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Algunas propuestas para trabajar el 25 de mayo en la escuela

Introducción (igual para todos):

Todos los años el 25 de mayo nos encuentra compartiendo y celebrando juntos. Todos
tenemos en nuestra memoria los actos del 25 de mayo, los vestuarios de los niños
disfrazados de vendedores ambulantes, las reflexiones de los alumnos de secundario,
las canciones folclóricas típicas, el locro, las empanadas, etc. Es que ser parte de una
Nación, es estar vinculados por una cultura común, por tradiciones, costumbres, un
idioma, y también por una historia que nos une desde el pasado y nos hermana en el
presente.
Este año no podemos festejar de la manera en la que estamos acostumbrados pero eso
no implica que no podamos encontrar una una nueva forma de hacerlo.
Desde el colegio los invitamos a:

Propuesta 1 (Ciclo orientado)

Leer el siguiente artículo y luego les dejamos unas preguntas de reflexión. Pueden participar
contestándolas en el foro de debate.

Fuente: Diario la Nación


"Hay que resucitar el 25 de Mayo"
Para el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires en los últimos años se le fue perdiendo el respeto
a la fecha patria.
Todavía algunas caritas están sucias de corcho quemado. Todavía resuenan en los patios de los colegios las
estrofas del Himno y los discursos de los maestros. Si hay un clásico de los clásicos en la escuela, ése es el acto del
25 de mayo.
Pero ¿los chicos entienden realmente qué es lo que se está festejando? ¿Cómo deberían explicárselos los
maestros? Al fin y al cabo, ¿qué función cumple, o debería cumplir, el 25 de mayo en el colegio?
Para el doctor Horacio Sanguinetti, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, hoy se celebra la fecha máxima.
"Y hay que homenajearla a lo grande -dijo a La Nación -, porque se recuerda el gran paso de nuestro país en la
historia. Es una fecha formidable y nosotros hacemos todos los esfuerzos necesarios para recordarla."
¿Cómo se celebra en su colegio?
Con los actos correspondientes, donde hablan profesores que dan discursos importantes. También participa
el coro del colegio, que es excelente.

¿Qué opina de los actos en los que los chicos representan obras de teatro?
Esas son cosas de la escolaridad... se puede, pero tiene que hacerse con mucho cariño. Yo asistí a muchos actos
cuando era secretario de Educación de la ciudad de Buenos Aires y vi algunos muy lindos. Pero tienen que dejar una
enseñanza. No puede ser que toda la celebración sea bailar el pericón y pavadas semejantes.
¿Qué enseñanzas se les debe inculcar a los chicos sobre la Revolución de Mayo?
Que se trató de la partida de nacimiento de nuestra nacionalidad. Además, que entonces surgió lo mejor del ser
nacional, que es el ser solidario, libre el ser nacional que combate las tiranías y al que le gusta la libertad. Esto es muy
formativo de nuestra conciencia. Yo creo que hay una serie de valores positivos que vienen de mayo de 1810. Fue un
momento en el que se buscó la igualdad.
¿Cómo se les debe enseñar mayo de 1810 a los chicos?
Personalmente creo -y lo aplico en las clases que doy al respecto- que hay que humanizar mucho las cosas. Cuando
se habla de la Revolución de Mayo, todo es carne de bronce. Todo es la estatua. Y eso no está bien. Hay que
transmitir a los chicos que había grandes dudas. Cuando uno se imagina las cosas que hacía esta gente... Belgrano,

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que era un abogadito, un economista, y se iba a dirigir esos ejércitos... se jugaban la vida. Y el homenaje a todo eso
derivó en un culto que consolidó el ser nacional. Que nos permitió formar un buen crisol de razas de este país hecho
en gran parte por inmigrantes.

-Para contar la historia de la Revolución de Mayo ¿usted defiende la operativa del profesor que habla
frente a la clase o prefiere otro tipo de técnicas?
Depende de cada uno. En este caso, a mí me encanta explicar este tema personalmente. Hay otros profesores que
usan técnicas distintas. Yo lo he hecho: uno toma el papel de Belgrano, el otro el de Moreno Yo de chico hacía de
Martín Rodríguez. Pero este tema prefiero contarlo yo.
Si usted trazara un paralelismo entre el momento en que estudió la Revolución de Mayo y una clase actual,
¿cómo fue la evolución?
La verdad es que el 25 de mayo se burocratizó en la enseñanza escolar. Ahora se va en un afiche, en un retrato de
Saavedra, en una explicación un poco burocrática. Los chicos terminan recibiendo el mensaje de que estos próceres
eran celestiales, buenos, no derramaban sangre, no tenían defectos, no se peleaban entre ellos. Y todo esto no es
así. Hay que humanizar las cosas.
¿Y los chicos se interesan?
Se apasionan. Yo digo que pongo mi cassette y los chicos se quedan oyendo. Y es como que se les revela un mundo
nuevo.

¿Usted siente que se le ha ido perdiendo el respeto al 25 de mayo?


Sí.

Entonces, ¿usted hace un llamado para volver a respetar el 25 de mayo?


-Sí. Hay que resucitar el 25 de mayo.

Luego de leer atentamente la noticia propuesta.


a) ¿Coinciden con la postura del autor acerca de le necesidad de resucitar el 25 de mayo?
b) ¿Cómo creen que podría celebrarse este día para revivirlo?

Propuesta 2 (Ciclo orientado)

Desde el colegio queremos acercarles este texto que rescata el papel de las mujeres, muchas
veces invisibilizado, en este importante acontecimiento.
Luego de leer el texto los invitamos a participar del foro de debate dejando su opinión sobre
el texto, sobre si creen o no que el papel de las mujeres ha sido invisibilizado a lo largo de la
historia, por qué creen que ha sido así, y si creen que es necesario rescatar el papel de las
mismas, etc.

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Mujeres revolucionarias

Viernes, 25 de mayo de 2007


nota de tapa

La gesta olvidada
25 de mayo. Aun cuando más de una biografía intente reparar de alguna manera el
olvido al que se condenó la participación de las mujeres en las históricas luchas
revolucionarias, ellas estuvieron allí no sólo como excepción, sino como motores de
una línea de acción incluso más radical que la de sus compañeros.
Por Veronica Engler

Los varones, por supuesto, eran los abanderados indiscutibles de la gesta


independentista. Las chicas, en todo caso, participaban sin nombre propio, cosiendo
banderas o arrojando aceite caliente desde las azoteas cuando las tropas reales se
abalanzaban contra la insurgencia criolla.
Sin embargo, aunque pocos lo vieran por ese entonces, el levantamiento del 25 de
mayo de 1810 tuvo su inspiración más directa en la asonada chuquisaqueña que justo un
año antes había comenzado a resquebrajar el poder virreinal en la región del Alto Perú
(que correspondió aproximadamente al territorio de la actual República de Bolivia). En esa
insurrección primigenia de 1809 –precedida por decenas de levantamientos indígenas
cruentamente reprimidos– tuvo su bautismo de fuego una de las más aguerridas
luchadoras por la independencia latinoamericana: Juana Azurduy, una heroína que supo
estar al frente de un ejército de indias, mestizas y criollas –apodadas las Amazonas–
dispuestas a dar la vida por la liberación de sus pueblos del yugo español.
En su libro Juana Azurduy y las mujeres en la revolución Altoperuana, la historiadora
Berta Wexler –del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres de la
Universidad de Rosario– demuestra que las mujeres condujeron y participaron en acciones
de guerra, discutieron estrategias y asumieron consecuencias como la tortura y la muerte.
Mariquita Sanchez (De Thompson), revolucionaria con astucia para disfrazar de vida
de sociedad las estrategias políticas. Además de para estrenar el himno, su salón sirvió
como espacio ideal de encuentros, acuerdos, debates.
De acuerdo con la tesis que abona Wexler, hasta no hace tanto, el rescate de estas
guerreras se realizó mediante dos operaciones: o se les atribuía cualidades, destrezas y
sentimientos masculinos; o se las relacionaba forzosamente con la maternidad, de manera
que se resaltaban sus capacidades reproductivas y se ocultaba solapadamente el rol
político que estas mujeres jugaron. Por ejemplo, en Bolivia se festeja el Día de la Madre el
27 de mayo, fecha en que las Mujeres de Cochabamba, en 1812, participaron de un asalto
al cuartel general en la ciudad ante un ataque de tropas reales en el cerro de la Coronilla.
Eran treinta mujeres del sector popular –mestizas e indias– a las que el militar español
José Manuel de Goyeneche dio la orden de matar como represalia.
“Este colectivo de mujeres se desempeñó en los contextos público y privado de una
manera que resultó novedosa para sus contemporáneos. En las luchas por la
independencia se rompió con los cánones de la organización social de género de la
época”, destaca la investigadora.
“La historiografía, como muchas disciplinas, ha estado construida bajo categorías
analíticas androcéntricas. Es el hombre el centro y el eje sobre el cual giran, avanzan y se
explican los sucesos históricos. Es el hombre quien protagoniza y le da importancia al

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desarrollo de la humanidad”, reconoce Martha Noya Laguna –directora del Centro Juana
Azurduy, en Sucre, Bolivia– en el prólogo a la edición boliviana del libro de Wexler. “Los
historiadores han logrado que el imaginario social asocie los hechos históricos importantes
con el ‘hombre’, no sólo en un sentido biológico, sino enmarcado dentro de un concepto
cultural y de género.” Es habitual leer en documentos que contienen información sobre las
luchas emancipatorias de América del Sur que las mujeres luchaban con “virtudes
sensibles”, mientras que los caballeros eran los que tenían “profesionalismo militar”.
Los bronces de las plazas argentas y los libros de texto que todavía se utilizan en
clase son un claro ejemplo de esa historia oficial, contada en masculino y jalonada sólo por
las acciones heroicas de algunos varones. “Parecería que siempre estuviéramos
embarazadas, pariendo o cocinando”, sintetiza la historiadora Fernanda Gil Lozano,
integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA y coautora de Historia de las mujeres en Argentina (Alfaguara).
Para conformar una renovada historia social argentina, Gil Lozano considera
imprescindible resituar a las mujeres, deslizarlas desde el lugar marginal al que fueron
confinadas en los relatos tradicionales hacia el centro de la escena. Esta operación tiende
no sólo a hacer visibles a las mujeres sino también a elevarlas a la categoría de sujetos
dignos de la Historia, “entendida como un relato global que, aunque heterogéneo y
complejo, pueda dar cuenta de los diferentes sectores que formaron en el pasado a la
sociedad argentina, sin connotaciones androcéntricas ni prejuicios sexistas”.
La participación de las mujeres en situaciones de guerra o enfrentamientos bélicos en
muchos casos estuvo vinculada con el apoyo a familiares, garantizando la logística militar
y haciendo conexiones como emisarias o espías. Estas modalidades, determinantes en un
momento dado, no sólo no fueron valoradas, sino que no fueron recogidas, analizadas e
incorporadas a la historia.
“Nuestra línea museológica es crítica de la historiografía oficial que registra sólo a
mujeres excepcionales”, asume Graciela Tejero Coni, una de las integrantes del Museo de
la Mujer de Argentina. “Con esta actitud encubren, por un lado el papel subordinado y de
discriminación del conjunto de las mujeres en la sociedad, y por otro que en los momentos
clave no fueron una ni dos mujeres sino un colectivo de ellas las que participaron e
hicieron posible los históricos cambios sociales.” Claro que Tejero Coni no niega que hay,
hubo y habrá “mujeres excepcionales”, entre las que destaca a Martina Céspedes, una de
las grandes luchadoras en el proceso independentista, cuando ocurrieron las invasiones
inglesas en 1806 y 1807. “Una historia menos conocida fue la de Manuela Pedraza,
tucumana que le quita el fusil al invasor inglés y por tal motivo va a ser nombrada
subteniente de infantería –agrega Gil Lozano–. También otra mujer pensante y sabia fue
María Magdalena Güemes, operadora política de su hermano Martín.”
En la misma línea que Tejero Coni, Cecilia Merchán, del Programa de Fortalecimiento
de Derechos y Participación de las Mujeres del Consejo Nacional de Políticas Sociales,
destaca: “La colaboración de mujeres campesinas e indígenas con los guerreros patriotas,
proporcionando albergue e información sobre los movimientos de las tropas realistas y
trabajo para mantener las cosechas durante la guerra constituyeron elementos
sustanciales en favor de la causa de la independencia, muchas veces olvidados por la
historiografía oficial”.
Merchán es la encargada de coordinar en 15 provincias argentinas la cátedra libre
Juana Azurduy –que se desarrolla en la Universidad de las Madres y en universidades
nacionales–. “Elegimos el nombre de Juana Azurduy para este programa porque creemos
que sacar del anonimato a las mujeres que marcaron nuestra historia es fundamental para
poder avanzar en el reconocimiento actual de la participación de las mujeres en la vida

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social y política argentina. Y porque ella fue parte de una lucha que aún hoy libramos: la de
la independencia latinoamericana”, interpela.
María Magdalena Macacha Güemes, auxilió heridos en el campo de batalla, llevó
adelante misiones de espionaje, participó activa y públicamente de la vida política salteña.
Martín Güemes fue su hermano.
La historiadora Lucía Gálvez observa en Las mujeres y la patria (Ed. Punto de
Lectura) que para la época en que el fervor revolucionario se contagiaba aceleradamente
por el sur de América, las mujeres tuvieron mucha más libertad de movimiento y opinión
que hacia fines del siglo XIX, cuando las posiciones más conservadoras ganaban terreno
en los gobiernos de la región.
Las damas de mejor posición económica donaron dinero y joyas para comprar armas,
y también prestaban sus viviendas para reuniones de las que participaban a viva voz. “Los
más célebres salones de la época fueron las casas de Ana Riglos, Melchora Sarratea y
Mariquita Sánchez de Thompson –cuenta Gil Lozano–. Otro living importante, donde se
cocinó la revolución, fue el de Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, que entre 1804 y
1810 reunió una de las primeras sociedades secretas de la emancipación americana, el
llamado Partido de la Independencia, que integraron Juan José Castelli, Nicolás y
Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso y Martín Rodríguez entre
otros.”
Fueron muchas y variadas las acciones en las que participaron mujeres de orígenes
diversos durante el proceso independentista que siguió a los levantamientos de Mayo,
tanto en el Río de la Plata como en el Alto Perú. “En líneas generales veo a las mujeres
más radicalizadas que a los varones –evalúa Gil Lozano–. Pero pienso que el tema tiene
otras complejidades, donde la etnia y la clase no son un detalle menor.”
Juana Azurduy y su marido Manuel Ascencio Padilla –uno de los partícipes
destacados en la lucha por la emancipación latinoamericana– practicaron guerra de
guerrillas, como forma de insurgencia indígena y no de ejércitos regulares, para derrotar a
la Corona y defender sus tierras. “Esta alianza de criollos, mestizos e indígenas no fue lo
que predominó, salvo en las acciones de Castelli o Belgrano”, acota Tejero Coni.
Otro ejemplo de alianzas inusitadas fue esa gran emigración de 1812 conocida como
el Exodo Jujeño, cuando la población de Jujuy y también de Salta y Tarija abandonó sus
hogares y arrasó con todo lo que dejaba atrás con el objetivo de que las fuerzas realistas
no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y no encontraran víveres para
aprovisionarse. “En el Ejército del Norte al lado de Belgrano pelearon, entre otras, mujeres
del pueblo que se unían a la lucha a cada paso y para desempeñar diferentes roles.
Algunas de las más conocidas fueron Martina Silva Gurruchaga que ya había obtenido
grado militar, María Elena Alurralde de Garmendia, esposa de un español, María
Remedios del Valle, más conocida como la Capitana, y Pascuala Balvás. Muchas de ellas
terminaron sus días sin reconocimiento oficial y en la más absoluta pobreza”, señala Berta
Wexler.
Las mujeres argentinas, principalmente las del interior, participaron activamente en
las guerras civiles. Al igual que Juana Azurduy, junto a Martín Miguel de Güemes combatió
Cesárea de la Corte de Romero González. Vestida de hombre luchó contra los españoles
y luego contra la hegemonía porteña. También María Magdalena Dámasa Güemes,
“Macacha”, hermana del caudillo salteño, se destacará por su defensa de la emancipación:
auxilió heridos en el campo de batalla, llevó a cabo arriesgadas misiones de espionaje y
participó activamente en la vida política de la provincia.
En 1862, Eulalia Ares de Vildoza fue jefa de una insurrección de mujeres en
Catamarca que depuso al gobernador de esa provincia, que se negaba a entregar el

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mando al nuevo funcionario electo.
Otro ejemplo de bravura es el de Victoria Romero, esposa y compañera de Angel
Vicente Peñaloza, general de la Nación y caudillo de la provincia de La Rioja enfrentado en
la década de 1860 al gobierno de Bartolomé Mitre. Lo acompañó en todas sus campañas
militares, por lo que su figura se había hecho legendaria en los llanos riojanos.
Las mujeres jugaron roles cruciales en cada uno de los procesos socio-políticos de
nuestra historia. Muchas veces forzaron los límites de los cánones de su época que veía
sus valientes acciones en el frente de batalla como “poco comunes para las de su sexo”.
“La misma sociedad machista no las dejaba ocupar lugares. Por eso aparecen tan pocas.
La historia del Alto Perú está cimentada sobre héroes y heroínas anónimas. Algunas,
reconocidas por la historia como Juana Azurduy y las de la Coronilla. Estamos en la tarea
de descubrir otras más”, cuenta Wexler.
Los mecanismos para invisibilizar la presencia femenina son de larga data, “no
enseñarnos a escribir, mandar a varones a describir los hechos y manejarse con la
biologización de la experiencia de las mujeres”, ejemplifica Gil Lozano.
“Quienes escribieron la historia se encargaron de que no apareciera la lucha del
pueblo y, dentro de esa lucha, mucho menos la de las mujeres. Nada sabemos de la
participación de las mujeres en la lucha independentista como conjunto de masas. Esto no
es casual sino que es una búsqueda deliberada de sacar a las mujeres del centro de las
decisiones sociales, políticas y militares de cada época”, dispara Cecilia Merchán.
Más allá del furor de la última década por la novela histórica, que muchas veces
recupera nombres de heroínas sin recomponer la densidad que les quitó el olvido –todas
suelen ser víctimas de su propio desequilibrio y su mérito es ostentar mayor valor que el
de su hombre–, de las historias que van saliendo a la luz se nutre una historiografía capaz
de promover una nueva mirada sobre el pasado. Pero todavía faltan relatos que
provoquen, primero, la posibilidad de imaginar las mujeres que nos precedieron.
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Propuesta 3. (Ciclo básico)


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Mirar el siguiente video que explica los acontecimientos que tuvieron lugar en mayo de 1810.

https://www.youtube.com/watch?v=wZnF_3kyud8

¿Recordabas todo lo que explica el video?¿Pudiste aprender algo nuevo? ¿Qué importancia crees que
tiene esta fecha como Argentinos hoy en día?

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