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Lealtad A Prueba de Galope PDF
Lealtad A Prueba de Galope PDF
Dirección de Investigación
y Asesoría Histórica
Alina Ramírez Imhof
Agradecimientos
Palacio de Miraflores
Ministerio del Poder Popular para la Defensa
(Comandancia General del Ejército Nacional Bolivariano)
Capitán Raúl Álvarez Bracamonte
Teniente de navío Glenda Domínguez Tessman
Teniente de navío Cristóbal Rodríguez Monasterio
Carlos Villafranca
Lic. María Carolina Gamboa
Diseño y diagramación
Armando Rodríguez Hernández
Diseño de portada
Lisbeth Nieto
PRESENTACIÓN 7
PALABRAS PRELIMINARES 11
ESTUDIO INTRODUCTORIO 15
I. Antecedentes socio-históricos
del sistema político venezolano 15
II. La democracia de Punto Fijo: El inicio
del sistema bipartidista represivo, corrupto y capitalista 18
III. 1989-1999: La agudización de la crisis
del modelo puntofijista y el surgimiento
de nuevos actores políticos 24
IV. 1998: El vuelco revolucionario
del sistema democrático representativo.
Recuperación de la soberanía nacional
y de la dignidad de los venezolanos y las venezolanas 31
V. Abril de 2002: De la arremetida conservadora
transnacional al triunfo popular 33
Bibliografía 45
ANEXOS 301
[7]
[8] PRESENTACIÓN
[11]
[12] PALABRAS PRELIMINARES
¡Qué dolor!, pero logre oír tu voz, tu canto, tus órdenes, tus cuentos del
arañero. Voté por Chávez, voté por tu última orden, por tu mandato, por
tu presencia y tu permanencia aún después de la muerte”.
El comandante Hugo Rafael Chávez Frías al iniciar su discurso el
14 de abril de 2002, a su retorno, nos dijo: “A Dios lo que es de Dios, al
César lo que es del César, y al pueblo lo que es del pueblo”.
Como podemos ver es fundamental la espiritualidad revolucionaria
para ser leales a una causa superior. Y también podemos notar que sin
espiritualidad no hay fe, ni esperanza, ni amor, solo intereses personales.
[15]
[16] ESTUDIO INTRODUCTORIO
4 “(…) los partidos políticos del nuevo orden en gestación: AD, Copei y URD se
dedicarán a elaborar los lineamientos (mejor conocidos como el “Pacto de
Punto Fijo”) que a partir de ese momento no solo se constituirán en la base
conceptual de la refundación de la democracia representativa en Venezuela
(de orientación populista) sino que servirán de plataforma para dirimir el
conflicto político planteado en un proceso electoral presidencial organizado e
implantado apresuradamente para imponer un resultado que, cualquiera fuese
la fórmula escogida, garantizara la preservación del orden social existente,
tal y como se había previsto en el Pacto suscrito por aquellos partidos. […]
cualquier actividad política, o cualquier concepción sobre la democracia que
no estuviera encuadrada dentro de los cánones del Pacto de Punto Fijo, sería
considerada como ilegal, repudiable y hasta objeto de represión por parte del
Estado. Es así como la “democracia” que nace de ese pacto y de las elecciones
de 1958, al tiempo que se establece sobre la base de un verdadero secuestro de
la acción política autónoma de las mayorías populares y de sus organizaciones
representativas (partidos, políticos, sindicatos, etcétera), se dota de la “base
legal” que prohíbe y proscribe el disenso y el derecho de la ciudadanía a optar
por otra forma de organización político-democrática de la sociedad distinta
del modelo político puntofijista”. Óscar Battaglini, Ascenso y caída del puntofi-
jismo, Caracas, Galac, p. 28.
[20] ESTUDIO INTRODUCTORIO
5 Marco Tulio Bruni Celli, “Los partidos políticos en Venezuela”, en: María Ramírez
Ribes [coord.a], Venezuela. Repeticiones y rupturas. La reconquista de la convivencia
democrática, Caracas, Informe del Capítulo Venezolano del Club de Roma,
2003. [En línea] URL: http://apps.ucab.edu.ve/clubderomavenezuela/libroc-
de/mtbrunic.doc (consultado por última vez en mayo de 2013).
Lealtad a prueba de golpe [21]
7 Según Battaglini: “Venezuela vive a fines del siglo XX –como ya había ocurrido
a finales del siglo XIX– el síndrome de la decadencia. […] Se trata de un
estado de descomposición social generalizado producto, en este caso, de la
frustración de las expectativas democráticas que se replantearon a raíz del
derrocamiento de la dictadura perezjimenista en 1958. Se ponía así de mani-
fiesto, una vez más, la incapacidad demostrada y, como consecuencia de ella,
el rotundo fracaso en que han terminado siempre los pocos intentos políticos
de las élites que han detentado el poder en Venezuela, dirigidos a instituir un
régimen democrático estable […]. A partir de este momento –y por espacio
de más de cuarenta años–, el país conocerá el desarrollo de una ‘política
democrática’ fundada en los lineamientos trazados por el ‘Pacto de Punto Fijo’
y, sobre todo, en el uso calculado y perverso que las élites articuladas en este
pacto hicieron de la renta petrolera para transar sus diferencias y las que han
existido entre ellas y el pueblo […]. Es necesario agregar que la implantación
de la ‘democracia puntofijista’ no significó el desarrollo de condiciones polí-
ticas, económicas, institucionales, culturales, etc., que permitieran arraigar, de
manera orgánica, cultural, la democracia en nuestra realidad socio-histórica;
[…] lo que se constituye es un cliente cuya voluntad (expresada a través del
sufragio) quedaría secuestrada por las redes del poder político constituido por
las bases del ‘Pacto de Punto Fijo’ y, muy especialmente, por las reglas de los
partidos políticos que se hacen hegemónicos en el ejercicio del poder: AD y
Copei. Fue así como esos dos partidos políticos construyeron la hegemonía
política que durante más de cuatro décadas les permitió alternarse en el poder.
Fue de este modo como el poder y la ‘democracia’ que encarnaron, literalmen-
te se les pudrió en las manos hasta alcanzar la expresión mafiosa de la que
tantas veces habló el Dr. Úslar Pietri. Fue finalmente de esa manera cómo
los problemas del poder público que el bipartidismo debió encarar y resolver
no solo se acumularon sino que se hicieron insolubles en sus manos. A eso se
debe, en definitiva, la derrota política contundente sufrida por AD y Copei en
Lealtad a prueba de golpe [25]
las elecciones del 6 de diciembre de 1998, y que puso a estos dos partidos al
borde del abismo y la extinción”. Óscar Battaglini, op. cit., pp. 216-219.
8 Hugo Chávez Frías, Diez años de la Revolución Bolivariana. Hacia la conquista
de la enmienda constitucional, Caracas, Ministerio del Poder Popular para la
Comunicación e Información, p. 13.
[26] ESTUDIO INTRODUCTORIO
9 Ibídem.
Lealtad a prueba de golpe [27]
16 Steve Ellner, El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto, Caracas, Fondo Editorial
Tropikos, Colección Bicentenaria, Serie Independencia y Revolución, p. 143.
Lealtad a prueba de golpe [35]
Manipulación petrolera
El 9 de febrero del año 2002 se anunció la destitución de Guaicaipuro
Lameda como presidente de Pdvsa, y el presidente Chávez designó al
izquierdista Gastón Parra Luzardo como la máxima autoridad petrole-
ra.
El 25 de febrero, 34 altos ejecutivos de Pdvsa manifestaron su descon-
tento públicamente con el manejo que se le pretendía dar a la industria
petrolera nacional. Su argumento era que la designación de Gastón
Parra Luzardo representaba el acabose ya que según ellos el gobierno
buscaba politizar a la corporación e instaurar una cultura de izquierda
que paralizaría los procesos de modernización. Manifestaron su defensa
a la “meritocracia”, la que, según sus apreciaciones, el presidente Chávez
supuestamente estaba violando.
En medio de ese escenario, la progresiva protesta de la nómina mayor
de los petroleros comenzó a ser respaldada por algunos sectores de los
empleados de la nómina contractual y Fedepetrol, por lo cual la posi-
bilidad de un paro del sector se veía como una amenaza que pretendía
mover las bases del poder político.
En medio de este clima de tensión y amenazas la autollamada nómi-
na mayor, conformada por los gerentes de Pdvsa, lanzó un ultimátum
al Gobierno para que destituyera la nueva directiva de la corporación;
dieron un plazo comprendido desde el 25 de marzo hasta el primero
de abril, a partir del que radicalizarían en sus acciones si se violaba.
Lealtad a prueba de golpe [37]
20 Hugo Chávez Frías, Diez años de la Revolución Bolivariana…, op. cit, p. 21.
Lealtad a prueba de golpe [43]
Bibliografía
Fundación Juan Vives Suriá. Los documentos del golpe. Caracas, Funda-
ción Editorial El perro y la rana, 2009.
Fuentes de Internet
BRUNI CELLI, Marco Tulio. “Los Partidos Políticos en Venezuela”,
en: María Ramírez Ribes [coordinadora] Venezuela repeticiones y ruptu-
ras. La reconquista de la convivencia democrática. Caracas: Informe del
Capítulo Venezolano del Club de Roma [en línea] URL: http://apps.
ucab.edu.ve/clubderomavenezuela/librocde/mtbrunic.doc. (Consultado
por última vez en mayo de 2013).
22 María Iris Varela Rangel (San Cristóbal, Táchira). Militante revolucionaria. Abo-
gada de la Universidad Católica del Táchira con especialidades en Derecho
Constitucional, Derecho Procesal Penal, Nuevo Proceso Penal en Sistema
Acusatorio y Estudios en Criminalística; integrante de la directiva del Partido
Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y actual ministra del Poder Popular para
el Servicio Penitenciario.
[50]
[52] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL
Los antecedentes
Me ha pasado en el transcurso de todos estos años que cada vez que
hablo del 11, 12 y 13 de abril recuerdo cosas nuevas. Yo vivo en el estado
Táchira, a unos cuantos kilómetros de San Cristóbal, y en los inicios
de mi militancia todo se centraba en aquella ciudad y sus alrededores.
Por circunstancias de la vida fuimos articulando unos equipos de traba-
jo, organizándonos siempre con la vista puesta en el peligro que repre-
sentábamos para los intereses hegemónicos del imperio. Las fuerzas
revolucionarias han venido a ocupar aquellos espacios históricamente
arrebatados a los pueblos. Esa es la historia de América Latina.
Muchos militares llegaron al poder gracias a la formación adquiri-
da en la tristemente conocida Escuela de las Américas. La Operación
Cóndor fue montada como una operación de la CIA para acabar con
los movimientos revolucionarios en todo el cono sur, a través de la figura
de los desaparecidos. Es por ello que siempre desde el Táchira hemos
tenido desconfianza y sospechas del entorno militar. Es decir, desde una
perspectiva no contaminada, recibíamos información de algunos lucha-
dores que estaban fuera de nuestras fronteras.
Recuerdo que en el mes de diciembre del año 2001 el presidente
salió con el decreto de las leyes habilitantes. Éramos diputadas y dipu-
tados de la Asamblea Nacional: Cilia Flores, Desirée Santos Amaral,
Iris Varela, Nicolás Maduro, Luis Tascón y otros compatriotas. Hemos
tenido la fortuna de que los diputados provenientes del Táchira –que
surgimos gracias a la Revolución– nos hemos mantenido siempre leales
a este proceso, sin traidores, y por eso es que me siento tan orgullosa de
mis coterráneos. Para ese entonces me la pasaba en el Táchira conver-
sando con mi grupo de activistas, y como dirigente del Movimiento
Quinta República (MVR) era parte de la dirección regional, llegué a ser
la coordinadora, después fui dirigente nacional. Siempre alerté porque
veíamos un movimiento raro; manejábamos un documento que decía:
“Los veinte pasos para el perfecto golpe de Estado latinoamericano” de
la CIA, y al mismo tiempo observábamos los movimientos del clero,
de Fedecámaras, de estos sindicalistas tarifados de la CTV, de algunos
Lealtad a prueba de golpe [53]
Por supuesto que eso llegó a oídos de los traidores, recuerdo que en
la Asamblea Nacional empezaron a promover una comisión para revisar
la Ley Habilitante, y esta señora que tú ves aquí, que no se aguanta una,
se paró y en la cara de Nicolás dije: “Este está traicionando”, y señalé
a varios, entre ellos al líder Alejandro Armas, quien era un dirigente
nacional del MVR y presidente de la comisión de finanzas. Supuesta-
mente la reforma de la Ley Habilitante era una línea del MVR, se decía
que esas leyes iban a afectar al pueblo. Acotaban que el Comandante
Chávez tenía que reflexionar y que había que crear una comisión para
reformar las leyes, además existía la posibilidad de que fuera vetada la
camarada y doctora Adina Bastidas, quien era la vicepresidenta de la
República. Cuando escuchamos todo eso nos paramos, particularmente
comenté: “El diputado que se involucre en esa comisión está traicionan-
do a Chávez, nosotros aquí no vamos a conformar ninguna comisión”,
y armamos el lío. El jefe de la bancada nuestra era Ernesto Alvarenga,
fue entonces cuando ellos decidieron ponerme la piedra de tranca con
Chávez.
Posteriormente, Luis Miquilena, Ernesto Alvarenga, todo ese combo
de traidores, y creo que el presidente Chávez pensaban expulsarme del
movimiento, me citaron a una reunión con la dirección nacional del
MVR. Llegué, y cuando por fin logré entrar afirmé: “Por supuesto que
aquí me van a cortar la cabeza, pero voy a decir todo”. Llegué y espe-
ré un rato, la reunión se efectuó en uno de los salones del palacio de
Miraflores. El Comandante se sorprendió al verme, siempre me chan-
tajeaban con citarme a la dirección nacional por actos de indisciplina.
Llegué, me senté y el presidente me saludó con un beso y dijo: “Ajá,
¿y por qué citaron a Iris?”. Entonces se paró Alvarenga y dijo un poco
de cosas que me dejaron asombrada. En verdad ellos se quedaron sin
argumento de por qué me estaban citando, pero como el Comandante
Chávez nos daba siempre el derecho de palabra cuando nos hacían
algún tipo de señalamiento, me dijo: “¿Iris, qué tienes que decir?”. Le
respondí: “Mire, comandante, tengo que decir muchas cosas: primero,
aquí están conspirando contra usted y están preparando un golpe de
Lealtad a prueba de golpe [55]
Estado. Soy una de las diputadas que asiste todos los lunes a las reunio-
nes de la fracción, pregunte quiénes de aquí van. Somos ciento y pico
de diputados y solamente acuden regularmente como treinta. Siempre
estoy, así que a mí nadie me puede calificar de indisciplinada. Segundo,
no acepto el hecho de que aquí estén promoviendo una comisión para
reformar las leyes habilitantes. ¿Usted sabía eso, Comandante? Yo consi-
dero que eso es traición, quieren lanzarle un voto de censura a la vicepre-
sidenta de la República, Adina Bastidas, pero además –y me le disparé
como una metralleta– dentro de la Asamblea Nacional hay una comisión
que actualmente está estudiando reformar el Código Penal. ¿Usted sabe
quién es el asesor? Pues Alberto Arteaga, el defensor del corrupto Carlos
Andrés Pérez. Comandante, esas son cosas con las que no puedo estar de
acuerdo. Además aquí están fraguando un golpe de Estado”.
Ahí mismo se paró Miquilena y dijo: “Creo que aquí hubo un error.
De verdad la compatriota Iris Varela es una de las diputadas más respon-
sables”. A mí se me cayó la quijada y pensé: “Este viejo traidor”.
Antes de esa cita ya había hecho como diez asambleas populares
denunciándolo por desleal. Hice una campaña desde las bases, estuve en
Caricuao –la gente de ese sector cuando lea este libro tendrá que acor-
darse–. Fuimos a Maracay y también allí dijimos que Miquilena había
traicionado a Chávez. Esto fue más o menos en diciembre del 2001.
Cuando terminó la reunión, el presidente me preguntó si tenía algo más
que decir, entonces le dije: “Presidente, lamento que me hayan traído
a perder el tiempo y hacerle perder el tiempo a usted, porque mañana
tengo la reunión con la comunidad de Morales y tengo que salir ahora,
me iba por avión y ahora me toca irme por tierra para Táchira”.
Nos fuimos en mi carro, yo manejaba y a mi lado iba mi asisten-
te Rosi Navarro. Llegamos al distribuidor de la autopista regional del
centro, el que conduce a San Carlos, pasamos por donde está el terminal,
luego llegamos al elevado y por debajo de este hay una redoma que dice
Tocuyito-Cojedes-San Carlos, dimos la vuelta y, se lo juro, nos dispa-
raron para amedrentarnos; si nos hubieran querido matar lo habrían
hecho. En ese momento yo tenía un Neón vinotinto, todo el mundo
[56] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL
sabía que ese era mi carro, con él iba para la Asamblea Nacional. Mi
error fue decir en esa reunión, después de desenmascarar a los traidores,
que me trasladaría por tierra, parecía que nos estaban esperando cerca
del elevado. Gracias a Dios no pasó nada. Seguí mi camino. Eso siempre
lo he relacionado con aquella reunión. Como te dije, eso fue en diciem-
bre; luego en los meses de enero, febrero, marzo, y el primero de abril
empezaron a pronunciarse los traidores y los militares.
Recuerdo que un día abordé a Cilia Flores y a Nicolás Maduro en
su vehículo, me monté en su camioneta y me senté atrás, salíamos de
la Asamblea y les comenté: “Tengo la información de que hay unos
cuatro generales del entorno de Chávez que lo van a traicionar, es de
buena fuente, están preparando un golpe de Estado, tienen que tener
cuidado”. Les di unos detalles que no puedo revelar ahorita, todo tiene
su momento, y les expliqué además que lo que me habían informado
se había dado permanentemente. He trabajado con inteligencia social
y mis fuentes son de primera mano. Como yo estaba buscando a quién
pasarle la información, también hablé con el general desleal Manuel
Rosendo y le dije que unos militares del entorno de Chávez lo iban a
traicionar. Bueno, supondrán como él procesó esa información.
está lo que hizo el pueblo después del golpe de Estado, en este momento
que no tenemos al Comandante físicamente desbordó las calles. Enten-
demos que el pueblo ha sabido interpretar muy bien su legado, hacia
dónde nos dirigimos, porque aquí todos estamos dispuestos a todo,
¡estamos resteados!
Así empezamos. Nos quedábamos en el palacio, hacíamos vigilias y
cuidábamos. Para entonces yo tenía la función de presidir una comisión
de integración que estudiaba los Tratados de Libre Comercio (TLC),
con la visión y misión de desentrañar todo ese paquete neoliberal para
así poderlo contraatacar. El presidente me había nombrado también
integrante de una comisión de alto nivel para estudiar la propuesta de
la Alba (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América), así
que estudiaba todos esos tratados de integración, qué se pretendía con el
Alca (Área de Libre Comercio de las Américas) y el Mercosur (Mercado
Común del Sur). Debido a estas responsabilidades, el 11 de abril estaba
recibiendo al embajador de México para que nos contara la experiencia
del pueblo mexicano con respecto al TLC con Estados Unidos y Canadá,
con el que, por cierto, México se llevaba la peor parte. Estando en eso
nos llegó la denuncia de que la marcha anunciada desde Parque del Este
a Pdvsa en Chuao iba a ser desviada hacia Miraflores.
¿Qué hicimos? Primero terminar la reunión; me acuerdo que también
había un concierto en la Asamblea Nacional de un guitarrista con una
orquesta sinfónica, entonces le dije a Desirée Santos que nos fuéramos
para el palacio de Miraflores, pero finalmente terminé yéndome sola
porque ella se quedó con mi cuñado. Llegué hasta allá caminando, subí
por las escaleras de Puente Llaguno pintada con dos rayas de color
rojo –bueno, estábamos en combate defendiendo la Revolución– y nos
fuimos a lanzar nuestras consignas desde la tarima. Como a las tres de la
tarde el presidente empezó su alocución, queríamos que fuera en cadena
nacional, entonces nos dimos cuenta de que estaban partiendo la panta-
lla y empecé a decirle desesperada a Francisco Ameliach, quien también
era diputado, que hiciéramos algo, que eso era un irrespeto, que tenían
que intervenir y tumbar la señal a estos canales: “Túmbenles la señal,
[58] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL
Como a las diez de la noche recibí una llamada de Cilia Flores pregun-
tándome dónde estaba, le contesté que me encontraba en la tarima, me
dijo que me bajara de ahí, que me iban a matar, que había un golpe de
Estado en marcha: “No, es que yo no me puedo bajar de aquí, hay que
decirle eso a la gente, ellos no se van a ir de aquí”. “El Comandante dijo
que todos nos protegiéramos –continuó diciéndome Cilia– el regional 5
se alzó, ya no hay nada que hacer aquí, el Comandante lo que quiere es
que preservemos la vida, que no haya derramamiento de sangre, porque
esa gente fascista viene dispuesta a todo”.
Me senté en el murito de la tarima para pensar la manera de decir-
le a toda esta gente lo que estaba ocurriendo. Llegaban llorando y me
preguntaban: “¿Qué pasa, diputada?”. Finalmente les dije: “camaradas,
hay un golpe de Estado, traicionaron al Comandante, el regional 5 se
alzó”. Todo lo que me había contado Cilia por teléfono se los dije: “Esa
es la información que tenemos. Llegó la hora de ver lo que está pasando
allá adentro”. Entonces entré al palacio con Luis Tascón y con Julio
García Jarpa, donde me encontré con Marelis Pérez Marcano, Adel
El Zabayar, estaba también Willian Lara, quien era el presidente de la
Asamblea Nacional, y varios diputados más. Nos pusimos a esperar. Yo
siempre compartía con Tascón, comentábamos con amargura que todo
lo que estaba sucediendo nosotros lo habíamos alertado.
Bueno, empezó la sospecha generalizada sobre todo el mundo, y del
que uno veía medio raro decíamos: “¡Este es un hijo de su mamá! ¡Este
es un traidor!”. Recuerdo que pasó Rosendo y le dije: “¡General, usted
es un traidor!”. No quiso detenerse a hablar con nosotros, había venido
a buscar a Chávez para llevárselo. Entonces pasó todo aquello que se
supo después.
Nunca pensamos abandonar el palacio. Freddy Bernal nos decía que
iban a bombardear. “Bueno, moriremos. Hasta aquí llegamos”, pensaba.
Recuerdo que llamé a mi papá, quien es un revolucionario muy creyente,
él ya murió: “Papá, hay un golpe de Estado, van a matar al Comandante”.
Entonces me dijo: “Hija, tenga fe que el presidente es un misionero, yo
tuve una visión de que viene una legión de ángeles a salvarlo, él tiene
Lealtad a prueba de golpe [61]
otra vez hasta la Asamblea Nacional donde pudimos hablar con Willian
Lara en torno a cómo él percibía lo que estaba sucediendo.
Decían que yo estaba escondida en la embajada de Cuba, aunque
en verdad nosotros pretendíamos ir para allá y decir: ¡Aquí estamos!
¿Me entienden? Además nunca nos escondimos, ahí están los videos
que demuestran dónde estuvimos el 11, 12, 13, 14, 15, 16, 2001, 2002,
2003, 2011, 2012 y dos mil siempre, ahí están. Nunca nos vamos a ir de
aquí, así como no se fue Chávez, aquí quedaremos sembrados, porque
nosotros sí amamos esta patria.
Recuerdo perfectamente cuando llegamos esa mañana del 12 a
la Asamblea Nacional, era como si no existiéramos. Ahí estaban los
diputados adecos, pero a nosotros nadie nos veía. Entonces entramos
en la oficina de la presidencia durante un buen rato. Vimos que la cosa
estaba muy rara y empezamos a organizarnos: que si vamos a instalar el
Gobierno en Maracay; no, que si vamos a declarar aquí la resistencia;
que si vamos a denunciar el golpe de Estado, y empezamos a planificar
muchas cosas con Willian Lara. Después llegó Pedro Carreño, cuando
anunciaron la cadena terrorífica, la cadena de la democracia, democracia
del grupito de escuálidos sátrapas. “Ahí viene la cadena nacional, vamos
a ver” –dijimos–, pero el que salió fue el Fiscal General, Isaías Rodríguez,
a quien vimos denunciando el golpe.
Hubo un momento en que empezamos a preguntarnos qué hacíamos
en la Asamblea, ningún periodista nos entrevistaba, era como si no
existiéramos. Además, había una actitud muy traidora de la Guardia
Nacional del palacio. Pensábamos que lo que teníamos que hacer era
distraer al Gobierno de facto, desconocerlo y para ello debíamos reunir a
los diputados; pero no pudimos, éramos únicamente un grupito pequeño
que había quedado aislado, hubo muchas fallas para podernos comunicar,
teníamos los teléfonos intervenidos, también muchos diputados nos
traicionaron, como por ejemplo Ernesto Alvarenga, Alejandro Armas,
Alberto Jordán Hernández, aunque hubo otros que no sé qué les pasó,
perdimos contacto. Luis Tascón sí me dijo: “Me voy para Táchira, porque
Lealtad a prueba de golpe [63]
allá hago más que aquí, tengo a todo mi equipo. Usted trate de no viajar
porque la pueden fregar, a mí casi no me conocen”.
Entonces Pedro Carreño me preguntó con quién andaba, le contesté
que con Desirée Santos. “No, véngase conmigo que a usted la andan
buscando para matarla”. Él ya había visto la famosa revista Bohemia,
en la que salían todas las fotos nuestras; no nos estaban buscando
precisamente para darnos un caramelo, sino para lincharnos. Recuerdo
que la noche anterior nos velaron “simbólicamente” frente a La Carlota,
en un muro. Antes de salir de ahí me puse a pelear con la Guardia
Nacional: “¿Ustedes no van a hacer nada? ¿Ustedes no juraron lealtad a
la Constitución y al comandante en jefe? Aquí hay un golpe de Estado”.
Los tipos me miraban así como que ya nosotros habíamos perdido nuestra
condición de diputados. Claro, esto sucedió después de que leyeron por
televisión el famoso decreto de Carmona, según el cual se destituían
de sus cargos a los diputados de la Asamblea Nacional. Estos guardias
acataron esa orden desconociendo la soberanía popular y la voluntad del
pueblo venezolano. Pedro Carreño me conminó a irnos porque nos iban
a matar ahí. Nos montamos en un carro él, Rodolfo Gutiérrez –quien
iba manejando– y yo. Pedro me decía que me escondiera: “Yo puedo
pasar más disimulado y Rodolfo también, pero a ti te andan buscando,
escóndete”. Entonces me acostaron en la parte de atrás del carro.
Finalmente nos fuimos a otro lugar seguro en una zona que yo no
conozco de Caracas y cuando llegamos me conseguí al gordo Juan
Barreto. Cuando lo vi nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Duramos
horas intentando comunicarnos, recibimos varias llamadas a su teléfono,
él pudo hablar con periodistas internacionales y declaramos para una
radio de Argentina y México. Supimos que en Globovisión vetaron
unas palabras de la primera dama, Marisabel Rodríguez, porque aducían
que esa era mi voz, no la de ella. No sé si de alguna manera yo tengo
un timbre parecido al de Marisabel, no lo creo, y menos el acento, mi
acento no lo pierdo. El asunto es que estos fascistas tenían una orden:
desaparecer al chavismo de la pantalla y decirle a todo el pueblo que a
nosotros nos habían matado, eso fue lo que le dijeron al soberano.
[64] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL
Deyanira Rivero: ¿Cree usted que nosotros, como Revolución, como gobierno,
tuvimos algunos errores? Y en cuanto a la derecha, ¿qué equivocaciones cree
que cometieron?
Iris Varela: Fíjate, por supuesto que cometimos errores, pero creo que
en un proceso revolucionario a veces esas conspiraciones deben ser como
algo natural, para lo cual debemos estar preparados. Este es el pueblo que
acompañó a Bolívar durante la gesta independentista; que salió el 27 y
Lealtad a prueba de golpe [69]
mí, aquí está él”. Qué bueno, porque aquí no puede haber lugar a dudas,
nada de que este es mejor que el otro. Es Nicolás Maduro a quien desig-
nó Chávez. Además conocemos a Nicolás Maduro y, como siempre,
el presidente fue muy certero. Nicolás Maduro es un hombre sencillo,
humilde, de buen corazón, un hombre del pueblo, que va a gobernar
para el pueblo, además siempre fue leal a Chávez.
A mí me da muchísimo sentimiento con Nicolás, yo me imagino
cómo se debe sentir, tener que asumir esto porque el Comandante no
está, es muy doloroso para todos nosotros. Sin embargo él sabe que
cuenta también con nuestra lealtad. Aquí lo que se impone es la unidad
de los patriotas, ese es el llamado para el pueblo.
La irreversibilidad de la Revolución
D.R.: ¿Usted cree que ya la Revolución es irreversible?
I.V.: Sí, les repito y es válido reafirmarlo, fuimos sometidos a las más
duras pruebas, con Chávez y sin Chávez: el hecho de su desaparición
física, que es la peor prueba que pudimos haber atravesado; su larga
enfermedad y las elecciones de gobernadores el 16 de diciembre de
2012, estando él enfermo, alejado de la campaña, y, sin embargo, este
pueblo se creció, para esas elecciones sacamos más votos y recuperamos
más espacios que el 7 de octubre en las elecciones presidenciales. Creo
que así va a ser ahora, hay mucha gente que se ha acercado, ese palo de
agua del 4 de octubre nos multiplicó como a los “gremlins”. Nosotros
abusamos con ese llenado de las siete avenidas, a lo que estos apátridas
de la oposición respondieron con que les habían pagado. Resulta que
esos “pagados” son los que mantienen firme su sentimiento y continúan
haciendo cola allá en el Cuartel de la Montaña para tocar el sepulcro del
Comandante. Esos para mí son los signos que evidencian que esto no
tiene vuelta atrás, que es irreversible; y repito, esto avanzará con nosotros
a la cabeza o con nuestra cabeza, estamos convencidos de eso.
[72] Min.a MARÍA IRIS VARELA RANGEL
C.M.: Voy a darle una serie de palabras y me contesta con lo primero que le
venga a la mente. ¿Chávez?
I.V.: Patria.
C.M.: ¿Revolución?
I.V.: Legado.
I.V.: Lealtad.
I.V.: Amor.
I.V.: Combate.
D.R.: ¿Futuro?
D.R.: ¿Sueño?
D.R.: ¿Triunfo?
D.R.: ¿Derrota?
D.R.: ¿Fosforito?
I.V.: Creo que las mujeres en este país tienen mucho que agradecer-
le al Comandante. Primero, porque aquí ya no hay necesidad de que
las mujeres sigan combatiendo y aspirando cosas por las cuales nunca
fueron escuchadas, sino que el presidente llegó y dijo: “Esta Revolu-
ción es feminista, la primera vicepresidenta de esta República va a ser
una mujer”, y designó a Adina Bastidas. Luego designó ministras en su
gabinete, es decir, aquí se hizo natural la participación de la mujer. Un
revolucionario, ¿qué más íbamos a esperar nosotros de Chávez? Chávez
se comprometió con toda la lucha histórica de la mujer por sus reivin-
dicaciones, desde la más alta magistratura de este país dijo: “La mujer
es lo más sagrado, tiene su espacio protagónico en esta Revolución”.
De hecho, nosotros lo hemos visto: ¿Quién preside el Tribunal Supre-
mo de Justicia? ¿Quién ha presidido el Consejo Nacional Electoral?
¿Quién preside el Poder Ciudadano? Tres poderes de la República. En
la presidencia de la Asamblea Nacional estuvo Cilia Flores, y en las vice-
presidencias estuvo Desirée Santos Amaral, Noelí Pocaterra y, en estos
momentos, Blanca Eekhout como segunda vicepresidenta. En la Fuerza
Armada, Carmen Meléndez es la primera almiranta de la República.
Desde la época de la Independencia, ¿cuál era el más alto rango al que
llegaban las mujeres? Coronelas, capitanas de navío; ahora hay gene-
ralas. Hemos visto a mujeres militares piloteando aviones, disparando
tanques, comandando pelotones.
Ahí está la mujer venezolana, echada para adelante, resteada; muje-
res que en la época de la Independencia –cuentan los historiadores– se
vestían de soldados para poder combatir, que entregaron sus hijos a la
causa de la Independencia, como lo hizo María del Carmen Ramírez,
allá en Táchira, o como lo hizo también Manuela Sáenz, quien ascendió
a coronela no porque fuera un amor del Libertador Simón Bolívar sino
porque ella combatió en la Batalla de Pichincha.
En Venezuela tantas mujeres de la historia han sido reivindicadas por
Chávez. Las desconocíamos porque nos escondieron la historia patria.
Lealtad a prueba de golpe [75]
[76]
[78] G/B MANUEL BERNAL MARTÍNEZ
contra. Por eso es que agradecer es lo mínimo que podemos hacer hoy
nosotros los venezolanos y el resto del mundo por ese ángel que papá
Dios nos mandó. Aún nos parece increíble que se nos allá ido, pareciera
que es nada lo que estuvo con nosotros; comparto y de acuerdo estoy
con lo que dice mi general Jacinto Pérez Arcay, su maestro, poco más o
menos: “Hugo hizo como un rayo, entró en las tinieblas y en la oscuri-
dad para iluminar, y de inmediato se fue”. Definitivamente fue un ángel.
y otros municipios del estado, sus líderes sociales al frente, en especial los
círculos bolivarianos que tanto habían sido satanizados por los acomple-
jados de la “raza superior”, con estos movimientos de los cuales yo tenía
contacto personalmente se logró el objetivo.
Destacadas fueron las participaciones de mi capitán patriota Raúl
Álvarez Bracamonte y muchos de sus seguidores líderes, decisiva fue
la actuación de mi hermano compañero el teniente Juan Carlos Otaiza
Castillo, valiente y desprendida la actitud del alcalde de mi municipio
Argenis Loreto. Con ellos y otros tantos se ejecutó un plan de movili-
zación hacia el perímetro de las instalaciones de la 41 brigada blindada
donde ya estaban detenidos en sus calabozos gran parte de los sargen-
tos músicos militares patriotas de la banda marcial, que se habían reve-
lado al institucionalista general Rangel López debido a su actitud de
desconocimiento a la autoridad de nuestro presidente y comandante en
jefe. Esos compañeros sargentos dieron ejemplo de gallardía, la presión
popular y la entrevista persuasiva de Juan Carlos Otaiza fueron determi-
nantes para neutralizar. Los tenientes coroneles estaban apegados a su
general, no así la capitanada, la tenientada y la sargentada bolivariana, ni
que decir de nuestra tropa alistada. ¡Ellos más resueltos que nadie! Sabía
todo esto desde mi puesto de mando porque teníamos una perfecta red
y generamos en medio de la urgencia un buen plan de comunicación.
Entramos en contacto con otras latitudes, recuerdo perfectamente
desde el Táchira la llamada que me hizo mi hermano, camarada y amigo,
hoy capitán bolivariano José Ángel Calatayud Pedra, quien se encontraba
entonces con mi mayor Édgar Hernández Behrens. Ambos me informa-
ron de la situación de la región y a su vez les actualicé las de Carabobo.
Seguidamente Calatayud Pedra me indicó que ellos estaban en la gober-
nación y me dijo que estaba presente el traidor general golpista Luis
Itriago Tineo, quien usurpó vilmente la gobernación del Estado con el
cargo de gobernador provisional, ¡cual carmonista pues! Calatayud Pedra
me propuso que le hablara por teléfono al general y lo asusté inventan-
do un escenario: “General, deponga su actitud, en este momento van
helicópteros artillados repletos de comandos paracaidistas a rendir a los
Lealtad a prueba de golpe [91]
darse para que ocurran cosas maravillosas. Tuvo que suceder el big bang,
la explosión universal, para que surgiera el planeta, pues lo que somos
y donde estamos ahora, aunque suene muy drástico, es producto de un
caos. Introduzco de esta manera porque ahora comprendo que el golpe
era inevitable si tomamos en consideración que nuestro Comandante
decidió restearse con su pueblo. Visto desde esa perspectiva no se puede
ver como error sino como una necesidad ineludible. En términos milita-
res ceder terreno al enemigo no es perder si la intención es ganar tiempo
para crear condiciones favorables y contraatacar.
Abro un paréntesis para recordar que nuestro Comandante era un
maestro de contraataque, demostración magistral de lo cual fue cuando
aceptó ir a su referéndum revocatorio, la Campaña de Santa Inés. ¿Lo
recuerdas?
Pero volviendo a la respuesta, estoy convencido y así lo hemos
compartido muchos amigos, que el haber implosionado a Pdvsa fue el
estimulante y acelerador para que la burguesía saliera de su órbita y
llevaran al país al cadalso, nuestro mismo Comandante lo refirió después
cuando volvimos a la calma. ¿De qué otra forma se podía llevar adelan-
te los programas sociales en mente para nuestro pueblo sin el respal-
do financiero de nuestra primera fuente de ingresos? Eso habría sido
imposible con la empresa estatal en manos de los mantuanos. Entonces,
contradictoriamente, nuestro error era necesario para generar el error de
ellos y obtener el resultado deseado. Es obvio que los riesgos fueron de
antología, siendo el más crucial y peligroso cuando nuestro Comandan-
te estuvo en manos de sus captores, pero él mismo no veía alternativa
en este escenario, estaba convencido de que para poder cumplir con los
pobres era así o no era; y si hay algo que él no soportaba era fallar a su
pueblo, lo demostró todas las veces sin excepción. Pero todo al final,
hermano, se dio tan perfecto. Por eso dije antes que Dios con sus propias
manos movió todo y provocó todo, así como provocó el Big Bang. Amén.
todavía no lo sea, ¿cuáles son los medios que tenemos que perseguir para que
sea irreversible?
D.R.: La teoría que tiene la derecha de que este pueblo solamente sirve
para el bochinche.
[96]
años para que más nunca ocurra un 11 de abril. De allí nace aquella frase que dice:
“Todo 11A tiene un 13A”.
Después de esta reflexión quiero agradecer a nuestro Comandante Eterno Hugo
Rafael Chávez Frías por haberme dado la oportunidad de pertenecer a esas glorio-
sas filas de su Guardia de Honor Presidencial y manifestar en este escrito que siento
el honor más grande que me ha consagrado nuestro Dios y la República: haber esta-
do junto a él durante muchos años. Estar al lado de un gigante como él me permitió
aprender, madurar como revolucionario y afianzar para siempre mis convicciones
de combatiente de la Revolución Bolivariana para continuar su legado, que es el
mismo legado de nuestro Libertador Simón Bolívar: la unión e integración de todos
los pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
También quiero agradecer muy efusivamente a ese gran líder mundial, padre, guía
y maestro revolucionario de todos los revolucionarios de esta tierra, comandante
Fidel Castro Ruz, quien ha sido luchador social y defensor de las clases más necesi-
tadas, ejemplo de valentía, moral y constancia ante un mundo lleno de injusticias,
dominado por ese capitalismo liderado por el imperio más feroz de todos los tiempos,
que impuso un bloqueo económico atroz a ese noble pueblo de Cuba. Fidel con sabi-
duría lo supo conducir hacia la victoria.
Gracias a una llamada realizada por el comandante Fidel a nuestro Comandante
Eterno, Hugo Chávez, esa tarde del 11 abril de 2002 pidiéndole que no se “inmolara
como lo hizo Allende”, hizo posible que reflexionara y decidiera horas más tarde tras-
ladarse hacia la Comandancia General del Ejército en Fuerte Tiuna a conversar con
los generales traidores de ese momento.
Por último, gracias a mi Dios todopoderoso; a mis padres: doña Teresa Fortty de
Domínguez y don Rafael Antonio Domínguez Hernández (en paz descanses mi
viejo); a mi amada esposa Yojana Milagros Peña de Domínguez y a mis adorados
cuatro hijos: Eldán, Rafael, Daniel y José Ángel.
[97]
Lealtad a prueba de golpe [99]
Antecedentes de abril
Los días de abril fueron duros, había mucha tensión, particularmente
el 10, 11, 12 y 13. En esos momentos mi preocupación era doble porque
mi papá había tenido un accidente cerebrovascular y lo ingresaron en el
Hospital Militar. Ahí en el hospital aproveché y pasé revista de la insta-
lación: de los 24 ascensores subían dos, donde llevaban la comida, por lo
que empecé a dar novedades. Me llamó mi Comandante y le comenté
lo que veía, entonces él me decía: “Ya va, ya va, hijo no me digas más
nada, voy a hacer unas llamadas”. Esa fue la sentencia. No me llamó
más, y como a la hora llegó el Alto Mando: Vásquez Velasco, quien era
el comandante del Ejército, y algunos oficiales generales que se fueron
a la plaza Altamira. Seguidamente me dijo: “¿Cómo está el mayor?”. La
esposa de Vásquez Velasco comentó: “¿Así que usted es el edecán de
Chávez? Le voy a decir algo: cuando le vaya a pasar la novedad a él no
diga nada más lo malo, diga lo bueno”. Ahí me molesté y le dije: “Estoy
claro, señora, lo que pasa es que quien está ahí no es su papá”, y empeza-
mos a discutir. Luego estas personas se fueron.
Durante ese contexto de tensión me dieron permisos para visitar a
mi papá: yo estaba entre el hospital y el palacio. El 7 de abril de 2002
ya se veían las manifestaciones de la oposición, los grupos protestaban,
intervenían Guaicaipuro Lameda, presidente de Pdvsa, y sus aliados
para instigar. Mi papá murió ese día. Estoy seguro de que me lo dejaron
morir porque era el padre de un edecán de Chávez. Sí, a él lo mataron,
dieron esa orden. Recuerdo que mi Comandante me llamó a la una de
la mañana de ese día 7 y me preguntó: “Domínguez Fortty, ¿qué prefie-
res? –fíjense en lo humano y sensible que era mi Comandante– ¿Que
vaya ahorita a compartir un rato con tu familia o que vaya mañana? Si
voy mañana no podré estar con ustedes porque la gente me va a abor-
dar, acuérdate de que hay problemas en el país”. Yo le dije: “Bueno, mi
Comandante, véngase ahora mismo”. Visitó a mi papá, que ya lo estába-
mos velando esa noche.
Esa noche fue y se paró en la urna y le dijo a mi papá unas palabras:
“Viejo, tú eres un revolucionario y yo te prometo que por lo que tú
[100] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY
momento en que el avión perdió hasta dos mil pies de altura de un solo
golpe. Lo cierto fue que llegamos a Senegal –para que vean las cosas
de la vida– y lo primero que hicieron los pilotos cuando se bajaron fue
persignarse y mandar a hacer una misa, porque en verdad la experiencia
fue dramática. Luego íbamos hacia Arabia Saudita y recuerdo que mi
Comandante literalmente nos preguntó: “¿Cuánto nos falta?”. “Nos falta
como cuatro horas más, mi Comandante”. Y él siempre con su jocosidad
nos dijo: “Bueno, si nos falta poco, cuatro horas, vámonos poco a poco”.
Como si fuéramos en un carro. De ahí nos fuimos poco a poco. Claro,
ya del otro lado del mundo era de día y los pilotos podían maniobrar
de forma visual, no necesitábamos el radar. Dependíamos, inclusive, de
una empresa estadounidense que proveía los repuestos, pues el radar no
se conseguía.
Hicimos escala en Nigeria, en Egipto y seguimos hasta llegar a
Arabia Saudita. Allí nos recibió en aquella oportunidad el rey Abdalá
Bin Abdalaziz, quien en ese momento era el príncipe. Cuando terminó
la actividad el rey nos apoyó con un avión de él, un Boeing 777. Eso
sí era una inmensidad de avión, ese era el avión de un rey, tenía dos
pisos. Recuerdo que todos nos regresamos en butacas de primera clase y
mi Comandante vino descansando en el segundo piso del avión, donde
había una cama, porque el viaje era largo. Esas son las cosas de la vida,
pero aquí la oposición cómo atacó, ¿no?: “¡Es que ahora Chávez se cree
un rey, se compró el camastrón; tiene un jacuzzi con las duchas de oro!”.
Nadie cuenta que nos íbamos matando.
En una oportunidad llegamos a otro país y escucho a Guaicaipuro
Lameda conversando con unos ministros: “Oye, tú sabes la cosa, ¿no? Tuve
que prestarle mi avión a Chávez”. No me aguanté y le dije: “Mi general,
¿su avión? ¿Ese avión es suyo o de Pdvsa?”; contesta: “¿Y usted quién es?”,
claro, nosotros siempre íbamos de civil y a veces ellos ni se daban cuenta
de que éramos militares. Respondí: “Soy el mayor Domínguez Fortty”.
Entonces me dijo: “Sí, bueno sí, es de Pdvsa”. Esos eran indicios de que
ellos andaban en conspiraciones.
Lealtad a prueba de golpe [103]
son mi seguridad? Cuídenme”. Eso es solo para que vean el riesgo que
siempre corría mi Comandante. Ese 7 de agosto de 2002 las Farc ataca-
ron el palacio de Nariño y hubo diecisiete muertos. Ya teníamos un plan
en caso de ataque y sacamos a mi Comandante del palacio, pero por un
lado se le pegó en un brazo quien era en aquel entonces presidenta de
Panamá, Mireya Moscoso, y por el otro lado se le pegaron el príncipe
y los españoles de la guardia civil, quienes me decían: “Oye, si ustedes
sacan a Chávez, nosotros sacamos al príncipe”. Como estaban cayendo
las granadas, los sacamos. Llevamos a mi Comandante al aeropuerto y
lo embarcamos en el avión presidencial. Él me dijo: “Quédate, y hasta
que no saques al último de los hombres venezolanos pertenecientes a la
comitiva no te vayas para Venezuela”. Cumplí la misión. Era una situa-
ción de riesgo, sin embargo las órdenes del Comandante ni se analizan
ni se discuten, se cumplen. A pesar de que él sabía la información, deci-
dió que iba a viajar y nosotros cumplimos la orden, lo cuidamos.
Eso sucedía mucho. El 11 de abril mi Comandante quiso ir a negociar
con los generales y así fue. Cuando llegó lo tenían emboscado, estaban
todos esos traidores. Pueden constatar, hay pruebas, hay fotografías donde
salen Rosendo, Héctor González González, el cardenal, Medina Gómez,
el inspector del Ejército, Ruiz Guzmán, Molina Tamayo, Camacho Kairuz
–quien era viceministro de Interior y Justicia–, todos esos traidores.
Lo cierto es que ya ellos tenían su plan, tenían al hombre que iba
a llevar a mi Comandante y que, supuestamente, lo protegería en su
sitio de aprehensión. Esa noche, como no nos dejaron estar con él, deci-
dimos regresarnos al palacio. Al día siguiente ya habían nombrado a
Carmona Estanga presidente de la República. Es cuando él en el salón
Ayacucho del palacio de Miraflores exclama su auto de juramentación:
“Yo, Carmona Estanga…”. Y entonces el otro decía: “Se destituye la
Asamblea Nacional”, y los tipos aplaudiendo. “Se destituye al Poder…”,
y volvían a aplaudir, contentos y muertos de risa. Nosotros todavía nos
encontrábamos en el palacio. Mi general Suárez Chourio era el jefe de
todos en la USPP [Unidad de Seguridad y Protección Presidencial], yo
era el segundo jefe de la escolta de la caravana, y hay que destacar que
Lealtad a prueba de golpe [107]
estaban todos estos muchachos que son unos héroes anónimos: Medina,
Franklin Díaz, Meléndez, Christopher, Villamizar y algunos otros que
pido disculpas por no nombrar. Resolvimos reunirnos ese día porque
nuestra oficina quedaba justamente al lado de dicho salón, y desde allí
escuchábamos las risas. Yo todavía tenía la llave del parque de armas,
donde se guarda el armamento.
La caravana cumple una función diferente a la del regimiento de la
Guardia de Honor Presidencial, obedece a un orden establecido por
anillos de seguridad, éramos los responsables del primero y segun-
do anillo del Comandante. Imagínense, esa es la parte más cercana
al Comandante y el regimiento de la Guardia de Honor, que en ese
momento lo comandaba el coronel Morao Gardona. Decidimos reunir-
nos primero y dijimos: “Vamos a llamar al coronel Morao Cardona,
estos señores están en el salón Ayacucho; están todos envilecidos por el
poder, pero nosotros todavía tenemos las llaves del armamento. Vamos a
atraparlos a todos, a mi Comandante se lo llevaron y allá adentro está el
cardenal”. A lo mejor era una locura, entonces dijimos: “Vamos a agarrar
al cardenal y negociamos con ellos. Si no nos traen a mi Comandante
lo fusilamos”. Entonces dijimos: “Si el coronel Morao garantiza que van
a sacar las tropas del regimiento de la Guardia de Honor Presidencial y
que se va aplicar el plan de defensa, entonces así lo haremos”. Lo cierto
fue que lo llamamos y esperamos que llegara a la oficina.
Nosotros estábamos infiltrados, teníamos un escolta dentro de nues-
tra caravana que era Disip, esa gente nos tenía infiltrados y reportaban
directamente los movimientos de mi Comandante. El día 12 observé
que donde se estacionan los carros entró una camioneta 4x4 y apareció
un Disip que era escolta, parte de nosotros, y me dijo: “Mire, mi mayor,
le presento a mi hermano”. Era un mayor de la Guardia Nacional, novio
de Patricia Poleo. Recuerdo que el Disip se llama Jimmy Mendoza, y su
hermano venía a reunirse con su novia quien estaba participando en el
acto de juramentación de Carmona en el salón Ayacucho. Inclusive, esta-
cionó la camioneta allí, donde paran los vehículos de mi Comandante y
de la caravana. Llegó el coronel Morao, nos sentamos todos y dije: “Mi
[108] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY
que nos conformábamos con las tres “C”: cobre, caña y cuca. Resulta que
hoy en día nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) está
preparada. Nosotros también somos hombres –y ahora mujeres– que
venimos del pueblo, que estudiamos, que pensamos y que tenemos cora-
zón. Eso fue lo que pregonó mi Comandante, es el legado que nos dejó:
la FANB y el pueblo unido; ese binomio debe ser inseparable.
Retomemos las últimas horas antes de que se llevaran al presidente.
Esa noche había mucho nerviosismo, mucha tensión, entraba y salía
gente. Recuerdo bien a esos generales porque ellos ya estaban conspi-
rando, entraban, salían. Llegó mi Comandante, se encerró y duró un rato
meditando, pensando. Después entró el profesor Giordani, y sucesiva-
mente fue llamando a su gente. Entró mi general Suárez Chourio, quien
era el jefe de la seguridad. Esta gente amenazaba con atacar el palacio
y, verdaderamente, mi Comandante no quería que corriera sangre, esa
fue la verdadera razón por la cual él negoció. Corrían rumores de que mi
Comandante se iba a pegar un tiro en la cabeza. Pero eso era mentira,
solo pensaba y meditaba para poder actuar con sabiduría e inteligencia.
Nosotros decíamos: “Aquí morimos con las botas puestas, aquí nadie
se mueve, lo que diga mi Comandante eso es”. Esa fue la decisión que
se tomó. Bueno, inclusive, hasta el mismo ministro de Infraestructura,
Hurtado Sucre, que se montó en el carro con mi Comandante, era voce-
ro también; llegó allá y estaba todo cuadrado y risueño, ahí existe la duda.
Fueron dos carros negros que salieron, ahí se quedó la gente llorando de
impotencia, pero esa fue una decisión de mi Comandante; él decidió salir.
Baduel lo llamó. Estaba el coronel Manuel Bernal Martínez, mi compa-
ñero y amigo, que es hoy en día comandante; fue compañero de celda
del 4 de febrero del mismo batallón, él estaba en la Compañía de Honor
24 de Junio en Carabobo. Ahí todo el mundo estaba activo, inclusive
él se le reveló al comandante de la brigada blindada porque en aquella
época, a pesar de que esa era una compañía de la GHP, él dependía del
comandante de la brigada blindada en Valencia. Se le reveló al general
que estaba allí y se puso a la orden de la GHP. Eso fue una activación.
Lealtad a prueba de golpe [115]
“Tome, cepíllese con esta agua”, porque no es nada más que te vayan a
matar con una bacteria sino que llegues a un lugar y el presidente se
tuviera que cepillar con esa agua que está contaminada, que no lo mata-
ría pero le daría problemas estomacales, lo que podría desestabilizar si
tenía que ir a una cumbre o a alguna actividad pública. La seguridad era
todo.
La seguridad es un sistema. El sistema se define como un conjun-
to de elementos donde cada uno tiene una función diferente, pero
todos trabajan para un objetivo común; en este caso era la seguridad
de mi Comandante. Podríamos hacer aquí un ejercicio y preguntarle a
cualquiera de las muchachas que están ahora escuchando: “¿Tú, tienes
casa? ¿El Gobierno te dio casa?” Si no estás convencida y no tienes tu
conciencia revolucionaria bien clara te podrían comprar: “Yo te voy a
dar tanto, toma”. Al que está cuidando el carro, “te doy tanto. Lo único
que vas hacer es voltear los ojos”, y cuando pase le voy a poner un C4 al
vehículo. Imagínense lo difícil que es trabajar en la seguridad, es cues-
tión de conciencia, ahí es en donde les hacía hincapié a los escoltas, me
preocupaba por lo más mínimo.
Fuimos transformando el equipo de seguridad hasta que nació el
GRAT. ¿Por qué nació este órgano? Porque dentro de nuestra caravana,
al terminar la presidencia de Caldera, existía una patrulla de la Disip a
modo de refuerzo; pero esa gente no estaba comprometida y cada vez
que había un movimiento llamaban para El Helicoide, diciendo que el
hombre se estaba moviendo para tal sitio o para el otro. Necesitábamos
tener dentro de la caravana un grupo que cumpliera las mismas funcio-
nes pero que fuera leal al Comandante y no al comisario que estaba en
El Helicoide. Decidimos nombrar comandante de ese grupo al teniente
Medina Macero. Luego vino la preparación con un grupo de mucha-
chos, lo fuimos haciendo de forma sistemática. Llegó un momento en
que la seguridad fue reconocida a escala internacional como una de
las mejores del mundo. Trabajamos con muchas de las seguridades del
planeta: con los iraníes, israelíes, rusos, chinos hasta con los gringos.
Después de Cuba me mandaron a Rusia por un mes. Nunca me dejaron
[118] G/B ELDÁN DOMÍNGUEZ FORTTY
Eso estaba orquestado, por eso es que quedan dudas. ¿Qué pasó cuando
llegaron a la Disip? ¿Quién era el director de la Disip nombrado por
Carmona? Poggioli; él los soltó. Eran extranjeros: centroamericanos y
colombianos. Ese era un grupo paramilitar, gente pagada, mercenarios
entrenados, se desaparecieron y hasta el día de hoy no quedó registro en
ningún lado. Acuérdense de que antes que recibiera Poggioli, en la Disip
estaba el capitán Aguilera, quien también se fue al lugar donde estaban
los generales a compartir un whisky. Así, queda la duda ante la historia.
Con el tiempo me llegó una citación al palacio, debía ir a la PTJ
–hoy Cicpc– a declarar porque estaba involucrado en el caso de los fran-
cotiradores. Me acusaban de haber sido uno de los que los entrenó y
me llevaron al lugar donde, supuestamente, fue el entrenamiento (La
Bonanza, Charallave). Recordemos que Miguel Dao, director de la PTJ,
estaba involucrado, también lo detuvimos esa noche. Cuando regresó mi
Comandante él andaba merodeando por el palacio y uno de los escoltas
me dijo: “Mire, mi mayor, por allí está el de la PTJ”. “Bueno, métele
los ganchos de una vez”, y lo metimos en donde después retuvimos a
Brito Lombardero. Esa noche vino al palacio el ministro del interior y
justicia Rodríguez Chacín y me dijo que lo soltara. Mi capitán era un
Combatiente, lo reconozco y era un hombre de extrema confianza de
mi comandante Chávez; creo que uno de los pocos. Pienso que me dio
la orden por razones humanitarias: “No vale, deja a ese pobre hombre”.
Cnel. E.D.: De forma ambigua había varios, hay algunos que han
muerto. Por ejemplo, el mayor general Almidien Moreno Acosta, que
en paz descanse, siendo el segundo comandante de la GHP fue uno de
los que se quitaron la boina roja, se puso la negra y luego nos mandó
a que nos quitáramos las de nosotros, cosa que no hicimos. Anterior-
mente mencioné al jefe de la Casa Militar de ese momento, el general
Vietri Vietri. Inclusive ahí había algunos profesionales, creo que eran
edecanes de la Armada, que habiendo regresado el hilo constitucional se
excusaron diciendo que se habían quedado en el palacio para infiltrarse;
por respeto no los nombro porque son oficiales activos pero algunos han
llegado a ser, inclusive, comandantes de la Armada u otros han llegado a
ocupar altos cargos. Pienso que fueron principalmente los de la Armada
quienes comandaron esa operación de golpe de Estado del 2002. Molina
Tamayo y un grupo de almirantes que se plegaron a la declaración que
dio el almirante Héctor Ramírez Pérez.
Cnel. E.D.: De los políticos no vi a ninguno así, porque los que entra-
ron al palacio sí lo hicieron por fidelidad y compromiso. Estaba Aristóbulo
Istúriz, Ana Elisa Osorio, Iris Varela, esos que ustedes ven en los videos que
han pasado por Venezolana de Televisión. Ellos fueron piezas fundamenta-
les. Recordemos que un grupo de ellos también se fue con el general García
Carneiro a encontrarse con el pueblo, que estaba rodeando la alcabala 3 del
Fuerte Tiuna.
C.F.: Usted sabe que había un diputado adeco, Ramos Allup, que dijo
que él se presentó porque el presidente de la Asamblea había dicho que estaba
dispuesto a iniciar la transición y a colaborar. ¿Eso es verdad? No sé si usted
lo vio.
D.R.: A eso iba. Si usted se viera en retrospectiva: ¿qué habría hecho diferente?
Lealtad a prueba de golpe [127]
[130]
[132] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
D.R.: Es un gran honor poder conversar con usted, general Suárez Chourio. En
cada una de las entrevistas que hemos hecho lo han mencionado con orgullo,
amor, admiración y respeto. Por eso queríamos escucharlo. Cuando comenza-
mos este trabajo el Comandante aún no había fallecido. Su muerte ha trasto-
cado las cosas, su presencia sigue entre nosotros y en las acciones que asumimos
diariamente. Se han planteado muchas hipótesis en torno a Hugo Chávez y a
lo que sucedió en Venezuela el 11 de abril del 2002. Han hablado periodistas,
medios de comunicación y otros sectores, pero no hemos escuchado a los oficiales
de seguridad del presidente. Es necesario conocer qué sintieron y qué pensaron
al momento de tomar decisiones.
tando con explosivos en las casas del Inavi. Mi hermano, que hoy en
día es un excelente médico ginecobstetra, también se involucró en los
comienzos con la militancia.
“¡Pa’lante muchachos!”
Quise empezar mi testimonio por allí, por el muchacho joven, que
poco a poco va agarrando conciencia. “Mi cadete, me interesa hablar con
usted”, me diría Pedro Carreño. Así fue que me enrolé como aprendiz
en el naciente Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200),
que para esa fecha ni siquiera tenía nombre, y mucho menos se había
planteado el juramento en el Samán de Güere. Carreño, mi amigo y
hermano, me presentó al Comandante Chávez, y bajo sus lineamientos
comencé a trabajar empíricamente en el movimiento.
Me estoy remontando a 1983 porque en ese año me juramenté como
integrante activo de ese círculo. En un principio me daban misiones
como mensajero. Tenía que ser un cadete excelente para poder salir de
permiso el viernes y agarrar un autobús en el antiguo Nuevo Circo para
irme hasta San Cristóbal. Esas eran las pruebas que le ponían a uno
dentro de la organización. Era un adolescente que buscaba una novieci-
ta, pero que entendió que había llegado la hora de madurar. Yo estudiaba
mucho, tenía excelente conducta, respetaba las normas y reglamentacio-
nes internas de la Academia. Así obtuve esa juramentación. La prime-
ra misión que me encomendó “José María”, nombre en clave de mi
Comandante en ese tiempo, fue llevar un mensaje al subteniente Ruiz
Rosales en el batallón Carabobo, en San Cristóbal. Recuerdo que salí en
autobús un viernes en la noche, llegué allá en la mañana y, después de
eso, tenía que irme a Barinas, específicamente a un puesto de comando
donde el muchacho que me recibió en esa ocasión, por cierto, nos trai-
cionó el 4 de febrero de 1992, el día de la rebelión, el día de la dignidad.
Yo le entregué unas cartas que escribió Chávez de puño y letra que decía:
“¡Pa’ lante muchachos!”. Así se comunicaba el líder del movimiento, era
una forma de estar en contacto. Allá estaban los subtenientes que ya se
habían graduado. Me llevaban dos años a mí y uno a Pedro Carreño.
Lealtad a prueba de golpe [135]
El 4 de febrero
Apenas cumplí esa primera misión nacieron más. Íbamos y venía-
mos. Cuando llegó el 4F, el Comandante Chávez y yo nos radicamos
en Maracay, en la tercera del 442 Batallón de Paracaidistas Antonio
Nicolás Briceño. Él era teniente coronel y comandante de la brigada,
yo era primer teniente y comandante de pelotón. Al mencionar lo de
“primer teniente” debo hacer mención a lo siguiente: en la Cuarta Repú-
blica la oligarquía se apoderó por más de cuatro décadas del país, inten-
taba segregarnos del pueblo. Poseer el grado de subteniente era visto
como peyorativo, el “sub” te ponía en el “subsuelo”. Eso lo cambió el
Comandante Chávez con los nuevos cargos revolucionarios, él estaba
en todo. Para esa época teníamos nexos comunes y trabajamos dos años
[136] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
La entrada a Caracas
¿Saben dónde me pararon? En la plaza O’Leary, que ahorita está
recuperada por la Revolución. Se me atravesaron dos vehículos anti-
motines de la Guardia Nacional (GN). Yo llevaba el brazalete, boina
roja y un rifle 5.56 mm, que es un arma más pequeña que el FAL. Todo
esto me lo quité, podían identificarme fácilmente. Al bajar salí corrien-
do. Había muchos disparos en Miraflores, ya eran aproximadamente
las once de la mañana. Vi a un muchacho que tenía una estrella en el
uniforme y supe que era subteniente. Ambos nos ayudamos para acceder
al sitio planeado. Inclusive, combatimos juntos.
El plan estipulaba que el Comandante Chávez entrara al Museo Histó-
rico Militar pero encontró resistencia en el camino. Eso lo sé. Cuando
llegué a La Planicie hablé con todos los oficiales que yo traía –dos oficiales
y tres sargentos– para entablar contacto con el radio-operador. Ya cargaba
mis distintivos de nuevo para no combatir entre nosotros. Dejamos los
autobuses afuera y entré caminando con el escolta y el radio-operador:
tres personas nada más. En la puerta del hoy Cuartel de la Montaña
me encañonaron con un “¡Alto!”. Me di cuenta de que los nuestros no
habían llegado. “Mi coronel, yo soy el teniente Jesús Suárez Chourio.
Vengo de parte del Comandante Chávez. Este cuartel está tomado para
la Revolución y este será su puesto de comando”, le recalqué al oficial
a cargo, un tal coronel Yáñez, el cual me apuntaba. Le hice creer que
teníamos rodeado el museo con ciento veinte hombres, y que si no se
entregaba el control iban a disparar. Pronto accedió a entregar las señas
[138] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
morfe para la radio. Así tomamos ese punto: pura viveza criolla. Sin un
tiro lo hicimos. No nos matamos. El coronel me dijo: “usted viene bien
entrenado, bien equipado”. Era curioso: sus treinta hombres no tenían
ni armamento. Ese era el estado de nuestra Fuerza Armada en la Cuarta
República. Ustedes lo saben. Así llegó Hugo Chávez al museo. Se posi-
cionó allí para llevar adelante las acciones de aquella gesta bonita.
Yo únicamente me acogí al precepto constitucional. El coronel Yáñez
me preguntó por qué hacíamos esa toma militar. Yo le di esta respuesta:
“Carlos Andrés Pérez estaba entregando al país y Chávez nos lo infor-
mó. Nosotros no lo íbamos a aceptar, no íbamos a ser cómplices de la
traición a Venezuela, así de sencillo”.
La otra cruzada
Tuve muy pocos días detenido en el cuartel San Carlos. Luego me
trasladaron al Fuerte Tiuna, en la Policía Militar. Estuve entre cinco
y seis meses en una cárcel que nos improvisaron en el cuartel Lino de
Clemente. Fueron liberando a los subtenientes, los sargentos, hasta
que solo quedamos los tenientes. Pronto se negoció nuestra libertad y
salimos. Regresamos a puestos de comando como niños buenos. Nos
dieron cursillos de cristiandad y además nos decían: “Pórtense bien, no
hagan cosas malas”. Irrespetaban lo que habíamos hecho. Nos ignoraron
y subestimaron. Pensaban que éramos unos eunucos, que no teníamos
derecho a pensar. No sabían el fuego sagrado que yacía dentro de noso-
tros. Por eso es que la Revolución creció rápido, y es importante que se
conozca eso.
Después vino la otra cruzada dentro de la Fuerza Armada, desde
1993 hasta 1998. Nos llamaban “Los esquineros” porque siempre andá-
bamos a un lado. ¿En dónde? En Machiques, en la frontera con Brasil,
luchando contra los garimpeiros, en San Camilo, en Guasdualito. Una
vez se equivocaron y ascendí a capitán después de un año o dos de retar-
do. Me enviaron a mi adorado estado Mérida, al puesto El Carmen,
cercano a Boca de Grita, a trabajar con la Dirección de Inteligencia
Lealtad a prueba de golpe [139]
C.V.: Y lo que más desesperación les causaba era el tipo de leyes que se esta-
ban aprobando: la Ley de Pesca, la Ley de Tierra, la Ley de Hidrocarburos.
Gral. J.C.: La Ley de Pesca. Eso fue el detonante para que ellos se
envalentonaran. Bueno, pero resulta que nos tumbaron el 11 de abril de
2002. Fue un golpe de Estado.
Tte. C.M.: Hay gente que dice que “hubo vacío de poder”.
La arremetida de la contrarrevolución
Bueno, llegamos al año 2002. Lo viví tanto en carne como en espí-
ritu, sin doblegarme, sin ceder un centímetro en mi conciencia política
e ideológica. Ustedes no tienen ni idea, a veces me aguanto para no
hablar. Usted lo sabe, compadre Medina Macero. Pudimos ver cómo
desde diciembre del 2001 comenzó la escalada final para deshacerse de
la esperanza del pueblo: Hugo Chávez.
Antes de entrar en los detalles, tengo una anécdota de un camarada
que se enfrentó a la canalla de la Gente del Petróleo en Pdvsa. Creían
que la empresa era de ellos. Ese amigo me cuenta que el 11 de abril,
mientras se bañaba, empezó a cantar: “Se va, se va, se va, se va”. Ustedes
saben que la oposición entonaba ese coro en aquellos días, y de pronto
se preguntó: “¿Qué estoy cantando?”.
Lealtad a prueba de golpe [141]
Sobre la renuncia
Tte. C.M.: Una pregunta, vuelvo al 11 de abril. ¿Qué le pedían al
Comandante Chávez a cambio de no bombardear el palacio?
El tenso traslado
Tte. C.M.: ¿En qué momento el Comandante se cambió el traje de civil
por el de campaña?
Lealtad a prueba de golpe [145]
Gral. J.C.: ya vamos a llegar allí. Ese es el punto de quiebre. Los voce-
ros de la canalla intervinieron: “Está bien. Nos vamos para la comandan-
cia, pero a Chávez lo trasladamos nosotros”. Ahí es cuando yo brinqué:
“Para que mi comandante en jefe se mueva de aquí debe hacerlo con su
dispositivo de seguridad. Si no, no sale”. Apareció el coronel Almidien
Moreno Acosta, “El Centauro Negro”, y soltó: “Ya va, negro, espera un
momento”. Allí los golpistas se dieron cuenta de que yo no iba a ceder y
decidieron hacer el traslado con nosotros, pero sin armamento. Recuer-
do que me despojé de mis armas y se las di a Moreno Acosta. Íbamos
en tres carros blindados y todos estaban artillados. En el carro que me
tocó acompañar a Chávez conducía un chofer nuestro y de copiloto iba
el general Hurtado Soucre.
Gral. J.C.: No, era Hurtado Soucre. Detrás del chofer iba yo, en el
medio el presidente y del otro lado iba Rosendo. Yo le agarré la pierna,
él me vio y le hice señas para indicarle que debajo de sus pies había
armamento. Me hizo una señal de confirmación y me agarró la pierna.
Así llegamos a la CGE. Allí vimos a la canalla vestida de sotana. Chávez
le pidió la bendición al cura. El teniente Medina Macero y yo íbamos
detrás de él al bajarnos. Eso salió en las cámaras. Estábamos vivos, ese
era el mensaje que teníamos que dar. Luego nos dirigimos al ascensor y
me detuvo un coronel apodado “El Sabañón”. Me empujó y me pregun-
tó: “¿Qué haces tú aquí?”. Ya la historia es otra.
Chávez subió con toda esa canalla en el ascensor, Medina Macero y
yo subimos en otro y llegamos primero. Éramos los únicos allí en ese
momento. Metieron al comandante en una sala de reuniones y noso-
tros esperamos afuera. Era el 12 de abril, entre las tres y cuatro de la
mañana. Salió el general asesino Néstor González González. Para ese
entonces había subido Loran y Vivanco, eternos asistentes del presidente.
No sé cómo llegaron, creo que venían en los otros carros. Se bajaron con
el armamento pero sin munición. Tenían fusiles M16. Les pedí los
[146] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
Gral. J.C.: Entonces resultó que ese hombre preguntó: “¿Dónde están
los ayudantes? Vayan a buscarle un mono”. Ese general creía que ofendía
con eso a nuestro líder. Incluso le mandó a quitar el uniforme. Chávez
era un estratega y accedió a que alguien le buscase un maletín con ropa.
La orden fue cumplida por Vivanco y Loran y nos quedamos vigilando.
¿Cómo íbamos a sacar al presidente? ¿Cómo rescatarlo?
La opción correcta
Prácticamente eran las siete de la mañana del 12 de abril cuando
nos retiramos de la CGE. A Chávez se lo llevaron al Ministerio de la
Defensa. Pero en el camino decidieron cambiar el destino porque la
habitación que le estaban preparando era del camarada Hermes Carpes,
hermano de Pedro Carreño. Este era primer teniente o capitán en el
batallón Caracas, de tal forma que se lo llevaron a la sede de la Policía
Militar. Luego de eso me fui a mi casa a ver a mi esposa e hijos. Estu-
vimos muy poco tiempo. Descansamos una hora, si acaso. Estaríamos
hasta media mañana con nuestros seres queridos. Después del mediodía me
Lealtad a prueba de golpe [147]
Tte. C.M.: Tuvo que haber sido como a las dos de la tarde del 12 de abril.
Gral. J.C.: Parecía lógico tomar ese camino. Tuve un destello: “Pero es
que no tenemos a Hugo Chávez. No sabemos en realidad su situación”.
Allí llamé a Morao Gardona: “Vengase cuando cuelgue”. Llegó a mi ofici-
na junto con Celso Canelones Guevara. Traían fusil y todo. Le expliqué
que deseábamos arrestar a todos los golpistas en la juramentación. Morao
Gardona me dijo: “No negro, esa no es la acción correcta. Esa era una
provocación para que entráramos y en cadena nacional mostrar ante el
país que las ‘hordas chavistas’ habían tomado el camino de la violen-
cia”. Decidimos dejar correr los sucesos un poco más, esperar mejores
momentos en lo inmediato. Salí con mi gente hacia donde habían
[148] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
para que hagan las cuestiones del servicio”. Ese era el carro que tenía.
En mi casa, la situación era dantesca: tenía conmigo a mi mamá que le
habían amputado la pierna, a mis suegros de avanzada edad, a mis tres
hijos y a mi esposa.
Gral. J.C.: Ese fue el plan en realidad. Llamé a las seis de la mañana
a Baduel para explicarle la situación. Me declaró: “Si estás en capacidad
yo te pongo un helicóptero por ahí en un sitio cercano, montas a ese
ciudadano y me lo traes para acá”. “Así lo vamos a hacer”, le digo yo.
Luego de eso salimos del Fuerte Tiuna montados en una camioneta
[150] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
muchas técnicas; ahí aprendí otra: nos montó en dos taxis para ir más
adelante, mientras que seguíamos esperando el llamado de los compa-
ñeros para que se activara el plan. Cuando íbamos a Filas de Mariche
me llegaron unos mensajes: “Mataron a Aristóbulo, mataron a Freddy
Bernal”. Nos desmoralizó.
Entonces yo no aguanté y los llamé personalmente. ¡Los dos estaban
vivos! Entendimos que era un plan. Nos fuimos por allá y entró la llama-
da que esperábamos de Ballesteros Pernía: “Mi mayor, ¿dónde están?
Véngase que ya va a comenzar la fiesta”. Nos regresamos por la Cota
Mil, el taxista no quería llevarnos porque la cuestión estaba peligrosa.
“¡Llévanos a Miraflores! ¡Te pagamos el triple!”. El taxista cumplió la
misión. Entramos por la esquina del puente Guanábano, luego dobla-
mos hacia La Pastora y llegamos al hotel Ausonia.
La retoma de Miraflores
Gral. J.C.: Agarré mi P90 y me bajé del taxi con mi escolta que era
más flaco que yo. Allí estaban los círculos bolivarianos: “¡Es el negro de
Chávez!”, gritaron, y nos rodearon. Fue cuando llegué hasta la preven-
ción 2 en medio de una burbuja humana. Pedí que abrieran la puerta y
alguien me vio diciendo: “¡Es mi mayor! ¡Abran!”. Así fuimos retoman-
do el palacio con todos los soldados. Metimos presos a unas cuantas
personas. Mientras pasaba eso transmitían comiquitas en los canales
comerciales y no daban información. Entonces me llevaron un uniforme
de maestre, pero tuve problemas con las botas porque calzo 47.
Un balance necesario
D.R.: ¿Considera usted que en los sucesos del 11 al 14 de abril del 2002 el
sector opositor y el revolucionario cometieron errores? Si pasa de nuevo algo
similar, ¿qué es lo primero que tenemos que vigilar? ¿Usted considera que la
Revolución Bolivariana es irreversible? ¿Cómo garantizar la irreversibili-
dad de este proceso?
Gral. J.C.: En primer lugar les voy hablar de nosotros. Voy a filosofar
un poquito para contestar esta pregunta. Yo dije que matemáticamente
la Revolución era una niña de tres años para el 2002; pero para el 2002
ya teníamos cuerpo, porque el primer grito fue el 4F. Del 1992 al 2002
habían pasado diez años. Entonces, lo importante de esa década es que
el pueblo despertó gracias a su conciencia. Pudiera decir que menos-
preciamos los indicios malsanos de la derecha antes del golpe del 2002.
Pudiera juzgar mal los errores cometidos. El más grande fue el de los
medios de comunicación. Nos costó muy caro no haber llevado a la par
una política comunicacional por parte del Estado bolivariano. Allí estu-
vo nuestra debilidad estratégica. El Comandante lo mencionó: éramos
vulnerables en la transmisión mediática para entonces, tan así que ni
siquiera dominábamos las compañías telefónicas. Pienso que éramos
ciegos, sordos y mudos. En el golpe perdimos el control del país y se nos
[154] G/B JESÚS SUÁREZ CHOURIO
hizo difícil informar sobre el secuestro de Chávez. Dicen por allí que al
inocente lo ayuda Dios, éramos unos niños, estábamos caminando en
esas lides de hacer gobierno, y eso le pasó a nuestro comandante presi-
dente. No lo podemos tapar con un dedo.
Necesitábamos tener cuadros duros en puestos claves, pero no tenía-
mos fortaleza porque Chávez estaba gobernando bajo una superestruc-
tura heredada de la Cuarta República. Aun cuando ya se había aprobado
una nueva Constitución debimos agilizar con mucha más fuerza a través
de las leyes orgánicas y reglamentos. En ese momento no había tiempo
de motorizar eso. Podríamos decir que ese fue el gran error: cabalgar
sobre el derrumbe de una estructura que no tenía ni pie ni cabeza. Hasta
el sol de hoy estamos en la transición hacia el socialismo del siglo XXI
que tanto pregonó y seguirá pregonando Chávez, esté donde esté.
Chávez, el patriota
Tte. C.M.: Vamos a ver, para terminar, pero en respuestas breves. ¿Cuáles
eran los sueños de Chávez?
[160]
[162] Cnel. MANUEL CRISTOPHER
Antecedentes de abril
Los primeros días de abril de 2002 comenzaron a agitarse en la calle,
producto de la promulgación por parte del Ejecutivo Nacional de 49
leyes –aprobadas el 11 de noviembre de 2001–. La intención de esta
política era transformar a través de leyes, como la de Tierras y la de
Hidrocarburos, la administración de los recursos del Estado. El sector
empresarial había conducido a un grupo importante de venezolanos a
las manifestaciones. La nueva legislación que se ponía en marcha repre-
sentaba importantes beneficios para el país; lamentablemente dentro de
la estructura de gobierno había gente que le hacía el juego a sectores
opositores. Tal es el caso de Luis Miquilena, quien fue un factor distor-
sionador dentro de las filas revolucionarias. Para ellos –oposición– era el
caballo de Troya que necesitaban dentro del Gobierno.
El 7 de abril de 2002 en un Aló, Presidente, realizado en el palacio,
el Comandante Chávez despidió públicamente a la nómina mayor de
Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Además dio instrucciones para que
se le reconociesen sus haberes y se les otorgaran sus beneficios labo-
rales. Previo a esto él se había estado reuniendo con la directiva de la
compañía petrolera. Les pidió que le hicieran una exposición acerca del
funcionamiento interno de la principal empresa nacional. Yo era oficial
de seguridad para entonces y recuerdo que estaba de guardia cuando se
hizo una reunión en Puerto Ordaz, días antes de abril. En esa ocasión
la nómina mayor daba una explicación técnica –no pude estar presente
en toda la exposición– que no convenció al presidente de sus presuntas
buenas intenciones, porque no tenían los elementos para hacer de Pdvsa
una empresa de carácter social. Vista esa explicación, el Comandante
Chávez tomó decisiones: “Con esta directiva no se puede hacer la revo-
lución que nosotros necesitamos”. Por supuesto, dispuso de sus cargos.
Literalmente con un pito les dijo: “¡Fuera, botados!”. Esa orden no se
ejecutó de inmediato porque unos sujetos de la directiva días después
declararon: “Que si querían que ellos se fueran, les llevaran la carta de
despido hasta allá”.
Lealtad a prueba de golpe [163]
Para esos días había también una avanzada del grupo de seguridad
presidencial en Costa Rica debido a que el Comandante Chávez iba a
visitar ese país en los primeros días de abril del 2002. Estos compañeros
tenían agilizado todo el protocolo que se estila en esos casos; incluso
allá estaba el canciller Luis Alfonzo Dávila. Pero a última hora el presi-
dente decidió no viajar. El equipo se quedó allá esperando instruccio-
nes. La teniente de navío Érica Virgüez, quien tuvo el privilegio de ser
la única mujer oficial de seguridad del Comandante Chávez, formaba
parte de esa avanzada. Me comentó una de las chicas de la cancillería
que se encontraba en ese equipo, que la noticia del golpe los devastó a
todos; incluso debieron sacar al canciller Dávila por una puerta trasera
del hotel donde estaban. El equipo de avanzada se comunicó el 12 de
abril con el capitán Jesús Salazar, el segundo al mando en la dirección
de operaciones de la Guardia de Honor Presidencial (GHP), quien se
le presentó al general José Aquiles Vietri Vietri, jefe de la Casa Militar,
para recibir indicaciones sobre qué se iba hacer con el avión presidencial
que estaba en Costa Rica. En ese momento el general Vietri se encon-
traba con el general Enrique Medina Gómez, a quien el general Vietri
le comentó sobre el caso: “Tengo una comitiva en Costa Rica con el
avión presidencial –El Camastrón– y un equipo de confianza del presi-
dente, ¿qué hacemos?”. La respuesta fue que no se preocupara por ello,
que se quedaran allá y luego verían qué hacer. Mi amiga de la cancillería
nos comentó, luego, que al recibir la respuesta fue un momento devas-
tador para ellos.
Recuerdo que cuando el presidente recorría el país la información
que le llegaba siempre era de primera mano. Los oficiales de seguridad
nos conectábamos con la gente, obteníamos datos, intercambiábamos
teléfonos y correos. Aquello se convertía en una red, en un entramado
donde manejábamos el acontecer diario. De la provincia nos informa-
ban: “Van saliendo unos autobuses para allá, alerta”. Por todo eso podía-
mos saber que esa gente venía para acá, y además que se tramaba algo
sombrío.
[164] Cnel. MANUEL CRISTOPHER
Hacia Miraflores
Con los contactos que manejábamos en el interior del país pudimos
saber que la movilización del 11 de abril de 2002 tenía fines distintos a
los que los voceros de la oposición declaraban en los medios. Pese a que
manejábamos cierta información, en mi caso particular no esperaba esa
traición vil del Alto Mando Militar. Sin embargo, ellos tenían bastan-
te tiempo conspirando, obedeciendo al dictamen del departamento
de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, el cual a través de
manuales activa mecanismos para derrocar a los presidentes de países
que no se someten a sus intenciones.
Lo que pasó el día domingo 7 de abril en el Aló, Presidente fue la gota
que rebasó el vaso. En los días subsiguientes los medios de comunica-
ción desarrollaron una campaña brutal contra el Gobierno –era algo
sorprendente, asombroso– incitando al odio. Así lograron concentrar
una buena cantidad de gente en el este de la ciudad de Caracas. Un
amigo que fue cadete conmigo y que en esa ocasión marchaba en contra
del presidente me llamó y me dijo que saliera de Miraflores porque los
manifestantes iban hacia allá. Me lo confesó de buena fe. Tengo otro
amigo que tenía vínculo con una empresa que le daba servicio a la alcal-
día de Chacao, y me reveló algo que ya es sabido, para mí fue dramático:
“Aquí a la gente la están drogando, les están suministrando sustancias
para mantenerlos eufóricos, drogas químicas que utilizan muchos jóve-
nes para estar activos”. Me lo confesó.
Para ese momento yo vivía en el Fuerte Tiuna, pero a pesar de ello no
podía ir a visitar a mi mujer y a mis hijos por la tensión que existía. Los
oficiales de seguridad presidencial estábamos atentos y expectantes por
lo que ocurría en el país. La Unidad de Seguridad y Protección Presiden-
cial (USPP) es la unidad élite que debe mover al Comandante; una vez
que termina cualquier evento presidencial cesa la actividad del edecán
coordinador, pero el equipo de seguridad sigue con el presidente. Noso-
tros en todo momento estábamos atentos del movimiento del equipo,
de los tripulantes del avión, de los cambios de rutas del presidente, de
quiénes se quedaban en el país, del sitio en dónde debíamos esperarlo.
Lealtad a prueba de golpe [165]
Toda esa logística teníamos que precisarla muy bien, es una inmensa
responsabilidad preservar la vida del presidente de una nación.
Golpe mediático
Más adelante hizo una declaración altisonante el general Néstor
González González, un militar activo que era jefe del comando de
las escuelas del Ejército, por supuesto siguiendo un guion preparado.
La idea era mantener al presidente en el país y activar su maniobra de
distracción, ellos necesitaban generar el desastre que lograron después.
Pero mi Comandante decidió enfrentar las cosas, lo que trajo conse-
cuencias dentro de la Fuerza Armada Nacional (FAN), evidenciadas en
la poca madurez política de González González, considerando el grado
que tenía.
Frente a los pronunciamientos de los militares golpistas constante-
mente me preguntaba en qué los podía afectar la aprobación de estas
leyes habilitantes. Esa fue la excusa de los políticos. ¿En qué los perju-
dicaba si la idea era que nuestra sociedad creciera? La única explicación
que encontré fue que simplemente obedecían a sus amos. Los medios en
esa oportunidad se comportaron como actores políticos: intensificaron
la propaganda como una política comercial de la comunicación masi-
va. En estos momentos, algunos periodistas que actuaron alejados de
su ética profesional en el 2002, continúan trabajando en los noticieros.
Entiendo que ellos obedecían las líneas de sus jefes, sin embargo, eso no
los excusa porque no tuvieron la dignidad que demostró, por ejemplo, el
periodista Andrés Izarra cuando renunció al cargo que tenía en un canal
privado. Él sí manifestó un alto sentido de la ética.
Otros periodistas decían cosas que ni siquiera sucedían, por ejemplo:
“Los pistoleros de Puente Llaguno están disparando en este momento
contra la marcha de oposición”. Tiempo después se pudo ver un video
con la verdad, en el que por cierto se mostraba a esos valientes mucha-
chos enfrentándose a las unidades de blindados de la Policía Metropoli-
tana (PM), las cuales venían a despejarle el camino a quienes pretendían
[166] Cnel. MANUEL CRISTOPHER
Puente Llaguno
Cuando comenzaron a suceder los hechos, el compañero de la escolta
presidencial Tony Velásquez fue uno de los primeros que cayó cerca de
Miraflores a la altura de la prevención 3 del palacio. Le dieron un tiro
en la cabeza a cierta distancia y quedó maltrecho. Hay un video que
dice: “Murió Tony Velásquez”. Pero afortunadamente no falleció. Eso
lo pudimos ver por uno de los canales de televisión desde la oficina
de la USPP en Miraflores el día 11 de abril. Con eso comenzamos a
llenarnos de ansiedad, de nervios, los teléfonos no dejaban de repicar.
Mi mamá estaba sola en Punta de Mata, en el estado Monagas, porque
una de mis hermanas que vive con ella estaba de visita en Caracas, y mis
hijos y esposa en el Fuerte Tiuna. Yo me hallaba desesperado porque no
podía contestarles y mi hermana Maritza trataba de calmarme: “Quéda-
te tranquilo, todo está en orden”. Ahí se inició ese bochinche. Los que
venían en la marcha hasta la avenida Bolívar siguieron hasta Miraflores.
Hay unas imágenes y videos por allí del contralmirante Carlos Molina
Tamayo y del general Guaicaipuro Lameda cuando llegaban a las cerca-
nías del palacio en moto. Hicieron lo que iban a hacer y se fueron, pero
ellos sí sabían lo que pasaba. Evidentemente, conocían de los francotira-
dores apostados en las azoteas y de la gente que estaba cayendo. Mien-
tras seguían asesinando personas en las adyacencias de la avenida Baralt,
alguien detectó que en un hotel próximo a Miraflores estaban unos fran-
cotiradores y necesitábamos tomarles fotografías porque los agarraron en
flagrancia. En ese momento le pedí el favor a la periodista y fotógrafa
presidencial Egilda Gómez, esposa de Vladimir Villegas. Ella se marchó
con un equipo de seguridad a cumplir la misión y delante de ella hirieron
mortalmente a una persona. Ella regresó muy nerviosa y en pánico a la
oficina. “Me mandaste para allá, casi me matan”, me dijo. Lo menos que
esperaba era que le dispararan. No sabía que los francotiradores herían
selectivamente a fotógrafos, quizá la bala era para ella porque iba con su
Lealtad a prueba de golpe [167]
cámara. Recordemos que casi todas las personas que resultaron heridas
eran fotógrafos: Jorge Tortoza y una señora que estaba filmando llamada
Malvina Pesate. Ellos sabían lo que hacían, tratando de que todos los
actos golpistas no quedaran grabados para la historia.
ellos necesitaban tener una excusa, que Chávez era un criminal, que hizo
esto y lo otro. Una coartada para seguir subvirtiendo al órgano.
Había una muchacha que trabajaba en el despacho, cuyos padres
eran chilenos y habían huido de la dictadura feroz que instaló Augusto
Pinochet después de que derrocó a Salvador Allende, quien sin escon-
der el llanto le decía a un familiar: “Si bombardean el palacio que lo
hagan, moriremos de pie”. Bueno, comprobé que la cosa iba en serio; ya
era la segunda vez en esa noche que escuchaba que los golpistas tenían
intensiones de bombardear Miraflores. Algunos oficiales de seguridad
juramos dar la vida defendiendo al presidente Chávez y a la Revolución.
Entre ellos estábamos Christian Medina Macero, Jesús Suárez Chourio,
Jesús Villamizar, Franklin Díaz y yo. Pensamos que nosotros debíamos
tratar de convencer a mi Comandante para sacarlo de allí, no podíamos
abandonarlo. Esa era la línea que debíamos adoptar.
Los padres del presidente, la señora Elena Frías y el señor Hugo de
los Reyes Chávez, habían venido a visitarlo en esos días y esa situación
los atrapo dentro del palacio. Aquello parecía un enjambre alborotado,
la gente iba y venía mientras la señora rezaba en una esquina. Cuando la
vi orando pensé en mi familia, en mi mujer, en mis hijos y en mi mamá:
“Mis hijos, Dios mío, esto es un capítulo de la historia, ellos tendrán que
afrontar esto”.
En la noche nos reunimos un grupo de oficiales de seguridad cerca del
despacho 1. Subimos allí y el mayor Suárez Chourio salía continuamente
a darnos instrucciones con fuerza: “Vamos a evaluar los escenarios”. Se
había planteado la idea de sacar a mi Comandante del país. Los golpistas
le ofrecían irse a Cuba, pero pensamos que era una trampa para derribar
el avión. Yo le dije a un compañero: “Eso que importa, después de que
estemos en el aire aterrizamos en Trinidad. La isla está a 45 minutos de
aquí y después se coordina con el comandante Fidel Castro para que nos
mande un avión”. Eso era lo que se manejaba con la escasa información
que se tenía. Repentinamente el mayor Suárez Chourio salió otra vez
y dio estas instrucciones: “Atentos, sigan pensando qué haremos, hacia
dónde iremos”. La estrategia era buscar otros sitios para irnos. Había un
Lealtad a prueba de golpe [171]
vieron que teníamos conciencia política había gente que desde adentro
les informaba, o tenían nuestros perfiles psicológicos, así que no podía-
mos confiar en nadie. El general José Félix Ruiz Guzmán, que había
tenido participación dentro del MBR-200 en 1998, nos recibió en la
CGE. Él era una persona con la que se había tratado algunas cosas a
cierto nivel. Eso fue el 12 de abril.
Me acuerdo que no dormimos. Busqué a mi mujer y a mis hijos para
regresarnos al Fuerte Tiuna, en eso me llegaron muchos mensajes de
gente desconocida en los que me amenazaban. Eso también les pasó a
varios de mis compañeros. Me afeité porque tenía una barba espesa y
me vestí de traje casual. Los oficiales de seguridad convenimos llamar-
nos cada dos horas: “¿Dónde estás tú? Cualquier cosa que te pase nos
estamos comunicando”. Establecimos un mecanismo para mantenernos
cerca. La mañana del 12 de abril llamé a Egilda Gómez y le dije: “Nece-
sito recoger a mi mujer y a mis chamos. ¿Será que hablas con el negro
Vladimir Villegas para ver si los puedo llevar para allá?”. Ella decidió
pasármelo directamente y él me dijo: “Negro, no tengo inconvenientes
en que lo hagas pero para acá seguramente también van a venir a buscar-
nos”. Era la verdad: esos tipos estaban enfurecidos con el golpe. Llamé a
otro amigo para ver si los dejaba con él, pero me dijo que no. Y como el
miedo es libre, decidí llevarlos otra vez a la casa de mi hermana en Los
Naranjos. Le dejé algunas cosas a mi mujer y me fui a Miraflores para
ver qué se iba hacer con toda aquella situación. Rondaba la angustia y la
incertidumbre. Mis hijos estaban pequeños para entonces, se mantenían
jugando y no sabían lo que ocurría; mejor así.
Recuerdo que Oswaldo Aquino y yo estábamos formateando la
computadora, borrando toda la información que teníamos de las activi-
dades presidenciales para que no cayera en manos enemigas y él, entre
tristezas e impotencia, recordaba a su familia. Pese a nuestra angustia
sabíamos que mi Comandante era muy inteligente, él había estudia-
do ciencias políticas. Era una persona que dominaba a Maquiavelo y
a todos esos gurús del liderazgo y de la gran política. Me imagino que
evaluó qué era más conveniente: irse, como pretendían algunos que
[174] Cnel. MANUEL CRISTOPHER
hiciera, o ser juzgado en su país, como querían otros. ¿Pero juzgarlo por
qué? ¿Qué les quitó él a ellos? No les quitó nada; ellos obedecían a sus
intereses. Y él decidió irse: “Quiero verles la cara a los monstruos esos y
que me digan qué quieren hacer conmigo”.
El Comandante ha tenido un profundo sentido de la historia. Supon-
go que en esos instantes sus pensamientos fueron recogiendo toda nues-
tra historia republicana y su ideal bolivariano. Supongo que pensaría:
“¿Qué haría Bolívar en estas circunstancias? De hecho hoy en día uno
ve algún video, imagen o declaración y se constata la franqueza de mi
Comandante Chávez, él decía las cosas sin miedo; y cuando no sabía
algo lo preguntaba una y otra vez hasta que la persona obtenía el eureka
de tanto hacerlo. Esas técnicas de mayéutica permiten aflorar informa-
ción que suponíamos ignorada. Pienso que el presidente se sentía frus-
trado, tanto que se había luchado para lograr los cambios y una pila de
traidores, apátridas y pisabanderas acababan con todo. Con su actitud
dejó ver que si para la oposición el problema era él, pues se entregaría.
Al despedirse de nosotros la mayoría lloramos mientras cantábamos el
Himno Nacional. Su respuesta siempre fue: “Tranquilos muchachos,
nosotros regresaremos”.
El helicóptero de la infamia
En el anochecer del 12 de abril nos presentamos en la oficina del
general Ruiz Guzmán, quien tenía una relación de amistad con noso-
tros. Dudábamos de si estaba involucrado en el golpe, lo que luego
confirmamos, inclusive esperaba recibir el cargo que ostentaba el general
Lucas Rincón: el de inspector general de las Fuerzas Armadas. Cuando
conversaba con nosotros sus teléfonos repicaban sin parar; una de las
llamadas la atendió el capitán Winston Chourio, uno de los compañe-
ros que estaba con nosotros. Se puso nervioso y, luego de unos segun-
dos, agarró el celular y se levantó. Luego supimos que la interlocutora
era la señora Cecilia Matos desde el exterior; ella le notificó que iba a
asumir tal puesto, como estaba previsto. Su preocupación era si el cargo
lo ejercería según el puntofijismo o según las bases del presidente Hugo
Chávez. Pero no obtuvo respuestas claras porque el grupo de generales
comprometidos estaba apurado por el traslado de mi Comandante hacia
Turiamo.
Lealtad a prueba de golpe [179]
Así que nos dieron unos veinte o veinticinco días de vacaciones con
la orden de presentarnos después a las unidades donde habíamos pedido
ir: al Círculo Militar, a algún centro de alistamiento militar o la escuela
de educación física. Cuando salimos tuvimos la oportunidad de ver a
distancia un helicóptero que aterrizó. Notamos que subieron a alguien,
pero la noche nos impidió identificar quién era. Supimos después que
era el Comandante y que lo llevaban secuestrado a Turiamo. Nosotros
tratamos de seguir el curso del helicóptero en el carro de Jesús Villamizar
pero nos interrumpieron el paso. Eran especialistas en evasión. Así
lograron que perdiésemos el rumbo del vuelo.
Ante eso, los oficiales de seguridad acordamos llamarnos cada cier-
to tiempo, para estar pendientes de que no nos sucediera nada porque
recibíamos mensajes con amenazas; mezquindades que afloran en esas
circunstancias. Por ejemplo, los que vivíamos en las residencias militares
de Fuerte Tiuna convenimos en movilizarnos en un mismo carro. Mi
mayor Suárez Chourio me mandaba mensajes de texto. La situación era
crítica.
La falsa renuncia
Una vez que rescatamos el palacio llamé a Vladimir Villegas y le dije:
“Negro, es bueno que vengas para acá. Por aquí anda otra persona –era
Ismael García– pero se le nota mucho el protagonismo”. Era necesario
mantener el discurso vivo. Un grupo de actores políticos hablaban desde
el lugar de los acontecimientos, pero su mensaje no era contundente.
Cuando las personas no están acostumbradas a hablarle a las masas se
pierde el convencimiento. En pocos minutos se acercó Vladimir dando
palabras de aliento a los presentes.
Había una situación tensa. La ministra del ambiente, Ana Elisa
Osorio, llegó entre la gente. La traían cubierta y protegida, así como
esas maracuchas pedidoras que me llevaron unos cincuenta metros hasta
el palacio. La gente nos identificaba y nos resguardaba, nos respaldaba,
legitimando nuestra acción. Imagínate, la gente estaba ávida de saber
qué era lo que realmente ocurría con respecto a la renuncia o no del
presidente. Unos compañeros que trabajaban en comunicaciones nos
informaban: “Aquí hay una carta que fulanito tiene, la leyeron y está
firmada, confirmaron eso desde Maracay”. Frente a esto llamé a unos
oficiales de seguridad o explosivistas, pertenecientes a la USPP, que iban
rumbo a Turiamo: Oswaldo Aquino, Oswaldo Trejo y Andy Arades
Puerta. Los llamé preguntándoles por la fulana carta y me dieron segu-
ridad de que efectivamente existía.
El documento lo enviaron vía fax a comunicaciones de la GHP. Se
gastó una resma de papel reproduciéndola; todo el mundo tenía una
copia de esa carta. Todos decían: “El presidente no ha renunciado. Está
secuestrado en Turiamo”. Más adelante llamaron para informarnos que
al Comandante se lo iban a llevar para otro lado. Ustedes saben que
el imperio es especialista en secuestrar presidentes, tenemos el caso de
Lealtad a prueba de golpe [183]
trasladarlo en un avión fuera del país, ese avión había llegado a la isla
con algunos actores, entre los cuales estaba monseñor Ignacio Velasco,
quien quedó para la historia como traidor a sus postulados cristianos y
a la patria. Cuando se hizo efectivo el rescate del presidente, quienes
aún estaban en la isla se hicieron de la vista gorda, se desentendieron
de todo el mundo, incluido el propio monseñor. Los muchachos que
fueron a buscar a mi Comandante tenían un objetivo preciso: rescatar
al presidente sin detenerse en las demás personas. Al percatarse de que
el monseñor Velasco se iba a quedar allí solo, porque sus amos lo aban-
donaron, mi Comandante se dirigió a él: “¿Mire, usted qué va a hacer?
Bueno, véngase aquí conmigo”.
Algunos tenían información más detallada porque se comunicaron
desde la sala de radio de Miraflores al helicóptero. Aquellos momentos
fueron de mucha emoción. La gente deseaba rendir los honores, tratan-
do de mantener el protocolo para tocar el Himno Nacional cuando
aterrizara. A esa hora de la madrugada y en la oscuridad mi general
Jacinto Pérez Arcay subió las escaleras que conducen al helipuerto, y
la gente que estaba esperando dijo: “¡Ahora sí! ¡Ese es el helicóptero
donde viene el presidente!”. Yo creo que el corazón se me iba salir de la
ansiedad; cualquier cosa que uno escuchaba, una moto a lo lejos, podía
confundirse con el ruido de un helicóptero. Al verse los faros de la nave
acercándose, estallamos de emoción y nos fuimos todos a verlo, a sentir-
lo. ¡Mi Comandante!
En medio del descenso nos enteramos que soltó con alegría: “¡Qué
grande es este pueblo! ¡Qué grande es el pueblo de Bolívar! ¡Qué grande
son ustedes, muchachos!”. Ya en el palacio, cuando las compañeras del
protocolo presidencial se enteraron de que mi Comandante ofrecería
una rueda de prensa en el salón Ayacucho salieron corriendo a colocar el
cuadro del Libertador Simón Bolívar que los golpistas habían tirado en
un depósito. Ellas sabían que a mi Comandante, siempre que se dirigía
al país o al mundo, le gustaba tener presente, a modo de mensaje para
las personas que lo vieran, nuestros orígenes libertarios. Pasó al salón
Ayacucho y perdonó a esos bandidos que no quieren a nuestro país, un
Lealtad a prueba de golpe [185]
La lucha sigue
No se trata de estar de acuerdo con todo, pero debemos ser patrio-
tas. Nosotros estamos impregnados de una historia que pocos pueblos
tienen: los libertadores y sus ejércitos, los héroes y heroínas, todos nues-
tros próceres. Nosotros los tuvimos y los seguimos teniendo de verdad,
son unos seres de carne y hueso que se equivocaron, al igual que nosotros
hoy. Cuando nos paseamos por toda esa historia reciente que no se ha
terminado de escribir uno dice: “Bueno, debemos seguir contribuyendo
con la construcción de esta historia, tenemos todo para ser el mejor país
del mundo”.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su
artículo N.° 3, establece que para alcanzar los fines esenciales de la
patria, es mediante el estudio y el trabajo. Por ello tenemos que estudiar,
partiendo de nuestra historia. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos?
Un pueblo mestizo con una historia tan nutrida, con gente capaz y
joven. Pero tenemos que hacer una revisión profunda de todas estas
cosas y preguntarnos: “¿Cómo contribuyo a la formación de una patria
mejor? ¿Qué ha hecho mal el presidente que ha generado este odio en
tanta gente?”. Creo que fue el comandante Fidel Castro quien dijo: “En
Venezuela no hay tantos y tantos escuálidos así, pero ellos a través de los
medios han ido construyendo un sentimiento hostil en las personas, los
han engañado, los han manipulado, los han ido llevando poco a poco,
ustedes tienen que cambiar eso porque si no están condenados a repetir
la historia y empezar de nuevo”.
La muerte del presidente el 5 de marzo de 2013 nos afectó, por
más fortaleza que haya los sentimientos nos ablandan. Aceptar que se
fue por una enfermedad es discutible. Sabemos que no es posible; el
imperio ha optado por utilizar otros métodos igualmente abominables
[186] Cnel. MANUEL CRISTOPHER
La oposición errática
D.R.: Se ha hecho hincapié que la oposición tuvo ciertos errores que llevaron
el golpe al fracaso. Errores que para ustedes obviamente fueron una opor-
tunidad de rescatar el hilo constitucional. En su criterio, ¿cuáles son esos
desaciertos?
la pinza con cualquiera de los otros, incluso existen personas que les ha
sucedido y se injertan un dedo del pie para tener un dedo que le haga
oposición, porque hace falta, ese es el contrapeso.
Considerar la oposición en esos términos en que me lo preguntas es
darle una categoría elevada. En realidad los golpistas son unos apátridas.
Mucha gente se ha desmarcado de ellos, no obedecen a ningún interés
nacional, es decir, ni siquiera se pertenecen a sí mismos, a diferencia
nuestra, que creemos en este hermoso proceso, confiamos en Venezuela
por lo que tiene y por lo que le falta.
Lo ocurrido en aquel abril fue un golpe de Estado facturado en
Washington, contentivo de un guión que indicaba cómo llevarlo a la
práctica y sustentado con recursos extranjeros. Tenían el apoyo de Esta-
dos Unidos y de otros gobiernos lacayos. No son epítetos azarosos: ellos
son un error. No te voy a decir qué errores cometieron específicamente,
son demasiados.
[192]
[194] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT
La misión
El período que trascurrió entre 1992 y 1998 fue una aventura para mí.
Fui detenido junto con los oficiales subalternos en Maracaibo y poste-
riormente me trasladaron al Fuerte Tiuna en Caracas. Mantuvieron a
los tenientes y subtenientes en un mismo lugar, y a los capitanes los
Lealtad a prueba de golpe [195]
De Chuao a Miraflores
Para el momento del golpe de abril yo era comandante de la Compa-
ñía de Tiradores de la Guardia de Honor Presidencial (GHP). Una
semana antes estábamos en el Aló, Presidente en el que mi comandante
en jefe sacó pitos y empezó a dar instrucciones a la nómina mayor de
Petróleos de Venezuela. Ya le había puesto el ojo a Pdvsa, a esa caja
negra, a esa caja de Pandora a la cual muy pocos se atrevían a tocar. Esa
era la idea del presidente Chávez. No se me olvida que para esa fecha
el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, arremetió
insistentemente contra el proceso bolivariano diciendo que obedecían
órdenes de Cuba. Este tipo de declaraciones fueron sembrando odio en
muchas personas, sobre todo en el pueblo opositor que era envenenado
a través de Globovisión, Venevisión y Rctv. Los canales de televisión se
encargaron de engañar a la gente.
El 11 de abril se inició una marcha rumbo a Chuao, que luego fue
desviada hacia el oeste de Caracas. Cuando vimos que venían hacia
el centro de la ciudad organizamos un plan de defensa. El sector de
responsabilidad de mi Compañía era justamente donde estaba la entra-
da de la alcabala de Miraflores, el asta de la bandera y el helipunto; toda
esa área estaba bajo la custodia de la Compañía de Tiradores de la GHP.
Luego de asumir nuestras posiciones llegó parte de la marcha a Pagüita
y El Calvario. Allí teníamos un muro de contención compuesto por efec-
tivos de la Guardia Nacional (GN) y la GHP. Ellos tenían la orden de
aguantar; nuestros hombres no agredieron a nadie pero los medios infor-
maban lo contrario. Ese día observamos cómo a medida que pasaban
las horas caían las primeras víctimas en Puente Llaguno y en la facha-
da del palacio. Es más, la ruta de la marcha en ningún momento pasó
Lealtad a prueba de golpe [197]
Los apátridas
Nosotros manteníamos informado a mi Comandante acerca de los
fallecidos y de los marchantes enardecidos. Estábamos muy alertas,
además de auxiliar como podíamos a los heridos. Ya todos sabemos
que quienes explotaron el conflicto fueron los medios de comunicación,
haciéndole ver al pueblo que, supuestamente, la gente de la marcha había
sido asesinada. ¿Dónde murió Jorge Tortoza? En la esquina La Gorda,
en la avenida Baralt. Todos esos viles asesinatos los hicieron francoti-
radores que habían planificado todo previamente. Luego, como ya dije,
el general Néstor González González declaró en contra del presidente
diciendo que el Alto Mando Militar tenía que revelarse contra él. Eso
calentaba aún más la situación. En seguida, Chávez dio un mensaje en
cadena nacional para llamar a la paz, cuando las televisoras dividieron la
pantalla: transmitieron la cadena y el enfrentamiento en pleno apogeo,
junto con la gente herida en los alrededores de Miraflores.
También vimos cómo unos apátridas del Alto Mando Militar se
sublevaron públicamente en unos videos realizados con anterioridad.
Avanzada la tarde llegó el batallón Ayala. Los tanques duraron como
una hora apostados en Miraflores y luego se retiraron. Todavía no se
sabe quién les dio la orden; yo creo que el oficial a cargo se dejó comprar
por el bando equivocado, porque él tenía que cumplir una misión de
Estado pero se fue.
[198] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT
o te vienes con nosotros”. Así empezó todo. Creo que no fue tan difícil
hacer esa operación porque ya el pueblo estaba consciente. Ahí radica
nuestro éxito: el binomio pueblo con Ejército.
sabía que ustedes tienen los cojones de sus antecesores bien puestos, como
Bolívar, Miranda y Sucre”. Luego bajamos con él desde el helipunto a través
de las escaleras.
Ya el día 14 recuerdo que nos sentíamos felices de contar con el presi-
dente de vuelta. Cuando cruzábamos la calle el pueblo nos aplaudía:
éramos sus verdaderos héroes, pero a ciencia cierta los únicos héroes
habían sido ellos. El 13 de abril el pueblo recuperó otra vez la confianza
y el amor en sus militares; Chávez amalgamó todo ese esfuerzo en uno
solo como en el 4F. Creo que esa confianza nació del alma. Se hizo todo
lo contrario al accionar del 27 de febrero de 1989, cuando las Fuerzas
Armadas salieron a la calle a reprimir a las masas populares. Yo hice
un juramento: a partir del 13 de abril debía permanecer firme en mis
convicciones revolucionarias; tener fortaleza para actuar en cualquier
ocasión, para defender la patria. Cuando Chávez me ascendió a teniente
coronel le dije: “Somos y fuimos los subtenientes del 4F, los capitanes
del 13 de abril, y seguiremos siendo los comandantes de esta Revolución
bonita”.
La oportunidad adecuada
Parecía muy injusto el hecho de que teníamos que ver a los traidores
pidiéndole la renuncia al presidente, y que justo en ese momento no
pudiésemos actuar, simplemente no era propicio intervenir. Inclusive el
teniente Christian Medina Macero fue unos de los que dijo: “Yo tengo
una granada, vamos a ver qué hacemos”. Y lo tuvieron que frenar porque
hay actuaciones políticas que requieren su espacio. Además, cuando
ingresamos el 13 a Miraflores la mayoría de los comprometidos con el
golpe se habían ido. Eran unos cobardes.
Tenemos el caso de Daniel Romero, el anunciante oficial del golpe.
A ese señor lo agarramos y le dije: “Tú no te me vas a escapar”. Era un
cobarde: se orinó en el aula donde lo teníamos detenido y lloró copiosa-
mente. Ahí es cuando digo que este tipo de gente es asustadiza por natu-
raleza. Claro está que nosotros no le íbamos a hacer nada. Recuerdo que
el 12 de abril pasó algo curioso: un grupo de compatriotas de los círculos
[204] Cnel. ELIÉZER MELÉNDEZ ASMADT
El 11 de abril y la traición
D.R.: ¿Cómo usted evalúa el compromiso de los oficiales pertenecientes a la
GHP el 11 de abril? ¿Quién era la conexión entre ustedes y el Comandante?
¿Quién cree que se equivocó para que se dieran los hechos del 11A?
los tres helicópteros todo reventó de felicidad. Eso fue una declaración
de amor. La gente nos apoyó y defendió desde el primer momento.
Cuando lo tuvimos de regreso se completó la victoria perfecta.
Que bonita es la vida y más cuando la compartimos con nuestros seres queridos.
Existe un ciclo natural de la vida, el cual cumplimos según el mandato de nuestro
Dios todopoderoso. Qué satisfacción y orgullo es para mí haber compartido doce años
de mi vida en servicio activo y directo con nuestro Comandante Supremo, forman-
do parte de su círculo más cerrado, como oficial de seguridad.
Paro máquina y giro la vista hasta la popa y veo la estela de un largo camino
recorrido por este gran gigante, quien recorrió desde Asia, Europa y toda Nuestra
América llevando ese mensaje de unidad, libertad y soberanía; anunciando que un
mundo mejor es posible; basado en la autodeterminación de los pueblos, la justicia
social, el desarrollo integral de los países, entre otros.
Mi Comandante sacó a nuestra querida Venezuela del embargo de donde se en-
contraba para hacerla grande y productiva. Dejó una inversión social única en
nuestro continente; nos enseñó a colocar primero el bienestar colectivo por encima del
bienestar personal. Nos dejó las herramientas para participar de forma activa en el
desarrollo integral de la nación.
Qué duro es aceptar las cosas que no podemos cambiar y saber que ya no está con
nosotros. Ha pasado a otro nivel, el celestial, de donde nos ve con orgullo y nos grita:
¡Rodilla en tierra!
Mi querido Comandante, la lucha sigue, por una patria libre, soberana, producti-
va, socialista y antiimperialista. Mi Comandante, misión cumplida. Gracias por
haberme dado la oportunidad de formar parte de su primer anillo de seguridad, y
[207]
cuando nuestro Dios todopoderoso me llame a su morada, allí estaré para continuar
con la misión. Como usted me llamaba, “El Negro Díaz” siempre a sus órdenes.
[208]
[210] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ
críticas en cuanto al desempeño del gobierno, pero más allá de eso los
comentarios eran ofensivos e incitaban a la desestabilización.
Llegó diciembre de 2001 y continuaban las críticas hacia el gobierno.
Claramente se empezó a conformar un cuerpo de oposición en el país
y eso trajo como consecuencia que tuviéramos que reforzar y adaptar
nuevos dispositivos a la hora de desplazarnos con el comandante en
jefe, tanto en el territorio nacional como en el internacional, porque esta
brigada de seguridad era su cuerpo de defensa, era el único que existía.
Mucha gente decía que había cubanos e iraníes en la seguridad del
presidente, lo cual es totalmente falso porque éramos nosotros, diez
venezolanos. Lo que llamaba más la atención era la juventud de los
oficiales, el de más alta jerarquía para aquel entonces era el mayor Jesús
Suárez Chourio, comandante de la Unidad. Tenía el grado que tengo
yo actualmente, comandante de la Unidad de Seguridad y Protección
Presidencial.
Como sabemos, el presidente es un líder en el ámbito internacional
que mueve masas. Cuando llegábamos a un país la Unidad de Seguridad
era objeto de admiración porque siempre hacíamos bien nuestro trabajo.
Esto contrastaba con la mayoría de los presidentes de otras naciones,
cuyo personal de seguridad estaba compuesto por personas experimen-
tadas pero de edad más avanzada.
De hecho salieron muchas informaciones en las que hablaban muy
bien de la seguridad del presidente. Comentaban nuestros procedimien-
tos, quizás porque nosotros nos dedicábamos a hacer investigaciones
de cómo era el funcionamiento de las unidades de seguridad a escala
mundial, y más que todo nos fijábamos en aquellas que, lamentable-
mente, tuvieron malos resultados en los procedimientos de protección
a dignatarios. La seguridad de los Estados Unidos, de Israel y Cuba ha
vivido atentados y ha puesto en práctica estrategias en vivo, las cuales
posteriormente analizan. Nosotros hicimos nuestro propio sistema
venezolano, nos funcionó y hasta la fecha sigue siendo efectivo.
Ya cuando entramos al mes de febrero y marzo del 2002 las manifes-
taciones se fueron incrementando. Alrededor del palacio se concentraban
[212] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ
porque allí hay demasiada gente que está rompiendo las paredes del
liceo, circulan bombas molotov e inclusive con ellos está el almirante
Molina Tamayo, quien viste de civil”. Él se me quedó viendo, no me
dijo nada y se fue. Tamayo llegó hasta donde estaba quedaba todavía un
grupo significativo después de que muchos se habían retirado.
Fui a la oficina del mayor Jesús Suárez Chourio, le comenté sobre el
hecho y dijo que inmediatamente teníamos que activar el plan de defen-
sa. Entonces repartimos el armamento y comenzamos a dotar con los
dispositivos propios para esa situación, que empezaba a ponerse caliente.
Hubo enfrentamientos y disparos de esa manifestación hacia los guar-
dias, quienes respondieron con gas.
El presidente se despide
El presidente decía que iba al Ministerio para calmar la situación y
aludía que solamente eran personas ávidas de poder, que lo que sucedía
iba a cambiar. Todos le decíamos que no fuera para allá. Nos reunió y
nos dio las gracias por nuestros servicios. Dijo que las cosas mejorarían y
volvería la calma. Bajó y abrazó a doña Elena –su madre–. El presidente
se mantuvo en calma, ni una lágrima, mientras que todos nosotros llorá-
bamos y lo tratábamos de persuadir. Recuerdo que había dos vehículos
protocolares negros de la caravana. En uno de esos vehículos se montó
el presidente, adelante se subió Hurtado Sucre y atrás Rosendo, nunca
lo olvidaré. En el otro carro se montó el mayor Suárez Chourio y el
teniente Medina Macero. Ambos carros se fueron.
El general Néstor González González, y el general Enrique Medina
Gómez se manifestaron, eran militares que tenían cargos importantes
para aquel entonces en el alto mando, salieron cantando una canción de
que el presidente había renunciado, que había un nuevo gobierno, que
iba a volver el orden.
Nosotros nos reunimos en la caravana, ya eran como las dos de la
mañana. No sabíamos qué hacer, nos pusimos a llorar y comentamos:
“Mi Comandante es sabio, nosotros lo apoyaremos en todas sus decisio-
nes, él no quiere que haya enfrentamiento ni derramamiento de sangre.
Vamos a esperar hasta mañana para ver quién va a ir a Casa Militar,
vamos a entregar las armas y a esperar instrucciones.
Carmona Estanga, recíbelo, le pones los ganchos y esperas ahí hasta que
llegue una comisión”.
Iba para allá el comandante, el capitán o mayor –no me acuerdo–
que llamábamos “Gallinazo” y otro oficial que también era de seguridad,
cuyo nombre no me acuerdo. Iban hacia el palacio, iban para allá al
Ministerio de la Defensa. “Ellos van a llegar primero, no puedes hacer-
te visible porque eres de la Armada, andas de civil y no te van a dejar
entrar”. Entonces seguí esperando. Luego dijo: “¡No! Otra voz. Espera
ahí porque va Eleazar a reunirse contigo”. Fuimos a buscar una persona
a un sitio, y resultó ser Jesse Chacón. Empezamos a llamar a los medios
de comunicación y se grabó un video que hizo el coronel Morao.
A todas estas, hicieron el despliegue táctico de toda la Guardia de
Honor, lo cual vio Molina Tamayo y salió corriendo. Sacaron a Carmo-
na Estanga. Pero la gente que estaba en la caravana se lo llevó para
el Ministerio de la Defensa, donde lo agarró “Gallinazo” con los otros
oficiales y lo trasladaron a un sitio. A mí me dieron la orden de que me
quedara ahí con Jesse Chacón, quien daría una información por Televen
o por Venevisión”. A Venezolana de Televisión la habían sacado del aire,
habían dañado unas antenas. Después me dijeron que me trajera a Jesse
Chacón para el palacio. En lo que agarramos los túneles de La Planicie
estaba todo el tráfico parado y estaban dos muchachos de un lado y
dos del otro, encapuchados, gente del pueblo armada, nadie se atrevía a
pasar. Entonces yo me fui con las manos arriba caminando hacia donde
estaban ellos y les dije: “Mire mi hermano, yo tengo mi carnet, trabajo
en Miraflores, tengo una gente ahí”. “Dale, camarada, pasa”. Me monté
en el carro y pasamos. Venía ese río de gente subiendo a Miraflores, ya
ellos habían tomado el palacio. La gente de la oposición se había ido
corriendo.
Cuando llegamos a Miraflores empezamos a planificar cómo hacía-
mos. Nos preguntábamos dónde estaba el presidente. Nos habíamos
comunicado con el comandante Laguna y nos informaron que al presi-
dente lo habían sacado de Turiamo hacia La Orchila. Fue entonces
cuando los medios de información se encadenaron a pasar comiquitas.
[230] Cap. C. FRANKLIN JOSÉ DÍAZ GONZÁLEZ
[237]
Lealtad a prueba de golpe [239]
La maquinaria de la traición
Ingresé a la Unidad de Seguridad y Protección Presidencial (USPP)
en el año 1999. Allí viví todas las transformaciones que se hicieron en
torno a la seguridad del presidente Hugo Chávez Frías. El Comandan-
te Supremo de la Revolución Bolivariana profesionalizó su seguridad
personal, creando la figura de Oficial de Seguridad y reemplazando la
tropa alistada por personal profesional de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana y organismos policiales (Sebin y PNB), es decir, conformó
un equipo multidisciplinario, confiable y comprometido, para enfrentar
las amenazas de las potencias extranjeras, que sin lugar a duda trata-
rían de eliminarlo físicamente. El 11 de abril esta Unidad (USPP), tuvo
funciones cruciales.
Como todos sabemos, antes del 11 de abril lo que hubo fue un paro
cívico. Nosotros estábamos bien alerta. Dos días antes del golpe, el
presidente quería demostrar que el paro no era nacional, que solo tenía
cabida dentro de un sector minoritario. Chávez le decía al mayor Jesús
Suárez Chourio que se quería movilizar para examinar la situación del
país. Decidimos transportarlo en Caracas para que hiciera una verifica-
ción. Nos fuimos a plaza Catia, allí encontramos mucha gente; y luego
a Petare. Sentíamos el panorama caldeado; incluso, presentíamos que
podía pasar algo porque las declaraciones del general Néstor González
González tuvieron sus efectos en la gente.
Debo apuntar que éramos oficiales muy ingenuos. El único que sabía
lo que podía pasar era el presidente Chávez. Siempre decíamos que el
Comandante iba a mil años luz, adelante de todos nosotros. Particu-
larmente, yo no sabía que se estaba gestando un golpe de Estado. Sin
embargo, cumplíamos nuestras funciones: trasladar al presidente para
que demostrara que no existía paro alguno y que todo estaba normal.
De hecho él mismo convocaba al equipo del canal 8 a esos lugares antes
mencionados.
[240] Tte. Cnel. JESÚS VILLAMIZAR
El amanecer de la infamia
Dormí en el palacio los días 9, 10 y 11 de abril. El 11 amanecí de
guardia como oficial de seguridad del presidente. Ya desde temprano se
escuchaba que la marcha de la oposición se trasladaría hacia Miraflores.
Sobre mí reposaba una gran carga de responsabilidad porque era
encargado del primer anillo de seguridad presidencial. Ese día vi al
Comandante por primera vez cuando bajaba de su área privada para
dar la famosa rueda de prensa, aquella en la que los canales de televisión
dividen la pantalla. Recuerdo que él decía que la situación estaba en
calma, y por otro lado los medios de comunicación opositores señalaban
que estaban cayendo los muertos a las afueras del palacio.
Mientras la marcha de la derecha venía por la avenida Bolívar, los
seguidores afectos al proceso bolivariano comenzaron a llegar al pala-
cio. En ese momento sabíamos que inevitablemente habría un enfren-
tamiento. La Guardia Nacional y el pobre destacamento que enviaron
a los alrededores de Miraflores fueron rebasados. En esa zona pasaron
muchas cosas en tan solo minutos: lesionados, heridos, asesinados.
Al final de la tarde llegó el Alto Mando Militar en un helicópte-
ro para hablar con el presidente. Nosotros habíamos cerrado el anillo
de seguridad; fueron minutos de mucha tensión. En eso vi al general
Manuel Rosendo, personaje supuestamente de confianza de Chávez. Yo
logré decirle: “Mi general, fuerza”. Él estaba sentado en el salón Panta-
no de Vargas, y lo noté contrariado, debatiéndose entre la amistad que
le había dado el Comandante y las presiones de los golpistas. Al final,
claudicó ante estos últimos.
La revolución recobrada
A pesar de que nos dieron vacaciones, esa misma noche seguimos
comunicándonos por celular. La idea era cuadrar una acción en conjun-
to para rescatar a Chávez. Pero había que hacerlo inteligentemente. La
primera llamada que recibí el 13 de abril en la mañana fue del tenien-
te Carlos Terán Hurtado, compañero de promoción: “Rafa, quiero que
vengas al palacio. Están pasando cosas”. Cuando llegué al regimiento,
me estaba esperando en la prevención, luego subimos a su habitación,
confluyeron allí tres comandantes de Compañías del batallón de Seguri-
dad, es decir, los oficiales que manejaban la tropa y los parques de armas.
Estos oficiales eran, capitán Meléndez Asmad, teniente Gugliemelly
Morey, teniente Terán Hurtado y mi persona, comenzamos a discutir lo
Lealtad a prueba de golpe [245]
todo”. En esa época, yo tenía mucho contacto con José Vicente Rangel,
porque mi suegro, Alberto Mosqueda, fue militante de izquierda y reali-
zaba campaña en la década de los setenta con él. Ambos vivieron el
golpe de Estado muy de cerca. Mi suegro me llamó preguntando sobre
la situación en Miraflores. Yo le contesté: “¡Venga! ¡Aquí está el pueblo
en pleno!”.
El vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela, el tenien-
te Diosdado Cabello Rondón, llegó en una ambulancia resguardado por
los muchachos de la USPP. El mayor Suárez Chourio me dijo: “Desde
ahora, eres el jefe de seguridad de Diosdado Cabello. Tienes que ir con
él para arriba y para abajo”. Cumplí la orden. Finalmente, llegó el presi-
dente en el helicóptero.
Tte. Cnel. J.V.: Sabíamos dónde estaba, pero no de su salud. Solo nos
llegaban rumores que durante el traslado de Turiamo a La Orchila le habían
disparado; otros apuntaban que venía golpeado. Hasta ese momento solo
teníamos las pruebas de unos oficiales que lo habían visto.
Pienso que los generales golpistas no midieron dos cosas: uno, la
reacción del pueblo a favor de la Revolución, que fue determinante; y
dos, la conciencia de los oficiales subalternos de que hay una Constitu-
ción y un hilo constitucional.
En la actualidad el que esté confundido es porque quiere, indepen-
dientemente de la ausencia o presencia de mi Comandante. Esa es mi
apreciación.
Tte. Cnel. J.V.: No considero que fueron errores, pienso que fue inge-
nuidad. Creo que se debieron tomar acciones inmediatas con los medios
de comunicación y con Petróleos de Venezuela. En lo que se refiere a
la parte militar los entes de inteligencia no actuaron como debían, pero
insisto, más que errores fue ingenuidad.
Tte. Cnel. J.V.: Muy confiados. Yo te aseguro que esa gente no cono-
cía nada del caso del presidente Salvador Allende. Menos mal… si no,
nos hubieran pasado los tanques de guerra por encima, como hicieron
las fuerzas leales de Pinochet a los hombres leales de Allende. Eso sí,
nosotros estamos conscientes de algo: si la derecha da otro golpe, no nos
van a dar tantas comodidades como lo hicieron en el 2002.
Tte. Cnel. J.V.: Por supuesto que no, pero si eso pasa otra vez, no van
a dar tantas libertades. Eso es seguro. Teníamos un amor profundo, sin
límites por nuestro Comandante. Dábamos la vida por él y eso era el
primer motivo que nos mantenía firmes. Pero más allá de eso, sabemos
qué era un golpe de Estado. Todo el mundo tiene que estar claro sobre
lo que está pasando, cómo están los escenarios diarios y trabajar dentro
de la Constitución. Con respecto a las tropas, hoy en día cuando llega un
joven de 18 años a la Academia Militar ya tiene conciencia de las cosas.
Los jóvenes han madurado mucho políticamente.
Deseo expresar mi gratitud a mis padres por haberme dado la vida y poder haber
sido parte de esta imborrable historia al lado del Comandante. A mi esposa e hijos por
haberme apoyado en todo momento y esperado con paciencia en nuestro bello hogar.
A mi Comandante Hugo Chávez Frías, el grande de América, por ser un maestro
y amigo incondicional de largas y duras luchas que llevaré siempre en mi recuerdo.
[250]
[252] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO
para esa fecha. Recién tenía tres años de graduado. En esos días traba-
jaba en el aeropuerto de Valencia, estado Carabobo. Al presentarme a
mi unidad vi afuera un conjunto de oficiales del Ejército y una tanqueta.
Me detuvieron y me pidieron mis documentos. Uno de ellos, un sargen-
to técnico como yo, me llamó aparte para conversar: “Compatriota, en
estos momentos ejecutamos una rebelión militar, ni siquiera un golpe
de Estado. Necesitamos que el rumbo de Venezuela cambie de una
vez por todas”. Tales palabras me conmovieron, porque cuando al jura-
mentarse uno besa la bandera uno se estremece. Como lo dice el presi-
dente: “Patria, patria, patria querida…”. Entonces me quedé pensando,
evaluando la coyuntura. Yo sabía que tenía razón. Me dijo que me uniera
al grupo rebelde. Pero en realidad, estaba confundido.
A las diez de la mañana llegó un convoy para trasladarnos al Fuerte
Paramacay, donde la cosa ardía. Entré en una habitación y decidí hablar
con un compañero: “Hermano, creo que esta gente tiene razón. El país
tiene que enrumbarse definitivamente hacia algo nuevo. Mira lo que ha
estado pasando con el pueblo”. Decidimos que si se asomaba otra opor-
tunidad nos sumaríamos al movimiento. Al mediodía los insurgentes
se rindieron. A mí me quedó el gusanito. Luego vi las declaraciones del
Comandante Chávez en la televisión y me dije: “Ese es el hombre. Ese
es el líder”.
El primer contacto
Después del 4F seguí preparándome. Ingresé a la Universidad de
Carabobo y seguí con mi carrera de educación. Ustedes saben que la
época estudiantil es atrevida; y cuando descubrí el movimiento Juventud
Rebelde me gustó la idea de participar en él, a pesar de que siempre nos
inculcaban que los militares no se podían meter en líos políticos. Al salir
Hugo Chávez Frías de la cárcel de Yare en 1994, el consejo de estu-
diantes y la Juventud Rebelde lo invitó a Valencia a dar una conferencia.
Fui a verlo junto a mi compadre Rafael Villegas en la avenida Cedeño,
donde se había concentrado un gran número de personas.
[254] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO
El juramento
Así transcurrió la noche. A las once vivimos una de las situaciones
más fuertes. Se hizo una lista con dos opciones: la primera, que el presi-
dente se fuese de Miraflores con nosotros protegiéndolos; y la segun-
da, que se quedase para morir con las botas puestas. El miedo es libre.
Eso lo dijo el comandante de la USPP, Jesús Suárez Chourio; recuerdo
textualmente la frase: “Señores, el presidente va a tomar una decisión en
este momento, si es de quedarnos aquí, lo haremos; el que quiera irse
está en la facultad de hacerlo, las puertas están abiertas”. Esas palabras
más bien nos dieron valor, mucha fuerza; unos enfrentaban la tristeza
y otros llamaban a las esposas para despedirse. Mi familia me llamaba,
pero yo no atendía, no deseaba angustiarlos diciéndoles que estábamos
esperando los bombardeos”. De hecho, los llamé temprano y les declaré
que todo estaba bien”. Entonces, mi papá me expresó: “¡Cómo vas a
estar tranquilo! ¡Los generales están hablando!”. Yo lo frené: “Ellos están
[260] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO
escuchar eso pensé: “Este señor está picado de culebra”. Lo dejé quiete-
cito y me fui. Volví a la caravana, dimos un discurso de solidaridad a los
muchachos: “Señores, aquí vamos a esperar al presidente, mantengamos
el orden, la calma”. Después se presentó el subjefe de la Casa Militar,
Almidien Moreno Acosta: “Muchachos, ya es hora de reflexionar, el
presidente se entregó. Vamos a mantener la calma, esperemos qué pasará
mañana”. ¿Se lo llevan secuestrado? ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo?
Ese tipo de preguntas nos hacíamos.
Es un deber: La dignidad
Al día siguiente, el 12 en la mañana, empecé a recoger todo de una vez
en una caja y le entregué la guardia a un compañero llamado González
Colina. En ese instante llegó el maestro Brito Lombardero y me inte-
rrogó que para dónde iba. Yo le respondí: “¡Lo que usted está viendo! El
presidente está en Fuerte Tiuna y no sé en qué situación. Voy a asumir
mi responsabilidad. No tengo nada que hacer aquí, no le voy a prestar
seguridad a un hombre nefasto que tomó el palacio por las armas. ¿Ese
es el tipo de libertad que usted quiere? ¿Que nos dobleguemos? Me va
a disculpar, pero que me boten de las Fuerzas Armadas. Ahorita voy a
personal y de una vez pido mi desincorporación”.
Luego de eso le pregunté a González Colina: “¿Qué pasó, dónde está
la foto que tenías con el presidente cuando te ascendió y la de su hija?”.
Y me confesó: “Compadre, tú sabes que por ahí vienen los que van a
recibir la Casa Militar, a lo mejor no les gusta ese tipo de fotos”. Le
advertí: “González Colina, uno debe tener dignidad. ¿Cómo vas a quitar
la foto de ahí? ¡Allá tú con tu conciencia!”. Ese sujeto estaba muy bien
vestido, como si no hubiese pasado nada. Pero hay un detalle: González
Colina venía de la Cuarta República y él no amaba al presidente. Lo veía
como una mercancía y no como el líder que se alzó el 4F. Él no sentía
admiración, por eso tomó esa actitud; la respeto, pero no la comparto.
[262] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO
El Morocho
Recuerdo que ese 12 de abril mi esposa se hallaba en Valencia. Se
estaba mudando a una casita que habíamos comprado con un crédi-
to que me dio el Banco Industrial de Venezuela. Se mudó sola el 11
de abril, no pude ayudarla. Cuando llegué a la casa me encontré con
todo ese perolero, lo único que hacía –no me da pena decirlo– era llorar
como un niño porque sentía que me habían arrebatado al Comandan-
te Chávez. ¡Cómo dejamos que pasara! Era increíble que no pudiéra-
mos hacer nada. Era una impotencia que me trancaba el pecho. Eso
fue llorar y llorar; esa noche no dormí. Gracias a Dios tuve el honor
de contárselo una vez en Barinas, en su cumpleaños. Él estaba en una
hamaca y me preguntó: “¿Cómo estas morocho?”. Me tildaba así porque
había otro compadre, Rafael Villegas, que también era jefe de escoltas
y, como él era altísimo y yo pequeño, entonces el presidente cuando nos
veía juntos declaraba: “¡Ustedes parecen los gemelos de la película de
Danny de Vito y Arnold Schwarzenegger!”. Así nos bautizó: “De ahora
en adelante ustedes son los morochos”. Ese día en Barinas me dijo algo
muy curioso que nunca olvidaré: “¿Cómo está la familia, Morocho? ¿Tú
estabas llorando el 11 de abril?”. Empecé a echarle el cuento hasta que
se quedó dormido en la hamaca.
Bueno, para volver al 12 de abril, recuerdo que mi esposa me dio un
ánimo tremendo: “¿Tú piensas quedarte aquí llorando días, semanas y
años? Chávez no se ha muerto. ¿Dónde está la gente que lo apoyaba?
¿Tus compañeros? ¿La gente de las Fuerzas Armadas? Empieza a llamar
a la gente, sal de aquí, ¡ve a ver qué puedes hacer! ¡No te puedes quedar
lamentándote!”. Supe que tenía razón. Me dio hasta una cachetada. En
serio, las mujeres a veces cuando se templan son más fuertes que los
hombres. Teníamos un niño de dos años, ella recién mudada y no le
importaba asumir su papel de pueblo en la calle.
La luminosa locura
A partir de allí ya estábamos conspirando. Empezamos a anotar los
números telefónicos. Los oficiales que venían con Carmona Estanga ya
tenían las cartas listas y hasta los carnés. Imagínense el orden del golpe.
Era un plan completo, pero no contaron con el pueblo en la calle. Eso
no lo calcularon.
Cuando mi esposa me exigió que reaccionara lo primero que se me
ocurrió fue llamar a Medina Macero para saber qué estaba pasando.
Me respondió: “No puedo hablar ahorita. Lo único que puedo decir es
que estoy con el comandante Suárez Chourio. ¡Vente para Caracas!”.
Por casualidades de la vida llamé al capitán Aquino Lamón, quien se
encontraba en Valencia; ahí nos encontramos en la avenida Bolívar, lo
acompañaba, Nancy Pérez. Aquino me reveló algo importante: “Acabo
de hablar con Adán Chávez. El pueblo se está levantando, la gente de
El Valle está bajando de los barrios. Las calles de Caracas están enarde-
cidas. Voy a llamar a un grupo de gente y los voy a llevar de Valencia a
Caracas. Ustedes tienen que hacer lo mismo. ¡Vamos a darle!”. Aquino
también había recogido todas sus maletas, las cajas, los libro, tenía un
[264] Tte. Cnel. OSWALDO TREJO
dio para más, porque este pueblo iba a quemar Caracas, iba a quemar a
los nefastos, los iba a quemar adentro…”. Fueron como cuarenta minu-
tos que tuvimos al presidente. Peleábamos por él y nos retábamos a ver
quién era el mejor para salvarlo. Nos llenamos de gloria: en esos minutos
sentimos que era nuestro; un acto egoísta por supuesto: “¡Aquí está! ¡Lo
llevamos! ¡Y está vivo!”.
Cuando aterrizamos en Miraflores, la realidad nos iluminó: el presidente
era de todos. Apenas tocamos tierra, la multitud se lo llevó para fundirse entre
el pueblo. Recuerdo que estaba Christian Medina Macero, Canelones, y yo
que tenía una grabadora. ¡Tomaron unas fotos que recorrieron al mundo! Yo
me había quedado arriba; bajé primero y luego descendió el presidente.
En esos instantes veo al compadre Villegas, me abrazó y emocionado
me declaró: “Compadre, menos mal que llegó”. Pero no pude hablar
con él porque la ola emocionada impidió eso. La banda de guerra nunca
tocó tan bien como ese día. Entonces, se lo llevaron al palacio y todo se
llenó de gente, ahí ya no había seguridad ni nada. Luego, él le dijo unas
palabras a la nación, eso fue muy emocionante.
Tte. Cnel. O.T.: Sí, pero no tenía siglas norteamericanas sino venezo-
lanas (YV). No sé si era de los Cisneros o de la Disip, sería mentir. Lo
único que conocí de la Disip fue el helicóptero rojo. El piloto sí era de
ese cuerpo y también un capitán de la Fuerza Aérea.
Tte. Cnel. O.T.: Fíjese, cuando uno anda con un presidente, sea cual
sea, lo primero que tiene que hacer –inclusive una recomendación para
la vida diaria– es utilizar los cinco sentidos: el olfato, el oído, el gusto, la
vista y el tacto. ¿Qué nos llevó en ese momento a tomar decisiones o ir
haciendo las cosas? El instinto. A medida que iban sucediendo las cosas
nosotros actuábamos. Sucedía esto, bueno la jugada era esta; pasaba
aquello, la movida era otra. No teníamos el entrenamiento para repeler
un golpe de Estado, pero sí para custodiar al presidente. Ni siquiera nos
dio tiempo de concentrarnos y hacer un análisis de operaciones. Todo
era confuso en realidad.
Yo me imagino que los principios ideológicos, políticos y la camara-
dería después de años de haber luchado en el 4F nos fortalecieron para
el bien del país. El que participó ya tenía un compromiso histórico con
la patria. Ya el perfil del soldado venezolano vendría siendo, a mi modo
de ver, el de un hombre determinado que asume su responsabilidad.
Creo que eso también influyó muchísimo dentro del equipo de seguri-
dad para mantenerse incólume en lo que respecta a la lealtad. No solo
la honradez a una persona sino a un proyecto, a una Revolución, a una
Constitución, a la verdadera democracia. Bueno, esas son las reflexiones
que hago…
Lo del fallecimiento de mi Comandante es un gran dolor, no saben
cuánto. El día que recibimos la noticia de que se había ido a Cuba me
preguntaba acerca de su protección y de sus movimientos. Porque si en
el 2002 lo rescatamos en La Orchila, ¿en dónde nos citaría el destino
para custodiarlo de nuevo? ¿Cuándo lo veríamos otra vez? ¿Qué estaría
haciendo? Digo como decía Emiliano Zapata: “¡Prefiero morir de pie
que vivir siempre arrodillado!”.
Tte. Frag. (Ret.) CHRISTIAN MEDINA MACERO31
[275]
Padre, Comandante Eterno y amigo, desde donde estés verás crecer la semilla sem-
brada en mí, te sentirás inmensamente orgulloso, tranquilo y en paz al ver a tu
alumno, a tu hijo de la vida colocando al servicio del pueblo heroico de Venezuela
todo lo que formaste en él; me consumiré al igual que tú en la lucha social. Y ex-
pandiré con las victorias, que consolidamos junto a Dios y a nuestro pueblo, el grito
popular: ¡Chávez no murió, se multiplicó! ¡Chávez vive! ¡La lucha sigue!
[278] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO
Un falso operativo
El 11 de abril a las diez de la mañana fui para mi casa en Fuerte
Tiuna a buscar ropa y a preparar a la familia. Presumíamos que algo
iba a suceder en Miraflores. Incluso, existía una instrucción de que la
marcha no pasara de la avenida Bolívar, pero, como ustedes recordarán,
la Policía Metropolitana la escoltaba; por lo tanto, ellos iban abriendo
brecha a todo lo que podía ser cualquier obstáculo durante el despla-
zamiento. Nosotros en ese momento salimos a la avenida Urdaneta, a
Puente Llaguno y a los alrededores del estadio de béisbol de Pagüita para
constatar la situación personalmente, el pueblo revolucionario chavista
se estaba concentrando en las afueras del palacio de Miraflores, fíjense
qué ingenuos éramos, nos hubieran podido asesinar los francotiradores
que ya estaban apostados y listos para comenzar la masacre.
Lealtad a prueba de golpe [283]
Traiciones inesperadas
En pleno golpe de Estado del 11 de abril del 2002, se conocía de
los movimientos del Ejército norteamericano hacia las cercanías de
los espacios aéreos y marítimos de Venezuela, teníamos información
de cazas y portaviones movilizándose por Curazao, Bonaire y Aruba.
Chávez llama al almirante Castillo Omaña, comandante de la División
de Infantería de Marina Simón Bolívar (Divimbo), le giró la orden para
que batallones de este cuerpo protegieran todas las costas: La Guaira,
Catia la Mar, Puerto Cabello, advirtiendo un posible ataque imperial.
Horas después apareció el almirante Castillo Omaña, en el salón Ayacucho
firmando el acta de Carmona Estanga.
La orden del Comandante Chávez abarcaba los batallones acantona-
dos en Carúpano. El almirante William Girón Hidalgo, quien estaba a
cargo, hizo un pronunciamiento público por las televisoras de Cumaná,
allí le quitó el apoyo al Gobierno y se puso del lado del movimiento
desestabilizador. Por cierto, este oficial era esposo de una capitana de
corbeta que trabajaba en la administración de la Casa Militar, llamada
Luisa Tarazona. ¡Imagínense!
El rescate de Miraflores
En la mañana del 12 de abril el mayor Suárez Chourio y yo nos
fuimos al palacio de Miraflores, cuando llegamos había una ballena de
la Policía Metropolitana reprimiendo al pueblo que, poco a poco, se
concentraba en las afueras.
¡Imagínense! Era increíble ver el éxtasis de los golpistas desde la USPP,
causa gracia el hecho de que nunca pensaron neutralizarnos. Recuerdo la
histórica reunión en la oficina del mayor Suárez Chourio. Allí hicimos
un intercambio de ideas, Franklin Díaz González dijo que tenía en su
[292] Tte. Frag. (Ret). CHRISTIAN MEDINA MACERO
poder las llaves del parque de armas y yo propuse que debíamos entrar
al salón Ayacucho en plena juramentación de Carmona Estanga para
aprovechar la presencia de todos los medios de comunicación, nacio-
nales e internacionales, capturar al impostor y ante el mundo exigir el
regreso del presidente Chávez a cambio de este.
En esa reunión se hallaban los mayores Douglas Ballesteros y
Domínguez Fortty, el teniente de fragata Díaz González, el subte-
niente Antonio Morales, el mayor Suárez Chourio, el comandante del
regimiento de la Guardia de Honor Presidencial coronel Jesús Morao
Cardona y mi persona. El coronel Morao Cardona concluyó que no
era pertinente apresurarnos, la mayoría pensaba que íbamos a quedar
como terroristas. Otros opinaban que todo intercambio era impensable,
porque Carmona Estanga era un títere de la derecha, por lo tanto, no
nos iban a dar a Chávez.
Yo salí impaciente de esa junta, sobre todo por la decisión de espe-
rar. Teniendo las tropas, los escoltas leales y el control del armamento
no había nada que esperar, solo actuar. Por mi parte mandé a llamar al
sargento Luis Emilio Álvarez, quien había recibido guardia en la cara-
vana el 12 de abril, y le dije: “Vamos a desviar la caravana de Carmona,
asegúrate que los escoltas y los conductores sean leales. Vamos al 23
de Enero y desde allá anunciamos su captura y exigimos el regreso del
Comandante Chávez; diez minutos después, Brito Lombardero –era
conocido como “El Mocho”– se acerca y me dice: “Teniente Medina,
¿usted no tiene familia? Deje de estar inventando eso de desviar la cara-
vana del presidente Carmona”, al voltear le respondo: “Está bien, Brito,
no se te olvide: al traidor, la muerte”. “Quédese quieto, mi teniente, yo
lo entiendo”, me dijo concluyendo. Finalmente, el plan de llevarnos a
Carmona se cayó. Teníamos sed de venganza; o para decirlo más bonito,
sed de justicia. Queríamos desquitarnos de todo aquello.
Todos los oficiales de seguridad del Ejército fueron puestos a la orden
de la CGE, y pasado el mediodía, se fueron a presentar. Yo siendo de la
Armada me fui junto a ellos, guiado tal vez por la intuición, porque era
lógico que no tenía nada que hacer allá. Al llegar nos recibió el general
Lealtad a prueba de golpe [293]
capitán, ¿usted está con nosotros o no?”, este me respondió que estaba
con la Constitución, seguidamente le expresé: “Usted es responsable de
la vida del Comandante Chávez. ¡Cuide la vida del presidente si aterriza
allá, nos han dado un golpe de Estado y los traidores nos las van a pagar!
A las 06:30 am del 13 de abril se llevó a cabo la reunión programada
en la GHP, allí estábamos Suárez Chourio, Ballesteros, García Contreras,
Heikel Gámez y Morao, el tema principal era la toma del palacio de
Miraflores y el rescate definitivo del Comandante, hasta ese momento
prisionero de los golpistas. En eso llega el capitán de corbeta Ángel
Edgar Sánchez, al que apodan “El Diablo”, quien manifestó: “Múdense
de aquí porque ya dieron el pitazo, ya saben que están reunidos aquí
y mandaron a buscar a la PM”, así que nos movilizamos rápidamen-
te, dentro de la maleta de un carro Fiat perteneciente al mayor Heikel
Gámez y logramos salir por prevención sin ser detectados. El general
Morao había quedado con la misión de activar las tropas leales acanto-
nadas en Miraflores.
Es importante resaltar un fenómeno político, militar y espiritual que
servirá de estudio para las futuras instrucciones de liderazgo; algunos
oficiales superiores y subalternos se percataron que ante la ausencia de
rápidas tomas de decisiones era indetenible la acción de sublevación
de las tropas en contra de lo que ellos señalaban como una pasividad
inaceptable de sus líderes orgánicos. Si los altos oficiales no tomaban
una acción, las tropas iban a salir a ejecutar lo básico fundamental que
les dictaba la conciencia, retomar el control del palacio, como efectiva-
mente sucedió, gracias a Dios al mando de los oficiales y sargentos del
palacio que asumieron la operación.
sorprendidos, al finalizar nos informó que estaban dos taxis sin placa
afuera de su casa listos para llevarnos al nuevo destino.
Cuando íbamos en la vía, el mayor Suárez Chourio recibió una llama-
da del mayor Ballesteros, la noticia: se había consolidado la toma del
palacio por las fuerzas leales a Chávez. Con esa panorámica, llegamos
a la calle lateral que bordea al Banco Central de Venezuela, un mar
de pueblo nos trasladó hasta la prevención 2 del palacio de Miraflores
internándonos en el despacho del presidente ¡Qué bendición ver todas
esas boinas rojas desplegadas afuera! “Está bien, ya estamos aquí… ¿Y
Chávez?”, decíamos. ¡Había que buscarlo! Se hizo una especie de consejo
de ministros dentro de Miraflores para conducir las próximas acciones;
se armaron diferentes equipos de despliegue inmediato, entre ellos los
más resaltantes: uno para Venezolana de Televisión, un segundo equipo
para ubicar y traer al palacio al vicepresidente de la República, teniente
Diosdado Cabello Rondón, y un tercer grupo para una eventual salida en
helicóptero hacia La Orchila, acción que no fue necesaria porque se nos
informó que ya habían salido las aeronaves desde Maracay para rescatar
al presidente Chávez.
Por ejemplo: “Mi Comandante, aquí estamos para apoyarlo para siem-
pre, cuente con su Guardia de Honor, cuente con su Fuerza Armada,
cuente con sus muchachos, cuente con su pueblo.” Cuando me dieron la
palabra a mí, le dije: “Mi Comandante, además de darle gracias a Dios
porque usted está nuevamente aquí con nosotros, quería decirle que no
solamente son traidores aquellos que se levantaron en contra suya sino
también los que tiene usted en funciones de Estado y no cumplen con
rectitud y eficiencia sus funciones”.
Él se me quedó mirando y respondió: “Está bien, siéntate, siéntate
ahí… Hay que ver eso muy bien. Eso que tú acabas de decir, Medina, lo
vamos a revisar después”. Luego me llamo aparte y me dijo esta frase.
“Lo que tú estás diciendo es verdad, pero hay que manejarlo política-
mente”. Sin embargo, yo sabía que el radicalismo a Chávez le nutría,
le daba seguridad. Su rol era manejarlo políticamente. Nosotros en ese
momento éramos los llamados a radicalizar.
Semanas después viajamos a Cuba, recuerdo que llegamos de madru-
gada y nos fuimos directamente a la residencia que siempre tenían prepa-
rado para el presidente Chávez, llamada La Mansión. Ahí se encontró
con el comandante Fidel Castro y antes de entrar al área privada a
conversar entre ellos me llamó y colocándome la mano en el hombro le
dijo con una sonrisa al comandante Fidel: “¿Tú sabes quién es Medina?
Él es uno de mis oficiales de seguridad, fue mi ayudante… Velo bien, él
fue quien planeó la toma del salón Ayacucho cuando se estaba autojura-
mentando Carmona. Él sí lo iba a meter preso rápido, gracias a Dios no
pasó nada! Las condiciones no estaban dadas”. No dudar, ser capaz de
dar el todo por la Revolución, te hacía parte de la historia contada por
Chávez. El presidente mostraba constantemente su orgullo y felicidad
por cada acción que recondujo el rescate y no escatimaba esfuerzos para
compartirlo con sus iguales.
[303]
[304] ANEXOS
Gobierno y una vez recibido el poder legítimo que el pueblo me dio, del
vicepresidente, quien valientemente asumió sus tareas junto al pueblo,
junto a los representantes de los poderes públicos legítimos que aquí
nos acompañan, junto a los soldados que con coraje supieron reaccionar
rápidamente ante la pretensión que aquí llegó: calma.
Me han informado ahora que he llegado y venía desde el helicóptero,
veníamos desde La Orchila y venía viendo con preocupación algunas
columnas de humo en algunas partes de Caracas y, me han informado
que ha habido algunos disturbios en las últimas horas sobre todo en el
día de hoy, y algunos saqueos en algunas partes de Caracas, y yo hago un
llamado a todos ustedes, compatriotas, vuelvan a sus casas todos, vamos
a casa, vamos a reordenar la casa. Vamos a reflexionar sobre la marcha y
a continuar trabajando. Así que pido a todos que cesen las acciones que
todavía pudieran quedar por allí en algunos pequeños focos de distur-
bios de las últimas horas, y hago un llamado a los cuerpos policiales
–esto es un llamado muy especial y muy firme a cuerpos policiales que
han estado en la calle, que han estado, según me informan de primera
mano y una información muy preliminar para ponerme al tanto de los
acontecimientos, reprimiendo de manera cruel al pueblo venezolano.
Hago un llamado a quienes tienen responsabilidad de dirigir los
cuerpos policiales que llamen a la calma, que cese todo esto.
A partir de este momento todo el mundo a la casa, todo el mundo a
la familia. Vamos a recogernos allí en la casa, vamos a reflexionar. Vamos
a poner a Dios por delante. Esta imagen del Cristo crucificado me la
regaló cuando iba saliendo prisionero en la madrugada de hace dos días,
hace 47 horas exactamente en este momento un buen amigo el general
Jacinto Pérez Arcay me dijo: “Hijo, llévate a Cristo”. Me lo llevé y aquí
está de nuevo. Pues invoquemos a Cristo, a Dios nuestro Señor y llené-
monos de paz, hace falta mucha paz espiritual en este momento para
todo el país; para todos los sectores hago un llamado a la paz, hago un
llamado a la calma, hago un llamado a la racionalidad de todos, hago un
llamado a que volvamos a la reunión del país.
[306] ANEXOS
Y resulta que llego acá y todo el mundo tiene una hoja de estas ahora.
Y me dicen que anda recorriendo el mundo.
Ese muchacho cumplió. Seguro regresó, buscó el papel, se lo metió
no sé dónde, salió, no sé cómo, pidió permiso de allá, y no sé cómo eso
empezó a circular.
Te felicito, Rodríguez. El apellido de Isaías...
Por cierto, que ayer por la mañana, tuve chance de ver, en un televisor
que un oficial me llevó prestado, y lo puso allí. Yo estaba acostado en una
camita y, bueno, estaban diciendo allí en la televisión cuántas cosas, ¿no?
Yo estaba como queriendo dormir un poco y de repente oigo una voz
conocida: Isaías Rodríguez. Y me paro como un rayo y me siento en la
cama: “Voy a ver qué dice Isaías”. Y cuando terminó de hablar Isaías en
verdad dos lágrimas afloraron aquí, a mis ojos, y dije: “Ahí está un varón
diciendo la verdad”... [aplausos].
Y esas declaraciones de Isaías fueron una señal, fueron un rayo en
aquel vendaval de mentiras, a mí sí es verdad que me pusieron en la mesa
una hoja que decía: “Renuncia”. Yo no la leí. Les dije a los señores que
estaban ahí aquella madrugada, les dije:
—No, guárdenla porque yo no voy a renunciar. Soy presidente prisio-
nero, pero yo no renuncio.
Lealtad a prueba de golpe [313]
[319]
[320] ANEXOS
Presidente Chávez:
Asistentes: [aplausos].
Presidente Chávez:
Asistentes: [risas].
Asistente: Sí.
[322] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Matute, una colega con quien hemos reflexionado mucho sobre el tema
de la comunicación, y ella me decía, bueno, que el pueblo tenía muchas
expectativas, que quería que la democracia participativa y protagónica
llegara hasta todos los rincones del país; y yo le decía, recordando esta
fecha, que el 13 de abril ocurrió eso ¿no? El 13 de abril el pueblo vene-
zolano tomó la palabra y no la... no se la pudieron quitar nunca más, y
eso ya es un buen inicio para la tarea que nos corresponde.
Presidente Chávez: Bueno, gracias, gracias, Tania; muchas gracias por
aceptar tú.
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Pues bien, pido que todos cooperemos con Tania y el equipo del
ministerio para articularnos cada día más, cada día mejor en la batalla.
Es la batalla por la mente. Esa batalla es vital, Bolívar lo dijo: “La prime-
ra de todas las fuerzas (no es la de los cañones, no la de los tanques, no
la de los bombarderos) es la fuerza de la opinión pública”. Eso lo sabe
muy bien el capitalismo hace siglos y juega bien ahí, sabe jugar, tiene
mucho poder, lo construyó, lo vino construyendo; y capacidad y se ha
perfeccionado, y ahora con las tecnologías nuevas penetran por todos
lados, envenenan la mente desde los niños, van trabajando a los niños:
el sistema educativo, libros, películas, novelas, publicidad, consumismo,
íconos del capitalismo; lo van creando. Fidel lo refiere siempre. Dice que
hay que tener cuidado con esos reflejos condicionados que todos tene-
mos dentro, sembrados desde niños. Hay que ser conscientes de ello.
Nuestros pueblos los tienen ahí sembrados, y además bombardeando
permanentemente, todos los días.
Es la batalla de las ideas y por la opinión pública. Ahí es bueno... yo
recomiendo que se [haga] este análisis descriptivo que llegó gracias a
Tania, por cierto. Hay que hacer ahora un análisis de esto. Incluso, a
mí me parece que deberíamos, a lo mejor, del Gobierno, del partido,
hacer contacto con quienes elaboraron este estudio para ver y nosotros
además profundizar en las opiniones, valoraciones de la democracia...
Según este estudio hecho por el Centro Gumilla, más del 60% de los
venezolanos y venezolanas consultadas como muestra tienen, o mejor
dicho creen y tienen fe y esperanza en que el socialismo es el camino al
progreso humano y a la democracia verdadera.
Bueno, si miramos diez años, veinte años atrás ese porcentaje aquí
a lo mejor no llegaba ni a... ¿cuánto llegaría, Earle, tú que vienes por
esos caminos?, ¿10%?, ponle tú, quizás un 10%. Porque era una satani-
zación del socialismo: todo eso era malo, el demonio. Recuerdo aquellas
campañas que le hicieron a José Vicente Rangel –¿está José Vicente por
ahí? Bueno, lo saludamos. Está en Puente Llaguno–. (Bueno, vamos a
hacer el pase ¿verdad?, porque si no, es posible que allá se les acabe a
[326] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [327]
por las calles empedradas de Quito hasta que murió el heroico Eloy
Alfaro. Me habrían aniquilado aquí, y a todos los que estábamos aquí.
Claro que nos habríamos defendido nosotros, como sabemos hacerlo,
pero habría sido una carnicería aquí dentro en estos pasillos.
Por eso nada mejor que comenzar el día 11 de abril y cada 11 de abril
rindiéndole tributo a los mártires de Puente Llaguno, a ese pueblo sin
armas que se vino a poner el pecho a las balas, como dice aquel poema
guerrero: “Poniéndole el pecho a un aguacero de balas”. Ahora yo agrego
a esa reflexión, José Vicente y todos ustedes y especialmente a ustedes,
viudas, familiares, hijos, hermanos de las víctimas de Puente Llaguno,
de los mártires de Puente Llaguno: yo, como se lo dije a las amigas
mujeres del Alba que estaban allí, del Comité de Mujeres y la Igualdad
del Género, yo tengo conciencia ¿saben?, de que estoy vivo gracias al
sacrificio de ellos.
Por eso ¿qué me queda? Luchar, luchar y luchar hasta el último día
de mi vida, y pedirles a todos que lo hagamos con fervor, cada día más
unidos, con más conciencia para hacer realidad el proyecto bolivariano,
para obtener la victoria. No una victoria coyuntural, ¡no! La victoria, la
victoria definitiva, la victoria histórica contra el imperialismo y contra
esta apátrida burguesía, para que se cumpla lo que está escrito en la
Biblia, la muerte en este caso de los mártires del Puente Llaguno y de
los que murieron las horas subsiguientes, que dieron su vida las horas
subsiguientes, sea esa muerte absorbida, eliminada por la gran victoria
del pueblo.
Un abrazo para todos ustedes allá, en Puente Llaguno, con todo mi
fervor patrio, mi admiración, mi recuerdo y mi compromiso, que es nues-
tro, por la batalla y por la victoria. Un saludo, Jacqueline, a todos ustedes.
No sé si alguien más quiere hacer algún comentario, José Vicente, algu-
no de los familiares de las víctimas, de los mártires de Puente Llaguno.
Adelante.
Asistentes: [aplausos].
Yesenia Fuentes: Presidente Chávez, así nos dejó la oligarquía, así nos
dejó la derecha con nuestros venezolanos masacrados, con mucha gente
parapléjica, cuadrapléjica, con heridas en sus cuerpos, pero si el 11 de
abril se volviese a repetir le juro, presidente Chávez, con las botas pues-
tas que volvemos a salir a detener a esas balas. Es propicio el momento,
presidente Chávez, para volver a reivindicar a nuestros abogados, a las
fiscales Jaifa, Tursi, Sonia; al doctor Amado Molina, a la doctora Merlin
Morales, a Aramita Padrino, que ellos con mucha gallardía, presidente
Chávez, de corazón se lo digo, estuvieron aquí en Puente Llaguno y
también dieron la batalla en la ciudad de Maracay durante varios años,
para llevar a la cárcel a esos asesinos como Iván Simonovis, Henry Vivas
y Lázaro Forero. De igual manera, presidente, quiero reivindicar con mis
palabras al exalcalde, al exdiputado para la época, Juan Barreto, ¿cómo
dejar de recordar a Juan?
Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [331]
Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [333]
Asistentes: ¡Viva!
por tanto murió y ya, murió un tirano, murió un asesino. Aun cuando,
como algunos dijeron, “no importa que haya cien mil muertos”, ¡es la
locura, es la locura! Por eso es importante leer, recordar, hacer memoria,
y sobre todo a las nuevas generaciones que se van levantando, a la juven-
tud, por todas partes.
Alexis Rosas, La noche de los generales. La verdad sobre el golpe del 11 de
abril, y aquí esta foto. Este es el momento del retorno, eso fue la madru-
gada del 13. No sé quien tomó esta foto, debe estar por allí, seguramente,
los fotógrafos nuestros, de acá, de palacio, o del Sistema Nacional de
Medios Públicos. Aquí está un grupo. Mandé a invitar a un grupo de
compañeros, a estos muchachos. Medina Macero está por aquí, ¿dónde
está Medina? Allá está el teniente Medina, vamos a recordar todo. Por
aquí está Lagonel, que en paz descanse, el comandante Lagonel. Todos
estábamos más jóvenes, un poquito más jóvenes ¿no? Por ahí están los
muchachos, aquí está este grupo de soldados. La mayoría son soldados,
los he invitado y están por aquí; algunos siguen trabajando con noso-
tros, la mayoría. Aquí está Canelones cuando era teniente coronel, ahora
general de división, Canelones Guevara. Por aquí está Morales. Era un
nuevo, está alumbrando, era subteniente, aquí no aparece... Bueno, bien-
venidos, muchachos, con todo el recuerdo de aquellas horas, de aquellos
días. Pero es eso, la conciencia.
Estas son opiniones recogidas de voceros de la oligarquía, de las últi-
mas horas, de ayer, de anoche, de la prensa de hoy. Dice un columnista,
que además creo que es periodista: “El 11 de abril es ya historia”. Aquí
tiene razón, creo, y luego viene: “Yo me inclino por el perdón en el más
puro sentido cristiano. Una amnistía para los presos no sería descabe-
llada. Todo lo contrario: ¿no creen ustedes que es un error resucitar ese
disparate que fue el 11 de abril? Vale decir, pasemos la página”. Son
opiniones.
Más abajo una opinión de alguien que está en un instituto de estudios
políticos. Dice: “Tenemos que reconstruir políticamente lo acontecido
porque para un reencuentro tiene que haber un perdón de los hechos y
Lealtad a prueba de golpe [335]
una ley de amnistía”. Más adelante dice una dama, que ahora se lanzó
de candidata a la Asamblea Nacional: “La mayoría de los países están
hablando de innovación, crecimiento, desarrollo, de cómo mejorar la
educación, la salud. Miran hacia el futuro. En Venezuela estamos miran-
do hacia el pasado”.
Muy parecido a lo que dijo Obama, por cierto, aquí en Trinidad y
Tobago, cuando hablándole al mundo y a los presidentes y a los pueblos
de América Latina y el Caribe, en la cumbre llamada de las Américas,
dijo: “Yo vengo aquí a hablar del futuro, no del pasado”.
Pero con el mismo garrote del pasado, la zanahoria y el garrote. Luego
viene por aquí otro vocero de la oligarquía y dice: “Es necesario una ley
de amnistía y reconciliación nacional”. La reconciliación, reconciliación.
Luego dice otro más: “Están dadas las condiciones que ya hacen
estragos en la popularidad del Gobierno, para forzar al Gobierno a
decretar otra amnistía que abarque a todos los presos políticos, incluso a
aquellos que ya han recibido condena, como los comisarios”.
Es decir, vean ustedes lo que ocurriría si esta gente llegara a gobernar
aquí: los asesinos que sigan matando, pues; con los ricos ni con el pétalo
de una rosa. Viene un hombre pobre, una persona pobre, y a veces come-
te un error de robarse qué sé yo, algo por aquí, ah, bueno: preso, como
tiene que ser. Ah, pero el rico, el que roba mil millones, mata, hace lo
que le da la gana y aquí nunca hubo ley para los ricos. Eso es lo que ellos
quisieran volver a instalar aquí, su propia ley.
Nosotros, en cambio, tenemos que hacer lo que estamos haciendo:
abonar con el mejor fertilizante del alma, de la mente, la memoria. No.
Se prohíbe olvidar, sobre todo porque la batalla no ha terminado, ahí
está la misma oligarquía, la misma burguesía, el mismo imperio, ahora
con otro rostro, pero es el mismo asesino y salvaje imperio yanqui. Y
la misma burguesía venezolana, los mismos rostros que estaban en
estos pasillos aquel 12 de abril, celebrando, dándose abrazos... algunos
curas estaban aquí, sotanas de alto rango aparecieron… se abrieron los
cementerios de la Cuarta República y llegaron aquí cadáveres insepul-
tos. Tomaron esto creyendo que ya el mandado estaba hecho.
[336] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
Presidente Chávez: A todos. Por ahí hay unos videos. Hasta los
mesoneros salieron a buscar fusiles, porque resulta que casi todos ellos
son reservistas, pues, soldados que se quedan aquí, los jardineros, pues,
salieron… por ahí hay varios videos de esos que toman las cámaras. Los
golpistas ni siquiera apagaron las cámaras, no, aquí todo está grabado.
Y de repente yo veo que pasa ¡juas!, un mesonero con un fusil terciado,
compadre.
Belem, que se nos fue después, físicamente, pero anda por aquí. El
soldado Belem, uno de los muchachos que me traía café, fue el que oyó
cuando Carmona le dijo a un grupo de generales: “Bueno, está bien,
mátenlo, pero que parezca un accidente”, y así salió de aquí la orden para
liquidarme, en esas horas de Fuerte Tiuna y después allá, en Turiamo.
Esas primeras horas duras, difíciles.
Pero aquí estamos, aquí estamos. Entonces inscribamos esto en la
historia para alimentar la conciencia de lucha, de batalla, de victoria.
Estamos comenzando lo que a mí se me ha ocurrido llamar el ciclo
bicentenario, 11 de abril. Vamos a llenarnos de mayor fervor patrio para
toda esta semana: 11 de abril, 12 de abril, 13 de abril, la gran Revolución.
Yo incluso decía, Aristóbulo, a algunos amigos, después de eso, tú sabes
que durante muchos años, Elena, estuvimos nosotros... José Vicente si
te vienes para acá sería bueno… quiero invitarlo, alguien que vaya. Y
algunos otros compañeros, Iris Varela que venga, Jacqueline, Yesenia
también, Víctor que venga, que están allí en Puente Llaguno.
Tú sabes que nosotros durante muchos años estuvimos trabajando
para la gran rebelión cívico-militar, desde los años setenta. Recuerdo
a mi hermano Adán. Yo me iba de baja: “Qué no te vayas”, “que sí me
voy”, “que yo quiero estudiar”, le decía yo, y Adán: “Tú no te puedes ir
de baja”. “¿Pero cómo no me voy a ir, Adán?, yo estoy obstinado ya del
Ejército”. Yo estaba en una unidad antiguerrillera, vi torturar a campe-
sinos. Vi cuando bajaban de un helicóptero, molido a golpes, y era Jorge
Rodríguez. Lo vi de lejos. Me dijo mi comandante: “A ese hombre no
[342] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Ese diciembre, como él era uno de los más expertos, líder del grupo,
le informan que viene alguien de Miami a traer el dinero, y un pago
especial por Navidad y estas cosas. Ellos estaban ahí entrenando fran-
cotiradores, reentrenándose, bombas, explosivos. Esa noche el enviado
de Posada Carriles y de esos grupos llegó a San José, él lo esperó con un
grupo de ellos, se reunieron, trajo el dinero y empezaron a tomarse unos
tragos. A este hombre que vino, con unos tragos encima ellos le empe-
zaron a preguntar sobre cuál es la misión pendiente. “No sabemos para
dónde vamos”. Entonces el tipo y que les dijo: “Se le acabaron los días a
Chávez... va a pasar esto y esto... no se lo cuenten a nadie –les dijo–, va a
pasar esto en Venezuela comenzando el año, manifestaciones, protestas,
muerte. Nosotros vamos a matar a Chávez”. Bueno, el hombre al día
siguiente y que pidió permiso para ir a una… hacer un… no puedo dar
muchos detalles porque es capaz que ese hombre esté por allá... Por eso
es que todavía esa historia pudiera ser temprano... y en todo caso no hay
que dar mucho detalle.
Iris Varela, ¿cómo estás, compañera? Camarada, bienvenida.
Asistentes: [aplausos].
Presidente Chávez: Bueno, él salió con una excusa del sitio, es más,
él mandó el sitio donde estaban concentrándose, en varios lugares en
Costa Rica: en unas pensiones, que si detrás de la fachada de un restau-
rante llamado El Colombiano... que existe en San José de Costa Rica.
Existe, porque yo mandé a alguien allá y verificó los sitios, pero no consi-
guió a nadie. No conseguimos una información que nos permitiera... y
además, los gobiernos que por allá había: nada. No estoy diciendo que
ese Gobierno apoyaba, no, no me consta, pero no confiábamos en esos
gobiernos, casi ninguno. Solo Cuba era nuestra aliada.
Luego este hombre, con una excusa equis sale, y va a la embajada
venezolana y habla. No estaba Nora allí, habla con otra persona y le dice:
“Quiero hablar con la embajadora o el embajador”, y logra contactar a
Nora que estaba en la ciudad. Ella va y conversa, y él le echó el cuento.
[346] ANEXOS
Mandó hasta gráficos de por dónde iban a entrar, por Colombia, lo que
él sabía, pues.
Llego ese informe aquí y tal cual ocurrió, José Vicente: francotira-
dores. Hay que recordar que el 11 de abril por la noche, un grupo de
oficiales –ustedes– capturaron en el hotel Ausonia, aquí mismo, a un
grupo de personas colombianas, francotiradores. Aquí estuvieron, yo los
vi y dije: “Llévenselos, pues, a la Disip”. Ah, claro: los golpistas los libe-
raron y borraron…
Asistentes: [aplausos].
haría de nuevo esto, pero con otro espíritu, con el espíritu aquel de Cristo
cuando dijo: “Ay de ustedes los que ríen, porque lloraréis”. Eso lo dijo
Cristo en el Sermón de la Montaña, y dijo un día: “He venido a traeros
un látigo para que giman los culpables”.
Créanme que lo haríamos así, sería una respuesta a fondo y radicali-
zaríamos al extremo esta Revolución. Generales y almirantes, prepáren-
se para eso; soldados, pueblo, prepárense para eso.
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Yo creo que fue un día de una gran lección. Pero creo que el 13 es el
día de la gran conciencia cívico-militar. Yo cuando veo al general Morao,
al general Almidien, al general Canelón, oye, son hombres y mujeres de
nuestra Fuerza Armada que eran iguales que nosotros, y estoy seguro de
que son extremadamente, fueron y serán leales a este proceso bolivaria-
no revolucionario. Eso nos da a nosotros mucha confianza. Yo creo que
se selló ese día. Uno ve al general Carneiro, veíamos a Iris, allá montada
en un tanque en Fuerte Tiuna, y muchos generales allí leales y oficiales.
Oye, yo creo que nosotros debemos rescatar y fortalecer de verdad lo
que significa la conciencia cívico-militar. Y usted tocó otro tema impor-
tante, presidente, es el fascismo. Y es bueno que la gente lo tome en
consideración, que tengamos la posibilidad de pensar por un segundo si
eso vuelve a ocurrir. Porque fíjese lo que pasó el 12, yo recomiendo que
retomemos la Bohemia del 12, presidente, la que fue recogida, la Bohemia
del 12, aquí...
Asistentes: [risas].
Asistentes: [risas].
Porque el avión seguramente oyó, oyeron por radio que iban los helicóp-
teros. “Paticas pa’ qué te tengo”, como dicen en el... [risas].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [risas].
do a un ser querido, un hijo, una hija, el esposo. Ahí está Dalila, que es la
viuda de Pedro, ¿quién le repone su Pedro a Dalila? Nada, nada ni nadie.
Pero ella anda ahí, ahí está con nosotros, y estamos contigo, Dalila...
Asistentes: [aplausos].
pues, y una antena que creo que era de Radio Nacional. Esa antena la
tumbaron ¿no? Bueno, la cambiaron. Una antena de esas de las más
viejas. Esa antena se puede transformar ahora en una chiquitica, pero en
la punta de un cerro. Esa antena tenía ahí mucho tiempo, y ocupaba un
área como de una hectárea por lo menos, planita, y la antena en el medio,
altísima, y con las guayas, los cables, el sistema de sujeción, pues.
Bueno, ¡qué bonito quedó eso!, ¿verdad? Bonito. Ahora estamos
terminando la segunda fase: dos torres que están por terminarse. Y
luego la propiedad social productiva, la propiedad social de los medios
de producción. Ojalá que la carpintería siga echando pa’lante. Ahí una
carpintería que es de ellos, y una herrería. Ideas que a uno se le ocurren
leyendo cómo se construye el socialismo, Luis Britto, Roberto, porque
eso no es soplar y hacer botella. Es la propiedad social de los medios de
producción.
Entonces tú vas por allá, en helicóptero y por tierra... Uverito: ¡Ras!
Seiscientas mil hectáreas de pino, y resulta que ahorita se quemaron
como veinte hectáreas en un área que he ordenado recuperar (no se ha
hecho público hasta este momento. Tubazo, pues, de Aló, Presidente).
Un sector privado transnacional resulta que le compró eso al Estado
hace no sé cuánto tiempo, y tiene una extensión de pinos de esos caribe,
y dejaron que se quemaran. Me vengo a enterar de los detalles por qué
se quemó eso, y mandé a investigar cómo dejaron quemar esto, por qué,
si uno mismo ha ido por allá: “Tiren cortafuegos, el pino es muy infla-
mable, combustible, tiene mucha resina y cosa de estas”. Pero bueno, ahí
está la madera. ¿De quién es esa madera? Es propiedad social.
Ahora, si el Estado se encarga, primero, de privatizarla como estaban
haciéndolo, era lo último... Pero tampoco es suficiente que el Estado
recupere la propiedad, como la hemos recuperado, incluso, ahí estaban
montando un gran aserradero, una transnacional. Nada: pa’ atrás. Ahora
lo estamos haciendo nosotros, y hemos hecho aserraderos. Pero ¿de qué
sirve que sea el Estado el que recupere la propiedad, y entonces el Esta-
do haga una empresa, pique la madera, se la lleve y se la venda como
Lealtad a prueba de golpe [365]
Presidente Chávez: ¡Ah! Los años, los años. ¿Hoy hay programa?
Asistentes: [risas].
Roberto Malaver: Y de este lado está aquí, este pequeñito que ustedes
pueden ver aquí, Napoleón Bravo, y aquí arriba está Marta Colomina.
Roberto Malaver: Entonces, aquí dice este libro, yo tengo los edito-
riales de Tal Cual en este libro, y Teodoro Petkoff, a quien yo le he dicho
que se vaya a las duchas porque ya nadie, ni la derecha ni la izquierda
lo quiere. Pero yo sigo siendo teodorista. A mí me va a doler mucho si
se va a las duchas. Dice que: “Con mucha pena causada en decenas de
hogares venezolanos y sin ninguna gloria, se acabó el régimen de Hugo
Chávez...”.
Asistentes: [risas].
Lealtad a prueba de golpe [369]
Roberto Malaver: Aquí hay gente, los demócratas, todos están aquí,
todos firmaron el decreto Carmona. Entonces cuando una persona llega
a la casa hablando de democracia usted lo busca. Si está aquí, sí es un
demócrata; si no está, usted tiene que pedirle que se inscriba, porque
aquí están todos los que firmaron el golpe.
Presidente Chávez: No, no, Tania, por favor, que haya programa.
Gracias, Roberto. El buen humor, el fino humor siempre es necesario, y
ustedes aportan. Es lo único bueno que ustedes hacen, el humor.
Asistentes: [risas].
televisión que se viera bien, era muy borrosa. Estos muchachitos habían
buscado un televisor por allá, los sargentos, pero no se veía nada. ¿Y
celular?, había que salir no sé para qué cerro por allá. Y yo: “Oye, quiero,
necesito un celular, búsquenme un celular...”, pero no, no había alcance
ahí. Entonces yo, que a La Orchila la conozco, allá hay alcance y se ve la
televisión. Esa fue una de las razones que a mí..., José Vicente, la parte
mediática; yo creo que fue la razón fundamental que a mí me llevó a
aceptar que me trasladaran a La Orchila.
Cuando llego a La Orchila me bajo del helicóptero, y el capitán que
estaba allá de jefe del puesto de La Orchila –nuestro– me dice calladito:
“Mire, le puse un celular debajo de la almohada...”. Así que el celular
estaba ahí, pero bueno, ellos me tenían muy vigilado, los tres o cuatro
oficiales. Así que no lo toqué: lo vi y lo dejé tapado, lo dejé ahí como
para una reserva para más tarde. Ellos me negaban el celular o un telé-
fono; yo les dije que quería hablar con mi familia, para ver si obtenía un
teléfono. “No, no, que no hay alcance”. Está bien. Yo sí sabía que había
alcance. Lo cierto es que de repente llega el almirante, delante del obis-
po, y el otro general y el otro. El almirante se para firme. Lo veo y me
digo: “¿Qué le pasa a este?, ¿se volvió loco?”. ¡Se paró firme el golpista!
Trancó yo creo que más fuerte que un cadete de segundo año, porque
los cadetes de segundo año trancan duro porque son siempre faltones y
andan tratando de tapar la falta con la tranca fuerte. Cadete de segundo
año que no sea faltón, no es cadete de segundo año. Dígalo ahí, brigadier
mayor. Cuando uno pasa a tercer año ya es sin novedad. Hay excep-
ciones. Recuerdo de segundo año aquí a Canelones, ¡Ja, ja! Canelones
Guevara; ¡dígame Chourio cuando era de segundo año!
Bueno, entonces aquel almirante trancó más fuerte que un cadete de
segundo año recién ascendido. Saludos en dos tiempos: ¡Chaz, Chaz!
“Señor presidente, mi comandante en jefe...”. “¡Aayyy papá! –dije yo
[risas]– ¡aayyy papá! ¿Qué le pasaría a esta gente en Caracas que este
se está trancando aquí, parado firme?”. Y claro, el obispo que no era
tonto, el cardenal, igual, le veo la cara y se pone él, así, tenso. “¿Qué está
pasando aquí –se preguntaría él– que el jefe se le está parando firme al
[378] ANEXOS
Asistentes: [risas].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: Sí.
gorra, noté que ahí tiene un sombrero elegante. Ese es el nuevo look para
la campaña ¿será? Mendoza en la toma del canal 8. Entonces vamos a
ver ese video, muchachos ¿está listo? Veamos este video, pues, periodis-
tas escuálidos.
Adelante.
[Presentación del video sobre el golpe de Estado de abril del 2002, cuya
última parte finaliza con las declaraciones del entonces gobernador del estado
Miranda, Enrique Mendoza: “Me di un lujo también y ¡ay! Estoy tranqui-
lo y feliz que nosotros con nuestras fuerzas especiales de la policía del esta-
do asumimos el control de la... de la televisora del Estado, pero no sin antes
dejarla muda. Esa basura, así mismo, que se llama el canal 8 vamos a sacarla
fuera del aire, va fuera del aire”.]
Presidente Chávez: “Va fuera del aire, fuera del aire”. Bueno, hemos
tomado prestado el cierre de los Roberto también. Otra vez caemos con
los Roberto. Yo no sé si es que ya ustedes despidieron a este caballero,
no le dan trabajo; ahora lo tenemos aquí. Esos son los que se llaman
demócratas y andan diciendo que aquí violamos la libertad de expresión,
que aquí cerramos medios. Es para recordar y fortalecer la conciencia,
vuelvo a insistir en esto.
El 11 de abril nosotros pudiéramos compararlo, en el caso nues-
tro, de la Revolución Bolivariana, a lo que fue (en otra escala, en otras
dimensiones) la invasión de playa Girón a la Revolución Cubana. Era
inevitable. José Vicente es una de las personas que más saben cuán-
tos esfuerzos hicimos, hasta en lo personal, pero siempre en el marco
de nuestros códigos éticos, que nos llevaron incluso a perder amigos
de muchos años, muchísimos años. Y yo también, hasta en lo personal,
cuántas conversaciones en distintos espacios a distintas horas: aquí, en
La Viñeta, en La Casona, en Fuerte Tiuna. Una vez por allá, hasta en
Barinas, en una cancha de bolas.
Lealtad a prueba de golpe [381]
Yo era un ingenuo, yo era un nuevo: “Ah, bueno, está bien, que pase”.
“Que ahí llegó Ménem”. “Ah, bueno, que pase” [risas].
Y resulta que yo me entero, después del desfile que hicimos el 4 de
febrero allá, Canelones, cuando entregamos el estandarte a los bata-
llones de paracaidistas, que habían eliminado el Briceño, el Chirinos.
Luego llego aquí y prendo el televisor, después del desfile, y veo que está
alguien, un funcionario de Cancillería –ni siquiera el canciller– despi-
diendo a Fidel en el aeropuerto. Fidel con su uniforme. Yo lo veo que se
monta en el avión y digo: “¡Dios mío! Fidel estuvo aquí todos estos días
y yo no lo he recibido”.
Sencillamente no querían que yo recibiera a Fidel, pues. Era Ménem,
era el secretario de la OEA, era el stablisment, pues, solo que yo –veguero
al fin– me fui dando cuenta, y yo también empecé a hacer mi jueguito,
pues.
Hasta que ese jueguito llevó a la confrontación inevitable, inevitable,
y al golpe del 11 de abril y al contragolpe revolucionario, como en “Las
Líneas de Chávez” hoy lo escribo. Fue el título que le puse: “Golpe y
contragolpe, igual Revolución. La Revolución de Abril”. Un golpe y un
contragolpe, y esta imagen que recorrió el mundo, de mis soldados allá
y nuestro pueblo aquí.
Si estos soldados hubieran sido los soldados que teníamos en 1992,
perdón, en 1989 o antes, y esos oficiales que los comandaban hubieran
sido los mismos que dirigían 1989 cuando El Caracazo, aquí hubiese
habido miles de muertos en la puerta de Miraflores y en la puerta de
Fuerte Tiuna. Hubiese habido miles de muertos. Pero ya la situación
había comenzado a cambiar. Nosotros no desaprovechamos... con todos
los errores cometidos, hay que recordar que nosotros no perdimos un día
en iniciar un proceso de unión cívico-militar que caminó hasta donde
pudo, a pesar de la oposición de casi todo el Alto Mando o los altos
mandos que había. Pero quién recuerda aquel 27 de febrero de 1999,
cuando salieron miles y miles de soldados y oficiales a las calles, a los
barrios más pobres a atender la miseria, la pobreza, médicos, enfermeras,
Lealtad a prueba de golpe [383]
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [risas].
Efraín Castro: Sí, así es. Nosotros salimos de aquí desde el canal
8, después de ese 13, donde en esa avenida Francisco de Miranda no
cabían más personas porque estaba demasiado tupida de personas, ya
después de ahí, de la plaza Candelaria y lo que era el Puente Llaguno
para allá no se podía pasar. Yo le dije a mis compañeros: “Vamos a llegar
hasta allá, hasta la puerta N.° 1 de allá, de Miraflores”, y bueno, ahí fue
cuando los oficiales, con este Durán, nos mandaron a que entráramos y
montáramos los equipos.
Yo nunca había montado en mi vida, en verdad, en los veintisiete
años que tengo acá en el canal, una microondas, y la monté con Teodoro
Martínez y fue cuando después llegaron los otros compañeros y... bueno,
y sacamos parte de la señal.
Lealtad a prueba de golpe [389]
ya desde el martes los compañeros que estábamos allí, que valga decirlo,
era el único territorio bolivariano, de asumir una postura política en ese
medio, donde ya todos estaban de acuerdo con que Chávez tenía que
salir, donde estaban armando un complot.
A mí me tocó la tarea allí, sin saber, de programar la suichera del
máster de Televen para picar la cadena, pensando que iba a hacer enlaces
con otros canales, y al momento de picar la cadena, nosotros asumimos
una postura política y dijimos que no la íbamos a picar, porque estába-
mos comprometidos, lejos con un canal, con una nación, con un país,
con nuestros hermanos que estaban todos pendientes en las casas, en
los barrios, los compañeros que venían bajando de Los Teques, desde El
Valle, desde Petare, subiendo desde Guarenas.
Y también asumí la postura de tratar de sacar la información que
estaba allí, que se le negó al pueblo venezolano, que no se le dijo la
verdad, y que después ellos, al asumir que ya era inminente que el pueblo
había tomado de nuevo las calles y que el presidente venía, ponchar
la señal del canal 8 por Televen. Para nosotros fue un orgullo cuando
regresa, con todos los problemas técnicos que sabíamos que teníamos,
pero logramos salir al aire.
comienza la historia hasta que tuvimos que abandonar el canal, una vez
que ya se acercaban las fuerzas de choque de la policía de Miranda y ya
no había nadie del personal.
Yo recuerdo que esa noche le decía a Jesús Romero Anselmi, que se
negaba a abandonar el canal, le decía: “Jesús, el capitán es el último que
abandona el barco, no se hunde con él, y tenemos que prepararnos para
la batalla que nos comienza de ahora en adelante, que es la batalla de
recuperar la democracia”.
Ese día 11, bueno, estamos muy orgullosos, primero, de la exposición
que estamos inaugurando el día de hoy aquí en Venezolana de Televisión.
Pero yo quiero hacer un reconocimiento especial a nuestros técnicos y
trabajadores. Señor presidente, nos indican las estadísticas que el año
pasado hubo 986 transmisiones en vivo. Si a nosotros nos midieran
esos libros de récord seguramente tendríamos un récord impresionante
en comparación con cualquier canal del mundo. Nunca se nos caen las
transmisiones porque tenemos un personal que, más allá de ser emplea-
dos de un canal, son un personal comprometido con la Revolución, y
sentimos cada día que nos despertamos que no somos solo voz de la
Revolución Bolivariana para Latinoamérica, sino que somos la voz de
los pueblos oprimidos del mundo. Gracias a la conducción de la Revo-
lución, presidente, el día 12 aquí está, esto fue el despertar, el despertar
para mucha gente, cuando se evidenció la verdad.
El día 11 nos quitaron la patria y el día 13 se materializó el milagro,
y hoy por hoy, ocho años después, usted sigue al frente de la Revolución
y nosotros comprometidos con ella, y haciendo la mejor televisión del
mundo.
María Teresa Gutiérrez: Gracias, Gustavo. Y gracias a ustedes
también, por habernos permitido llevarles a ustedes, conjuntamente con
la gente de Petare, que estuvo ese día con nosotros, acompañándonos
aquí en Venezolana de Televisión, en este el canal de todos ustedes y del
mundo, pueda seguirle transmitiendo las noticias, lo que son verdades y
los logros de esta Revolución. Yo esta imagen la despido, señor presiden-
te. A mi lado con Nancy Lagonel, trabajadora, compañera de Venezolana
[392] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Jacqueline Faría: Sí, es el día del apagón mediático que nos hicieron,
comandante, y en respuesta a eso hemos entrado en los liceos con el plan
de hacer una guerrilla. Hace tres meses están formándose los mucha-
chos y muchachas que dieron paso al frente. ¿Quién quiere comunicar
la verdad de lo que está ocurriendo en Venezuela? Y paso al frente: 75
muchachos dieron ese paso al frente, y se están formando. Ya son un
cuerpo ordenado, disciplinado, dispuesto para la batalla...
más fuerza. Por eso, creced y multiplicaos, pues, esa guerrilla mediática,
que tiene que ir (así lo creo), tiene que ir a todos los espacios, en todos
los niveles. Por ejemplo, creo que se debe hacer una gran ofensiva utili-
zando, por ejemplo, el muralismo, el arte, la cultura, el buen cine, obras
de teatro, teatro de calle, es un hecho cultural. La batalla mediática es
un hecho cultural, la batalla de las ideas, pues, porque el medio, lo que
es eso, es el medio de difusión, pero son ideas. La guerrilla mediática
tiene que hacer teatro, el circo del Sur, los cuentacuentos, libros, edición
de libros, folletos, círculos de lectores, etcétera. Los medios alternativos,
lugares de encuentro.
Hablando de libros, mira, Earle Herrera, que está por aquí con noso-
tros, El Kiosco Veraz, eso pasó esta mañana ¿no?, ¿hubo Kiosco? En la
calle, sí, Kiosco Veraz. Desmorir de amor. El que desmuere es el que vive
¿verdad? Desmorir. Claro, después de haber muerto, después de haber...
explica ¿qué hay allí, Earle?, ¿qué código tienes tú ahí, Earle? Earle
Herrera.
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
del desmorir, fue lo que yo quise decir, el poeta del desmorir. El que haya
muerto de amor y quiera desmorir, busque la poesía de Earle Herrera.
Yo lo que estaba era cantando “Lucerito de mi llano”, una canción de
Eneas Perdomo, muy bonita, que yo nunca me había aprendido y María
y Rosa me obligaron a aprenderme; Rosa, María, mis hijas.
“Papá apréndete ‘Lucerito’”, dice María. Yo no sé si María está engua-
yabada, pero me pide que le cante... ¿no? ¿No hay un arpa por ahí?...
Pero está la guitarra... A ver:
Lucerito de mi llano
Alúmbrame mi camino
Lucerito, lucerito,
No me dejes de alumbrar (María)
Mira que vengo muy triste
Por los caminos del llano
Lucerito, lucerito
Mira que voy a llorar...
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [risas].
Asistentes: [aplausos].
rápidos, enérgicos. Bueno, así somos los cadetes, debemos ser siempre,
sentirse.
Así decía uno: ¡Sentirse!... sentarse, cadetes, cadetes de azul y vino-
tinto, de blanco y oro y verde. Cadetes de la patria. Bicentenario, cadetes
del Bicentenario: sigan el ejemplo, seguid el ejemplo. Quédense senta-
dos, jóvenes cadetes.
Allá está el general en jefe José García Carneiro, ahora gobernador
del estado Vargas. A ese general llegaron incluso a apuntarlo con fusiles,
entre varios.
Recuerdo al general Wilfredo Silva, igual, que se plantaron; el general
López Hidalgo. Eran minoría dentro de Fuerte Tiuna, ellos andaban
por allá viéndose a escondidas. Desde los días previos, ¿tú te acuer-
das que me llamaban?: “Mire, esto está raro, presidente, aquí se están
reuniendo en tal parte...”.
Y recuerdo que me llamaste cuando estaba aquel que fue comandante
del Ejército, el traidor aquel reunido, y llegó un general que era agrega-
do militar en Washington. Y llegó además con armamento de guerra,
que no era armamento de la Fuerza Armada, no; metieron armamento
de guerra a Fuerte Tiuna. Y me llama el otro general y me llaman los
comandantes, algunos comandantes. Padrino López estaba comandan-
do el batallón Bolívar.
¿Ustedes se acuerdan aquella reunión que hicimos en La Roca, allá
arriba? Porque los generales –¿te acuerdas, José Vicente?– no querían
salir. Los generales golpistas salían ya –el pronunciamiento–. Entonces
llamo un día a algunos generales... a ustedes no... a algunos que no eran
golpistas, que no estaban en el golpe, pero los tenían amenazados, acosa-
dos, y ellos no se atrevían.
Cuando yo me doy cuenta de que no se atrevían, entonces les dije:
“Bueno, está bien, está bien, ustedes consideran que no deberían inmis-
cuirse en la confrontación y tal, y caer...”. Tenían toda una elaboración,
que “no hay que caer en provocaciones, que no sé qué más”. Entonces
convoqué una reunión con todos los comandantes de los batallones, y les
dije: “Bueno, ¿ustedes están dispuestos aquí?, que necesito que salgan a
Lealtad a prueba de golpe [403]
Asistentes: [aplausos].
sucede... una vez que nos obligaron a salir del palacio el día 12 en la
mañana, salí yo, salió Chourio, al día siguiente regresamos.
Yo recuerdo que me vine de San Antonio de Los Altos con Antonio
Rivero, y estuve en conversación con Morao, que todavía estaba en el
palacio. Estuve en conversación con Chourio, que estaba en el Fuerte
Tiuna, que aquel día me manifiesta: “Cómprese unos celulares, pero cada
vez que hable por el celular bótelo, porque nos están siguiendo por los
celulares”.
Es como un centro de información. Ahí comenzamos a hacer un
plan: cómo reconquistar el palacio. Aquí estaba Morao, estaba en coor-
dinación con Maracay; yo estaba afuera, yo estaba en El Valle, arriba,
estaba metido y hablando con Chourio. Recuerdo también a Quiaro
que también estaba coordinando con nosotros. Fue un plan coordinado
entre todos los que estaban en el palacio. De tal manera que baja el
pueblo, y aquí en Miraflores en un momento dado, los soldados recupe-
raron el palacio. Una vez que recuperaron el palacio, eso fue como una
reacción en cadena: recuperan el palacio y todo el pueblo se va a la calle.
Después comenzamos otra vez las coordinaciones, porque no es nada
más que estar acá... el pueblo en la calle, recuperar el palacio.
También había un problema en la Comandancia General del Ejérci-
to, donde estaba López Hidalgo. Yo llegué allá como a las cuatro de la
tarde, hablé con él y de ahí me comuniqué con Iris Varela, que creo que
estaba tomando el canal. También tenía comunicación con Diosdado
Cabello, que le dije: “No salgas todavía, porque no se ha recuperado
totalmente, hay muchos problemas en la calle”. Ya como a las cinco, seis
[de la tarde] me llama Morao: “Pueden venirse para el palacio”. Chourio
creo que había entrado antes, creo que entró en la cajuela de un carro,
escondido, entró aquí al palacio. Nos comunicamos.
Pero todavía nos quedaba un problema con la Infantería de Marina,
allá en La Guaira, que estaba un almirante que supuestamente era nues-
tro pero se nos volteó, y ahí tuvimos que, junto con el capitán de navío
(creo que hoy es contralmirante) Belisario, tuvimos que convencerlo
[408] ANEXOS
discusiones esa noche, después de esta hora llegó la noche, esa noche
larga, noche larga. Ya los tiros se fueron, se fueron, pero quedaron con el
cartucho en la recámara, los fusiles cargados y las amenazas y las presio-
nes, y los muertos y el dolor, el llanto llegó con la noche, la tensión.
Fue una noche como de cuchillos, buena para los poetas, para Earle
Herrera, una noche como de cuchillos. Y aquellas horas. Llegó mucha
gente aquí, llegó Iris, llegó Aristóbulo, a pedir fusiles. Recuerdo el grito
que me pegó en la puerta mi capitán Víctor Hugo Morales: “¡Coman-
dante, llegó la hora de los fusiles!, ¿dónde está el mío?”. Pero con un
grito que venía del Porteñazo. Llegó aquí el Porteñazo, llegó aquí, a las
puerta esa, y yo me debatía en qué hacer. Discutíamos si irnos para allá,
para los cerros o para Maracay, 23 de Enero, resistir aquí, atrincherados
con los hombres que nos quedaban aquí, y mujeres armadas. Sobre todo
el regimiento de la Guardia de Honor (leal, rodilla en tierra) y los oficia-
les que me miraban y me volvían a mirar esperando la decisión que al
final me tocaba a mí, pues, como el 4 de febrero –Chourio, Canelones–,
¿te acuerdas? Allá arriba en la azotea, cuando amaneció la incertidumbre
y olía a pólvora todavía. Se levantaba el sol sobre Caracas y yo (el jefe)
mirando con un binóculo: no hay rebelión popular, las calles silentes,
Carlos Andrés Pérez otra vez en Miraflores, todos los canales funcio-
nando normalmente, no tomamos ni un canal, no tomamos Miraflores
y pasaban ya los aviones F-16 sobre lo que era el Museo Histórico. Con
el binóculo yo veía por las ventanas de los ranchos, mujeres asomándose
y niños en sus brazos, y dije: “No, no, no: rendición”, que es como una
muerte, es una especie de muerte.
Y recuerdo la mirada tuya, Chourio, y la de Canelones, cuando los
llamé y les dije: “Nos rendimos”. “¿Cómo?”. “Nos rendimos”. “¿Cómo?”.
“Nos rendimos”. Y bueno, armen pabellones y, como lo escribí por ahí, en
unos poemas de prisión: “Silencio, silencio, pesar en el corazón y muerte
en el alma: 4 de febrero”. Diez años después, Chourio me ve, y yo lo veo,
diez años después, y les digo: “Me voy, me voy a entregar”. “¿Está loco?,
¿cómo se va a entregar?”. “Me entrego”. Claro, había toda una cosa por
dentro, yo había estado todos esos días por allá, metido en la Academia.
Lealtad a prueba de golpe [411]
Presidente Chávez: [risas]. Claro, ven acá, es que esta gente tuvo suer-
te. Tuvo suerte, porque si el GRAT hubiera actuado... el GRAT no exis-
tía como GRAT, después lo crearon, pero el GRAT ya existía ahí. Nadie
sabe qué significa GRAT, pero imagínense ustedes lo que es el GRAT.
Si el GRAT actúa, yo creo que no queda nadie en ese salón [risas]. No,
no. Por eso es que yo más bien les recomiendo a los burgueses... que ellos
no saben muy bien lo que hay por debajo de la superficie, la capacidad
de respuesta que tenemos.
Ahora, no es que es una locura, no. Eso era una idea. Bueno, ¿no
van a matar a mi comandante, pues?, agarren a los que están ahí... Y
además, ellos estaban debajo de donde estaban los golpistas gritando...
que estabas tú con el otro Roberto ahí, ustedes estaban ahí, y firmando...
Lealtad a prueba de golpe [413]
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
José Vicente Rangel: Yo creo que esa decisión, esa decisión demos-
traba más coraje, después he pensado yo que demostraba más coraje que
resistir, requería más valor dar ese paso; pero además, tácticamente era
lo que correspondía, como ocurrió posteriormente, porque al llegar allá
empezaban las contradicciones, afloraron: “Lo mandamos para Cuba, lo
matamos, lo hacemos preso, lo juzgamos, etcétera”.
“Bueno, solo tú sabes lo que vas a hacer”. Pero te voy a decir algo: “Tú
no eres Allende, Chávez, tú eres un soldado”, porque Allende, Allende...
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [419]
Asistentes: [risas].
[420] ANEXOS
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Diputado Darío Vivas: Se van a desplazar desde diversos sitios del área
metropolitana y del interior del país, y hay un ambiente bien positivo y la
gente quiere encontrarse con nuestra milicia ahí, el día 13, para conme-
morar esta fecha histórica.
Iris Varela: El martes voy a ver si se la llevo para que la conozca allá...
Asistentes: [aplausos].
Lealtad a prueba de golpe [427]
Presidente Chávez: Iris, muchas gracias, gracias, Iris Varela, por sus
apasionadas y precisas reflexiones. Y yo diría que, además de la posibi-
lidad de pasar algunas cosas en cadena, es la cadena de todos los días:
Puente Llaguno todos los días, esos documentales e informaciones,
todos los días que estén en nuestra mente y en el acontecer diario. Pero
es muy bueno que en esta época saquemos toda esa información hoy,
mañana, pasado mañana, toda esta semana, semana del Bicentenario.
Bueno, vamos a terminar. Yo dije que era hasta las cinco, son las seis y
media ya. ¿A qué hora empieza el programa de los Roberto? A las siete
¿no?, hay tiempo. Tienen tiempo de llegar en una moto allá los Roberto.
Bueno, ha sido un programa de recuerdos, de reflexiones y de dolor
también, de dolor; de mucha pasión aquí en uno de los escenarios de
aquellos acontecimientos, que ha sido, además, escenario de aconteci-
mientos de un siglo: Miraflores. Pero allá está Puente Llaguno, allá está
Fuerte Tiuna, allá están las calles, allá está el pueblo, aquí está el pueblo,
aquí estamos sus soldados, nuestro pueblo: unidos jamás seremos venci-
dos, todo 11...
Asistentes: [aplausos].
Asistentes: [aplausos].
Caracas, Venezuela