apuntes de
Teología: Bogotá D.C., 1996, 19.
19; Ef. 2, 21-22; Hb. 3, 6), en la comunidad. Asemejarse a Jesucristo hasta en lo kairótico
del sacerdocio eterno a imagen de la acción “diaconal” de Melquisedec (Cfr. Gn. 14, 18-20;
Sal. 110, 4; Hb. 5, 6; 5, 10; 6, 19-20; 7, 1-4;7, 9-11; 7, 15-17; 7, 21).

Todo lo anterior para justificar una posición que me puede traer encima una institución,
por dos veces milenaria en su tradición y hegemonía. Pero, esto mismo suscitado a partir de
las lecturas propuestas para la clase. ¿Cómo insertar a un sacerdote en la realidad política?
¡Así, sacándolo del templo! Y qué bueno que en su documento haya empezado insinuando
que todos, todos, absolutamente todos somos seres relacionales, como bien lo había clamado
Aristóteles en su idea del “ζῷον πολῑτῐκόν”. Luego nos ha postulado usted, las distintas
corrientes de organización social que se han dado a través de los tiempos, buscando cada una
superar a la anterior en la mejoría del bienestar para la humanidad. Pues en todas estas está
inmerso el sacerdote, no porque esté llamado a militar con armas. ¡No! De lo contario
tampoco estaría acorde al objeto praxiológico del Rabbì evangélico2. Sino porque está
invitado a llevar la propuesta cristiana a todos los modelos de gobierno, de organización civil
a donde el “βασιλεία τοῦ θεοῦ” tenga cabida (Cfr. Mc. 16, 15; Mt. 28, 19; Hch. 1, 8; Col. 1,
23). Y es posible que sea éste, el grito exclamado por Jesús cuando el evangelista lo inserta
en el modelo de diálogo al Πάτερ ἡμῶν (Padre Nuestro), al Abbà: “Venga tú reino” (Cfr. Mt.
6, 10 / Lc. 11, 2).

2
Basta con rescatar la intención propia de Jesús en sus acciones, descrita por los escritores de las
cuatro versiones evangélicas canónicas, para darse cuenta que Jesucristo no es un caudillo militar o
guerrillero y que, su alusión a Dios es totalmente contraproducente a un dios guerrero, o que acolite
la guerra, más aún que la apoye directamente. De manera precisa, se puede apoyar esta idea citando
un pasaje tenido en cuenta en los cuatro primeros libros del N.T., los que narran la vida del Hijo de
Dios, Hijo del Hombre. Al momento de ser detenido Jesús por las autoridades judías, en medio de un
relato fantástico de traición, deja el Maestro muy claro que era sincera su precursora y enfática
enseñanza de un mundo divino, porque fuese sin hostilidades.
Cuando pudo haberse defendido de las garras del enemigo que también subían, como en el pasaje de
1R. 20, 13-34, optó por ser consecuente con lo enseñado: “«Vuelve tu espada a su sitio, porque todos
los que empuñen espada perecerán a espada (…)»”. Esta frase es muy diciente y precisa de ser tomada
en cuenta para Mt. 26, 51-53, Lc. 22, 49-51 y Jn. 18, 10-11. Cada uno con el énfasis particular que
circunda su narración, pero sin dudas, manteniendo el enfático mensaje pacífico del mismo
protagonista. Marcos no es muy expresivo en este caso (14, 47-49) pero, aunque su silencio da para
una interpretación, no es posible afirmar, aun así, que esté a favor de que Jesús se haya defendido a
espada.

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