Está en la página 1de 3

Instituto de formación profesional N°41

Espacio de la practica docente


Clase número 1

Profesora Adriana Antico

Profesor Martin Chara

Acosta, Emiliano Eduardo

38.169.426

Fecha de entrega 27/05/2020


Primer trabajo

Tras ver el video hay que responder las siguientes preguntas:

1. ¿Qué es la Filosofía?

¿Por qué hay algo y no más bien nada? Es la pregunta de la filosofía por antonomasia,
dando una pauta fundamental en el aprendizaje de esta disciplina -que se erige, desde
su origen, como ciencia del fundamento- el conocimiento del principio de los principios
o, como más adelante pudo designarlo Aristóteles, el conocimiento metafísico; es
decir, aquello que sostiene un paradigma del cual se edificara toda una cultura.
Las preguntas que se hace la filosofía apelan a la condición humana, y no solo se
detiene en la humanidad de la existencia, sino que pretender responder aquellas
preguntas que, en su momento (no exento de repetirse en la historia), eran
respondidas con nociones religiosas o espirituales, basadas en las leyendas de
antiguos poetas o sabios que, con intuiciones poderosas, lograron abrir el camino
hacia el conocimiento general desde la particularidad de cada ente.
El ser humano, como ente imperfecto, es el único que hace de su condición una
disciplina puesto que tiene como objeto de su estudio a sí mismo y como, su mundo
circundante, lo afecta, para bien o para mal (pregunta clave en el estudio axiológico,
es decir, de la moral). Lo finitud es avasallada por la infinita temporalidad del orden en
el que se ve sumido en el momento en que lo asalta aquella pregunta, que puede
hundirlo en el abismo del desasosiego o elevarlo hacia la cúspide del entendimiento.
Sin embargo, más allá de la desembocadura que pueda tener esa pregunta tremenda,
es la muestra más fuerte de su grandeza; la grandeza de afrontar la avasallante
totalidad.

2. ¿Por qué elegiste esta carrera?

Elegí esta carrera por un interés personal, casi egoísta diría siendo sincero, pero que
tiene intención de expandirse hacia un ámbito público. Por un lado, siempre fui
propenso a la angustia existencial, lo que me llevo a ahondar en la literatura desde
muy joven topándome con un libro decisivo, que fue Memorias de subsuelo de
Dostoievski; hasta ese momento la literatura era, para mí, una actividad de dispersión
y entretenimiento solitario y barato, hasta que, leyendo ese libro, me di cuenta que
había todo un mundo que se me estaba escapando. Me refiero al mundo exterior. Ahí
fue que comencé a buscar literatura que responda a una tormentosa pregunta que
venía cerniéndose sobre mis hombres para luego instalarse definitivamente adentro de
mi cráneo hasta bajar al estómago: la pregunta por el sentido de la existencia. En vez
de debilitarme esa pregunta, lo que hizo fue motivar mi vida hacia el conocimiento. Leí,
leí, pensé, escribí y camine y me mude y viví solo y viví en pareja y hable y siempre
busque respuestas, no solo en los libros, sino en la gente, escuchando sus razones
que los empujaban a hacer lo que hacían, cuestionando y dudando, hasta que me
canse y me aleje. Luego estudie cine, estudie pintura, y me aleje del pensamiento.
Estaba agotado. Supongo que la profunda insatisfacción hacia lo dado era lo que me
hacía mover por distintos lugares buscando respuestas, que no era más que la
búsqueda de satisfacción.

Lo que nunca deje de hacer fue escribir, a la par que exponía aquello que leía y
escribía, motivado por mis ingenuos descubrimientos. Un día volví a “lo intelectual”,
pero con una mayor seriedad o mayor enfoque. No tan disperso en mis lecturas, sino
centrando mi atención en temas particulares. Sin embargo, esto era insuficiente.
A pesar de que siempre renegué de “lo intelectual”, era mi punto de apoyo en casi
todo. Cada vez que hablaba con alguien siempre motivaban mi acción hacia el estudio
sistemático de aquello que yo consideraba autodidácticamente; me comentaban que
considerara un profesorado como carrera, puesto que se me daba fácil la explicación
o, por lo menos, la transmisión del entusiasmo. A lo que yo siempre me negaba con un
no rotundo ya que, para mí, la escuela fue un pesar. No muchas clases y pocas
materias eran las que motivaban mi correcto funcionamiento como alumno, entonces
no podía hacer de ese pesar una profesión.
Hasta que un día me cayó la ficha de que la evolución no solo se daba en el
pensamiento, sino en la personalidad. Y que un pesar de ayer, era hoy motivo de
satisfacción. Es ahí que decidí estudiar filosofía y que está pueda ser, mañana,
desembocada en un aula donde pueda expresar aquel motivo de satisfacción en mi
vida y, en el mejor de los casos, satisfacer a otros que, como yo, se ven insatisfechos
ante su realidad.
Puede que esto sea un ideal, pero empiezo por algo.

3. ¿Qué tipo de docente de filosofía querés ser?

El tipo de docente que me gustaría ser es uno que sostiene su atención en la


realidad inmediata y no está alejado de las incomodidades del alumnado. Está
claro que querer satisfacer las necesidades de todos quizá sea exageración, pero
podría intentarse con el constante dialogo con el alumnado. No pretendo sostener
una autoridad que los enfrente, tampoco un permisivo en el afán de estar a la
altura, sino sostener un término medio (ideales si los hay).
Quizá, podría decir, quiera ser el tipo de profesor que me gusto tener en el
polimodal; con calle, por ejemplo (como dijo una vez un compañero de nuestro
profesor de historia en segundo año: “me gusta este profesor porque tiene calle”),
que no habla con tecnicismos sino que acerca el tecnicismo a un lenguaje actual
sin despilfarrar el conocimiento por un exceso de adaptación.

También podría gustarte