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Integrantes:

Justamante Monty Josue

Bernal Rojas Marcelo

Falcon Oroya Claudia

Tema:
Ordoñes Rosales Nicoles

Profesor:
Cosmologia Filosofica Waman Fritas, Juan

2019
Pitagóricos
El pitagorismo fue un movimiento filosófico-religioso de mediados del siglo VI a.
C. fundado por Pitágoras de Samos, siendo ésta la razón por la cual sus seguidores
recibían el nombre pitagóricos. Estos formaban la escuela pitagórica,1 secta2
conformada por astrólogos, músicos, matemáticos y filósofos, cuya creencia más
destacada era que todas las cosas son, en esencia, números.
Algunos de ellos fueron Epicarmo de Megara, Alcmeón de Crotona, Hipaso de
Metaponto, Filolao de Crotona y Arquitas de Tarento. El filósofo Jámblico de
Calcis confeccionó un supuesto catálogo de los Pitagóricos.
Este movimiento descubrió los números irracionales,3 aunque obligaba a sus seguidores
que lo mantuvieran en secreto. Se cree que el pitagórico Hipaso de Metaponto reveló el
secreto y, según la leyenda, fue ahogado por no mantenerlo.4
El pentagrama (estrella de cinco puntas) fue un importante símbolo religioso usado por los
pitagóricos, que lo denominaban «salud».

Cosmología pitagórica

El pensamiento pitagórico estaba dominado por las matemáticas, a la vez que era


profundamente místico. En el área de la cosmología no hay acuerdo sobre si el
mismo Pitágoras impartía enseñanzas, pero muchos eruditos creen que la idea pitagórica
de la transmigración del alma es demasiado importante para haber sido añadida por un
seguidor posterior a Pitágoras. Por otra parte, es imposible determinar el origen de la
doctrina pitagórica de la sustancia. Parece que la doctrina pitagórica parte de la doctrina
de Anaximandro sobre la última sustancia de las cosas como "lo ilimitado". Un pupilo de
Anaximandro, Anaxímenes, contemporáneo de Pitágoras, dio una explicación de cómo lo
"ilimitado" según Anaximandro tomó forma, por condensación y rarefacción. Por otra parte,
la doctrina pitagórica dice que mediante la noción de "límite" lo "ilimitado" toma forma.
Diógenes Laercio (sobre 200 d. C.) cita el libro Sucesiones de Filósofos de Alejandro
Polyhistor (sobre 100 aC). Según Diógenes, Alejandro tuvo acceso a un libro llamado La
memoria pitagórica en su relato de cómo fue construida la cosmología pitagórica:
El principio de todas las cosas es la mónada o unidad; de esta mónada nace la dualidad indefinida
que sirve de sustrato material a la mónada, que es su causa; de la mónada y la dualidad indefinida
surgen los números; de los números, puntos; de los puntos, líneas; de las líneas, figuras planas; de
las figuras planas, cuerpos sólidos; de los cuerpos sólidos, cuerpos sensibles, cuyos componentes
son cuatro: fuego, agua, tierra y aire; estos cuatro elementos se intercambian y se transforman
totalmente el uno en el otro, combinándose para producir un universo animado, inteligente, esférico,
con la tierra como su centro, y la tierra misma también es esférica y está habitada en su interior.
También hay antípodas, y nuestro ‘abajo' es su ‘arriba'.
Diógenes Laercio, Vitae philosophorum VIII, 15.

Esta cosmología inspiró al gnóstico árabe Monoimus, que combinó este sistema con


el monismo y otros aspectos de su propia cosmología.

Desarrollo histórico
Después de los milesios, el siguiente movimiento filosófico importante (cronológicamente
hablando) fueron los pitagóricos. Tras las luchas políticas de mediados del siglo VI a. C., la
escuela pitagórica fundada en Crotona (Italia) fue destruida y la emigración de los
pitagóricos y de sus doctrinas se realiza hacia la metrópoli, donde hacia esa época
comenzaron a difundirse. A fines del siglo VI a. C. la filosofía se traslada de las costas de
Jonia a las de la Magna Grecia, al sur de Italia y a Sicilia, y se constituye lo
que Aristóteles llamó la escuela itálica.

Misticismo y ciencia
Pocos rasgos hay que distingan aquí al pitagorismo de una simple religión mística, pero los
pitagóricos figuraban, en el siglo VI, entre los principales investigadores científicos.
Pitágoras se interesó tanto por la ciencia como por el destino del alma. La religión y la
ciencia no eran para él dos compartimentos separados sin contacto alguno, sino más bien
constituían los dos factores indisociables de un único estilo de vida. Las nociones
fundamentales que mantuvieron unidas las dos ramas que más tarde se separaron,
parecen haber sido las de contemplación, el descubrimiento de un orden en la disposición
del universo, y purificación. Mediante la contemplación del principio de orden manifestado
en el universo, especialmente en los movimientos regulares de los cuerpos celestes, y
asemejándose asimismo a ese orden, se fue purificando progresivamente el hombre hasta
terminar por liberarse del ciclo del nacimiento y adquirir la inmortalidad.

Biografía de Pitágoras
Pitágoras nace en el 570 a. C. proveniente del Asia menor (Isla de Samos). Más tarde se
traslada a Crotona al ser desterrado por Polícrates de Samos. Se le atribuyen varios viajes
a oriente, entre otros a Persia, donde hubo de conocer al mago Zaratás, es decir,
a Zoroastro o Zaratustra. De los egipcios heredó la Geometría y el arte de la adivinación;
de los fenicios aprendió la aritmética y el cálculo, y de los caldeos la investigación de los
astros.

Del Pitagorismo al Neopitagorismo


Los pitagóricos se establecieron en una serie de ciudades de la Italia continental y
de Sicilia, y luego pasaron también a la Grecia propia. Formaron una liga o secta, y se
sometían a una gran cantidad de extrañas normas y prohibiciones; no comían carne ni
habas, ni podían usar vestido de lana, ni recoger lo que se había caído, ni atizar el fuego
con un hierro, etc. Resulta difícil comprender el sentido de estas normas, si es que tenían
alguno. Algunos comentaristas tardíos como San Hipólito del siglo III refieren que los
adeptos se distinguían entre sí como novicios o iniciados. Los primeros solo podían
escuchar y callar (exotéricos y acústicos) mientras que los segundos (esotéricos o
matemáticos) podían hablar y expresar lo que pensaban acerca de las cuestiones
científicas de las que se ocupaba la escuela.
La liga pitagórica tenía una tendencia contraria a la aristocracia; pero acabó por formar una
e intervenir en política. Como consecuencia de esto, se produjo una violenta reacción
democrática en Crotona, y los pitagóricos fueron perseguidos, muchos de ellos muertos, y
su casa incendiada. El fundador logró salvarse, y murió, según se dice, poco después.
Más tarde alcanzaron los pitagóricos un nuevo florecimiento, llamado el neopitagorismo,
basándose en aplicar la mente a los resultados dados por los conocimientos pitagóricos.

Doctrina
Pero más que esto interesa el sentido de la liga pitagórica como tal. Constituía
propiamente una escuela (en griego escuela significa ocio). Esta escuela está definida por
un modo de vivir de sus miembros, personas emigradas, expatriadas; forasteros, en suma.
Según el ejemplo de los juegos olímpicos, hablaban los pitagóricos de tres modos de vida:
el de los que van a comprar y vender, el de los que corren en el estadio y el de los
espectadores que se limitan a ver. Así viven los pitagóricos, forasteros curiosos de la
Magna Grecia, como espectadores. Es lo que se llama el bios teoretiós, la vida teorética o
contemplativa. La dificultad para esta vida es el cuerpo, con sus necesidades, que sujetan
al hombre. Es menester liberarse de esas necesidades. El cuerpo es una tumba (soma
sema), dicen los pitagóricos. Hay que superarlo, pero sin perderlo. Para esto es necesario
un estado previo del alma, que es el entusiasmo (no debemos pensar lo que actualmente
pensamos por entusiasmo, sino que debemos remitirnos al término en griego; este término
quiere decir estar lleno de Dios, poseído, pero no en un sentido peyorativo, sino que
simplemente la persona presta su ser para que el dios, generalmente las musas, hablen
por medio de él). Aquí aparece la conexión con los órficos y sus ritos, fundados en la
manía (locura) y en la orgía. La escuela pitagórica utiliza estos ritos y los transforma. Así
se llega a una vida suficiente, teorética, no ligada a las necesidades del cuerpo, un modo
de vivir divino. El hombre que llega a esto es el sabio, el sophós (parece que la palabra
filosofía o amor a la sabiduría, más modesta que Sofía, surgió por primera vez de los
círculos pitagóricos). El perfecto Sophós es al mismo tiempo el perfecto ciudadano; por
esto el pitagorismo crea una aristocracia y acaba por intervenir en política. Los pitagóricos
seguían una dieta vegetariana a la que llamaban por aquel entonces dieta pitagórica.

La doctrina de los pitagóricos tenía esencialmente carácter religioso, fundamentalmente


consistió en que la sustancia de las cosas era el número. La naturaleza, las estrellas, ...
todo estaba basado en relaciones numéricas enteras o fraccionarias.

Inmortalidad del alma


Para los pitagóricos la muerte era una necesidad que convenía al devenir (naturaleza) de
la vida universal, o como un incómodo bien ante las situaciones de extrema postración
humana.
Ante la pregunta, qué es lo que permanece y en donde, en Grecia y en Roma se concebía
la muerte como el paso a una segunda existencia, y, por tanto, no como una extinción
definitiva, sino como un cambio de estado que acontece a algo oculto e invencible. Vale
resaltar que en Grecia había, por así decirlo, una religión olímpica, y una en donde se
creía que después de la muerte había otra vida, en donde se encontraba la recompensa al
sufrimiento de este mundo.
Los pitagóricos tenían una concepción de unidad de cuerpo (físico) y alma, en donde el
alma después de la muerte se separaba del cuerpo, esa separación era la misma muerte.
Después de la muerte del individuo el alma, que es una especie
de sombra fantasmagórica, peregrinaba a través de todo, con el fin de reencarnar
sucesivamente en otros cuerpos. Este es el fundamento de la palingenesia, denominada
también metempsicosis o trasmigración del alma. Por esta razón los pitagóricos no
rechazaban ningún estilo de vida, puesto que el alma podía transitar por cualquiera de ella.
El alma era considerada la antítesis del cuerpo, era el lado de la perfección humana: lo
bueno, lo puro, lo racional o lo eterno; mientras que el cuerpo era todo lo que simbolizaba
lo malo, lo impuro, lo irracional o lo corruptible
Anaxágoras
(Clazómenas, actual Turquía, 500 a.C. - Lámpsaco, id., 428 a.C.)
Filósofo griego. Junto con Empédocles y Demócrito, es el principal
representante del eclecticismo pluralista que intentó conciliar las tesis
contrapuestas de las dos grandes figuras de la filosofía presocrática,
Parménides y Heráclito. Anaxágoras postuló como arjé o principio
constitutivo de las cosas una pluralidad de partículas materiales
inmutables, las homeomerías, que, por acción de un nous o inteligencia
ordenadora, pasaron de un caos original a constituir la multiplicidad de
seres observables en el mundo físico.

Anaxágoras de Clazomene

Nacido en Clazómenas, ciudad griega del Asia Menor fundada por unos
refugiados de Mileto, Anaxágoras se trasladó en su juventud a Atenas,
donde residiría por espacio de unos treinta años. Allí se dedicó a la
enseñanza (se dice que entre sus discípulos figuraron el gran
estadista Pericles y el dramaturgo Eurípides, y tal vez Sócrates), y gozó de la
protección de Pericles cuando éste pasó a dirigir los destinos de la
ciudad.
Por una acusación promovida por Cleón, Anaxágoras fue sometido a un
proceso de impiedad a causa de ciertas atrevidas teorías astronómicas.
Afirmaba, entre otras cosas, que el Sol no era un dios, sino una masa de
fuego incandescente, y que era más grande que el Peloponeso (en sus
explicaciones acerca del origen de los astros, por otra parte, se ha
podido ver casi una anticipación a las hipótesis de Kant y de Laplace).
Según los testimonios de la época, sin embargo, la motivación real del
proceso fue su afinidad con Pericles. Condenado a muerte, Anaxágoras
buscó la salvación en la fuga, ayudado por Pericles, y se trasladó a
Lámpsaco, donde abrió una nueva escuela y falleció unos años más
tarde. Anaxágoras de Clazomene expuso sus ideas en la obra Sobre la
naturaleza, de la que sólo se conservan algunos fragmentos; pero
poseemos los resúmenes y comentarios a sus doctrinas trazados por
Platón, Aristóteles y Teofrasto, entre otros.
La filosofía de Anaxágoras
El pensamiento de Anaxágoras se sitúa dentro de aquella amplia
corriente de esfuerzos por determinar un principio constitutivo y
originario (arjé o arché) común a la variedad de seres del mundo físico
que caracterizó a la filosofía griega desde sus orígenes, es decir, desde
la escuela milesia (siglo VI a.C.). Los milesios habían planteado ya
diversas hipótesis sobre cuál podría ser tal principio: el agua según Tales
de Mileto, el ápeiron de Anaximandro, el aire según Anaxímenes. En su
posterior desarrollo, estas reflexiones se enriquecerían con nuevas
perspectivas y acabarían conduciendo a las visones antagónicas de la
realidad que sostuvieron Parménides y Heráclito.
En este contexto, los eclécticos y los pluralistas intentaron combinar en
un sistema único ambas concepciones, es decir, la inmutabilidad del ser
de Parménides y el eterno devenir de Heráclito. Empédocles explicó la
constitución de los seres desde el punto de vista cuantitativo. Para
Empédocles, los seres están formados por una combinación de los
«cuatro elementos» (agua, aire, tierra, fuego) en distintas proporciones;
la amplia variedad posible de proporciones da lugar a la multiplicidad de
los seres, pero los cuatro elementos que los forman permanecen
inmutables en el perpetuo devenir del universo, es decir, en la incesante
sucesión de cambios y transformaciones.
Anaxágoras de Clazomene, en cambio, explicó la multiplicidad apelando
al aspecto cualitativo. Para Anaxágoras, los seres no resultan de la
combinación de cuatro elementos constitutivos (agua, aire, tierra,
fuego), sino que existen tantos tipos de partículas constitutivas como de
seres: hay partículas de oro, de mármol, de sangre y de cuantos seres
observamos. Anaxágoras llamó a estas partículas gérmenes o semillas
(spérmata); pero, al comentar su obra, Aristóteles las llamó homeomerías,
designación que ha acabado siendo más empleada que la original.
La homeomerías son partículas de ínfima magnitud, invisibles,
inalterables, increadas y eternas. Como los elementos de Empédocles, y
como posteriormente los átomos de Leucipo y Demócrito, poseen como
rasgo la inmutabilidad (el atomismo, sin embargo, postularía átomos
sustancialmente iguales, no un tipo de átomo para cada ser). Para
Anaxágoras, curiosamente, las cosas no se componen únicamente de las
homeomerías que le son propias (la sangre no está formada únicamente
por homeomerías de sangre), sino que también contienen, aunque en
mucha menor proporción, homeomerías de todos los seres restantes.
Anaxágoras llega a esta conclusión después de insólitas observaciones.
Se pregunta cómo podría surgir el pelo del no-pelo, por ejemplo, y llega
a la conclusión de que para que algo surja ha de estar antes presente en
aquello de lo cual procede. El pan que ingerimos es pan porque está
formado en su mayoría por homeomerías de pan (las cosas tienen el
aspecto exterior de la semilla que más abunda en ellas), pero contiene
también, aunque en menor proporción, homeomerías de oro, de
mármol, de sangre y de todos los seres; en el proceso de digestión,
asimilamos las homeomerías de pelo, sangre, etcétera y desechamos las
demás. Por este camino llega Anaxágoras a la formulación de su famoso
principio: «Todo está en todo».

Para Anaxágoras, las homeomerías son el principio material de todas las


cosas (arjé o arché), como lo había sido el agua para Tales de Mileto o el
aire para Anaxímenes. Sin embargo, en el origen del universo, esta
multiplicidad infinita de homeomerías de todos los seres no era más que
una masa caótica e inerte. Era preciso que un impulso o fuerza inicial
desencadenase una serie de torbellinos que agruparan a las
homeomerías de un mismo tipo para dar lugar a los distintos seres; esta
fuerza motriz encargada de imprimir orden al caos original es
el nous(inteligencia o espíritu).
El gran aporte de Anaxágoras de Clazomene al pensamiento filosófico es
precisamente haber introducido en la explicación del universo
el nous como causa inteligente, como fuerza motriz y al mismo tiempo
inteligencia ordenadora: «Todas las cosas estaban confusas; después
sobrevino el nous y las separó ordenándolas». La entidad del nous es tal
que se halla por encima de cualquier otra realidad. El nous «es infinito y
autónomo, y con nada se mezcla», y todas las cosas se ven
impregnadas de él. Ello le valió el aplauso de Aristóteles: «Cuando
afirmó que existe una mente, tanto en los seres vivos como en la
naturaleza, apareció un hombre juicioso entre los desatinados que le
precedieron».
Pero Anaxágoras no llevó tal concepto hasta más alejadas
consecuencias: se quedó ahí, en la causalidad del nous, sin atribuirle, al
parecer, una intervención activa en el devenir del mundo, y menos aún
una finalidad. Y esto fue lo que le reprocharían tanto Aristóteles como
Platón. Por otra parte, el nous, aunque es de una materia sutilísima y
pura, en Anaxágoras no llega a ser inmaterial. El mérito de Anaxágoras,
comparado con los filósofos anteriores, fue el de llegar a una concepción
dualista de la naturaleza, a la distinción entre la razón ordenadora
(aunque material) y la materia ordenada, dualidad que más tarde sería
desarrollada orgánicamente en los sistemas de Platón y de Aristóteles.

Anaxágoras de Clazomene dio también un gran impulso a la


investigación de la naturaleza fundada en la experiencia, la memoria y la
técnica. A él se le atribuyen las explicaciones racionales de los eclipses y
de la respiración de los peces, así como también investigaciones sobre la
anatomía del cerebro.

Leucipo
Leucipo vivió el 450 al 370 a.C. Es considerado como discípulo de Parpénides o de Zenón de
Elea y como maestro -o precursor- de Demócrito. Según algunos autores nació en Elea; según
otros, en Abdera; según otros, en Mileto. Las noticias que se tienen a cerca de su vida y de su
doctrina son, en verdad, tan escasas que ya en la antiguedad se dudaba de la existencia del
filósofo.

Según Diógenes Laercio (IX, 31), Leucipo opinaba que el universo es infinito, que una parte del
mismo está llena y otra vacía. La parte llena está constituida por "elementos": los átomos.
Estos átomos son muy numerosos y giran en forma de torbellino, siendo así que los más
ligeros se colocan en la superficie y los más pesados en el centro. Este movimiento de los
átomos no tiene lugar, empero, al azar, sino siguiendo la razón y la necesidad.

Según Aristóteles, Leucipo mantuvo que mientras lo real en sentido estricto es algo lleno, este
algo no es único, sino múltiple (en rigor, compuesto de un número infinito de elementos),
produciéndose las cosas por unión de tales elementos en el vacío y destruyéndose las cosas
por la separación de tales elementos dentro del vacío.

Así, con todo lo antedicho, según Aristóteles y después por Teofrasto, Leucipo formuló las
primeras doctrinas atomistas, que serían desarrolladas posteriormente por Demócrito, Epicuro
y Lucrecio. Asimismo, como dice Diógenes Laercio, no se puede ignorar el hecho de que
Leucipo fue uno de los pensadores que consideró a la Luna como el astro más cercano a la
Tierra y al Sol como el más alejado, reservando para el resto de los astros una posición
intermedia entre aquéllos.

Tales de Mileto
Nació en el 624 a.C. en Mileto ciudad griega en la Jonia (hoy
Turquía), año primero de la XXXV Olimpiada.

Hijo de de Examyas y Cleobulina, la mayoría de los biógrafos lo


presentan como miembro de una familia distinguida que pudo tener
orígenes fenicios.

Relacionado con Anaximandro, su discípulo, y con Anaxímenes,


discípulo de Anaximandro, denominándose a los tres como la Escuela
Jónica o "de Mileto". Es el primero de los siete sabios de Grecia,
reconocidos por su sabiduría práctica.

Ya en su tiempo se le reconocieron sus conocimientos


de astronomía tras predecir el eclipse de sol que ocurrió el 28 de
mayo del 585 a.C. Diógenes Laercio dijo que "fue el primero que
averiguo la carrera de un trópico a otro, y el primero que comparando
la magnitud del sol con la de la luna, manifestó ser ésta 720 veces
menor que aquél, como escriben algunos, que fue el inventor de las
estaciones del año y asignó a este trescientos sesenta y cinco días.

Se le reconoce por romper con el uso de la mitología para explicar el


mundo y el universo explicando la naturalera y sus fenómenos
mediante teorías e hipótesis, es decir, mediante la ciencia. Fue el
primero en usar el razonamiento deductivo aplicado a la geometría,
como en el Teorema de Tales y también el primero a quien se le haya
atribuido un descubrimiento matemático.

Parece ser que fue el introductor de la geometría en Grecia. Se cree


que pudo haber viajado a Egipto para recibir enseñanzas de los
sacerdotes, en donde pudo calcular la altura de una de sus pirámides
tras dibujar en la arena un círculo con un radio igual a su estatura y
situarse en el centro. Cuando la sombra tocó la circunferencia, esto
es, cuando la longitud de la sombra era igual que la altura, uno de sus
ayudantes midió la sombra de la pirámide y de esta forma pudieron
saber la altura de la misma, ideando el teorema que llevaría su
nombre: el teorema de Tales.

Fue también el primero en la historia en interesarse por los imanes


creyendo que la piedra imantada tenía alma, porque el hierro se siente
atraído por ellas por el magnetismo. Sostenía que el principio de todas
las cosas es el agua, de la que todo procede. Creía que la Tierra era
un disco circular plano que flotaba sobre el agua (el mar universal).
Sostenía el principio de que todo estaba en la materia animada viva,
que era impulsada por una fuerza interna de transformación.

Cansado de la burla de sus conciudadanos ya que decían que era raro


que siendo tan sabio no fuese igualmente rico. Se enriqueció
especulando con el aceite sabiendo que iba a haber una buena
cosecha de olivas, tomó en arriendo todas las prensas que pudo
encontrar, monopolizando el mercado, y luego las alquiló al precio que
él puso y se hizo rico en un solo año. Tras esto vendió prensas y
tierras y volvió a sus estudios eliminando al mismo tiempo las chanzas
de que era objeto.

No dejó escritos; y de lo que de él se sabe, procede de lo que se


cuenta en la Metafísica de Aristóteles.

Aristóteles, entre otros, lo consideraron como el primer filósofo en la


tradición griega.

Se dice que contrajo matrimonio y que tuvo un hijo, pero también que
nunca los tuvo y que adoptó a un sobrino.

Tales de Mileto falleció el 543 a.C. de insolación en Aydin, Anatolia,


mientras contemplaba unos juegos gimnásticos en la LVIII Olimpiada,
según recoge Diogenes Laercio.

Anaximandro
(Mileto, hoy desaparecida, actual Turquía, 610 a.C. - id., 545 a.C.)
Filósofo, geómetra y astrónomo griego. Como los restantes filósofos de
Mileto, ciudad griega en que surgió la primera escuela filosófica de la
historia del pensamiento occidental, Anaximandro de Mileto supuso la
existencia de un arjé o principio constitutivo y originario común a todos
los seres de la naturaleza. Pero a diferencia de sus compañeros de
escuela, que identificaron el arjé con una sustancia física (el agua en
Tales de Mileto, el aire en Anaxímenes), Anaximandro estableció como
primer principio el ápeiron, término que puede traducirse como «lo
indeterminado» o «lo indefinido».
Anaximandro de Mileto

Discípulo de Tales de Mileto, Anaximandro fue miembro de la escuela de


Mileto, y sucedió a Tales en la dirección de la misma. Según parece,
también fue un activo ciudadano de Mileto, y condujo una expedición a
Apolonia (Mar Negro). Como político desempeñó cargos importantes y le
fue confiada la misión de limitar la natalidad en Apolonia, una de las
muchas colonias que debían resolver el problema de la superpoblación
de las ciudades jónicas. Sus conciudadanos le erigieron, en
reconocimiento a sus méritos políticos, una estatua que recientemente
ha sido descubierta en las excavaciones de Mileto.
Anaximandro se dedicó a múltiples investigaciones. A su nombre ha
quedado unida la confección del primer mapa de la Tierra, elaborado a
partir de los mapas y noticias de los mercaderes griegos, que sería
perfeccionado más tarde por Hecateoy del cual se sirvió Herodoto.
Anaximandro imaginaba la Tierra como un cilindro inmóvil, contra la
opinión general que la consideraba aplastada. También se le atribuyen
otros trabajos, como la fijación de los equinoccios y los solsticios y el
cálculo de las distancias y los tamaños de las estrellas, así como la
elaboración de un reloj de sol y de una esfera celeste, entre otras
aportaciones.
No menos asombrosas son las elucubraciones de Anaximandro sobre el
origen de los seres vivos y del hombre. Todos proceden del fenómeno
húmedo (la tierra en un principio era líquida, y por el proceso de
disociación, lo húmedo dio lugar a lo viviente). El hombre tuvo como
primeros antepasados a los peces y luego a otros animales primitivos.
Con razón, por lo tanto, podría ser considerado como el primer
cosmólogo y como el antecesor (aunque sin ningún apoyo en evidencias
científicas) de la moderna teoría de la evolución.
La filosofía de Anaximandro
Anaximandro de Mileto fue también el primer pensador griego que puso
en prosa sus reflexiones filosóficas. Su tratado Sobre la naturaleza debió ser
una de las más notables tentativas de sistematización de lo real anterior
a Aristóteles; sólo ha llegado hasta nosotros un fragmento, pero algunas
noticias de Aristóteles y de Simplicio permiten reconstruir, al menos en
parte, la doctrina del autor.
En su filosofía, Anaximandro coincide con Tales de Mileto en defender
que existe un solo principio básico (arjé o arché) como generador de todas
las cosas, al que Anaximandro llamó ápeiron (lo indefinido o
indeterminado): una sustancia indeterminada, ilimitada e infinita, que es
a la par eterna. Sólo el ápeiron es incorruptible e imperecedero. Todos los
seres del universo se derivan de él y están sujetos a nacimiento y
desaparición por la fuerza de los contrarios presentes en ellos: caliente y
frío, húmedo y seco, etc.
En su intento de determinar el principio primero, Anaximandro sigue la
constante de los demás filósofos milesios, pero es preciso subrayar que
en lugar de hallar este principio en una naturaleza finita (el agua, según
Tales, o el aire, según Anaxímenes), Anaximandro lo ve en algo (el ápeiron)
que no es percibido por la experiencia, sino que ha de postularse como
causa permanente y trascendente del acontecer del mundo empírico;
algo indefinible en el espacio y en el tiempo que es causa y principio de
las cosas perecederas y definidas, las cuales están destinadas a
disolverse de nuevo en el ápeiron. La novedad de Anaximandro, en cuya
doctrina quedan, sin embargo, muchos detalles oscuros, consiste en
haber buscado el principio infinito de las cosas finitas fuera de las
materias que son objeto de nuestra experiencia.
Las investigaciones y reflexiones sobre el arjé o primer principio seguirían
ocupando en mayor o menor medida a las distintas escuelas y filósofos
posteriores, desde la escuela de Pitágoras hasta Parménides y Heráclito, y
conducirían al eclecticismo pluralista de Empédocles y Anaxágoras y al
atomismo de Leucipo y Demócrito. De este modo, la problemática
inaugurada por la escuela de Mileto se convirtió en un tema recurrente
de la filosofía griega, especialmente a lo largo del llamado periodo
cosmológico, es decir, del anterior a Sócrates, en quien se sitúa el inicio
del periodo antropológico.

Heráclito
(Éfeso, hoy desaparecida, actual Turquía, h. 540 a.C. - h. 470 a.C.)
Filósofo griego. Desde sus orígenes y a lo largo del periodo cosmológico,
anterior al periodo antropológico que iniciaría Sócrates, el pensamiento
griego se orientó hacia la búsqueda de un principio constitutivo
(arché o arjé) común a la pluralidad de seres de la naturaleza. Así, en la
escuela milesia se tendió a ver tal principio en una sustancia material (el
agua en Tales de Mileto, el aire en Anaxímenes); en la de Pitágoras, en un
principio formal (el número o ley numérica).

Heráclito

Pero a caballo entre los siglos V y V a.C., las escuelas de Elea y de Éfeso
trataron la cuestión desde una perspectiva más amplia al plantear
concepciones sobre la totalidad de lo existente que resultaron
antagónicas. Para Parménides de Elea, el ser o lo existente es uno e
inmutable; para Heráclito de Éfeso, en cambio, la realidad es puro
cambio e incesante devenir («No te bañarás dos veces en el mismo
río»). En esta antinomia clásica de la filosofía griega, que se revelaría
extremadamente fructífera, se ha visto el origen tanto de la metafísica
como de la dialéctica.

Biografía
Muy poco se sabe de la biografía de Heráclito de Éfeso, apodado el
Oscuro por el carácter enigmático que revistió a menudo su estilo, como
testimonia un buen número de los fragmentos conservados de sus
enseñanzas. El desprecio de Heráclito por el común de los mortales
concordaría con sus orígenes, pues parece cierto que procedía de una
antigua familia aristocrática, así como que sus ideas políticas fueron
contrarias a la democracia de corte ateniense y formó, quizá, parte del
reducido grupo, integrado por nobles principalmente, que simpatizaba
con el rey persa Darío I el Grande, a cuyos dominios pertenecía Éfeso por
entonces, contra la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos.

A estos últimos, en cualquier caso, no debió de apreciarlos en demasía,


y Heráclito los colmó de improperios cuando expulsaron de la ciudad a
su amigo Hermodoro. Sea como fuere, la oscuridad de Heráclito ha
quedado caricaturizada en la leyenda acerca de su muerte: enfermo de
hidropesía, preguntaba enigmáticamente a los médicos si podrían de la
lluvia hacer sequía; como ellos no lo entendiesen, se enterró en estiércol
en la suposición de que el calor de éste absorbería las humedades, con
el resultado de que aceleró el fatal desenlace. De creer a Diógenes
Laercio, la causa de la afección habría sido su retiro en el monte, donde
se alimentaba de hierbas, movido por su misantropía.

Las enseñanzas de Heráclito, según Diógenes Laercio, quedaron recogidas


en una obra titulada De la naturaleza, que trataba del universo, la política y
la teología (aunque probablemente esta subdivisión la introdujera una
compilación alejandrina de los textos de Heráclito), pero lo que ha
llegado hasta nosotros de su doctrina se encuentra en forma
fragmentaria y sus fuentes son citas, referencias y comentarios de otros
autores.

Algunos de estos fragmentos presentan, sin embargo, la apariencia de


aforismos completos, lo cual apoya la idea de que su estilo de
pensamiento fue oracular. Ello ha dado pie, incluso, a formular la
hipótesis de que Heráclito no escribió, en realidad, ningún texto, sino
que sus enseñanzas fueron exclusivamente orales, y que fueron sus
discípulos los encargados de reunir lo esencial de ellas en forma de
sentencias. Todo ello dificulta (e incluso imposibilita en aspectos
concretos) la interpretación de su pensamiento.

La filosofía de Heráclito
A tenor de lo que se desprende de los diversos fragmentos, Heráclito
explicó la práctica totalidad de los fenómenos naturales atribuyendo al
fuego el papel de constituyente común a todas las cosas y causa de
todos los cambios que se producen en la naturaleza. La cosas nacen del
fuego por la vía descendente (fuego, aire, agua, tierra) y vuelven a él
por la ascendente (tierra, agua, aire, fuego). La importancia que
concedió a la afirmación de que todo está expuesto a un cambio y un
flujo incesantes («Todo fluye y nada permanece») seguramente fue
exagerada por Platón, quien contribuyó de manera decisiva a forjar la
imagen del filósofo efesio.
Frente a la armonía del cosmos pitagórico y la inmutabilidad del ser
de Parménides, Heráclito concibió un universo en perpetuo devenir. El
motor de esa eterna mutabilidad es la oposición de los contrarios; tal
oposición es causa del devenir de las cosas y, al mismo tiempo, su ley y
principio; pero los contrarios se ven conducidos a síntesis armónicas por
el logos, proporción o medida común a todo, principio normativo del
universo y del hombre que, en varios aspectos, resulta coextensivo con
el elemento cósmico primordial, el fuego, por lo que algunas
interpretaciones los identifican.

Cada par de opuestos es una pluralidad y, a la vez, una unidad que


depende de la reacción equilibrada entre ambos. La salud y la
enfermedad, la saciedad y el hambre, el día y la noche, la vida y la
muerte o el bien y el mal son interdependientes y solidarios, no
existirían de no existir su contrario; el equilibrio del universo se
mantiene merced a la interacción sin fin entre los opuestos, que da lugar
a cambios que se compensan recíprocamente, garantía de que el cambio
en una dirección acabará por conducir a otro cambio en la dirección
contraria, evitando una preponderancia caótica y manteniendo la
estabilidad total del cosmos.

En este sentido, el logos puede interpretarse como una lógica o ley


armónica interna que revela la coherencia subyacente en las cosas y el
equilibrio del cosmos; una lógica íntima que los hombres deben tratar de
comprender, ya que la sabiduría consiste en entender cómo se conduce
el mundo, y ese entendimiento ha de ser la base de la moderación y el
autoconocimiento, que Heráclito postuló como ideales éticos del hombre.
Después de Parménides y Heráclito (fallecidos ambos hacia el 470 a.C.),
diversos pensadores trataron de llegar a una síntesis ecléctica. Así, los
pluralistas como Empédocles transfirieron la inmutabilidad del ser de
Parménides a los «cuatro elementos»; Anaxágoras, a las homeomerías; y
los atomistas como Leucipo y Demócrito, al átomo; pero en todos ellos
estará también presente, de algún modo, el perpetuo devenir de
Heráclito en las fuerzas que incesantemente combinan y gobiernan tales
elementos. Ya en tiempos modernos, el genial Hegel reconoció haberse
inspirado en el pensamiento de Heráclito, cuya obra comentó
admirablemente.

Jenofonte
Nació en las cercanías de Atenas, en la región de Ática, durante la segunda mitad del siglo
V a. C., en el seno de una familia acomodada. Su infancia y juventud transcurrieron
durante la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), en la que participó formando parte de
las fuerzas ecuestres.
Fue discípulo de Sócrates y escribió diálogos inspirados en su persona. Durante el
gobierno de los Treinta Tiranos, Jenofonte se unió a una expedición de mercenarios
griegos a Persia conocida como la Expedición de los Diez Mil, contratados por el príncipe
persa Ciro el Joven (con quien trabó amistad), que se enfrentaba a su hermano
mayor Artajerjes II, el rey de Persia. A la muerte de Ciro en la batalla de Cunaxa, la
expedición quedó abandonada a su suerte, sin recursos y en el medio del imperio persa,
por lo que se tuvo que abrir paso a través de 1500 km de territorio hostil hasta conseguir
volver a Grecia.
El relato de Jenofonte sobre esta expedición lleva por nombre Anábasis y es su obra más
conocida. Alejandro Magno consultó durante su invasión al Imperio aqueménida este
excelente escrito, que le ayudó incluso a tomar serias decisiones en el ataque y asedio a
diferentes ciudades y fortificaciones.
Tras regresar a Grecia, Jenofonte entra al servicio del rey espartano Agesilao II, que
comandaba un cuerpo expedicionario griego para proteger las ciudades griegas de Asia
Menor de los persas (396 a. C.).
Sin embargo, la alianza griega pronto se rompió y en 394 a. C. tuvo lugar la batalla de
Coronea, en la que Esparta se enfrentó a una coalición de ciudades griegas de la que
formaba parte Atenas. Jenofonte tomó parte en la batalla, al servicio de Agesilao, por lo
que fue desterrado de su patria. En cualquier caso, los espartanos le distinguieron primero
con la proxenía (honores concedidos a un huésped extranjero) y más tarde con una finca
en territorio eleo, en Escilunte, cerca de Olimpia, en la que comenzó a escribir parte de su
prolífica obra. Aquí se le unieron su esposa, Filesia, y sus hijos, los cuales fueron
educados en Esparta.
En 371 a. C. se libró la batalla de Leuctra, tras la cual los eleos recuperaron los territorios
que les habían sido arrebatados previamente por Esparta, y Jenofonte tuvo que
trasladarse a Corinto. Al tiempo, el poder emergente de Tebas originó una nueva alianza
espartano-ateniense contra Tebas, por lo que le fue levantada la prohibición de volver a su
patria. Sin embargo, no hay evidencia de que Jenofonte retornara a Atenas.
Jenofonte es considerado por algunos autores, entre ellos Jacob Burckhardt, como
partidario de la idea del panhelenismo, ya que, a pesar de su simpatía por Esparta en
detrimento de Atenas, apoyó la idea de unir políticamente todas las polis griegas.

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