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Lealtad a prueba de golpe

Guardianes eternos del legado


del Comandante Supremo Hugo Chávez
República Bolivariana de Venezuela Directora
Asamblea Nacional Equipo de investigación
Carlos Marín, Christian Flores,
© Lealtad a prueba de golpe, 2014 Deyanira Rivero, Ernesto Silva,
© Fondo Editorial Eva Moreno, Guiseppe Apicella,
de la Asamblea Nacional “Willian Lara” José Belisario, Katiuska Aguiar,
María Laura Ramos,
Junta directiva Yolanda Rodrígues, Thibaut García
Diosdado Cabello Rondón
Presidente Equipo de apoyo
Darío Vivas Velásco Secretaría de la Asamblea Nacional
Primer vicepresidente (División de Servicio y Atención
Blanca Eekhout Gómez Legislativa y Oficina de Sonido Video
Segunda vicepresidenta y Data)
Fidel Ernesto Vásquez Iriarte
Secretario Coordinación de esta publicación
Elvis Hidrobo Pérez Alina Ramírez Imhof
Subsecretario Carlos Marín
Christian Medina Macero
Dirección General de Investigación Juaníbal Reyes
y Desarrollo Legislativo
Lic. Aura Rosa Hernández
Directora general

Dirección de Investigación
y Asesoría Histórica
Alina Ramírez Imhof
Agradecimientos
Palacio de Miraflores
Ministerio del Poder Popular para la Defensa
(Comandancia General del Ejército Nacional Bolivariano)
Capitán Raúl Álvarez Bracamonte
Teniente de navío Glenda Domínguez Tessman
Teniente de navío Cristóbal Rodríguez Monasterio
Carlos Villafranca
Lic. María Carolina Gamboa

Fondo Editorial de la Asamblea Nacional “Willian Lara”

Farith Fraija Norwood


Presidente

Edición y corrección al cuidado de


Juaníbal Reyes
Kattia Piñango
Oleno León
Xoralys Alva

Diseño y diagramación
Armando Rodríguez Hernández

Diseño de portada
Lisbeth Nieto

Depósito de Legal: lf38720143202313


ISBN: 978-980-7603-25-6
Conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes
el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas
los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres.
Simón Bolívar

Chávez no es una persona física, es una cultura,


es un sendero, es un plan para salvar a la humanidad.
Mahmud Ahmadineyad

Hugo Chávez, con su mirada sonriente de llanero


y su sonrisa profunda de hombre del pueblo,
bien podría haber hecho algo mucho más profundo y perdurable
que inventar el Socialismo del siglo XXI:
es posible que haya inventado la democracia del siglo XXI.
William Ospina
Índice

PRESENTACIÓN 7

PALABRAS PRELIMINARES 11

ESTUDIO INTRODUCTORIO 15
I. Antecedentes socio-históricos
del sistema político venezolano 15
II. La democracia de Punto Fijo: El inicio
del sistema bipartidista represivo, corrupto y capitalista 18
III. 1989-1999: La agudización de la crisis
del modelo puntofijista y el surgimiento
de nuevos actores políticos 24
IV. 1998: El vuelco revolucionario
del sistema democrático representativo.
Recuperación de la soberanía nacional
y de la dignidad de los venezolanos y las venezolanas 31
V. Abril de 2002: De la arremetida conservadora
transnacional al triunfo popular 33
Bibliografía 45

LEALTAD A PRUEBA DE GOLPE 49

Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL 50


G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ 76
G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY 96
G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO 130
Cnel. MANUEL CRISTOPHER 160
Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT 192
Cap. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ 207
Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR 237
Tte. Cnel. OSWALDO TREJO 250
Tte. Frag. (Ret.) CHRISTIAN MEDINA MACERO 275

ANEXOS 301

Alocución a la nación al retornar al poder


el presidente Hugo Chávez 303
Aló, Presidente, programa N.º 355 319
Carta de Turiamo y croquis realizados
por el Comandante Hugo Chávez en Turiamo, abril 2002 429
PRESENTACIÓN

En la historia contemporánea de Venezuela se ha dado un hecho


histórico, espontáneo e inédito. El pueblo y los fieles soldados de la
patria bolivariana rescataron al presidente constitucional Hugo Chávez
Frías de las fauces de la derecha venezolana y extranjera, cuando de
manera voraz estos atropellaron nuestra Constitución y la voluntad
popular durante el golpe de Estado que perpetraron en abril de 2002.
Para comprender mejor lo ocurrido en esos días 11, 12 y 13 de abril
de 2002, es indispensable que el lector ya sea por un interés personal,
investigativo o de divulgación se involucre en el pasado, ahondando en
los factores económicos, políticos y sociales a fin de tener un panorama
crítico de su entorno y una proyección en el tiempo histórico nacional.
Este trabajo historiográfico, realizado por la Dirección de Investigación
y Asesoría Histórica, perteneciente a la Dirección General de Investi-
gación y Desarrollo Legislativo de la Asamblea Nacional, aborda desde
el campo de lo testimonial aquellos momentos y situaciones íntimas

[7]
[8] PRESENTACIÓN

ocurridas durante los días del golpe de Estado y el consiguiente rescate


cívico-militar de la democracia, en abril de 2002.
Este libro recoge los testimonios narrados en primera persona de un
grupo de hombres y mujeres revolucionarios, unidos por el compromiso
y la lealtad hacia el presidente Chávez y su pueblo, en torno a los histó-
ricos sucesos de abril y que por distintos motivos estaban al lado del
Comandante Supremo y Eterno Hugo Chávez. Estos personajes,
cuyas historias se entrecruzan no por casualidad, sino por causalidad,
cumplían importantes responsabilidades durante esos días; es por ello
que sus impresiones en torno a lo sucedido son de gran interés para
el lector.
Los testimonios por parte del grupo de oficiales de seguridad del
comandante Hugo Chávez, así como el de la diputada Iris Varela, resu-
men en pocos renglones los pormenores a los que, solo a través de estos
relatos, podemos acceder a ese espacio de la memoria histórica nacional,
hasta ahora desconocido por la mayoría, sin intermediarios ni editores
que casi siempre distorsionan el estilo y la prosa del protagonista; en
todo caso, lo que esta obra pretende es acercar al lector a lo vivido por el
relator: percibir en carne propia los más mínimos detalles narrados por
sus propios personajes.
Este trabajo no intenta convertirse en un manual historiográfico, ni
tampoco ser un compendio de cuentos y crónicas sin sentido. Más bien
este libro aspira transportar al lector a los lugares y momentos en los que
el presidente Chávez tuvo que ser fuerte y decidido, durante aquellas
horas aciagas del golpe de Estado de 2002. La herramienta metodoló-
gica utilizada para esta obra es el testimonio histórico1 el cual abarca la
información recogida de acuerdo a su funcionalidad con el propósito

1 El testimonio como fuente histórica puede ser valorado generalmente sobre


la base de la distinción “por un lado, entre los testimonios dejados por los
hombres y las sociedades del pasado acerca de su pensamiento, vida, acción y
actividad, y, por el otro lado, la funcionalidad de dichos testimonios de cara
al conocimiento del pasado; o bien entre testimonios directos y voluntarios,
Lealtad a prueba de golpe [9]

de esclarecer el pasado. También pudiésemos decir que el testimonio es,


más que una interpretación de la memoria histórica, una huella de la
misma, la evidencia de una historia que continúa, un vestigio material
del sujeto que a su vez es la realidad misma y que manifiesta una manera
diferente de vivir el presente.
A través del testimonio se puede reconstruir el pasado, especial-
mente cuando se evidencia un vacío documental o cuando las fuentes
documentales han sido objeto de manipulaciones o distorsiones2. Es en
este espacio donde el testimonio en primera persona se ubica, comba-
tiendo los intereses personales del gran capital, las manipulaciones, los
dobles discursos, las falsedades históricas y las omisiones intenciona-
les y repetidas, que permanentemente se presentan en la historiografía
oficial, elaborada por los llamados “ganadores”, quienes históricamente
han impuesto sus perversas prácticas, usos y costumbres de dominación
política y cultural.

y testimonios indirectos e involuntarios”. Giuseppe Galasso, Nada más que


historia. Teoría y metodología,. Editorial Ariel, Barcelona, p. 250.
2 “El testimonio es por sí mismo antihegemónico y subversivo porque transgrede
los postulados y mandatos de la historia oficial y el testigo ocular no solo
levanta su voz sino que además deja escuchar las voces de aquellos que no la
pueden tomar, aquellos que desaparecieron en las tinieblas de la dictadura. El
relato testimonial, cualquiera sea la forma que adopte, transgrede el orden de
los discursos y va a contramano de la historia oficial y de las mezquinas ambi-
ciones personales de sus escribas y las necesidades del mercado. Por su parte,
el enunciador del testimonio es, al mismo tiempo, sujeto activo de la historia
que relata, es el archivo, el saber viviente y su memoria y su cuerpo lacerados
son una huella constatada de la historia de la barbarie sufrida”. Brian Clark,
“El testimonio como sustento de la reconstrucción histórica”. Esta interesante
cita ha sido tomada de la página web: https://docs.google.com/document/
edit?id=1VlKjhqJXVlkYz9qVJMgHj6JVpbYr6gwZ2wmAAjPnUIc&hl=en.
El 19-05-2014, a las 2:25 pm.
[10] PRESENTACIÓN

No en vano Hugo Chávez Frías en su Plan de la Patria evoca en el


objetivo N.° 1 “Defender, expandir y consolidar el bien más precia-
do que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia
Nacional”. La historia no puede desligarse de nuestro día a día, ella nos
lleva al porqué de los hechos y gracias a nuestro Comandante Eterno el
venezolano de a pie se ha interesado más en conocer su pasado, él abrió
los espacios intelectuales y culturales secuestrados por la derecha; por tal
motivo es que las publicaciones de corte testimonial son indispensables
para continuar luchando en las áreas del entendimiento y la reflexión,
blindando así, ante intentos desestabilizadores, nuestro intelecto y la tan
preciada Independencia Nacional.

Lic. Aura Rosa Hernández


Dirección General de Investigación
y Desarrollo Legislativo
PALABRAS PRELIMINARES

Doy gracias a Dios, al gran proveedor por la oportunidad de escribir


estas líneas en relación a los testimonio del libro Lealtad a prueba de
golpe. Es una prueba de principios y fortalecimiento de valores como:
amor a la patria, honestidad, laboriosidad, solidaridad, servicio al próji-
mo y fe en lo que hacemos en favor del pueblo.
Cada testimonio es una prueba de desprendimiento y entrega por la
causa revolucionaria, en defensa del pueblo excluido; como resultado de
las políticas aplicadas por los beneficiarios de la Cuarta República, que
postraron la patria y hoy día se presentan como sus salvadores, y quie-
nes no descansan en su ambición de poder, por el que llegan a matar e
intentan derrocar al presidente Hugo Chávez.
Solo con fe, lealtad, trabajo y evaluación permanente, tanto de la
gestión de Gobierno como de los cuadros políticos, podemos hacer
invencible a la Revolución Bolivariana; pues el centro del 11, 12 y 13 de
abril del 2002 fue el Comandante Chávez y el pueblo bolivariano que se
movilizó por el ejemplo y amor al Comandante. Un soldado coherente
desde que apareció el 4F y por ello la lealtad en la acción de los autores
de estos testimonios.

[11]
[12] PALABRAS PRELIMINARES

Hoy, a doce años del 11, 12 y 13 de abril cuando el Comandante


Supremo se ha multiplicado en millones, en su honor debemos apoyar
al presidente Nicolás Maduro, elegido por su amor al pueblo, humil-
dad, lealtad, obediencia, su compromiso con el socialismo productivo
y conocimiento del plano internacional, y quien no dudó en cumplir la
solicitud del Comandante Chávez, el 8 de diciembre del 2012, cuan-
do nos pidió: “Ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la
República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.
Debemos seguir venciendo con el pueblo, luchando cada vez más
contra la corrupción, y ser más eficiente en el gobierno, enfrentando las
desviaciones y asegurar que la revolución permita: “Cambiar todo lo que
debe ser cambiado” (Fidel Castro, el 1.° de mayo de 2000).
Debemos dar lo mejor de nosotros para trabajar junto al presidente
Nicolás Maduro, en la construcción de la felicidad social. En respuesta
a esa demostración de amor de un pueblo por su líder, que había sido
secuestrado, víctima de un golpe de Estado; golpe en el que la confabu-
lación de medios de comunicación, Fedecamaras, CTV, la cúpula de la
Iglesia católica, se unieron para buscar recuperar sus privilegios perdidos
el 6 de diciembre de 1998, cuando el pueblo por la vía electoral los borró
del mapa político. Gracias a Dios por estos elocuentes testimonios de
lealtad que comprometen y fortalecen nuestra espiritualidad revolucio-
naria.
Es difícil para las fuerzas progresistas en el mundo, a pesar de su amor
y servicio por los pobres, avanzar y tener éxito, pues los capitalistas e
imperialistas nos enfrentan con todos sus medios para hacernos fracasar.
La tarea es titánica, de ahí el esmero, el ejemplo y la constancia para
consolidar la revolución, promoviendo la producción, sirviéndole al
pueblo como lo hizo Chávez. Amando a nuestra patria junto a la inte-
gración latinoamericana y caribeña para sortear la agresión imperialista.
La espiritualidad revolucionaria compuesta por la fe, la esperanza y el
amor nos permiten lograr metas que parecen imposibles. Es la convic-
ción mostrada por el padre de la ministra Iris Valera: “Al comandante
no le pasará nada, es un misionero protegido por una escolta de ángeles”.
Lealtad a prueba de golpe [13]

Es la convicción demostrada por los testimonios acá citados:


El general de brigada Manuel Bernal de acuerdo con lo expresado
por el mayor general Pérez Arcay: “Hugo hizo como un rayo, entró en
las tinieblas y en la oscuridad para iluminar y de inmediato se fue”. Defi-
nitivamente fue un ángel.
El general de brigada Eldán Rodríguez Forty relató el caso de Rosendo, el
caso de Usón Ramírez, quien llegó a decir: “Yo renuncio al cargo porque
este es un Gobierno inmoral”. Nos preguntamos ¿Quiénes fueron los
inmorales?
El general de brigada Jesús Suárez Chourio: “Siempre es bueno reco-
nocer la espiritualidad cuando vas a comunicar algo”.
El coronel Manuel Christopher: “Luis Miquelena, (…) fue un factor
distorsionador dentro de las filas revolucionarias. Para ellos (oposición)
era el caballo de Troya que necesitaban dentro del Gobierno”.
El coronel Eliézer Meléndez Asmadt: “Si eres consciente de los
postulados de Simón Bolívar y de los ideales patrióticos, entonces te
acercabas al perfil más idóneo” para formar el MBR-200.
El capitán Franklin José Díaz González: “El comandante viajó por
todos los continentes llevando el mensaje de unidad, libertad y sobera-
nía; anunciando que un mundo mejor es posible, basado en la autode-
terminación de los pueblos”.
El teniente coronel Jesús Villamizar: “El general Rosendo personaje
supuestamente de confianza de Chávez, yo logré decirle: ‘mi general,
fuerza’; él estaba sentado en el salón Pantano de Vargas y lo noté contra-
riado debatiéndose entre la amistad que le había dado el comandante y
la presión de los golpistas, al final claudicó ante estos últimos”.
El teniente coronel Oswaldo Trejo: “Yo no confiaba en nadie, porque
vi cómo personas a los que el presidente llamaba mi hermano, mi amigo,
mi compañero, terminaron huyendo del palacio”.
El teniente de fragata (retirado) Christian Medina Macero: “La
oposición nunca entenderá quién fuiste. Nunca respetarán al pueblo, lo
desprecian; la conexión espiritual con el líder supremo es inmensa. Mi
comandante, al colocarme al frente de la máquina electoral, no vi tu foto.
[14] PALABRAS PRELIMINARES

¡Qué dolor!, pero logre oír tu voz, tu canto, tus órdenes, tus cuentos del
arañero. Voté por Chávez, voté por tu última orden, por tu mandato, por
tu presencia y tu permanencia aún después de la muerte”.
El comandante Hugo Rafael Chávez Frías al iniciar su discurso el
14 de abril de 2002, a su retorno, nos dijo: “A Dios lo que es de Dios, al
César lo que es del César, y al pueblo lo que es del pueblo”.
Como podemos ver es fundamental la espiritualidad revolucionaria
para ser leales a una causa superior. Y también podemos notar que sin
espiritualidad no hay fe, ni esperanza, ni amor, solo intereses personales.

Ronald Blanco La Cruz


Capitán
ESTUDIO INTRODUCTORIO

I. Antecedentes socio-históricos del sistema político venezolano

A lo largo de su historia republicana en Venezuela fue implantado


un modelo político, económico y social sustentado sobre las bases del
capitalismo, primeramente en su expresión mercantilista hasta llegar en
forma gradual a la etapa del neoliberalismo globalizante más radical, a
finales de los años noventa del siglo XX.
Este modelo facilitó que los sectores de la oligarquía parasitaria en el
país, quienes vivieron histórica y permanentemente de la explotación de
la clase trabajadora y campesina, generaran durante décadas una amplia
brecha de desigualdades sociales que permitió el predominio de unos
sobre otros. Estos “republicanos” dieron cuerpo a las élites militares, polí-
ticas y eclesiásticas del siglo XIX y gran parte del XX, que se impusieron
como dueñas de tierras y de ganado, con negocios en el campo y en las
principales ciudades del país, e incluso en el extranjero, y durante gene-
raciones se aprovecharon y beneficiaron de los sectores populares confor-
mados por toda la amplia gama mestiza, las y los afrodescendientes, las y
los indígenas, y los campesinos y las campesinas sin un pedazo de tierra

[15]
[16] ESTUDIO INTRODUCTORIO

para trabajar ni oportunidades para progresar, inmersos dentro de la más


absoluta miseria.
El capitalismo venezolano, a diferencia de sus vecinos regionales, con
el transcurrir de los años adquirió una lógica distinta debido a que el
principal motor económico del país, desde fines del siglo XIX, se susten-
tó sobre la base de la explotación del petróleo, lo que transformó nuestra
pequeña economía rural y agroexportadora de los siglos XVIII y XIX
en una economía de puertos, monoproductora, destinada a proveer de
materia prima barata a las potencias occidentales de Europa y Norteamérica,
bajo la más perversa lógica capitalista.
Efectivamente, el atroz influjo de los capitales norteamericanos a
partir de la explotación petrolera en el país durante el período gomecista
(1908-1935) supuso la transformación del modelo económico junto con
la transformación de la sociedad venezolana3.

3 “En resumen, 3.117 pozos de explotación y 211 de exploración fueron perforados


en Venezuela entre 1912 y 1936, con una extracción total de 168.525.387 to-
neladas métricas de petróleo. Hasta el año fiscal 1935-1936 se exportó petróleo
por un valor total de Bs. 5.697.830.642. El dinero procedente de una produc-
ción y unas ventas en constante expansión permitió que el general Gómez y sus
amigos se enriquecieran extremadamente, hizo posible que algunas empresas
extranjeras obtuviesen un margen de beneficios de por lo menos el 1000%,
proporcionó empleo a miles de venezolanos y propició la formación de una
incipiente clase media. Además, los crecientes ingresos fiscales le permitieron
a la República liquidar su deuda interna y externa, y financiar un amplio pro-
grama de obras públicas. Sin embargo, el venezolano promedio no se benefició
mucho con este aflujo de capital petrolero. Las corporaciones internacionales,
además de degradar el medio ambiente y de provocar un aumento en alqui-
leres y alimentos, hicieron todo lo posible para asegurar la permanencia del
dictador en el poder”. William M. Sullivan, “Situación económica y política
durante el período de Juan Vicente Gómez 1908-1935”, Política y Economía
en Venezuela 1810-1991, Caracas, Fundación John Boulton, p. 260.
Lealtad a prueba de golpe [17]

Esta situación generó durante el siglo XX enormes niveles de desigual-


dad entre los países del llamado “tercer mundo” –dueños originales de
los recursos naturales estratégicos para el desarrollo humano pero sin
ningún tipo de técnicas para su transformación– y los llamados “países
desarrollados” que tenían el monopolio de la tecnología y de las ciencias
aplicadas.
Si bien es cierto que históricamente han existido sectores burgue-
ses y oligárquicos en Venezuela, las características de estas élites han
variado con cada proyecto político de turno. Los destinos del país han
transcurrido a lo largo de dos siglos caracterizados por luchas intestinas:
primeramente, durante el proceso independentista la controversia fue
entre patriotas y realistas; posteriormente, luego de la instauración del
Estado nacional en 1830, las disputas fueron entre godos y liberales,
azules y amarillos; en el siglo XX entre gomecistas y revolucionarios,
entre la derecha y la izquierda.
Paralelamente, e inmerso en este contexto político, económico y
social, el pueblo intentó por distintas vías lograr su emancipación defi-
nitiva. Recordamos las luchas de Guaicaipuro, pasando por la idea y
acción de Francisco de Miranda y Simón Bolívar al menos durante las
primeras tres décadas del siglo XIX, el grito de la federación liderado
por Ezequiel Zamora en 1859. Recordamos también la rebelión popu-
lar del 14 de febrero de 1936. Todas expresiones de protesta ante unos
esquemas políticos excluyentes, originados en el régimen colonial y
traspasado a la República de los siglos XIX y XX.
La desconexión del pueblo con su devenir histórico y el legado de sus
libertadores, así como la insistente imposición de esquemas de domi-
nación cultural alienantes por parte de una élite económica y política,
ha permanecido y mutado tantas veces como lo han necesitado con la
finalidad de mantenerse en el poder, lo que hacía prácticamente impo-
sible irrumpir en el escenario nacional y transformar definitivamente la
realidad que le adversaba.
Este conflicto entre vencedores y vencidos ha marcado permanente-
mente el rumbo político del país, lo que ha permitido a sus respectivas
[18] ESTUDIO INTRODUCTORIO

cúpulas manejar nuestros destinos sin casi ningún tipo de participa-


ción o consulta al pueblo a lo largo de doscientos años de sometimien-
to. Cuando alguien se atrevía a poner en duda el modelo cultural y el
gobierno de turno, con todos sus vicios, deficiencias y contradicciones,
casi siempre terminaba costándole muy cara su temeridad, con mucha
frecuencia hasta pagaba con la propia vida. Prueba de ello son las miles
de víctimas con la que la patria está sembrada.
Durante todo el siglo anterior la lucha popular fue brutalmente repri-
mida por el aparato del Estado. Traemos a la memoria la feroz represión
política de la Seguridad Nacional, órgano de inteligencia del perezji-
menismo. A partir de 1960, Venezuela inauguró en América Latina el
prontuario de las desapariciones forzadas del adversario político bajo
la excusa de la lucha antiguerrillera. Recordamos los casos de Livia
Gouverneur (1961), Alberto Lovera (1965), Fabricio Ojeda (1966),
entre muchos otros. Las masacres de Cantaura (1982), Yumare (1986)
y El Amparo (1988) son testimonios de la violencia del Estado represor
cuartorepublicano, que creó organismos criminales tales como el SIFA,
la Digepol y la Disip, además de utilizar la Fuerza Armada para reprimir
y masacrar el pueblo.

II. La democracia de Punto Fijo: El inicio del sistema


bipartidista represivo, corrupto y capitalista

A partir del 23 de enero de 1958, el devenir del sistema político


nacional asumirá una nueva forma de ejercer el poder transformándo-
se en un gobierno multipartidista, democrático-representativo, de tipo
liberal-burgués. Las Fuerzas Armadas dejarán gobernar y la figura de los
partidos políticos vendrá a asumir el protagonismo y progresivamente
ejercerá el control total del país por espacio de cuatro décadas, hasta el
6 de diciembre de 1998.
Con la llegada de la democracia representativa, las organizaciones
partidistas conservadoras (AD, Copei y URD) suscribirán un acuerdo
político según el cual se garantizaría la gobernabilidad, aunque al mismo
Lealtad a prueba de golpe [19]

tiempo se dará inicio a un clima de impunidad, corrupción y despilfarro,


conocido en la historia venezolana como el Pacto de Punto Fijo4.
A través de este pacto los partidos políticos, supuestamente los más
grandes, entregarán el país a manos de los capitales norteamericanos y
europeos, se repartirán en pedazos las instituciones del Estado dejando
por fuera a las organizaciones políticas revolucionarias como el Partido
Comunista de Venezuela (PCV), los gremios de campesinos, de obre-
ros, de estudiantes, con lo cual conformaron un sistema político que
no aceptó jamás ningún tipo de disenso, y que al momento de ejer-
cer el poder demostraba toda su furia. Así, esta etapa de nuestra historia se
convirtió en la época cuando más muertes, desaparecidos, torturados, presos
y asesinatos por cuestiones políticas hubo en los últimos doscientos años.

4 “(…) los partidos políticos del nuevo orden en gestación: AD, Copei y URD se
dedicarán a elaborar los lineamientos (mejor conocidos como el “Pacto de
Punto Fijo”) que a partir de ese momento no solo se constituirán en la base
conceptual de la refundación de la democracia representativa en Venezuela
(de orientación populista) sino que servirán de plataforma para dirimir el
conflicto político planteado en un proceso electoral presidencial organizado e
implantado apresuradamente para imponer un resultado que, cualquiera fuese
la fórmula escogida, garantizara la preservación del orden social existente,
tal y como se había previsto en el Pacto suscrito por aquellos partidos. […]
cualquier actividad política, o cualquier concepción sobre la democracia que
no estuviera encuadrada dentro de los cánones del Pacto de Punto Fijo, sería
considerada como ilegal, repudiable y hasta objeto de represión por parte del
Estado. Es así como la “democracia” que nace de ese pacto y de las elecciones
de 1958, al tiempo que se establece sobre la base de un verdadero secuestro de
la acción política autónoma de las mayorías populares y de sus organizaciones
representativas (partidos, políticos, sindicatos, etcétera), se dota de la “base
legal” que prohíbe y proscribe el disenso y el derecho de la ciudadanía a optar
por otra forma de organización político-democrática de la sociedad distinta
del modelo político puntofijista”. Óscar Battaglini, Ascenso y caída del puntofi-
jismo, Caracas, Galac, p. 28.
[20] ESTUDIO INTRODUCTORIO

Sin embargo, y aunque durante estos cuarenta años (1958-1998) las


desigualdades sociales y los abismos ideológicos entre demócratas y
revolucionarios produjeron la lucha armada, manifestaciones, huelgas,
estallidos sociales, levantamientos militares, paros y todo tipo de formas
de expresión en contra del modelo político, los defensores de la Cuarta
República aún hoy catalogan a este período como el más fructífero,
estable y próspero; en pocas palabras los años dorados del desarrollo y
la paz social:

El desarrollo democrático venezolano que tomó impulso desde


entonces y que dio origen al más largo período de paz y estabilidad
política que ha vivido el país, tuvo en esos partidos su verdadera
base de sustentación. Durante cuatro décadas, de 1958 hasta 1998,
Venezuela tuvo una democracia de partidos caracterizada por la
presencia de un continuado liderazgo civil en la presidencia de
la República y en los más altos cargos de la administración, por
sucesivas elecciones presidenciales cuyos resultados siempre fue-
ron reconocidos y aceptados por los distintos contendientes y por
la práctica de negociaciones políticas entre partidos, lo que hizo
posible la formación de gobiernos de coalición cuando fue nece-
sario, que facilitó la estabilidad y la gobernabilidad democrática
mediante acuerdos parlamentarios, y de otra índole sobre asuntos
de interés nacional5.

Sin embargo, a este conocido representante se le olvidó mencionar


las miles de aberraciones cometidas por los organismos de seguridad
del Estado en contra de los derechos humanos, cuya responsabilidad

5 Marco Tulio Bruni Celli, “Los partidos políticos en Venezuela”, en: María Ramírez
Ribes [coord.a], Venezuela. Repeticiones y rupturas. La reconquista de la convivencia
democrática, Caracas, Informe del Capítulo Venezolano del Club de Roma,
2003. [En línea] URL: http://apps.ucab.edu.ve/clubderomavenezuela/libroc-
de/mtbrunic.doc (consultado por última vez en mayo de 2013).
Lealtad a prueba de golpe [21]

ha sido reconocida y demostrada por los organismos internacionales en


esta materia. La llamada “democracia de partidos” que el autor recuerda
no fue sino un remedo, cuando la participación activa y protagónica del
pueblo era evitada a toda costa por el Estado y las elecciones presiden-
ciales eran manejadas sin garantías de transparencia e imparcialidad por
una institución operada al antojo del gobierno de turno. Tuvieron que
ocurrir los hechos de El Caracazo en febrero de 1989 para que los parti-
dos decidieran impulsar las elecciones regionales y municipales de alcal-
des y gobernadores, poco más de 31 años luego de aquel 23 de enero.
La llegada de la democracia representativa puntofijista en enero de
1958 generó en la sociedad venezolana legítimas expectativas de que
todos estos problemas sociales culminarían. Sin embargo, durante
las cuatro décadas de gobiernos adecos-copeyanos y sus derivados se
ampliaron aún más las desigualdades sociales, que fomentaron la margi-
nalización de vastos sectores del país a causa de las inmigraciones inter-
nas desde las zonas rurales hacia las ciudades en busca de fuentes de
trabajo. Aumentaron los índices de desnutrición, de las enfermedades y
muertes de niños y niñas por falta de atención sanitaria mínima; había
un analfabetismo galopante, hambre, miseria y delincuencia. Es decir,
un cúmulo de calamidades desconocidas hasta ese momento, originadas
por el sistema capitalista y por la pésima gestión de estos sectores políti-
cos, supuestamente revestidos de la ética y la moral necesaria para sacar
del atraso al pueblo venezolano.
El desarrollo de los acontecimientos generó el desgaste paulatino del
sistema a los ojos de las mayorías nacionales, quienes ya para principios
de los años ochenta empezaron a divorciarse definitivamente de la clase
política dominante.
Para finales del siglo XX, esta dinámica social, política y económica vivi-
da por la gran mayoría de los venezolanos alcanzó niveles de desesperación
debido a las medidas populistas e inconscientes tomadas por los partidos
políticos tradicionales en torno al manejo de la economía nacional.
A inicios de 1989, Venezuela comenzó su camino hacia el neoliberalis-
mo gracias al paquete económico de Carlos Andrés Pérez, que implicaba
[22] ESTUDIO INTRODUCTORIO

la entrega del país a los capitales privados y a intereses transnacionales,


tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial
(BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), mientras que
dejaban al Estado y a sus instituciones el simple papel de legitimadores
del ilegal saqueo de nuestras riquezas y del desmantelamiento del aparato
productivo nacional, sin ningún tipo de consideraciones para el pueblo.
Se impuso entonces en Venezuela la tesis neoliberal, a tal punto que
durante finales de los ochenta y mediados de los años noventa se abrió
un proceso de privatización de empresas del sector público. Tal es el caso
de la Cantv y CVG, por nombrar dos rubros estratégicos para el desa-
rrollo nacional; además de la mal llamada “apertura petrolera”, proceso
que implicó una importante cesión de nuestra soberanía hidrocarburífe-
ra. En la medida en que el Estado se retiraba, los espacios eran ocupados
nuevamente por los consorcios extranjeros, con lo cual se reproducía
exactamente el esquema que prevaleció en Venezuela en materia petro-
lera desde los tiempos de Gómez hasta el 1.º de enero de 1975.
En el aspecto cultural, la Venezuela del puntofijismo promovía el
individualismo capitalista como meta, lo que generó actitudes consu-
mistas que devinieron en la negación de nuestras raíces culturales y
de los auténticos valores de la venezolanidad. Los partidos políticos
modernos6, entendidos como aquellas organizaciones de militancia

6 Desde la visión de la propia intelectualidad conservadora venezolana, el proceso


evolutivo de las organizaciones político-partidista del país ha sido a grandes
rasgos la siguiente: “A lo largo de casi dos siglos, desde la Independencia hasta
nuestros días, en Venezuela se han fundado más de trescientas organizaciones
sociales con fines políticos que se llamaron a sí mismas ‘partidos políticos’ aun
cuando no todas pueden ser consideradas como tales. Los dos más impor-
tantes partidos del siglo XIX, el conservador y el liberal, después de largo e
intenso protagonismo desaparecieron de la escena política bajo los regímenes
de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (1899-1935). Fue solo a partir de
1936, aprovechando la tímida apertura democrática ofrecida por el presidente
Eleazar López Contreras, cuando se crearon nuevas organizaciones políticas,
Lealtad a prueba de golpe [23]

ideológico-políticas que nacieron entre 1908 y 1935 al calor de lucha


contra las dictaduras militares, acapararon el protagonismo político al
adjudicarse el exclusivo derecho a la representatividad popular y apar-
taron toda expresión de discrepancia, ya fuera a nivel personal, gremial,
ideológico e incluso político-partidista.
No solo el pueblo y sus organizaciones de base fueron excluidos
del modelo de gobierno capitalista, también aquellos partidos que no
se sumaron, o que simplemente fueron apartados y relegados a meras
comparsas, todo lo contrario de los llamados partidos puntofijistas que
sí se atribuyeron el “derecho exclusivo” a esos beneficios detentados por
las élites políticas y sus cogollos durante cuarenta años.

entonces fundadas y dirigidas por jóvenes intelectuales quienes recién salían


de las cárceles o regresaban del exilio al que los había aventado la dictadura
gomecista. En 1941, bajo la presidencia de Isaías Medina Angarita, se inició
en el país un proceso de modernización institucional en el campo de la par-
ticipación política marcado por el nacimiento de organizaciones partidarias”.
Marco Tulio Bruni Celli, op. cit., s/p.
[24] ESTUDIO INTRODUCTORIO

III. 1989-1999: La agudización de la crisis del modelo


puntofijista y el surgimiento de nuevos actores políticos7

7 Según Battaglini: “Venezuela vive a fines del siglo XX –como ya había ocurrido
a finales del siglo XIX– el síndrome de la decadencia. […] Se trata de un
estado de descomposición social generalizado producto, en este caso, de la
frustración de las expectativas democráticas que se replantearon a raíz del
derrocamiento de la dictadura perezjimenista en 1958. Se ponía así de mani-
fiesto, una vez más, la incapacidad demostrada y, como consecuencia de ella,
el rotundo fracaso en que han terminado siempre los pocos intentos políticos
de las élites que han detentado el poder en Venezuela, dirigidos a instituir un
régimen democrático estable […]. A partir de este momento –y por espacio
de más de cuarenta años–, el país conocerá el desarrollo de una ‘política
democrática’ fundada en los lineamientos trazados por el ‘Pacto de Punto Fijo’
y, sobre todo, en el uso calculado y perverso que las élites articuladas en este
pacto hicieron de la renta petrolera para transar sus diferencias y las que han
existido entre ellas y el pueblo […]. Es necesario agregar que la implantación
de la ‘democracia puntofijista’ no significó el desarrollo de condiciones polí-
ticas, económicas, institucionales, culturales, etc., que permitieran arraigar, de
manera orgánica, cultural, la democracia en nuestra realidad socio-histórica;
[…] lo que se constituye es un cliente cuya voluntad (expresada a través del
sufragio) quedaría secuestrada por las redes del poder político constituido por
las bases del ‘Pacto de Punto Fijo’ y, muy especialmente, por las reglas de los
partidos políticos que se hacen hegemónicos en el ejercicio del poder: AD y
Copei. Fue así como esos dos partidos políticos construyeron la hegemonía
política que durante más de cuatro décadas les permitió alternarse en el poder.
Fue de este modo como el poder y la ‘democracia’ que encarnaron, literalmen-
te se les pudrió en las manos hasta alcanzar la expresión mafiosa de la que
tantas veces habló el Dr. Úslar Pietri. Fue finalmente de esa manera cómo
los problemas del poder público que el bipartidismo debió encarar y resolver
no solo se acumularon sino que se hicieron insolubles en sus manos. A eso se
debe, en definitiva, la derrota política contundente sufrida por AD y Copei en
Lealtad a prueba de golpe [25]

Génesis de la Revolución Bolivariana


El período comprendido entre el 27 de febrero de 1989 y 2 de febrero
de 1999 puede ser considerado como el nacimiento de la Revolución
Bolivariana en Venezuela, momentos de insurgencia provocados por el
hastío del pueblo contra el modelo de conciliación de élites resultante
del Pacto de Punto Fijo que imperó en el país durante cuarenta años.
Época de levantamientos populares frente a la democracia representativa
que, como sistema político, restringía el ejercicio del sufragio y la
“representación” a la entrega total de los derechos políticos y civiles de
los ciudadanos a un actor con el que en la mayoría de los casos no se
sentían identificados.
Las condiciones históricas de finales de los años ochenta y primeras
décadas de los noventa nos mostraban un mundo dominado por el
capitalismo. La caída del muro de Berlín, el comienzo del desplome de
la Unión Soviética, la desaparición del socialismo real en la Europa del
Este, entre otros acontecimientos, hacían creer en la falsa idea de que el
neoliberalismo era el único camino posible para la humanidad.
La visión hegemónica del capitalismo se alzó como única alternativa
posible, a decir del presidente Chávez:

Se pretendía clausurar la historia; así fue que comenzó en ese


marco mundial, cuando América Latina y el Caribe estaba toda
–con excepción de Cuba revolucionaria– bajo el dominio del im-
perio norteamericano. Mientras eso ocurría en el mundo, aquí
comenzó una revolución, un hecho milagroso; incluso podríamos
decir: ¡Explotó la Revolución!8.

las elecciones del 6 de diciembre de 1998, y que puso a estos dos partidos al
borde del abismo y la extinción”. Óscar Battaglini, op. cit., pp. 216-219.
8 Hugo Chávez Frías, Diez años de la Revolución Bolivariana. Hacia la conquista
de la enmienda constitucional, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la
Comunicación e Información, p. 13.
[26] ESTUDIO INTRODUCTORIO

La década 1989-1999 se caracterizó por la insurgencia popular vene-


zolana en los sucesos de El Caracazo, hito fundacional de la Revolución
Bolivariana como la expresión del despertar del pueblo frente al Estado
entreguista y excluyente de la Cuarta República. En palabras de Hugo
Chávez, sobre febrero de 1989:

Comenzó el primer período revolucionario venezolano; ese primer


período vino jalonado por la tormenta. Comenzó con la tormenta
de El Caracazo, un pueblo que salió a las calles a poner el pecho a
las balas represoras de aquel régimen. Un pueblo que salió indig-
nado, y cansado, a decir: ¡Basta, nosotros queremos patria!9.

Este acontecimiento social reveló ante la opinión pública nacional


e internacional la profunda crisis en la que se encontraba el país tras
cuarenta años de implementación de políticas asfixiantes para los secto-
res menos favorecidos de la sociedad. Lo que durante tantos años se
había invisibilizado finalmente estaba saliendo a la luz. Para el gobierno
puntofijista de turno, representado por Carlos Andrés Pérez, fue impo-
sible seguir bajo la ficción de la Venezuela Saudí impuesta por una clase
económica élite que dominaba a una masa popular en condiciones de
miseria y pobreza extrema.
Al respecto, el sociólogo Edgardo Lander argumenta:

La fractura profunda de la sociedad venezolana tiene su más nítida


expresión en la explosión social de febrero de 1989, conocida como
El Caracazo. En las principales ciudades del país se producen ma-
sivos saqueos en una escala desconocida en la historia venezolana.
Después de un inicial desconcierto, el gobierno responde suspen-
diendo parcialmente las garantías constitucionales. Se estableció

9 Ibídem.
Lealtad a prueba de golpe [27]

un toque de queda y se ordenó una brutal represión militar que


produjo más de 500 muertos, quizá muchos más10.

Con el triunfo electoral de Carlos Andrés Pérez (CAP) en diciembre


de 1988, los problemas económicos, sociales y políticos de los venezolanos
se multiplicaron a niveles nunca vividos. El nuevo paquete económico
aplicado por Pérez y la consiguiente aplicación de las respectivas medidas
de ajuste, diseñadas y planificadas por los organismos multilaterales de
Washington significaron el descalabro del entramado socioeconómico
nacional. Se desencadenaron entonces los escalofriantes sucesos de El
Caracazo, ocurridos entre el 27 de febrero y los primeros días del mes
de marzo de 1989, que dejaron un saldo de fallecidos que se continúa
investigando.
El Caracazo trascendió los límites de revueltas o focos de agitación
que se habían experimentado en Venezuela y generó fuertes cismas en
las Fuerzas Armadas pues se obligó al soldado a disparar contra el pueblo
al que pertenecía. La vergüenza, impotencia y desconcierto del sector
armado y de seguridad, así como la llama de insurgencia que latía en el
interior del pueblo explotado, marginado y masacrado vilmente, gestó
la indetenible revolución que ya rugía en la sociedad. Como balance de
aquellos primeros años el presidente Chávez aseveró:

Moría la Cuarta República, se debatía en espasmos terribles la pa-


tria de Bolívar, El Caracazo del 27 de febrero de 1989 marcó el
inicio del primer período de la Revolución Bolivariana que es o
que fue, mejor dicho, la última revolución del siglo XX y, al mismo
tiempo, se ha convertido en la primera revolución del siglo XXI,
nuestra revolución. Compatriotas, camaradas: necesario es que ten-
gamos conciencia del camino transitado, del momento que vivimos

10 Edgardo Lander, “Izquierda y populismo: alternativas al neoliberalismo en


Venezuela”, La nueva izquierda latinoamericana. Sus orígenes y trayectoria
futura, Bogotá, Grupo Editorial Norma, p. 106.
[28] ESTUDIO INTRODUCTORIO

ahora mismo, lo que estamos viviendo para proyectarnos hacia el


futuro inmediato y hacia el futuro en mediano y largo plazo. Es
imprescindible para la Revolución, para el pueblo, la conciencia
histórica11.

Así, de la aceleración de las manifestaciones indetenibles generadas


durante El Caracazo surgen las rebeliones de 4 de febrero y 27 de
noviembre de 1992, acciones de franca insurgencia cívico-militar
en contra de un Estado anacrónico, carente de legitimidad y que no
respondía a las exigencias de las clases populares venezolanas. Estas
jornadas de combate representan el inicio a la rebelión cívico-militar
que transformó para siempre los destinos de la patria. Respecto al
significado de los movimientos cívico-militares del año 1992, Lander
asevera:

La ausencia de una reacción popular de rechazo a los dos intentos


de golpe de Estado de 1992 –y en defensa del régimen democrá-
tico– confirmaron la descomposición y creciente ilegitimidad de
un sistema político que había sido considerado como excepcional,
como vitrina de la democracia en América Latina12.

Si bien la rebelión debía materializarse en el derrocamiento del gobier-


no de CAP, las verdaderas intenciones de los soldados bolivarianos no se
sustentaban sobre la idea del magnicidio –argumento esgrimido por sus
más acérrimos enemigos– sino en devolverle al pueblo llano, a los más
desposeídos, su sitial como los legítimos depositarios de la soberanía
nacional. La historia se encargó de rescatar y reivindicar seis años más
tarde a este grupo de soldados patriotas, toda vez que los sectores polí-
ticos del puntofijismo fueron perdiendo espacios e influencias entre las
masas populares. En palabras del comandante Chávez:

11 Hugo Chávez Frías, op. cit., p. 13.


12 Edgardo Lander, op. cit., p. 110.
Lealtad a prueba de golpe [29]

Llegó la década de los 90, la última del siglo XX, el 91 y llegó el


año 92, ¡año en que la Revolución recién nacía y recibió un pode-
roso impulso que vino desde los cuarteles de la patria: los soldados
bolivarianos, la rebelión del 4 de febrero de 1992. Fue un poderoso
impulso moral a la revolución que ya había nacido, a la niña boni-
ta, a la revolución bonita que ya andaba por entre estas calles, por
entre estos barrios, esos campos, expandiéndose por todas partes.
Era una revolución que todavía no tenía rumbo propio, no tenía
dirección estratégica trazada; comenzaba a dar los primeros pasos
y luego vino el 27 de noviembre de aquel mismo año 1992 otro po-
deroso impulso revolucionario, que fue además cuajando la unidad
entre el pueblo y sus soldados y que contribuyó a acelerar aún más
las fuerzas expansivas que ya se habían desatado, a pesar de la feroz
represión el 27 de febrero de 198913.

Los siguientes gobiernos que llegaron al poder por vía democrática


mantuvieron la sumisión ante el FMI, mientras que la principal industria
del país (Pdvsa) se dirigía a la quiebra y a la superproducción; el objetivo
final era su privatización. La situación empeoraba a escala mundial y los
precios del petróleo se encontraban a sus niveles más bajos, mientras el
presidente de la estatal petrolera, Luis Giusti, abogaba por la libertad de
precios y por desconocer los acuerdos de la OPEP.
En este escenario que dibujaba una Venezuela en total crisis emergió
la Revolución Bolivariana como un fenómeno indetenible de rescate
de la dignidad nacional y del país. Los militares patriotas que habían
encabezado la rebelión militar del 4 de febrero de 1992 se encontraban
en prisiones del país cumpliendo condenas impuestas por el gobierno
de CAP.
Durante este período cayó el corrompido gobierno de Carlos Andrés
Pérez; le siguió el vacilante de Ramón J. Velásquez, cuya transitorie-
dad mantuvo el status quo de la Cuarta República hasta que, en 1994,

13 Hugo Chávez Frías, op. cit., p. 11.


[30] ESTUDIO INTRODUCTORIO

tomó el poder Rafael Caldera para comandar el hundimiento final de la


democracia puntofijista y del neoliberalismo en Venezuela.
A finales de la década de los noventa, Venezuela vivía una profunda
crisis en todos los ámbitos producto del agotamiento del sistema jurí-
dico, político y social propio de la Cuarta República. La élite política,
económica y religiosa continuaba pugnando por preservar los términos
del intercambio puntofijista, mientras ignoraba las transformaciones
experimentadas por la sociedad venezolana a lo largo de cuarenta años.
La clase política dominante pretendía seguir ejerciendo el poder a
través de la concertación entre las cúpulas y los acuerdos a puerta cerra-
da, con unos líderes sin legitimidad ni representatividad popular que
evidenciaban la deslegitimación del sistema político y su ingobernabili-
dad. Con este panorama político la posibilidad de construir una sociedad
democrática, activamente participativa y justa, se encontraba bloqueada.
Las condiciones estructurales de la Venezuela de finales de los años
noventa son producto de la política antinacional llevada a cabo por los
gobiernos del Pacto de Punto Fijo, los cuales durante cuarenta años
desmantelaron al país. Así, en lo social era patente el progresivo dete-
rioro de la calidad de vida, el incremento de los índices de pobreza,
de inseguridad individual, social, pública, alimentaria y jurídica. En
el aspecto económico Venezuela estaba hipotecada a los intereses del
imperio norteamericano, y la política de desarrollo tecnológico nacio-
nal estaba prácticamente reservada a un pequeño grupo, interesado en
desarrollar tecnologías foráneas que a la larga comprometían nuestra
independencia tecnológica.
La caída de la Cuarta República venía siendo presagiada, la necesi-
dad de cambio era evidente, pero la falta de voluntad política de la clase
dirigente le impidió reconocer las exigencias del pueblo venezolano. De
aquí que:

en una sociedad de apartheid, que produce tan severas exclusiones


económicas con deslindes culturales e identidades individuales y
colectivas tan radicalmente diferenciadas, las reformas políticas
Lealtad a prueba de golpe [31]

institucionales solo podían dar una contribución parcial y limitada


a la gestación de una cultura democrática y prácticas efectivamente
integradoras del sistema político14.

Finalmente en diciembre de 1998, luego de numerosos meses de


trabajo político, con su mensaje de esperanza, amor y de refundación
de la república llegó Hugo Rafael Chávez Frías al poder con 60% de
los votos. Sus consignas electorales mantenían tendencia nacionalista
y representaban para el pueblo venezolano una alternativa frente a los
llamados partidos tradicionales cuartorepublicanos.

IV. 1998: El vuelco revolucionario del sistema democrático


representativo. Recuperación de la soberanía nacional y de la
dignidad de los venezolanos y las venezolanas

La elección de Hugo Chávez como presidente de la República en


1998 fue el punto de partida de un proceso de transformación nacio-
nal en todos los ámbitos. Por primera vez en la historia republicana de
Venezuela ese pueblo, que en años anteriores había sido excluido, fue
incorporado y se le consultó para que decidiera el rumbo a seguir. La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se convirtió así
en la primera carta magna que es redactada, debatida y aprobada por el
pueblo venezolano. En este contexto el presidente Chávez aseveró:

No hay revolución sin pueblo y ahí está el pueblo de Venezuela em-


pujando de nuevo, una vez más su propia revolución..., tomando
las riendas de su propio potro, orientando al acimut de la brújula,
buscando capitanes, porque eso sí necesitan los pueblos: verdade-
ros navegantes, verdaderos líderes que sean capaces de ponerse a
la vanguardia y darlo todo por el pueblo, incluyendo la vida. Ese
pueblo anda construyendo sus liderazgos, y los liderazgos no se

14 Edgardo Lander, op. cit., p. 109.


[32] ESTUDIO INTRODUCTORIO

decretan; como lo sabemos, van naciendo en el mismo proceso


revolucionario. Así que, amigas y amigos, podríamos decir que hoy
llegó la revolución al Palacio Federal15.

A partir de ese momento y de manera pacífica comenzó a develarse


el nuevo rumbo que habría de tomar nuestra República, fundamentada
en valores de profundización de la democracia, ampliación de los dere-
chos sociales y sentando las bases para la concreción de la participación
protagónica de los ciudadanos y ciudadanas en todos los ámbitos de la
vida nacional.
El pueblo con vocación democrática que votó mayoritariamente por
el candidato Hugo Rafael Chávez Frías no estaba eligiendo a un hombre,
como tradicionalmente se hacía, sino a un proyecto político que, como
lo anunciaba el entonces candidato, era el proceso que convocaba al
poder constituyente a transformar el poder constituido para fundar la
Quinta República. Proyecto signado por los valores de la solidaridad y
el establecimiento del pueblo como actor-constructor de la República,
con lo cual se abrían caminos hacia el tránsito de la llamada democracia
representativa de la Cuarta República a la democracia participativa y
protagónica de la Quinta República.
Este proceso dio paso a la relegitimación de todos los cargos públicos
de elección popular (año 2000), se dictaron las Leyes Habilitantes (2001)
y se comenzó un proceso de rescate y democratización de la industria
petrolera.
Este nuevo modelo político revolucionario se ha venido configuran-
do con la participación de todas las venezolanas y todos los venezolanos,
y con la voluntad política de los sectores revolucionarios y bolivarianos;
todo ha sido posible gracias al apoyo y a la férrea voluntad del principal
conductor y guía de este proceso: nuestro Comandante Eterno Hugo

15 Asamblea Nacional Constituyente, “Diarios de Debates”. Palabras del presidente


Hugo Chávez Frías, Sesión de Instalación, miércoles 5 de agosto de 1999,
Versión Taquigráfica, 1999, s/p.
Lealtad a prueba de golpe [33]

Chávez Frías, quien no dio descanso a su brazo ni reposo a su alma


mientras estuvo entre nosotros en aras de forjar una verdadera patria
para todos los que aquí habitamos.
Este proceso de profundas transformaciones en el país estuvo acom-
pañado en sus diversas etapas de una aversión por parte de los sectores
económicos que tradicionalmente habían dominado el país, acapara-
do las riquezas, el poder político y sumiendo al pueblo en inmensos
cinturones de miseria. Desde la aprobación de las primeras leyes revo-
lucionarias, denominadas las Leyes Habilitantes de 2001, la oposición
continuó con su propósito de obstaculizar y contrariar la voluntad popu-
lar mediante la generación de un clima de violencia y confusión que
más adelante daría origen a numerosos daños materiales y humanos en
la sociedad.
A partir de la toma de posesión del presidente Chávez hasta el
golpe de Estado de abril de 2002, el nuevo gobierno, además de sus
tareas propias, tuvo que enfrentar a diario las arremetidas de la derecha
fascista, que nunca ha cesado en sus pretensiones de asaltar el poder
por cualquier vía disponible –ya sean violentas o constitucionales–, lo
que demuestra sus auténticas y oscuras intenciones hacia la Revolución
Bolivariana: erradicarla y sacarla de adentro de millones de corazones
patriotas que ven en este proyecto la vía hacia la verdadera independen-
cia y la liberación nacional.

V. Abril de 2002: De la arremetida conservadora transnacional


al triunfo popular

A partir de principios de diciembre del año 2001 la situación del país


comenzaba a salirse de su cauce normal, más allá del usual comporta-
miento de los sectores opositores. Desde las cúpulas económicas y finan-
cieras del país se venía fraguando un intento de desestabilización que se
logró luego de innumerables reuniones y de gestiones a nivel nacional
e internacional que articularon un plan, cuyo propósito era sacar por
vías no democráticas al Gobierno revolucionario del Comandante Hugo
[34] ESTUDIO INTRODUCTORIO

Chávez, para lo cual contaban con el apoyo irrestricto de los gobier-


nos de Estados Unidos, España y Colombia, quienes debían legitimar,
posterior al golpe de Estado, el gobierno que surgiera producto de esta
“coyuntura política”.
Las intenciones de los sectores fascistas por desestabilizar el sistema
democrático venezolano surgieron como una forma de reacción ante el
modelo revolucionario, bolivariano y popular establecido en la nueva
Constitución de 1999, que nació con la firme intención de revertir la
lógica capitalista y las viejas estructuras socio-culturales instauradas en
Venezuela desde su propio nacimiento como Estado Nacional en 1830.
Las causas principales de la desestabilización del país están relacionadas
con la degradación moral, amén de las aspiraciones políticas y econó-
micas de estos sectores fascistas del país a quienes poco importaron las
trágicas consecuencias que pudieron haberse desencadenado debido a
estos hechos lamentables.
Los detonantes del golpe de Estado podemos encontrarlos antes del
año 2002. Primeramente, las políticas revolucionarias adoptadas desde
el Poder Ejecutivo a través de la aprobación, vía Ley Habilitante, de
49 Decretos-Ley repercutieron directamente en la psiquis de amplios
sectores de la burguesía nacional, de la clase media y en algunos sectores
populares que fueron convencidos de que a través de esa legislación se
amenazaba el modo de vida de las y los venezolanos, sus valores, aspi-
raciones y libertades individuales, mientras que el país se encaminaba
irremediablemente hacia el “comunismo castro-chavista”, de acuerdo a
las opiniones de los medios de comunicación privados que casi desde
la propia llegada de Chávez al poder iniciaron una campaña, nacional
e internacional, en contra del nuevo gobierno bolivariano y revolucio-
nario16.

16 Steve Ellner, El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto, Caracas, Fondo Editorial
Tropikos, Colección Bicentenaria, Serie Independencia y Revolución, p. 143.
Lealtad a prueba de golpe [35]

Preludio del golpe de Estado


La industria petrolera nacional, Petróleos de Venezuela (Pdvsa),
históricamente ha sufrido períodos difíciles, fuertes embestidas e inten-
tos de separarla de los intereses nacionales, entre otras muchas acciones
en su contra; podría decirse que siempre tuvo detractores, especialmente
durante el proceso que desencadenó en la nacionalización. Sin embargo,
nunca había estado tan sensible e indefensa a los daños y a la agresión
como cuando un grupo de hombres y mujeres formados por ella desa-
taron una feroz destrucción que prácticamente desgarró sus entrañas.
Estos trabajadores fueron usados como protagonistas de todo un plan
conspirativo y desestabilizador del país, en franca alianza con sectores de
ultraderecha provenientes de Fedecámaras, de las Fuerzas Armadas, de
los partidos políticos tradicionales, del clero, de la Central de Trabajado-
res de Venezuela (CTV), y demás sectores internos y foráneos.
Los verdaderos motivos de este plan conspirativo rodeaban los inten-
tos por continuar manteniendo secuestrada la industria nacional bajo el
dominio de una élite económica entreguista que operaba tras la figura de
concesiones, cuyos beneficios para el país podrían considerarse leoninos
en comparación con los que obtenían las transnacionales involucradas.
Es por ello que la desestabilización, sabotaje y destrucción de la
industria petrolera en marzo del 2002 –que devino en el golpe del 11 de
abril– se ocultó inicialmente tras la cortina del “respeto por la meritocra-
cia”. Sin embargo, este argumento darwinista, clasista y profundamen-
te excluyente desde el punto de vista del individualismo que encierra
no caló en la mayoría del pueblo que vivía la Revolución. Al contrario,
reforzó más la tesis de que se debía rescatar la industria petrolera nacio-
nal para colocarla al servicio del pueblo.
El transcurrir de los hechos demostró sus verdaderos intereses y
probaron que la invocada lealtad de las y los “meritócratas” nunca fue
para proteger a Pdvsa porque no escatimaron esfuerzos para lograr sus
objetivos políticos y tratar de engañar a la población civil con el apoyo
de los medios de comunicación privados. Los daños causados a la indus-
tria aún no han sido cuantificados en su totalidad. Lo que sí quedó claro
[36] ESTUDIO INTRODUCTORIO

ante el país y el mundo es que no les importó sabotear la producción,


distribución y mercadeo del crudo venezolano y sus derivados, colocar al
país en bancarrota y, por lo tanto, dejar a la deriva la economía nacional,
en una profunda crisis que, según ellos, era causada por el gobierno.
La actitud responsable del gobierno en tomar el control de la princi-
pal empresa nacional fue el punto de partida para que se evidenciaran los
planes más perversos de la derecha fascista; ahora bien, esto solo descu-
brió la punta del iceberg de la crisis, lo que no obstante era suficiente
para develar la necesidad de nacionalizar verdaderamente la industria.

Manipulación petrolera
El 9 de febrero del año 2002 se anunció la destitución de Guaicaipuro
Lameda como presidente de Pdvsa, y el presidente Chávez designó al
izquierdista Gastón Parra Luzardo como la máxima autoridad petrole-
ra.
El 25 de febrero, 34 altos ejecutivos de Pdvsa manifestaron su descon-
tento públicamente con el manejo que se le pretendía dar a la industria
petrolera nacional. Su argumento era que la designación de Gastón
Parra Luzardo representaba el acabose ya que según ellos el gobierno
buscaba politizar a la corporación e instaurar una cultura de izquierda
que paralizaría los procesos de modernización. Manifestaron su defensa
a la “meritocracia”, la que, según sus apreciaciones, el presidente Chávez
supuestamente estaba violando.
En medio de ese escenario, la progresiva protesta de la nómina mayor
de los petroleros comenzó a ser respaldada por algunos sectores de los
empleados de la nómina contractual y Fedepetrol, por lo cual la posi-
bilidad de un paro del sector se veía como una amenaza que pretendía
mover las bases del poder político.
En medio de este clima de tensión y amenazas la autollamada nómi-
na mayor, conformada por los gerentes de Pdvsa, lanzó un ultimátum
al Gobierno para que destituyera la nueva directiva de la corporación;
dieron un plazo comprendido desde el 25 de marzo hasta el primero
de abril, a partir del que radicalizarían en sus acciones si se violaba.
Lealtad a prueba de golpe [37]

Transcurrieron los días y las presiones no doblegaban al Gobierno en


su determinación de ordenar la industria nacional y colocarla al servicio
de la patria, pero sus intereses económicos y el clasismo no cedían espa-
cios a las tendencias nacionalistas del gobierno. El estado de convul-
sión social que estaba a punto de estallar alcanzó su máxima expresión
durante las primeras semanas de abril del año 2002.
Representantes de la nómina mayor de la empresa, entre ellos Juan
Fernández y Horacio Medina, se reunieron con Gastón Parra, de donde
se produjeron numerosas conversaciones regidas por un matiz político
que impedía que aflorara frontalmente lo que pretendía el golpismo, y se
mantenían en el plano de las reivindicaciones laborales, por lo cual en ese
encuentro se manifestó la decisión de no colocar como una negociación
el pase a jubilación de los gerentes despedidos por el presidente Hugo
Chávez bajo el alegato de que su reincorporación debía ser inmediata.
Dado que el trasfondo político era claro para el Gobierno, el 3 de
abril Gastón Parra anunció la decisión de la directiva de confirmar
jubilaciones de otros ejecutivos para finalizar satisfactoriamente todo el
conflicto que la nómina mayor seguía disfrazando de laboral.
En ese momento, y sin la introducción de los respectivos pliegos de
conflicto laboral, el gerente petrolero Horacio Medina anunció la reali-
zación de una protesta denominada “la hora cero”, la cual consistía en la
paralización de las actividades administrativas por cuatro horas a partir
de las siete de la mañana del 5 de abril. Pese a la carencia de fundamento
jurídico para un conflicto sindical, esta acción sería respaldada por Fede-
petrol, la CTV y Fedecámaras. Sorprendía a la población en general que
las principales centrales del trabajo, obrera y patronal, acordaran avalar
un paro de actividades.
En aquel momento el Gobierno, consciente de las intenciones golpis-
tas de la derecha nacional e internacional, afirmó a través de Diosdado
Cabello, para ese momento vicepresidente de la República, que no estaría
dispuesto a ceder ante chantajes de un grupo que creía ser el único que
sabía manejar la industria. Al respecto insistía en refirir que lo ocurrido
en Pdvsa era producto de una manipulación mediática.
[38] ESTUDIO INTRODUCTORIO

Este grupo de gerentes petroleros anunciaron la paralización de


operaciones de la refinería El Palito, con lo que se consumaba por
primera vez en la historia de Pdvsa y de la democracia venezolana un
hecho de esta índole, que luego ocasionaría pérdidas estimadas en 2.5
billones de bolívares.
Carlos Ortega, presidente de la CTV, anunció que estaban en plena
capacidad para convocar al paro nacional e incitó a las trabajadoras
petroleras y trabajadores petroleros a paralizar las actividades producti-
vas. Asímismo exhortó a la sociedad civil a secundar sus acciones pues el
objetivo era “salvar Pdvsa”.
La CTV adelantó la fecha del paro cívico del 11 de abril para el día
9. Efectivamente el plan estaba en ejecución, por lo que el domingo 7
de abril Fedecámaras también anunció su respaldo al paro nacional bajo
el argumento de que las pérdidas se justificarían con el resultado de la
acción, ya que se estaba jugando el futuro de Venezuela. En ese senti-
do Pedro Carmona Estanga, presidente de Fedecámaras, fue enfático al
señalar: “O se logran los cambios o nos hundimos en la ruina económi-
ca”17.
El mismo día domingo 7 de abril, durante el programa Aló, Presidente,
el presidente Hugo Chávez tuvo una posición enérgica al ordenar la
destitución de siete gerentes de la nómina mayor de Pdvsa, además de la
jubilación de doce altos ejecutivos que estaban inmersos en los actos de
sabotaje de la industria nacional.

Alianzas peligrosas CTV-Fedecámaras


El tema petrolero ya comenzaba a pasar al segundo plano del supues-
to conflicto laboral, los despidos anunciados por el presidente Hugo
Chávez eran la excusa que estaba esperando la derecha fascista para
desatar las siguientes fases del golpe de Estado, así que el martes 9 de
abril la CTV y Fedecámaras anunciaron el supuesto éxito del paro pues

17 “Fedecámaras apoya adelantar la huelga”, El Universal, Caracas, 6 de abril de


2002, en Documentos del golpe, Fundación Juan Vives Suriá, p. 26.
Lealtad a prueba de golpe [39]

la actividad comercial y productiva continuó sin contratiempos. Los


medios de comunicación privados se encargaron de manipular la situa-
ción hasta crear la matriz de que el país había acatado el paro, el escenario
del plan fascista avanzaba sigilosamente y fue entonces cuando Carlos
Ortega anunció que la protesta se prorrogaba veinticuatro horas más.
Pedro Carmona Estanga, directivo de la patronal, manifestó ese día:
“Compatriotas, solo unidos por la democracia y la libertad lograremos
sacar adelante a Venezuela. Hoy más que nunca debemos pensar en la
transición para buscar alternativas a la crisis de gobernabilidad”18, razón
por la cual la población en general comenzó a preguntarse: ¿en qué
momento un supuesto conflicto laboral de los gerentes de la industria
petrolera comenzó a ser una alternativa a la crisis de gobernabilidad?
¿Transición, por qué hablar de esto? ¿Qué tenía que ver Pdvsa y sus
gerentes descontentos con buscar alternativas de Gobierno?
Sin embargo, la madurez política del pueblo no había alcanzado la
magnitud que hoy día demuestra en cada acontecimiento de su entorno
inmediato, nacional o internacional, y la presunción de buena fe que se
tenía de los actores de la derecha en ese momento no activó las alarmas
sociales y militares para hacer frente al golpe de Estado. La mayoría
del país continuó con sus actividades laborales cotidianas, a excepción
de algunos sectores del este de la ciudad de Caracas y algunos centros
petroleros del interior del país. Escenarios que continuaban aprove-
chando algunos medios de comunicación para generalizar la situación y
el impacto del llamado paro.

Partidos políticos y generales sin tropa


El segundo día de paro, 10 de abril de 2002, se caracterizó por las
concentraciones masivas de la asociación civil Gente del Petróleo, voceros
de algunos partidos políticos tradicionales, y sus derivados, como Acción
Democrática, Copei, Primero Justicia y Proyecto Venezuela –entre otros
personajes– en las afueras de Pdvsa Chuao, municipio Baruta del estado

18 “Fedecámaras: apoyo total”, Loc. cit, p. 25.


[40] ESTUDIO INTRODUCTORIO

Miranda, relativamente cercano al centro de la ciudad de Caracas, organi-


zaciones políticas que desde el inicio de la Revolución en 1999 empren-
dieron una campaña negativa contra todo lo que proviniese de las filas
del gobierno.
La tensión creció durante la tarde del 11 de abril, cuando se produ-
jeron nuevos pronunciamientos de generales activos, entre ellos: G/B
Néstor González González, quien culpó a Chávez de traición a la patria;
el G/D de la Guardia Nacional, Rafael Damiani Bustillos, quien denun-
ció al presidente Hugo Chávez de dar, supuestamente, al Alto Mando
Militar la orden de reprimir la concentración de Chuao. Cabe destacar
que los diferentes pronunciamientos que se dieron en los días de abril
estaban protagonizados por generales sin tropa, con aspiraciones políti-
cas y compromisos partidistas.
Por su parte, Fedecámaras y la CTV anunciaron que el paro se había
transformado en una huelga general indefinida. Todo esto bajo la mirada
incesante de los medios de comunicación que mantenían la programación
ininterrumpida de cada actividad que emprendiera este grupo de “parados”.

Las masas “eufóricas” o “psicotrópicas”


El amanecer del 11 de abril fue un escenario cargado de emotividad
y euforia para los “líderes” de Fedecámaras, la CTV y Pdvsa, ante la
concentración que ellos no se esperaban en sus filas. Vale decir que el
poder de convocatoria no lo tenían los pseudolíderes de la oposición
sino los medios de comunicación que, bajo estrategias de marketing
político y manipulación mediática de masas, lograron calar su mensaje
en los televidentes confundidos o manipulados.
Desde los inicios de la marcha la ruta era parque del Este-avenida
Bolívar, sin embargo durante su transcurrir, y en conocimiento de lo que
un cambio de ruta implicaba, quienes convocaron comenzaron a llamar
a la gente para ir a Miraflores. Recordamos las imágenes televisadas de
las arengas de Carlos Ortega, o las acciones que emprendieron Carlos
Molina Tamayo y Guaicaipuro Lameda para romper el cerco de seguri-
dad en las cercanías de Miraflores.
Lealtad a prueba de golpe [41]

Según el coronel Manuel Cristopher, cuya entrevista forma parte de


esta publicación, es posible pensar que los asistentes de aquella marcha
opositora fueron inducidos con sustancias estimulantes en los alimentos,
bebidas y en píldoras a llegar hasta el centro de la ciudad, donde el acto
final de los artífices del golpe ya estaba preparado desde mucho tiempo
atrás. Con estas acciones no solo buscaban liquidar a un gobierno legí-
timo sino desconocer la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, sus instituciones y la voluntad de la mayoría de las venezola-
nas y los venezolanos. Al respecto los documentos de las investigaciones
de los sucesos de abril describen:

[…] la puesta en práctica de planes desestabilizadores por parte


de la mayoría de las organizaciones, gremios y partidos que hoy se
identifican como sectores opositores fue considerada seriamente,
incluso, desde el mismo momento en que la candidatura de Hugo
Chávez se perfilaba como opción ganadora, al punto de planificar
movimientos cívico-militares que desconocieran su triunfo, valién-
dose para ello también de artimañas y arreglos tales como el fraude
electoral. Ya durante el período presidencial estos planes se carac-
terizaron por el uso de un repertorio de confrontación directa que
incluía formas de presión y de protesta de signo desestabilizador,
tales como paros ilegales, actos terroristas en refinerías, pronuncia-
mientos militares ilegales, etcétera19.

13 de abril de 2002: Pueblo y Fuerza Armada rescatan la dignidad nacional


La mayor prueba que ha dado el pueblo venezolano de su identifica-
ción con el sistema político que construyó se dio en los acontecimientos
del 13 de abril de 2002, cuando el mismo pueblo que un 23 de enero

19 Asamblea Nacional,“Informe de la Comisión Especial de la Asamblea Nacional


que investiga los hechos y circunstancias políticas, que dieron origen y desa-
rrollo a los acontecimientos ocurridos durante los días 11, 12, 13 y 14 de abril
de 2002”, s/p.
[42] ESTUDIO INTRODUCTORIO

de 1958 salió a derrocar la dictadura perezjimenista, que durante cuatro


décadas resistió y enfrentó la conformación en el país de un sistema exclu-
yente, subordinado y alienante, y que en 1999 participó activamente en
la redacción de la nueva Constitución, tomó las calles y rescató junto
a la Fuerza Armada Nacional al presidente y líder de la Revolución
Bolivariana, Hugo Chávez Frías. A este respecto el presidente Chávez
argumentó:

El 13 de abril el pueblo venezolano escribió una jornada memo-


rable: barrieron la tiranía, barrieron el golpismo […] Es bueno
que revisemos los diez años que han pasado de gobierno con este
soldado al frente de las riendas de este Gobierno, para darle rumbo
al proyecto histórico, al nuevo proyecto histórico. Luego la relegiti-
mación de los mandatos y el inicio de un nuevo período de gobier-
no, de las leyes habilitantes del 2001, el golpe de Estado del 2002,
la agresión imperialista contra Venezuela, el golpe de Estado, el
golpe mediático, el sabotaje petrolero; todo aquello que ocurrió
en el 2002, la gran revolución popular-militar patriótica del 13 de
abril de 2002 habrá que recordarla como uno de los grandes acon-
tecimientos históricos de este segundo período revolucionario20.

Lo que aquí ocurrió no tiene precedentes en la historia de la humani-


dad, ni una teoría política de análisis antes vista. Se configuró una coali-
ción de fuerzas reaccionarias de los grandes empresarios, de la derecha
burguesa nacional e internacional, de los partidos políticos tradicionales
propios del modelo de conciliación de élites del Pacto de Punto Fijo,
de los viejos sindicatos carentes de legitimidad obrera, con la anuencia
de la Iglesia católica y apoyo manifiesto de los grandes emporios de la
industria de la comunicación y el entretenimiento. Más de 150 generales
y almirantes y otros oficiales de alto grado sin tropa traicionaron a su
pueblo y a su historia, y todo esto apoyado por el imperio más poderoso

20 Hugo Chávez Frías, Diez años de la Revolución Bolivariana…, op. cit, p. 21.
Lealtad a prueba de golpe [43]

que tiene la economía mundial: los Estados Unidos de Norteamérica y


sus instituciones asociadas.
Pese a todo ello, el resultado fue la recuperación de la soberanía
nacional por parte del pueblo venezolano, a partir de lo que se abrió con
fuerza el camino para la instauración de la democracia participativa y
protagónica, camino inicial de transición hacia la Venezuela socialista,
si bien es cierto que el desarrollo de la Revolución Bolivariana se viene
dando desde sus inicios con la constante contradicción de un modelo
que está feneciendo y el surgimiento de uno nuevo cuyas estructuras
están en constante enfrentamiento con remanentes culturales y políticos
del modelo capitalista.
Esta lucha se ha fortalecido históricamente con la victoria del Poder
Popular en numerosos comicios electorales y en la contundente respues-
ta ante los intentos de golpe de Estado y sabotajes que sigue haciendo
la derecha nacional e internacional. La lucha es ardua, pero cada victoria
nos dibuja nuevas posibilidades de seguir avanzando. En torno a ello el
presidente Chávez sostuvo:

Tenemos que continuar por esta senda, la Venezuela socialista no


se puede volver a la Venezuela retrógrada, a la Venezuela espanto-
sa. No dudo de que de volver al pasado volveríamos a la Venezuela
espantosa, por eso debemos reunificarnos por todo nuestro pueblo
para la soberanía y la esperanza nacional. La soberanía es del pueblo
y cada día el pueblo venezolano debe tener más poder político, más
poder económico, más conocimiento, más conciencia, porque es
el pueblo el gran constructor del socialismo. Es el pueblo el gran
constructor de la economía socialista, el gran constructor del Estado
socialista, de la patria socialista. Nosotros, y yo, lo que hacemos
es orientar el rumbo, orientar la marcha y actuar permanente-
mente como un vigilante, como un soldado, oteando el horizonte
y tomando las decisiones que haya que tomar todos los días para
[44] ESTUDIO INTRODUCTORIO

garantizar la continuidad del proyecto histórico de la democracia


socialista, del proyecto socialista bolivariano21.

Sobre la presente publicación


Esta compilación de entrevistas busca describir al detalle los momen-
tos que el pueblo en armas vivió durante los sucesos de abril de 2002.
Refiere los testimonios de primera mano de un grupo de guardianes del
comandante presidente Hugo Chávez Frías, como vieron ellos los acon-
tecimientos, y cuáles acciones tomaron frente a la arremetida golpista.
Estos relatos nos refieren las emociones propias de momentos tan
importantes para la historia política venezolana, que marcaron para
siempre a estos protagonistas y que a partir de aquí sientan precedente
sobre nueva cátedra política en nuestro país, Latinoamérica y el mundo.
Sin temor a equivocaciones, y luego de revisar no solo los testimonios
sino también la historia reciente, se puede decir que pocos gobiernos en
el mundo –a excepción de la Cuba revolucionaria– se sienten respalda-
dos por un pueblo que es capaz de dar su vida por salvar y resguardar a
su jefe de Estado y su sistema político. El 13 y el 14 de abril las venezo-
lanas y los venezolanos demostramos de qué material estamos hechos.
Esta es una advertencia no solo para los gobiernos imperialistas sino
también dirigido a todos aquellos que finalmente sucumben o sucum-
bieron ante las amenazas de las élites mundiales: las venezolanas y los
venezolanos somos un pueblo que queremos patria, democracia, inde-
pendencia, socialismo y revolución. ¡Para siempre!
Deyanira Rivero
Christian E. Flores G.
Dirección de Investigación y Asesoría Histórica
de la Asamblea Nacional

21 Hugo Chávez Frías,“Unificar y repolitizar las fuerzas del Psuv es fundamental


para librar la batalla socialista”, en Encuentro Socialista del Partido Rojo. Polide-
portivo José María Vargas, La Guaira, 20 de enero de 2011, [en línea] URL:
http://blanca.psuv.org.ve/2011/01/21 /chavez-psuv-vargas/. (Consultado por
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20 de enero de 2011, s/e, s/p. [en línea] URL: http://blanca.psuv.org.
ve/2011/01/21 /chavez-psuv-vargas/. (Consultado por última vez en
mayo de 2013).
Lealtad a prueba de golpe
Guardianes eternos del legado
del Comandante Supremo Hugo Chávez
Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL22

Yo quiero decirle al comandante presidente de la República Bolivariana de Venezuela,


a nuestro amado Chávez, que, primero, él sabe que nosotros le fuimos leales, él sabe
cómo nosotros lo amamos profundamente, a él le agradecemos todo lo que nos enseñó,
su ejemplo, su humildad, su honor infinito; este pueblo siempre soñó con un presidente
que simplemente lo quisiera un poco, pero Chávez se pasó; Chávez nos amó a todos.
¿Verdad? Nos amó y ese amor él lo recogió y lo está recogiendo y lo seguirá recogiendo,
ese amor de Chávez por este pueblo es el que va a sostener este proceso revolucionario
porque esos sentimientos nunca se podrán combatir y nunca se sepultarán, esos
sentimientos jamás se podrán sepultar.
Comandante, donde quiera que esté cuente con nuestra lealtad para sostener su lega-
do, nosotros acompañaremos a Nicolás Maduro con la misma lealtad que a usted lo
acompañamos porque esa es su decisión y sabemos que a Nicolás hay que cuidarlo, y
lo vamos a cuidar y nos ponemos a la orden de Nicolás Maduro porque lo escuchamos
el 8 de diciembre y lo escuchamos siempre, y sabemos que siempre las mejores deci-
siones en los momentos más difíciles caracterizaron su trayectoria de vida, siempre
pensando en el bienestar y en la felicidad de nosotros.
Por eso, comandante amado, Comandante Eterno, nosotros le juramos que vamos
a sostener este proceso revolucionario y a mantener su legado, más allá de nuestras
propias vidas si eso es necesario; confíe en sus hijos e hijas que nosotros jamás le
fallaremos como usted nunca nos falló. Te amo, Comandante.

22 María Iris Varela Rangel (San Cristóbal, Táchira). Militante revolucionaria. Abo-
gada de la Universidad Católica del Táchira con especialidades en Derecho
Constitucional, Derecho Procesal Penal, Nuevo Proceso Penal en Sistema
Acusatorio y Estudios en Criminalística; integrante de la directiva del Partido
Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y actual ministra del Poder Popular para
el Servicio Penitenciario.

[50]
[52] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

Los antecedentes
Me ha pasado en el transcurso de todos estos años que cada vez que
hablo del 11, 12 y 13 de abril recuerdo cosas nuevas. Yo vivo en el estado
Táchira, a unos cuantos kilómetros de San Cristóbal, y en los inicios
de mi militancia todo se centraba en aquella ciudad y sus alrededores.
Por circunstancias de la vida fuimos articulando unos equipos de traba-
jo, organizándonos siempre con la vista puesta en el peligro que repre-
sentábamos para los intereses hegemónicos del imperio. Las fuerzas
revolucionarias han venido a ocupar aquellos espacios históricamente
arrebatados a los pueblos. Esa es la historia de América Latina.
Muchos militares llegaron al poder gracias a la formación adquiri-
da en la tristemente conocida Escuela de las Américas. La Operación
Cóndor fue montada como una operación de la CIA para acabar con
los movimientos revolucionarios en todo el cono sur, a través de la figura
de los desaparecidos. Es por ello que siempre desde el Táchira hemos
tenido desconfianza y sospechas del entorno militar. Es decir, desde una
perspectiva no contaminada, recibíamos información de algunos lucha-
dores que estaban fuera de nuestras fronteras.
Recuerdo que en el mes de diciembre del año 2001 el presidente
salió con el decreto de las leyes habilitantes. Éramos diputadas y dipu-
tados de la Asamblea Nacional: Cilia Flores, Desirée Santos Amaral,
Iris Varela, Nicolás Maduro, Luis Tascón y otros compatriotas. Hemos
tenido la fortuna de que los diputados provenientes del Táchira –que
surgimos gracias a la Revolución– nos hemos mantenido siempre leales
a este proceso, sin traidores, y por eso es que me siento tan orgullosa de
mis coterráneos. Para ese entonces me la pasaba en el Táchira conver-
sando con mi grupo de activistas, y como dirigente del Movimiento
Quinta República (MVR) era parte de la dirección regional, llegué a ser
la coordinadora, después fui dirigente nacional. Siempre alerté porque
veíamos un movimiento raro; manejábamos un documento que decía:
“Los veinte pasos para el perfecto golpe de Estado latinoamericano” de
la CIA, y al mismo tiempo observábamos los movimientos del clero,
de Fedecámaras, de estos sindicalistas tarifados de la CTV, de algunos
Lealtad a prueba de golpe [53]

militares que empezaron a pronunciarse, aunque eso ya fue al final.


También vimos las actitudes de dirigentes como Luis Miquilena, quien
era el coordinador, presidente y jefe máximo del MVR, vimos a personas
que se arrastraban ante él y si uno osaba decir algo contrario enseguida
lo tildaban de traidor.
Aprendimos algo y hasta ahora lo hemos puesto en práctica, Chávez
insistía mucho en una frase de Toby Valderrama: “Irreverencia en la
discusión, lealtad en la acción”. En lo particular considero que esa debe
ser la práctica de un revolucionario, que así debe comportarse. Para mí es
una traición conocer las cosas y callarlas o no llevarlas al conocimiento.
A nosotros nos interesaba sobremanera proteger al comandante Chávez.
Esto yo nunca lo he contado: recuerdo que un día estaba el Coman-
dante jugando béisbol en el Fuerte Tiuna y fui a verlo para darle una
información terrible sobre las conspiraciones de Luis Miquilena y
Alfredo Peña, quien se había desempeñado como ministro de la Secre-
taría de la Presidencia y también fue constituyentista. A todas estas el
anillo de seguridad no me dejó llegar. No confiaba en nadie, cada vez
que veo las traiciones digo: “Gracias a Dios que soy desconfiada”. Ese
día logré saludar al presidente pero no le pude decir mucho; cuando le
lancé finalmente una él me agarró y me dijo: “Iris, acuérdate de que yo
soy el jefe de Estado”, y yo le dije: “Comandante, es necesario que usted
me escuche”.
En todo caso, ni aún por el hecho de que el Comandante me haya
echado un parado así, alguna vez me sentí molesta, o me aparté, o peor
aún me callé; al contrario, eso me dio más fuerzas para buscar la mane-
ra de combatir todo lo que estaba viendo. Fue entonces cuando Luis
Tascón, a quien nadie conocía –en realidad lo conocieron después de las
interpelaciones cuando adoptamos el mecanismo de recibir los videos
para desmontar todo lo del golpe de Estado–, y yo fuimos a Táchira,
Barinas, Mérida, sur del lago de Maracaibo, Apure y empezamos a hacer
asambleas populares con la militancia revolucionaria del MVR. Allí le
decíamos a la gente que Luis Miquilena estaba traicionando a Chávez.
Todo esto que estoy contando ocurrió a finales del 2001.
[54] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

Por supuesto que eso llegó a oídos de los traidores, recuerdo que en
la Asamblea Nacional empezaron a promover una comisión para revisar
la Ley Habilitante, y esta señora que tú ves aquí, que no se aguanta una,
se paró y en la cara de Nicolás dije: “Este está traicionando”, y señalé
a varios, entre ellos al líder Alejandro Armas, quien era un dirigente
nacional del MVR y presidente de la comisión de finanzas. Supuesta-
mente la reforma de la Ley Habilitante era una línea del MVR, se decía
que esas leyes iban a afectar al pueblo. Acotaban que el Comandante
Chávez tenía que reflexionar y que había que crear una comisión para
reformar las leyes, además existía la posibilidad de que fuera vetada la
camarada y doctora Adina Bastidas, quien era la vicepresidenta de la
República. Cuando escuchamos todo eso nos paramos, particularmente
comenté: “El diputado que se involucre en esa comisión está traicionan-
do a Chávez, nosotros aquí no vamos a conformar ninguna comisión”,
y armamos el lío. El jefe de la bancada nuestra era Ernesto Alvarenga,
fue entonces cuando ellos decidieron ponerme la piedra de tranca con
Chávez.
Posteriormente, Luis Miquilena, Ernesto Alvarenga, todo ese combo
de traidores, y creo que el presidente Chávez pensaban expulsarme del
movimiento, me citaron a una reunión con la dirección nacional del
MVR. Llegué, y cuando por fin logré entrar afirmé: “Por supuesto que
aquí me van a cortar la cabeza, pero voy a decir todo”. Llegué y espe-
ré un rato, la reunión se efectuó en uno de los salones del palacio de
Miraflores. El Comandante se sorprendió al verme, siempre me chan-
tajeaban con citarme a la dirección nacional por actos de indisciplina.
Llegué, me senté y el presidente me saludó con un beso y dijo: “Ajá,
¿y por qué citaron a Iris?”. Entonces se paró Alvarenga y dijo un poco
de cosas que me dejaron asombrada. En verdad ellos se quedaron sin
argumento de por qué me estaban citando, pero como el Comandante
Chávez nos daba siempre el derecho de palabra cuando nos hacían
algún tipo de señalamiento, me dijo: “¿Iris, qué tienes que decir?”. Le
respondí: “Mire, comandante, tengo que decir muchas cosas: primero,
aquí están conspirando contra usted y están preparando un golpe de
Lealtad a prueba de golpe [55]

Estado. Soy una de las diputadas que asiste todos los lunes a las reunio-
nes de la fracción, pregunte quiénes de aquí van. Somos ciento y pico
de diputados y solamente acuden regularmente como treinta. Siempre
estoy, así que a mí nadie me puede calificar de indisciplinada. Segundo,
no acepto el hecho de que aquí estén promoviendo una comisión para
reformar las leyes habilitantes. ¿Usted sabía eso, Comandante? Yo consi-
dero que eso es traición, quieren lanzarle un voto de censura a la vicepre-
sidenta de la República, Adina Bastidas, pero además –y me le disparé
como una metralleta– dentro de la Asamblea Nacional hay una comisión
que actualmente está estudiando reformar el Código Penal. ¿Usted sabe
quién es el asesor? Pues Alberto Arteaga, el defensor del corrupto Carlos
Andrés Pérez. Comandante, esas son cosas con las que no puedo estar de
acuerdo. Además aquí están fraguando un golpe de Estado”.
Ahí mismo se paró Miquilena y dijo: “Creo que aquí hubo un error.
De verdad la compatriota Iris Varela es una de las diputadas más respon-
sables”. A mí se me cayó la quijada y pensé: “Este viejo traidor”.
Antes de esa cita ya había hecho como diez asambleas populares
denunciándolo por desleal. Hice una campaña desde las bases, estuve en
Caricuao –la gente de ese sector cuando lea este libro tendrá que acor-
darse–. Fuimos a Maracay y también allí dijimos que Miquilena había
traicionado a Chávez. Esto fue más o menos en diciembre del 2001.
Cuando terminó la reunión, el presidente me preguntó si tenía algo más
que decir, entonces le dije: “Presidente, lamento que me hayan traído
a perder el tiempo y hacerle perder el tiempo a usted, porque mañana
tengo la reunión con la comunidad de Morales y tengo que salir ahora,
me iba por avión y ahora me toca irme por tierra para Táchira”.
Nos fuimos en mi carro, yo manejaba y a mi lado iba mi asisten-
te Rosi Navarro. Llegamos al distribuidor de la autopista regional del
centro, el que conduce a San Carlos, pasamos por donde está el terminal,
luego llegamos al elevado y por debajo de este hay una redoma que dice
Tocuyito-Cojedes-San Carlos, dimos la vuelta y, se lo juro, nos dispa-
raron para amedrentarnos; si nos hubieran querido matar lo habrían
hecho. En ese momento yo tenía un Neón vinotinto, todo el mundo
[56] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

sabía que ese era mi carro, con él iba para la Asamblea Nacional. Mi
error fue decir en esa reunión, después de desenmascarar a los traidores,
que me trasladaría por tierra, parecía que nos estaban esperando cerca
del elevado. Gracias a Dios no pasó nada. Seguí mi camino. Eso siempre
lo he relacionado con aquella reunión. Como te dije, eso fue en diciem-
bre; luego en los meses de enero, febrero, marzo, y el primero de abril
empezaron a pronunciarse los traidores y los militares.
Recuerdo que un día abordé a Cilia Flores y a Nicolás Maduro en
su vehículo, me monté en su camioneta y me senté atrás, salíamos de
la Asamblea y les comenté: “Tengo la información de que hay unos
cuatro generales del entorno de Chávez que lo van a traicionar, es de
buena fuente, están preparando un golpe de Estado, tienen que tener
cuidado”. Les di unos detalles que no puedo revelar ahorita, todo tiene
su momento, y les expliqué además que lo que me habían informado
se había dado permanentemente. He trabajado con inteligencia social
y mis fuentes son de primera mano. Como yo estaba buscando a quién
pasarle la información, también hablé con el general desleal Manuel
Rosendo y le dije que unos militares del entorno de Chávez lo iban a
traicionar. Bueno, supondrán como él procesó esa información.

11 de abril, momento de traición


Después de eso, empezó el golpe militar. Se pronunciaron el coronel
Pedro Soto y el “almirantico de agua dulce”, Carlos Molina Tamayo; lo
que nos llevó a convertirnos en los guardianes del palacio. Recuerdo que
ante el primer asomo de una declaración de algún traidor uniformado,
el pueblo inmediatamente sintió la necesidad de articularse y demostrar-
le a esa Fuerza Armada, y a los desleales que quedaban allí, que estaba
dispuesto a defender a Chávez. Hay algunos problemas propios de la
mentalidad de esos militares formados en la Escuela de las Américas,
conocidos como “institucionalistas”. No queremos militares institucio-
nalistas. ¡Aquí los militares tienen que ser revolucionarios! Y que sigan
escuchando al pueblo como lo escuchó Chávez, porque aquí el soberano
está clarito. ¡El que pone y quita presidentes es el pueblo venezolano! Ahí
Lealtad a prueba de golpe [57]

está lo que hizo el pueblo después del golpe de Estado, en este momento
que no tenemos al Comandante físicamente desbordó las calles. Enten-
demos que el pueblo ha sabido interpretar muy bien su legado, hacia
dónde nos dirigimos, porque aquí todos estamos dispuestos a todo,
¡estamos resteados!
Así empezamos. Nos quedábamos en el palacio, hacíamos vigilias y
cuidábamos. Para entonces yo tenía la función de presidir una comisión
de integración que estudiaba los Tratados de Libre Comercio (TLC),
con la visión y misión de desentrañar todo ese paquete neoliberal para
así poderlo contraatacar. El presidente me había nombrado también
integrante de una comisión de alto nivel para estudiar la propuesta de
la Alba (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América), así
que estudiaba todos esos tratados de integración, qué se pretendía con el
Alca (Área de Libre Comercio de las Américas) y el Mercosur (Mercado
Común del Sur). Debido a estas responsabilidades, el 11 de abril estaba
recibiendo al embajador de México para que nos contara la experiencia
del pueblo mexicano con respecto al TLC con Estados Unidos y Canadá,
con el que, por cierto, México se llevaba la peor parte. Estando en eso
nos llegó la denuncia de que la marcha anunciada desde Parque del Este
a Pdvsa en Chuao iba a ser desviada hacia Miraflores.
¿Qué hicimos? Primero terminar la reunión; me acuerdo que también
había un concierto en la Asamblea Nacional de un guitarrista con una
orquesta sinfónica, entonces le dije a Desirée Santos que nos fuéramos
para el palacio de Miraflores, pero finalmente terminé yéndome sola
porque ella se quedó con mi cuñado. Llegué hasta allá caminando, subí
por las escaleras de Puente Llaguno pintada con dos rayas de color
rojo –bueno, estábamos en combate defendiendo la Revolución– y nos
fuimos a lanzar nuestras consignas desde la tarima. Como a las tres de la
tarde el presidente empezó su alocución, queríamos que fuera en cadena
nacional, entonces nos dimos cuenta de que estaban partiendo la panta-
lla y empecé a decirle desesperada a Francisco Ameliach, quien también
era diputado, que hiciéramos algo, que eso era un irrespeto, que tenían
que intervenir y tumbar la señal a estos canales: “Túmbenles la señal,
[58] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

están irrespetando al presidente, se está lanzando una cadena”. Entonces


se dio la orden efectivamente, pero como había tanta traición la señal
que terminaron sacando del aire fue la de Venezolana de Televisión.
Recuerdo que estaba sobre la tarima desde donde se veía Puente
Llaguno y vimos que de repente la gente se lanzaba al piso. ¿Qué pasa
allá? La masa corría y nosotros parados en la tarima, entonces nos decían:
“Miren, hagan algo, están disparando, hay francotiradores”. ¿La Policía
Metropolitana está disparando?, ¿hay francotiradores? Éramos presa de
una confusión terrible. Caía la gente cerca de uno; al lado de mi sobri-
no mataron a un muchacho, le pasó el tiro muy cerca y le cayó al otro,
imagínate ese desespero. Nosotros estábamos impotentes, recuerdo que
me bajé, vi al gordo Juan Barreto y agarré unas piedras que nos lanzaban
los escuálidos que estaban debajo de Puente Llaguno, en un intento por
devolvérselas.
Llegó un camarada y me dijo: “Mire, por allá hay una comisaría de
la Policía Metropolitana, están saboteando a los motorizados, les están
quitando las motos y les están pinchando los cauchos”. Entonces nos
fuimos para allá, me monté con un muchacho que no conocía, no sé
quién es todavía –si algún día ese muchacho me aborda y me dice que
con él viví esa experiencia se lo agradecería– y me puse a pelear con la
Policía Metropolitana y les dije: “¿Qué les pasa a ustedes, cómo van
a detener las motos de estos camaradas?”. Supuestamente la Alcaldía
Mayor era nuestra, aunque yo ya sabía quién era Alfredo Peña. Regre-
samos otra vez para Miraflores, no teníamos noción del problemón que
había, pero ahí estábamos dispuestos a enfrentar las circunstancias.
Al rato salieron unos guardias nacionales y la gente los aplaudió
diciendo: ¡Salió la Guardia, van a contener a esos violentos!, refiriéndo-
se a los escuálidos de la marcha que querían entrar al palacio y tal vez
decapitarnos a todos, empezando por el Comandante Chávez. ¿Pensa-
ban los traidores que si llevaban una turba hasta Miraflores el pueblo
venezolano los iba a dejar pasar? Por supuesto que el pueblo estaba
clarito, lo que hizo fue ir a defender su Revolución, a su Comandante,
a su democracia participativa y protagónica; ellos pretendían poner a
Lealtad a prueba de golpe [59]

luchar pueblo contra pueblo. Bueno, no pudieron pasar, aplaudíamos a


la Guardia Nacional, pero de verdad se pudo hacer muy poco porque
ya la conspiración tenía otras aristas, unos actores de mucho peso y con
apoyo internacional.
Duramos toda esa tarde viendo a la gente caer, no supimos lo que
había pasado sino hasta después durante las interpelaciones que se
hicieron en la Asamblea Nacional. Logramos recabar videos que la
gente empezó a llevar y se reconstruyeron los hechos. No sabíamos en
realidad la magnitud de lo que estaba pasando, aunque lo vivimos en
carne propia. Recuerdo que a eso de las ocho de la noche estaba en la
tarima y la gente lloraba; había un grupo de evangélicos y estaba Noelí
Pocaterra orando en su idioma indígena, todo el mundo invocando su fe.
El golpe ya estaba dado pero nosotros aún no lo sabíamos.
Más tarde vino un grupo de compatriotas golpeando a un hombre y
les dije: “Epa, ¿qué pasa con ese señor? Déjenlo tranquilo”. Y me dicen:
“Él estaba matando a una niña, es un francotirador, él le disparó a una
niña”. “Entonces súbanlo para acá porque hay que preguntarle algunas
cosas. No lo maten, súbanlo”. Lo subieron a la tarima y le quitamos una
identificación de la empresa Wackenhut, compañía relacionada con los
Pérez Recao. Vicente Pérez Recao era diputado suplente de la Asamblea
Nacional por el Movimiento Quinta República, ingresó impulsado por
Miquilena, Alejandro Armas y otros amigos de ellos. Ya sabemos que
Isaac Pérez Recao formaba parte de los yupies armados que eran escoltas
de Carmona y su combo, además también daban instrucciones a los
militares traidores.
Entonces le agarré la identificación al tipo y se la di a un coronel –que
actualmente ya murió–, Tomás Moncanut, quien trabajaba en contrain-
teligencia y nos enseñó mucho sobre la guerra de cuarta generación; él
hacía las pruebas de los vehículos Tiuna, tuvo un accidente que le hizo
perder la vida. Esperamos que eso haya sido un hecho aislado, aquí uno
a veces se pone a revisar y hay cosas que parecen muy extrañas. Ese coro-
nel, que Dios lo tenga en paz y en la gloria, tomó la identificación que
nosotros le quitamos al tipo y lo llevaron a la enfermería de Miraflores.
[60] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

Como a las diez de la noche recibí una llamada de Cilia Flores pregun-
tándome dónde estaba, le contesté que me encontraba en la tarima, me
dijo que me bajara de ahí, que me iban a matar, que había un golpe de
Estado en marcha: “No, es que yo no me puedo bajar de aquí, hay que
decirle eso a la gente, ellos no se van a ir de aquí”. “El Comandante dijo
que todos nos protegiéramos –continuó diciéndome Cilia– el regional 5
se alzó, ya no hay nada que hacer aquí, el Comandante lo que quiere es
que preservemos la vida, que no haya derramamiento de sangre, porque
esa gente fascista viene dispuesta a todo”.
Me senté en el murito de la tarima para pensar la manera de decir-
le a toda esta gente lo que estaba ocurriendo. Llegaban llorando y me
preguntaban: “¿Qué pasa, diputada?”. Finalmente les dije: “camaradas,
hay un golpe de Estado, traicionaron al Comandante, el regional 5 se
alzó”. Todo lo que me había contado Cilia por teléfono se los dije: “Esa
es la información que tenemos. Llegó la hora de ver lo que está pasando
allá adentro”. Entonces entré al palacio con Luis Tascón y con Julio
García Jarpa, donde me encontré con Marelis Pérez Marcano, Adel
El Zabayar, estaba también Willian Lara, quien era el presidente de la
Asamblea Nacional, y varios diputados más. Nos pusimos a esperar. Yo
siempre compartía con Tascón, comentábamos con amargura que todo
lo que estaba sucediendo nosotros lo habíamos alertado.
Bueno, empezó la sospecha generalizada sobre todo el mundo, y del
que uno veía medio raro decíamos: “¡Este es un hijo de su mamá! ¡Este
es un traidor!”. Recuerdo que pasó Rosendo y le dije: “¡General, usted
es un traidor!”. No quiso detenerse a hablar con nosotros, había venido
a buscar a Chávez para llevárselo. Entonces pasó todo aquello que se
supo después.
Nunca pensamos abandonar el palacio. Freddy Bernal nos decía que
iban a bombardear. “Bueno, moriremos. Hasta aquí llegamos”, pensaba.
Recuerdo que llamé a mi papá, quien es un revolucionario muy creyente,
él ya murió: “Papá, hay un golpe de Estado, van a matar al Comandante”.
Entonces me dijo: “Hija, tenga fe que el presidente es un misionero, yo
tuve una visión de que viene una legión de ángeles a salvarlo, él tiene
Lealtad a prueba de golpe [61]

que cumplir lo que le encomendaron, tenga fe”. Recuerdo que en la


madrugada nos despedimos del Comandante. Fue un momento suma-
mente doloroso. Los muchachos de Casa Militar se arrodillaron ante
él y le pedían la bendición cuando se estaba yendo, en ese momento
empezamos a cantar el Himno Nacional. Todo el mundo jurándole leal-
tad al Comandante y llorando, estábamos resteados pero impotentes. Al
rato volví a llamar: “Papá, se llevaron al Comandante, lo van a matar”.
Volvió a decirme: “Al Comandante no le va a pasar nada porque él es un
misionero, una legión de ángeles lo protege, no le va a pasar nada”, y me
colgó el teléfono.
Entonces nos fuimos del palacio. Llamé para el edificio donde esta-
ba residenciada en Caracas y un vecino me advirtió: “No venga para
acá porque la van a matar, la andan buscando; si a usted la llegan a ver
por aquí, le va a pasar algo, mejor no venga”. Entonces le comenté a
mi comadre Desirée lo que estaba pasando. De ahí nos fuimos para la
Asamblea Nacional. Cuando entramos estaban todas las oficinas y los
cubículos con calcomanías que decían que ya todo se había acabado, que
Chávez se había ido, es decir, todo lo tenían preparado.

12 de abril, preparación de la defensa de la patria


Luego nos sacaron a todos del palacio en una camioneta. Junto a
Willian Lara iba Francisco Ameliach, Noelí Pocaterra, Rosario Pacheco.
Desirée Santos me dijo que me quedara tranquila, que ella me iba a
llevar a un lugar seguro, donde terminamos de pasar esa terrible madru-
gada del 12. Ahí empezamos a escuchar la radio, al aire estaba la negra
Antonia Muñoz también denunciando el golpe, escuchamos a Ronald
Blanco La Cruz, gobernador del Táchira, haciendo lo mismo. La cama-
rada Desirée también lo denunció esa madrugada. Mis teléfonos estaban
intervenidos y podridos, no los podía utilizar. Lo único que escuchá-
bamos por la radio era: “Menos mal que ya descansamos de Bolívar”.
Eso decían. Le dije a Desirée que nos fuéramos hasta la embajada de
Cuba, pero estaba tomada por los escuálidos. Nosotras no sabíamos que
nos estaban buscando desde el día anterior. En la mañana nos fuimos
[62] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

otra vez hasta la Asamblea Nacional donde pudimos hablar con Willian
Lara en torno a cómo él percibía lo que estaba sucediendo.
Decían que yo estaba escondida en la embajada de Cuba, aunque
en verdad nosotros pretendíamos ir para allá y decir: ¡Aquí estamos!
¿Me entienden? Además nunca nos escondimos, ahí están los videos
que demuestran dónde estuvimos el 11, 12, 13, 14, 15, 16, 2001, 2002,
2003, 2011, 2012 y dos mil siempre, ahí están. Nunca nos vamos a ir de
aquí, así como no se fue Chávez, aquí quedaremos sembrados, porque
nosotros sí amamos esta patria.
Recuerdo perfectamente cuando llegamos esa mañana del 12 a
la Asamblea Nacional, era como si no existiéramos. Ahí estaban los
diputados adecos, pero a nosotros nadie nos veía. Entonces entramos
en la oficina de la presidencia durante un buen rato. Vimos que la cosa
estaba muy rara y empezamos a organizarnos: que si vamos a instalar el
Gobierno en Maracay; no, que si vamos a declarar aquí la resistencia;
que si vamos a denunciar el golpe de Estado, y empezamos a planificar
muchas cosas con Willian Lara. Después llegó Pedro Carreño, cuando
anunciaron la cadena terrorífica, la cadena de la democracia, democracia
del grupito de escuálidos sátrapas. “Ahí viene la cadena nacional, vamos
a ver” –dijimos–, pero el que salió fue el Fiscal General, Isaías Rodríguez,
a quien vimos denunciando el golpe.
Hubo un momento en que empezamos a preguntarnos qué hacíamos
en la Asamblea, ningún periodista nos entrevistaba, era como si no
existiéramos. Además, había una actitud muy traidora de la Guardia
Nacional del palacio. Pensábamos que lo que teníamos que hacer era
distraer al Gobierno de facto, desconocerlo y para ello debíamos reunir a
los diputados; pero no pudimos, éramos únicamente un grupito pequeño
que había quedado aislado, hubo muchas fallas para podernos comunicar,
teníamos los teléfonos intervenidos, también muchos diputados nos
traicionaron, como por ejemplo Ernesto Alvarenga, Alejandro Armas,
Alberto Jordán Hernández, aunque hubo otros que no sé qué les pasó,
perdimos contacto. Luis Tascón sí me dijo: “Me voy para Táchira, porque
Lealtad a prueba de golpe [63]

allá hago más que aquí, tengo a todo mi equipo. Usted trate de no viajar
porque la pueden fregar, a mí casi no me conocen”.
Entonces Pedro Carreño me preguntó con quién andaba, le contesté
que con Desirée Santos. “No, véngase conmigo que a usted la andan
buscando para matarla”. Él ya había visto la famosa revista Bohemia,
en la que salían todas las fotos nuestras; no nos estaban buscando
precisamente para darnos un caramelo, sino para lincharnos. Recuerdo
que la noche anterior nos velaron “simbólicamente” frente a La Carlota,
en un muro. Antes de salir de ahí me puse a pelear con la Guardia
Nacional: “¿Ustedes no van a hacer nada? ¿Ustedes no juraron lealtad a
la Constitución y al comandante en jefe? Aquí hay un golpe de Estado”.
Los tipos me miraban así como que ya nosotros habíamos perdido nuestra
condición de diputados. Claro, esto sucedió después de que leyeron por
televisión el famoso decreto de Carmona, según el cual se destituían
de sus cargos a los diputados de la Asamblea Nacional. Estos guardias
acataron esa orden desconociendo la soberanía popular y la voluntad del
pueblo venezolano. Pedro Carreño me conminó a irnos porque nos iban
a matar ahí. Nos montamos en un carro él, Rodolfo Gutiérrez –quien
iba manejando– y yo. Pedro me decía que me escondiera: “Yo puedo
pasar más disimulado y Rodolfo también, pero a ti te andan buscando,
escóndete”. Entonces me acostaron en la parte de atrás del carro.
Finalmente nos fuimos a otro lugar seguro en una zona que yo no
conozco de Caracas y cuando llegamos me conseguí al gordo Juan
Barreto. Cuando lo vi nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Duramos
horas intentando comunicarnos, recibimos varias llamadas a su teléfono,
él pudo hablar con periodistas internacionales y declaramos para una
radio de Argentina y México. Supimos que en Globovisión vetaron
unas palabras de la primera dama, Marisabel Rodríguez, porque aducían
que esa era mi voz, no la de ella. No sé si de alguna manera yo tengo
un timbre parecido al de Marisabel, no lo creo, y menos el acento, mi
acento no lo pierdo. El asunto es que estos fascistas tenían una orden:
desaparecer al chavismo de la pantalla y decirle a todo el pueblo que a
nosotros nos habían matado, eso fue lo que le dijeron al soberano.
[64] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

13 de abril, pueblo en la calle


Estuvimos el resto del día 12 en ese sitio, fue cuando leyeron el decre-
to de Carmona; la madrugada la pasamos llorando y viendo qué íbamos
a hacer. Ya en las primeras horas de la mañana Pedro Carreño nos dijo:
“Esperen mis instrucciones, porque lo más seguro es que nos vayamos
para Maracay a instalar el gobierno, los mantengo al tanto”. Más tarde
Juan Barreto me dijo que se iba para Miraflores”. Y le dije: “Yo me voy
para Maracay, nos comunicamos por teléfono, camarada”. Nos despedi-
mos y arrancamos cada uno para donde decidió irse.
Cuando íbamos por la autopista, con Rodolfo Gutiérrez al volante,
vimos mucha gente. Entonces él dijo: “Baja el vidrio para que te vean,
que son los nuestros, son los chavistas, está el pueblo en la calle”. Bajé
el vidrio, y cuando la gente me vio me sacaron del carro y me montaron
en hombros: “¡Está viva, está viva!”. Entonces me preguntaban: “¿Dónde
está Freddy Bernal?”, les habían dicho que me habían matado junto con
Freddy. “¿Dónde está Aristóbulo?, ¿dónde está fulano?”, les dije que no
creyeran en esos rumores porque era terrorismo, y que confiaran en que
seguramente ellos estaban bien. “¿Hacia dónde van?”, nos preguntaban.
“Para Maracay”. “¿Dónde está el Comandante?”, la gente me decía: “En
Fuerte Tiuna”, “pues vamos a quedarnos aquí”, decidimos.
A todas estas, yo tenía un amigo que ahorita es general de brigada
–y en aquel momento era comandante– que me pasó una información
acerca de que había unos comandantes en La Carlota, escuálidos, que le
habían comentado que a Chávez lo sacaron de Fuerte Tiuna con direc-
ción a la base naval de Turiamo, para luego llevarlo a La Orchila, y que
estaban obligando a unos oficiales a operar los helicópteros. Me dijo
que él había mandado a quitarles unas piezas a los aparatos y que no
pudieron utilizarlos. ¿Saben ustedes quién fue hasta allá a pedir esos
helicópteros? Bueno, el cardenal golpista que murió, Ignacio Velasco,
ese mismo que les bendijo el golpe de Estado a ellos sin importarle los
muertos y la sangre derramada. Este militar se llama Gastón Altuve,
ahorita es el comandante de la Aviación del Ejército Bolivariano, era
uno de los que manejaba estos helicópteros grandes rusos, es experto en
Lealtad a prueba de golpe [65]

ese tipo de helicóptero, además es instructor de estos aparatos; lo conoz-


co desde que era subteniente, es de Tovar, lo conocí en San Cristóbal y
tenemos una amistad desde hace mucho tiempo. Siempre me mantuvo
informada, me decía quiénes eran los traidores. Pero no es ningún mili-
tante político sino un hombre con conciencia.
Me puse a dar orientación a la gente y a lanzar consignas para ganar-
nos, ante la traición, a la tropa de militares, porque ellos también son
pueblo y siempre han tenido mucha conciencia. Entonces decía: “¡Solda-
do, amigo, el pueblo está contigo! Avancemos hasta llegar a la puerta,
ahí está la alcabala 3 de Fuerte Tiuna”. Y salió un soldado que traía un
acta –ustedes deben saber que cuando a una persona la tienen detenida
le mandan a hacer una inspección corporal para dejar constancia en un
expediente; eso lo hacen los fiscales militares– para dármela y me dijo:
“Tengo un documento para entregarle, pero nadie puede ver que se lo
estoy dando porque me matan”. “Vámonos para allá”, le dije y me volví
hacia él: “Entrégueme eso y piérdase”. Y me dijo: “No lo lea hasta que
yo no me vaya de aquí”. Me hice la loca con el papel, aún no sabía lo
que cargaba en la mano, y cuando me cercioré de que el soldado se había
desaparecido di la vuelta y lo leí. Me di cuenta de que era la inspección
realizada al cuerpo del comandante presidente, abajo decía en letras
chiquitas, de la propia fiscal militar que le hizo la inspección corporal:
“Manifestó ante la Fiscalía Militar que no ha renunciado”. Creo que esa
acta de inspección fue una de las primeras pruebas escritas de que él no
había renunciado, porque la otra prueba la escribió en Turiamo.
Agarré esa acta, me monté encima de un carro que estaba en la auto-
pista y empecé a leerla y a sacar la consigna: “¡No ha renunciado, lo
tienen secuestrado!”. Luego fuimos avanzando con todo ese pueblo,
llegamos hasta las puertas del Fuerte Tiuna y nos pusimos a hablar con
la gente. Yo siempre he tenido porte de arma, cargaba mi arma, pero
en vez de tenerla en la cartera me la había puesto atrás y se veía clarita,
apenas se cubría con la chaqueta. Entonces me decían los camaradas:
“Camarada, se le ve la pistola”, y yo les respondía: “Bueno, no importa,
además esta arma la tengo permisada y aún si no la tuviera la usaría”.
[66] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

En la noche se nos acercó un grupo de coroneles con José Montilla


Pantoja al frente, me dijo: “Tengan cuidado que al general García Carneiro
se lo piensan llevar detenido”. Me acerqué a hablar con esos coroneles
que venían a buscarlo y les pregunté qué estaba sucediendo, entonces me
dijeron que necesitaban que el general los acompañara. “Pues él no los va
a acompañar a ningún lado –les dije–. Si ustedes se lo llevan de aquí les
garantizo que va a haber una avalancha de esta multitud –unas 300 mil
personas, no sé cuántas había– y no la van a poder contener, cualquier
cosa que le pase a ese pueblo, si se les ocurriese iniciar una masacre o algo
así, ¡ay Dios mío!, no va a haber poder humano que los salve en mil años
porque se van a meter en un problema muy grande”. Ellos sabían eso, se
lo enseñan en derecho internacional, siempre tienen cuidado; a un oficial
lo preparan para eso, y como uno lo sabe teníamos el deber de refrescarles
la memoria por si acaso sufrían un ataque de amnesia.
Recuerdo que empecé a decirle a la gente que había que hacerle un
anillo de seguridad al general García Carneiro porque se lo querían
llevar, y les advertí a los militares que si bien ya habían hecho dos inten-
tos por llevárselo, nosotros no íbamos a esperar a que hicieran el tercero.
Entonces nos montamos en el techo de la entrada de la alcabala 3, donde
dice “Fuerte Tiuna” en letras grandes, agarré el micrófono y empecé a
decirle a todo ese pueblo que estaba allí: “Camaradas, algo está pasando
desde hace rato, vamos a cuidar al general García Carneiro porque aquí
hay un grupo de militares traidores que quieren llevárselo detenido”. En
eso saltaron un grupo de personas, se metieron y empezaron a hacerle
un anillo al general García Carneiro, hacia donde él caminaba todo el
mundo lo iba cuidando.
Luego nos cortaron la luz como cuatro veces y cuando lo hacían nos
tirábamos al piso porque se decía que en los techos supuestamente había
francotiradores. Pero ese pueblo de allí no se movió. La gente me decía:
“Cuando usted diga, diputada, nos metemos al Fuerte, vamos nosotros
mismos a rescatar a Chávez”. Desde adentro decían que la gente se tenía
que ir, pero el pueblo no se iba hasta ver a Chávez, vivito y sano, esa era
la única condición: “Exigimos que no le toquen ni un pelo al presidente
Lealtad a prueba de golpe [67]

y que aparezca, de aquí no nos movemos hasta que no regrese Chávez”.


Nadie se movió.
Entonces supimos que Chávez ya no estaba allí, le informé al pueblo
que se lo habían llevado a La Orchila, y la gente comentaba que había
salido en un avión de siglas tal… “En La Orchila hay un avión con
estas siglas”, la gente estaba informada, “estas son las siglas de un avión
que está allá, es de fulano de tal”, y nosotros toda esa información la
dábamos ahí, radio bemba, nombramos a todos los barrios, la gente
empezó a bajar, esto fue casi terminando el día 13.
Le pregunté al general García Carneiro cómo estaba la situación en
la Fuerza Armada y me dijo que ya se estaba recuperando el control
en algunas unidades, en algunos comandos, pero que sería importante
que al pueblo se le informara. Al principio yo no me quería ir de Fuerte
Tiuna, pero García Carneiro habló conmigo y me dijo: “Lleva al gene-
ral Arrieta Virla para Venezolana de Televisión para que diga que se
ha recuperado el control de las unidades”. Nos fuimos en la camioneta
hacia allá y dije que se traían buenas noticias, a lo que respondieron:
“Entonces que lo entrevisten. ¿De dónde vienen?”, “del Fuerte Tiuna, lo
mandó García Carneiro”. Empezó a hablar y dio ese mensaje, después
me entrevistaron a mí, y al rato me dijeron que ya estaba llegando el
comandante.
Luego, desde VTV también vimos gente en los alrededores de La
Carlota, gente a las afueras de Venezolana de Televisión, en todas las
plazas Bolívar del país. Mis hermanas me contaron que se fueron para
la plaza Bolívar y para el parque Sucre, que está frente al palacio de
la gobernación allá en San Cristóbal. Me contaron los pescadores que
también ellos salieron con sus lanchas en los ríos y sabanas, en los caños
y en las playas, en todas esas partes la gente estaba activada con la
consigna: “Queremos ver a Chávez”. El pueblo logró echar a correr a los
golpistas, salieron despavoridos y chorreados.
Entonces le dije al hoy general Jesús Zambrano Mata que me iba
para Miraflores y me llevó hasta allá. Recuerdo que entramos por el
palacio Blanco y nos metimos por un túnel que conduce desde ahí
[68] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

hasta Miraflores. Alguien me dijo, señalándome una habitación: “En


ese salón están los golpistas. ¿Usted no los va a ver?”, “no vale la pena”,
dije. Apenas me asomé, pero preferí continuar porque supuestamente ya
estaba retornando el comandante.

14 de abril ¡volvió, volvió!


Cuando vimos a Chávez nos dio tanta satisfacción que estábamos
extasiados, sentimos reflejado el fruto de toda nuestra lucha por restituir
el hilo constitucional, con ese pueblo tan noble y tan hermoso que salió
en defensa de la democracia. Hoy estamos aquí gracias al esfuerzo de
toda esa gente, eso siempre lo reconoció Chávez.
Cuando finalmente vi al Comandante lo abracé y le dije: “Mi Coman-
dante, a Bolívar no lo podíamos expulsar de nuevo de esta patria, eso no
lo puede permitir este pueblo más nunca”. Entonces el comandante me
dio un abrazo y un beso. Después me fui contenta a llamar otra vez
a mi papá y le dije: “Papá, ya llegó el Comandante” “Sí –me dijo– lo
vimos cuando se bajó del helicóptero”. Luego me recordó: “Hija, ¿usted
se acuerda de lo que yo le dije, que había visto que al Comandante lo
protegía una legión de ángeles y que a él no le iba a pasar nada?”, “claro
que me acuerdo”. Entonces me dijo: “La legión de ángeles era todo ese
pueblo que salió a rescatarlo. Nunca pierda la fe, hija”.
Gracias a Dios que el presidente volvió, se quedó, y ahora trascendió,
no lo pudieron derrotar en vida, menos ahora que es eterno. Aquí vamos
a estar nosotros para garantizar que eso siempre sea así.

Deyanira Rivero: ¿Cree usted que nosotros, como Revolución, como gobierno,
tuvimos algunos errores? Y en cuanto a la derecha, ¿qué equivocaciones cree
que cometieron?

Iris Varela: Fíjate, por supuesto que cometimos errores, pero creo que
en un proceso revolucionario a veces esas conspiraciones deben ser como
algo natural, para lo cual debemos estar preparados. Este es el pueblo que
acompañó a Bolívar durante la gesta independentista; que salió el 27 y
Lealtad a prueba de golpe [69]

28 de febrero del 1989 –que no conocía a Chávez–, a rebelarse contra


el neoliberalismo y el paquete de Carlos Andrés Pérez; es el mismo
pueblo que acompañó durante toda la Cuarta República a todos los
alzamientos militares patriotas contra la corrupción en diferentes actua-
ciones; el pueblo de Fabricio Ojeda, el pueblo de Hugo Trejo, el pueblo
de Víctor Hugo Morales, de Wilfredo Maya, de Argimiro Gabaldón, de
Alí Primera. ¿Me entiende? Ese es el mismo pueblo bolivariano.
¿Qué pasó durante toda esa época entonces? Que no había un lide-
razgo profundo como el de Chávez, que fue único; debemos sentirnos
privilegiados por Dios, porque este pueblo ha tenido dos grandes en la
historia, aparte de muchos otros también gloriosos. Todos aquellos que
acompañaron a Bolívar tienen también parte de su grandeza, con él a la
cabeza. Bolívar y Chávez, dos gigantes de los que nosotros tenemos que
sentirnos orgullosos. Imagínese, a mí no me cabe en el pecho el bene-
plácito de haber estado al lado de Chávez, de haber compartido con él.
Lo mismo siente el pueblo, por eso es que su legado no se va a perder.
Lo mejor que hizo Chávez fue organizar a su pueblo, en ese momen-
to nos dejamos dar ese golpe porque faltaba todavía madurez, estaban
allí los reformistas y los contrarrevolucionarios ubicados en puestos
claves. Cómo negar que sea un puesto clave la presidencia del partido de
la Revolución. Los mandos militares en un proceso revolucionario, en
el cual necesariamente, por las características de este pueblo y de nues-
tra Fuerza Armada, tienen que reflejar los intereses del pueblo, estaban
infiltrados por la traición. Lo dijo Bolívar cuando maldijo al soldado que
volviera las armas contra su pueblo. Eso lo interpretó muy bien Chávez.
Creo que en ese momento el error nuestro estribó en haber dejado a
muchos comandantes y generales traidores al frente, que si bien algunos
no se revelaron abiertamente mantuvieron una actitud pasiva porque, a
decir verdad, aquí el que salió a defender la Revolución fue el pueblo,
después se fue sumando la Fuerza Armada, la cual ha ido madurando
gracias al liderazgo de Chávez. La participación de soldados leales fue
determinante.
[70] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

Recuerdo que después estuve en la Asamblea Nacional indagando en


la comisión que investigó el golpe de Estado. Constantemente me llega-
ba información de un grupo autodenominado “Sacadsol”. ¿Qué signi-
ficaba? Reunión de sargentos, cabos, distinguidos y soldados; ellos me
dijeron algo que yo siempre he tenido muy presente y nuestra dirigencia
política tiene que asumirlo también: hay que trabajar con la tropa, la
tropa es el pueblo. Chávez siempre se sintió pueblo, soldado. Más que
un rango, los hombres de uniforme tienen que ser soldados. Cuando
un hombre de uniforme, independientemente del rango que alcance,
se siente un simple soldado, se convierte en un patriota. Así lo percibió
Chávez.
Entonces, creo que hemos madurado mucho y por eso hemos podi-
do avanzar por la vía electoral. Si no existiera ese nivel de conciencia
esta Revolución seguiría, pero con mucho conflicto. ¿Qué cómo pudi-
mos superar entonces ese golpe de Estado, el paro petrolero, cuando
los opositores quisieron ahogar y asfixiar al pueblo? Bueno, gracias a la
organización popular; con las palabras orientadoras de Chávez, claro
está, siempre preciso, marcando el rumbo. Ese fue el error de parte nues-
tra. De parte de ellos, bueno, siempre están en un constante error, son
falsos y apátridas.

D.R.: Si una situación como esta nuevamente llegara a presentarse en


mayor o menor escala. ¿Cuál sería el mensaje que le daría a las personas para
que se apeguen a sus principios y se mantengan leales frente a cualquier esce-
nario y ante cualquier ofrecimiento que se les esté haciendo?

I.V.: Miren, el presidente Nicolás Maduro dijo algo que nosotros


sentimos así: estamos orgullosos de que Chávez no se fue traicionado
sino amado por su pueblo y por su entorno. Porque el corazón del ser
humano solo lo conoce Dios. Por lo tanto, lo que hay que tener siem-
pre es mucha organización, mucha confianza en el pueblo, en las bases,
gobernar con el pueblo; gracias a Dios, Chávez fue tan sabio que dejó
un liderazgo encarnado en Nicolás Maduro. Dijo: “Si algo me pasa a
Lealtad a prueba de golpe [71]

mí, aquí está él”. Qué bueno, porque aquí no puede haber lugar a dudas,
nada de que este es mejor que el otro. Es Nicolás Maduro a quien desig-
nó Chávez. Además conocemos a Nicolás Maduro y, como siempre,
el presidente fue muy certero. Nicolás Maduro es un hombre sencillo,
humilde, de buen corazón, un hombre del pueblo, que va a gobernar
para el pueblo, además siempre fue leal a Chávez.
A mí me da muchísimo sentimiento con Nicolás, yo me imagino
cómo se debe sentir, tener que asumir esto porque el Comandante no
está, es muy doloroso para todos nosotros. Sin embargo él sabe que
cuenta también con nuestra lealtad. Aquí lo que se impone es la unidad
de los patriotas, ese es el llamado para el pueblo.

La irreversibilidad de la Revolución
D.R.: ¿Usted cree que ya la Revolución es irreversible?

I.V.: Sí, les repito y es válido reafirmarlo, fuimos sometidos a las más
duras pruebas, con Chávez y sin Chávez: el hecho de su desaparición
física, que es la peor prueba que pudimos haber atravesado; su larga
enfermedad y las elecciones de gobernadores el 16 de diciembre de
2012, estando él enfermo, alejado de la campaña, y, sin embargo, este
pueblo se creció, para esas elecciones sacamos más votos y recuperamos
más espacios que el 7 de octubre en las elecciones presidenciales. Creo
que así va a ser ahora, hay mucha gente que se ha acercado, ese palo de
agua del 4 de octubre nos multiplicó como a los “gremlins”. Nosotros
abusamos con ese llenado de las siete avenidas, a lo que estos apátridas
de la oposición respondieron con que les habían pagado. Resulta que
esos “pagados” son los que mantienen firme su sentimiento y continúan
haciendo cola allá en el Cuartel de la Montaña para tocar el sepulcro del
Comandante. Esos para mí son los signos que evidencian que esto no
tiene vuelta atrás, que es irreversible; y repito, esto avanzará con nosotros
a la cabeza o con nuestra cabeza, estamos convencidos de eso.
[72] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

C.M.: Voy a darle una serie de palabras y me contesta con lo primero que le
venga a la mente. ¿Chávez?

I.V.: Patria.

C.M.: ¿Revolución?

I.V.: Legado.

C.M.: ¿Ausencia de Chávez?

I.V.: Dolor, fuerza.

C.M.: ¿Iris combatiente?

I.V.: Lealtad.

C.M.: ¿Iris madre?

I.V.: Amor.

C.M.: ¿Iris hija?

I.V.: Combate.

C.M.: ¿11 de abril?

I.V.: Momento de traición.

D.R.: ¿12 de abril?

I.V.: Preparación de la defensa de la patria.


Lealtad a prueba de golpe [73]

D.R.: ¿13 de abril?

I.V.: Pueblo en la calle.

D.R.: ¿14 de abril?

I.V.: ¡Volvió, volvió!

D.R.: ¿Futuro?

I.V.: Patria libre y soberana, manteniendo el legado del Comandante


Chávez.

D.R.: ¿Sueño?

I.V.: Que la Revolución viva para siempre en memoria del Comandante.

D.R.: ¿Triunfo?

I.V.: Seguro, el 14 de abril de 2013.

D.R.: ¿Derrota?

I.V.: No está dentro de nuestros planes.

D.R.: ¿Cuartel de la Montaña?

I.V.: Lugar de reflexión para los revolucionarios del mundo.

D.R.: ¿Fosforito?

I.V.: El amor que me reflejó el Comandante.


[74] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL

D.R.: ¿Cuál es el mensaje para las mujeres?

I.V.: Creo que las mujeres en este país tienen mucho que agradecer-
le al Comandante. Primero, porque aquí ya no hay necesidad de que
las mujeres sigan combatiendo y aspirando cosas por las cuales nunca
fueron escuchadas, sino que el presidente llegó y dijo: “Esta Revolu-
ción es feminista, la primera vicepresidenta de esta República va a ser
una mujer”, y designó a Adina Bastidas. Luego designó ministras en su
gabinete, es decir, aquí se hizo natural la participación de la mujer. Un
revolucionario, ¿qué más íbamos a esperar nosotros de Chávez? Chávez
se comprometió con toda la lucha histórica de la mujer por sus reivin-
dicaciones, desde la más alta magistratura de este país dijo: “La mujer
es lo más sagrado, tiene su espacio protagónico en esta Revolución”.
De hecho, nosotros lo hemos visto: ¿Quién preside el Tribunal Supre-
mo de Justicia? ¿Quién ha presidido el Consejo Nacional Electoral?
¿Quién preside el Poder Ciudadano? Tres poderes de la República. En
la presidencia de la Asamblea Nacional estuvo Cilia Flores, y en las vice-
presidencias estuvo Desirée Santos Amaral, Noelí Pocaterra y, en estos
momentos, Blanca Eekhout como segunda vicepresidenta. En la Fuerza
Armada, Carmen Meléndez es la primera almiranta de la República.
Desde la época de la Independencia, ¿cuál era el más alto rango al que
llegaban las mujeres? Coronelas, capitanas de navío; ahora hay gene-
ralas. Hemos visto a mujeres militares piloteando aviones, disparando
tanques, comandando pelotones.
Ahí está la mujer venezolana, echada para adelante, resteada; muje-
res que en la época de la Independencia –cuentan los historiadores– se
vestían de soldados para poder combatir, que entregaron sus hijos a la
causa de la Independencia, como lo hizo María del Carmen Ramírez,
allá en Táchira, o como lo hizo también Manuela Sáenz, quien ascendió
a coronela no porque fuera un amor del Libertador Simón Bolívar sino
porque ella combatió en la Batalla de Pichincha.
En Venezuela tantas mujeres de la historia han sido reivindicadas por
Chávez. Las desconocíamos porque nos escondieron la historia patria.
Lealtad a prueba de golpe [75]

Ahí está Juana La Avanzadora o la propia Luisa Cáceres de Arismendi.


Las mujeres que cayeron en el campo de batalla no eran solamente las
que iban a recoger a los soldados heridos, ellas agarraban también las
bayonetas y se iban a combatir. También ha habido mujeres guerrilleras
en la historia reciente, mujeres que han luchado en la montaña, que estu-
vieron en los combates durante la oprobiosa época de la Cuarta Repúbli-
ca: Argelia Laya, Marelis Pérez Marcano, porque también hay que tomar
en cuenta a los que están vivos. En definitiva, el Comandante Chávez
reivindicó el papel de la mujer en la historia.

C.F.: Quisiera escuchar de una militante, de una combatiente como usted,


una referencia en torno al papel de los militares que conformaban el equipo de
seguridad del presidente, quienes siempre han estado ahí, como es el caso del
teniente Christian Medina Macero. Para usted, ¿cómo fue el papel de ellos a
lo largo de estos diez años?

I.V.: Creo que el pueblo venezolano en su conjunto conoce el rostro


de los militares que acompañaron al Comandante cuando bajó del heli-
cóptero el 14 de abril. De verdad que las palabras para agradecerle a
Christian son difíciles para mí en este momento, porque agradecerle a
Christian es como una autoalabanza, Christian y yo somos uno y los dos
somos Chávez, pero si de algo estamos seguros es de la infinita lealtad
de estos hombres. Eso hay que reconocerlo.
G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ23

¿Hasta dónde va a llegar la capacidad de destrucción de los poderosos insolentes,


depredadores y rapaces? ¿Será hasta que la humanidad aprenda a ver y aprenda a
discernir de su justo rol en este planeta?
Dentro de los modelos de producción del ser humano, desde nuestra génesis, ¿cuál ha
sido la real causa de haber llegado a nuestros días con un mundo amenazado por la
autodestrucción total?
¿Viveza y pillería del más fuerte (los menos)? ¿O la ignorancia del más débil?
¿Ambas?
Yo hijo de la nada, sin estatura ni autoridad, quizás sin razón o sentido, digo al va-
cío, pero inspirado para los pobres y para los trabajadores que hemos tenido a Jesús el
hijo de Dios y lo crucificamos, hemos tenido a Bolívar y lo expulsamos, hemos tenido
a Chávez y lo desestimamos, ¡si no es así por lo menos lo permitimos!
¿Cuándo y cómo nos daremos cuenta de que esta carrera reptil ha devorado a nues-
tros guías y líderes con su mejor aliado, nuestra ignorancia? Si tú eres Chávez y yo
soy Chávez y el mundo es Chávez se acaba la ignorancia, derrotamos la maldad y
salvamos la humanidad. ¡No hay de otra o sálvese quien pueda!
El pueblo venezolano una vez más dio una demostración de grandeza universal el
13 de abril de 2002 y contra todo el poder de la maldad restableció el reino de la jus-
ticia, del amor y la paz; es así y solo así como se lucha y se construye la convivencia.
Este libro es dedicado al héroe real e indiscutible de la gesta patriótica del 13 de
abril, no es otro que el pueblo venezolano y su Comandante Supremo Hugo Chávez
Frías.

23 Manuel Gregorio Bernal Martínez. Licenciado en Ciencias y Artes Militares,


graduado en la Academia Militar de Venezuela (1988), integrante de la
Promoción General de Brigada Manuel Manrique. Para el momento del
golpe de Estado de abril de 2002 tenía el cargo de mayor/comandante de la
Compañía 24 de Junio en el Campo de Carabobo. Actualmente, es general
de brigada, jefe de la 31.º Brigada Blindada de Caracas. Se ha desempeñado
como jefe de la Guardia de Honor Presidencial y como director general del
Sebin.

[76]
[78] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

Las bases populares, militares y civiles son las verdaderas protagonistas


Voy a hablar de los días 11, 12 y 13 de abril desde el lugar donde me
encontraba. Yo no estaba en el palacio de Miraflores. Para ese entonces
comandaba la Compañía de Honor 24 de Junio. Cuando la recibí en
1999 formaba parte orgánica de la 41 brigada blindada del Ejército, y
después en el año 2001 pasó a depender de la Guardia de Honor Presi-
dencial (GHP), por decisión de nuestro Comandante Supremo Hugo
Chávez. Bien pudiera decirse que esta unidad es el elemento histórico
patrimonial continuador de lo que fuera la Guardia de Honor de nues-
tro Libertador Simón Bolívar, acantonada en campo de Carabobo, sitio
de patrimonio histórico de Venezuela en el municipio Libertador, al
suroeste del estado Carabobo. Aun en 2002 la Unesco estimaba que en
el mundo existía un aproximado de 124 guardias de honor y que en su
estilo la Guardia de Honor en el Campo de Carabobo ocupa mundial-
mente el quinto lugar de prestigio, antecedida en jerarquía por la Suiza
en el Vaticano, la guardia real del palacio de Buckingham, la guardia del
cementerio militar de Arlington en Estados Unidos y la de Lenin en
Moscú, Rusia. La quinta es la nuestra, la cual rinde honores a la Tumba
del Soldado Desconocido, a los libertadores de Venezuela y a la memo-
ria de Bolívar. Somos los únicos en el mundo en hacer guardia de honor
en un campo de batalla.
Imbuidos en ese contexto, esta unidad militar cumplía desde los
inicios de la Revolución Bolivariana con sus funciones y con el sagra-
do deber de la participación activa de los primeros programas socia-
les ordenados por nuestro comandante en jefe, Hugo Chávez, siendo
para entonces el más emblemático el Plan Bolívar 2000, el cual tuvo el
magnífico efecto metafórico de derribar las murallas que separaban a los
soldados de su pueblo y al pueblo de sus soldados. Este hermoso Plan
Bolívar 2000 permitió integrarnos a nuestras comunidades. Ese hecho
inicial intangible, y su resultado en obras, dieron fuerza y afianzamiento
al liderazgo indiscutible de nuestro Comandante Supremo y permitió,
de alguna forma, que posteriormente para ese patriótico 13 de abril de
Lealtad a prueba de golpe [79]

2002 se diera el fenómeno de la unión cívico-militar y el rescate de su


líder y guía.
Quiero aprovechar este momento para decir que yo en lo individual
no soy protagonista de este evento, solo soy parte de un conglomerado
y colectivo en momentos cruciales de nuestra historia. Como coman-
dante de la Compañía de Honor 24 de Junio más bien podría decir con
propiedad, objetividad, humildad y seriedad que quienes mejor podrían
narrar estos hechos son las bases populares, militares y civiles, pues son
los verdaderos protagonistas y hacedores del restablecimiento de la
democracia bolivariana de aquel aciago momento que nos impuso la
antipatria. Más bien nosotros los jefes civiles y militares en gran medida
nos vimos impulsados por el fervor, la valentía y el arrojo de la fuerza
moral incontenible de nuestro pueblo. Es de allí mi modesta recomen-
dación de que mejor habría sido recoger la narración de las bases popu-
lares. Ni modo, pero ya estamos aquí y haré mis mejores esfuerzos por
no atribuirme el valor que solo pertenece a ellos.
Hoy, uno de nuestros objetivos históricos es profundizar, expandir
y consolidar la independencia, como el bien que hemos recuperado
después de doscientos años. Ese es el primer objetivo histórico del Plan
de la Patria que nos dejó nuestro Comandante Supremo, a modo de
línea estratégica para estos próximos años. El 13 de abril como fecha
patria es ejemplo permanente de la constancia que ha de impregnarnos
para todos los días del porvenir del país.
Para nosotros tiene que tener sentido profundo el sacrificio de nues-
tro Comandante Supremo, él apareció el 4 de febrero ante el mundo
asumiendo toda la responsabilidad de un hecho sin precedentes en la
historia de Venezuela, pero lo que de alguna forma aún no se percibe
es que también ese día estaba cargando con el peso de los desmanes
de quienes destrozaron el país durante décadas, asumiendo después la
presidencia de la República desde menos que la nada y en los siguientes
catorce años en sostenida turbulencia frenética y sabotaje despiadado
por parte de los mismos depredadores. Tuvo que reconstruir una patria,
levantar a un pueblo y despertar a la América de Bolívar con todo en
[80] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

contra. Por eso es que agradecer es lo mínimo que podemos hacer hoy
nosotros los venezolanos y el resto del mundo por ese ángel que papá
Dios nos mandó. Aún nos parece increíble que se nos allá ido, pareciera
que es nada lo que estuvo con nosotros; comparto y de acuerdo estoy
con lo que dice mi general Jacinto Pérez Arcay, su maestro, poco más o
menos: “Hugo hizo como un rayo, entró en las tinieblas y en la oscuri-
dad para iluminar, y de inmediato se fue”. Definitivamente fue un ángel.

Jamás imaginé que la maldad tuviera tanto atrevimiento


Jamás percibí en mi vida tanta saña como en aquellos días de abril.
Pero no solo era yo, pues también percibí que la incredulidad era colec-
tiva y por eso estupefactos nos quedamos todos ante la exteriorización y
demostración de la maldad en su grado más superlativo. Tal era la fero-
cidad con que el imperio atacó, al punto que tampoco creíamos poder
salir de sus colmillos; sin embargo, el milagro se dio por amor de un
pueblo decidido a todo, y Chávez volvió.
Sabíamos del comportamiento y expresión hostil que venían mani-
festando los sectores oligárquicos y las élites del país, asociados con
los intereses del capital mundial, que no terminaban de comprender
y recapacitar sobre el rumbo estratégico y la reestructuración hacia el
socialismo que experimentaba Venezuela, pero lo que jamás podíamos
imaginar, como ya mencioné, era el grado preeminente de odio, ira e
irracionalidad con que atacarían el proyecto de patria independiente,
libre, soberana y solidaria que garantizaba nuestro Comandante Hugo
Chávez. Más incomprensible se hacía el insolente comportamiento de
los apátridas si se toma en cuenta el escenario de paz en que se daban
los cambios y, para añadidura, sin tocar sus propios intereses y más bien
llamándolos infinidad de veces a participar –a pesar de sus criterios
contrarios– en esa reingeniería social que emprendíamos. Por todo esto
nos repetimos que quién podía imaginar que la negación ante la vida
y el humanismo alcanzarían niveles incomprensibles a toda sensatez.
Sinceramente, para aquellos días no creí que serían capaces de propinar
un golpe de Estado, menos aún enmascarado tras una protesta cívica, tal
Lealtad a prueba de golpe [81]

como el cinismo mediático pretendió proyectar a la opinión pública. El


mundo quedó atónito al caer el velo.

Desconcierto de primera hora


Entrando en materia de esos hechos y ubicados en el lugar donde
nos encontrábamos, observamos cómo la burguesía y sus compañías
privadas de des-comunicación, después de una campaña sistemática y
feroz de descrédito –parte de un agresivo plan de guerra psicológica– el
día 11 de abril sabotearon la transmisión de televisión fraccionando la
imagen de la pantalla a la mitad, cuando nuestro comandante en jefe
daba declaraciones al país sobre los acontecimientos, para transmitir por
la otra mitad el contenido de alienación que incentivara a la masa de sus
adeptos a la acción visceral. Ese hecho constituyó parte del inicio del
show montado, que posteriormente como joya de la corona propagaría
el cortometraje –al mejor estilo del Hollywood embustero– acerca de la
supuesta masacre que perpetraba el Gobierno revolucionario contra su
pueblo en el centro de Caracas, premiado posterior y cínicamente por su
alteza real, premio rey de España de periodismo.
En torno a ese escenario con sus respectivos montajes mediáticos
se suceden: muertos, heridos, francotiradores, dirigentes políticos de
la derecha arengando a sus masas a un área de matanza diseñado por
ellos mismos, pronunciamientos grabados en estudios de generales con
cifras de fallecimientos que aún no habían sucedido, acecho al palacio
de Miraflores y pare usted de contar toda la parafernalia que la ultra-
derecha venezolana con sus amos del norte diseñaron para arrebatar
la democracia y la decisión de un pueblo en cuanto a regir sus propios
destinos. ¿Qué más te puedo decir hermano? Bajo esos esquemas se
hicieron permanentes reuniones, dentro y fuera del comando de mi
unidad, para evaluar todos los hechos con el fin de vislumbrar, inicial-
mente autónomos y aislados, las primeras medidas pues la ausencia de
instrucciones superiores del momento eran lógicas, porque mi coman-
do superior en Miraflores se encontraba imbuido y concentrado en la
centrífuga de aquella hora de locura en Caracas.
[82] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

Posteriormente las escenas dantescas del resto del día aparecieron


hasta perturbarnos, llenarnos de indignación y obligarnos a profundizar
medidas, planes y formas de acción. Nos planteábamos cómo desplazar-
nos, la urgencia de constituirnos como reserva inmediata del regimiento
de la Guardia de Honor, y desempeñar tareas de contra-movilización de
unidades militares comprometidas con el golpe. Esas y otras reflexiones
pasaron por mi análisis y por la evaluación y recomendaciones de mis
oficiales y líderes de las comunidades, algunas de las cuales de inmediato
fueron asumidas y ejecutadas.
En horas de la noche vimos con indignación a través de los medios
la imagen de nuestro comandante en jefe saliendo de su despacho –lo
vimos todos los venezolanos– y a los minutos entrando en la coman-
dancia general del Ejército, donde se concentraron los felones gorilas
del golpismo, generales apátridas desvergonzados y traidores. Ahí el
mundo percibió la antípoda del honor militar. Vimos a nuestro coman-
dante en jefe en la boca del lobo. A esa hora de confusión se sumó una
inmensa incertidumbre peor a la que ya estábamos viviendo: yo estaba
junto a mis oficiales y tropa, verdaderamente desconcertado, me llamó
mi coronel Morao Gardona, comandante del regimiento de la Guardia
de Honor, y me preguntó por mi unidad, a lo que le respondí: “¡Resuelta
a lo que sea, mi coronel, contraataquemos!”. Él me ordenó: “Bernal, la
orden es hacer actas de entrega de las unidades y esperar a las trasmi-
siones de mando que ordenen estos impostores, esperar nuevos tiem-
pos para hacerles pagar su traición, pero ahora mismo es imprudente
hacer otra cosa. Por favor, te agradezco no vayas a tomar ninguna acción
que vaya a poner en peligro la vida de tus soldados, de la comunidad,
recuerda que nuestro comandante en jefe quiere evitar derramamiento
de sangre”. Entonces le repliqué: “No se preocupe, mi coronel, usted
tiene razón pero, ¿usted cree que tendremos nuevas oportunidades?”, él
me respondió: “La orden es que hagamos los inventarios y entreguemos
las unidades pacíficamente”. “¿Cómo es eso, mi coronel?”. “¡Así como
te lo ordené!”. “Entendido, mi coronel, así lo cumpliré”. Palabras más,
palabras menos, ese fue nuestro diálogo.
Lealtad a prueba de golpe [83]

Sin decirnos palabra entre los soldados y la población estábamos ahí,


existía en el ambiente una generalizada indignación y tristeza, por lo
que sabía de antemano que esa instrucción de hacer inventarios para
esperar la orden de transición de mando de la unidad me iba a ser difícil
de decir, como en efecto lo fue, pues al comunicárselo a los presentes
en sus rostros observé que se les sumó un sentimiento de decepción. Yo
mismo lo estaba, pero me valí de argumentos reales para convencerlos, el
más convincente de los cuales fue el propio ejemplo que nuestro coman-
dante en jefe estaba dando, pues tras evitar el derramamiento de sangre
se entregó a sus captores. Los exhorté a que reconocieran la expresión
hidalga que, poco o nada vista, el Comandante demostró al arriesgar su
seguridad y su vida por la de su pueblo, una lección más que nos daba
el Supremo de la Revolución. Entonces ordené el cumplimiento de la
orden emanada por nuestro comando superior pero a pesar de perci-
bir el disciplinado acatamiento de esa juventud, también vi el llanto de
impotencia en esos varones bravíos. Esa escena me quedó grabada, al
momento me dejó gran vacío y pesadumbre.
Vaya si me encontraba yo entre patriotas de verdad, comenzan-
do por mi ejecutivo, segundo jefe, el entonces teniente Richard Riera
Montilla, hasta el último de ese puñado de valientes espartanos, pasan-
do por el teniente Cesar Augusto Lugo Rivera, el subteniente Orlando
Aponte López, ST1ra Enrique Antonio Rangel López, la ST2da Leticia
Chacón Ramírez (Leti), ST3ar Díaz Páez, ST3ra Luis Reinaldo Chacón
Colmenares, SM3ra Marcos Alí Castillo, SM2do Ramón Parra Virgilio y
el ST2do Leonardo Sánchez Pérez; la tropa alistada no se quedó atrás,
por el contrario eran los más impetuosos y voluntariosos para el rescate
de su líder; y qué decir de la comunidad quien, masivamente en ríos se
presentaban, manifestaban y reclamaban querer participar hasta las últi-
mas consecuencias ante el llamado de los auxilios de la patria.
Todos los líderes sociales y los jefes de los círculos bolivarianos de
esas heroicas comunidades del municipio y sobre todo de la parroquia
Independencia, que yo recuerde: las Manzanas 1, 2 y 3, Barrera, Barre-
rita, Brisas de Santa Isabel, El Rincón, avenida El Pao, barrio Campo
[84] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

Carabobo, barrio Sucre, Cachinche, El Naipe, El Chaparral, Agua


Linda, Algarrobal, Cañafístola, Chirguita, El Barniz, Héctor Pereda, El
Escondido, Gualembe, Independencia, La Arenosa, Pueblo Nuevo, Pira
Pira, y muchas otras comunidades que si dejé de nombrar alguna pido
su perdón; todos sus pobladores héroes y heroínas y líderes, entre ellos
Gustavo Yaguaro, “El Niño” Rivas, Juan Gómez, Carmen Moreno, Ana
Flores y muchísimos más, quienes junto a mis oficiales y tropa gozan de
mi admiración, respeto y afecto. Aún hoy es así y seguro estoy que así
será siempre, ese día selló nuestra amistad.
Así entonces caminé hasta mi comando sin convencimiento, fueron
segundos de incredulidad a lo sucedido. Al abrir la puerta y entrar mi
vista se fijó en una bonita caja de madera forrada con frontal de vidrio,
sencilla, como una especie de un nicho que mi padre creó para exponer
dentro de ella el brazalete y la boina que me acompañaron aquella jorna-
da rebelde del 4 de febrero de 1992; también ahí guardaba una tarjetica
de presentación que mi comandante en jefe me envió apenas salió de la
cárcel de la dignidad, con sus saludos e inscripciones de aliento futu-
ro, fijamente me quedé frente a ella, fija mi concentración, después me
senté, cerré los ojos, reflexioné por minutos y al abrirlos nuevamente ya
estaba seguro y resuelto de lo que tenía que hacer: “¡Esta vaina es una
revolución, pacífica pero armada, carajo!” Entonces llamé a mi ejecu-
tivo Riera, conversé con él y a partir de ahí se cambiaron las órdenes,
llamamos todos a reunión, incluso la tropa se ordenó parar los inven-
tarios y a prepararse para campaña, se arengó al personal. ¡Y si esta vez
hubo lágrimas fueron de júbilo! Seguidamente se tocó plan de defensa
local y a partir de ahí se retomaron los planes, de los cuales salió una
nueva posibilidad más descabellada aun: buscar las montañas y pasar a
la guerrilla si no nos dejaban opción.

El desconocimiento de la autoridad del comandante en jefe


Hice y recibí llamadas de algunos generales amigos, algunos respon-
dían y otros no nos daban respuestas contundentes; lo que me indicaba
que esto se estaba poniendo más difícil. En eso se comunicó conmigo mi
Lealtad a prueba de golpe [85]

gran amigo y hermano, el mayor Joaquín González Dorta, quien entre


la conversación me recomendó que me comunicara y procurara hacer
alianza con “El Rojo”, es decir, el general Rangel López, quien había
sido jefe de Casa Militar de nuestro Comandante y que para esa fecha
comandaba la brigada blindada en Valencia, una brigada que, por exce-
lencia, dentro del Ejército es estratégica y tiene un gran poder de comba-
te, así como la brigada de paracaidistas; son claves y determinantes en
ocasiones como aquella. Lo cierto es que le manifesté a González Dorta
que el día anterior yo había leído una declaración de dicho comandante
de la guarnición en Notitarde o El Carabobeño –uno de esos periódicos
regionales– en la que él asentaba claramente su posición de obedecer
reglamentariamente las órdenes del comandante general del Ejército,
Efraín Vásquez Velasco. El comandante general se había pronunciado
horas antes a favor del zarpazo golpista, abierta y públicamente en contra
del hilo constitucional, en contra de la decisión popular, en contra de la
Constitución, en contra de nuestro Comandante; por tanto, a González
Dorta le manifesté mis reservas para comunicarme con “El Rojo”.
Sí tuve algunos contactos con el teniente coronel oficial de inteli-
gencia de esa brigada, pero más que todo me llamaba para decirme que
el general no estaba de acuerdo con mi actitud. Yo solo respondí: “Mi
teniente coronel, a usted respetuosamente le manifiesto que si mi gene-
ral Rangel López no reconoce a nuestro comandante en jefe, me da la
oportunidad de que yo no lo reconozca a él”. Momentos después me
hizo otro par de llamadas, en la más notable de ellas me reclamó cuan-
do oficiales ordenados por mí arrestaron a unos policías abusadores de
Enrique Salas Römer; más adelante te contaré de ese hecho, pero yo
opté a partir de ese momento no contestar más sus llamadas.
En esas circunstancias también recordé una entrevista que tuve con
Baduel, semanas antes, en la que me aseguró su lealtad a nuestro coman-
dante en jefe. Antes de llamarlo pensé y me dije: “En función de lo que
me juró sobre su lealtad, mi general tiene que estar en desacuerdo con lo
que ocurre en el país”, así que decidí contactar con uno de sus ayudantes,
quien a su vez me lo comunicó y le expuse la decisión firme de toda la
[86] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

unidad, junto con la población, de rechazar contundentemente el golpe


de Estado. Él me respondió favorablemente, poco más o menos: “Yo
no soy un bufón, no acepto este golpe de Estado y no me prestaré para
el juego de los golpistas. Conseguirán en mí resistencia. Aquí se están
concentrando un grupo de generales para constituirnos en un comando
unificado de las operaciones de resistencia y restablecimiento del hilo
constitucional”.
En otra llamada Baduel me comunicó a mi general García Montoya
y me ordenó mantener posiciones en la sede de la unidad en condiciones
de apresto y máxima alerta para ser empleados en cualquier movimiento
de ser necesario. Me aceptaron la sugerencia de mantener tropas en el
túnel de Las Cabreras, entre Carabobo y Aragua, para ejercer contra-
movilidad a la 41 brigada blindada la cual fue designada por el golpista,
entonces comandante general del Ejército, para amenazar y tomar la
plaza militar de los leales paracaidistas. También me pidieron hacer todo
el esfuerzo para comunicarme con oficiales patriotas del occidente del
país con el fin de enlazarse con ese comando general y así conformar
y lograr la unidad de mando nacional de las operaciones de rescate de
nuestro comandante en jefe, y restablecimiento de la República: “Resca-
te de la dignidad nacional”.
Asímismo se hizo, los oficiales y tropa profesional de mi unidad
llamaron a sus compañeros y a quienes manifestaban de sus comandan-
tes lealtad con la Revolución Bolivariana yo les hacia la llamada para
ponerlos en conocimiento de las instrucciones del comando general en
la brigada de paracaidistas en Maracay y para que ellos mismos llama-
ran a ese comando a unos números destinados para el fin propuesto.
Recuerdo con claridad y firmeza revolucionaria y patriota, entre otros,
al entonces teniente coronel Carlos Alcalá Cordones, comandante del
143 Batallón de Infantería Mecanizada, coronel Atanasio Girardot del
Ejército Bolivariano de Venezuela en el estado Falcón, hoy alcalde del
municipio bolivariano de Vargas.
Lealtad a prueba de golpe [87]

Aprecié que la gran mayoría de los comandantes de unidades estaban


alineados con la Constitución, en todo caso en las unidades donde se
nos decía de la indecisión de alguno de los comandantes entonces los
capitanes, tenientes y sargentos decían que asumirían el control de la
unidad, llegada la hora, en el momento decisivo. Entre los más conno-
tados contactos que se hicieron ese día se me ocurrió llamar al coman-
dante de la escuadra de la Armada, entonces contraalmirante, Orlando
Maniglia y le dije: “Mi almirante, estoy aquí en Campo Carabobo, junto
a nuestra población, mi tropa y oficiales estamos indignadísimos con
el secuestro que le hicieron a nuestro comandante en jefe”, a lo que de
inmediato él manifestó con gran pasión, con voz firme y decidida su
voluntad de salirle al paso a ese golpe de Estado y manifestó su absoluta
lealtad a nuestro Comandante. Le expliqué la situación en mi sitio y le
informé del plan centralizado del comando general constituido en la
brigada de paracaidistas.

No vamos a dejar que nos quiten la libertad, la independencia


y soberanía que tanto nos ha costado retomar
Transcurrió el tiempo y en él vimos el itinerario y repertorio antihu-
mano que el diablo le preparó a nuestro presidente, a nuestra democra-
cia y a nuestro país, pero simultáneamente vimos también cómo crecía la
respuesta contundente de Dios utilizando a su más hermoso instrumen-
to que son los pueblos valientes. La respuesta que el pueblo fue dando a
esta arremetida no tiene precedente, pues es, a la lógica de los hombres,
increíble que se pueda restaurar en horas un gobierno caído bajo todo
el poder material con toda la maldad y vileza que pueda existir en nues-
tros tiempos. Es así como, sorprendentemente y sin plan o propósito
preestablecido, obreros, campesinos, estudiantes, soldados, amas de casa,
hombres, mujeres, niños, ancianos, todo el pueblo en toda la latitud de
la geografía nacional se movilizó como un solo hombre, como una sola
mujer.
[88] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

Allí en Campo Carabobo no fue diferente, los pobladores de las


comunidades comenzaron a salir de sus casas, la policía del estado daba
órdenes de su gobernador Enrique Salas Römer, imitaba a sus pares de
la Policía Metropolitana en Caracas, a través de una represión brutal
y salvaje, como bien lo reflejan las gráficas recogidas de entonces, que
comenzaba a tener sus consecuencias en este municipio, donde no se
hizo esperar la represión y con ella la denuncia de los líderes comu-
nitarios ante nuestro cuartel. Llamadas, mensajes en papel y mensa-
jeros fueron los vasos comunicantes de este reclamo colectivo, del que
ya teníamos información de la brutal arremetida desatada en las zonas
populares de Caracas y otras metrópolis del país. Estos hechos no eran
indiferentes para los sentimientos de nuestra tropa y oficiales con rela-
ción a sus conciudadanos, que es lo mismo decir sus familias y que,
a diferencia de nuestro comportamiento de aquel Caracazo de 1989,
en esta oportunidad conscientes y cultos de nuestro rol histórico como
soldados bolivarianos, sensibles al clamor popular, nuestra respuesta
sería la correcta, es decir, unir a los soldados hijos de la patria con sus
madres, padres, hermanos e hijos y en un solo pueblo para restablecer el
reino de Dios en la tierra.
Al recibir todas estas quejas y reclamos generamos instrucciones y
órdenes de mi parte para los tenientes Riera y Lugo de que conformaran
comisiones para arrestar a cuanto policía se encontrara flagrante en la
calle cometiendo esos delitos. Entre los reclamos más frecuentes hubo:
no nos dejan salir de nuestros hogares, golpean y apresan a quien ponga
pie en la calle, megáfono en mano atemorizan con órdenes y consig-
nas intimidatorias, allanan viviendas, apresan a hombres y mujeres por
igual en masa. Los oficiales salieron y más atrás me vi obligado a salir
yo también porque la situación era más aguda que la percibida, además
que en actitud insolente esta policía no quiso atender el llamado de las
comisiones a deponer su aptitud, escena donde mis oficiales se vieron
en la necesidad de imponer su autoridad sobre la de aquellos, esposarlos
y trasladarlos al cuartel. Ante ese hecho la población se vio reivindica-
da, y jubilosa tomó las calles y avenidas de las comunidades con total
Lealtad a prueba de golpe [89]

libertad, de donde no saldrían más hasta que volvió nuestro líder. Se


reunieron, hicieron vigilias y exigieron desde sus rincones, Constitución
en mano, en proclamas, cantos y oraciones el regreso de su presidente,
de su Comandante.
Tras comunicarnos por el asunto de los policías se apersonó la prefec-
to de la parroquia, Carmen Silva, mujer de convicciones contrastada de
las nuestras, militante del partido político del gobernador Salas, pero
mujer honesta, trabajadora y digna de todo mi respeto, con quien se
podía dialogar de la manera más fluida y cortés. En efecto, ante los
hechos que ya narré, convenimos que la policía sería acuartelada hasta la
restitución del hilo constitucional. Así se hizo y no se retiraron sin que
antes les dirigiera unas palabras de reflexión a los agentes.
En la noche del día 12 fuimos invitados por esas comunidades a
compartir con ellos sus hermosas concentraciones y en todo el frente del
propio Campo de Carabobo. Cada uno en esa gran asamblea manifestó
sus convicciones y proclamaban sus consignas, soldados de mi unidad
entre ellos, y en un espacio de su reunión me permitieron dirigirles una
arenga en la que dejé que la fuerza de mi corazón se expresara entre
mis hermanos: “¿Qué culpa tiene Hugo Chávez Frías? ¿Por qué se le
persigue, se le apresa, se le secuestra y se le incomunica? Si él es culpable
de algo solo es culpable de amar sin condiciones a un pueblo, él solo es
culpable de seguir sin miedo, como valiente apóstol, los paso de Jesús de
Nazaret”, entre otras cosas que dije.
Toda Venezuela estaba en igual situación. Caracas salió de nuestro
himno y volvió a dar el ejemplo. ¡Vaya cómo nos motivó! Ríos de patrio-
tas que bajaron no solo de las zonas populosas, sino que las zonas de clase
media no se quedaron atrás, convencidos del repudio a quienes en segun-
dos, tras máscaras de ángeles, les mostraron su verdadero rostro. Pero
todo sucedió como si Dios mismo estuviera moviendo sus piezas para
que la verdad y la justicia rompieran los velos de encanto envenenado.
Así transcurrieron las horas, en nuestra área de operaciones, pero no
solo nos conformamos con permitir que la población saliera y tomara
sus calles libremente, simultáneamente con las comunidades de Valencia
[90] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

y otros municipios del estado, sus líderes sociales al frente, en especial los
círculos bolivarianos que tanto habían sido satanizados por los acomple-
jados de la “raza superior”, con estos movimientos de los cuales yo tenía
contacto personalmente se logró el objetivo.
Destacadas fueron las participaciones de mi capitán patriota Raúl
Álvarez Bracamonte y muchos de sus seguidores líderes, decisiva fue
la actuación de mi hermano compañero el teniente Juan Carlos Otaiza
Castillo, valiente y desprendida la actitud del alcalde de mi municipio
Argenis Loreto. Con ellos y otros tantos se ejecutó un plan de movili-
zación hacia el perímetro de las instalaciones de la 41 brigada blindada
donde ya estaban detenidos en sus calabozos gran parte de los sargen-
tos músicos militares patriotas de la banda marcial, que se habían reve-
lado al institucionalista general Rangel López debido a su actitud de
desconocimiento a la autoridad de nuestro presidente y comandante en
jefe. Esos compañeros sargentos dieron ejemplo de gallardía, la presión
popular y la entrevista persuasiva de Juan Carlos Otaiza fueron determi-
nantes para neutralizar. Los tenientes coroneles estaban apegados a su
general, no así la capitanada, la tenientada y la sargentada bolivariana, ni
que decir de nuestra tropa alistada. ¡Ellos más resueltos que nadie! Sabía
todo esto desde mi puesto de mando porque teníamos una perfecta red
y generamos en medio de la urgencia un buen plan de comunicación.
Entramos en contacto con otras latitudes, recuerdo perfectamente
desde el Táchira la llamada que me hizo mi hermano, camarada y amigo,
hoy capitán bolivariano José Ángel Calatayud Pedra, quien se encontraba
entonces con mi mayor Édgar Hernández Behrens. Ambos me informa-
ron de la situación de la región y a su vez les actualicé las de Carabobo.
Seguidamente Calatayud Pedra me indicó que ellos estaban en la gober-
nación y me dijo que estaba presente el traidor general golpista Luis
Itriago Tineo, quien usurpó vilmente la gobernación del Estado con el
cargo de gobernador provisional, ¡cual carmonista pues! Calatayud Pedra
me propuso que le hablara por teléfono al general y lo asusté inventan-
do un escenario: “General, deponga su actitud, en este momento van
helicópteros artillados repletos de comandos paracaidistas a rendir a los
Lealtad a prueba de golpe [91]

traidores y restituir la Constitución…”. Ese hombre se lo creyó y tarta-


mudeaba de una manera que parecía que se iba a tragar la lengua, tanto
así que le dije sarcásticamente: “Cálmese, tampoco es para que se me
subordine, gobierne un ratico aunque sea”. Al instante le devolvió el
teléfono a Calatayud Pedra, quien se apartó para poder reírse y decirme
que la cara del caballero era todo un poema.

La Revolución Bolivariana, un proceso irreversible


D.R.: ¿Usted considera que en esos acontecimientos del 11, 12, 13 y 14 de
abril, tanto la Revolución como la oposición tuvieron errores?

Cnel. Manuel Bernal: En todo accionar humano hay errores, y en


fin: qué error tiene o cómo se le puede llamar error a quienes claman y
actúan por justicia, verdad y paz. Fíjate tú, los errores como tal no tienen
nada qué ver aquí, desde mi modesto punto de vista. ¿De qué errores
estamos hablando?

D.R.: Por ejemplo, de nuestro lado acciones u omisiones que permitieron


que el golpe llegara hasta donde llegó.

Cnel. M.B.: ¡Ah! Tú me estás hablando en términos tácticos. Hay


errores tácticos que son, a veces, hasta provocados para que se puedan
producir mejores estrategias. Muchas veces en un juego es necesario
sacrificar una de tus fichas para no perder. Sin embargo, no era lo táctico
lo que estaba en juego en ese momento, era lo estratégico: era el modelo
rentista, capitalista, abusador, usurpador, corrupto, enajenador, destruc-
tor; o el modelo de inclusión y de salvación colectiva, socialista. Cuando
el objetivo está en esto, ¿qué error puede haber allí? Bueno, si hay un
error que ya la humanidad no lo aguanta: el capitalismo.
Te respondo de otra manera esta pregunta y te digo que nuestro mismo
Comandante Supremo citaba recurrentemente el Eclesiastés de la Biblia:
“Todo lo que está bajo el sol, si va a ocurrir, va a ocurrir”. Hay variables
que el ser humano no controla y hay efectos irracionales que tienen que
[92] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

darse para que ocurran cosas maravillosas. Tuvo que suceder el big bang,
la explosión universal, para que surgiera el planeta, pues lo que somos
y donde estamos ahora, aunque suene muy drástico, es producto de un
caos. Introduzco de esta manera porque ahora comprendo que el golpe
era inevitable si tomamos en consideración que nuestro Comandante
decidió restearse con su pueblo. Visto desde esa perspectiva no se puede
ver como error sino como una necesidad ineludible. En términos milita-
res ceder terreno al enemigo no es perder si la intención es ganar tiempo
para crear condiciones favorables y contraatacar.
Abro un paréntesis para recordar que nuestro Comandante era un
maestro de contraataque, demostración magistral de lo cual fue cuando
aceptó ir a su referéndum revocatorio, la Campaña de Santa Inés. ¿Lo
recuerdas?
Pero volviendo a la respuesta, estoy convencido y así lo hemos
compartido muchos amigos, que el haber implosionado a Pdvsa fue el
estimulante y acelerador para que la burguesía saliera de su órbita y
llevaran al país al cadalso, nuestro mismo Comandante lo refirió después
cuando volvimos a la calma. ¿De qué otra forma se podía llevar adelan-
te los programas sociales en mente para nuestro pueblo sin el respal-
do financiero de nuestra primera fuente de ingresos? Eso habría sido
imposible con la empresa estatal en manos de los mantuanos. Entonces,
contradictoriamente, nuestro error era necesario para generar el error de
ellos y obtener el resultado deseado. Es obvio que los riesgos fueron de
antología, siendo el más crucial y peligroso cuando nuestro Comandan-
te estuvo en manos de sus captores, pero él mismo no veía alternativa
en este escenario, estaba convencido de que para poder cumplir con los
pobres era así o no era; y si hay algo que él no soportaba era fallar a su
pueblo, lo demostró todas las veces sin excepción. Pero todo al final,
hermano, se dio tan perfecto. Por eso dije antes que Dios con sus propias
manos movió todo y provocó todo, así como provocó el Big Bang. Amén.

D.R.: ¿Usted considera que ya este proceso revolucionario es irreversible?


¿Cuáles son esas condiciones que nos dan esa garantía? Y en caso de que
Lealtad a prueba de golpe [93]

todavía no lo sea, ¿cuáles son los medios que tenemos que perseguir para que
sea irreversible?

Cnel. M.B.: Te puedo dar fe de que en las bases populares es irre-


versible, meto las manos en la candela por ello. Creo que eso depende
más de nosotros, los que tenemos alguna responsabilidad de dirección,
ya sea nivel bajo, mediano o alto. Nuestro pueblo responde con gran-
deza cuando sus líderes son justos, honestos, leales y valientes. Nuestro
Comandante dejó todo hecho para que la Revolución fuera irreversible.
En metáfora, pero con justeza, podemos decir que el Libertador volvió
por segunda vez en Hugo Chávez Frías y en esta oportunidad se cuidó
de no arar en el mar; si se genera algún tipo de arado ahora será solo
de nuestra responsabilidad. Él se cuidó de no dejarnos a un Páez, a un
Flores o a un Santander entre nosotros. Entre nosotros está la responsa-
bilidad de impedir que brote alguno, no dejemos que salga. La irreversi-
bilidad, ya lo dije, está en mayor medida en quienes tenemos un puesto
de dirección, hoy nuestro pueblo está confiando en los cuadros que el
Comandante dejó para continuar con la Revolución.
Tuve la oportunidad en los actos de la capilla ardiente, cuando despe-
díamos a nuestro líder supremo, de compartir algunas palabras con
nuestro embajador Roy Chaderton, en un almuerzo improvisado que
estábamos compartiendo, y él hacía una alerta que a mí me parece impor-
tante: “Cuidado con la adulancia, cuidado con los intrigantes, cuidado
con los ofrecimientos, la oligarquía en eso es magistral”. Unidad, lucha,
independencia, batalla y victoria es orden que dejó nuestro Coman-
dante para todos los patriotas. Nosotros los soldados tenemos una gran
responsabilidad por cuanto el mundo aún se define y se impone por las
armas, tomando en cuenta que nuestra especie no ha superado ese afán
depredador. El Comandante siempre nos dijo que las armas juegan un
papel preponderante en la Revolución, es decir, otra variable fundamen-
tal de la irreversibilidad está en el compromiso y la responsabilidad de la
FANB y de sus soldados.
[94] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ

D.R.: Ahí se acaba la teoría del bochinche.

Cnel. M.B.: ¿Cuál bochinche?

D.R.: La teoría que tiene la derecha de que este pueblo solamente sirve
para el bochinche.

Cnel. M.B.: Por Dios.

D.R.: Esa es su teoría, que mientras les den más…

Cnel. M.B.: Los operadores psicológicos del imperio germinan el


quebrantamiento de la autoestima en la psiquis de nuestros pueblos, los
pueblos que ellos quieren devorar, eso está demostrado y, aún con los
bemoles que pueda tener esa afirmación, nuestra generación es testigo
de ello. En la década de los años ochenta y noventa causalmente ya
era degenerativo identificarse venezolano, la autoestima colectiva estaba
huérfana, yo diría hasta ausente, nuestros símbolos, nuestra cultura y
tradiciones ya eran de avergonzarse, nuestros pasados fueron borrados
y tergiversados de nuestro conocimiento; lo propio era el norte, Miami,
“tá’ barato dame dos”, así nos describíamos y nos describían, petróleo y
mujeres, “yo quiero ser Superman”, ¿cuánto hay pa’ eso?, whisky, cerveza,
droga y prostitución en plena crecida sostenida. No éramos nada, solo
consumidores –y eso para quienes tenían cómo–, la verdadera chusma
de este país, que no son otros que la clase política gobernante de enton-
ces y los mercaderes de la patria quienes nos llevaron hasta el precipi-
cio. Solo que cuando estábamos al borde llegó un ángel de Dios, Hugo
Chávez Frías, y nos sacó de las catacumbas como prometió, nos salvó
de las fauces del infierno y reivindicó a todo y a todos, y el pueblo no se
quedó atrás, el pueblo respondió con estoicismo, grandeza, sabiduría y
voluntad. Por eso nos preguntamos: ¿bochinche? ¿Flojos? ¿Quién? ¡El
mundo al revés, la mentira hecha verdad pues!
Lealtad a prueba de golpe [95]

D.R.: En todos los sucesos de abril se notó…

Cnel. M.B.: Cuatro letras que mueven lo imposible: amor. Superio-


ridad improbable de vencer porque el amor es de Dios. ¿Y quién contra
él? No hay diablo, por muy poderoso y malo que se crea, que pueda
contra la más hermosa expresión y sentimiento que un ser humano
pueda abrigar y expresar. Nosotros tenemos ejemplos históricos en casa,
invito a ver bien, por citar uno de miles: el paso del páramo de Bolívar
con su pueblo hecho ejército; más acá lo que aquí pasó el 13 de abril
del año 2002 no se lo explica ni el gobierno arrogante del imperio, se
quedaron blue. Hugo Chávez Frías definitivamente los tenía locos, por
eso no nos extraña que su fallecimiento no sea de causa natural, había
que sacarlo del medio como fuera. Se dieron cuenta de que subestimarlo
era un error y ahora sí creen poder con su pueblo pero se equivocan.
Aquí quedó Chávez por todos lados.
G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY24

Cuando escuché por primera vez la expresión “Sistema de Seguridad Presiden-


cial” no concebí lo profundo, lo importante y la responsabilidad tan grande ante
el reto que tenía que asumir en ese momento histórico que acontecía al país, donde
se llevaba a cabo una revolución pacífica pero intensa como lo es la Revolución
Bolivariana, sustentada ideológicamente en el Árbol de las Tres Raíces: Bolívar,
Rodríguez y Zamora, y ahora incluidos Miranda y Sucre. Conducida por uno de los
líderes mundiales más importantes de esta era contemporánea, nuestro Comandante
Hugo Rafael Chávez Frías, quien tuvo que enfrentar el imperio norteamericano,
sus grandes trasnacionales dominantes del mundo y a la oligarquía rancia de este
país que actúa como títere de ese imperio para perpetuarse con su sistema capitalista
sin importar el sufrimiento de los pueblos que durante siglos han sido sumergidos en
un mundo de miseria, hambre y pobreza.
Sin embargo, aquellos días fatídicos y oscuros de abril del 2002, que llevaron a esa
oligarquía a secuestrar e interrumpir el hilo constitucional, se encontraron con un
pueblo y con una Fuerza Armada que venía despertando gracias al liderazgo de
nuestro Comandante Eterno. Esa fecha será recordada como los días cuando las
garras del imperio trataron de arrebatarle derechos alcanzados a un pueblo que
venía sufriendo los embates de las políticas neoliberales aplicadas por los gobiernos
de la Cuarta República y que, gracias a la llegada del Comandante Eterno al poder,
despertó junto a sus militares e impidió que se perpetuara la oligarquía. Es por esto
que aquellos hechos inolvidables serán motivo de estudio y reflexión durante muchos

24 Eldán Domínguez Fortty. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, graduado


en la Academia Militar de Venezuela (1988), perteneciente a la Promoción
General de Brigada Manuel Manrique. Es magister en Ciencias y Artes y
en Seguridad Presidencial (Habana, Cuba). Para el momento del golpe de
Estado de abril de 2002 tenía el cargo de mayor/segundo comandante de la
Unidad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP). Fue agregado mili-
tar del Ejército de la República Bolivariana de Venezuela acreditado en la
República de Cuba. Actualmente ostenta el grado de general de brigada.

[96]
años para que más nunca ocurra un 11 de abril. De allí nace aquella frase que dice:
“Todo 11A tiene un 13A”.
Después de esta reflexión quiero agradecer a nuestro Comandante Eterno Hugo
Rafael Chávez Frías por haberme dado la oportunidad de pertenecer a esas glorio-
sas filas de su Guardia de Honor Presidencial y manifestar en este escrito que siento
el honor más grande que me ha consagrado nuestro Dios y la República: haber esta-
do junto a él durante muchos años. Estar al lado de un gigante como él me permitió
aprender, madurar como revolucionario y afianzar para siempre mis convicciones
de combatiente de la Revolución Bolivariana para continuar su legado, que es el
mismo legado de nuestro Libertador Simón Bolívar: la unión e integración de todos
los pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
También quiero agradecer muy efusivamente a ese gran líder mundial, padre, guía
y maestro revolucionario de todos los revolucionarios de esta tierra, comandante
Fidel Castro Ruz, quien ha sido luchador social y defensor de las clases más necesi-
tadas, ejemplo de valentía, moral y constancia ante un mundo lleno de injusticias,
dominado por ese capitalismo liderado por el imperio más feroz de todos los tiempos,
que impuso un bloqueo económico atroz a ese noble pueblo de Cuba. Fidel con sabi-
duría lo supo conducir hacia la victoria.
Gracias a una llamada realizada por el comandante Fidel a nuestro Comandante
Eterno, Hugo Chávez, esa tarde del 11 abril de 2002 pidiéndole que no se “inmolara
como lo hizo Allende”, hizo posible que reflexionara y decidiera horas más tarde tras-
ladarse hacia la Comandancia General del Ejército en Fuerte Tiuna a conversar con
los generales traidores de ese momento.
Por último, gracias a mi Dios todopoderoso; a mis padres: doña Teresa Fortty de
Domínguez y don Rafael Antonio Domínguez Hernández (en paz descanses mi
viejo); a mi amada esposa Yojana Milagros Peña de Domínguez y a mis adorados
cuatro hijos: Eldán, Rafael, Daniel y José Ángel.

[97]
Lealtad a prueba de golpe [99]

Antecedentes de abril
Los días de abril fueron duros, había mucha tensión, particularmente
el 10, 11, 12 y 13. En esos momentos mi preocupación era doble porque
mi papá había tenido un accidente cerebrovascular y lo ingresaron en el
Hospital Militar. Ahí en el hospital aproveché y pasé revista de la insta-
lación: de los 24 ascensores subían dos, donde llevaban la comida, por lo
que empecé a dar novedades. Me llamó mi Comandante y le comenté
lo que veía, entonces él me decía: “Ya va, ya va, hijo no me digas más
nada, voy a hacer unas llamadas”. Esa fue la sentencia. No me llamó
más, y como a la hora llegó el Alto Mando: Vásquez Velasco, quien era
el comandante del Ejército, y algunos oficiales generales que se fueron
a la plaza Altamira. Seguidamente me dijo: “¿Cómo está el mayor?”. La
esposa de Vásquez Velasco comentó: “¿Así que usted es el edecán de
Chávez? Le voy a decir algo: cuando le vaya a pasar la novedad a él no
diga nada más lo malo, diga lo bueno”. Ahí me molesté y le dije: “Estoy
claro, señora, lo que pasa es que quien está ahí no es su papá”, y empeza-
mos a discutir. Luego estas personas se fueron.
Durante ese contexto de tensión me dieron permisos para visitar a
mi papá: yo estaba entre el hospital y el palacio. El 7 de abril de 2002
ya se veían las manifestaciones de la oposición, los grupos protestaban,
intervenían Guaicaipuro Lameda, presidente de Pdvsa, y sus aliados
para instigar. Mi papá murió ese día. Estoy seguro de que me lo dejaron
morir porque era el padre de un edecán de Chávez. Sí, a él lo mataron,
dieron esa orden. Recuerdo que mi Comandante me llamó a la una de
la mañana de ese día 7 y me preguntó: “Domínguez Fortty, ¿qué prefie-
res? –fíjense en lo humano y sensible que era mi Comandante– ¿Que
vaya ahorita a compartir un rato con tu familia o que vaya mañana? Si
voy mañana no podré estar con ustedes porque la gente me va a abor-
dar, acuérdate de que hay problemas en el país”. Yo le dije: “Bueno, mi
Comandante, véngase ahora mismo”. Visitó a mi papá, que ya lo estába-
mos velando esa noche.
Esa noche fue y se paró en la urna y le dijo a mi papá unas palabras:
“Viejo, tú eres un revolucionario y yo te prometo que por lo que tú
[100] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

luchaste yo también voy a luchar, vamos a construir el país que todos


queremos”. Ese momento me marcó. También se acercó mucha gente de
todos los sectores políticos y militares a demostrarle inmenso cariño y
apoyo. Pero existía la preocupación de que mientras estábamos en pleno
velorio ya la oposición estaba en la concentración, justo donde hoy en
día está la sede principal de la Universidad Nacional Experimental Poli-
técnica de la Fuerza Armada (Unefa).
Fíjense en lo que es la coincidencia de la vida. Ese día que murió mi
papá, mientras permanecíamos en el Hospital Militar, al lado estaba
–también murió ese día– el hijo de un coronel que en su época fue el
edecán de Carlos Andrés Pérez, Diego Antonio Moreno. En medio del
dolor y del momento, a pesar de que teníamos pensamientos diferen-
tes –él cuidó a Carlos Andrés Pérez mucho tiempo y yo, dentro de mis
convicciones, cuidaba a mi Comandante Chávez– hubo un abrazo y un
estrechón de manos.
Al día siguiente fueron los sucesos del golpe. Empezaron las marchas
y las consignas que aupaban a marchar hacia Miraflores. Estaba allá un
general que hoy en día es un traidor a la patria, Guaicaipuro Lameda.
Si nos ponemos a recordar, en la Cuarta República ese general –a pesar
de ser una persona muy preparada y de ser ingeniero nuclear– estaba
retardado en el ascenso, solo había llegado a coronel. Así era la bondad
de mi Comandante, quien cuando llegó a la presidencia de la República
lo ascendió a general de brigada. Por cierto que él fue oficial de planta y
profesor de nosotros en la Academia Militar.
Ahora bien, uno tiene que ver también los antecedentes que lleva-
ron a estos señores a actuar como lo hicieron. El comportamiento de,
por ejemplo, Luis Miquilena –personaje que andaba recorriendo el país
durante la época en que Chávez aún no era candidato– era sospechoso.
El presidente Chávez consiguió un país económicamente destrozado.
No había dinero en las arcas para pagarles a los empleados públicos ese
diciembre, el precio del barril era de siete dólares y mi Comandante
emprendió la primera gira por todos los países miembros de la OPEP
para lograr que el precio del barril fuera aumentando y así obtener los
Lealtad a prueba de golpe [101]

dividendos necesarios para cubrir las demandas de los empleados públi-


cos. Él propuso lo de la famosa banda. Me acuerdo que nosotros viaja-
mos a los países de la OPEP, primera vez en la historia que dos países
que siempre estuvieron en conflicto, como Irán e Irak, cesaron las hosti-
lidades para poder cruzar la frontera y coordinar para que él se pudiera
reunir con los diferentes presidentes.
En aquella oportunidad también atacaron la compra del avión presi-
dencial. “No, que Chávez se compró un avión a su medida; que Chávez
ahora se cree un rey, un emir, el avión tiene un jacuzzi con las duchas
de oro”, decían. Resulta que nadie sabe que esa adquisición fue debido
a que una vez nos íbamos matando durante la gira por los países de
la OPEP, cuando cruzábamos el océano Atlántico. Primero fuimos a
Brasilia, donde mi Comandante se reunió con el presidente Cardoso.
Luego, como el camastrón era un avión con poca autonomía de vuelo,
había que hacer escalas en varios sitios para reponer combustible, y ese
día íbamos a hacer la primera escala. De Brasilia fuimos hacia Senegal,
un país pequeño que está en la costa occidental de África; justamente en
la noche cuando estábamos en medio del océano Atlántico nos conse-
guimos con una tormenta que dañó el radar del avión. Eso no lo sabe la
gente, por lo que es bueno decirlo.
Por aquel momento dábamos nuestros primeros pasos en lo que a
seguridad se refiere, cabe destacar que no estábamos cuidando a cual-
quiera sino al grande Hugo Chávez. Existe una gran diferencia entre las
seguridades del mundo; por ejemplo, los gringos (Servicio Secreto de los
Estados Unidos) dicen que son profesionales y les da igual qué presi-
dente pongan allí, cuidan a cualquiera porque lo hacen por un servicio,
por obtener un beneficio. Nuestro caso era diferente, lo hacíamos por
amor, lo demuestra el hecho de que a veces hasta sin dinero viajábamos.
Para retomar el incidente del viaje, puedo decir que gracias a Dios
llevábamos unas aeronaves –después descontinuadas y vendidas–, que
iban a otra altura, y que guiaron por radio –porque no había radar– a
los pilotos del camastrón para lograr sacarnos de la tormenta luego de
cuatro horas. Íbamos con mi Comandante, su familia e hijos. Hubo un
[102] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

momento en que el avión perdió hasta dos mil pies de altura de un solo
golpe. Lo cierto fue que llegamos a Senegal –para que vean las cosas
de la vida– y lo primero que hicieron los pilotos cuando se bajaron fue
persignarse y mandar a hacer una misa, porque en verdad la experiencia
fue dramática. Luego íbamos hacia Arabia Saudita y recuerdo que mi
Comandante literalmente nos preguntó: “¿Cuánto nos falta?”. “Nos falta
como cuatro horas más, mi Comandante”. Y él siempre con su jocosidad
nos dijo: “Bueno, si nos falta poco, cuatro horas, vámonos poco a poco”.
Como si fuéramos en un carro. De ahí nos fuimos poco a poco. Claro,
ya del otro lado del mundo era de día y los pilotos podían maniobrar
de forma visual, no necesitábamos el radar. Dependíamos, inclusive, de
una empresa estadounidense que proveía los repuestos, pues el radar no
se conseguía.
Hicimos escala en Nigeria, en Egipto y seguimos hasta llegar a
Arabia Saudita. Allí nos recibió en aquella oportunidad el rey Abdalá
Bin Abdalaziz, quien en ese momento era el príncipe. Cuando terminó
la actividad el rey nos apoyó con un avión de él, un Boeing 777. Eso
sí era una inmensidad de avión, ese era el avión de un rey, tenía dos
pisos. Recuerdo que todos nos regresamos en butacas de primera clase y
mi Comandante vino descansando en el segundo piso del avión, donde
había una cama, porque el viaje era largo. Esas son las cosas de la vida,
pero aquí la oposición cómo atacó, ¿no?: “¡Es que ahora Chávez se cree
un rey, se compró el camastrón; tiene un jacuzzi con las duchas de oro!”.
Nadie cuenta que nos íbamos matando.
En una oportunidad llegamos a otro país y escucho a Guaicaipuro
Lameda conversando con unos ministros: “Oye, tú sabes la cosa, ¿no? Tuve
que prestarle mi avión a Chávez”. No me aguanté y le dije: “Mi general,
¿su avión? ¿Ese avión es suyo o de Pdvsa?”; contesta: “¿Y usted quién es?”,
claro, nosotros siempre íbamos de civil y a veces ellos ni se daban cuenta
de que éramos militares. Respondí: “Soy el mayor Domínguez Fortty”.
Entonces me dijo: “Sí, bueno sí, es de Pdvsa”. Esos eran indicios de que
ellos andaban en conspiraciones.
Lealtad a prueba de golpe [103]

Igualmente, debemos recordar que en aquella época, como parte de


las actividades políticas y del programa de gobierno de mi Comandante,
se creó el Banco del Pueblo para ayudar a la gente pobre, al más necesi-
tado. Eso no le gustó a la banca privada. Mi Comandante creó el Plan
Bolívar 2000 y se lo encomendó a un general que hoy día también es
traidor de la patria, Rosendo, quien actualmente anda por el exterior
haciendo campaña de descrédito contra la Revolución Bolivariana. En
una oportunidad que andaba de avanzada en Europa me llegó informa-
ción de Inteligencia y me lo conseguí en España. Él iba a dar una confe-
rencia en la Universidad de Madrid para hablar mal de la Revolución.
De ese general incluso recuerdo que mi Comandante dijo: “Yo meto
las manos en la candela por Rosendo”, lo dijo en público. ¿Y qué pasó
con él? Esa noche del 11 de abril era uno de los que entraba y salía del
palacio, era uno de los voceros de la oposición y de los generales que
se encontraban en la comandancia del Ejército. Le llevaba el papel a
Chávez, a mi Comandante: “Toma, Chávez, firma, renuncia porque si
no van a atacar el palacio”.
También podemos recordar a otro de los generales traidores, el
ministro de Finanzas, Usón Ramírez. Todo esto es historia y hay que
recordarlo porque esa gente se va a la televisión y utiliza los medios de
comunicación –que son un arma– en operaciones psicológicas contra
el pueblo. Ese general Usón Ramírez fue otro que entraba y salía del
palacio, llegó a decir: “Yo renuncio al cargo porque este es un gobierno
inmoral”, cuando los primero inmorales eran ellos.
Aparte de eso, se aplicaron medidas –que fue la gota que derramó el
vaso– como la Ley de Tierras y la Ley de Hidrocarburos. Entre estas y
las leyes habilitantes estalló el golpe. ¿Se acuerdan? Todo eso fue en el
año 1999 cuando mi Comandante llamó a la constituyente, que derivó
en la aprobación popular de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, con lo que pasamos de ser una democracia representativa
a ser una democracia participativa y protagónica.
Subió también el precio del barril del petróleo. Mi Comandante no
tenía un control absoluto en Pdvsa, que para el momento era una caja de
[104] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

Pandora, era un Estado dentro del Estado. Ellos compraban y se daban


el vuelto. Guaicaipuro Lameda cayó en eso, le compraron la conciencia.
Esos fueron los antecedentes que llevaron al golpe de Estado del 2002.

11 de abril: el golpe se consumó


El 11 en la noche había mucha gente nuestra en el palacio. Mi
Comandante decidió reunirse con los altos representantes, pero si
hubiese sido por nosotros –equipo de seguridad presidencial–, habría-
mos muerto ahí con las botas puestas. Fue su decisión ir a negociar en
la comandancia donde estaban los generales. Yo pienso que él, dentro de
todo, de su buena fe, veía a esos generales como sus compañeros. Noso-
tros los militares tenemos una concepción particular de la vida: cuan-
do uno entra a la academia siempre marca al oficial que uno ve como
ejemplo. Cuando yo era cadete quería ser como mi capitán Blanco La
Cruz, como mi capitán Hugo Rafael Chávez Frías, desde primer año ya
lo estaba observando en la academia y ya uno comenzaba a oír cuando
hablaba de Maisanta. Ese era el norte.
Mi Comandante era así también, porque esa es nuestra vida militar. Él
veía a estos generales –que muchos eran superiores a él en antigüedad–
como unos superiores y amigos. Mientras que ellos estaban confundidos
y no veían a mi Comandante como presidente de la República sino
como el teniente coronel. Fíjense en que en los medios de comunica-
ción se jactaban de forma despectiva diciendo “teniente coronel”. Ellos
pensaban: “¡Ah! Si Chávez es teniente coronel, yo que soy general debo
estar, no sé, en la Nasa. Tal menosprecio hacia mi Comandante fue el
que los llevó a cometer la locura de abril. Mientras tanto mi Comandante
pensaba en la buena fe de ellos. Se pudo haber quemado al meter las
manos por aquel, lo que pasa es que Dios es grande y no le sucedió como
a Rómulo Betancourt que dijo así –pero ese sí era un bandido– y se le
quemaron las manos en un atentado que le hicieron en Los Próceres.
Esa noche también hubo una llamada estratégica que le hizo el coman-
dante Fidel Castro a mi Comandante Chávez: “Oye Chávez, no te inmo-
les, no vayas a hacer como Allende”. Es cuando mi Comandante, después
Lealtad a prueba de golpe [105]

de varias horas de reflexión, decidió ir a la comandancia a negociar con


los generales. Esa noche fue dura de verdad, hubo mucho llanto, todavía
éramos unos muchachos inocentes y así cuidábamos a mi Comandante,
por eso se aprovechaban de la buena fe. Nos dirigimos a la comandancia
y allí hubo una especie de pequeña emboscada. Metieron en un ascensor
a nuestro Comandante y a nosotros nos dejaron afuera. En ese momen-
to los oficiales que allí estaban involucrados con el golpe nos empujaron
y no nos permitieron subir. Desde entonces verdaderamente se puede
decir que hubo un secuestro.
La gente podría pensar que la Guardia de Honor Presidencial (GHP)
no cumplió su misión, pero fue una orden del Comandante ir hasta
allá. Como lo dijeron Fidel y el Che: “las órdenes del comandante ni
se analizan ni se discuten, se cumplen”. Nosotros en ese momento no
éramos nadie para estar analizando; él lo decidió y nosotros cumplimos.
Hago un paréntesis aquí porque a mí me ocurrió algo parecido y yo no
lo analicé sino que lo cumplí. Recuerdo que fue el 7 de agosto del 2002,
en la primera toma de posesión del presidente-narcotraficante-Uribe
–lo digo con propiedad. Todos sabemos su historia–. Cuando la guerrilla
mató a su papá en una finca, en un sector que llaman Montería, en 1983,
Uribe se desempeñaba como director de la Aeronáutica Civil Colom-
biana. Quien lo apoyó y le prestó el helicóptero para que fuera a donde
se encontraba su padre fue el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. En
la elección de Uribe jugó un papel importante la ultraderecha. Poste-
riormente fundó los grupos paramilitares. Bueno, en represalia las Farc
decían que aquel día iba a ser inolvidable para los colombianos, ellos
iban a atacar el palacio de Nariño.
En aquella oportunidad yo me fui como un mes antes a Colombia para
hacer el trabajo de seguridad para mi Comandante. Nosotros sabíamos
que ese día iban a atacar y le mandamos el resumen de inteligencia:
“Las informaciones dicen que el 7 de agosto va a ser un día inolvidable
para los colombianos. No venga mi Comandante, y si lo hace por un
compromiso, hágalo el mismo día, no se vaya a venir un día antes y
menos pernoctar aquí”. Entonces la repuesta fue: “Bueno, ¿ustedes no
[106] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

son mi seguridad? Cuídenme”. Eso es solo para que vean el riesgo que
siempre corría mi Comandante. Ese 7 de agosto de 2002 las Farc ataca-
ron el palacio de Nariño y hubo diecisiete muertos. Ya teníamos un plan
en caso de ataque y sacamos a mi Comandante del palacio, pero por un
lado se le pegó en un brazo quien era en aquel entonces presidenta de
Panamá, Mireya Moscoso, y por el otro lado se le pegaron el príncipe
y los españoles de la guardia civil, quienes me decían: “Oye, si ustedes
sacan a Chávez, nosotros sacamos al príncipe”. Como estaban cayendo
las granadas, los sacamos. Llevamos a mi Comandante al aeropuerto y
lo embarcamos en el avión presidencial. Él me dijo: “Quédate, y hasta
que no saques al último de los hombres venezolanos pertenecientes a la
comitiva no te vayas para Venezuela”. Cumplí la misión. Era una situa-
ción de riesgo, sin embargo las órdenes del Comandante ni se analizan
ni se discuten, se cumplen. A pesar de que él sabía la información, deci-
dió que iba a viajar y nosotros cumplimos la orden, lo cuidamos.
Eso sucedía mucho. El 11 de abril mi Comandante quiso ir a negociar
con los generales y así fue. Cuando llegó lo tenían emboscado, estaban
todos esos traidores. Pueden constatar, hay pruebas, hay fotografías donde
salen Rosendo, Héctor González González, el cardenal, Medina Gómez,
el inspector del Ejército, Ruiz Guzmán, Molina Tamayo, Camacho Kairuz
–quien era viceministro de Interior y Justicia–, todos esos traidores.
Lo cierto es que ya ellos tenían su plan, tenían al hombre que iba
a llevar a mi Comandante y que, supuestamente, lo protegería en su
sitio de aprehensión. Esa noche, como no nos dejaron estar con él, deci-
dimos regresarnos al palacio. Al día siguiente ya habían nombrado a
Carmona Estanga presidente de la República. Es cuando él en el salón
Ayacucho del palacio de Miraflores exclama su auto de juramentación:
“Yo, Carmona Estanga…”. Y entonces el otro decía: “Se destituye la
Asamblea Nacional”, y los tipos aplaudiendo. “Se destituye al Poder…”,
y volvían a aplaudir, contentos y muertos de risa. Nosotros todavía nos
encontrábamos en el palacio. Mi general Suárez Chourio era el jefe de
todos en la USPP [Unidad de Seguridad y Protección Presidencial], yo
era el segundo jefe de la escolta de la caravana, y hay que destacar que
Lealtad a prueba de golpe [107]

estaban todos estos muchachos que son unos héroes anónimos: Medina,
Franklin Díaz, Meléndez, Christopher, Villamizar y algunos otros que
pido disculpas por no nombrar. Resolvimos reunirnos ese día porque
nuestra oficina quedaba justamente al lado de dicho salón, y desde allí
escuchábamos las risas. Yo todavía tenía la llave del parque de armas,
donde se guarda el armamento.
La caravana cumple una función diferente a la del regimiento de la
Guardia de Honor Presidencial, obedece a un orden establecido por
anillos de seguridad, éramos los responsables del primero y segun-
do anillo del Comandante. Imagínense, esa es la parte más cercana
al Comandante y el regimiento de la Guardia de Honor, que en ese
momento lo comandaba el coronel Morao Gardona. Decidimos reunir-
nos primero y dijimos: “Vamos a llamar al coronel Morao Cardona,
estos señores están en el salón Ayacucho; están todos envilecidos por el
poder, pero nosotros todavía tenemos las llaves del armamento. Vamos a
atraparlos a todos, a mi Comandante se lo llevaron y allá adentro está el
cardenal”. A lo mejor era una locura, entonces dijimos: “Vamos a agarrar
al cardenal y negociamos con ellos. Si no nos traen a mi Comandante
lo fusilamos”. Entonces dijimos: “Si el coronel Morao garantiza que van
a sacar las tropas del regimiento de la Guardia de Honor Presidencial y
que se va aplicar el plan de defensa, entonces así lo haremos”. Lo cierto
fue que lo llamamos y esperamos que llegara a la oficina.
Nosotros estábamos infiltrados, teníamos un escolta dentro de nues-
tra caravana que era Disip, esa gente nos tenía infiltrados y reportaban
directamente los movimientos de mi Comandante. El día 12 observé
que donde se estacionan los carros entró una camioneta 4x4 y apareció
un Disip que era escolta, parte de nosotros, y me dijo: “Mire, mi mayor,
le presento a mi hermano”. Era un mayor de la Guardia Nacional, novio
de Patricia Poleo. Recuerdo que el Disip se llama Jimmy Mendoza, y su
hermano venía a reunirse con su novia quien estaba participando en el
acto de juramentación de Carmona en el salón Ayacucho. Inclusive, esta-
cionó la camioneta allí, donde paran los vehículos de mi Comandante y
de la caravana. Llegó el coronel Morao, nos sentamos todos y dije: “Mi
[108] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

coronel, garantícenos que usted sacará las tropas de la GHP y nosotros


con los escoltas vamos y atrapamos al cardenal”. “No, ustedes se volvie-
ron locos, no, no, hermanito”. Él usaba mucho esa palabra: “Hermanito,
vamos a hacer algo, a mi Comandante ya lo secuestraron, vámonos para
el Ejército, seguimos conspirando y dentro de un año o dos regresamos”.
Imagínense esa actitud.
Y después él fue héroe de la Revolución porque sacó a las tropas, pero
en realidad lo hizo inducido; la mayoría de ellos estaba en shorts, en
cholas en el regimiento, las tropas iban a salir sin los oficiales. Ahí los
verdaderos héroes fueron las tropas, el pueblo, el soberano del lado del
regimiento de la Guardia de Honor Presidencial, porque en la caravana
sí estaban todos. Teníamos algunos infiltrados, pero la gran mayoría les
aseguro que estábamos comprometidos a rescatar a mi Comandante.
Salimos con la supuesta intención de entregar el parque de armas
porque vinieron los de la Unidad de Operaciones Especiales de la
Armada (UOPE), quienes participaron activamente en ese plan. Eso
fue planificado más que todo por la Armada. El almirante que después
se pronunció, Héctor Ramírez Pérez, iba a ser ministro de la Defensa
de Carmona. Lo cierto es que la UOPE decidió sacarnos del palacio. El
jefe de la Casa Militar de ese momento, general de brigada Vietri Vietri
–a quien mi Comandante bondadosamente lo ascendió después a gene-
ral de división–, nos mandó a quitarnos la boina roja y a colocarnos la
negra porque nosotros éramos del Ejército, que ya había otro gobierno y
que nos presentáramos en la comandancia del Ejército. A pesar de que
nadie se quitó la boina fue un impacto haberlo escuchado de ese general.
Hubo gente que celebró. Ya estaba instalado el contraalmirante, que
fue jefe de la Casa Militar de Carmona, Molina Tamayo; él trabajaba
en el palacio Blanco, muchas veces nos llamó a Christian y a mí tratan-
do de captarnos; nos invitó a varias reuniones y nosotros en dos opor-
tunidades fuimos a su oficina, pero para ver en qué andaba. Él era un
hombre muy ambicioso que lo que quería era poder. Había trabajado
en unos proyectos en Cavim y quería que el presidente lo viera como
un oficial muy inteligente para que le diera un cargo mayor; trataba
Lealtad a prueba de golpe [109]

de utilizarnos, pero también era como para captarnos. Ya él estaba en


la conspiración, por cierto que fue director de Conasede (Consejo de
Seguridad y Defensa de la Nación). Lo cierto es que ese día lo nombra-
ron jefe de la Casa Militar y es cuando se autojuramentó Carmona, visto
tantas veces en la televisión.
Se aplicó entonces el plan de defensa el día 12 para el 13. Pero ahí
también hubo una traición. En ese momento Carmona Estanga no
tenía gente de seguridad, los mismos escoltas de nosotros se quedaron
allí. A los oficiales los sacaron pero nuestro pueblo, nuestro soberano
–nosotros lo llamamos el soberano de nosotros– eran los escoltas y ellos
se quedaron allí cumpliendo la misión. Para entonces no se sabía nada
del vicepresidente de la República, Diosdado Cabello Rondón, segura-
mente buscaba una forma de atrincherarse porque ya se sabía que era
un golpe de Estado. Fíjense en que es hasta bíblico: al tercer día resucitó,
así fue como al tercer día estábamos regresando a mi Comandante al
poder.
Carmona Estanga nombró como director de la Disip al traidor gene-
ral Poggioli. Su primera orden fue matar a los “perros fieles de Chávez”,
que éramos nosotros. Nos dieron una boleta de permiso; primera vez
en la vida que me daban tanto permiso. Fuimos a la comandancia del
Ejército y nos recibió el inspector general del Ejército, el general Ruiz
Guzmán. En ese momento a mi Comandante ya lo habían pasado a la
estación de la Policía Militar, de donde lo trasladaron a Turiamo. Ruiz
Guzmán nos dijo: “Muchachos, ustedes saben que son unos excelentes
oficiales, aquí no va a haber represalias como sucedió el 4 de febrero,
van a ser insertados nuevamente a las unidades del Ejército”. Pero eso
venía orquestado por un plan, ya el general Poggioli se había puesto de
acuerdo con ellos, nos estaban dando un permiso para que, cuando salié-
ramos, la Disip nos fuera a buscar uno por uno y no pudiéramos contar
la historia jamás.
¡Un plan de asesinato a los perros fieles! Entonces llamaron al direc-
tor de personal de la comandancia. Lo cierto es que mientras estábamos
esperando allí, en una sala donde el Alto Mando del Ejército hace sus
[110] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

reuniones, operaciones y toda la planificación de actividades, el general


Ruiz Guzmán recibió una llamada que nosotros no escuchamos desde
el otro lado, pero suponemos intuitivamente que era Cecilia Matos. Él
no se percató de que estábamos ahí y empezó a hablar con el señor; le
dijo: “¿Inspector de la Fuerza Armada Nacional (FAN) con el modelo
viejo o con el modelo nuevo?”, fueron sus palabras textuales. Es decir, si
iba a ser ministro de la Defensa o iba a volver a la Cuarta República con
el modelo viejo. Se estaban ya repartiendo los cargos, era un golpe de
Estado. Acuérdense de que durante esos días era la primera vez que mi
comandante no nombraba un ministro de la Defensa sino un inspector
general de la FAN, que para entonces era el general Lucas Rincón.
Luego llegó el director de personal y preguntó: “¿Suárez Chourio,
cuántos días quieres?”. “Bueno, mi general, deme veinte días”. “Dele,
veinte días de permiso. ¿A dónde quieres ir?”, “bueno, mándeme al esta-
do…”. Todo eso era falso, era un teatro, eso era un circo. “¿Domínguez
Fortty, y tú?”, “bueno, deme veinticinco días, mi general.” Todavía esas
boletas existen, por lo menos la mía la tiene guardada mi esposa.
Y así fueron con todos nosotros. Cuando terminamos, ya casi en la
noche, nos retiramos y cada quien se iba para su casa. Ya el pueblo estaba
rodeando las unidades militares en la alcabala 3 de Fuerte Tiuna. Cuan-
do íbamos bajando las escaleras del estacionamiento de coroneles de la
comandancia general del Ejército, vimos que entró un helicóptero y se
posó en el helipuerto de la comandancia. Luego llegaron dos camione-
tas y montaron a alguien.
Mi Comandante nunca dijo que lo golpearon, pero yo sí sé que lo
maltrataron físicamente, después hablé con el sargento Juan Bautista
Rodríguez –otro héroe de la República, quien estaba en Turiamo y que
pasó la carta por el fax, y actualmente trabaja conmigo en Cuba– y él me
contó que los mismos oficiales en Turiamo lo atropellaban verbalmente
y mi Comandante estaba hinchado.
Lealtad a prueba de golpe [111]

Los soldados y la operación Rescate de la Dignidad


El helicóptero se levantó y salió hacia rumbo desconocido, pero por
la orientación del eje de avance suponíamos que iba hacia Maracay. Fue
entonces cuando llamamos al general Baduel, quien era el comandante
de la brigada de paracaidistas acantonada en Maracay, estado Aragua. Le
informamos del helicóptero y le dijimos que probablemente mi Coman-
dante iba allí, no teníamos la certeza. Pienso que es en ese momento
cuando se activó la operación Rescate de la Dignidad.
Lo cierto es que salimos del lugar. Cada uno fue a esconder a la fami-
lia, sabíamos que nos iban a matar. Después nos reorganizamos y nos
reencontramos al día siguiente en el regimiento de la Guardia de Honor
Presidencial. Fue allí donde conseguimos a las tropas caídas. Había
oficiales que se llevaron las llaves del parque y las tropas iban a reventar
las puertas para sacar el armamento, porque iban a tomar el palacio, ya
la gente estaba rodeándolo. Suárez Chourio se reunió con Morao y lo
convenció. También estaba Medina Macero; yo estaba hacia el lado del
palacio, estaba ya en la caravana. Entonces Morao activó el plan y las
tropas salieron, que es lo que ustedes ven en la televisión, con los polí-
ticos corriendo, Patricia Poleo y todos esos cobardes. A partir de ahí se
tomaron las acciones, Suárez Chourio y Medina Macero fueron a buscar
al vicepresidente Diosdado Cabello Rondón.
A Diosdado Cabello lo trajeron en una ambulancia y se empezó a
retomar el orden. Cuando logramos la conquista del palacio hubo un
grupo, por lo menos el de los oficiales que estaban por fuera, que no
pudieron llegar. Nosotros por teléfono les decíamos: “No, ahora te vas
para la unidad de paracaidistas, concéntrate ahí en Maracay y Valencia”.
El rescate de mi Comandante fue mixto, porque había oficiales de la
GHP, de la caravana y también paracaidistas en los otros helicópteros;
fueron cinco helicópteros. Llegaron a Turiamo esa noche, no hubo ningún
enfrentamiento. Sabemos que llevaron al cardenal para que mi Coman-
dante renunciara, pero él no lo hizo y habló con el sargento Juan Bautista
Rodríguez, que no era de ese grupo. Él es un sargento de la Guardia
Nacional, un héroe anónimo que el pueblo no conoce. Trabajaba en el
[112] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

Ipsfa, cuidaba las viviendas de guarnición y lo habían mandado a Turiamo,


precisamente como un castigo, y cuando llevaron a mi Comandante
empezaron a excluir a Juan Bautista. Él se enteró por medio de otro
que tenían preso al presidente y empezó a decir groserías: “¡A ese presi-
dente hay que joderlo!”, para meterse en la habitación donde estaba mi
Comandante y le preguntó: “Mi Comandante, sáqueme de una duda:
¿usted renunció o no renunció?”. Él lo abrazó y le dijo: “no, yo no he
renunciado”. Juan Bautista le dijo: “¡Hágale una carta al pueblo! ¡Eso sí,
la mete ahí en la basura y escupa, eche basura ahí!”.
Fíjense, a mi comandante en esa habitación le habían puesto unos
papeles para que escribiera la rendición, porque él no había renunciado.
Bueno, en uno de esos papeles él escribió la famosa carta que dice que no
renunció y por detrás hizo una especie de croquis que, en la simbología
militar, lo utilizan mucho los paracaidistas, los militares. Juan Bautista
hoy en día tiene esa carta.
Entonces le dijo: “Mi Comandante, hágame también una carta a mi
familia por si me matan”, y le escribió en un papelito, que ese sí lo carga
siempre en el bolsillo. “A la familia de Juan Bautista tal, tal, tal… con
mi aprecio, yo no he renunciado” y la firmó. Imagínese ese ingenio que
tuvo ese muchacho: al ver que a mi Comandante lo sacaron del cuarto
se metió, buscó el papel y lo sacó del recipiente de la basura. Entonces
como no lo dejaban salir montó unas bombonas de gas en su camioneta
y les dijo: “Voy a cambiar el gas porque en la casa se acabó”. Se fue para
el pueblo de Ocumare de la Costa y buscó a una señora que había sido
esposa de un oficial de los paracaidistas, de la época del 4 de febrero;
ella lo guió hasta la brigada, él llegó, trató de hablar con Baduel y le dijo
mostrándole el papel que mi Comandante no había renunciado. Fue
cuando Baduel pasó por fax esa carta. A pesar de que hoy en día es un
traidor, hay que reconocer que en ese momento actuó fielmente. Partió
un grupo hasta La Orchila, rescataron a mi Comandante y aterrizaron
en el palacio.
Recuerdo que habíamos atrapado en ese momento al director del
Cicpc, Miguel Dao. Yo lo tenía esposado, fui implacable porque él es
Lealtad a prueba de golpe [113]

uno de los que mandó a golpear a mi capitán Rodríguez Chacín. Fíjense


en la osadía. Esa misma noche regresó mi Comandante, todo lleno de
júbilo, alegría y emoción. Lo que yo decía hace rato: “Al tercer día resu-
citó”. No obstante, hubo vagabundos que estaban conspirando e igualito
se fueron para el palacio. Por ejemplo, el jefe de personal del Ejérci-
to, el que nos hizo las boletas de permiso, ese general que estaba en la
comandancia, salió en medio de nuestra alegría durante el rescate de mi
comandante. Lo cierto es que Hugo Chávez esa noche regresó. Después
de que habló y sacó la cruz conversó con mucha gente y lo subimos a su
habitación. Ya eran las seis de la mañana, entonces se quitó la ropa, se
acostó y se arropó.
Sus palabras en esos instantes fueron: “Échenme el cuento, mucha-
chos”. Y ahí nos quedamos Suárez Chourio, Medina Macero y yo hasta
que él se quedó dormido. Ese día nos dieron un golpe para que hablára-
mos y mil para que nos calláramos. “Mire, este hizo esto, este hizo aque-
llo, este hizo lo otro…”. Eso fue algo bien emotivo, se quedó dormido y
después a las diez de la mañana se levantó y nos dijo: “Vámonos para los
paracaidistas”. Allí estaba el sargento Juan Bautista, lo primero que mi
Comandante hizo fue preguntarle: “¿Cómo hiciste tú, hijo?”. “Bueno,
me iluminó Dios mi Comandante”. El muchacho le echó el cuento.
A partir de ahí, él nos dio la orden a mi general Suárez Chourio
y a mí: “Epa, quiero que esté conmigo en la escolta” y lo llevé para la
caravana. Estando ahí lo empezaron a amenazar de muerte a él y a su
familia. Por eso lo mandaron para el exterior. Los mismos de la guardia
lo asignaron en Miami, seguramente para que lo mataran por allá, de lo
que me percaté y pregunté por qué lo habían mandado para allá. Actual-
mente está en Cuba, lleva tiempo allá.
Sucedieron muchas cosas. Yo digo que fue la ambición de poder lo
que llevó a esa gente a menospreciar al teniente coronel Hugo Chávez
Frías. ¡Verlo como un “teniente coronel” pero resultaba que era un señor
Teniente Coronel! Así hubiera sido un soldado, habría sido un señor
soldado; pero siempre hubo esa diferencia y ese desprecio hacia los mili-
tares. Porque a los militares siempre nos vieron como personas brutas,
[114] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

que nos conformábamos con las tres “C”: cobre, caña y cuca. Resulta que
hoy en día nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) está
preparada. Nosotros también somos hombres –y ahora mujeres– que
venimos del pueblo, que estudiamos, que pensamos y que tenemos cora-
zón. Eso fue lo que pregonó mi Comandante, es el legado que nos dejó:
la FANB y el pueblo unido; ese binomio debe ser inseparable.
Retomemos las últimas horas antes de que se llevaran al presidente.
Esa noche había mucho nerviosismo, mucha tensión, entraba y salía
gente. Recuerdo bien a esos generales porque ellos ya estaban conspi-
rando, entraban, salían. Llegó mi Comandante, se encerró y duró un rato
meditando, pensando. Después entró el profesor Giordani, y sucesiva-
mente fue llamando a su gente. Entró mi general Suárez Chourio, quien
era el jefe de la seguridad. Esta gente amenazaba con atacar el palacio
y, verdaderamente, mi Comandante no quería que corriera sangre, esa
fue la verdadera razón por la cual él negoció. Corrían rumores de que mi
Comandante se iba a pegar un tiro en la cabeza. Pero eso era mentira,
solo pensaba y meditaba para poder actuar con sabiduría e inteligencia.
Nosotros decíamos: “Aquí morimos con las botas puestas, aquí nadie
se mueve, lo que diga mi Comandante eso es”. Esa fue la decisión que
se tomó. Bueno, inclusive, hasta el mismo ministro de Infraestructura,
Hurtado Sucre, que se montó en el carro con mi Comandante, era voce-
ro también; llegó allá y estaba todo cuadrado y risueño, ahí existe la duda.
Fueron dos carros negros que salieron, ahí se quedó la gente llorando de
impotencia, pero esa fue una decisión de mi Comandante; él decidió salir.
Baduel lo llamó. Estaba el coronel Manuel Bernal Martínez, mi compa-
ñero y amigo, que es hoy en día comandante; fue compañero de celda
del 4 de febrero del mismo batallón, él estaba en la Compañía de Honor
24 de Junio en Carabobo. Ahí todo el mundo estaba activo, inclusive
él se le reveló al comandante de la brigada blindada porque en aquella
época, a pesar de que esa era una compañía de la GHP, él dependía del
comandante de la brigada blindada en Valencia. Se le reveló al general
que estaba allí y se puso a la orden de la GHP. Eso fue una activación.
Lealtad a prueba de golpe [115]

Mientras tanto afuera había represalia de la Policía Metropolita-


na contra el pueblo, inclusive estaban en contra de nuestros oficiales y
algunos fueron golpeados por policías metropolitanos cuando llegaban
a reorganizarse al palacio de Miraflores. Eso tampoco se puede olvidar.
Esa noche fue de alta tensión porque no sabíamos qué iba a pasar, toda-
vía éramos muy ingenuos. Mi Comandante era un hombre de mucha
bondad y su ingenuidad también lo llevó a que lo secuestraran, confiado
en esos generales sin tropa, que después se fueron a la plaza Altamira.
¿Quién los sigue hoy? Nadie.
Sabemos que hubo una traición porque nosotros confiábamos en
nuestros muchachos, en los escoltas. Lo comenté hace rato y fui espe-
cífico cuando hablé de los tres anillos: el primero y segundo anillo es la
caravana presidencial, que ya no es una caravana, hoy en día producto
de esa transformación se le dio el nombre de Unidad de Seguridad y
Protección Presidencial (USPP). Ahí nació el Grupo Revolucionario de
Apoyo Táctico (GRAT) el famoso grupo entrenado en todas las espe-
cialidades; el comandante GRAT era el teniente Medina Macero, los
jefes directos éramos el general Suárez Chourio y yo. Antes había una
GHP que estaba acostumbrada a montarle la seguridad a Caldera. Él
era muy diferente a Chávez, no le llegaba ni por los tobillos. Era de
avanzada edad y no se movía mucho, mi Comandante era muy dinámi-
co; Caldera dormía su siesta y a las seis de la tarde se iba supuestamente
a La Casona.
En los primeros años de su llegada al palacio mi Comandante no
dormía, duraba hasta las tres de la mañana, invirtió el horario, trabajaba
más de noche que de día, parecía un búho. A las tres de la mañana salía
del palacio a La Casona, donde vivía. Pero resulta que a esa hora, cuando
íbamos saliendo del palacio, a veces agarraba el radio y le decía a uno:
“Domínguez Fortty o Chourio –el que estuviera de guardia– vamos a
pasarle revista a las calles del 23 de Enero a ver si están sucias”. Imagí-
nate a la hora que llegábamos a La Casona, ya amaneciendo. Después
de que uno lo dejaba durmiendo y establecía sus hombres de seguri-
dad para cuidarlo, era que uno podía medio descansar. Pero si decía
[116] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

que se iba a levantar a las diez de la mañana nos acostábamos a las


seis y teníamos que levantarnos mínimo dos horas antes. Más que un
trabajo eso lo podemos catalogar de amor. Todos tenemos familia, por
lo que creo que uno de los pocos que ha sobrevivido en la familia he
sido yo. Tengo cuatro hijos, ellos han sabido entender este proceso y ahí
estamos. Pregúntennos cuántos 24 y 31 de diciembre pasamos con la
familia. Con mis hijos fueron pocos porque esos eran los días que más
trabajábamos. Mi Comandante estaba con su familia dándole el feliz
año en Barinas o donde él decía.
Tuvimos que empezar a adaptar la seguridad a su personalidad; esa es
una ciencia. Uno como hombre de seguridad hace un estudio de la perso-
nalidad, eso es algo psicológico, y de acuerdo con ella sabes cuáles son sus
cualidades, sus debilidades, sus gustos, porque el jefe no se debe adaptar
a uno, sino al contrario. Así fuimos conformando esa seguridad. Hubo
un proceso de aprendizaje, la primera vez que salimos a Cuba lo hicimos
clandestinamente. De cierta forma hay que agradecerles al comandante
Fidel y al comandante Raúl Castro, quienes fueron abiertos con nosotros
para nuestra enseñanza. Eso fue por una orden directa de Fidel Castro.
Así fuimos aprendiendo y adaptando, no copiando modelos; la realidad
de Cuba es muy diferente a la de Venezuela. Fuimos adecuando nuestra
seguridad a nuestra realidad y a la de mi Comandante.
Nuestra USPP nació de allí y empezamos a crear cosas nuevas, como
el departamento de psicología operativa y de epidemiología, ya que está
claro en que la lucha también es bacteriológica. Al principio nadie creía
en eso, pero ya había antecedentes: ¿cuántos presidentes no han matado
en Latinoamérica a través de la Operación Cóndor? Eso lo planifica
la CIA, han matado a presidentes insertando bacterias, de ahí nació la
epidemiología. Nosotros chequeábamos hasta el aire que respiraba mi
Comandante con máquinas de ozono, como un quirófano. Yo era impla-
cable, les decía: “¿Mediste allí? ¿Cuánto mide? ¿Cuántos minutos de
ozono le vas a poner a ese local? ¿Revisaste el micrófono, chequeaste el
agua del lavamanos? ¿Cuánto nitrito y cuánto nitrato tienen?”, etcétera.
A veces llegábamos y teníamos que ponerle la botella a mi Comandante:
Lealtad a prueba de golpe [117]

“Tome, cepíllese con esta agua”, porque no es nada más que te vayan a
matar con una bacteria sino que llegues a un lugar y el presidente se
tuviera que cepillar con esa agua que está contaminada, que no lo mata-
ría pero le daría problemas estomacales, lo que podría desestabilizar si
tenía que ir a una cumbre o a alguna actividad pública. La seguridad era
todo.
La seguridad es un sistema. El sistema se define como un conjun-
to de elementos donde cada uno tiene una función diferente, pero
todos trabajan para un objetivo común; en este caso era la seguridad
de mi Comandante. Podríamos hacer aquí un ejercicio y preguntarle a
cualquiera de las muchachas que están ahora escuchando: “¿Tú, tienes
casa? ¿El Gobierno te dio casa?” Si no estás convencida y no tienes tu
conciencia revolucionaria bien clara te podrían comprar: “Yo te voy a
dar tanto, toma”. Al que está cuidando el carro, “te doy tanto. Lo único
que vas hacer es voltear los ojos”, y cuando pase le voy a poner un C4 al
vehículo. Imagínense lo difícil que es trabajar en la seguridad, es cues-
tión de conciencia, ahí es en donde les hacía hincapié a los escoltas, me
preocupaba por lo más mínimo.
Fuimos transformando el equipo de seguridad hasta que nació el
GRAT. ¿Por qué nació este órgano? Porque dentro de nuestra caravana,
al terminar la presidencia de Caldera, existía una patrulla de la Disip a
modo de refuerzo; pero esa gente no estaba comprometida y cada vez
que había un movimiento llamaban para El Helicoide, diciendo que el
hombre se estaba moviendo para tal sitio o para el otro. Necesitábamos
tener dentro de la caravana un grupo que cumpliera las mismas funcio-
nes pero que fuera leal al Comandante y no al comisario que estaba en
El Helicoide. Decidimos nombrar comandante de ese grupo al teniente
Medina Macero. Luego vino la preparación con un grupo de mucha-
chos, lo fuimos haciendo de forma sistemática. Llegó un momento en
que la seguridad fue reconocida a escala internacional como una de
las mejores del mundo. Trabajamos con muchas de las seguridades del
planeta: con los iraníes, israelíes, rusos, chinos hasta con los gringos.
Después de Cuba me mandaron a Rusia por un mes. Nunca me dejaron
[118] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

entrar a Estados Unidos porque soy uno de los del 4 de febrero y me


niegan la visa. Cuando mi Comandante dijo: “aquí huele a Azufre”, los
agentes de seguridad tuvimos que quedarnos dentro del avión tres días.
Eso es otro cuento.
Como estábamos en un período de transición cuando llegamos, no
pudimos sacar a todos los muchachos –había unos buenos– de allí. Esta-
ba el famoso Brito Lombardero, maestro de la caravana, con 29 años
dentro de ella y nosotros teníamos que aprender de alguien. Cuando
llegué sabía de paracaidismo, de cómo disparar y saltar de un avión,
por cuestiones de la vida militar, pero esta nueva misión que estábamos
cumpliendo era algo diferente; la seguridad es otra cosa, no tiene nada
que ver con lo militar.
En esos días hubo choques porque ellos estaban acostumbrados a
que eran los jefes, y querían darle directamente novedades al jefe de la
Casa Militar, a veces trataban de pasar por encima de nosotros. Fue un
proceso de transformación, recuerden que en el año 1998 a mi Comandante
lo eligieron presidente y a partir de allí le conformaron un grupo de
escoltas, pero cuando llegó al palacio fueron quedando algunos y a otros
los fuimos sacando. Ahí quedó el maestro Brito Lombardero y fuimos
incluyendo muchachos que venían del Ejército, de los paracaidistas,
los fuimos preparando y entrenando. Esa misión la cumplía el maestro
Brito Lombardero.
Pero las tropas de los escoltas en sí, que veníamos preparando desde
el año 1998, 1999 al 2002 se quedaron. Ese fue el error que cometió
la oposición mientras que nosotros teníamos gente infiltrada. Denun-
cié que el hermano de uno de ellos era novio de Patricia Poleo, pero
también, por ejemplo, ese maestro Brito Lombardero se quedó encar-
gado durante mucho tiempo. De todos los escoltas él era el más anti-
guo; salimos los oficiales, nos fuimos a presentar, pero ellos se quedaron
y nosotros, desde afuera, sabíamos los movimientos de Carmona por
medio de los escoltas que habíamos dejado allí. Tres días pasan muy
rápido. Sabíamos sus movimientos.
Lealtad a prueba de golpe [119]

La retoma del palacio por la tropa


El día que nos dieron la boleta fuimos escondidos a visitar nuestras
familias, después decidimos reorganizarnos para retomar el palacio. Mi
general Suarez Chourio, confiando en la buena fe y sabiendo que los que
estaban allá adentro –los escoltas– eran fieles a nosotros, llamó al maestro
Brito Lombardero y le dijo: “Crea las condiciones que vamos para allá”.
Fue cuando hubo la traición porque en esos dos días la ambición de
poder fue tanta que se vio cómo el jefe de la seguridad de Carmona salió
corriendo a avisarle al almirante Molina Tamayo: “Por ahí vienen estos
locos a retomar el palacio”, y delató el movimiento.
Ellos nos conocían porque siempre hemos sido de armas tomar, seve-
ros en la disciplina, radicalmente chavistas. Sabían que hablábamos en
serio y fuimos al palacio. Fue cuando Molina Tamayo vio que no era
mentira, Morao Cardona activó el plan de defensa y Brito Lombardero,
junto con el jefe de servicio del palacio, decidieron evacuar a Carmona.
Lo montaron en la caravana y salieron, ni siquiera por el frente sino
por la puerta de prevención 3, la que da a la estación del metro de El
Silencio.
Habiendo rescatado a mi Comandante y retomado el palacio, Brito
Lombardero se presentó allá. No hay que olvidar que ese personaje
delató el movimiento el 12 de abril, y permitió que Carmona Estanga
se escapara del palacio. Cuando regresó Brito Lombardero lo metimos
“pa’l pote”, como decimos en el argot militar. Ahí lloró, pataleó, pidió
perdón. Era un hombre muy astuto, muy habilidoso porque, inclusive,
tuvo entrenamiento con la gente de López Sisco, preparado en ese tipo
de trabajo. El hombre es de cuidado. Mi Comandante era tan bonda-
doso que decía que no debía haber retaliación. Al año siguiente Brito
Lombardero fue ascendido.
Mi Comandante también tomó la decisión de devolver a Brito
Lombardero a su componente originario, la Guardia Nacional; después lo
mandaron al liceo Gran Mariscal de Ayacucho. Eso forma parte de la segu-
ridad, es como un control que debe existir dentro de los elementos que han
trabajado cerca. Dentro de los sistemas de seguridad existe un equilibrio;
[120] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

les puedo decir, por ejemplo, que los elementos de la contrainteligencia


chequean a todo el mundo. ¿Pero quién chequea a los elementos de
la contrainteligencia? En una oportunidad desde la contrainteligencia
hubo un intento de magnicidio también, le querían sembrar una bacte-
ria a mi Comandante y lo detectamos. Eran unos profesionales de la
Guardia Nacional que trabajaban en la sección de contrainteligencia de
la Casa Militar. Nosotros íbamos saliendo para una gira al exterior y uno
de los muchachos que trabajaba directamente con mi Comandante, el
encargado de la ropa, fue el que recibió la bacteria y casi se nos muere.
No digo “ropero” no de forma despectiva, porque yo fui edecán, jefe
de seguridad, zapatero, mesonero, limpiabotas, todo de mi Comandante,
y uno lo hacía con mística. Lo asumes porque estás convencido y no
por dinero, nada de eso. Yo les digo que a veces salíamos de comisión y
nos íbamos limpios, sin dinero, sin viáticos. Una vez le preparamos La
Orchila a mi Comandante, se iba a reunir ahí con Fidel Castro y dura-
mos quince días para acondicionar el lugar para ese encuentro. Como
era una operación secreta, ni siquiera personal civil llevamos sino que
nosotros mismos hacíamos varios oficios, como pintar, por ejemplo.
Antes del 11 de abril también hubo un proceso de desmontaje de la
seguridad. Los golpistas colocaron de jefe de la Casa Militar a “El Rojo”,
ese general escuálido de apellido Rangel. Entonces uno no comprendía,
pero llegó el momento en que nosotros formamos un cuadro cerrado.
Personalmente varias veces me les insubordiné hasta a los jefes de Casa
Militar, con lo que llegó el momento que la seguridad era hermética.
Si había que sancionar a un escolta lo hacía yo, no permitía que llega-
ra ni siquiera el jefe de Casa Militar. También los premiaba, es decir,
administraba la disciplina como segundo comandante que era y eso fue
levantando el liderazgo, porque los muchachos trabajaban sabiendo que
venían apoyados por un jefe, sin miedo.
Cuando tú empiezas a amenazar a un muchacho que está montando
seguridad, seguramente te hace el trabajo pero asustado. La lealtad debe
ser recíproca, de arriba para abajo y de abajo para arriba. Eso sucedió
porque llegó un momento cuando la seguridad era hermética y ellos
Lealtad a prueba de golpe [121]

empezaron a desmontarla, tratando de sacar los elementos que éramos


radicales. Pero como nosotros teníamos acceso directo a mi Comandante,
él siempre nos vio como a sus hijos. Él me llamaba “Impertérrito” y decía
mucho: “Y yo me parezco a Medina Macero cuando era teniente, radi-
cal; yo era radical”. Siempre tuvo por Medina Macero especial aprecio,
porque se veía reflejado en él y no permitía que nadie lo fregara. Una vez
el jefe de la Casa Militar le metió a Medina Macero una boleta de 48
horas de arresto; Medina Macero le firmó: “Totalmente inconforme”.
Imagínense eso de que un teniente desafiara al jefe de la Casa Militar.
Este se lo presentó a mi Comandante. ¿Y qué hizo él? “Cónchale vale,
no me friegues a ese muchacho, yo me parezco mucho a él. Está bien, yo
hablo con él”. Todos estos son otros cuentos del arañero que no aparecen
en el libro. Fueron tratando de desmontar, de desestabilizar, ese era un
plan que ya venía orquestado, hasta que lo lograron.

La historia de los francotiradores


Ese día 11 de abril de 2002 empezaron a caer personas muertas alre-
dedor de Puente Llaguno. Los francotiradores fueron los asesinos, pero
ya desde instantes previos se escuchaba el pronunciamiento de los gene-
rales en el que se afirmaba que ya había ocho muertos, cuando todavía
no habían matado al primero. De esta forma se descubrió fácilmente que
era un plan orquestado por ellos. Estábamos reunidos y Suárez Chourio
comandaba la operación para sitiar a los francotiradores; él no permitió
que fuéramos todos, solo algunos. Precisamente Brito Lombardo estuvo
en ese selecto grupo, estaba apostado en el hotel Ausonia; así como Díaz
González, quien estaba en el hotel Edén; y Benito estuvo ahí.
Ellos subieron al hotel y empezaron a revisar piso por piso, habita-
ción por habitación, hasta que los atraparon, los bajaron y se los lleva-
ron al palacio, al departamento de contrainteligencia. Ahí cometieron
un error porque no dejaron nada registrado. Alguien que trabajaba en
contrainteligencia –aún hoy no sé quién es– se los llevó a la Disip, pero
antes de trasladarlos nadie les hizo preguntas. Esos fueron los errores
en que se incurrió, nadie les tomó foto, debió haber quedado un registro.
[122] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

Eso estaba orquestado, por eso es que quedan dudas. ¿Qué pasó cuando
llegaron a la Disip? ¿Quién era el director de la Disip nombrado por
Carmona? Poggioli; él los soltó. Eran extranjeros: centroamericanos y
colombianos. Ese era un grupo paramilitar, gente pagada, mercenarios
entrenados, se desaparecieron y hasta el día de hoy no quedó registro en
ningún lado. Acuérdense de que antes que recibiera Poggioli, en la Disip
estaba el capitán Aguilera, quien también se fue al lugar donde estaban
los generales a compartir un whisky. Así, queda la duda ante la historia.
Con el tiempo me llegó una citación al palacio, debía ir a la PTJ
–hoy Cicpc– a declarar porque estaba involucrado en el caso de los fran-
cotiradores. Me acusaban de haber sido uno de los que los entrenó y
me llevaron al lugar donde, supuestamente, fue el entrenamiento (La
Bonanza, Charallave). Recordemos que Miguel Dao, director de la PTJ,
estaba involucrado, también lo detuvimos esa noche. Cuando regresó mi
Comandante él andaba merodeando por el palacio y uno de los escoltas
me dijo: “Mire, mi mayor, por allí está el de la PTJ”. “Bueno, métele
los ganchos de una vez”, y lo metimos en donde después retuvimos a
Brito Lombardero. Esa noche vino al palacio el ministro del interior y
justicia Rodríguez Chacín y me dijo que lo soltara. Mi capitán era un
Combatiente, lo reconozco y era un hombre de extrema confianza de
mi comandante Chávez; creo que uno de los pocos. Pienso que me dio
la orden por razones humanitarias: “No vale, deja a ese pobre hombre”.

Un mensaje desde la experiencia vivida


D.R.: Como cuerpo de seguridad inmediato del presidente, quisiéramos
saber cuál fue su visión en ese momento. ¿Cuál es el mensaje que le da a
la joven oficialidad y a la tropa? En determinados momentos de conmoción
cuáles son los principios que deben prevalecer. ¿Cómo actuar? ¿Desde qué
pensamiento, desde qué sentimiento? ¿Cuál es la enseñanza que quedaría
para la historia de esos días de abril?

Cnel. Eldán Domínguez: La universidad de la vida es lo más impor-


tante. Hemos pasado por la Academia Militar, después por las diferentes
Lealtad a prueba de golpe [123]

escuelas de armas, pero lo fundamental es que hemos recorrido la univer-


sidad de la vida, en la que trabajamos cerca de mi Comandante y recibi-
mos su enseñanza, no perdimos el tiempo. Mi Comandante siempre fue
un gran estratega, también nos hablaba constantemente de la moral. Es
normal en cualquier militar que, cuando ingresa a la academia, busque
un norte, un oficial que uno ve que es el más correcto, el disciplinado,
organizado, el mejor oficial. Siempre de muchacho uno quería ser como
él.
Hugo Chávez Frías era ese prototipo de oficiales que guiaba el norte
de uno. No dejaba de hablar de la moral y de su poder indestructi-
ble. Asimiló cabalmente la enseñanza de El Libertador Simón Bolívar:
“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. “Moral y luces son
los polos de una República”. La moral abarca muchos otros valores: la
lealtad, el compromiso, la ética, el desprendimiento hacia las cosas, el
granito de arena que uno pone extra para que las cosas salgan bien; ese
era mi Comandante. Este aprendizaje se lo inculcamos a nuestros subal-
ternos, a nuestros compañeros de trabajo. Conversar diariamente entre
el grupo y los oficiales que pertenecíamos al primer anillo de la GHP
fue generando lo que yo llamo la conciencia revolucionaria.
Todos los procesos revolucionarios en el mundo se mueven y se desa-
rrollan a través de la conciencia. Fíjense en la diferencia entre 1998,
cuando mi Comandante gana la presidencia, y el golpe de Estado de
2002, cuando había conciencia revolucionaria. Durante el golpe de
Estado de 2002 el pueblo salió a batallar a pesar de no estar organizado,
lo que impulsó a muchos militares a actuar de la forma como lo hicie-
ron. En ese momento se consolidó el binomio indestructible pueblo y
FANB. De no haber sido así, la historia hoy día sería otra.
Asimismo, la actitud de nuestros escoltas y de las tropas siempre fue
combativa. El regimiento de la Guardia de Honor Presidencial llegó un
momento en que iba a salir sin sus oficiales si ellos no tomaban alguna
acción. En el caso de los escoltas, de la caravana, de la USPP, la mayoría
no dudó nunca, estaba comprometida, dispuesta a dar la vida por la
Revolución y Hugo Chávez. Lo digo nuevamente: ese fue el error que
[124] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

cometió la oposición, ellos pudieron haber sacado a los oficiales, pero


al no hacerlo dejaron a la conciencia revolucionaria que existía en ese
momento, representada por nuestros escoltas, quienes nos mantuvieron
a todos por fuera comunicados. A pesar de que hubo traición, esta fue
mínima; el maestro Brito Lombardero no era tropa, era un suboficial.
Eso es lo que, repito, hace posible que la FANB y el pueblo se
mantengan cohesionados hoy día. Esto es una experiencia, una escuela;
y nunca más deben ocurrir esas fatídicas jornadas del 11 y 12 de abril. Es
un mensaje para nuestros oficiales jóvenes de la FANB, hasta eso trans-
formó mi Comandante. Antes se llamaba Fuerzas Armadas, en plural, y
ahora es una sola: Fuerza Armada Nacional Bolivariana, un solo punto.
Esto puede servir de ejemplo para que nuestros oficiales sigan compro-
metidos con esta conciencia revolucionaria que nos legó mi Comandante
Chávez, esa semilla que sembró. Y así estén los oficiales ya viejos, el día
que ocurra algo salgan adelante y conquisten los objetivos que se tracen,
porque es la conciencia la que hace que el ser humano actúe mientras esa
conciencia sea por el bien del país, de Latinoamérica y de los pueblos,
como lo quería nuestro Libertador Simón Bolívar cuando hablaba de
América unida, por los años de 1815 en la carta de Jamaica.
Considero que ese es el principal legado de nuestro Comandante
Eterno. Hombres como él –lo dijo Pablo Neruda, pero yo lo digo con
mis propias palabras– solo nacen cada cien años. Hombres como mi
Comandante creo que no volverán; nosotros no lo volveremos a ver en la
historia, lo verán los hijos de nuestros hijos un día si nace algún líder que
tenga las mismas características que él; un hombre espléndido, amoroso,
que dio su vida con todo. Fíjense en el fruto, dio la vida por nuestro
bienestar, se inmoló prácticamente, esa es la enseñanza.

C.F.: Volviendo al tema del 11 de abril, ¿podría nombrar quiénes son


aquellas personas que se comportaron en forma ambigua entre esos días del
11, 12, 13 y 14 de abril? Que en un momento decían que estaban con uno, que
estaban con otro y que hasta el día de hoy uno no sabe qué puede haber. ¿Nos
puede hablar un poco de eso?
Lealtad a prueba de golpe [125]

Cnel. E.D.: De forma ambigua había varios, hay algunos que han
muerto. Por ejemplo, el mayor general Almidien Moreno Acosta, que
en paz descanse, siendo el segundo comandante de la GHP fue uno de
los que se quitaron la boina roja, se puso la negra y luego nos mandó
a que nos quitáramos las de nosotros, cosa que no hicimos. Anterior-
mente mencioné al jefe de la Casa Militar de ese momento, el general
Vietri Vietri. Inclusive ahí había algunos profesionales, creo que eran
edecanes de la Armada, que habiendo regresado el hilo constitucional se
excusaron diciendo que se habían quedado en el palacio para infiltrarse;
por respeto no los nombro porque son oficiales activos pero algunos han
llegado a ser, inclusive, comandantes de la Armada u otros han llegado a
ocupar altos cargos. Pienso que fueron principalmente los de la Armada
quienes comandaron esa operación de golpe de Estado del 2002. Molina
Tamayo y un grupo de almirantes que se plegaron a la declaración que
dio el almirante Héctor Ramírez Pérez.

C.F.: ¿Y de los políticos que en ese momento pudieron haberse comportado


en forma ambigua?

Cnel. E.D.: De los políticos no vi a ninguno así, porque los que entra-
ron al palacio sí lo hicieron por fidelidad y compromiso. Estaba Aristóbulo
Istúriz, Ana Elisa Osorio, Iris Varela, esos que ustedes ven en los videos que
han pasado por Venezolana de Televisión. Ellos fueron piezas fundamenta-
les. Recordemos que un grupo de ellos también se fue con el general García
Carneiro a encontrarse con el pueblo, que estaba rodeando la alcabala 3 del
Fuerte Tiuna.

C.M.: Hubo gobernadores, presidentes de instituciones. Recuerdo ese que


resonó tanto, para entonces presidente del Banco Industrial de Venezuela, que
al día siguiente se fugó del país.

Cnel. E.D.: Después tomó el banco un compañero, Suárez Montenegro,


quien no se volteó pero hacía todo lo contrario a lo que dictaba mi
[126] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

Comandante. Luego se vio involucrado en casos de corrupción del


Banco Industrial de Venezuela.

C.F.: Usted sabe que había un diputado adeco, Ramos Allup, que dijo
que él se presentó porque el presidente de la Asamblea había dicho que estaba
dispuesto a iniciar la transición y a colaborar. ¿Eso es verdad? No sé si usted
lo vio.

Cnel. E.D.: En realidad sobre eso no puedo decirte nada porque yo


con los políticos no tuve mucho roce. Lo mío era la seguridad, comandar
las tropas, los escoltas. Claro, uno escuchaba a los políticos en algu-
nas ocasiones, pero del lado de acá, a los escuálidos nunca. Ellos no
estaban en las actividades a las que iba mi Comandante. Algunos que
se voltearon después, por ejemplo Henri Falcón, quien fue sargento de
la Guardia Nacional. Hay gente que se cree presidenciable y de ahí es
donde viene la vanidad, las ansias de poder y el brinco de la talanquera;
no se daban cuenta de lo grande que era mi Comandante. Lo estamos
viendo ahora; ni el mismo Comandante Chávez sabía lo grande que era.
La enseñanza de todo esto es, primero, que todo 11 tiene su 13; ese es
un eslogan de la Misión Ribas que nos recuerda constantemente que
hay que estar alerta, hay que prepararse. A los jóvenes que no vivieron
ese momento les digo que la historia es la que nos enseña a comprender
mejor qué es la Revolución Bolivariana.

D.R.: ¿Qué errores cometidos por la oposición resultaron beneficiosos


para nosotros? ¿Le pudimos sacar provecho al hecho de no remover algunos
militares...?

Cnel. E.D.: Es que la oposición siempre ha cometido errores.

D.R.: A eso iba. Si usted se viera en retrospectiva: ¿qué habría hecho diferente?
Lealtad a prueba de golpe [127]

Cnel. E.D.: La oposición siempre ha cometido todos los errores del


mundo y eso es lo que los ha hecho fracasar constantemente. Uno no
puede menospreciar la capacidad intelectual de los demás, al enemigo
uno lo estudia. Si ellos fueran un poquito inteligentes, si ese día hubie-
sen sacado del palacio a todos los escoltas y dejan solo a los de ellos,
seguramente habrían podido mantenerse un poco más en el poder.
Pudo haber venido una guerra civil. Yo hablaba hace rato sobre la
ideología y te pongo un ejemplo relacionado con el antes y el ahora.
Cuando ingresábamos en la Academia Militar, durante la Cuarta Repú-
blica, nuestra preparación militar estaba dirigida al combate de la guerri-
lla. Recuerdo que a los estudiantes y cadetes les prohibían trotar cerca de
la UCV porque los estudiantes veían a los militares como sus enemigos
y nosotros veíamos a los estudiantes como contrarios, porque eso era
lo que nos inculcaban. Sin embargo, existía una contradicción porque
nosotros éramos militares, pero nuestro profesor era mi Comandante
Chávez. Nosotros salíamos al trote y uno de los cantos que realizábamos
era el Himno de la Federación: “El cielo encapotado anuncia tempestad/
y el sol tras de las nubes oculta su claridad/ oligarcas temblad, viva la
libertad”. En una oportunidad capturaron a mi Comandante y prohibie-
ron que los cadetes lo siguieran cantando. Ese fue el himno que entonó
Zamora en la Guerra Federal.
Nuestra preparación era en contra de la guerrilla. Hoy día, a través
del contexto internacional de la geopolítica y de los tiempos que esta-
mos viviendo, nosotros nunca vamos a poder establecer un combate con
los Estados Unidos, un combate de frente, y es por eso que se utiliza la
guerra del pueblo, la guerra de resistencia, la guerra de guerrilla.
Después de aquel entrenamiento como oficial de la FANB, actual-
mente te puedo decir que me considero un comandante guerrillero, ves
la contradicción, ¿no? Mi Comandante en sus discursos más de una vez
lo dijo: “Estuve a punto de pasarme a la guerrilla”. Pero, ¿qué pasa? Que
ha sido también ese capitalismo de los medios de comunicación que nos
ha hecho ver, cuando te hablan de la palabra “guerrillero” y tu ideología
no está clara, la imagen de la narco-guerrilla. Sin embargo, si te vas al
[128] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY

concepto verdadero de lo que es el guerrillero descubres que es un lucha-


dor social, combatiente por el bienestar de los más necesitados. Nos
metieron una imagen negativa y tendenciosa en la mente como cuando
nos hablan, por ejemplo, de la cerveza Regional. ¿Qué es lo que se le
viene a la mente a uno? Las chicas catiras, porque eso es algo psicológi-
co, son operaciones que nos han venido inculcando a través de los años.
Ello nos hace difícil ver que “la catira Regional” es solo una representa-
ción de la mujer que impide reconocer que todas las mujeres son bellas,
independientemente de si son gordas, flacas, morenas, blancas, rubias.
Mi mamá era una viejita, pero era una mujer bella, ustedes son unas
mujeres bellas. ¿Por qué una mujer gordita no puede estar en una propa-
ganda si también es una mujer bella? Además, ¿de dónde proviene uno,
el hombre? Del vientre de una mujer. Y ahí te digo que mi Comandante
se convirtió en feminista. Es por eso que la Revolución Bolivariana reco-
noce un nuevo lugar para la mujer, porque ella debe ser tan igual como
el hombre.

C.F.: A esa formación antiguerrillera se sumaba el anticolombianismo, el


antiguyanismo.

Cnel. E.D.: Yo viajé con mi Comandante a Guyana. El concepto que


teníamos de los guyaneses es que eran nuestros enemigos; inclusive,
dentro de los planes de hipótesis de guerra, la primera era Colombia,
después Brasil y, finalmente, la recuperación de la zona en reclamación,
el territorio del Esequibo. Pero fíjense en que el presidente de Guyana
vino a rendirle honor a mi Comandante. ¡Qué diferente es la concepción
de los pueblos en la Revolución Bolivariana!

C.M.: Quiero bañarme en una palangana llena de sangre colombiana.

Cnel. E.D.: Bueno, ese era otro canto: “Guerrillero, si te veo yo te


mato/ y las tripas te las saco/ y la sangre te la bebo”. Eso era lo que
nos inculcaban a nosotros, enseñanza de la Escuela de las Américas.
Lealtad a prueba de golpe [129]

Entonces, por un lado escuchábamos esas canciones y por el otro lado


estaba el instructor que nos recibió en la Academia, el capitán Hugo
Chávez Frías, quien era severo en la disciplina, exacto en el deber y fiel
en el cumplimiento y nos enseñaba cantos patrióticos, no solo el himno
de la Guerra Federal sino que también se escuchaba clandestinamen-
te música de Alí Primera. Otro de los instructores, mi capitán Ronald
Blanco La Cruz, y mi capitán Hernández Beheren, primeros dentro de
su promoción, fueron los oficiales que nos llevaron a nosotros a parti-
cipar el 4 de febrero del año 1992. El revolucionario no necesita de un
cargo para actuar, a donde uno vaya hay que dejar una huella positiva.
Asimismo, hoy en día también es necesario conquistar espacios dentro
de la Revolución para evitar que sean tomados por nuestro enemigo,
como pasó en abril del año 2002.
G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO25

Yo pienso que hemos venido fortaleciendo la conciencia. Existe un nivel de madurez


gracias a la obra de Chávez con el pueblo. Ya no somos instrumento ciego de nues-
tra propia destrucción. ¿Qué mejor armamento que la conciencia de la mayoría?
La continuación de las misiones sociales es parte de esa campaña estructural. El
presidente educó a la gente porque fue todo un maestro comunicacional durante
catorce años. A través del micrófono y la pantalla nos dio clases todos los días. Ahora
gozamos de una madurez que no será flanqueada fácilmente. Así que, sin extenderme
más, pienso que en este punto es donde debemos seguir incidiendo: la educación
popular. Bolívar decía: “Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con
el mismo paso con que camina la educación”. ¿Y qué crea la educación? El saber, la
experiencia, el pensamiento, la crítica. Es importante que estemos claros al respecto.
El pueblo hoy tiene una conciencia madura, por eso Chávez somos todos, así de
sencillo.
Por ese legado sigue andando nuestra patria (…).

25 Jesús Suárez Chourio. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, graduado en la


Academia Militar de Venezuela (1986), perteneciente a la Promoción General
de Brigada Francisco Paula Alcántara. Para el momento del golpe de Estado
de abril de 2002 tenía el cargo de mayor/comandante de la Unidad de Seguridad
y Protección Presidencial (USPP), en su cargo anterior lo desempeñó como
comandante de la 42.a Brigada de Infantería Paracaidista del Ejército Boliva-
riano. Actualmente ostenta el grado de general de brigada.

[130]
[132] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Chávez, el comandante amigo


General Jesús Chourio: No crean que es fácil en estos días sentarse
ante una cámara y no hablar del amigo Hugo Chávez, a quien conozco
desde hace treinta y algo de años. Hay que dejar que nos abrumen los
recuerdos. Aunque mi hermano Christian Medina Macero y yo hicié-
ramos un esfuerzo por describir toda la experiencia, siempre hará falta
tiempo, mucho tiempo. Quiero que sepan que en días pasados me visitó
Bob Fernández, un escritor, periodista y novelista brasileño que estuvo
presente en aquellos días del golpe de abril del año 2002. El Comandante
Chávez, nuestro líder, accedió a que Fernández escribiera una novela
sobre él. El presidente le recomendó lo siguiente: “Mira, para eso vas
a entrevistar a tres personas: al mayor general Jacinto Pérez Arcay, a
Chourio y a mí”. Fíjense, eso fue hace once años. Fernández vino a
visitarme ya con el libro redactado. Me lo trajo para que le corrigiera
algunos pasajes históricos que allí estaban plasmados. Yo sé que aquí
hay bastante calidad y capacidad para hacer trabajos que cuenten nues-
tra historia, pero hay que hacerlo desde adentro en forma introspectiva.
Yo decía: “Qué bueno que se haya escrito esta historia, porque siempre
hubo uno que otro documental, un video o algo que se ha venido prepa-
rando por ahí, pero aún hay mucho que contar”.
Teniente Christian Medina Macero: El Che Guevara decía que
el verdadero revolucionario “está guiado por grandes sentimientos de
amor”. Prepárense ahora para recibir este testimonio de amor del gene-
ral Jesús Suárez Chourio. Aunque el líder cubano decía que un hombre
revolucionario, así como nosotros, “debe unir a un espíritu apasionado
una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un
músculo”. El pueblo merece saber sobre los oficiales de seguridad que
juraron dar su vida por el comandante Chávez durante el golpe de abril,
pasara lo que pasara. Hacen falta reflexiones en este momento coyuntu-
ral. Hay unos que dicen “Chávez vive” como eslogan, nosotros lo hace-
mos como juramento de vida. Esa es otra batalla que vamos a dar.
Lealtad a prueba de golpe [133]

D.R.: Es un gran honor poder conversar con usted, general Suárez Chourio. En
cada una de las entrevistas que hemos hecho lo han mencionado con orgullo,
amor, admiración y respeto. Por eso queríamos escucharlo. Cuando comenza-
mos este trabajo el Comandante aún no había fallecido. Su muerte ha trasto-
cado las cosas, su presencia sigue entre nosotros y en las acciones que asumimos
diariamente. Se han planteado muchas hipótesis en torno a Hugo Chávez y a
lo que sucedió en Venezuela el 11 de abril del 2002. Han hablado periodistas,
medios de comunicación y otros sectores, pero no hemos escuchado a los oficiales
de seguridad del presidente. Es necesario conocer qué sintieron y qué pensaron
al momento de tomar decisiones.

Los inicios del MBR-200


Siempre es bueno reconocer la espiritualidad cuando vas a comunicar
algo, que Dios ponga en mi corazón y en mi boca las palabras correctas
para abordar los hechos que ocurrieron en ese momento. Tendría que
empezar en 1983, bicentenario del natalicio del Libertador. Yo era un
cadete de segundo año y había pasado los doce meses de prueba. El
camarada Pedro Carreño, que iba un año más adelantado que yo, habló
con el capitán Hugo Chávez acerca de un movimiento. Carreño era su
paisano de Barinas, y ambos estaban conformando un grupo de perso-
nas con cualidades humanistas: gente de pueblo, honesta, que sintiera
lo nuestro. Me acuerdo de que Chávez y nosotros pertenecíamos a la
selección de voleibol. Hicimos una buena amistad. Un buen día salimos
a entrenar con el equipo a Los Próceres –lo recuerdo como si fuera
hoy– y Carreño me dijo: “Tú tienes cualidades, eres humilde. Nosotros
andamos en esto y aquello”. No me nombró a nadie, pero me dijo que
era un grupo que quería cambiar la situación crítica del país.
Yo venía de una militancia agazapada de la izquierda venezolana
PRV-Ruptura. No milité a profundidad porque no me alcanzó la edad
ni el tiempo para hacerlo. Me estaba iniciando. Tenía un vecino apodado
“El Chino” que estaba en el partido, era instructor de explosivos y alum-
no de Alí Rodríguez Araque. Vivíamos en la barriada popular de El
Vigía, urbanización Carabobo, estado Mérida. Este se la pasaba inven-
[134] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

tando con explosivos en las casas del Inavi. Mi hermano, que hoy en
día es un excelente médico ginecobstetra, también se involucró en los
comienzos con la militancia.

“¡Pa’lante muchachos!”
Quise empezar mi testimonio por allí, por el muchacho joven, que
poco a poco va agarrando conciencia. “Mi cadete, me interesa hablar con
usted”, me diría Pedro Carreño. Así fue que me enrolé como aprendiz
en el naciente Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200),
que para esa fecha ni siquiera tenía nombre, y mucho menos se había
planteado el juramento en el Samán de Güere. Carreño, mi amigo y
hermano, me presentó al Comandante Chávez, y bajo sus lineamientos
comencé a trabajar empíricamente en el movimiento.
Me estoy remontando a 1983 porque en ese año me juramenté como
integrante activo de ese círculo. En un principio me daban misiones
como mensajero. Tenía que ser un cadete excelente para poder salir de
permiso el viernes y agarrar un autobús en el antiguo Nuevo Circo para
irme hasta San Cristóbal. Esas eran las pruebas que le ponían a uno
dentro de la organización. Era un adolescente que buscaba una novieci-
ta, pero que entendió que había llegado la hora de madurar. Yo estudiaba
mucho, tenía excelente conducta, respetaba las normas y reglamentacio-
nes internas de la Academia. Así obtuve esa juramentación. La prime-
ra misión que me encomendó “José María”, nombre en clave de mi
Comandante en ese tiempo, fue llevar un mensaje al subteniente Ruiz
Rosales en el batallón Carabobo, en San Cristóbal. Recuerdo que salí en
autobús un viernes en la noche, llegué allá en la mañana y, después de
eso, tenía que irme a Barinas, específicamente a un puesto de comando
donde el muchacho que me recibió en esa ocasión, por cierto, nos trai-
cionó el 4 de febrero de 1992, el día de la rebelión, el día de la dignidad.
Yo le entregué unas cartas que escribió Chávez de puño y letra que decía:
“¡Pa’ lante muchachos!”. Así se comunicaba el líder del movimiento, era
una forma de estar en contacto. Allá estaban los subtenientes que ya se
habían graduado. Me llevaban dos años a mí y uno a Pedro Carreño.
Lealtad a prueba de golpe [135]

Ni mi familia ni mis amigos, nadie sabía en dónde andaba yo. Salí


el viernes, llegué el sábado a La Marqueseña y cumplí esa misión. Ese
mismo día regresé en autobús para amanecer el domingo en Caracas.
Yo tenía que incorporarme a la Academia el domingo a las ocho de la
noche. No tenía privilegios para entrar más tarde. Tampoco contábamos
con dinero ni recursos logísticos, era una revolución de corazón. Tenía-
mos que jugar muy bien con el tiempo.
De allá viene la génesis de todo lo que hoy está pasando. Llegué al
Nuevo Circo el domingo a eso de las ocho de la mañana. Yo no tenía
familia en Caracas; así que me quedé en casa de un compañero en Prado
de María. Casualmente Hugo Chávez Frías vivía en esa zona porque él
también tenía un amigo que le daba alojamiento. Yo no supe eso sino
hasta mucho después, pero el destino nos iba cruzando en el camino
desde 1983 hasta la fecha. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Fue mi trajinar y
mi camino al lado de nuestro Comandante. Treinta años. ¡Imagínense!
Yo era romántico y soñador. Nos tildaban de “comeflor” –aún lo
siguen haciendo– porque estamos cargados de amor, de igual pensar es
el teniente Medina Macero. Nos movemos con el honor, como decían
los viejos. La palabra es y tiene que ser un documento. Eso tenemos que
rescatarlo porque en la actualidad cuesta conseguirlo.

El 4 de febrero
Apenas cumplí esa primera misión nacieron más. Íbamos y venía-
mos. Cuando llegó el 4F, el Comandante Chávez y yo nos radicamos
en Maracay, en la tercera del 442 Batallón de Paracaidistas Antonio
Nicolás Briceño. Él era teniente coronel y comandante de la brigada,
yo era primer teniente y comandante de pelotón. Al mencionar lo de
“primer teniente” debo hacer mención a lo siguiente: en la Cuarta Repú-
blica la oligarquía se apoderó por más de cuatro décadas del país, inten-
taba segregarnos del pueblo. Poseer el grado de subteniente era visto
como peyorativo, el “sub” te ponía en el “subsuelo”. Eso lo cambió el
Comandante Chávez con los nuevos cargos revolucionarios, él estaba
en todo. Para esa época teníamos nexos comunes y trabajamos dos años
[136] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

en un batallón blindado. La divina providencia nos seguía cruzando en


el camino.
Voy a hacer un paréntesis ahora. Nosotros no entendimos al Dios
todopoderoso. En cambio Hugo Chávez sí lo hizo y nos llevó una venta-
ja grande. Si ustedes sacan la cuenta, Simón Bolívar luchó entre 1810 a
1830, pasaron veinte años. Nuestro Segundo Libertador trabajó desde
1992 a 2012, en igual cantidad de tiempo. ¿Qué más podemos pedirle?
Reflexionando en estos días, mientras seguíamos consternados por su
muerte, me llegó su voz: “Levántate, negro. ¿Qué pasa?”. Lo primero
que vino a mi mente fue comparar esas dos fechas, creo que nadie lo
ha hecho todavía. Fueron dos hombres de carne y hueso, hombres que
amaron la vida, a la gente desposeída, al pueblo pobre, al prójimo. Hasta
en eso fueron casi iguales arquitectónicamente.
Volvamos al 4F. En el atardecer del 3 de febrero salimos a reconquis-
tar nuestra independencia. Ese día surgió un lema unido al 442 Batallón
de Paracaidistas Antonio Nicolás Briceño, de esa brigada volvió a nacer
Venezuela, de ahí la patria echó a andar nuevamente. Hoy en día soy
comandante de esa brigada, ya tengo un año y nueve meses desempe-
ñando ese papel que me encomendó nuestro líder Hugo Chávez Frías.
Me he reencontrado con la historia y conmigo mismo. Por más de trein-
ta años fui su mensajero y su lugarteniente y, aun siendo general, seguí
como su mensajero. Esto es un orgullo. Fíjense, yo tenía la misión de
tomar La Planicie el 4F y constituirme en reserva para consolidar la
toma de Miraflores, para lo que debía aglutinar en Maracay a todas las
unidades autobuseras que pudiera. El Comandante me dio recursos que
solo daban para pagar la mitad; con suerte logré superar las expectati-
vas y conseguí aproximadamente treinta unidades que introduje en la
brigada el 3 de febrero a las seis de la tarde. Cada oficial comprometi-
do tenía un plan con su transporte. Parecía un jeque en el terminal de
Maracay. Tenía mi maletincito con cincuenta o sesenta mil bolívares
para comprometer a los conductores. Los iba anotando en una agenda,
que dicho sea de paso se me perdió.
Lealtad a prueba de golpe [137]

Salí a las nueve de la mañana desde Maracay y llegué una hora


después a Caracas. Como yo tenía a cargo la reserva, era responsable
de cuatro autobuses con treinta soldados cada uno. Cargábamos muni-
ciones y armamento. Para esa hora ya había combate en Miraflores y en
diferentes plazas de la capital. Yo había practicado mi ruta: la alcaba-
la 3, Plaza Venezuela, avenida Bolívar, el Consejo Nacional Electoral,
la avenida Baralt, El Calvario y La Planicie. La autopista regional del
centro estaba solita.

La entrada a Caracas
¿Saben dónde me pararon? En la plaza O’Leary, que ahorita está
recuperada por la Revolución. Se me atravesaron dos vehículos anti-
motines de la Guardia Nacional (GN). Yo llevaba el brazalete, boina
roja y un rifle 5.56 mm, que es un arma más pequeña que el FAL. Todo
esto me lo quité, podían identificarme fácilmente. Al bajar salí corrien-
do. Había muchos disparos en Miraflores, ya eran aproximadamente
las once de la mañana. Vi a un muchacho que tenía una estrella en el
uniforme y supe que era subteniente. Ambos nos ayudamos para acceder
al sitio planeado. Inclusive, combatimos juntos.
El plan estipulaba que el Comandante Chávez entrara al Museo Histó-
rico Militar pero encontró resistencia en el camino. Eso lo sé. Cuando
llegué a La Planicie hablé con todos los oficiales que yo traía –dos oficiales
y tres sargentos– para entablar contacto con el radio-operador. Ya cargaba
mis distintivos de nuevo para no combatir entre nosotros. Dejamos los
autobuses afuera y entré caminando con el escolta y el radio-operador:
tres personas nada más. En la puerta del hoy Cuartel de la Montaña
me encañonaron con un “¡Alto!”. Me di cuenta de que los nuestros no
habían llegado. “Mi coronel, yo soy el teniente Jesús Suárez Chourio.
Vengo de parte del Comandante Chávez. Este cuartel está tomado para
la Revolución y este será su puesto de comando”, le recalqué al oficial
a cargo, un tal coronel Yáñez, el cual me apuntaba. Le hice creer que
teníamos rodeado el museo con ciento veinte hombres, y que si no se
entregaba el control iban a disparar. Pronto accedió a entregar las señas
[138] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

morfe para la radio. Así tomamos ese punto: pura viveza criolla. Sin un
tiro lo hicimos. No nos matamos. El coronel me dijo: “usted viene bien
entrenado, bien equipado”. Era curioso: sus treinta hombres no tenían
ni armamento. Ese era el estado de nuestra Fuerza Armada en la Cuarta
República. Ustedes lo saben. Así llegó Hugo Chávez al museo. Se posi-
cionó allí para llevar adelante las acciones de aquella gesta bonita.
Yo únicamente me acogí al precepto constitucional. El coronel Yáñez
me preguntó por qué hacíamos esa toma militar. Yo le di esta respuesta:
“Carlos Andrés Pérez estaba entregando al país y Chávez nos lo infor-
mó. Nosotros no lo íbamos a aceptar, no íbamos a ser cómplices de la
traición a Venezuela, así de sencillo”.

La otra cruzada
Tuve muy pocos días detenido en el cuartel San Carlos. Luego me
trasladaron al Fuerte Tiuna, en la Policía Militar. Estuve entre cinco
y seis meses en una cárcel que nos improvisaron en el cuartel Lino de
Clemente. Fueron liberando a los subtenientes, los sargentos, hasta
que solo quedamos los tenientes. Pronto se negoció nuestra libertad y
salimos. Regresamos a puestos de comando como niños buenos. Nos
dieron cursillos de cristiandad y además nos decían: “Pórtense bien, no
hagan cosas malas”. Irrespetaban lo que habíamos hecho. Nos ignoraron
y subestimaron. Pensaban que éramos unos eunucos, que no teníamos
derecho a pensar. No sabían el fuego sagrado que yacía dentro de noso-
tros. Por eso es que la Revolución creció rápido, y es importante que se
conozca eso.
Después vino la otra cruzada dentro de la Fuerza Armada, desde
1993 hasta 1998. Nos llamaban “Los esquineros” porque siempre andá-
bamos a un lado. ¿En dónde? En Machiques, en la frontera con Brasil,
luchando contra los garimpeiros, en San Camilo, en Guasdualito. Una
vez se equivocaron y ascendí a capitán después de un año o dos de retar-
do. Me enviaron a mi adorado estado Mérida, al puesto El Carmen,
cercano a Boca de Grita, a trabajar con la Dirección de Inteligencia
Lealtad a prueba de golpe [139]

Militar (DIM). Allí no hacía mucho y el que mandaba era un subte-


niente. Era otra forma de encarcelamiento. En 1994 le dieron la liber-
tad a Chávez. Y seguiríamos siendo esquineros hasta que celebraron las
elecciones presidenciales de 1998. Ahí pasamos a ser héroes de la patria
para todo el mundo.

El triunfo del Comandante Chávez


Esos “esquineros” pasaron entonces a otra etapa, la que se abrió el 6
de diciembre de 1998. Fue una etapa dura. Desde esa fecha hasta hoy no
he tenido paz en mi alma porque, prácticamente, estuve todo el tiempo
al lado de mi Comandante. Veía cómo nuestro líder sufría por cada cosa
que se le presentaba en el camino. Llegó el paro patronal en diciem-
bre de 2001 contra la Ley de Tierras. En los meses que sucedieron los
conflictos cobraron fuerza, iban y venían. La Revolución era apenas una
niña que tenía tres años. Recién se había aprobado la Constitución
Bolivariana en 1999. Ni siquiera habían pasado tres años efectivos. Pero
en el papel lo era, hay que llevar esos tiempos bien claros.

Tte. C.M.: Se celebraron elecciones otra vez.

Gral. J.C.: Allí se ratifica el liderazgo de Chávez, nuestro líder único.


Llegamos al 2002 entre dimes y diretes, palpando la violencia que
generaba la oposición. De hecho nos tumbaron, no lo podemos negar.

Tte. C.M.: Recordemos que se celebró, luego de la aprobación de la nueva


Constitución, las elecciones generales de julio del 2000 en las cuales Chávez
ganó. ¿Recuerda?

Gral. J.C.: Claro, porque todo el mundo se elige, se legitima.

Tte. C.M.: Y el presidente comenzó el período presidencial en enero del


2000. Eso llenó de ira a la oposición. Se fueron exacerbando.
[140] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Gral. J.C.: Eso es Revolución.

C.V.: Y lo que más desesperación les causaba era el tipo de leyes que se esta-
ban aprobando: la Ley de Pesca, la Ley de Tierra, la Ley de Hidrocarburos.

Gral. J.C.: La Habilitante de los Hidrocarburos.

C.V.: Eso sí los volvió locos.

Gral. J.C.: La Ley de Pesca. Eso fue el detonante para que ellos se
envalentonaran. Bueno, pero resulta que nos tumbaron el 11 de abril de
2002. Fue un golpe de Estado.

Tte. C.M.: Hay gente que dice que “hubo vacío de poder”.

Gral. JC: Sí claro, “estaban preñados” de “buenas intenciones”. Es


importante hablar crudamente. No podemos olvidar ese capítulo
obscuro de nuestra historia contemporánea.

La arremetida de la contrarrevolución
Bueno, llegamos al año 2002. Lo viví tanto en carne como en espí-
ritu, sin doblegarme, sin ceder un centímetro en mi conciencia política
e ideológica. Ustedes no tienen ni idea, a veces me aguanto para no
hablar. Usted lo sabe, compadre Medina Macero. Pudimos ver cómo
desde diciembre del 2001 comenzó la escalada final para deshacerse de
la esperanza del pueblo: Hugo Chávez.
Antes de entrar en los detalles, tengo una anécdota de un camarada
que se enfrentó a la canalla de la Gente del Petróleo en Pdvsa. Creían
que la empresa era de ellos. Ese amigo me cuenta que el 11 de abril,
mientras se bañaba, empezó a cantar: “Se va, se va, se va, se va”. Ustedes
saben que la oposición entonaba ese coro en aquellos días, y de pronto
se preguntó: “¿Qué estoy cantando?”.
Lealtad a prueba de golpe [141]

Tte. C.M.: Nos estaban trabajando la psiquis…

Gral. JC: Imagínense a ese compañero. ¡Dios mío! Yo me reía porque


él es de apellido Volado, mi hermano Pedro Volado. Ya quiero centrarme
en el 11 de abril. Ese día desempeñaba el cargo de jefe de Unidad de
Seguridad y Protección Presidencial (USPP), pero a la vez era su asis-
tente personal, como nunca dejé de serlo a lo largo de estos casi treinta
años.
El 11 se efectuó la concentración de la oposición. Cuando desviaron
la marcha yo estaba en Miraflores con nuestro comandante presidente.
Él convocó la cadena y las televisoras escuálidas dividieron la panta-
lla. Se desataron. Vino el pronunciamiento golpista de los generales sin
tropas y se iniciaron las andanzas de los francotiradores. En ese momen-
to cayó un muerto dentro del palacio Blanco. Fue una acción directa
desde el hotel Ausonia y nos dejaron un muerto ahí, un muchacho de 21
años que trabajaba con la revolucionaria Carmen Meléndez. Yo estaba
en algún sitio del palacio y vi un revuelo porque estaban mostrando un
carnet de Miraflores. Pertenecía a otro joven y era el segundo que caía
por la bajada de la esquina de Bolero, frente a la prevención 3 que da
hacia avenida Baralt. Supe que era Tony Velásquez. Le dieron un tiro
en la cabeza y mostraban por televisión su credencial. Inminentemente
solté: “Estamos frente a un asalto final, nos están asaltando”. Salí del
salón donde estaba la cadena, me fui caminando por el pasillo y bajé
hasta nuestro patiecito de honor. Veía aquel desespero y pregunté qué
pasaba, a la que respondieron que habían matado a un compañero, que
al parecer le habían disparado desde el hotel Ausonia.
En las afueras del palacio habían dispuesto una tarima y en sus alre-
dedores se encontraba toda la gente que fue a apoyar a su líder, entre
ellos los círculos bolivarianos. Allí aproveché y pregunté si estaban segu-
ros de que esa gente estaba disparando desde el hotel Ausonia. Llamé
a formación a la unidad, busqué a los más expertos en comandos y me
fui hacia allá. Ese fue el único instante en que me despegué del Coman-
dante, lo dejamos en el salón Ayacucho dando su mensaje presidencial
en cadena.
[142] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Al subir con el grupo comando conseguí a tres francotiradores. Eran


paramilitares, mercenarios; inclusive los conseguí hasta con drogas y
armas. Los bajé con ese equipo hasta Miraflores, donde me comuni-
qué con el jefe del Grupo de Acciones Inmediatas, para ese entonces la
Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Preven-
ción (Disip). Él tenía una bota de yeso y andaba con muletas, pero aun
así acudió a la guerra. Le manifesté: “Te estoy mandando tres hombres
que acabo de agarrar junto con las armas que tenían porque ellos arre-
metieron contra el pueblo, nos mataron a un trabajador de Carmen
Meléndez”.

“¿Dónde está el presidente?”


En efecto se los llevaron, les abrieron expediente y los detuvieron en
la Disip. Siguieron los acontecimientos, ya a eso de las cuatro de la tarde
recibí una llamada de nada más y nada menos que Diosdado Cabello, para
entonces vicepresidente de la República. Cabello me preguntó: “Negro,
¿dónde estás? ¿Dónde está el presidente?”. Al decirle que se encontraba
seguro en su despacho me soltó: “Bien, no te le despegues ni un minuto.
Tengo información de que irán a pedirle la renuncia y que pueden asesi-
narlo en el despacho”. En eso entré a hablar con él, busqué su pistola y
se la di: “Tome, mi Comandante, guárdela ahí, tengo esta información”.
Solo me expresó: “Tranquilo negro, vamos a esperar”.
Se apersonó en el palacio de Miraflores el Alto Mando Militar
golpista. Llegaron las deliberaciones, lo que seguí en el sitio segundo
a segundo. Ustedes, Medina, se encontraban afuera pero yo estaba ahí
adentro, vestido de civil, con mi armamento de custodia, un fusil P90.
¿Se acuerda? Hablaron los generales Manuel Rosendo, Rafael Damiani
Bustillos, el almirante Carlos Molina Tamayo, entre otros. Le decían al
presidente: “Usted debe renunciar, presidente”, y otras cosas más. No
voy a enfrascarme en esos elementos. Eso es motivo de otros documen-
tos que se deben precisar bien.
El actual presidente de Corpozulia, el general Arévalo Méndez,
con su tono maracucho se enfrentó a Rosendo: “¡Na’guará, mi general!
Lealtad a prueba de golpe [143]

¿Usted se va a bajar del barco ahorita?”. A Damiani le dijo: “Ustedes


entonces están de acuerdo con el golpe de Estado”. El Comandante
Chávez estaba muy sobrio. Rosendo se erigió como vocero de esa cana-
llada. Llamaban de aquí a la Comandancia General del Ejército (CGE)
y recibían instrucciones: “Debe renunciar para que esto se aplaque”.
Además, trajeron una renuncia escrita para que el presidente la firmara,
la recibió con inteligencia y táctica ya que me la entregó junto con estas
palabras: “Búscate a la gorda Rosa para que me pasen esto en el formato
oficial”. Ella era la secretaria del general Jacinto Pérez Arcay; le decía-
mos así cariñosamente, una camarada de mil batallas. Era para desviar
la atención y ganar tiempo. Una acción retardatriz, bien pensada por
nuestro Comandante. Él era un estratega.
Al ver eso pensé: “Aquí lo que hay es que aislarnos, blindarnos”. Luego
salí para darles instrucciones a ustedes, Medina: “A partir de ahora no
entra nadie al despacho”. Me quedé con Chávez, no me le despegué un
segundo. Me asomaba al cuarto y lo veía, hablaba con él, regresaba a
mi puesto, me autodiscipliné por la información que había recibido de
Diosdado Cabello. Y mantuvimos la cordura y la coordinación. Chávez
formuló: “Necesito más tiempo, retírense”. Y el Alto Mando golpista se
fue, pero no por mucho tiempo.
Cuando regresaron no los dejamos ingresar al despacho. El Comandante
estaba con sus ministros leales, me acuerdo clarito que Aristóbulo Istúriz
decía: “Bueno, resistimos aquí, que nos bombardeen”, y María Cristina Iglesias,
esa heroína: “Yo estoy de acuerdo, pero no nos entreguemos”. Esas son confe-
siones íntimas. No las voy a sacar todas a la luz por la memoria de nuestro
Comandante y por el momento histórico que aún estamos viviendo.
Solo se pueden saber algunas.

Mientras continuaban las discusiones, el ministro de la Defensa,


José Vicente Rangel, un señor aplomado, dio recomendaciones. Apren-
dí mucho de alta política, de estrategia nacional y manejos de conflic-
tos. Todo eso dentro de la tribulación y la confusión que existía. Doy
gracias a Dios todopoderoso por haberme permitido estar ahí. Ese día
[144] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

11 de abril seguía transcurriendo. Recuerdo clarito cuando llegaron


los tanques a apoyarnos y yo continuaba con él, no me le despegué un
segundo, no me canso de repetirlo. No le dimos chance de que pensaran
que allí era posible asesinar a Chávez, eso era imposible. Yo soy pueblo,
y su pueblo lo estaba cuidando. Los golpistas propusieron que el presi-
dente se fuera a Cuba y que lo acompañáramos. Así actuaba la canalla:
desorientados, locos. Chávez seguía ecuánime, evaluando la situación.
Avanzada la madrugada nos dijo: “Vamos a ver qué es lo que quieren,
voy para allá”. Es cuando decidió irse a la CGE.

Sobre la renuncia
Tte. C.M.: Una pregunta, vuelvo al 11 de abril. ¿Qué le pedían al
Comandante Chávez a cambio de no bombardear el palacio?

Gral. J.C.: Que firmara la renuncia. Ese papel es un trofeo de guerra


que pude resguardar. Chávez me dijo: “Toma, quédatelo, guárda-
lo porque tú lo protegiste”. Hablando de ese 12 de abril, para ilustrar
esa pregunta, ya como a las tres o cuatro de la madrugada salieron los
golpistas preguntándome por ella. Yo me la metí en el bolsillo del panta-
lón y respondía: “No sé, no sé”.

D.R.: Acerca de la renuncia, ¿por qué el presidente pidió que le transcribieran la


carta con el membrete de presidencia?

Gral. J.C.: Se trataba de una acción retardatriz para aquietar los


ánimos de los golpistas. Yo hice lo que pidió mientras él continuaba
sentado en una silla. Luego agarré el papel y lo guardé.

El tenso traslado
Tte. C.M.: ¿En qué momento el Comandante se cambió el traje de civil
por el de campaña?
Lealtad a prueba de golpe [145]

Gral. J.C.: ya vamos a llegar allí. Ese es el punto de quiebre. Los voce-
ros de la canalla intervinieron: “Está bien. Nos vamos para la comandan-
cia, pero a Chávez lo trasladamos nosotros”. Ahí es cuando yo brinqué:
“Para que mi comandante en jefe se mueva de aquí debe hacerlo con su
dispositivo de seguridad. Si no, no sale”. Apareció el coronel Almidien
Moreno Acosta, “El Centauro Negro”, y soltó: “Ya va, negro, espera un
momento”. Allí los golpistas se dieron cuenta de que yo no iba a ceder y
decidieron hacer el traslado con nosotros, pero sin armamento. Recuer-
do que me despojé de mis armas y se las di a Moreno Acosta. Íbamos
en tres carros blindados y todos estaban artillados. En el carro que me
tocó acompañar a Chávez conducía un chofer nuestro y de copiloto iba
el general Hurtado Soucre.

Tte. C.M.: ¿Al lado del conductor no iba usted?

Gral. J.C.: No, era Hurtado Soucre. Detrás del chofer iba yo, en el
medio el presidente y del otro lado iba Rosendo. Yo le agarré la pierna,
él me vio y le hice señas para indicarle que debajo de sus pies había
armamento. Me hizo una señal de confirmación y me agarró la pierna.
Así llegamos a la CGE. Allí vimos a la canalla vestida de sotana. Chávez
le pidió la bendición al cura. El teniente Medina Macero y yo íbamos
detrás de él al bajarnos. Eso salió en las cámaras. Estábamos vivos, ese
era el mensaje que teníamos que dar. Luego nos dirigimos al ascensor y
me detuvo un coronel apodado “El Sabañón”. Me empujó y me pregun-
tó: “¿Qué haces tú aquí?”. Ya la historia es otra.
Chávez subió con toda esa canalla en el ascensor, Medina Macero y
yo subimos en otro y llegamos primero. Éramos los únicos allí en ese
momento. Metieron al comandante en una sala de reuniones y noso-
tros esperamos afuera. Era el 12 de abril, entre las tres y cuatro de la
mañana. Salió el general asesino Néstor González González. Para ese
entonces había subido Loran y Vivanco, eternos asistentes del presidente.
No sé cómo llegaron, creo que venían en los otros carros. Se bajaron con
el armamento pero sin munición. Tenían fusiles M16. Les pedí los
[146] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

cargadores y los tranquilicé. Me asomé al salón, donde brindaban con


whisky. ¿Te acuerdas, Medina? Tú los viste: “¡Por la victoria!”, decían.
En eso salió González González y se le abalanzó al teniente Medina
Macero –si mal no recuerdo– y te quitó el fusil. Yo desde la puerta lo
vi. Él no es un general, es un asesino. Yo me acerqué y le exigí que te lo
devolviera. “Yo soy el responsable de ese armamento. Entréguele el fusil
al teniente”. Y lo hizo diciendo: “Bueno Chourio, la historia es otra”.

Tte. C.M.: Estaban embriagados de poder.

Gral. J.C.: ¡Embriagados de poder y de whisky! Entonces se presen-


tó Medina Gómez, general cobarde, golpista y que tampoco se puede
llamar general…

Tte. C.M.: Cuando le dejó la mano tendida al comandante…

Gral. J.C.: Entonces resultó que ese hombre preguntó: “¿Dónde están
los ayudantes? Vayan a buscarle un mono”. Ese general creía que ofendía
con eso a nuestro líder. Incluso le mandó a quitar el uniforme. Chávez
era un estratega y accedió a que alguien le buscase un maletín con ropa.
La orden fue cumplida por Vivanco y Loran y nos quedamos vigilando.
¿Cómo íbamos a sacar al presidente? ¿Cómo rescatarlo?

La opción correcta
Prácticamente eran las siete de la mañana del 12 de abril cuando
nos retiramos de la CGE. A Chávez se lo llevaron al Ministerio de la
Defensa. Pero en el camino decidieron cambiar el destino porque la
habitación que le estaban preparando era del camarada Hermes Carpes,
hermano de Pedro Carreño. Este era primer teniente o capitán en el
batallón Caracas, de tal forma que se lo llevaron a la sede de la Policía
Militar. Luego de eso me fui a mi casa a ver a mi esposa e hijos. Estu-
vimos muy poco tiempo. Descansamos una hora, si acaso. Estaríamos
hasta media mañana con nuestros seres queridos. Después del mediodía me
Lealtad a prueba de golpe [147]

fui a Miraflores con mi eterno camarada Medina Macero y nos encon-


tramos con los golpistas. ¿A qué hora se juramentó el usurpador?

Tte. C.M.: Tuvo que haber sido como a las dos de la tarde del 12 de abril.

Gral. J.C.: A esa hora el almirante Molina Tamayo, a quien Pedro


Carmona había juramentado como jefe de la Casa Militar, mandó de
emisario al capitán Diego Hernández, hombre que participó en los
sucesos del 4F. Lo enviaron como intermediario: “Chourio, tienes que
entregarle el mando a Joaquín Brito Lombardero –que entonces llevaba
el Grupo de Operaciones Especiales–, recoger a todos tus oficiales y
presentarte en el Ejército. Te están esperando”.
Hubo un momento determinante para que la Revolución siguiera. Al
imperio no le interesaba Carmona ni nadie, lo que ellos deseaban era
desaparecer a Hugo Chávez Frías. Cuando se producía la juramentación
me encontraba a unos veinte metros de distancia del golpista Carmona
Estanga “El Breve”. Yo permanecía sentado, preparado con mis oficiales
para salir. Medina Macero entró y me dijo: “Vamos a plantear una situa-
ción de rehén”. No se me olvida. Usted siempre con su ímpetu, Medina,
lo veíamos muy fácil debido a que todas las tropas eran nuestras.

Tte. C.M.: La llave del parque la dominábamos.

Gral. J.C.: Parecía lógico tomar ese camino. Tuve un destello: “Pero es
que no tenemos a Hugo Chávez. No sabemos en realidad su situación”.
Allí llamé a Morao Gardona: “Vengase cuando cuelgue”. Llegó a mi ofici-
na junto con Celso Canelones Guevara. Traían fusil y todo. Le expliqué
que deseábamos arrestar a todos los golpistas en la juramentación. Morao
Gardona me dijo: “No negro, esa no es la acción correcta. Esa era una
provocación para que entráramos y en cadena nacional mostrar ante el
país que las ‘hordas chavistas’ habían tomado el camino de la violen-
cia”. Decidimos dejar correr los sucesos un poco más, esperar mejores
momentos en lo inmediato. Salí con mi gente hacia donde habían
[148] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

tenido a nuestro Comandante unas horas antes. No sabían qué era lo


que íbamos a ver.
Fíjense, ellos tenían su plan bien armadito. Llegamos como a las
cuatro de la tarde a la CGE y nos dijeron: “Muchachos, mucho estrés.
Lo que han vivido en estas últimas veinticuatro horas es una película de
terror. Agarren estas boletas de permiso para que se vayan”. Pero extra-
ñamente aparecieron todas las boletas menos la mía. Supe que tenían
otro plan conmigo. Así transcurriría el tiempo el 12 de abril. Bajé con
los muchachos, aterrizaron dos helicópteros, y se presentó una caravana.
Aquí muy responsablemente voy a decir una realidad. ¿Tú la dijiste?

Tte. C.M.: Diga a ver.

Gral. J.C.: Bajaron al presidente encapuchado y lo encaramaron en


un helicóptero. Eran dos helicópteros para confundir. Vimos aquello
muy de cerca y agarré mi pistola: “¿Qué vamos a hacer con esta pisto-
lita?”. Se nos estaban llevando la esperanza ante nuestros ojos. Como
por obra y gracia de Dios estuvimos en el momento preciso cuando lo
montaron y se lo llevaron. Los helicópteros salieron hacia Los Teques,
pero en realidad fueron hacia Turiamo. Los compañeros tenían eso
dominado. Chávez está en tal parte, lo tienen de tal forma. Nosotros lo
teníamos controladito a través de un compañero de la Armada. Vienen
otras anécdotas más. Luego nos dimos una vuelta por el Fuerte Tiuna,
pasamos por la prevención 3. Ya el pueblo estaba enardecido, tocaban
cacerola como con un mazo muy grande que sonaba a cacerola única:
el pueblo.

Tte. C.M.: Se escuchaba el pueblo.


Gral. J.C.: Nos fuimos a casa a pensar. Yo tenía doscientos bolívares,
creo que te di la mitad a ti. No teníamos dinero ni en el banco, y la
camioneta Wagoneer, que era viejita. Esa era un transporte que, sabia-
mente, nuestro líder me había asignado: “Debes tener un buen carro
Lealtad a prueba de golpe [149]

para que hagan las cuestiones del servicio”. Ese era el carro que tenía.
En mi casa, la situación era dantesca: tenía conmigo a mi mamá que le
habían amputado la pierna, a mis suegros de avanzada edad, a mis tres
hijos y a mi esposa.

El amanecer del 13 de abril


Gral. J.C.: Llegué a la casa y me metí a mi cuarto. No podía tranqui-
lizarme, mucho menos dormir. Solo pensaba, pensaba. Hice un plan,
pero se lo dijimos al hombre equivocado, al oficial de la GN conocido
como “El Mocho” Brito Lombardero. Nos vendió. El plan consistía en
que íbamos a entrar a Miraflores. Nosotros teníamos acceso a todos
los sitios, rutas y pasadizos secretos. A ellos en ese tiempo no les había
dado oportunidad de cambiar llaves. Teníamos la intención de entrar
en el palacio, meter preso a Carmona Estanga y llevarlo en la caravana
hasta donde estaba el patriota –hasta ese momento–, general Raúl Isaías
Baduel en Maracay. Yo había hablado varias veces con él por teléfono.
No tengo la menor duda de que Brito Lombardero era un perro de
guerra. Había pasado por tres o cuatro gobiernos, se vendía al mejor
postor. Eso no lo habíamos entendido nosotros porque éramos puro
corazón y no pensábamos en la maldad. Entonces Brito Lombardero
le dijo a Molina Tamayo: “Yo no controlo esto porque el mayor Suárez
Chourio sí conoce todos los rincones y ese va a entrar. Nos puede
echar una lavativa aquí”. Ese día 12, para amanecer el 13, yo hablé muy
temprano con Baduel. Ese era el día del plan. Medina Macero llegó
como a las seis de la mañana.

Tte. C.M.: Yo lo vi, claro.

Gral. J.C.: Ese fue el plan en realidad. Llamé a las seis de la mañana
a Baduel para explicarle la situación. Me declaró: “Si estás en capacidad
yo te pongo un helicóptero por ahí en un sitio cercano, montas a ese
ciudadano y me lo traes para acá”. “Así lo vamos a hacer”, le digo yo.
Luego de eso salimos del Fuerte Tiuna montados en una camioneta
[150] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

rumbo a Miraflores, recuerdo que iba Medina Macero, mi prima Thais


y mi madre. Nos fuimos por la autopista Francisco Fajardo, pasamos
por Plaza Venezuela, luego por la avenida Bolívar. Yo prendía y apaga-
ba el teléfono. Al salir por la plaza O’Leary encendí el celular y justo
cuando iba llegando a El Calvario volví a hablar con Baduel. Iba en la
recta final para que se diera lo planeado. Seguí manejando, crucé por
Pagüita hacia la prevención 1 y tomé la avenida Sucre. En eso me llamó
el coronel Morao Gardona y me preguntó dónde estaba. Le dije que
estaba llegando a Pagüita y me replicó: “No te metas para allá que te
vendieron, métete para Catia”. Medina, ¿te acuerdas que nos metimos
corriendo? Me bajé ahí en la entrada del regimiento, Sánchez Polanco
agarró la camioneta y se llevó a mi mamá para un sitio y Medina Macero
y yo nos metimos, como Sancho Panza y Don Quijote, él flaco y yo más
flaco aún.
“Se descubrió el plan que tenían”. “¿Qué vamos a hacer ahora?”.
“Tranquilo, tenemos el otro plan”, dice Morao Gardona. “Bueno, pero
hay que actuar ya porque está pasando mucho tiempo”. Él tenía la infor-
mación de que ya lo habían pasado a La Orchila y que había un avión
para llevarse al jefe hacia Estados Unidos. Resulta que se enteraron los
esbirros de Molina Tamayo que nos habíamos ido a Catia para evitar
cualquier enfrentamiento. Medina Macero y yo nos escondimos en uno
de los huequitos y los veíamos pasar. Hasta que dos compañeros nos
metieron en un carrito Fiat Uno. ¡Imagínense estos dos larguiruchos
metidos en el maletero de un Fiat Uno! Nos sacaron de allí Heikel
Gámez y Ballesteros Pernía.
Estos generales patriotas tenían un contacto en Vista Alegre y para
allá nos fuimos. Nos recibió el camarada Germán Robles, quien había
estado en todos los golpes contra la oligarquía en Venezuela. Llegué en
camisa de manga, franelita blanca, mono rojo, zapatos deportivos y un
morral. Allí tenía una pistola, un fusil punto 50, una ametralladora P90
y granadas, el bolsito era nada más para esto. El camarada nos preparó
una bebida espirituosa porque vio que estábamos muy tensos: “Tómense
esto”. Y nos calmamos. Robles es un viejo veterano, mañoso, que conoce
Lealtad a prueba de golpe [151]

muchas técnicas; ahí aprendí otra: nos montó en dos taxis para ir más
adelante, mientras que seguíamos esperando el llamado de los compa-
ñeros para que se activara el plan. Cuando íbamos a Filas de Mariche
me llegaron unos mensajes: “Mataron a Aristóbulo, mataron a Freddy
Bernal”. Nos desmoralizó.
Entonces yo no aguanté y los llamé personalmente. ¡Los dos estaban
vivos! Entendimos que era un plan. Nos fuimos por allá y entró la llama-
da que esperábamos de Ballesteros Pernía: “Mi mayor, ¿dónde están?
Véngase que ya va a comenzar la fiesta”. Nos regresamos por la Cota
Mil, el taxista no quería llevarnos porque la cuestión estaba peligrosa.
“¡Llévanos a Miraflores! ¡Te pagamos el triple!”. El taxista cumplió la
misión. Entramos por la esquina del puente Guanábano, luego dobla-
mos hacia La Pastora y llegamos al hotel Ausonia.

La retoma de Miraflores
Gral. J.C.: Agarré mi P90 y me bajé del taxi con mi escolta que era
más flaco que yo. Allí estaban los círculos bolivarianos: “¡Es el negro de
Chávez!”, gritaron, y nos rodearon. Fue cuando llegué hasta la preven-
ción 2 en medio de una burbuja humana. Pedí que abrieran la puerta y
alguien me vio diciendo: “¡Es mi mayor! ¡Abran!”. Así fuimos retoman-
do el palacio con todos los soldados. Metimos presos a unas cuantas
personas. Mientras pasaba eso transmitían comiquitas en los canales
comerciales y no daban información. Entonces me llevaron un uniforme
de maestre, pero tuve problemas con las botas porque calzo 47.

Tte. C.M.: Te quedaste en zapatos de goma.

Gral. J.C.: Exacto. Cuando llegó Sánchez Polanco me trajeron las


botas. No me las podía cambiar en pleno combate, ni el uniforme de
maestre. Si pueden ver las fotos de ese día podrán ver que tengo puesto
una franela blanca. Pero era la guerra; en la guerra se vale todo. Ya en
[152] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Miraflores empezamos a organizarnos. Emitimos órdenes a pesar de


la confusión existente y coordiné muchas cosas con el coronel Morao,
quien se quedó en el regimiento. Entré al consejo de ministros después
de que ya más o menos habíamos parapetado la cuestión.
En eso llegó un amigo de mil caminos, Julio Montes, embajador
nuestro para entonces en Cuba: “Chourio, aquí tengo en línea al canci-
ller Felipe Pérez Roque: el comandante Fidel quiere hablar con alguien
que esté al frente y yo al que veo dirigiendo es a ti. Te lo paso”. Eran
ya como las cuatro de la tarde del día 13 de abril. Conversé con Castro
veinte minutos. Cumplí las instrucciones que me dio al pie de la letra.
Preguntó en dónde estaba el presidente, por su salud, sobre la situación
en Miraflores. Hizo una recomendación: “Mira lo que vas hacer ahora:
manda gente para las televisoras, buscas al vicepresidente, hazte fuerte
allí en el palacio, busca una radio internacional para que el mundo sepa
que en verdad los que están allí son los patriotas”. Tuve la dicha de
hablar con el comandante Fidel.
Luego de eso volví al consejo de ministros. Discutíamos qué íbamos
a hacer. Estaba Willian Lara, presidente de la Asamblea Nacional;
Clodosbaldo Russián, representante de la Controlaría General de la
República; e Isaías Rodríguez, de la Fiscalía General de la República.
Seguía faltando en ese momento el vicepresidente Diosdado Cabello.
Bueno, llegué y le di un golpe a la mesa: “Escúchenme y préstenme
atención, tengo seis caravanas con carros blindados para que se vayan a
las televisoras, también un comando militar para que tomen los canales
y le digan al mundo lo que está pasando aquí. Ustedes son los voce-
ros”. El camarada Barroso llamó al vicepresidente Diosdado Cabello y
me lo pasó: “Epa, compañero, véngase que aquí los que estamos somos
nosotros”. Inicialmente pensaba venir en helicóptero, pero no se dio. Lo
recogimos en Quinta Crespo, cerca de Radio Caracas Televisión (Rctv).
Me fui en una ambulancia. ¿Ustedes escucharon hablar de Otto Neustald,
el de CNN en español? Lo metimos en esa ambulancia. Íbamos con la
sirena abriendo paso. Con Cabello en Miraflores se normalizó la cosa. Su
Lealtad a prueba de golpe [153]

primera instrucción fue: “Chourio, busquen a Chávez y tráiganlo. Esa es


la orden que doy”.
Desde acá coordinamos helicópteros para irnos a La Orchila. Según
Baduel, mucha gente de mi brigada había despegado hacia la isla a
cumplir la misión. Lo rescataron sin necesidad de combate. Lo monta-
ron en los helicópteros y nosotros en el helipunto de Miraflores lo espe-
ramos ese día 13, ya más bien 14. Establecimos unos puntos de bloqueo,
porque todavía se oían tiros. Bajamos y recibimos a nuestro Comandan-
te, resumiéndoles ese día 13. El 14 de abril fuimos a la brigada que hoy
estoy comandando. Fuimos a darles las gracias a los paracaidistas. De allí
salí, y por ellos volví.

Un balance necesario
D.R.: ¿Considera usted que en los sucesos del 11 al 14 de abril del 2002 el
sector opositor y el revolucionario cometieron errores? Si pasa de nuevo algo
similar, ¿qué es lo primero que tenemos que vigilar? ¿Usted considera que la
Revolución Bolivariana es irreversible? ¿Cómo garantizar la irreversibili-
dad de este proceso?

Gral. J.C.: En primer lugar les voy hablar de nosotros. Voy a filosofar
un poquito para contestar esta pregunta. Yo dije que matemáticamente
la Revolución era una niña de tres años para el 2002; pero para el 2002
ya teníamos cuerpo, porque el primer grito fue el 4F. Del 1992 al 2002
habían pasado diez años. Entonces, lo importante de esa década es que
el pueblo despertó gracias a su conciencia. Pudiera decir que menos-
preciamos los indicios malsanos de la derecha antes del golpe del 2002.
Pudiera juzgar mal los errores cometidos. El más grande fue el de los
medios de comunicación. Nos costó muy caro no haber llevado a la par
una política comunicacional por parte del Estado bolivariano. Allí estu-
vo nuestra debilidad estratégica. El Comandante lo mencionó: éramos
vulnerables en la transmisión mediática para entonces, tan así que ni
siquiera dominábamos las compañías telefónicas. Pienso que éramos
ciegos, sordos y mudos. En el golpe perdimos el control del país y se nos
[154] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

hizo difícil informar sobre el secuestro de Chávez. Dicen por allí que al
inocente lo ayuda Dios, éramos unos niños, estábamos caminando en
esas lides de hacer gobierno, y eso le pasó a nuestro comandante presi-
dente. No lo podemos tapar con un dedo.
Necesitábamos tener cuadros duros en puestos claves, pero no tenía-
mos fortaleza porque Chávez estaba gobernando bajo una superestruc-
tura heredada de la Cuarta República. Aun cuando ya se había aprobado
una nueva Constitución debimos agilizar con mucha más fuerza a través
de las leyes orgánicas y reglamentos. En ese momento no había tiempo
de motorizar eso. Podríamos decir que ese fue el gran error: cabalgar
sobre el derrumbe de una estructura que no tenía ni pie ni cabeza. Hasta
el sol de hoy estamos en la transición hacia el socialismo del siglo XXI
que tanto pregonó y seguirá pregonando Chávez, esté donde esté.

El pueblo tiene conciencia


Hablando de la derecha, ellos cometieron más errores que nosotros.
Aunque tenían a los medios de comunicación no pudieron ejercer el
poder. No se esperaban el triunfo; de allí que fue un golpe mediático. Por
ejemplo, ellos debieron aniquilar a la Unidad de Seguridad de Protec-
ción Presidencial, pero nos dejaron allí intactos y decidieron festejar con
whisky; debieron tumbar la estructura bolivariana, pero la dejaron quie-
ta. Nos menospreciaron, nos vieron como a unos niños. Tuvieron exceso
de confianza y vieron en el abuso de poder su única forma de Gobierno.
Agarraron a golpes a Rodríguez Chacín y a Tarek William Saab, trans-
mitían esas persecuciones. Los venezolanos decían: “¿Qué es esto, nos
están matando y no han llegado?”. Se volvieron, como quien dice, un
monstruo ciego. Pero ya ese pueblo venía despierto desde 1989. ¡Hasta
los chavitos salieron a desfilar en aquella época!
D.R.: ¿Qué tenemos que blindar si ocurriesen nuevamente esos hechos?

Gral. JC: Yo pienso que hemos venido fortaleciendo la conciencia.


Existe un nivel de madurez gracias a la obra de Chávez con el pueblo.
Ya no somos instrumento ciego de nuestra propia destrucción. ¿Qué
Lealtad a prueba de golpe [155]

mejor armamento que la conciencia de la mayoría? La continuación de


las misiones sociales es parte de esa campaña estructural. El presidente
educó a la gente porque fue todo un maestro comunicacional durante
catorce años. A través del micrófono y la pantalla nos dio clases todos
los días. Ahora gozamos de una madurez que no será flanqueada fácil-
mente. Así que, sin extenderme más, pienso que en este punto es donde
debemos seguir incidiendo: la educación popular. Bolívar decía: “Las
naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso
con que camina la educación”. ¿Y qué crea la educación? El saber, la
experiencia, el pensamiento, la crítica. Es importante que estemos claros
al respecto.
El pueblo hoy tiene una conciencia madura, por eso Chávez somos
todos, así de sencillo. Por ese legado sigue andando nuestra patria y la
oposición no se lo explica. Y ahora el que venga –como lo dijo él en su
última proclama– tiene que ir por ese mismo camino. Muy responsable-
mente lo digo, nuestro presidente encargado Nicolás Maduro entendió
el mensaje, se ha ido metiendo en la transición que estamos vivien-
do. Fíjate en que todavía no hemos asimilado bien lo que está pasando
actualmente. Estamos todos unidos. Yo lo supe el día de la caravana
fúnebre. ¿Tú te acuerdas que yo entré al Hospital Militar? De allí lo
saqué hasta la Academia Militar y pude ver que el pueblo no se doblegó.
Tuvieron que dejárselo prácticamente quince días.

La irreversibilidad del movimiento


Yo no pudiera decir esto ni asegurarlo. Sí estamos fortalecidos pero
aún no hemos asimilado la partida del comandante. Como lo dije
responsablemente, Nicolás Maduro va por el legado chavista. Si segui-
mos esa pauta la obra de Chávez será irreversible. Ahorita no estamos
siguiendo el legado de Chávez porque él todavía está aquí. Esta pregun-
ta la pudiese contestar en tres o cuatro años, siendo visionario y conser-
vador. ¿Ustedes saben lo que significa esto? Si el presidente estuviese
hasta el 2019 con el Plan de la Patria en el día a día, tú pudieras decir
ahorita el proceso es irreversible.
[156] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Vamos a hacer una comparación con el proceso cubano. Yo digo


que ese proceso es irreversible porque son más de cincuenta años que
han pasado; resulta que nosotros tenemos en nuestro cimiento interno
cuarenta años de Cuarta República. Por eso les digo, siendo conserva-
dor les contestaría esta pregunta en tres, cuatro y cinco años. ¿Por qué
esto? Fíjense: Fidel siempre le decía a Chávez: “Cuidado con los refle-
jos condicionados”. Los reflejos condicionados son conductas según las
cuales la gente está acostumbrada a ver, por ejemplo, ese toma corriente,
un año, dos años, tres años y ya estoy habituado a verlo allí; mis ojos
están acostumbrados a verlo allí y por eso creo que está bien. De repente
llega un arquitecto que tiene profundidad de conocimiento de la deco-
ración del sitio y dice: “¿Es que nadie se ha dado cuenta de que eso está
allí de forma incorrecta?”. Pero yo ya tengo un reflejo condicionado de
toda la vida de verlo allí, pero el que viene de afuera –el arquitecto– dice
que eso está mal. Por eso Fidel le repetía casi día a día al Comandante:
“Cuidado con los reflejos condicionados” ¿Y qué reflejos condicionados?
Bueno, que en la Cuarta República se decía: “No me des, ponme donde
hay”. Y listo, me arreglé mi vida. El mequetrefe era el que llegaba con
una moto a ser prefecto y la moto se le dañaba y salía a pie. Entonces,
decían: “Ese es un bobo, salió sin ni siquiera un carrito”. ¿Te das cuenta
por dónde vienen los tiros?
Eso es un reflejo condicionado también: “Me arreglé la vida porque
llegue aquí”. No, un segundo, como le decía yo a alguien. ¿Para qué
necesito carro, si hay metro? ¿Para qué yo necesito un seguro de vida,
si tengo Barrio Adentro, los Centros de Diagnóstico Integral (CDI)?
¡Ah! Pero necesitamos que el transporte y la salud funcionen de verdad.
Podríamos seguir reflexionando al respecto, hay que ver con mucho
cuidado porque todavía no hemos asimilado a plenitud lo que pasó.
Ahora estamos en una contienda electoral y confiamos en que vamos a
salir airosos. Nosotros, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, como lo
decía en la última proclama el Libertador: “Todos debéis trabajar por el
bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobier-
no para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo
Lealtad a prueba de golpe [157]

sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender


las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la feli-
cidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y
se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

“Fue un golpe mediático”


D.R.: Se ha dicho mucho que ese fue un golpe de generales sin tropa.

Gral. J.C.: Lo pensé también como una razón para comprender el


fracaso de ese golpe. Los generales no tumban gobierno si no tienen
tropa. El 4F no teníamos a un solo general y nosotros atacamos las
estructuras. Aunque perdimos militarmente, causamos impacto en la
gente. En cambio, en abril de 2002 triunfamos hasta la eternidad, así
lo digo yo. Los generales golpistas tuvieron una victoria por un día y
medio, pero perdieron por siempre. Ellos intentaron hacer de nuestra
carrera una casta, tal cual como en Colombia, donde para entrar a la
vida militar hay que tener el nombre equis para ser oficial. Lo mismo
que pasó en el Chile de Salvador Allende. Convirtieron al país en un
nombre, en una casta y, por ende, en la Fuerza Armada los negritos
podían llegar solo hasta sargentos.
Chávez fue el conector de Bolívar y la FANB. Los generales dere-
chistas no fueron capaces de hacer posible esa conexión. Por eso fue tan
contundente el regreso del presidente a Miraflores en la madrugada del
14 de abril, sitio de donde nunca debió salir. Pero esos son los procesos
de purificación revolucionaria. Esa es la palabra, compadre, la purifica-
ción de nuestro proceso. Así yo lo llamé el 11, 12 y 13 de abril.
[158] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO

Chávez, el patriota
Tte. C.M.: Vamos a ver, para terminar, pero en respuestas breves. ¿Cuáles
eran los sueños de Chávez?

Gral. J.C.: Ver la patria potencia.

Tte. C.M.: ¿Sus dolores?

Gral. J.C.: Ver la ineficiencia y la falta de fuego sagrado entre muchos,


lo viví con él.

Tte. C.M.: ¿Su día a día?

Gral. J.C.: No descansar un segundo por su patria, el desvelo.

Tte. C.M.: ¿Su angustia?

Gral. J.C.: No ver concluido su sueño de no dejar que la patria de


Bolívar se desviara del curso de la felicidad suprema que él profesaba
para Venezuela.

Tte. C.M.: ¿Como padre?

Gral. J.C.: El hombre que más sufría por su hijo.

Tte. C.M.: ¿Su lectura preferida?

Gral. J.C.: La historia patria, la historia de Bolívar, la historia de los


libertadores. Él tenía en sus inicios un libro de la estrategia indirecta, y
en ocasiones aplicó sus conceptos.

Tte. C.M.: ¿Su legado?


Lealtad a prueba de golpe [159]

Gral. J.C.: El humanista, el carácter justo, el hombre del amor, del


amor para su patria, trabajador, el trabajo creador, como él solo.
Cnel. MANUEL CRISTOPHER26

A ti, Comandante inmenso, invicto, infinito y eterno. A ti por haber liberado al


Generalísimo Francisco de Miranda de la cárcel de La Carraca; por haber rescatado
al Mariscal Antonio José de la selva de Berruecos; por haber reagrupado las tropas
del general Ezequiel Zamora; por desempolvar las letras del Samuel Robinson de
América; por el reconocimiento que hiciste a los originarios de esta tierra de gracia y
a los traídos del África profunda.
A ti, Comandante, por ser el mayor y máximo exponente del ideario bolivariano. A
ti, Comandante, por emanciparnos pero, sobre todo, por enseñarnos a aprender que
en la lealtad se es en la obscenidad, en la adversidad y en la duda.

26 Manuel Cristopher. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, graduado en la


Academia Militar de Venezuela (1989), perteneciente a la Promoción G/D
José Cornelio Muñoz. Para el momento del golpe de Estado de abril de 2002
tenía el cargo de capitán/oficial de seguridad de la Unidad de Seguridad y
Protección Presidencial (USPP). En su cargo anterior lo desempeñó como
Director Adjunto del Centro de Seguridad y Protección de la Patria. Realizó
el curso de especialización en Trabajo Informativo Analítico en la Academia
Militar de la República de Belarús y de especialidad de posgrado, Comando
y Estado Mayor en la Escuela de Seguridad Personal (La Habana, República
de Cuba). Actualmente ostenta el grado de general.

[160]
[162] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

Antecedentes de abril
Los primeros días de abril de 2002 comenzaron a agitarse en la calle,
producto de la promulgación por parte del Ejecutivo Nacional de 49
leyes –aprobadas el 11 de noviembre de 2001–. La intención de esta
política era transformar a través de leyes, como la de Tierras y la de
Hidrocarburos, la administración de los recursos del Estado. El sector
empresarial había conducido a un grupo importante de venezolanos a
las manifestaciones. La nueva legislación que se ponía en marcha repre-
sentaba importantes beneficios para el país; lamentablemente dentro de
la estructura de gobierno había gente que le hacía el juego a sectores
opositores. Tal es el caso de Luis Miquilena, quien fue un factor distor-
sionador dentro de las filas revolucionarias. Para ellos –oposición– era el
caballo de Troya que necesitaban dentro del Gobierno.
El 7 de abril de 2002 en un Aló, Presidente, realizado en el palacio,
el Comandante Chávez despidió públicamente a la nómina mayor de
Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Además dio instrucciones para que
se le reconociesen sus haberes y se les otorgaran sus beneficios labo-
rales. Previo a esto él se había estado reuniendo con la directiva de la
compañía petrolera. Les pidió que le hicieran una exposición acerca del
funcionamiento interno de la principal empresa nacional. Yo era oficial
de seguridad para entonces y recuerdo que estaba de guardia cuando se
hizo una reunión en Puerto Ordaz, días antes de abril. En esa ocasión
la nómina mayor daba una explicación técnica –no pude estar presente
en toda la exposición– que no convenció al presidente de sus presuntas
buenas intenciones, porque no tenían los elementos para hacer de Pdvsa
una empresa de carácter social. Vista esa explicación, el Comandante
Chávez tomó decisiones: “Con esta directiva no se puede hacer la revo-
lución que nosotros necesitamos”. Por supuesto, dispuso de sus cargos.
Literalmente con un pito les dijo: “¡Fuera, botados!”. Esa orden no se
ejecutó de inmediato porque unos sujetos de la directiva días después
declararon: “Que si querían que ellos se fueran, les llevaran la carta de
despido hasta allá”.
Lealtad a prueba de golpe [163]

Para esos días había también una avanzada del grupo de seguridad
presidencial en Costa Rica debido a que el Comandante Chávez iba a
visitar ese país en los primeros días de abril del 2002. Estos compañeros
tenían agilizado todo el protocolo que se estila en esos casos; incluso
allá estaba el canciller Luis Alfonzo Dávila. Pero a última hora el presi-
dente decidió no viajar. El equipo se quedó allá esperando instruccio-
nes. La teniente de navío Érica Virgüez, quien tuvo el privilegio de ser
la única mujer oficial de seguridad del Comandante Chávez, formaba
parte de esa avanzada. Me comentó una de las chicas de la cancillería
que se encontraba en ese equipo, que la noticia del golpe los devastó a
todos; incluso debieron sacar al canciller Dávila por una puerta trasera
del hotel donde estaban. El equipo de avanzada se comunicó el 12 de
abril con el capitán Jesús Salazar, el segundo al mando en la dirección
de operaciones de la Guardia de Honor Presidencial (GHP), quien se
le presentó al general José Aquiles Vietri Vietri, jefe de la Casa Militar,
para recibir indicaciones sobre qué se iba hacer con el avión presidencial
que estaba en Costa Rica. En ese momento el general Vietri se encon-
traba con el general Enrique Medina Gómez, a quien el general Vietri
le comentó sobre el caso: “Tengo una comitiva en Costa Rica con el
avión presidencial –El Camastrón– y un equipo de confianza del presi-
dente, ¿qué hacemos?”. La respuesta fue que no se preocupara por ello,
que se quedaran allá y luego verían qué hacer. Mi amiga de la cancillería
nos comentó, luego, que al recibir la respuesta fue un momento devas-
tador para ellos.
Recuerdo que cuando el presidente recorría el país la información
que le llegaba siempre era de primera mano. Los oficiales de seguridad
nos conectábamos con la gente, obteníamos datos, intercambiábamos
teléfonos y correos. Aquello se convertía en una red, en un entramado
donde manejábamos el acontecer diario. De la provincia nos informa-
ban: “Van saliendo unos autobuses para allá, alerta”. Por todo eso podía-
mos saber que esa gente venía para acá, y además que se tramaba algo
sombrío.
[164] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

Hacia Miraflores
Con los contactos que manejábamos en el interior del país pudimos
saber que la movilización del 11 de abril de 2002 tenía fines distintos a
los que los voceros de la oposición declaraban en los medios. Pese a que
manejábamos cierta información, en mi caso particular no esperaba esa
traición vil del Alto Mando Militar. Sin embargo, ellos tenían bastan-
te tiempo conspirando, obedeciendo al dictamen del departamento
de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, el cual a través de
manuales activa mecanismos para derrocar a los presidentes de países
que no se someten a sus intenciones.
Lo que pasó el día domingo 7 de abril en el Aló, Presidente fue la gota
que rebasó el vaso. En los días subsiguientes los medios de comunica-
ción desarrollaron una campaña brutal contra el Gobierno –era algo
sorprendente, asombroso– incitando al odio. Así lograron concentrar
una buena cantidad de gente en el este de la ciudad de Caracas. Un
amigo que fue cadete conmigo y que en esa ocasión marchaba en contra
del presidente me llamó y me dijo que saliera de Miraflores porque los
manifestantes iban hacia allá. Me lo confesó de buena fe. Tengo otro
amigo que tenía vínculo con una empresa que le daba servicio a la alcal-
día de Chacao, y me reveló algo que ya es sabido, para mí fue dramático:
“Aquí a la gente la están drogando, les están suministrando sustancias
para mantenerlos eufóricos, drogas químicas que utilizan muchos jóve-
nes para estar activos”. Me lo confesó.
Para ese momento yo vivía en el Fuerte Tiuna, pero a pesar de ello no
podía ir a visitar a mi mujer y a mis hijos por la tensión que existía. Los
oficiales de seguridad presidencial estábamos atentos y expectantes por
lo que ocurría en el país. La Unidad de Seguridad y Protección Presiden-
cial (USPP) es la unidad élite que debe mover al Comandante; una vez
que termina cualquier evento presidencial cesa la actividad del edecán
coordinador, pero el equipo de seguridad sigue con el presidente. Noso-
tros en todo momento estábamos atentos del movimiento del equipo,
de los tripulantes del avión, de los cambios de rutas del presidente, de
quiénes se quedaban en el país, del sitio en dónde debíamos esperarlo.
Lealtad a prueba de golpe [165]

Toda esa logística teníamos que precisarla muy bien, es una inmensa
responsabilidad preservar la vida del presidente de una nación.

Golpe mediático
Más adelante hizo una declaración altisonante el general Néstor
González González, un militar activo que era jefe del comando de
las escuelas del Ejército, por supuesto siguiendo un guion preparado.
La idea era mantener al presidente en el país y activar su maniobra de
distracción, ellos necesitaban generar el desastre que lograron después.
Pero mi Comandante decidió enfrentar las cosas, lo que trajo conse-
cuencias dentro de la Fuerza Armada Nacional (FAN), evidenciadas en
la poca madurez política de González González, considerando el grado
que tenía.
Frente a los pronunciamientos de los militares golpistas constante-
mente me preguntaba en qué los podía afectar la aprobación de estas
leyes habilitantes. Esa fue la excusa de los políticos. ¿En qué los perju-
dicaba si la idea era que nuestra sociedad creciera? La única explicación
que encontré fue que simplemente obedecían a sus amos. Los medios en
esa oportunidad se comportaron como actores políticos: intensificaron
la propaganda como una política comercial de la comunicación masi-
va. En estos momentos, algunos periodistas que actuaron alejados de
su ética profesional en el 2002, continúan trabajando en los noticieros.
Entiendo que ellos obedecían las líneas de sus jefes, sin embargo, eso no
los excusa porque no tuvieron la dignidad que demostró, por ejemplo, el
periodista Andrés Izarra cuando renunció al cargo que tenía en un canal
privado. Él sí manifestó un alto sentido de la ética.
Otros periodistas decían cosas que ni siquiera sucedían, por ejemplo:
“Los pistoleros de Puente Llaguno están disparando en este momento
contra la marcha de oposición”. Tiempo después se pudo ver un video
con la verdad, en el que por cierto se mostraba a esos valientes mucha-
chos enfrentándose a las unidades de blindados de la Policía Metropoli-
tana (PM), las cuales venían a despejarle el camino a quienes pretendían
[166] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

tomar por asalto el palacio presidencial. Esa actitud de complicidad


mediática daba mucho que pensar.

Puente Llaguno
Cuando comenzaron a suceder los hechos, el compañero de la escolta
presidencial Tony Velásquez fue uno de los primeros que cayó cerca de
Miraflores a la altura de la prevención 3 del palacio. Le dieron un tiro
en la cabeza a cierta distancia y quedó maltrecho. Hay un video que
dice: “Murió Tony Velásquez”. Pero afortunadamente no falleció. Eso
lo pudimos ver por uno de los canales de televisión desde la oficina
de la USPP en Miraflores el día 11 de abril. Con eso comenzamos a
llenarnos de ansiedad, de nervios, los teléfonos no dejaban de repicar.
Mi mamá estaba sola en Punta de Mata, en el estado Monagas, porque
una de mis hermanas que vive con ella estaba de visita en Caracas, y mis
hijos y esposa en el Fuerte Tiuna. Yo me hallaba desesperado porque no
podía contestarles y mi hermana Maritza trataba de calmarme: “Quéda-
te tranquilo, todo está en orden”. Ahí se inició ese bochinche. Los que
venían en la marcha hasta la avenida Bolívar siguieron hasta Miraflores.
Hay unas imágenes y videos por allí del contralmirante Carlos Molina
Tamayo y del general Guaicaipuro Lameda cuando llegaban a las cerca-
nías del palacio en moto. Hicieron lo que iban a hacer y se fueron, pero
ellos sí sabían lo que pasaba. Evidentemente, conocían de los francotira-
dores apostados en las azoteas y de la gente que estaba cayendo. Mien-
tras seguían asesinando personas en las adyacencias de la avenida Baralt,
alguien detectó que en un hotel próximo a Miraflores estaban unos fran-
cotiradores y necesitábamos tomarles fotografías porque los agarraron en
flagrancia. En ese momento le pedí el favor a la periodista y fotógrafa
presidencial Egilda Gómez, esposa de Vladimir Villegas. Ella se marchó
con un equipo de seguridad a cumplir la misión y delante de ella hirieron
mortalmente a una persona. Ella regresó muy nerviosa y en pánico a la
oficina. “Me mandaste para allá, casi me matan”, me dijo. Lo menos que
esperaba era que le dispararan. No sabía que los francotiradores herían
selectivamente a fotógrafos, quizá la bala era para ella porque iba con su
Lealtad a prueba de golpe [167]

cámara. Recordemos que casi todas las personas que resultaron heridas
eran fotógrafos: Jorge Tortoza y una señora que estaba filmando llamada
Malvina Pesate. Ellos sabían lo que hacían, tratando de que todos los
actos golpistas no quedaran grabados para la historia.

“Estamos vivos de milagro…”


La noche del 11 de abril un grupo de generales llegó al palacio a
plantearle a mi Comandante Chávez que Caracas estaba fuera de
control. Todos teníamos mucha ansiedad por lo que iba a pasar. Nos
preguntábamos qué iba a suceder, qué íbamos a hacer con esa gente.
Comenzamos a sacar el armamento del parque de armas. Esa instala-
ción no estaba diseñada para enfrentar una situación de esa naturaleza.
¡Los golpistas no querían obedecer leyes ni nada! Lo que querían era
tomar Miraflores por asalto. El presidente había dado la orden de que
viniera una unidad de tanques para reforzar la seguridad. Sin embargo,
por la confusión total que había el oficial a cargo de la unidad de tanques
del batallón Ayala, el teniente coronel Ismael Cepeda Báez, retiró los
blindados y prácticamente nos dejó aislados.
Entre tanto, en las afueras del palacio se hallaba un grupo de políti-
cos de la Revolución arengando al pueblo: Freddy Bernal, Aristóbulo
Istúriz y Juan Barreto. Incluso Barreto fue a hablar con los oposito-
res para que cesara esa actitud. Pero esa gente no podía racionalizar
bien porque habían sido víctimas de una operación psicológica, además
estaban bajo el efecto de estimulantes. No iban a retroceder, estaban
desbocados, convencidos de lo que perpetraban.
De esas 47 horas hay para escribir cien años de historia por tantas
cosas que sucedieron. El mayor Jesús Suárez Chourio, jefe de la USPP
entonces, giró unas instrucciones rápidas para que estuviéramos aten-
tos ya que en cualquier momento podíamos salir de allí junto con el
presidente. En ese escenario se decía cualquier cantidad de cosas, la más
inquietante de todas es que iban a bombardear Miraflores. Cuando uno
se remonta a aquellas horas se le descomponen los sentimientos. Uno
dice, bueno, pero no lo hicieron, estamos vivos de milagro, cualquier
[168] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

francotirador pudo habernos matado al salir. Ellos tenían las intenciones


precisas de acabar con nosotros y de generar un caos, de manera que
pareciese que el mismo pueblo era el que se oponía a que mi Comandante
continuara allí de presidente.
Al analizar la situación era inconcebible concluir que el pueblo se
opusiera a unas leyes que iban a favorecerlo. Esa reacción no podía ser
del pueblo; el análisis te permitía ver que allí las cosas eran mucho más
tenebrosas. En la tarde llegó el Alto Mando a hablar con la comisión
del presidente. Creo que un general de los que mi Comandante mandó
llamar no fue, no se presentó. Hasta ese momento los golpistas militares
no eran francos, no fueron capaces de decirle al presidente: “Estamos
involucrados hasta la médula en este golpe de Estado”. No fueron since-
ros, típico de una persona cobarde que oculta sus pretensiones hasta el
último instante.
El mayor Suárez Chourio me dijo: “Capitán, usted se queda aquí,
de la puerta no pasa nadie que yo no autorice hasta cerca del despa-
cho”. Estaba ubicado en la planta baja. Luego entró el general Francisco
Belisario Landis, comandante de la Guardia Nacional. La intención de
estos generales era hablar con mi Comandante y persuadirlo para que
firmara la renuncia que tenían redactada. Como debieron dejar los telé-
fonos afuera, en el celular del general Belisario Landis entró una llama-
da insistentetemente, así que lo atendí; lo buscaba un general de apellido
Bolívar. “¿Quién habla?”, preguntó. Le respondí que era yo, el capitán
Cristopher, y que el general Belisario estaba hablando con el presidente
Chávez. En seguida me contestó: “Dígale a Belisario que él sabe lo que
tiene que hacer, sino que se atenga a las consecuencias”. Cuando el gene-
ral Belisario Landis salió de la reunión con mi Comandante Chávez le
di el mensaje. Recuerdo que él llamó a alguien y le giró instrucciones
para que resguardara a su familia. Evidentemente lo había llamado un
general comprometido con el golpe y le exigía que se pronunciara, según
rezaba el libreto montado.
Cabe destacar que los generales golpistas grabaron un video antes de
que comenzaran a caer los muertos y heridos en la avenida Baralt, en el
Lealtad a prueba de golpe [169]

cual describían la masacre que supuestamente ocurría, supongo que algo


así refería el general del teléfono que conversó con Belisario Landis.
Aquí no había gente inocente ni engañados, yo estoy convencido de que
los militares comprometidos con el golpe estaban conscientes de eso.
Una vez que los generales abandonaron el palacio quedó una situa-
ción tensa en las instalaciones. Sigilosamente sacamos el armamento del
parque; yo agarré tres armas “uzi” con sus cargadores y le ofrecí una al
profesor Jorge Giordani diciéndole: “Profesor, tenga una por si acaso”.
Me agarró la mano y me dijo: “No, hijo, ustedes son los hombres de las
armas y yo no, tranquilo”. Imagínense aquella impotencia de ver a un
maestro en esa situación, me preguntaba qué pasaría por su mente. Esta-
ba también el profesor Héctor Navarro. Nuestra intención era darle una
Uzi a cada uno pero se negaron: “No, ténganlas ustedes”. Y uno decía:
“Dios mío, ¿qué nos espera ahora?”.

La tensión y las fidelidades


El día 11 en la noche hablé por teléfono con el general José Miguel
Briceño, jefe de la Dirección de Armamento de la Fuerza Armada
(Darfa). No podíamos comunicarnos por las interferencias que había en
las líneas, pero a pesar de eso involucré a un compañero que trabajaba
en comunicaciones de la GHP, el oficial Romero Celi, y con un teléfono
satelital pudimos llamarlo: “Oiga, ¿hay posibilidades de que nos apoye?
Porque no estamos preparados para la situación y esta gente viene con
las intenciones de tomar el palacio”. Necesitaba pedirle respaldo con
algunas municiones, por si acaso. El general respondió: “Yo no estoy en
Caracas, estoy en Maracay, pero voy a girar las instrucciones para que
vayan a buscarlas”.
Eso no pudimos hacerlo porque la situación que existía era delicada.
El Fuerte Tiuna estaba controlado, incluso los oficiales comprometi-
dos trancaron algunas alcabalas. Hay videos testimoniales donde queda
constancia de la participación de alcaldes de oposición en este sabotaje.
Es decir, había todo un guión montado para dar ese golpe de Estado y
[170] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

ellos necesitaban tener una excusa, que Chávez era un criminal, que hizo
esto y lo otro. Una coartada para seguir subvirtiendo al órgano.
Había una muchacha que trabajaba en el despacho, cuyos padres
eran chilenos y habían huido de la dictadura feroz que instaló Augusto
Pinochet después de que derrocó a Salvador Allende, quien sin escon-
der el llanto le decía a un familiar: “Si bombardean el palacio que lo
hagan, moriremos de pie”. Bueno, comprobé que la cosa iba en serio; ya
era la segunda vez en esa noche que escuchaba que los golpistas tenían
intensiones de bombardear Miraflores. Algunos oficiales de seguridad
juramos dar la vida defendiendo al presidente Chávez y a la Revolución.
Entre ellos estábamos Christian Medina Macero, Jesús Suárez Chourio,
Jesús Villamizar, Franklin Díaz y yo. Pensamos que nosotros debíamos
tratar de convencer a mi Comandante para sacarlo de allí, no podíamos
abandonarlo. Esa era la línea que debíamos adoptar.
Los padres del presidente, la señora Elena Frías y el señor Hugo de
los Reyes Chávez, habían venido a visitarlo en esos días y esa situación
los atrapo dentro del palacio. Aquello parecía un enjambre alborotado,
la gente iba y venía mientras la señora rezaba en una esquina. Cuando la
vi orando pensé en mi familia, en mi mujer, en mis hijos y en mi mamá:
“Mis hijos, Dios mío, esto es un capítulo de la historia, ellos tendrán que
afrontar esto”.
En la noche nos reunimos un grupo de oficiales de seguridad cerca del
despacho 1. Subimos allí y el mayor Suárez Chourio salía continuamente
a darnos instrucciones con fuerza: “Vamos a evaluar los escenarios”. Se
había planteado la idea de sacar a mi Comandante del país. Los golpistas
le ofrecían irse a Cuba, pero pensamos que era una trampa para derribar
el avión. Yo le dije a un compañero: “Eso que importa, después de que
estemos en el aire aterrizamos en Trinidad. La isla está a 45 minutos de
aquí y después se coordina con el comandante Fidel Castro para que nos
mande un avión”. Eso era lo que se manejaba con la escasa información
que se tenía. Repentinamente el mayor Suárez Chourio salió otra vez
y dio estas instrucciones: “Atentos, sigan pensando qué haremos, hacia
dónde iremos”. La estrategia era buscar otros sitios para irnos. Había un
Lealtad a prueba de golpe [171]

compañero que trabajaba en la Milicia, el capitán Edgar Pinto Salazar,


quien me llamó temprano: “Negro, si quieren se vienen para acá, dime
qué hago”. “Bueno, habilita por allá cualquier sitio que esté despejado por
si tenemos que sacar al presidente”. Entonces se pensó en el 23 de Enero,
sector combativo que siempre ha estado con mi Comandante. Entonces
le dije a Pinto Salazar Ríos: “Cualquier cosa vamos a ir para allá”. Me
respondió: “Bueno, negro, me avisan y cuenta conmigo para lo que salga”.

La lista del exilio


El mayor Jesús Suárez Chourio giró nuevas instrucciones, recuerdo
que se le quebró la voz: “El presidente está manejando la posibilidad
de irse del país. Dice que el que quiera irse con él debe anotarse en una
lista”. La capitana de fragata, Carmen Meléndez, fue una de las pocas
mujeres que se anotó y tras ella lo hicimos nosotros. Fuimos aproxi-
madamente diecinueve personas; de los que estábamos allí, hubo gente
que no quiso hacerlo a pesar de que pertenecían al anillo de seguridad.
Dijeron: “No, no, yo no me meto en eso”.
Llamé por teléfono al capitán Gerson Labrador, ayudante del jefe
de Estado Mayor, general José Ruiz Guzmán, y le pedí que sacara a mi
familia del Fuerte Tiuna y que la llevara a la casa de mi hermana en Los
Naranjos. Así lo hizo. A mi hermana le pedí: “Maritza, existe la posibi-
lidad de que el presidente se vaya del país y yo tomé la decisión de irme
con él. Quédate con mi familia, cuida a mis hijos y a mi mujer. Después
yo veré de qué manera me los llevo”. Me puse a llorar: uno ha leído en
la historia cómo sufre el ser humano esas etapas. Mi hermana me dijo:
“Tranquilo, cuenta con eso, haz lo que tengas que hacer y hazlo bien.
No te preocupes por tus hijos y tu mujer. Ellos van a estar cuidados”.
Escuché a mi capitana Meléndez, quien estaba hablando por teléfono,
supongo que con su esposo: “Tú eres el papá de mis hijos, tú verás qué
haces con ellos”. Entendí a lo que se refería: para ese momento nada
era más importante que defender la vida del presidente Chávez. Oír esa
respuesta de una mujer con tanta reciedumbre nos llenó de tranquilidad
y todos nos abocamos a eso. Con el transcurrir de las horas mi Comandante
[172] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

seguía evaluando la situación, él era un hombre que siempre había dado la


cara al pueblo.
Se dice que pidió comunicarse con cuatro personas: Fidel Castro,
Willian Lara, Diosdado Cabello y el vicario militar, monseñor José
Hernán Sánchez Porras. Todos sabíamos la fe cristiana que practicaba el
presidente. Yo no sé si hubo una confusión del centralista, pero llamaron
al arzobispo de Mérida, Baltazar Porras. Para entonces la iglesia jugó
un papel importante en esa conspiración. Es posible que haya sido una
confusión, eso quedará para una futura investigación para ver a cuál de
los dos pidió que llamaran.
Cuando mi Comandante decidió irse lo hizo bromeando, contan-
do chistes, como diciendo: “No se desanimen”. Esa era una manera
de mantener la esperanza. Había gente que lloraba de tristeza al ver
que todo lo construido se desvanecía; otros lo hacían con impotencia,
sentían que después de tanto tiempo no habían logrado sacar el benefi-
cio económico que deseaban. El tiempo cura todo y les da el justo valor
a las personas.

El secuestro del presidente


El presidente salió del palacio de Miraflores porque quiso ir a verles
la cara a los demonios que estaban dando el golpe. Así que cuando se
lo llevaron secuestrado lo trasladaron al Fuerte Tiuna, a la sede de la
Comandancia General del Ejército (CGE), donde según me cuenta
el teniente Christian Medina Macero ya algunas personas celebraban
embriagadas de ese placer endemoniado. Para ellos era un logro haber
conspirado para acabar con la esperanza de un pueblo. Durante esa
noche del 11 de abril no tuvimos más información del Comandante.
Esa noche empezamos a recoger nuestras pertenencias. Acordamos
presentarnos todos juntos en la sede de la CGE ya que los golpistas
habían determinado que los ayudantes personales se presentaran en
grupo, y que se le hiciera un oficio a cada uno de ellos; mientras que
los oficiales de seguridad debían presentarse por separado. Esta era una
manera, me imagino, de segregarnos, dividirnos y fracturarnos. Ellos
Lealtad a prueba de golpe [173]

vieron que teníamos conciencia política había gente que desde adentro
les informaba, o tenían nuestros perfiles psicológicos, así que no podía-
mos confiar en nadie. El general José Félix Ruiz Guzmán, que había
tenido participación dentro del MBR-200 en 1998, nos recibió en la
CGE. Él era una persona con la que se había tratado algunas cosas a
cierto nivel. Eso fue el 12 de abril.
Me acuerdo que no dormimos. Busqué a mi mujer y a mis hijos para
regresarnos al Fuerte Tiuna, en eso me llegaron muchos mensajes de
gente desconocida en los que me amenazaban. Eso también les pasó a
varios de mis compañeros. Me afeité porque tenía una barba espesa y
me vestí de traje casual. Los oficiales de seguridad convenimos llamar-
nos cada dos horas: “¿Dónde estás tú? Cualquier cosa que te pase nos
estamos comunicando”. Establecimos un mecanismo para mantenernos
cerca. La mañana del 12 de abril llamé a Egilda Gómez y le dije: “Nece-
sito recoger a mi mujer y a mis chamos. ¿Será que hablas con el negro
Vladimir Villegas para ver si los puedo llevar para allá?”. Ella decidió
pasármelo directamente y él me dijo: “Negro, no tengo inconvenientes
en que lo hagas pero para acá seguramente también van a venir a buscar-
nos”. Era la verdad: esos tipos estaban enfurecidos con el golpe. Llamé a
otro amigo para ver si los dejaba con él, pero me dijo que no. Y como el
miedo es libre, decidí llevarlos otra vez a la casa de mi hermana en Los
Naranjos. Le dejé algunas cosas a mi mujer y me fui a Miraflores para
ver qué se iba hacer con toda aquella situación. Rondaba la angustia y la
incertidumbre. Mis hijos estaban pequeños para entonces, se mantenían
jugando y no sabían lo que ocurría; mejor así.
Recuerdo que Oswaldo Aquino y yo estábamos formateando la
computadora, borrando toda la información que teníamos de las activi-
dades presidenciales para que no cayera en manos enemigas y él, entre
tristezas e impotencia, recordaba a su familia. Pese a nuestra angustia
sabíamos que mi Comandante era muy inteligente, él había estudia-
do ciencias políticas. Era una persona que dominaba a Maquiavelo y
a todos esos gurús del liderazgo y de la gran política. Me imagino que
evaluó qué era más conveniente: irse, como pretendían algunos que
[174] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

hiciera, o ser juzgado en su país, como querían otros. ¿Pero juzgarlo por
qué? ¿Qué les quitó él a ellos? No les quitó nada; ellos obedecían a sus
intereses. Y él decidió irse: “Quiero verles la cara a los monstruos esos y
que me digan qué quieren hacer conmigo”.
El Comandante ha tenido un profundo sentido de la historia. Supon-
go que en esos instantes sus pensamientos fueron recogiendo toda nues-
tra historia republicana y su ideal bolivariano. Supongo que pensaría:
“¿Qué haría Bolívar en estas circunstancias? De hecho hoy en día uno
ve algún video, imagen o declaración y se constata la franqueza de mi
Comandante Chávez, él decía las cosas sin miedo; y cuando no sabía
algo lo preguntaba una y otra vez hasta que la persona obtenía el eureka
de tanto hacerlo. Esas técnicas de mayéutica permiten aflorar informa-
ción que suponíamos ignorada. Pienso que el presidente se sentía frus-
trado, tanto que se había luchado para lograr los cambios y una pila de
traidores, apátridas y pisabanderas acababan con todo. Con su actitud
dejó ver que si para la oposición el problema era él, pues se entregaría.
Al despedirse de nosotros la mayoría lloramos mientras cantábamos el
Himno Nacional. Su respuesta siempre fue: “Tranquilos muchachos,
nosotros regresaremos”.

Rol de los medios de comunicación


El día 10 de abril de 2002 se grabó un video en el que algunos mili-
tares manifestaban su desacuerdo con el presidente porque, según ellos,
dio la orden de asesinar a los manifestantes en el centro de Caracas,
cuando los sucesos de Puente Llaguno ni siquiera habían estallado. Esto
evidenciaba que tenían todo planificado, aunque lamentablemente hoy
en día sigue existiendo un desconocimiento de manera intencionada por
parte de algunas personas, para borrar de la memoria colectiva de los
venezolanos esa verdad.
Las escuelas universitarias de comunicación social, ciencias políticas e
historia deberían estudiar y debatir el rol de los medios de comunicación,
así como también el de los periodistas. Allí está Gladys Rodríguez, quien
narró todos los actos fascistas del 11 de abril como una hazaña. Todo el
Lealtad a prueba de golpe [175]

mundo vio en el amanecer del 12 de abril las palabras del presentador


de televisión José Ovidio Rodríguez Cuesta, conocido como Napoleón
Bravo: “Buenos días, tenemos nuevo presidente”, haciendo un festín,
exaltando sus “logros heroicos” en esa batalla. Los medios de comuni-
cación participaron y conspiraron, tenían conciencia del tipo de infor-
mación que transmitían al pueblo, sabían además que funcionaban
como conductores de la gente hacia una emboscada.
Recordemos que en la concentración de Chacao hubo gente que esta-
ba bajo los efectos de estimulantes. Todo eso uno lo entiende al armar
el rompecabezas. ¡Ah! Con razón a estos sujetos les dieron sustancias
psicotrópicas. Obviamente no fueron todos, hay que dejarlo claro,
mucha gente que era adversa al presidente no cometió delitos de lesa
humanidad, pero igualmente fueron víctimas de operaciones psicológi-
cas que les inocularon odio. Y aquellas damas hablando del “régimen” en
su perfecto inglés, una declaración para el mundo. De hecho una señora,
Ruth Capriles, manifestó que había visto a unos hombres con maletines
negros entrando a la embajada de Cuba. Exaltaban la segregación, todo
un apartheid. Esa era la situación.
El video de los militares impactó a la opinión pública. Hay gente
nuestra, incluso militares, que pudieron haber dudado. ¿Será cierto esto?
Habría que ver el perfil de esos militares que estaban pronunciándose en
función de eso, pero quedaron al descubierto cuando este periodista de
la transnacional CNN, Otto Neustadtl, divulgó información al respecto.
La oposición no se imaginó que eso iba a ser un documento para la
historia, para la decodificación de las intenciones golpistas. Neustadtl
envió esa comunicación por varias vías, se lo dio a otros canales privados.
La conspiración buscaba criminalizar al presidente Chávez para que el
pueblo lo odiara. Unieron a los francotiradores con los que defendían la
concentración chavista, los héroes de Puente Llaguno. No cabe duda de
que solo un héroe con una pistola logra enfrentar a francotiradores con
potentes fusiles, a policías bien armados escudándose con los blindados:
la ballena y el rinoceronte. Ellos tenían el alcance armamentístico y el
dominio del perímetro. De manera que las imágenes de Puente Llaguno,
[176] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

unidas a lo que decían los militares traidores, pusieron a dudar a la gente


y a los otros periodistas que trabajaban allí. Me imagino que les exigían:
“di esto, haz aquello”. Después salieron algunos diciendo: “Era que
desde donde yo estaba no veía bien”. Esos muchachos fueron utilizados.
Aquí hay un grupo de periodistas que por algún lado tuvieron que
estar recibiendo alguna mesada. Deberían ser éticos y en algún momen-
to contar las verdades, reconocer lo que haya que reconocer. Mi Coman-
dante lo ha dicho: al equivocarse pidió perdón mil veces, estamos
haciendo esto pero en función de la patria que es lo más importante,
porque a pesar de las diferencias que podamos tener sigue siendo de
todos, y por eso deberíamos construirla libre. Los videos de los militares
golpistas están en la web: la comparación que hicieron, las pruebas, los
mensajes, todo quedó grabado para la historia. El esfuerzo por montar
un libreto perfecto, bajo la recomendación de Neustadtl, llevó a la dere-
cha a ser ciega para los fines inmediatos. Al salir los hechos a la luz se
vieron las costuras de ese marketing noticioso y trágico.
El grupo de oficiales jóvenes que estábamos dentro del palacio necesi-
tábamos saber lo que pasaba afuera, pero no teníamos maneras de acce-
der a la información equilibrada. Nos tocaba llamar a los compañeros
que estaban en otras unidades militares porque la televisión comercial
favorecía al golpismo. Yo tenía claro lo que pasaba: los sucesos del 11 de
abril no eran producto del descontento debido a alguna medida extrema
en contra de la ciudadanía. Sin embargo, había gente que dudaba, algo
lógico ante unos medios de comunicación que diseñaron mecanismos
para que la audiencia creyera lo que ellos narraban. Es como cuando
vemos una película de misterio y, en la noche, no puedes conciliar el
sueño porque crees que va a salir un fantasma de la oscuridad. Asímismo
ellos diseñaron esa operación psicológica que caló en la población.
Lealtad a prueba de golpe [177]

12 de abril: tensión permanente


El 12 de abril en la tarde, cerca de la autojuramentación del ilegítimo
Pedro Carmona Estanga, el mayor Douglas Ballesteros Pernía, oficial
de seguridad del presidente, manifestó: “Esos tipos están allí, vamos a
agarrarlos, a meterlos presos, a matar a esos desgraciados, a hacerles
algo”. Pero era una locura, una cosa que no debíamos hacer; era parte
de la emotividad, de la impotencia que sentíamos. ¿Cómo estos seres
pudieron hacer en nuestra propia cara lo que pretendían? La situación
se contuvo un poco, pero el mundo entero pudo haber presenciado una
masacre si nos dejábamos llevar por la exaltación del momento. Eso no
era lo correcto. En ese sentido, recuerdo que un amigo me dijo: “No
siempre se debe hacer lo correcto”.
Los golpistas tenían a disposición una unidad de tropas de operacio-
nes especiales de la Armada. Yo conocí a un muchacho que integraba
ese grupo. Me confesó: “A nosotros nos dijeron que primero íbamos
a La Carlota y después nos llevaron por allí cerca de Pagüita, pero no
sabíamos qué era lo que estaba pasando”. Ellos tenían un grupo impor-
tante de personas armadas y entrenadas, no sé si bajo engaño o con la
intensión de actuar contra nosotros o contra el pueblo. Ese día había una
tensión permanente, viendo tantas cosas le preguntábamos qué hacer al
maestro Joaquín Brito Lombardero. De él aprendí mucho sobre la segu-
ridad y custodia presidencial, a pesar de que era una persona adversa a
mi Comandante. Brito Lombardero trabajaba en Miraflores, hizo toda
su vida en esa área de seguridad, vivía dándonos lecciones. Yo siempre
conversaba de las situaciones hipotéticas y de cómo salirles al paso. De
hecho, tuvo la experiencia de sacar a Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero
de 1992.
Al retirarse el Comandante, algunos oficiales recogimos nuestras
cosas y nos fuimos a planificar lo que íbamos a hacer. Sabíamos que el
gobierno golpista no nos iba a aceptar ni a querer. Ellos debieron tener
el perfil de todos los oficiales de seguridad, de los edecanes, etcétera.
Llegando a la noche del día 12 tuvimos una reunión con el general
José Aquiles Vietri Vietri, quien nos reveló que el nuevo jefe de la Casa
[178] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

Militar no tenía inconvenientes en que nos quedáramos trabajando en


la USPP. Oswaldo Aquino respondió que por la seguridad de Carmona
Estanga y la nuestra no era bueno que anduviéramos en el palacio. Yo
me suscribí a esas palabras, reafirmé que no íbamos a aceptar eso. El
mayor Suárez Chourio nos calmó, estábamos impetuosos por la situa-
ción. Luego preferimos presentarnos al Ejército.
Cuando nos fuimos esa noche todavía no habían pasado las primeras
veinticuatro horas de la salida de mi Comandante de Miraflores. Recor-
demos que el 12 de abril a la una de la mañana se fue a Fuerte Tiuna. Al
estar en la CGE nos entrevistamos con el general José Ruiz Guzmán,
jefe del Estado Mayor. Incluso nos recibió de buena forma preguntán-
donos para dónde queríamos ir. Previamente acordamos no solicitar un
comando de tropa sino puntos administrativos que no fuesen peligro-
sos para los golpistas. En ese contexto, dos compañeros de la Armada,
Christian Medina Macero y Franklin Díaz, decidieron acompañarnos
porque se identificaron con nosotros, que éramos del Ejército.

El helicóptero de la infamia
En el anochecer del 12 de abril nos presentamos en la oficina del
general Ruiz Guzmán, quien tenía una relación de amistad con noso-
tros. Dudábamos de si estaba involucrado en el golpe, lo que luego
confirmamos, inclusive esperaba recibir el cargo que ostentaba el general
Lucas Rincón: el de inspector general de las Fuerzas Armadas. Cuando
conversaba con nosotros sus teléfonos repicaban sin parar; una de las
llamadas la atendió el capitán Winston Chourio, uno de los compañe-
ros que estaba con nosotros. Se puso nervioso y, luego de unos segun-
dos, agarró el celular y se levantó. Luego supimos que la interlocutora
era la señora Cecilia Matos desde el exterior; ella le notificó que iba a
asumir tal puesto, como estaba previsto. Su preocupación era si el cargo
lo ejercería según el puntofijismo o según las bases del presidente Hugo
Chávez. Pero no obtuvo respuestas claras porque el grupo de generales
comprometidos estaba apurado por el traslado de mi Comandante hacia
Turiamo.
Lealtad a prueba de golpe [179]

Así que nos dieron unos veinte o veinticinco días de vacaciones con
la orden de presentarnos después a las unidades donde habíamos pedido
ir: al Círculo Militar, a algún centro de alistamiento militar o la escuela
de educación física. Cuando salimos tuvimos la oportunidad de ver a
distancia un helicóptero que aterrizó. Notamos que subieron a alguien,
pero la noche nos impidió identificar quién era. Supimos después que
era el Comandante y que lo llevaban secuestrado a Turiamo. Nosotros
tratamos de seguir el curso del helicóptero en el carro de Jesús Villamizar
pero nos interrumpieron el paso. Eran especialistas en evasión. Así
lograron que perdiésemos el rumbo del vuelo.
Ante eso, los oficiales de seguridad acordamos llamarnos cada cier-
to tiempo, para estar pendientes de que no nos sucediera nada porque
recibíamos mensajes con amenazas; mezquindades que afloran en esas
circunstancias. Por ejemplo, los que vivíamos en las residencias militares
de Fuerte Tiuna convenimos en movilizarnos en un mismo carro. Mi
mayor Suárez Chourio me mandaba mensajes de texto. La situación era
crítica.

Los diez minutos de gloria


En el amanecer del día 13 le pedí a un amigo que mantuviéramos
comunicación, él no trabajaba con nosotros en la USPP pero estaba
con la familia del presidente Chávez. Paralelamente, el mayor Suárez
Chourio se fue hacia la sede de la GHP y nos dijo que teníamos algo por
hacer. Yo estaba en el apartamento de mi hermana y me encerré en el
cuarto de estudio. Tenía mi pistola y dos cargadores. De pronto llegaron
al frente del edificio un carro negro y unas motos, tal vez organismos de
seguridad pero sin logo. Me asusté porque se sabe –hay confirmación de
eso– que algunas empresas telefónicas, como parte de ese apoyo empre-
sarial en contra del presidente Chávez, se prestaron para delatar y pasar
información. Cuando vi los carros frente a la casa hablé nuevamente con
el mayor Suárez Chourio. Me respondió: “¡No me llames más de ese
teléfono! ¡Apágalo! ¡Bótalo!”. Una sobrina me prestó su teléfono: “Tío,
este celular está a nombre mío, el número no lo tiene nadie”. Claro, eso
[180] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

me limitó porque no pude anotar muchos números. Logré hacerlo con


los que me interesaban en el momento. Otros se me olvidaron, por ejem-
plo el número de Egilda Gómez, esposa de Vladimir Villegas. Necesi-
taba comunicarme con ellos de alguna manera. Yo le había mandado un
mensaje a alguien con el teléfono de Vladimir y no recuerdo quién era,
pero no tenía el número, así que tuve que llamar como a cinco personas
para que me conectaran con la indicada.
Ya el día 13 de abril había presión en las calles. La gente espon-
táneamente salió a Miraflores, a Fuerte Tiuna, a las alcabalas, a todas
partes. Preguntaban: “¿Qué pasó? ¿Dónde está el presidente? ¡Quere-
mos a Chávez!”. Mi hermana me preguntó qué iba a hacer y le dije que
tenía que irme a Miraflores. Mi esposa intentó calmarme: “No te vayas,
deja que yo hable con el señor Warner Altmann”, un amigo alemán. Este
personaje es astrólogo, de estos matemáticos que estudia las fechas de
nacimiento, todo un científico, a diferencia de estos que andan diciendo
por ahí que te vas a sacar la lotería. Este nos reveló: “Déjalos que disfru-
ten sus diez minutos de gloria, las cosas cambiarán”. Aunque mi esposa
me rogó que no saliera, yo tenía que hacerlo. No tenía otra alternativa:
“Tengo que contribuir para que vuelva al cauce, yo me voy”.
Me fui con una peluca y unos lentes con dirección al palacio y llegué a
lo que era el regimiento de la Guardia de Honor Presidencial. Una amiga
de la familia me llevó hasta donde pudo, cerca del centro de Caracas. Me
fui caminando hasta un sitio, había unos motorizados y unos sujetos que
me veían con repulsión, me veían extraño, pero en las esquina de arriba
había mucha gente. Tuve que tomar la alternativa de meterme en el
sótano de un edificio en la avenida Panteón, después salí por otra calle,
me fui por los lados de la Biblioteca Nacional hasta que pude llegar
a la parte alta de la brigada de la Guardia de Honor Presidencial, el
regimiento para aquel momento. En una de esas esquinas me encontró
La Maracucha, una señora que se la pasaba pidiendo dinero en la zona,
toda una pedidora profesional: “¡Tú eres el negro de Chávez!”, me dijo.
Así me descubrieron, tenía que ser un disfraz muy profesional para uno
pasar desapercibido.
Lealtad a prueba de golpe [181]

Entonces, nos fuimos hasta la prevención del regimiento de la Guar-


dia de Honor Presidencial y me quité la peluca, los lentes, todo el disfraz.
La operación había avanzado bastante: los muchachos de la tropa, los
capitanes de la GHP habían tomado el control del palacio. Algunas
personas se hallaban detenidas, el señor que con mucho énfasis anunció
que derogaba el nombre de República Bolivariana de Venezuela, Daniel
Romero, ese que destituyó a todo el mundo en un ratico, se encontraba
en el sótano del pasillo, un túnel que comunica el palacio de Miraflores con
el palacio Blanco. El maestro Brito Lombardero estaba preso porque él
fue quien sacó al señor Carmona Estanga para evitar que los capitanes
de la GHP lo agarraran.
El comandante Celso Canelones controlaba uno de los batallones
de la GHP y el capitán Eliézer Meléndez ya tenía ubicado, estratégi-
camente, algunos lugares donde se habían apostado las tropas a fin de
poder controlar el festín de los opositores.
Una vez que llegamos al palacio tratamos de ponernos al día con la
información y las novedades. El coronel que aparecía detrás de Carmo-
na Estanga en la juramentación, Gustavo Díaz Vivas, estaba detenido
en una oficina. Tuve la oportunidad de trabajar con él en la 31.° Brigada
que había en Fuerte Tiuna y lo saludé con respeto. Estaba también un
capitán de navío, Diego Hernández, que en algún momento trató de
mimetizarse con el pueblo que estaba frente al palacio presidencial ese
día, hay un video en el que está dirigiendo a la gente. Él manejaba infor-
mación de las estructuras físicas de Miraflores ya que había trabajado
allí; sin embargo los golpistas que no la conocían salieron corriendo
como pudieron.
El almirante Molina Tamayo, jefe de la Casa Militar, se asomó a la
ventana y lo que vio lo asustó, pues ya no era solo el pueblo indefenso
que agitaba la Constitución y la foto del Comandante Chávez sino el
pueblo uniformado y en armas, las tropas con sus sargentos y coman-
dantes admirables, dignos, a la que reaccionó y tal vez pensó: “Esta gente
viene a tomarnos definitivamente, aquí nos van a capturar”. En la huida
despavorida algunos dejaron los zapatos, agendas, teléfonos y carros que,
[182] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

quizá en medio de los nervios, no pudieron encender y se fueron con


otras personas. De hecho esos carros quedaron allí por muchos días,
posteriormente fueron enviados a los estacionamientos del sótano de
la GHP.

La falsa renuncia
Una vez que rescatamos el palacio llamé a Vladimir Villegas y le dije:
“Negro, es bueno que vengas para acá. Por aquí anda otra persona –era
Ismael García– pero se le nota mucho el protagonismo”. Era necesario
mantener el discurso vivo. Un grupo de actores políticos hablaban desde
el lugar de los acontecimientos, pero su mensaje no era contundente.
Cuando las personas no están acostumbradas a hablarle a las masas se
pierde el convencimiento. En pocos minutos se acercó Vladimir dando
palabras de aliento a los presentes.
Había una situación tensa. La ministra del ambiente, Ana Elisa
Osorio, llegó entre la gente. La traían cubierta y protegida, así como
esas maracuchas pedidoras que me llevaron unos cincuenta metros hasta
el palacio. La gente nos identificaba y nos resguardaba, nos respaldaba,
legitimando nuestra acción. Imagínate, la gente estaba ávida de saber
qué era lo que realmente ocurría con respecto a la renuncia o no del
presidente. Unos compañeros que trabajaban en comunicaciones nos
informaban: “Aquí hay una carta que fulanito tiene, la leyeron y está
firmada, confirmaron eso desde Maracay”. Frente a esto llamé a unos
oficiales de seguridad o explosivistas, pertenecientes a la USPP, que iban
rumbo a Turiamo: Oswaldo Aquino, Oswaldo Trejo y Andy Arades
Puerta. Los llamé preguntándoles por la fulana carta y me dieron segu-
ridad de que efectivamente existía.
El documento lo enviaron vía fax a comunicaciones de la GHP. Se
gastó una resma de papel reproduciéndola; todo el mundo tenía una
copia de esa carta. Todos decían: “El presidente no ha renunciado. Está
secuestrado en Turiamo”. Más adelante llamaron para informarnos que
al Comandante se lo iban a llevar para otro lado. Ustedes saben que
el imperio es especialista en secuestrar presidentes, tenemos el caso de
Lealtad a prueba de golpe [183]

Jean Beltrand Aristide y, más recientemente, el presidente hondureño


Manuel Zelaya. El ministro de la defensa, José Vicente Rangel, dio
instrucciones al coronel Jesús Morao Cardona, jefe del regimiento, para
que controlaran a los medios de comunicación. Después se formó un
grupo y se dividieron tareas, había que ir a Venezolana de Televisión
(VTV) porque lo habían dañado por completo. Incluso hay unos equi-
pos que desaparecieron de Miraflores.
Después el grupo de oficiales que estábamos allí no teníamos forma
de saber cómo estaba la salud de mi Comandante. En dos ocasiones le
pregunté al coronel Morao Cardona sobre eso; nos informaron que lo
habían maltratado. Sentíamos que no podíamos permitir eso. “¿Y no
vamos a hacer nada? ¿Cómo nos va a catalogar la historia el día de
mañana? ¿Qué hiciste tú por rescatar a ese gigante, chico? ¿Por qué
permitiste esto?”, nos decíamos.
Todos sabemos el tamaño del corazón del Comandante: a todo el
mundo perdonó, y eso es lo que ha permitido que los opositores quieran
hacer lo que les da la gana.

“¡Qué grande es este pueblo!”


En la madrugada del 14 de abril ya sabíamos que el presidente se
ubicaba en La Orchila. También manejábamos la información de que
lo acompañaba un sacerdote puesto por los golpistas. Estos creían que
con la presión de un cura mi Comandante iba a renunciar; eso era difícil.
Chávez juró no traicionar al pueblo que lo eligió. El compañero Arades,
funcionario de la Disip, quien junto a Oswaldo Aquino, Oswaldo Trejo
y otros tuvieron la misión de rescatarlo se fueron a La Orchila con sus
pistolas de reglamento, lo que era prácticamente nada en comparación
con el armamento con el que contaba la gente que lo tenía secuestrado.
Pero los nuestros iban motivados por su claridad política, mientras que
los golpistas estaban desorientados, solo cumplían órdenes.
Un oficial de la Armada le facilitó un celular a mi Comandante
para que se comunicara con algunas personas, así que solo esperaba los
equipos de rescate. Sin embargo, había la expectativa de que podían
[184] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

trasladarlo en un avión fuera del país, ese avión había llegado a la isla
con algunos actores, entre los cuales estaba monseñor Ignacio Velasco,
quien quedó para la historia como traidor a sus postulados cristianos y
a la patria. Cuando se hizo efectivo el rescate del presidente, quienes
aún estaban en la isla se hicieron de la vista gorda, se desentendieron
de todo el mundo, incluido el propio monseñor. Los muchachos que
fueron a buscar a mi Comandante tenían un objetivo preciso: rescatar
al presidente sin detenerse en las demás personas. Al percatarse de que
el monseñor Velasco se iba a quedar allí solo, porque sus amos lo aban-
donaron, mi Comandante se dirigió a él: “¿Mire, usted qué va a hacer?
Bueno, véngase aquí conmigo”.
Algunos tenían información más detallada porque se comunicaron
desde la sala de radio de Miraflores al helicóptero. Aquellos momentos
fueron de mucha emoción. La gente deseaba rendir los honores, tratan-
do de mantener el protocolo para tocar el Himno Nacional cuando
aterrizara. A esa hora de la madrugada y en la oscuridad mi general
Jacinto Pérez Arcay subió las escaleras que conducen al helipuerto, y
la gente que estaba esperando dijo: “¡Ahora sí! ¡Ese es el helicóptero
donde viene el presidente!”. Yo creo que el corazón se me iba salir de la
ansiedad; cualquier cosa que uno escuchaba, una moto a lo lejos, podía
confundirse con el ruido de un helicóptero. Al verse los faros de la nave
acercándose, estallamos de emoción y nos fuimos todos a verlo, a sentir-
lo. ¡Mi Comandante!
En medio del descenso nos enteramos que soltó con alegría: “¡Qué
grande es este pueblo! ¡Qué grande es el pueblo de Bolívar! ¡Qué grande
son ustedes, muchachos!”. Ya en el palacio, cuando las compañeras del
protocolo presidencial se enteraron de que mi Comandante ofrecería
una rueda de prensa en el salón Ayacucho salieron corriendo a colocar el
cuadro del Libertador Simón Bolívar que los golpistas habían tirado en
un depósito. Ellas sabían que a mi Comandante, siempre que se dirigía
al país o al mundo, le gustaba tener presente, a modo de mensaje para
las personas que lo vieran, nuestros orígenes libertarios. Pasó al salón
Ayacucho y perdonó a esos bandidos que no quieren a nuestro país, un
Lealtad a prueba de golpe [185]

grupo fascista que no sigue las reglas de la democracia. Eso no es ser


oposición respetuosa. Si lo fueran colaborarían en la construcción de
una patria de verdad. Es un sector que no respeta los valores sublimes
del ser humano ni de la patria, no quieren a Venezuela.

La lucha sigue
No se trata de estar de acuerdo con todo, pero debemos ser patrio-
tas. Nosotros estamos impregnados de una historia que pocos pueblos
tienen: los libertadores y sus ejércitos, los héroes y heroínas, todos nues-
tros próceres. Nosotros los tuvimos y los seguimos teniendo de verdad,
son unos seres de carne y hueso que se equivocaron, al igual que nosotros
hoy. Cuando nos paseamos por toda esa historia reciente que no se ha
terminado de escribir uno dice: “Bueno, debemos seguir contribuyendo
con la construcción de esta historia, tenemos todo para ser el mejor país
del mundo”.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su
artículo N.° 3, establece que para alcanzar los fines esenciales de la
patria, es mediante el estudio y el trabajo. Por ello tenemos que estudiar,
partiendo de nuestra historia. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos?
Un pueblo mestizo con una historia tan nutrida, con gente capaz y
joven. Pero tenemos que hacer una revisión profunda de todas estas
cosas y preguntarnos: “¿Cómo contribuyo a la formación de una patria
mejor? ¿Qué ha hecho mal el presidente que ha generado este odio en
tanta gente?”. Creo que fue el comandante Fidel Castro quien dijo: “En
Venezuela no hay tantos y tantos escuálidos así, pero ellos a través de los
medios han ido construyendo un sentimiento hostil en las personas, los
han engañado, los han manipulado, los han ido llevando poco a poco,
ustedes tienen que cambiar eso porque si no están condenados a repetir
la historia y empezar de nuevo”.
La muerte del presidente el 5 de marzo de 2013 nos afectó, por
más fortaleza que haya los sentimientos nos ablandan. Aceptar que se
fue por una enfermedad es discutible. Sabemos que no es posible; el
imperio ha optado por utilizar otros métodos igualmente abominables
[186] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

para deshacerse de personajes de la historia, pero dejando y haciendo


ver que es por causas naturales. Recordemos que las causas por las que a
un dignatario venezolano se le declara la falta absoluta es por muerte o
incapacidad mental, ya sea por un accidente o por magnicidio. La causa
natural es por una enfermedad, así que ellos han disfrazado la proce-
dencia del cáncer. Ya sabemos que se han desclasificado documentos,
cincuenta años después salen cosas a luz pública y los culpables o los
responsables no pueden ser alcanzados por la mano de la justicia terre-
nal. Recientemente, para citar un ejemplo, fue condenado el exdictador
argentino Jorge Videla, un anciano que ya está, me imagino, sacándose
las flatulencias con las uñas. Y en el momento del juicio la justicia llegó,
pero los dolientes de las personas que sufrieron las consecuencias de las
barbaridades tendrán la tranquilidad limitada de que la justicia llegó
tarde.
A pesar de que mi Comandante recibió un tratamiento de alta tecno-
logía, fue imposible evitar su muerte. Más temprano que tarde descu-
briremos que detrás de todo esto están los interesados de siempre, que
quieren acabar con la verdadera autonomía de los pueblos, y además
hacerse de las riquezas de Nuestramérica.

La oposición errática
D.R.: Se ha hecho hincapié que la oposición tuvo ciertos errores que llevaron
el golpe al fracaso. Errores que para ustedes obviamente fueron una opor-
tunidad de rescatar el hilo constitucional. En su criterio, ¿cuáles son esos
desaciertos?

Cnel. M.C.: Disculpe, eso salva de responsabilidad a cualquiera, esa


es mi opinión y no tienen por qué aceptarla los demás. Según mi punto
de vista, la oposición en sí es un error. El concepto de oposición que
ellos poseen es un disparate. Yo colocaba como un ejemplo mecánico lo
siguiente: el dedo más importante de la mano, se lo puedes preguntar a
un médico, es el dedo pulgar: el que le hace oposición a todos los demás
y el que permite hacer la pinza; si yo pierdo el dedo índice puedo hacer
Lealtad a prueba de golpe [187]

la pinza con cualquiera de los otros, incluso existen personas que les ha
sucedido y se injertan un dedo del pie para tener un dedo que le haga
oposición, porque hace falta, ese es el contrapeso.
Considerar la oposición en esos términos en que me lo preguntas es
darle una categoría elevada. En realidad los golpistas son unos apátridas.
Mucha gente se ha desmarcado de ellos, no obedecen a ningún interés
nacional, es decir, ni siquiera se pertenecen a sí mismos, a diferencia
nuestra, que creemos en este hermoso proceso, confiamos en Venezuela
por lo que tiene y por lo que le falta.
Lo ocurrido en aquel abril fue un golpe de Estado facturado en
Washington, contentivo de un guión que indicaba cómo llevarlo a la
práctica y sustentado con recursos extranjeros. Tenían el apoyo de Esta-
dos Unidos y de otros gobiernos lacayos. No son epítetos azarosos: ellos
son un error. No te voy a decir qué errores cometieron específicamente,
son demasiados.

La mirada acusadora de Chávez


D.R.: ¿Cree usted que los protagonistas revolucionarios cometieron
errores o dieron ventajas para que el golpe tuviera éxito, aunque fuere
breve?

Cnel. M.C.: Desde el punto de vista nuestro creo que se subestimó


en algún momento la actuación de la derecha venezolana y el apoyo que
tenía desde el exterior. Por otra parte, una herramienta de la que se ha
carecido siempre: una buena política comunicacional. Recordemos que
ese golpe impactó más gracias a los medios de comunicación, porque
uno veía la televisión y entendía al mundo como lo representaban ellos.
El poder de los medios es tan fuerte que puede influir en el ser humano
de forma insospechada. Durante las fechas cercanas al golpe mi esposa
estaba embarazada y el solo hecho de escuchar o ver a la señora Marta
Colomina le provocaba náuseas, ni siquiera a estas alturas la puede ver,
y mi hija, por esa inteligencia orgánica de la que se apropian los seres
cuando están gestándose, escucha a esa señora y, sin saber quién es, se
[188] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

siente mal. Ese es el poder de un medio: influir en el sujeto, para bien


o para mal.
En esos hechos se subestimó su alcance. El peso mediático que ellos
le pusieron a su ataque fue fundamental. No podemos obviar que tienen
laboratorios para manipular las masas. Buscan a los mejores publicis-
tas, pagan los mejores especialistas en psicología de manejo de medios,
especialistas en semiología. Más adelante descubrimos que durante esos
días de abril colocaron mensajes subliminales detrás de cada publicidad.
Habrá quienes piensen que eso era en el pasado y que hoy son actores
distintos por lo que debemos preguntarnos, ¿ellos acaso están propo-
niendo un país distinto, nuevo? Nada.
¿No vimos la ofensa con la que salió Henrique Capriles Radonski
a la familia del presidente? ¿No han visto el nivel de reconocimiento
internacional que ha recibido el Comandante en su funeral? ¡Vinieron
hasta los monarcas a rendirle honores! Alguien decía: “A lo mejor el hijo
del rey vino a verificar que sea verdad”. La respuesta es polémica, pero la
verdad es esa: vimos a Felipe de Borbón, príncipe heredero de la corona
española, haciéndole guardia de honor al presidente. Además, hay países
en los que sus ciudadanos no han visto llorar a sus presidentes porque
son tipos duros. Es el caso del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, y
también el de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia. La gente nunca
los había visto llorar, pensaban que eran de piedra, insensibles, indoblegables.
Bueno, nosotros vimos su llanto, palpamos su profunda tristeza ante
la magnanimidad del presidente Chávez. Esos seres que forman parte
de la derecha reaccionaria deberían asumir que son un error. Entende-
mos que el país no es una perfección, pero vamos a construirlo nosotros
mismos. Resulta que hasta eso les da flojera, construir su propio destino
les da hastío. Prefieren instalar una franquicia de país importada de los
Estados Unidos, recibir dinero y listo.
La discusión, la dialéctica cansa. “Tú piensas esto y yo aquello, y
nos ponemos de acuerdo”. Eso es lo que hay que hacer y así tiene que
construirse. “¿Qué es lo que tú propones? ¿Qué es lo que yo formulo?
Lealtad a prueba de golpe [189]

Vamos a ver si lo que tú sugieres es viable o no es viable, ¿Es probable,


es factible, se puede hacer en un futuro?”. Y cuando uno se sienta en
eso toma tiempo y te desgasta, es lo que tú opinas con lo que yo opino,
pero pongámosle ciencia a eso, establezcamos una metodología para
demostrar que científicamente es viable, etcétera. Si logramos hacer eso
ejercemos una participación valiosa. Situemos un ejemplo: nos aburre
asistir a la reunión del Consejo Comunal, pero esa es una oportunidad
que tenemos para empoderarnos de verdad, para participar y demostrar:
“Compañeros, esta es mi propuesta basada en estos argumentos, acuña-
da en esta legislación o en esta norma”. Eso se puede hacer, no es una
cuestión caprichosa, tenemos la oportunidad de lograrlo. Yo admiraba
al señor Allan Brewer-Carías, me parecía un abogado excelente. No lo
conocía, pero en algún momento llegué a decir: “Este sujeto es grandísi-
mo”, pero resulta que él, junto a la exmagistrada Cecilia Sosa, redactaron
el más aberrante de los documentos de este siglo. Ese documento quedó
para la historia, esa es la herencia que van a ver los familiares de esa
gente. “Mira, esto lo hizo tu papá, tu tío, tu abuelo –el que haya sido–,
este fue el documento que redactaron”. Hoy día les preguntan quiénes
fueron y ellos ni siquiera se adjudican la autoría, nadie fue, ese docu-
mento salió de la nada; de repente se paró el señor Carmona Estanga y
la brisa trajo el documento al escritorio, nadie lo reconoce porque senci-
llamente no es motivo de orgullo sino del peor oprobio a la democracia
y la patria.
Actualmente, el error que pudieran cometer los que están en el ejerci-
cio del poder es no hacer bien las cosas. Ellos tienen que sentir la mirada
acusadora de mi comandante Chávez cada vez que vayan a desempeñar
sus funciones. ¡Cualquier funcionario, cualquier servidor público! ¡No
tiene alternativa, no tiene otra cosa que hacer y si no puede ejecutarla
tendrá que renunciar a sus funciones! Porque si no, está de más en este
proceso, y me disculpo al decirlo con ese acento, pero no puede ser de
otra manera, tiene que ser así.
[190] Cnel. MANUEL CRISTOPHER

Disciplina, acción y templanza


D.R.: ¿Cuál es el mensaje que usted le daría a la tropa, a la joven
oficialidad, incluso a los altos mandos, al pueblo y políticos en general, en
esos escenarios de desestabilización golpista? ¿A qué principios plegarse para
actuar correctamente?

Cnel. M.C.: A nosotros llegó un mensaje que estaba circulando en la


red que destacaba que la historia de Cristo y de Bolívar nos la contaron
o la leímos en libros, pero que teníamos el privilegio de vivir la historia
de Hugo Chávez. Así es realmente. Venezuela cambió para siempre,
dejó de ser sumisa. Muchos conceptos de la administración del personal
y de las empresas surgieron del mundo militar, motivado a que quedaron
inactivos un grupo importante de generales –luego de la Segunda
Guerra Mundial– que fueron enviados a dirigir algunas empresas que
no tenían un orden establecido. Los generales tomaron la iniciativa
de crear una teoría para normar el comportamiento empresarial y así
surgieron cátedras como operaciones, matrices, planificación, etcétera.
El mundo civil no es ajeno al mundo militar, solo que tiene unas
normas adicionales porque yo como ciudadano venezolano, hijo de esta
tierra, tengo que cumplir las disposiciones que ustedes también tienen
como ciudadanos. Aparte de esas tengo unas exigencias adicionales que
son las de una institución militar a la que pertenezco que, dicho sea
de paso, no es democrática. Que se me dé una orden: “¡Mire coronel,
usted va a hacer tal cosa!”. Y yo tengo que ir a cumplirla. Ahora bien,
esto está motivado por una serie de elementos que debemos tomar en
cuenta: el patriotismo, el sentido de pertenencia, el amor a la patria,
la convicción de la misión que hoy se me está asignando, la condición
de ser un servidor público con características especiales; pero aparte de
eso, en el medio militar existían oficiales –y tuvimos la oportunidad de
conocerlos– que ejercían la autoridad de forma inmoral. De esos que
decían: “Mira nuevo, ven acá, invítame a comer”, u otros que te invitaban
a ir a una casa de citas y “chévere, tú pagas porque eres el nuevo, el recién
Lealtad a prueba de golpe [191]

llegado”. Todo eso cambió; si algo nos enseñó nuestro Comandante


Chávez fue la moralidad, el humanismo, el respeto al ser humano, dar el
ejemplo, de preocuparse por el subalterno. Entonces, por muy jefazo que
sea un militar, si no está acorde con estos principios no puede exigirle
a un subalterno: “¡Mira nuevo, es que yo soy el superior y mala suerte,
haces eso porque me da la gana!”.
Esas cosas han cambiado. Tanto así que el compañero Eliézer
Meléndez y yo hemos tenido la suerte de trabajar juntos en los mismos
lugares durante doce años y en algunos momentos reflexionamos al
respecto. Sobre eso una vez le dije: “Meléndez, si algún día a mí se me
ocurre saltar la talanquera, tienes que apretar el gatillo”. Y me respondió:
“¡Usted está loco! ¿Por qué usted me dice eso?”; y le declaré: “¡Porque si
tú saltas la talanquera el que va a apretar el gatillo soy yo!”. Y creemos en
eso: es sagrado para nosotros. Ahora, sagrado en el sentido de que si el
otro es menos antiguo que yo tenemos como códigos de conducta que,
si hay una verdad, él está obligado a decírmela por más dura que sea.
Alguien podía decir: “Lo que pasa es que ustedes son amigos, pero más
allá de esa amistad cuando corresponda dar una orden no hay lugar para
su discusión”. El Comandante enseñó que hay que ser irreverente en la
discusión, pero disciplinado en la acción. Bueno, ese es el mensaje, ni
siquiera es mío, yo estoy extrayendo uno de los tantos mensajes que dejó
ese gigante que es mi Comandante Chávez. Por ahí debe estar escrito:
podemos debatir, pero en el momento que se toma la determinación
de hacer tal cosa se tiene que cumplir sin menoscabo, sin dudas, sin
titubeos.
Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT27

A mi Comandante Chávez, maestro eterno, quien supo orientarme por el camino


hacia el socialismo, hacia la Revolución, hacia la ayuda al prójimo y al necesitado.
Al hombre, padre y amigo, que día tras día me enseñó que hacer el bien no es un favor
sino una satisfacción y un deber. A ti, mi Comandante, eternamente agradecido.

27 Eliézer Meléndez Asmadt. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, graduado en


la Academia Militar de Venezuela (1991), perteneciente a la Promoción Daniel
Florencio O’leary. Es magister terciarium en Ciencias y Artes Militares. Para
el momento del golpe de Estado de abril de 2002 tenía el cargo de capitán/
comandante de la Compañía del Regimiento de la Guardia de Honor Presi-
dencial. Fue director de la Corporación de Servicios de la Alcaldía de Vargas.
Actualmente ostenta el grado de coronel.

[192]
[194] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

“Lo que hicimos fue por nuestro pueblo…”


Yo pertenecía al MBR-200 y me juramentaron cuando servía en el
Fuerte Mara, con el batallón Bravos de Apure, en Maracaibo, estado
Zulia. Fue la primera unidad que tuvo a su cargo el Comandante Hugo
Chávez Frías después de haber estado en Maracay. Allá trabajaban el
capitán Elvis Sulbarán Bastidas y el capitán Cliver Alcalá Cordones.
Ellos fueron los artífices en captar oficiales jóvenes como yo. No era
fácil ingresar a este grupo de oficiales con vocación bolivariana. Si eras
consciente de los postulados de Simón Bolívar y de los ideales patrió-
ticos, entonces te acercabas al perfil más idóneo. Me imagino que los
superiores buscaban el espíritu guerrero de cada quien y el vigor popular,
porque a lo mejor no todos tenían esa convicción.
Yo provengo de la parroquia Caricuao en Caracas, es decir, mi origen
es humilde, me crié en un barrio, ese era uno de los muchos factores que
precisaban: ¿Cuál era su origen? ¿Eran solidarios y disciplinados? Y algo
muy importante: el ímpetu, el espíritu y la templanza.
Nosotros actuamos en Fuerte Mara la noche del 3 de febrero, a eso
de las nueve. Entonces tenía el grado de subteniente. Tomamos rápida-
mente la ciudad de Maracaibo e hicimos nuestra parte, por eso es que
mi Comandante Chávez al decir: “Por ahora”, también declaró parale-
lamente: “Ustedes allá lo hicieron muy bien”. Tuvimos que entregar las
armas por la orden que dio el Ejército. Recuerdo que el 3 de febrero
apresamos a todos los comandantes de batallones que teníamos allí. Los
ocultamos en un sitio y cumplimos nuestra misión. Yo digo que fue más
fácil el accionar militar del 13 de abril de 2002 que el del 4 de febrero de
1992.

La misión
El período que trascurrió entre 1992 y 1998 fue una aventura para mí.
Fui detenido junto con los oficiales subalternos en Maracaibo y poste-
riormente me trasladaron al Fuerte Tiuna en Caracas. Mantuvieron a
los tenientes y subtenientes en un mismo lugar, y a los capitanes los
Lealtad a prueba de golpe [195]

aislaron. El gobierno separó a los líderes del movimiento de esa forma.


En ese momento yo era subteniente; tan solo duramos allí tres meses.
Aunque yo era soltero, muchos eran padres de familia. Me sentía
entre héroes. Habíamos dado un paso trascendental. Intuía que tarde o
temprano nos liberarían. Mi madre siempre me echaba broma cuando
me visitaba. Siempre intentaba darle mucha tranquilidad porque nunca
le confesé la verdad, sino hasta que llegué a Caracas. Yo la llamaba por
teléfono y le decía que todo estaba en orden. Posteriormente, al trasla-
darnos a la capital, le informé del sitio donde me recluirían. El caso es
que cuando me vino a visitar sacó la Biblia y yo le dije: “Mamá, estas
son cuestiones de Dios, él sabe por qué me trajo aquí”. Ella abrió el libro
sagrado y casualmente apareció el salmo 144, en el que se lee: “Bendito
sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la guerra, mis dedos
para la batalla”. Sentí como si me estuviese dando un mensaje y me
percaté de que estaba en lo correcto. Lo que hicimos el 4F fue por nues-
tro pueblo, no por intereses personales.
Después del 4F fue muy dura mi estadía en la Fuerzas Armadas,
hasta el año 1998. Nos acechaban los agentes de la Dirección de Inteli-
gencia Militar (DIM) y la Dirección General Sectorial de los Servicios
de Inteligencia y Prevención (Disip). A muchos compañeros los apre-
saban e interrogaban. En ese tiempo estuve en diez unidades diferentes.
Normalmente uno dura dos o tres años en una unidad. Nos califica-
ban mal, nos acosaban y amenazaban. No fue fácil resistir. ¡Imagínense!
¡Todo lo que tuvimos que aguantar!
A partir del año 1998 se presentaron cambios, aunque no radical-
mente porque a pesar de que Chávez estaba saliendo al ruedo político
aún quedaban todos esos generales criados en el puntofijismo. Muchos
fueron sus compañeros y todavía tenían esa resistencia. No lo veían
como el presidente sino como un simple oficial, incluso lo subestima-
ban. Lo saludaban, lo trataban con una falsa amistad; pero por detrás
preparaban sus puñales para actuar como ocurrió el 11 de abril del 2002.
Nunca podré comprender a los compañeros que se dejaron llevar por los
traidores: creo que a veces pudiera entender la duda, mas no la traición.
[196] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

Algunos oficiales cercanos titubearon, pero el hecho de que un general o


almirante dijera que lo habían engañado es inaceptable por increíble. Te
digo más: a estas alturas de la vida a mí nadie me va a engañar. Yo tenía
claro lo que iba hacer y cuál era mi misión.

De Chuao a Miraflores
Para el momento del golpe de abril yo era comandante de la Compa-
ñía de Tiradores de la Guardia de Honor Presidencial (GHP). Una
semana antes estábamos en el Aló, Presidente en el que mi comandante
en jefe sacó pitos y empezó a dar instrucciones a la nómina mayor de
Petróleos de Venezuela. Ya le había puesto el ojo a Pdvsa, a esa caja
negra, a esa caja de Pandora a la cual muy pocos se atrevían a tocar. Esa
era la idea del presidente Chávez. No se me olvida que para esa fecha
el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, arremetió
insistentemente contra el proceso bolivariano diciendo que obedecían
órdenes de Cuba. Este tipo de declaraciones fueron sembrando odio en
muchas personas, sobre todo en el pueblo opositor que era envenenado
a través de Globovisión, Venevisión y Rctv. Los canales de televisión se
encargaron de engañar a la gente.
El 11 de abril se inició una marcha rumbo a Chuao, que luego fue
desviada hacia el oeste de Caracas. Cuando vimos que venían hacia
el centro de la ciudad organizamos un plan de defensa. El sector de
responsabilidad de mi Compañía era justamente donde estaba la entra-
da de la alcabala de Miraflores, el asta de la bandera y el helipunto; toda
esa área estaba bajo la custodia de la Compañía de Tiradores de la GHP.
Luego de asumir nuestras posiciones llegó parte de la marcha a Pagüita
y El Calvario. Allí teníamos un muro de contención compuesto por efec-
tivos de la Guardia Nacional (GN) y la GHP. Ellos tenían la orden de
aguantar; nuestros hombres no agredieron a nadie pero los medios infor-
maban lo contrario. Ese día observamos cómo a medida que pasaban
las horas caían las primeras víctimas en Puente Llaguno y en la facha-
da del palacio. Es más, la ruta de la marcha en ningún momento pasó
Lealtad a prueba de golpe [197]

por debajo de la avenida Baralt. Vimos cómo los periodistas Marianela


Salazar, José Domingo Blanco y Napoleón Bravo engañaban al pueblo
mostrando las imágenes de los compatriotas que disparaban sobre el
Puente Llaguno, pero no decían que se defendían de los agentes de la
Policía Metropolitana (PM). En realidad, la mayoría de los muertos fue
nuestra debido a los francotiradores enemigos que estaban en el hotel
Ausonia y en otros sitios aledaños. Toda esa maniobra fue premeditada;
inclusive esas fueron las declaraciones dadas al día siguiente por el gene-
ral González González en la casa de Napoleón Bravo.

Los apátridas
Nosotros manteníamos informado a mi Comandante acerca de los
fallecidos y de los marchantes enardecidos. Estábamos muy alertas,
además de auxiliar como podíamos a los heridos. Ya todos sabemos
que quienes explotaron el conflicto fueron los medios de comunicación,
haciéndole ver al pueblo que, supuestamente, la gente de la marcha había
sido asesinada. ¿Dónde murió Jorge Tortoza? En la esquina La Gorda,
en la avenida Baralt. Todos esos viles asesinatos los hicieron francoti-
radores que habían planificado todo previamente. Luego, como ya dije,
el general Néstor González González declaró en contra del presidente
diciendo que el Alto Mando Militar tenía que revelarse contra él. Eso
calentaba aún más la situación. En seguida, Chávez dio un mensaje en
cadena nacional para llamar a la paz, cuando las televisoras dividieron la
pantalla: transmitieron la cadena y el enfrentamiento en pleno apogeo,
junto con la gente herida en los alrededores de Miraflores.
También vimos cómo unos apátridas del Alto Mando Militar se
sublevaron públicamente en unos videos realizados con anterioridad.
Avanzada la tarde llegó el batallón Ayala. Los tanques duraron como
una hora apostados en Miraflores y luego se retiraron. Todavía no se
sabe quién les dio la orden; yo creo que el oficial a cargo se dejó comprar
por el bando equivocado, porque él tenía que cumplir una misión de
Estado pero se fue.
[198] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

Me acuerdo que estaba en pie de guerra ocupando mi puesto en la


Compañía de Tiradores. Recibí una llamada del segundo comandante
del batallón Ayala: “Compadre, no te vayas a inmolar, ya todo está caído”.
Yo le dije: “¡Aquí nos iremos a matar! ¡No abandonaremos al presidente!
Bajo ninguna circunstancia vamos a arremeter contra nuestro pueblo”.
Se apareció el general Manuel Rosendo en Miraflores. Evidentemente
traía instrucciones y con ellas entró al despacho de mi Comandante.
Sabemos que lo amenazó con bombardear las instalaciones del palacio
si no entregaba el mando. Chávez, al ver que prácticamente todo su
Alto Mando Militar lo había traicionado decidió irse a la Comandancia
General del Ejército (CGE) para evitar un derramamiento de sangre.
En ningún momento renunció, jamás lo hizo, lo confirmamos cuando
horas después mandó aquella nota diciendo que no había renunciado.
Lo trasladaron a la CGE a las tres de la mañana del 12 de abril. Lo
secuestraron, lo aislaron.
Quedamos desconcertados y esperando instrucciones. Seguidamen-
te salió Pedro Carmona Estanga, el presidente de facto, declarando que
Chávez había dejado el poder. Ese día 12 vimos mucho llanto en las
calles, la gente exigía noticias de su líder. Nos tocó vivir momentos
terribles.

“Su ambición no los dejó pensar”


Dentro del palacio el grupo de Carmona Estanga se preparaba para
hacer una fiesta. Vimos entonces el famoso acto de juramentación donde
se eliminó la Asamblea Nacional y se le quitó el título de Bolivariana
a nuestra nación. Además desaparecieron del despacho presidencial el
cuadro del Libertador.
Creo que ellos cometieron un error en su afán de poder, tanto el Alto
Mando apátrida como los políticos comprometidos en ese golpe. Su
ambición no los dejó pensar. El día 12 de abril no hicieron ningún tipo
de cambio: el regimiento de la Guardia de Honor Presidencial seguía
teniendo sus jefes y todos sus batallones seguían operativos. Eso se cuen-
ta y no se cree. Recuerdo que ese día, después de que hicieron la reunión
Lealtad a prueba de golpe [199]

y los anuncios al país, el jefe de facto de la Casa Militar, Carlos Molina


Tamayo, nos llamó a todos los integrantes de la GHP. Nos dijo que no
había de qué preocuparse, que todo iba a seguir igual: sin resentimientos,
sin persecuciones, porque nosotros no éramos culpables de nada. Molina
Tamayo dio un discurso muy demagógico en torno a lo que estaba pasan-
do. Ninguno se creyó ese cuento.
Mientras seguíamos reunidos con él, los soldados de nuestro regi-
miento se quedaron únicamente con el oficial de turno. Esto provocó
gran desesperación entre ellos; estaban enardecidos porque pensaban
que habíamos sido secuestrados. Nos enteramos de que estuvieron a
punto de cometer una locura. Se frenaron de tomar una acción apresu-
rada. Tuvieron disciplina en esa coyuntura delicada. La verdad es que no
tenían luz verde para actuar. Aún no existía la coordinación necesaria.
Los soldados estaban muy tristes y, de hecho, el comandante del regi-
miento coronel Jesús del Valle Morao Gardona me llamó: “Eliézer, anda
a ver qué está pasando porque me acaban de informar que los solda-
dos están amotinados y quieren tomar el palacio”. No fue fácil para mí
calmarlos; los convencí, les expliqué y les dije que no era el momento,
que aún faltaba indagar en qué sitio y bajo qué condiciones se iba a
ingresar al palacio. El 4F nos hizo fuertes y nos dio la madurez necesaria
para poder enfrentar este tipo de situaciones.
Fueron instantes tristes, recuerdo. En la noche me reuní con el gene-
ral Jesús Morao Gardona, el capitán Manuel Christopher y el teniente
coronel Celso Canelones Guevara, comandante del batallón de Seguri-
dad, quien nos reveló: “Meléndez, espere instrucciones porque estamos
organizándonos”. En ese momento ya la brigada de paracaidistas había
manifestado que aquello era un golpe de Estado y que no se iban a
apegar al mandato de Carmona Estanga.

“Señores, llegó la hora…”


En la noche del 12 de abril me fui a dormir a mi casa y cuando llegué
conseguí a mi esposa llorando. Fue una noche larga y tensa. A las cinco
de la mañana del 13 de abril me llamó el comandante del batallón de
[200] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

Seguridad, Celso Canelones, para informarme que había llegado la hora


y que me activara. Le pedí a mi esposa que me llevara a Miraflores con
la excusa de que teníamos una reunión, no podía confesarle la verdad.
Bajamos desde Los Teques hasta Caracas en un carro que teníamos. Al
llegar al estacionamiento del palacio le dije: “Voy a estar como una hora
aquí. Te llamo cuando salga”.
Empecé a ver el movimiento de tropas y los vehículos de la caravana.
Mi olfato me decía que había llegado el momento. Entonces subí a mi
habitación, me coloqué la ropa de campaña y bajé al comando del regi-
miento para entrevistarme con el coronel Jesús del Valle Morao en su
oficina. Allí coincidí con el comandante del batallón de Seguridad y el
maestro Vickler Delgado. Planificamos los movimientos iniciales para
establecer un plan de defensa dentro del regimiento. En ese instante
intervine: “No vamos hacer nada aquí, el centro del poder está en el
palacio de Miraflores”. Alguien respondió que aquello era una acción
temeraria, que podía ocasionar más derramamiento de sangre, a la que
contesté: “Bueno, deme la orden a mí. Yo ya hice mi reconocimiento y
sé cómo ejecutarla”.
Ya el pueblo empezaba a bajar de los cerros, animado por los círculos
bolivarianos. Entonces el comandante Canelones me dio la orden para
que procediera. De inmediato reuní a mis tropas, subí a la compañía y
me di cuenta de que los soldados esperaban con ansias la medida. Les
declaré que había llegado la hora de tomar el palacio. Recuerdo que pasó
algo muy curioso: cuando salí con el grupo –uno tiene su olfato– hubo
un soldado que temblaba de miedo. Tuve que reemplazarlo con otro que
estaba de guardia porque era un peligro que estuviese allí: podía matar
a alguien o cometer algún desvarío. Quizás para mí fue fácil, yo había
pasado por el 4F, tenía esa experiencia enorme de haberme alzado en
armas. Creo que tenía muy claro lo que era la Revolución en ese preciso
instante. Un teniente de la GHP que todavía dudaba me preguntó: “Mi
capitán, ¿qué vamos a hacer? ¿Qué está pasando?”. Yo lo único que le dije
fue que nosotros estábamos resteados con el presidente Chávez y por
supuesto que esa era la divisa. “Decídete, te quedas aquí en la habitación
Lealtad a prueba de golpe [201]

o te vienes con nosotros”. Así empezó todo. Creo que no fue tan difícil
hacer esa operación porque ya el pueblo estaba consciente. Ahí radica
nuestro éxito: el binomio pueblo con Ejército.

Las sombras y los cobardes


Me acuerdo que entrando al túnel empecé a ver que todos los golpis-
tas corrían. ¡Hasta se iban descalzos! ¡Dejaban todo con la idea de no
recoger nada! La desesperación era tal que cuando me veían me pedían
protección. Ellos sabían que yo era el oficial más antiguo. Ciertamente
estaban aterrorizados. “¿Por dónde salimos?”, me preguntaban. Pensa-
ban que íbamos a arremeter contra ellos. Les di instrucciones: “Corran
por aquí porque si salen por la avenida no respondo por lo que les haga
el pueblo”. Por lo menos nosotros le podíamos asegurar eso. Muchos de
ellos pudieron salir; a otros los detuvimos: tenían que dar cuenta al país
de sus fechorías.
El 12 de abril el coronel Díaz Vivas, con quien yo había trabajado hace
años en Elorza, estado Apure, me dijo con tono de burla: “Meléndez, ¿y
ahora qué vas a hacer?”. No le respondí por mantener la seguridad de la
operación. Horas después, cuando era yo quien entraba triunfante con
mis soldados, el sujeto me llegó temblando. Aproveché y le pregunté:
“Mi coronel, ¿qué va a hacer ahora usted?”. En el palacio me conseguí
a los capitanes de fragata Diego Guerra y Ángel Belisario, edecanes
del presidente. Aunque estaban reunidos con los golpistas sabíamos que
eran leales al proceso revolucionario. El capitán Guerra me confirmó
que Carmona Estanga se había ido de Miraflores. Yo le dije: “Mi capi-
tán, lo que importa es que Chávez regrese sano y salvo”.
En ese momento el maestro Brito Lombardero, quien lamentable-
mente se vendió a la fuerza fascista, se encargó de sacar a Carmona
Estanga por la alcabala 3, mientras el resto de las personas compro-
metidas con el golpe quedaron atrapadas. Ustedes los vieron huyendo
en muchas de las filmaciones que pasaron. Recuerdo que entré e hice
un reconocimiento por la parte interna del palacio, específicamente en
el despacho del jefe de la CM. Durante el poco tiempo que duré ahí
[202] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

escuché repicar varias veces el teléfono y vi botellas de whisky en el piso.


Todo era un desierto. Aun les dio tiempo de recoger algunas cosas. A
la una de la tarde el comandante del regimiento coronel Jesús del Valle
Morao Gardona pasó revista. Teníamos un panorama favorable, entre
otras cosas porque el pueblo estaba en la calle. Desde Maracay nos
empezaron a llegar noticias de que una comisión nuestra había partido
hacia La Orchila para rescatar al presidente Chávez.

El Comandante y sus resteados


Las horas fueron pasando. Yo seguía resteado con mi tropa pero en
realidad no sabíamos qué reacción podía tener el lado enemigo. Actuá-
bamos como lo dictaba el corazón. Todo era incierto. Recuerdo que a
las diez de la mañana me comuniqué con el comandante Eliseo Lugo
Hernández, encargado del Batallón Blindado José Francisco Bermúdez,
en el estado Lara. La idea era que prepara a su gente para disponerla
en caso de combate. Sin embargo, yo aproveché de pedirle que cuidara
a mi familia que estaba en Carora, en caso de que me sucediera algo.
Luego llamé a mi esposa Filomena. La escuché llorar, tenía una crisis de
nervios. Le declaré: “Ahorita no puedes hacer nada. Tienes que calmarte
porque eres la cabeza de familia. Si me ocurre algo tienes que tomar el
timón, guiar a nuestros hijos. Debes ser fuerte”. Ella a veces lo cuenta
crudamente: “Yo sé que ustedes los militares no son de nosotras, sino de
la patria”.
Mientras fueron pasando las horas mucha gente nos dio la espalda; pero
eso es parte de otra historia. En especial el jefe de Casa Militar, quien se
quitó la boina roja para usar la negra, de lo más sonriente. No sé si alguien se
lo habrá reclamado. Ese mismo día di la orden de que no lo dejaran entrar
a mi área de responsabilidad. Ya en la madrugada del 14 de abril se dio el
momento de recibir a mi comandante en jefe. En las afueras del palacio no
cabían más personas; inclusive llegaron los diputados, los ministros, etcétera.
Cuando lo vi, le dije: “Mi Comandante, aquí estuvimos nosotros siempre
con usted y por usted, sus soldados resteados esperándolo y defendiendo
Miraflores”. Él me abrazó, me dio la mano y me dijo: “Yo lo sé, muchacho,
Lealtad a prueba de golpe [203]

sabía que ustedes tienen los cojones de sus antecesores bien puestos, como
Bolívar, Miranda y Sucre”. Luego bajamos con él desde el helipunto a través
de las escaleras.
Ya el día 14 recuerdo que nos sentíamos felices de contar con el presi-
dente de vuelta. Cuando cruzábamos la calle el pueblo nos aplaudía:
éramos sus verdaderos héroes, pero a ciencia cierta los únicos héroes
habían sido ellos. El 13 de abril el pueblo recuperó otra vez la confianza
y el amor en sus militares; Chávez amalgamó todo ese esfuerzo en uno
solo como en el 4F. Creo que esa confianza nació del alma. Se hizo todo
lo contrario al accionar del 27 de febrero de 1989, cuando las Fuerzas
Armadas salieron a la calle a reprimir a las masas populares. Yo hice
un juramento: a partir del 13 de abril debía permanecer firme en mis
convicciones revolucionarias; tener fortaleza para actuar en cualquier
ocasión, para defender la patria. Cuando Chávez me ascendió a teniente
coronel le dije: “Somos y fuimos los subtenientes del 4F, los capitanes
del 13 de abril, y seguiremos siendo los comandantes de esta Revolución
bonita”.

La oportunidad adecuada
Parecía muy injusto el hecho de que teníamos que ver a los traidores
pidiéndole la renuncia al presidente, y que justo en ese momento no
pudiésemos actuar, simplemente no era propicio intervenir. Inclusive el
teniente Christian Medina Macero fue unos de los que dijo: “Yo tengo
una granada, vamos a ver qué hacemos”. Y lo tuvieron que frenar porque
hay actuaciones políticas que requieren su espacio. Además, cuando
ingresamos el 13 a Miraflores la mayoría de los comprometidos con el
golpe se habían ido. Eran unos cobardes.
Tenemos el caso de Daniel Romero, el anunciante oficial del golpe.
A ese señor lo agarramos y le dije: “Tú no te me vas a escapar”. Era un
cobarde: se orinó en el aula donde lo teníamos detenido y lloró copiosa-
mente. Ahí es cuando digo que este tipo de gente es asustadiza por natu-
raleza. Claro está que nosotros no le íbamos a hacer nada. Recuerdo que
el 12 de abril pasó algo curioso: un grupo de compatriotas de los círculos
[204] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

bolivarianos se acercó a las rejas del palacio para exigirnos explicaciones


acerca de por qué habíamos dejado que se llevaran al presidente. Eran
como veinte o treinta personas en total. Pude hablar con ellos y les dije:
“Compatriotas, en estos momentos nosotros no tenemos el control, es
mejor que se vayan porque ahorita no es Chávez quien está aquí y a
ustedes les puede pasar algo”. Parece que lo hubiese vaticinado: instantes
después llegó un grupo de la PM y los sacó a peinillazos, los maltrata-
ron, les dieron patadas y golpes.
Los militares y civiles pertenecientes a la derecha golpista obviaron
algo fundamental: dejaron intactos a los comandantes y a las unidades de
seguridad. Fue un grave error para ellos. Al comandante de la GHP no
lo movieron, ni al segundo, ni a los comandantes de batallones tampoco.
Es decir, nos dieron tiempo para planificar y accionar en función de la
Revolución, es decir, armar el plan para rescatar al presidente Chávez.
Yo no creo que nos hayan subestimado, pienso que estaban embriagados
con el poder, con el triunfo momentáneo. En el 4F yo era subteniente
recién graduado, pero nunca se me olvida algo que me dijo mi tío cuan-
do yo era estudiante de tercer año de la Academia Militar: “¿Cuándo
se van alzar ustedes los militares? ¿Hasta cuándo van a permitir esto?”.
Esas palabras me marcaron. Me sentí impotente.

El 11 de abril y la traición
D.R.: ¿Cómo usted evalúa el compromiso de los oficiales pertenecientes a la
GHP el 11 de abril? ¿Quién era la conexión entre ustedes y el Comandante?
¿Quién cree que se equivocó para que se dieran los hechos del 11A?

Cnel. E.M.: En realidad siempre hubo conexión dentro del regimien-


to de la Guardia de Honor Presidencial el 11 de abril. Allí estaba el
mayor Suárez Chourio, comandante de la unidad, el teniente coronel
Celso Canelones y el coronel Jesús del Valle Morao Gardona; estos tres
oficiales participaron en el 4F. De allí se entabló una conexión que nunca
se ha perdido. El 11 de abril no sabíamos lo que iba a pasar, no teníamos
idea. Está claro que el golpe fue planificado. Primeramente los caídos
Lealtad a prueba de golpe [205]

en el enfrentamiento, luego los medios de comunicación dividiendo la


pantalla y, seguidamente, las declaraciones de los militares traidores.
Todo respondía a una secuencia.

Los defensores de la Revolución


A.R.: ¿Quisiera destacar a alguien que usted crea que tuvo una participa-
ción relevante en aquella coyuntura de abril?

Cnel. E.M.: Lo que más me impresionó fue el pueblo que salió a


protestar, la gente abarrotó las calles y avenidas para exigir el regre-
so del Comandante. Hombres y mujeres solicitaron el rescate del hilo
constitucional y revolucionario. Otro que me impresionó mucho por su
actitud y arrojo fue el teniente Christian Medina Macero, quien en todo
momento acompañó al presidente hasta que llegó a la CGE. Cuando yo
me encontraba el 13 de abril dentro del palacio, uno de los primeros que
se acercó a la Unidad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP)
fue Christian Medina Macero, llegó por la reja que llamamos cerca
oeste; de repente escuché un tiro, llamé por radio y pregunté al respec-
to. Era Medina Macero que venía en una ambulancia con mi teniente
Diosdado Cabello Rondón, quien para ese momento era el vicepresi-
dente del país. Venían bajo perfil y al llegar lo primero que se les ocurrió
fue dispararle al candado porque no tenían las llaves.
Después llegó mi comandante Suárez Chourio y el maestro Vickler.
Con el pasar de las horas, luego de haber reconquistado esa área de
Miraflores, pasó un helicóptero de la Disip disparándonos; tuvimos
chance de responderle con dos ráfagas. El logo de la nave pertenecía
a esa dirección, que en aquel entonces estaba comandada por el gene-
ral Ovidio Poggioli. También recuerdo con orgullo la participación del
profesor Jorge Giordani, del ministro Héctor Navarro, del contralor
general Clodosvaldo Russián, la ministra Ana Elisa Osorio y el fiscal
Isaías Rodríguez.
Chávez llegó en la madrugada del 14 de abril envuelto en una fiesta
popular, muchos gritaban consignas, otros lloraban y bailaban. Al llegar
[206] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT

los tres helicópteros todo reventó de felicidad. Eso fue una declaración
de amor. La gente nos apoyó y defendió desde el primer momento.
Cuando lo tuvimos de regreso se completó la victoria perfecta.

“A ultranza vamos a defender la patria…”


C.F.: ¿Cree usted que el compromiso democrático asumido por los militares
ese día 13 de abril con el hilo constitucional sigue hoy en día vigente?

Cnel. E.M.: El compromiso de nosotros los militares es con la demo-


cracia, la patria, la República; ese es el legado de Chávez y no lo vamos
a abandonar. Él hizo historia y nos formó a todos. Ahora tenemos una
Fuerza Armada Nacional Bolivariana con carácter revolucionario, socia-
lista, antiimperialista y chavista, aunque a muchos no les guste escuchar-
lo. Tenemos una FANB subordinada a su pueblo. Si el día de mañana
tengo que quitarme las estrellas e irme para la guerrilla a luchar en
contra de un gobierno fascista y dictatorial, lo haré.
Sepa la oligarquía y la oposición que la FANB, y sus soldados, están
dispuestos a defender a su pueblo, a costa de nuestras vidas y de lo que
sea. A ultranza vamos a defender la patria, sus instituciones y el pueblo.
Eso es lo más importante. Si me preguntas cómo tendría que actuar el
pueblo venezolano si volviera ocurrir otra coyuntura nefasta como la del
11 de abril, creo que la receta nos las legó el presidente Chávez: ya todo
el pueblo tiene la conciencia, que es lo más importante. Al ver hoy a ese
pueblo debatiendo sobre la Constitución, sobre sus derechos y debe-
res, sobre Bolívar, sobre el socialismo… Observo que hemos aprendido
mucho. Todo eso se lo debemos a nuestro Comandante.
Para este pueblo siempre que haya un 11 va a haber un 13 porque
está claro, nutrido, consciente de su destino. Lo dijo el Libertador en
el Congreso de Angostura: “El mejor gobierno es aquel que le da a su
pueblo la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad
social y la mayor suma de estabilidad política”. Nuestro pueblo está claro
en eso: la receta de nosotros es el socialismo bolivariano. ¡Independencia
y patria socialista! ¡Viviremos y venceremos!
Cap. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ28

Que bonita es la vida y más cuando la compartimos con nuestros seres queridos.
Existe un ciclo natural de la vida, el cual cumplimos según el mandato de nuestro
Dios todopoderoso. Qué satisfacción y orgullo es para mí haber compartido doce años
de mi vida en servicio activo y directo con nuestro Comandante Supremo, forman-
do parte de su círculo más cerrado, como oficial de seguridad.
Paro máquina y giro la vista hasta la popa y veo la estela de un largo camino
recorrido por este gran gigante, quien recorrió desde Asia, Europa y toda Nuestra
América llevando ese mensaje de unidad, libertad y soberanía; anunciando que un
mundo mejor es posible; basado en la autodeterminación de los pueblos, la justicia
social, el desarrollo integral de los países, entre otros.
Mi Comandante sacó a nuestra querida Venezuela del embargo de donde se en-
contraba para hacerla grande y productiva. Dejó una inversión social única en
nuestro continente; nos enseñó a colocar primero el bienestar colectivo por encima del
bienestar personal. Nos dejó las herramientas para participar de forma activa en el
desarrollo integral de la nación.
Qué duro es aceptar las cosas que no podemos cambiar y saber que ya no está con
nosotros. Ha pasado a otro nivel, el celestial, de donde nos ve con orgullo y nos grita:
¡Rodilla en tierra!
Mi querido Comandante, la lucha sigue, por una patria libre, soberana, producti-
va, socialista y antiimperialista. Mi Comandante, misión cumplida. Gracias por
haberme dado la oportunidad de formar parte de su primer anillo de seguridad, y

28 Franklin Díaz González. Licenciado en Ciencias y Artes Navales, graduado en


la Escuela Naval de Venezuela (1998), perteneciente a la Promoción Rafael
Francisco Rodríguez. Realizó una maestría en Gerencia Logística. Para el
momento del golpe de Estado de abril de 2002 tenía el cargo de teniente de
fragata/oficial de Seguridad de la Unidad de Seguridad y Protección Presi-
dencial (USPP). Fue jefe de la División de Adquisición de la Dirección de
Alimentación y Comisariato de la Armada. Actualmente ostenta el grado de
capitán de corbeta.

[207]
cuando nuestro Dios todopoderoso me llame a su morada, allí estaré para continuar
con la misión. Como usted me llamaba, “El Negro Díaz” siempre a sus órdenes.

[208]
[210] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

Para mí es una gran satisfacción y alegría formar parte de este proyec-


to. Comienzo diciendo que cada uno de los participantes activos desde
sus trincheras y espacios ayudó a que la derecha fascista no volviera a
tomar las riendas del país.
Cuando ingresé a la Fuerza Armada, uno de mis primeros cargos
–para dar una pequeña biografía de lo que ha sido mi desempeño profe-
sional– fue en la Unidad de Infantería que está ubicada en Carúpano.
Posteriormente estuve en la frontera del río Arauca cerca de un año y
medio. En seguida, en enero de 2001, regresé a Puerto Cabello. Ya en
febrero de ese mismo año me dieron la transferencia para la Guardia de
Honor Presidencial y, una vez ahí, me recibió el jefe de la Casa Militar,
quien comenzó a interrogarme y se interesó por saber mi especialidad: le
dije que era de la Infantería de Marina; me preguntó sobre los cursos que
tenía para ese momento y procedí a nombrárselos. Entonces, me planteó
la posibilidad de participar en una selección de oficiales jóvenes con el
propósito de ingresar a la Unidad de Seguridad y Protección Presiden-
cial. Efectivamente participé en ese proceso de selección y tuve el honor
de ser elegido. Finalmente fuimos diez oficiales que ingresamos, entre
los cuales puedo nombrar a los capitanes Manuel Christopher, William
González, la capitana Érika Vilgües, el teniente de fragata Christian
Medina Macero, el capitán Jesús Villamizar, entre otros.

Los primeros focos conspirativos de la oposición


Hacia 2001 el escenario político estaba un tanto álgido, había cierto
desconcierto en cuanto a quiénes apoyaban o adversaban este proceso.
La confusión latía en las filas castrenses y, en la parte política, la conspi-
ración contra la Revolución avanzaba. En ese sentido, se estaban toman-
do medidas de cautela durante las actividades presidenciales.
En julio de ese mismo año empecé a formar parte de la Unidad de
Seguridad y Protección Presidencial, íbamos a diferentes actividades y
tomábamos las precauciones necesarias para brindarle una protección
integral al presidente. Ya en el escenario se veían muchas manifestacio-
nes de personajes de la iglesia y políticos, los cuales hacían declaraciones
Lealtad a prueba de golpe [211]

críticas en cuanto al desempeño del gobierno, pero más allá de eso los
comentarios eran ofensivos e incitaban a la desestabilización.
Llegó diciembre de 2001 y continuaban las críticas hacia el gobierno.
Claramente se empezó a conformar un cuerpo de oposición en el país
y eso trajo como consecuencia que tuviéramos que reforzar y adaptar
nuevos dispositivos a la hora de desplazarnos con el comandante en
jefe, tanto en el territorio nacional como en el internacional, porque esta
brigada de seguridad era su cuerpo de defensa, era el único que existía.
Mucha gente decía que había cubanos e iraníes en la seguridad del
presidente, lo cual es totalmente falso porque éramos nosotros, diez
venezolanos. Lo que llamaba más la atención era la juventud de los
oficiales, el de más alta jerarquía para aquel entonces era el mayor Jesús
Suárez Chourio, comandante de la Unidad. Tenía el grado que tengo
yo actualmente, comandante de la Unidad de Seguridad y Protección
Presidencial.
Como sabemos, el presidente es un líder en el ámbito internacional
que mueve masas. Cuando llegábamos a un país la Unidad de Seguridad
era objeto de admiración porque siempre hacíamos bien nuestro trabajo.
Esto contrastaba con la mayoría de los presidentes de otras naciones,
cuyo personal de seguridad estaba compuesto por personas experimen-
tadas pero de edad más avanzada.
De hecho salieron muchas informaciones en las que hablaban muy
bien de la seguridad del presidente. Comentaban nuestros procedimien-
tos, quizás porque nosotros nos dedicábamos a hacer investigaciones
de cómo era el funcionamiento de las unidades de seguridad a escala
mundial, y más que todo nos fijábamos en aquellas que, lamentable-
mente, tuvieron malos resultados en los procedimientos de protección
a dignatarios. La seguridad de los Estados Unidos, de Israel y Cuba ha
vivido atentados y ha puesto en práctica estrategias en vivo, las cuales
posteriormente analizan. Nosotros hicimos nuestro propio sistema
venezolano, nos funcionó y hasta la fecha sigue siendo efectivo.
Ya cuando entramos al mes de febrero y marzo del 2002 las manifes-
taciones se fueron incrementando. Alrededor del palacio se concentraban
[212] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

personas que pedían viviendas o llevaban reclamos por las pensiones,


pero en fin eran focos programados. El plan era que llegaran los autobu-
ses y que dejaran la gente allí para así crear la atmósfera de descontento.
A las actividades presidenciales arribaban personas que se dedicaban a
pitar al presidente y en los medios de comunicación aparecían persona-
jes de la política que le faltaban el respeto al máximo mandatario.

El primer pronunciamiento militar


Por esos días fuimos a la inauguración de una escuela bolivariana
en los valles del Tuy cuando nos llegó la información de que se había
pronunciado el primer militar, el coronel de la Aviación, Pedro Soto. A
partir de este momento empezaron los organismos de seguridad a acti-
varse y se plasmó la posibilidad de que capturaran personajes de la Fuer-
za Armada. Pero quien dio el primer paso fue este coronel, que declaró
en contra del presidente con palabras que le faltaban el respeto, lo que
contravenía el Código de Justicia Militar y violentaba su investidura.
Entonces, esto como que alentó a otros. Creo que el segundo en
pronunciarse fue el almirante Carlos Molina Tamayo –con su unifor-
me–, mediante unas declaraciones en un hotel. Después vino como una
ola de varios militares que empezaron a manifestarse, lo que fue calen-
tando las filas de la Fuerza Armada. ¿Cómo lo hicieron? Lamentable-
mente en ese momento, de alguna manera, había un mala concepción
en cuanto a que los militares no debíamos participar en la política, que
éramos apolíticos, etcétera.
Pero la información que llegaba a los cuarteles en cuanto a cómo
estaba actuando el gobierno con el pueblo era otra. Ya teníamos cono-
cimiento de la inversión social, en cómo la renta petrolera se destina-
ba al sector menos favorecido de la población; nuestra percepción era
distinta. Surgían rumores de que la Fuerza Armada estaba desatendida,
de que había despilfarro, corrupción, de que el Estado estaba formando
grupos armados que se dedicaban a aterrorizar al pueblo, refiriéndose a
los círculos bolivarianos.
Lealtad a prueba de golpe [213]

Sin embargo, no causó efecto toda la información falsa que este


grupo de oficiales de grado superior, almirantes y generales, divulgaron
en la Fuerza Armada para justamente captar su personal de oficiales,
sargentos y suboficiales.

El sistema productivo como objetivo de la conspiración


Ya hacia marzo de 2002 empezó Fedecámaras a atacar fuertemente
el Gobierno, por entonces también se sumó la gente de la alta gerencia
de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), la llamada nómina mayor. De algu-
na manera ya estaban buscando desestabilizar el país y atacar el sector
productivo.
Así, estas personas que se hicieron llamar la Gente del Petróleo empe-
zaron a formar un grupo para lanzar declaraciones en contra del presi-
dente. Alegaban que se despilfarraba el dinero de la renta petrolera, que
estaban ingresando personas no capacitadas a la industria, que eso traería
daños irreversibles a la nación. Fueron haciendo esta campaña de descré-
dito, por lo que en un Aló, Presidente el primer mandatario nombró como
nuevo presidente de Pdvsa al doctor Gastón Parra Luzardo, despide a
varias personas de la Gente del Petróleo, quienes junto con personas de
Fedecámaras comenzaron a llamar a un paro y a marchas, en las que
participó inclusive Carlos Ortega.

La mal llamada desobediencia civil


Para hablar específicamente del hecho que me compete puedo evocar
que en el mes de abril de 2002 solicité un permiso para ir a oriente a
buscar a mi mamá, quien estaba con mi hermano que había tenido un
accidente; me dieron permiso el día 6 y regresé el día 7, pero en realidad
debía reincorporarme el 15. Para ese momento había una manifestación
en Chuao –Caracas–, en frente a lo que hoy es la Unefa, y desde allí sus
líderes se encargaban de dar declaraciones a los medios.
Por el lado de nosotros, en los alrededores de la plaza O’ Leary, fren-
te al palacio, empezó a agruparse la gente. Ya se había llamado a un
paro general y empezaron de una manera u otra a dar su primer ataque
[214] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

deteniendo el sistema productivo del país. El día 11 en la mañana yo me


dirigía al Círculo Militar, me fui a hacer un poquito de ejercicio. Recuer-
do que el día antes hubo una convocatoria a “la gran marcha”, por cierto
apoyada por los medios de comunicación.
Tenían un mensaje que era claro: “Mañana es el día decisivo, mañana
salimos de él”. Mucha gente no lo entendía pero nosotros que estába-
mos trabajando en la parte de la seguridad, sabíamos que la intención
era otra. Ellos pensaban llevar toda la marcha a Miraflores, impulsar a
esas personas a que tomaran por asalto el palacio y que luego sacaran
al presidente con el fin de buscar una reacción de la Guardia de Honor
Presidencial para luego decir que el presidente estaba arremetiendo
contra el pueblo.
En la mañana me fui en el metro, realmente había muchas perso-
nas que se dirigían a la marcha. Iban con odio, se hacía claro que la
oposición había trabajado la psique de la gente a través de los medios
audiovisuales.
Como les decía, estaba haciendo ejercicios cuando de repente, por
casualidad, vi el televisor y mostraban a Carlos Ortega. Nunca se me
olvidará la declaración que ofrecía: “Nosotros no descartamos las posi-
bilidades de que este río de gente marche hasta Miraflores, vamos hacia
allá”. Ahí me acordé del análisis que habíamos hecho y dije: “Tengo que
irme para el palacio porque esto no se ve bien”.
Ese día la primera dama tenía una actividad en el Círculo Militar y
había un compañero que estaba ahí, un sargento de la Guardia Nacio-
nal llamado Rodríguez, a quien nosotros apodábamos “Teterote”. Le
pedí que me llevara a Miraflores. Cuando salimos del Círculo Militar
empezamos a buscar por dónde lograrlo pero se hacía difícil porque casi
todas las calles estaban cerradas. Nos dirigimos a la autopista y entramos
por Los Símbolos. Luego nos tuvimos que regresar e irnos por donde
está Crema Paraíso en Santa Mónica, agarramos la autopista y cuando
estábamos llegando cerca de la antigua estatua de Cristóbal Colón nos
desviamos hacia el Museo de los Niños para luego caer en la avenida
Bolívar; pero ya ahí venía la marcha. Se veían tres ballenas al frente,
Lealtad a prueba de golpe [215]

un cordón de más de cincuenta motos de la Policía Metropolitana, la


Policía de Chacao y atrás la gente. “Teterote” cargaba una moto de la
Policía Metropolitana, lo que era rutinario porque nosotros contábamos
con vehículos de apoyo de varias instituciones. Un policía nos vio en la
moto, nos paró y nos permitió que siguiéramos.

El plan golpista es puesto en marcha


La oposición tenía un plan bien orquestado. Tenían planteado el
escenario de llevar la marcha hasta el palacio de Miraflores para que
se enfrentaran con los grupos chavistas que se habían concentrado ahí.
El pueblo llegaba por su propia voluntad a los alrededores del palacio.
Algunos políticos como Aristóbulo Istúriz, Nicolás Maduro y Darío
Vivas se paraban a hablarle a la gente.
A su vez, la oposición utilizó las ballenas de la Policía Metropolitana
con la intención de llegar al centro de la ciudad por toda la avenida
Bolívar. Decidieron pasar por la plaza O’Leary, cruzar hacia el puente
República y de ahí llegar hasta el palacio de Miraflores. La marcha solo
pudo arribar hasta el puente República porque ya nosotros habíamos
montado los dispositivos de seguridad y teníamos un grupo de la Guar-
dia Nacional ahí, así como frente al liceo Fermín Toro y más allá del
puente Llaguno, en la esquina que da con la Tesorería y la Vicepresi-
dencia de la República.
Ya había en los alrededores muchas personas que apoyaban al presi-
dente cuando corroboramos que ellos venían avanzando hacia Miraflores. La
marcha opositora llegó al puente República aproximadamente al medio-
día, y empezaron a insultar a los guardias que estaban allí. Rompían la
pared del liceo Fermín Toro para sacar piedras al tiempo que mucha
gente optaba por replegarse. Me acerqué hasta esa concentración, anda-
ba de civil como si fuera uno más de ellos. Parecía que algunos estaban
drogados, provocaban a los guardias de una forma bien irrespetuosa.
Llegué hasta el entonces coronel Antonio Semprún Valecillos, quien
era jefe de personal, a quien le dije: “Mi coronel –era de la Guardia–,
hace falta colocar más guardias en la bajada que da hacia el Fermín Toro
[216] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

porque allí hay demasiada gente que está rompiendo las paredes del
liceo, circulan bombas molotov e inclusive con ellos está el almirante
Molina Tamayo, quien viste de civil”. Él se me quedó viendo, no me
dijo nada y se fue. Tamayo llegó hasta donde estaba quedaba todavía un
grupo significativo después de que muchos se habían retirado.
Fui a la oficina del mayor Jesús Suárez Chourio, le comenté sobre el
hecho y dijo que inmediatamente teníamos que activar el plan de defen-
sa. Entonces repartimos el armamento y comenzamos a dotar con los
dispositivos propios para esa situación, que empezaba a ponerse caliente.
Hubo enfrentamientos y disparos de esa manifestación hacia los guar-
dias, quienes respondieron con gas.

Escenarios para llevar a cabo el golpe


Entramos en la otra fase. Ellos apostaron francotiradores en varios
puntos de la avenida Baralt: en el hotel Edén; en otro edificio más abajo,
cerca del centro comercial Metrocenter; y en un edificio situado como a
tres cuadras del Banco Central de Venezuela. Parece curioso, pero en el
edificio que está frente al hotel, llamado Ausonia, había un camarógrafo
de Venevisión que estaba transmitiendo desde la mañana; ahí cerca se
había colocado una tarima. Ellos, de alguna forma, tenían planeado que
el presidente saliera a dar una declaración desde esa tarima para que
uno de estos francotiradores le diera de baja. Existía una triangulación
perfecta en cuanto a las posiciones donde están esos edificios. Era su
segundo plan.
El tercer plan era que las Fuerzas Armadas desconocieran al presi-
dente porque ellos habían concebido incitar a la Guardia de Honor, o al
personal que estaba prestando la seguridad perimétrica, a que abrieran
fuego contra la multitud y acusar al presidente de cometer un crimen de
lesa humanidad contra un pueblo desarmado. Ellos tenían todos esos
escenarios planteados.
Así, los manifestantes opositores estuvieron en el puente República
como hasta la una de la tarde lidiando contra la Guardia Nacional hasta
Lealtad a prueba de golpe [217]

que comenzaron a irse hacia la avenida Baralt. Rodearon las inmedia-


ciones del centro comercial Metrocenter mientras que la ballena estaba
tratando de avanzar; cerca estaba la Guardia Nacional. Luego empezó
abiertamente un intercambio de disparos entre esta y la Policía Metro-
politana. Hay material testimonial de eso.
Una cosa que es bien sabida por todo el mundo es el caso de Richard
Peñalver –concejal para aquel entonces– y los otros camaradas que
estaban arriba del puente Llaguno: la Policía Metropolitana arrancó a
dispararles y ellos respondieron para tratar de proteger a la gente que
estaba en el puente. Estas imágenes fueron captadas por los medios
de comunicación y empezaron a repetirlas por la televisión, con lo que
habían cumplido la segunda parte del plan.
Entonces el grupo opositor empezó a replegarse y quedaron los que
les gusta el bochinche. Molina Tamayo llegó hasta ahí y se fue. Sus
puntos eran: Puente República, la calle frente al liceo Fermín Toro, el
centro comercial Metrocenter y la subida de la avenida Baralt.
Pasado esto la oposición se lanzó a transmitir unas imágenes de
círculos bolivarianos armados que supuestamente arremetían contra la
población. Pero eso no era así, eran matrices que buscaban la reacción
de la Guardia de Honor o la Guardia para aprovechar la situación y
así causar un caos. Ya eran las dos o tres de la tarde y la oposición veía
que, aunque no con la velocidad que esperaban, estaba haciendo efecto
la insistencia de su matriz mediática. Cuando el presidente comenzó
a hablar a través de cadena, recuerdo que hicimos una formación en
la Unidad y el general Suárez Chourio nos dijo: “Las cosas se están
poniendo difíciles porque esta gente tiene muy bien orquestado su plan”.
Estaba latente el pronunciamiento en contra del presidente de algunos
comandantes de la Fuerzas Armada, algunos oficiales de alta jerarquía,
oficiales superiores o almirantes en cargos importantes. Era la informa-
ción que estaba saliendo a partir del trabajo de inteligencia.
[218] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

Los medios de comunicación como factores esenciales


del golpe de Estado
Efectivamente, mientras el presidente salió haciendo un llamando a
la calma, la oposición decidió partir la pantalla en dos, con lo que los
medios de comunicación pasaban a asumir su participación activa en el
golpe de Estado. Después de que el presidente terminó las declaracio-
nes sacaron al aire una grabación que, supuestamente, era en vivo. Ahí
apareció un tal almirante Ramírez hablando en nombre de las Fuerzas
Armadas, con tres almirantes, algunos oficiales del Alto Mando –tanto
de la Aviación, como del Ejército–, un grupo de oficiales pronuncián-
dose y desconociendo al presidente porque, según ellos, había agredido
y violado los derechos humanos de ese pueblo. Después se pronunció
también el comandante del Ejército Vásquez Velasco.
Eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando el presiden-
te mandó, al que era inspector para aquel momento, el vicealmirante
Bernabé Carrero Cuberos, a ver qué pasaba en la Guardia porque había
salido un general ofreciendo unas declaraciones en contra del presiden-
te; igualmente llegó la información de que la Guardia había empezado a
tomar algunos túneles, la bajada de Tazón y ciertas entradas de Caracas,
orden que no había sido dada.
El presidente mandó a Carrero Cuberos a hablar con el comandante
de la Guardia Nacional. Surgió otra grabación en la que intervenía otro
general, y ahí empezaron a hacer una serie de pronunciamientos, tal cual
la información que se había recogido por parte de inteligencia.

Francotiradores entran en la escena golpista


Nos llegó la información de que le estaban disparando a la gente
que se encontraba frente a Miraflores. Entonces activamos un grupo de
acción y reacción del cual yo formaba parte. Efectivamente los disparos
venían de arriba del hotel Ausonia, en seguida empezamos a pedir apoyo
a la Disip para que interviniera el hotel. Algunas personas desespera-
damente se paraban en una reja, que es una entrada a Miraflores y se
llamaba prevención 2, y nos decían que le estaban disparando y matando
Lealtad a prueba de golpe [219]

al pueblo. En eso sacaron a dos personas: uno con un tiro en la cabeza y


el otro con un tiro en el pecho.
Entonces nos percatamos de que no podíamos esperar más y salimos
un grupo de oficiales y profesionales de la Unidad de Seguridad de la
Comisión Presidencial y nos dividimos: unos siguieron en sus posicio-
nes defensivas mientras que otros seguían en lo que era el primero y
segundo anillo que estaba de servicio con el presidente. En eso llegaron
los cuerpos de la Disip y nos fuimos a ver lo que pasaba en el hotel. Todo
el mundo decía que los disparos salían de allí.
En lo que íbamos acercándonos la gente nos confirmaba que los
disparos provenían desde ahí arriba. Emprendimos todos los procedi-
mientos requeridos para el caso, revisamos todo el hotel, piso por piso
y, efectivamente, cuando llegamos al tope del edificio en una habitación
se encontraban cuatro personas; tenían tres pistolas, dos fusiles en unas
maletas, los agarramos y esperamos a la comisión de la Disip.
En ese momento hicimos contacto con un profesional que estudió
con nosotros en la UCPP, jefe de los comandos, para que mandara
una comisión que atendiera a los cuatro presuntos francotiradores que
habíamos apresado –eran presuntos hasta que la ley dijera lo contrario–.
Llegaron, se llevaron a los hombres, pero resultó que en el transcurso ya
habían destituido de la Disip a Ovidio Poggioli, lo que impidió saber
qué hicieron con los detenidos, nunca lo pudimos saber.
Subimos con el teniente Christian Medina Macero a la azotea, donde
estaba el camarógrafo de Venevisión, quien pasó todo el día y la noche
ahí con la cámara, una asistente, un trípode y su cámara apuntando hacia
el frente del palacio, justo donde estaba la concentración y la tarima
–puente Llaguno y el liceo Fermín Toro–. Tenía la ubicación perfecta
para los tres escenarios que se habían planteado.
Nos pudimos dar cuenta, a través de unos binoculares, de que tres
personas vestidas de negro estaban en el hotel Edén. Pasamos la infor-
mación y un compañero nos dijo que ya no estaba en la Disip porque
ahí las cosas se habían puesto difíciles desde que hubo un cambio en su
directiva. Enviaron un grupo de reacción al hotel Edén pero no lograron
[220] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

subir. En ese momento salieron unos comisarios desde la Disip emitien-


do un pronunciamiento; todos se recogieron y se devolvieron al organis-
mo de seguridad.
En búsqueda de los francotiradores dispusimos entrar a una de las
habitaciones, derribamos la puerta, pasamos y un hombre estaba parado
en la ventana, otro corría hacia un maletín, me lancé encima de uno, lo
agarré por los brazos y tomé el 38 que él tenía abajo. Tomé la pistola y el
maestro Brito Lombardero me la quitó y me dijo que no la tocara con
las manos. Entró toda la cuadra completa, sacamos un maletín que tenía
unos pasaportes. Había uno creo que nicaragüense, otro de Panamá, pero
realmente no sabemos de dónde eran porque tenían varios pasaportes,
así como en una película. Cuando tomaron la Disip, Poggioli y su gente
fueron sacados. Ya era parte del plan golpista.

Se desconoce el Plan Ávila como procedimiento disuasivo


Cerca de las siete de la noche hubo unos tanques en el palacio de
Miraflores que empezaron a retirarse sin que nadie les diera la orden.
Ya el presidente había ordenado que se activara el Plan Ávila pero no le
obedecieron. Su objetivo fundamental era brindarle seguridad al país a
través de su Fuerza Armada, sobre todo en momentos en que la deses-
tabilización crecía. El postulado del plan era poner orden, no arremeter
contra el pueblo.

La propuesta del generalato: “Si no sale bombardearemos el palacio”


Abiertamente ellos sentían que el golpe de Estado estaba consumado.
La oposición comenzó a dar declaraciones de que el presidente había
arremetido contra el pueblo y daba nombres de las supuestas perso-
nas fallecidas; mostraban las caras de dos individuos con camisas de los
círculos bolivarianos. A las ocho de la noche se presentaron en el palacio
los generales Rafael Damiani Bustillo, Manuel Antonio Rosendo y otro
más, cuyo nombre no recuerdo, que por cierto estaba en Cavim.
Pidieron hablar con el presidente, quien estaba en su despacho con
José Vicente Rangel y el capitán de navío Ramón Rodríguez Chacín.
Lealtad a prueba de golpe [221]

Mi mayor Suárez Chourio estaba adentro y nosotros afuera en las dos


puertas que dan hacia el despacho del presidente, justo hacia la salida de
la parte interna. La Unidad de Seguridad de Comisiones Presidenciales
ya había tomado todas las puertas de acceso y se había restringido el
ingreso al área donde estaba el Comandante.
Mi mayor dio la orden para que pasaran. Ellos soltaron el plan y le
dijeron al presidente, a quien ya no le decían “mi Comandante” sino
“comandante” a secas: “Tiene dos horas para salir con su gente de aquí
porque si no vamos a volar el palacio”. Mi Comandante estaba sentado
en una silla verde en el despacho, le dio golpecitos al escritorio con la
mano izquierda y los miró con tranquilidad. Ellos se fueron.
Entonces llegó el teniente de fragata Alvarado Pedregón, quien
regresaba de La Victoria de visitar a unos familiares, y nos dijo que los
túneles de La Cabrera, la bajada Tazón y otros túneles estaban tomados
por la Guardia.

“Aquí no habrá derramamiento de sangre”


El tren ministerial estaba en la plaza El pez que fuma, ubicada justo
en la parte interna del palacio. El presidente dijo: “Aquí no queremos
derramamiento de sangre, no vamos a inspeccionar a oficiales superio-
res que están desconociendo al Gobierno, están buscando que haya un
enfrentamiento entre quienes me apoyan y estas personas que forman
parte del golpe de Estado para sacar una opinión en el ámbito nacional
e internacional de que las Fuerzas Armadas se están matando entre sí”.
En ese momento recibió una llamada del comandante Fidel Castro, que
le dijo que no se inmolara, que ese no era el día para que él muriera.
El presidente colgó el teléfono y nos preguntó si podíamos llegar a
Maracay. En la guarnición de esa ciudad estaba el general Raúl Isaías
Baduel con un significativo grupo de personas, en la brigada de paracai-
distas, y le dijimos: “No podemos llegar a Maracay porque hay mucho
Guardia Nacional en la calle y no sabemos si están a favor o en contra”.
Recuerdo una de las palabras que dijo Ramón Rodríguez Chacín: “El
centro de poder está en Miraflores. No podemos salir de aquí”. Eran
[222] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

aproximadamente las nueve de la noche cuando llegó el general Ismael


Eliécer Hurtado Sucre, quien era ministro de Transporte e Infraestruc-
tura, con el general Rosendo, con una carta para que el presidente firma-
ra su renuncia. Una de las cosas que dijo Ramón Rodríguez Chacín,
uno de los más tajantes entonces: “Mi Comandante, no puede firmar
esa carta, mientras no firme no hay renuncia”. El presidente expresó:
“Excomandante, te vienes con nosotros, ya aquí no hay más nada que
hacer, tienes que ir a la Comandancia del Ejército, al Ministerio de la
Defensa, para que des unas declaraciones porque hay que responder por
las muertes”. El capitán le dijo: “Usted es presidente hasta que aquí se
restablezca el orden”.

Daremos hasta la última gota de sangre por este proceso


El Comandante le dio unas instrucciones al mayor Suárez Chourio,
quien salió del despacho y nos convocó a una reunión. En ese momento
estaba la almirante Carmen Meléndez –para aquel entonces era capi-
tana de fragata–, el teniente Medina Macero, el capitán Villamizar, el
coronel Christopher y yo. Dijimos lo siguiente: “Informe a mi Coman-
dante que no vamos a salir de aquí hasta que no nos corra la última gota
de sangre por las venas, vamos a resistir y a luchar contra el que venga a
asaltar el palacio. Hay bastante pueblo afuera, tenemos bastantes solda-
dos, armamentos y municiones para resistir cualquier ataque”.
Hicimos un juramento, nos abrazamos, lloramos y expresamos que
daríamos la vida por el proceso y por el Comandante. Cada quien llamó
a sus familiares. En mi caso me comuniqué con mi madre y le dije:
“Mamá, saca todos mis uniformes, todas mis cosas y si te preguntan por
mí no has hablado conmigo en todo el día, tienes tiempo sin verme”.
Hasta esta fecha no me han dicho cómo fue su actitud, lo único que me
han comentado es que mi mamá ni lloró. Recuerdo que me dijo: “Bueno,
hijo, cuidado con lo que vas hacer, que Dios te bendiga y te proteja”.
Después me pasó a mi papá y a mi hermano, y por último llamé a la que
actualmente es mi esposa y le dije: “Patricia, ya nos dieron un golpe de
Estado, ahora lo que nos queda a nosotros es luchar hasta el final”. Ella
Lealtad a prueba de golpe [223]

se puso a llorar y me dijo que me cuidara, y me comentó que habían sali-


do los colectivos, los tupamaros y mucho pueblo en apoyo al presidente.

El presidente se despide
El presidente decía que iba al Ministerio para calmar la situación y
aludía que solamente eran personas ávidas de poder, que lo que sucedía
iba a cambiar. Todos le decíamos que no fuera para allá. Nos reunió y
nos dio las gracias por nuestros servicios. Dijo que las cosas mejorarían y
volvería la calma. Bajó y abrazó a doña Elena –su madre–. El presidente
se mantuvo en calma, ni una lágrima, mientras que todos nosotros llorá-
bamos y lo tratábamos de persuadir. Recuerdo que había dos vehículos
protocolares negros de la caravana. En uno de esos vehículos se montó
el presidente, adelante se subió Hurtado Sucre y atrás Rosendo, nunca
lo olvidaré. En el otro carro se montó el mayor Suárez Chourio y el
teniente Medina Macero. Ambos carros se fueron.
El general Néstor González González, y el general Enrique Medina
Gómez se manifestaron, eran militares que tenían cargos importantes
para aquel entonces en el alto mando, salieron cantando una canción de
que el presidente había renunciado, que había un nuevo gobierno, que
iba a volver el orden.
Nosotros nos reunimos en la caravana, ya eran como las dos de la
mañana. No sabíamos qué hacer, nos pusimos a llorar y comentamos:
“Mi Comandante es sabio, nosotros lo apoyaremos en todas sus decisio-
nes, él no quiere que haya enfrentamiento ni derramamiento de sangre.
Vamos a esperar hasta mañana para ver quién va a ir a Casa Militar,
vamos a entregar las armas y a esperar instrucciones.

Nuevas autoridades en Casa Militar y la rebeldía patriota


Aproximadamente a las seis de la mañana del día 12 me convocaron a
una reunión en la caravana de las nueve de la mañana, yo estaba de civil.
Llegó un capitán de navío como subjefe de la Casa Militar; el almirante
que daba las órdenes, Molina Tamayo, era el jefe de la Casa Militar, su
grado era de contralmirante y apareció como vicealmirante. Entonces
[224] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

le comunicaron a Suárez Chourio: “Reúneme a todos los oficiales de


seguridad y ayudantes del presidente allá arriba en la oficina, que quiero
hablar con ellos”.
El capitán de navío Diego Hernández nos dijo: “Bueno, señores, ya
hay nuevo gobierno, nosotros somos militares, estamos apegados a la
Constitución y todos ustedes van a ser cambiados para sus componen-
tes, aquí no va a ver persecución, son cosas que se entienden”. Entonces
empezó un enfrentamiento y Medina Macero le dijo: “Mire, mi capi-
tán, aquí no crea que nosotros somos unos muchachos, aunque seamos
oficiales jóvenes entendemos bien el momento histórico y político que
se está viviendo, yo me voy de baja”. Yo me paré también y expresé lo
mismo, además dejé en claro que no trabajaría con unos fascistas. Nos
exigieron pararnos firme, nos negamos, entonces empezó el foco y se
paró otro teniente y le faltó el respeto al capitán. El oficial amenazó
a Suárez Chourio: “Controla a tu gente, no quiero problemas; que se
queden tranquilos, yo voy a hacer como que esto no pasó”, y se fue.
Al rato nos mandó a llamar el almirante Molina Tamayo. Medina
Macero y yo, que éramos los únicos de la Armada, fuimos a encontrar-
nos con el almirante y ahí se intensificó el foco de la discordia. Una vez
más nos negamos a pararnos firme. “Estos tenientes que se vayan y se
uniformen”, y expresamos que no nos íbamos a uniformar. “Nosotros
nos vamos de baja, no vamos a seguir en estas Fuerzas Armadas”. “No
quiero hablar con estos tenientes, que se vayan. No quiero hablar”.
Nombraron a un nuevo jefe de la Unidad de Seguridad de Protección
Presidencial, un teniente de navío de los grupos de Operaciones Espe-
ciales de la Armada. Él tenía que recibir la Unidad para que se pudiese
hacer la entrega de los armamentos, es decir, la parte formal. Había dos
escuadras del Grupo de Operaciones Especiales que ya habían ingresa-
do al palacio, aparentemente decían que tenían dos días ahí. Muchos de
esos profesionales estaban cumpliendo órdenes, pero aún forman parte
de nuestras Fuerzas Armadas. No digo nombres, pero lo cierto es que
todos esos oficiales que estaban ahí, excepto el teniente de navío Mora,
quien era el que iba a recibir la caravana, están efectivos. Otro capitán de
Lealtad a prueba de golpe [225]

corbeta, Domingo Molero, que para aquel entonces pertenecía al Grupo


de Operaciones Especiales, fungía como ayudante de Molina Tamayo.
Tuvimos un intercambio de palabras, que casi llega a los golpes, con el
capitán de corbeta de nombre Juan José, quien salió detrás de Medina
Macero y de mí persona con una actitud de reclamo. Al ver la actitud de
nosotros se devolvió y dijo que estábamos locos, que éramos unos indis-
ciplinados, que parecíamos unos políticos, que el presidente había come-
tido muchos errores, que no estábamos a la altura porque carecíamos de
la preparación suficiente para conocer el escenario político, geopolítico y
geoestratégico. Nosotros le dijimos que nos dejara en paz con su discurso
y nos retiramos, nos cambiamos el uniforme, y quedamos esperando que
nos dieran el programa de transferencia.
Ya era más del mediodía y empezó a llegar una agencia de festejos
al salón Ayacucho. Pudimos observar que empezaron a colocar mesas
de banquete, queso azul y whisky del mejor; algo atípico en Miraflores
ya que las celebraciones no eran con bebidas alcohólicas. Empezaron a
llegar al palacio Patricia Poleo, varios personajes de la Iglesia, toda esa
gente que le estaba haciendo oposición al presidente. En ese momento
llegó Pedro Carmona Estanga y la banda de honores no quiso tocar.
Días anteriores al 11 de abril se tenía la información de que había
posibilidades de que el presidente fuese envenenado. El presidente tenía
un solo cocinero, y a nosotros nos parecía que el tipo era una persona
muy atenta; resulta que ese día ese joven llegó de flux para la juramenta-
ción de Carmona. Así nos fuimos dando cuenta de cómo había personas
que estaban involucradas en la traición que trabajaban en el palacio, y
cómo de alguna manera u otra tenían algunos nexos con estos generales
y almirantes.

Nos ofrecieron cargos para mantenernos controlados


Siguió llegando el personal, empezó la juramentación de Carmona
que todos vimos por televisión, mientras nosotros permanecíamos allí
esperando. Nos dijeron que debíamos ir a la Comandancia del Ejér-
cito a encontrarnos con el general Ruiz Guzmán y el general Vásquez
[226] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

Velasco, quienes querían hablar con nosotros. Fuimos al Fuerte Tiuna


y nos reunieron a todos en una sala. Ahí nos recibió un oficial que era
ayudante de Vásquez Velasco y nos dijo: “El general está ocupado, ya los
va a atender”. Eran como las cinco de la tarde cuando salió el general
Pedro Guzmán a atendernos.
Me acuerdo cómo uno se llenaba de impotencia cuando los escuchaba
decir: “Hugo cometió muchos errores, no se dejaba aconsejar. Nosotros
se lo dijimos, bueno, así somos nosotros los militares, ahora vamos a los
cuarteles, vamos a seguir en nuestros quehaceres, aquí no hay persecu-
ción”. Se dirigió a Suárez Chourio y le preguntó: “¿Para dónde quieres ir
tú?”. El mayor se le quedó viendo. “No, no, tú te quedas aquí en Caracas.
Te vamos a mandar para la Escuela de Educación Física”. Ya ellos tenían
reunido al Cuerpo de Seguridad Presidencial, que éramos nosotros. Se
había pasado una lista para saber si estábamos todos, solo faltaban dos
tenientes que habían ido a llevarle una ropa al Comandante a la sede de
la Policía Militar.
Luego le dijeron al mayor Domínguez Fortty que se iría para un
batallón que quedaba en Caracas. A casi todos nos fueron ubicando en
puestos en la ciudad capital. “Y a ti te vamos a dar dos meses de vaca-
ciones y a ti tres meses”, etcétera. Empezaron a dar vacaciones como
para tenernos controlados y decían: “Ustedes dos se van para la Armada,
vamos a llamar al almirante Armando Laguna Laguna”, quien era el
inspector general de la Armada.

Los traslados del presidente


El almirante Laguna era fuerza aliada, ese día ya nosotros había-
mos hablado con él. Ya sabíamos todo sobre dónde tenían al presidente
y contábamos con la información de que lo iban a trasladar para La
Orchila o para Turiamo. El almirante Laguna llamó para saber de los
dos oficiales que iban a ser trasladados. “Sí, mándelos para acá, que
nosotros los recibimos”. Bueno, de todas maneras vamos a solicitar la
baja. “Piénsenlo bien –dijo el general– porque ustedes son unos oficiales
jóvenes y la vida continúa”.
Lealtad a prueba de golpe [227]

El presidente había hecho un cambio, que consistía en que el inspec-


tor de la Armada sería como la figura del ministro de la Defensa. Enton-
ces la parte operativa de las Fuerzas Armadas la llevaba el inspector. Ya
se estaban ofreciendo cargos y a él le dijeron: “Si es inspector como
ahorita, sí; pero si es como antes, no”, porque antes el inspector de las
Fuerzas Armadas era como decir un segundo y el que ejecutaba era el
ministro de la Defensa. En ese momento que él estaba hablando se inte-
rrumpió la conversación y recibió una llamada. Dijo: “Si es como antes,
no. Mándeme para el exterior, yo no he ido, no quiero molestar”. Tranca
la llamada y lo vuelven a llamar. Entonces se para, se pone la mano en
la cabeza, “¿pero cuánta gente son? Mándale a no sé quién, póngale dos
tanques allí, pero ¿cómo llegó hasta la alcabala 3 ese gentío?”. El pueblo
ya estaba llegando a la alcabala 3 del Fuerte Tiuna.
“Los vamos a llamar el lunes, tienen que estar pendiente, ya noso-
tros les dimos instrucción a la Unidad, ustedes no se pueden mover
de Caracas porque van a llevar un proceso de reinserción ya que uste-
des tuvieron un momento de transformación en cuanto a lo que es su
formación militar”. Nosotros nos vimos y nos reímos y en lo que vamos
bajando –esta es una información que es primicia–, en un helicópte-
ro nosotros vimos que ellos tenían dos señuelos, llegaron dos carros,
bajaron a cuatro personas tapadas y montaron a dos en el helicóptero.
Sabemos que ahí se llevaron al presidente.
Empezamos a buscar información. Supimos que lo llevaron para
Turiamo, entonces comenzamos a reunirnos. El mayor Suárez Chourio
dijo: “Váyanse para su casa a descansar, nos vemos mañana”. “No, nosotros
no vamos a descansar, no podemos quedarnos de brazos cruzados”, y nos
comunicamos con Teresita Maniglia, la jefa de prensa de Miraflores, y le
dijimos que había que hacer correr la información de que al presidente lo
tenían secuestrado, que lo iban a matar y que dirían que quiso escapar y
que tuvieron que ejecutarlo. Le comentamos que habíamos visto aquello
del cambio de personas en el helicóptero y que pensábamos que se trataba
del presidente.
[228] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

El almirante Laguna averiguó que acababan de dejar al presidente


en La Orchila, momento cuando el Comandante hizo la carta y el cabo
Rodríguez la sacó. Ya era 13 de abril. Pero antes de que saliera esa carta
ya nosotros habíamos decidido en Fuerte Tiuna, en las casas del mayor
Suárez Chourio y en la de Medina Macero, actuar.

Comienzan los preparativos para el rescate del presidente


Nosotros decíamos: “Mi comandante, mi mayor, todavía tenemos
cosas en el palacio, esta gente cree que somos sumisos, la historia nos va
a odiar o nos va a reivindicar, vamos a tomar el palacio de Miraflores”.
Llamámos al general Jesús Morao Cardona, quien dijo: “Cónchale, pero
la condición del presidente fue que no quería derramamiento de sangre,
¿vamos a ir en contra de su decisión?”. “Mi coronel Morao, ya ahorita no
sabemos qué puede pasar con el presidente, esa gente va a querer matar
al Comandante, está ciega y la fase que viene es la de su desaparición
física”. Al final convencimos al general Morao y dijo: “Vénganse para
acá, lo que haya que hacer lo vamos a hacer bien. Díaz, te quedas en el
Fuerte, para acá va a venir el mayor Sánchez Segura y vas a buscar a una
persona clave que te va a dar una información, yo luego te digo qué vas
a hacer con esos datos”. Medina Macero y los demás se fueron al palacio
de Miraflores.
En la casa de Medina estábamos su esposa, mi novia y yo esperando
instrucciones. Recuerdo que fui a la casa del almirante Laguna, le pedí
un carro prestado, empecé a dar vueltas y a dar vueltas por el fuerte,
pasamos alrededor del Ministerio de la Defensa y entonces se veía a la
gente que estaba como si fuese un día normal.

La retoma del palacio y de VTV


Ya a las once de la mañana me llamó el teniente. La clave era “vamos
con todo, vamos con todo”. “¿Quiénes están ahí?”. “Aquí estamos todos”.
Yo dije que quería ir a Miraflores ya. Entonces me llamaron: “Mira, la
orden es que vamos a tomar el palacio y para allá te vamos a mandar a
Lealtad a prueba de golpe [229]

Carmona Estanga, recíbelo, le pones los ganchos y esperas ahí hasta que
llegue una comisión”.
Iba para allá el comandante, el capitán o mayor –no me acuerdo–
que llamábamos “Gallinazo” y otro oficial que también era de seguridad,
cuyo nombre no me acuerdo. Iban hacia el palacio, iban para allá al
Ministerio de la Defensa. “Ellos van a llegar primero, no puedes hacer-
te visible porque eres de la Armada, andas de civil y no te van a dejar
entrar”. Entonces seguí esperando. Luego dijo: “¡No! Otra voz. Espera
ahí porque va Eleazar a reunirse contigo”. Fuimos a buscar una persona
a un sitio, y resultó ser Jesse Chacón. Empezamos a llamar a los medios
de comunicación y se grabó un video que hizo el coronel Morao.
A todas estas, hicieron el despliegue táctico de toda la Guardia de
Honor, lo cual vio Molina Tamayo y salió corriendo. Sacaron a Carmo-
na Estanga. Pero la gente que estaba en la caravana se lo llevó para
el Ministerio de la Defensa, donde lo agarró “Gallinazo” con los otros
oficiales y lo trasladaron a un sitio. A mí me dieron la orden de que me
quedara ahí con Jesse Chacón, quien daría una información por Televen
o por Venevisión”. A Venezolana de Televisión la habían sacado del aire,
habían dañado unas antenas. Después me dijeron que me trajera a Jesse
Chacón para el palacio. En lo que agarramos los túneles de La Planicie
estaba todo el tráfico parado y estaban dos muchachos de un lado y
dos del otro, encapuchados, gente del pueblo armada, nadie se atrevía a
pasar. Entonces yo me fui con las manos arriba caminando hacia donde
estaban ellos y les dije: “Mire mi hermano, yo tengo mi carnet, trabajo
en Miraflores, tengo una gente ahí”. “Dale, camarada, pasa”. Me monté
en el carro y pasamos. Venía ese río de gente subiendo a Miraflores, ya
ellos habían tomado el palacio. La gente de la oposición se había ido
corriendo.
Cuando llegamos a Miraflores empezamos a planificar cómo hacía-
mos. Nos preguntábamos dónde estaba el presidente. Nos habíamos
comunicado con el comandante Laguna y nos informaron que al presi-
dente lo habían sacado de Turiamo hacia La Orchila. Fue entonces
cuando los medios de información se encadenaron a pasar comiquitas.
[230] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

¿Se acuerdan? Ya teníamos tomado el palacio y en el Ministerio de la


Defensa estaba Carmona Estanga. Ahora la tensión era que ellos toda-
vía tenían al presidente en su poder.

El rescate del presidente y la participación protagónica del pueblo


Empezaron las negociaciones con ellos para que liberaran al presi-
dente. Ya el pueblo estaba en la calle, salía en los medios de comuni-
cación como Venevisión y Radio Caracas Televisión. Sin embargo,
Televen y Globovisión seguían como si todo estuviese normal. Se decía
que íbamos a enviar una brigada de paracaidistas para La Orchila, se
decía que iban a matar al presidente, que evitáramos un derramamiento
de sangre, que había gente de ahí que estaba con nosotros.
Al final, ya como a las seis de la tarde, el mayor Suárez Chourio me
dio la instrucción: “Díaz González, selecciona diez personas que vuelen
en un helicóptero para que vayas a La Orchila a buscar al presidente”.
Seleccioné las personas, pero el helicóptero no llegó, salió de Maracay.
Ya eran como las nueve de la noche, perdimos comunicación. Pero había
que proyectar la información de que nos encontrábamos en el centro del
poder –Miraflores– y de las acciones que estábamos ejecutando. Había
que poner a los actores políticos a que salieran a darle información al
pueblo. Entonces el mayor Suárez Chourio me dijo en ese momento:
“Te vas a llevar a la ministra del trabajo Cristina Iglesias, a Vladimir
Villegas, a Jesse Chacón y a Juan Barreto”. Los monté en una camioneta
y me dijo: “Te vas a Televen con la misma gente con quien ibas a buscar
al presidente, tomas el canal y saca este video y después que ellos salgan
hablando”.
Salimos hacia la Cota Mil, se veían patrullas de la Policía de Miranda
trancando las intersecciones de la autopista. Entonces uno de los mucha-
chos que estaba conmigo llegó a la primera patrulla a decirles que se
apartaran y que no buscaran enfrentamiento”, ellos accedieron a abrir-
nos paso. En eso recibimos una llamada que nos decía que fuéramos
para Radio Caracas Televisión. Recuerdo algo jocoso cuando volvíamos:
Vladimir Villegas y Juan Barreto empezaron a ponerse nerviosos debido
Lealtad a prueba de golpe [231]

a los cambios de ruta, se preguntaban por qué regresábamos. Cuando ya


estábamos cerca de Quinta Crespo me volvieron a llamar para decirme
que nos fuéramos hacia VTV.
En lo que íbamos llegando a VTV había mucha gente alrededor del
canal. Les dije a los muchachos que diéramos una vuelta para dejar los
dos carros protocolares porque en el que yo iba llevaba el video. Me
fui acercando con el primer carro hasta donde estaba la gente a ver
hasta dónde podía llegar, y cuando estábamos arribando algunas perso-
nas golpearon el vehículo. Yo cargaba un sweater con capucha gris y
tenía un chaleco azul, llevaba tres pistolas. Entonces las guardé, las puse
debajo del asiento y me arriesgué sin saber si nos apoyaban: “Si son de
nosotros, triunfo, si no son de nosotros me van a matar aquí a golpes…
Camaradas, aquí traigo a la ministra”, pero no digo su nombre. “¿A cuál
ministra?”. “A la ministra María Cristina Iglesias”. “Tráetela, camarada,
tráetela”. Al aclarar la duda decidimos bajarnos de la camioneta, salta-
mos la reja de Venezolana de Televisión y entramos.
No sabíamos qué hacer porque Juan Barreto no podía saltar y tampo-
co podíamos entrar con el carro. Cuando arribamos ya había ingresa-
do por detrás el que actualmente es el jefe de la Unidad de Seguridad
y Protección Presidencial, el entonces mayor González Ortiz, con un
capitán llamado Santander. Había llegado con una compañía de La
Casona y tomaron VTV porque ellos estaban más cerca de Los Ruices.
Me acuerdo que no podíamos transmitir debido a que había proble-
mas con la señal de Mecedores y, mientras arreglaban eso, llegó el fiscal
Danilo Anderson junto con varios actores políticos. Les dimos el video
y empezaron a dar declaraciones de todas las informaciones que tenían
en ese momento. Terminamos después de medianoche. Nos regresamos
al palacio, ya habíamos cumplido el objetivo y en eso me dijo mi mayor:
“No, ya no van a ir para La Orchila porque ya los nuestros están en La
Orchila, tienen al presidente y vienen para acá”. Entonces empezaron a
correr las informaciones: que si estaba herido, que si lo golpearon, y se
generó la incertidumbre de cómo estaría el presidente. Efectivamente
llegó el helicóptero, nosotros subimos y cuando estaba cerca establecimos
[232] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

comunicación con la aeronave, tomamos el punto. Hay una foto famosa


en la que se ve cuando veníamos bajando todos, salió Medina Macero y
yo. Casi todos los de seguridad estábamos allí, esperábamos el helicóp-
tero cuando llegó el presidente. Bajó y tuvo contacto con el pueblo.

Querían sacar al presidente del país y que renunciara


Esas son informaciones recogidas porque yo no estaba en La Orchila,
estaba aquí, pero sí es verdad, sí había un avión, inclusive, dijeron de
quién era y quién lo había traído. Era de un empresario, es todo lo que
recuerdo. Al Comandante le ofrecieron que se fuera para Cuba o que
fuera a juicio. Entonces mandaron al sacerdote que murió, al cardenal
Velasco.
Fíjense el plan político, nosotros habíamos retomado el poder y aún
había un juego con la información, porque el golpe del 11 fue mediá-
tico. Mandan al cardenal para allá y le dice al presidente que renuncie:
“Tienes que irte para evitar que el pueblo siga sufriendo”. Pero una vez
que se montara en ese avión no se iba a saber a dónde lo iban a mandar.

El sistema de seguridad del presidente


Existe un grupo de personas que se encarga de prestarle la seguridad
inmediata al presidente. Hay diferentes anillos y un sistema en el que
existen diferentes niveles de seguridad, pero los que están cerca, en el
primer o segundo anillo, lo conforman sus asistentes, sus ayudantes y el
elemento seguridad. Por ejemplo, cuando fuimos a la ONU solamen-
te entrábamos tres: los oficiales de seguridad, el asistente, y a veces el
mesonero. Era un pase que teníamos, que nos lo cambiábamos, así era
cuando llegábamos a otros lugares, cumbres, actividades dentro y fuera
del país.
Nosotros estamos con el presidente los 365 días del año, las veinti-
cuatro horas. Teníamos grupos de guardia que nos cambiábamos un día
o dos, pero ese grupo se dividía para el movimiento durante el día en las
actividades propias del presidente, y cuando iba a descansar le prestába-
mos la seguridad perimétrica, aparte de la otra seguridad que prestaban
Lealtad a prueba de golpe [233]

los guardias de honor. Nosotros estábamos en su entorno privado y en


lo que se refiere al movimiento.
Cuando me refiero a la creación de esta Unidad quiero decir que surge
porque la costumbre que venía existiendo de los anteriores gobiernos era
que a ellos los llamaban la guardia civil y la guardia militar. La guardia
civil eran unos comisarios y detectives de la Disip, que pertenecían a
esa misma gente. Nosotros hicimos un sistema de seguridad, similar al
servicio secreto en lo que se refiere a la estructura, en formación, en la
manera de proceder. Nuestra Unidad consistía en un cuerpo más forma-
do, más profesional, con procedimientos que se han ido perfeccionando
porque el presidente, obviamente, no se iba a quedar trabajando con
esa gente. Entonces, ¿con quién se formó? Con miembros de la Fuer-
za Armada y funcionarios del organismo de seguridad del Estado. El
presidente involucró a todo el pueblo y al personal civil. Estaba el pueblo
uniformado, que somos nosotros los militares, los organismos de seguri-
dad del Estado, policías, tránsito, que estaban ahí con nosotros también
y el personal civil que trabajaba en la seguridad.

Los cambios revolucionarios en la estructura social y militar


D.R.: ¿Quién es el personal civil, por ejemplo?

Cap. Franklin Díaz González: Hay varios: conductores, parqueros,


personas que cumplen diferentes funciones.

D.R.: En el momento de decir “todos mis superiores se están volteando, pero


yo no”. ¿Por qué fue así?

Cap. F.D.: Fíjate, ya se había iniciado dos años antes un proceso de


transformación. La Revolución es la evolución de las estructuras polí-
ticas, sociales, económicas, y las militares no escapan de eso. Entonces,
¿Qué pasaba? Nosotros habíamos vivido una Fuerza Armada que era
una casta, por decirlo así. Yo soy oficial de Escuela, vengo del 23 de
Enero y soy negro. Entré en la Escuela Naval y tuve que lidiar con lo
[234] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

que uno escuchaba, y no es mentira –como dice el presidente: puros


apellidos de personas conocidas; los de apellido Díaz éramos como tres,
negritos también. Había racismo y clasismo dentro de la Fuerza Arma-
da. Eso que ellos llaman mérito no existía, eso era un decir, ya se sabía
que los cargos eran para un grupito. El presidente empezó, una vez que
ganó, a hacer esa transformación social; comenzó a dar apoyo a la Fuerza
Armada, a partir de que él era un miembro de la misma. Se profundizó
la inversión en el pueblo, todo lo que es el tesoro de la nación empezó
a emplearse en el gasto social, lo que ya muestra sus resultados. Ustedes
saben que el proceso de transformación en dos años dio un resultado
significativo.
Así, el pueblo estaba esperanzado luego de haber vivido episodios
como los de El Caracazo. Yo veía a mi papá, obrero, que tenía que salir a
las cinco de la mañana a trabajar, con la incertidumbre de si su hijo iba
a llegar a ser técnico medio o iba a ser un obrero más como él. Estudié,
participé en ese proceso de selección, pasé y me gradué, lo que consti-
tuye un logro personal, pero bajo una población de 1.200 personas que
presentaron en ese año –para que entendamos la dimensión–, fueron
escogidas 600, de las que entraron a la Escuela 250, y de ahí obtuvieron
graduación 50. En ese entonces no había esa gran cantidad de oportu-
nidades como ahora.
Recuerdo que me estaba graduando de bachiller y presenté lo que
se llamaba la prueba voluntaria que se presentaba en las universidades.
Presenté en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central
de Venezuela y en la Escuela Naval. Yo decía: “En la Central me iré
a graduar como en diez años, mientras en la Escuela Naval lo haría
en cinco”, y me decidí porque me llamaba la atención el área militar.
También recuerdo que las oportunidades de trabajo eran nulas, es decir,
uno podía salir de quinto año y después si uno no quedaba en la univer-
sidad o en la escuela había la incertidumbre sobre lo que se iba a hacer.
Uno buscaba trabajo en cualquier parte, en Tropiburguer o McDonalds,
pero para que te dieran trabajo pasabas por cincuenta mil entrevistas,
Lealtad a prueba de golpe [235]

llenabas no sé cuántos formatos. No había muchas oportunidades, ni de


estudios ni de trabajo.
Verdaderamente el acceso a la cesta alimentaria, a la cesta básica, era
muy difícil para toda la población. Cuando el presidente asumió se abocó
a la clase más desposeída del país. Por más joven o por menos estudios
que uno podía tener uno se daba cuenta de que venía un cambio hacia
cosas buenas. Ya escuchábamos al presidente cuando hablaba: “Voy a
hacer esto o aquello. Si es posible emprenderlo, entonces ¿por qué no lo
habían hecho antes?”. Uno empezaba a identificarse con ese líder. Uno
apoyaba esa voluntad, esa decisión, ese pensamiento, ese proyecto que
tenía.
En Venezuela las cosas estaban muy sectorizadas. Puedo decir que
había mucha información que no llegaba a gran parte de la pobla-
ción, no sabíamos cuánto entraba de petróleo, qué se hacía con él. Mi
Comandante empezó a abrirnos los ojos. Eso hizo que a Hugo Chávez
lo siguieran las masas y que su discurso llegara a los oficiales, sargen-
tos y tropa. Por eso, el 12 de abril fue solo un golpe mediático y los
supuestos militares fueron únicamente los oficiales superiores y genera-
les que estaban por obtener un cargo, pero ellos no tenían tropas que los
apoyaran. Había oficiales que iban a obedecer si les decían hagan esto o
aquello, pero no se iban a enfrentar. Por eso es que no hubo liderazgo en
aquellos hechos de abril.

D.R.: ¿Qué expectativa tenía un joven del 23 de Enero que llegaba a la


Escuela Naval? Usted se graduó en el año 98. ¿Cómo es el cambio que experi-
mentó entre el paso de la Cuarta República al Proceso Revolucionario?

Capitán F.D.: Sí. Fíjese, dentro de la Escuela Militar nos preparamos


para que en un momento de contingencia podamos defender la sobe-
ranía. La formación de cadetes se da bajo tres pilares fundamentales: la
obediencia, la subordinación y la disciplina. Entonces debíamos prepa-
rarnos para el conflicto armado ante cualquier enemigo que quisiera
[236] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ

usurpar nuestra soberanía o quisiera apoderarse de nuestros recursos


naturales.
Además, cumplías con un patrón de carrera durante ese período
activo dentro de la Fuerza Armada para optar, mientras ibas cumpliendo
la fase básica del período de carrera, a diferentes grados de ascenso hasta
que llegaban los mejores –como decían ellos– a los grados de general.
En ese ciclo se basaba la vida militar. Ya cuando tenemos tal proceso de
formación nos graduamos.
Cuando salió el presidente Rafael Caldera no teníamos ninguna
participación en vida política nacional, lo más cercano que estábamos
del pueblo era en los casos de contingencias o nuestra participación
en los planes República. Apenas recibiendo las riendas del país el
presidente pasó por la tragedia de la vaguada en Vargas, una lamentable
vivencia para el pueblo, pero una experiencia inolvidable para la parte
militar. Tuve la oportunidad de estar ahí desde diciembre hasta abril,
hice más contacto con el pueblo, con la sociedad, participe en la ayuda
humanitaria, que también es una de nuestras funciones. Entonces
empezó la participación del Plan Bolívar 2000, cuyo postulado era: los
militares son el pueblo, el mismo pueblo que viste de civil o de militar.
Es semejante dentro de la Fuerza Armada, una vez que termina tu
tiempo de actividad pasas a desempeñarte nuevamente como cualquier
compatriota que no está dentro de la Fuerza Armada.
Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR29

Quiero dedicar este testimonio, primeramente, a la memoria inmortal del líder


supremo de la Revolución Bolivariana, el Comandante Hugo Chávez, ya que
todas las decisiones que desencadenaron acciones para restablecer la constitucio-
nalidad de la República, interrumpida por la oligarquía venezolana y el imperio
norteamericano, en esos días de abril 2002, las tomé y las ejecuté todas enmarca-
das en esa carta magna que él ideó, pero sobre todo lo hice por amor y lealtad al
líder. En segundo lugar, lo dedico a superiores, compañeros de promoción y subal-
ternos que son héroes anónimos y que mantuvieron en todo momento sus creencias
e ideales frente a presiones y desinformaciones planificadas maquiavélicamente
y, por último, lo dedico a mi querida esposa, a mis amados hijos, a mis padres y
hermanos que sintieron las angustias por la situación que viví, pero, sobre todo,
les agradezco por su apoyo incondicional y por su patriotismo. ¡Rodilla en tierra!

29 Jesús Villamizar. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, graduado en la Aca-


demia Militar de Venezuela (1994), perteneciente a la Promoción G/J José
Antonio Páez. Realizó posgrado en Gerencia de Recursos Humanos. Para
el momento del golpe de Estado de abril de 2002 tenía el cargo de lo que
actualmente se denomina primer teniente/oficial de Seguridad de la Uni-
dad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP). Fue primer comandante
(fundador del Batallón 4-F Comandante Supremo Hugo Chávez Frías).
Actualmente ostenta el grado de teniente coronel.

[237]
Lealtad a prueba de golpe [239]

La maquinaria de la traición
Ingresé a la Unidad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP)
en el año 1999. Allí viví todas las transformaciones que se hicieron en
torno a la seguridad del presidente Hugo Chávez Frías. El Comandan-
te Supremo de la Revolución Bolivariana profesionalizó su seguridad
personal, creando la figura de Oficial de Seguridad y reemplazando la
tropa alistada por personal profesional de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana y organismos policiales (Sebin y PNB), es decir, conformó
un equipo multidisciplinario, confiable y comprometido, para enfrentar
las amenazas de las potencias extranjeras, que sin lugar a duda trata-
rían de eliminarlo físicamente. El 11 de abril esta Unidad (USPP), tuvo
funciones cruciales.
Como todos sabemos, antes del 11 de abril lo que hubo fue un paro
cívico. Nosotros estábamos bien alerta. Dos días antes del golpe, el
presidente quería demostrar que el paro no era nacional, que solo tenía
cabida dentro de un sector minoritario. Chávez le decía al mayor Jesús
Suárez Chourio que se quería movilizar para examinar la situación del
país. Decidimos transportarlo en Caracas para que hiciera una verifica-
ción. Nos fuimos a plaza Catia, allí encontramos mucha gente; y luego
a Petare. Sentíamos el panorama caldeado; incluso, presentíamos que
podía pasar algo porque las declaraciones del general Néstor González
González tuvieron sus efectos en la gente.
Debo apuntar que éramos oficiales muy ingenuos. El único que sabía
lo que podía pasar era el presidente Chávez. Siempre decíamos que el
Comandante iba a mil años luz, adelante de todos nosotros. Particu-
larmente, yo no sabía que se estaba gestando un golpe de Estado. Sin
embargo, cumplíamos nuestras funciones: trasladar al presidente para
que demostrara que no existía paro alguno y que todo estaba normal.
De hecho él mismo convocaba al equipo del canal 8 a esos lugares antes
mencionados.
[240] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR

El amanecer de la infamia
Dormí en el palacio los días 9, 10 y 11 de abril. El 11 amanecí de
guardia como oficial de seguridad del presidente. Ya desde temprano se
escuchaba que la marcha de la oposición se trasladaría hacia Miraflores.
Sobre mí reposaba una gran carga de responsabilidad porque era
encargado del primer anillo de seguridad presidencial. Ese día vi al
Comandante por primera vez cuando bajaba de su área privada para
dar la famosa rueda de prensa, aquella en la que los canales de televisión
dividen la pantalla. Recuerdo que él decía que la situación estaba en
calma, y por otro lado los medios de comunicación opositores señalaban
que estaban cayendo los muertos a las afueras del palacio.
Mientras la marcha de la derecha venía por la avenida Bolívar, los
seguidores afectos al proceso bolivariano comenzaron a llegar al pala-
cio. En ese momento sabíamos que inevitablemente habría un enfren-
tamiento. La Guardia Nacional y el pobre destacamento que enviaron
a los alrededores de Miraflores fueron rebasados. En esa zona pasaron
muchas cosas en tan solo minutos: lesionados, heridos, asesinados.
Al final de la tarde llegó el Alto Mando Militar en un helicópte-
ro para hablar con el presidente. Nosotros habíamos cerrado el anillo
de seguridad; fueron minutos de mucha tensión. En eso vi al general
Manuel Rosendo, personaje supuestamente de confianza de Chávez. Yo
logré decirle: “Mi general, fuerza”. Él estaba sentado en el salón Panta-
no de Vargas, y lo noté contrariado, debatiéndose entre la amistad que
le había dado el Comandante y las presiones de los golpistas. Al final,
claudicó ante estos últimos.

La partida del Comandante


A las once de la noche vi entrar en el despacho 1 al general Wilfredo
Silva, comandante de la 31.º Brigada de Infantería acantonada en Fuerte
Tiuna y al teniente coronel Ismael Cepeda Báez, comandante del Grupo
de Caballería Blindada Ayala, que estaba reforzando en ese momento
el palacio. Mi Comandante Chávez dio la orden de prohibir cualquier
movilización de unidades sin su consentimiento. La realidad era otra:
Lealtad a prueba de golpe [241]

un número pequeño de oficiales, adeptos al golpe, controlaban ciertos


puntos de control en Fuerte Tiuna, sobre todo las alcabalas. En medio
de esa desinformación, muchos soldados quedaron sin saber qué estaba
pasando y las posibles unidades que pudieran haber defendido la Revo-
lución, no podían salir. Existía mucha confusión; el caos fue su aliado.
Hice contacto con muchos oficiales compañeros y superiores míos
que trabajaban en el Fuerte. Yo los tranquilizaba como podía: “Tran-
quilo, hablamos con el comandante del batallón Ayala (teniente coronel
Cepeda Báez), todo está controlado”. Después nos fuimos enterando que
los mismos generales que habían visitado al presidente le exigían dejar al
mando y el Fuerte Tiuna en realidad lo había tomado el segundo coman-
dante del Grupo Ayala. La amenaza era que si no entregaba el poder,
iban a bombardear. Recuerdo un episodio muy particular en la antesala 1
del despacho presidencial, estábamos reunidos allí, la capitana de fragata
Carmen Meléndez, mayor Suarez Chourio, capitán Winston Chourio,
AN Cristhian Medina, AN Franklin Díaz, ST2do Freddy Fischer, entre
otros, y “juramos morir por Chávez”, si él decidía inmolarse debía ser el
último en caer, es decir, estábamos con el presidente. El juramento fue
de alma y corazón, recuerdo que hubo lágrimas y euforia. Mucho senti-
miento.
Luego de eso circuló en los medios de comunicación el pronuncia-
miento del general Lucas Rincón, desde el primer momento supe que
era mentira. Mi Comandante decidió irse a Fuerte Tiuna, yo me imagi-
no que para verle la cara a los golpistas, a plantársele a cada uno de ellos.
Acompañamos al Comandante esa noche mientras se despedía de sus
oficiales de Miraflores. Luego de muchos años de pensar una y otra vez,
el por qué de su ida y entrega en la Comandancia General del Ejército
y cada día me convenzo más que él mantuvo el control de la situación
en todo momento.
Después de su partida nos quedamos en la GHP y empezamos a reco-
ger nuestras pertenencias, incluso a quemar documentos confidenciales
y de interés. Mientras tanto, veía por televisión que estaban allanando la
oficina de Lucas Rincón. Esa noche me mantuve despierto. Mi padre se
[242] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR

acercó al palacio y le di algunas pertenencias personales, recuerdo le di


mi computadora personal y me pregunto: “¿Qué vas hacer?, le respon-
dí: “¡Aquí me quedo a ver qué pasa!”. Yo sabía que el pueblo tenía que
reaccionar.
Resulta que no pasó absolutamente nada. Yo creo que los golpistas
se confiaron y es que ni las llaves de los parques nos quitaron: eso es
indudable. La mañana del viernes 12 de abril fui a mi casa, me cambié
y saludé a mi familia, fue muy emotivo al ver a mi esposa Sarahy con
los ojos hinchados de tanto llorar y de no dormir al igual que yo; me
preguntó dos cosas: “¿Cómo estás y cómo esta Chávez?”. Luego regresé
al palacio. Nosotros caminábamos por ahí de lo más normal, y eso lo
podíamos hacer con naturalidad. Como dije antes, los golpistas estaban
embriagados de felicidad y no se preocuparon por lo que pudiéramos
hacer.

“El tiempo de Dios es perfecto”


Voy a destacar un episodio ocurrido en la oficina de la USPP. Esta
oficina queda a unos diez metros, en línea recta al salón Ayacucho,
donde se estaba juramentando Carmona Estanga. Allí nos reunimos
para tomar posición ante aquel acto inaudito. Estuvimos a punto de
tomar por asalto el salón.
Es decir, nos juntamos el capitán Winston Chourio, el capitán Aquino,
el capitán Cristopher Figuera y unos suboficiales de comunicaciones,
Romero Celis, entre otros. En eso llegó mi coronel Jesús Morao Gardona
para decirnos: “Aguántense, no es el momento”. Decidimos frenar esa opera-
ción. Aquí es donde cabe la frase: “El tiempo de Dios es perfecto”. En otras
palabras, en esos días de abril pasó lo que tenía que pasar. De actuar de otro
modo, ¿qué hubiera pasado con el Comandante y con los medios internacio-
nales? Ellos no sabían lo que sucedía; y nosotros nos hallábamos bloqueados.
Todo debía caer por su propio peso.
Lealtad a prueba de golpe [243]

Las locuras del poder


En la tarde del 12 de abril, nos dieron la orden de ir a la Inspectoría del
Ejército. Éramos un grupo como de catorce o quince oficiales que trabajá-
bamos en la USPP y otros que trabajaban en el Estado Mayor de la GHP,
puedo nombrar al mayor EldánDomínguez Fortty, mayor Suarez Chourio, capi-
tán Salazar Velázquez, capitán Winston Chourio, capitán Aquino Lamón,
subteniente Marín Chaparro, sargentos Badaraco y Rodríguez Reyes. Me
acuerdo que íbamos en el carro del capitán Manuel Christopher escuchando
la juramentación de Carmona Estanga. Mientras pasaba eso, nos entera-
mos que en Miraflores el contralmirante Carlos Molina Tamayo reunió a los
oficiales y tropas del regimiento de la Guardia de Honor.
Al llegar al piso cinco de la Comandancia General del Ejército, vimos
al general Jorge Luís García Carneiro quien nos dijo: “Muchachos,
tranquilos, no vayan a inventar, las cosas tienen su momento”. Él no
encontraba la manera de expresar su desacuerdo con el golpe; era difícil
estar compartiendo esos instantes al lado de los oficiales golpistas.
Luego pasamos a un salón al lado del despacho del general José Ruiz
Guzmán para conversar sobre la situación ocurrida. Ruiz Guzmán era
el jefe del Estado Mayor e inspector del Ejército. Él nos preguntó acer-
ca de nuestros intereses, sobre qué deseábamos hacer. Ofreció villas y
castillos: “¿Para dónde quieres ir tú, Suárez Chourio? ¿Y tú, Fortty?”.
“¿Y cuántos días de vacaciones quieres tú, Villamizar? A esa reunión
también asistió Christian Medina y Alvarado, ambos alféreces de navío.
Ellos decidieron irse hasta la Comandancia del Ejército sin ser miem-
bros de ese componente, con el fin de ver qué pasaba, de saber sobre el
paradero de Chávez, de ver qué se podía hacer.
Minutos después el general Ruiz Guzmán recibió una llamada a su
teléfono celular, pudimos entender que le estaban ofreciendo un cargo
y recuerdo la secuencia de la conversación y más o menos fue así: “Aló,
¿cómo está la cosa?, ¿que si quiero ser inspector?” (de la FAN), “¿pero
con el formato nuevo o el formato viejo?”, (recuerden que con el formato
[244] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR

viejo el inspector de la FAN era una figura administrativa, pero para el


año 2002 ese cargo era más operativo, ya que el ministro de Defensa
era un civil). “No, no, no vale, yo no voy a ser obstáculo para ustedes.
Mándenme de agregado militar para afuera… Yo nunca he salido”.
Es decir, se estaban repartiendo la torta, pero el descaro más grande
que yo he visto en mi vida de profesional es que, después de colgar
la llamada, el mencionado general se dirige a nosotros y haciendo una
señal soez con las manos nos dice: “Estos sí son arrechos, como el que
iba para los almuerzos era el negrito (general Medina Gómez) unifor-
mado de gala, a ese si le van a dar el Ejército, y yo que le eché bolas ayer
me van a dejar por fuera…”.
Luego a todos nos dieron días libres, pero se tardaban mucho para
hacernos unas supuestas boletas de permiso. A las once de la noche
supimos que era una táctica para apartarnos, someternos, controlar-
nos. Yo bajé a pedir mi boleta de permiso. Nadie las estaba haciendo,
era mentira. [Me dirigí] al piso uno de la oficina de personal; hice mi
sustento por escrito y lo entregué. Ya eran las once y treinta de la noche.
Al salir, vimos a un helicóptero aterrizar en el helipunto de la Coman-
dancia General del Ejército. Supuse que allí se llevarían al presidente a
Turiamo.

La revolución recobrada
A pesar de que nos dieron vacaciones, esa misma noche seguimos
comunicándonos por celular. La idea era cuadrar una acción en conjun-
to para rescatar a Chávez. Pero había que hacerlo inteligentemente. La
primera llamada que recibí el 13 de abril en la mañana fue del tenien-
te Carlos Terán Hurtado, compañero de promoción: “Rafa, quiero que
vengas al palacio. Están pasando cosas”. Cuando llegué al regimiento,
me estaba esperando en la prevención, luego subimos a su habitación,
confluyeron allí tres comandantes de Compañías del batallón de Seguri-
dad, es decir, los oficiales que manejaban la tropa y los parques de armas.
Estos oficiales eran, capitán Meléndez Asmad, teniente Gugliemelly
Morey, teniente Terán Hurtado y mi persona, comenzamos a discutir lo
Lealtad a prueba de golpe [245]

que había pasado y evaluamos, todo el mundo estaba claro en regimien-


to; paralelamente se estaban reuniendo en el comando del regimiento
Celso Canelones Guevara, con Morao Gardona y Suárez Chourio, entre
otros, planificando y decidiendo.
Por eso insisto: sin haber coordinado una acción con todas las de la
ley, todo sucedió en orden, de forma armoniosa y espontánea. En eso
activamos el plan de defensa. Esos momentos quedaron grabados en
videos: los golpistas huyendo por los pasillos y los túneles de Miraflores.
Los agentes de la USPP tomaron el salón Ayacucho y apresaron a muchos
de los comprometidos: “Todos los celulares, llaves de carros, documentos,
todo, absolutamente todo se queda. Ustedes están detenidos”. Eso podía ser
visto como una toma de rehenes, pero la verdad era otra: si esa gente llegaba
a salir, el pueblo enardecido, que ya rodeaba el palacio reclamando la vuelta
de Chávez al poder, los hubiera matado. Más bien les hicimos el favor de
protegerlos.
Yo recibí llamadas de oficiales y compañeros que estaban fuera de
Caracas. Uno de ellos me llamó desde Carora (teniente Isviel Rojas
Román) y me dijo: “Compadre, me voy para allá con mi Compañía en
unos autobuses. Ya los tengo preparados”. Cuando hilas todos los acon-
tecimientos das con la verdad: el 11 de abril fue un golpe dado por los
generales sin tropa.
En seguida se reunieron los comandantes de batallón en el Fuerte Tiuna.
Las guarniciones empezaron a llamar a la GHP para pedir instruccio-
nes. Seguidamente el general Morao Gardona escribió en una pizarra
los cuarteles que eran leales a la Revolución Bolivariana y salió declaran-
do por CNN, donde expresaba su posición leal a la Revolución.
El primero de los líderes del proceso que llegó al palacio fue Aristóbulo
Istúriz. Entró por los túneles y los subimos a las oficinas del regimien-
to. Al ir viendo todas las personalidades que llegaban ya se sentía que
volvíamos a la legalidad. Recibí una llamada de la Academia Militar, era
el teniente José Martínez Campos, compañero de promoción y oficial de
planta, me expresó: “Compadre los cadetes y la mayoría de los oficiales
exigen que Chávez venga a la Academia Militar y desde aquí desmienta
[246] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR

todo”. En esa época, yo tenía mucho contacto con José Vicente Rangel,
porque mi suegro, Alberto Mosqueda, fue militante de izquierda y reali-
zaba campaña en la década de los setenta con él. Ambos vivieron el
golpe de Estado muy de cerca. Mi suegro me llamó preguntando sobre
la situación en Miraflores. Yo le contesté: “¡Venga! ¡Aquí está el pueblo
en pleno!”.
El vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela, el tenien-
te Diosdado Cabello Rondón, llegó en una ambulancia resguardado por
los muchachos de la USPP. El mayor Suárez Chourio me dijo: “Desde
ahora, eres el jefe de seguridad de Diosdado Cabello. Tienes que ir con
él para arriba y para abajo”. Cumplí la orden. Finalmente, llegó el presi-
dente en el helicóptero.

Los valiosos detalles


D.R.:¿Ustedes tenían información sobre la ubicación de Chávez?

Tte. Cnel. J.V.: Sabíamos dónde estaba, pero no de su salud. Solo nos
llegaban rumores que durante el traslado de Turiamo a La Orchila le habían
disparado; otros apuntaban que venía golpeado. Hasta ese momento solo
teníamos las pruebas de unos oficiales que lo habían visto.
Pienso que los generales golpistas no midieron dos cosas: uno, la
reacción del pueblo a favor de la Revolución, que fue determinante; y
dos, la conciencia de los oficiales subalternos de que hay una Constitu-
ción y un hilo constitucional.
En la actualidad el que esté confundido es porque quiere, indepen-
dientemente de la ausencia o presencia de mi Comandante. Esa es mi
apreciación.

D.R.: Cuando aparecen los francotiradores el 11 de abril, ¿dónde estaba


usted?

Tte. Cnel. J.V.: Como te dije antes, yo estaba de guardia en el despa-


cho 1. Al caer los primeros heridos, el presidente decidió dar la rueda
Lealtad a prueba de golpe [247]

de prensa. Bajamos con él al salón Ayacucho desde donde le habló al


país. Mi función en ese momento era protegerlo, tenía que ir a donde
él fuera. Inclusive, hicimos un juramento (estaba la capitana de fragata,
hoy almiranta y ministra Carmen Meléndez): el último en caer debía ser
el Comandante, todos íbamos a dar la vida por él.

D.R.:¿Qué cosa le llamó la atención o le impactó del presidente como persona


en esa coyuntura?

Tte. Cnel. J.V.: Mientras todos estábamos llorando, él trasmitía sere-


nidad, tranquilidad. Creo que mi Comandante Chávez nunca perdió
el control de la situación. Supo cuándo ir a Fuerte Tiuna, supo cómo
manejar su cautiverio. Estaba consciente de que era un presidente preso;
tenía la certeza de que no había firmado ninguna renuncia. “No he
renunciado”, le dijo a una fiscal que lo fue a examinar.

D.R.: Coméntenos acerca de la lista de los que se querían ir con él para


Cuba.

Tte.Cnel. J.V.: Fueron momentos angustiantes. Hice tres llamadas


para despedirme: a mi esposa Sarahy, a mi papá Rafael Villamizar y a
mi suegro Alberto Mosqueda. Mi esposa me dijo que se iba conmigo.
Mi papá y Alberto me dijeron: “¿Para dónde te vas? Te quedas aquí. Te
apoyamos en lo que sea”. Cuando el general Suárez Chourio me inscribe
en la lista, porque era él quien la estaba haciendo, me le presento y le
digo: “Yo me voy a quedar”. No pude aguantar el llanto. Suárez Chourio,
comprendió y me dijo: “Tú eres un muchachito, te queda futuro. Tran-
quilo, yo sé quién eres y cuál es tu compromiso”. Finalmente me salí de
la lista; menos mal que no decidimos irnos: eso a la postre ayudó a la
reconquista del Comandante.
[248] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR

Las proyecciones necesarias


D.R.: ¿Cuáles considera que fueron los errores que permitieron el golpe?

Tte. Cnel. J.V.: No considero que fueron errores, pienso que fue inge-
nuidad. Creo que se debieron tomar acciones inmediatas con los medios
de comunicación y con Petróleos de Venezuela. En lo que se refiere a
la parte militar los entes de inteligencia no actuaron como debían, pero
insisto, más que errores fue ingenuidad.

D.R.: ¿Y el error de la derecha?

Tte. Cnel. J.V.: Muy confiados. Yo te aseguro que esa gente no cono-
cía nada del caso del presidente Salvador Allende. Menos mal… si no,
nos hubieran pasado los tanques de guerra por encima, como hicieron
las fuerzas leales de Pinochet a los hombres leales de Allende. Eso sí,
nosotros estamos conscientes de algo: si la derecha da otro golpe, no nos
van a dar tantas comodidades como lo hicieron en el 2002.

C.V.: ¿Ustedes van a permitir que eso ocurra?

Tte. Cnel. J.V.: Por supuesto que no, pero si eso pasa otra vez, no van
a dar tantas libertades. Eso es seguro. Teníamos un amor profundo, sin
límites por nuestro Comandante. Dábamos la vida por él y eso era el
primer motivo que nos mantenía firmes. Pero más allá de eso, sabemos
qué era un golpe de Estado. Todo el mundo tiene que estar claro sobre
lo que está pasando, cómo están los escenarios diarios y trabajar dentro
de la Constitución. Con respecto a las tropas, hoy en día cuando llega un
joven de 18 años a la Academia Militar ya tiene conciencia de las cosas.
Los jóvenes han madurado mucho políticamente.

D.R.: ¿Qué es lo primero que debemos blindar para proteger la Revolución?


Lealtad a prueba de golpe [249]

Tte. Cnel. J.V.: En primer lugar fortalecer la conciencia de la FANB


y de las masas populares. Lo que pasó en las elecciones presidencia-
les del 14 de abril del 2013 es histórico, porque se ponía mucho en
duda el chavismo sin Chávez. No sé si llegaron a escuchar eso, pero se
está demostrando, como decía mi Comandante, que ya no se trata de
Chávez: el chavismo y la Revolución ya es una forma de vida. Esto es
un proceso que debe marchar solo. Si mantenemos conciencia de lo que
pasó y de lo que estamos viviendo, entendemos que esto no tiene vuelta
atrás. No digo que hemos llegado al punto de no retorno, pero estamos
más cerca que hace 14 años. El legado de nuestro Comandante Chávez
debemos mantenerlo vivo para siempre.
Tte. Cnel. OSWALDO TREJO30

Deseo expresar mi gratitud a mis padres por haberme dado la vida y poder haber
sido parte de esta imborrable historia al lado del Comandante. A mi esposa e hijos por
haberme apoyado en todo momento y esperado con paciencia en nuestro bello hogar.
A mi Comandante Hugo Chávez Frías, el grande de América, por ser un maestro
y amigo incondicional de largas y duras luchas que llevaré siempre en mi recuerdo.

30 Oswaldo Trejo. Graduado en la Escuela Técnica de la Aviación (1989), perte-


neciente a la Promoción Pablo Roberto Casanova. Realizó curso en Análisis
Internacional sobre casos Antibioterroristas. Para el momento del golpe de
Estado de abril de 2002 tenía el cargo de maestro técnico de tercera/jefe de
escolta de la Unidad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP). Fue jefe
de escolta de la Guardia de Honor Presidencial. Actualmente ostenta el grado
de teniente coronel técnico.

[250]
[252] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

La vida militar comenzó a interesarme a los dieciséis o diecisiete


años. Me movía algo por dentro, una llama que a veces uno siente cuan-
do muchacho, un afán de conocer. Creo que a todos los militares nos
sucede. A lo dicho anteriormente agrego la vocación, ya que no es una
cuestión de uniforme sino de inspiración verdadera. Recuerdo que un
vecino me decía: “¡Vamos a inscribirnos en la Academia!”. Entonces me
pregunté: “¿De qué se tratará?”. Mi tío fue cadete hace muchos años,
pero no lo logró. Le hice el comentario y me dijo: “Sería bueno que
lo intentaras”. Quería hacerlo y como tengo mucha confianza con mi
papá –que gracias a Dios está vivo– decidí arriesgarme y un sábado se lo
comenté: “Papá, ya tomé una decisión. Voy a ser militar”. Todos querían
que yo fuera doctor. Él tomaba una cerveza y de repente se fue para
atrás: “¿De dónde le salió a usted eso? Ninguno en la familia es militar.
¿Usted sabe lo que está diciendo? Esa carrera es dura, difícil”. Yo le
respondí: “Bueno, usted me ha criado como un hombre. Yo puedo con
ese reto”. Me soltó con reserva: “Usted sabrá lo que hace, échele pierna,
yo lo apoyo”. Más adelante, cuando aprobé los exámenes de admisión,
me manifestó: “Yo lo voy a apoyar en todo, pero no comparto su deci-
sión”. Al final, yo tomé mi camino.
Al principio estaba molesto conmigo, pero luego salimos a comprar
todos los implementos que necesitaba. Entré a la escuela militar en el
mes de septiembre. Era un día muy lluvioso, por cierto. A los tres meses
tuve mi primera visita, mi padre había ido a verme, lo observé detenida-
mente y llorando me dijo: “Hijo, ¿pero qué te han hecho aquí?”. Estaba
flaquito e irreconocible. Él quería que me fuera a casa porque allá no me
faltaba nada. Como si fuese un colegio o un liceo. Yo me negué rotunda-
mente: “Yo estoy muy orgulloso de mi uniforme. Pasando trabajo y todo,
aquí adentro he pasado los mejores momentos de mi vida”. Al final, él se
fue convenciendo de mi decisión. Pasaron los años y me gradué.

“Ese es el hombre, ese es el líder”


Quiero hablar de mi experiencia durante el 4 de febrero de 1992. Aún
no conocía a mi Comandante Chávez, yo era sargento técnico de tercera
Lealtad a prueba de golpe [253]

para esa fecha. Recién tenía tres años de graduado. En esos días traba-
jaba en el aeropuerto de Valencia, estado Carabobo. Al presentarme a
mi unidad vi afuera un conjunto de oficiales del Ejército y una tanqueta.
Me detuvieron y me pidieron mis documentos. Uno de ellos, un sargen-
to técnico como yo, me llamó aparte para conversar: “Compatriota, en
estos momentos ejecutamos una rebelión militar, ni siquiera un golpe
de Estado. Necesitamos que el rumbo de Venezuela cambie de una
vez por todas”. Tales palabras me conmovieron, porque cuando al jura-
mentarse uno besa la bandera uno se estremece. Como lo dice el presi-
dente: “Patria, patria, patria querida…”. Entonces me quedé pensando,
evaluando la coyuntura. Yo sabía que tenía razón. Me dijo que me uniera
al grupo rebelde. Pero en realidad, estaba confundido.
A las diez de la mañana llegó un convoy para trasladarnos al Fuerte
Paramacay, donde la cosa ardía. Entré en una habitación y decidí hablar
con un compañero: “Hermano, creo que esta gente tiene razón. El país
tiene que enrumbarse definitivamente hacia algo nuevo. Mira lo que ha
estado pasando con el pueblo”. Decidimos que si se asomaba otra opor-
tunidad nos sumaríamos al movimiento. Al mediodía los insurgentes
se rindieron. A mí me quedó el gusanito. Luego vi las declaraciones del
Comandante Chávez en la televisión y me dije: “Ese es el hombre. Ese
es el líder”.

El primer contacto
Después del 4F seguí preparándome. Ingresé a la Universidad de
Carabobo y seguí con mi carrera de educación. Ustedes saben que la
época estudiantil es atrevida; y cuando descubrí el movimiento Juventud
Rebelde me gustó la idea de participar en él, a pesar de que siempre nos
inculcaban que los militares no se podían meter en líos políticos. Al salir
Hugo Chávez Frías de la cárcel de Yare en 1994, el consejo de estu-
diantes y la Juventud Rebelde lo invitó a Valencia a dar una conferencia.
Fui a verlo junto a mi compadre Rafael Villegas en la avenida Cedeño,
donde se había concentrado un gran número de personas.
[254] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

Concertamos una reunión con él a través del comandante Pirela. Allí


en Valencia era imposible porque tenía muchos compromisos. Durante
un mes y medio convivimos con la duda: “¿Con qué se come eso de
la revolución?”. Acordamos un primer encuentro en San Felipe, estado
Yaracuy. En esa visita se recolectaría el dinero que serviría para la gira
nacional de Chávez. Pasamos a una habitación donde se hospedaba y
nos saludamos. Les voy a decir una cosa: no hay sensación tan grande
como estrecharle la mano a ese señor; y lo digo en presente, porque él
no ha muerto, está sembrado. “Bueno, cuéntenme. ¿Ustedes son oficia-
les retirados?”. Le dijimos que éramos activos. Con tono serio, soltó:
“¿Ustedes son locos? ¿No saben que esto está minado de inteligencia?
No, salgan de aquí. Yo los llamo luego”.

Los seres del fango


Nos quedamos en casa de un abogado en San Felipe. En la maña-
na siguiente recibimos una llamada: “¡Muchachos! Tienen suerte: van
a desayunar con el Comandante Chávez”. Me puse frío y pálido. En la
carretera nos cambiaron de vehículo y todo. Era parte de un sistema de
seguridad que debía hacerse para acceder a él. Llegamos a una casa y
entramos al patio, había un jardín con una mata de mango grande. No
me acuerdo el nombre de la señora dueña de la casa. El presidente cono-
cía mucha gente en todas partes. Estábamos sentados cuando entró, de
repente, el gran Hugo Chávez: “¡Esto sí está sabroso aquí vale, quién
tuviera tiempo para acostarse en una hamaca en ese palo de mango!
¡Qué sabroso! ¡Vamos a desayunar!”. Él nunca cambió, siempre fue
así: “¿Dónde es la cuestión? ¿Dónde están los muchachos de Valencia?
¡Diles que se vengan!”.
Mientras desayunamos hizo muchas preguntas acerca del estado
de las Fuerzas Armadas de la nación. Inmediatamente recalcó la idea
crucial del proyecto: “Sigilosamente y con astucia armaremos un ejérci-
to. Ustedes tienen el fango por dentro, pero en estos momentos nosotros
no podemos ir a elecciones. Lleven el mensaje a las tropas: hay que
hacer una constituyente”. Respecto a la necesidad de contactarlo, dio su
Lealtad a prueba de golpe [255]

número pero nos prohibió llamarlo desde celulares personales. Había


que hacerlo desde un teléfono público para burlar la inteligencia.

Las pericias de la base revolucionaria


Lo llamamos muchas veces pero fue imposible contactarlo. Pasó algo
fortuito: me encontré con el tráiler que lo llevaba de gira cerca de Lomas
de Funval, donde yo vivía. Me detuve en mi carro y pregunté. Era cierto:
allí andaba el líder del movimiento bolivariano. Decidí acercarme para
conversar con él. Recuerdo que tenía mi uniforme puesto. Esperé que
terminara su mítin y me aproximé. Le dije a un muchacho que estaba
allí de guardia: “Conozco a Chávez, quiero hablar con él. Soy militar
activo”. Minutos después entré y lo conseguí con unos periodistas. Él se
levantó y dijo: “Bueno, suspendamos la entrevista ahorita, yo los mando
a buscar luego”. Fui al grano: “Mi Comandante, ¿cómo está? Desde la
última vez que nos vimos en San Felipe no he podido comunicarme con
usted. Quería decirle que ya comenzamos a diseminar el mensaje. ¿Cuál
será el próximo paso? Dígame, usted es el hombre de las instruccio-
nes”. Se relajó un poco y sentándose manifestó: “Muchacho, tengamos
paciencia. El mensaje es el mismo: por ahora, la constituyente. Vamos a
ir armando el ejército. Tendré un mensajero, así que dame tu número. Te
va a llamar una señora de nombre Coromoto”.
Pasaron quince días y nada. Le comenté a mi compadre: “Hermano,
nos mamaron gallo otra vez”. Un mes después, Coromoto se comunicó
conmigo: “¿Usted es el señor Trejo? Lo llamo de parte de tal”. Chávez
para esa época utilizaba un seudónimo. Acordamos una reunión al día
siguiente en mi casa. La mujer se llamaba en realidad Nancy Pérez, la
conozco desde hace muchos años. En la sala nos dijo: “¡Muchachos,
ustedes no saben los líos que me he calado por culpa de ustedes! El
Comandante me dijo que los buscara hasta debajo de la tierra”. Desde
entonces, 1994, anduvimos con él prácticamente siempre. La idea era
hacer contactos dentro de las Fuerzas Armadas.
[256] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

En esa época trabajamos con Francisco Ameliach, Oscar Navas


Tortolero y Nancy Pérez. También recuerdo a José Ordoñez, al cual se
le conocía como el comandante “Gato”. A este lo conocí en una reunión
que hicimos con Chávez para coordinar las acciones del movimiento,
tanto en el ala civil como en la militar. El hijo de Sabaneta nos llamó
aparte con Ordoñez: “Muchachos. A partir de ahora quiero que ustedes
trabajen conjuntamente con el comandante ‘Gato’. Hagan un equipo
capaz de unir la parte cívica con la militar”. Lamentablemente, José
Ordoñez fue asesinado años después, creo que fue un sicariato.

Casa militar: el otro hogar


Cuando nosotros ingresamos en 1999 a Casa Militar había cuatro
oficiales y dos jefes de escoltas, es decir, el mayor Suárez Chourio, el
capitán Ávila Ávila, Otaiza, el mayor Henry Rangel Silva, el compadre
Villegas y yo. Bueno, nosotros muy humildes, como unos pollitos en
un gallinero, todos asustados porque era primera vez que salíamos de
la Fuerza Aérea para la Casa Militar. ¡Eso era lo máximo! Inclusive,
antes de llegar allá, yo le decía: “Compadre, vamos a ponernos a trotar”.
Después de una semana estábamos cansados. Fue algo muy cómico.
Inmediatamente comenzamos a trabajar en la Unidad de Seguridad
y Protección Presidencial (USPP). Allí nos recibieron el mayor Rangel
Silva y el capitán Ávila Ávila. Nos dimos cuenta de que la Unidad estaba
en el abandono, no había literas, ni mucho menos habitaciones para los
oficiales, por ejemplo. Nos fuimos a la base aérea donde teníamos un
compañero y allí nos quedamos mientras organizamos las cuestiones en
la Casa Militar.
Todo eso fue en el año 1999. El lunes llegamos otra vez y el mayor
Rangel Silva nos informó: “Bueno, muchachos, aquí está la plana mayor,
vamos para el regimiento Guardia de Honor Presidencial a ver si conse-
guimos una oficina, una litera y algunas cosas más”. Desde ahí fuimos
armando la USPP, que es ahorita la del pueblo.
Nos fuimos congregando con amor, sacrificio, lealtad y compromiso.
Así lo hicimos dentro de la Casa Militar. Lo bueno es que ya estábamos
Lealtad a prueba de golpe [257]

formados ideológicamente. Sabíamos cuál era el objetivo a perseguir


y a qué estábamos apegados. Todavía lo mantenemos: aquí no puede
haber traiciones ni equivocaciones. Teníamos todos los días, a juro, que
pararnos a las cuatro de la mañana –dormíamos al lado de la Banda de
Guerra–, nos cambiábamos y salíamos de ahí a las cinco en punto. A
esa hora íbamos al palacio de Miraflores a caminar y a observar. Nos
enteramos de que los que estaban al frente de la Jefatura de Escoltas
deseaban desplazarnos. Básicamente aprendimos a los golpes hasta que
un día Brito Lombardero nos avispó.
Trabajé para mi Comandante Hugo Chávez Frías diez años exac-
tamente. Lo hice como jefe de Escolta, pues entré a la Casa Militar
en febrero de 1999. Allí viví experiencias tremendas, muchos sueños y
combates. Después de que fue electo presidente nos batimos en todas
las querellas constitucionales que libró a lo largo y ancho del país. Así
llegaríamos al 11 de abril del 2002, fecha cuando Venezuela vivía una
polarización política brutal.

Cuando la marcha cambió de rumbo


Ese 11 de abril de 2002 recibí guardia con el comandante Jesús
Villamizar en el palacio. Hicimos todo lo de costumbre: revisar las
caravanas y los carros, que los sistemas de seguridad estuvieran a tono,
que las llaves funcionaran. Sabíamos que no era la primera ni la última
marcha que ejecutaría la oposición. En fin, un pase de revista rutinario.
Con el transcurrir de las horas notamos con preocupación que
la manifestación tomaba cuerpo, no era igual a las otras, esta traía
odio, rencor. Los líderes principales: Carlos Ortega, presidente de
la Central de Trabajadores de Venezuela, y el almirante Molina Tamayo
y Guaicaipuro Lameda, presidente de Petróleos de Venezuela, llevaban
malas intenciones. Sin embargo, nunca perdimos la confianza en Chávez,
siempre tenía una respuesta y una estrategia para cualquier tipo de situa-
ción. O como decimos nosotros: una carta bajo la manga, que tarde o
temprano iba a sacarla.
[258] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

Cuando vimos por los canales de televisión que desviaban la ruta


hacia el palacio y la gente gritaba: “¡A Miraflores!”, le pedimos ayuda
a Brito Lombardero, uno de nuestros asesores. Él tenía mucha expe-
riencia; a la postre se volteó. Yo apreciaba mucho a ese señor debido a
su trayectoria. Le preguntamos: “Si rompen estos cinco anillos y llegan
aquí, ¿qué vamos a hacer?”. Su respuesta fue jocosa pero muy real: “Si
lo hacen, la Guardia Nacional debe salir corriendo. Esa gente viene
dispuesta a todo”.
Luego del mediodía, empezaron los tiros, los enfrentamientos. El
personal comenzó a irse del palacio. En un momento apareció un grupo
de operaciones de la Dirección General Sectorial de los Servicios de
Inteligencia y Prevención (Disip) para tomar las instalaciones de Miraflores
y los sitios circundantes, porque ya habíamos capturado a unos presun-
tos francotiradores que estaban en el edificio Edén. Inclusive, gente de
la caravana presidencial participó. Los capturamos y los llevamos a
Miraflores; no sabíamos si entregarlos o no, era un mar de confusiones.
Con todo, el personal que trabajaba adentro continuaba yéndose
en su horario habitual a buscar a sus niños al colegio. ¡Imagínense ese
panorama! ¡Una Caracas trancada por los cuatro costados! Ese 11 de
abril la patria nos llamó para luchar. ¿Quién no se va a sentir orgullo-
so de tener una situación real de combate junto a Chávez, el líder del
pueblo venezolano y de Latinoamérica? Se lo comentaba en estos días a
mi esposa. ¡Bueno! Cada quien con su conciencia.

“¿Qué hacemos con el presidente?”


Alrededor de las ocho de la noche la derecha hizo un llamado al
pueblo para que se concentrara en el palacio. Todo eso estaba bañado en
sangre por la cantidad de heridos y muertos de la tarde. Como la oposi-
ción no logró su objetivo de llegar a Miraflores, entonces comenzó
la guerra psicológica. A las diez salí a investigar cómo estaba el
ambiente en las calles circundantes y me encontré con un silencio
terrible: ni opositores ni de los nuestros. Pensaba que había una
tarima, pero ni eso vi. Parecía que hubiese pasado un huracán. A esa
Lealtad a prueba de golpe [259]

misma hora, aprovechando que estaba de guardia, nos reunimos en el


despacho presidencial. Comprobamos la asistencia del personal, ajusta-
mos los roles de cada quien, chequeamos todos los accesos y verificamos
el estado de salud del Comandante. Lanzábamos ideas y propuestas:
“¿Qué hacemos con el presidente? ¿Lo sacamos en un vehículo? ¿Hacia
dónde?”. Inclusive, teníamos un sitio para llevarlo y protegerlo.
Mientras cuadrábamos eso quedaba uno que otro ministro boliva-
riano y sus asistentes. Debo decir que nuestros hombres de la USPP no
se movían para nada de sus puestos; era como una columna vertebral,
siempre protegiendo a Chávez. Un camarada comentó que ni el dinero
lograba comprarnos para que abandonáramos el barco. Al contrario: nos
entregamos por completo a la defensa del líder supremo. Esos eran los
jefes de escoltas de la Cuarta República, como los de Carlos Andrés
Pérez y Jaime Lusinchi. No ejercíamos nuestro rol para escalar una
posición social o por el estatus que daba la Casa Militar. La verdad era
otra: estábamos por amor. Aunque no habíamos recibido un manual de
entrenamiento, estábamos preparados para lo que fuera.

El juramento
Así transcurrió la noche. A las once vivimos una de las situaciones
más fuertes. Se hizo una lista con dos opciones: la primera, que el presi-
dente se fuese de Miraflores con nosotros protegiéndolos; y la segun-
da, que se quedase para morir con las botas puestas. El miedo es libre.
Eso lo dijo el comandante de la USPP, Jesús Suárez Chourio; recuerdo
textualmente la frase: “Señores, el presidente va a tomar una decisión en
este momento, si es de quedarnos aquí, lo haremos; el que quiera irse
está en la facultad de hacerlo, las puertas están abiertas”. Esas palabras
más bien nos dieron valor, mucha fuerza; unos enfrentaban la tristeza
y otros llamaban a las esposas para despedirse. Mi familia me llamaba,
pero yo no atendía, no deseaba angustiarlos diciéndoles que estábamos
esperando los bombardeos”. De hecho, los llamé temprano y les declaré
que todo estaba bien”. Entonces, mi papá me expresó: “¡Cómo vas a
estar tranquilo! ¡Los generales están hablando!”. Yo lo frené: “Ellos están
[260] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

por allá y nosotros aquí tranquilos”. Sin embargo, cuando el comandante


Suárez Chourio planteó la decisión, en vez de salir corriendo nos unió.
Hicimos un juramento: “Señores, si el presidente se muere esta noche,
morimos con él”. Ahí estábamos con las botas puestas. Posteriormente,
salió para decirnos que el presidente había tomado una decisión: ir a
Fuerte Tiuna a ver a los canallas de frente. Eso para mí fue importante.
Pienso que tenemos un líder que no se ha gastado nadie en el mundo
después del Libertador, un héroe.

La carta bajo la manga


Recuerdo que preparamos dos vehículos protocolares y cuando él iba
saliendo había emociones de todo tipo, unos lloraban, otros gritaban:
“¡Comandante, volveremos!”. Chávez respondía: “¿Cómo vamos a volver
si no nos hemos ido?”. Siempre tuvo ánimo y fuerza de seguir batallan-
do. Él debía tener una carta bajo la manga; al principio no entendíamos
por qué se había entregado para ver a esos canallas en el Fuerte Tiuna.
“¿Por qué no nos quedamos y resistimos? ¿Por qué no irse al 23 de
Enero con el pueblo?”. Me decía para mis adentros. Pero el presidente
era más sabio que nosotros, de verdad que sí; evitó sangre y muchas
amargas experiencias; prefirió sacrificar su vida por el pueblo. Justo allí
fue que interpreté, de verdad, que sí tenía una coartada.
El presidente se fue a las tres de la mañana, vio a esos hombres a los
ojos y obviamente se acobardaron porque no aguantaron el poder de
su espíritu. Les dio la mano y los trató como amigos. Aunque él quería
irse solo, Christian Medina y Jesús Suárez Chourio dijeron: “No, señor,
vámonos, si nos van a golpear que nos golpeen a todos”.
El jefe de Casa Militar en ese momento, el general Vietri Vietri, se
quitó la boina, la lanzó y gritó: “¡Hasta aquí soy chavista!”. No pisotea-
ban solamente a Chávez ni a la boina, sino también la bandera, el honor
y a la Casa Militar, la cual él dirigió. No sé qué pasaría por su mente.
Posteriormente, vi al maestro Brito Lombardero por allá, en un rincón,
fumándose un tabaco y le pregunté qué pasaba. Su respuesta fue seca:
“Muchachos, bajen, recojamos todo el armamento. Ya esto se acabó”. Al
Lealtad a prueba de golpe [261]

escuchar eso pensé: “Este señor está picado de culebra”. Lo dejé quiete-
cito y me fui. Volví a la caravana, dimos un discurso de solidaridad a los
muchachos: “Señores, aquí vamos a esperar al presidente, mantengamos
el orden, la calma”. Después se presentó el subjefe de la Casa Militar,
Almidien Moreno Acosta: “Muchachos, ya es hora de reflexionar, el
presidente se entregó. Vamos a mantener la calma, esperemos qué pasará
mañana”. ¿Se lo llevan secuestrado? ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo?
Ese tipo de preguntas nos hacíamos.

Es un deber: La dignidad
Al día siguiente, el 12 en la mañana, empecé a recoger todo de una vez
en una caja y le entregué la guardia a un compañero llamado González
Colina. En ese instante llegó el maestro Brito Lombardero y me inte-
rrogó que para dónde iba. Yo le respondí: “¡Lo que usted está viendo! El
presidente está en Fuerte Tiuna y no sé en qué situación. Voy a asumir
mi responsabilidad. No tengo nada que hacer aquí, no le voy a prestar
seguridad a un hombre nefasto que tomó el palacio por las armas. ¿Ese
es el tipo de libertad que usted quiere? ¿Que nos dobleguemos? Me va
a disculpar, pero que me boten de las Fuerzas Armadas. Ahorita voy a
personal y de una vez pido mi desincorporación”.
Luego de eso le pregunté a González Colina: “¿Qué pasó, dónde está
la foto que tenías con el presidente cuando te ascendió y la de su hija?”.
Y me confesó: “Compadre, tú sabes que por ahí vienen los que van a
recibir la Casa Militar, a lo mejor no les gusta ese tipo de fotos”. Le
advertí: “González Colina, uno debe tener dignidad. ¿Cómo vas a quitar
la foto de ahí? ¡Allá tú con tu conciencia!”. Ese sujeto estaba muy bien
vestido, como si no hubiese pasado nada. Pero hay un detalle: González
Colina venía de la Cuarta República y él no amaba al presidente. Lo veía
como una mercancía y no como el líder que se alzó el 4F. Él no sentía
admiración, por eso tomó esa actitud; la respeto, pero no la comparto.
[262] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

El Morocho
Recuerdo que ese 12 de abril mi esposa se hallaba en Valencia. Se
estaba mudando a una casita que habíamos comprado con un crédi-
to que me dio el Banco Industrial de Venezuela. Se mudó sola el 11
de abril, no pude ayudarla. Cuando llegué a la casa me encontré con
todo ese perolero, lo único que hacía –no me da pena decirlo– era llorar
como un niño porque sentía que me habían arrebatado al Comandan-
te Chávez. ¡Cómo dejamos que pasara! Era increíble que no pudiéra-
mos hacer nada. Era una impotencia que me trancaba el pecho. Eso
fue llorar y llorar; esa noche no dormí. Gracias a Dios tuve el honor
de contárselo una vez en Barinas, en su cumpleaños. Él estaba en una
hamaca y me preguntó: “¿Cómo estas morocho?”. Me tildaba así porque
había otro compadre, Rafael Villegas, que también era jefe de escoltas
y, como él era altísimo y yo pequeño, entonces el presidente cuando nos
veía juntos declaraba: “¡Ustedes parecen los gemelos de la película de
Danny de Vito y Arnold Schwarzenegger!”. Así nos bautizó: “De ahora
en adelante ustedes son los morochos”. Ese día en Barinas me dijo algo
muy curioso que nunca olvidaré: “¿Cómo está la familia, Morocho? ¿Tú
estabas llorando el 11 de abril?”. Empecé a echarle el cuento hasta que
se quedó dormido en la hamaca.
Bueno, para volver al 12 de abril, recuerdo que mi esposa me dio un
ánimo tremendo: “¿Tú piensas quedarte aquí llorando días, semanas y
años? Chávez no se ha muerto. ¿Dónde está la gente que lo apoyaba?
¿Tus compañeros? ¿La gente de las Fuerzas Armadas? Empieza a llamar
a la gente, sal de aquí, ¡ve a ver qué puedes hacer! ¡No te puedes quedar
lamentándote!”. Supe que tenía razón. Me dio hasta una cachetada. En
serio, las mujeres a veces cuando se templan son más fuertes que los
hombres. Teníamos un niño de dos años, ella recién mudada y no le
importaba asumir su papel de pueblo en la calle.

Las boinas traicioneras


Anteriormente a eso, el día 12 nos reunimos en las oficinas la USPP e
intentamos secuestrar a todo el Alto Mando Militar junto con Carmona
Lealtad a prueba de golpe [263]

Estanga en el salón Ayacucho. Íbamos a dar el golpe hasta que aparecie-


ra el presidente. Queríamos intercambiar uno por otro. Cuando plani-
ficábamos esa operación se apareció el general Morao en la oficina y
dijo que era muy arriesgada. Yo no confiaba en nadie porque vi cómo
personas a las que el presidente llamaba “mi hermano”, “mi amigo”,
“mi compañero” terminaron huyendo del palacio. Personas con boinas,
chaquetas y pintados de rojo que lo traicionaron. Luego, los veíamos en
el lado contrario, como el gordo Rosendo. No creíamos en nadie, solo en
el grupito que teníamos ahí, los doce o trece que sabíamos que estaban
comprometidos hasta el final, pero en el resto no. Entonces Morao nos
perfiló una cuestión que era muy razonable allí: “Este no es el momento,
vamos a esperar porque la oportunidad va a llegar. Tengamos calma que
el pueblo que está afuera no va a calarse esa”. Desistimos de la idea.

La luminosa locura
A partir de allí ya estábamos conspirando. Empezamos a anotar los
números telefónicos. Los oficiales que venían con Carmona Estanga ya
tenían las cartas listas y hasta los carnés. Imagínense el orden del golpe.
Era un plan completo, pero no contaron con el pueblo en la calle. Eso
no lo calcularon.
Cuando mi esposa me exigió que reaccionara lo primero que se me
ocurrió fue llamar a Medina Macero para saber qué estaba pasando.
Me respondió: “No puedo hablar ahorita. Lo único que puedo decir es
que estoy con el comandante Suárez Chourio. ¡Vente para Caracas!”.
Por casualidades de la vida llamé al capitán Aquino Lamón, quien se
encontraba en Valencia; ahí nos encontramos en la avenida Bolívar, lo
acompañaba, Nancy Pérez. Aquino me reveló algo importante: “Acabo
de hablar con Adán Chávez. El pueblo se está levantando, la gente de
El Valle está bajando de los barrios. Las calles de Caracas están enarde-
cidas. Voy a llamar a un grupo de gente y los voy a llevar de Valencia a
Caracas. Ustedes tienen que hacer lo mismo. ¡Vamos a darle!”. Aquino
también había recogido todas sus maletas, las cajas, los libro, tenía un
[264] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

escaparate en la camioneta, por lo que deseaba dejar todas esas cosas en


la casa de su hermano. Así lo hicimos y arrancamos para Caracas.
Ya en Caracas le dije que era peligroso meterse al palacio. Las comu-
nicaciones estaban cortadas, lo que ponían en la radio era la orquesta
Billo´s, como si no estuviera ocurriendo nada. Apunté: “Uno no sabe
qué está pasando allí adentro. Debemos tener malicia, lleguemos a un
sitio cercano y evaluamos la situación. Una vez que lo hagamos nos
reintegramos al equipo”. No sabíamos que Christian Medina Macero,
Suárez Chourio y Morao estaban tomando el palacio. Desde el barrio
Los Flores llamamos a unos de ellos y nos recomendaron que no nos
acercáramos todavía a Miraflores. Ellos quedaron en avisarnos. Decidi-
mos irnos a Maracay porque escuchamos algo de una revuelta: “Vámo-
nos para allá, por lo menos agarramos un poco de gente, nos la traemos
para acá y entramos a Caracas como sea, como los Libertadores”. Una
cosa loca, pero algo debíamos hacer.

El pulso del general Baduel


Nos fuimos a Maracay el 12 de abril. Había bastante gente en el
Regimiento de Paracaidistas y nadie quería dar el paso. Aquino sacó
la credencial y dijo: “Somos de la Casa Militar, venimos a traer una
información”. Nos dieron acceso y pasamos con la camioneta hasta la
entrada del regimiento. Aquino reconoció a un mayor que estaba en la
prevención; este se acercó y se sorprendió al verlo. “Compañero, vengo
a traer una información –lo que quería era meterme en el asunto– al
general Isaías Baduel”. Pasamos.
Allí lo vi, todo un temerario. Te digo con sinceridad: no sé qué le pasó
a Baduel. Sigue siendo una incógnita: él se había declarado un hombre
resteado con el proceso revolucionario, con el país y con su boina roja.
Yo lo vi con estos ojos y uno sabe cuándo un hombre es sincero. Que me
juzgue quien quiera hacerlo, pero Baduel fue decisivo para la retoma del
hilo constitucional en Venezuela.
Entonces entramos a hablar con él para ponerlo al tanto de la
situación de la Casa Militar. Algunos generales golpistas intentaron
Lealtad a prueba de golpe [265]

amedrentarlo. Él solo les recalcó que lo disculparan, pero que no había


nada qué hacer, que su tropa tenía una posición y no iba a declinar ante
nadie. Eso fue una posición firme. Recuerdo que el general Julio García
Montoya conversó con el general Baduel. Cuadraron llamar a todas las
guarniciones para ver quién estaba a favor de Chávez o de Carmona
Estanga. Hicimos una lista de los batallones, inclusive las órdenes eran
que nadie saliera a la calle; activen su plan de defensa; que nadie dispare;
que todo el mundo se mantenga alerta en su batallón y obedezcan solo
las órdenes de este comando.
Nos convertimos en Comando del Ministerio de la Defensa, del
Comando General de las Fuerzas Armadas en Maracay y de la Briga-
da de Infantería de la Armada. El almirante Camejo y otros se fueron
sumando a la fuerza del pueblo. De allí sacamos como treinta y pico de
batallones, todos plegados a la Revolución. Esa era la otra carta bajo
la manga que tenía el presidente; supongo que decía: “Si aquí no me
matan, alguien va a hacer algo por mí”. Menos mal que teníamos una
oposición bruta y que los gringos no vivían aquí.

Los paracaidistas al rescate


Así seguía transcurriendo la noche. A la una de la mañana del 13 de
abril llamamos al palacio. Recibimos información de que todo se hallaba
controlado, pero solo sabían que lo habían trasladado de Turiamo a La
Orchila. Unos decían una cosa, otros otra. Decidimos contactar con los
oficiales de la isla para ver si estaba allá y enviar un grupo de rescate.
Entonces Baduel recalcó: “Aquí tengo a los paracaidistas, un grupo en
la Casa Militar y está Cheche”, quien era el comandante general de
la Fuerza Aérea, el difunto Torres Finol. Este le dijo: “Mi general, yo
busco los helicópteros y si no vienen quemamos la base”. Baduel ordenó:
“Llame a ver si están los helicópteros para mandar a esta comisión a La
Orchila”.
La amenaza que le hicieron al presidente de bombardear al palacio
no era eficaz: la Base Aérea Libertador estaba a favor la Revolución; un
[266] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

maestro técnico de segunda llamado Durán y un grupo de suboficiales


no dejaron que los aviones despegaran. Estos compatriotas los desac-
tivaron; recuerden que hay dos aviones de reacción siempre de guardia
para cualquier eventualidad. Además de eso, encerraron a los pilotos:
“Señores, si alguien vuela aquí los matamos a todos”. Ese es un capítulo
que la gente no conoce. Si el presidente hubiese tenido comunicación, a
lo mejor habría tomado otra decisión.
Cheche llamó al general de los helicópteros: “Necesito que me
mandes ya tres helicópteros porque vamos a rescatar al presidente. Dime
si los vas a mandar o no. Esto es por las buenas. No hagas que vaya
por las malas”. De la Brigada de Paracaidistas había un grupo de la
Casa Militar y de la cuarta división, es decir, se podía tomar Maracay
facilito. Estaba prácticamente comprometida y al general no le quedó
otra que cumplir: “Ya se los mando, mi general Finol”. Llegaron los
helicópteros y allí el general Baduel hizo las designaciones. Se ofreció
el general Uzcátegui y el contraalmirante Camejo, quienes eran los dos
oficiales superiores. Se sumaron veinte paracaidistas y seis oficiales de la
CM. Yo pregunté si las naves eran confiables porque podían derribar-
nos al mar y listo. ¡A los tiburones! Entonces estaba “Ficha” y García
Tonzón, técnicos de explosivos quienes, para quitarnos la duda, revi-
saron los helicópteros. En ese instante ni siquiera el general Uzcátegui
ni el contraalmirante Camejo tomaron el control de la operación. Al
contrario, fue el capitán Aquino quien les robó el liderazgo. ¡No se lo va
a robar con esa ebullición que nos imprimía el presidente! Sin embargo,
no hubo ningún problema en la condición de liderazgo. Aquino dirigió
al grupo en cada uno de los helicópteros. Creo que despegamos hacia La
Orchila entre la una y dos de la mañana del 13 de abril. Ya uno no sabía
ni el tiempo que estaba viviendo.
Nunca se me olvida que un teniente iba dándole ánimo a los paracai-
distas en el vuelo: “Nos llegó la hora, para esto fuimos formados. ¡Patria,
socialismo o muerte! ¡Venceremos!”. Existía un entusiasmo grande. Yo
le confesé al teniente que no conocía la isla; y me soltó con energía: “No
Lealtad a prueba de golpe [267]

se preocupe. Nosotros sí la conocemos. Hemos brindado protección allí.


¡Ahora vamos a ver cómo es la cosa!”.

Una casa en la oscuridad


Yo iba en el primer helicóptero, a lo lejos se veía una lucecita y ese
corazón palpitando al cien por ciento. Creo que si me hubieran pincha-
do el brazo, no habría botado sangre. Tenía ganas de salir corriendo y
verificar que el presidente estuviese bien, porque decían que había sido
maltratado, golpeado. Existían muchos rumores y nosotros con esas
ansias suponiendo lo peor: “Si al presidente le pasó o le dieron algo, aquí
va a correr sangre”.
La idea era aterrizar en el medio de la pista. Allí divisé a un avión de
la Disip. Ya en tierra reconocí a uno de los pilotos. Era un capitán de
la Fuerza Aérea y un comisario de la Disip. Aquino se acercó a ellos y
les preguntó por qué estaban allí; solo dijeron que tenían instrucciones
de buscar a Chávez. Nos revelaron que había en la isla unos UOPE
(Unidad de Operaciones Especiales), que a ellos les dejaron una camio-
neta Volkswagen y que prometieron traer de vuelta al presidente. Algu-
nos se metieron en la camioneta y otros fuimos caminando hasta el sitio.
Al llegar, estaba todo oscuro. Entonces el general Uzcátegui comentó:
“Esto parece una emboscada”.
Antes de eso, para contar algo jocoso, el comandante del grupo
cuatro mandó el helicóptero presidencial, pero no sabíamos ni teníamos
conocimiento de que eso pasaría. Cuando se acercaba el helicóptero, el
contralmirante Camejo se sorprendió. Yo simplemente le dije: “¡No sé,
mi contralmirante, tírese al piso! ¡Es una emboscada!”. En medio del
desconcierto nos lanzamos al piso, empezamos a rampar en el monte.
Todos estábamos a la defensiva preparándonos para un ataque. De
repente, el helicóptero tocó tierra, se bajó un compañero y gritó: “¿Qué
pasó? Esta es la nave del Comandante Chávez. Venimos de Costa Rica
con su equipaje”. Por si acaso, les pedimos sus pistolas y revisamos todo
el aparato aéreo.
[268] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

Luego de esa anécdota curiosa, recuerdo que nos aproximamos a


la casa donde tenían secuestrado al presidente. Era una casa peque-
ña, apartada, oscura. Aquino se ofreció a entrar con cuidado para no
comprometer la vida de nadie y que si en diez minutos no salía que
entráramos sin falta.

El milagro del reencuentro


Aquino fue y no pasaron dos minutos cuando se prendieron las luces.
Entramos y vimos al presidente. Abrazó a los paracaidistas diciéndo-
les: “¡Muchachos! ¡Qué bueno! ¿Tú de dónde vienes? ¡Gracias!”. Al
verme soltó con energía: “¿Tú quién eres?... ¡Muchacho, te esperaba!”.
Se volteó, y agarrándonos le dijo al sacerdote Ignacio Velasco que estaba
allí: “¿Vio? ¡Estos son mis muchachos de la Brigada de Paracaidistas!
¡Es para que vean que no estoy solo!”. En ese sitio también se hallaba el
gobernador de Portuguesa, Castro Soteldo; él no llegó con nosotros, no
sé con quién fue pero estaba ahí y el Comandante lo abrazó.
Luego apareció un capitán de navío –era de los OUPE– para mani-
festarnos que custodiaban al presidente: “Lo estamos salvaguardando.
No lo teníamos secuestrado. Aquí le hemos prestado toda la seguridad
posible”. Así que este oficial ordenó a los demás deponer las armas sin
ningún problema. Para mí ese capitán esperaba instrucciones. Inclusive,
él se fue con nosotros para Miraflores. Entró al palacio por la puerta
dorada; creo que Chávez sabía que ellos eran sus asesinos. Pero no creo
que sean todos, porque algunos de las fuerzas especiales eran compañe-
ros míos.
Posteriormente les pregunté por qué no habían actuado y solo me
informaron: “Nosotros estábamos recibiendo órdenes, no íbamos a
permitir que al presidente le pasara algo”. Mi amigo el teniente Christian
Medina Macero lamenta no recordar el nombre de aquel capitán de
navío; sabemos que fue entrenado en Guatemala dentro de la Escuela
de Fuerzas Especiales Kaibil, un verdadero cuerpo asesino.
Retomando la situación del presidente: gracias a Dios a él no le pasó
nada, ni un rasguño. Nosotros llevamos a un médico de apellido Castro
Lealtad a prueba de golpe [269]

y a un fiscal militar, cuyo nombre no recuerdo. Ambos eran de la Fuerza


Aérea. Baduel lo recalcó así: “Hay que llevar un fiscal y un médico por
si acaso el presidente está maltratado, herido o cualquier cosa”. Cuando
vimos al Comandante Chávez lo primero que le preguntamos fue por
su salud. “¡No, no, no, muchachos! ¡Tranquilos, aquí hemos estado bien!
Aquí nadie ha golpeado a nadie. No me han tocado, estoy bien, estoy
excelente”. Todo el mundo indicaba que lo habían golpeado, yo no lo vi,
pero dicen que lo vejaron. A lo mejor lo insultaron y lo llamaron “cobar-
de”. Seguramente diciendo así como en el 4F: que se había rendido otra
vez, abandonando todos sus ideales y traicionando al pueblo, cosas como
esa. La verdad era que se veía bien, tenía una franela verde y la chaqueta
con sus franjas tricolor.
Ese momento era de mucha emoción. Luego continuó abrazando a
los soldados diciendo: “¡Mis muchachos! ¡Sabía que ustedes no me iban
a abandonar!”. Aquino aprovechó para informarle que en Caracas la cosa
estaba que ardía. Luego, tomando una pausa, se alistó y dijo: “¡Vámonos
directo a Caracas!”. Mientras nos preparábamos para salir de la casa, se
fijó en Ignacio Velasco y le soltó con humildad: “Ignacio: ¿te vas a quedar
ahí? Vente conmigo, chico”. Fíjense en la humanidad de ese hombre.
Habían comentarios de que un portaviones estadounidenses merodeaba
las aguas de Aruba, zona limítrofe con Venezuela; pero nadie lo vio. Es
más, presentíamos que podían tumbarnos en cualquier instante.
No dudamos más y nos montamos en el helicóptero. Yo iba al lado
izquierdo del presidente y Aquino iba al lado derecho, un grupo de
paracaidistas iba atrás. En el vuelo hizo muchas preguntas: “¿Cómo
se desarrollaron las cosas? ¿Y cómo se comportó tal persona? ¿Cómo
está Caracas? ¿La gente está en la calle?”. Tratábamos de ser concisos
dentro de la emoción: “Mire, mi Comandante, el pueblo salió a la calle,
no sabemos cómo está la situación en Caracas, seguramente lo están
esperando”. O sea, la angustia de él no era ni siquiera saber quién lo
traicionó, sino el pueblo.
Él hizo una reflexión cuando nos acercábamos al palacio: “Ahí está,
estamos llegando a Caracas… Ahí se ve la humareda. Gracias a Dios no
[270] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

dio para más, porque este pueblo iba a quemar Caracas, iba a quemar a
los nefastos, los iba a quemar adentro…”. Fueron como cuarenta minu-
tos que tuvimos al presidente. Peleábamos por él y nos retábamos a ver
quién era el mejor para salvarlo. Nos llenamos de gloria: en esos minutos
sentimos que era nuestro; un acto egoísta por supuesto: “¡Aquí está! ¡Lo
llevamos! ¡Y está vivo!”.
Cuando aterrizamos en Miraflores, la realidad nos iluminó: el presidente
era de todos. Apenas tocamos tierra, la multitud se lo llevó para fundirse entre
el pueblo. Recuerdo que estaba Christian Medina Macero, Canelones, y yo
que tenía una grabadora. ¡Tomaron unas fotos que recorrieron al mundo! Yo
me había quedado arriba; bajé primero y luego descendió el presidente.
En esos instantes veo al compadre Villegas, me abrazó y emocionado
me declaró: “Compadre, menos mal que llegó”. Pero no pude hablar
con él porque la ola emocionada impidió eso. La banda de guerra nunca
tocó tan bien como ese día. Entonces, se lo llevaron al palacio y todo se
llenó de gente, ahí ya no había seguridad ni nada. Luego, él le dijo unas
palabras a la nación, eso fue muy emocionante.

Las incógnitas de la historia


Quería comentar que muchos de los involucrados en todo esto conti-
nuaron en el ámbito militar. El mismo Brito Lombardero ascendió en
julio del 2002; el presidente lo hizo sabiendo que él fue quien sacó a
Carmona Estanga del palacio, así como también a Carlos Andrés Pérez
y a Rafael Caldera, a todos. El hombre con mayor experiencia y con un
comando preparado para eso nos traicionó a todos, no solamente a la
patria sino también el amor de cada uno de los compañeros. Él tenía
información, estaba en la jugada. Hasta antes del 11 de abril gozaba de
mucho respeto, inclusive dimos nuestras apreciaciones: “Estos señores
que están aquí tienen que salir”, y Brito Lombardero salió de la carava-
na. Un grupo lo trajo otra vez porque era el más preparado; sin embar-
go, pertenecía a la Cuarta República: no tenía el mismo sentir que nos
mueve a nosotros. Bueno, lo aceptamos como disciplinados que somos y
llegamos a respetarlo en un momento. Sabíamos qué tipo de profesional
Lealtad a prueba de golpe [271]

era, aprendimos y absorbimos como una esponja todos sus conocimien-


tos.
Hay uno que todavía está activo, como “Canino”, quien fue uno de
los que estuvo en el golpe. De hecho, les digo más: es que esos OUPE
que tenían secuestrado al presidente muchas veces le rindieron honores
en el día de la Armada. O sea, creo que algo les habría quedado de los
discursos del presidente, no sé, digo. Creo que ellos no tenían el valor
para asesinarlo. Ellos no eran asesinos, eran combatientes. Más bien
querían sacar al presidente de Venezuela en ese avión, esa era su misión.
Días después supimos que un buque estadounidense estaba en las aguas
de Aruba, seguramente esperando alguna instrucción para llevarse a
Chávez. No sé, es lo que yo supongo.
Todos los de la caravana presidencial hemos hablado mucho al
respecto, inclusive el Comandante Chávez recompensó a mucha gente,
él sabría el porqué de su acción. Por ejemplo, a Camejo lo nombró
comandante general de la Armada: “¡Y ahí está Camejo, uno de los del
rescate!”. Más bien siempre estuvo tirado en el piso del helicóptero, pero
bueno, por lo menos tuvo el valor de ir.
Ahora, García Montoya creo que fue muy astuto. Él trató de conven-
cer al general Baduel de que desistiera de rescatar a Chávez, pero cuan-
do vio esa marea de pueblo, a los comandantes del batallón Chirinos, a
los soldados que demostraron que estaban dispuestos a lo que sea, dijo:
“No, que va, mejor me siento y comando porque sino aquí voy a pasar
a la historia, pero como otra cosa”. Creo que él fue muy astuto, supo
jugar. Nosotros sí conocemos la verdad: los únicos resteados eran de los
“Comacates”.

Los “comacates” resteados


Los “comacates” eran los comandantes y los mayores, los capitanes
y tenientes, pero no generales. Esa es la verdad. Los generales eran los
conspiradores, esperaban la oportunidad. Lo digo con mucha respon-
sabilidad. Creo que todos esos generales sabían algo. Unos eran más
comprometidos y otros menos, pero opino que todos sabían del rumor:
[272] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

Ovidio Poggioli –director de la Disip–, Hurtado Sucre, Vietri Vietri y


Lucas Rincón, quien el 12 de abril estaba como un perro enjaulado, no
sabía qué hacer.
Lucas Rincón entraba y salía del despacho, se reunía con un grupito, volvía
a salir mientras nosotros –como dijo Christian Medina Macero– nunca
éramos protagonistas. Lo que hacíamos era sentarnos ahí y darle vuelta
al radio, pero siempre viendo y escuchando muchas cosas para después
hacer los análisis allá en un rinconcito. ¡Ah bueno! El mismo 11 de abril
entró Rosendo y Usón, ¡Dios mío! ¡Rosendo!, quien era compadre del
presidente y que, supuestamente, estaba resteado con la Revolución. Ese
personaje entraba a “advertirle” al presidente de la situación en el Fuer-
te Tiuna. Se metía a darle unas instrucciones. ¡Pero no! Lo que hacía
era presionarlo para que renunciara porque si no, iban a bombardear
Miraflores; y después, salía muy tranquilo. Nadie decía nada. Después
nosotros nos enteramos de su proceder por otro lado. ¡Los habríamos
apresado ahí mismo! De ahí no habría salido nadie. Rosendo se marchó
con Hurtado Sucre en el mismo carro que iba el presidente rumbo al
Fuerte. Creo que fue una de las razones para que Chávez se convenciera
de ir hasta el Fuerte. Pienso que Hurtado Sucre influyó en esa deci-
sión, pero no para el desenlace que tuvo después sino para entregarlo sin
disparar un tirito; era un intermediario negativo.
Estoy casi seguro ahorita, con mi posición, de que todos los genera-
les de una forma u otra estaban jugando a dos aguas, no tenían pleno
convencimiento. Recuerden otro detalle: cuando le dieron el golpe de
Estado al presidente todos los generales que estaban ahí eran superio-
res; hay que estar dentro de la FANB para entenderlo. Ellos no veían al
Comandante como presidente, ellos lo veían como subalterno, es decir,
como teniente coronel, no como comandante en jefe sino comandante
de rango. “Mira, ahí está el comandante ese dándote órdenes, el que te
sacó hasta la última gota de sudor en el patio”. Me imagino que cosas
como esas les pasarían por la cabeza, ellos no veían la intelectualidad y
la grandeza del presidente.
Lealtad a prueba de golpe [273]

Detalles acerca de un hombre genial


C.F.: ¿Es verdad que había un avión estadounidense que iba a sacar al
presidente del país?

Tte. Cnel. O.T.: Sí, pero no tenía siglas norteamericanas sino venezo-
lanas (YV). No sé si era de los Cisneros o de la Disip, sería mentir. Lo
único que conocí de la Disip fue el helicóptero rojo. El piloto sí era de
ese cuerpo y también un capitán de la Fuerza Aérea.

C.F.: ¿Qué pasó con ese piloto?

Tte. Cnel. O.T.: No sé si a ellos los llegaron a entrevistar en la Disip,


esos registros deben estar allá, deben existir. ¿Quién envió ese avión para
allá? ¿Sería el jefe de la Disip? No lo sé. ¿Sería que ellos tomaron por
voluntad propia irse en el avión? Porque ese avión de la única parte de
donde podía despegar era de La Carlota.

Tte. Christian Medina Macero: De allí pudo haber venido el sacerdote.

Tte. Cnel. O.T.: Sí, posiblemente. No sé si el sacerdote fue en ese


avión desde Turiamo con el presidente. Hay incógnitas en eso. Voy más
allá: el presidente era un hombre tan inteligente, tan estratega, que el
discurso a los cadetes se los daba antes que se graduaran, o sea, les inyec-
taba la marca de la Revolución. Estoy casi convencido de que no hay un
cadete, teniente, capitán o mayor que no cargue el brazalete; la semilla
está sembrada. Por eso es que te decía anteriormente: Chávez no se
murió, está sembrado. ¿Por qué? Porque ahí está la semilla. Él era un
solo individuo, pero ahora somos miles.

El fuego revolucionario: el instinto


D.R.: El 13 de abril no había manual para actuar y si alguien tenía el cono-
cimiento táctico de qué hacer ante un golpe de Estado eran personas como Brito
[274] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO

Lombardero; ya vimos la actitud que tuvo. ¿A qué principios se mantuvieron


firmes durante esa coyuntura confusa? ¿Cómo fue ese proceso?

Tte. Cnel. O.T.: Fíjese, cuando uno anda con un presidente, sea cual
sea, lo primero que tiene que hacer –inclusive una recomendación para
la vida diaria– es utilizar los cinco sentidos: el olfato, el oído, el gusto, la
vista y el tacto. ¿Qué nos llevó en ese momento a tomar decisiones o ir
haciendo las cosas? El instinto. A medida que iban sucediendo las cosas
nosotros actuábamos. Sucedía esto, bueno la jugada era esta; pasaba
aquello, la movida era otra. No teníamos el entrenamiento para repeler
un golpe de Estado, pero sí para custodiar al presidente. Ni siquiera nos
dio tiempo de concentrarnos y hacer un análisis de operaciones. Todo
era confuso en realidad.
Yo me imagino que los principios ideológicos, políticos y la camara-
dería después de años de haber luchado en el 4F nos fortalecieron para
el bien del país. El que participó ya tenía un compromiso histórico con
la patria. Ya el perfil del soldado venezolano vendría siendo, a mi modo
de ver, el de un hombre determinado que asume su responsabilidad.
Creo que eso también influyó muchísimo dentro del equipo de seguri-
dad para mantenerse incólume en lo que respecta a la lealtad. No solo
la honradez a una persona sino a un proyecto, a una Revolución, a una
Constitución, a la verdadera democracia. Bueno, esas son las reflexiones
que hago…
Lo del fallecimiento de mi Comandante es un gran dolor, no saben
cuánto. El día que recibimos la noticia de que se había ido a Cuba me
preguntaba acerca de su protección y de sus movimientos. Porque si en
el 2002 lo rescatamos en La Orchila, ¿en dónde nos citaría el destino
para custodiarlo de nuevo? ¿Cuándo lo veríamos otra vez? ¿Qué estaría
haciendo? Digo como decía Emiliano Zapata: “¡Prefiero morir de pie
que vivir siempre arrodillado!”.
Tte. Frag. (Ret.) CHRISTIAN MEDINA MACERO31

Seres excepcionales tiene la historia mundial. Usted, mi Comandante, es un hombre


universal. Te convertiste en la voz de los pobres del mundo. La Fuerza Armada
Nacional Bolivariana es el único Ejército que ha salido de sus fronteras a liberar y
no a conquistar; tú volviste a viajar por el mundo y le devolviste la voz a quienes el
capitalismo se la había expropiado.
Me siento inmensamente orgulloso de haber sido tu ayudante, tu oficial de Segu-
ridad y el comandante del GRAT histórico que seguirá vigilante y luchando en tu
nombre, por tu nombre y tu legado. Nos convertiste en sujetos históricos dentro de
esta lucha por la emancipación de Venezuela, como Simón Bolívar lo hizo en su
tiempo con sus seguidores y líderes que lo acompañaban. Nada pasará en vano. Este
libro es parte de la ofensiva histórica que mantendremos constante para que tu pue-
blo, tus hijos y toda la población del mundo se apodere de cada minuto que escribiste
con sangre, sudor y lágrimas.
La oposición nunca entenderá quién fuiste. Nunca respetarán al pueblo, lo despre-
cian. La conexión espiritual con el líder supremo es inmensa. Mi Comandante, al
colocarme al frente de la máquina electoral no vi tu foto. ¡Qué dolor!, pero logré oír
tu voz, tu canto, tus órdenes, tus cuentos del arañero. Voté por Chávez, voté por tu
última orden, por tu mandato, por tu presencia y tu permanencia aún después de
la muerte.

31 Christian Medina Macero. Licenciado en Ciencias y Artes Navales, graduado


en la Escuela Naval de Venezuela, mención Electromecánica, especialidad
en Infantería de Marina (1998), perteneciente a la promoción C/N Rafael
Francisco Rodríguez. Es magíster en Gerencia mención Finanzas. Para el
momento del golpe de Estado de abril de 2002 tenía el cargo de teniente de
fragata/ayudante del Comandante Chávez y oficial de seguridad de la Uni-
dad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP). Fue jefe de campaña
del Comando Bolívar y Chávez de Vargas para las elecciones municipales
(8/12/2013) y secretario político del M/G Carlos Alcalá Cordones, actual
alcalde del municipio Vargas. Es teniente de fragata (Ret.).

[275]
Padre, Comandante Eterno y amigo, desde donde estés verás crecer la semilla sem-
brada en mí, te sentirás inmensamente orgulloso, tranquilo y en paz al ver a tu
alumno, a tu hijo de la vida colocando al servicio del pueblo heroico de Venezuela
todo lo que formaste en él; me consumiré al igual que tú en la lucha social. Y ex-
pandiré con las victorias, que consolidamos junto a Dios y a nuestro pueblo, el grito
popular: ¡Chávez no murió, se multiplicó! ¡Chávez vive! ¡La lucha sigue!
[278] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

Los preparativos del golpe


Recuerdo que existía una tensa calma dentro del palacio de Miraflores
mucho antes del 11 de abril. Inclusive, como existían fuertes evidencias
de un plan para asesinar al jefe de Estado, la participación del presidente
Hugo Chávez Frías en varias actividades fueron suspendidas.
Es importante examinar los sucesos que fueron preparando el golpe
de Estado. Cuando se celebró el aniversario de la Aviación Militar en
La Carlota ¿Ustedes se ubican en La Carlota? Yo no sé cuántas ollas
habrán sacado, pero las cacerolas se escuchaban como si estuvieran ahí
en pleno acto. Buscaban afectarlo psicológicamente, indudablemen-
te. La burguesía dirigía una operación que buscaba afectar la psique
de nuestro pueblo, desmoralizarla, desmotivarla y desmovilizarla. Los
medios de comunicación estaban dirigiendo una campaña psicológica
criminal para arrinconar al Comandante Chávez.
En el 2001 se celebraron las elecciones para la Confederación Nacio-
nal de Trabajadores (CTV), Aristóbulo Istúriz era el candidato por
la Revolución, no logramos el objetivo. Con esto el presidente acele-
ró la idea de debilitar las viejas organizaciones heredadas de la Cuarta
República a través de la nueva institucionalidad socialista, de manera de
cambiar la relación de explotación del pasado por una relación revolu-
cionaria que combatiera la lógica del capital y sus objetivos supremos
de acumulación. Para entonces la Coordinadora Democrática amena-
zaba con huelgas para desestabilizar el aparato productivo del país sino
desistía de su visión política. El presidente en muchas oportunidades
recibió emisarios de esta derecha apátrida para ver si él claudicaba en su
decisión de construir el socialismo venezolano.
El Comandante constantemente denunciaba la existencia de un
proceso de conspiración contra su gobierno. A todas estas, Chávez
seguía hablando de una transformación de la estructura política, econó-
mica y social del país; es decir, sobre las bases que asentarían el cambio
hacia el socialismo. Fedecámaras, los medios de comunicación y hasta
la Iglesia asumieron posición con los partidos políticos de la derecha,
Lealtad a prueba de golpe [279]

se configuró una coalición que, sin duda alguna, buscaba el momento


preciso para derrocar al presidente.
Fíjense, cómo ya se oía lo del golpe de Estado, el presidente autori-
zó que una compañía de tanques se destacara, de manera permanente,
dentro de la GHP; y eso fue semanas antes del 11 de abril.

La lista de los cien conspiradores


Unas semanas antes del golpe, el presidente tuvo una reunión con
todos los dueños de medios de comunicación en el palacio de Miraflores.
Se olía la cuestión. Le planteamos al mayor Jesús Suárez Chourio que le
propusiera al Comandante Chávez la idea de establecer el control total
de la vieja institucionalidad que estaba activada en la conspiración, de
manera de poder avanzar sin el retardo que estos apátridas estaban gene-
rándole al Plan de Desarrollo de la Nación. La idea era que tomáramos
el poder militarmente en el país, porque si no íbamos a seguir sufriendo
los embates de la oposición sanguinaria, y al final, podíamos perder el
control y los objetivos del proceso; él recibió la propuesta y dejó claro que
cualquier decisión que tomara iba a ser en el marco de la Constitución, la
democracia revolucionaria y la paz.
El capitán Eliecer Otaiza, siendo el titular de la Dirección Gene-
ral Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip), le
presentó –yo fui testigo porque tenía guardia ese día– la lista de más de
cien generales y almirantes que estaban conspirando en su contra. El
Comandante le dijo a Otaiza que era una locura: cómo iba a ser posi-
ble que tantos oficiales se voltearan. Semanas después fue destituido;
él supo meterse en las entrañas de la oposición, evidentemente cuando
lo cambiaron se perdió el seguimiento y el control de la información
de inteligencia y la sublevación interna fue ganando terreno, hasta la
consolidación del 11 abril.
[280] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

“Chávez, pregonero de la paz”


Después del golpe de Estado y la rebelión cívico-militar que restituyó
al presidente Chávez en el poder, se consolidó una reunión privada con
Gustavo Cisneros y Jimmy Carter. Yo estaba de guardia ese día en La
Roca (Fuerte Tiuna).
Él aterrizó en el helipunto que se encuentra dentro de la residencia
presidencial de La Roca, fue una operación bajo perfil, como se dice. En
esa reunión hablaron de muchos temas, pero al terminar, el presidente
le dijo, dándole unas palmadas en el hombro, que: “No es necesario que
te coloques una boina roja para que ayudes a tu pueblo”. Luego de eso
Gustavo Cisneros le regaló un libro con la biografía de su carrera como
empresario, con fotografías suyas junto a distintos presidentes de Esta-
dos Unidos, el Comandante lo hojeó y con serenidad agregó: “Gustavo,
yo también te voy a regalar un libro para que conozcas quién fue mi
bisabuelo”. ¿Cuál era el libro? Pues, Maisanta. Hasta le obsequió una
pelota de béisbol con su firma. Al culminar la despedida, a Gustavo
Cisneros y Jimmy Carter los trasladamos al helicóptero y se fueron.
De esa misma forma llevamos a cabo diversas reuniones bajo perfil
en la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana, en donde recuerdo
que dentro de un salón lleno de pupitres de clase comenzaban las deli-
beraciones pertinentes para no imponer sino convencer. El presidente
hizo muchos esfuerzos para que los factores de poder entendieran que la
patria también era de ellos y que tenían que sumarse a la construcción de
un nuevo modelo que cerrara la acentuada brecha de desigualdad. Pero
todo parecía imposible, porque mientras el presidente les hablaba de los
planes de desarrollo nacional, ellos lo único que exigían eran cargos y
espacios de poder para darle forma a lo que ellos llamaban equilibrio, es
decir, le planteaban la restauración de la tripartita, el bipartidismo y el
puntofijismo (acuerdos entre élites).

La vida en los batallones


Una vez caminando por el Hospitalito se encontró a uno de esos
generales que estaban involucrados en la conspiración, y este, al ver a
Lealtad a prueba de golpe [281]

Chávez, le dijo secamente “buenas tardes”. Resuelto y volteándose, el


presidente le contestó: “General, ¿usted sabe quién soy? Soy su coman-
dante en jefe, debe decir: “Buenas tardes, mi comandante en jefe”, este
expresó la exigencia del presidente y se alejó.
Por eso era importante esa labor de examinar la lealtad de las promo-
ciones que estaban por encima de Chávez. Esa actitud irrespetuosa
era un indicio poderoso de la conspiración que se fraguaba dentro de
esas promociones. Así que el presidente buscó fórmulas para detener
la influencia de estos pseudolíderes y aprovechó que tenía la residencia
presidencial de La Roca en Fuerte Tiuna, para visitar los batallones y
compartir con sus comandantes. En oportunidades llevaba a cabo juegos
de sóftbol dentro del Fuerte Tiuna, en donde lográbamos observar las
actitudes secas e hipócritas de quienes ya estaban conduciendo el golpe
de Estado. En varias oportunidades nos encontramos de frente con el
almirante Héctor Ramírez Pérez.
Un día veníamos bajando de La Roca y mi Comandante dijo: “Vamos
para el batallón Bolívar a comernos unas pasitas en la cantina y una torta
burrera”. Cuando llegamos, se encontraba allí el comandante Vladimir
Padrino López, tenía una gorra estampada con el nombre de Chávez y
comía lo mismo. Eso fue un encuentro importante.
En uno de esos días Chávez convocó a todos los comandantes de
Fuerte Tiuna en la casa presidencial de La Roca, una vez que estaban
completos el presidente hizo acto de presencia y fue enfático cuando les
preguntó: “¿Ustedes están conmigo o no?”. La respuesta fue contunden-
te: “Sí, mi Comandante”. “Entonces, aquí no hay general que tumbe al
Gobierno. Ustedes son los comandantes de las tropas”, soltó con ener-
gía, “vamos a salvar la patria de quienes nuevamente quieren convertirla
en una colonia yanqui”.
Ocurrían eventos que iban develando actitudes no cónsonas de algu-
nos oficiales superiores con la dirección y directrices que giraba el jefe
de Estado, como lo fue sin duda alguna aquel día cuando el general
Hurtado Soucre, siendo ministro de la Defensa y sin autorización del
presidente Chávez, dio una rueda de prensa mostrando unas pantaletas
[282] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

rosadas que estaban colocando en el Ministerio de la Defensa. El presi-


dente al momento de embarcarse en la caravana rumbo a La Carlota
para asistir a una salutación militar de fin de año, me ordena que le
comunique por teléfono con el ministro antes mencionado y al comu-
nicárselo le dice: “¿Tu estas claro quién es tu jefe?, ¿por qué saliste por
televisión sin mi autorización? La próxima vez que lo hagas, te destitu-
yo”. Chávez al colgar hacía referencia dentro del carro, “estos generales
creen que me pueden tumbar, no han entendido que ahora el pueblo
está gobernando”. Él concebía la rueda de prensa llevada a cabo por el
ministro de la Defensa como un error estratégico, pues para él, el ataque
a la Fuerza Armada Nacional se convertía en una oportunidad política
para consolidar la conciencia en el colectivo militar sobre los verdaderos
enemigos de la patria; por el contrario, la exhibición de la referida pren-
da solo le hacía juego a los conspiradores.
Había una campaña de descrédito contra la Fuerza Armada Nacional
y la seguridad presidencial que trataba de desmoralizar y desmovilizar
a sus hombres, de manera de ocasionar divisiones que debilitaran la
marcha de la Revolución Bolivariana.

Un falso operativo
El 11 de abril a las diez de la mañana fui para mi casa en Fuerte
Tiuna a buscar ropa y a preparar a la familia. Presumíamos que algo
iba a suceder en Miraflores. Incluso, existía una instrucción de que la
marcha no pasara de la avenida Bolívar, pero, como ustedes recordarán,
la Policía Metropolitana la escoltaba; por lo tanto, ellos iban abriendo
brecha a todo lo que podía ser cualquier obstáculo durante el despla-
zamiento. Nosotros en ese momento salimos a la avenida Urdaneta, a
Puente Llaguno y a los alrededores del estadio de béisbol de Pagüita para
constatar la situación personalmente, el pueblo revolucionario chavista
se estaba concentrando en las afueras del palacio de Miraflores, fíjense
qué ingenuos éramos, nos hubieran podido asesinar los francotiradores
que ya estaban apostados y listos para comenzar la masacre.
Lealtad a prueba de golpe [283]

Dos días antes habían planificado un operativo de salud al lado de


Miraflores, específicamente en la avenida Norte 8; colocaron una carpa
de color blanca con la excusa de una jornada de vacunación, ellos tenían
todo bien planificado, hasta tomaron en cuenta a dónde iban a llevar los
muertos y heridos de la revuelta que estaban por generar. Resulta que
esa misma carpa fue la que sirvió para atender a todos los tiroteados de
aquel día, a todos los llevaban para allá. Eso se convirtió en un hospital
móvil y en un centro logístico.
Les juro que no sabíamos de dónde venían los tiros. Lo único que se
escuchaba eran los truenos, los disparos y los impactos. Se veía la gente
corriendo con los caídos en los brazos. Hasta forraron con una bandera
tricolor a una de las víctimas de la avenida Baralt. Díganme ustedes,
¿quién sacó esa bandera? Todo dentro del plan para generar un impac-
to psicológico y mediático nacional e internacional; nadie en la guerra
hace eso con un cadáver, al contrario, lo agarra y se lo lleva, lo protege.
Fueron convertidos en símbolos mediáticos. En esa misma situación
lamentablemente un escolta de la Unidad de Seguridad y Protección
Presidencial (USPP) fue alcanzado por una bala.
Aquí un detalle importante: era un procedimiento operativo vigente
de la Guardia de Honor Presidencial, hacerse cargo de la seguridad de
las azoteas de los edificios que rodean la casa de gobierno, sorpresiva-
mente el jefe de la Casa Militar, el general José Vietri Vietri, semanas
antes dio la orden de que no lo hicieran. Incluso inició un proceso de
cambios en el círculo de seguridad que protegía a Chávez, se impusieron
cambios repentinos, en los que muy pocos estaban de acuerdo. En un
principio quedamos en vigilarlos y monitorearlos, pero al final no pudi-
mos hacer nada, ellos sirvieron de canal a los golpistas para penetrar con
sus operadores.
Debo decir una cosa, el día que se efectuó la autojuramentación de
Pedro Carmona Estanga, nos dimos cuenta que oficiales de la Unidad
de Operaciones Especiales de la Armada (UOPE) comprometidos con
el golpe, ya tenían varios días durmiendo dentro del sótano del palacio.
Uno de ellos era el capitán de corbeta Nelson Hurtado Villegas y el
[284] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

teniente De Moura. El día 12 de abril nos cruzamos con ellos y le dije


al entonces capitán de corbeta: “¿Qué hace usted aquí, mi capitán?”, y él
me respondió: “Los infiltramos y ustedes ni siquiera se dieron cuenta”.
Esas fueron sus palabras. ¡Un oficial superior que yo admiraba cuan-
do era cadete por su entrenamiento, pero vean, vacío ideológicamente,
sin hacedero político! Recordé inmediatamente al Comandante Chávez
cuando en esas madrugadas nos repetía constantemente: “Un hombre
sin ideología no es nada”.

Los francotiradores de abril


Los tiros indiscutiblemente venían de las alturas, pero, solo alcanzá-
bamos a ver al pueblo ensangrentado y cayendo a lo largo de las aveni-
das y las calles. El mayor Suárez Chourio dio la orden de bajar a los
francotiradores del hotel Ausonia, nos fuimos en formación para allá,
portando chalecos antibalas, cascos y armas largas, lo hicimos sigilo-
samente para que no fuera tan evidente la operación. Al llegar al hotel
Ausonia encontramos que estaba cerrado con candado y ante la contin-
gencia se destruyó la cerradura con un disparo de arma de fuego. Íbamos
revisando piso por piso, revisando todas las habitaciones, irónicamente
en esa comisión se encontraba el maestro de la Guardia Nacional Brito
Lombardero, quien horas después traicionó a la Revolución. Cuando
llegamos al piso siete conseguimos a los francotiradores, ellos gritaron:
“¡Estamos desarmados!”, alzando las manos. Una vez que tomamos el
control de ellos y del armamento llegó una comisión de la Disip y pidió
que les entregáramos a los sujetos, quienes eran de nacionalidad colom-
biana; los mismos fueron posteriormente puestos en libertad por los
funcionarios que los tenían en custodia. Algo que no quiero dejar de
mencionar fue la necesidad que tuvimos de subir a la azotea a informarle
al pueblo que ya había sido controlado ese foco enemigo; unos aplau-
dían y gritaban consignas, pero otros tal vez de mayor experiencia, nos
gritaban que nos bajáramos rápido del techo para no ser alcanzado por
otro francotirador.
Lealtad a prueba de golpe [285]

Traiciones inesperadas
En pleno golpe de Estado del 11 de abril del 2002, se conocía de
los movimientos del Ejército norteamericano hacia las cercanías de
los espacios aéreos y marítimos de Venezuela, teníamos información
de cazas y portaviones movilizándose por Curazao, Bonaire y Aruba.
Chávez llama al almirante Castillo Omaña, comandante de la División
de Infantería de Marina Simón Bolívar (Divimbo), le giró la orden para
que batallones de este cuerpo protegieran todas las costas: La Guaira,
Catia la Mar, Puerto Cabello, advirtiendo un posible ataque imperial.
Horas después apareció el almirante Castillo Omaña, en el salón Ayacucho
firmando el acta de Carmona Estanga.
La orden del Comandante Chávez abarcaba los batallones acantona-
dos en Carúpano. El almirante William Girón Hidalgo, quien estaba a
cargo, hizo un pronunciamiento público por las televisoras de Cumaná,
allí le quitó el apoyo al Gobierno y se puso del lado del movimiento
desestabilizador. Por cierto, este oficial era esposo de una capitana de
corbeta que trabajaba en la administración de la Casa Militar, llamada
Luisa Tarazona. ¡Imagínense!

“Recuerde, para el traidor la muerte”


Me tocó llamar al capitán de navío Luis Oquendo Mora, en ese
momento comandante de uno de los batallones de Infantería de Marina
en Carúpano: “¡Patria o muerte, mi capitán de navío! ¿Cómo está usted?”.
Y él me responde: “¿Cómo está, Medina?”. “En batalla, mi capitán, le
informo que el almirante Girón Hidalgo se le volteó al presidente, méta-
lo preso y asuma usted el control y envíe los batallones de Infantería de
Marina a Caracas”. Lo que me respondió fue inaudito de un oficial que
se hacía llamar revolucionario: “Medina, creo que aquí el equivocado
es el presidente Chávez, no vamos a mandar nada para allá”. Antes
de colgarle le dije: “Mi capitán, ¡qué decepción! Recuerde que para el
traidor, la muerte”.
[286] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

Para más complicación, se había desaparecido el comandante gene-


ral del Ejército, Efraín Vásquez Velasco. El presidente lo buscaba con
insistencia; pero nadie sabía de él. En esos momentos, Chávez dio la
orden de trasladar a Miraflores los tanques del batallón Ayala, el cual
estaba dirigido por el teniente coronel Ismael Cepeda Báez, quien al
llegar pasó a la antesala del despacho. A primera vista se mantenía leal al
Gobierno, lo que nos dio tranquilidad; aunque no podíamos confiar en
nadie. Para nuestra sorpresa, este oficial recibió una llamada, se levan-
tó rápidamente y se llevó todos los tanques apostados a las afueras de
Miraflores. Los generales golpistas lograron influenciar en este oficial.
Hacía unos meses atrás, Chávez había hecho varias designaciones,
entre ellos dos generales; uno para Pdvsa y otro para el Ministerio de
Finanzas, estos eran el general Guaicaipuro Lameda y Francisco Usón
Ramírez. ¡Traidores! El 11 de abril el general Usón Ramírez siendo el
ministro de Finanzas para el momento, llegó a la antesala del despacho
solicitando la oportunidad de hablar con el presidente; estaba cayendo la
tarde cuando entró a conversar con él y minutos después de su reunión
salió, encontrándose de frente con nosotros y exclamó: “Tengan cuidado
no permitan que se mate, tiene la pistola cerca”. Le había renunciado al
cargo al Comandante, sumándose al grupo de traidores de la insurrec-
ción. Con ese ambiente hostil nos vimos rodeados de traiciones.

Los magnicidios frustrados


Vuelvo otra vez a la situación dentro del despacho. No se me olvida
que el general Lucas Rincón estaba sumamente contrariado. “Mi gene-
ral, ¿qué pasó?, ¿usted también va a traicionar?”, le pregunté, y dándome
la cara, respondió: “No. Ustedes también me preocupan, son oficiales
jóvenes, tienen un mundo por delante, cuídense. Aquí no termina todo”.
Yo tuve la oportunidad de decirle: “Mi general, estamos con Chávez
hasta la muerte”.
La información de magnicidio aumentaba cada día más, nos esforzá-
bamos por protegerlo en todo. Inclusive manejamos la idea de buscar-
le un doble, efectuamos procedimientos y medidas de engaño de todo
Lealtad a prueba de golpe [287]

nivel, vestíamos igual que él para que su silueta se confundiera en las


alturas.
Hubo un intento de atentado que tenía la finalidad de derribar al
avión presidencial con un arma de alta potencia: el AT4. Iban a hacerlo
cuando el presidente regresara de una gira en el exterior. Consiguieron
el arma en el barrio que está justamente al frente del Aeropuerto Inter-
nacional de Maiquetía.
Antes de la conmemoración del 5 de julio del 2001, el presidente fue
a pasar revista desde la tarima principal de la avenida Los Próceres, de
repente pasó un carro a alta velocidad por el frente y logramos detenerlo,
al revisarlo se detuvieron personas armadas y se incautaron municiones
de guerra en su interior.
Hubo hasta una hipótesis de que con una inyección le pudiesen
inocular algún virus en la piel, había riesgos de que lo infectaran mortal-
mente; hasta las propias uñas de las mujeres podían hacerle daño, hay
que decirlo: Chávez terminaba todo rajuñado cuando asistía a algún
acto público, todo se complicaba aún más porque él rompía el protocolo.
“Miren, recuerden algo, ustedes con su rol de seguridad y yo con mi
pueblo”, nos decía. Sabía perfectamente que hacíamos nuestro trabajo
al momento de endurecer la seguridad, él no perdía la oportunidad de
acercarse a las manifestaciones amorosas del pueblo en la calle, además
que era su pasión.

“Íbamos a morir con las botas puestas”


Nos encontrábamos en la antesala del despacho, ya el general
Lucas Rincón había hecho su pronunciamiento; todo el mundo estaba
sorprendido. El presidente preguntó: “¿Y el pueblo que está afuera?”, y
le respondieron: “Ya no hay nadie, Comandante”. Haber escuchado eso
fue desconcertante. Aclaro, él deseaba salir a dar un discurso temprano,
pero la seguridad lo persuadió por el tema del magnicidio. Los generales
Manuel Rosendo, Medina Gómez, Néstor González González y Rafael
Damiani Bustillos llegaron al palacio y entraron a hablar con Chávez;
estos le lanzaron una amenaza: vamos a bombardear el palacio si no
[288] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

firmas la renuncia. El mayor Suárez Chourio sale del despacho y nos


dice: “Están desafiando con bombardear”.
La impotencia de los oficiales presentes era enorme. Hicimos un
juramento, con lágrimas en los ojos y colocando las manos unidas en el
centro de nosotros: “Juramos no abandonar al Comandante Chávez en
ninguna circunstancia, que nos saquen en cajas si bombardean, mori-
remos combatiendo con el Comandante Chávez. Viva Chávez!”. Al
terminar nos abrazábamos como despidiéndonos, pero a la vez orgu-
llosos de nosotros por la decisión tomada. Cada quien buscó la manera
de comunicarse con su familia para alertarlos fríamente ante cualquier
situación fatal, en mi caso, me comuniqué con mi madre: “Mamá, te
estoy llamando para decirte que te amo, si llega a pasar algo recuérdame
como lo que fui: un soldado”, y colgué. También lo hice con mi esposa,
refiriéndome a ella y a mi hija.
El mayor Suárez Chourio sale del despacho diciendo: “El presidente
quiere –sosteniendo un papel– que copien los nombres aquí de los que
se van con él para Cuba”. Algunos alegaron que era preferible quedarse
en Venezuela cuidando a sus familiares, otros sin pensarlo nos anota-
mos. Uno por un tiempo se abstuvo de contar estos detalles. “Sí, está
bien, te la comiste, el protagonista”, podían decir. Pero esa era la reali-
dad, éramos capaces de perderlo todo, hasta la propia vida; la lealtad al
Comandante Chávez no tenía precio. Había que hacer el sobordo del
avión de Cubana de Aviación en caso de que los golpistas aceptaran la
propuesta del Comandante Chávez de dejar aterrizar uno de sus aviones
en el país. El general Néstor González González le expresó: “Tú no te
vas de Venezuela. Tú vas a ser juzgado aquí, ¿cómo que Cuba?”. Bueno,
quiero decirles que ese general nos hizo un grueso favor al evitar nuestra
salida, la canalla mediática nos hubiera vendido como cobardes y trai-
dores ante el pueblo.

“Nunca nos hemos ido”


El presidente durante el golpe de Estado se mantenía vestido de
civil, aproximadamente como a eso de las cuatro de la tarde se colocó su
Lealtad a prueba de golpe [289]

uniforme de campaña; su olfato político-militar le anunciaba


combate.
Ya en la madrugada el Comandante Chávez pide quedarse solo en
el despacho, un silencio sepulcral inundaba el momento, unos aludían
que podía matarse y otros simplemente aseguraban que estaba tomando
decisiones, si entregarse o combatir férreamente desde el palacio. Es
cuando se escucha su voz llamando al mayor Chourio, y este, luego de
acudir a su llamado, sale inmediatamente a avisarnos que va [Chávez]
a la Comandancia General del Ejército (CGE) a verles los ojos a los
golpistas.
El despacho presidencial estaba repleto de gente. No cabía un alma
y los presentes entonaron el Himno Nacional. El coronel Rodríguez
Chacín gritó sobre la multitud: “¡Presidente, si usted no firma la renun-
cia, sigue siendo el presidente!”. También apareció el general Jacinto
Pérez Arcay para entregarle un crucifijo; Chávez al recibirlo, lo besó, lo
guardó en el bolsillo y fue avanzando hacia los carros que lo esperaban
para trasladarlo.
¿Ustedes saben quién le abría paso? El general Hurtado Soucre
diciendo: “Déjenlo, déjenlo que lo están esperando, déjenlo, déjenlo”.
En ese ínterin lo abrace y le dije: “¡Patria o muerte, mi Comandan-
te!”, “¡Estoy con usted hasta la muerte!”. Con esa energía fuimos a la
CGE; sin embargo, antes de montarse en el vehículo donde se traslada-
ría alguien gritó: “¡Comandante, volveremos!”, y Chávez le respondió:
“Nunca nos hemos ido”.

De Miraflores a Fuerte Tiuna


Como he hecho referencia anteriormente, meses antes se sentía la
conspiración, no del todo el golpe de Estado nos sorprendió, sabíamos
semanas antes que algo iba a suceder, lo que no sabíamos era por dónde
iba a saltar la liebre. Como oficiales de seguridad esto ocasionaba planes
de contingencia sobre diversas hipótesis de ataque del enemigo: en el
avión presidencial, en la caravana, en su residencia, entre otros. Siempre
pensamos en áreas alternas al palacio de Miraflores y La Casona para
[290] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

llevar al presidente en caso de una emboscada o un golpe; ya teníamos


marcado y asegurado en la parroquia 23 de Enero distintos lugares para
protegerlo junto al pueblo.
Cuando el presidente decide ir a la CGE y va caminando hacia la
puerta dorada, el mayor Suárez Chourio y yo intercambiamos unas pala-
bras para evaluar si se desviaban los vehículos de la caravana hacia el 23
de Enero en plena movilización hacia Fuerte Tiuna. El plan consistía en
eliminar con arma de fuego a los dos acompañantes que iban en la parte
de atrás y cambiarle el rumbo a los vehículos aprovechando también que
el conductor (“La Morza”) era uno de nosotros y conocía de las rutas
aseguradas en ese sector. No alcanzamos concluir en nada y él se fue con
el Comandante y yo en un vehículo que estaba detrás conducido por el
sargento Badaraco, así llegamos a las instalaciones de la comandancia.
Allá nos recibieron los generales Néstor González González, Medina
Gómez y el monseñor Baltazar Porras. Cuando el presidente se bajó
del carro, nosotros inmediatamente nos colocamos en su espalda. Al
ver a Porras, juntó las manos en el pecho para rendirle respeto y le dijo:
“Bendición, monseñor”, luego le extendió la mano al general Nestor
González González y este se la estrechó, en cambio el general Medina
Gómez se la dejó tendida. Al dirigirnos a los ascensores un coronel apodado
“El Sabañón” empujó al mayor Suárez Chourio obstruyendo la entrada al
ascensor donde iba el presidente Chávez, lo que nos obligó a montarnos en
el ascensor del lado izquierdo, afortunadamente llegamos hasta el piso cinco.
En el piso cinco de la comandancia el presidente entró a un
salón donde esperaban todos los oficiales golpistas. ¡Camaradas!
Allí hubo un silencio debelador, reconocían el liderazgo de Chávez.
Podían haberle gritado improperios y lo que recibió fue un silen-
cio, la gente se levantó y como cosa extraña no alcancé ver rostros
de triunfadores; por el contrario, los rostros estaban desencajados,
inmutados y fríos, denotaban vergüenza y hasta miedo. Lo cierto es
que Chávez al entrar a ese salón, por primera vez se quedó sin su
seguridad de confianza.
Lealtad a prueba de golpe [291]

Los golpistas le exigieron al Comandante cambiarse el uniforme por


ropa de civil; los tenientes Reinaldo Martínez y Humberto Vivanco
fueron a la residencia presidencial La Roca a cumplir esa misión. Nos
quedamos Suárez Chourio y yo afuera, montándole guardia al Coman-
dante y solo alcanzábamos saber de él a través de algunos oficiales subal-
ternos y soldados humildes que tenían acceso al área donde él permanecía.
En eso sale al pasillo donde nos encontrábamos el general Néstor
González González y sin mediar palabra ordena quitarme el armamen-
to –tenía una M-16 en la mano–. El mayor Suárez Chourio le salió al
paso y confrontó la orden, respondiendo este: “Chourio, sabes que aquí
el Gobierno es otro”. “Sí, pero recuerde que ese fusil, mi general, es de la
Casa Militar y ahorita vamos para allá”. Solo así el golpista abandonó el
tema del fusil. De igual manera se nos acercó el almirante Carlos Molina
Tamayo, otro traidor que me amenazó con retaliaciones una vez que
llegara a la Armada, y yo le manifesté: “¿Quién le dijo a usted, almirante,
que vuelvo a la Armada?”.
Eran generales y almirantes de la élite burguesa, que siempre deses-
timaron a la juventud militar, juventud heredera de los hechos del 27,
28 y 29 de febrero de 1989 y la rebelión del 4 de febrero de 1992. Estoy
seguro que si no se hubiera detenido el golpe de Estado a través de la
rebelión cívico-militar del 12, 13 y 14 de abril del 2002, la muchachada
militar hubiera provocado la conformación de nuevos movimientos revo-
lucionarios de liberación.

El rescate de Miraflores
En la mañana del 12 de abril el mayor Suárez Chourio y yo nos
fuimos al palacio de Miraflores, cuando llegamos había una ballena de
la Policía Metropolitana reprimiendo al pueblo que, poco a poco, se
concentraba en las afueras.
¡Imagínense! Era increíble ver el éxtasis de los golpistas desde la USPP,
causa gracia el hecho de que nunca pensaron neutralizarnos. Recuerdo la
histórica reunión en la oficina del mayor Suárez Chourio. Allí hicimos
un intercambio de ideas, Franklin Díaz González dijo que tenía en su
[292] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

poder las llaves del parque de armas y yo propuse que debíamos entrar
al salón Ayacucho en plena juramentación de Carmona Estanga para
aprovechar la presencia de todos los medios de comunicación, nacio-
nales e internacionales, capturar al impostor y ante el mundo exigir el
regreso del presidente Chávez a cambio de este.
En esa reunión se hallaban los mayores Douglas Ballesteros y
Domínguez Fortty, el teniente de fragata Díaz González, el subte-
niente Antonio Morales, el mayor Suárez Chourio, el comandante del
regimiento de la Guardia de Honor Presidencial coronel Jesús Morao
Cardona y mi persona. El coronel Morao Cardona concluyó que no
era pertinente apresurarnos, la mayoría pensaba que íbamos a quedar
como terroristas. Otros opinaban que todo intercambio era impensable,
porque Carmona Estanga era un títere de la derecha, por lo tanto, no
nos iban a dar a Chávez.
Yo salí impaciente de esa junta, sobre todo por la decisión de espe-
rar. Teniendo las tropas, los escoltas leales y el control del armamento
no había nada que esperar, solo actuar. Por mi parte mandé a llamar al
sargento Luis Emilio Álvarez, quien había recibido guardia en la cara-
vana el 12 de abril, y le dije: “Vamos a desviar la caravana de Carmona,
asegúrate que los escoltas y los conductores sean leales. Vamos al 23
de Enero y desde allá anunciamos su captura y exigimos el regreso del
Comandante Chávez; diez minutos después, Brito Lombardero –era
conocido como “El Mocho”– se acerca y me dice: “Teniente Medina,
¿usted no tiene familia? Deje de estar inventando eso de desviar la cara-
vana del presidente Carmona”, al voltear le respondo: “Está bien, Brito,
no se te olvide: al traidor, la muerte”. “Quédese quieto, mi teniente, yo
lo entiendo”, me dijo concluyendo. Finalmente, el plan de llevarnos a
Carmona se cayó. Teníamos sed de venganza; o para decirlo más bonito,
sed de justicia. Queríamos desquitarnos de todo aquello.
Todos los oficiales de seguridad del Ejército fueron puestos a la orden
de la CGE, y pasado el mediodía, se fueron a presentar. Yo siendo de la
Armada me fui junto a ellos, guiado tal vez por la intuición, porque era
lógico que no tenía nada que hacer allá. Al llegar nos recibió el general
Lealtad a prueba de golpe [293]

José Ruiz Guzmán y su ayudante el capitán Gerson Enrique Labrador,


nos invitaron a sentar y el mencionado general nos dijo: “La instrucción
es que se vayan de vacaciones y me copien en una hoja las unidades a
las que quieren ir, una vez que retornen”; repentinamente recibió una
llamada en donde se notaba a simple vista su inconformidad, exigiendo
a viva voz que le cumpliera lo que le habían prometido. Los gusanos se
estaban repartiendo la torta. Al momento que todos salíamos, logra-
mos observar el operativo que trasladaba al presidente Chávez hacia el
helipunto de la CGE, lo estaban embarcando encapuchado en un heli-
cóptero de la Armada, para ese momento [eran] los únicos con instru-
mentos de navegación nocturna. Nos preguntamos a qué sitio podían
llevarlo, intuimos que para dos lugares: La Orchila o Turiamo.
Fuimos a la casa del mayor Iván Sánchez Segura ubicada dentro del
Fuerte Tiuna, allí comenzamos a conspirar y a estructurar un plan para
la recuperación del presidente. Increíble, pero algunos oficiales de las
residencias de guarnición celebraban el derrocamiento del presiden-
te Chávez y sin mayor vergüenza denunciaban los movimientos que
manteníamos dentro del Fuerte Tiuna.
Llamé a la periodista Teresa Maniglia y le dije: “Se llevaron al presidente
en un helicóptero, dile al mundo que está secuestrado. ¡Actívate!”. Así fue que
se inició el proceso de divulgación de que se lo habían llevado. De ahí nos
fuimos a hablar con el almirante Armando Laguna Laguna que vivía en esa
misma zona residencial. “Mi almirante, se llevaron a Chávez, necesitamos
saber a dónde: si a Turiamo o a La Orchila”. El almirante Laguna llamó
a todos los aliados nuestros y obtuvimos el dato de que el presidente esta-
ba aterrizando en Turiamo. Convocamos una reunión relámpago para el
día siguiente en el regimiento de Guardia de Honor Presidencial, con la
finalidad de precisar las últimas acciones antes de la toma del palacio de
Miraflores y el rescate del Comandante Hugo Chávez.

Entre La Orchila y Turiamo


El 12 de abril en la noche llamé al capitán de corbeta José Aguilera
Contreras comandante del apostadero de La Orchila y le dije: “Mi
[294] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

capitán, ¿usted está con nosotros o no?”, este me respondió que estaba
con la Constitución, seguidamente le expresé: “Usted es responsable de
la vida del Comandante Chávez. ¡Cuide la vida del presidente si aterriza
allá, nos han dado un golpe de Estado y los traidores nos las van a pagar!
A las 06:30 am del 13 de abril se llevó a cabo la reunión programada
en la GHP, allí estábamos Suárez Chourio, Ballesteros, García Contreras,
Heikel Gámez y Morao, el tema principal era la toma del palacio de
Miraflores y el rescate definitivo del Comandante, hasta ese momento
prisionero de los golpistas. En eso llega el capitán de corbeta Ángel
Edgar Sánchez, al que apodan “El Diablo”, quien manifestó: “Múdense
de aquí porque ya dieron el pitazo, ya saben que están reunidos aquí
y mandaron a buscar a la PM”, así que nos movilizamos rápidamen-
te, dentro de la maleta de un carro Fiat perteneciente al mayor Heikel
Gámez y logramos salir por prevención sin ser detectados. El general
Morao había quedado con la misión de activar las tropas leales acanto-
nadas en Miraflores.
Es importante resaltar un fenómeno político, militar y espiritual que
servirá de estudio para las futuras instrucciones de liderazgo; algunos
oficiales superiores y subalternos se percataron que ante la ausencia de
rápidas tomas de decisiones era indetenible la acción de sublevación
de las tropas en contra de lo que ellos señalaban como una pasividad
inaceptable de sus líderes orgánicos. Si los altos oficiales no tomaban
una acción, las tropas iban a salir a ejecutar lo básico fundamental que
les dictaba la conciencia, retomar el control del palacio, como efectiva-
mente sucedió, gracias a Dios al mando de los oficiales y sargentos del
palacio que asumieron la operación.

Los movilizadores del pueblo


Al salir del regimiento de la Guardia de Honor, ¿saben para dónde
fuimos? A Vista Alegre, aquí en Caracas, era la casa de uno de esos viejos
guerrilleros. Este sacó una botella de whisky, buscó dos vasos cortos y
nos sirvió, dijo: “Tómense eso para que recuerden el último trago que
se tomaron antes de iniciar las luchas desde las montañas”; quedamos
Lealtad a prueba de golpe [295]

sorprendidos, al finalizar nos informó que estaban dos taxis sin placa
afuera de su casa listos para llevarnos al nuevo destino.
Cuando íbamos en la vía, el mayor Suárez Chourio recibió una llama-
da del mayor Ballesteros, la noticia: se había consolidado la toma del
palacio por las fuerzas leales a Chávez. Con esa panorámica, llegamos
a la calle lateral que bordea al Banco Central de Venezuela, un mar
de pueblo nos trasladó hasta la prevención 2 del palacio de Miraflores
internándonos en el despacho del presidente ¡Qué bendición ver todas
esas boinas rojas desplegadas afuera! “Está bien, ya estamos aquí… ¿Y
Chávez?”, decíamos. ¡Había que buscarlo! Se hizo una especie de consejo
de ministros dentro de Miraflores para conducir las próximas acciones;
se armaron diferentes equipos de despliegue inmediato, entre ellos los
más resaltantes: uno para Venezolana de Televisión, un segundo equipo
para ubicar y traer al palacio al vicepresidente de la República, teniente
Diosdado Cabello Rondón, y un tercer grupo para una eventual salida en
helicóptero hacia La Orchila, acción que no fue necesaria porque se nos
informó que ya habían salido las aeronaves desde Maracay para rescatar
al presidente Chávez.

El presidente Chávez regresa


La misión era ubicar al teniente Diosdado Cabello Rondón, el mayor
Suárez Chourio logró comunicarse con él y lo fuimos a buscar en dos
ambulancias a Quinta Crespo, cercano a la antigua sede de Rctv (Radio
Caracas Televisión), el vicepresidente venía en una moto junto al capi-
tán Carlos Aguilera, lo interceptamos y lo metimos en una de las ambu-
lancias; adentro iba el periodista Otto Neustald de CNN, quien estaba
reseñando todo lo que estaba sucediendo. Entramos a Miraflores por
la puerta oeste, entrada que utilizábamos para los ingresos bajo perfil;
hizo falta destruir el candado y la cadena con unos disparos ya que no
teníamos tiempo para esperar más. Al ingresar lo desembarcamos por
la puerta que da hacia el estacionamiento de la USPP, momento en
que se acelera la ceremonia de su juramentación como presidente de la
República Bolivariana de Venezuela. Diosdado Cabello Rondón ordenó
[296] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

que buscáramos al Comandante, fue su primera orden como jefe de


Estado provisional. El Comandante Chávez se encontraba a bordo de
uno de los helicópteros que se dirigían a Caracas. Habían rumores que
Chávez estaba golpeado, incluso, de que venía herido por un disparo en
la pierna.
Al aterrizar en Miraflores, la multitud de personas gritaba de alegría,
fue un momento grandioso, fue un regreso milagroso. En ese momen-
to no pensábamos como oficiales de seguridad, al contrario, queríamos
darle un beso y un abrazo a Chávez, para nosotros es como un padre,
un amigo, un maestro. La banda de guerra del GHP le rindió honores,
honores que desencadenaron los cantos celestiales de los ángeles en el
cielo, al finalizar la retreta procedió a entrar al despacho, a través de la
puerta dorada y ante la multitud que ingresaba a saludar al Comandan-
te, inexplicable y descaradamente, quien horas antes siendo su ministro
de Finanzas había renunciado a la lucha y a la confianza que el presiden-
te le dio, el general Usón Ramírez. El ministro Héctor Navarro me dijo:
“Teniente, no deje entrar a ese general indigno y traidor”; mandamos a
unos escoltas a detenerlo y procedieron a sacarlo del palacio.
El Comandante llegó cansado y agotado. Luego de la cadena nacio-
nal, subimos con él a su habitación, se quitó la chaqueta y el resto de la
indumentaria; solo se dejó su almilla verde y se acostó. Lo acompaña-
ron sus hijas María Gabriela y Rosa Virginia; también Fortty, Suárez
Chourio, Morales, Martínez, Vivanco, el general Henry Rangel Silva y
mi persona. Chávez dijo: “Váyanme contando qué pasó en el palacio de
Miraflores en mi ausencia”; le contamos y lo acompañamos hasta que se
quedó dormido. Les soy sincero cuando les digo que le íbamos hablan-
do de todo aquel que lo había traicionado directamente y también de
todos aquellos que no tuvieron un comportamiento valiente y gallardo
en defensa de la Revolución Bolivariana.
Yo les digo algo: él estaba agradecido con los integrantes de la USPP
y del regimiento de la Guardia Honor Presidencial. Una semana después
del golpe, el presidente convocó a una reunión en La Casona con oficia-
les de la Casa Militar. Allí se dieron muchas manifestaciones de apoyo.
Lealtad a prueba de golpe [297]

Por ejemplo: “Mi Comandante, aquí estamos para apoyarlo para siem-
pre, cuente con su Guardia de Honor, cuente con su Fuerza Armada,
cuente con sus muchachos, cuente con su pueblo.” Cuando me dieron la
palabra a mí, le dije: “Mi Comandante, además de darle gracias a Dios
porque usted está nuevamente aquí con nosotros, quería decirle que no
solamente son traidores aquellos que se levantaron en contra suya sino
también los que tiene usted en funciones de Estado y no cumplen con
rectitud y eficiencia sus funciones”.
Él se me quedó mirando y respondió: “Está bien, siéntate, siéntate
ahí… Hay que ver eso muy bien. Eso que tú acabas de decir, Medina, lo
vamos a revisar después”. Luego me llamo aparte y me dijo esta frase.
“Lo que tú estás diciendo es verdad, pero hay que manejarlo política-
mente”. Sin embargo, yo sabía que el radicalismo a Chávez le nutría,
le daba seguridad. Su rol era manejarlo políticamente. Nosotros en ese
momento éramos los llamados a radicalizar.
Semanas después viajamos a Cuba, recuerdo que llegamos de madru-
gada y nos fuimos directamente a la residencia que siempre tenían prepa-
rado para el presidente Chávez, llamada La Mansión. Ahí se encontró
con el comandante Fidel Castro y antes de entrar al área privada a
conversar entre ellos me llamó y colocándome la mano en el hombro le
dijo con una sonrisa al comandante Fidel: “¿Tú sabes quién es Medina?
Él es uno de mis oficiales de seguridad, fue mi ayudante… Velo bien, él
fue quien planeó la toma del salón Ayacucho cuando se estaba autojura-
mentando Carmona. Él sí lo iba a meter preso rápido, gracias a Dios no
pasó nada! Las condiciones no estaban dadas”. No dudar, ser capaz de
dar el todo por la Revolución, te hacía parte de la historia contada por
Chávez. El presidente mostraba constantemente su orgullo y felicidad
por cada acción que recondujo el rescate y no escatimaba esfuerzos para
compartirlo con sus iguales.

“Éramos los mismos, pero con uniforme”


Para terminar debo decir esto: la Fuerza Armada Nacional durante la
Cuarta República fue sometida a la influencia de oficiales formados en
[298] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO

la Escuela de las Américas. La lealtad profesa no era hacia la patria sino


hacia el capitalismo, es decir, hacia los intereses particulares mezquinos.
Las raíces bolivarianas que tenemos son muy fuertes, somos herede-
ros de la lucha emancipadora del Libertador Simón Bolívar; somos una
mezcla de esclavos, campesinos, negros, indígenas, blancos, entre otros.
Somos un pueblo que supo resistir la opresión y con ello conseguimos la
libertad y la independencia.
Cuando hablamos de lealtad, nos referimos a un sentimiento supre-
mo de amor a la patria. No le podemos ser fieles a quienes no obedezcan
a este irrenunciable deber. Bolívar, el Libertador, decía lo siguiente: “Tan
solo el amor a la patria me devuelve el brío que se pierde al contemplar
las dificultades”.
Las horas vividas en aquellos días de abril, lograron estremecer las
filas de la Revolución, puso a prueba a militares y civiles, se alcanza-
ron a ver prioridades, valores, los límites de la lealtad y la capacidad de
desprenderse del interés personal por el cumplimiento ineludible del
deber. Traidores a Chávez aparecieron por doquier, alzaron las bande-
ras del individualismo y los intereses del capital. El capitalismo sigue
vendiendo con éxito su tesis del enriquecimiento y de la felicidad mate-
rial, logrando atravesar el pecho de quienes son llamados a construir
y practicar socialismo. En pleno golpe de Estado, unos lloraban por
la impotencia que produjo la traición y otros, sin ninguna vergüenza,
buscaban maniobrar para acomodarse y permanecer en el poder, ante un
eventual derrocamiento. Indignados por la traición rapaz, nace un grupo
con la misión espiritual de frenar la reproducción de los principios capi-
talistas que iban desplazando hábilmente los valores fundamentales de
la lealtad, la transparencia, la sensatez, la verdad, la pureza y el amor. Mi
especial mención a mis dilectos compañeros del GRAT.
Pronto saldrá el libro del GRAT, Causas y consecuencias. Su existencia
convergió dentro de una batalla apasionada, cargada de ideología y fe,
bajo su consigna: ¡Chávez o nada! Asediados por la confrontación inter-
na de quienes rechazaron la propuesta del radicalismo, pero convencidos
Lealtad a prueba de golpe [299]

como estamos de la fuerza indestructible de la moral, solo nos restó


asumir, resistir y soportar con valentía las consecuencias, como cierta-
mente lo hicimos. Doy gracias al Comandante Hugo Chávez por haber
recordado y elogiado al GRAT en el Aló, Presidente (N.° 355), el 11 de
abril del 2010, en una conmemoración más de la gesta histórica del 13
de abril.
Hoy más que nunca camaradas, todos sin excepción son actores polí-
ticos, las universidades militares y civiles tienen que ser una instancia
por excelencia de formación política ideológica, única vía para que el
capitalismo no saquee nuestra identidad nacional. Tiene que haber una
sólida conciencia revolucionaria en todos los que nacen en la patria de
Bolívar y Chávez, para que más nunca seamos penetrados por las estra-
tegias de ningún imperio, especialmente por el norteamericano.
ANEXOS
Alocución a la nación al retornar
al poder el presidente Hugo Chávez

Documentos sobre los sucesos de abril de 2002 en Venezuela

Hugo Chávez Frías


Madrugada del domingo 14 de abril de 2002

“A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César, y al pueblo lo


que es del pueblo”.
Comienzo así con estas palabras llenas de... no sé cuántos sentimien-
tos que cruzan por mi pecho, por mi alma, por mi mente; pensamientos,
sentimientos. En este momento soy como un mar multicolor, toda-
vía debo confesarles con los buenos días a toda Venezuela, a todo el
pueblo venezolano, a toda la sociedad venezolana, les confieso que toda-
vía estoy estupefacto, todavía estoy asimilando este proceso que ahora
bien podemos llamarlo para escribir no sé cuántos libros para la historia
venezolana y ejemplo del mundo, que este es un proceso de contra...
contra-contrarrevolución y se han quedado demostradas muchas cosas
que ya tendremos tiempo, no pretendo dar a esta hora, cuando son vein-
te minutos para la cinco de la mañana, este saludo, antes que mensaje
es un saludo de mi corazón a Venezuela y al mundo desde este palacio,

[303]
[304] ANEXOS

que es el del pueblo y que el pueblo, lo dije en mi mensaje de hace unas


tres noches allá en la avenida o río Urdaneta en donde vi que hay mucha
gente cuando veníamos en el helicóptero, hay mucha gente en la avenida
Urdaneta y más allá y por acá, pero decíamos allí, el pueblo llegó a este
palacio para no irse más, y ha quedado demostrado.
Yo, hablando del pueblo, debo decir que... a ustedes que lo que ha
ocurrido en Venezuela en estas últimas horas es en verdad inédito en el
mundo. El pueblo venezolano y sus verdaderos soldados, el pueblo vene-
zolano y su Fuerza Armada... Esos soldados del pueblo han escrito... y
esto no es grandilocuencia, es una verdad, es una nueva página y ¡qué
gran página para la historia venezolana y de América Latina!, y también
pudiera ser del mundo, ejemplo de un pueblo que ha despertado defi-
nitivamente, de un pueblo que ha reconocido y asumido sus derechos,
sus obligaciones, de una Fuerza Armada cuya esencia, cuyo corazón
estructural, cuyos oficiales, suboficiales, tropas están conscientes de su
responsabilidad histórica y no se han dejado confundir ni manipular ni
engañar y ha brotado desde el fondo de la situación, desde el fondo de
un alma, de un cuerpo, ha brotado esa fuerza que ha restituido la legiti-
midad y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Estuve leyendo mucho la Constitución revisando detalles, por cierto.
Ahora antes de hacer algunas reflexiones, porque quiero ser breve en
este mensaje de madrugada, como un renacimiento, quiero hacer un
llamado y esto es quizás lo más importante que yo quiero decir hoy
domingo 14 de abril, yo, pues, he estado incomunicado en las últimas
horas y no tenía ninguna información de lo que estaba pasando y tenía
una angustia muy grande y, lo primero y más importante que digo a
todos los venezolanos es que vuelvan a sus casas, que vuelva la calma.
Llegó un estremecimiento que trajo dolor, que trajo sangre, que trajo
lágrimas, que trajo incertidumbre. Las causas de esto que ha ocurrido ya
las analizaremos con calma para corregir en donde hay que corregir, para
corregirnos en donde tengamos que corregirnos, pero, mientras tanto,
calma y cordura como diría un venezolano de nuestra historia. Calma
en este momento. Llamo, una vez instalado de nuevo en el palacio de
Lealtad a prueba de golpe [305]

Gobierno y una vez recibido el poder legítimo que el pueblo me dio, del
vicepresidente, quien valientemente asumió sus tareas junto al pueblo,
junto a los representantes de los poderes públicos legítimos que aquí
nos acompañan, junto a los soldados que con coraje supieron reaccionar
rápidamente ante la pretensión que aquí llegó: calma.
Me han informado ahora que he llegado y venía desde el helicóptero,
veníamos desde La Orchila y venía viendo con preocupación algunas
columnas de humo en algunas partes de Caracas y, me han informado
que ha habido algunos disturbios en las últimas horas sobre todo en el
día de hoy, y algunos saqueos en algunas partes de Caracas, y yo hago un
llamado a todos ustedes, compatriotas, vuelvan a sus casas todos, vamos
a casa, vamos a reordenar la casa. Vamos a reflexionar sobre la marcha y
a continuar trabajando. Así que pido a todos que cesen las acciones que
todavía pudieran quedar por allí en algunos pequeños focos de distur-
bios de las últimas horas, y hago un llamado a los cuerpos policiales
–esto es un llamado muy especial y muy firme a cuerpos policiales que
han estado en la calle, que han estado, según me informan de primera
mano y una información muy preliminar para ponerme al tanto de los
acontecimientos, reprimiendo de manera cruel al pueblo venezolano.
Hago un llamado a quienes tienen responsabilidad de dirigir los
cuerpos policiales que llamen a la calma, que cese todo esto.
A partir de este momento todo el mundo a la casa, todo el mundo a
la familia. Vamos a recogernos allí en la casa, vamos a reflexionar. Vamos
a poner a Dios por delante. Esta imagen del Cristo crucificado me la
regaló cuando iba saliendo prisionero en la madrugada de hace dos días,
hace 47 horas exactamente en este momento un buen amigo el general
Jacinto Pérez Arcay me dijo: “Hijo, llévate a Cristo”. Me lo llevé y aquí
está de nuevo. Pues invoquemos a Cristo, a Dios nuestro Señor y llené-
monos de paz, hace falta mucha paz espiritual en este momento para
todo el país; para todos los sectores hago un llamado a la paz, hago un
llamado a la calma, hago un llamado a la racionalidad de todos, hago un
llamado a que volvamos a la reunión del país.
[306] ANEXOS

Estos acontecimientos que trajeron sangre y dolor son, sin embargo, y


deben ser una gigantesca lección para todos nosotros; que todos seamos
capaces de mirar allí, que todos seamos capaces de leer esa lección, que
todos seamos capaces de extraer de allí conclusiones, enseñanzas; que
seamos capaces de apreciar señales para corregir, rectificar, profundi-
zar para tener más fe en lo que estamos haciendo, para que todos los
sectores del país terminemos de aceptar de una buena vez y definitiva-
mente que aquí hay un Gobierno legítimamente constituido, que aquí
hay una Constitución, la más legítima de toda nuestra historia republi-
cana, discutida por el pueblo y aprobada por el pueblo y que ahora se ha
comenzado a aplicar para que de allí veamos la necesidad de moderar, de
aceptarnos los unos a los otros y este llamado es para todos, me pongo
de primero para dar el ejemplo.
Yo tuve, por ejemplo, en La Orchila, hace unas horas, una buena
conversación con el monseñor cardenal Ignacio Velasco y le pedí que
habláramos a solas a la orilla del mar y nos sentamos a la orilla del mar
y, le dije:
—Monseñor, vamos a orar a la orilla de este mar.
Y le pedí perdón y le dije que era necesario que todos los sectores del
país pusiéramos mayor empeño, toda la buena voluntad que podamos
para poder convivir en paz aceptando las reglas del juego, aceptando las
normas de la convivencia ciudadana. Esto que ha pasado es un llamado
para todos, necesario es que reflexionemos todos.
Yo quiero darles un saludo muy especial a los medios de comunicación
internacional en primer lugar, [aplausos], a los organismos internaciona-
les, Organización de Estados Americanos. Yo aún no tengo ninguna
información, no me ha llegado ningún resumen ¿cómo? Vengo llegando,
pero ya me han dado informes verbales las muchachas y los muchachos
del equipo este, valiente y de coraje que me acompaña, presidentes de
América, del mundo, grupos... el Grupo de los 15, el Grupo de Río,
donde deberíamos haber estado hasta ayer en reunión, diversos entes, el
Grupo de los 77 más China, y ese es un ejemplo de que a nivel interna-
cional Venezuela no está ni estará nunca sola, que el pueblo venezolano
Lealtad a prueba de golpe [307]

no está ni estará nunca más solo. Que Venezuela tiene el respeto de la


Comunidad Internacional. Que la comunidad internacional reconoce
la legitimidad y la soberanía, el valor y el coraje del pueblo venezolano
demostrado hoy una vez más, así que ese reconocimiento especial de
los organismos internacionales a la prensa internacional, a los perio-
distas internacionales y a los medios de comunicación de nuestro país
de verdad verdad llegó la hora de hacer profundas rectificaciones, es
obligatorio que se hagan esas rectificaciones, que se vuelva a los carriles
de la razón, porque es que parece que han perdido hasta la razón. Yo así
lo digo a nombre del Gobierno revolucionario y bolivariano, pacífico y
democrático, no vengo ni con ninguna carga de odio ni de rencor contra
nadie, absolutamente, no cabe en mi corazón ni el odio ni el rencor.
Pero claro que tenemos que tomar decisiones y ajustar muchas cosas.
Siempre, siempre, y para siempre apegados a esta casi sagrada Constitu-
ción, después de la Biblia la Constitución Bolivariana de Venezuela, las
acciones del Gobierno bolivariano estarán siempre apegadas a la Consti-
tución, así que hago un llamado igualmente a los poderes locales: gober-
nadores, alcaldes, a todos los hombres y mujeres que me siguen en este
camino, que no caigamos... yo sé que no vamos a caer, nadie va a caer en
el extremo en que cayeron algunos sectores en los últimos días, a los que
también llamo a la reflexión. No, nosotros los bolivarianos, nosotros los
revolucionarios somos humanistas, respetamos al ser humano, respeta-
mos la dignidad y tenemos que demostrarlo sobre todo en momentos
como este, así que ninguna retaliación, aquí no habrá ninguna cacería de
brujas, no vengo con ánimos revanchistas. No. Aquí no habrá persecu-
ciones, aquí no habrá atropellos ni abusos, ni irrespetos a la libertad de
expresión o de pensamiento, a los derechos humanos en forma general.
Pero las cosas tienen que volver al marco constitucional de donde
salieron por voluntad de una minoría enceguecida, a lo mejor por la
ambición, a lo mejor por el rencor. No sé por cuántos otros sentimientos,
pero les hago un llamado a todos.
A la oposición, necesitamos nosotros una oposición en Venezuela,
pero una oposición leal con el país, una oposición leal con el pueblo, una
[308] ANEXOS

oposición que presente críticas verdaderas, que presente alternativas al


país. Es necesario que todos los partidos y grupos que se oponen a este
Gobierno por algunas razones, cuáles sean, terminen de entender y de
aceptar, es necesario que todos los dirigentes de los diversos sectores
del país que puedan adversar a este Gobierno, o no estar de acuerdo
con alguna política o alguna decisión, bien sea del sector político, del
sector económico, del sector que sea, bueno, que [las] hagan públicas,
que declaren, que anuncien sus críticas, sus recomendaciones, sus alter-
nativas; que trabajen, que hagan política de verdad, que hagan trabajo
en las calles, en los pueblos, pero con ética, con buena fe, aceptando lo
que hay que aceptar definitivamente. Repito, ya lo dije, que aquí hay
una Constitución nacional, que aquí hay un Gobierno nacional legítimo,
con el apoyo de las grandes mayorías del país, y con el apoyo del núcleo
y la estructura central de la Fuerza Armada, que aquí hay un proyecto
en marcha que no tiene vuelta atrás, que los que se opongan tienen
todos los derechos –y lo hemos demostrado–, derecho de participación,
derecho de expresión, derecho de organización. Organícense, señores
de la oposición, hagan política seria, justa y leal con el país, no caigan
en desesperaciones ni aventuras, que vean a lo que nos condujeron esas
desesperaciones y ese aventurerismo.
Se ha demostrado una vez más, lamentablemente, que aquí hay dos
países: un país virtual y un país real. El país virtual lo veían ustedes,
seguramente, aquí a lo mejor en este mismo salón hace pocas horas.
El país virtual montó una conspiración, con el desespero de la aven-
tura, irrespetando todo. Pero el país real finalmente se impuso. Porque
el país real tiene en sus manos las banderas de la razón, las banderas
de la verdad y la fuerza infinita de la fe, y sobre todo la fuerza infinita
del amor. Este pueblo, ha quedado una vez más demostrado –glorioso
pueblo el de Bolívar– ahí está para los que dudaban, si es verdad que
durante muchos años lo engañaron, si es verdad que durante muchos
años lo manipularon, si es verdad que durante muchos años a veces lo
llevaron como un borrego, ha quedado demostrado que ciertamente
Lealtad a prueba de golpe [309]

despertó como conciencia de su propia fuerza y se ha convertido en


actor histórico que construye un nuevo camino.
La Fuerza Armada, sus cuadros de oficiales, la estructura central,
han demostrado una vez más que por más manipulación, por más trai-
ción que haya en algunos sectores de la Fuerza Armada, como la hubo,
sin embargo ahí está la muchachada militar, que la conozco, está ahí...
[aplausos]. Así que mi reconocimiento (y el de todos) a esos dos entes a
los que yo siempre me he referido, y que constituyen la fuerza más pode-
rosa –después de Dios– de esta Venezuela de hoy, de este proceso de
cambio indetenible. Esos dos elementos que en el fondo son el mismo,
el mismo: el pueblo y los militares, el pueblo y la Fuerza Armada.
Les voy a contar una anécdota. Me sorprendí –yo ando de sorpresa en
sorpresa. Yo estuve en cinco lugares distintos desde el día en que salí de
aquí. Ya echaré los cuentos. Mañana tenemos Aló, Presidente. No, maña-
na no, dentro de unas horas. ¿Y qué creía mi equipo de Aló, Presidente?
¿Que iban a echar el carro el domingo, que iban a descansar el domingo?
Bueno, de todos modos ya yo estaba pensando cómo transmitirlo desde
donde estaba, estábamos haciendo los planes...
Miren, estuve en cinco lugares desde la madrugada de antier, y debo
decirles, porque ahora me decían los muchachos, algunos llorando de
emoción, allá en La Orchila nos abrazamos en una sola masa de senti-
miento, porque esos soldados que ustedes ven con un fusil cruzado y
una cara a veces un poco arrugada, esos son puro amor, y entonces uno
me dijo:
––Ay, yo no podía respirar hasta que no lo viera. Me sentía muerto,
me dijo.
Entonces me dijo:
––No, porque han dicho que a usted lo han golpeado, que si no sé
qué más, que lo torturaron para que firmara la renuncia, no sé qué más...
No. Aclaro que no fui maltratado para nada, desde la sede del Ejér-
cito donde estuve, luego en un batallón de Fuerte Tiuna, me movían;
entre otras cosas me movían creo porque donde me llevaban conseguía
el abrazo de los muchachos, y hasta lágrimas. Los que me llevaban la
[310] ANEXOS

comida se quedaban un rato ahí, diciéndome algo, dándome aliento. Así


que ese mensaje que comencé a recibir me fue conformando la certeza
de que esta situación virtual, esta especie de película –no sé qué– que
vimos no iba a durar mucho tiempo.
Luego me llevaron una noche a Turiamo, y allá fui recibido por un
grupo de soldados, soldados de los comandos de la Marina, y me trata-
ron de manera excelente; y luego no había donde dormir, porque ellos
ni siquiera sabían que yo iba para allá, me llevaron, y cuando llegamos
buscando una cama, buscando un colchón, les dije:
—No, no se den mala vida por mí, muchachos, pónganme una sábana
que yo soy un soldado como ustedes.
Y nos quedamos hablando un rato, y tomando mucho café, por
supuesto, el capitán Marino, así se llama, me atendió a las mil maravi-
llas, y hablamos mucho. ¡Ah! ¿Saben una cosa? Esta travesía por cinco
sitios militares me sirvió para hacer algo que yo no hacía desde algún
tiempo: hablar con los muchachos de allá abajo, oír a los sargentos, oír
a los tenientes, oír a los capitanes; sus críticas, sus aportes, ellos tienen
mucho que decir. Entonces esa es una de las lecciones que he sacado.
Uno de ellos me dijo:
—Mi Comandante, no se olvide de nosotros. No permita que ese
tránsito entre nosotros y el Alto Mando y los altos mandos, por ahí se
van quedando las verdades que a usted no le llegan.
Así que me sentí otra vez soldado. Incluso le dije a uno de ellos esta
mañana:
—Mira, yo no sé qué irán a hacer conmigo por allá, pero si deciden
degradarme, a lo mejor, les pido que me dejen de soldado raso aquí en
esta unidad de soldados.
Pero luego lo que les iba a contar es lo siguiente, yo no sé si tendrán
por allí ustedes un fax que me dicen que ha recorrido... Pásame uno,
por favor. Hay bastantes. Miren... ¿Dónde está? ¡Ah! Esto lo escribí
esta mañana, bueno, a mediodía, eran casi las tres de la tarde. ¿Cómo
fue esto? Estaba el helicóptero prendido para moverme otra vez, para
Lealtad a prueba de golpe [311]

moverme otra vez ¿y a dónde? A La Orchila. Y entonces me apuraban,


me apuraban, y yo decía:
—Espérate, que tengo que recoger mi ropa y algunas cosas que me
llevé, unas cositas allí.
Estaba lavando interiores y lavando un par de medias... Sí. Me rega-
laron... [aplausos].
Vicepresidente Diosdado Cabello: Como en los viejos tiempos.
Presidente Chávez: Sí, como en los viejos tiempos. Lavando una frane-
la. Me puse a trotar un rato y corrí con unos muchachos allá comando,
no tanto como ellos que son comandos entrenados, un sol sabroso hacía
en Turiamo, y cuando llego a darme un baño entonces me voy a vestir y
me apuran que llegó el helicóptero. Y llega un muchacho de la Guardia
Nacional, y él me hace una pregunta:
—Mire, mi Comandante, acláreme algo.
Él entró a la habitacioncita y cerró la puerta. Afuera tenía unos supe-
riores de él. Y él no quería que lo oyeran, me habló muy bajo:
—Dígame una cosa –me dijo– aclárame algo. ¿Es verdad que usted
renunció?
Yo le dije:
—No, hijo, ni renuncié ni voy a renunciar.
Entonces él se paró firme, me saludó, y me dijo:
—Entonces, usted es mi presidente. Pero dígame algo –me dice– eso
tiene que saberlo el pueblo, porque andan diciendo por todos lados que
usted renunció, que se fue del país.
Entonces yo le dije:
—Bueno, yo voy saliendo.
Y él me dijo:
—Escríbame algo, escríbame algo y me lo deja en el pote de la basura
–me dijo– porque yo salgo y después vengo a recogerlo.
Yo hice el papel, escribí esto en un minuto, lo doblé y donde está el
pote de la basura, que estaba lleno de papeles ahí, en el fondo lo metí.
Pero yo salí, y dije, a lo mejor este muchacho no puede regresar, o no
consigue el papel o no puede sacarlo, qué sé yo. En Turiamo, en una
[312] ANEXOS

unidad que no tiene ni teléfono, no hay ni señal de televisión por allá.


Entonces escribí esto, lo que me salió del alma:
Turiamo, 13 de abril 2002
A las 14:45 hrs.
Al pueblo venezolano...
(y a quien pueda interesar).
Yo, Hugo Chávez Frías, venezolano, Presidente de la República Bolivariana
de Venezuela, declaro:
No he renunciado al poder legítimo que el Pueblo me dio.
¡Para siempre!

Hugo Chávez Frías

Y resulta que llego acá y todo el mundo tiene una hoja de estas ahora.
Y me dicen que anda recorriendo el mundo.
Ese muchacho cumplió. Seguro regresó, buscó el papel, se lo metió
no sé dónde, salió, no sé cómo, pidió permiso de allá, y no sé cómo eso
empezó a circular.
Te felicito, Rodríguez. El apellido de Isaías...
Por cierto, que ayer por la mañana, tuve chance de ver, en un televisor
que un oficial me llevó prestado, y lo puso allí. Yo estaba acostado en una
camita y, bueno, estaban diciendo allí en la televisión cuántas cosas, ¿no?
Yo estaba como queriendo dormir un poco y de repente oigo una voz
conocida: Isaías Rodríguez. Y me paro como un rayo y me siento en la
cama: “Voy a ver qué dice Isaías”. Y cuando terminó de hablar Isaías en
verdad dos lágrimas afloraron aquí, a mis ojos, y dije: “Ahí está un varón
diciendo la verdad”... [aplausos].
Y esas declaraciones de Isaías fueron una señal, fueron un rayo en
aquel vendaval de mentiras, a mí sí es verdad que me pusieron en la mesa
una hoja que decía: “Renuncia”. Yo no la leí. Les dije a los señores que
estaban ahí aquella madrugada, les dije:
—No, guárdenla porque yo no voy a renunciar. Soy presidente prisio-
nero, pero yo no renuncio.
Lealtad a prueba de golpe [313]

Y sin embargo echaron a rodar aquello y lo leían, lo leían por los


medios, como si estuviera firmado. Vean cuántas mentiras. Pero, bueno,
es parte de las reflexiones que hay que hacer, yo también vi en alguna
estación de televisión, en esas horas, tuve varias horas un televisor ahí y
estuve pendiente. Creo que fue ayer por la mañana. Entonces veo a una
dama locutora, de una planta de televisión venezolana, leyendo un papel,
leyendo mi renuncia. Y por supuesto que ella sabía que eso... a menos
que hayan falsificado mi firma. Pero como dijo Isaías muy claramente:
—Yo quisiera ver la renuncia firmada del presidente. ¿Dónde está? Y
aun así eso requiere todo un procedimiento.
Pero, en fin, reconocer al Fiscal General su coraje. Porque además lo
hizo mientras estaban deteniendo gente, sacando ministros de su casa
esposados, sacando gobernadores a empujones de las gobernaciones, es
decir, toda una avalancha de odio que ojalá más nunca llegue a nuestro país.
Y yo aprovecho para hacer un llamado a quienes me adversan: Uste-
des venezolanas, ustedes venezolanos que me adversan, pues advérsen-
me, yo no puedo... trataré de hacerlos cambiar, ojalá, pero ustedes no
pueden adversar esta Constitución, porque esto es un libro para todos,
es como el Popol-Vuh, aquel libro de los mayas, el Popol-Vuh (“el libro
de todos, el libro de la comunidad”). Tienen que reconocer todo esto,
y sobre todo algo... ¡ah! Oye, no se dejen envenenar, no permitan que
los envenenen con tantas cosas y tantas mentiras, reflexionemos todos.
Pongamos las cosas en su justo lugar, para bien de todos, para bien de
Venezuela.
Bueno, yo no voy a extenderme más, hay mucha gente allá afuera en
la calle, hay muchas cosas que revisar, hay muchos informes que reci-
bir, hay decisiones –algunas urgentes– que tomar para que el país no
se detenga y para que las cosas que se han salido de su cauce mucho,
o algo, para que esos focos donde ha habido algunos saqueos, alguna
represión por parte de algunas policías, alguna angustia, mucha angustia
de millones de venezolanos, pues que todo eso vuelva a la calma. ¡Vuelta
a la calma, se impone ahora! Llamo a la vuelta a la calma al país. Llamo
[314] ANEXOS

a que fortalezcamos la unidad de los venezolanos, llamo a que continue-


mos la marcha a paso de vencedores.
Así que me fui, y anoche viendo unas estrellas por allá, en Turiamo,
y así termino este mensaje madrugador a mi querido país, a mi querida
Venezuela, a mi queridísimo pueblo, a mis queridísimos muchachos de
la Fuerza Armada, y muchachas de la Fuerza Armada. Yo estaba miran-
do una estrella, y pensando, mirándola fijamente, pensando en muchas
cosas, en la familia, Marisabel, pude hablar con ella; mis hijos, mis cinco
hijos. ¿Dónde estarán, decía, Dios? ¡Cuídamelos! Mi nieta, mi viejo, mis
amigos, mis compañeros más cercanos, porque yo intuía que sobre ellos
se iba a desatar persecución, atropellos y amenazas hasta de muerte.
Pensaba mucho en Diosdado, que lo llamé esa madrugada y le dije:
—Vente para acá.
Y no llegó. Pensaba mucho en Rodríguez Chacín, que me dijeron
que lo habían sacado esposado. Pensaba mucho en todos ustedes, en
millones, en la angustia, en la incertidumbre que había. Pero de repen-
te mirando aquella estrella, allá a la orilla de la bahía, y recordando y
trayendo a mi mente, a mi superficie y a mi conciencia, trayendo al ser,
trayendo al consciente que soy, el recuerdo de tantos años, el conoci-
miento que tengo de las entrañas del pueblo venezolano, porque tengo
ya casi una década metido en la entraña del pueblo y de ahí no voy a
salir más, nunca jamás. Conociendo el coraje del pueblo venezolano,
conociendo los niveles de organización que tiene el pueblo venezolano,
y ese es uno de los capitales más importantes que tenemos, el nivel de
organización y de respuesta: partidos políticos, círculos bolivarianos, que
aprovecho para reivindicarlos, porque los círculos bolivarianos no son
grupos armados; es una organización social, se desató una campaña; y
si por alguna razón algún miembro de algún círculo bolivariano anda
por allí armado, anda armado sin autorización o con intenciones de otro
tipo, pues yo los llamo –si es que por alguna razón eso fue verdad– a
que depongan esa actitud, así no los necesitamos, de verdad. No, no. Las
armas de la República, las armas del pueblo para defender este Gobier-
no y a la República se ha demostrado dónde están y están en manos de
Lealtad a prueba de golpe [315]

gente consciente, porque verdaderamente los militares que faltaron a


su juramento, que por diversas razones se plegaron a la ignominia, allá
ellos ante la historia y ante la ley, pero en verdad no tenían comando, era
un grupo virtual; pero los que verdaderamente tienen el comando de las
tropas comenzaron a dar una respuesta inmediata, inmediata. Enton-
ces se ha demostrado, por una parte, la gran capacidad de respuesta del
pueblo organizado, que me siento tan orgulloso de ello; y por otra parte,
la capacidad de respuesta también organizada de la Fuerza Armada. Por
eso les decía que conociendo al pueblo, como lo conozco, y conociendo
a la Fuerza Armada, como la conozco, mirando aquella estrella yo llegué
a la conclusión, algo desde dentro me dijo: “Tranquilo, Hugo, que ni
ese pueblo ni esos muchachos militares –para utilizar un término bien
criollo– verdaderos se van a calar este atropello. Algo tiene que ocurrir”.
Decía yo para mis adentros: “No puede ser que tanto esfuerzo vaya a
perderse así, no puede ser que el esfuerzo de tanto tiempo, de tanta
gente y de tanta intensidad, que dio nacimiento a esta Constitución y le
dio vida a esta nueva y Quinta República, vayan a desaparecerla de un
plumazo, así facilito”. No. Yo estaba seguro de que eso no podía ocurrir.
Porque si no hubiese sido como que uno no hubiese vivido. No. La
semilla que hemos sembrado retoñó, creció y allí están las siembras, la
sementera, y los frutos en los corazones del pueblo.
Ahora, yo estaba seguro, pero completamente seguro que volvería-
mos, absolutamente seguro... [aplausos]. Ahora, ¿saben qué? Lo único
es que jamás me imaginé que regresaríamos tan rapidito. Sí. Miren, me
había puesto a escribir unos poemas, no pude terminar ni el primero, no
me dieron tiempo ni de descansar un día, y se los agradezco mucho. Así
que muchísimas gracias. Muchísimas gracias.
Ahora, voy a terminar repitiendo algo que me parece muy importante
que debo repetir, y que esto no sea palabra hueca, le pido a Dios que esto
no sea palabra que se la lleve el viento. Oye, hago un llamado de verdad
a la unidad de los venezolanos, a la unidad respetándonos las diferen-
cias, hago un llamado a la cordura, hago un llamado al entendimiento,
hago un llamado a la Iglesia católica, apostólica y romana, a la Iglesia
[316] ANEXOS

evangélica, a las religiones; hago un llamado a los empresarios del sector


privado, hago un llamado a los partidos políticos, todos, a todos; hago
un llamado a los dirigentes de esos partidos, a los dirigentes sindicales,
hago un llamado a los dirigentes empresariales, hago un llamado sobre
todo –y agarro la cruz– hago un llamado a los dueños de los medios
de comunicación. ¡Por Dios! Reflexionen, pero de una vez. Este país
también es de ustedes, yo también tengo que reflexionar muchas cosas.
Sí. Lo he hecho en muchas horas. Y me traigo lecciones aquí y aquí
[señala su corazón y su sien], que no voy a olvidar, de tanto pensar, de
tanta angustia, de tanto dolor, de tanta incertidumbre. Así que vengo
dispuesto a rectificar donde tenga que rectificar, pero no solo debo ser
yo el rectificador, todos tenemos que rectificar muchas cosas para que
volvamos a la calma, al trabajo, al empuje y a la construcción de la Venezuela
bolivariana, para que sigamos construyéndoles la patria a nuestros hijos, a
nuestros nietos; para que sigamos haciendo realidad el sueño de Bolívar.
Anuncio... Algunas cosas que recuerdo tenía en la agenda para esta
semana que comienza hoy domingo, ya lo habíamos acordado hace unas
semanas atrás, convocar a unas mesas redondas de diálogo nacional.
Hago un llamado a todos los sectores del país, a esas mesas redondas
de diálogo nacional, que comenzará con la instalación esta semana, el
18 de abril, esta semana viene el 19 de abril, buen día para levantar
de nuevo con vigor, como siempre, esas banderas de la patria, y esas
fechas que como la de hoy pasarán a la historia republicana... El 18 de
abril vamos a instalar el Consejo Federal de Gobierno, y ese Consejo
Federal de Gobierno será el epicentro o el núcleo de donde saldrá una
comisión coordinadora y ampliada, con la participación de otros secto-
res de la vida nacional, para impulsar esas mesas del diálogo nacional
en lo económico, queremos que nos hagan las críticas en lo económico,
en lo político, en lo social, en lo territorial, en lo internacional, pero
vamos a discutirlo. Los que no estén de acuerdo con nuestras políticas,
con nuestras decisiones, díganlo, pero lealmente, honestamente, para ir
buscando el mayor consenso posible, porque el objetivo tiene que ser el
Lealtad a prueba de golpe [317]

mismo para todos –con nuestras diferencias– la patria, la Venezuela que


es de todos.
Por otra parte voy anunciar algo que no me dejaron anunciar, yo lo iba
a anunciar ese día y no me dejaron, no hubo tiempo, la situación no lo
permitió, pero ese día... ¿Qué día fue, 11? 11. Aquí vino el presidente de
Petróleos de Venezuela, Gastón Parra Luzardo, Gastón Parra Luzardo,
y me dijo:
—Presidente, para contribuir con la búsqueda de una solución defi-
nitiva al problema de Pdvsa...
Que no dejamos de reconocerlo como un problema producto de esa
transición, esos cambios y errores que se cometen de allá y de acá, y que
nos tenía muy preocupados y que sí es un problema real, no es virtual,
pero sobre el problema real se montó el virtual y la conspiración, que
trató de desconocer y de patear a nuestro pueblo y nuestra Constitución.
Así que el doctor Gastón Parra me trajo, debe estar allí, yo ni siquiera
me llevé nada de papeles, se quedaron todos allí, me trajo la renun-
cia colectiva, una renuncia de toda la Junta Directiva de Pdvsa, y yo le
acepté la renuncia como se la acepto a todos, para abrir el camino a una
recomposición de la Junta Directiva de Petróleos de Venezuela, para
fortalecerla y sobre todo para darle la capacidad necesaria para conti-
nuar impulsando esta importante empresa petrolera. Así que les hago
un llamado a todos los trabajadores de la nómina mayor, de los demás
sectores, técnicos medios y los trabajadores, no se atropellará a nadie,
pero hago un llamado a que trabajemos, que depongamos algunas acti-
tudes y nos vamos a trabajar; para producir, para refinar, para exportar,
para vender el petróleo y sus derivados y poner en el tope de eficiencia
y eficacia esa empresa que es –como hemos dicho– de todos los vene-
zolanos.
Así que con estos anuncios retorno, así como por el centro del home,
retorno después de dos días de ausencia, de incertidumbres; retorno
cargado espiritualmente de un gran amor, y sobre todo si hace dos días yo
los amaba a ustedes, hoy, después de esta jornada histórica, de esta demos-
tración sin precedentes en el mundo de cómo un pueblo y sus soldados
[318] ANEXOS

detienen una contrarrevolución y hacen una contra-contrarrevolución,


sin disparar un tiro, sin derramar sangre, y reponen las cosas en su sitio.
Después de esta jornada memorable, histórica, imborrable para siempre
jamás, si ayer los amaba, hoy los amo muchísimo más. Amor con amor se
paga. Muy buenos días a toda Venezuela, muy buenos días a todos.
Aló, Presidente, programa N.º 355

Palacio de Miraflores, Caracas


Domingo, 11 de abril de 2010

Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez:


Domingo 11 de abril. Son las dos de la tarde con veinticinco minutos
casi ya, hemos estado desde la mañana orando, uniéndonos en oración.
Buenas tardes a Venezuela toda, buenas tardes a todos los invitados
especiales. Estamos aquí en el patio central de Miraflores, la casa del
pueblo. Esta es la casa del Gobierno, del pueblo.
11 de abril, quedaste grabado en nuestra historia con una lágrima y
con una gota de sangre, con un dolor aquí en el corazón, aquí en el alma;
pero más allá del dolor, como dice Alí Primera, aquella canción: “Fuego
con llanto es vapor...”, aquel llanto del 11 de abril, aquella sangre del 11
de abril es eso, con el fuego de nosotros los revolucionarios, con el fuego
del pueblo, con el fuego sagrado patrio hoy cantamos con Alí Primera,
cantamos con el pueblo, oramos con el pueblo, llenos de dolor, pero
también de infinito amor y de fe en lo que hacemos, y de esperanza en
un futuro lleno de paz, de armonía, del socialismo bolivariano.

[319]
[320] ANEXOS

Presidente Chávez:

Fuego con llanto es vapor,


vapor con viento no es na, se va,
como lluvia volverá
para comenzar la siembra.
Muchacho pásame los fósforos
que esa madera va a arder...

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez:

Muchachos pásenme los fósforos


que esa madera va a arder,
ese fuego alumbrará el camino
pa’ donde habrá que coger,
pa’ donde va a ser,
cantar y cantar
hasta que la vida
se vuelva un cantar
y nuestro combate una sola canción...

Presidente Chávez: ¡Viva la vida!

Asistentes: [aplausos] ¡Viva!

Presidente Chávez: Viva la patria.

Asistentes: [aplausos] ¡Viva!

Presidente Chávez: Saludos a todos. Bienvenidos. Saludos, invitados


especiales.
Lealtad a prueba de golpe [321]

Estábamos esperando que se desarrollaran los eventos de Puente


Llaguno, desde aquí mi corazón a los mártires, a los héroes y heroínas del
Puente Llaguno. Bienvenidos, queridos compañeros del partido socia-
lista, compañeros de la Fuerza Armada, soldados, líderes comunales, los
consejos comunales, el movimiento popular. Aquí estamos, en la plaza
del pez que escupe el agua... No está escupiendo agua porque estamos
ahorrando, estamos ahorrando.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: Por ahí vino hace poco alguien, en la noche, y


comentó por allá que para ir a Miraflores en las noches ahora hay que
llevar linterna, porque en verdad aquí dejamos las luces prendidas por
aquí, por allá, ahorrando, pero vamos bien en el plan de ahorro, y además,
se anunció ya el invierno.
Por favor, vamos a sentarnos un minuto. Creo que tenemos un pase
primero que nada a Puente Llaguno. Ahí desde esta mañana temprano
hemos estado acompañando al pueblo en la oración, en la canción, en el
fervor, en el dolor, en el recuerdo, pero en la fuerza. Recordar, recordar
la memoria histórica. Bienvenidos Aristóbulo, Earle, Brito, los Roberto...
¿qué hacen aquí los Roberto, por favor? ¡Ah!, no, es “el” Roberto, no “los”,
¡gracias a Dios que no son los Roberto! Son inaguantables, vale, aunque
yo no me los pelo los domingos después de Aló, Presidente, relax con los
Roberto. Helena Salcedo, muchachos de la juventud militar ¿ustedes
son quiénes, cadetes?

Asistentes: Sí, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: Cadetes. Ustedes eran unos niños hace ocho


años, diez años tendrían ustedes, ¿no?, once años. ¿Cuánto tenían, doce?

Asistente: Sí.
[322] ANEXOS

Presidente Chávez: Doce años. Pueden sentarse, muchachos. Gene-


rales y almirantes de la Fuerza Armada revolucionaria. Bienvenidos,
generales del pueblo que están allá, todos son generales del pueblo;
líderes populares, campesinos. Bienvenidos. María y Rosa están por allá
[beso], mis muchachas y mi gallito, allá está el gallito. Está quietico, está
haciendo un reconocimiento visual porque después saldrá disparado y
no habrá paz en este patio.
Decidimos el programa a esta hora para no interrumpir las activida-
des populares, religiosas, culturales y patrióticas de Puente Llaguno y en
otras partes del país.
Llamé a mi hermano Adán que hoy cumple, pensé que eran 55,
Aristóbulo. Adán cumple hoy 57 años, ya va directo pa’ 60, ya te va a
alcanzar.

Aristóbulo Istúriz (Vicepresidente del Psuv, región oriental): Me


lleva coleado.

Presidente Chávez: Te lleva coleado [risas]. Le dije: “¿Adán, ya tú


cumples 57?”, 57, María, ¿no?, y por tanto yo voy para 56. Recuerdo a
Adán esa noche del 11 de abril en esa puerta, cuando nos despedimos
en la madrugada. Le dije: “Adán, espero que tu próximo cumpleaños sea
mejor”, y fíjate. ¡Feliz cumpleaños, hermano!, querido hermano. Esta
mañana lo llamé temprano. Me dijo que iban saliendo a una misa y
un evento en Barrancas de Barinas. Se concentraron en Barrancas y en
el Táchira también y en el Zulia porque, bueno, un evento histórico,
un evento nacional que merece ser recordado, recordado con dolor, con
pasión, con fervor.
Si uno analiza los acontecimientos que vinieron desarrollándose en
esta casa y en estas calles y en esta patria, el 11 de abril estaba escrito. La
única forma de evitar el golpe burgués, imperial era que yo me hubie-
ra entregado, y yo no llegué aquí para entregarme a la burguesía ni al
imperio yanqui.
Lealtad a prueba de golpe [323]

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Era la única forma de evitarlo.


Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: No. Pues bien, el evento de Puente Llaguno


se ha extendido, porque me dijeron que era hasta mediodía; pero yo
aproveché que se extendió con las canciones, la pasión que hay allí
para reunirme ahora como me he reunido con un grupo de mujeres de
la Alianza Bolivariana, coordinadas por María León, nuestra ministra
de la Mujer e Igualdad de Género. Hemos conversado allí sabroso,
como una hora y media aproximadamente, las mujeres del Comité de
Mujeres del Alba.
Sepan todas las mujeres de Venezuela, de Cuba, de Nicaragua, de
Ecuador, de Bolivia, de Antigua y Barbuda, de San Vicente y Las
Granadinas, de Dominica, que existe el Comité de Mujeres de la
Alianza Bolivariana, y están trabajando muy fuertemente para acelerar
el proceso de integración y la construcción del socialismo en América
Latina y el Caribe.
Terminamos y aquí estoy. Pero no ha terminado Puente Llaguno.
Vamos a hacer un pase, me dicen que está listo el pase ¿sí?, un momen-
tico. Vamos a darle la bienvenida a Aló, Presidente a nuestra flamante y
nueva ministra de Comunicación, Tania Díaz, que está por ahí. Vamos
a ver qué nos dice Tania [canta]: “Tenía los ojos azules y tocaba el acor-
deón...”, con esta canción yo dormía a mis hijas, “Tania, la guerrillera”.
Tania ¿qué nos dices? Un saludo te pido para Aló, Presidente y a través
de Aló, Presidente, ahora como ministra.

Tania Díaz (ministra del Poder Popular para la Comunicación y la


Información): Bueno, presidente, muchas gracias a usted por la confian-
za que me depositó y muchas gracias también a toda la gente que me
ha manifestado también el apoyo para emprender este nuevo reto que
nos corresponde ahora. Yo esta mañana conversaba con María Alcira
[324] ANEXOS

Matute, una colega con quien hemos reflexionado mucho sobre el tema
de la comunicación, y ella me decía, bueno, que el pueblo tenía muchas
expectativas, que quería que la democracia participativa y protagónica
llegara hasta todos los rincones del país; y yo le decía, recordando esta
fecha, que el 13 de abril ocurrió eso ¿no? El 13 de abril el pueblo vene-
zolano tomó la palabra y no la... no se la pudieron quitar nunca más, y
eso ya es un buen inicio para la tarea que nos corresponde.
Presidente Chávez: Bueno, gracias, gracias, Tania; muchas gracias por
aceptar tú.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Gracias por aceptar la responsabilidad, que no


es fácil, de... y es un gran compromiso, de dirigir, coordinar, y yo pido
para ella todo el apoyo ¿saben? Porque hay la tendencia en nosotros
(autocrítica) a pensar o a creer... porque básicamente la formación que
nos dieron fue fragmentadora de la realidad. La realidad es una sola, no
hay nada que esté desconectado del todo y el todo no se puede despren-
der de ninguna de sus partes. Entonces a veces nosotros tendemos a
creer que el tema comunicacional ¡ah!, eso es de la ministra, eso es del
ministerio, ¡no! Es una responsabilidad de todos, en todos los ámbitos,
allá en la comuna, allá en los consejos comunales. Entonces Tania es,
como ministra, la coordinadora de ese conjunto de espacios, de iniciati-
vas. Muy diverso, muy creativo tiene que ser, y muy necesario. Es vital,
es la batalla de las ideas.
Fidel Castro, desde aquí vamos a enviarle este aplauso a Fidel.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Y un recuerdo a Fidel, a Cuba y a todos nuestros


compañeros y amigos en Cuba, a Raúl Castro, presidente de Cuba, y a
toda Cuba.
Lealtad a prueba de golpe [325]

Pues bien, pido que todos cooperemos con Tania y el equipo del
ministerio para articularnos cada día más, cada día mejor en la batalla.
Es la batalla por la mente. Esa batalla es vital, Bolívar lo dijo: “La prime-
ra de todas las fuerzas (no es la de los cañones, no la de los tanques, no
la de los bombarderos) es la fuerza de la opinión pública”. Eso lo sabe
muy bien el capitalismo hace siglos y juega bien ahí, sabe jugar, tiene
mucho poder, lo construyó, lo vino construyendo; y capacidad y se ha
perfeccionado, y ahora con las tecnologías nuevas penetran por todos
lados, envenenan la mente desde los niños, van trabajando a los niños:
el sistema educativo, libros, películas, novelas, publicidad, consumismo,
íconos del capitalismo; lo van creando. Fidel lo refiere siempre. Dice que
hay que tener cuidado con esos reflejos condicionados que todos tene-
mos dentro, sembrados desde niños. Hay que ser conscientes de ello.
Nuestros pueblos los tienen ahí sembrados, y además bombardeando
permanentemente, todos los días.
Es la batalla de las ideas y por la opinión pública. Ahí es bueno... yo
recomiendo que se [haga] este análisis descriptivo que llegó gracias a
Tania, por cierto. Hay que hacer ahora un análisis de esto. Incluso, a
mí me parece que deberíamos, a lo mejor, del Gobierno, del partido,
hacer contacto con quienes elaboraron este estudio para ver y nosotros
además profundizar en las opiniones, valoraciones de la democracia...
Según este estudio hecho por el Centro Gumilla, más del 60% de los
venezolanos y venezolanas consultadas como muestra tienen, o mejor
dicho creen y tienen fe y esperanza en que el socialismo es el camino al
progreso humano y a la democracia verdadera.
Bueno, si miramos diez años, veinte años atrás ese porcentaje aquí
a lo mejor no llegaba ni a... ¿cuánto llegaría, Earle, tú que vienes por
esos caminos?, ¿10%?, ponle tú, quizás un 10%. Porque era una satani-
zación del socialismo: todo eso era malo, el demonio. Recuerdo aquellas
campañas que le hicieron a José Vicente Rangel –¿está José Vicente por
ahí? Bueno, lo saludamos. Está en Puente Llaguno–. (Bueno, vamos a
hacer el pase ¿verdad?, porque si no, es posible que allá se les acabe a
[326] ANEXOS

ellos el tiempo, antes de seguir haciendo reflexiones. Y yo aspiro y quiero


que algunos de ustedes contribuyan con estas reflexiones). La memoria,
la memoria, para que más nunca ocurra aquí un 11 de abril.
Ahora, si ocurriera, vendría el 13 pero elevado a la enésima potencia,
por si acaso, señores de la oligarquía. Señores del imperialismo.
Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Vamos a darles el pase. Allá está Jacqueline Faría,


la jefa de Gobierno; José Vicente Rangel, está Cilia Flores, García
Carneiro, gobernador del estado Vargas; Yesenia Fuentes, de la Asocia-
ción de Víctimas del 11 de Abril, de Puente Llaguno; un grupo de jóve-
nes del Partido Socialista, la juventud socialista; un grupo de diputados
y mucha gente del pueblo, allá en Puente Llaguno. Adelante, Jacqueline.

Jacqueline Faría (jefa de Gobierno del Distrito Capital): Con las


buenas tardes, camarada presidente y comandante de la Revolución
Bolivariana. Lo recibimos con alegría aquí en Puente Llaguno, a ocho
años de ese intento de tumbar nuestro proceso revolucionario, a ocho
años de esa traición que hoy respondemos sembrando flores con la juven-
tud, camarada presidente. Aquí la sangre derramada está hoy recogida
en miles de franelas rojas dispuestas a derramar su sangre. Las mujeres
y los hombres caídos aquí en defensa de la Revolución están más vivos
que nunca en nuestros cuerpos, en nuestras almas, pero principalmente
en las jóvenes, en los jóvenes que han venido a dejar su testimonio de
Revolución, a levantar de esa sangre caída el esfuerzo y el sacrificio,
y a tomarlo en sus manos para entregarlo al pueblo de Venezuela y a
su lucha, comandante. Adelante, comandante, ordene a ese pueblo en
Revolución.

Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [327]

Presidente Chávez: Bueno, parece que nos están... gracias, Jacqueline


por esa intervención como siempre tan apasionada. Parece que nos están
oyendo todos los que están en Puente Llaguno, ¿a ver?
Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: ¡Ah! Maravilloso. Les enviamos desde aquí un


caluroso aplauso y un “viva” a Puente Llaguno. Que vivan los héroes y
heroínas del Puente Llaguno.Yo los estaba viendo desde esta mañana,
mirando los rostros, las expresiones, lágrimas, emoción. El recuerdo de
un hecho muy doloroso, de un hecho que, como decía José Vicente Rangel
–que ahí le veo junto a Iris Varela también–, José Vicente decía hace un
rato, en Puente Llaguno, que si no hubiese sido por esa –¿cómo deci-
mos en jerga militar?– línea de resistencia que el pueblo allí estableció...
¡sabio!, porque cuando la marcha por la mañana salió y todas las televi-
soras burguesas y los periódicos de aquel día llamando a la batalla final,
el pueblo no es tonto, el pueblo es sabio, el pueblo dijo que si la batalla
final es en Miraflores, “pues, pa’ allá nos vamos”. Y empezó a llegar gente
aquí, a llegar pueblo que caminó desde allá, desde lejos, desde arriba, de
las lomas, de las montañas, desde Petare, desde Vargas, y empezaron a
establecer, sin que nadie lo hubiese ordenado, una línea de resistencia,
dado que aquel grupo de militares traidores lograron inmovilizar a casi
toda la Fuerza Armada y replegaron tropas, Guardia Nacional, cuerpos
de seguridad, y le dejaron el campo libre a la marcha. Como que en un
juego de fútbol alguien retire las defensas, pues, y además al portero
lo amarren y le pongan una máscara, una cosa. Algo así ocurrió aquí,
entonces el pueblo entendió y se vino para acá y establecieron esa línea...
unas trincheras. Ahí cantaron, ahí gritaron, ahí asumieron su papel.
José Vicente lo dijo muy claro: si no hubiese sido por esa línea de
resistencia... Aquí teníamos un grupo de soldados patriotas, muy firmes,
un grupo de guardias nacionales, recuerdo que estuvo ahí... porque el
plan golpista fue bien elaborado: ellos venían por varias direcciones,
venía por El Calvario una avanzada muy violenta con armas, no solo
armas cortas (una pistola), armas largas, granadas de mano. La vanguardia
[328] ANEXOS

en verdad era una fuerza de combate paramilitar formada por militares


traidores y paramilitares asesinos, buena parte de ellos, y por acá, por
la avenida Baralt trataron de venir, y por donde está el liceo Andrés
Bello...
Asistentes: Fermín Toro.

Presidente Chávez: Fermín Toro, perdón, Fermín Toro –menos mal


que [los] tengo a ustedes–, Fermín Toro. Ellos venían organizados
en varios frentes de marcha, y todos tenían una vanguardia violenta,
golpista, asesina. Además, los francotiradores [estaban] bien ubicados, y
habían logrado controlar las alturas predominantes. Chocaron por acá
con un grupo de bien aguerridos guardias nacionales y soldados de la
Casa Militar, el regimiento de la Guardia de Honor que resistieron ahí
hasta más no poder, sin hacer uso de armas de fuego, porque yo recuerdo
las órdenes que di.
Aquí estoy viendo al mayor general Almidien Moreno. En ese enton-
ces él era coronel y era el segundo comandante de la Casa Militar, y lo
recuerdo con su casco de acero aquí. Moreno Acosta fue uno de los que
a mí me agarraron, porque yo quería salir allá cuando termina la cadena,
que me dicen que hay tantos muertos ya. Yo dije: “Me voy pa’ la calle”.
¡Este fue uno, el coronel! Me agarraron ahí: “Usted no va pa’ la calle: lo
matan”.
Porque habíamos previsto incluso que yo saliera a dar un saludo a la
concentración en la tarima, pues me estaban esperando. Si yo me asomo
allá, las balas venían era para acá.
Por eso José Vicente tiene razón: si no se establece esa línea de defensa
del pueblo y aquel grupo de valientes y heroicos soldados (pero bastante
disminuido porque eran grupos pequeños que tenían, además, días y
días en la batalla), esa marcha fascista habría asaltado y destrozado este
palacio, esta casa, y a mí me habrían sacado seguramente como sacaron
a aquel ilustre general presidente de Ecuador al que no le respetaron ni
los casi ochenta años que ya tenía, Eloy Alfaro; lo sacaron de la casa de
gobierno, lo amarraron a la cola de un caballo y ese caballo lo arrastró
Lealtad a prueba de golpe [329]

por las calles empedradas de Quito hasta que murió el heroico Eloy
Alfaro. Me habrían aniquilado aquí, y a todos los que estábamos aquí.
Claro que nos habríamos defendido nosotros, como sabemos hacerlo,
pero habría sido una carnicería aquí dentro en estos pasillos.
Por eso nada mejor que comenzar el día 11 de abril y cada 11 de abril
rindiéndole tributo a los mártires de Puente Llaguno, a ese pueblo sin
armas que se vino a poner el pecho a las balas, como dice aquel poema
guerrero: “Poniéndole el pecho a un aguacero de balas”. Ahora yo agrego
a esa reflexión, José Vicente y todos ustedes y especialmente a ustedes,
viudas, familiares, hijos, hermanos de las víctimas de Puente Llaguno,
de los mártires de Puente Llaguno: yo, como se lo dije a las amigas
mujeres del Alba que estaban allí, del Comité de Mujeres y la Igualdad
del Género, yo tengo conciencia ¿saben?, de que estoy vivo gracias al
sacrificio de ellos.
Por eso ¿qué me queda? Luchar, luchar y luchar hasta el último día
de mi vida, y pedirles a todos que lo hagamos con fervor, cada día más
unidos, con más conciencia para hacer realidad el proyecto bolivariano,
para obtener la victoria. No una victoria coyuntural, ¡no! La victoria, la
victoria definitiva, la victoria histórica contra el imperialismo y contra
esta apátrida burguesía, para que se cumpla lo que está escrito en la
Biblia, la muerte en este caso de los mártires del Puente Llaguno y de
los que murieron las horas subsiguientes, que dieron su vida las horas
subsiguientes, sea esa muerte absorbida, eliminada por la gran victoria
del pueblo.
Un abrazo para todos ustedes allá, en Puente Llaguno, con todo mi
fervor patrio, mi admiración, mi recuerdo y mi compromiso, que es nues-
tro, por la batalla y por la victoria. Un saludo, Jacqueline, a todos ustedes.
No sé si alguien más quiere hacer algún comentario, José Vicente, algu-
no de los familiares de las víctimas, de los mártires de Puente Llaguno.
Adelante.

Yesenia Fuentes (víctima del 11 de abril): Presidente Chávez, ¿cómo


está? Un saludo solidario y revolucionario en nombre de las víctimas del
[330] ANEXOS

11 de abril, y en nombre de nuestros abogados defensores de Puente


Llaguno que el año pasado muy gallardamente trajeron una sentencia a
treinta años con los policías metropolitanos que masacraron este pueblo
en Puente Llaguno.

Asistentes: [aplausos].

Yesenia Fuentes: Presidente Chávez, quiero presentarle... mi nombre


es Yesenia Fuentes, quiero presentarle también a un camarada que
perdió el 25% de la masa encefálica aquel 11 de abril. Él ahorita está
hemipléjico. Se llama Víctor Dávila. Sus palabras son muy recortadas
debido a su enfermedad a raíz de esas balas del 11 de abril, pero quisiera
que Víctor Dávila lo saludara y le enviara un saludo revolucionario.

Víctor Dávila (víctima del 11 de abril): ¿Cómo está, presidente? Mi


reconocimiento para usted porque usted hizo que el pueblo floreciera...

Yesenia Fuentes: Presidente Chávez, así nos dejó la oligarquía, así nos
dejó la derecha con nuestros venezolanos masacrados, con mucha gente
parapléjica, cuadrapléjica, con heridas en sus cuerpos, pero si el 11 de
abril se volviese a repetir le juro, presidente Chávez, con las botas pues-
tas que volvemos a salir a detener a esas balas. Es propicio el momento,
presidente Chávez, para volver a reivindicar a nuestros abogados, a las
fiscales Jaifa, Tursi, Sonia; al doctor Amado Molina, a la doctora Merlin
Morales, a Aramita Padrino, que ellos con mucha gallardía, presidente
Chávez, de corazón se lo digo, estuvieron aquí en Puente Llaguno y
también dieron la batalla en la ciudad de Maracay durante varios años,
para llevar a la cárcel a esos asesinos como Iván Simonovis, Henry Vivas
y Lázaro Forero. De igual manera, presidente, quiero reivindicar con mis
palabras al exalcalde, al exdiputado para la época, Juan Barreto, ¿cómo
dejar de recordar a Juan?

Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [331]

Yesenia Fuentes: Cuando Juan fue un camarada, es un camarada,


sigue siendo un camarada, presidente, igual estuvo en Puente Llaguno.
Igual que la diputada Iris Varela, que, bueno, en centenares de puntos de
acá, de Puente Llaguno, nos los conseguimos. Juan me llevó al centro, el
12 me lo encontré, el 13 me mandó pa’ mi casa y le dije que no, ¿cómo
dejar de recordar a esos camaradas?, ¿cómo dejar de recordar aquel 11
de abril del 2002 cuando muchos cuerpos se llenaron de sangre, cuando
muchos hogares se enlutaron?, con la derecha escuálida y recalcitrante
de esa gente, de los adecos y los copeyanos.
Presidente Chávez, en nombre de las víctimas de abril, en nombre
de los abogados de la Asociación de Víctimas, en nombre de nuestras
fiscales le damos las gracias por estar en este pueblo, por darnos estos
lineamientos socialistas, por enrumbarnos a un mundo mejor, a nuestros
hijos, a nuestras madres, a nuestros nietos. Gracias, presidente Chávez,
por existir. Adelante, presidente.

Presidente Chávez: Gracias, Yesenia. Por favor, tú les das un abrazo


de mi parte a todos los miembros de la Asociación de las Víctimas,
de los mártires de Puente Llaguno, a Víctor un abrazo, un millón de
recuerdos, y a todos, a sus hijos, sus madres, a toda la familia.
Yo quiero decirles que si es verdad que los espíritus andan por ahí, los
de Puente Llaguno no son solo de Puente Llaguno: esos merodean por
aquí, por estos pasillos, por estos espacios de Miraflores; son de Puente
Llaguno, son de Miraflores, son de todos nosotros, pues.
Hagamos realidad ese sueño por el que ellos murieron, como tantos
mártires a lo largo de estos doscientos años. Porque hay que inscribir
Puente Llaguno, hay que inscribir el 11 de abril en la historia, en la
perspectiva de la historia para poder entender bien. Las balas de Puente
Llaguno son las mismas de Berruecos. “¡Ay, balazo!” de sorpresa grita-
rían nuestros compañeros en Puente Llaguno al caer, algunos heridos
de muerte, otros como Víctor, ¡ay balazo!, sorpresivo balazo. Un fran-
cotirador escondido en la selva de concreto. Es el mismo francotirador
escondido de la selva de Berruecos, y el grito aquel: “¡General Sucre!”. Y
[332] ANEXOS

volteó el Gran Mariscal y un balazo y otro. “¡Ay, balazo!”, “¡ay, Cumaná


quién te viera!” y cayó muerto el Gran Mariscal.
El grito de Puente Llaguno ¡ay balazo!, ¡ay mi vida!, es el mismo de
Santa Marta, ¡ay mi patria!, ¡ay mi vida!, cuando moría Bolívar. Es el
mismo –según quedó escrito por los pocos que estaban con él– que lanzó
aquel hombre agonizante por allá, en un pueblito llamado Amotape, con
más de ochenta años de edad, Simón Rodríguez, muriendo en la más
grande de las miserias y delirando: “¡Ay mi alma, ay mi alma!”. Eso fue
lo último que decía él, “¡Ay mi alma, ay mi alma!”, y se fue. Me imagino,
¡ay, mi alma!, ¡ay, balazo!, ¡ay, mi patria! Entonces estamos inscritos en
la misma historia.
Y si queremos ver más lejos, los que creemos en Cristo ¡es el mismo
grito aquel de la cruz!: “¡Ay, mi alma! Todo está consumado. Padre ¿por
qué me has abandonado?”.
Es necesario que inscribamos Puente Llaguno, insisto, en estos
doscientos años. Puente Llaguno es continuación del 19 de abril, del
24 de Junio... Las balas de Puente Llaguno son también las balas de
San Carlos y el general “Cara de Cuchillo”, el que usaba el sombrero de
cogollo y sobre él, el quepis militar. Y aquel 10 de enero y aquel “ya vuel-
vo” y aquel caminar por el solar de una casa y asomándose y saludando
al soldado, saludando al campesino con armas, y allá la burguesía y de
repente el balazo ¡ay balazo!, y ¡pum!, cayó muerto Ezequiel Zamora.
¡Son las mismas balas! Por eso es larga la lista de mártires y es larga la
lágrima de dolor y es larga la gota de sangre.
Pero aquí estamos hoy nosotros, y tenemos esa gota de sangre aquí
dentro y esas lágrimas aquí dentro. Y esa conciencia debemos tenerla
cada día más agigantada, de que nosotros estamos aquí y hemos llegado
aquí y ahora para recoger en un lapso de doscientos años todo aquello,
y ahora levantar la victoria, la victoria de la Revolución de Indepen-
dencia.

Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [333]

Presidente Chávez: La gran victoria histórica, la victoria. Bueno,


Yesenia, Jacqueline, Víctor, José Vicente, nos despedimos de todos.
Cómo no recordar a Juan Barreto, ahí está Iris Varela, ya la mencioná-
bamos. A todos los que ocuparon su espacio, y a esos héroes anónimos
que por millones salieron a las calles e hicieron un milagro.
Porque lo que aquí ocurrió fue como un milagro, me lo decía pocas
semanas después del 11 de abril, en una cumbre creo que fue en Johan-
nesburgo, una presidenta de un país del mundo, en Europa, me vio y
me dijo: “Usted es un milagro ambulante”. Le dije: “Bueno, el milagro
no soy yo; el milagro está allá, se llama pueblo venezolano y pueblo en
armas”. Sigamos haciendo ese milagro, pues, haciendo posible lo impo-
sible: eso es una revolución. ¡Viva Puente Llaguno!

Asistentes: ¡Viva!

Presidente Chávez: Nos despedimos de ustedes, hermanos y herma-


nas, allá en ese espacio heroico, campo de batalla, Puente Llaguno. Buen
monumento ese que hizo Anita ¿verdad?, fue hecho por Anita Rangel,
el monumento en Puente Llaguno, ahí están aquellas manos, aquellos
brazos. Esa es como la victoria, ahí simbolizó la lucha y la victoria, coro-
nada por el pueblo, Puente Llaguno.
Aquí tenemos, por cierto, este libro de Néstor Francia, Puente Llaguno,
hablan las víctimas, para recordar, para leer. Vamos a leer, a releer, a recor-
dar, a abonar la memoria histórica. Me trajeron por aquí varios libros; de
Mylene Cegarra, El 11 de abril: palabra por palabra. El discurso mediático
sobre el golpe de Estado.
Es impresionante constatar cómo todavía algunos voceros de esa
oligarquía, de esa burguesía apátrida, algunos voceros del imperio siguen
repitiendo lo que entonces dijeron, hace ocho años, que los pistoleros de
Puente Llaguno, que Chávez mandó a dispararle al pueblo y mató a no
sé cuántos, y por tanto... eso fue lo que les faltó a ellos. El discurso estaba
hecho y el plan estaba hecho: Chávez mandó a matar y mató a tantos,
[334] ANEXOS

por tanto murió y ya, murió un tirano, murió un asesino. Aun cuando,
como algunos dijeron, “no importa que haya cien mil muertos”, ¡es la
locura, es la locura! Por eso es importante leer, recordar, hacer memoria,
y sobre todo a las nuevas generaciones que se van levantando, a la juven-
tud, por todas partes.
Alexis Rosas, La noche de los generales. La verdad sobre el golpe del 11 de
abril, y aquí esta foto. Este es el momento del retorno, eso fue la madru-
gada del 13. No sé quien tomó esta foto, debe estar por allí, seguramente,
los fotógrafos nuestros, de acá, de palacio, o del Sistema Nacional de
Medios Públicos. Aquí está un grupo. Mandé a invitar a un grupo de
compañeros, a estos muchachos. Medina Macero está por aquí, ¿dónde
está Medina? Allá está el teniente Medina, vamos a recordar todo. Por
aquí está Lagonel, que en paz descanse, el comandante Lagonel. Todos
estábamos más jóvenes, un poquito más jóvenes ¿no? Por ahí están los
muchachos, aquí está este grupo de soldados. La mayoría son soldados,
los he invitado y están por aquí; algunos siguen trabajando con noso-
tros, la mayoría. Aquí está Canelones cuando era teniente coronel, ahora
general de división, Canelones Guevara. Por aquí está Morales. Era un
nuevo, está alumbrando, era subteniente, aquí no aparece... Bueno, bien-
venidos, muchachos, con todo el recuerdo de aquellas horas, de aquellos
días. Pero es eso, la conciencia.
Estas son opiniones recogidas de voceros de la oligarquía, de las últi-
mas horas, de ayer, de anoche, de la prensa de hoy. Dice un columnista,
que además creo que es periodista: “El 11 de abril es ya historia”. Aquí
tiene razón, creo, y luego viene: “Yo me inclino por el perdón en el más
puro sentido cristiano. Una amnistía para los presos no sería descabe-
llada. Todo lo contrario: ¿no creen ustedes que es un error resucitar ese
disparate que fue el 11 de abril? Vale decir, pasemos la página”. Son
opiniones.
Más abajo una opinión de alguien que está en un instituto de estudios
políticos. Dice: “Tenemos que reconstruir políticamente lo acontecido
porque para un reencuentro tiene que haber un perdón de los hechos y
Lealtad a prueba de golpe [335]

una ley de amnistía”. Más adelante dice una dama, que ahora se lanzó
de candidata a la Asamblea Nacional: “La mayoría de los países están
hablando de innovación, crecimiento, desarrollo, de cómo mejorar la
educación, la salud. Miran hacia el futuro. En Venezuela estamos miran-
do hacia el pasado”.
Muy parecido a lo que dijo Obama, por cierto, aquí en Trinidad y
Tobago, cuando hablándole al mundo y a los presidentes y a los pueblos
de América Latina y el Caribe, en la cumbre llamada de las Américas,
dijo: “Yo vengo aquí a hablar del futuro, no del pasado”.
Pero con el mismo garrote del pasado, la zanahoria y el garrote. Luego
viene por aquí otro vocero de la oligarquía y dice: “Es necesario una ley
de amnistía y reconciliación nacional”. La reconciliación, reconciliación.
Luego dice otro más: “Están dadas las condiciones que ya hacen
estragos en la popularidad del Gobierno, para forzar al Gobierno a
decretar otra amnistía que abarque a todos los presos políticos, incluso a
aquellos que ya han recibido condena, como los comisarios”.
Es decir, vean ustedes lo que ocurriría si esta gente llegara a gobernar
aquí: los asesinos que sigan matando, pues; con los ricos ni con el pétalo
de una rosa. Viene un hombre pobre, una persona pobre, y a veces come-
te un error de robarse qué sé yo, algo por aquí, ah, bueno: preso, como
tiene que ser. Ah, pero el rico, el que roba mil millones, mata, hace lo
que le da la gana y aquí nunca hubo ley para los ricos. Eso es lo que ellos
quisieran volver a instalar aquí, su propia ley.
Nosotros, en cambio, tenemos que hacer lo que estamos haciendo:
abonar con el mejor fertilizante del alma, de la mente, la memoria. No.
Se prohíbe olvidar, sobre todo porque la batalla no ha terminado, ahí
está la misma oligarquía, la misma burguesía, el mismo imperio, ahora
con otro rostro, pero es el mismo asesino y salvaje imperio yanqui. Y
la misma burguesía venezolana, los mismos rostros que estaban en
estos pasillos aquel 12 de abril, celebrando, dándose abrazos... algunos
curas estaban aquí, sotanas de alto rango aparecieron… se abrieron los
cementerios de la Cuarta República y llegaron aquí cadáveres insepul-
tos. Tomaron esto creyendo que ya el mandado estaba hecho.
[336] ANEXOS

Ellos siguen ahí, siguen llamando al golpe, siguen buscando genera-


les, siguen buscando oficiales, siguen tratando de meterse en la Fuer-
za Armada, tratando de dividir a la Fuerza Armada; siguen buscando
armas, siguen conspirando para tratar de matarme, siguen conspirando
para desestabilizar el país, siguen tratando de sabotear el sistema eléctri-
co, la empresa petrolera, la economía nacional.
Es decir, la batalla está cruda, no ha terminado. Por eso no estamos
hablando aquí, de qué sé yo, del paso de los Andes... que tampoco ha
terminado. Vamos a poner un ejemplo más lejano, qué sé yo, el cruce
de los Alpes, de Aníbal, de Escipión el Africano y todas aquellas histo-
rias. No. Estamos hablando de una historia que está vivita, palpitando
porque la batalla sigue entre el imperio, su quinta columna, sus lacayos
en el continente y en Europa, y nosotros, los que estamos resueltos a
que nuestra patria sea –ahora sí– definitivamente libre, independiente
y próspera. Y esa batalla nosotros la vamos a ganar. Por eso no hay que
olvidar que continúa, para seguir dando la batalla en todos los frentes:
el ideológico, el político, el organizativo, el cultural. Un hecho cultu-
ral es todo esto, histórico, comunicacional, insisto en ello. La batalla
en el terreno económico: ahí está la burguesía, ahí están sus monopo-
lios, ahí están sus espacios. Que están un poco disminuidos, es verdad,
pero ahí están y siguen saqueando, siguen especulando, siguen retando
al Gobierno.
Hace poco estaban unos abogados de la Polar. La Polar con su gober-
nador, que ahora tiene… la Polar tiene un gobernador, y hay que recor-
dar que ese gobernador... lo que pasa es que nosotros hemos sido muy
débiles políticamente, a nivel de partido y estructura. Ese gobernador,
estando yo preso, dio unas declaraciones en Barquisimeto y aquí llamó
(porque aquí lo atendieron), llamó y habló con varios militares que
estaban aquí, caminando para allá, buscando. Militares nuestros que se
quedaron aquí.
Algunos, incluso, simularon hasta que llegó el momento del contra-
ataque, de comandar las tropas del regimiento heroico de la Guardia de
Honor, mi regimiento, al que rindo tributo.
Lealtad a prueba de golpe [337]

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: De la guardia presidencial. No hubo un oficial de


mi Guardia de Honor, no hubo un soldado de mi Guardia de Honor
que se pasara para el enemigo, a pesar de que estaba aquí el enemigo y
habían tomado el control.
Ayer estábamos recordando con la Banda de Guerra. Por ahí apareció
uno de los muchachos –que ahora no es un jovencito soldado, sino que
es ya un hombre maduro y está en mi escolta– que eran de la Banda de
Guerra, ¿no está por ahí? Ajá, ¿tú eras de la Banda de Guerra?, ¿qué
grado tienes tú?

Natanael Mendoza (subinspector de Sebin): Soy subinspector del


Sebim.

Presidente Chávez: Subinspector. Era de la Banda de Guerra. A ellos


los llamaron… ayer me estaba contando delante de los nuevos (ahora)
de la Banda de Guerra, que en ese tiempo eran unos niños de diez años
y ahora tienen dieciocho y son soldados y están tocando, y unas mucha-
chas que tocan todos los días.
Entonces los llamaron, el almirante aquel –que se autoascendió,
porque él era contralmirante, y apareció aquí de vicealmirante–. Estaban
echándose cuchillo aquí, que quién va a ser ministro de Defensa, quién
va a ser jefe del Ejército, que tú, que yo...
Y en eso Carmona va a salir a no sé dónde y llaman a la Banda de
Guerra para que le toque honores, ¡los soldados se negaron! ¿Cómo fue
que te dijo el almirante? El entonces almirante autoascendido lo llamó
a él, que era el cabo más antiguo ¿o eras sargento ya?

Natanael Mendoza: No, era cabo primero.


[338] ANEXOS

Presidente Chávez: Cabo primero, ¿qué fue lo que te dijo el almi-


rante? (Estas son cosas de esas... historias menudas). ¿Qué fue lo que
te dijo?

Natanael Mendoza: Me dijo que él y que el presidente ya venía y


que cuando llegara que le tocáramos los honores como que si fuera el
presidente Chávez.

Presidente Chávez: ¿Y ustedes qué dijeron?

Natanael Mendoza: Entonces yo pasé a formación, pasamos a formación


y cuando llegó el viejito…

Asistentes: [risas].

Natanael Mendoza: Cuando llegó el viejito, se paró todo asustado ahí


y nosotros…

Presidente Chávez: ¿Estaba asustado?

Natanael Mendoza: Sí, sí, estaba con la cara…

Presidente Chávez: ¿Cómo sabes que estaba asustado? ¿Se le veía?

Natanael Mendoza: Por su cara, por su rostro.

Presidente Chávez: Estaba chorreado. Y parece que dejaba una estela


cuando caminaba.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: [risas]. En verdad aquel pobre hombre era solo un


instrumento, y no encontraba qué hacer. Al final se fue de aquí: “Me voy,
Lealtad a prueba de golpe [339]

me voy”, dijo, y se escondió por allá. Era un instrumento de los yanquis,


pues, lo pusieron ahí para que asumiera una tarea como esa. Pero estaba
–me imagino yo– aguantando todas las cuchilladas y las ambiciones de
cuánto grupo. Así como están hoy en la llamada “mesa de la unidad”,
echándose cuchillo, así estaban en ese momento: “Dame este ministerio,
dame...”. Me imagino a aquel pobre hombre cómo lo tendrían; y por eso
andaba chorreado. ¿Y entonces qué te dijo? ¿Y tú qué le dijiste?

Natanael Mendoza: No, yo pasé a formación y…

Presidente Chávez: ¿Pero le tocaron al viejito?

Natanael Mendoza: No, no le tocamos. Nos quedamos todos parados


viéndolo con cara de coraje e indignación, y Molina Tamayo nos mandó
a retirar. “Fuera de aquí”, nos dijo, y nosotros nos fuimos al regimiento
resteados.

Presidente Chávez: Mira, bueno, gracias. ¿Cómo es que te llamas tú,


hijo?

Natanael Mendoza: Natanael Mendoza.

Presidente Chávez: Natanael, gracias. ¿Ve?, entonces los soldados


se fueron, no tocaron honores. Ahí comenzó la rebelión de la tropa, la
comenzó la Banda de Guerra.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Porque llegaron allá. Yo conversé con ellos


varios días después. Los llamé y hablé con ellos una noche aquí hasta el
amanecer. Y me dicen lo que ellos comentaban. Otro de ellos y que dijo:
“Bueno, chico, se llevaron a Chávez –ni siquiera ‘a mi presidente’, no, no,
‘a Chávez’. Chávez es Chávez. Se llevaron a Chávez–, ¿y ahora qué voy
[340] ANEXOS

a decir yo cuando llegue a la casa? ¿Mi mamá qué me va a decir? Esa


me va a correr de la casa. Si ella me dijo: ‘Tú tienes que cuidar a Chávez
allá en donde está’ y se lo llevaron. ¿Qué voy a hacer yo ahora?, ¿cómo
llego yo a la casa?”. Y entonces dijo el otro: “Bueno, vamos a guardar las
cornetas estas, chico, y vamos a buscar los fusiles, pues”. Y guardaron las
cornetas y los tambores y salieron a buscar los fusiles. Eso fue el 12 de
abril. ¡Viva mi tropa!

Asistentes: [aplausos] ¡Viva!

Presidente Chávez: La tropa. Bueno, y mis oficiales, desde el coronel


Almidien Moreno hasta los subtenientes más jóvenes: Morales, Lorán...
Por ahí creo que está el capitán Lorán, bienvenido, Lorán, a su casa.
Por ahí están otros también, Vivanco, “la amenaza de La Orchila” ¿no
es? Vivanco. Yo le digo a él “la amenaza de La Orchila” porque una vez,
como eran nuevos, vamos a La Orchila y tenía que buscar de noche
no sé qué cosa. Resulta que Vivanco salió manejando un Jeep de esos,
militares, y no regresaba, no regresaba. Resulta que peló la pista (porque
era nuevo, nuevo es nuevo), la pista de aterrizaje: iba manejando sobre la
pista ¡y se fue para el agua! [risas].

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: Se fue para el agua, pero es un excelente nadador,


y el vehículo al final lo arreglamos, no le pasó nada grave, fue un susto
nada más. Lorán, Vivanco, ¿cómo se llama aquel otro muchacho que
me mandó firmada la Constitución, Morales? Marín Chaparro, no vino
Marín Chaparro.
Todos eran muy jóvenes: subtenientes, tenientes, capitanes. Morao
Gardona, que está ahí, era el coronel comandante del regimiento, ahora
general de la República, coronel Morao, general de división. Vamos a
darle un aplauso, y a todos, todos ellos, todos.
Lealtad a prueba de golpe [341]

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: A todos. Por ahí hay unos videos. Hasta los
mesoneros salieron a buscar fusiles, porque resulta que casi todos ellos
son reservistas, pues, soldados que se quedan aquí, los jardineros, pues,
salieron… por ahí hay varios videos de esos que toman las cámaras. Los
golpistas ni siquiera apagaron las cámaras, no, aquí todo está grabado.
Y de repente yo veo que pasa ¡juas!, un mesonero con un fusil terciado,
compadre.
Belem, que se nos fue después, físicamente, pero anda por aquí. El
soldado Belem, uno de los muchachos que me traía café, fue el que oyó
cuando Carmona le dijo a un grupo de generales: “Bueno, está bien,
mátenlo, pero que parezca un accidente”, y así salió de aquí la orden para
liquidarme, en esas horas de Fuerte Tiuna y después allá, en Turiamo.
Esas primeras horas duras, difíciles.
Pero aquí estamos, aquí estamos. Entonces inscribamos esto en la
historia para alimentar la conciencia de lucha, de batalla, de victoria.
Estamos comenzando lo que a mí se me ha ocurrido llamar el ciclo
bicentenario, 11 de abril. Vamos a llenarnos de mayor fervor patrio para
toda esta semana: 11 de abril, 12 de abril, 13 de abril, la gran Revolución.
Yo incluso decía, Aristóbulo, a algunos amigos, después de eso, tú sabes
que durante muchos años, Elena, estuvimos nosotros... José Vicente si
te vienes para acá sería bueno… quiero invitarlo, alguien que vaya. Y
algunos otros compañeros, Iris Varela que venga, Jacqueline, Yesenia
también, Víctor que venga, que están allí en Puente Llaguno.
Tú sabes que nosotros durante muchos años estuvimos trabajando
para la gran rebelión cívico-militar, desde los años setenta. Recuerdo
a mi hermano Adán. Yo me iba de baja: “Qué no te vayas”, “que sí me
voy”, “que yo quiero estudiar”, le decía yo, y Adán: “Tú no te puedes ir
de baja”. “¿Pero cómo no me voy a ir, Adán?, yo estoy obstinado ya del
Ejército”. Yo estaba en una unidad antiguerrillera, vi torturar a campe-
sinos. Vi cuando bajaban de un helicóptero, molido a golpes, y era Jorge
Rodríguez. Lo vi de lejos. Me dijo mi comandante: “A ese hombre no
[342] ANEXOS

lo recibo yo aquí”, porque lo traían para dejarlo en un campamento


donde yo estaba de jefe de comunicaciones. Y me dijo: “Es un líder,
Jorge Rodríguez, pero se está muriendo, querían dejarlo ahí” para que se
muriera en un campamento, y simular después una emboscada, tú sabes,
como hacen en Colombia, con este caso de los falsos positivos. Era Jorge
Rodríguez, no lo vi de cerca, pero me dijo el comandante.
Porque yo, como era el oficial de comunicaciones tenía los radios a
mi mando, los teléfonos, todos los mensajes pasaban por una mesita
que tenía yo bajo una carpa, y cuatro soldados ahí, cifrando, descifrando
mensajes. Me llegó una llamada, un mensaje por radio, del Comando
de la Brigada en Maturín: “Para el comandante, urgente, helicóptero
traslada a un guerrillero detenido, en malas condiciones”, y aterrizó el
helicóptero. El comandante fue para allá y (digno el comandante) se
negó a recibirlo. Se metió en tremendo problema. Después nos contó a
un mayor y a mí, al grupito de oficiales más cercanos que ese hombre se
estaba muriendo, y que averiguó que se llamaba Jorge Rodríguez.
Bueno, a los pocos días apareció muerto Jorge Rodríguez, aquí en un
calabozo, molido a palos. ¡Viva Jorge Rodríguez!

Asistentes: [aplausos] ¡Viva!

Presidente Chávez: Yo no lo conocía. Ahora conozco a sus hijos.


Entonces yo quería pedir la baja, y Adán… hasta que una noche Adán
me dijo: “Tú no te puedes ir”. “¿Pero por qué no me voy a ir, chico?,
consígueme un cupo en Mérida”, en la ULA, donde él era profesor ya de
matemática y física y yo quería estudiar ingeniería. Tenía apenas vein-
ticuatro años, estaba joven todavía, tenía tiempo de recomenzar la vida.
Me dijo: “No, tú no te puedes ir porque pasa esto y esto...”. “Bueno,
cuéntame, pues, qué es lo ques...”, y empezó a contarme. A los pocos
meses estábamos ya en reuniones, con este, con otro grupo, que si Tercer
Camino, Ruptura. Luego aparecen Hugo Trejo y un grupo de militares
patriotas, algunos viejos, otros jóvenes; Pérez Arcay, mi general, y luego
aparece la Causa R aquella, Maneiro, pues. Entonces veo el camino, y
Lealtad a prueba de golpe [343]

me dije: “Me quedo, no me voy”. Pero fueron años de discusiones para la


gran rebelión cívico-militar con los obreros, los campesinos, los barrios
de Caracas.
Recuerdo tantas discusiones. Tristemente al final el plan no funcionó,
y nosotros... García Carneiro, compadre, ¿qué tal? Bienvenido; Darío
Vivas. Saludo al general patriota que es Jorge García Carneiro, y al líder
patriota que es Darío Vivas. Un aplauso les damos de bienvenida.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Entonces, nosotros tristemente el 4 de febrero


tuvimos que salir casi solos, el movimiento militar solo, sin acompaña-
miento popular, y nos quedamos ahí como en posición adelantada, pues.
Lo mismo pasó el 27 de noviembre, no había un movimiento popular...
José Vicente Rangel, bienvenido a tu casa, camarada.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Bien. José Vicente, le decía a Aristóbulo y a los


compañeros todos, pensando cosas del pasado y mirando para acá, creo
que el 13 de abril fue la gran rebelión cívico-militar que no ocurrió el 4
de febrero ni el 27 de noviembre, porque no había las condiciones, no
estaban dadas, no estaban presentes. Pero ahora sí. Y por eso les digo,
compatriotas, oligarcas, imperialistas: si aquí inventaran otra cosa, bien
sea los planes para matarme, cualquiera de los tantos que hay... nadie
sabe cuántos hemos neutralizado, nadie sabe.
Algún día se sabrá, José Vicente, tú que te escribes con Marte y con
esas fuerzas del más allá [risas]. Un día de estos te voy a… a que me
grabes, pero no para nada, sino para que guardes, para que guardes. Sería
bueno ¿no te parece? Porque hay cosas que todavía no se pueden decir,
porque están en plena...
Pero aquí han llegado, a esta casa, emisarios de gobiernos tan lejanos
como que, para llegar de aquí para allá, a esos países, había que viajar
[344] ANEXOS

veinticuatro horas casi; como gobiernos tan cercanos que en un avión tú


vas en una hora; han venido aquí a dar información, jefes de Estado que
han enviado emisarios especialmente aquí, a decir: “Presidente, hemos
detectado este plan allá con conexiones aquí”.
Ahí tengo mis archivos, pues. Y nosotros aquí no estamos matando
gente ni torturando a nadie: la misión nuestra es solo neutralizar. Pero
esas operaciones y esos planes siguen en marcha, solo que hemos mejo-
rado, y tenemos que seguir mejorando la capacidad de neutralización de
esos planes, que antes casi no la teníamos.
Cuando tú eras ministro de Defensa, José Vicente, el canciller era
Dávila; Nora Uribe, nuestra querida Nora era embajadora en Costa
Rica. Tú puedes hablar con Nora, José Vicente, para una investigación,
y ustedes, periodistas. Recuerdo que fui a Barinas a pasar dos o tres días
(la vieja, el viejo... bendición vieja, bendición viejo, pronto voy a ir, ¡ay
mi mamá, que casi no la visito, pues!, tengo que ir a verla). Entonces yo
estaba en Barinas, era 24, y llega un mensaje de Nora, de San José de
Costa Rica (estos son como antecedentes), pero nosotros no teníamos
cómo impedir, cómo neutralizar. Y resulta que era tan urgente que yo
mandé para allá a alguien y ella mandó entonces un informe a la emba-
jada venezolana.
Creo que fue el 25 de diciembre (por esos días) se presentó alguien
–es más, mandó fotocopia de su identidad– y dijo que él había sido
militante de las guerrillas en Cuba, a las órdenes de Fidel, del Che, pero
que luego se fue y entró a esos movimientos contrarrevolucionarios y
participó en quién sabe cuántas misiones. Y que a él lo llamaron desde
octubre, y a otros mercenarios de varias partes de Centroamérica, de
Colombia y de México, y los concentraron –no sabían para qué– pagán-
doles buen sueldo.
Mercenarios, pues, gente de mucha experiencia, de combate, de terro-
rismo, sobre todo, los concentraron en San José de Costa Rica. Eso fue
los primeros días de enero, ahora que recuerdo mejor, porque la infor-
mación llegó como el 28 o el 29 de enero.
Lealtad a prueba de golpe [345]

Ese diciembre, como él era uno de los más expertos, líder del grupo,
le informan que viene alguien de Miami a traer el dinero, y un pago
especial por Navidad y estas cosas. Ellos estaban ahí entrenando fran-
cotiradores, reentrenándose, bombas, explosivos. Esa noche el enviado
de Posada Carriles y de esos grupos llegó a San José, él lo esperó con un
grupo de ellos, se reunieron, trajo el dinero y empezaron a tomarse unos
tragos. A este hombre que vino, con unos tragos encima ellos le empe-
zaron a preguntar sobre cuál es la misión pendiente. “No sabemos para
dónde vamos”. Entonces el tipo y que les dijo: “Se le acabaron los días a
Chávez... va a pasar esto y esto... no se lo cuenten a nadie –les dijo–, va a
pasar esto en Venezuela comenzando el año, manifestaciones, protestas,
muerte. Nosotros vamos a matar a Chávez”. Bueno, el hombre al día
siguiente y que pidió permiso para ir a una… hacer un… no puedo dar
muchos detalles porque es capaz que ese hombre esté por allá... Por eso
es que todavía esa historia pudiera ser temprano... y en todo caso no hay
que dar mucho detalle.
Iris Varela, ¿cómo estás, compañera? Camarada, bienvenida.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Bueno, él salió con una excusa del sitio, es más,
él mandó el sitio donde estaban concentrándose, en varios lugares en
Costa Rica: en unas pensiones, que si detrás de la fachada de un restau-
rante llamado El Colombiano... que existe en San José de Costa Rica.
Existe, porque yo mandé a alguien allá y verificó los sitios, pero no consi-
guió a nadie. No conseguimos una información que nos permitiera... y
además, los gobiernos que por allá había: nada. No estoy diciendo que
ese Gobierno apoyaba, no, no me consta, pero no confiábamos en esos
gobiernos, casi ninguno. Solo Cuba era nuestra aliada.
Luego este hombre, con una excusa equis sale, y va a la embajada
venezolana y habla. No estaba Nora allí, habla con otra persona y le dice:
“Quiero hablar con la embajadora o el embajador”, y logra contactar a
Nora que estaba en la ciudad. Ella va y conversa, y él le echó el cuento.
[346] ANEXOS

Mandó hasta gráficos de por dónde iban a entrar, por Colombia, lo que
él sabía, pues.
Llego ese informe aquí y tal cual ocurrió, José Vicente: francotira-
dores. Hay que recordar que el 11 de abril por la noche, un grupo de
oficiales –ustedes– capturaron en el hotel Ausonia, aquí mismo, a un
grupo de personas colombianas, francotiradores. Aquí estuvieron, yo los
vi y dije: “Llévenselos, pues, a la Disip”. Ah, claro: los golpistas los libe-
raron y borraron…

Asistentes: Quedaron ahí, todos los vimos.

Presidente Chávez: Ustedes los vieron, se desaparecieron todos,


se perdieron, pues, un grupo de mercenarios. Mandé una comisión a
Costa Rica, pedí apoyo a Cuba, se verificó, incluso en Cuba, que aquella
persona que mandó la información había estado allá y había cumplido
un papel en una época. Rasgos fuertes de veracidad. Pero nosotros, mi
querido Luis Britto, no pudimos; todo lo contrario, la información llegó
al enemigo: estábamos infiltrados. La Disip, la DIM, todo eso estaba
infiltrado. Así que no teníamos forma de neutralizar aquellos planes.
Hoy la situación ha cambiado, aun cuando no hay que confiarse
nunca. Pero lo que yo estaba diciendo es que al imperio, la oligarquía –y
esto tómenlo muy en serio– no son fábulas, mitos, especulaciones. No,
no. Se trata de una verdad verdadera. Lo mejor para ustedes es aceptar
que esta Revolución Bolivariana, pacífica, democrática llegó aquí para
quedarse. Y si inventan otra cosa…

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Si llegaran a inventar, que si un golpe de Estado,


que si un acto terrorista, actos terroristas de gente experta, de alguna
parte muy lejana del mundo, en colocar bombas, carros bombas, etcé-
tera, si inventan algo, yo pido que todos estemos preparados, porque la
respuesta tiene que ser radical, a fondo. Yo seguramente, si es que vivo,
Lealtad a prueba de golpe [347]

haría de nuevo esto, pero con otro espíritu, con el espíritu aquel de Cristo
cuando dijo: “Ay de ustedes los que ríen, porque lloraréis”. Eso lo dijo
Cristo en el Sermón de la Montaña, y dijo un día: “He venido a traeros
un látigo para que giman los culpables”.
Créanme que lo haríamos así, sería una respuesta a fondo y radicali-
zaríamos al extremo esta Revolución. Generales y almirantes, prepáren-
se para eso; soldados, pueblo, prepárense para eso.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Prepárense para eso. Preparaos. Yo no quiero


que eso llegue, pero como estos están... bueno, ahí están, vean ustedes.
Ojalá... José Vicente es uno de los que siempre –político como es, de
trayectoria, e intelectual y todo–, que siempre ha abogado, ha opinado a
favor de que haya aquí una oposición. ¿Te acuerdas de la reunión aquella
después del golpe?, en la casa de la montaña, con unos líderes políticos
de la Cuarta República, un obispo, y lo que le dije al “Tigre” Fernández
(se lo dije de verdad con afecto): “Oye, gracias, chico, porque por prime-
ra vez siento que he dialogado, he discutido de política con alguien que
piensa muy distinto a mí”.
Ojalá tuviéramos aquí esa oposición. Pero sabemos que no, y lo que
está ocurriendo ahora en la llamada mesa esta de no sé qué, es una
demostración lamentable, es un espectáculo de lo que es esa oposición:
no es una oposición política, es un grupo de pequeños pedazos, restos
del pasado, llenos de odio. Imagínense que llegaran aquí, con qué odio
acabarían con todo. O pretenderían acabar con todo: la persecución
contra todo patriota sería implacable.
Fidel me dijo hace poco: “Chávez, yo no sé si algunos se dan cuenta
allá en Venezuela, pero yo que estoy aquí mirando los ojos y tal, las
declaraciones de estos de la oposición, es bueno que tú lo digas allá, a los
que llaman revolucionarios light o ni-ni, pero qué…”, si esa gente recu-
perara aquí el poder, la persecución sería pareja, llenos de odio, de deseos
de venganza, de sangre. Dígame en la Fuerza Armada. En la Fuerza
[348] ANEXOS

Armada, en los barrios, en las instituciones del Estado, del Gobierno.


Por eso no podemos permitir que vuelvan, pero más nunca, y menos
aún cuando vemos ese triste espectáculo de una oposición que se echa
cuchillo, Justo Brito y Juan Tabares. ( José Vicente, bienvenido, algún
comentario). Estoy tratando de colocar en perspectiva todo esto. Vamos
a estar aquí como hasta las cinco de la tarde, no hasta muy tarde. José
Vicente Rangel, bienvenido.

Asistentes: [aplausos].

José Vicente Rangel (periodista): Gracias, presidente. Una reflexión


respecto a lo que usted dice. Estábamos conmemorando el 11 en Puente
Llaguno, venimos de allá, y yo considero que hay que rutinizar Puente
Llaguno, no puede convertirse en una ceremonia anual, en un ritual. Hay
que asumirlo en su verdadera dimensión, usted lo señaló al comenzar el
programa, yo estoy de acuerdo con ese planteamiento. Puente Llaguno
es todos los días, porque la amenaza es diaria, es cotidiana también.
Uno de los grandes problemas que tiene Venezuela hoy en día, y el
proceso bolivariano, es el tipo de oposición que existe en el país: defini-
tivamente se trata de una oposición no democrática. En estos casi once
años Venezuela no ha tenido una oposición democrática. Esa es una
falla muy grande, que afecta al Gobierno en su funcionamiento, porque
es importante la crítica, la crítica en el marco constitucional, legal. Afec-
ta al país por la zozobra, la angustia que genera un comportamiento
subversivo, sedicioso, permanente.
Y afecta desde luego a los factores que discrepan de la política oficial,
porque no les permite organizarse democráticamente.
Entonces, eso, eso es una tragedia realmente. Y estoy convencido hoy
de que para el planteamiento del diálogo definitivamente no hay inter-
locutores válidos. Se ha hecho un gran esfuerzo por detectarlos. Usted
mismo incurrió en un acto insólito para un mandatario, que fue que
quince días después del golpe del 11 de abril, usted convocó a una mesa
redonda para dialogar con todos los factores, y todos los factores habían
Lealtad a prueba de golpe [349]

estado involucrados en el golpe. Usted me designó coordinador de esa


mesa, y aquí mismo en Miraflores tuvimos reuniones, y aquí mismo
ellos se encargaron de patear la mesa porque ya estaban preparando el
golpe petrolero para diciembre.
Entonces, ese es un problema de fondo ¿no? Tenemos una oposición
que trabaja en la conspiración permanente; es la conspiración perma-
nente. De una u otra manera ellos asumen, por ejemplo, un proceso elec-
toral en términos subversivos; no para generar confianza en el país, para
desarrollarse democráticamente, sino para estar a la caza de una oportu-
nidad para golpear: el golpe eléctrico, el golpe petrolero, una panoplia de
ofertas para la subversión. Y eso crea una situación delicada.
Es cierto –usted lo señaló– que han mejorado los servicios de inte-
ligencia y de seguridad, pero nosotros estamos desafiando intereses
demasiado poderosos. Cuando esos intereses a nivel mundial se dan
cuenta de que la operatividad en el país, de los factores internos, no
funciona, entonces acrecientan el ataque desde afuera, qué es lo que está
ocurriendo en este momento: ellos están –los factores internacionales,
trasnacionales–, están tratando de intervenir directamente en el proceso
electoral del 26 de septiembre. Y como están conscientes de la debili-
dad de las fuerzas internas, entonces han incrementado el ataque contra
usted como presidente de la República, contra las instituciones y, en
general, contra el pueblo venezolano. Hay que buscar respuestas inteli-
gentes al problema.
Yo creo que hemos tenido éxito, por ejemplo, en la respuesta comu-
nicacional. Los medios de comunicación alternativos han sido una
respuesta acertada que les ha quitado peso a los medios tradicionales.
Pero se abre al mismo tiempo, se acrecienta, el peligro del magnicidio.
Ellos saben que no tienen incidencia en la Fuerza Armada. Ellos
saben que no tienen el empresariado que estaba dispuesto a colaborar
con las aventuras, porque ese empresariado tiene temor o viene de regre-
so también de muchas aventuras. Han perdido el poder de convocatoria
en la calle, las escuálidas manifestaciones que han hecho últimamente
lo revelan.
[350] ANEXOS

Entonces esa debilidad congénita en este momento, intrínseca de la


oposición, es lo que dispara los mecanismos irracionales, como es poner
toda la fe, la esperanza de esos sectores en el magnicidio.
Por eso creo que la figura del magnicidio cobra vigencia hoy en día, y
hay que estar más alertas que nunca. En definitiva, el país creo que está
más consciente de la gravedad de los problemas.
En estos últimos ocho años, desde el 11 de abril hasta ahora, ha habi-
do una maduración importante de la conciencia del país y de la concien-
cia del pueblo, de la conciencia de las instituciones. Que se observa
nítidamente en el funcionamiento de la Fuerza Armada Nacional, en el
funcionamiento de las comunidades organizadas y en el funcionamiento
en general de las instituciones.

Presidente Chávez: Gracias, José Vicente, por esas reflexiones siempre


cargadas de experiencia, de sabiduría. Esa oposición que no es demo-
crática, a la que tú te refieres, uno también pudiera agregar que cuando
ejerció el Gobierno, tampoco fue democrática: ejerció una tiranía. Así
que nunca fueron demócratas, nunca creyeron en la democracia, y ahora
continúan con ese signo antidemocrático. Y si llegaran a gobernar, igua-
lito, o peor, porque ahora pasaron por la escuela del fascismo, quizás, que
antes pudieran no haberla tenido.
Y por otra parte –como tú decías– esa vieja oposición fascista o anti-
democrática que fue Gobierno durante mucho tiempo, se ha encargado
de contaminar a nueva gente, a nuevas corrientes o pequeños grupos,
gente joven que se ha sumado a incursionar en esa corriente contra-
rrevolucionaria o antigobierno, capitalista. Porque es que ellos –esa es
la lucha de fondo–, ellos defienden el capitalismo. Nosotros el socialis-
mo. Es la lucha de clases: ellos defienden las clases poderosas, las clases
pudientes, la burguesía y sus aliados; nosotros, el proletariado y sus alia-
dos, el campesinado, el pueblo. He allí el fondo de esta batalla.
Ahora distintas figuras jóvenes o corrientes nuevas [risas] creo que han
sido contaminadas por esos viejos sectores antidemocráticos, y se han
encargado, además, de cercenar cualquier posibilidad del surgimiento de
Lealtad a prueba de golpe [351]

una oposición realmente democrática. Y siguen utilizando todas las viejas


mañas. Ahora en la llamada “mesa de la unidad” ha aflorado toda una
operación para cercenar, para imponer. Esa es la oposición que tenemos.
Ahora, independientemente de la oposición que tengamos, la respon-
sabilidad nuestra es continuar fortaleciendo las fuerzas revolucionarias
para seguir enfrentando y derrotando la oposición, la que tenemos o la
que surja, en cualquier campo de batalla.
Y el tema del magnicidio, creo que la mejor vacuna es seguir fortale-
ciendo el partido. Es la misma fórmula: el partido, el pueblo, la concien-
cia, el Estado. El nuevo Estado que está contenido acá, recogido por el
constituyente del 99, el nuevo Estado social de derecho y de justicia. El
seguro más grande en este caso para mí, sería eso, que ellos se den cuenta
de que si a mí me matan, sería peor para ellos.
Pero en fin, agradezco mucho tus reflexiones. Todas conducen, creo,
al mismo llegadero, Aristóbulo, fortalecernos ideológicamente, organi-
zativamente, el partido y nuestros aliados. Algunos teóricos han dicho,
y la experiencia también lo dice, que de cuando en cuando eso es cierto:
la oposición surge del mismo seno de la Revolución. Muchas veces ha
ocurrido eso. ¿Qué opinan ustedes por aquí, por este flanco, Aristóbulo,
Britto, Roberto?

Aristóbulo Istúriz (Vicepresidente del Psuv, región oriental): Bueno,


presidente, yo pienso que...

Presidente Chávez: Earle está por ahí también.

Aristóbulo Istúriz: El día 11 de abril yo digo que es el día de la


traición, de la gran traición. Porque usted recuerda que estábamos en
el consejo de ministros el día anterior, con gente que era de su extrema
confianza, y hablamos de cómo íbamos a abordar el problema el siguien-
te día. Y de ellos esperábamos que frenaran la marcha, de ellos espera-
mos que frenaran el avance de fascistas, y fueron ellos los traidores. Yo
creo que fue la gran traición, fue un día de traición.
[352] ANEXOS

Yo creo que fue un día de una gran lección. Pero creo que el 13 es el
día de la gran conciencia cívico-militar. Yo cuando veo al general Morao,
al general Almidien, al general Canelón, oye, son hombres y mujeres de
nuestra Fuerza Armada que eran iguales que nosotros, y estoy seguro de
que son extremadamente, fueron y serán leales a este proceso bolivaria-
no revolucionario. Eso nos da a nosotros mucha confianza. Yo creo que
se selló ese día. Uno ve al general Carneiro, veíamos a Iris, allá montada
en un tanque en Fuerte Tiuna, y muchos generales allí leales y oficiales.
Oye, yo creo que nosotros debemos rescatar y fortalecer de verdad lo
que significa la conciencia cívico-militar. Y usted tocó otro tema impor-
tante, presidente, es el fascismo. Y es bueno que la gente lo tome en
consideración, que tengamos la posibilidad de pensar por un segundo si
eso vuelve a ocurrir. Porque fíjese lo que pasó el 12, yo recomiendo que
retomemos la Bohemia del 12, presidente, la que fue recogida, la Bohemia
del 12, aquí...

Presidente Chávez: Muéstrala a ver... ajá.

Aristóbulo Istúriz: Fíjate, fíjate el primero... el título: lo ponen a usted


con las manos llenas de sangre, recuerdo, y en la otra mano disparando:
la acusación. Y en eso aparecía Chávez entre rejas y “se solicitan vivos o
muertos los que no tienen perdón”: José Vicente, Bernal... Vean la lista
con nombre y apellido. Esto en una revista, ojalá pudiéramos mostrarla
y que todo el mundo la vea. Esta revista la recogieron inmediatamente.
Es difícil conseguirla, pero esto es una expresión del fascismo. Estos son
los mismos que hablan de la tolerancia, que hablan del acuerdo, del tema
que usted había tocado. Sería bien bueno que reflexionáramos frente a
este tema y profundizáramos frente a este tema, porque mucha gente se
come el cuento, presidente.

Presidente Chávez: Sí, y como es parte de la estrategia mediática de


la canalla, por decirlo así, hay gente que puede ser confundida. A mí
me contaba alguien que ahorita en Semana Santa, en alguna iglesia del
Lealtad a prueba de golpe [353]

país... como en casi todas, los obispos se encargaron de arremeter de


nuevo contra la Revolución, contra el Gobierno, contra la patria; y el
discurso de los obispos, de casi todos, fue el mismo, eso es un concierto:
“Llegó la hora de la reconciliación... ¿hasta cuándo odio?...”, y entonces
señalan para acá, que el Gobierno es el que tiene el discurso del odio;
Chávez, pues: “¿Hasta cuándo el presidente y su discurso de odio?, el
discurso que ha dividido el país”.
Pero, por cierto, los señores obispos –como José Vicente lo dijo hace
poco– ni siquiera mencionaron como autocrítica este tema horrendo de
los curas pedófilos. Nada. Para los obispos venezolanos eso no existe.
Pero arremeten contra el Gobierno, contra mí, utilizando la figura de
Cristo, el Jueves Santo. Son los mismos herederos de los curas aquellos
que andaban diciendo que Miranda venía a quemar las iglesias, que era
un ateo, que era masón, que era el demonio. Y la gente les creyó a los
curas y le dieron la espalda a Miranda: en la Vela de Coro lo dejaron
solo, tuvo que arrear la bandera y volverse.
El terremoto de Caracas: castigo de Dios... y salió Simón Bolívar a
decir la frase aquella: “Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y
la haremos que nos obedezca”. Esa es la misma Iglesia retrógrada, pues,
representada por este grupo de obispos venezolanos. Pero ellos saben
utilizar el momento, la simbología de Cristo, el dolor del Jueves Santo y
la humildad de un pueblo, la humildad y la buena fe de un pueblo.
Entonces, me contó alguien que en una iglesia, gente del pueblo,
después de haber oído al cura y el sermón contra Chávez y el odio,
salieron comentando: “Es verdad, chico, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo
estaremos en esta división?, ¿por qué el presidente no llamará a estos
obispos para hacer la reconciliación nacional bajo la figura de Dios
Padre?”. Hay gente que se come ese cuento. ¿No crees tú, Luis Britto? A
ver qué opina Luis Britto García.

Luis Britto García (escritor): Bueno, la posición de algunas jerarquías


de la Iglesia, que no es ni la posición de toda la Iglesia ni la de los fieles,
porque “iglesia” viene de eclesia, que es reunión. Todos los creyentes son
[354] ANEXOS

la Iglesia, y esos creyentes que no están en la jerarquía tienen su palabra


y su derecho a decir y a pensar. Yo creo que la inmensa mayoría de esa
eclesia, de esa unión, de esa religio (también religio significa “unión”) no
está de acuerdo con ese tipo de planteamientos y con ese empleo de la
religión antipopular. Lamentablemente todo el mundo conoce, por los
testimonios históricos, de altos dignatarios de la Iglesia involucrados
en el golpe. Cosa que no es su tarea apostólica, en absoluto, de llama-
mientos a la desestabilización de toda índole. Lamentablemente algu-
nos dignatarios de nuestra Iglesia no han cumplido con las funciones
propias de los sacerdotes y de los eclesiásticos.
Bueno, y eso fue lo mismo que sucedió con el ya citado ejemplo de
Bolívar: algunos religiosos empezaron a decir que el terremoto había
sido un castigo de Dios, Bolívar dijo esa frase célebre. Y en efecto,
Rousseau había dicho con respeto a un evento similar que pasó en
Lisboa, un terremoto que hubo en Lisboa; fue un Jueves Santo, y como
las iglesias estaban llenas de fieles, pues la mayor mortandad ocurrió
dentro de las iglesias. ¿Cómo podría salir ese argumento de que Dios
quisiera castigar a la gente por estar orando en las iglesias, pues? Es
decir, son testimonios inadmisibles que Rousseau lo había criticado.
Pues, bueno, ese tipo de razonamiento torcido, inaceptable, lamenta-
blemente algunos representantes de la jerarquía eclesiástica lo utilizan, y
no es (creo yo), en absoluto, el de todos los creyentes venezolanos.

Presidente Chávez: Sí, eso es cierto. Estoy totalmente de acuerdo, y es


bueno recordar eso [risas]. Yo lo viví en carne propia, allá con los golpis-
tas cuando llegamos... Chourio fue conmigo hasta allá. Les dije: “Váyan-
se, váyanse ustedes a hacer lo que tienen que hacer; yo voy a enfrentar
esta jauría”. Recuerdo que ahí estaba el obispo de Mérida, estaba con los
golpistas, abrazados, riéndose. Y ahí estaba Carmona ya y otro obispo,
cuyo nombre no recuerdo, ahí estaban dos obispos. Conversé bastan-
te con ellos esa noche mientras los generales golpistas deliberaban. El
obispo de Mérida, que estaba ahí, me ponía el decreto de renuncia en
una mesa así como esta, y aquel batallón de generales porque era un
Lealtad a prueba de golpe [355]

batallón de traidores como tú dices, un batallón, eran como doscientos.


Ellos eran un batallón, pero no pudieron alzar un soldado. Así como los
soldados aquí se negaron a tocar la corneta, así se negaron a dispararle
al pueblo en Fuerte Tiuna, ahí donde estaba Iris con ustedes, con García
Carneiro, en la puerta, aquí la Guardia de Honor. Bastante orden les
dieron por radio generales. Bueno, me decía un oficial que le dio hasta
lástima ver a un general allá, en la puerta de Fuerte Tiuna, clamándole
al teniente que le dispararan a la gente, casi lloraba el general [risas],
y le dije: “Mire, mi general, retírese de aquí, no le vamos a disparar al
pueblo”. Casi lloraba [risas]. Igual pasó aquí, y el almirante que estaba
aquí, el otro, los generales que vinieron aquí, los traidores ordenando
dispararle a la gente, dispersar como fuera, a plomo, como pasó en El
Caracazo. Pero ya las cosas habían cambiado, o habían comenzado a
cambiar. Recuerdo al obispo aquel, el obispo de Mérida (sigue siendo
obispo en Mérida, creo yo), él me decía: “Lo mejor es que usted firme la
renuncia, hijo mío”.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: “Hijo mío, yo estoy aquí, nosotros para garantizar


su vida, nosotros garantizamos su vida. Si usted no firma eso imagínese
lo que le puede pasar más adelante. Y después el mismísimo cardenal a
quien Dios haya enviado a donde corresponde ¿verdad?, el mismísimo
cardenal Velasco. A La Orchila fue igual, con el mismo decreto, el mismo
papelito, arrugado estaba ya [risas], lo tenían arrugado ya. “Firme, hijo
mío, lo último que usted va a hacer a favor del pueblo, de su país, que
usted quiere tanto. A mí me consta, usted estuvo lleno de voluntad, pero
no pudo. Firme la renuncia, hay que saber renunciar”. Casi me declama
la poesía aquella “La renuncia” [risas].

Asistentes: “La renuncia”.


[356] ANEXOS

Presidente Chávez: “He renunciado a ti, no era posible/fueron...”,


¿qué? destellos de la... ¿ah?

Asistentes: “Fueron vapores”.

Presidente Chávez: Vapores, “Fueron vapores de la fantasía...”. Solo


que [risas] cuando estaba yo respondiéndole y hablando y tal, venían
los helicópteros y se puso blanco, pálido, recuerdo... Bueno, ese es otro
cuento.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: No, yo me lo traje. “Vámonos, monseñor, no


se quede aquí en esta isla porque...”, resulta que el avión que lo llevó
¡se fue!, así fue el cuento. Estoy hablando con ellos y al final... cuan-
do él se da cuenta de que no voy a firmar ni por las bendiciones ni
nada, la supuesta, la famosa renuncia que la estaban pidiendo urgente
de Washington... aquí quedaron hasta las comunicaciones que llegaron
por fax y correo electrónico, de Washington: “Al ilustrísimo ministro de
la Secretaría agradecemos enviar –en inglés, por supuesto– la renuncia
del expresidente Chávez para hacerla llegar a la OEA y a los demás
gobiernos de las Américas...” [risas]. Resulta que tenía un detalle: no
estaba firmada, pues. A pesar de que ellos la presentaron por televisión:
“Buenos días, renunció el presidente y destituyó a Diosdado y a todos
los ministros...”. No estaba firmada, faltaba la firma, la rabo ’e cochino
[risas]. Me acuerdo que entonces con mucha gracia el obispo le dice a
otro general golpista que estaba ahí: “Bueno, hijos míos, vámonos. Ya
vemos que no va a firmar el expresidente”. Yo lo despido hasta la puerta
de la casita que hay en La Orchila, y se van. Era tarde, casi media noche.
Al rato regresa el carro y yo llamo a los sargentos y digo: “¿Qué carro es
ese que viene ahí?, ¿quién viene ahí?”, ¡el obispo, otra vez! “¿Y por qué
se regresó, monseñor?”. ¡Estaba pálido!, el avión qué... ¡se había ido!
Lealtad a prueba de golpe [357]

Porque el avión seguramente oyó, oyeron por radio que iban los helicóp-
teros. “Paticas pa’ qué te tengo”, como dicen en el... [risas].

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: El avión se fue y los dejó. Cuando llegaron a la


pista, la pista estaba sola y había unos muchachos de la Armada que la
habían tomado para garantizar el aterrizaje de los helicópteros. Enton-
ces el obispo y que le pregunta al teniente de navío: “Mire, hijo ¿y el
avión?”. “¡Nooo!, se fue”. “Ajá, ¿y ahora qué hacemos?”. “Bueno, prepáre-
se porque vienen los paracaidistas [risas] a rescatar al presidente”. Aquel
obispo estaba más chorreado que el viejito, como tú dices aquí.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: Pero la batalla sigue, sigue, sigue. Y ellos siguen.


Ahí están. Esa cúpula de la Iglesia ni recapacita ni nada. La cúpula de
Fedecámaras, igual. La cúpula de la CTV (lo que queda por ahí), igual.
Los partidos viejos (AD, Copei) y los nuevos, que son todos derivados,
igual. Entonces ¿con quién? Es imposible. Con ellos no hay reconci-
liación porque su actitud hace imposible cualquier acuerdo, cualquier
esfuerzo. La reconciliación debe ser en función de la Constitución
nacional. Es bueno recordar todo esto para fortalecer. Voy a insistir en
eso, la idea central que traje, desde esta mañana que empezamos, desde
ayer, a hablar, pues, de los documentos del programa de hoy. Recor-
dar para fortalecer y para estar conscientes de que los peligros siguen
acechando.
Hace poco descubrimos un plan. Lo neutralizamos. Un grupo de
gente pensando en algunos oficiales retirados que son pilotos de avio-
nes de combate... ¡son unas locuras! Son unas locuras, pero ellos andan
buscando por aquí esta idea: “¿Qué te parece si este oficial que es pilo-
to... y un avión...?”, y como el Aló, Presidente dura seis horas y ya en la
mañana, a las once, se sabe dónde está el presidente sentadito ahí ¡rum!
[358] ANEXOS

Le ponemos una bomba a un avión, levantamos un solo avión ¡pish! Y el


avión se va pa’ Miami o pa’ Puerto Rico, ¿qué sé yo? O sea, es una locura.
No les importa quiénes estén aquí o quiénes estén allá [risas] o nada. No
les importa, incluso, si el piloto ya no tiene pericia y se estrella [risas], no.
Tratando de levantar un avión... Es bueno, señores militares, compañe-
ros militares, que estemos siempre atentos a cualquier destello, porque el
enemigo no duerme. ¿Qué nos dicen de los movimientos sociales?, ¿está
por aquí algún líder popular que quiera tomar la palabra? A ver, alguno
de ustedes que quiera decirnos algo. Tengo aquí una lista larga, vamos a
ver. Por ahí está Mílvida Campo, Dalila Mendoza, viuda de Pedro José
Linares; familiares de los héroes y heroínas del 11 de abril. Les damos
la más cordial bienvenida con todo nuestro corazón y les acompañamos
en su eterno... porque ese dolor es para toda la vida ¿verdad? Nunca se
apaga. Pero acompáñenlo con el amor de este pueblo ¿verdad?

Mílvida Campo (víctima del 11 de abril): Señor presidente, buenas


tardes.

Presidente Chávez: Hola, Mílvida.

Mílvida Campo: Presidente, yo soy una de las heridas del 11 de abril,


o sea, mi sobrina y yo ¿no? Para aquel entonces, como usted dice, presi-
dente, solamente a esa gente no le importaba a quién mataba. O sea, lo
importante que ellos querían era que derramaran sangre, no importaba
de qué lado. A ellos de verdad no les importaba. Yo siempre he dicho en
los programas que nos han entrevistado, que hasta el peor cazador esco-
ge su presa. Mas, sin embargo, a ellos no les importaba dispararle aquel
entonces para hacer... llegar a hacer sus logros, no les importaba quién
fuera: viejitos, niños, adolescentes, nadie, porque para aquel entonces
que nos disparan a nosotros, me disparan con mi sobrina, que mi sobri-
na era menor de edad, tenía dieciséis años.
Presidente Chávez: ¿Y ustedes estaban dónde?, ¿en Puente Llaguno?
Lealtad a prueba de golpe [359]

Mílvida Campo: Yo estaba en la avenida Baralt, en la esquina de


Piñango. Nosotros nos reunimos una vez con usted, hace muchísimo
tiempo, sí, hace como ocho años. Bueno, nosotros siempre habíamos
añorado de verdad volverlo a ver, siempre. Claro, lo vemos todos los
domingos en Aló, Presidente, pero no como estamos acá. Y teníamos
mucha, de verdad, mucha inquietud, porque estábamos muy preocupa-
dos por la cuestión del juicio. Aparte del juicio, de que usted sabe que
todavía hay muchos heridos y hay muchos muertos a los que no se les ha
hecho justicia. Yo digo que es verdad, se condenaron a treinta años, pero
ellos no tienen... no tienen un... ¿cómo se llama? No tienen una plena,
pues, para decirle, una pena ya plena. O sea, que ellos pueden apelar.
Mas, sin embargo, nosotros estamos pendientes de esto.
Todo el tiempo, presidente, desde hace muchos años hemos pateado
las calles como usted no se da una idea. Por esta Revolución hemos
luchado, señor presidente; por la Constitución, como usted dijo hace
rato, señor presidente. Nadie nos convocó al pueblo. Nosotros éramos
como un anillo de seguridad para usted, para aquel entonces. Nosotros
pusimos nuestras vidas, es más, algunos sin saber de verdad lo que nos
iba a pasar, pero estábamos claros de que teníamos que defenderlo a
usted, a la Constitución y nuestros derechos como seres humanos.
Señor presidente, yo quería acotar alguna cuestión… Nosotros tene-
mos unos abogados que han luchado con nosotros a capa y espada, que
es lo que nos llevó a ganar este juicio. Sin embargo, ellos nunca han
tenido un reconocimiento y nosotros, de verdad, o sea, yo no entiendo
por qué ellos no están acá. “El Gato”, que le decimos cariñosamente. “El
Gato” se llama Molina (…) Nosotros algunas veces, señor presidente,
porque no vamos a decir que no hemos recibido ayuda, de repente, ¿qué
le digo?, con un autobús, con esto, pero mire, allá pasamos necesidades,
bueno, que no vale la pena entrar en detalles. Lo importante es, señor
presidente, que le hemos echado pichón, un camión de pichón, como
usted no se da una idea, por la Constitución y por usted y por nuestro
pueblo, que de verdad lo queremos mucho. Muchas gracias, señor presi-
dente.
[360] ANEXOS

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Gracias, Mílvida. Gracias, muchas gracias por


estar aquí, por tus opiniones. ¿Y tú sobrina está bien?, ¿sí? Tu sobrina
está bien.

Mílvida Campo: Mi sobrina, gracias a Dios, está bien, señor presi-


dente. Porque... –bueno, Dios es grande–, lo estoy contando gracias a
ella, porque usted sabe que yo la tenía agarrada de este lado y entonces
el impacto primero le pasó a ella, luego me entró por un costillar y me
salió en el abdomen. Entonces ¿usted cree que si hubiesen sido personas
que de verdad eran conscientes, usted cree que van a herir a una perso-
na?, sino, es más, lo que querían era matarnos, asesinarnos. Gracias a los
“pistoleros” –mal llamados “pistoleros”– de Puente Llaguno, ellos empe-
zaron a disparar y a nosotros nos pudieron sacar de ahí, señor presidente.

Presidente Chávez: Gracias, gracias. ¿Está bien la niña?, ¿tu sobrina?

Mílvida Campo: Bueno, ella está bien, incluso, yo...

Presidente Chávez: ¿Viven aquí en Caracas, ustedes?

Mílvida Campo: Sí, señor presidente, nosotros vivimos en el Cacique


Tiuna. Gracias a Dios y a usted que fuimos beneficiadas con un apar-
tamentico, y ahí vivimos con mi familia, mi esposo, mis tres hijos, mis
nietos y que por cierto estábamos en los apartamentos de transición, que
mi nieto llegaba y le agarró por aquí y le estaba y que buscando unos
bigotes, porque a él le encanta agarrar bigotes...
Presidente Chávez: ¡Ah! Ajá.

Mílvida Campo: Y usted le dijo el rey David.


Lealtad a prueba de golpe [361]

Presidente Chávez: En... ellos estaban en el parque infantil, ahí.

Mílvida Campo: [risas] Sí, estábamos en el parque, señor presidente.

Presidente Chávez: Se volvieron como locos esos niños. Me tumba-


ron… Y entonces: “¿Dónde está tu bigote?”. “Yo no tengo bigotes, chico”.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: [risas] “¿Por qué no tienes bigotes?”. “Porque no


tengo”, ¿ese es tu nieto, sí? Que Dios lo bendiga y lo cuide, bueno, a
todos esos niños y niñas.
Miren, José Vicente decía algo ahora: “Rutinizar Puente Llaguno”,
llevarlo al día a día, pues, a la conciencia del día a día. Yo relaciono eso
también, ese llamado, esa idea de la batalla permanente, y que Puente
Llaguno no sea un símbolo nada más, un monumento, un recuerdo cuan-
do uno pasa por allí, o un acto cada año ¿no?, sino que sea material, expe-
riencia para la batalla de mil puentes Llaguno en todo el país. Eso que
tú estás diciendo, por ejemplo, es una idea, un razonamiento profundo,
desde mi punto de vista, muy profundo para sacar conclusiones.
A esta oposición no le importa porque ellos sabían el plan, ellos
sabían el plan, los dirigentes de la oposición, los obispos sabían el plan.
Lo discutían incluso en la casa del cardenal. Al cardenal lo llamaban
–¿cómo era?– “Zamuro Negro”, una cosa así, para comunicarse: “Vamos
pa’ casa de Zamuro Negro”: el cardenal. Ellos sabían. ¡Dios mío!, a lo
mejor no todos los obispos, José Vicente, pero ese grupito, tú sabes. Aquí
está la foto, por cierto: “Chávez preso”, mira la cara que tengo ahí. Aquí
estoy yo, estaba muchacho. Aquí están los traidores, este grupo de gene-
rales traidores. Y aquí están, miren, ¿qué les dije yo? Mire quién está
aquí, y el otro. Y aquí otro grupo de generales traidores. Ahí estaban
pidiéndome que firmara la renuncia, y estos, bueno, rezando: “Sí, hijo
mío, firme, en nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo” [risas], y
aquí nos está mirando, este como que es José Laurencio Silva, el prócer
[362] ANEXOS

de Tinaquillo ¿no es? ¿Quién es este? Bermúdez. ¿Qué salón es este?


Ahora que está Paredes Torrealba de comandante general del Ejército,
estas instalaciones son del Comando del Ejército.

Juan Vicente Paredes Torrealba (comandante general del Ejército):


El salón de conferencias de la Jefatura del Estado Mayor.

Presidente Chávez: Es un salón grandecito, más o menos. Eso estaba


lleno de generales, compadre. Este es José Francisco Bermúdez, ¿sí? El
general Bermúdez.
Ahí están, aquí está el obispo este (pónmelo para acá), él mismito, y
este que era como su ayudante, no sé.
Ellos sabían el plan, no importaba si morían niños, ¿no te digo, pues,
que han llegado a pensar hasta en un avión para tirar una bomba en un
Aló, Presidente?, ¡imagínate! No les importa nada, es una locura, es una
obsesión: como sea salir de Chávez. Porque ellos creen que saliendo
de Chávez se acaba el problema, y están equivocados, además, están
equivocados. Pero eso es lo que ellos creen, pues, o acabar con el proceso
revolucionario. Claro, porque el plan de ellos no es acabar con Chávez,
hay que agregar lo que Aristóbulo decía: el plan es acabar con todos
ustedes, es acabar con Chávez y luego a la persecución feroz contra
todos y todas los que pudieran significar alguna posibilidad de liderizar
al pueblo. Y persecución contra el pueblo, ustedes lo vieron, y después lo
vimos en distintos videos: allanamientos, persecuciones, detención sin
fórmula previa, ni juicio ni nada.
En cuanto a la situación de ustedes, siempre hemos estado pendientes.
Perdónenme y perdónennos si hemos fallado en algo. De todos modos
yo le pido de nuevo a mi ministra –ahora está Isis Ochoa, ahí está Isis
Ochoa– que te reúnas con todos ellos, con todas ellas esta semana, y
estén siempre en contacto, pendientes; que entren aquí en cualquier
momento que quieran venir a plantear cualquier idea, cualquier proble-
ma, que siempre se arregla uno y surgen otros ¿verdad? Ellos cargarán
siempre la cruz esa del Puente Llaguno porque es una cruz haber perdi-
Lealtad a prueba de golpe [363]

do a un ser querido, un hijo, una hija, el esposo. Ahí está Dalila, que es la
viuda de Pedro, ¿quién le repone su Pedro a Dalila? Nada, nada ni nadie.
Pero ella anda ahí, ahí está con nosotros, y estamos contigo, Dalila...

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Pero ese “estamos contigo” es estar, estar plena-


mente. Porque quedaron hijos, después vienen los nietos, y muy proba-
blemente Pedro era lo que llaman el sostén principal, como la viga
principal ¿verdad?, como a una casa que tú le tumbes una de las vigas
más fuertes, pues, entonces tenemos que meter el hombro. Y cual-
quier problema tenemos que atenderlo y buscar las mil maneras desde
el Gobierno central, desde aquí mismo, de Miraflores, los ministerios.
¡Cuánto me alegro que estés allá con la familia, en Cacique Tiuna!
Bueno, eso es de ustedes. Tú sabes, es la propiedad social. A veces yo
digo ¡Dios mío!, el tema de la vivienda... esa es una obsesión para mí
ya. Como Fidel, hace poco vi por La Hojilla una rueda de prensa que
Fidel le dio a unos periodistas, casi todos escuálidos, en La Habana, por
el 2001, creo. Mario Silva rescató esos videos y está pasándolos. Fidel
decía allí que para Chávez es una obsesión... Y después explicó lo que
para él... no es que sea una enfermedad mental (porque como estaban
ahí los tipos...). Fidel dijo que Chávez está enfermo, es obsesivo, tiene
una obsesión política, un empeño.
Y en verdad la vivienda para mí es una obsesión. Mi hija María y mi
hija Rosa me echan broma: “Papá donde quiera que va está cortando
cerro: ‘Córtese este cerro’, dice María”. Porque yo ando buscando un
cerrito, una esquinita: “Aquí podemos cortar este cerro y hacemos unos
dos edificios de cuatro pisos, ¿tú no crees que se podrá hacer? Sí, allá,
unos galpones. Hay que tumbar esos galpones y hacer unos edificios”.
En el hipódromo ha funcionado el plan, pero tenemos que multiplicarlo
por quinientos, por miles. Unos terrenos montañosos del hipódromo, y
una vez no sé por qué pasé por allá y me metí, y descubro aquel terrenal.
Tenían ahí para hacer subastas de caballos de paso y no sé... la oligarquía,
[364] ANEXOS

pues, y una antena que creo que era de Radio Nacional. Esa antena la
tumbaron ¿no? Bueno, la cambiaron. Una antena de esas de las más
viejas. Esa antena se puede transformar ahora en una chiquitica, pero en
la punta de un cerro. Esa antena tenía ahí mucho tiempo, y ocupaba un
área como de una hectárea por lo menos, planita, y la antena en el medio,
altísima, y con las guayas, los cables, el sistema de sujeción, pues.
Bueno, ¡qué bonito quedó eso!, ¿verdad? Bonito. Ahora estamos
terminando la segunda fase: dos torres que están por terminarse. Y
luego la propiedad social productiva, la propiedad social de los medios
de producción. Ojalá que la carpintería siga echando pa’lante. Ahí una
carpintería que es de ellos, y una herrería. Ideas que a uno se le ocurren
leyendo cómo se construye el socialismo, Luis Britto, Roberto, porque
eso no es soplar y hacer botella. Es la propiedad social de los medios de
producción.
Entonces tú vas por allá, en helicóptero y por tierra... Uverito: ¡Ras!
Seiscientas mil hectáreas de pino, y resulta que ahorita se quemaron
como veinte hectáreas en un área que he ordenado recuperar (no se ha
hecho público hasta este momento. Tubazo, pues, de Aló, Presidente).
Un sector privado transnacional resulta que le compró eso al Estado
hace no sé cuánto tiempo, y tiene una extensión de pinos de esos caribe,
y dejaron que se quemaran. Me vengo a enterar de los detalles por qué
se quemó eso, y mandé a investigar cómo dejaron quemar esto, por qué,
si uno mismo ha ido por allá: “Tiren cortafuegos, el pino es muy infla-
mable, combustible, tiene mucha resina y cosa de estas”. Pero bueno, ahí
está la madera. ¿De quién es esa madera? Es propiedad social.
Ahora, si el Estado se encarga, primero, de privatizarla como estaban
haciéndolo, era lo último... Pero tampoco es suficiente que el Estado
recupere la propiedad, como la hemos recuperado, incluso, ahí estaban
montando un gran aserradero, una transnacional. Nada: pa’ atrás. Ahora
lo estamos haciendo nosotros, y hemos hecho aserraderos. Pero ¿de qué
sirve que sea el Estado el que recupere la propiedad, y entonces el Esta-
do haga una empresa, pique la madera, se la lleve y se la venda como
Lealtad a prueba de golpe [365]

mercancía al sector privado capitalista? ¡Le estamos haciendo el trabajo


al capitalismo!
Porque entonces vienen los intermediarios, dueños de aserraderos, y
no sé cuánta cosa... fábricas de muebles, hacen este mueble, hacen otros
muebles con nuestra propia madera, y vienen y lo ponen bien caro, y
que los pobres van a poder comprar camas de pino, y muebles de pino, y
resulta que los pinos son del pueblo.
Ahí se hizo una carpintería, y hemos dado instrucciones para que
se traiga la madera de allá. Fueron unos a hacer cursos de carpintería
allá. Cuánta madera hace falta, cuántas puertas, ventanas, camas peque-
ñas para niños, medianas, matrimoniales, de dos pisos, de tres pisos,
muebles... Hacen falta para sustituir importaciones, incluso, que son
bien caras y se llevan los dólares. Y vienen entonces los capitalistas piden
dólares, sobrefacturan, subfacturan, inflan los precios, generan inflación,
y nos roban a todos. Es el socialismo, la propiedad social de los medios
de producción, la única solución al capitalismo. Tenemos que darle cuer-
po, y en eso tenemos que acelerar el paso.
Bueno, pero me da mucho gusto que ustedes vivan en Cacique Tiuna,
la primera etapa. Por allá arriba estamos haciendo otros edificios, que
han ido muy lentos, muy lentos; pero claro, también es complejo porque
hay que cortar el cerro, hacer los estudios ambientales, después hay que
meter agua para allá, energía eléctrica. Y a veces las fallas burocráti-
cas, los recursos. Porque ahí es donde yo digo lo siguiente, Jacqueline,
insisto a todos: sale bastante costoso construir esos edificios arriba, en
la montaña, vamos a seguir haciéndolo, pero es más lento y mucho
más costoso. Pero resulta que si tú caminas por aquí, por la Baralt, por
la Lecuna consigues galpones, caserones abandonados muchas veces,
edificios abandonados, estacionamientos, depósitos de cauchos (ahora
viene el agua y viene el dengue, el patas blancas), y resulta que les pasa-
mos por delante y no los vemos. O un patio que está engordándose y
le ponen una cerca: “Propiedad privada”. Bueno, eso no se puede tocar.
Vamos por ellos, vamos por esos terrenos. Tenemos que recuperarlos
para construir ahí los edificios, las casas para el pueblo, y no solo allá
[366] ANEXOS

lejos, en la montaña. En eso nosotros casi no hemos avanzado. Avance-


mos, el partido, el Gobierno, los gobiernos.
Bueno, Roberto Hernández Montoya (¿ese eres tú?), Malaver. Yo
siempre te confundo, ¿por qué será, chico? Ustedes ya se parecen [risas]
¿No se parecen?

Roberto Malaver (periodista): Yo soy muy joven comparado con


Roberto [risas].

Presidente Chávez: ¡Ah! Los años, los años. ¿Hoy hay programa?

Roberto Malaver: Bueno, si usted termina temprano, sí.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: No, no, si no hay programa yo protestaré ante


el canal 8, ante la presidenta del canal 8. Ese es mi relax los domingos,
compadre. En verdad ustedes lo hacen muy mal, pero es mi relax.

Roberto Malaver: No, pero este programa es un relleno en el canal 8,


esa es la función de ese programa en el primer momento. Fue un relleno.
Y es el único programa que tiene la oposición, porque yo traje dos libros
que vamos a presentar, voy a dar un tubazo ¿no? Vamos a presentar hoy,
mire: Las llaves del golpe, de Leopoldo López.

Presidente Chávez: ¡Oye, vale!

Roberto Malaver: Sabe que Leopoldo fue el hombre que detuvo a


los camiones para que no llegaran al centro de Caracas, y él les quitó las
llaves; entonces aquí explica Leopoldo todo eso.

Presidente Chávez: ¿Cuáles camiones fueron esos?


Lealtad a prueba de golpe [367]

Roberto Malaver: Unos que, según Leopoldo en un programa en


Venevisión, venían entrando unos camiones, unos autobuses, y entonces
para que no llegaran al centro él se montó y les quitó las llaves a los
choferes. Él lo cuenta mejor que yo aquí, en este libro: Las llaves del golpe.

Presidente Chávez: ¡Ahhh! [risas].

Roberto Malaver: Y está este otro, Prohibido olvidar.

Presidente Chávez: ¿De quién es ese?

Roberto Malaver: Aquí está Carlos Andrés, está Carmona, Leopoldo


Castillo...

Presidente Chávez: [risas].

Roberto Malaver: Y de este lado está aquí, este pequeñito que ustedes
pueden ver aquí, Napoleón Bravo, y aquí arriba está Marta Colomina.

Presidente Chávez: [risas].

Roberto Malaver: Y aquí también está Enrique Mendoza con un


sombrero arriba, de este lado. No lo puedo marcar.

Presidente Chávez: Ahí está, ahí se ve clarito.

Roberto Malaver: Con prólogo de Timoteo Zambrano, que es el


hombre que se dedicó a hacer prólogos. A él no lo botó nadie del país,
pero él se fue a vivir con Rosales en Perú. Una cosa increíble, ¿no?

Presidente Chávez: [risas].


[368] ANEXOS

Roberto Malaver: Rosales no sabe cómo quitárselo de encima. Y yo


también traje, por cierto, producto de ese golpe, nosotros, conjuntamente
con la Asamblea, y Earle Herrera, que era diputado, publicamos este
libro que se llama Contragolpe del humor. Aquí están Luis Britto García,
Earle Herrera, Augusto Hernández, Clodosbaldo Hernández, Roberto
Malaver y Régulo Pérez, que hizo los dibujos ¿no? Esta es la segunda
edición. La primera edición se hizo en la Imprenta, y la segunda edición
la hizo José Vicente Rangel, que era vicepresidente para ese momen-
to. Yo también quería leer algo de Teodoro Petkoff: “Chao Hugo”, que
tengo acá, porque como usted sabe yo soy teodorista...

Presidente Chávez: Aquí hay libertad de expresión. Yo sé que tú


vienes aquí de vocero de esos señores, pero adelante.

Roberto Malaver: Entonces, aquí dice este libro, yo tengo los edito-
riales de Tal Cual en este libro, y Teodoro Petkoff, a quien yo le he dicho
que se vaya a las duchas porque ya nadie, ni la derecha ni la izquierda
lo quiere. Pero yo sigo siendo teodorista. A mí me va a doler mucho si
se va a las duchas. Dice que: “Con mucha pena causada en decenas de
hogares venezolanos y sin ninguna gloria, se acabó el régimen de Hugo
Chávez...”.

Presidente Chávez: [risas].

Roberto Malaver: “El arrogante Hugo ‘Cadena’ que disfrutaba anun-


ciando su retiro para el año 2021, ha sido derrocado apenas tres años
después de su espectacular ascenso al poder en olor de multitudes, y
rodeado de la esperanzada expectativa de los venezolanos. Hasta el final
vivió el delirio que lo mató...”. Y por ahí sigue Teodoro, no lo voy a leer
completo porque me emociono...

Asistentes: [risas].
Lealtad a prueba de golpe [369]

Presidente Chávez: [risas] Mira, estamos todos muy emocionados.


Eso es algo así como para hacer un contrapunteo con García Márquez,
algo así como aquello del realismo mágico maravilloso, una novela, una
cosa ¿no?

Roberto Malaver: Y bueno, y este libro también, que lo publica la


gente de...

Presidente Chávez: Bueno, no, sigue tú el programa, sigue, sigue, por


favor...

Roberto Malaver: ¡No!

Presidente Chávez: No, sigue, sigue, sigue.

Roberto Malaver: Por eso lo estoy haciendo.

Presidente Chávez: Claro, claro.

Roberto Malaver: Y este libro que recomiendo ampliamente: Los


documentos del golpe, que yo creo que todos los venezolanos deberían
tenerlo.

Presidente Chávez: ¡Ah, ese libro es muy bueno!

Roberto Malaver: Aquí hay gente, los demócratas, todos están aquí,
todos firmaron el decreto Carmona. Entonces cuando una persona llega
a la casa hablando de democracia usted lo busca. Si está aquí, sí es un
demócrata; si no está, usted tiene que pedirle que se inscriba, porque
aquí están todos los que firmaron el golpe.

Presidente Chávez: [risas].


[370] ANEXOS

Roberto Malaver: Bueno, eso era todo, ya hicimos el “Como ustedes


pueden ver”. Esta noche no hay programa.

Presidente Chávez: No, no, Tania, por favor, que haya programa.
Gracias, Roberto. El buen humor, el fino humor siempre es necesario, y
ustedes aportan. Es lo único bueno que ustedes hacen, el humor.

Aristóbulo Istúriz: Como le dijo un televidente a los Roberto.

Presidente Chávez: ¿Qué dijo?

Aristóbulo Istúriz: “Roberto, deja hablar a Roberto”, le mandó un


mensaje, y los dos no sabían quién era [risas], se quedaron callados.

Presidente Chávez: [risas] Roberto deja hablar a Roberto, los Roberto.


Gracias, Roberto. Gracias, además por ese programa que, hablando en
serio, es muy bueno, de lo mejor. Hay que tener de verdad inteligen-
cia y sentido del humor para, sin guión, en vivo, mantener, como nos
mantienen, de comienzo a fin siempre ahí, a la expectativa del chiste, del
comentario, del humor político, sobre todo humor político, social, que
tiene siempre un fondo.
Ahora, el “Chao Hugo” tiene sus raíces, sus bemoles, diría José
Vicente Rangel. Yo recuerdo a tu ídolo Teodoro. Lo recuerdo en Yare,
José Vicente, porque ustedes deben recordar que este caballero después
del 4 de febrero arremetió contra nosotros: tiranos, golpistas... Defen-
diendo al régimen, pues, el rrrégimen [risas], y parece que grupos de
gente amiga, de izquierda, le reclamaban hasta públicamente: “Oye,
¿qué actitud es esa?, si estos jóvenes, estos movimientos...” qué sé yo.
Entonces él pidió una vez hablar con nosotros, y le dieron permiso y
fue a Yare y ahí pasamos un día completo. Primero con todo el grupo,
lo recibimos, comimos espagueti, un almuerzo. Era un día de esos en
que no había visita, así que estábamos solos. Los compañeros se fueron
retirando cada uno a su actividad; se quedó Arias un rato más, después
Lealtad a prueba de golpe [371]

se fueron. Entonces él me dice: “Vamos a hablar allá afuera, chico”.


“Vamos, pues”. Había un patiecito ahí, y nosotros éramos los dueños de
la llave del candado, así que uno abría y cerraba una puerta –interna, por
supuesto– a voluntad. Salimos a una carpita que estaba ahí, una carpita
militar, de comando, que era donde la visita llegaba y se sentaban ahí.
Ahí nos sentamos a hablar. “¿No nos estarán grabando de lejos?”. “No
sé”. “Bueno”. “¿Viene la segunda rebelión?”. Yo le dije: “Creo que sí, creo
que no la va a parar nadie”. “Dame un contacto, dame un contacto, noso-
tros apoyamos...”. Le di un contacto, tuve cuidado y le di un contacto
que no estaba muy comprometido directamente. Se fue tarde ya cuando
estaba anocheciendo. “Comprometido con lo que viene, y cuenten con
nosotros” [risas]. A las pocas semanas fue la segunda rebelión, igualito
salió: “Estos dictadores, estos tiranos...” [risas]. Ese es el caballero este
de la triste andanza, por no compararlo con el de la triste figura.
Yo les recomiendo un libro, ustedes que son expertos y profesiona-
les del humor. Hay un viejo guerrillero que se llama Genaro Guaitero,
apureño, estuvo en las guerrillas de Apure. (Genaro Guaitero, ojalá viva,
¿sí vive?, tú lo conociste). Estaba criando cachamas en las afueras de San
Fernando, en Biruaca. Hay un libro que escribió Genaro. Él logró entrar
a Yare y me dejó un ejemplar: Yo el bandolero. Ese libro deberíamos
reproducirlo. Mira, yo me moría de la risa solo, leyendo, pues, porque es
un humor pero muy bien... Él dice que estos señores que eran los jefes...
bueno, “a este lo agarraron porque no podía estar sin tomar pepsi-cola, y
entonces tenía que ir para algún caserío a buscar...” [risas], no podía vivir
sin tomar pepsi-cola. Y además, que en las quebradas llegaba a limarse
las uñas, no sé qué más. Decía que cuando llegaba la ración, la comida,
ellos apartaban la leche condensada, la carne de buey, de la mejor, y les
dejaban a la tropa no sé qué, o los ponían a cargar no sé qué. Echa unos
cuentos muy bueno, chico.
¿Tú leíste ese libro JV? A ver.

José Vicente Rangel: Ellos no salieron del Jardín Botánico...


[372] ANEXOS

Presidente Chávez: ¡Ajá! Que entrenaban en el Jardín Botánico [risas].


Era guerrilla a caballo. Una vez y que llegaron a un pueblo –como que fue
Corozopando–, tomaron el pueblo y entonces no sé si a él y a otro les dan
la tarea de que pinten las paredes. Las pintan con pintas revolucionarias
mientras los guerrilleros se llevaban los dos chopos de la policía y daban
una arenga en la plaza a todo el pueblo. Los que estaban pintando con un
spray se retardaron, no llegaron al punto de reunión final y los dejaron.
La guerrilla se fue a caballo, y después aparecen los dos muchachos, los
más jóvenes. Les abrieron un juicio, un juicio de guerra, pues, por haber
puesto en peligro la revolución, ¿por qué se quedaron? –no llegaron y
tal–. Ellos defendiéndose. Dice uno de ellos que era estudiante y tenía
buena letra y tal: “Yo estaba escribiendo en todas las casas lo que me
ordenaron, terminé, me vine y ya ustedes se habían venido”. “¿Y qué tanto
escribía usted?”, le pregunta el jefe. “‘¡Viva Marx! ¡Viva Lenin!’, eso es lo
que me mandaron a escribir”. Y entonces le preguntan al jefe: “¿Y quién
es ese Lenin que están pintando por ahí? ¿Quién es ese tal Lenin?”. Y
responde el jefe: “No, tranquilo, que ese es el jefe de Caracas”.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: [risas] Ese es el jefe de Caracas. En otra ocasión,


los aviones y que venían a bombardearlos, entonces él puso a un soldado
apureño, de esos bien vegueros: “Tú te encargas de estar mirando para
arriba a ver si ves aviones”. De repente le dice el veguero: “Allá está uno,
pero está parado. Nos está vigilando allá arriba”. Iba muy alto un avión.
Genaro Guaitero, Yo el bandolero. Lean ese libro para que se rían del
buen humor. El Comandante Arauca como que era el Flaco Prada, el
Comandante Arauca. Eran las guerrillas de los llanos, todavía a caballo
en 1965-1970, por allá.
Bueno, volvamos a lo nuestro, después del humor que nos trajo Roberto.
No Hernández Montoya, que no está aquí, sino Roberto Malaver.
Bien, tenemos unos cadetes. Vamos a ver qué opinan los cadetes hoy,
después de todos estos años, brigadier mayor. Ahí está el brigadier mayor
Lealtad a prueba de golpe [373]

de la Escuela Naval, Diego Raúl Coronado Granadillo. ¿De dónde es


usted, brigadier mayor?

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Barquisimeto, mi


comandante en jefe.

Presidente Chávez: ¡Ah, usted es de Barquisimeto! ¡Ajá! ¿Y usted


estaba dónde el 11 de abril? ¿Usted se acuerda de eso?

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Afirmativo, mi


comandante en jefe.

Presidente Chávez: ¿Dónde estaba el brigadier mayor?

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Estaba en mi


casa, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: Pueden sentarse los demás cadetes, perdón.


Estaba en Barquisimeto. ¿Qué edad tenía usted cuando el 11 de abril?

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Doce años, mi


comandante en jefe.

Presidente Chávez: Doce años, o sea que estaba saliendo de la primaria.

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Estaba en


séptimo grado de bachillerato, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: Séptimo grado. ¿Y qué recuerda usted? ¿Qué


opina usted de todos estos aconteceres?
[374] ANEXOS

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: El 11 de abril


lo único que sabía ese día era que se estaban librando unas marchas, y
teníamos ya tres días sin asistir a clases.

Presidente Chávez: ¡Ah! No había clase en Barquisimeto. ¿Y qué más


recuerda usted?

Brigadier mayor Diego Raúl Coronado Granadillo: Los días poste-


riores lo que recuerdo, sobre todo, la anarquía que había en el país.

Presidente Chávez: Anarquía. Me parece una buena forma, con una


palabra explicar además lo que era el peligro de anarquía, brigadier
mayor, y luego de la anarquía la guerra civil. Nosotros creo que estuvi-
mos a punto... cuando el helicóptero que me traía de La Orchila... creo
que aquí hay algunos compañeros de los que venían en ese helicóptero,
Aquino, Aquino Lamón, tú venías conmigo en el helicóptero. ¿Quién
más? ¿Tú qué eras?, ¿capitán?

Teniente coronel Aquino Lamón: Era capitán en ese tiempo, mi


comandante.

Presidente Chávez: El capitán Aquino cuando el 4 de febrero era


subteniente recién graduado de mi batallón. Llegó nuevecito allá. Lo
recibí junto con Bermúdez, hijo de mi general Pérez Arcay. Llegaron los
dos nuevos allá, se me presentaron: “Mi comandante venimos...”, recién
graduados. Pensé yo: “Estos nuevos no saben dónde cayeron” [risas]. A
los pocos meses estaban alzados y presos. Aquino Lamón. ¿Ya tú eres
coronel?

Teniente coronel Aquino Lamón: Teniente coronel, mi comandante


en jefe.
Lealtad a prueba de golpe [375]

Presidente Chávez: Teniente coronel Aquino Lamón, cuántos años


han pasado, Aquino, y aquí estamos, somos los mismos. Mira Aquino,
entonces tú fuiste en el helicóptero donde yo venía ¿no?

Teniente coronel Aquino Lamón: Cierto, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: Y ahí venía Castro Soteldo.

Teniente coronel Aquino Lamón: Mi general Uzcátegui...

Presidente Chávez: Uzcátegui Duque.

Teniente coronel Aquino Lamón: El monseñor también.

Presidente Chávez: Ahí venía el monseñor también, venía rezan-


do. Y también venía en el helicóptero (¿tú eres capitán ya?) el capitán
Martínez, que era subteniente. Cuando veníamos nosotros volando por
ahí, que era madrugada, sentimos el olor penetrante de humo, muchas
columnas de humo en la oscuridad, pero el humo llegaba al helicóptero.
A mí me vino el recuerdo del “Bogotazo”. Yo dije: “¡Dios mío!”. Porque
en verdad yo estaba muy... no sabía casi nada, solo por intuición y alguna
que otra información que me pasaban sobre todo los sargentos que me
custodiaban; y lo que tú me dijiste por teléfono, ¿que fue como a qué
hora, José Vicente, que hablamos?

José Vicente Rangel: Como a las siete.

Presidente Chávez: Como a las siete de la noche, ¿verdad?

José Vicente Rangel: Sí.

Presidente Chávez: Recuerdo ese momento, porque estábamos en


La Orchila, en las afueras de la casita que está allá, al lado del mar y
[376] ANEXOS

del oleaje –¡guas!– y el viento, la brisa marina. Y estaba el monseñor,


estábamos sentados ahí como en una rueda, discutiendo: “Yo no voy a
firmar esto”. Además, yo reclamándoles: “Mire usted, general, ¿cómo es
posible...?”, y el otro, un contralmirante que era el jefe de mi custodia,
es decir, uno de los golpistas, que iba y venía, y, por supuesto, para nada
me decía presidente.
En verdad nunca me irrespetó. Él salió por ahí después en un video
que fue tomado donde me tenían preso, en Turiamo. Llegó allá, respe-
tuoso, pero bueno, ya yo no era presidente para él: teniente coronel,
teniente coronel.
Y “yo soy un almirante, usted está preso, vamos a custodiarlo. No
le va a pasar nada”, y no sé qué más. Yo lo trataba también firme, con
respeto, reclamándole y diciéndole cosas. Pero yo no aspiraba que él se
pasara para este lado ni nada. Los sargentos sí ya yo los tenía, la mayoría,
de este lado; así que más preso era él que yo, en el fondo: bastaba una
orden mía para que lo agarraran ahí, y a otros oficiales, los sargentos, los
sargentos de la tropa, pues, y unos oficiales subalternos.
Entonces, estábamos conversando y el almirante golpista está por
allá. Ellos me negaban un teléfono. Una de las razones que a mí me
llevaron a aceptar que me trasladaran de Turiamo a La Orchila... porque
el almirante llegó allá en un helicóptero, que “vamos a trasladarlo”, y yo
dije: “No, yo no acepto traslado, yo estoy preso; preso es preso. Ustedes
vean a ver qué hacen”.
Salió un video, una parte de esa conversación salió, yo estaba en chores.
Bueno, los recibo. Estaba comiendo un pescadito después de haber
trotado un rato con los sargentos, y ellos me dijeron: “Cuando usted dé
la orden nos vamos de aquí para Maracay, tenemos ya el camión listo”, y
fue cuando salió el muchacho aquel que me dijo: “Escríbame algo, que
yo me voy a inventar que se acabó el gas. Porque yo soy el que compra el
gas. Me llevo un camioncito y voy para Maracay, para donde usted me
diga...”. Y fue aquel escrito que yo hice rapidito, y él se lo llevó. Luego
salió: “No he renunciado ni tal ni tal”.
Entonces viene el almirante y yo al final me pongo a pensar. Allá en
Turiamo en ese tiempo no había alcance de telefonía celular ni señal de
Lealtad a prueba de golpe [377]

televisión que se viera bien, era muy borrosa. Estos muchachitos habían
buscado un televisor por allá, los sargentos, pero no se veía nada. ¿Y
celular?, había que salir no sé para qué cerro por allá. Y yo: “Oye, quiero,
necesito un celular, búsquenme un celular...”, pero no, no había alcance
ahí. Entonces yo, que a La Orchila la conozco, allá hay alcance y se ve la
televisión. Esa fue una de las razones que a mí..., José Vicente, la parte
mediática; yo creo que fue la razón fundamental que a mí me llevó a
aceptar que me trasladaran a La Orchila.
Cuando llego a La Orchila me bajo del helicóptero, y el capitán que
estaba allá de jefe del puesto de La Orchila –nuestro– me dice calladito:
“Mire, le puse un celular debajo de la almohada...”. Así que el celular
estaba ahí, pero bueno, ellos me tenían muy vigilado, los tres o cuatro
oficiales. Así que no lo toqué: lo vi y lo dejé tapado, lo dejé ahí como
para una reserva para más tarde. Ellos me negaban el celular o un telé-
fono; yo les dije que quería hablar con mi familia, para ver si obtenía un
teléfono. “No, no, que no hay alcance”. Está bien. Yo sí sabía que había
alcance. Lo cierto es que de repente llega el almirante, delante del obis-
po, y el otro general y el otro. El almirante se para firme. Lo veo y me
digo: “¿Qué le pasa a este?, ¿se volvió loco?”. ¡Se paró firme el golpista!
Trancó yo creo que más fuerte que un cadete de segundo año, porque
los cadetes de segundo año trancan duro porque son siempre faltones y
andan tratando de tapar la falta con la tranca fuerte. Cadete de segundo
año que no sea faltón, no es cadete de segundo año. Dígalo ahí, brigadier
mayor. Cuando uno pasa a tercer año ya es sin novedad. Hay excep-
ciones. Recuerdo de segundo año aquí a Canelones, ¡Ja, ja! Canelones
Guevara; ¡dígame Chourio cuando era de segundo año!
Bueno, entonces aquel almirante trancó más fuerte que un cadete de
segundo año recién ascendido. Saludos en dos tiempos: ¡Chaz, Chaz!
“Señor presidente, mi comandante en jefe...”. “¡Aayyy papá! –dije yo
[risas]– ¡aayyy papá! ¿Qué le pasaría a esta gente en Caracas que este
se está trancando aquí, parado firme?”. Y claro, el obispo que no era
tonto, el cardenal, igual, le veo la cara y se pone él, así, tenso. “¿Qué está
pasando aquí –se preguntaría él– que el jefe se le está parando firme al
[378] ANEXOS

teniente coronel este”. Entonces es cuando el almirante me dice: “Mi


comandante, que el ministro de Defensa quiere hablar con usted”, y yo
le respondo: “No, chico, yo no quiero hablar con golpistas. No tengo
nada que hablar con él”. Yo pensé que era el otro, Ramírez, Ramírez
Pérez, ese es un golpista.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: “Es el ministro de Defensa, su ministro de Defen-


sa, el doctor Rangel”. Mira, yo salí disparado: “¿Dónde está el teléfono?”,
¡ras! Le quité el teléfono. ¡José Vicente! Mira, esa voz de José Vicente a
mí me llegó por allá... lo que me llegó fue al alma como si en una oscura
noche de repente se presentó el sol así ¡guas! ¡Coño! ¡Qué sensación!
“¿Qué pasó?”. “Que ya tenemos preso a Carmona...”, que no sé qué más,
que “hemos tomado el ministerio”, que “te estamos esperando”, que “allá
van los helicópteros” y no sé qué más. Hablamos como unos tres minu-
tos. ¿Qué más me dijiste?

José Vicente Rangel: Tú me preguntaste: “¿Qué estás haciendo?,


¿dónde estás?”. “Tengo presos a esos carajos aquí”.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: [risas] “Tengo presos a esos carajos”. Claro,


porque lo más que pudiera haber pensado yo era que te tenían preso y
que habías conseguido un teléfono o que estabas enconchado en algún
lugar, ¿qué sé yo? Pero cuando él me dice que aquí están, que “tenemos
presos a estos carajos”, pues, y a Carmona y al otro, y huyeron, esto y
esto y el pueblo está en la calle y no sé qué más... y me pasaste después
a ese otro buen amigo, el general que estaba contigo ahí, compañero de
mi promoción, el coriano...

José Vicente Rangel: López Hidalgo.


Lealtad a prueba de golpe [379]

Presidente Chávez: López Hidalgo, Melvin, entonces ustedes me


decían... Después hablé con Maracay. Querían que yo fuera a Maracay.
Dije “No, no, yo voy pa’ Caracas, yo voy pa’ Miraflores, pa’ allá. Tengo
que llegar a Caracas. A los pocos minutos llegaron los helicópteros:
Castro Soteldo, llevaron un médico, llevaron un juez, un abogado, no sé
qué [risas] fiscal, y todo el equipo de rescate, pues, que salió de Maracay.
Bueno, son recuerdos. Gracias al brigadier mayor. Pero él dijo algo
muy importante y muy serio: anarquía, anarquía. Y yo lo voy a repetir
para estos oligarcas, que tomen nota, y sus amos allá, en Norteamérica,
que les interesa a los Estados Unidos sobre todo el petróleo venezola-
no: Miren, si aquí volviera a ocurrir algo parecido, si estos fascistas por
alguna razón volvieran a llegar a este palacio, a esta casa, y creyeran que
han tomado el Gobierno, este país no pudieran ellos gobernarlo, este
país entraría en anarquía. Esa gente que no puede gobernar ni una mesa
es incapaz de gobernar, y menos un país como este, en Revolución, un
pueblo heroico. No pueden gobernarlo. Están incapacitados para gober-
nar a Venezuela.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: No tienen cómo, no tienen cómo.


Bueno, tenemos un video. Hace rato que me están recordando que
hay varios videos. Pudiéramos colocar el número dos ¿será?

Asistentes: Sí.

Presidente Chávez: ¿Sí? Felicia ¿cuánto dura este video?

Asistente: Tres minutos.

Presidente Chávez: Tres minutos. “Testimonios de periodistas oposito-


res” ¡ah! Este video cierra con las palabras de Enrique Mendoza, que ahí
se está entrando a cuchillo con no sé quién. Pero ahora tiene sombrero, no
[380] ANEXOS

gorra, noté que ahí tiene un sombrero elegante. Ese es el nuevo look para
la campaña ¿será? Mendoza en la toma del canal 8. Entonces vamos a
ver ese video, muchachos ¿está listo? Veamos este video, pues, periodis-
tas escuálidos.
Adelante.

[Presentación del video sobre el golpe de Estado de abril del 2002, cuya
última parte finaliza con las declaraciones del entonces gobernador del estado
Miranda, Enrique Mendoza: “Me di un lujo también y ¡ay! Estoy tranqui-
lo y feliz que nosotros con nuestras fuerzas especiales de la policía del esta-
do asumimos el control de la... de la televisora del Estado, pero no sin antes
dejarla muda. Esa basura, así mismo, que se llama el canal 8 vamos a sacarla
fuera del aire, va fuera del aire”.]

Presidente Chávez: “Va fuera del aire, fuera del aire”. Bueno, hemos
tomado prestado el cierre de los Roberto también. Otra vez caemos con
los Roberto. Yo no sé si es que ya ustedes despidieron a este caballero,
no le dan trabajo; ahora lo tenemos aquí. Esos son los que se llaman
demócratas y andan diciendo que aquí violamos la libertad de expresión,
que aquí cerramos medios. Es para recordar y fortalecer la conciencia,
vuelvo a insistir en esto.
El 11 de abril nosotros pudiéramos compararlo, en el caso nues-
tro, de la Revolución Bolivariana, a lo que fue (en otra escala, en otras
dimensiones) la invasión de playa Girón a la Revolución Cubana. Era
inevitable. José Vicente es una de las personas que más saben cuán-
tos esfuerzos hicimos, hasta en lo personal, pero siempre en el marco
de nuestros códigos éticos, que nos llevaron incluso a perder amigos
de muchos años, muchísimos años. Y yo también, hasta en lo personal,
cuántas conversaciones en distintos espacios a distintas horas: aquí, en
La Viñeta, en La Casona, en Fuerte Tiuna. Una vez por allá, hasta en
Barinas, en una cancha de bolas.
Lealtad a prueba de golpe [381]

Bueno, eran agentes de la burguesía que habían infiltrado la candida-


tura de Chávez desde que era candidato y luego al presidente Chávez,
al Gobierno de Chávez.
Incluso recuerdo aquel diciembre del año 1998 cuando comenzó a
surgir, y a mí me llegó por casualidad, así... esas voces que llegan y dejan
colar algo en una nota que le meten a uno en un bolsillo, o un comenta-
rio breve o a través de otra persona que le llegue a uno. Alguien me dijo:
“Mira, ponte mosca porque están discutiendo en el MVR y las cúpulas
de los partidos de la oposición, la tesis de que la Asamblea Constituyen-
te sí se va a hacer, pero que la convoque el Congreso”, donde la oposición
tenía mayoría.
Fue cuando de sorpresa (pero sorpresa para 99% hasta de mis más
cercanos compañeros) preparamos un decreto que yo firmé aquí, y ese
mismo día salió Olavarría –que en paz descanse– disparado ya: “Me
voy de este Gobierno” [risas]. Porque ellos querían era una constituyen-
te manejada por ellos, claro, como ha pasado en muchos países que se
hacen constituyentes: se cambia la Constitución, pero en el fondo no
cambia nada.
Ellos dirían: “Si no puedes contra el enemigo, únete a él. Este está
empeñado en una constitución nueva: vamos a hacérsela, pues”.
Y luego los principales espacios del Gobierno fueron copados por
aquella corriente pequeña burguesa, contrarrevolucionaria.
Aquí en la central telefónica, una madrugada, caminando, mero-
deando por ahí, llego a la central telefónica y está un muchacho medio
dormido: “¡Epa!, ¿qué fue? ¿Qué llamadas hay por ahí, del día?”, y me
pongo a leer el libro de llamadas y consigo como tres o cuatro llama-
das de Fidel Castro. Fidel llamando, que quería hablar conmigo algo.
Cuando yo recibí el Gobierno el 2 de febrero, Fidel estuvo aquí hasta el
4 de febrero. Recibí en ese despacho a no sé cuántos presidentes: vino el
colombiano, vino el príncipe de España, vino la presidenta de Guyana,
vino Ménem, vino... casi que vino Carlos Andrés Pérez, pues.
Pero claro, yo estaba llegando, y a mí me pasaban... “aquí está la
agenda, esto es lo que está en la agenda, esto fue lo que se coordinó...”.
[382] ANEXOS

Yo era un ingenuo, yo era un nuevo: “Ah, bueno, está bien, que pase”.
“Que ahí llegó Ménem”. “Ah, bueno, que pase” [risas].
Y resulta que yo me entero, después del desfile que hicimos el 4 de
febrero allá, Canelones, cuando entregamos el estandarte a los bata-
llones de paracaidistas, que habían eliminado el Briceño, el Chirinos.
Luego llego aquí y prendo el televisor, después del desfile, y veo que está
alguien, un funcionario de Cancillería –ni siquiera el canciller– despi-
diendo a Fidel en el aeropuerto. Fidel con su uniforme. Yo lo veo que se
monta en el avión y digo: “¡Dios mío! Fidel estuvo aquí todos estos días
y yo no lo he recibido”.
Sencillamente no querían que yo recibiera a Fidel, pues. Era Ménem,
era el secretario de la OEA, era el stablisment, pues, solo que yo –veguero
al fin– me fui dando cuenta, y yo también empecé a hacer mi jueguito,
pues.
Hasta que ese jueguito llevó a la confrontación inevitable, inevitable,
y al golpe del 11 de abril y al contragolpe revolucionario, como en “Las
Líneas de Chávez” hoy lo escribo. Fue el título que le puse: “Golpe y
contragolpe, igual Revolución. La Revolución de Abril”. Un golpe y un
contragolpe, y esta imagen que recorrió el mundo, de mis soldados allá
y nuestro pueblo aquí.
Si estos soldados hubieran sido los soldados que teníamos en 1992,
perdón, en 1989 o antes, y esos oficiales que los comandaban hubieran
sido los mismos que dirigían 1989 cuando El Caracazo, aquí hubiese
habido miles de muertos en la puerta de Miraflores y en la puerta de
Fuerte Tiuna. Hubiese habido miles de muertos. Pero ya la situación
había comenzado a cambiar. Nosotros no desaprovechamos... con todos
los errores cometidos, hay que recordar que nosotros no perdimos un día
en iniciar un proceso de unión cívico-militar que caminó hasta donde
pudo, a pesar de la oposición de casi todo el Alto Mando o los altos
mandos que había. Pero quién recuerda aquel 27 de febrero de 1999,
cuando salieron miles y miles de soldados y oficiales a las calles, a los
barrios más pobres a atender la miseria, la pobreza, médicos, enfermeras,
Lealtad a prueba de golpe [383]

carpas, puestos de comando. Seguramente ustedes todos, muchos de los


que están aquí, oficiales salieron a los barrios, a los campos.
El Plan Bolívar 2000 y la interacción cívico-militar empezó, y además
en el discurso y en la praxis. A mí me cuentan que en algunos cuarte-
les, oficiales que se veían en minoría ante el resto, se fueron a buscar
pueblo, se metieron al barrio que ya conocían, donde ya tenían contacto;
o llamaron a una diputada, a un diputado, a un líder de la Revolución
para darle información: “Vénganse para acá, concéntrense por aquí”.
Empezaron a ayudar, a orientar a la masa que salía pero sin orientación
clara, y hasta cierto punto lograron darle alguna direccionalidad.
Bien, entonces todo esto –repito– hay que colocarlo en perspectiva
histórica, permanente, en discusión, con los más jóvenes, los cadetes, los
oficiales más jóvenes.
Están enérgicos los cadetes, apenas uno los nombra, ¡zas!, se levantan
como un rayo. Claro, ellos son un rayo. Siéntense, muchachos. ¿No hay
una cadeta por ahí? Ahí están las muchachas cadetas. Ajá, ¿de dónde es
usted, hija?

Alférez Lorennys Alemán Briceño: De Cagua, mi comandante.

Presidente Chávez: ¿Cómo se llama usted?

Alférez Lorennys Alemán Briceño: Alemán Briceño, Lorennys.

Presidente Chávez: Alemán. ¿Y usted es de qué escuela?

Alférez Lorennys Alemán Briceño: Efofac, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: De la Efofac, la Guardia del Pueblo. Ajá, usted


era una niña entonces.

Alférez Lorennys Alemán Briceño: Sí, mi comandante en jefe.


[384] ANEXOS

Presidente Chávez: Bueno, oiga, oiga, analice y saque sus conclu-


siones. Lo que dijo el brigadier mayor: anarquía. Que él era un niño,
ustedes eran niños pero recuerdan. Anarquía, el riesgo de la anarquía
y la disolución de la República. La burguesía, la contrarrevolución. La
revolución y el Gobierno bolivariano es garantía de marcha de un país,
de progreso y desarrollo de un país. Gracias, muchachos.
Otro tema importante a tomar en cuenta es el siguiente, aquella frase
de Trotsky: “A toda revolución le hace falta el látigo de la contrarrevo-
lución”.
Hay que recordar que antes del 11 de abril nuestra revolución había...
pero ni yo hablaba de socialismo. Algunas discusiones en privado,
¿pero públicamente? Fue después del 11 de abril y del 13 de abril, por
supuesto, cuando comenzamos a hablar de la revolución socialista y del
antiimperialismo. Ese golpe, ese contragolpe y la Revolución de Abril
contribuyeron poderosamente a perfilar mucho mejor el rumbo de la
Revolución, y a profundizarla. Y estamos obligados a seguir perfilando
mejor ese rumbo –socialismo, democracia socialista– y a profundizar las
transformaciones de las estructuras.
Bueno, por aquí hay mucha gente, compañeros de las misiones, la
Misión Robinson, la Misión Ribas, que también fueron respuestas del
Gobierno junto al pueblo para profundizar los cambios revolucionarios.
Las misiones son un producto del golpe de abril y de la Revolución de
Abril. ¡Que vivan las misiones! Misión Robinson.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Bueno, tenemos un pase para Venezolana de


Televisión, ese canal que cumplió y ha cumplido un papel valiosísimo.
Hay que reconocerlo, reconocer el papel que ha jugado Venezolana de
Televisión al frente de la batalla política.
Así como la oposición tiene sus cañones, que han jugado su papel,
tenemos nosotros nuestros cañones comunicacionales. El principal de
ellos (¿quién lo duda?): Venezolana de Televisión.
Lealtad a prueba de golpe [385]

Allá deben estar María Teresa Gutiérrez, los trabajadores, Gustavo


Arreaza, William Pernía, Ronald Pedroza, Angélica Méndez, produc-
tora; hay operadores, técnicos en máster, el vicepresidente ejecutivo
Arreaza, Jesús Ferrer, coordinador de estudio; camarógrafos, Javier Key,
Efraín Castro, camarógrafos; Mario Piso, maquillador. Hay un grupo de
habitantes del municipio Sucre, quienes estuvieron apostados a las afue-
ras de Venezolana de Televisión a la hora de protegerlo y de recuperarlo.
Porque el pueblo cumplió un papel en todos los lugares, en Miraflores,
en Fuerte Tiuna, en la Brigada de Paracaidistas. También en la sede del
canal 8. El pueblo es el gran protagonista, es el gran batallador y es el
gran victorioso de las jornadas de abril.
Vamos a darle el pase a María Teresa Gutiérrez. Adelante, María
Teresa.
María Teresa Gutiérrez (periodista de VTV): Comandante presi-
dente, gracias por estar con nosotros, en este su canal y el canal de toda
Venezuela, ese canal que como veíamos en el video, realmente hubo un
golpe y también hubo un golpe mediático.
Pero aquí están todos los trabajadores para decirle a usted, conjunta-
mente con la población que estamos aquí y seguimos al frente y que en
esta batalla todavía nos falta muchísimo por recorrer.
Tenemos parte de una exposición que vamos a inaugurar aquí el día
13 de abril. Y le queríamos dar también las gracias porque está desde allí
con usted Tania Díaz. Gracias por tener esa periodista en el área comu-
nicacional. Creo que todos los trabajadores se lo agradecemos mucho.

Asistentes: [aplausos].

María Teresa Gutiérrez: Vamos a conversar brevemente con Javier


Key. Javier fue un protagonista de la historia. Javier, brevemente ¿cuál
fue tu participación el día del golpe? Javier Key (trabajador de VTV):
Primero que nada, señor presidente, reciba un saludo combativo y revo-
lucionario de los camarógrafos, técnicos, asistentes y todos los que tuvi-
mos la oportunidad de defender no solamente el canal, sino defender
[386] ANEXOS

este proceso que tanta falta hace, no solamente en Latinoamérica, sino


en el mundo.
Yo quiero decirle también, señor presidente, que a mí me tocó la
suerte de estar ese día en los espacios de Miraflores. Específicamente la
toma que yo realizo –para hacérselo breve y corto– es cuando usted baja
del helicóptero y baja las escaleras, y ahí es cuando el mundo entero se
da cuenta de que la democracia se restablece en Venezuela. Y también
gracias a esa toma, por supuesto, Latinoamérica y el mundo se dan
cuenta de que en Venezuela las clases populares, los sectores desposeídos
salieron a la calle junto al Ejército bolivariano para defender la demo-
cracia que tanta sangre nos ha costado. Un saludo, señor presidente.

Asistentes: [aplausos].

María Teresa Gutiérrez: Jesús Romero Anselmi estuvo al frente el día


del golpe, con todos nosotros, en este canal. En este momento no nos
acompaña, pero como siempre está presente en todos los trabajadores. Y
el trabajo que realizaron... fueron muchísimos, un granito de areno puso
cada uno. Angélica Méndez, productora de este canal, también tuvo una
participación bien importante e interesante el día del golpe y después en
lo que significó la retoma el día 13, cuando logramos retomar el canal.

Angélica Méndez (trabajadora de VTV): Bueno, yo voy a aprove-


char también de saludarlo, presidente. De verdad, quiero decirle que
las mujeres siempre estamos en el poder, y cuatro mujeres fuimos las
últimas que nos sacó Romero Anselmi de aquí el día del golpe, y nos
sacó así pero casi que a empujones. Y luego de allí, quiero decirle que los
otros videos que se ven en pantalla, yo grabé cinco VHS, desde el día del
golpe hasta el día que usted regresó, fueron en VHS grabados. Haciendo
sapin, grabando, grabando cada seis horas, y dejando a mi familia igua-
lito, compartiendo conmigo todo esto. ¿Qué haría yo? Bueno, lo mismo,
cada 11 tiene su 13, presidente.
Lealtad a prueba de golpe [387]

María Teresa Gutiérrez: William Pernía, operador del control central,


que es el cerebro de toda televisora para poder salir al aire. William,
también participaste con nosotros esos días.

William Pernía (trabajador de VTV): A mí esa vez me tocó fue aquí


en el control central, el 11 de abril, a hacerle la llamada del presidente del
canal, que en ese momento era el señor Romero Anselmi, y el asistente
de él, que era Rubén Hernández, y que nos llamaron... bueno, venirse
para acá a las nueve de la noche, con todo el peligro que había, todo lo
que estaba sucediendo, que ya era una situación muy tensa poner la señal
al aire, los que estaban en Miraflores, todos los diputados que estaban
ahí, todo eso, y bueno, estando aquí y trabajando para eso. Gracias.

Asistentes: [aplausos].

María Teresa Gutiérrez: Mario Piso, otro de nuestros trabajadores,


señor presidente. Se encargaba del área también de maquillaje, estu-
vo aquí también en el canal el día del golpe. Estuvimos en las afue-
ras durante dos días, mientras la policía de quien era gobernador del
estado Miranda, el señor Mendoza, que se está lanzando nuevamente y
vergonzosamente como candidato en estas elecciones, cerró este canal
en compañía de otros medios de comunicación que les abrieron sus
pantallas, como fue Radio Caracas Televisión, que abrió sus pantallas
para que anunciara que este canal iba a ser cerrado. Mario, en un minuto,
tu apreciación, tu punto de vista de esos días.

Mario Piso (trabajador de VTV): Bueno, fueron momentos de rabia,


de angustia, de desespero. Pero el desespero y la virtud de tus creencias
es lo que hace luchar y estar donde estás. Seguiremos siendo Venezola-
na de Televisión, hoy, mañana y siempre; serán las puertas de la voz del
pueblo de Venezuela y de usted, presidente.
[388] ANEXOS

María Teresa Gutiérrez: Efraín Castro, camarógrafo de Venezolana


de Televisión. Tiene muchos años con nosotros. Efraín, tu experiencia,
sabemos que cada vez que te tocamos el tema te pones súper sensible.

Efraín Castro (trabajador de VTV): Sí, señor presidente, yo salí de


aquí con dos compañeros más. Fuimos hasta allá, hasta Miraflores. Soy
el camarógrafo que lo recibió a usted allá, en el salón Ayacucho, y bueno,
me acuerdo cuando tenía su Cristo en la mano y... salí, bueno, chévere,
todo bien, señor presidente. La verdad que no...

Asistentes: [risas].

María Teresa Gutiérrez: La emoción, la emoción de esos días. Lo


importante fue que con cada uno de esos compañeros de Venezolana de
Televisión estuviste aquí y ayudaste, así como otros, a poder recuperar la
señal. Esa señal que le participó a Venezuela y al mundo entero que el
presidente de la República volvía al sitio de donde nunca tuvo que salir:
el palacio de Miraflores. ¿Es así, Efraín?

Efraín Castro: Sí, así es. Nosotros salimos de aquí desde el canal
8, después de ese 13, donde en esa avenida Francisco de Miranda no
cabían más personas porque estaba demasiado tupida de personas, ya
después de ahí, de la plaza Candelaria y lo que era el Puente Llaguno
para allá no se podía pasar. Yo le dije a mis compañeros: “Vamos a llegar
hasta allá, hasta la puerta N.° 1 de allá, de Miraflores”, y bueno, ahí fue
cuando los oficiales, con este Durán, nos mandaron a que entráramos y
montáramos los equipos.
Yo nunca había montado en mi vida, en verdad, en los veintisiete
años que tengo acá en el canal, una microondas, y la monté con Teodoro
Martínez y fue cuando después llegaron los otros compañeros y... bueno,
y sacamos parte de la señal.
Lealtad a prueba de golpe [389]

María Teresa Gutiérrez: Angélica, tú grabaste toda la programación


que tenían los canales del Estado. Si tuvieras que hacer nuevamente un
análisis de lo que hicieron esos medios de comunicación, esos días del
golpe, ¿cuál sería tu visión? Y tu respuesta.

Angélica Méndez (trabajadora de VTV): Bueno, volvería a grabar


todo. Y creo que no volveré a grabar porque otro golpe de Estado no va a
haber aquí en Venezuela, porque creo que el pueblo ha sido contunden-
te. Nosotros hemos sido contundentes, y los que tenemos mayormente
una cierta edad, sabemos cómo han funcionado todos los medios acá, y
sobre todo la historia de Venezolana de Televisión, que muchas perso-
nas la tenemos bien clarita. Y toda esa gente que está en otros medios
saben (sabemos) quiénes son, y son personas que pasaron por aquí, por
Venezolana de Televisión. Y fueron personas que ahora están hablando
todo lo contrario y siguen insistiendo en cosas que realmente... no vale
la pena.
Pero creo que grabar otra vez, no grabaría nada, porque realmente no
va a haber otro golpe acá, porque el pueblo aquí está claro y creo que esta
democracia difícilmente se va a encontrar en otro país. Y a todos les digo
que sigan luchando por sus ideales, por esta independencia que tenemos
nosotros aquí, y, por cierto, que se van a cumplir doscientos años de
nuestra independencia: imposible de borrarla de la noche a la mañana.

María Teresa Gutiérrez: Gracias, Angélica. Fueron muchos. Sola-


mente unos pocos van a conversar hoy hacia el Aló, Presidente. Tenemos
un compañero que es Ronald Pedroza. Ronald trabajaba en Televen,
pero ahora forma parte del equipo de Venezolana de Televisión, también
desde esa área neurálgica que es el control central. Ronald, ¿cómo fue tu
experiencia?, tú trabajabas en otro canal y ¿qué ocurrió allí?

Ronald Pedroza (trabajador de VTV): Buenas tardes, señor presi-


dente. La experiencia de nosotros fue ver cómo desde el lunes de esa
semana trágica, los medios de comunicación asumieron una postura y
[390] ANEXOS

ya desde el martes los compañeros que estábamos allí, que valga decirlo,
era el único territorio bolivariano, de asumir una postura política en ese
medio, donde ya todos estaban de acuerdo con que Chávez tenía que
salir, donde estaban armando un complot.
A mí me tocó la tarea allí, sin saber, de programar la suichera del
máster de Televen para picar la cadena, pensando que iba a hacer enlaces
con otros canales, y al momento de picar la cadena, nosotros asumimos
una postura política y dijimos que no la íbamos a picar, porque estába-
mos comprometidos, lejos con un canal, con una nación, con un país,
con nuestros hermanos que estaban todos pendientes en las casas, en
los barrios, los compañeros que venían bajando de Los Teques, desde El
Valle, desde Petare, subiendo desde Guarenas.
Y también asumí la postura de tratar de sacar la información que
estaba allí, que se le negó al pueblo venezolano, que no se le dijo la
verdad, y que después ellos, al asumir que ya era inminente que el pueblo
había tomado de nuevo las calles y que el presidente venía, ponchar
la señal del canal 8 por Televen. Para nosotros fue un orgullo cuando
regresa, con todos los problemas técnicos que sabíamos que teníamos,
pero logramos salir al aire.

María Teresa Gutiérrez: Pero logramos salir al aire. Este pase lo


vamos a despedir, señor presidente, con Gustavo Arreaza, actualmente es
nuestro vicepresidente en Venezolana de Televisión. Pero Gustavo, esos
momentos en que ustedes llegan al control central con Rubén Hernández
y logran sacar la planta al aire.

Gustavo Arreaza (vicepresidente de VTV): Buenas tardes, coman-


dante presidente; buenas tardes, pueblo de Venezuela. Sí, ese día,
inolvidable día, yo me encontraba atendiendo el llamado de nuestros
compatriotas en Miraflores, cuando Rubén Hernández me llama y me
pide apoyo aquí en el máster, ya que yo desde los diecisiete años de edad
he trabajado en televisión; y me vine rápidamente. Se desenvuelven los
acontecimientos de esa noche, acontecimientos inolvidables, y bueno,
Lealtad a prueba de golpe [391]

comienza la historia hasta que tuvimos que abandonar el canal, una vez
que ya se acercaban las fuerzas de choque de la policía de Miranda y ya
no había nadie del personal.
Yo recuerdo que esa noche le decía a Jesús Romero Anselmi, que se
negaba a abandonar el canal, le decía: “Jesús, el capitán es el último que
abandona el barco, no se hunde con él, y tenemos que prepararnos para
la batalla que nos comienza de ahora en adelante, que es la batalla de
recuperar la democracia”.
Ese día 11, bueno, estamos muy orgullosos, primero, de la exposición
que estamos inaugurando el día de hoy aquí en Venezolana de Televisión.
Pero yo quiero hacer un reconocimiento especial a nuestros técnicos y
trabajadores. Señor presidente, nos indican las estadísticas que el año
pasado hubo 986 transmisiones en vivo. Si a nosotros nos midieran
esos libros de récord seguramente tendríamos un récord impresionante
en comparación con cualquier canal del mundo. Nunca se nos caen las
transmisiones porque tenemos un personal que, más allá de ser emplea-
dos de un canal, son un personal comprometido con la Revolución, y
sentimos cada día que nos despertamos que no somos solo voz de la
Revolución Bolivariana para Latinoamérica, sino que somos la voz de
los pueblos oprimidos del mundo. Gracias a la conducción de la Revo-
lución, presidente, el día 12 aquí está, esto fue el despertar, el despertar
para mucha gente, cuando se evidenció la verdad.
El día 11 nos quitaron la patria y el día 13 se materializó el milagro,
y hoy por hoy, ocho años después, usted sigue al frente de la Revolución
y nosotros comprometidos con ella, y haciendo la mejor televisión del
mundo.
María Teresa Gutiérrez: Gracias, Gustavo. Y gracias a ustedes
también, por habernos permitido llevarles a ustedes, conjuntamente con
la gente de Petare, que estuvo ese día con nosotros, acompañándonos
aquí en Venezolana de Televisión, en este el canal de todos ustedes y del
mundo, pueda seguirle transmitiendo las noticias, lo que son verdades y
los logros de esta Revolución. Yo esta imagen la despido, señor presiden-
te. A mi lado con Nancy Lagonel, trabajadora, compañera de Venezolana
[392] ANEXOS

de Televisión y la hija del comandante Lagonel, que tanto compartió no


solo en la campaña, sino también en buena parte del Gobierno. Gracias
y adelante, ciudadano comandante presidente.

Presidente Chávez: Gracias, María Teresa, muchas gracias a todos


allá.
Qué lindo ver a la hija de Lagonel, cómo lo recuerdo, el comandante
Lagonel que estuvo en primera línea de batalla todas aquellas horas. Y a
todos, Arreaza, William, Ronald, Angélica, Jesús Ferrer, Javier Key, que
los hemos visto todos estos días en una publicidad muy bonita. Bueno,
son instrumentos para la activación de la memoria, y darle rostro a lo
que fue el 13 de abril: la gran Revolución de Abril. ¿Qué es lo que
tenemos el 13 de abril, Darío? Hoy comienzan una serie de eventos y
acontecimientos en todo el país.
Mañana 12 hay algunos eventos también, ¿verdad? Y sobre todo
mucho análisis, discusión, los batallones socialistas, las patrullas. La
campaña electoral del partido socialista que ya comenzó, y el día martes
13, ni te cases ni te embarques, pero en Revolución te creces, ¿viste?

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Martes 13. Darío, háblanos un poco de las acti-


vidades del 12, el 13, sobre todo el martes 13 de abril. Hay que invitar a
todo el mundo ¿verdad?

Darío Vivas (diputado de la Asamblea Nacional): Tenemos una acti-


vidad bien importante, presidente, porque ese día vamos a hacer un acto
cívico-militar...

Presidente Chávez: Ajá, me gusta, a mí me gustan mucho esos actos


cívico-militares. De lo mejor.
Lealtad a prueba de golpe [393]

Darío Vivas: La Milicia Bolivariana va a estar aquí junto con el


pueblo en general, aquí en la avenida Bolívar. Vamos a estar ahí desde
la una de la tarde, en un encuentro como para mostrar ahora la fuerza
organizada de nuestro pueblo, el compromiso que tiene nuestro pueblo
con la defensa integral de la patria, sumada, pues, al pueblo venezolano,
los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, la mujer, todo el mundo
sumado y vestido de verdad como miliciano, allí en la avenida Bolívar. Y
al lado, los que todavía no nos hemos podido poner el uniforme, suma-
dos, acompañando a los compatriotas en esta jornada el día 13. Que es
un día histórico, el día de la Revolución, el día de la presencia de la gente
en la calle, como aquí bien se ha dicho, de manera espontánea, pero
con un altísimo compromiso, con una voluntad de lucha, con la Cons-
titución en la mano, con la bandera en la mano, con la fuerza creadora
avanzando el día 13 de abril hace ocho años. Y ahora lo vamos a ver ahí,
a ese pueblo unido con nuestra Fuerza Armada en la avenida Bolívar.
Y hemos pensado que, precisamente por lo de Venezolana de Televisión,
hemos pensado que el día de mañana se van a estar reuniendo los voce-
ros y voceras de los medios comunitarios y alternativos en lo que se ha
denominado la guerrilla comunicacional. Vamos a estar allá en la escuela
Gran Colombia el día de mañana, en este día del silencio informativo.
Entonces hay un grupo de compatriotas que está organizando nues-
tra jefa de Gobierno, Jacqueline Faría.

Presidente Chávez: La guerrilla ¿no es?

Darío Vivas: La guerrilla comunicacional.

Presidente Chávez: La guerrilla comunicacional. Me gusta a mí


eso, me gusta la guerrilla comunicacional. ¿Cómo va a ser esa guerrilla,
Jacqueline?, ¿tú eres la jefa de esa guerrilla?

Jacqueline Faría: Usted es el jefe.


[394] ANEXOS

Presidente Chávez: ¿Yo? [risas]. Bueno, está bien.

Jacqueline Faría: Sí, es el día del apagón mediático que nos hicieron,
comandante, y en respuesta a eso hemos entrado en los liceos con el plan
de hacer una guerrilla. Hace tres meses están formándose los mucha-
chos y muchachas que dieron paso al frente. ¿Quién quiere comunicar
la verdad de lo que está ocurriendo en Venezuela? Y paso al frente: 75
muchachos dieron ese paso al frente, y se están formando. Ya son un
cuerpo ordenado, disciplinado, dispuesto para la batalla...

Presidente Chávez: ¿Qué van a hacer?, ¿cuál es el plan de la guerrilla


mediática?

Jacqueline Faría: Como su nombre lo indica, ella debe estar en aquel


momento y en aquel sitio justo para llevar la información veraz, opor-
tuna, necesaria. Mientras tanto, dentro de su entorno, su comunidad
educativa, la comunidad en donde viven, llevando información, constru-
yendo información de su comunidad, pero preparándose, formándose
para en cualquier momento llevar, oponerse a ese apagón mediático que
nos hicieron.
Esos muchachos han comprendido el daño que nos hacen los medios,
que tergiversan a ese ciudadano, a esa ciudadana, la verdad.

Presidente Chávez: Y fíjate una cosa, Jacqueline –gracias–, fíjate, en


la línea de la misma idea que José Vicente plantea, de rutinizar –¿no
fue que dijiste?– lo de Puente Llaguno. Puente Llaguno, igual pasa,
todos los días es la batalla mediática. Porque lo que ocurrió entonces
fue el llamado silencio mediático, eso sigue ocurriendo todos los días, de
distintas maneras y con distintas intensidades, variables, pues, pero sigue
ocurriendo: canales de televisión, periódicos.
¡Dígame las emisoras de radio!, la mayor parte de las emisoras de
radio en Venezuela están en manos de esa oposición, ese fascismo.
Entonces la batalla es de todos los días, y hay que darle cada día con
Lealtad a prueba de golpe [395]

más fuerza. Por eso, creced y multiplicaos, pues, esa guerrilla mediática,
que tiene que ir (así lo creo), tiene que ir a todos los espacios, en todos
los niveles. Por ejemplo, creo que se debe hacer una gran ofensiva utili-
zando, por ejemplo, el muralismo, el arte, la cultura, el buen cine, obras
de teatro, teatro de calle, es un hecho cultural. La batalla mediática es
un hecho cultural, la batalla de las ideas, pues, porque el medio, lo que
es eso, es el medio de difusión, pero son ideas. La guerrilla mediática
tiene que hacer teatro, el circo del Sur, los cuentacuentos, libros, edición
de libros, folletos, círculos de lectores, etcétera. Los medios alternativos,
lugares de encuentro.
Hablando de libros, mira, Earle Herrera, que está por aquí con noso-
tros, El Kiosco Veraz, eso pasó esta mañana ¿no?, ¿hubo Kiosco? En la
calle, sí, Kiosco Veraz. Desmorir de amor. El que desmuere es el que vive
¿verdad? Desmorir. Claro, después de haber muerto, después de haber...
explica ¿qué hay allí, Earle?, ¿qué código tienes tú ahí, Earle? Earle
Herrera.

Earle Herrera (diputado): Buenas tardes, presidente.

Presidente Chávez: ¿Qué tal?

Earle Herrera: El verbo desmorir es realmente de Mario Benedetti,


en su poema “El Sur también existe”. Hay un verso donde él dice: “Y
hay quienes se desviven y hay quienes se desmueren”. Y yo tomé, pues,
ese verbo del maestro para escribir ese libro de poesía, que se lo rega-
lo porque como ayer... creo que fue ayer, lo vi a usted cantando una
canción, y dijo que tenía un tremendo guayabo, entonces, bueno, con ese
libro yo creo que puede más o menos aplacarlo.

Presidente Chávez: [risas].

Earle Herrera: Desmorir de ese guayabo.


[396] ANEXOS

Presidente Chávez: Desmorir. Bueno, yo no dije que tenía un tremen-


do guayabo, me interpretaste así, eso es un tremendo guayabo. Mira,
vamos a sacarlo así al boleo... rima, ceguera, aquí hay versos eróticos
también.

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: No es hora erótica. Aquí está una que se llama


“Río”

El amor a la orilla del río


A la vera del río
Es sorprendido
Por un público multicolor
De peces asombrados.
Los aplausos de sus aletas
En el temblor del agua
La excitada respiración de sus branquias
Los delata.
Sus ojos arcillosos brindan al cielo por el amor
En cualquiera de sus formas
En cualquiera de los elementos
Brindan desde el cristal del río
En arco iris de escamas
En camas de agua de colores.

Presidente Chávez: ¿Qué tal?, ¿qué te parece, Jacqueline?, ¿ah?,


hermoso ¿verdad?

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Earle Herrera, poeta del desamor. Vamos a llamarlo


ahora el poeta del desamor. El que quiera... perdón, del desmorir, el poeta
Lealtad a prueba de golpe [397]

del desmorir, fue lo que yo quise decir, el poeta del desmorir. El que haya
muerto de amor y quiera desmorir, busque la poesía de Earle Herrera.
Yo lo que estaba era cantando “Lucerito de mi llano”, una canción de
Eneas Perdomo, muy bonita, que yo nunca me había aprendido y María
y Rosa me obligaron a aprenderme; Rosa, María, mis hijas.
“Papá apréndete ‘Lucerito’”, dice María. Yo no sé si María está engua-
yabada, pero me pide que le cante... ¿no? ¿No hay un arpa por ahí?...
Pero está la guitarra... A ver:

Lucerito de mi llano
Alúmbrame mi camino
Lucerito, lucerito,
No me dejes de alumbrar (María)
Mira que vengo muy triste
Por los caminos del llano
Lucerito, lucerito
Mira que voy a llorar...

Presidente Chávez: ¡Na guará! ¡Puro guayabo, compadre!

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Mira que voy a llorar. Después dice:

Cómo no quieres que llore


Cómo no voy a llorar
Si el amor que yo quería
Yo no lo pude encontrar
Cómo no quieres que llore
Cómo no voy a llorar
Si el amor que yo quería
Yo no lo pude encontrar
Dicen que se fue muy lejos
[398] ANEXOS

Que se fue con otro amor


Lucerito, Lucerito
Tengo herido el corazón.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: “El Lucerito”. ¿Cómo es? María, María, ayúdame


ahí, ¿qué viene ahora, María?

Por aguas del río Arauca


En bongo se fue a viajar...

Les dedico esta canción a María y a Rosa...

Por aguas del río Arauca


En bongo se fue a viajar
Y las espumas me dicen
Que más nunca volverá
Por aguas del río Arauca
En bongo se fue a viajar
Y las espumas me dicen
Que más nunca volverá
Eso es lo que yo presiento
Y en mi desesperación
¡Voy dejando en mis cantares
Pedazos del corazón!

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Gracias, compadre. Alí Alejandro Primera con su


guitarrota, y el compadre Handel Mendoza, “Pinky” con la guitarra. Ya
vamos a cantar unas canciones bien buenas... Yo no, yo lo que canto es
para que se rían de mí los escuálidos.
Lealtad a prueba de golpe [399]

Asistentes: [risas].

Presidente Chávez: Entonces el martes 13. Vamos, pues, mañana


guerrilla comunicacional. Ahora, tú me haces el favor y coordinamos
con el ministerio, con el partido, la guerrilla comunicacional. Mira, ahí
estaban nombrando a Romero Anselmi. ¡Viva Romero Anselmi y su
ejemplo!

Asistentes: [aplausos] ¡Viva!

Presidente Chávez: “Chucho” Romero. Es que yo me acuerdo clarito lo


que tú dices, Gustavo, y lo que decía Angélica. Yo con Romero Anselmi... él
me llamaba a cada rato por teléfono, porque teníamos desde... tres días
antes interacción permanente con el tema de las microcadenas, ¿ustedes
se acuerdan?, Hugo “Cadena” Chávez, porque en aquel día 10 nosotros
hicimos veintisiete cadenas, algo así. Fue una estrategia que inventamos.
Yo me fui para Fuerte Tiuna porque ya estaba oliendo la cosa y fui
a visitar un batallón, el otro; me metí por aquí, por allá y me instalé
arriba, en la casa de la montaña. Desde allá con un televisor llamaba
a Romero y al partido y al Gobierno, los ministros. Como era el paro,
entonces ellos tenían en las pantallas: “Aquí estamos: se paró no sé
qué...”. Entonces teníamos grupos de trabajadores, y por allá grupos de
vecinos y era cadena... bueno, mételes cadena, a todos los trabajadores
cadena, los vecinos cadena, todo el mundo en cadena, y los volvimos
locos a cadena.
Ellos respondieron partiendo la pantalla, era la guerra...; respondieron
primero partiendo la pantalla. El golpe venía, el golpe venía, eso fue con
cadena o sin cadena.
Así que “Chucho” y yo teníamos a cada rato..., yo lo llamaba, y “apúra-
te, que salgan estos”. Yo tenía un guión, un libreto de los trabajadores
no sé en qué campo petrolero, por allá, en otra parte, los choferes: “Aquí
no hay paro...”… Esa noche del 11 Romero Anselmi me llamaba y yo
[400] ANEXOS

lo llamaba. Había un oficial de la Guardia al que mandamos a proteger


el canal, porque él me pidió protección: “Mire, aquí están llegando, han
disparado para acá, pasan por ahí”. Él me dijo: “Este oficial es bueno, es
nuestro, pero lo están llamando, lo están presionando que se vaya”. Yo
incluso hablé con él: “Usted tiene que mantenerse ahí. Apóyeme a ese
hombre y a esos periodistas”. Resulta que el muchacho de la Guardia
terminó yéndose. Al final me llamó Romero: “No, presidente, se fue,
se fue. Vino un general aquí, lo gritó... y lo montó en un camión y se
lo llevó con diez, doce guardias. Así que estamos aquí sin protección y
para acá vienen”. Le dije: “¿Qué piensas hacer?, ¿qué me recomiendas?”.
“Aquí me queda un grupo pequeño...”, porque él mandó a su casa a
los que no le hacían falta para mantener la señal al aire, pues. Le dije:
“Bueno, si tú consideras que están en peligro ustedes, repliégate”. Me
respondió exactamente eso: “Presidente, no me dé esa orden porque no
se la voy a cumplir. Yo me hundo con mi barco”. Esa misma expresión
que le dijo a Arreaza, nunca se me olvidará: “Si este barco se hunde, yo
me hundo con mi barco. Así que no me vaya a dar esa orden”. “Bueno,
tú evalúas y haces lo que quieras, pues”. Al final, ¿cómo le iba a dar una
orden contraria a aquel principio moral de un batallador de toda la vida?

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: “Me hundo con mi barco”. “Chucho” Romero,


donde estés, ¡cómo te quiero, viejo! “Chucho” Romero, cómo te quere-
mos. Ejemplo de dignidad, de coraje.
Un día, cuando yo andaba en las calles, ya en campaña, “Chucho”
Romero me habló de la guerrilla esa: “Comandante, candidato, una idea
que le voy a dar: la guerrilla de la radio”. Porque resulta que en esos
días, como él abría los micrófonos en Radio Capital, en un programa
en la mañana, tempranito, yo llegaba allá a tomar café y a hablar. Estaba
con él en una entrevista. Él se da cuenta de unas llamadas: una señora
que siempre llamaba, o una mujer con voz de ser de avanzada edad me
dijo: “Ajá, comandante Chávez, usted que quiere ser presidente y usted
es el culpable de que a mi hijo lo hayan matado, y usted no sé qué...
Lealtad a prueba de golpe [401]

es un asesino...”. Aquella descarga ¿no? Después que terminamos me


dijo “Chucho” Romero: “Esas llamadas son preparadas, no le extrañe...
Eso pudiera ser simulado, porque hace poco estaba oyéndolo a usted
por radio y llamó la misma señora, o parecida, y fíjese que habla de lo
mismo. No se extrañe, comandante, de que aquí a doscientos metros de
donde estamos haya una camioneta con todos los equipos, y una persona
simulando voces, o una mujer llamando. Eso es una guerra que a usted
le tienen”.
Entonces me recomendó hacer una guerrilla, en aquella época, por
la radio, es decir: “Pónganse a llamar ustedes también, a los programas
de radio; métanse en los programas de radio que maneja el enemigo, la
oposición”.
Así que me parece muy bueno eso de la guerrilla, pero vamos a coordi-
narlo, todo coordinado con el Poder Popular, el ministerio, con los medios
de comunicación alternativos, los medios de comunicación del Estado.
Que sea una verdadera guerrilla, por todos lados, y utilizando Internet,
que si el Blackberry, que si el mural, que si las pintas, que si el discurso en
la esquina, el orador que tiene un buen discurso, la arenga, todas, todas las
estrategias, desde las más antiguas a las más modernas, pues.
Bien, el martes 13 estaremos entonces en la avenida Bolívar. Ese día...
sí, sí, correcto, tenemos invitado al Alto Mando Militar, compañeros
de la Fuerza Armada, el general en jefe Carlos Mata Figueroa; todos
los comandantes de componentes militares, el comandante del Ejército
Bolivariano, el general Paredes; el comandante de la Marina, el almi-
rante Aniachi, Marina Bolivariana; el comandante de la Aviación Boli-
variana, el general Oropeza; el comandante de la Guardia Bolivariana,
el general Carrión; el comandante de la Milicia Bolivariana, el general
Velásquez Félix.
Como dijo Aristóbulo, aquí se acabaron los traidores, aquellos que
venían ahí y que viejos amigos y compañeros, y saludo y no sé qué más,
no: eso se acabó. Y ustedes, jóvenes cadetes, jóvenes oficiales. Vean cómo
están los cadetes: se merecen un aplauso ¿verdad, muchachos? Están
[402] ANEXOS

rápidos, enérgicos. Bueno, así somos los cadetes, debemos ser siempre,
sentirse.
Así decía uno: ¡Sentirse!... sentarse, cadetes, cadetes de azul y vino-
tinto, de blanco y oro y verde. Cadetes de la patria. Bicentenario, cadetes
del Bicentenario: sigan el ejemplo, seguid el ejemplo. Quédense senta-
dos, jóvenes cadetes.
Allá está el general en jefe José García Carneiro, ahora gobernador
del estado Vargas. A ese general llegaron incluso a apuntarlo con fusiles,
entre varios.
Recuerdo al general Wilfredo Silva, igual, que se plantaron; el general
López Hidalgo. Eran minoría dentro de Fuerte Tiuna, ellos andaban
por allá viéndose a escondidas. Desde los días previos, ¿tú te acuer-
das que me llamaban?: “Mire, esto está raro, presidente, aquí se están
reuniendo en tal parte...”.
Y recuerdo que me llamaste cuando estaba aquel que fue comandante
del Ejército, el traidor aquel reunido, y llegó un general que era agrega-
do militar en Washington. Y llegó además con armamento de guerra,
que no era armamento de la Fuerza Armada, no; metieron armamento
de guerra a Fuerte Tiuna. Y me llama el otro general y me llaman los
comandantes, algunos comandantes. Padrino López estaba comandan-
do el batallón Bolívar.
¿Ustedes se acuerdan aquella reunión que hicimos en La Roca, allá
arriba? Porque los generales –¿te acuerdas, José Vicente?– no querían
salir. Los generales golpistas salían ya –el pronunciamiento–. Entonces
llamo un día a algunos generales... a ustedes no... a algunos que no eran
golpistas, que no estaban en el golpe, pero los tenían amenazados, acosa-
dos, y ellos no se atrevían.
Cuando yo me doy cuenta de que no se atrevían, entonces les dije:
“Bueno, está bien, está bien, ustedes consideran que no deberían inmis-
cuirse en la confrontación y tal, y caer...”. Tenían toda una elaboración,
que “no hay que caer en provocaciones, que no sé qué más”. Entonces
convoqué una reunión con todos los comandantes de los batallones, y les
dije: “Bueno, ¿ustedes están dispuestos aquí?, que necesito que salgan a
Lealtad a prueba de golpe [403]

hablarle al pueblo, ¿quiénes están dispuestos? ¡Toditos, toditos! E hici-


mos hasta un ensayo, ¿te acuerdas, Padrino? Que creo que estaba Kleber
también, ¿no? No. ¿Quién estaba en el batallón de Tanques?... Estaba en
el Zulia. Tú eras comandante del batallón Bolívar.
Bueno, ellos salieron a hablar. Incluso algunos decían: “Yo voy a salir,
pero mi comandante, yo quiero salir con mis soldados...”, mis quinientos
soldados o cien soldados, y detrás los tanques, a hablarle al pueblo. Al
final no se hizo eso: se hizo una fórmula intermedia, pero ya no había
quien parara aquello.
No había quien parara eso, la resolución estaba muy firme. Ahí esta-
ban los submarinos yanquis en aguas venezolanas, ahí estaban los Black
Hawk listos para volar de Puerto Rico para acá, ahí estaban los F-16
yanquis en Aruba y Curazao, listos, los aviones de inteligencia sobrevo-
lando el país, interfiriendo comunicaciones, grabando comunicaciones,
vino una flota.
Yo recuerdo los pilotos de un avión administrativo nuestro, que venía
por esos días creo que de Costa Rica, ¿tú te acuerdas? Vinieron aquí
y dijeron: “Hay algo muy raro, porque nosotros veníamos volando por
donde siempre volamos en la misma dirección de San José para acá,
y de repente nos llaman de las torres de control de Costa Rica: que
tenemos que desviarnos. Pero no había tormenta ni había nada”. Enton-
ces los pilotos intuyeron que los habían desviado para que no vieran lo
que venía navegando para acá. Era una flota, pues, que llegó ahí, solo
que vieron acá y se espantaron. Pero aquí aterrizaron los Black Hawk
yanquis... tuvieron la osadía de violar la soberanía de Venezuela, llama-
dos por los golpistas. Igual que Gómez cien años atrás, desde aquí lo
hizo Juan Vicente Gómez, igual de traidor.
Aprovechando la ausencia del presidente y general Castro, llamó
a los yanquis y llegó la flota, y Gómez le rindió honores, en esa calle
que va por allá, a un teniente coronel yanqui que desembarcó con los
marines, le dio tratamiento de jefe de Estado. Hasta un carro le regaló
Juan Vicente Gómez a un teniente coronel yanqui, pues.
[404] ANEXOS

Esta burguesía, igualito: llamó a los yanquis y les abrieron el espacio


venezolano. Ahí aterrizaron los helicópteros, y aviones sobrevolando, y
buques en aguas de Paraguaná. Un portaaviones llegó hasta ahí y varios
helicópteros salieron a dar vueltas sobre Paraguaná, haciendo inteligen-
cia y preparándose para cualquier evento mayor. Solo que no tuvieron de
dónde engancharse, no tuvieron de dónde engancharse porque resulta
que los generales golpistas que decían que comandaban el Ejército, que
controlaban… –hay que recordar todo lo que ellos decían–: “Contro-
lamos el 90% de las Fuerzas Armadas... Chávez tiene es a un grupito
allá en Miraflores que le queda... Los llamamos a que se rindan y eviten
enfrentamientos...”. Ellos decían que controlaban la Fuerza Aérea, que
controlaban la Marina.
¡No pudieron hacer que despegara un avión!, Oropeza ¿te acuerdas?,
querían bombardear Miraflores y mandaron... pero no despegaron los
aviones. Varios pilotos se montaron, y salieron al frente de ellos, con
ametralladoras, otros pilotos, otros oficiales, sargentos: “Aquí no despega
nadie”, y no despegó nadie.
La Marina salió, pero fue a rodear La Orchila para evitar que me
sacaran de allá. Salieron unas fragatas que Aniachi mandó, una fragata
fue que ustedes mandaron, unos patrulleros a máxima velocidad rumbo
a La Orchila. Cada uno de estos oficiales ocupó su puesto en la bata-
lla. A ellos, igual que al pueblo, mi reconocimiento especial. A Morao
Gardona. Almidien, a todos, Canelones, a los capitanes, los tenientes,
los sargentos.
Miren esta foto... no, esta no es la foto; esta sí es, esta es la foto de mi
tropa, miren allá arriba. Vean ustedes el rostro de estos soldados. Miren
aquí abajo, vean ustedes el rostro, eso fue el 12 y el 13 de abril, vean
ustedes el rostro de esta tropa: es el pueblo en armas.
Por eso el 13 de abril no solo es Día de la Milicia Nacional Bolivaria-
na, no: Día de la Milicia Nacional Bolivariana y del Pueblo en Armas y
de la Revolución de Abril.
Vamos a revisar el decreto que hay por allí, Isis, para modificarlo, para
agregarle: Día de la Milicia Nacional Bolivariana, del Pueblo en Armas
Lealtad a prueba de golpe [405]

y de la Revolución de Abril, el día 13. Ese es el día de la gran conme-


moración, el día de hoy es para recordar, reflexionar, orar, incluso, como
lo hicimos esta mañana.
Por aquí está, por ejemplo, uno de estos jóvenes que están aquí arriba
el día 12 en la tarde ya, unas nubes, medio oscura; era como el atardecer
¿no? Están el teniente Salazar Villafaña, el sargento Javier Huérfano
¿dónde están? Allá está Salazar. Salazar ¿tú estabas aquí arriba?, ¿cuál
eres tú, Salazar?

Teniente Salazar Villafaña: Sí, señor. El que tiene la bandera. Presi-


dente Chávez El que tiene la bandera, Salazar Villafaña.

Presidente Chávez: Salazar. Salazar es un humilde y gran soldado de


la Infantería de Marina. ¿En ese tiempo tú eras qué?, ¿alférez de navío?

Teniente Salazar Villafaña: Teniente de fragata, mi comandante.

Presidente Chávez: Teniente de fragata, y ya eres teniente de navío.

Teniente Salazar Villafaña: Sí, señor.

Presidente Chávez: Teniente de navío, y es de los comandos de la


Marina, de la Infantería de Marina. Bueno, aquí está el teniente Salazar
Villafaña. El sargento Javier Huérfano, ¿dónde está Huérfano?

Sargento Javier Huérfano: Presente, mi comandante en jefe.


Presidente Chávez: ¿Ya tú eras sargento, Huérfano?

Sargento Javier Huérfano: Sargento primero, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: ¿Y eras en ese tiempo?

Sargento Javier Huérfano: Sargento segundo, mi comandante en jefe.


[406] ANEXOS

Presidente Chávez: Era sargento. ¿Tú estás aquí en este grupo de


soldados?

Sargento Javier Huérfano: Sí, mi comandante en jefe.

Presidente Chávez: Bueno, y muchos de ellos se quedaron aquí con


nosotros, son sargentos, son tropa profesional. Otros se fueron a su casa,
cumplieron su servicio militar, cumplieron con la patria. Siéntanse orgu-
llosos, muchachos, y ahí está el pueblo que los reconoce como sus muy
dignos soldados, sus muy dignos soldados.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Bueno, he aquí otro libro de Ernesto Villegas, en


este caso: Abril, golpe adentro. No lo he leído, me han referido. Esta es
una foto, este es uno de los sótanos y aquí está el soldado, nuestro solda-
do. Esta gorra que tiene este aquí es parte de un plan ¿verdad? Vamos
a ver, Almidien Moreno Acosta, coronel entonces y era su subjefe de la
Casa Militar y uno de los oficiales que coordinó y dirigió la reconquista
del palacio por las fuerzas revolucionarias. Almidien Moreno, bienveni-
do a tu casa.
Explícanos un poco algún detalle de este plan, y de aquel día, ¿qué
recuerdas?

Mayor general Almidien Moreno Acosta: ¡Patria socialista o muerte!,


buenas tardes, mi comandante en jefe. Como usted habló de reflexiones,
uno le trae a la memoria una gran cantidad de eventos que sucedieron
desde el 11 hasta el día 13. Ese avión que usted acaba de mencionar
fue una avanzada que salió para Costa Rica, y de regreso, a ese avión lo
obligaron a desviarse. También recuerdo eso que usted estaba hablando
cuando la toma del hotel Ausonia, que fue Chourio con unos comandos.
Mandamos a tomar ese hotel, ahí prácticamente estaban unos infiltra-
dos que los habían metido días atrás, y posteriormente, después, mientras
Lealtad a prueba de golpe [407]

sucede... una vez que nos obligaron a salir del palacio el día 12 en la
mañana, salí yo, salió Chourio, al día siguiente regresamos.
Yo recuerdo que me vine de San Antonio de Los Altos con Antonio
Rivero, y estuve en conversación con Morao, que todavía estaba en el
palacio. Estuve en conversación con Chourio, que estaba en el Fuerte
Tiuna, que aquel día me manifiesta: “Cómprese unos celulares, pero cada
vez que hable por el celular bótelo, porque nos están siguiendo por los
celulares”.
Es como un centro de información. Ahí comenzamos a hacer un
plan: cómo reconquistar el palacio. Aquí estaba Morao, estaba en coor-
dinación con Maracay; yo estaba afuera, yo estaba en El Valle, arriba,
estaba metido y hablando con Chourio. Recuerdo también a Quiaro
que también estaba coordinando con nosotros. Fue un plan coordinado
entre todos los que estaban en el palacio. De tal manera que baja el
pueblo, y aquí en Miraflores en un momento dado, los soldados recupe-
raron el palacio. Una vez que recuperaron el palacio, eso fue como una
reacción en cadena: recuperan el palacio y todo el pueblo se va a la calle.
Después comenzamos otra vez las coordinaciones, porque no es nada
más que estar acá... el pueblo en la calle, recuperar el palacio.
También había un problema en la Comandancia General del Ejérci-
to, donde estaba López Hidalgo. Yo llegué allá como a las cuatro de la
tarde, hablé con él y de ahí me comuniqué con Iris Varela, que creo que
estaba tomando el canal. También tenía comunicación con Diosdado
Cabello, que le dije: “No salgas todavía, porque no se ha recuperado
totalmente, hay muchos problemas en la calle”. Ya como a las cinco, seis
[de la tarde] me llama Morao: “Pueden venirse para el palacio”. Chourio
creo que había entrado antes, creo que entró en la cajuela de un carro,
escondido, entró aquí al palacio. Nos comunicamos.
Pero todavía nos quedaba un problema con la Infantería de Marina,
allá en La Guaira, que estaba un almirante que supuestamente era nues-
tro pero se nos volteó, y ahí tuvimos que, junto con el capitán de navío
(creo que hoy es contralmirante) Belisario, tuvimos que convencerlo
[408] ANEXOS

telefónicamente de que realmente ya se había recuperado la estabilidad


del Gobierno, que entregara las armas.
Fue una cantidad de eventos que se hicieron, hasta tanto se acercó la
madrugada cuando usted llegó aquí al palacio de Miraflores, a eso de las
tres, dos de la mañana.

Presidente Chávez: Bueno, Almidien, muchas gracias. El mayor


general Almidien Moreno, ahora comandante de la Región Estratégica
de Occidente, todo el occidente. Él es el comandante militar del occi-
dente, y allá está cumpliendo con su labor de patria. Moreno Acosta. Y
Mata Figueroa estaba era de subdirector de la Academia ¿no?, subdi-
rector de la Academia Militar. Yo recuerdo el director que estaba allá,
que era compañero mío. Un día antes yo fui, y un abrazo nos dimos allá.

Carlos Mata Figueroa (ministro del Poder Popular para la Defen-


sa): Usted unos días antes también había ido de deporte, al gimnasio,
y yo hablé con usted en la parte de atrás del gimnasio, y le dije: “Mi
comandante, me huele mal lo que se está viendo: muchas reuniones en
la Academia, muchos generales”.
Y por cierto que oí a un general, Martínez, el compañero suyo, que
salió de una de esas reuniones y decía: “Yo no entiendo esta cuenta que
están sacando estos...”. Y verdaderamente esa cuenta era que eran puros
generales. Ahí no había ninguna tropa, ningún comandante, ahí no
había sino generales con prácticamente cargos administrativos. Enton-
ces por eso es que el general Martínez Mendoza decía: “Esta es una
cuenta que yo no entiendo”.

Presidente Chávez: Martínez Mendoza no, ese es Martínez Vidal.


Martínez Mendoza está allá en Corpozulia. Rigoberto Martínez
Vidal... yo los conozco a toditos y les conozco buena parte de la vida,
además, porque este que tú has nombrado... yo no voy a meterme con
ellos, yo los conozco. Son esos oficiales que cuando tú –José Vicente–,
tú los veías de capitanes y yo lo que tenía era un carrito que andaba casi
Lealtad a prueba de golpe [409]

siempre –Aristóbulo– sin caucho de repuesto; no tenía... al final de mes


uno andaba buscando quién le prestara cien bolívares para la última lata
de leche para las muchachas y los muchachos; y en cambio tú los veías
a ellos: ya tenían apartamento. Y yo me preguntaba ¿de dónde sacó este
para tener apartamento ya? Y además, no un apartamentico por ahí. No,
no, ¡un apartamento en El Paraíso, no sé dónde! Y tú los veías con un
tremendo carro, ya de capitanes. Claro, ya estaban encompinchados con
superiores corruptos.
Había muchos oficiales que se iban y empezaban a buscar a ver con
qué general corrupto... porque, bueno... en ese tiempo (que me perdone
mi general Pérez Arcay, porque él es una excepción de las varias que hay)
hablar de generales, era casi igual que hablar de corruptos; era casi un
sinónimo, pues, era una cosa horrible. La corrupción era tan horrible
–José Vicente– que se corría... Yo discutía hasta con mis compañeros,
esos muchos de los que se metieron a golpistas, cuando éramos coman-
dantes de compañía aislada. Por ejemplo, yo era comandante de una
compañía aislada ya, un escuadrón de caballería, y uno manejaba un
pequeño presupuesto, para 100, 120 soldados, pero ya desde entonces yo
oía a compañeros que decían: “El buen comandante no toca su sueldo”.
Eso era como común.
Después, de teniente coronel, cuando yo comandaba el heroico bata-
llón Briceño, igual, en reuniones de comandantes: “El buen comandante
no toca su sueldo... siempre queda algo... hay que saber administrar”.
Esa es la escuela.
Claro, nosotros tuvimos otra escuela, como dice “El Cubiro” Luis
Lozada en su canción del 4 de febrero: “Entre tanto misterio, uno gran-
de se ocultaba”. El misterio era la patria. Se ocultaba entre tanto excre-
mento. Había por dentro la semilla que sembró Bolívar en nosotros los
soldados del pueblo, y de ahí surgió toda una corriente que viene de
lejos, desde entonces.
Gracias a ustedes por su presencia, a todos, todos. Mi general Pérez
Arcay. Recuerdo que me dio el Cristo: “Llévate a Cristo”, me dijo cuan-
do me fui yo de aquí para allá. Porque recuerdo –José Vicente– nuestras
[410] ANEXOS

discusiones esa noche, después de esta hora llegó la noche, esa noche
larga, noche larga. Ya los tiros se fueron, se fueron, pero quedaron con el
cartucho en la recámara, los fusiles cargados y las amenazas y las presio-
nes, y los muertos y el dolor, el llanto llegó con la noche, la tensión.
Fue una noche como de cuchillos, buena para los poetas, para Earle
Herrera, una noche como de cuchillos. Y aquellas horas. Llegó mucha
gente aquí, llegó Iris, llegó Aristóbulo, a pedir fusiles. Recuerdo el grito
que me pegó en la puerta mi capitán Víctor Hugo Morales: “¡Coman-
dante, llegó la hora de los fusiles!, ¿dónde está el mío?”. Pero con un
grito que venía del Porteñazo. Llegó aquí el Porteñazo, llegó aquí, a las
puerta esa, y yo me debatía en qué hacer. Discutíamos si irnos para allá,
para los cerros o para Maracay, 23 de Enero, resistir aquí, atrincherados
con los hombres que nos quedaban aquí, y mujeres armadas. Sobre todo
el regimiento de la Guardia de Honor (leal, rodilla en tierra) y los oficia-
les que me miraban y me volvían a mirar esperando la decisión que al
final me tocaba a mí, pues, como el 4 de febrero –Chourio, Canelones–,
¿te acuerdas? Allá arriba en la azotea, cuando amaneció la incertidumbre
y olía a pólvora todavía. Se levantaba el sol sobre Caracas y yo (el jefe)
mirando con un binóculo: no hay rebelión popular, las calles silentes,
Carlos Andrés Pérez otra vez en Miraflores, todos los canales funcio-
nando normalmente, no tomamos ni un canal, no tomamos Miraflores
y pasaban ya los aviones F-16 sobre lo que era el Museo Histórico. Con
el binóculo yo veía por las ventanas de los ranchos, mujeres asomándose
y niños en sus brazos, y dije: “No, no, no: rendición”, que es como una
muerte, es una especie de muerte.
Y recuerdo la mirada tuya, Chourio, y la de Canelones, cuando los
llamé y les dije: “Nos rendimos”. “¿Cómo?”. “Nos rendimos”. “¿Cómo?”.
“Nos rendimos”. Y bueno, armen pabellones y, como lo escribí por ahí, en
unos poemas de prisión: “Silencio, silencio, pesar en el corazón y muerte
en el alma: 4 de febrero”. Diez años después, Chourio me ve, y yo lo veo,
diez años después, y les digo: “Me voy, me voy a entregar”. “¿Está loco?,
¿cómo se va a entregar?”. “Me entrego”. Claro, había toda una cosa por
dentro, yo había estado todos esos días por allá, metido en la Academia.
Lealtad a prueba de golpe [411]

Recuerdo, Morales... ¿Morales qué era?, ¿alférez en ese tiempo? Era


alférez mayor. Morales llamó para acá, ¿con quién fue que tú hablaste?
Bueno, ya tú estabas aquí, perdón, tú eras teniente, subteniente.
El Kenny Díaz Rosario era alférez mayor (por ahí anda) y llamó para
acá y llamó a su papá, o más bien, como decimos nosotros, la expresión
aquella... tú te acuerdas que los días de la madre les regalaban ramos de
flores a los cadetes que eran “madre”... así. Morales no era “madre”, no;
él era severo.
Además, eso es muy antifeminista, muy machista. Bueno, protector,
digamos, “madre”, buena gente con los subalternos.
Bueno, entonces Morales, el Kenny estaba allá y llamó, ¿qué fue lo
que te dijo Kenny?

Capitán Morales (edecán del presidente Chávez): Él reunió primero


a todos los cadetes en el patio de honor de la Academia, y los puso al
tanto de lo que estaba ocurriendo.

Presidente Chávez: En el patio de armas sería.

Capitán Morales: En el patio de armas. Dijo que había muchas infor-


maciones distorsionadas. Entonces yo le digo a él qué es lo que estaba
ocurriendo. Le digo, mire...

Presidente Chávez: Ya yo estaba preso.

Capitán Morales: Sí, ya usted estaba preso. Eso fue el día 12 en la


mañana. Le informo qué fue lo que pasó durante toda la madrugada
hasta el momento en que usted se fue a la Comandancia del Ejército
con mi coronel Chourio, Medina y Lorán, y le dije: “Bueno, infórmales a
todos los cadetes y a los oficiales qué es lo que está pasando y prepáralos,
pues, porque nosotros internamente estamos preparando la contrarrevo-
lución para retornar a mi comandante, que está en este momento en la
Comandancia del Ejército; lo están moviendo, hay muchas informaciones
[412] ANEXOS

también de que supuestamente lo van a matar. Él reúne a todos los cade-


tes, y mandó a llamar también a todos los parqueros, y les dice: “Denme
las llaves de todos los parques, porque estamos esperando instrucciones
desde palacio para cualquier movimiento que haya que hacer”. Luego,
en la tarde, hablamos con el vicepresidente, que en ese momento era
Diosdado Cabello, y se encargó él, desde donde se encontraba, de ir
preparando cuáles eran las próximas acciones que se iban a llevar.
Yo me acuerdo que ese 12 también estaban juramentándose aquí los
golpistas, y estaba toda la unidad reunida debajo del salón Ayacucho, y
me acuerdo que Medina dice: “Pero bueno, nosotros tenemos aquí todo
el armamento...”.

Presidente Chávez: Medina y el GRAT, el famoso GRAT. No, no,


todavía no existía el GRAT. Medina, un saludo muy cariñoso para ti,
hijo, teniente Medina. Ajá, ¿entonces?
Edecán del presidente Chávez, capitán Morales Bueno, entonces él
dice: “Bueno, tenemos el armamento, tenemos las unidades, las tropas,
¿por qué no tomamos el salón Ayacucho y empezamos a amenazar que
vamos a matar a uno por uno hasta que regrese mi comandante?”. O sea,
una idea de esas...

Presidente Chávez: [risas]. Claro, ven acá, es que esta gente tuvo suer-
te. Tuvo suerte, porque si el GRAT hubiera actuado... el GRAT no exis-
tía como GRAT, después lo crearon, pero el GRAT ya existía ahí. Nadie
sabe qué significa GRAT, pero imagínense ustedes lo que es el GRAT.
Si el GRAT actúa, yo creo que no queda nadie en ese salón [risas]. No,
no. Por eso es que yo más bien les recomiendo a los burgueses... que ellos
no saben muy bien lo que hay por debajo de la superficie, la capacidad
de respuesta que tenemos.
Ahora, no es que es una locura, no. Eso era una idea. Bueno, ¿no
van a matar a mi comandante, pues?, agarren a los que están ahí... Y
además, ellos estaban debajo de donde estaban los golpistas gritando...
que estabas tú con el otro Roberto ahí, ustedes estaban ahí, y firmando...
Lealtad a prueba de golpe [413]

[risas]. Y firmando el decreto y aupando a “la democracia”. Ellos no


sospechaban que debajo hay un sótano y ahí estaba el GRAT, el futuro
GRAT, y estaban listos para secuestrarlos delante del mundo. Hubiera
sido un espectáculo, además, delante del mundo porque estaban trans-
mitiendo en vivo, ¡imagínense ustedes que hubiera aparecido el GRAT,
con Medina Macero al frente y todos esos oficiales de comando! Al final
ocurrió lo que ocurrió, Morales.

Capitán Morales: No, bueno, la voz de mi coronel Chourio y mi coro-


nel Morao, dijeron: “Vamos a aguantar, necesitamos estar en la calle”.

Presidente Chávez: Y allá la tropa estaba también haciendo sus


planes, los soldados allá estaban haciendo sus propios planes. Bueno,
Morales, muchas gracias, pues, capitán Morales.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Porque... por eso yo te digo, José Vicente, cuando


te dije que me iba a entregar, “me voy para allá”, bueno... “¿Cómo te
vas a ir?”, me decían los oficiales, yo estaba pensando, pensando y en el
fondo me dije: “Voy a ver si perdí mi vida...”, porque yo en verdad que
me fajé, como tú dices, el camión ese que tú dices: nosotros le echamos
un camión también durante veinte años allá adentro, en el nido de los
soldados.
Entonces yo en el fondo me decía: “Voy a ver si mi vida la perdí”,
porque yo conozco a los golpistas estos, yo sé este, el otro, el otro, a la
mayoría los conocí mucho. Pero también conocí mucho a mis cadetes de
los ochenta, que hoy son coroneles, generales algunos, y a mis tenientes
cuando yo era capitán: Almidien era mi teniente en los Centauros ¿te
acuerdas?, Canelones... los conocí, tenientes, capitán, allá en los para-
caidistas. Mata Figueroa, teniente también, ya yo era mayor. Entonces,
¿ah?, dime, José Vicente.
[414] ANEXOS

José Vicente Rangel: Tú recuerdas que yo te dije, porque tú me dijiste:


“Yo voy a entregarme”. Entonces te dije: “No estoy de acuerdo con eso,
porque te van a humillar, te van a vejar y te van a matar”. Entonces tú
me dijiste: “Prefiero ese riesgo antes que el sacrificio de toda la gente
que está aquí”, pero agregaste: “Yo quiero verles los ojos a los traidores”.

Asistentes: [aplausos].

José Vicente Rangel: Yo creo que esa decisión, esa decisión demos-
traba más coraje, después he pensado yo que demostraba más coraje que
resistir, requería más valor dar ese paso; pero además, tácticamente era
lo que correspondía, como ocurrió posteriormente, porque al llegar allá
empezaban las contradicciones, afloraron: “Lo mandamos para Cuba, lo
matamos, lo hacemos preso, lo juzgamos, etcétera”.

Presidente Chávez: Y además... gracias, José Vicente, por recordar


esos detalles, algunos de los cuales yo no recuerdo así con esa exacti-
tud que tú tienes como actor, y muchos, y todos los que estamos aquí.
Pero yo sí recuerdo eso, primero, que ustedes no me querían dejar solo,
pensaban que yo me iba a dar un tiro: “No, déjenme solo que yo quiero
pensar”, ¿te acuerdas?

José Vicente Rangel: Cuando regresaste, que pusiste la pistola en la


mesa, yo dije: “Se va a suicidar”.
Presidente Chávez: ¿Cuando regresé de dónde?

José Vicente Rangel: Del cuarto.

Presidente Chávez: Del cuarto, porque yo subí a vestirme de campaña


y puse la pistola ahí. Y entonces... “se va a suicidar Chávez”. Bueno... no,
chico, ¿suicidarme yo?, jamás, no. Y recuerdo lo que me dijo Fidel en
su llamada ese día: “¿Cuántos hombres te quedan?”. Al final me dijo:
Lealtad a prueba de golpe [415]

“Bueno, solo tú sabes lo que vas a hacer”. Pero te voy a decir algo: “Tú
no eres Allende, Chávez, tú eres un soldado”, porque Allende, Allende...

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Allende fue un hombre sumamente valiente, solo


que Allende terminó siendo él su soldado, y se puso aquel casco que le
quedaba grandote; una ametralladora... él, que era un médico, un inte-
lectual, un poeta, terminó siendo su propio soldado. Entonces Fidel lo
que me dijo fue eso: “Tú eres soldado y tienes soldados, tú ve a ver lo
que vas a hacer. Y aquí te espera tu pueblo”. Entonces comencé a pensar,
a pensar, soldado: “Si mi vida estuvo allá, si me quedo aquí estamos en
defensiva, como acorralados, no sabemos bien qué vamos a hacer. Allá
les voy a ver la cara a estos, a ver qué es lo que ellos van a hacer. Pero
sobre todo allá está la joven oficialidad...”, y tú recuerdas que en esos
días, en esos meses, en esos años, yo incluso daba clases en la Academia
Militar, por eso digo que nosotros no perdimos tiempo en la ofensiva
por dentro en la Fuerza Armada. Todos los jueves iba para allá a dar
clases, Ética militar, me acuerdo, y era hablar con los cadetes, los jóvenes,
conversar de la realidad del país, de los cambios que estaban en marcha.
Iba mucho a Fuerte Tiuna, arriba, a la casa ministerial, y salíamos a
trotar, a caminar. Me metía en la Academia, me metía en el batallón de
Tanques, a ver, a oír... Bueno, yo vengo de ahí.
Incluso, estuve quince años formando un movimiento ahí adentro,
reuniéndome a escondidas. Tengo mucho conocimiento de las corrientes
internas, y yo intuía por todos lados que iban a dar un golpe de Estado
en algún momento, porque, es más, esa misma cúpula militar trató de
dar un golpe aquel diciembre de 1998, para impedir el triunfo electoral.
Hay que recordar eso: aquel que era jefe del Ejército, yerno de Caldera,
que andaba por los cuarteles diciendo que no podían aceptar a un loco
de presidente, un golpista, un asesino... Hay que recordarlo. Y cómo
aquel golpe de diciembre de 1998, no pudieron darlo, no porque no
[416] ANEXOS

querían: chocaron sobre todo con la juventud militar, con parte de la


juventud militar.
O sea, que no perdimos el tiempo en todos esos años de trabajo
dentro de la Fuerza Armada, no solo para el 4 de febrero, sino todo lo
que quedó ahí dentro. Nosotros recuperamos –así lo puedo decir como
soldado– el sentido patrio de ser soldado, porque eso lo habían casi
borrado las élites corruptas que se entregaron y llegaron a masacrar a
un pueblo.
Por eso, ese día 13 de abril decía yo [es el] Día de la Milicia Nacional
Bolivariana, del Pueblo en Armas y de la Revolución de Abril.
La milicia. ¿Cuánta gente vamos a juramentar ese día, general Velásquez?
¿Cómo están los preparativos para el martes? Vamos a invitar a todo el
pueblo a conmemorar mañana 12, martes 13.

Mayor general Félix Antonio Velásquez (comandante general de la


Milicia Nacional Bolivariana): Sí, tenemos 34 mil milicianos y mili-
cianas, mi comandante en jefe. Hemos tomado el concepto que usted
nos ha indicado en la particularidad de la estructura organizacional. Y,
bueno, son batallones. Hemos tomado en cuenta también el principio de
flexibilidad en la particularidad de conformar esas unidades de trecien-
tos a quinientos hombres. En esta oportunidad son quinientos hombres
cada batallón.

Presidente Chávez: Son batallones de milicianos, estudiantes. ¿Qué


más?

Mayor general Félix Antonio Velásquez: Tenemos batallones de mili-


cia territorial, de la Unefa, milicia del área central, de la red central;
tenemos también milicias campesinas, que quieren participar bajo el
concepto ya de pueblo en arma, capacitado, entrenado y organizado...

Mayor general Félix Antonio Velásquez: Y cuerpos combatientes, mi


comandante en jefe, de las instituciones del Estado.
Lealtad a prueba de golpe [417]

Presidente Chávez: Cuerpos combatientes. Bueno, y todo eso en el


marco de la Constitución y las leyes, Ley Orgánica de la Fuerza Armada
Nacional. Quiero felicitarlos a todos, en fin, señores generales, almiran-
tes, al mayor general Velásquez que ha asumido intensamente.
¿Qué pasaba? Tú recuerdas, José Vicente, la idea de la reserva militar,
que yo siempre quise formar batallones, incorporar al pueblo y tal. No,
aquel Alto Mando se negaba. Claro, se negaban, bloqueaban cualquier
cambio. Ahora, después de todo lo que ha pasado, ahí están ustedes, y
yo les llamo delante del pueblo a que sigan ustedes con el compromiso
de seguir haciendo la revolución militar en Venezuela. Es una revolu-
ción hacia adentro, es una revolución moral, una revolución desde los
cuarteles, desde los barrios, pueblo y soldados juntos para siempre como
un solo ente. Es la unión del pueblo, eso nos hará indestructibles. Sin
subestimar a nadie. Y nosotros lo asumimos, aun cuando nos ataquen de
militaristas, o de armamentistas. No. Sencillamente tenemos derecho a
prepararnos para la defensa.
Ayer estábamos en la práctica del desfile. Los invito de una vez, el
día 19 es el día lunes, de mañana en ocho: 19 de abril. Vamos a Los
Próceres. Será una transmisión en cadena nacional de todos los eventos
de ese día. Día para la historia. Entre tantos eventos habrá un desfile
que recomiendo que vean personalmente en Los Próceres, y si no, apar-
te usted su sillita, sus cotufas, su refresquito, su familia y vamos a ver
el desfile, porque van a ver un desfile de la nueva era. Ahí estaban las
muchachas de las milicias con los RPG-7, unos bichitos, unos cañonci-
tos bien buenos para el combate urbano. ¡Na’ guará! Imagínense ustedes
los campesinos con RPG-7, los soldados, las mujeres, los estudiantes: el
pueblo en armas.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Eso es para la lucha cercana. Tú sabes, Tania, tú


has disparado RPG-7; si no has disparado tienes que meterte ahí. Tú le
apuntas a un tanque o a una unidad invasora o... ¡raz!, cincuenta metros,
[418] ANEXOS

cien metros: es imposible que tú no les des en el blanco, y además son


antitanque también.
¡Ah! ¿Y el otro? El Iglas: ¡Pis!, dispara y olvídate ¿no es? Iglas. Es
el más largo. ¿Cuál es el alcance del Iglas? Seis kilómetros. Es especial
contra los helicópteros que invaden y los aviones que vienen a bombar-
dear. ¡Pisss! El bicho va, persigue el helicóptero, persigue al avión enemi-
go. Además, el nuestro... porque los aviones y los helicópteros yanquis
tienen un sistema que lanza... los nuestros también lo tienen, lanzan
unos ¿cómo se llama?, son medidas para confundir a los cohetes, pues;
¿cómo se llama eso, Oropeza?

Mayor general Jorge Arévalo Oropeza (comandante general de la


Aviación Militar Nacional Bolivariana): Medidas contra electrónica.

Presidente Chávez: Contra electrónica.

Mayor general Jorge Arévalo Oropeza: Los Chaff.

Presidente Chávez: Chaff. El cohete persigue el calor, entonces los


aviones lanzan un calor que distrae... señuelo, correcto, en el llano se
llama señuelo, un señuelo; y el cohete se va y se equivoca, pues: ¡psss!, y
se pierde. A esto que nosotros tenemos les metimos un dispositivo que
no se deja, engaña el cohete: lánzale cien señuelos, él va es para el avión,
él va es para el helicóptero. Eso es para que lo sepan los yanquis y los que
andan por ahí pensando que en Venezuela... No, compadre.
¿Cuántos tenemos ahorita? No les voy a decir, nadie sabe. ¿Cuán-
tos RPG-7? Y siguen llegando: ahora cuando vino Putin firmamos una
extensión del convenio con Rusia. Dicen aquí que eso se va a desviar
para la guerrilla. No, eso no es para la guerrilla, ni para la guerrilla de
Jacqueline Faria tampoco: eso es para la fuerza militar venezolana y el
pueblo en armas...

Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [419]

Presidente Chávez: El pueblo venezolano en armas. También hay que


meter la milicia paracaidista, Almidien. ¿Quiénes son voluntarios aquí
para hacer el curso de paracaidismo? A María, mi hija, le gusta... ¡Ajá!
Rosa, mi hija quiere ser paracaidista. Rosa, métete a la milicia a ver si
llegas algún día... Es un sueño de ella, y yo no la he dejado nunca, y
ahora menos que tiene al Gallito y a Manuelito, y ya tiene treinta años.
No es que está vieja ¿no? Pero, paracaidista ya de treinta años...
María la heroína, Rosa la heroína. El día 12, María, Rosa y Huguito
se fueron por allá, a Rosinés se la llevaron –Dios mío– para Barquisimeto
en un avión que no querían dejar despegar los golpistas, despegaron
entre obstáculos que les pusieron, casi se estrellan en La Carlota. Yo
en el fondo decía: “¡Ay mis hijos! ¿Dónde están? ¡Ay Dios mío, cuida a
mis muchachos!”. Y estos andaban por allá, escondiéndose no sé dónde.
Hasta los disip que eran custodios los dejaron solos, llegaron unos
sargentos, unos oficiales y los cuidaron, se los llevaron. Entonces llamo
a María ¿cómo a qué hora fue que hablamos?

María Gabriela Chávez (hija del presidente): Cerca del mediodía, no


recuerdo bien.

Presidente Chávez: Cerca del mediodía, porque un capitán... Es lo


que yo quería ver, José Vicente, yo decía que quería verles las caras a los
golpistas, pero voy a ver a los demás. El Fuerte Tiuna es un hervidero de
cosas, y yo me imaginaba a esa hora el hervidero que se había prendido
allá. Como yo daba clases en la Academia, como yo me metía por los
batallones, “voy a ver qué dirán”. Yo pensaba: “Qué estará haciendo el
comandante Padrino López, que yo lo conocí cuando era un muchacho,
y tocaba arpa, y teníamos aquel conjunto, tú te acuerdas, Los Mastrantales
del Tiramuto”.

Asistentes: [risas].
[420] ANEXOS

Presidente Chávez: Sí [risas], ese es el nombre que le pusimos, el


general Guasipati –que ya a todo el mundo se le olvidó el nombre de
Guasipati, todo el mundo le dice “Guasipati”–. No ves que yo con ellos
me formé, yo tuve la dicha, desde teniente me mandaron para la escuela
militar, a nuestra querida Academia, y ahí estuve cuatro años. Vi, por
ejemplo, a Chourio entrar de civil, cuando llegó de recluta, con un afro
allá... bueno, él venía del cuartel, era soldado ya. Lo vi graduarse de
subteniente, y a muchos de los que están aquí.
Decía, yo pensaba: “¿Qué estará haciendo Padrino? ¿Qué dirá Padrino,
el del arpa, el de Los Mastrantales, el cantante, el arpista? ¿Qué dirá
García Bravo? (hoy jefe de la Casa Militar), el shortstop de mi equipo,
que jugaba conmigo, ¿qué dirá? ¿Qué dirá el otro? ¿Qué dirán allá en
los batallones de tanque, el teniente tal, el capitán tal? ¿Qué estarán
pensando ellos? ¿Será que los van a engañar tan fácil estos tipos que
ellos saben quiénes son?”.
Porque eso es otra cosa: el mundo militar se conoce, y decimos en los
cuarteles que “no hay mejor juez para un superior que su subalterno”. Yo
decía: “Esos tenientes, esos comandantes, esos capitanes tendrán que
comparar entre estos, conocidos por todos”. Más de un borracho ahí, más
de un corrupto ahí, de esos que de capitanes tenían ya tremenda casa,
tremendo carro mientras la mayoría no teníamos ni un carrito ni una casa.
Un grupito selecto: los arbitrarios, los inmorales, los que pagaban
incluso para cambiar una guardia. A mí una vez me llegó uno de ellos,
recuerdo que le salió guardia el 31, y yo tenía guardia el 1.º de enero.
Eso es un sorteo que se hace. Yo no pelaba el 1.º de enero o 31... Otros
tenían más suerte: les salía guardia el 4 de enero y se iban para su casa
31, 1.º yo tenía guardia el 1.º de enero y me llegó uno de ellos (éramos
capitanes) que ya tenía dinero y chequera, y uno no tenía ni un bolivita
por ahí: “¡Chávez!, chico, vamos a cambiar la guardia y yo te pago tanto”.
“¿Usted está loco, mi capitán –le dije yo–, cambiando guardia?”. “No, es
que yo tengo un compromiso y tengo que viajar para Estados Unidos
con mi esposa y la familia”. ¡Para Estados Unidos, un capitán!, imagína-
te tú. Claro, oficiales, muchos de ellos que hicieron curso allá, y la CIA
Lealtad a prueba de golpe [421]

los compró desde temprano: la penetración de Estados Unidos en todos


nuestros ejércitos, muchachos.
No les hizo falta, en el caso venezolano (y esto es digno de estudiar-
se), Estados Unidos nunca se vio obligado a invadir Venezuela; nunca
fue necesario, mejor dicho. Ellos invadieron Guatemala, yo pienso que
para honra del Ejército de Guatemala de aquel entonces, que dirigía mi
coronel Jacobo Árbenz Guzmán. Es decir, para tumbar a Jacobo Árbenz
tuvieron que invadir Guatemala.
Para gloria del Ejército dominicano, para tumbar a Juan Bosch y
detener la revolución del coronel Francisco Caamaño Deñó, tuvieron
que mandarnos veinte mil marines y bombardear Santo Domingo y
acabar con medio mundo, para gloria de aquel ejército.
Para gloria del Ejército de Panamá, tuvieron que invadir para llevarse
a Noriega, después de matar a no sé cuántos. Aquí no hizo falta en cien
años, para deshonra de lo que somos los militares venezolanos, porque
siempre, desde Gómez los yanquis tuvieron aquí sus gendarmes, sus
generales subordinados a lo que les mandaba la embajada; comprados,
corrompidos.
Entonces nunca tuvieron que invadir Venezuela. Ahora sí están
haciendo planes para invadirnos, para honra nuestra hoy.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Porque ahora se han dado cuenta de que aquí no


van a conseguir militares que les hagan el mandado. Pero les vamos a
decir: si se les ocurriera venir a invadir a esta patria, aquí les pasaría lo
que les pasó al general Pablo Morillo y aquel inmenso ejército que trajo
España aquí. Morillo y todos sus oficiales, ejército de línea, la expedición
más grande que España mandó en trecientos años, al llamado nuevo
mundo.
En Margarita deben estar, en el fondo del mar, los restos de aquel
gran buque español que era el San Pedro Alcántara, si mal no recuerdo;
allá se hundió. Y en Las Queseras del Medio mordieron el polvo los
[422] ANEXOS

mejores soldados del rey de España. Y allá en Mucuritas y en El Yagual


y en La Puerta y en Carabobo, en Boyacá y en Ayacucho.
Si a este maldito imperio se le ocurriera, como dice un poema de esos,
épicos, de la sabana: “Si otros tiranos quisieran esclavizarnos la patria”,
uno pudiera decir también: “Si otros tiranos quisieran invadirnos la
patria, sería toda Venezuela un inmenso vuelvan caras”.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: Ahora, soldados y pueblo, que cada uno de uste-


des también es un soldado y una soldada, hombres y mujeres: la mejor
manera de impedir la guerra o impedir que nos invadan es preparándo-
nos para esa guerra.

Asistentes: Que vengan, que tenemos las milicias.

Presidente Chávez: Exactamente. Como hizo Fidel, y siguen hacien-


do Raúl y todos ellos: todo un pueblo en armas. Los yanquis les tienen
miedo a los pueblos, los tiranos les tienen miedo a los pueblos.
Entonces esas tareas de las milicias, señores generales, almirantes,
oficiales, es verdaderamente vital. Por eso el 13 estaremos juramentando a
esos 34.000 milicianos y milicianas, en la avenida Bolívar, y habrá mucho
pueblo ahí también, Darío, ¿verdad?, pueblo armado y pueblo sin armas.
Todos somos pueblo, ¿verdad?, civiles y militares.

Diputado Darío Vivas: Se van a desplazar desde diversos sitios del área
metropolitana y del interior del país, y hay un ambiente bien positivo y la
gente quiere encontrarse con nuestra milicia ahí, el día 13, para conme-
morar esta fecha histórica.

Presidente Chávez: Correcto. Yo los motivo a todos a que hagamos


nuestros batallones, nuestros cuerpos combatientes, porque nosotros
estamos haciendo una fábrica de fusiles Kalashnikov en Maracay y
Lealtad a prueba de golpe [423]

vamos a fabricar fusiles y municiones para todo el pueblo. Eso es progre-


sivo: equipamiento y entrenamiento y moral de defensa.
Bueno, Aristóbulo ¿qué opinas tú?, ¿tú estás en la milicia ya?, ¿qué
grado tienes tú en la milicia?, ¿raso?
Aristóbulo Istúriz: No, presidente, yo quería... bueno, gracias por la
oportunidad, porque yo quería recordar ese día que nosotros con usted,
y le dijimos nuestras opiniones y usted que nos dijo que teníamos tres
alternativas. Una: irse a Maracay, dos: resistir, y tres: que lo hicieran
preso para que ellos respondieran frente al pueblo y a la historia. La
mayoría con José Vicente coincidíamos en que era resistir. Pero usted
nos dijo que lo dejáramos solo para pensar, y todos nos preocupamos
y comenzamos a ver qué pasaba el tiempo. Y como había colocado la
pistola allí, todos teníamos la preocupación... fue cuando insistimos y
luego escuchamos su respuesta. Dijo: “Ya yo pensé y tomé una deci-
sión: descartemos Maracay, porque si nos hacen presos en la vía vamos
a aparecer como si nos capturaron, y eso desmoralizaría a nuestra gente.
¿Resistimos aquí? Amenazaban, estaban llamando que en diez minutos
bombardeaban, etcétera. Usted dijo que sería un suicidio, con tantos
cuadros que estaban aquí, que la decisión suya era que lo hicieran preso
para que ellos respondieran ante el país y ante la historia por el secuestro
y la detención; y que nosotros, usted estaba seguro –y yo creo que eso es
bien importante subrayarlo, porque usted confió mucho en el pueblo–
de que “ese pueblo se va a levantar, ese pueblo no se va a quedar tran-
quilo. Yo voy a tratar de condicionar, y presérvense para que ustedes no
dejen a ese pueblo solo, porque ese pueblo va a reaccionar”. Y el pueblo
reaccionó, presidente, es decir, la gran lección en ese momento fue de
verdad grande.

Asistentes: [aplausos]. ¡Volvió, volvió, volvió, volvió, volvió, volvió!

Presidente Chávez: Bueno, Aristóbulo, gracias, compañero, gracias.


El pueblo, yo estaba seguro incluso el 12 de abril, después que hablé
con María, ya yo estaba buscando información, ya los oficiales jóvenes
[424] ANEXOS

se acercaban. “¿Usted renunció?”, me dijo un capitán. “No, capitán, ni


renuncié ni voy a renunciar, solo que ustedes tienen preso al presidente,
más nada. Entonces el capitán se me paró firme: “¿Qué hago?”. “Quédese
tranquilo”. Él estaba sentado ahí, cuidándome en la puerta de un cuarto.
“Busque información, búsqueme un celular”. Él empezó a cumplir mis
órdenes, pues. “Es que me están llamando, me están preguntando los
oficiales si es verdad que usted renunció”. “Dígales que no”. Ahí fue
cuando llegaron unos mercenarios civiles con armas de guerra, y esos
capitanes y tenientes se negaron a entregarme a los mercenarios. Hubo
una discusión muy fuerte allá afuera, yo estaba en un cuartico. Hablo
con María, con Rosa, les doy algunas instrucciones y luego oigo un
rumor, ya en la tarde: ¡Ru!, porque yo estaba en el regimiento de policía
militar, muy cerca de la alcabala, Iris, donde estaban ustedes. Yo le digo:
“Capitán, oiga al pueblo”.
El capitán sentado ahí. “Parecen soldados corriendo”, me dice. “No,
capitán, no son soldados corriendo; yo conozco ya esos ruidos de solda-
dos corriendo... Esa es la ola del pueblo, vienen para acá, capitán”.
¡Querían entrar ahí, Iris Varela! Iris Varela, ¿dónde está Irisita?, ¿no la
trajiste?

Iris Varela (diputada de la Asamblea Nacional): Está ahorita en la


casa.

Presidente Chávez: Y esa es igualita a ti ¿verdad?

Iris Varela: Igualita.

Presidente Chávez: ¿Y es fosforita también? Claro.

Iris Varela: El martes voy a ver si se la llevo para que la conozca allá...

Presidente Chávez: Llévala, tráela para verla.


Lealtad a prueba de golpe [425]

Iris Varela: Presidente, nosotros estuvimos en el Fuerte Tiuna todo


el día, y yo no sé de qué manera la gente se enteraba hasta de las siglas
de los aviones que supuestamente iban a buscarlo a usted donde estaba.
Pero supimos que estaba ahí en Fuerte Tiuna el 13 de...

Presidente Chávez: Muy cerca, ahí mismo, en la policía militar,


entrando a la derecha.

Iris Varela: El día 13, el 13 nosotros llegamos a Fuerte Tiuna en masa,


fue el 13. El 12 llegó la gente, pero la masacraron. Hubo unos muertos
el 12 (de El Valle) que llegaron. Yo por ahí tenía incluso la lista de esos
caídos el 12, que no se han recordado aún.
Bueno, se conmemora esa fecha mañana, ¿no?, que después de la
lectura del decreto infame de Carmona, nosotros salimos a hacer resis-
tencia. Yo recuerdo que nosotros estábamos en el palacio Legislativo
con Willian Lara en la presidencia de la Asamblea Nacional, y ahí escu-
chamos la lectura del decreto, y salgo a pelear con los guardias nacionales
del palacio Legislativo, del Capitolio, a decirles que si ellos no entendían
que era un golpe de Estado y que ellos habían jurado cumplir con la
Constitución y defender al Gobierno y defender al pueblo. El caso es que
Pedro Carreño y un diputado, Rodolfo Gutiérrez, de Carabobo, me sacan
porque estábamos en una lista donde supuestamente nosotros éramos...
bueno, nos estaban velando en un muro que hicieron, del fascismo, un
monumento al fascismo. En La Carlota estaban los nombres de noso-
tros y nos habían puesto desde tres días antes velones negros: eso no era
para recibirnos con aplausos, precisamente.
El caso es que nosotros esperamos allí la lectura del decreto, y deci-
dimos que íbamos a ir a Maracay a instalar el Gobierno, porque no
reconocíamos ese Gobierno de facto, ese golpe de Estado. El caso es que
pasa todo ese día y el 13 de abril, cuando íbamos a Maracay a instalar
nosotros el Gobierno revolucionario, a mí me sorprendió el pueblo que
estaba en las afueras del Fuerte Tiuna, en la mañana, y me sacan de un
[426] ANEXOS

carro. Ahí me encontré a la diputada Aurora Morales, al diputado Julio


García Jarpa.
Y bueno, tuve la ocasión, presidente, de que un soldado de Fuerte
Tiuna se acercó y me entregó algo que llevaba oculto en su uniforme
y me dijo: “Yo tengo que entregarle algo, diputada, pero que no vean
porque nos van a matar”. Y él lo que me entregó allí fue la inspección
que le hace a usted la fiscal militar, donde ella puso de su puño y letra,
debajo de su firma: “Manifestó a esta Fiscalía Militar que no ha renun-
ciado”. Yo a eso le doy lectura en la avenida, en la autopista. Ese es el
documento que yo salgo en algunas imágenes que hay por ahí, leyendo
ante el pueblo.
Porque el pueblo estaba desesperado, el pueblo lo que decía era que
quería penetrar al Fuerte Tiuna. Y de verdad, presidente, yo no sé cuán-
tas armas había allí entre el pueblo (el pueblo también tenía sus armas),
pero la principal arma que teníamos allí era la razón y la Constitución,
y con eso nosotros empezamos a lanzarles consignas a los soldados,
para que supieran que estábamos con ellos... Leo la inspección que le
hacen de su situación física, de su condición física; leo lo que pone la
fiscal militar y empieza el pueblo a decir: “¡No ha renunciado, lo tienen
secuestrado!”.
Después es cuando me dirijo hacia la puerta del Fuerte Tiuna que
logro hablar con Melvin López Hidalgo y con mi general García
Carneiro, y luego allí, bueno... la historia es larguísima, presidente, yo
no quiero encadenarme aquí. Lo que sí le voy a pedir es lo siguiente,
presidente, con esto que estamos conmemorando hoy, yo creo que hace
falta que los documentales del 11 de abril donde están las pruebas de
la verdad –porque la primera víctima fue la verdad ¿no?, en todos estos
hechos–, que esos documentales los pasen en cadena nacional, presiden-
te, porque todavía se sigue manipulando, se sigue manipulando.

Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [427]

Iris Varela: Siguen manipulando desde los canales del golpismo,


siguen manipulando la verdad. No puede ser que ellos piensen aquí que
solamente las víctimas fueron una señora –que a Dios gracias se salvó–,
una dirigente de Primero Justicia, Malvina Pesate, y el infortunado joven
Jesús Espinoza Capote, creo que es el hijo que no reconoció Mohamed
Merji, con el que de todas maneras ha hecho una campaña para tratar
de seguir justificando ante el mundo que los muertos de abril fueron
culpa de la Revolución. No, presidente, yo creo que bien vale la pena que
esos documentales y esa verdad salga en cadena nacional, y cada vez que
se conmemore esta fecha, esa verdad tiene que salir a flote para que el
pueblo sepa qué fue lo que aquí realmente pasó.

Presidente Chávez: Iris, muchas gracias, gracias, Iris Varela, por sus
apasionadas y precisas reflexiones. Y yo diría que, además de la posibi-
lidad de pasar algunas cosas en cadena, es la cadena de todos los días:
Puente Llaguno todos los días, esos documentales e informaciones,
todos los días que estén en nuestra mente y en el acontecer diario. Pero
es muy bueno que en esta época saquemos toda esa información hoy,
mañana, pasado mañana, toda esta semana, semana del Bicentenario.
Bueno, vamos a terminar. Yo dije que era hasta las cinco, son las seis y
media ya. ¿A qué hora empieza el programa de los Roberto? A las siete
¿no?, hay tiempo. Tienen tiempo de llegar en una moto allá los Roberto.
Bueno, ha sido un programa de recuerdos, de reflexiones y de dolor
también, de dolor; de mucha pasión aquí en uno de los escenarios de
aquellos acontecimientos, que ha sido, además, escenario de aconteci-
mientos de un siglo: Miraflores. Pero allá está Puente Llaguno, allá está
Fuerte Tiuna, allá están las calles, allá está el pueblo, aquí está el pueblo,
aquí estamos sus soldados, nuestro pueblo: unidos jamás seremos venci-
dos, todo 11...

Asistentes: ¡Tiene su 13!


[428] ANEXOS

Presidente Chávez: ...Si es que ocurriera de nuevo –ojalá que no–


tendría su respuesta del 13 al cuadrado. Un saludo al pueblo venezolano,
a los soldados venezolanos; un recuerdo a todos los que participaron,
que fueron millones, como dijimos hace un rato, y lo sabemos, el gran
protagonista: el pueblo venezolano, con uniforme y sin uniforme, con
armas y sin armas; las mujeres, un reconocimiento especial a las mujeres,
a la juventud, a los estudiantes, a los trabajadores.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: A los campesinos.

Asistentes: [aplausos].

Presidente Chávez: A los intelectuales comprometidos, a los comuni-


cadores sociales que hicieron su tarea heroica, fotógrafos, camarógrafos,
periodistas que llevaron al mundo la verdad en esa batalla. Bueno, que
es parte de la batalla que comenzó el 19 de abril [de 1810] e incluso
antes, y que no ha terminado, como decía mi general Hugo Trejo: “La
revolución no ha terminado”. 11 de abril: aquí están tus páginas vivas.
Seguimos en la batalla del 11, del 12, del 13, de todos los días. Todos
los días Puente Llaguno. Todos los días la oposición está pensando en
su 11 de abril y todos los días nosotros estamos pensando y actuando en
nuestro 13 de abril: batalla y victoria.
Buenas noches, muchas gracias. Vamos a terminar con música, vamos
a cantarle al pueblo.
Con Alí Alejandro Primera y Yender Mendoza, Canción mansa para
un pueblo bravo. ¡Bravo, muchachos!, muchas gracias a todos.
Carta de Turiamo y croquis realizados
por el Comandante Hugo Chávez en Turiamo,
abril 2002
[430] ANEXOS

Carta de Turiamo. Histórico documento que reveló que el Presidente


de la República Bolivariana no había renunciado al poder legítimo que
hubiese otorgado el pueblo de Simón Bolívar. Firmada en el aposta-
dero naval de Turiamo, donde permaneció antes de ser trasladado a
La Orchila, y donde fue rescatado en la madrugada del 13 de abril por
soldados revolucionarios, leales al máximo líder, a la carta magna y al
pueblo heroico de Venezuela.
Lealtad a prueba de golpe [431]

Croquis dibujado por el presidente Hugo Chávez (Plan de fuga de


Turiamo). Apostadero Naval de Turiamo, 12 de abril de 2002, a las 9:00
pm. Lo facilitó el maestro técnico de la Guardia Nacional, Juan Bautista
Rodríguez.
Esta edición de 3.000 ejemplares
se imprimió en el mes de julio de 2014,

Caracas, Venezuela

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