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LA PROPUESTA AMBIENTAL

El proyecto de ley por el cual se crea el Ministerio del Ambiente, con el objeto de formular
políticas y garantizar el cumplimiento de los deberes y derechos del Estado y de los
particulares en materia ambiental, será sometido próximamente a consideración del
Congreso de la República; como sucede con todo proyecto de ley, tiene unas cosas buenas,
otras inconvenientes y otras inexplicables.... Entre las cosas buenas hay que reconocer el
esfuerzo realizado, en cumplimiento del mandato de la Constitución contenido en sus
artículos 79, 80 y 95, para producir un instrumento que permita comenzar a darle al manejo
ambiental del país la jerarquía, la capacidad de gestión y el nivel técnico que hasta ahora
han brillado por su ausencia.
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Por: JAIME ARIAS RESTREPO
 
03 de agosto 1992 , 12:00 a.m.
Entre los inconvenientes, hay que destacar lo propuesto en el artículo 12 del proyecto de ley
en el sentido de fijar y cobrar tasas por el uso de los recursos naturales renovables, de los
que hace parte el recurso agua, que según el Plan de Desarrollo La Revolución Pacífica,
deben ser suficientemente onerosas para inducir un uso más eficiente de los recursos .

Una tasa al uso del agua equivale a un impuesto al riego (actividad que se pretende
estimular con el proyecto de ley de adecuación de tierras), cuando en el mundo entero, el
desarrollado y el subdesarrollado, se está subsidiando fuertemente esta actividad. Dice la
revista The Economist (marzo 28/92): el agua para riego recibe en todas partes un enorme
subsidio. Desde el valle de Napa en California hasta las riberas del Nilo, los agricultores
rara vez pagan más de una quinta parte de los costos de operación de los distritos de riego,
y nada por concepto de recuperación de inversiones; además, las tarifas eléctricas para el
bombeo de agua para riego están subsidiadas .
Entre lo inexplicable del proyecto de ley, está lo propuesto en su artículo 14.

El artículo 317 de la Constitución establece que sólo los municipios podrán gravar la
propiedad inmueble y que la ley destinará un porcentaje de esos tributos, que no podrán
exceder del promedio de las tasas existentes, a las entidades del manejo ambiental. Esas
entidades, conforme al proyecto de ley, son las nuevas Corporaciones del Ambiente, que
sustituyen a las Corporaciones de Desarrollo Regional. Hechas las cuentas, el promedio de
las tasas resultó ser del 2.5 por mil.

Ahora bien; lo que propone el proyecto de ley es que la tasa se aplique por igual a los
avalúos catastrales de la propiedad inmueble urbana y rural, para liquidar el valor del
tributo que los propietarios deben pagarle a la correspondiente Corporación del Ambiente.
De esa manera, una fábrica con avalúo catastral de 10.000.000 de pesos, contaminante del
agua con sus vertimientos, del aire con sus emisiones, del suelo con sus residuos sólidos y
del paisaje con sus ladrillos, queda pagando el mismo tributo ambiental que un bosque o
pradera avaluado catastralmente también en 10.000.000 de pesos, que oxigenan el aire,
preservan el agua y los suelos y enriquecen el paisaje.

Para asegurarse de que semejante absurdo no tenga escapatoria, el proyecto de ley propone
que la tasa del 2.5 por mil, que es la máxima permitida por la Constitución, adquiera
además la categoría de mínima. La propuesta es un verdadero atropello al sentido común y
a la equidad tributaria.

En el mundo civilizado, el criterio que desde hace varios años ha tenido vigencia como base
de cualquier política ambiental es que el que contamina paga , lo cual quiere decir que el
que no contamina no paga. En Colombia lo que se propone ahora es un criterio diferente,
que desafía toda lógica, en que el que contamina paga igual al que no contamina.
Lo que parece justo en este caso es que los principales contaminadores del agua, el aire y el
suelo, que son las grandes ciudades y en general todo lo urbano (además de ciertas
industrias y agroindustrias localizadas en zonas rurales), tributen con base en la tasa
máxima permitida del 2.5 por mil, la cual debe reducirse gradualmente a medida que la
población de las ciudades disminuye, para terminar en una tasa de cero o algo cercano para
las zonas rurales que no contaminan.

Por último, algo increíble: como está el proyecto de ley ambiental, la propiedad inmueble
de Bogotá, que es la ciudad más contaminante de Colombia, queda exenta del tributo
ambientasl del 2.5 por mil porque Bogotá no hace parte del territorio de ninguna
Corporación del Ambiente. Con esta medida se logra también quitarles a la Sabana y a la
cuenca del río Bogotá los recursos que actualmente reciben

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