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MINERIA Y DERECHOS HUMANOS

FRANCISCO JAVIER MARIÑO ALVARADO

PROFESOR. GERMAN RONCANCIO

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA Y TECNOLÓGICA DE COLOMBIA

ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS – SECCIONAL DUITAMA

TUNJA

2020

MINERIA ESMERALDERA Y DERECHOS HUMANOS


En primera instancia y para comprender a cabalidad el problema, así como sus
múltiples aristas, es menester recordar el funcionamiento de los procesos de
vulneración de los derechos en un mundo en proceso de desarrollo. El capitalismo
desaforado e incontrolable da apertura a lo que conocemos como globalización, la
cual crea un cúmulo de instancias y medidas, así como nuevas políticas y
economías, que se imponen por encima del Estado, el cual deja de cumplir el
papel fundamental de regular las relaciones de los individuos, velar por las
garantías de sus derechos y controlar las relaciones económicas. En esa medida
el ciudadano, el civil, queda desprotegido y susceptible a vulneraciones
determinadas por un contexto carente de saneamientos y cauciones restrictivas
del uso o abuso del poder. Lo anterior es de suma importancia ya que apunta y
encaja con el problema a plantear.

En concreto, dicho problema abarca lo concerniente a la explotación de los


recursos minerales, más específicamente de la esmeralda en el occidente de
Boyacá, sumando a ella el oscuro manto de la violencia y los conflictos sociales
que ha agobiado a la población y que ha determinado sus condiciones de vida,
condiciones establecidas por organizaciones esmeralderas o patronatos de
empresarios funestos que sobrepasan toda jurisdicción legal siguiendo sus fines
de acumulación de capital. La violencia en el territorio occidental (este abarca los
municipios de Muzo, Otanche, Pauna, Quipama, Saboya, La Victoria, Maripi,
Coper, Tunungua, Chiquinquirá) que ha marchado alrededor de los yacimientos
esmeraldiferos, surge desde la década de los años 30 del siglo XX, y se acentúa
con las luchas partidistas en los años 50. Posteriormente la participación de
personajes como Efraín Gonzales, precursor de movimientos paramilitares, la
ineficacia y casi ausencia del Estado, así como la llegada de seudo empresarios
que imponen nuevas reglas de juego y la maquinaria para la explotación
desmedida en búsqueda del “oro verde”, destiñen aún más las relaciones y
hábitos de la población imprimiendo un aire pavoroso y temible, marcado por el
miedo, la violencia, la pobreza y el silencio. Los intentos por menguar el problema
mediante la delegación por parte del Banco de la republica a Ecominas de las
minas de Muzo y Cozcues, son truncadas por la permanente ilegalidad a causa de
la falta de acceso de las licitaciones públicas. La guerra continua y pronto se
esclarecen bandos antagónicos –Tecminas y la Sociedad de Esmeraldas – así
como la aparición de figuras y nombres que dan apertura y continuidad a las
llamadas Guerras de la Esmeralda. Es visible pues que la zona esmeraldífera
compone un caso extremo de privatización en donde el poder privado reemplaza
al Estado como proveedor de infraestructura de servicios, deshabilita a las
autoridades políticas, anula toda garantía de derechos y da rienda suelta a la
explotación territorial, todo en un marco bélico entre privados, el cual, detrás de la
apropiación de yacimientos de oro verde, deja su huella firme en la población que
es vulnerada en grandes magnitudes.

El asesinato de la población por el fuego cruzado, las distenciones entre las partes
del conflicto que dejan como víctimas a los más vulnerados, así como la falta de
garantías en el pago de salario justo de los trabajadores son apenas unos de los
rasgos que han dejado vestigios de la vulneración de derechos - de la vida, el
derecho a la paz o los derechos laborales. Por otro lado, el grado de
analfabetismo se ha hecho latente, siendo la minería legal o ilegal la única salida
frente a los brotes de pobreza. Es bastante controversial el pensar que siendo la
minería un sector importante para la economía del país que representa un aporte
significativo en el PIB, no se refleje en materia de políticas públicas efectivas que
beneficien las regiones de donde se extraen los recursos naturales, exponiendo a
sus habitantes a la transgresión. Todo lo mencionado anteriormente denota una
fuerte influencia en los territorios de carácter privado, que incluso marca procesos
de “paz” informales. La evidente inexistencia de un ámbito público en la resolución
de conflictos, inaugura la resolución bajo otras condiciones, como por ejemplo los
tratos de palabra que se rompen y disuelven con la misma facilidad con las que se
acuñan. Fácilmente se confunden los límites entre lo público y lo privado, el
abandono de las zonas por parte del Estado da lugar a la estructuración de
poderes privados que se disputan los acuerdos o territorios de las minas a sangre
y fuego, aquí el poder se detenta por quienes manejan la riqueza, -Víctor Carranza
por citar un caso conocido- y quienes manejan la supremacía bélica fuera de la
ley, como los grupos paramilitares, o la policía subordinada a poderes apartados
de marcos legales jurídicos.

Es indispensable entender la dimensión de las empresas privadas en el contexto


referenciado, así como su influencia y afección en los procesos de reconocimiento
de Derechos Humanos. Son múltiples las empresas que hacen parte de estos
conglomerados económicos, y las que manejan las diferentes minas ubicadas en
el territorio que conforman el occidente boyacense, El 54% de la mina de Coscuez
es propiedad de la empresa Esmeracol, el 25% de la mina de Cunas pertenece a
la empresa Emerald Planet; las anteriores con las minas de Muzo y de la Pita
están divididas entre las empresa de Prominas, Empresa Santa Rosa, Tecminas, y
Coexminas propiedades de famosos esmeralderos de la región.. De la producción
minera de la esmeralda solo un mínimo porcentaje se queda en las reservas
estatales. El capital sobrante retorna a las empresas de la región y suplen los
intereses individuales de sus propietarios.

En este orden de ideas es de primera necesidad la reestructuración de los


sectores públicos y privados dentro del Departamento, así como la relación
mediada por la corrupción entre ambas partes. Solo de esta manera es posible
encontrar los mecanismos de diluir los acontecimientos indignos transgresivos y
bélicos en la región. Para ello el Estado debe crear mecanismos de control sobre
la forma en que operan las multinacionales en estos territorios, ello mediante el
monitoreo constante de las condiciones de vida, las condiciones laborales, y la
posibilidad de vivir en paz.

Recordemos citando a el pensador colombiano Estanislao Zuleta que, “Solo hay


una forma de fortalecer el Estado, consiste en ampliar la democracia y fortalecer al
pueblo mismo, incrementar su capacidad de intervención, de control, de
participación”.

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