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A veces, los taoístas aluden a Tao como “Madre Universal”: es cauce por el
que discurren todos los seres y es también la vía matriz. En el primer capítulo
del Tao-te-King se dice que Tao es la madre del Mundo, y en un pasaje
atribuido al propio Lao Tsé, se le describe como un ser amantado por la Madre.
La leche cósmica que nutre el feliz Lao-Tsé tiene que ver con el elixir de la
larga vida que tanto buscaron estos antiguos místicos y los alquimistas
posteriores chinos.
Se dice que el Tao (camino) engendra el Uno, y que Uno engendra Dos. Esto
significa que de lo originario surge el Yin y el Yang. El tres expresará la
síntesis o cópula de la pareja básica en un núcleo de fuerza; por ejemplo tres
lunaciones constituirán una estación.
Ese Tao, que es surco de fuerzas originarias, está relacionado con el espíritu
del vacío (chen) que aparece en un valle. Así, el tema mítico de la divinidad de
los valles está relacionado con el vacío de la tierra que forma un cauce por el
que las aguas discurren. En muchas pinturas aparece un “sabio oculto” junto a
un cauce de agua; precisamente, en un valle hundido. La pintura sugiere,
simboliza y expresa los valores estéticos, que se unen a los valores de
evocación moral, de modo que, sólo al mirar la pintura, uno advierte el sentido
del surco y la profundidad del vacío.
Tao es la matriz de la que surgen 10.000 seres (en la numeración china existe
un nombre para esa cifra). Tao es por ello, de algún modo, omnipresente. Tao
es el granero, Tao se haya en la pintura, en el valle, en todos sitios. Es como
ese lugar oscuro donde los campesinos guardan el grano y donde dormía el
ama de casa para aumentar la fertilidad. Tao es también tesoro oculto,
corresponde a ese lugar oculto en la mansión del poderoso donde se guardan
celosamente los objetos de culto familiar.
Pero Tao es sobre todo innombrable. Cuando se habla de él deja de ser el
verdadero Tao”, Tao es inefable. Si se le nombra, ya no es el verdadero Tao.
“Lo que carece de nombre es origen del Cielo y Tierra. Lo que posee nombre
es Madre de los 10.000 seres.”
Hay que ir vaciando a Tao de los nombres que pudiera ir recibiendo. Y esto se
convierte en una ascesis particular del taoísta. Mediante esta vía de negación
se “limpian” de toda limitación los atributos del Ser Supremo.
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Tao, vacío de nombre, cuando ya no es nada (wu) entonces muestra su
plenitud. De modo parecido, cuando uno está lleno de deseo, entonces ignora
el misterio, debe vaciarse: “Cuando se logra aquietar el deseo, entonces
contemplamos el misterio. Cuando se desea, entonces sólo contemplamos las
cosas por encima”.
Tao Te King es el camino de la virtud (tè). Virtud como potencia, capacidad.
Esa fuente de dinamismo interior brota cuando se adopta una actitud
indiferenciada, semejante a Tao; para conseguir la actitud Te hay que hacer lo
menos posible y lo mejor es no hacer nada (wu wei).
El sendero del Tao es el camino de la quietud: el arquero, cuando lanza su
flecha para ganar recompensa, pierde la mejor ocasión de tensar el como si
nada. Hay que conseguir una pasividad libre. Sólo entonces se logrará una
espontaneidad óptima.
El sabio verdadero no se aplica, no estudia, no se esfuerza, logra todo con
naturalidad. El taoísta tiene presente este paradójico precepto: “Procura no
hacer nada…entonces, todo se realizará plenamente.”
Quien logra hundirse en el Tao ya nada tiene que temer. El que nada hace,
triunfa; el fracaso jamás colgará de su acción como un fruto amargo y se habrá
identificado con lo Todopoderoso. Pero no se trata de conseguir una fuerza
singularizada en un hombre, en uno mismo, sino en participar de la potencia
que rige el desenvolvimiento de toda realidad.
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produce en el seno de lo indiferenciado. “Una vez Yin, otra vez Yang: ese es el
curso del Tao.” Entiéndalo el prudente, el secreto de la conquista del mundo
se halla en el no hacer.