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CAPÍTULO I

CAUSAS DEL FRACASO ESCOLAR

1.1. Definición de fracaso escolar


El fracaso escolar es el hecho de no alcanzar el título académico mínimo obligatorio
de un sistema educativo. No debe confundirse con el abandono escolar temprano o
prematuro, indicador que también incluye a quienes terminan la educación obligatoria
con aprovechamiento, pero no siguen estudiando en el caso español el abandono
escolar incluye a quienes fracasan en la Educación Secundaria Obligatoria y
además, a quienes logran el título y no estudian FP Formación profesional,
Bachillerato o cualquier otro tipo de enseñanza. Marchesi (2015)

La expresión fracaso escolar» ha sido cuestionada, debido al agravio que implica,


pues parece señalar que quienes no alcanzan un título educativo se están
convirtiendo en personas fracasadas.

Además, parece llevar la responsabilidad sobre el logro educativo hacia los


estudiantes, no teniendo en cuenta que el éxito escolar es un proceso en el que,
aparte de los estudiantes, también intervienen los profesores, la gestión de los
centros educativos, las autoridades educativas, las políticas educativas y las familias.
Por ello se han propuesto eufemismos y perífrasis, como «alumnos que abandonan
el sistema educativo sin la preparación suficiente», pero por ser más largas y
novedosas no son tan informativas como la propia de fracaso escolar.

También es importante saber que es el «rechazo escolar», ya que afecta a un gran


número de niños entre 9 y 16 años. Lo podemos definir como una incapacidad o una
negativa bastante dramática por parte del niño a asistir al colegio, aferrarse al hogar
y/o los padres, ansiedad por separación, ambivalencia intensa, preocupación por la
muerte o ciertas pérdidas, etc. Se suele asociar al rechazo escolar a la familia del
niño. Para Marchesi (2015) el fracaso escolar supone: el conocimiento público de
esta valoración lo que puede incrementar sus dificultades y alejar de ella a alumnos y
familias que podrían contribuir a su mejora 

Del mismo modo, no podemos caer en el error de centrar el problema del fracaso
escolar en el alumno y olvidarnos de la responsabilidad que tienen otros agentes e
instituciones, así como de los entornos sociales y familiares, del sistema educativo o
de la propia escuela, todos ellos factores que interactúan con él.

A pesar de esta ambigüedad, el término fracaso escolar está extendido ampliamente


en todos los países y es mucho más sintético que otras expresiones como alumnos
con bajo rendimiento académico o alumnos que abandonan el sistema educativo sin
la preparación suficiente, por lo que no es fácil modificarlo.

Desde la Unión Europea se ha apostado por lograr una sociedad del conocimiento,
considerando que la lucha contra el fracaso escolar debía convertirse en una de sus
prioridades principales. De hecho, los Ministros de Educación de todos los países
miembros acordaron, en marzo de 2008, el objetivo de reducir el porcentaje de
abandono escolar a un 10% antes del año 2010, algo que ha quedado en una mera
utopía. 

Entre los países de la Unión Europea (UE) que ya tenían que hacer enormes
esfuerzos para reducir sus cifras de fracaso escolar destacaban tres –Malta, Portugal
y España- donde las tasas eran preocupantes. En Malta la cifra alcanza un 41,2%, a
pesar de una reducción muy importante en el último quinquenio, y en Portugal se
registra un 38,6%. En España, la tasa de fracaso escolar es del 30,8%, lo que
significa que duplicamos la media europea situada en el 15.2%.
Tal y como se ha expresado, inicialmente, la ambigüedad del término puede
llevarnos a conclusiones erróneas. Todos estamos de acuerdo en que el fracaso
escolar es uno de los problemas más graves que padecen los sistemas educativos
en la actualidad. Este hecho ha motivado que aumente el interés de los organismos
públicos por solucionar esta problemática y por trabajar en la búsqueda de las
causas que lo originan. Por consiguiente, esta situación exige una reflexión global
por parte de toda la comunidad educativa (instituciones, docentes y padres).

Desde mi perspectiva, el término fracaso escolar es aquel que debería aplicarse a los
alumnos que al concluir su enseñanza obligatoria, o a lo largo de ella, no han logrado
alcanzar los objetivos educativos que se habían propuesto inicialmente. Por lo tanto,
el rendimiento académico obtenido ha estado por debajo del esperado.

No obstante, buscar una solución a un problema como este es, ante todo, una tarea
compleja que conlleva una implicación individual y colectiva para ser superado. La
dificultad para la resolución del fracaso escolar tiene su origen en que éste se ve
afectado por causas muy diversas, las cuales hacen que tanto su diagnóstico como
la búsqueda de soluciones se consideren un trabajo arduo. En esta misma línea
argumental, Castillo (2016), señala que: El fracaso escolar es una situación
polivalente y especialmente compleja, y en el momento de la intervención hay que
tener en cuenta variables diversa.

Por otro lado, el fracaso escolar no puede separarse de sus protagonistas, ya que
según establece Bonal (2014): El proceso de maduración y construcción de la propia
identidad, con las dificultades y contradicciones que les suponen es un elemento
interpretativo definitivo a la hora de valorar el fracaso escolar como fenómeno tanto
personal como sociológico. Así pues, el fracaso escolar es un escenario que se
sustenta sobre dos pilares básicos

1.2. Principales explicaciones del fracaso escolar


Fracaso escolar y herencia biológica: perspectiva en la que se da prioridad a las
consideraciones biológicas, atribuyéndose el origen del fracaso escolar, de manera
reduccionista, a la existencia de disminuciones orgánicas o fisiológicas del alumno
(Souza, 2015). Dentro de esta postura se enmarca la atribución del éxito o del
fracaso escolar a los dones intelectuales que posee el joven, recibidos
hereditariamente. Se trataría de una pre-formación de la inteligencia o predisposición
intelectual de base biológica y de origen hereditario. Báez 2016

En este planteo existe la idea de un algo previo e irremisible que ninguna educación
puede sustantivamente modificar. Tal planteamiento tiene una ideología subyacente
que asigna a la naturaleza la responsabilidad última de las desigualdades en el
aprendizaje escolar constituyendo el sustento de ciertas políticas de discriminación
educativa y exclusión social. (Seve, 2015).

Fracaso escolar e inteligencia: con origen en la psicología conductista y


subsidiariamente, en las pruebas de medición, el supuesto subyacente aquí
manejado es el de la posibilidad de cuantificar la inteligencia; por lo tanto, de que se
pueden obtener pronósticos del aprendizaje y rendimiento escolar a partir de los
resultados de tales pruebas o test.

Este enfoque de carácter empirista supone que, dados ciertos estímulos se


obtendrán determinadas respuestas; de manera tal que, actuando sobre la conducta
de los sujetos, se podrán reforzar o suprimir formas de acción particular según se las
considere positivas o negativas. El fracaso escolar operaría en función de los bajos
indicadores de coeficiente intelectual proporcionados por las pruebas respectivas
(Laíno, D. y Guerra, P. 2015). Esta cuestión ha llevado también a considerar la
situación del niño en el momento de la administración de tests y el contenido de
estos. Es decir, se considera la existencia de factores psicosociales intervinientes en
la diferenciación de las conductas intelectuales de los alumnos (Perret-Clermont, A.
2015)
Fracaso escolar y condición social: aquí se enfatizan los lazos existentes entre la
institución escolar y el sistema social, señalándose que la escuela, con sus
contenidos, formas y procedimientos de selección, participa de la reproducción del
sistema social y de la estructura de clases a él inherente (Saviani, 2016)
En los efectos de tal situación se fundamentan ciertas medidas administrativas o
institucionales tales como reforma de programas, formulación de planes de estudio y
normativas escolares, gratuidad de la enseñanza, que apuntan a la democratización
de la educación, más allá de los logros efectivamente alcanzados.

Si bien el análisis desde esta perspectiva no tiene exhaustivamente explorado el


campo de los mecanismos mediante los cuales se lleva a cabo, en los distintos
contextos sociales, la escuela es uno de ellos, la asimilación de los niños a la
sociedad global y a los grupos de pertenencia en la edad adulta, se señala por
ejemplo que esta asimilación se inicia tempranamente; también que, desde el
comienzo de la escolaridad, los porcentajes de éxito o fracaso escolar están en
relación con el origen social de los sujetos y que, por lo tanto, el fracaso escolar
aparece vinculado con aquellos alumnos de bajo nivel socioeconómico
(Saviani,1983; Perret-Clermont, 20144)

Fracaso escolar y pautas culturales: en las últimas décadas las dimensiones socio-
ambientales son incorporadas al análisis del rendimiento escolar. Los factores
culturales y socio-lingüísticos se constituyen en ejes temáticos de la problemática
educativa y de la cuestión de la incorporación y exclusión del sistema, de
determinados grupos y sectores sociales.

El fracaso escolar comienza a vincularse con la no consideración de las formas de


lenguaje, de pensamiento y de comunicación propios de los sectores populares por
parte de la escuela. (López,y otros 2014). Desde esta perspectiva, se formulan
hipótesis sobre la importancia de la comunicación y de la motivación en la correlación
existente entre clase social, desarrollo intelectual y fracaso escolar.
Las investigaciones ponen en evidencia que el retraso en el desarrollo intelectual y
escolar no tiene que ver con la clase social en sí misma, sino con cierta forma de
carencia social estrechamente unida de ella Tal privación social implica la frecuencia
y la complejidad de los intercambios que el niño mantiene en su ambiente; el nivel de
aspiraciones de los padres respecto de la escolaridad de sus hijos, las condiciones
materiales en que se desenvuelve la vida de los sujetos (Perret-Clermont, 2015)

Fracaso escolar y factores emocionales: el énfasis en los factores emocionales en el


universo interno del sujeto y su evidencia en el fracaso educativo, es relativamente
más reciente. En esta orientación, los problemas de aprendizaje constituyen, en
muchas situaciones, sólo el síntoma que señala obstáculos de origen emocional y,
por lo tanto, la necesidad de operar en ellos para resignificar las posibilidades de
aprendizaje del sujeto (Mauco, 2015).

La educación aparece como punto de entrecruzamiento en el que se articulan e


interactúan aspectos psicológicos y sociales, grupales e individuales, conscientes e
inconscientes. Si bien las relaciones entre la escuela y las dimensiones sociales y
políticas han sido exploradas, en general el mundo interno quedó fuera del análisis y,
por lo tanto, también la consideración de aspectos de tal índole que pudieran
favorecer u obstaculizar el proceso de aprendizaje. En este sentido, el acto de
educar pone en juego pulsiones y deseos ambivalentes; la elaboración del conflicto
facilitará la definición y el ejercicio de un rol docente favorable para el aprendizaje del
alumno, en una relación de respeto, compromiso, creatividad y eficacia (Frigerio,
1988).

Fracaso escolar e institución educativa: en esta línea, se enfatiza la existencia de


contraindicaciones entre las pautas basadas en modelos del rendimiento de alumnos
de sectores medios y altos, y los resultados escolares de niños de sectores
populares. El conflicto estaría básicamente vinculado con la incidencia de factores
tales como motivación, estima, habilidades cognitivas, códigos lingüísticos, sistema
de evaluación, contenidos, etcétera, en el aprendizaje.
En el plano de acción pedagógica, se relaciona también con la estructura
comunicacional en el grupo- clase, los métodos de enseñanza y el tipo de
actividades escolares realizadas (Perret-Clermont, 2016).
Las experiencias destinadas a revertir la situación del fracaso escolar mediante la
implementación de programas fundamentalmente de índole compensatorio material
tal como ayuda financiera a niños de bajos recursos, reducción de alumnos por
docentes, aumento de prestaciones de apoyo escolar, incorporación de equipos
audiovisuales y didácticos, clases para niños con dificultades, etcétera no llegaron a
modificar sustantivamente la problemática del fracaso escolar (Perret-Clermont,
2013).

Es decir, parecería de mayor relevancia en el análisis hacer hincapié – sin excluir


obviamente las variables materiales en los aprendizajes escolares desarrollados
mediante contenidos extraños al alumno, desvinculados de su interés, en los
aprendizajes mecánicos, sin relación con las experiencias cotidianas del niño, el
conocimiento como algo cerrado que lleva a visualizar la realidad ya acabada y sin
posibilidades de transformación.

Los elementos señalados han llevado a sugerir también la relación entre


determinadas pautas docentes y el rendimiento escolar de alumnos de bajo nivel
socio-económico. Por ejemplo, muchos docentes tenderían a modelar la enseñanza
a partir de comportamientos considerados más satisfactorios, propios de niños de
sectores sociales medios y altos; los docentes tendrían menor nivel de comunicación
con alumnos de estratos bajos; esto implicaría también que sus métodos de
enseñanza, por lo general, no aproximan los aprendizajes a la experiencia de tales
chicos; tampoco generan en ellos comunicación intragrupal e iniciativa en la
elaboración del conocimiento.

Por lo contrario cuando tales pautas son revertidas, los mismos alumnos - los de
sectores populares - alcanzan un rendimiento escolar más alto y llegan, en muchos
casos, a lo largo del tiempo, a niveles de aprendizaje semejantes a los chicos de
otros grupos sociales (Cresas, 2016). Fracaso escolar y enfoque multidimensional:
en este enfoque, el fracaso escolar es interpretado como el efecto resultante de la
articulación y convergencia de múltiples factores.
Ésta es, tanto de aquellos factores referidos a los aspectos intrínsecos del
aprendizaje escolar (infraestructura, equipamiento, material didáctico, formación y
perfeccionamiento docente, contenidos, métodos de enseñanza, pautas de
evaluación del aprendizaje, percepción del docente de la realidad social del alumno,
canales de comunicación entre escuela-familia, etcétera) como de los factores
externos a la escuela, es decir, los específicamente referidos a la familia y
comunidad (actitud paterna hacia la escuela, pautas de crianza y modelo de niñez,
ocupación de los padres, vivienda, ingresos, participación y comunicación de la
familia con la escuela, trabajo infantil, percepción de la familia acerca de la acción
educativa). De tal manera que el fracaso escolar aparece como la resultante del
entrecruzamiento dinámico de factores culturales y materiales, internos y externos a
la escuela. (Tedesco, y Parra, 2015).

1.3. Principales factores del fracaso escolar


1.3.1. Factores endógenos
Son aquellos factores personales que afectan casi de manera exclusiva. Entre ellos
encontramos:

Las adquisiciones que se obtienen por el aprendizaje, lógicamente, no escapan a los


grandes principios del desarrollo humano, especialmente a la de la variabilidad
normativa.

Si se llevan los valores o medidas de las adquisiciones de una población estudiantil a


una gráfica de frecuencia, se obtendrá la familiar "curva de campana" o de expansión
binomial, en la que casi la totalidad se agrupa alrededor de una media, y otros
grupos más pequeños se irán por encima o por debajo de aquella, la cual nos
conduce al establecimiento de diferencias individuales de rendimiento; por ejemplo:
edades o niveles de lectura, de matemática, de lenguaje, de ciencias sociales,
etcétera; tales niveles dependen, entre otros factores, de las diferentes edades en las
cuales se establece "la listeza” o sazón de madurez específica para tal o cual
adquisición.

De tal manera que ahora puede comprenderse que muchos casos intelectualmente
normales, considerados por los padres o maestros como fracasos en estudios (en
algunas o en todas las asignaturas), en realidad no son tales, sino jóvenes que
rinden un patrón diferente, quizás un poco inferior al de la mayoría de su grupo, pero
que de todas maneras lo hace inferior conforme a su propia modalidad o capacidad,
y en este caso lo importante es descubrirlo y saberlo orientar, dándole al adolescente
la explicación adecuada, junto con la reafirmación de confianza en sí mismo

1.3.2. Factores exógenos


Son todos aquellos factores que rodean al alumno pero que son ajenos a él. Entre
ellos encontramos

1.3.3. Ambiente y relaciones intrafamiliares


La influencia del ambiente familiar y de las condiciones socioeconómicas y culturales,
así como de las relaciones intrafamiliares del joven, sobre el éxito o el fracaso
educacional. Claro está que, como se dijo antes, habrá diferencias constitucionales,
individuos de una misma familia, en cuanto a capacidad de aprendizaje, pero las
diversas investigaciones al respecto han puesto de manifiesto que lo que más
intervienen en el fracaso escolar es el inadecuado clima emocional que haya tenido y
tenga el hogar y las relaciones intrafamiliares distorsionadas (entre los padres, entre
padres e hijos o entre propios hijos).

Es decir, lo más importante para un buen rendimiento escolar una serie de


circunstancias de adecuación psicológica entre padres e hijos, tales como: métodos
de crianza en etapas anteriores, antecedentes experienciales del hijo dentro del
hogar y con sus padres, apropiado estímulo y actitudes de los padres frente al
fracaso o, en general, frente al proceso educacional. En las relaciones con sus
padres, en el estudiante se operan bruscos cambios que pueden dar lugar a
circunstancias socioemocionales que aumenta el riego del fracaso escolar, tales
como las siguientes:

a) A veces la carga afectiva entre los padres y el joven es transferida a otras


personas, especialmente a los maestros, y entonces el adolescente trata de
identificarse con uno de ellos y a toda costa trata de agradarlo o complacerlo,
surgiendo como consecuencia cierta rivalidad o envidia de parte de los padres,
quienes reaccionan acentuando el "regaño" constante o la represión, o bien
sobrecargando de actividades extracurriculares al joven, obstaculizando los
esfuerzos o "tareas" reglamentarias, y entonces este, abrumado, no podrá dar frente
a tantas circunstancias.

b) La rebeldía de un estudiante por encontrarse contrariado en su casa, frustrado en


sus esfuerzos por independizarse, que tiene un padre demasiado estricto, que no
sólo le obstaculiza aquellos esfuerzos sino que lo critica y regaña constantemente,
que trata de que el hijo ocupe una posición o que tenga un éxito educacional que él
nunca pudo llegar a alcanzar, sin darle ninguna clase de aplauso. Muy seguramente
este joven también se rebelará contra sus profesores y tratará de todas maneras de
provocarlos o molestarlos, ya que para tal joven el colegio y los profesores
simbolizan el lazo fuerte y estricto autoritario del padre.

c) El rompimiento de la adecuada interrelación entre el alumno y los padres, sobre


todo del muchacho con el padre, es una de las situaciones más traumatizantes del
adolescente y que produce con más frecuencia fracaso educacional u otros
problemas de conducta, entre otros, las fugas del hogar, la adhesión a pandillas o
militancias de partidos, autoagresión (tendencia a los accidentes, al suicidio);
expresiones como las siguientes, muy frecuentemente, las hemos oído provenientes
de muchachos con esta clase de problemas: mi papá nunca habla conmigo, siempre
está ocupado, , nunca lo veo, él siempre tiene la razón", "vive para sus cosas, para
su trabajo", etcétera este resentimiento, hasta cierto odio del alumno hacia el padre,
se hace más evidente cuando con el muchacho presenta signos de recrudecimiento
de la fase edípica y no se ha "desterrado" psicológicamente de la madre.

1.3.4. Factores socioemocionales


El surgimiento de nuevos e intensos sentimientos propios de la etapa adolescente
pone a éste en desconcierto y le provocan pensamientos e ideas confusas que le
pueden producir dificultades de concentración, déficits de racionalización, de
interpretación o de memoria que le bloquean el trabajo escolar los padres suelen
consultar porque sus hijos están permanentemente alelados, viven como en la luna,
son flojos, perezoso, viven continuamente distraído, no quieren hacer nada, y los
regañan a fin de que trabajen con mayor empeño.

Otras veces pueden presentarse reactivaciones de los conflictos ocurridos en las


primeras etapas de su desarrollo. Por ejemplo, ciertas circunstancias como el ajuste
de las viejas a las nuevas dependencias, las demandas a nuevas realidades, el
dilema frente a ciertas decisiones pueden estimular una reacción de patrones que
yacen ocultos desde los primeros años de edad.

1.3.5. Factores Pedagógicos


Es poco frecuente que una institución sea pública o privada, defraude
completamente en cuanto a la competencia de la enseñanza o del profesorado; sin
embargo, puede haber excepciones. Cuando por lo menos la mitad de una clase o
grado fracasa en determinada asignatura o va mal, muy seguramente hay falla
pedagógica.

También puede ser pedagogía inapropiada aquellos casos que fracasan debido a
una inadecuada ubicación de grado o de año de estudio por falla de conocimientos
fundamentales para el rendimiento del grado en que han sido colocados; es
frecuente encontrar estos problemas cuando los alumnos pasan de tercer año de
secundaria, a preparatoria, en que hay diferencias considerables en contenido de
materias, en formas de estudio, horarios, etcétera., de un grado a otro.

1.3.6. Factores Socioeconómicos


Muchos estudios han demostrado los mayores déficits de rendimiento y altos índices
de fracasos escolar en los alumnos de clases socioeconómicas bajas, en relación
con los alumnos adquieren en el "mundo" familiar o social de deficientes estratos
sociales; todo esto sumado a los déficits en los aspectos orgánicos, como
desnutrición, inadecuada vivienda, etcétera.

1.3.7. Factores Mixtos: Integrados Endógenos - Exógenos


Muchas combinaciones pueden reunirse entre factores diversos provocadores de
fracasos; por ejemplo: adolescentes afectados por serios problemas emocionales
intrafamiliares que encuentran profesores que simbolizan una rigidez e
incomprensión igual a la de los padres, que no estimulan sino que son indiferentes o
hasta critican sistemáticamente.

La angustia provocada por los exámenes, o por miedo del adolescente a perder la
aprobación o afecto de los padres o profesores, es otro ejemplo de la intervención
mixta de los factores. También puede ser frecuente la mezcla de problemas
orgánicos y emocionales.

La gran preocupación de una condición o anomalía física o enfermedad crónica


puede condicionar fracaso. Hemos tenido varios casos cuyo motivo principal de
consulta es el déficit en el estudio, y en el fondo se ha encontrado una gran
preocupación, casi obsesiva, del joven por su problema de crecimiento;
concretamente con la angustia de quedarse con más baja estatura que los demás de
su grupo, de sentirse burlado o en situación de interioridad. Casi siempre, se ha
tratado de casos con brote puberal retardado, pero dentro de la amplitud normativa.
1.4. Tipos de fracaso escolar
Según peralta 2016 existen diferentes tipos de fracaso escolar que son los
siguientes:
El fracaso escolar primario 
El término de fracaso escolar hace referencia a la situación que se produce cuando
un alumno con inteligencia normal o superior no es capaz de alcanzar el nivel de
rendimiento medio esperado para su edad y nivel escolar.

Teniendo en cuenta simplemente el inicio y la evolución del rendimiento escolar a lo


largo de la vida académica del niño, el fracaso escolar puede clasificarse en cuatro
grupos: primario, secundario, circunstancial y habitual. Cada uno de ellos con
distintos niveles de gravedad y requisitos terapéuticos diferentes.

Fracaso escolar primario. 


Desde los primeros años de escolarización el niño presenta un bajo rendimiento
académico que suele estar asociado a dificultades madurativas. El pronóstico de este
tipo de fracaso es inicialmente incierto, puede solucionarse espontáneamente o ser
la base de un fracaso escolar permanente, por tanto la monitorización cercana del
niño y la facilitación de recursos será imprescindible para asegurar un desarrollo
académico adecuado y adaptado a los requisitos planteados por el sistema
educativo.

Fracaso escolar secundario. 


Se produce cuando después de unos años de rendimiento educativo adecuado
surgen los problemas. En general, ese cambio es debido a cambios normales
ocurridos en la vida del niño, como es la transición a la adolescencia o el paso de la
etapa primaria a la secundaria. Es determinante en este caso, la existencia previa de
una metodología de trabajo sistemática que hubiese sido internalizada por el niño,
pues en la medida que estos patrones hayan estado presentes es más fácil
recuperarlos o simplemente adaptarlos al momento evolutivo.
Cuando el rendimiento académico no ha sido producto de un proceso de aprendizaje
óptimo, es más difícil superar el escollo que pueda darse en un determinado
momento, pues además de las variables que estén afectando en ese momento,
habrá que desarrollar técnicas básicas de aprendizaje en las que el alumno sea
deficitario.

Fracaso escolar circunstancial. 


Es un fenómeno transitorio y aislado que responde a causas concretas y
excepcionales, que siendo identificadas, pueden ser, en general, abordadas sin
mayores problemas. En general se trata de alumnos con buenas habilidades para el
aprendizaje, pero que se ven afectados por situaciones de alto impacto emocional
que no saben manejar o que simplemente superan sus recursos psicoafectivos
comenzar a salir con alguien, ruptura de pareja, divorcio de los padres, cambio de
centro escolar, problemas con el grupo de amigos, etc.

Fracaso escolar habitual.


 Las malas notas y los suspensos constituyen la característica más habitual del niño
desde el comienzo de su escolaridad. Se trata de alumnos que han presentado
siempre una gran desadaptación escolar, entre otras causas, debido a características
personales como déficit cognitivo, retrasos en el desarrollo, problemas de
lectoescritura, etc. Esta desadaptación pueda darse también en otras áreas de su
desarrollo como la social, y no es infrecuente que estos niños o jóvenes pertenezcan
a familias que presentan cierto grado de desestructuración o muy poco (o nulo)
interés por el rendimiento académico de sus hijos, o un gran desconocimiento acerca
de cómo debe darse el proceso de aprendizaje.

1.5. Causas del fracaso escolar


El estudiante simplemente es el eslabón más débil de toda la cadena. No le
corresponde al estudiante ser un técnico en psicología, ni pedagogía, no es él el
maestro, ni ningún profesional que se supone trabajan para conducir su aprendizaje
y enseñarle. (Torres 2014)
Con esto no quiero culpar a ningún docente, ni sistema, ya que se trata de una
cuestión muy común, y que definitivamente tiene solución. La deficiencia puede
estar, desde quienes planifican las políticas educativas, pasando por quienes vigilan
a los chicos y chicas en el patio, los directores, docentes, hasta los ministros de
educación, psicólogos, y padres. Lo importante es identificar las cuestiones que
se están dando, para implementar una medida de corrección acertada en alguno
de los niveles antes mencionados.

El segundo eslabón más débil de la cadena, es el docente. Muchas veces se los


ubica entre la espada y la pared, cuando ni siquiera se los prepara para atender
necesidades especiales de los estudiantes. Pero es muy difícil prepararlos, si no se
identifican estos casos especiales.

Los estudiantes con dificultades lo suelen pasar muy mal, debido a que por sus
dificultades, son señalados, humillados, censurados, castigados, reñidos,
incluso puedes sufrir distintos tipos de bullying. La solución no pasa por condenarles,
sino por ayudarles. Una dificultad se convierte en problema cuando no sabemos
cómo solucionarla. Te expongo un ejemplo muy simple para entenderlo:

Supongamos que te ubico en un inmenso laberinto, del tamaño de un desierto.


Inicialmente ese laberinto lo puedes catalogar como “un gran problema”. Pero si te
doy un plano detallado indicándote paso a paso cómo salir de ese laberinto, vas a
poder salir con mucha más facilidad. El problema ya no será tal, dejará de serlo en
cuanto tengas el plano en tus manos.

Con esto lo que quiero decir, es que el problema no es el laberinto, el problema


es no tener el plano de salida. Sin el plano, probablemente entrarías en un bucle,
dando cabezazos entre una y otra pared, sentirías que estás dando vueltas sin
sentido, sin salida, y te frustrarías. El problema se volvería como una bola de nieve,
creciendo cada vez más ante la imposibilidad de salir de allí (ver: problemas de
aprendizaje).

Lo mismo ocurre con los jóvenes estudiantes, si no tienen un buen desempeño


escolar, es porque no tienen una hoja de ruta correcta que les haga salir de ese
laberinto.

También es muy común implementar soluciones incorrectas. Es decir, suponemos


que estamos aplicando la mejor solución, pero realmente no es así. Esto
ocurre cuando no se evalúa objetivamente la situación actual, y no se vuelven a
medir las soluciones. En este sentido, lo ideal es establecer la situación actual con
todos los factores que influyen en una o varias dificultades, y a partir de ahí construir
un programa que atienda a solucionar dichas dificultades.

1.6. Concecuencia del fracaso escolar


En el fracaso escolar todas las estructuras sociales se ven salpicadas. Tiene efectos
en los chicos y en las chicas, en sus padres, en sus maestros y, en diferentes formas
y medidas, en la colectividad en general. (Turbidez 2016)

También las repercusiones del fracaso escolar son más grandes en los chicos que
en las chicas, por aquello de que aún las expectativas laborales, discriminando los
sexos, son mayores en los varones que en las mujeres; y por estas razones se
sienten más afectados los padres cuando es el hijo, y no la hija, quien fracasa en la
escuela.

Las consecuencias en los padres se manifiestan en que, de entrada, la madre y el


padre toman distintas posiciones, según el papel que los dos ejerzan en la familia.
Así, por ejemplo, el padre acostumbra a adoptar una actitud, abierta o encubierta, de
rechazo y hostilidad hacia el hijo adolescente fracasado, utilizando castigos y/o
agresividad verbal o física, mientras que la madre habitualmente opta por la
sobreprotección de este hijo. Para los padres, en general, se rompen las
expectativas puestas en el hijo, ven su futuro muy inseguro, se sienten impotentes y
fracasados en su labor parental, se muestran resentidos por la inversión económica y
de tiempo que creen haber malgastado en el chico, etc. Es decir: se sienten
culpables, y proyectan en el adolescente fracasado su impotencia y su hostilidad
emocional.

Algunos son chavales que yo he bautizado y todos son fracasados de la escuela. Es


lo que más me impresiona, porque se habla de antecedentes penales pero antes
están los antecedentes escolares, que en las escuelas los consideran malos y los
expulsan y con esa conciencia empiezan a ser malos.

Al padre Llanos se le apodó en España durante años “el cura rojo”, por su talante
progresista, comprometido en la ayuda de los jóvenes socialmente más
desfavorecidos. Sus palabras están entresacadas de una entrevista, en la cual hacía
referencia a los chicos de su barrio, algunos de ellos en situación de delincuencia y
drogadicción, que acudían a visitarle a la parroquia.

Consideramos que la respuesta de este sacerdote es bien explícita, señalando al


fracaso escolar como la mayor cantera de la marginación social. Y lo que sucede en
Madrid es extrapolable a cualquier otra ciudad del mundo.

En el hijo adolescente se produce una degradación de la imagen propia, se deteriora


también la comunicación con los padres y con los hermanos a los que habitualmente
se les compara, de manera despectiva para él, se hace difícil la identificación con los
padres, no deseando ser como ellos.

Este conjunto de situaciones origina en el hijo una gran ansiedad y tendencia


depresiva, que conduce a un progresivo desarraigo familiar evita estar en casa lo
que, a su vez, para evitar la soledad y las ideas suicidas ¡que pueden llevarse a la
práctica, le empuja a buscar otros grupos de gentes jóvenes para asegurarse una
supervivencia afectiva.

Estos grupos no están constituidos por compañeros de la escuela hacia la cual se


ha ido creando un rechazo global, incluyendo a sus compañeros alumnos con una
marcha escolar normal, confluyendo personas que no necesariamente han de ser,
todas ellas, inadaptadas o con fracaso escolar.

Obviamente, el absentismo escolar en que incurre nuestro adolescente fracasado,


vagando por las calles, es idóneo para juntarse con otros jóvenes que tampoco van a
la escuela y muchos de los cuales cuentan con pocos recursos económicos para
matar el tiempo y es fácil imaginarse de dónde “sacar fondos. La rotura de los
esquemas familiares, escolares y sociales, con todas sus consecuencias tribus
urbanas, delincuencia, drogadicción, está a la vuelta de la esquina.

En la escuela y los maestros, el fracaso escolar del alumnado representa una


denuncia frontal a la sociedad y a su estructura escolar, a la función que se espera
de la institución docente.

El maestro sufre una disminución en su propia valoración como profesional y como


persona que, de no mediar una reflexión crítica de las causas que han conducido al
fracaso de su alumno y poner la oportuna y rápida solución al caso, conducirá a una
reacción hostil y descalificadora del alumno y de sus padres, los cuales, a su vez,
reaccionarán en contra de la escuela: entrevistas violentas, denuncias judiciales, etc. 

A todo esto, al adolescente fracasado se le produce una distorsión de la imagen del


maestro que en su día pudo haber sido un modelo de identificación y que ahora cae
del pedestal), deteriorándose aún más la ya baja autoestima del alumno y
generándole una actitud hostil hacia la institución escolar entiéndase aquí el porqué
de algunos actos vandálicos, con asalto a escuelas, destrucción de mobiliario.
El círculo vicioso termina, pues, cerrándose sobre el adolescente con fracaso
escolar; pero el navegante habrá advertido que en esta situación de descalabro
estudiantil no hay un único responsable: muchos han sido los protagonistas del
drama... incluso puede que no haya nadie que pueda ser llamado inocente.

1.7. Estrategias de enseñanza para disminuir el fracaso escolar


La finalidad de las estrategias de aprendizaje y las técnicas de estudio es
desarrollar el aprendizaje en los estudiantes. A menudo, el esfuerzo que dedica un
alumno al estudio no se corresponde a los resultados obtenidos y el secreto no es
estudiar más, sino buscar la actitud adecuada ante el aprendizaje, aprovechar al
máximo los recursos y aplicar estrategias que faciliten un aprendizaje más metódico
y personalizado.

Si el alumnado no trabaja con unas estrategias o técnicas de estudio adecuadas para


él puede ir avanzando en las etapas educativas con dificultad y con problemas para
interiorizar los contenidos, a la larga, la falta de estrategias puede dificultar el estudio
de una carrera universitaria o ciclo superior de Formación Profesional. Por eso, un
buen aprendizaje pasa por tener un buen equipo de habilidades de estudio. (Batista
2016)

Cuantas más personas, herramientas y estrategias se utilicen, mejor se podrá evitar


el fracaso escolar y se conseguirá un buen funcionamiento en el ámbito social.  Estas
estrategias funcionan de forma muy diferente según el individuo, dependiendo
especialmente de la aptitud y actitud de cada uno. El estudiante es el protagonista
del estudio, un procesador de información que valora y critica, amplía, cuestiona,
compara y reconstruye la información.

Los expertos consultados señalan que es importante incluir procesos como enseñar
a pensar y enseñar a aprender dentro del proceso formativo, a la vez que se
favorecen los mecanismos que permiten un mejor conocimiento de uno mismo.
El papel del profesor es de vital importancia para conseguir este objetivo. De hecho,
los dos ingredientes con más influencia en la mejora del aprendizaje, son la calidad
docente y la necesidad de que los alumnos adquieran competencia en la gestión
de su propio aprendizaje.

Finalmente, es importante tener en cuenta que las estrategias de aprendizaje no sólo


sirven para evitar el fracaso escolar en primaria, secundaria y la educación superior,
sino que favorecen una mejor organización en temas laborales, cotidianos y
formativos que puede aplicarse a lo largo de toda la vida: cuando las estrategias han
sido interiorizadas, la persona puede adaptarlas a cada momento y en relación a los
contenidos que quiere aprender.

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