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LA CONCIENCIA
SU CARÁCTER ABSOLUTO
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fuera de un "sensorio" es insensato el intento de pensar una
perspectiva ideal fuera de un "intelecto".
Así. el ser en todas sus formas y por tanto también el ser
de las cosas se determina y estructura en el seno de la concien-
cia y sólo en ella alcanza su sentido. Pensar una realidad fuera
de toda conciencia es pensar en el vacío. Carece de sentido ima-
ginar 10 que pueda ser una cosa "en su totalidad". La cosa en
su totalidad es una simple nada . Toda realidad es un conjunto
de aspectos reales y virtuales, de presencias y posibilidades de
presenCIas.
En otros términos: el ser de las cosas y el del mundo en
el cual aquéllas existen es puramente fenomenal, contingente y
subjetivo. Le amenaza constantemente el peligro de no existir.
Su realidad se halla circunscrita por el abismo de la nada. No
es posible establecer un límite entre la realidad y el sueño.
Ello no significa que las cosas no existan-la simple ne-
gación de su existencia es tan absurda y tan infecunda como
su afirmación incondicional-sino que su existencia es una
existencia contingente y condicionada que lleva si~mpre implí-
cita la posibilidad de su propia anulación. Las cosas existen de
algún modo. Pero su realidad es de tal índole que se mani-
fiesta siempre mediante una serie indefinida de fenómenos
sub jetivos.
Por tanto, si la Filosofía es el intento de buscar un fun -
damento absoluto, la contingencia y la subjetividad del mun-
do nos llevarán forzosamente a buscar su fundamento fuera de
él. Descartes 10 ha visto de una vez para siempre. El mundo
de la realidad transcendente remite necesariamente a la esfera
de la conciencia. Es preciso partir del Coqito. Entre todas las
cosas presentes o ausentes, reales, probables, posibles o impo-
sibles sólo una es absolutamente cierta: yo pienso, es decir,
percibo, recuerdo, imagino, estimo, odio, deseo. Esta consta-
tación es inmediata, independiente y pura. Nada se puede opo-
ner a ella. Halla en la propia duda su confirmación indubi-
table puesto que sólo es posible ejercer la duda en la esfera
misma del conocimiento. Si dudo, dudo y, por tanto, pienso.
12'6
ahí: resülta que la esfera del pensamiento a diferencia
de las cosas no es contingente sino neces~ria. Entre una
se da la oposición más radical. Sean o no transcendentes
S":l't:.'U,lU,"U,~' "que la conciencia nos ofrece, su presencia pura no
duda .alguna. Lo real, 10 ideal, 10 posible, lo imposible
~~!.a:.' silla, el árbol, el teorema matemático, el centauro, la qui-
. . -se hallan en la conciencia y tienen dentro de sus
Dlfiíltes una consistencia específica y un modo de ser. Mi pro-
. 'ri<1a ,personal-lo que vivo en tanto que 10 vivo-me es
mao absolutamente, en su esencia y en su existencia.
:,,: '·' 13110 no significa que la conciencia necesariamente exista,
~~ ~1J existencia se halle implícita en su esencia coma la exis-
'iUnCía de Dios en el argumentó ontológico. La conciencia po-
iá:iii de hecho no existir. Pero desde el momento que existe,
:~sll ~existencia excluye toda contingencia y toda posibilidad de
~~, 'ser. No se revela en una serie de fenómenos "subjetivos",
~.9: se ofrece en perspectivas y escorzos. Se halla, por defini-
~én. eternamente presente a sí misma en la plenitud de su ser.
~n ' ello se funda, como veremos, la posibilidad de la percep-
' ~ón .inmanente. La conciencia lleva en sí misma la garantía
'de, 's u existencia.
", , . El mundo de la Naturaleza----en el cual funda el natura-
,
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considera como existente es la realidad misma de las aparien-
cias-de los . "fenómenos"-con toda su contingencia y toda
su imprecisión. Las manifestaciones de las cosas son para aqué-
lla, como para Husserl, su verdadera y única realidad.
El error de Descartes es no haber llevado su .genial descu-
brimiento a sus últimas consecuencias. En lugar de ello se de-
tiene en mitad del camino. Una vez en posesión de la realidad
• e
absoluta del Cogtto, en lugar de explorarla la abandona y
sigue pensando de acuerdo con las categorías de la metafísica
tradicional. Para precisar la· diferencia entre el "pensamiento"
y la "extensión", entre el ser de la conciencia y el ser real, se
limita a fijar la diferencia entre dos tipos de conocimiento,
uno absolutamente cierto y otro problemático y dudos~. El
conocimiento del mundo exterior es relativo y falible por la
naturaleza misma de la sensibilidad en que se funda y por la
posibilidad de imaginar un "genio maligno" que invalide in-
cluso las proposiciones más ciertas de la ciencia. Frente a su
carácter contingente y dudoso el conocimiento de la conciencia
es absoluto y cierto. Sobre su fundamento será posible, por
tanto, realizar una serie de deducciones e inferencias que nos
lleven por modo apodíctico a la demostración de la existencia
de Dios y de la del mundo. La evidencia absoluta del Cogito
actúa a manera de axioma, cierto en sí mismo, sobre el cual se
afianza el conocimiento de todo lo demás.
Para todo ello parte Descartes del conapto tradicional
dogmático y no esclarecido de la realidad. Da por supuesto
que el ser es el ser de las "cosas" tal como nos es dado en su
noción ingenua. Bajo esta noción unívoca induye toda exis-
tencia y por tanto también la de la conciencia misma. No se
trata por tanto de saber cuál es el sentido del ser y cuáles son
sus múltiples modos de revelarse. Dando por supuesto, con la
opinión vulgar y con la de la Metafísica recibida, que sabemos
ya perfectamente lo que la realidad en general es, lo único que
le interesa es inquirir qué cosas realmente existen y cuál es el
grado de certeza que puede ofrecernos el conocimiento de cada
una de ellas.
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fri~nte al escepticismo formula Descartes una duda hiper-
que pone en crisis toda realidad y toda verdad. Llevado
a su último extremo una COsa se revela como
Aunque todo 10 que aparece no exista tenemos,
10 menos, la certeza de que existe el acto de aparecer. Si
pienso, si dudo, dudo. Pero hallado el dominio abso-
de la conciencia no se da cuenta de que con ello ha alcan-
~a(1O no sólo un conocimiento cierto sino además una capa de
. realidad en la cual existir no significa ya 10 mismo que en
. lenguaje vulgar y en el de la Filosofía tradicional. No es
conciencia una substancia que exista y subsista al lado de
:1'a extensión y de la cual se distinga sólo por la certeza con
~que nos es dada. Entre una y otra media un abismo no solo
:~r la certeza con que nos es dada, sino porque en ella, ser, no
.~significa ya lo mismo. Descartes olvida esto. A pesar de todo
$P aparente radicalismo .sigue dando todavía la existencia
,h e las cosas "naturales" "co.mo el prototipo de toda realidad y 10
'i tribuye, sin modificación esencial a la única realidad indubi-
-_ table, es decir, a la conciencia. Llega a la inmanencia pura, a la
J>ura subjetividad del Cogíto pero la abandona y la pierde en
:'t l' momento mismo de interpretarla como " mente o alma" .
_ ~_ A consecuencia de ello hay todavía en todo el " idealismo"
:in9derno, que deriva de Descartes, una ganga no analizada de
: f~aturalismo". A pesar de todas las depuraciones el sujeto si-
' ~e siendo concebido como una substancia, como una " cosa"
~úbsistente y fija más allá de toda apariencia. La conciencia
-~ un "continente" " dentro" del cual se. hallan las demás cosas
~ ,c:ómo sus contenidos. Como las viejas substancias tiene un
:'~'interior" y un " exterior", una inmanencia y una transcen-
dencia. Sólo mediante su actividad se hacen posibles los " ob-
/ jetos" y las cosas que se hallan dentro de su interioridad.
Ante el descubrimiento de Descartes trata Husserl de dete-
.cberse en él y de explorarlo en toda su riqueza. El carácter
_ ~bsoluto de la conciencia lleva a la Filosofía a una zona radi-
f ca!. No se trata ya en ella de medir el grado de certeza de
-iluéstro conocimiento sino de explorar el fenómeno originario
129
La ' j ilo8of!a de HUBserl-9 ,
de la existencia, la vida originaria de la conciencia para la cual,
en la cual y por la cual surgen y se hacen pasibles, como con-
ceptos derivados, el "sujeto" y el "objeto" de la Epistemo-
logía tradicional. Uno y otro son meras abstracciones que es
preciso integrar en la vida concreta de la conciencia. pura.
Ésta no es, coma vimos ya, un recinto cerrado, una reali-
dad circunscrita por un límite, como 10 son las cosas del mun-
do. No tiene "interior" ni "exterior". El sujeto no se halla en
presencia de "sus" representaciones. Para llegar a la realidad
no necesita salir de aquéllas ni perforarIas. Las representacio-
nes son la realidad misma en su manifestación concreta. El
sujeto se halla en presencia inmediata del ser. No es un recinto
cerrado. Es el hecho mismo de hallarse abierto. No es una
inmanencia que sea pre,ciso trascender. La trascendencia se halla
implícita en la inmanencia. Descartes tiene plena razón al afir-
mar que el objeto no se da fuera de la relación de conciencia.
Pero ello no basta. Al sujeto le ocurre lo mismo. El sujeto
depende también del objeto. Son terminas correlativos que se
suponen y se excluyen como el anverso y el reverso, el antes
y el después, la derecha y la izquierda. . . La conciencia no
consiste sino en el hecho mismo de transcenderse. Tal es la
realidad primordial y absoluta.
Si la Filosofía aspira a ser una ciencia primera y exenta
de presuposiciones es preciso que lleve el radicalismo cartesiano
a sus últimos extremos, que permanezca en la conciencia mis-
ma y trate de determinar con precisión minuciosa la contex-
tura rica y compleja de su realidad radical.
130
~Jvimos
1, ,_
y conVIVImos, el conjunto de todos los acaecimientos
~rsona1es inme?iatamente ~e~t,idos y expe~imentado~ . Desde
este plInto de vIsta la descnpclOn de una vIda nada tIene que
;er con la biología de un individuo. Se confunde en cambió
con la auténtica biografía de una persona. Es el reino de la
~ás pura subjetividad, la manera como las cosas se inc~)!poran
':a la actividad de un sujeto y son sentidas, pensadas, amadas,
aborrecidas Y manejadas por él. El mundo entero entra en ella
desde el momento en que es vivido, experimentado y elabo-
rado por alguien desde un punto de vista determinado y en
íntima relación con una personalidad. A él pertenecen todas
: y cada una de las realidades que se desarrollan en el curso tem-
poral de la. conciencia, el mundo de la inmanencia en su tota-
lidad. Es el dominio del Cogúo cartesiano en la medida en
que el Cogito supone y requiere constantemente como su co-
rrelativo indispensable un Cogitatum-a1go pensado, sentido,
deseado, amado u odiado.
En ella se hallan, en primer lugar, los "objetos", las rea-
_fídades vividas y experimentadas con claridad y distinción.
I Pero conviven también y circulan en sus ámbitos infinidad de
. 'elementos no " objetivos" dispersos e informes. Es 10 qUt! deno-
'mina Husser11a capa material de la conciencia -la hylé- algo
muy pare-cido a las sensaciones en su sentido más elemental.
Bn su plasma soñoliento destaca la int-encionalidad estructuras
', objetivas que constituyen el mundo para mí.
Las vivencias no intencionales 1) son aquello que da
carácter sensible a los actos de la percepción y de la representa-
ción. Son el sustentáculo sensorial de los actos intencionales pro-
piamente dichos. Los componentes de la percepción son las sen-
saciones, en el sentido más estricto, las de la imaginación, la
memoria, la fantasía .. _ los fantasmas sensibles o los fantas-
, ,
131
mata, los de los actos del sentimi'e nto y de la volun ta d, los
sentimientos e impulsos sensibles. Su conjunto forma la base
sensorial. la "materia" apta para ser animada y adquirir un
sentido mediante las "formas" múltiples de la intencionalidad.
La intencionalidad añade a la "materia" una "forma" en un
sentido no muy alejado del de Kant 1). Mediante ello los ele-
mentos dispersos de la sensibilidad adquieren un sentido y una
significación para la vida, la conciencia alude a "algo" y surge
ante ella la objetividad 2).
Se trata en todo caso de elementos estrictamente "subje-
tivos" que no bay que confudir con las "sensaciones" conside-
radas como cualidades o predicados de las cosas. Los elementos
de color, de sonido, de contacto, de cosquilleo, de bienestar o
malestar . . . no son todavía el color, el sonido, la suavidad o
la rudeza de una cosa, el agrado o desagrado que caracteriza
a un sentimiento de amor o al deseo de alguna cosa precisa.
Entre unos y otros bay. una profunda diferencia. Los primeros
son impresiones " subjetivas" . Los segundos son momentos ob-
jetivos de la cosa al servicio de la intencionalidad. No es lo mis-
mo el rojo considerado como sensación "subjetiva" que el rojo
objetivo que se extiende sobre la superficie de una cosa. Los
segundos se extienden y se desarrollan en el tiempo y en el
espacio. Los primeros permanecen, por definición alejados de
todo elemento espacial y el tiempo en el cual fluyen se pierde
y se agota en la inmanencia intranscendente. El color "exten-
dido" en el espacio es algo que transciende a la vida misma.
El color simplemente vivido se pierde en la "subjetividad".
Los elementos hyléticÜ's son datos "reales" del curso de la con-
ciencia. Las cualidades objetivas no son elementos "reales" de
la conciencia sino aspectos y perspectivas de su proyección ideal.
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El error de la Psicología empmsta es haber confundido
ambas cosas bajo el nombre de "ideas simples". De ahí su
concepción sensualista de la conciencia y la negación de la
intencionalidad. Los objetos resultan entonces de una cierta
agrupación de las "sensaciones" de acuerdo con las leyes de la
asociación de ideas. En realidad, ninguna operación de la vida
psíquica puede convertir las sensaciones puras en objetos ex-
. teriores o en cualidades características de ellas. Sólo la activi-
dad intencional es capaz de penetrar en los fenómenos hylé-
ticos y dotarlos de un sentido transcendente. Arraigada en la
temporalidad inmanente, como el material hylético mismo,
sale de ella y constituye ante sí una objetividad que transcien-
de al tiempo.
Ahora bien: los contenidos sensoriales son necesarios para
toda percepción que aspire a la transcendencia. No es posible
acto alguno de conciencia sin un mínimum sensorial que sirva
qe materia al acto. La sensación por sí misma no es todavía una
realidad concreta sino una mera posibilidad. Un conjunto de
sensaciones sin interpretación ni referencia alguna a la ob jeti-
vidad no puede ser considerado como una realidad psíquica.
Una vida que no transcienda la somnolencia de las sensaciones,
que no le preste orientación alguna, que no las juzgue ni las
apetezca ni se alegre o entristezca en su presencia, ni las ame ni
las odie, no se puede decir en rigor que las perciba ni, por
tanto, que las viva. No hay vida auténtica que no salga de sí
misma. Una vida exclusivamente sensorial no es propiamente
una vida. Es la vida del lagarto dormido al sol. Sólo surge la
vivencia mediante la incorporación de las sensa·ciones a la uni-
. dad de la conciencia y su subordinación a la objetividad que se
constituye ante ella.
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atendido ni apercibido me es de alguna manera dado y se in,cor-
por a igualmente a mi vida personal. Lo vivimos sin más, 10
experimentamos irreflexivamente. Esta zona v1rtu~1 die la
conciencia experimentada pero no atendida forma parte tam-
bién de las vivencias. Es la esfera de la más pura subjetividad.
No en el sentido de Berkeley, por ejemplo, que reduce las reali-
dades contingentes del mundo "exterior" a otra realidad tam-
bién contingente y deriva el Cosmos entero de una "cosa"
espiritual que en último término forma parte de aquél, sino
en el sentido mucho más radical de una realidad previa a la
separación epistemológica de "sujeto" y "objeto" .El hecho
de que en la realidad puramente vivencial exista una zona en la
cual no se revelen todavía "objetos" claros, impide que en ella
se destaque un "sujeto" en el sentido propio y riguroso de un
yo personal.
La conciencia, en este sentido, es la "experiencia pura" en
su acepción más radical. A partir de ella es posible destacar
"objetos" y contraponerlos a los "sujetos". Entre unos y
otros se constituye un eje inmóvil en torno al cual se orga-
niza la conciencia despierta y se revela ante ella un mundo
con un ámbito de claridad. La conciencia vigilante delimita,
mediante el complicado mecanismo de la atención, claras zo-
nas de objetividad.
La distinción entre conciencia dormida y conciencia des-
pierta, entre la simple vivencia desatendida y la clara perspec-
tiva que se despliega ante la atención, lleva consigo la delimi-
tación de una serie de planos, franjas, fondos y transfondos
en la conciencia y en la realidad del mundo que se revela ante
ella. Lo que se halla en primer término puede pasar al segun-
do y perderse en horizontes virtuales puramente mentados
pero no intuídos. Toda vivencia actual tiene un halo de vir-
tualidades. El curso de las vivencias no puede constar nunca
de puras actualidades. Entre el foco vivaz de la atención y su
transfondo más remoto el ámbito de la realidad se pierde gra-
dualmente en la línea de un horizonte. Entre 10 real y 10 virtual
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· toda perspectiva se revela como una serie indefinida de presen-
cias y posibilidades indefinidas de presencias.
El concepto de la virtualidad da a la >ton ciencia una pro-
fundidad antes insospechada. En todo momento la conciencia
y el mundo que le es correlativo tienen márgenes indecisos y se
pierden en la línea de un horizonte. La actividad de la concien-
Cia vigilante destaca en cada momento, una parte de las virtua-
lidades que dormitan más allá de los límites del horizonte
actual. La conciencia actual, awmpañada del Cogito actúa su-
cesivamente en direcciones diversas y correlativamente el mundo
del ser, con su riqueza potencial inexti.nguible, se hace presente.
o ausente, luminoso u opaGO, pasa alternativamente de la ac-
tualidad radiante a la virtualidad latente contenida implíci-
tamente en ella.
Así, la independencia de las cosas en relación a la con-
ciencia es su persistencia más allá de los límites de la conciencia
actual. La "realidad" del mundo .fuera de mí no es otra cosa
que la virtualidad siempre latente; su existencia "en sí" se
reduce a su persistencia en' los halos de la conciencia potencial,
en el transfondo marginal o simplemente virtual de la con-
ciencia. Las cosas del mundo agotan su realidad en la posibi-
lidad de ser percibidas en una y otra forma. Todo su ser es
percepción -en el sentido más amplio que incluye las formas
y las estructuras esenciales- o posibilidad de percepción.
Claro es que la existencia de estas posibilidades es esencial
a la estructura de la conciencia. Todo curso de la vida cons-
ciente, toda serie de presencias se revela como un primer plano
y se extiende en una perspectiva que se pierde en un transfondo
presto a pasar a primer término y a orientar una nueva pers-
pectiva si la atención 10 requiere y el interés 10 exige. El mun-
do latente me es siempre, en algún modo, co-presente. Ya en
la percepción más simple su aspecto o perspectiva es siempre el
aspecto de "algo", de una realidad latente que se ofrece con
su presenCia y la <l!compaña. Lo vimos ya en nuestro breve
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análisis del fenómeno de la percepción 1). La presencia de esta
pared ante mí supone su reverso y presupone un mundo "en
sí" invisible del cual es un aspecto entre otros infinitos posi-
bles y en el cual y por el cual es 10 que es. La vida de la con-
ciencia y la del ser que le es correlativo se realiza mediante la
referencia de un ser presente a un ser latente en una dinámica '
que nos lleva de la actualidad a la potencialidad.
Adviértase bien que esta estructura necesaria, este hallarse
del mundo forzosamente en una perspectiva, no es algo exclu-
sivo de los actos de la percepción. Todos los actos de la vida
consciente se manifiestan en la misma forma. El recuerdo, la
imaginación, la creencia,' la vida sentimental y apetitiva con-
tienen también un transfondo y se presentan en distintos pla-
nos según sean atendidos o no. Al lado del placer y del dolor,
del deseo y la aversión, de la decisión o la perplejidad y antes
y después de ellos se dan meros esbozos imprecisos aptos para
entrar en cualquier momento en el centro de nuestra vida vigi-
lante y llenarla con la plenitud de su presencia. La vida senti-
mental y la vida activa tienen también sus halos y sus hori·
zontes sobre los cuales se destacan y en los cuales se pierden
y se hunden.
Una vez más, las "cosas" dependen de la conciencia. Su
realidad transcendente no es otra cosa que el hecho de hallarse
en los ámbitos de la conciencia actual o de la conciencia poten-
cial. Su ser lcontingente descansa en el ser absoluto y necesario
de la conciencia y se constituye y se afianza en él.
LA INTENCIONALIDAD
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ello es preciso partir del concepto de intencionalidad que, si-
guiendo la terminología de Brentano, asigna H:usserl a la con-
ciencia como su propiedad definitoria. Como vimos en el breve
análisis que esbozamos antes, este hecho de la intencionalidad
no tiene nada que ver con la intención en el sentido de un
propósito, de una orientación práctica de la vida, de tener o
no la intención de hacer una cosa u otra. Significa simple-
mente 10 que hemos repetido ya con insistencia: que toda per-
cepción es per<:epción de una cosa percibida, todo pensamiento
de una cosa pensada, todo deseo de una cosa deseada, todo
amor de una cosa estimada .. . todo Cogito de un Cogitatum.
De todo 10 dicho se desprende, sin embargo, que la con-
cepción de Husserl se separa de una manera decidida de la de
Brentano, que es su antecedente inmediato y de la aristotélico-
escolástica que define por primera vez la conciencia como una
intención mental. Esta rectificación es 10 que permite a Husserl
intentar una superación a fondo de todo "naturalismo" y de
todo "substancialismo" y la iniciación de una Ontología
"idealista" para la cual la vida de la conciencia es la base de la
constitución del Ser.
Para la Filosofía escolástica y aun para la de Brentano,
con diferencias profundas que no es éste el momento de pre-
cisar, la referencia intencional se realiza entre dos polos pre-
viamente constituídos y presupuestos. Entre el sujeto y el
objeto se establece una conexión. Mediante ella la realidad se
hace presente al sujeto, se le opone como objeto--ob-jectum
-en el sentido etimológico de la palabra y éste llega a la
aprehensión y a la posesión de aquélla. La intentio es una re-
la-cÍón entre un acto psicológico y su contenido, entre un sujeto
real y el contenido de una objetividad real. Es, por tanto, una
propiedad de la conciencia que la caracteriza y aún la define
pero que da por supuesta su existencia y la del objeto al cual
se refiere. Entre todas las substancias una, la conciencia, posee
la propiedad de ponerse en relación de presencia inmediata con
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el resto de las substancias. :Éstas le son, por definición, trans-
cendentes.
La intencionalidad en Husserl tiene una función mucho
más profunda. Una substancia, una cosa cualquiera del mundo
"real" tiene una estructura y una consistencia propia. Todo
el ser de las cosas se funda en su mutua y recíproca exclusión
y entran en relación a partir de ciertos límites. Las relaciones
les sobrevienen y les son de alguna manera exteriores. La con-
ciencia no tiene realidad alguna fuera de la relación que esta-
blece. Todo su ser se agota en el hecho de ponerse en relación
con algo que no es ella misma. La intencionalidad no es una
relación que se añada a la previa existencia del sujeto y del
objeto. Es el hecho primario, definitorio de la concienda en
el cual y por el cual se constituyen y se contraponen la subje-
tividad y la objetividad. La existencia de la conciencia consiste
en la intencionalidad .
Así, la intencionalidad no es una propiedad de la concien-
cia, una cara<:terística que sobrevenga a su existencia. Consti-
tuye íntegramente su existencia misma. Y no se dirige a algo
" fuera" de la conciencia-como en el realismo-ni a un
"contenido' ~ real de la conciencia-como en el idealismo-o
El objeto al cual se dirige no es un elemento "real" de la con-
ciencia ni una "realidad" más allá de ella sino una ob jetivi-
dad ideal. Mediante el acto intenáonal que la anima la viven-
cia se transciende a sí misma y adquiere una forma específica
de objetividad. No es la intencionalidad el camino por el cual
un sujeto previamente existente al lado del objeto se enfronte
con éste y tome contacto con él. Es la esencia y la definición
misma de la subjetividad. El sujeto no es algo que primero
exista y se dirija al objeto después. No es la intencionalidad
un fenómeno " interior". Mediante ella la conciencia se halla
en contacto inmediato con el " mundo" y el mundo se reduce
al ser que existe para la subjetividad, en la plenitud concreta
de la vida. La vida de la conciencia es la vida en presencia
del ser.
La conciencia y el ser "real" no son especies de ser de
138
ig}lal o análogo que convivan paralelamente como viven
L'U.U~J'H'" las 'Cosas del mundo. E~tre uno y otro hay una
radical. La intencionalidad es un hecho primario e
ienUC1:1D.le que coloca a la realidad de la conciencia fuera de
conexión con la noción de " cosa" o de substancia. Las
"cUl ....=><> tienen una contextura " inmanente" y una serie de
139
de mi acto. Lo objetivo transcendente se opone en la concien-
cia, a 10 subjetivo inmanente, como 10 ideal a 10 "real".
Con 10 dicho alcanza mayor relieve la solución del pro-
blema del conocimiento que hemos señalado antes 1) Y 10 pone
en íntimo contacto y en estrecha dependencia con el problema
de la constitución del ser. La dificultad de las fórmulas tra-
dicionales residía en ver cómo era posible establecer un con-
ta'cto entre el "sujeto" y el "objeto", de tal manera que el
conocimiento fuera válido más allá de los límites de la "sub-
jetividad". Si la conciencia es una substancia, es decir, una
esfera subsistente y delimitada de la realidad, toda relación
con el "objeto" supone la introducción de éste en la esfera
"subjetiva" y su conversión en signo o imagen de la realidad
transcendente. El contacto se establece "dentro de la' esfera de
la conciencia", es decir, con el signo, no con 10 significado por
aquél. El "objeto mental" o "intencional" de los escolásticos,
permanece "interior" a la conciencia, es sólo "objeto" para el
"sujeto" que lo aprehende. Difiere por tanto, en más o en menos
del objeto "real" o "formal" al cual en último término aspi-
ramos. El problema permanece intacto. La "verdadera" rea-
lidad nonos es nunca dada. Entre la imagen o "especie" del
objeto mental y aquello que esta imagen representa media un
abismo. No es posible una verdadera adequatio entre el inte-
lecto y las cosas puesto que las cosas que nos son dadas en el
intelecto son, por el hecho mismo de sernas dadas, de natura-
leza "intelectual". No es extraño que, a partir de estas pre-
misas, la Filosofía moderna declare inútil la cosa "externa"-
la cosa en sí de Kant-eternamente inabordable e incluya toda
la realidad en la "subjetividad".
La solución dada por Husserl al problema de la intencio-
nalidad no sólo resuelve el problema sino que en realidad 10
suprime. Si la conciencia es la vida en presencia del Ser no es
necesario ya que éste se "introduzca" en aquélla. Se halla
constantemente ante ella en su inmediata y auténtica realidad.
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EL ACTO "NOÉTICO" Y EL CONTENIDO "NOEMÁTICO"
141
en una determinada forma-negra, iluminada, grande, redon-
da, clara, confusa .. . El objeto es la mesa. La forma en que
la mesa me es dada es su noema. En él no sólo me es dado el
ob jeto sino el correlato de la intención mental con toda la
complejidad de sus cualidades y su modo de ser y de aparecer.
Ello no significa que el objeto sea independiente de la concien-
cia como parece indicarlo Husserl en sus primeras investiga-
ciones 1), sino que el objeto me es siempre dado a través de
un noema. A través de los múltiples noemas, el "objeto" per-
manece idéntico como una simple X, <:entro de referenci.a de
todos los predicados a'ctua1es o virtuales y mantiene su unidad
a pesar de todos los cambios y de todas las perspectivas. Entre
el sujeto y el "objeto" se constituye un eje en torno a cuyos
polos giran los noemas como aspectos de la realidad.
Así el noema se halla constituído por un " núcleo" de cua-
lidades predicativas-color, forma, luminosidad, perfume, ta-
maño, densidad .. . -ordenadas de una determinada manera
alrededor de la unidad objetiva. Mediante este "núcleo" la
conciencia se refiere a la X unitaria e inmóvil 2). La relación
intencional es la referencia de un acto a un objeto a través de
un "núcleo" noemático. La 110esis se refiere de algún modo al
142
noema. Pero éste a su vez se refiere al "objeto". La referencia
intencional es así la relación conjunta de la no'esis y el noema
que le es correlativo y la X objetiva que centra y organiza éste
y es término final de aquél. .
El objeto no se me hace nunca presente en sí mismo y por
sí mismo. Su aparición es siempre parcial y en escorzo. Como
el "objeto en general" de Kant o la "substancia" aristotélica
se limita a ser el soporte unitario e idéntico de" todos los actos
y de todos los wntenidos, aquello que les presta una orienta-
ción unívoca. El polo objetivo no cambia. Los paradigmas
noemáticos son múltiples e indefinidos. De ellos depende que
el objeto aparezca en una perspectiva u otra, en una o en otra
forma, en una u otra calidad. La misma cosa puede aparecer
o ser considerada desde mil puntos de vista. Una flor, por
ejemplo, aparte los aspectos infinitos que puede tomar según
el lugar desde la cual la contemplemos, desde cualquiera de
ellos puede ser considerada como órgano sexual de una planta,
como elemento decorativo, -como materia prima para la fabri-
cación de perfumes, como obsequio de amor . . . En cada uno
de estos casos y en otros mil que es posible imaginar el aspecto
del "objeto" y sus articulaciones esenciales y formales cam-
bian. La unidad objetiva a la cual la conciencia se refiere a
través de aquéllos permanece idéntica. Míresela como se la mire
y considéresele como se la considere la flor sigue siendo la
misma flor.
La estructura noemática así constituída como un conjunto
de predicados y formas orientados desde un punto de vista,
con una intención precisa y referida a un polo objetivo uni-
tario, es 10 que denomina Husserl el "sentido" del noema.
Cada noema tiene un "sentido" correlativo a una dirección
péculiar del acto noético.
No sólo esto. Todo noema lleva implícito, además de su
"sentido", una modificación derivada de la naturaleza del acto
,cuyo término es. La cosa no es la misma si se nos hace pre-
sente en un acto de percepción que si la evocamos en un acto
de memoria o de fantasía, si la mencionamos en el curso de un
143
diálogo que si la amamos o la odiamos, la preferimos o la pre-
terimos. Estas características no afe-c tan sólo al acto noético
sino también al contenido noemático. No es 1¡ólo el acto sub-
jetivo de la aprehensión 10 que cambia en la percepción, el re-
cuerdo, la volición, el amor . . . Los objetos correlativos S2
distinguen a también como percibidos, recordados, queridos,
amados . . . La objetividad mentada cambia con ellos y se
hace otra. De la misma manera que el objeto se modifica con la
perspectiva y el punto de vista, su -correlación noemática se
transforma también según sea objeto de un acto de percepción
o de fantasía, de juicio o de Voluntad.
Sin que se modifique el "sentido" del noema la misma
c~sa puede ser objeto de distintos actos y constituirse ob jeti-
va mente como ·diferente. Al acto de poner el objeto de una
determinada manera-como percibido o recordado, estimado
o mentado . .. -10 denomina Husserl la "cualidad" o la " te-
sis" del noema. Todo noema además de un "sentido" tiene
una "tesis". A toda modificación de la "tesis" corresponde un
cambio en la estructura de su correlación noemática.
El "sentido" del noema conjuntamente con la orientación
de la "tesis" constituye el "noema completo". Todo objeto
nos es dado en un determinado "sentido" -Napoleón, por
ejemplo, como tribuno, como esposo de Josefina, como ven-
cedor de Jena, como vencido en Waterloo ... -yen una de-
terminada "tesis" -como objeto del · recuerdo, de la fantasía,
de la admiración, del odio, del menosprecio .. . - . A través
del uno y del otro el acto intencional-noesis-se refiere a un
"ob jeto", se vincula a él y 10 vive 1) .
144
rd~ncia esencial. Vimos ya cómo las formas categoriales y las
téiencias se levantan y se constituyen sobre la base de la per-
~p-ción sensorial. Del mismo modo se inscriben y se ciernen
~obre las unas y las otras las objetividades relativas a los obje-
tbs "usuales" y a los valores. Existen por tanto varias noesis
:y varias noemas en una jerarquía que se levanta sobre la uni-
dád de una misma vivencia concreta. El árbol. que percibo y
:~~e miento es la base para la intuición de las esencias y las
-~ategorías que 10 definen y 10 encuadran. Previa su percepción
.1 su delimitación ideal-y sólo mediante ella-puedo decir del
~rbol que es útil o inútil. agradable o desagradable, bello o
'j~o, beneficioso o perjudicial.
Así, las esferas superiores de la conciencia se fundan en las
inferiores. Esta relación de fundamentación es esencial a la
estructura de la conciencia. En relación a ella es preciso afir-
-mar que pueden desaparecer los estratos superiores, fundados
~los objetos ideales, los valores-sin que desaparezca la vi-
-yencia inferior que les. sirve de .base. No es posible, en cambio,
~inguna constitución superior sin que halle en su base una
'capa más radical que le sirva de cimiento. Toda constitución
i~ferior es apta para recibir y sostener todas las modificaciones
que resultan de la constitución de objetividades más altas. No
¡es posible que éstas se articulen y se ciernan en el vacío.
El análisis que acabamos de realizar otorga plena claridad
a la distinción antes apuntada entre los momentos "reales" y
'losmomentos "ideales" de la dinámica intencional. Los mo-
mentos hyléticos y noéticolS, los contenidos materiales y los
actos de aprehensión que los animan y les prestan un sentido,
:pertenecen a la "realidad". Transcurren, por tanto, en el tiem-
po inmanente, cambian, transcurren, fluyen, aparecen y des-
~aparecen, son individuales y momentáneos. Por oposición a
~~IJos los contenidos n'oemátl1cos no pertenecen a la "realidad".
'El acto no implica el ·"sentido" como algo "real" sino como
,algo "ideal". En virtud de ello el contenido objetivo escapa a
~lét evanescencia temporal. No es un momento "real" que fluya
~ton el tiempo sino un elemento "irreal" que se cierne sobre él
,, .
145
I~a filosofía de Huss erl-lO
I!:
e inscribe en 10 momentáneo y múltiple un elemento de iden-
tidad. Frente a la continuidad heterogénea y múltiple se revela
lo "ideal" como algo simplemente mentado. La X objetiva
que da unidad y coherencia al mundo escapa por sí misma a
la intuición. En torno a ella los momentos intuitivos son
aproximaciones más o menos adecuadas.
El paralelismo entre los elementos "reales"-tempora1es-
y los elementos "ideales"-int'e mporales-, entre los actos
noéticos y los contenidos noemáticos, entre las aprehensiones
que confieren sentido y el sentido objetivo mismo es en todo
caso perfe·cto. Es esencial al acto llevar implícito un sentido.
Sólo puedo alcanzar la "transcendencia objetiva" en la vida
misma de los actos. Toda significación o mención se halla im-
plícita en ellos. Pero al vivirlos no miento los actos noéticos
ni sus componente sensoriales sino el "objeto" que se revela
ante ellos. La vida de la conciencia no se dirige espontánea-
mente a sí misma sino a la objetividad ideal. Este elemento
"irreal" independiente del curso del tiempo es esencial para la
orientación de la 'COnciencia. Si lo suprimo, suprimo el sentido
mismo del acto y desaparece toda objetividad.
Los elementos "reales" de la intencionalidad surgen y des-
aparecen, pueden ser destruí dos y aniquilados. La mesa que
tengo ante mí puede arder o ser destruída por cualqu!era otra
fuerza físico-química. Su sentido permanece idéntico a sí mis-
mo. No tiene elemento "real" alguno, escapa a toda acción de
las fuerzas físico-químicas que se constituyen y desarrollan en
el tiempo. Éstas no le alcanzan ni le afectan. Pero sólo ad-
quieren significación objetiva mediante el sentido ideal que las
orienta y las convierte en propiedades de un objeto uno e idén-
tico. Lo noético es la esfera de la multiplicidad. Lo noemático
la de la unidad. Uno y otro pertenecen a dos dimensiones ra-
dicalmente distintas del ser. La a,ctividad noética, que se des-
arrolla en el tiempo inmanente y participa de su curso evanes-
cente constituye ante sí los contenidos noemáticos idénticos.
Una vez más-como en Kant-es la candencia una función
146
,u~ificadora Y la objetividad reducción a la unidad. Toda ¡n-
it$ éionalidad termina y se agota en la idealidad.
r
~ os al comienzo de esta exposición 1) adquiere después de lo
:a{cho' una importancia de primer orden en la interpretación
~(l'~ la estructura de la conciencia. La significación que en el
~ntido más estricto se refiere a los fenómenos de la expresión
~btal o escrita se extiende en su acepción más amplia a la esfera
';tntera de la intencionalidad. La estructura noético-noemática
(sólo adquiere un sentido porque tiene una significación .
• j'.
147
ORIGINALIDAD DE CADA INTENCIóN
148
:rr~
149
de una riqueza insospechada. Su peculiaridad no se agota -:-u
el acto de referirse a un objeto. En cada uno de los casos el
acto de referencia tiene una naturaleza propia que matiza y da
un sentido específico al acto intencional. Éste es originaria-
mente distinto si se limita a presentar o representar un objeto
que si 10 estima o 10 odia, lo desea o 10 juzga. Hay formas
diversas y enteramente originales de revelarse un objeto al su-
jeto, de transcenderse el sujeto hacia el objeto, de constituirse
el Ser en la dinámica intencional.
De ahí resulta una riqueza enorme en la estructura de la
conciencia y en la del ser que se constituye ante ella. Si el ob-
jeto no necesita más título para su validez que la peculiaridad
del acto a través del cual llega a constituirse, de tal manera
que su ser y su realidad. formen una unidad inseparable con
la vida misma de la conciencia que es su fuente, las formas del
ser serán múltiples y diversas como 10 son los actos mediante
los cuales nos son dadas.
La vida concreta de la conciencia, de la cual brota el mun-
do no es una vida "representativa", "teorética", en la cual a
una función objetivadora, siempre idéntica se añadan en 'cada
caso fenómenos "sub jetivos"- sentimientos, afanes, apetitos,
voliciones . . . -que la maticen y la coloren, ni es el mundo
que resulta de la actividad intencional una realidad impasible,
de meras "cosas", sobre la cual se viertan los actos sentimen-
tales del sujeto y proye·cten sobre ella una sombra deforma-
dora de subjetividad.
La objetividad se constituye, en cada una de las "regio-
nes" del ser, de una manera diversa y original. Los objetos
y los actos tienen una fisionomía propia diversa en el dominio
de la p ercepción sensible que en el dominio de la intuición
ideal de las esen'cias y las estructuras categoriales o en el de los
ob jetos usuales y de los valores.
No me son dados de la misma manera, ni constituyen,
por tanto, realidades del mismo tipo una cosa física o un ob-
jeto matemático, una obra de arte o una persona querida, una
leyenda o una profecía, una realidad social o histórica, la psi-
150
'que propia o la psique ajena, la personalidad del prójimo o
'la personalidad de Dios. A cada esfera corresponde un tipo de
irttencionalidad y correlativamente, una forma de objetividad.
Al lado de las "cosas" tal como se ofrecen a los actos de la
percepción y de la vida " teorética" que resulta de ellos, forman
'parte de la realidad, con idéntico derecho y no menos consis-
tencia, los objetos en cuanto son queridos u odiados, deseados
o temidos, buenos o malos . " A los actos intencionales de
amor, de odio, de esperanza, de deseo, de estimación o de me-
nosprecio, corresponde en el mundo una realidad amable u
odiosa, deseada o detestada, buena o mala, , . apta para servir
de objeto y término a todas las empresas de la vida activa y
sentimental. La realidad de los valores no es menos objetiva
que la realidad de las cosas.
La existencia del mundo es tan compleja como la de los
' objetos que resultan de las múltiples formas de la intención
mental. El mundo no es una plataforma indiferente, una rea-
lidad monótona e idéntica. No hay una existencia sino múlti-
ples formas de existencia. No podemos decir de los objetos de
cada una de las regiones ontológicas que son de la misma ma-
nera. Todo acto intencional es un transcenderse y en todo a'cto
de transcendencia nos es dado un aspecto original del mundo.
El "sentido" de cada acto es peculiar e intransferible. Corre-
-lativamente los objetos con "sentido" tienen una existencia
, intransferible y peculiar.
Ello no significa que los objetos correlativos a las múlti-
ples formas de la vida intencional sean " reales" del mismo
maPa que 10 son las " cosas" o tengan una estructura análoga
a las de las cosas que se constituyen por virtud de los actos de
percepción. Sería una concepción fantástica y pueril, un pla-
tónismo ingenuo e irreflexivo. Significa más bien todo 10 con-
trario. Lo que de u~a manera general podemos denominar
opjetos ideales y valores no tiene nada que ver con la realidad
de las "cosas". Pot el contrario, las cosas pierden su carácter
paradigmático y se convierten en una entre las múltiples for~
" ma~ que pU,ede ""doptar ante nosotros la realidad,
151
PRIMACíA DE LA TEORíA
1) Vid. Cap. IV .
152
•ideales hallan su fundamento en la percepción sensible el reino
de los valores cimenta su validez sobre la base de la represen-
tación. Éste es el basamento sobre el cual se levanta toda es-
tructura del Ser.
De ahí se sigue que entre todas las esferas de la realidad
una sigue siendo la fundamental. Todas las formas de la obje-
tividad se levantan y se organizan sobre la realidad "material".
El ser "indiferente", objeto de la actitud contemplativa, es la
forma primaria del ser.
De la discusión de esta jerarquía han surgido precisamen-
te profundas discrepancias en la evolución del pensamiento
fenomenológico. La Filosofía de Max Scheler y la de Hei-
degger han resultado en buena parte, del intento de rectificar
el intelectualismo de Husserl y la base todavía "ingenua" en
la cual descansa su manera de filosofar.
153
y 1aconclencla virtual es que en la primera, acompaña a los
actos constitutivos -percepción, juicio, amor, odio, volun-
tad- una actitud subjetiva que coloca a los objetos dentro
de la esfera atencional. La única diferencia es que en el pri-
mer caso el sujeto es activo, se dirige a las cosas de una
manera espontánea y libre', las atiende; en el segundo, el sujeto
es pasivo, no se dirige personalmente a los objetos, consiente
que caigan bajo la línea de su horizonte, que pasen a su vera
sin prestarles atención. La intencionalidad es anterior y previa
a todo a'c to de atención o desatención. La atención no es un
acto original de la vida de la conciencia -como 10 son la
percepción; el juicio, el deseo, el apetito, la voluntad, la inde-
cisión .. . - que conviva al lado de los demás, sino una moda-
lidad posible de todos y cada uno de ellos. Todos los actos
de la conciencia pueden hallarse dentro o fuera de ella. Pode-
mos vivirlos atentos o distraídos. Todos se mueven rodeados
de halos y oscuridades que los matizan y los enfocan y los
gradúan. No es la aten·ción un acto que produzca la intencio-
nalidad. Se limita a modificarla. No surge ni resulta de ella.
Por el contrario la atención deriva y se modela en torno al
eje de la dinámica intencional.
LA PERSONALIDAD
154
:que tienda a deformar la descripción pura de la v~da inten-
cional.
Más tarde, ya en posesión de una doctrina firme, ve con
~c1aridad que toda vida supone una persona que la viva y sea
el <:entro de su irradiación. La con<:Íencia no es una corriente
;anónima que se desarrolle en el tiempo sino una actividad
¡personal espontánea y creadora. El yo, uno e idéntico, tiene
'lás vivencias con todos sus momentos "reales" e ideales y las
vivencias sólo lo son porque son vivencias suyas. La pureza de
1a descripción exige precisamente el reconocimiento de una
actividad espontánea de la cual broten los actos en su múlti-
ple proliferación y con eHes las diversas maneras de transcen-
derse de las cuales dependen las estructuras multiformes de la
.objetividad. La actualidad y la virtualidad, la presencia y
la ausencia . de sus contenidos son función de la actividad de
un yo personal que en sus actitudes diversas de actividad o de
pasividad, de atención o de desatención, de amor o de odio,
de juicio o de cálculo orienta una perspectiva y constituye
un mundo.
El reconocimiento descriptivo del yo como centro perso-
nal de la vida de la conciencia es naturalmente libre de toda
presuposición metafísica y muy especialmente de toda hipó-
tesis substancialista. No es el y'o pet:sonal una realidad "cerra-
da" que necesite transcenderse. Es, por esencia, el centro de la
vida intencional de la conciencia, para la cual el transcenderse
es una característica constitutiva y definitoria. No es una par-
te " real" de las vivencias como 10 son las sensaciones y los
actos que las animan. Se halla en el centro de ellas como
una "transcendencia en la inmanencia", con una f'Orma de
existencia específica e irreducti'ble. De su actitud depende que
la conciencia sea clara, explícita y actual o confusa, implícita
o potencial. El yo se halla rodeado por las capas potenciales
, de la conciencia. Si vuelve a ellas su atención y las destaca en
:,primer plano pasan de la potencialidad a la actualidad. Toda
':tonciencia -actual o potencial- es conciencia personal.
. En este sentido es el yo de Husserl y la conciencia que presi-
155
de transcendental. No en el sentido kantiano para el cual la
transcendentalidad es la base de una objetividad construída,
dentro de los ámbitos de la "conciencia en general", por la
actividad formal de las categorías, sobre la materia informe
de las sensaciones. Como en Kant el carácter transcendental
de la conciencia se opone, al mismo tiempo, a la inmanencia
de los empiristas y a la transcendencia de los metafísicos. Pero
la objetividad que de ella resulta no se construye en el "inte-
rior" de la -condencia ni es por tanto su "contenido" sino que
se manifiesta y se revela ante un sujeto para el cual existir no
significa otra cosa que transcenderse e ir más allá de sí mismo.
La conciencia transcendental es la conciencia personal "abierta"
en la cual y para la cual la inmanencia y la transcendencia se
definen y se delimitan de un modo perfectamente correlativo
de tal manera que la vida de la conciencia no es otra cosa que
la vida en el objeto y por el objeto y el objeto sólo es objeto
en tanto que es experimentado y vivido por un sujeto.
Para llegar a ella y explorarla en todos sus dominios es
preciso realizar una doble reducción. La reducción eidética
mediante la cual la conciencia empírica es elevada a su esenciá
y la reducción fenómenológica que, como veremos en el pró-
ximo capítulo, nos permite contemplarla en su pureza intacta
y analizarla con indepencJencia de todo prejuicio y de toda
presuposición.
156