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LOS MUROS PERIMETRALES EN CHAN CHAN.

Cristóbal Campana D.

Muro perimetral oeste de Tschudi. Al fondo derecho la Huaca Toledo.

Un muro o una pared, son elementos envolventes que definen las funciones
dentro de un determinado espacio. El paisaje urbano de Chan Chan no podría enten-
derse sin los grandes muros perimetrales que delimitan los edificios mayores o “pala-
cios” y sus respectivas funciones. Prácticamente esa es la característica más saltante,
por lo impactante de su altura, aunque para los que hemos visto los modelos construc-
tivos, desde sus bases hasta su máxima elevación, la noción y relación de sus magni-
tudes son otras, mucho mayores y deslumbrantes, que lo que se observa desde aba-
jo. La otra función de estos muros, actúa como un factor de climatización, pues su
altura, al desviar y elevar los vientos, evita una fuerte precipitación atmosférica de sa-
les, cloruros y líquenes que vienen del mar y genera un microclima para que manten-
gan en buen estado las imágenes sacralizadas de su interior.
Estos elevados muros de doble talud, fueron hechos con la intención canóni-
ca de delimitar y dar organicidad a los conjuntos de construcciones de la mayor impor-
tancia, dado su compromiso y contenido ideológico, porque en plazas, “audiencias” y
mausoleos, era donde se realizaban las ceremonias y ritos de entonces. La restaura-
ción desde sus bases en los muros este y oeste Bandelier, de construcción tardía, ha
puesto en evidencia que éstos fueron hechos sobre grandes espacios con construc-
ciones de diversa calidad y antigüedad. Por el momento, no sabemos si todos los mu-
ros perimetrales conocidos se sobrepusieron a estructuras con otras funciones, o he-
chas por grupos humanos de menor nivel social (Fig, 2). Pero, los muros que hemos
estudiado, como los Tschudi, Rivero, Uhle, Laberinto o Bandelier, fueron hechos tar-

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díamente y sobre áreas con otras estructuras que fueron arrasadas y niveladas. Tam-
bién sabemos que tuvieron diferencias de talud, altura y anchura en sus bases (Fig. 3).
Su magnitud a través de to-
do el proceso del crecimiento urbano
no fue el mismo. Podríamos decir
que, en algún momento, de decidió
cercar con esos altos muros, un con-
junto mejor ordenado de construc-
ciones dedicadas a actividades ce-
remoniales, cortando o modificando
las ya existentes. Los factores climá-
ticos externos y del subsuelo ha-
brían deteriorado muchas imágenes
sagradas de entonces, y también
eso debió imponer la elevación de
los muros perimetrales para estabili-
za un tanto el clima. También es
posible que ante algún fuerte fenó-
meno natural en la zona –pero no
cíclico- como un terremoto, una se-
quía o una tempestad con rayos y
truenos, dentro de un evento “Niño”,
comprometiese sus creencias, al
Fig. 2. Véase la relación entre un muro de Tschudi y otras grado de exigir replanteamientos
construcciones de menor jerarquía de un conjunto de cons- religiosos, sociales y políticos y, por
trucciones menores de adobes pequeños y bajos muros de
canto rodado y barro. El alto muro ya había sido restaurado. lo tanto, la modificación de las ce-
remonias y sus rituales concatena-

Fig. 3. Diferencia de de alturas y anchura de las bases en el Edificio Principal de Tschudi, lo parecería
indicar la existencia de un modelo, pero no así de un patrón para erigir los muros .perimetrales.

dos.
El doble talud, una base muy ancha y una elevada altura, fueron las característi-
cas recurrentes, pero al ser estudiados encontramos que sus ángulos, espesores y

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talud no fueron constantes, ni en un mismo muro (Fig. 3). La característica general a
todos es que, los cimientos de estos altos y espesos muros, fueron hechos con pie-
dras grandes unidas con barro, sobre “una cama” de cascajo seco, la que funcionaba
como “rodajes” evitando que las tensiones tectónicas comprometiesen la estructura
superior en caso de terremotos. Encima, hormigón prensado, de barro con una buena
carga de arcilla y gravas, hasta determinada altura, a manera de sobrecimiento, para
luego seguir erigiéndolos con adobe. Sobre ese “sobrecimiento” y a la par de las pri-
meras hiladas de adobes, se hincaron o plantaron las “cañas de guayaquil” para servir
de hitos o jalones para definir el trayecto y el largo del muro, tratando de mantener
más menos la correcta homogeneidad de los taludes laterales (Fig. 4).

Fig. 4. Dibujo hipotético de la estructuración y construcción de un muro perimetral. Sobre un suelo con rastros de anteriores cons-
trucciones, se hacía una zanja ancha, se le ponía cascajo en seco, luego un cimiento y un sobre cimiento con piedras grandes
y barro para evitar la acción del salitre y una vez nivelado, se comenzaba a construir con adobes de tres tamaños.

El doble talud es la característica más fácil de observar y se pensó que era la


respuesta que determinaba la resistencia ante los movimientos telúricos tan constantes
en las zonas litorales del Océano Pacífico. Esto es así, pero son mucho más complejas
las respuestas técnicas, pues sus constructores habían advertido que ante un movi-
miento sísmico había que evitar al máximo la conexión entre el suelo y la obra construi-
da, permitiendo –a la vez- cierto grado de flexibilidad para aminorar las tensiones tectó-
nicas desde el suelo y evitar el colapso, por rigidez. Esto llegó a ser una compleja tec-
nología de sismo-resistencia que iba, desde los sistemas de cimentación, hasta el ar-
mado con cierto grado de flexibilidad en el muro, al momento de engranar los adobes
con las cuatro formas y tamaños de éstos (Campana 2006: 230).
Para la estructuración de un muro se valieron de una solución simple: usar
como “cama” de los cimientos, arena gruesa y cascajo en seco, luego encima tender un
cimiento de piedras grandes con mortero de hormigón, sobre éste, una especie de so-
brecimiento de puro hormigón de alrededor de 1.60 de altura, para luego armar el muro

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de adobe. Así, la obra quedaría montada sobre una especie de arriostre -sobre roda-
mientos- que evitaba la contaminación salitrosa del suelo . Para obtener la flexibilidad,
se engranaban los adobes, tendiéndolos sobre un lecho de barro rico en arcilla, y, en
las llagas se ponía grumos de barro casi seco o “cascajo seco”, lo que permitiría la fle-
xibilidad requerida. Los adobes, para solucionar el problema de su ubicación y montaje
dentro del muro, fueron hechos de tres tamaños, grandes, medianos y pequeños, al
margen de su forma, pues, “Es esencial notar que a pesar que existe una gradación en
cuanto al tamaño del adobe, que va de adobes grandes en la base de las paredes, a
muy pequeños en la cima de las mismas” (Kolata 1980: 132).
Pero, si estos fueron sus descubrimientos, el haber tenido que construir y ele-
var estos muros, al final y a veces apresuradamente, sobre otras construcciones, de-
terminó que el comportamiento del suelo no fuese siempre homogéneo y perfecto. La
superposición de estos muros, no se asociaba al nivelamiento de estructuras de adobe
que fueran destruidas por eventos telúricos. Se trataba de la sobreposición constructi-
va encima de estructuras de menor tamaño y jerarquía, hechas éstas con materiales
sencillos. Entonces surgen las preguntas: ¿Desde cuando se comienza a cercar espa-
cios diferenciados con estos muros? ¿Por qué en los primeros niveles no hay restos
de engranaje en la disposición de los adobes (Fig. 5)? ¿Cuáles fueron los presupuestos
ideológicos para delimitar obras de arquitectura mayor, dejando en algunos casos
otras de este mismo alto nivel? Ahí están los casos del Edificio este de Rivero, u otro
del mismo nivel conocido como “conjunto” Tello. Además, ¿Cuál fue la razón para
amurallar y luego “sellar” estos espacios? Hasta el momento, cualquier respuesta sería
una conjetura.

Fig. 5. La falta de engranaje en los adobes, en ambas fotos, en la base del muro perimetral, bien pudo haber causado
el fácil derrumbamiento de esa construcción. Se advierte que –a lo más- sólo se los acomodó. En otros, ni eso. Las
hiladas exteriores siempre se desprendieron, generando su colapso como se verá en otras fotos.

En las ciudades mochicas de Galindo o en la fase temprana de Pacatnamú,


precedentes culturales a los chimúes, podemos ver que existían muros, definiendo el
perímetro de un sector urbano, diferenciado por su material constructivo y la magnitud
de sus edificios. Pero, en Chan Chan estos muros configuran un rasgo muy importan-
te, tanto por sus magnitudes, por su cantidad, como por su ingeniosa tecnología. Es
reconocida la presencia de estos grandes muros dividiendo espacios arquitectónicos
diferenciados, en épocas anteriores a las Chimú pero no hacían divisioners ortogona-
les. Esto parecería normal como rasgo dentro de un proceso histórico, pero el proble-
ma surge cuando se advierte que estos muros perimetrales fueron erigidos después
de construida gran parte de la urbe, en varios casos rompiendo estructuras ya existen-
tes.

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Antes se reconocía sólo como muros perimetrales a los delimitaban un “pala-
cio”. Ahora vemos que existen tres tipos. Hay dos tipos de muros perimetrales según
su función y material: Unos, hechos de adobe y otros –como los interiores de Rivero-
hechos de “adobón” u hormigón prensado. También hay dos tipos de muros perimetra-
les según su función: los exteriores para delimitar el Edificio Principal (EP) o “palacio”
delimitando y encerrando todo el complejo ceremonial de cada edificio mayor o “pala-
cio”. Los otros son muros perimetrales interiores, muy parecidos, pero menos altos,
para delimitar los Complejos Funerarios Reales (CFRs). Estos muros “interiores” en-
cierran funciones asociadas a ritos funerarios, pues allí están los mausoleos o “plata-
formas de entierro”, una pequeña plaza ceremonial, rampas para unir niveles ascen-
dentes y también estructuras con hornacinas.
Si bien es cierto que los muros perimetrales se hicieron tardíamente, debió
existir una tecnología desarrollada para su elaboración, aunque no hubo un patrón,
cartabón o modelo técnico único (Fig. 3). Tanto en la estructuración, en el engranaje de
los adobes, en el espesor, así como en el ángulo de talud, no son los mismos, debió
sí haber existido un conjunto de acciones tradicionalmente usadas, más o menos pa-
recidas. Primero se habría una gran zanja, luego sobre ésta ponían una “cama” de
“cascajo seco” o de arena muy gruesa que en momentos de movimientos telúricos
serviría como un sistema de rodamientos.

Fig. 6. Restos y huellas de la acción de hincar los hitos de cañas de guayaquil. Debió ser coda una ceremonia,
pues se les ponía una concha completa de espóndilo o “mullo” como los que ponía al momento de sepultar a los
grandes personajes, entendidos como el “nacimiento” de la semilla que se plantaba.

Para trazar los muros perimetrales, se hincaba una alta caña de guayaquil1,
sirviendo de jalón (Fig. 4). Una serie de estas mantenían la línea recta en el trayecto.
Es interesante anotar que al hincarse el jalón se le ponía como ofrenda algún objeto,
pero en especial una concha de spondylus junto al arranque (Fig. 6). Pero, debemos
anotar que, junto a la caña, en la mayoría de los casos, el muro ha sufrido menos y se
mantiene más alto, lo querría decir –también- que ésta fuera usada como elemento
estructural para transferir flexibilidad a esa parte del muro, disminuyendo la tractibili-
dad, la que se acentuaba en los eventos telúricos.
Estos muros con doble talud nunca muestran ornamentaciones en relieve y, al
parecer, tampoco rasgos o huellas de haber sido pintados. Bastaba una o varias capas

1
El nombre vulgar es ese, lo que no compromete el origen de donde fuera o hubiese sido traída. Se trata
de Guada angustifolia., Planta que se produce en toda la costa centroandina, así como también en las
yungas interandinas.

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de enlucido. Las primeras capas son más gruesas y las últimas son de más fino y deli-
cado acabado, por contener más arcilla y mejor pulimentación. ----ya.
En los muros perimetrales de Bandelier2, así como en algunos mausoleos, es
decir en las construcciones con muros ataludados, hay muchas muestras de “entierros
intrusivos”, hechos que no son fáciles de entender, pues no comprometían las formas
originales, pero que al hacerse, posteriormente, generaría desprendimientos, derrum-
bes o graves colapsos de sectores importantes en el paño mural. Lo extraño es que
estas “intrusiones” funerarias -más tardías- han preferido tanto los muros perimetrales
como los lugares que hayan tenido funciones funerarias de los grandes señores.
En el ángulo noroeste, del mismo edificio principal, donde se juntan los dos mu-
ros, el del norte y el de oeste, hubo un gran derrumbe quedando comprometida su
resistencia a esfuerzos tectónicos. Por ser el ángulo de fusión, no debía colapsar,
pero allí estaban los efectos de su caída. Cuando se hizo el reforzamiento que evite
mayores derrumbes, en el proceso de restauración (2007), se limpiaron los adobes para
engranarlos nuevamente con los de la parte destruida, y así lograr el reforzamiento
respectivo. Entonces fue que se advirtieron las causas de ese colapso: un error técni-
co dado en otra instancia no constructiva, pues es evidente que dicha acción ceremo-
nial de entierro fue posterior e “intrusiva”.
El mayor problema técnico se genera al alinear los adobes de los paramentos
externos para definir los bordes del muro, determinando una separación longitudinal sin
engranar con los adobes del interior, y no armando una sola estructura, entre el interior
y el exterior (Fig. 7). El notable talud de los muros perimetrales, pareciera determinar que
el engranaje de lado a lado no fuera necesario, pero eso no fue así, pues por diversas
causas se desprendieron largos paños de adobes no engranados con los adobes inte-
riores
En diversas partes de los muros A
perimetrales se observa en el tendido de
las primeras hiladas de adobes una falta B
de uniformidad en disposición, pues en
algunos casos sólo rellenaron la parte inte-
rior con tierra y canto rodado sin producir
una armazón. Es posible que esto se deba
a diversas circunstancias de premura,
asociadas o derivadas de los estados de
salud de los mandatarios que querían ase-
gurarse que el edificio donde serían sepul-
tados ya estaría concluido.
El análisis técnico en función de
las ceremonias, hace necesario recalcar
lo referente a cómo fueron construidos
los grandes y altos muros que envuelven
al espacio ceremonial. Es interesante
observar cómo estos altos muros perime-
trales pudieron ser modificados para “en-
terrar” allí a personas dentro del proceso
constructivo o, como ya dijimos antes,
Fig. 7. En el muro este de Bandelier se ven hasta tres
capas de adobes sin engranaje y los exteriores trabaja-
después y en forma subrepticia, pero
rían solos. que, en uno u otro caso, esto implicaba
Ía

2
Como se podrá advertir, casi todos los casos que venimos tratando, corresponden a Bandelier y ello se debe a que
los españoles al hacer el camino de carretas rompieron dichos muros, arrasándolos hasta sus bases, bases en las
que hemos encontrado estas evidencias. hay otros muros perimetrales con jalones, pero no podremos analizar en
ellos los tipos de recurrencia, por razones obvias. Hay sí, en otros, casos que describiremos más adelante.

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acciones rituales o ceremoniales.
En varios muros perimetrales hay eviden-
cias de fracturas, rupturas de sectores, huecos
hechos ex profeso, colapsos y otras variantes
modificatorias, desde tiempos chimúes u otras
después de la llegada e imposición del poder in-
caico. Hay casos que se han hecho –por ejemplo-
hornacinas- para depositar ofrendas, y luego fue-
ron totalmente selladas engranando los adobes
para que no se vea lo hecho y que, después, un
movimiento telúrico o la acción depredadora de
los huaqueros los pusieron al descubierto. Hemos
encontrado, por ejemplo, hornacinas excavadas
en el muro, muy cuidadosamente enlucidas y apa-
rentemente vacías.
Otra variable de los muros perimetrales,
es la de los muros interiores de Rivero, pues son
a doble talud como para los exteriores, iguales de
altos, pero están hechos con otra técnica y otros
Fig. 8. Muro interior de Rivero hecho con
materiales: Hormigón comprimido -¿o prensado?-
hormigón prensado a manera de tapia. a lo que hemos dado en llamar “técnica del ado-
bón”, ya descrito y estudiado (Campana 2006: 229 -
234). Vale recordar que esta técnica es a base de hormigón prensado e idéntica a la
que fuera usada para hacer los techos de las tumbas reales en los mausoleos. (Fig. 8).
Técnica que demuestra su buen comportamiento sismo-resistente, así como su capa-
cidad de flexión, tanto a los movimientos telúricos como a los tectónicos. La construc-
ción de este tipo de muros, tan uniforme en su material, con tan secretas y especiali-
zadas técnicas, nos induce a pensar en un trabajo de especialistas, ya sea en lo refe-
rente a su diseño, como en lo constructivo. Es fácil de advertir que éstos no hayan
tenido que ser restaurados tan constantemente, como sí se hizo con los muros de
adobe.
Los muros perimetrales que encierran a Uhle y Bandelier –norte y sur respec-
tivamente- no son paralelos y muestran una separación, que pudo haber servido co-
mo un gran pasaje, pero éste fue “cortado” por un muro, al noroeste de Uhle, cerrando
el paso, o por lo menos lo restringía con una puerta angosta, no visible ahora. En ese
punto se puede observar que el muro de Uhle se hizo primero, y después sería dejado
sólo en cimientos por los castellanos que “hicieron” el “camino de carretas” y que aho-
ra se está restaurando. El análisis de este aspecto puede demostrar nuestra hipótesis
de que los muros perimetrales se hicieron en la última fase Chimú, inclusive, rompien-
do estructuras anteriores.
Otro caso parecido se encuentra entre los muros perimetrales de Laberinto y
Tello (Campana 2006: Figs. 302, 303), donde se puede observar que pese a ser uno
posteriormente construido, había una puerta de acceso entre ambos, mostrando la
conexión de las funciones asociadas, entre ambos edificios. Si bien es cierto que los
edificios principales –y muchos otros- fueron sellados o cerrados para que no hubiese
ingreso, la pregunta aún no respondida es: ¿Cuándo y por qué se sellaron? Pues si
allí, en los mausoleos estaban sepultados el o los munaos, es decir las momias de los
personajes muertos que tenían que ser venerados cada cierto tiempo de acuerdo a
sus calendarios fúnebres,

7
Todos los mu-
ros perimetrales en
Chan Chan muestran un
buen acabado, en varias
capas, generalmente
tres, de más gruesas a
más finas y delicadas y,
esas capas de enlucido,
sirvieron para su man-
tenimiento ante la ac-
ción de las lluvias y del
asoleamiento. Así mis-
mo, también se puede
ver las diferentes inter-
venciones que han teni-
do para su restauración
Fig. 9.
en plano periodo de
auge y crecimiento (Fig.
9).

Pareciera que la sola altura de los muros perimetrales externos ya era un fac-
tor fuertemente condicionante para hacer notar su seguridad, eso determinaba desde
aquel entonces la distancia que debían respetar los que no eran nobles. Cuando uno
observa desde el exterior la impresionante altura de estos muros, realmente ve muy
poco de su magnitud como obra humana, pero cuando se tiene la oportunidad de ver
el espesor en sus bases o en sus partes medias y la maravillosa ornamentación que
allí existe con fines ceremoniales, recién se puede advertir el enorme trabajo, el respe-
to que se le debía guardar, el alto costo constructivo y la magnitud de la obra con la
variedad de problemas técnicos a solucionar.

EL MURO PERIMETRAL INTERNO.

8
El concepto de perimétrico -o perimetral- se refiere al contorno de una figura
cualquiera, geométrica o no. Genera una separación entre lo interno y lo externo o
establece diferencias de lo que se encierra. Así como para los edificios mayores o “pa-
lacios” urgía un muro perimetral muy sólido, también se edificó un muro perimetral
para cada Complejo Funerario Real (CFR), el que encierra otros espacios importantes,
con funciones específicas, derivadas de las acciones funerarias. En todos los edificios
principales, aparecen estos muros perimetrales internos rodeando un conjunto de fun-
ciones relacionadas con las ceremonias y rituales apropiados para estos eventos, pro-
pios de los CFRs. Dicho de otra forma: son los muros envolventes de un escenario
para el “culto a los ancestros”, en el “munao” o momia.
Cada CFR está asociado a un huachaque ceremonial, pues, si el señor que
recibía sepultura en un mausoleo (no entierro), era considerado como la “semilla” o
“mallqui” que equivale a semilla, almácigo o planta de donde otras plantas derivan,
ésta tendría que tener agua para iniciar la vida. El universo ceremonial de los chimúes
parece sintetizar tres elementos básicos de su ideología en relación con el poder: 1º,
la recreación de la vida y su relación con el agua y sus eventos, 2º, el entierro de los
hombres para regenerar el poder y 3º, el reordenamiento constante de las imágenes
componentes para mantener dicho poder. Así, como estructura simbólica, podemos
entender como esa “naturaleza” artificial que es el conjunto de creencias, puede llegar
a configurar estructuras mentales referentes al poder, “En tanto que el pensamiento
simbólico se sustenta en la confianza de que la esperanza no puede fallar y el deseo
no puede engañar […] En el plano simbólico del universo, como en todo, pertenece a
un orden moral que está gobernado no por leyes físicas y naturales sino por principios
de carácter moral y sagrado”. ” (Silva Santisteban 2005:135).
La tendencia en la formulación de los muros perimetrales internos, en su di-
seño de planta predomina la forma en “L” y los muros también son en doble talud. Se-
gún la información arqueológica, podemos aseverar que también responden a una
serie de pasos, reformas o adaptaciones, lo cual parecería ser lo normal, pero sucede
que también su elaboración final fue tardía. Es decir, siendo anteriores al muro peri-
metral externo, fueron posteriores a otros elementos constructivos. Pareciera que, en
un momento dado, asociado al fallecimiento de los dignatarios, decidieron cercar con
muros perimétricos a un conjunto de elementos constructivos cuya función básica era
para celebrar ritos y ceremonias ante el “munao” del alto dignatario.
Las construcciones y espacios abiertos que fueron “encerrados” por estos mu-
ros perimetrales internos, tienen como elemento constructivo más importante el mau-
soleo –o plataforma de entierro-, le sigue una plaza pequeña en “U”, con hileras de
construcciones pequeñas a los costados, unidas por una terraza o banqueta central al
sur, de donde partían los sistemas de entrada a la pirámide del mausoleo. En la mayo-
ría de casos, aparecen otras tumbas de menor jerarquía, como un tercer elemento. En
todos los casos, este complejo funerario real con esos elementos es el núcleo funda-
mental de cada “palacio”.
Estos Muros dan entrada generalmente desde el norte a un corredor y, en
forma indirecta La relación con la arquitectura funeraria “encerrada” por el muro peri-
metral interno, podría ser vista –talvez- en las tres grandes formas de su expresión: A)
La vida y los hechos más importantes se “recrean” en los patios o plazas, concordando
lo referente a las mejores maneras de responder ante el ambiente, entre siembra y
cosecha o entre la paz y la guerra. B) La sepultura de los grandes señores, en los
mausoleos de los complejos funerarios reales o, enterrados a manera de semillas cer-
ca de los grandes manantiales o huachaques, lo que les permitía volver a “vivir”, al ser
sacado como munao para dirigir o “verificar” los hechos celebratorios y así lograr ac-
ciones exitosas y mantener su poder a través de sus descendientes. C) En estas mis-

9
mas
ceremo-
nias, los
ritos,
ofren-
das,
rezos y
cánticos
harían
los re-
queri-
mientos
para
evitar,
paliar o
conjurar
las he-
catombes y las crisis, eventos que contradecían la linealidad del tiempo y, así, evitar
los conflictos internos y posibilitar los reacomodos de las estirpes y grupos de poder.

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BIBLIOGRAFÍA

ANONIMO
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