Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Tutela
La Tutela
La Tutela:
Quien, por razón de su edad, tenía necesidad de un protector era el impúber, bien porque
hubiera nacido sui iuris fuera de matrimonio legítimo, o porque habiendo nacido bajo
patria potestad hubiera salido de esta antes de la pubertad.
El poder dado al tutor en nada coincidía con el acordado al paterfamilias, puesto que el
impúber sometido a tutela seguía siendo sui iuris; y el tutor carecía de facultad
correccional respecto del pupilo, como de autoridad sobre la persona de éste, tanto más,
cuanto que solo debía ocuparse de lo atinente al patrimonio del pupilo y no de sus
intereses morales o educacionales, fuera de que esa intervención tutelar llegaba a su fin
al hacerse púber el protegido.
Clases de tutela:
-Dativa: Impartida por la autoridad, que designa al tutor, tenía lugar cuando no existían los
otros modos de tutela. En ese caso el pretor nombraba un tutor que se llamaba tutor
atilianus, porque esta tutela fue creada por una lex atilia de finales del siglo III a.C.
El tutor legitimo puede transferir la tutela a un extraño, mediante la in iure cessio, pero si
el cesionario muere o sufre una capitis deminutio, se reintegra de pleno derecho a sus
funciones de tutor. El tutor dativo sólo puede eximirse de ejercer la tutela aduciendo
razones graves que le impidan ejercer el cargo.
c) Numerosas cargas familiares, como el tener tres hijos o más, el ejercicio de tres cargos
de tutor o de curador.
d) Razones de privilegio, como ser veterano del ejército, atleta coronado, etc.
Diferentes de las excusas fueron las incapacidades propiamente dichas, que se
desenvolvieron gradualmente y que comenzaron siendo razones de excusa, tales fueron
según los textos justinianeos: los locos, sordos, mudos, ciegos, enfermos graves y
crónicos, personas enemistadas con el padre del pupilo, etc.
El derecho justinianeo declaró además incapaces para desempeñar las funciones de tutor
a los menores de veinticinco años, que en la época clásica podían excusarse, a los
obispos, a los monjes y a los acreedores y deudores del pupilo, con excepción de la
madre y de la abuela.
- Declarar ante el magistrado si era acreedor o deudor del pupilo. Esta última obligación la
impuso el derecho Justinianeo en procura de la defensa de los intereses del impúber sui
iuris, porque de ser el nombrado tutor deudor o acreedor del pupilo quedaba incurso en
causal de exclusión de la tutela. Si el nombrado nada decía al respecto y era acreedor,
quedaba desposeído del crédito; y si era deudor, y durante la tutela hacía el pago, no se
le reconocía.
Era función primordial del tutor atender la administración de los bienes y patrimonio en
general del pupilo, supuesto que no le correspondía velar por la protección moral y
educación del incapaz, para lo cual el magistrado habría de elegir un pariente cercano de
aquél o allegado a quien el tutor debía entregar los dineros necesarios para que cumpliera
su cometido.
Las funciones del tutor se resumen en las auctoritatis interpositio y en la gestio del
patrimonio del pupilo.
b) Negotiorum gestio en la infantia del pupilo, el tutor realiza los actos jurídicos mediante
la negotiorum gestio. El autor administra y los actos los lleva a cabo sin la colaboración
del pupilo; es decir los realiza en nombre propio.
Una vez apersonado de la función principal de administrar la fortuna del impúber, el tutor
debía desarrollarla por vía de gestio o por vía de auctoritas como antes se expresó.
En la gestio, el tutor obraba solamente en nombre propio, esto es, sin llegar a ser
representante del pupilo.
En cambio, en la auctoritas, el pupilo ya había salido de la infancia que duraba hasta los
siete años, era quien obraba en su propio nombre, limitándose el tutor a completar su
capacidad. Se colige de lo anterior que en la gestio el obligado era el tutor, en tanto que
en la auctoritas lo era directamente el pupilo; y si por lo anotado el tutor prefiriera la
auctoritas, ésta le resultaba imposible tratándose de infans, ya que no podía completar
una inexistente capacidad que ni siquiera en formación le reconocía el derecho romano a
los menores de siete años. Más aún, de tratarse de actos que exigieran la presencia del
pupilo, tampoco era posible la gestio, ya que aquel, en tal evento, debía contar con la
auctoritas tutoris.
Cuando el tutor ejercía la gestio tutoris, esto es, cuando gestionaba exclusivamente en su
nombre por ser el pupilo infans, no podía ejecutar en modo alguno, actos como los de
enajenación, aceptación de herencia, repudiación de herencia y comparecer en juicio por
el pupilo.
El tutor está obligado, al aceptar la tutela, a administrar los bienes y restituirlos una vez
terminada ésta, en el derecho primitivo estas obligaciones provenían de la moral y buenas
costumbres, no existiendo sanciones legales. Posteriormente se fueron tomando medidas
para salvaguardar el patrimonio del pupilo y para indemnizar al tutor por perjuicios que
haya podido causarle este ejercicio. Las garantías concedidas al pupilo son:
1. Ley de las XII Tablas: estableció dos garantías para el pupilo contra el fraude del tutor,
que fueron:
• "Cautio rem pupilli salvam fore". Obliga al tutor por un contrato de estipulación,
garantizado por fiadores, a administrar bien y a restituir los bienes finalizados la tutela.
3. Fines de la República: en el siglo VII, se creó la "Actio tutelae directa" que corresponde
al pupilo para hacerse restituir los bienes y hacerse indemnizar por las faltas cometidas
por el tutor en su administración y la "Actio tutelae contraria", que corresponde al tutor
contra el pupilo por los anticipos y perjuicios que hubiese tenido en su ejercicio.
4. Bajo el emperador Claudio: los parientes del pupilo podían citar ante los cónsules al
tutor por inacción, por responsable de no administrar; bajo Marco Aurelio se resolvió, sin
intervención de los cónsules, que el tutor es responsable de su omisión en las gestiones
desde que tiene noticias de su nombramiento.
6. Ultimo Estado del Derecho: Al recibir el cargo el tutor debe hacer inventario de los
bienes del pupilo y obligarse por un contrato de estipulación, dando fiadores, a administrar
debidamente. Durante la gestión está obligado a administrar como buen padre de familia y
al terminar la tutela, debe dar cuenta y restituir los bienes.