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Carta de Ranke A Su Hijo Oto
Carta de Ranke A Su Hijo Oto
Mi querido Oto:
No te escribe Federico, aunque conozcas su letra. Tu hermano
se limita, hoy domingo por la tarde, a manejar la pluma al dictado de
su padre, pues el secretario se ha dado de baja por enfermo. Como
todos los domingos, os echo muy de menos a ti y Maxa con su familia,
y te envío saludos muy cariñosos.
Mucho me ha alegrado la cordial acogida que has dispensado a
la Correspondencia. Para apreciar este libro, hace falta una
comprensión interior que sólo da el sentimiento. Puedes estar seguro
de que no lo habría escrito si hubiese querido hacer lugar a la opinión
pública o cosechar su aplauso. Pero no era eso lo que me proponía.
La ciencia y la exposición histórica son una misión que sólo puede
compararse con la del sacerdote, por muy terrenales que sean los
temas sobre que verse. Las corrientes del día se esfuerzan siempre en
imponerse al pasado y en interpretarlo con su propio sentido. La
misión del historiador consiste en comprender y hacer que los demás
comprendan el sentido de la época por la época misma. Tiene que
esforzarse, por mucho trabajo que cueste, en captar con toda
imparcialidad el objeto mismo de sus investigaciones, y nada más.
Sobre todo flota el orden divino de las cosas, muy difícil por cierto de
demostrar, pero que siempre se puede intuir. Dentro de ese orden
divino, idéntico a la sucesión de los tiempos, ocupan su puesto los
individuos importantes: así es como tiene que concebirlos el
historiador. El método histórico, que sólo busca lo auténtico y
verdadero, entra así en contacto directo con los más altos problemas
del género humano…
…Veo que piensas hacer un viaje, cuando las cosas se
arreglen, pero ¿a dónde? No sé si realmente sentirás un impulso
irresistible de visitar Inglaterra. De no ser así, te aconsejaría que
fueses a conocer los Santos Lugares del Oriente. En los primeros
años de casados tuvimos tu madre y yo la idea de hacer este viaje. Y
probablemente habríamos llegado a realizarla si tu madre no se
hubiese visto entorpecida por los hijos y por su mala salud. Abrigaba
yo entonces la intención de escribir una vida de Jesús con color local,
como el que tanto lugar ocupa en la de Renán, pero en otro sentido;
no sin su poco de fantasía, esa fantasía que se esfuerza en captar lo
inverosímil como verdad poético-religiosa. No es que te aconseje que
tú acometas ahora esta empresa, la cual probablemente no habría
sido yo capaz de realizar, pues mi misión no era, indudablemente, de
ese mundo. Pero ese viaje te producirá, de seguro, una gran
satisfacción y daría una especie de fondo local a tus sentimientos
religiosos; te ayudaría a comprender aún mejor el Evangelio. De
regreso, pasarías algún tiempo a mi lado, para ir después a donde la
Providencia divina te llame. La fe en la Providencia es la suma y
compendio de toda fe, y yo creo inconmoviblemente en ella…